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6 Publicaciones
  • Análisis

Un abordaje contextual de la felicidad

  • 13/10/2021
  • Fabián Maero

En la enseñanza de la psicología el análisis de la conducta, o mejor digamos el conductismo en general, suele presentarse como un modelo cuya utilidad, en el mejor de los casos, está confinada a territorios bastante modestos, como si fuera apenas un poco más que un método para penetrar en la vida y obra de palomas y ratones, mientras que el examen de los fenómenos psicológicos más complejos e interesantes se reservaría para otras teorías y abordajes.

Esa actitud siempre me ha parecido un desperdicio. El abordaje conductual entraña ante todo una forma bastante única de observar los eventos psicológicos, diferente a la que ofrecen el resto de los abordajes en psicología. Tanto es así que el nombre por el cual comúnmente se lo conoce (conductismo), designa en rigor de verdad no a la ciencia de la conducta sino a la filosofía que subyace a esa ciencia. Esto es, no es mera experimentación ni aplicaciones, sino que se trata de una forma general de interrogar a las cosas.

El conductismo me resulta un andamio extremadamente eficaz para pensar. Esto se debe en parte a que desde su concepción se ocupó no solo de su objeto de estudio, sino de manera muy explícita de las herramientas conceptuales a usar para ese estudio: el lenguaje a usar, la función de los términos psicológicos, los objetivos del análisis, la actividad de quienes realizan la investigación, el papel del entorno social y cultural, y un interminable etcétera. El conductismo en sí no proporciona respuestas, sino que nos guía para formular buenas preguntas.



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Por supuesto, un aparato conceptual tan sofisticado tienta a hacer mal uso de él. Y, dado que si hay algo que no puedo resistir es la tentación, eso es exactamente lo que haré hoy.

El conductismo en sí no proporciona respuestas, sino que nos guía para formular buenas preguntas

En particular, hoy querría pensar un poco sobre la felicidad, abordándola desprolijamente desde una perspectiva conductual. Ya saben, para mejor entender esta sensación constante de celebración con la que nos confronta la situación global actual (pandemia, desastre climático, desigualdad sin precedentes, tik-tok, etc.).

Hechas estas aclaraciones iniciales, intentemos una perspectiva contextual sobre la felicidad.

De términos y definiciones

Es necesaria una aclaración preliminar: no me interesa intentar una definición lingüística ni etimológica de la felicidad, no me interesa definir lo que la felicidad sea, sino más bien considerar cuándo es que hablamos de felicidad. No quiero intentar una definición de la felicidad al estilo “para mí la felicidad es X” (no estamos, después de todo, posteando frases motivacionales en redes sociales sino tratando de pensar, actividades bastante excluyentes por cierto).

Esto quizá requiera alguna explicación. Para el conductismo radical definir un término no consiste en definir la cosa a la cual se refiere, sino en describir las circunstancias bajo las cuales el término es utilizado. Emitir un término es ante todo una actividad, una instancia de conducta verbal, que puede ser abordada como el resto de las conductas: señalando el contexto del cual esa conducta es función.

En otro artículo lo he abordado más extensamente, aquí bastará con repetir este fragmento del conocido artículo El análisis operacional de los términos psicológicos de Skinner:

Al lidiar con términos, conceptos, constructos y demás, se gana una ventaja considerable si se los aborda en la forma en que son observados –literalmente, como respuestas verbales. En ese caso no hay peligro en incluir en el concepto aquel aspecto o parte de la naturaleza que incluye. (…). El sentido, los contenidos y las referencias se encuentran entre los determinantes, y no entre las propiedades de la respuesta. La pregunta “¿qué es la longitud?” podría ser satisfactoriamente contestada por medio de listar las circunstancias bajo las cuales la respuesta “longitud” es emitida. (pp. 272).

Por lo tanto si quisiéramos definir a la ansiedad, por ejemplo, nuestra definición no consistirá en definir qué es, sino en señalar las circunstancias, históricas y actuales, en las cuales las personas dicen estar ansiosas.

De la misma manera, al preguntarnos sobre la felicidad no estaremos buscando una definición de lo que la felicidad sea (si existe o no como algo en el mundo será algo sobre lo cual nada podría decir), sino considerando las circunstancias en las cuales utilizamos ese término, es decir, los contextos en los que se emite esa conducta verbal específica, señalando las circunstancias, históricas y actuales, en las cuales se habla de felicidad.

Este giro aparentemente menor en la forma de abordar las definiciones es lo que posibilita el análisis de términos psicológicos complejos sin correr el riesgo de reificar el objeto de análisis. Formulemos la pregunta desde esa perspectiva entonces, y veremos por dónde nos lleva.

Felizmente conductual

Señalemos para empezar que “felicidad” es un concepto precientífico, un término que tiene cientos de años de historia y múltiples sentidos. No es un término técnico sino uno de uso común, y por tanto impreciso y equívoco, imponerle una definición sería tan fructífero como intentar embolsar el viento.

Como mencioné, no me interesa definir lo que la felicidad sea, sino examinar las circunstancias habituales en las que se usa el término en nuestros días. Una primera aproximación nos permite notar que en el lenguaje cotidiano solemos hablar de felicidad en tres sentidos. En primer lugar, se habla de felicidad como sinónimo de buena suerte o éxito en algún objetivo –es por este sentido que la pócima que proporciona buena suerte en las historias de Harry Potter se llama Félix Felicis. Este uso, que ya de por sí es infrecuente, es más bien un sinónimo de “éxito”, por lo cual podemos ignorarlo aquí. En segundo lugar, felicidad se utiliza para designar a una vida virtuosa o vivida de acuerdo a ciertos preceptos éticos y morales, un uso más cercano al ideal griego de eudaimonía. Este sentido, un poco más antiguo, también es bastante infrecuente hoy en el lenguaje cotidiano. En tercer lugar, se utiliza para designar un sentimiento placentero o de bienestar en alguna circunstancia favorable, como cuando decimos que nos sentimos felices de estar en cierta situación o con cierta persona. Este último sentido es probablemente el más habitual hoy en el lenguaje cotidiano.

Por supuesto la literatura conductual también se ha ocupado, aunque de manera algo lateral, de la felicidad. El uso más frecuente del término “felicidad” que podemos encontrar en la literatura conductual es más cercano a este tercer sentido, la felicidad como un sentimiento positivo o placentero. Por ejemplo Skinner, en Sobre el conductismo escribe que “La felicidad es un sentimiento, un subproducto del reforzamiento operante. Las cosas que nos hacen felices son las cosas que nos refuerzan”.

Es decir, la felicidad sería la experiencia emocional que acompaña a ciertas instancias de reforzamiento positivo. Sin embargo, este uso del término, que se repite con cierta frecuencia en la literatura, me resulta un tanto insatisfactorio desde una óptica puramente conductual y querría explicar por qué.

En primer lugar, esta definición, la felicidad como sentimiento, está más cercana a un abordaje topográfico que funcional de la conducta. En caso de que necesiten una aclaración, un análisis topográfico es el que describe la forma de una conducta, sus características, mientras que un análisis funcional es aquel que especifica su función, a través de describir las relaciones entre conducta y contexto y es el que nos permite atisbar las causas de dicha conducta. En un análisis topográfico de la acción de beber agua podríamos decir que la conducta consistió en ingerir medio litro de agua en veinte segundos, por ejemplo. Un análisis funcional, en cambio, señalaría las circunstancias sucedió, o mejor dicho el contexto de esa acción, sus antecedentes y consecuencias. Eso nos permitiría saber si, por ejemplo, el vaso de agua fue ingerido para apagar el fuego de un chile habanero, si se usó para lavar la boca antes de cambiar de vino en una cata, o para mejor ingerir una pastilla difícil de tragar. En líneas generales, nos suele interesar más la función que la forma de una conducta.

Ahora bien, la definición skinnereana sobre la felicidad es más bien pobre desde un punto de vista funcional, ya que se limita a señalarla como resultado del reforzamiento positivo de alguna conducta, pero es fácil señalar instancias de reforzamiento positivo en las cuales difícilmente hablaríamos de felicidad –que se encienda la luz de la habitación cuando presiono el interruptor no parece algo que habitualmente asociaríamos con felicidad, salvo en situaciones muy excepcionales. En Más allá de la libertad y la dignidad, Skinner amplía y señala que la felicidad se refiere a los reforzadores que tienen valor de supervivencia, pero esto no soluciona el problema que acabamos de señalar, por lo cual la aclaración nos sabe a poco. E incluso como aproximación topográfica la idea de la felicidad como sentimiento resulta insatisfactoria, ya que no se especifica claramente en qué consiste ese sentimiento, sus cualidades, ni cómo diferenciarlo de otros sentimientos.

Sin embargo, aunque no constituya una buena definición es un buen punto de partida, ya que efectivamente las personas suelen hablar de felicidad involucrando sentimientos placenteros en situaciones que involucran reforzamiento positivo. Lo que podemos hacer es intentar especificar un poco más la clase de contextos de los cuales esos sentimientos son función, para así diferenciarlos de otros contextos que ocasionan otros sentimientos placenteros que llamamos de otras maneras.

William Baum, en la tercera edición de Understanding Behaviorism mantiene la idea de la felicidad como un sentimiento, pero señala un par de aspectos muy interesantes. Baum señala dos aspectos del contexto que serían esenciales para hablar de felicidad: estar libre de consecuencias aversivas y tener la posibilidad de realizar elecciones que sean reforzadas positivamente.

Éste es un abordaje más prometedor del concepto, al menos desde un punto de vista conductual, ya que no solo se refiere a un sentimiento positivo, sino que también indica bajo qué condiciones contextuales hablamos de felicidad: involucra no estar bajo control aversivo (esto es, no estar bajo coerción ni amenaza), y disponer de libertad de llevar a cabo acciones reforzadas positivamente. Este abordaje es más compatible con una mirada funcional, así que podemos explorar un poco más lo que involucra.

La felicidad como contexto

Como observamos al principio, el término felicidad es más bien equívoco, pero creo que podemos destilar algunas características típicas de las circunstancias en las cuales hablamos de felicidad siguiendo lo propuesto por Baum.

La tesis central podría enunciarse así: hablar de felicidad involucra una situación en la cual no necesitamos ni deseamos que nada se modifique, que nada sea distinto de lo que es. Es una aproximación burda y poco pulida, pero nos puede servir para avanzar, refinándola un poco.

Antes de glosar esa primera aproximación quizá sirva realizar un par de precisiones conceptuales. Una forma de hablar útil con respecto a la conducta es distinguir el control aversivo y el apetitivo. Decimos que una conducta está bajo control aversivo cuando está orientada a eliminar o poner distancia con algún estímulo, lo que básicamente llamamos evitación y escape. Por otra parte, decimos que una conducta está bajo control apetitivo cuando está orientada a aproximarse o a producir algún estímulo. De los estímulos involucrados podemos decir entonces que tienen funciones aversivas o apetitivas, respectivamente. Y podemos hablar de grados en el control aversivo o apetitivo, pudiendo ser más o menos intenso: no es lo mismo remover una piedrita en el zapato que huir de una jauría de cobayos enfurecidos –si bien en ambos casos se trataría de conductas bajo control aversivo, ese control sería menos intenso en el primer caso que en el segundo.

Volvamos entonces: hablamos de felicidad refiriéndonos a una situación en la cual no necesitamos ni deseamos que nada se modifique. En primer lugar, esta definición implica una situación en la cual no haya nada que resolver, eliminar o de lo cual huir. Esto es, se refiere a un contexto en el cual las conductas están libres de control aversivo.

Esto es trivial si bien se mira: sería improbable hablar de felicidad refiriéndonos a una persona que está muriendo de sed en el desierto o recuperándose de una resaca (excepto algunas salvedades que haremos más adelante). En términos conductuales, acordaríamos entonces con Baum en que hablar de felicidad requiere ante todo no estar bajo control aversivo.

Pero esta definición involucra también que en la situación no haya tampoco nada que conseguir, nada hacia lo que dirigirse intensamente. Los momentos de felicidad son aquellos en los cuales nada más es sensiblemente necesario ni deseable más allá de lo inmediatamente disponible. Si en una situación deseamos fuertemente que algo ocurra, es menos probable que hablemos de felicidad, o al menos, hablaríamos de una forma incompleta o menor de felicidad. Diría que soy feliz leyendo un libro y escuchando música si no hay nada que agregaría a esa situación, pero probablemente usaría otros términos para describir mi estado emocional si en ese momento estoy esperando que suceda algo que deseo fuertemente, por ejemplo, esperando que llegue mi cita.

No pareciera tampoco adecuado hablar de felicidad en cualquier instancia en la cual la estemos pasando bien, por ejemplo refiriéndonos a la persona que está participando furiosamente de una orgía o a la adolescente que grita completamente fuera de sí mientras asiste a un recital de su banda de K-Pop favorita (ciertamente es difícil hablar de felicidad en relación con tales bandas). En esos casos tendemos a usar otros términos, generalmente positivos y reservamos el término felicidad para cuando las pasiones se han sosegado un poco.

Hablamos de felicidad refiriéndonos a una situación en la cual no necesitamos ni deseamos que nada se modifique

Si las delimitaciones que he ofrecido son aceptadas, entonces podríamos decirlo así: hablamos de felicidad en un contexto en el cual el control aversivo es nulo y el control apetitivo es débil, o también nulo–ya que un control apetitivo intenso parecería incompatible con el uso habitual del término. Insisto, no estoy diciendo que eso sea la felicidad, solo que parecen las circunstancias más típicas para hablar de ella.

Consideren cualquier instancia de felicidad en su vida y probablemente encuentren ambos factores: por un lado, estar libre de amenaza o daño directo del cual huir y, por otro lado, que en ese momento no haya otra cosa hacia la cual orientarse fuertemente –un contexto en el cual hay bajo o nulo control aversivo y apetitivo.

Solemos hablar de grados de intensidad de felicidad, lo cual pareciera correlacionar con la cercanía con las circunstancias descriptas: cuanto más se parece el contexto actual a ese contexto ideal más probablemente hablamos de felicidad.

Ficciones de la felicidad

Walhalla (1905), por Emil Doepler.

Podemos apreciar que los dos aspectos de esta interpretación están presentes en la mayoría de las representaciones de la felicidad absoluta que han sido tema favorito de las religiones. Cada vez que los seres humanos hemos imaginado la felicidad suprema la hemos representado bajo la forma de una situación en la cual no es necesario ni deseable que nada cambie, una situación en la cual no hay peligros de los que huir ni objetivos que alcanzar.

En el Valhalla nórdico, por ejemplo, los guerreros disfrutan de una eternidad en la cual están presentes sus actividades favoritas: el combate y el festín, sin que esas actividades tengan consecuencias negativas y sin que haya objetivos a alcanzar más que practicar la batalla y el festín: por las noches todas las heridas mágicamente se curan y el suministro de carne para el festín es mágicamente inagotable. Si, en cambio, nos detenemos en la mitología judeocristiana podemos notar una tendencia similar, el perdido Edén, el paraíso terrenal, es un territorio en el cual todas las necesidades están cubiertas y en el cual no es necesario modificar nada: construirse un chalecito en el Edén para una estadía celestial más cómoda sería tarea absurda por innecesaria (de hecho la Caída sucede cuando se introduce un estímulo a evitar, el fruto del Edén).

