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Publicaciones por mes

abril 2016

55 Publicaciones
  • Definiciones

Definición de la semana: Tricotilomanía

  • 08/04/2016
  • Alejandra Alonso
tricotilomanía

Según el DSM V, que ubica la Tricotilomanía entre los trastornos Obsesivos-Compulsivos, los criterios diagnósticos para este trastorno son:

  • Arrancarse el cabello recurrentemente, lo que produce pérdida de cabello.
  • Muchos intentos de parar o reducir esta conducta.
  • La conducta causa malestar significativo en varias área de la vida del sujeto.
  • El arrancarse o perder el pelo no se debe a enfermedad médica y no se explica mejor por otro trastorno.

Las personas con esta conducta pueden presentar ciertos rituales relacionados al arrancarse el cabello, como por ejemplo, elegir un tipo específico de cabello, arrancar el cabello de determinada manera, o examinar el cabello visual, táctil u oralmente.

Esta conducta también puede venir acompañada de varios estados emocionales como, ansiedad, aburrimiento, tensión creciente, etc. A su vez, la persona puede experimentar gratificación, placer o sensación de alivio.

La conducta de arrancar cabellos no suele suceder en presencia de otros, excepto que sean familiares muy cercanos. A veces la persona puede arrancar cabello de mascotas, muñecas, etc.

Algunas personas niegan arrancarse el cabello. La mayoría de ellos tiene comportamientos repetitivos relacionados al cuerpo como morderse los labios o las uñas.

La prevalencia en la población es del 1-2% y se da más en mujeres que en hombres (excepto en niños, donde se ven cantidades más o menos iguales de casos en ambos sexos).

Aunque esta conducta puede verse en niños, generalmente se resuelve en el desarrollo temprano. El principio de una tricotilomanía suele darse en la pubertad, los sitios desde los que se arranca cabello pueden variar con el tiempo. El trastorno puede hacerse crónico si no es tratado.

Para realizar el diagnóstico diferencial, se deben tener en cuenta los siguientes trastornos:

  • Otros trastornos obsesivos compulsivos.
  • Trastornos del neurodesarrollo.
  • Trastornos psicóticos.
  • Otra condición médica.
  • Trastornos relacionados al consumo de sustancias.

Fuente: American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and
statistical manual of mental disorders
(5th ed.). Washington, DC

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

6 consejos de la ciencia cognitiva para ser mejores escritores

  • 07/04/2016
  • Maria Fernanda Alonso

Las palabras escritas son gran parte de nuestras vidas y de nuestra historia. Aunque no seamos escritores profesionales, podemos encontrarnos con las ganas o el deber de escribir, y ésta no siempre es una tarea sencilla (empezando por el tan temido “síndrome de la página en blanco”). Steven Pinker es un científico cognitivo y lingüista de Harvard, autor de varios libros, que recientemente ha sido ubicado dentro de los los 100 psicólogos más eminentes de la era moderna. En su obra The Sense of Style: The Thinking Person’s Guide to Writing in the 21st Century (El sentido del estilo: La guía del ser pensante para escribir en el siglo XXI), ofrece consejos y guías para escritores basado en investigaciones sobre el modo en que trabaja el cerebro y las formas de aprovecharlo para mejorar las habilidades de escritura (útiles tanto para quien recién piensa que quizás le gustaría empezar a escribir, como para el que le saca chispas a la pluma desde hace tiempo):

1) Cuidado con la “Maldición del Conocimiento”

No es tu culpa que tu escritura no sea clara, en serio. La razón principal es que el cerebro no está programado para escribir claramente. Una vez que sabés algo, asumís que los demás también lo saben.

La “maldición del conocimiento”, explica Pinker, es la inhabilidad que tenemos de imaginar cómo sería no saber algo que sabemos. El escritor no se detiene a pensar en lo que el lector no sabe… y eso lleva a escribir de manera poco clara.

En el libro antes mencionado, Pinker sostiene que la mejor manera de evitar este problema (considerado como el principal problema de los escritores) es mostrando un borrador de tu trabajo a alguien, y averiguar si tiene sentido para esta persona, si puede seguirlo.