Además de lugares, las representaciones de la felicidad suelen tomar la forma de estados de existencia o espirituales. Por ejemplo, Santo Tomás, hablando de la vida después de la muerte, señala que los bienaventurados son perfectamente felices en la mera contemplación de la divinidad, un estado en el cual no hay nada que resolver ni nada que alcanzar. De manera similar, en el hinduismo y en el budismo la felicidad absoluta se suele identificar con el Nirvana, un estado en el cual la persona está libre de toda necesidad y todo deseo.

Contradicciones de la felicidad

Podemos notar inmediatamente algunas peculiaridades inherentes a esta idea de la felicidad. En primer lugar, la mayoría de las religiones y tradiciones coinciden en que la felicidad completa es imposible –al menos en este mundo o bajo condiciones normales, ya que la felicidad completa siempre requiere alguna alteración sobrenatural: es necesario estar en alguna suerte de lugar mágico (como en el Edén o Valhalla), o alcanzar algún estado espiritual trascendente (como en la beatitud o el nirvana).

La interpretación conductual que hemos arriesgado nos da una pista de a qué podría deberse esto: en este mundo es imposible concebir un organismo libre de control aversivo y apetitivo de manera sostenida. Por esto es necesario imaginar un mundo o situación de naturaleza radicalmente distinta a la actual para pensar en una felicidad sostenida. Digamos, podemos intuir cuál sería el contexto necesario para la felicidad definitiva, pero también podemos intuir que ese contexto no existe normalmente.

La felicidad así concebida tiene que ser irremediablemente estática: es el estado de un contexto que puede ser interrumpido por cualquier cambio o modificación. Más tarde o más temprano una situación así se ve alterada por alguna necesidad, por algún nuevo deseo, por alguna molestia, o incluso por mero hastío.

Una persona que está desesperada por ser feliz o que tiene terror a dejar de serlo, difícilmente lo sea

Este es uno de los problemas de la felicidad-sentimiento como objetivo de vida o de terapia. Todo contexto, incluyendo aquel al cual nos referimos al hablar de felicidad, es tan dinámico e inestable como la llama de un fósforo. No podríamos jamás asegurar que una persona que dice ser feliz seguirá siéndolo dentro de una hora, un día, un mes, un año. Por ello Montaigne, en sus Ensayos, glosa a Solón afirmando “‘cualquiera que sea la buena fortuna de los hombres, éstos no pueden llamarse dichosos hasta que hayan traspuesto el último día de su vida’, por la variedad e incertidumbre de las cosas humanas, que merced al accidente más ligero cambian del modo más radical”. Un contexto estático es una contradicción en los términos. Es la naturaleza de todo contexto el cambio. Es posible, en principio, alcanzar un estado de bajo control aversivo y apetitivo –lo imposible es sostenerlo indefinidamente.

Pero hay otro obstáculo bastante más serio que se deriva de esta forma de pensar a la felicidad y que podríamos bosquejar así: toda conducta orientada hacia la búsqueda de la felicidad está por definición bajo control apetitivo –pero aquí hemos tentativamente definido a la felicidad como un contexto de bajo o nulo control aversivo y apetitivo. Es decir, la felicidad es incompatible con su búsqueda. El contexto de buscar felicidad (al menos, si la búsqueda es intensa) y el contexto de felicidad son mutuamente excluyentes. Más aún, si la felicidad es un estado a alcanzar, todo aquello que la amenace será algo a evitar, es decir, introducirá un control aversivo que, nuevamente, es incompatible con el contexto que hemos postulado.

Entonces se da la paradoja de que tanto buscar fuertemente la felicidad como intentar retenerla cuando sucede son incompatibles con ella. En términos coloquiales: una persona que está desesperada por ser feliz o que tiene terror a dejar de serlo, difícilmente lo sea.

Este creo que es el problema central con la búsqueda de la felicidad. Es posible experimentar formas relativas de felicidad, pero en cuanto introducimos a la felicidad como objetivo a alcanzar, introducimos control apetitivo y aversivo, lo cual es por definición incompatible con ella. La felicidad no puede ser cabalmente producida, sino que sucede por sí misma.

RFT y la búsqueda de la felicidad

Para los seres humanos verbalmente competentes, la situación es aún más frágil. Traigamos a colación lo que establecen los desarrollos contemporáneos sobre conducta verbal, como por ejemplo los aportes de la teoría de marco relacional (RFT). Uno de sus corolarios es que nuestro repertorio verbal nos permite, a través de las funciones estimulares derivadas, tomar contacto psicológico con eventos que no están presentes y transformar las funciones de los eventos que experimentamos. Dicho en términos coloquiales, podemos imaginar, anticipar, comparar y evaluar.

Pero este repertorio es fatal para la felicidad. Incluso si alcanzáramos un estado temporal de felicidad tenemos la capacidad de preocuparnos por un desenlace negativo que podría suceder en el futuro o porque el estado de felicidad se termine, lo cual introduciría un control aversivo que terminaría con la situación. O podríamos imaginar una situación mejor, compararla con la situación actual e intentar alcanzarla, lo cual introduciría control apetitivo que llevaría al mismo desenlace. Esto arroja nueva luz sobre la expresión de Séneca “el espíritu a quien lo porvenir preocupa es siempre desdichado”.

Todo esto no ha desalentado jamás a las personas de buscar a la felicidad por distintos caminos, y puede resultar interesante examinar la búsqueda un poco más de cerca a la luz de la definición tentativa que he propuesto: un contexto de bajo o nulo control aversivo y apetitivo. La búsqueda de la felicidad es en última instancia la búsqueda de un contexto en el cual ya no estemos bajo control aversivo ni apetitivo, o al menos que ambos sean de baja intensidad.

Ahora bien, para la mayoría de los organismos, este control depende del ambiente: hay control aversivo cuando hay una amenaza, hay control apetitivo cuando hay algo que buscar. Por ello es que con frecuencia adjudicamos felicidad a los animales. Nos parece que un contexto así es posible para un animal: basta con observar nuestras mascotas que gozan, gracias a nosotros, de una relativa ausencia de amenazas y necesidades que saciar. Mi gata Matilda durmiendo al sol, sin nada de lo que protegerse ni nada que conseguir, representa para mí la imagen más acabada de la felicidad.

En cambio, para los seres humanos el control aversivo y el apetitivo no dependen solo de las propiedades directas de los estímulos, sino que están mediados además por el repertorio verbal. Un ser humano que esté en una situación que intrínsecamente está libre de aversivos puede aún estar bajo control aversivo verbalmente mediado. Puedo estar en mi casa, perfectamente cómodo y sin necesidades ni peligros inmediatos, y aun así preocuparme por algo que podría pasar o soñando con alguna meta. El control aversivo y apetitivo para los seres humanos depende mayormente de nuestro repertorio verbal.

De manera que aún cuando el ambiente físico inmediato sea perfectamente compatible con un contexto de felicidad, difícilmente pueda serlo para un ser humano verbalmente competente. He citado varias veces el siguiente pasaje de Wilson en Mindfulness for Two que ilustra bien esta idea: «Los seres humanos no solo sufren. El sufrimiento, para nosotros, es ubicuo -es algo de todo el día, todos los días, y en todos los lugares. Sufrimos haber sufrido en el pasado y sufrimos que podríamos sufrir en el futuro. Sin importar dónde estamos, hay otro lugar que es mejor. Hay un momento anterior al que desearíamos regresar o uno posterior al cual querríamos adelantarnos. Y, si ahora mismo es perfecto, nos preocupamos de que no durará».

Ser feliz, para un ser humano, parece tarea vana.

Los dos caminos

Lo que se acaba de señalar no ha sido obstáculo para que los seres humanos intentemos alcanzar la felicidad, sin embargo.

Podemos distinguir dos grandes vías en las que hemos intentado producir contextos de felicidad. La primera vía es el control del ambiente, la que podríamos llamar la vía ecológica de búsqueda de la felicidad, y que consiste en controlar nuestro ambiente inmediato para reducir el contacto con los estímulos intrínsecamente aversivos y aumentar el contacto con los apetitivos. Cambiar el mundo, digamos.

En esto hemos sido bastante exitosos como especie: en líneas generales nuestras condiciones de vida son bastante más amables que las de cualquier animal salvaje. Esta vía ha resultado bastante eficaz para liberarnos de estímulos que son intrínsecamente aversivos, tales como depredadores, la intemperie, el hambre, enfermedades, etc. Podemos añorar la simpleza de un estilo de vida paleolítico, pero lo cierto es que la mayoría de los seres humanos contemporáneos no tienen que preocuparse por ser devorados por una manada de hienas en su vida cotidiana.

La felicidad no se considera como un sentimiento, o al menos no solo un sentimiento, sino más bien un contexto en el cual el control aversivo es nulo o muy débil y lo mismo con respecto al control apetitivo

Pero aun así es imposible remover completamente el control aversivo. La vida siempre duele, más tarde o más temprano. Como escribe Lucrecio: “Ni al día siguió noche alguna ni a la noche aurora que no escucharan, mezclado con lastimeros vagidos, el llanto, compañero de la muerte y del luto funeral”. En la historia de la humanidad ningún día ha estado ausente de dolor.

Como mencionamos antes, esto es peor aún para los seres humanos y nuestro repertorio verbal, ya que estamos controlados no solo por estímulos que son intrínsecamente aversivos sino también por estímulos que son verbalmente aversivos. De la misma manera, no sólo estamos controlados por estímulos intrínsecamente apetitivos sino por estímulos verbalmente apetitivos. Huimos y buscamos estímulos por sus funciones verbales.

Aquí es donde se vuelve interesante la segunda gran vía, la que podríamos llamar la vía psicológica de la búsqueda de la felicidad: controlar lo aversivo y apetitivo que es establecido por mediación verbal.

Nuestros repertorios verbales son conductas, y en tanto tales son moldeables relativamente. Esto implica que es posible en principio reducir la influencia perniciosa que nuestro repertorio verbal ejerce sobre nosotros. Podemos aprender a reducir la tendencia a compararnos, a juzgar, a perseguir objetivos frívolos, etc. Por esto numerosas tradiciones culturales, filosóficas, y religiosas promueven como cuestión vital central el control de nuestras pasiones y deseos.

Podría decirlo de otra manera. Necesitar o desear algo tiene dos caras: aquello que es necesitado o deseado y la necesidad o deseo en sí como actividad humana. La primera vía que examinamos intenta acceder a la felicidad por medio de conseguir todo lo que necesitamos y deseamos. La segunda vía sugiere que para que ese control apetitivo se debilite, tiene que cesar el deseo. Dicho con un ejemplo: si deseo intensamente tener una nueva cafetera estoy introduciendo un control apetitivo intenso que es incompatible con un contexto de felicidad, por lo cual tengo dos vías para resolver esa tensión: conseguir la cafetera o no desearla en primer lugar. Satisfacer el deseo o abandonarlo.

La segunda vía sostiene que es posible reconocer el control aversivo y apetitivo de origen puramente verbal, y que por diversos caminos podemos aprender a reducir o eliminar su influencia. Este control del repertorio verbal ha aparecido en tradiciones y culturas muy diversas: los epicúreos hablaban de la ataraxia, los estoicos de la apatía, y varias religiones orientales, desde el jainismo al budismo, predican la importancia de alcanzar un estado de desapego con respecto al mundo y los deseos, del cual el nirvana sería el ejemplo más conocido.

La psicoterapia y la felicidad

Creo que llegado este punto podemos recapitular un poco lo expuesto. En lo que hemos visto la felicidad no se considera como un sentimiento, o al menos no solo un sentimiento, sino más bien un contexto en el cual el control aversivo es nulo o muy débil y lo mismo con respecto al control apetitivo. Los sentimientos placenteros serían más bien el resultado de un contexto así, pero no aquello que lo define.

Así descripta, dijimos que es problemático establecer a la felicidad como algo normativo, como algo que las personas deberían de poder alcanzar. Hay varias razones para esto. En primer lugar, por definición se trata de un estado temporario y por tanto fugaz, ya que todo contexto es dinámico por definición. En segundo lugar, es imposible remover definitivamente el control aversivo de la conducta. Por último, buscar con empeño ser feliz es garantía de no serlo, porque introduce un control apetitivo que es incompatible con el contexto que hemos planteado. Desde esta perspectiva, la felicidad es más bien algo a aprovechar cuando llega, pero no algo a lo cual aferrarse.

La felicidad, como estado sostenido y objeto de deseo, es mala idea. Pero desmenuzar el contexto de felicidad nos permite entrever algunos caminos por los cuales algunos de sus elementos pueden ayudarnos a vivir mejor. Creo que, en este sentido, una psicoterapia puede hacer algunos aportes que van por los caminos de las dos vías señaladas.

En primer lugar, puede ayudar a reducir el control aversivo que no es verbalmente mediado. Esto es, puede ayudar a que una persona lleve a cabo acciones que hagan que su vida sea un poco menos hostil, a través de distintas estrategias de resolución de problemas, habilidades interpersonales, activación conductual, etc. Si ayudamos a una persona a conseguir trabajo, a cuidar su salud, limpiar su casa, etc., estamos ayudando a reducir el control aversivo directo, más en la línea de la primera vía que vimos.

En segundo lugar, puede ayudar a reducir el control aversivo que es generado verbalmente. Esto es, por una parte puede ayudar a reducir la influencia de juicios, comparaciones, y creencias que establecen control aversivo y reducir el control aversivo que está relacionado con sentimientos y pensamientos difíciles por medio de aprender a sostenerlos sin defensa. Aceptación, contacto con el presente, self como contexto y defusión son así formas de reducir lo verbalmente aversivo del mundo.

Finalmente, puede ayudar estableciendo un control apetitivo más compatible con el contexto que señalamos, un control apetitivo que no requiera nada fuera de lo inmediatamente disponible. Esto es: orientarse por valores en lugar de metas. Los valores se refieren a las cualidades encarnadas en la acción en curso, por lo cual su satisfacción está siempre orientada al momento presente, a diferencia de las metas cuya satisfacción está necesariamente en el futuro o en el pasado –se trata de algo a lograr o algo ya logrado.

No podemos generar felicidad –pero sí podemos identificar y propiciar algunos elementos del contexto del que depende para mejor vivir.

  • Análisis

Orientación vocacional orientada en valores

  • 06/09/2021
  • Gabriel Genise
city man people woman

Por Bermúdez Juan Cruz, Humeniuk Ayelén Rocío, Miño Verónica y Gabriel Genise de TCM Terapia Cognitiva

“¿Qué es, en realidad, el ser humano? El ser que siempre decide lo que es.” —Viktor Frankl

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la adolescencia como el periodo de desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la vida adulta. Esta es una de las etapas de transición más importante en la vida del ser humano que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y cambios.



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La psicología del desarrollo considera que los procesos de cambio y estabilidad ocurren principalmente en tres dominios: el desarrollo físico, cognitivo y psicosocial (Papalia, 2009).

A nivel físico, los adolescentes experimentan la aparición de múltiples cambios corporales. Estos se relacionan con el desarrollo de la pubertad, proceso que conduce a la maduración sexual. Dentro de estos cambios, se incluyen el crecimiento y el desarrollo de los órganos sexuales, la aparición de los caracteres sexuales secundarios y las continuas modificaciones en la forma y el tamaño del cuerpo (Cingolani y Castañeiras, 2018).

En el plano cognitivo se destaca el desarrollo del pensamiento abstracto, lo que proporciona una manera nueva y más flexible de manipular la información. A su vez, en esta etapa aparece el razonamiento hipotético-deductivo que se caracteriza por la capacidad de desarrollar, considerar y someter a prueba distintas hipótesis (Papalia, 2009).

A nivel psicosocial, el adolescente comienza a tomar distancia del grupo familiar para así vincularse con otras personas cercanas a su edad y formar grupos de pares. En esta etapa se produce un acercamiento progresivo hacia las relaciones románticas y de intimidad, lo que implica el desarrollo de un proyecto de mayor autonomía (Cingolani y Castañeiras, 2018; Papalia, 2009). 

Todos estos cambios pueden ser considerados como potenciales fuentes de estrés, representando desafíos concretos que los adolescentes deben enfrentar. Sabemos que la adolescencia es una etapa de transición hacia la vida adulta, donde progresivamente se va ganando autonomía e independencia. Implica el desarrollo de un proyecto de vida personal único y singular. 

Elegir

Iniciar cualquier tipo de búsqueda implica un compromiso real por parte de aquel que emprende el desafío de indagar, analizar, explorar el campo, etc. El desafío se vuelve escabroso cuando el que busca no tiene pistas claras, o abrumador cuando la cantidad de resultados posibles es innumerable.

Todo momento de elección es complejo, más aún cuando elegir supone algo “para toda la vida”. He aquí el desafío en la elección vocacional: que define no solo ocupaciones, sino también identidades. 

Es allí donde se formulan frases como “no importa lo que debas hacer, asegúrate que te haga felíz”, o “no se trata de dónde estés sino de dónde quieres estar”. Estos pequeños fragmentos de sabiduría express influyen en la elección vocacional focalizando la atención en aquellos aspectos de la decisión que quien repite las frases valora. Por ejemplo, quien propone: “convierte tu pasión en un proyecto de vida”, demuestra un interés especial en las emociones que genera la vocación. En cambio, alguien que repite: “con X profesión te morirás de hambre”, deja entrever que el valor de una ocupación está puesto en la cantidad de dinero que permita producir.

Entonces, como expresa Lidia Ferrari, en el capítulo 8 del libro cómo elegir una carrera, las narrativas del entorno sobre la elección vocacional condicionan dicha elección. Ergo, la vocación es, ante todo, una construcción. Así, en el interjuego entre las influencias sociales, el sistema educativo, las exigencias personales, las influencias familiares, los modelos e ideales y la ética y los valores, se formula el campo de búsqueda dentro del cual el adolescente o joven encontrará su vocación.

Es difícil olvidar en las influencias a los padres, aquellos sueños proyectados, ambiciones, ideas o imagos que fueron creando en el devenir del niño.Por todos estos motivos es difícil pensar en un proceso aislado, en un encuentro mágico en el cual la vocación se presenta.

Orientar

La orientación vocacional y ocupacional es un proceso de acompañamiento en el cual se promueve la elección vocacional a partir del autoconocimiento y la información. 

El entrenamiento en la habilidad de elegir comienza muy temprano en la vida. La forma en la cual se desarrolle dicha habilidad será parte importante de la manera en que se transite el proceso de elección vocacional.

Asimismo, las influencias del entorno, los mandatos, prejuicios y limitaciones buscan ser sacados a la luz en un proceso de orientación vocacional. El objetivo es, siempre, llevar a la conciencia los aspectos involucrados en la elección vocacional para disponer al orientado en una mejor posición para decidir.

En los últimos años, el interés por las terapias comportamentales de tercera generación ha aumentado significativamente. Estas se caracterizan por: 

  • Su énfasis en el cambio de las funciones de los pensamientos y emociones (cambios de segundo orden) en lugar del cambio de su contenido (cambios de primer orden).
  • Estar basadas en una aproximación empírica y centrada en principios.
  • Utilizar estrategias de cambios contextuales y experienciales.
  • Estar centradas en la función en vez de la forma. 
  • Enfocarse en la construcción de repertorios flexibles y eficaces en lugar de eliminar problemas definidos de manera reducida.
  • Sintetizar aspectos de las generaciones previas. 

Uno de los modelos más representativos de las terapias de tercera generación es la terapia de aceptación y compromiso o ACT, por sus siglas en inglés. ACT forma parte de la tradición del conductismo radical y sus bases filosóficas parten del contextualismo funcional (Maero, 2018). La meta última de este modelo consiste en ayudar a las personas a crear una vida basada en sus valores personales, a la vez que acepta el dolor que inevitablemente viene con ella. Por lo tanto, se busca poder socavar la influencia que tiene el lenguaje y los pensamientos sobre la conducta, para así poder generar un repertorio de acción más flexible, abierto e involucrado con un sentido de propósito vital (Mandil, José Quintero y Maero, 2017). Para lograr esto, ACT presenta un modelo de flexibilidad psicológica que está compuesto por seis grupos de procesos que el terapeuta busca favorecer: aceptación, defusión, momento presente, self, valores y compromiso. 

Los valores cumplen un rol fundamental en el proceso de cambio planteado por ACT. Podemos entenderlos como repertorios conductuales que implican generar verbalmente un patrón extendido y dinámico de actividad deseada. Este repertorio implica formular verbalmente direcciones vitales deseadas, bajo la premisa de objetivos generales y de cualidades de acción. El repertorio de valores intenta sustituir a las reglas poco funcionales, actuando como guías para la regulación de la conducta. También pueden ser entendidos como las direcciones generales y las cualidades que deseamos que tengan nuestras acciones. (Mandil, José Quintero y Maero, 2017).

Cuando hablamos de valores, no estamos haciendo referencia al concepto de valores universales como el amor, la verdad, la paz, la justicia, etc. Desde ACT se entienden a los valores como “direcciones vitales elegidas”. El hecho de que los valores sean entendidos como direcciones marcan una diferencia con el concepto de meta (Quadrizzi Leccese y Settembrino, 2018). Los valores no son metas alcanzables, son direcciones inagotables que orientan nuestra conducta. Como los valores no tienen fin, no se realizan completamente nunca, por el contrario están siempre presentes y funcionan como horizonte o guía de nuestros comportamientos. Y es por esa misma razón que resultan tan útiles: impregnan nuestras acciones de dirección y propósito, le dan un sentido a nuestros comportamientos (Paéz, Gutiérrez, Valdivia y Luciano, 2006). 

Con relación a la orientación vocacional, poder diferenciar metas de valores es algo sumamente útil, ya que la confusión entre ambos conceptos puede llevar a la persona a enfrentar experiencias no deseadas (Quadrizzi Leccese y Settembrino, 2018). Veamos las diferencias de estos conceptos con algunos ejemplos:

  • Obtener un título universitario es una meta. Un objetivo al que se puede llegar. Si el hecho de obtener un título se convierte en un fin en sí mismo, es probable que la persona experimente frustración luego de alcanzarla.
  • Ser alguien que ayude a los demás es un valor. Este valor direcciona las acciones de la persona, viendo a la carrera/profesión como un medio para poder ayudar a otros.

El gran problema de las crisis vocacionales es que están cimentadas en el “QUÉ” y no en el “PARA QUÉ”. Si un conductor no tiene en claro a dónde quiere llegar, las razones por las cuales tomará una u otra ruta en un camino bifurcado estarán relacionadas a factores arbitrarios. Del mismo modo, si una persona no tiene en claro de qué maneras quiere trascender en su tránsito por este mundo, qué le parece importante, la elección vocacional estará basada en aspectos que quizá no tengan nada que ver con sus valores.

Por estas razones quienes orientamos nos encontramos muchas veces con crisis basadas en: “no sé qué estudiar”. Nuestro objetivo será, fundamentalmente, transformar esta duda en la pregunta siguiente: “¿Hacía dónde quiero dirigirme?”. Quien tiene en claro a dónde quiere ir, le resulta mucho más orgánico elegir qué camino tomar.

Una vez que la pregunta está formulada correctamente, comienza el camino de la auto-observación para reconocer el talento personal. El talento personal es la capacidad que generamos al desarrollar una actividad valorada con un estilo propio. 

Es decir, es el espacio virtual en el que confluyen las habilidades innatas, el carácter y la actitud con la manifestación de los valores: intereses, gustos, formaciones y experiencias.

Se dispondrán, entonces, técnicas que funcionen de linterna para reconocer tanto los aspectos de la personalidad del orientado, como los valores que dirigen sus metas.

Por ejemplo, hay una técnica llamada “Mi intención primordial” donde se le pide al orientado que elija entre una serie de verbos los que le parezcan los más importantes, para luego reducir las elecciones a cinco, a tres y, finalmente, se le pide que jerarquice y justifique. Ante esta técnica, una adolescente que llegó al proceso preocupada por lo que iba a estudiar al terminar el secundario expresa:

 “Me costó el orden de importancia. Yo puse diseñar, ayudar y decorar. Me imagino diseñando mis propios pensamientos.  Poder plasmarlos en ropa, la vida, en lo que sea.” 

Nótese cómo, gracias a esta actividad (precedida por otras que también tienen el mismo objetivo), la adolescente pudo poner en palabras qué dirección valorada elige. Sobre esta base, construir un mapa de formación —sea estudiar en un nivel terciario, formarse en un oficio o buscar un trabajo donde entrenarse— será mucho más sencillo.

En esta primera etapa de autoconocimiento trabajaremos también en pos de observar mandatos, influencias, intereses y preferencias. El objetivo es, en resumen, que el orientado diseñe su Dirección Valorada y bosqueje su Talento Personal, conociendo cada uno de los aspectos que lo conforman.

La segunda etapa del proceso de orientación vocacional será el de información. Cuando los procesos están basados en otros marcos teóricos, esta etapa consta de una exposición por parte del orientador sobre los aspectos administrativos y burocráticos de la formación que se haya elegido. 

Sin embargo, en el modelo ACT se tendrán en cuenta en esta etapa también los Valores de la persona que está tomando una de las decisiones más importantes de su vida. Es por ello que se orienta eligiendo qué tipo de formación y trabajo se adapta más a las metas y valores del orientado a partir de técnicas como “Mi labor personal”, donde se disponen formas de trabajo y se le pide que, sin pensar en una profesión y oficio, seleccionen las que más se adecúen a sus preferencias. Por ejemplo, “trabajar al aire libre”, “profesión”, “dinámico”, “en oficina”, “orientado a personas”, etc. 

Teniendo en cuenta estas elecciones y el contexto de la persona —si está dispuesto/a viajar por trabajo, si puede o no costear un estudio universitario, qué otras áreas de su vida son importantes—, se descubre junto con el orientado qué formaciones le guiarán en la dirección valorada.

Una vida valorada

Estamos transitando un momento socio histórico único, en el cual las formas de empleabilidad están cambiando, así como los métodos de formación. El avance de las tecnologías, la ciencia y la globalización están quebrantando muchos paradigmas que se sostenían hace no muchos años como pilares del mundo laboral. 

Hoy, las empresas valoran más el cumplimiento de objetivos que de horarios, la formación académica es cada vez más competitiva y accesible, y el género está dejando de ser una barrera para conseguir empleo.

En este contexto, la libertad de elegir qué, cómo y para qué trabajar es una Caja de Pandora llena de sorpresas positivas, pero también de crisis por la multiformidad de elecciones posibles.

Un artículo del diario argentino Clarín publicado en el 2017 revela los datos de una encuesta formulada por Adecco, donde solo dos de cada diez argentinos trabaja de lo que les gusta. Las cifras en el resto de Latinoamérica no cambian demasiado. Un artículo del diario La República publicado este mismo año confirma que las cifras en Colombia son exactamente iguales que en Argentina.

La intervención de la terapia de aceptación y compromiso en la orientación vocacional aspira a modificar estas cifras. En un mundo donde todo cambia tan velozmente, la creatividad es una capacidad altamente importante para desarrollar un espacio de trabajo que no solo pueda ser sustento económico, sino también alojo del bienestar psicológico que genera disfrutar las actividades y, sobre todo, valorarlas.

Referencias:

  • Cingolani, J. M., y Castañeiras, C. (2018). ¿Cómo ser adolescente hoy y no quedarse en el intento? Buenos Aires: Paidós.
  • Maero, F. (2018). Terapia de Aceptación y Compromiso. En E. L. Keegan, Innovaciones en los modelos cognitivo – conductuales (págs. 113 – 152). Buenos Aires, Argentina: Akadia.
  • Mandil, J., José Quintero, P. y Maero, F. (2017). Terapia de Aceptación y Compromiso con Adolescentes. Buenos Aires: Akadia.
  • Páez, M., Gutiérrez, O., Valdivia, S., y Luciano, M. C. (2006). La importancia de los valores en el contexto de la terapia psicológica. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 6, 1-20
  • Papalia, D. (2009). Psicología del desarrollo: de la infancia a la adolescencia. México: Mc-Graw-Hill. 
  • Quadrizzi Leccese G. y Settembrino D.M. (2018). Orientación al Talento Personal. Akadia.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

La trampa de la autoestima

  • 29/07/2021
  • Buenaventura del Charco Olea

Durante muchos años, en la psicología se habló del tema de la autoestima como la piedra filosofal, parecía que todo el bienestar de una persona, incluso su éxito laboral, dependía de que desarrollase una buena autoestima y en consecuencia de ésta, seguridad en sí mismo. Posteriormente surgieron otras modas (por desgracia en la sanidad también existen), pero la autoestima probablemente sea de los temas que siempre siguen ahí.

Y me parece lógico, porque en gran medida llevan razón (aunque quizás se exagerara al venderlo como una receta de la felicidad), pero el problema es que lo explicaron de forma errónea, casi diría que perversa.

Las corrientes más cognitivas de la psicología (aquellas que postulan que las personas actúan y se sienten en función de cómo piensan y entienden el mundo) explicaron mal este concepto, que se deformó como una caricatura de la idea original, de forma que muchos de los grandes psicólogos, incluso de las corrientes cognitivas como Albert Ellis, llegaron a criticar enormemente este mensaje. ¿Si es tan importante, cuál fue el problema?



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El problema fue que se vendió la idea de que la autoestima era el resultado de un balance interno que la persona hace sobre sí misma, básicamente que pones en un lado de la balanza todas tus cosas buenas y en otra todas la malas, y si pesan más las buenas, es que tienes buena autoestima. Como resultado de ello, las personas entramos en un estado de auto evaluación, de examen con uno mismo continuo, y ante la angustia de que ese examen interno pudiera ser negativo, nos exigíamos mejorar continuamente, fustigándonos para lograr alcanzar más metas y objetivos para así tener el derecho a sentirnos bien con nosotros mismos. Se confundió por tanto, autoestima con autoconcepto, cuando son dos cosas muy diferentes.