«Somos demasiado confiados, a veces al punto del delirio, en nuestra habilidad para inferir qué piensan las otras personas»

“Psicólogos sociales han encontrado que somos demasiado confiados, a veces al punto del delirio, en nuestra habilidad para inferir qué piensan las otras personas, incluso las personas cercanas a nosotros. Sólo cuando le preguntamos a esas personas descubrimos que lo que es obvio para nosotros no es obvio para ellos. Es por eso que los escritores profesionales tienen editores… Ni siquiera es necesario que tus críticos sean una muestra representativa de tu audiencia pretendida. Suele ser suficiente con que ellos no sean vos,” explica Pinker.

2) Sé visual y conversacional

En su libro, Pinker explica que un tercio del cerebro humano está dedicado a la visión, y grandes franjas al tacto, la audición, al movimiento y al espacio. Agrega que muchos experimentos han mostrado que los lectores entienden y recuerdan mucho mejor el material cuando este es expresado en lenguaje concreto que les permita formar imágenes visuales.

Por otra parte, aconseja ser conversacional y pensar en el lector como un igual, destacando que esa igualdad lleva al lector a sentirse como un genio, en cambio, una mala escritura, una escritura que busca impresionar, en el mejor de los casos hará sentir al lector como un tonto (y a nadie le gusta sentirse un tonto), o podría hacer quedar como un tonto al mismo escritor. Un estudio examinó la eficacia de la estrategia utilizada por muchos estudiantes universitarios que admitieron haber aumentado la complejidad de sus vocabularios de manera deliberada para dar la impresión de inteligencia. En algunos de los experimentos se manipuló la complejidad del texto y se encontró una relación negativa entre la complejidad y la inteligencia evaluada.

Para hallar la adecuada simetría entre lector y escritor, Pinker sugiere que imagines que estás en una conversación con un lector que es tan competente como vos, pero que simplemente no conoce algunas cosas que vos si conocés. La idea es orientar al lector para que pueda ver con sus propios ojos algo que vos ya habías notado y que él no ha notado todavía, en lugar de concentrarse en la actividad de las personas que han estudiado sobre el asunto.

3) Ubicá al lector

Contale al lector cuál es tu punto, desde el principio. Un estudio encontró que tener un conocimiento del contexto relevante es un requisito previo para la comprensión lectora.

Pinker explica que los lectores siempre tienen que completar los antecedentes, leer entre líneas, conectar los puntos. Y eso significa que ellos aplican su propio conocimiento anterior para entender el texto en cuestión. “Si no saben qué conocimiento anterior aplicar, cualquier pasaje de escritura será tan superficial y elíptico que será incomprensible.”

Básicamente, el escritor tiene que mostrarle claramente al lector cuál es el tópico del texto y cuál es el punto. Muchos escritores son renuentes a hacer esto porque piensan que le quitaría el suspenso al texto. Pero lo cierto es que el suspenso no es útil si las personas no tienen idea de lo que estás hablando y dejan de leer después del primer párrafo.

El escritor debería dejar claro a los lectores qué es lo que está tratando de alcanzar

El lector debería saber adónde lo está llevando el escritor a medida que avanza. En el libro The Sense of Style, Pinker sostiene que “el lugar exacto en que el punto de un texto es presentado es menos importante que el imperativo de divulgarlo en algún lugar no muy lejano del principio.” Reconoce que existen comediantes, ensayistas y autores de novelas de misterio que pueden construir la curiosidad y el suspenso y luego resolverlo todo con una revelación repentina, pero todos los demás escritores deberían esforzarse por informar (y no por asombrar), y eso significa que deberían dejar claro a los lectores qué es lo que están tratando de alcanzar.

4) No hace falta que sigas las reglas (pero intentalo)

Cuando se trata de escribir correctamente no hay una policía del lenguaje. Los diccionarios no son libros de reglas, dice Pinker, es más, los editores de diccionarios leen mucho y se mantienen atentos a nuevas palabras o nuevos sentidos usados por muchos escritores en muchos contextos, y adhieren o cambian las definiciones de manera acorde.

Es cierto que seguir las reglas hace que nuestra escritura sea mejor, en promedio, pero se recomienda la creatividad. El lenguaje es cambiante, y es mejor conocer las reglas antes de romperlas.