Durante años se trasladó mucho (todavía hoy puede verse mayoritariamente entre muchos psicólogos españoles para mi asombro, frustración y por qué no decirlo, cólera indignada) éste mensaje y se probaron intervenciones psicológicas en esta dirección: Hacer que la gente en vez de mirar sus defectos, mirasen sus virtudes. Esto no sólo fracasó estrepitosamente, no consiguiendo mejoras significativas en el bienestar de la gente (si te interesa el tema puedes leer «Se más amable contigo mismo» de Kristin Neff, una de las grandes investigadoras del tema), sino que siguió fomentando a la gente a evaluarse continuamente, y esto -aunque fuese una evaluación positiva- es terrible, ya que le dice a la gente que su valor como personas depende de ello.

Pero tratarse bien no es sólo llorar por uno mismo, sino también estar dispuesto a pelear cuando toca, porque cuando uno ama a algo, (como espero que a ti mismo) estamos dispuestos a defenderlo, aunque eso implique enseñar los colmillos.

La meritocracia, tan positiva en algunas áreas, se llevó a la valoración de las personas en su faceta más humana, íntima y privada: en su relación consigo mismas, en su compromiso consigo misma, en su empatía intrapersonal, en su valía personal.

Tanto sabes hacer o tanto tienes igual a tanto vales se convirtió en la nueva y perversa premisa, como si el valor de un individuo dependiera de ello. ¿Qué es entonces la autoestima real? Si miramos el origen epistemológico de la palabra, autoestima significa «con nosotros mismos» y «amor», es decir, amarnos. Si para amar a otros no necesitas ver sus virtudes o defectos, ¿por qué sí tienes que tenerlos en cuenta contigo mismo para decidir si te mereces amarte o no? El amor, para que se real, ha de ser basado en la aceptación incondicional, y no en una evaluación interna.

El amor es un verbo, no un concepto o una evaluación. Amar es una decisión que se actúa cada día, tratándonos bien en la adversidad, sobre todo siendo compasivos con nuestro dolor, ahí es cuando es bueno que nuestro dolor nos importe como para hacernos llorar, que nos conmueva profunda y amorosamente. Esto no debe confundirse con el victimísmo, el derrotismo o ser negativo, se trata de ofrecernos un hombro sobre el que llorar, de acompañarnos en eso sin meternos más caña y juzgarnos. Para curar las heridas, para tratarnos con respeto.

Pero tratarse bien no es sólo llorar por uno mismo, sino también estar dispuesto a pelear cuando toca, porque cuando uno ama a algo, (como espero que a ti mismo) estamos dispuestos a defenderlo, aunque eso implique enseñar los colmillos. Luchar por protegernos, por lo que es importante para nosotros, de forma responsabilizada y honesta, porque no vamos a permitir que nos hagan daño sin plantar cara.

Nada da más seguridad que saber que tienes un aliado, una persona que siempre estará dispuesto a pelear por ti y no te abandonará por duro que sea el combate. Nada da más consuelo que ser escuchado, consolado y arropado por una persona que siempre te acogerá y nunca te dejará solo.

Porque cuando estamos mal, nuestra parte torpe y defectuosa necesita el compromiso sincero de acompañarla en el dolor, darle consuelo y animarla a luchar por ella. Porque esa parte (aunque sea la que no nos gusta), también eres tú, y posiblemente sea la que más necesita ser amada.

Porque mereces la pena.


Buenaventura del Charco Olea, es el autor del libro Hasta los cojones del pensamiento positivo. Puedes comprarlo en Amazon en versión digital o impresa.

  • Análisis

Electrochoques

  • 18/03/2021
  • Equipo de Redacción

Artículo escrito en inglés por John Read, profesor de psicología clínica en University of East London y publicado en Aeon.

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A principios de la década de 1970, era un joven ingenuo de 21 años, enamorado de mi primer trabajo como asistente de enfermería en un pabellón psiquiátrico de Nueva York. Tres veces por semana, varias mujeres mayores se sentaban en fila contra la pared del pasillo. Algunas se desplomaron inmóviles en sus sillas. Otras parecían asustadas y agitadas. De vez en cuando, una intentaba salir corriendo y el personal, amable pero firme, la llevaba a la silla. Cuando me enteré de que estaban esperando una sesión de terapia electroconvulsiva, me ofrecí como voluntario para el trabajo de sentarme con ellas cuando salieran de la anestesia general, después de las descargas eléctricas y las convulsiones. Me preguntaban: «¿Dónde estoy?» «¿Quién soy?» «¿Por qué me duele la cabeza?» y «¿Qué me hicieron?» Recuerdo que no pude responder a la anciana que me preguntó, entre lágrimas: “¿Por qué me harían tal cosa?”



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El Royal College of Psychiatrists, en su último documento de información pública (2020), declaró:

  • La terapia electroconvulsiva (TEC) es un tratamiento para algunos tipos de enfermedades mentales graves que no han respondido a otros tratamientos.
  • Se administra un anestésico y un relajante muscular y luego se pasa una corriente eléctrica por la cabeza. Esto provoca un ajuste controlado, que normalmente dura menos de 90 segundos.
  • Al usar anestesia, la persona está dormida mientras esto sucede. El relajante muscular reduce el movimiento del ajuste.
  • Se administra como un ciclo de tratamiento dos veces por semana, generalmente durante 3-8 semanas.

La respuesta más común que obtengo cuando menciono la terapia electroconvulsiva fuera de los círculos de salud mental, es: “¿En serio seguimos haciendo eso?» 

Es necesario retroceder en el tiempo para comprender la persistencia de este tratamiento. La TEC es parte de una larga tradición de aplicación de procedimientos físicos extremos a personas con problemas de salud mental: laxantes fuertes, sangrados, ampollas en la frente, sillas giratorias, baños, inhalación obligada de hollín de chimenea y, brevemente a principios del siglo XX en los Estados Unidos, extirpación quirúrgica de dientes, testículos, ovarios, vesículas biliares y colon. El siglo XX fue testigo de fiebres inducidas por la malaria, comas inducidos por insulina y una variedad de procedimientos de “psicocirugía” que incluían martillar un instrumento en forma de picahielo en el cerebro a través de la cuenca del ojo (“leucotomía prefrontal”) e inserción de itrio radiactivo (Y90) en el cerebro (“tractotomía subcaudada”). Todos estos «tratamientos» fueron administrados por profesionales que, en su momento, creían genuinamente que estaban ayudando a las personas.

Las convulsiones per se, por supuesto, siempre se consideraron el síntoma de una enfermedad más que una cura. Entonces, ¿por qué, en la década de 1930, a algunos psiquiatras italianos se les ocurrió la idea de que sería útil causar convulsiones a personas consideradas locas? La clave es una teoría de la época que postula que la epilepsia no podría existir junto con los síntomas de la esquizofrenia. Entonces, mientras algunos médicos comenzaron a tratar la epilepsia inyectando sangre de personas diagnosticadas con esquizofrenia, otros psiquiatras estaban explorando formas de inducir la epilepsia, o al menos ataques epilépticos, en los pacientes esquizofrénicos.

En Hungría, en 1934, el psiquiatra Ladislas Meduna indujo convulsiones en pacientes inyectando alcanfor y metrazol. Después de administrar su primera inyección, Meduna «estaba tan angustiado que las enfermeras tuvieron que llevarlo a su habitación», según los investigadores. Mientras tanto en Italia, el neurólogo Ugo Cerletti estaba probando con la electricidad. Primero experimentó con perros, colocando electrodos en la boca y el recto. Muchos murieron. Pero descubrió, en el matadero, una forma de no afectar al corazón: 

A los cerdos se les sujetó las sienes con grandes tenazas metálicas que se conectaron a una corriente eléctrica (125 voltios)… Cayeron inconscientes, se pusieron rígidos, luego, después de unos segundos, fueron sacudidos por convulsiones de la misma manera que nuestros perros experimentales… Yo creí que podíamos aventurarnos a experimentar con humanos.

Su primer sujeto humano fue un ingeniero de 39 años de Milán, a quien la policía encontró deambulando por una estación de tren de Roma en un estado de confusión. Cuando la primera descarga eléctrica no produjo la convulsión deseada, Cerletti y su asistente discutieron si debían administrar una descarga más potente. Cerletti informó:

De repente, el paciente, que evidentemente había estado siguiendo nuestra conversación, dijo clara y solemnemente, sin su habitual algarabía: «¡Ni otro más! ¡Es mortal!»

Cerletti procedió de todos modos, fue el primero de los millones de casos que le siguieron, y que continúan hoy, de personas que reciben este tratamiento a pesar de haber manifestado claramente que no lo quieren. Después de otra descarga eléctrica más fuerte que le produjo una convulsión, el ingeniero no recordó haber recibido las descargas eléctricas. Así también se convirtió en el primero de millones de casos de personas que perdieron la memoria a corto plazo a causa de este tratamiento.

Como Meduna antes que él, Cerletti no era insensible a los efectos de lo que estaba provocando a la persona que tenía al frente: 

Cuando vi la reacción del paciente pensé: ¡esto debería ser abolido! Desde entonces, he esperado con ansias el momento en que otro tratamiento sustituya a los electrochoques.

Tuve una reacción similar a la de Meduna y Cerletti cuando, en ese hospital de Nueva York, presencié, junto a otros estudiantes de medicina, mi primera terapia electroconvulsiva. Cuando el psiquiatra preguntó: «¿Alguien quiere presionar el botón?», los otros cinco estudiantes se mostraron entusiasmados. Después de haber visto a la mujer convulsionar y quedar completamente flácida, llevé su cuerpo inconsciente por el pasillo, lo que no era una imagen muy tranquilizadora para las otras personas que esperaban su turno.Terminé en el estacionamiento, vomitando. Incluso antes de saber lo que dice la investigación sobre la TEC, había tenido, literalmente, una reacción instintiva de que algo estaba terriblemente mal. Pero para entender por qué la TEC todavía se utiliza hoy, es necesario recordar a los cinco estudiantes de medicina que no compartieron mi repulsión, o, tal vez, optaron por ocultarlo al profesor. 

La aceptación en la década de 1940 del extraño invento de Cerletti se comprende mejor si se recuerda que el modelo médico de la psiquiatría no había desarrollado hasta ese momento tratamientos efectivos. Había cientos de instituciones mentales, llenas de miles de pacientes “crónicos”, “incurables” y, presumiblemente, un personal médico bastante desmoralizado y pesimista. 

Veo lo que sucedió como un gran experimento naturalista que demuestra el poder del placebo, incluida la creación de expectativas positivas en el personal y, en última instancia, en los pacientes. Ciertamente, las décadas de 1940 y 1950 vieron a muchas personas dadas de alta del hospital después de la TEC, a veces después de estar internadas durante muchos años, o incluso décadas. Este fue un avance muy importante, dados los efectos devastadores de la institucionalización y la creencia de que la recuperación era imposible. Pero las personas que decidieron dar el alta médica probablemente fueron las mismas que decidieron aplicar la TEC. Los dos primeros estudios de la década de 1950 que compararon a los pacientes que recibieron TEC con otros que no la recibieron, encontraron tasas de recuperación más bajas o ninguna recuperación para las personas que recibieron TEC. Si bien algunos críticos citaron este trabajo, el hecho es que fue imposible eliminar el tratamiento porque no había grupos de control con placebo. Este fue un error común de los tratamientos de ese momento, pero los investigadores de TEC tenían una excusa válida porque en ese momento no se podía hacer estudios de placebo debido a las frecuentes fracturas de columna vertebral y otras lesiones que podía sufrir el grupo control.

A principios de la década de 1950, se introdujeron los relajantes musculares y la anestesia general, lo que hizo posible evaluar esta nueva «TEC modificada» comparándola con los grupos de control que estaban inconscientes por la anestesia general pero que no recibieron TEC (TEC simulada). El primer estudio de este tipo, en 1953, en el que se esperaba que ni los psiquiatras ni los pacientes supieran quién recibió la TEC, no encontró diferencias en los resultados entre los dos grupos. A estas alturas, los fármacos «antipsicóticos» estaban reemplazando a la TEC como el tratamiento de elección para la «esquizofrenia», y los defensores de la terapia electroconvulsiva estaban llevando su atención a la depresión. En 1959, el primer ensayo controlado con placebo que incluyó a pacientes deprimidos no encontró diferencias significativas entre la TEC y la TEC simulada para la depresión o la «esquizofrenia».

Mientras tanto, los investigadores estaban documentando los daños que ocasionaron. En 1946, una revisión titulada «Los cambios cerebrales asociados con el tratamiento de descargas eléctricas» publicada en The Lancet, informó que la personas sufrían hemorragias extensas en múltiples partes del cerebro. Aunque el autor de la revisión no estaba dispuesto a concluir que todos los cambios estaban relacionados con la TEC, sí citó los hallazgos de la autopsia de un hombre de 57 años que había muerto 90 minutos después de su 13° shock: “en los lóbulos frontal y temporal había varias áreas pequeñas devastadas, completamente desprovistas de células ganglionares… Estaba presente una degeneración difusa de las células nerviosas en la corteza”.

Una revisión de los primeros 20 años de autopsias concluyó: «durante los tratamientos de descarga eléctrica se produjeron daños en el cerebro, a veces reversibles pero a menudo irreversibles». Ya en 1956 un «estudio controlado» de personas mayores de 65 años había establecido que la TEC acelera la demencia senil. Como señaló uno de los primeros comentaristas: «dada la naturaleza electroquímica extraordinariamente sensible del cerebro humano, no es difícil darse cuenta de la enorme destrucción de la TEC… El daño eléctrico y la destrucción en algún grado no se pueden evitar».

La idea de que la TEC causa daño cerebral fue tan obvia para los primeros proponentes que la incorporaron en una explicación de cómo funcionaba la TEC. En 1941, el médico estadounidense Walter Freeman, más conocido por defender las lobotomías, escribió sobre la TEC:

Cuanto mayor sea el daño, más probable será la remisión de los síntomas psicóticos… Tal vez se demuestre que un paciente con enfermedad mental puede pensar de manera más clara y constructiva con menos cerebro en funcionamiento.

El artículo de Freeman se tituló Daños cerebrales terapéuticos.

Otro psiquiatra estadounidense explicó:

Tiene que haber cambios orgánicos… para que se produzca la cura… Creo que puede ser cierto que estas personas tienen por el momento, en cualquier caso, más inteligencia de la que pueden manejar y que la reducción de la inteligencia es un factor importante en el proceso curativo.

La idea de que el daño cerebral sea beneficioso nos parece extraña. Sin embargo, en el siglo XXI persisten variaciones e investigaciones sobre el tema. Un estudio realizado en Escocia en 2012 encontró que la TEC reduce la «conectividad funcional» del cerebro. En lugar de advertir contra la TEC debido a este daño, los autores explicaron que esto era evidencia que apoya la teoría de que los cerebros de las personas deprimidas tienen «hiperconectividad» y que la TEC puede corregir esto. Incluso, algunos psiquiatras en los Países Bajos argumentan que la TEC puede y debe usarse para identificar y borrar recuerdos dolorosos. 

Como aprendí en ese hospital de Nueva York hace tantos años, casi todo el mundo experimenta una combinación de confusión, dolores de cabeza, náuseas y dolor muscular inmediatamente después de una TEC. Por lo general, esto desaparece en una hora. Sin embargo, la mayoría también experimenta lagunas en la memoria, de lo que ocurrió inmediatamente antes de la sesión. Algunos pierden los recuerdos de la vida de meses o años antes del tratamiento («amnesia retrógrada») y / o tienen dificultades para retener nueva información («amnesia anterógrada»). El Royal College of Psychiatrists (2020) explica que:

Un pequeño número de pacientes informa lagunas en su memoria sobre eventos en su vida que ocurrieron antes de la TEC. Esto tiende a afectar los recuerdos de eventos que ocurrieron durante o poco antes de que comenzara la depresión. A veces, estos recuerdos regresan total o parcialmente, pero en otras ocasiones estas lagunas pueden ser permanentes.

Lamentablemente, la comunidad de investigadores de TEC no se ha preocupado lo suficiente por estudiar los daños a largo plazo para establecer cuántos sufren pérdidas de memoria permanentes. Pero no es «un número pequeño».

Una revisión identificó cuatro estudios de pérdida de memoria que duraron al menos seis meses y los pacientes los describieron como «persistentes o permanentes». Encontraron un rango del 29 al 55% y un promedio ponderado del 38%. El estudio más riguroso hasta la fecha fue realizado en 2007 por el proponente de TEC Harold Sackeim, profesor de psiquiatría y radiología en la Universidad de Columbia en Nueva York. Seis meses después de la TEC, la amnesia retrógrada, en general, fue mucho peor que los niveles previos a la TEC. Es importante destacar que el grado de deterioro estaba relacionado con el número de TEC recibidos. Las mujeres y las personas mayores se vieron desproporcionadamente afectadas. La pérdida de memoria también fue mayor entre aquellos que recibieron TEC bilateral (donde los electrodos se colocan a ambos lados de la cabeza) en lugar de TEC unilateral (donde ambos se colocan en el mismo lado, protegiendo así la mitad del cerebro). Nuestra reciente revisión encontró lagunas persistentes o permanentes en los recuerdos de la vida, incluidas las bodas y los cumpleaños, entre el 12 y el 55%.

Los defensores de la TEC a menudo argumentan que la pérdida de memoria es causada por la depresión y no por la TEC. Una revisión concluyó que: “No hay evidencia de una correlación entre la memoria/cognición deteriorada después de la TEC y el estado de ánimo deteriorado, mucho menos una relación causal”. Además, si la depresión es la causa de la pérdida de memoria, ¿cómo explican la pérdida de la memoria persistente después de que la depresión haya sido tratada con TEC?

Imagen: BBC

De cualquier manera, los defensores de la TEC debaten que la pérdida de memoria a largo plazo sea un «daño cerebral». En cambio, apuntan a estudios de escaneo cerebral que no muestran signos obvios de daño. Los críticos, como yo, señalamos otros estudios que identifican daños celulares, micro vasculares y neuronales invisibles en escáneres cerebrales.

Ya sea que llamemos o no a la pérdida de memoria «daño cerebral», es fácil encontrar cientos de relatos de personas que quedaron incapacitadas después del tratamiento con TEC. En correspondencia, una mujer escribió recientemente:

Hoy me resiento a mí misma por haber aceptado el tratamiento con TEC. Mi memoria a largo plazo fue destruida. Los recuerdos de mis amigos de la infancia, recuerdos de eventos importantes a los que asistí, recuerdos de mi formación como asistente psiquiátrica, recuerdos académicos, etc. Empecé a tener problemas con la ortografía y cálculos matemáticos simples. Básicamente, no puedo recordar casi tres años completos (2004-06), incluyendo la relación que tenía en ese momento. Nunca les hablé de esto a mis colegas, ya que me sentía avergonzada. Pero comencé a hablar con otras personas que habían recibido TEC y me di cuenta que no estaba sola.

¿Qué hay de las consecuencias letales? El Royal College of Psychiatrists sostiene que «la muerte causada por la TEC es extremadamente rara». La Asociación Americana de Psiquiatría informa una muerte por cada 10,000 receptores de TEC, lo que, según ellos, está a la par con operaciones menores que involucran anestesia general. Pero esta evaluación ignora el hecho de que, en promedio, un paciente recibe 10 sesiones de TEC. Una de las principales causas de muerte por TEC es la insuficiencia cardiovascular. Una revisión reciente de 82 estudios, que incluyeron a más de 100.000 pacientes, encontró que uno de cada 50 pacientes experimenta «eventos cardíacos adversos importantes».

En una reunión de personal en mi primer trabajo como psicólogo clínico en el Reino Unido, planteé la cuestión de un hombre que había muerto en la mesa de TEC el día anterior. Todavía recuerdo la respuesta exacta del psiquiatra: “Eso no es asunto suyo y personalmente me insulta que insinue que lo matamos”. Y me sacaron de la reunión cuando le señalé que las notas clínicas del paciente incluían “TEC contraindicada: enfermedad cardíaca grave”. Un colega y yo habíamos copiado esa página de las notas clínicas, prediciendo con precisión que se eliminaría rápidamente del archivo. Intenté durante dos años que el hospital, las autoridades profesionales y gubernamentales investigaran. Fallé.

He participado en la publicación de varias revisiones de investigación sobre la efectividad de la TEC. Todas han encontrado evidencia débil de que, en comparación con el placebo, la TEC logre una evaluación temporal del estado de ánimo para una minoría de pacientes, pero que no hay evidencia de ningún beneficio más allá del final del curso del tratamiento, y no hay evidencia que la TEC pueda prevenir el suicidio.

En los 83 años desde que Cerletti administró el primer tratamiento en Roma, solo se han realizado 11 estudios que comparan la TEC para la depresión (su grupo objetivo durante los últimos 60 años) con un grupo de placebo que recibe TEC simulada (TEC-S). Cuatro de estos 11 estudios encontraron que, a corto plazo, la TEC es estadísticamente superior a la TEC-S; cinco no encontraron diferencia; y dos encontraron resultados mixtos (en uno de los cuales las calificaciones de los psiquiatras señalaban que produjeron una diferencia, pero las calificaciones de los pacientes no). La única diferencia hallada más allá del final del último tratamiento fue un estudio que encontró que el grupo de TEC-S estaba evolucionando mejor que el grupo de TEC real después de un mes de haber terminado el tratamiento.

Lo que parece sorprendente es que el más reciente de estos 11 estudios se realizó en 1985. Por lo tanto, a pesar de los resultados poco impresionantes y poco concluyentes de los primeros 11 estudios, y los peligros obvios de este tratamiento tan controvertido, la psiquiatría no ha hecho ningún intento por determinar si funciona, con un estudio controlado con placebo, durante los últimos 36 años.

Esto se vuelve aún más alarmante cuando uno comprende cuán inadecuados metodológicamente fueron los primeros 11 estudios. Su tamaño de muestra promedio (contando ambos grupos) fue de solo 37. Ninguno es definitivamente un estudio doble ciego, en el que ni los pacientes ni los evaluadores saben quién está en qué grupo. Solo cinco estudios informaron algunos de sus hallazgos y omiten otros. Solo cuatro informaron alguna calificación de los pacientes y ninguno tuvo alguna medida de «calidad de vida».

Mientras tanto, ha habido muchos estudios que comparan diferentes tipos de TEC y comparan TEC con antidepresivos, que son preguntas diferentes a «¿Funciona la TEC?» Nuestra revisión de este tipo de estudios entre 2009 y 2016 concluyó:

De los 91 estudios, solo dos tenían como objetivo evaluar la eficacia de la TEC. Ambos tenían graves defectos. Ninguno de los otros 89 produjo pruebas sólidas de que la TEC sea eficaz para la depresión, principalmente porque al menos el 60% mantuvo a los participantes de la TEC con medicación y el 89% no produjo datos de seguimiento significativos más allá del final del tratamiento. Ningún estudio investigó si la TEC previene el suicidio.

De hecho, desde el principio, las investigaciones de la TEC, han sido de una calidad notablemente baja. Por ejemplo, de los más de 200 estudios TEC sobre la esquizofrenia entre 1955 y 1960, solo 10 se «consideraron aceptables» con respecto al cumplimiento de los requisitos mínimos de una investigación válida y confiable. Cuatro décadas más tarde, el UK TEC Review Group (2003) informó que solo 73 de 624 estudios (12%) habían cumplido con los estándares para su inclusión en su revisión, y que la ‘calidad de los informes’ del 12% era ‘deficiente ‘. Por ejemplo, un estudio en el emblemático British Journal of Psychiatry afirmó que las proporciones que mostraban al menos una «mejoría moderada» eran: depresión, 100%; esquizofrenia, 97,6%. Toda la sección de metodología que describe cómo se midió la mejora tenía solo seis palabras: «Se mantuvo un registro del progreso».

Sin embargo, este cuerpo de literatura – o al menos aquellos estudios con un grupo placebo – definitivamente nos enseñó algo. Aprendimos que algunas personas que reciben TEC se sienten mejor, aunque generalmente no por las descargas eléctricas o las convulsiones, sino por la atención adicional y la amabilidad que les brindan las enfermeras, los médicos, los anestesistas y otro personal, y por la esperanza inculcada por la expectativa de todo el personal de que lo que estaba a punto de sucederles, de hecho, los haría sentir mejor. Placebo en latín significa «seré agradable».

Los autores del primer estudio controlado con placebo habían señalado:

Podría muy bien ser que el principal agente terapéutico sea el significado psicológico del tratamiento para el paciente … La influencia de la inusual cantidad de cuidado y atención que todos reciben podría estudiarse más a fondo.

Una revisión que se centró solo en la respuesta al placebo con TEC encontró “una tasa de respuesta inesperadamente alta en los grupos simulados” y concluyó: “El médico que aplica TEC debe ser consciente de que los efectos del placebo suelen estar en juego”. Algunos de los resultados positivos de la psicoterapia se deben a los efectos placebo. He animado a dos generaciones de psicólogos clínicos a infundir siempre un poco de esperanza y algunas expectativas positivas (realistas), especialmente en una primera sesión. Funciona. ¿Nunca te has sentido un poquito mejor después de que alguien en quien confías te haya dicho: «Todo saldrá bien»?

¿La terapia electroconvulsiva salva vidas? Ninguna de las revisiones en las que he estado involucrado y ninguno de los cinco metanálisis (una combinación de datos de múltiples estudios) realizados por otros han demostrado que este sea el caso. Algunos estudios han encontrado que la TEC puede reducir temporalmente los pensamientos suicidas en algunos participantes, lo cual es importante. Sin embargo, ninguno ha establecido nunca que reduzca la incidencia de personas que realmente se suicidan. En un estudio reciente, el más grande hasta la fecha, los 14.810 pacientes de la cohorte de TEC tenían 16 veces más probabilidades que los 58.369 controles emparejados de suicidarse en el año posterior a la TEC. Incluso después de controlar los niveles de suicidio previos al tratamiento y otras variables, el grupo de TEC todavía tenía 1,31 veces más probabilidades de haber muerto por suicidio (una diferencia estadísticamente no significativa).

Además, algunas personas se suicidan debido al daño que les ha hecho la TEC. Perder la memoria es deprimente. Justo antes de suicidarse, poco después de la TEC, el novelista estadounidense Ernest Hemingway preguntó: «¿Cuál es la sensación de arruinar mi cabeza y borrar mi memoria, que es mi capital, y dejarme sin trabajo? Fue una cura brillante, pero perdimos al paciente».

Mi última revisión, realizada con Irving Kirsch, quien investiga estudios de placebo en la Escuela de Medicina de Harvard, evaluó no solo los 11 estudios (por enésima vez) sino también (por primera vez) los cinco metanálisis. Encontramos que, extrañamente, los metanálisis habían incluido entre uno y siete de los 11 estudios y, además de cometer múltiples errores fácticos, habían prestado poca atención a la mala calidad de los estudios en los que se basaban. Además, ninguno de los cinco metanálisis había identificado un solo estudio que mostrara beneficios a largo plazo o que mostrara que la TEC salva vidas. Por lo tanto, concluimos:

Dado el alto riesgo de pérdida permanente de la memoria y el pequeño riesgo de mortalidad, esta falla prolongada para determinar si la TEC funciona o no significa que su uso debe suspenderse inmediatamente hasta que una serie de estudios bien diseñados, aleatorizados y controlados con placebo hayan investigado si existe realmente beneficios significativos contra los cuales se puedan sopesar los riesgos significativos probados.

No solo no sabemos si funciona, o cuántas personas terminan dañadas permanentemente por la TEC, ni siquiera sabemos con qué frecuencia se sigue utilizando en todo el mundo. Estados Unidos, por ejemplo, no tiene ningún control nacional de las cifras. La cifra aproximada de 100.000 personas al año se ha convertido en una especie de mantra. Tampoco sabemos si el uso global de la TEC está aumentando o disminuyendo. Si bien el uso en algunos lugares, incluidos Texas y Australia, parece haber aumentado recientemente, el número anual de pacientes con TEC en Inglaterra disminuyó de aproximadamente 20.000 en la década de 1980 a aproximadamente 3.000 en 2006, y se ha mantenido bastante estable desde entonces.

En la mayoría de los países estudiados, las mujeres tienen aproximadamente el doble de probabilidades que los hombres de recibir TEC, y la edad promedio es de aproximadamente 62 años. Un informe de 170 páginas para el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido en 2005 concluyó: “la evidencia no permitió que se establecieran conclusiones firmes sobre la eficacia de la TEC en personas mayores y mujeres con problemas psiquiátricos.” Esto fue confirmado por nuestra revisión reciente. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que ambos grupos son más susceptibles a la pérdida de memoria inducida por la TEC.

Durante décadas, los receptores de TEC, sus familiares y los profesionales e investigadores interesados ​​han realizado campañas para limitar o prohibir la TEC en muchos países. Tras la publicación de nuestra revisión reciente que pedía la suspensión de la TEC en espera de una mejor investigación, un grupo de 40 expertos británicos, incluidos psiquiatras, psicólogos, investigadores, pacientes de TEC y sus seres queridos, escribieron a Matt Hancock, secretario de Estado británico de salud y asistencia social, solicitando una revisión independiente del uso de la TEC en nuestro país. Esta convocatoria cuenta con el respaldo de muchas organizaciones, incluido el Royal College of Nursing, la Association of Clinical Psychologists, la National Counseling Society, Mind (una de las organizaciones benéficas de salud mental más grandes del Reino Unido), el Council for Evidence-Based Psychiatry y Headway (la asociación de lesiones cerebrales), así como numerosos diputados del gobierno y de la oposición.