¿Cómo aprender las reglas sin tener que volver a las clases de primaria?

5) Lee, lee… y lee un poco más

Las guías para escribir son excelentes herramientas, pero cualquiera que quiera mejorar su escritura necesita leer mucho.

Pinker opina que para convertirse en un buen escritor, uno debe pasar mucho tiempo inmerso en los textos, permitiéndose empaparse de miles de idiomas, construcciones, figuras de discurso y palabras interesantes, para desarrollar un sentido de escritura en su mejor estado. “Convertirse en escritor requiere saborear y analizar la ingeniería inversa de ejemplos de buena prosa, que nos den algo a que aspirar y nos permitan llegar a ser sensibles a las miles de cosas que van en una buena oración, las cuales no son posibles de deletrear una por una.”

Nunca dejes de aprender.

6) Escribir bien = Revisar

Ser un buen escritor no significa que escribas las palabras perfectas en el primer intento, sino que le dediques tiempo a tu trabajo para refinarlo.

La buena escritura requiere revisar y volver a arreglar

“Muchos de los consejos sobre escribir bien son realmente consejos sobre revisar. Porque muy pocas personas son lo suficientemente inteligentes como para ser capaces de establecer cierta apariencia de un argumento y expresarlo en forma clara al mismo tiempo. La mayoría de los escritores necesitan dos pasadas para alcanzar eso, y después de que han llegado a la idea es tiempo de refinar y pulir. Porque el orden en que las ideas se le ocurren a un escritor es muy pocas veces el mismo orden en el que son mejor digeridas por el lector. Y a menudo, la buena escritura requiere revisar y volver a arreglar el orden de lo que introdujiste para que el lector pueda seguirlo con facilidad,” sostiene Pinker.

En palabras de Pinker, el lenguaje evoluciona constantemente. Todos podemos aprovechar estas estrategias para mejorar nuestra escritura, ya sea que lo hagamos como un simple hobbie, por nuestro trabajo o de manera profesional, para mantenerla en privado o deleitar (esperemos) al público con nuestras piezas.

Fuente: Bakadesuyo

  • Sponsor

Te esperamos en el Congreso Latinoaméricano de Terapia Cognitivo Conductual, Panamá 2016

  • 07/04/2016
  • David Aparicio

En el próximo mes de julio se realizará en Panamá el Congreso de la Asociación Látinoamericana de Análisis y Modificación de Conducta (CLAMOC), el encuentro más importante y referente de la Terapia Cognitivo Conductual de toda la región.

Cómo panameño (ya conocen mi nacionalidad) no puedo esconder la inmensa alegría y orgullo que me da saber que mi país fue elegido como sede de un evento de tal magnitud. El CLAMOC reúne a los psicólogos, terapeutas e investigadores más importantes para debatir, compartir y exponer los avances de la ciencia psicológica —nuestra ciencia— en toda Latinoamérica.

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Soy miembro del comité organizador y les puedo decir, con plena confianza, que este congreso será todo un éxito. El equipo de psicólogos está trabajando día y noche para ofrecer un congreso de primer nivel que dejará a todos satisfechos tanto por la calidad académica como por la hospitalidad y trato que recibirán quienes asistan.

Durante los próximos días publicaremos en Psyciencia las imágenes promocionales de los exponentes referentes del congreso. También los invitamos a visitar la página oficial del CLAMOC 2016, para que puedan conocer todos los detalles de precios especiales de pasajes, hospedaje, talleres y conferencias.

El congreso de la CLAMOC en Panamá se llevará a cabo del 28 al 30 de julio en las instalaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Panamá. Apresúrate y participa de este gran congreso y conoce también a Panamá.

¡Te esperamos!

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Apego y psicopatología materna: relación con el estilo de apego del bebé al año de vida (PDF)

  • 07/04/2016
  • David Aparicio

La presente investigación tiene por objeto describir y analizar la relación entre el estilo de apego materno, la presencia o ausencia de indicadores de psicopatología en la madre, y el estilo de apego de su bebé al año de vida.