Los beneficiarios de TEC han lanzado recientemente peticiones en el Reino Unido, dirigidas al parlamento, y en los Estados Unidos dirigidas a la Asociación Americana de Psiquiatría. Mientras tanto, se está preparando una demanda en el Reino Unido, que ya involucra docenas de casos, centrada no en la pérdida de memoria y el daño cerebral per se, sino en la incapacidad de los psiquiatras para informar a los pacientes sobre esos riesgos. Quizás los tribunales resulten más efectivos que la investigación cuando se trata de agregar la TEC a la lista de «tratamientos» que la psiquiatría ha abandonado porque el daño que hacen es mayor que el bien.

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Aspectos centrales de los aportes del neurodesarrollo

  • 22/01/2020
  • Diego H. Gonzalez

En el presente artículo se propone una breve revisión sobre qué se entiende por neurodesarrollo. Busca exponer algunos hitos significativos en términos de ontogénesis del sistema nervioso en la etapa prenatal, para así mencionar qué consecuencia conlleva una falla en sus mecanismos. También se expone otras patologías que lo afectan. Además, se presenta un breve apartado donde se expone los principales hitos del desarrollo en algunas funciones cognitivas, con sus bases estructurales a nivel cerebral, y finaliza con un breve apartado sobre la evaluación de desarrollo.

Tabla de contenido

  • Versión en PDF
  • ¿Qué se entiende por neurodesarrollo?
  • Momentos cruciales del desarrollo prenatal del sistema nervioso y principales alteraciones
  • Neurodesarrollo de las funciones cognitivas
    • Funciones ejecutivas
    • Atención
    • Modelo neurobiológico: Posner y colaboradores
    • Modelo clínico: Sohlberg y Mateer
    • Lenguaje
    • Habilidades visoespaciales y visoconstructivas
    • Memoria
    • Cognición social
  • La importancia de la evaluación de desarrollo
  • Conclusión

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¿Qué se entiende por neurodesarrollo?

Se entiende por neurodesarrollo al proceso de adquisición de habilidades madurativas en el niño. Es un proceso donde intervienen aspectos biológicos y ambientales que están constantemente en interacción. Esta adquisición corresponde con la maduración de estructuras nerviosas que, como consecuencia y en función de la experiencia, generarán aprendizajes (Campistol, 2011; Carlos-Oliva, 2020). De acuerdo a lo que propone Illingworth (1983), el neurodesarrollo es un avance continuo que abarca desde la concepción hasta la madurez, donde se puede identificar una secuencia similar en todos los niños, pero siempre con un ritmo variable.

Cuando se hace alusión al neurodesarrollo, adquiere principal relevancia el campo de la neuropsicología infantil, que busca la aplicación de los principios generales de esta disciplina a un grupo poblacional específico: los niños (…) “estudiando las relaciones entre el cerebro y la conducta/cognición dentro del contexto dinámico de un cerebro en desarrollo” (Anderson et. al., 2001). Esto es lo que la diferencia de la neuropsicología de adultos, donde el cerebro ya encuentra desarrollado y luego se ve afectado pos injuria cerebral.



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La neuropsicología del desarrollo infantil aborda la relación existente entre el proceso de maduración del sistema nervioso central y la conducta durante la infancia; “considerando como variables la maduración, plasticidad cerebral y desarrollo durante las primeras etapas del ciclo vital, así como los trastornos que en ellos se presentan, para diseñar o adaptar modelos y estrategias de evaluación e intervención, adecuados a la población infantil” (Martínez y Matamoros, 2010, p.59).
Anderson et. al. (2001) sostienen que dentro de la neuropsicología del desarrollo es necesario considerar diversas dimensiones:

  • Dimensión neurológica: describe y analiza procesos madurativos que dan fundamento al desarrollo intelectual y conductual del niño.
  • Dimensión cognitiva: indaga cómo se adquiere la percepción, atención, lenguaje, y otros dominios cognitivos.
  • Dimensión psicosocial: considera relevante la interacción del niño con su ambiente más próximo hasta el más amplio (familiar, social y cultural).

Momentos cruciales del desarrollo prenatal del sistema nervioso y principales alteraciones

Un acontecimiento esencial en el desarrollo ontogenético del sistema nervioso central es la conformación del tubo neural (neurulación). Este es producto del pliegue y cierre de la placa neural, alrededor de los 26-28 días de gestación (Flores, 2015).

Para el desarrollo del sistema nervioso intervienen una serie de mecanismos descriptos en el cuadro 1, cuyas fallas darán lugar a diferentes patologías.

Cuadro 1: Fallas en el desarrollo prenatal del sistema nervioso

Fuente: Basado en Fejerman y Grañana, 2017; Nelson, 2000; Flores, 2015

También existen otras alteraciones que conllevan a un déficit en funcionamiento cognitivo general, algunos de los cuales generan afecciones físicas y sensoriales. A modo de ejemplo se presenta lo expuesto en el cuadro 2.

Cuadro 2: Algunas patologías que pueden afectar el funcionamiento cognitivo global

Fuente: Basado en Fejerman y Grañana, 2017; Nelson, 2000

Neurodesarrollo de las funciones cognitivas

Funciones ejecutivas

Se entiende por funciones ejecutivas al grupo de procesos cognitivos que permiten anticipar, elegir objetivos, planificar, seleccionar la conducta, autorregular, tener autocontrol y usar de retroalimentación (feedback) ante las tareas realizadas (Tirapu-Ustárroz, Muñoz-Céspedes y Pelegrín-Valero, 2002).

Si bien no hasta hace mucho tiempo se creía que las funciones ejecutivas emergían alrededor de los 6 años de edad, Carlson (2005) identificó que se encuentran presentes incluso desde los 24 meses, aunque aún no maduras. Por ello es común que niños pequeños no sean capaces de controlar los procesos cognitivos, sus respuestas emocionales e impulsos conductuales, secundariamente a una falta de maduración de estructuras que permiten el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva y la posibilidad de elaborar y poner en marcha planes y estrategias de solución ante situaciones novedosas.

De acuerdo a los estudios de Zalazo y Frye (1998), la mejora en la ejecución en tareas de funciones ejecutivas depende de la edad. Alrededor de los 4 o 5 años, los pequeños tienen una estructura cognitiva que incluye reglas de alto orden, por lo que se les facilita resolver pruebas relacionadas con las funciones ejecutivas (Lázaro y Ostrosky, 2012). El asiento estructural de las mismas se encuentra en la corteza prefrontal (principalmente el circuito dorsolateral), manteniendo conexión con diferentes áreas de la corteza.

Cuadro 3: Edades aproximadas en que los procesos ejecutivos alcanzan niveles equiparables al adulto

Fuente: Adaptado de Flores Lázaro y Obstrosky (2012)

Es importante aclarar que si bien las funciones puestas en el cuadro empiezan a manifestarse tempranamente (de hecho menciona que empiezan a verse con más rigor a los 6 años, estudios sugieren que existen procesos que están presentes mucho antes), las investigaciones dan cuenta que a las edades expuestas las mismas adquieren un nivel de funcionamiento como un adulto.

Atención

Si bien no existe una sola definición de atención, se puede decir que es el proceso cognitivo que permite centrar, sostener, alternar el foco en estímulos blanco. En cierta manera es la que permite el ingreso de la información para su procesamiento.

Modelo neurobiológico: Posner y colaboradores

Desde esta perspectiva, se propone que existen redes atencionales que se asientan en estructuras cerebrales diferenciadas. Además se distinguen las áreas anatómicas implicadas específicamente en atención, de aquellas implicadas en la realización de una tarea y sobre las cuales influye (Colmenero et. al., 2001). Estas redes, si bien se asientan en diferentes estructuras, se interconectan formando un circuito neuronal complejo llamado cortico-estriado-talámico. Las redes propuestas por Poner son: red de alerta (arousal/vigilancia), red posterior (de orientación) y red anterior (ejecutiva).

Red de alerta: necesaria para realizar cualquier tipo de actividad. Implica desarrollar y mantener cierto grado de conciencia que permite receptividad del estímulo y preparar la respuesta. Se encuentra formada por las proyecciones norepinefrinérgicas que van del locus coreuleus a la corteza frontal y parietal; se encuentra lateralizada en el hemisferio derecho (Pérez Hernández, 2010).

Red posterior: permite la orientación viso-espacial. Regula la dirección y objetivo de la atención (Perez Hernández, 2010). Está formada por la corteza parietal posterior, que permite el desplazamiento entre los hemicampos visuales. Es importante recordar que la corteza parietal izquierda controla la atención perceptiva del hemicampo contralateral y la corteza parietal derecha controla ambos hemicampos visuales. Otra estructura relevante en esta red son el núcleo pulvinar, que permite filtrar la información relevante de aquella irrelevante; el núcleo reticular, que facilita el desplazamiento de la atención visual y permite que el organismo se oriente hacia los estímulos de interés. También intervienen otras estructuras, como los colículos superiores y el tálamo (García Viedma, 2006).

Red ejecutiva: permite seleccionar información prioritaria. Se asocia al control de la cognición. Es la que permite ejercer el control voluntario sobre el procesamiento ante situaciones que requieren planificación, desarrollar estrategias, resolver conflictos para dar respuestas novedosas. Las regiones cerebrales involucradas en esta red es el cíngulo anterior, circuito prefrontal dorslateral y ganglios de la base (Pérez Hernández, 2010).

Modelo clínico: Sohlberg y Mateer

Propone que la atención se puede clasificar de la siguiente manera:

  • Atención focalizada: es la habilidad de dar respuesta a un estímulo específico, ya sea visual, auditivo o táctil.
  • Atención sostenida: habilidad de mantener la respuesta conductual de manera consistente durante una actividad continua y repetitiva. Se divide, a su vez, en dos componentes: vigilancia, que permite mantener la atención al estímulo blanco y memoria de trabajo, que permite manipular la información en la mente.
  • Atención selectiva: habilidad que permite atender a un estímulo pese a los distractores.
  • Atención alternante: es la habilidad de flexibilizar la atención y cambiar el foco (shift atencional) y moverlo entre tareas que de diferente requerimiento cognitivo.
  • Atención dividida: es la habilidad de prestar atención simultáneamente a múltiples tareas. (Sohlberg y Mateer, 2003)

Cuadro 4: Desarrollo de la atención

Fuente: Adaptado de Pérez Hernández, 2008

Lenguaje

Según la Real Academia Española, el lenguaje es la “facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos” (RAE, 2019).

Las funciones formales del lenguaje (aspecto fonológico, léxico, semántico y morfosintáctico) tiene su asiento neural en una amplia porción de la corteza perisilviana primaria, secundaria y terciaria del hemisferio izquierdo, representando las bases estructurales del 87% del mismo. Un 8% se asienta en el hemisferio derecho (aspectos de alto orden, como la pragmática) y un 5% se distribuye en ambos hemisferios. Además, intervienen otras zonas, como la del tálamo, ganglios de la base, corteza prefrontal, área motora suplementaria y corteza límbica bilateral (Narvona y Chevrie-Müller, 2001).

Acontecimientos neurológicos posnatales, como la arborización dendrítica (Simonds y Schiebel, 1989), aumento de sinapsis (Huttenlocher y Dabholkar, 1997), mielinización (Giedd _et. al., _1999) correlacionan positivamente con el desarrollo del lenguaje. Este desarrollo se puede expresar en diferentes dimensiones (relativos a los aspectos formales y al uso), como así también se puede diferenciar en una etapa prelingüística y lingüística. En el cuadro presentamos un breve resumen del desarrollo de la etapa prelingüística consideradas relevantes (Castañeda, 1999).

Cuadro 5: Desarrollo del lenguaje

Fuente: Basado en Castañeda, 1999

Habilidades visoespaciales y visoconstructivas

Las habilidades visoespaciales se refieren a “habilidades perceptuales no verbales, fundamentalmente visuales, que exigen memoria y manipulación espacial. Frecuentemente es difícil disociar las habilidades espaciales de las construccionales, definidas como la capacidad para integrar elementos dentro de un todo organizado” (Rosselli, Matute y Ardila, 2010, p.51-52)

Una forma de comprender el desarrollo de las habilidades visoespaciales y visoconstructivas es tomando la conceptualización de las dos grandes vías que recorre el sistema visual: la vía ventral –del qué (occipito-temporal) y la dorsal-del dónde (occipito-parietal). Ambas tienen conexión con diferentes áreas de la corteza. La primera vía permite identificar lo que vemos, mientras que la segunda permite recibir información sobre su localización. Identifica forma y tamaño. Funciona como puente entre la percepción visual y el movimiento (Roselli, 2005). El cuadro 6 representa principales adquisiciones en el desarrollo de estas habilidades.

Cuadro 6: Desarrollo de las habilidades visoespaciales y visoconstructivas

Fuente: Basado en Roselli, 2015

Memoria

El aumento progresivo de la capacidad de la memoria (que permite codificación, almacén y recuperación de la información) aumenta a medida que el niño crece. Esto se debe a que mandaran estructuras prioritarias que se involucran en ella (principalmente las del temporal medial, como los hipocampos, amígdala y corteza rinal). A su vez, este fenómeno va de la mano con el desarrollo de otras funciones cognitivas, que permiten mejorar la eficiencia en los procesos mencionados.

Kandel y Schwartz (1991) han demostrado los ganglios basales y el tronco encefálico maduran tempranamente, siendo estas estructuras esenciales para el aprendizaje procedural y el condicionamiento. Por su parte, estructuras del temporal medial (como los hipocampos), que permiten la codificación y almacenamiento del conocimiento declararativo maduran más tardíamente (Anderson et. al., 2001).

La memoria a corto plazo aumenta su capacidad de recibir unidades de información (chunks), en promedio entre 3 y 4 a los 9 años, y aumentando de 6 a 9 en la pubertad (Carboni Roman, 2007).

Cognición social

Se refiere al conjunto de procesos cognitivos que se ponen en juego cuando intervienen otros. Se define como la capacidad de construir representaciones de los estados mentales de los otros, permitiendo reconocer, manipular y responder a la información social relevante, creando representaciones de las relaciones de sí mismo con otros que, posteriormente, son usadas para guiar el comportamiento social (Adolphs, 2001). La cognición social incluye teoría de la mente, juicio moral, empatía, toma de decisiones, reconocimiento de emociones, entre otros. Existen variados instrumentos que permiten tener medidas de estos componentes (Manes, Gleichgerrcht y Torralva, 2009).

Diferentes estructuras intervienen para el funcionamiento de este dominio, entre los que se pueden destacar:

  • Cortex prefrontal ventromedial: toma de decisiones, teoría de la mente
  • Amígdala: emociones
  • Cortex somatosensorial derecho: simulación
  • Ínsula: signos del cuerpo, disgusto
  • Área fusiforme: rostro
  • Corteza cingulada: recompensa error; respuestas autonómicas, estímulos emocionales
  • Adicional: Cortezas asociación; regulación tálamo, tallo, cerebelo, etc. (Manes, Gleichgerrcht y Torralva, 2009).

En el cuadro 7 se puede identificar en líneas generales hitos de desarrollo de la Teoría de la Mente.

Cuadro 7: Desarrollo de la teoría de la mente

Fuente: Basado en Flavel, 1999; Butterworth y Jarrett, 1991; Stone, Baron-Cohen y Knight, 1998, Meltzoff, 1999; Wimmer & Perner, 1983; Leslie, 1987

La importancia de la evaluación de desarrollo

La evaluación de desarrollo tiene como finalidad identificar si el desarrollo sigue parámetros esperados. Por medio de ella se puede prestar atención a patrones de conducta que pueden asociarse a la existencia retraso, desvío, desarrollo atípico o trastorno. Para ello se utilizan escalas que permiten medirlas de forma objetiva.

De acuerdo a lo propuesto por Grañana (2017), estas escalas pueden dividirse por niveles, de acuerdo el grado de complejidad de las mismas (representados en el gráfico 1). Los niveles 1 y 2 (base y medio de la pirámide) son de screening. El de Nivel 3 (Bayley, que ya cuenta con su versión 4, publicada en 2019) permite arribar a un diagnóstico más preciso debido a su mayor complejidad. Esta última escala contempla la valoración de conducta adaptativa y el área socioemocional por medio de cuestionarios administrados a padres. Otra escala de nivel 1 muy empleada en los últimos años es el Batelle (versión completa); sin embargo, la misma ha quedado muy desactualizada de los avances de los últimos 30 años de investigación.

Gráfico 1: Instrumentos de evaluación de desarrollo expresado en niveles

Fuente: Modificado de Grañana, 2017

De acuerdo a lo sugerido por Carlos-Oliva et. al. (2020), por medio de ellas se permite:

  • Explorar las diferentes áreas del desarrollo de manera temprana (comunicación receptiva y expresiva, motricidad fina y gruesa, resolución de problemas tempranos, área socio-individual, entre otros).
  • Identificar el efecto de un déficit sensorial aislado o un retraso global del desarrollo.
  • Explorar el inicio de una futura discapacidad intelectual.
  • Explorar primera manifestación de un trastorno crónico no progresivo, como parálisis cerebral.
  • Identificar manifestación inicial de retraso global del desarrollo, trastornos de lenguaje, comunicación o del espectro autista.
  • Entre otros.

Conclusión

A lo largo de este artículo se ha expresado nociones introductorias y muy superficiales sobre puntos centrales en cuanto a los aportes del neurodesarrollo a la práctica clínica. Para ello en un primer momento se ha mencionado sistema nervioso en la etapa prenatal, como algunas patologías que surgen en función de las fallas en sus mecanismos de conformación, como así también cómo secundariamente a errores congénitos de metabolismo y otros.

Por otra parte se ha desarrollado un breve apartado con aspectos que se han considerado nodales en términos de adquisición de funciones cognitivas. Se ha expuesto cómo se desarrollan componentes esenciales funciones ejecutivas, atención, memoria, el lenguaje (principalmente en el aspecto expresivo, prelingüístico) habilidades visoespaciales y visoconstructivas y la cognición social (principalmente la teoría de la mente).

Por último, hemos cerrado con un apartado sobre la evaluación de desarrollo, cuáles son algunas de las escalas más empleadas en la clínica e investigación y qué objetivo se persigue a partir de ellas.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El efecto de las nalgadas y correazos en la salud de los niños

  • 22/02/2017
  • David Aparicio

El año pasado escuché por la radio a tres periodistas de Panamá que recomendaban a los padres y oyentes volver a utilizar el castigo físico sobre sus hijos. Según estos periodistas la rebeldía, el descontrol y los problemas de la juventud se deben a que los padres de hoy no son capaces de pegarles a sus hijos cuando se lo merecen. Eso no fue todo. El periodista más popular de los tres, dijo que los correazos y chancletazos no han matado a nadie y que ni fiebre les dan a los niños cuando se lo merecen. En otro programa, una de las periodistas le dijo a su audiencia de la mañana que el éxito de su vida profesional se lo debe a los castigos físicos que le dio su padre y que gracias a esa disciplina ella es hoy una mujer de bien. El tercer periodista fue aún más osado y sugirió a los padres no hacerles caso a las recomendaciones de los psicólogos de evitar pegarles a los niños porque después se trauman, y aseguró además que a los niños nada les pasa cuando les dan unos buenos correazos por portarse mal.

La narrativa de los periodistas es una muestra del pensamiento imperante no solo en la sociedad panameña sino en todo el mundo. Así lo demuestra el último estudio publicado por UNICEF1, el cual reporta que el castigo físico es la forma de “disciplina” violenta más utilizada en el mundo y que el 80% de los niños de 2 a 14 años ha recibido algún tipo de castigo físico. Con tales datos no sorprende el hecho de que miles de personas hagan comentarios de aprobación cuando alguien comparte la siguiente imagen:

Imagen tomada de Facebook.

El castigo corporal ha sido utilizado durante miles de años y se ha enseñado por generaciones. Las investigaciones han sido claras y han demostrado los peligrosos efectos de las nalgadas, correazos y el castigo físico en todas sus formas. Sin embargo los profesionales de la salud no hemos explicado con claridad cuáles son sus efectos, en parte porque nuestra narrativa se ha basado en opiniones, creencias y posturas personales, pero no hemos ofrecido evidencia concisa basada en datos sólidos que informen a los padres y los ayuden a tomar mejores decisiones en cuanto a disciplina.



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Este artículo no intenta decirles a los padres cómo criar a sus niños. Estoy completamente convencido de que los padres quieren lo mejor para sus hijos y se sacrifican por ellos. Pero es nuestra responsabilidad la de proveerles los datos científicos más relevantes en cuanto al daño que provoca el castigo físico, sus efectos a corto y largo plazo en la salud, los compromisos internacionales para prohibir todo tipo de castigo físico y alternativas más efectivas de disciplina.

Qué es el castigo físico y su prevalencia

Existen cientos de definiciones e interpretaciones, pero para evitar confusiones utilizaré la definición propuesta por el Comité de Derechos del Niño en su Observación General N° 8 adoptada en el 20062:

Cualquier castigo en el cual se use la fuerza física y se pretenda causar algún grado de dolor o incomodidad, por muy leve que sea. La mayoría de los casos consisten en golpear a los niños, con la mano o con un implemento – un látigo, un palo, un cinturón, un zapato, una cuchara de madera, etc. Pero también pueden aplicar acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas, ardor, escaldadura o ingestión forzada (por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante).

La mayoría de las investigaciones considera al castigo físico y al abuso físico como dos puntos en una serie continua de conductas violentas destinadas a controlar a los niños. Lo que significa que el castigo físico sería una forma de violencia física moderada y el abuso sería una forma más extrema. Por lo tanto, podemos diferenciarlas de la siguiente manera:

Según Murray Strauss3 el castigo físico es:

El uso de la fuerza física con la intención de causar en el niño una experiencia de dolor, sin causar lesión, con el propósito de corregir o de controlar la conducta del niño.

Por otro lado, el abuso físico se define como4:

(…) se caracteriza por infligir lesiones físicas como resultado de golpear, patear, morder, quemar, sacudir o dañar de otra manera a un niño. Es posible que el padre o cuidador no tenga la intención de herir al niño, sino que la lesión puede haber resultado de una disciplina excesiva o un castigo físico.

Con estas definiciones se aclara que el presente artículo no se enfocará en las repercusiones y efectos del abuso sino exclusivamente sobre el castigo físico.

El informe más reciente sobre la violencia contra los niños publicado por UNICEF5 encontró que el castigo físico es la forma de disciplina violenta más utilizada en el mundo. Sus datos fueron recolectados entre los años 2005 y 2013 y demuestran que uno de cada cinco niños de entre 2 y 14 años, ha experimentado el castigo físico en su hogar durante el último mes. Así también encontró que, en promedio, el 17% de los niños ha experimentado algún tipo de castigo físico severo como golpes en la cabeza, rostro y orejas, o fueron golpeados severamente en varias ocasiones durante el último mes. Este último dato evidencia que los padres y cuidadores que utilizan el método ya nombrado son más propensos a escalonar el castigo físico a formas más severas de violencia física con sus hijos.

Efectos a corto y largo plazo sobre la salud y relación familiar

Durante los últimos 50 años se han publicado cientos de investigaciones independientes que demuestran la ineficiencia del castigo físico como método de corrección y enseñanza. También se han evidenciado los efectos nocivos sobre la salud física y mental a corto y largo plazo de los niños. Sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 cuando Elizabeth Gershoff, una investigadora y profesora de psicología del desarrollo en la Universidad de Texas, publicó en la revista Psychological Bulletin6, el primer metanálisis que sintetizaba la evidencia y la literatura teórica sobre este tema. En su trabajo se incluyeron investigaciones donde participaron más de 36,000 niños y cumplían con los requisitos establecidos: contar con suficientes datos estadísticos, evaluar solo el castigo físico (no una combinación con el abuso físico u otros métodos de disciplina, como la verbal) o que fueran administradas por padres provenientes de muestras especiales.

Una vez realizados los controles y analizados los datos, Gershoff encontró que el castigo físico o corporal se relacionaba con:

  • Incremento de las conductas indeseadas (las conductas que los padres creen eliminar)
  • Reducción de la internalización moral, incremento de la agresión por parte del niño
  • Incremento de conductas delictivas y conducta antisocial
  • Afectación de la salud mental del niño
  • Incremento del riesgo de ser víctima de abuso físico (los padres son más propensos a incrementar el castigo físico cuando no obtienen la respuesta, lo que expone a los niños a sufrir de abuso)
  • Aumento de actos de agresión en su vida adulta
  • Incremento del riesgo de cometer algún tipo de abuso sobre su propio hijo o pareja

De todos estos efectos nocivos, Gershoff solo encontró un efecto “positivo” y fue que el castigo físico se relacionó con la obediencia inmediata de los niños luego de recibirlo. Sin embargo, es necesario resaltar que esto no significa que el niño aprenda a comportarse de la manera deseable, sino que solamente sigue las ordenes inmediatas para evitar el dolor infligido por el adulto pero luego volverá a realizar las conductas indeseadas. Este tipo de respuesta puede ser útil en un caso extremo donde el niño esté en peligro de muerte, pero no es una estrategia efectiva cuando se desea que el niño internalice las normas que se quieren enseñar y que pueda reproducirlas por él mismo.

Entrevista con Elizabeth Gershoff y el Dr. Murray Strauss, uno de los investigadores referentes en cuanto a los efectos del castigo físico:

Puedes activar los subtítulos en español en el reproductor de Youtube.

Estudios posteriores realizados en Estados Unidos, Hungría, Hong Kong y Jamaica encontraron consistentemente que el castigo físico se relacionaba con problemas de ansiedad, depresión7, abuso de alcohol y drogas8 y desajuste psicológico general9.

Pero esto no es todo, una investigación realizada en el año 2013, que contó con una muestra importante (34226 personas) de Estados Unidos y fue publicada en la revista Pediatrics10, encontró que los niños que recibieron formas de castigo físico como empujones, agarrones o cachetadas, tenían más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad. Este no es el único estudio que encontró efectos en la salud física de las personas. Otra investigación publicada en el Journal of Behavioral Medicine11, realizado en Arabia Saudita, halló que los niños que padecían castigos físicos severos e insultos tenían más riesgo de sufrir de asma y cáncer durante su vida adulta. Vale añadir que estos dos últimos estudios evaluaron otras formas más severas del castigo corporal, pero las menciono en este artículo para que también se tenga en consideración lo peligroso que puede llegar a ser el castigo físico, ya que muchas veces los padres incrementan la severidad del mismo al no obtener resultados.

Gershoff siguió investigando y, en el año 2016, publicó en el Journal of Family Psychology12 con Andrew Grogan-Kaylor, de la Universidad de Michigan, un metanálisis más grande: incluyó a 169,927 niños de 75 estudios diferentes. Los científicos fueron aun más estrictos con la definición del castigo físico y se concentraron principalmente en los golpes de mano abierta (como las nalgadas). Sus hallazgos demostraron que los datos provenientes de los estudios sobre los efectos del castigo físico eran altamente consistentes. Los efectos fueron:

  • Baja internalización moral
  • Agresión
  • Conducta antisocial
  • Externalización de problemas conductuales(comportamientos problemáticos que se dirigen hacia el entorno externo. Incluyen, la desobediencia a las reglas, el engaño, el robo y la destrucción de la propiedad)
  • Internalización de problemas conductuales (conductas negativas que se enfocan hacia adentro. Incluyen temor, retraimiento social y quejas somáticas)
  • Problemas de salud mental
  • Relaciones conflictivas entre padres e hijos
  • Deterioro de la capacidad cognitiva
  • Baja autoestima
  • Riesgo de sufrir abuso físico por parte de los padres
  • Mantener una actitud positiva sobre el castigo físico durante su adultez

Así también se encontró que los niños que recibieron castigo físico durante la infancia eran más propensos durante su vida adulta a desarrollar:

  • Conducta antisocial en la adultez
    • Problemas mentales
    • Actitud positiva ante el uso del castigo físico durante la infancia

Todavía no se entiende bien cual es la relación directa entre el castigo físico y sus repercusiones sobre la salud a largo plazo, pero algunos investigadores han señalado que podría deberse al incremento del cortisol (hormona del estrés), lo que podría provocar un desajuste a nivel neurobiológico13.

El castigo físico afecta la relación entre los padres e hijos

Otras investigaciones14 también se han preocupado por estudiar las repercusiones que puede tener el castigo físico sobre la relación entre padres e hijos8. Según ellas, los niños podrían evitar a sus padres porque los ven como una fuente de dolor, infligido por el castigo físico. Esto es muy entendible, cualquier niño mentirá o evitará buscar ayuda de sus padres cuando cometa un error o esté involucrado en algún tipo de problemas, por miedo a que sus padres le peguen, afectando así el desarrollo de la confianza entre los niños y sus padres.

¿Por qué los padres utilizan el castigo físico?

Los padres hacen lo que creen que es mejor para sus hijos y, lamentablemente, el castigo físico forma parte de las creencias más arraigadas sobre lo que las familias consideran una buena educación y disciplina infantil. El castigo físico es tan importante para muchas familias que son capaces de presionar y cuestionar los métodos de crianza de los padres que no están de acuerdo con su uso, además de tratarlos como padres irresponsables por no utilizar dicho método.