Para ello se utilizó un diseño correlacional de corte transversal en el cual se seleccionó una muestra de 72 díadas madre / primer bebé. Para acceder al apego del bebé se realizó la Situación Extraña cuando tenían entre 11 y 15 meses de vida. Posteriormente, a las madres se les aplicó el cuestionario de autorreporte CAMIR para acceder a sus representaciones de apego y al cuestionario OQ-45.2 para obtener un índice de funcionalidad en las áreas de sintomatología ansiosa – depresiva, relaciones interpersonales y rol social.

Los resultados indican que no existe una asociación significativa entre el estilo de apego de la madre y el estilo de apego del bebé. Sin embargo, la variable psicopatología materna tiene una capacidad predictiva del 69.4% sobre el apego del bebé.

Descarga la investigación completa en formato PDF.

Autor: Quesada Vanetza y Santalices María Pía.

Fuente: Redalyc

  • Salud Mental y Tratamientos

Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) para padres de niños con conductas disruptivas

  • 06/04/2016
  • Javier Mandil

El entrenamiento a padres de niños oposicionistas y su combinación con la programación de contingencias en el aula y tratamiento farmacológico en niños con TDAH han demostrado ser alternativas eficaces de tratamiento (Bunge, Mandil y Gomar, 2010). Sin embargo, las recaídas son frecuentes debido a que las familias no suelen mantener las estrategias en manera estable. Así mismo, en las consultas donde se registran comorbilidades, conflictos familiares y/o trastornos psicopatológicos en alguna de las figuras parentales los efectos se ven moderados (Ollendick & King, 2012). Es frecuente que los motivos de consulta cursen con crisis familiares y que el vínculo entre padres e hijos se desgaste: estos factores dificultan el ejercicio sostenido de las habilidades para la gestión de las conductas problemáticas por parte de los cuidadores.

Atentos a estos desafíos, Coyne, McHugh y Martinez (2011) reportan prometedores resultados respecto a la administración combinada del entrenamiento a padres y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) dirigida a los cuidadores en las familias afectadas. De acuerdo a los autores, esta forma de tratamiento combinado permitiría superar las barreras cognitivas y emocionales que impiden el ejercicio flexible de las habilidades parentales (Coyne, 2009). Probablemente el efecto beneficioso se vea posibilitado debido a que la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT), base teórica y conceptual de ACT, provee una explicación de los procesos lingüísticos y cognitivos implicados en las relaciones familiares (Backen Jones et al., 2016).

Por ese motivo, a continuación realizaremos un breve resumen de dicha base conceptual, enfatizando el análisis del desarrollo de regulaciones verbales que pudiesen dificultar o facilitar el ejercicio flexible de las habilidades parentales. En el apartado subsiguiente detallaremos los principales procesos de ACT que se trabajan junto a los cuidadores de las familias afectadas. Por último revisaremos la evidencia de su eficacia reportada a la fecha, considerando la necesidad de investigaciones futuras.

La base conceptual: Teoría de los Marcos Relacionales

Es amplia la bibliografía especializada a la que el lector puede recurrir para acceder a un conocimiento más preciso de la Teoría de los Marcos Relacionales –RFT- (Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001; Torneke, 2010). Sin embargo, vale la pena en este apartado realizar una breve sinopsis de sus propuestas teóricas centrales para contextualizar sus aportes prácticos a la clínica cognitivo comportamental con niños y adolescentes. La Teoría de los Marcos Relacionales es un desarrollo contemporáneo de las teorías de Skinner (1957) respecto al lenguaje. Desde esta perspectiva se entiende que las conductas verbales constituyen la cognición y que ésta es producto de las interacciones lingüísticas (Coyne y Cairns, 2016). Hayes, Barnes-Holmes y Roche (2001) proponen que los seres humanos tenemos la capacidad de aprender, no sólo en forma directa, sino también de manera indirecta relacionando estímulos.

El “enmarcar” (frame) refiere al proceso de relacionar estímulos, en manera arbitraria y en función del contexto verbal. Esta capacidad específicamente humana es la que determina el desarrollo de la cognición y el lenguaje (Torneke, 2010).

Desde esta perspectiva nuestras categorías cognitivas, nuestras evaluaciones, valoraciones, juicios y reglas actitudinales son conductas aprendidas a partir de la relación y transformación lingüística entre estímulos.