En el año 2008, Elizabeth Gershoff preparó un informe para el gobierno del estado de Arizona, en Estados Unidos15, y en el mismo reportó que los padres son más propensos a usar el castigo físico cuando:

  • Fueron castigados físicamente en la niñez
  • Están fuertemente a favor de la efectividad del castigo físico
  • Sienten frustración por la conducta de su hijo
  • Provienen de contextos culturales y/o religiosos que promueven el castigo físico
  • Experimentan altos niveles de estrés, problemas de salud física o mental y su bienestar emocional está afectado
  • Son menores de 30 años de edad
  • Tienen niños menores de 2 años y medio de edad
  • Sus hijos se han comportado agresivamente con otros niños

Kazdin explica16 que el castigo físico funciona por un breve periodo de tiempo, deteniendo la conducta indeseada (lo mismo sucede si te pegan cada vez que quieras comerte unas galletas) y a su vez condiciona a los padres a repetir el mismo método, porque crea la ilusión de que realmente funciona pegarles a los hijos y que es necesario castigar con golpes, chancletazos, empujones, correazos, para enseñarles a los niños cómo comportarse. Pero lo que los padres no perciben es que la conducta indeseada volverá con la misma intensidad que antes. La explicación de Kazdin enfatiza el sesgo cognitivo, que no solo le sucede a los padres sino a cualquiera que utilice su propia experiencia como argumento validante para cualquier método de disciplina que use.

Por lo tanto los psicólogos, psiquiatras, pediatras y profesionales de la salud tenemos una responsabilidad aquí, ya que en general no hemos sabido explicar a la población general porqué no se les debe pegar a los niños. Los argumentos que se utilizan a diario en los medios de comunicación y en las entrevistas con los padres son de opinión y no se fundamentan en la evidencia, lo cual erosiona el mensaje que debemos transmitir, un mensaje unificado, concreto y basado en la evidencia.

“A mi me pegaron y no me pasó nada”

Los resultados son contundentes, pero a pesar de ello todavía escuchamos cómo muchos adultos niegan las repercusiones del castigo físico con el argumento de que a ellos les pegaron (algunos hasta se enorgullecen de esto) cuando eran niños y que no les pasó nada. Murray Strauss, uno de los primeros investigadores sobre el uso del castigo físico, explica que es muy difícil observar por nuestra propia experiencia el efecto devastador que tiene el cigarrillo en nuestra salud. Nuestra experiencia puede hacernos creer que el cigarrillo nos hace bien, porque es una fuente de placer y relajación. Pero a la larga nos destroza los pulmones y nos envejece más rápido. De la misma manera funciona el castigo físico. A través de nuestros ojos parece que funciona y que corrige a los niños, pero a la larga no mejora la conducta (qué es el objetivo principal de quien lo utiliza) y, no solo eso, sino que además daña la salud de los niños.

Alan Kazdin, ex presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) y uno de los psicólogos especialistas en crianza y disciplina más reconocidos a nivel mundial, utiliza una analogía similar:

“Hay personas que fuman cigarrillos y viven hasta los 100 años pero eso no refuta los hallazgos que han encontrado de que el cigarrillo incrementa el riesgo de muerte. Las excepciones son interesantes (algunas personas que se infectan de VIH nunca desarrollan SIDA), pero no alteran los hallazgos.”

Disciplina que sí funciona

Muchos padres y cuidadores se preguntarán: “Y entonces, si el castigo no funciona, ¿qué debo hacer para corregir la conducta de mis hijos y enseñarles a comportarse?” Nuevamente las investigaciones nos dan algunas valiosas recomendaciones para intervenir en estos casos, que fueron sintetizadas por la APA17:

1. Refuerza la conducta deseada

Las investigaciones han demostrado una y otra vez que la atención que los padres otorgan a los niños es un fuerte reforzador de la conducta. Por lo tanto, los padres deben concentrar su atención en la conducta deseada de sus hijos e intentar ignorar la conducta no deseada, porque entre más regaños y castigos se apliquen menos probabilidad hay de que se elimine esa conducta y se realice la que si se desea. Así que, en vez de regañar y castigar a un niño por no limpiar su habitación o sacar la basura, modela (mostrarle qué debe hacer) esa conducta, enséñale, moldea el comportamiento practicando cada paso y elogiándolo cuando la practique, cuando haga un paso bien y cuando logre completar la tarea.

Muchas veces se malinterpretan las recomendaciones de los psicólogos y se cree que los padres deben elogiar indiscriminadamente todo lo que hagan sus hijos. Sin embargo, los expertos recomiendan que los elogios deben ser muy específicos y referirse concretamente a lo que el niño hizo bien. Por ejemplo, en vez de decirle a un niño inquieto “estoy feliz porque te estas portando bien”, puedes expresar “me gusta mucho que estés sentado tranquilamente comiendo con nosotros”. Este mismo ejemplo aplica para las alabanzas que usan los maestros de preescolar. Una investigación de Karen Budd, encontró que los maestros que usaban este tipo de alabanzas descriptivas mejoraron la relación maestro-niño y esto ayudó también a los maestros a mejorar el comportamiento de los niños.

Por último, pero no por ello menos importante, Kazdin recomienda en su libro The Kazding Method for Parenting the Defiant Child, que las alabanzas no deben quedarse solo en palabras. Deben ser acompañadas de una sonrisa, contacto ocular y un toque amistoso (una palmadita en el hombro, una caricia en la cabeza o chocar los 5).

2. Ignora la conducta indeseada

Como dijimos anteriormente, la atención de los padres es un poderoso reforzador de la conducta de los niños. Por eso debemos aprender a ignorar las malas conductas que no son peligrosas. No vamos a ignorar al niño cuando mordió a un compañero, pero si podemos ignorarlo cuando hace una pataleta porque no le dimos un chocolate. Sobre esto, varias investigaciones han encontrado que cuando los padres cambian su respuesta ante las conductas indeseadas y refuerzan las que si desean, entonces los niños aprenden que comportarse adecuadamente es una mejor manera de obtener la atención de sus padres.

3. Aprende sobre el desarrollo de los niños

Es importante que tanto los padres como maestros y cuidadores, conozcan sobre los niveles de psicodesarrollo de los niños, sobre cuáles son sus capacidades cognitivas, motoras, de comunicación y de control según la edad. Esto es clave porque frecuentemente los padres tienden a interpretar los errores de los niños como si fueran a propósito o como si entendieran completamente las implicaciones y consecuencias de sus conductas. Es decir que los ven como si fueran adultos, lo que genera estrés y ansiedad en los padres haciéndolos más propensos a utilizar el castigo.

4. Usa el time-out adecuadamente

El Time-out es quizás una de las técnicas conductuales peor entendidas. Muchos creen que se debe usar cada vez que el niño comente un error y que debe durar mucho tiempo. No obstante, los estudios vuelven a demostrar que esta técnica es efectiva siempre y cuando sea utilizada brevemente y se aplique inmediatamente después de la conducta disruptiva. Kazdin explica que la efectividad del time-out depende del time-in, o lo que los padres y cuidadores hacen cuando están con el niño, y si aprovechan esos momentos para modelar la conducta y reforzarlo utilizando un lenguaje coherente en relación a lo que se refuerza como también el tono de voz y los gestos que se utilizan para ello.

Administrar el time-out con calma no es una tarea fácil. Los padres se pueden sentir enojados o estresados en medio de la rabieta o mala conducta de sus hijos, pero la clave aquí es mantenerse tranquilo y alejar al niño de todo reforzador a través del time-out.

5. Prevenir las conductas indeseadas

El time-out es una herramienta efectiva, pero más útil es poder prevenir la conducta problemática del niño. Algunos expertos como el Dr. John Lutzker del Centro de Desarrollo Saludable de la Universidad de Georgia State, recomienda que los padres deben estructurar un plan de actividades para que, de esta manera, se puedan prevenir las conductas problemáticas. En concreto la prevención nos ofrece los siguientes beneficios:

  • Mantenerse calmos y prevenir las conductas reducirá la probabilidad de que los comportamientos escalen al punto de no poder manejarse
  • Se debe enseñar a los niños estrategias efectivas de afrontamiento ante las situaciones problemáticas
  • Es importante que se ayude al niño a mantenerse involucrado y activo a través de diferentes actividades, evitando así que se aburra y busque otras conductas disruptivas

6. Hazte el tiempo

Para que las estrategias funcionen es necesario que los padres pasen tiempo con sus hijos, que los traten con amor y que expresen sentimientos y pensamientos positivos. Es muy fácil caer en la trampa de enfocar la atención en las conductas problemáticas de los niños. Por eso es necesario que los padres se esfuercen en detectar todas las buenas conductas de sus hijos, por mínimas que sean, y reforzarlas. Así también es necesario que compartan actividades de recreación y disfrute y que durante esos momentos se eviten los sermones y regaños. Lo más importante es cuidar la relación padre-hijos, para así potenciar las estrategias efectivas.

Las recomendaciones planteadas anteriormente me han sido de mucha utilidad en el trabajo que desempeño con niños con problemas de conducta y el entrenamiento que se les ofrece a los padres, pero para comprender con mayor amplitud el poder de los antecedentes y refuerzos sobre la conducta de los niños recomiendo los siguientes libros:

  • The Kazdin Method for The Defiant Child.
  • The Parenting Toolkit.
  • Cómo hablarles a los niños para que escuchen y cómo escuchar a los niños para que hablen.
  • Psicología de las relaciones familia y escuela: Técnicas de modificación de conducta, por Pilar Tomás Gil.
  • Por qué la economía de fichas no funciona con los niños con problemas de conducta.
  • Sin violencia se educa mejor, guía para hacer talleres con maestros y padres de la UNICEF.
  • Educa, no pegues: guía para padres y madres de la Asociación Save The Children.
  • Ending corporal punishment of children – a handbook for multi-religious gatherings.

Políticas internacionales sobre el uso del castigo físico

 
Haz click en la imagen para usar el mapa interactivo de los países que han prohibido el castigo físico.

En 1979 Suecia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir el uso de castigo físico como método disciplinario. Desde entonces otros 50 países se han unido a esta prohibición, motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, su inefectividad para modificar la conducta y, además, porque infringe directamente los derechos de los niños consagrados en la Convención sobre los Derechos de los Niños de la Organización de las Naciones Unidas, que incluye:

Art. 19: “(1) Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de violencia física o mental, lesiones o abuso, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras que (estén) en la custodia de los padres, guardián(es) legal(es) o cualquier otra persona que tiene el cuidado del niño …”.

Art. 28 (2): “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que la disciplina escolar se administre de modo compatible con la dignidad humana del niño y de conformidad con la presente Convención.”

Art. 37: “Los Estados Partes se asegurarán de que: (a) Ningún niño sea sometido a torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ni la pena capital ni la de prisión perpetua sin posibilidad de liberación serán impuestas por delitos cometidos por menores de dieciocho años de edad … “.

En el comité de los derechos del niño se aclara que la prohibición del castigo corporal aplica a todas sus formas “aunque sea leve” y le solicita a todos los Estados partes que establezcan en sus legislaciones definiciones claras sobre la prohibición, que aplica para todos los castigos corporales en todos los entornos sin excepción.

La O.N.U. también solicita la derogación de las defensas legales que permiten el uso de “castigo razonable” o el “derecho a corrección” que se usa como defensa para utilizar el castigo físico en los niños. Este punto tiene mucho sentido considerando que nosotros no podemos utilizar un correazo o chancletazo cuando un adulto no sigue las instrucciones.

En la Convención de Derechos del Niño también se consideró a aquellos que justifican los castigos corporales a través de sus creencias religiosas. Se expresa que es muy importante el derecho a la libertad religiosa, pero no se pueden permitir prácticas o creencias que vayan en contra del derecho y respeto de la dignidad humana e integridad física.

Por último el documento enfatiza las responsabilidades de los Estados en respetar y apoyar a las familias y garantizar la dignidad humana e integridad física de todos sus miembros.

Con todas las aclaraciones, investigaciones, datos y disposiciones legales internacionales está más que claro que el castigo físico es un tipo de violencia, que no sirve para educar, ni para hacer hombres y mujeres de bien. Lo que educa es el amor de los padres, que con su ejemplo y dedicación le enseñan a sus hijos valores y hábitos significativos y que a su vez son capaces de ponerles limites sin recurrir a la violencia. Pegarle a un niño cada vez que se porta mal es la respuesta más cómoda y fácil. No caigas en la trampa.

Editado por: Alejandra Alonso y Maria Fernanda
Imagen: Shutterstock

Referencias bibliográficas:

  1. UNICEF (2014), Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, NY: UNICEF ↩
  2. UNICEF (2006), Observaciones Generales del Comité de los Derechos de los niños, Mexico: UNICEF ↩
  3. Straus, M. A. (1994a). Beating the devil out of them: Corporal punishment in American families. New York: Lexington Books ↩
  4. National Clearinghouse on Child Abuse and Neglect Information. (2000). What is child maltreatment? Retrieved June 30, 2001, from http://www.calib.com/nccanch/pubs/factsheets/childmal.cfm ↩
  5. UNICEF (2014), Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, NY: UNICEF ↩
  6. Gershoff, E. T. (2002), “Corporal punishment by parents and associated child behaviors and experiences: A meta- analytic and theoretical review”, Psychological Bulletin, 128(4), 539-579 ↩
  7. Rodriguez, C. M. (2003). Parental discipline and abuse potential effects on child depression, anxiety, and attributions. Journal of Marriage and Family, 65, 809-817 ↩
  8. Lau, T. F., Kim, J. H., Tsui, H., Cheung, A., Lau, M., & Yu, A. (2005). The relationship between physical maltreatment and substance use among adolescents: A survey of 95,788 adolescents in Hong Kong. Journal of Adolescent Health, 37, 110-119 ↩
  9. Steely, A. C., & Rohner, R. P. (2006). Relations among corporal punishment, perceived parental acceptance, and psychological adjustment in Jamaican youths. Cross-Cultural Research, 40, 268-286 ↩
  10. Tracie O. Afifi, Natalie Mota, Harriet L. MacMillan, Jitender SareenPediatrics Jul 2013, peds.2012-4021 ↩
  11. Hyland, M.E., Alkhalaf, A.M. & Whalley, B. J Behav Med (2013) 36: 632. doi:10.1007/s10865-012-9457-6 ↩
  12. Gershoff, E. T. & Grogan-Kaylor, A. (2016), “Spanking and Child Outcomes: Old Controversies and New Meta-Analyses”, Journal of Family Psychology, advance online publication 7 April 2016 ↩
  13. 1. Turner, H. A., & Finkelhor, D. (1996). Corporal punishment as a stressor among youth. Journal of M arriage and the Family, 58, 155-166 ↩
  14. Maccoby, E. E., & Martin, J. A. (1983). Socialization in the context of the family: Parent-child interaction. In E. M. Hetherington (Ed.), P. H. Mussen (Series Ed.), Handbook of child psychology, Vol. 4: Socialization, personality, and social development (pp. 1-101). New York: Wiley. ↩
  15. Gershoff, E. T. (2008). Report on Physical Punishment in the United States:
    What Research Tells Us About Its Effects on Children. Columbus, OH: Center for Effective Discipline. ↩
  16. Kazdin, A. (2017). Why you shouldn’t hit your kids.. online Slate Magazine. Available at: http://www.slate.com/articles/life/family/2008/09/sparetherod.html Accessed 22 Feb. 2017. ↩
  17. Parenting that works. (2017). online http://www.apa.org. Available at: http://www.apa.org/monitor/2012/10/parenting.aspx Accessed 22 Feb. 2017. ↩

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