El “enmarcar” (frame) refiere al proceso de relacionar estímulos

Estos procesos se desarrollan de acuerdo a tres propiedades:

Vinculación mutua: es decir que la relación arbitraria entre estímulos se genera en manera bidireccional. Por ejemplo, si los padres desarrollan la relación “un niño obediente es sano”, esta podrá dar lugar a la relación inversa “los niños sanos son obedientes”.

Vinculación múltiple: las derivadas arbitrarias tienden a establecer relaciones múltiples entre estímulos y estas relaciones son multidireccionales. Es decir que, si se establecen las relaciones “un niño que respeta a su padre es un niño sano” y “un niño sano es obediente”, es probable que en consecuencia se desarrollen las vinculaciones arbitrarias  “un niño sano es obediente y respeta a su padre”.

Transformación en las funciones de los estímulos: al relacionarse en manera arbitraria los estímulos tienden a transformar sus funciones preceptúales y psicológicas entre sí. Las características que tienen más incidencia en la clínica psicológica son el valor apetitivo o aversivo arbitrario que a partir del enmarcado relacional se tiende a adjudicar a los estímulos: la “obediencia es buena”. “Ser introvertido es malo”. Al considerar su arbitrariedad basta pensar que en diversos contextos culturales los grados de introversión o extraversión de un niño suelen adquirir diferentes valoraciones.

Así mismo, todo contexto integra estímulos que suscitan en el ser humano la capacidad de aprender relaciones entre los mismos. Sus formas de operar como claves, es decir como indicadores del tipo de operaciones posibles de ser desarrolladas se dividen en dos tipos:

C rel: se trata de estímulos que por su valor lingüístico ejercen el papel de claves respecto al tipo de relación que la persona puede establecer entre ellos. Es decir que gobiernan el desarrollo de diferentes tipos de relaciones: estas pueden ser de coordinación (X es como Y), diferencia u oposición (X no es Y), temporales (X ocurre antes que Y), espaciales (X esta cerca de Y), causales (si ocurre X ocurre Y) y deícticas (relativas a la posición del observador), entre otras.

C func: los estímulos tienen así mismo el potencial de operar como claves para la especificación de la función y la transformación de las funciones de otros estímulos. En otras palabras, una serie de estímulos pueden gobernar el desarrollo de transformaciones en la función psicológica o perceptual de otros estímulos. Como señalamos anteriormente, una de las funciones más importantes es la especificación de características apetitivas o aversivas respecto a los mismos. Por ejemplo: Ante estímulo “X”, entonces estímulo “Y” es aversivo. Ante estímulo “A”, entonces estímulo “B” es apetitivo.

Intentaremos ilustrarlas en un ejemplo concreto:

Imaginemos que el padre de un niño de 6 años considera que es saludable que su hijo realice berrinches de tanto en tanto como una natural expresión de su carácter. Imaginemos que al ir a una primera reunión de padres en la escuela elemental los directivos comentan que este niño manifiesta berrinches reiterados cada vez que el maestro le ordena que haga silencio en clase. Así mismo, el maestro a cargo del curso considera que sus padres deben tomar medidas para controlar el comportamiento del alumno. Otro de los docentes presentes, algo más conciliador y empático, comenta un caso aparentemente similar que había ocurrido el año anterior con otro pequeño. Aquel niño, a consecuencia de estos comportamientos, fue enviado a un psicólogo, quien le diagnosticó un trastorno oposicionista desafiante. El niño realizó tratamiento psicoterapéutico durante 6 meses y al finalizar el mismo se mostraba más obediente y había disminuido sus berrinches.

Podríamos especular a modo de ejemplo el potencial que los estímulos provistos por este contexto tienen para favorecer el desarrollo de diversas relaciones y transformaciones arbitrarias: el padre asistente a su primer reunión en la escuela elemental podría desarrollar una relación de coordinación entre los berrinches de su hijo y los berrinches del niño anterior (el contexto verbal favorece el establecimiento de similitudes arbitrarias), los berrinches, así mismo, podrían entrar en relaciones de tipo jerárquico (pasaría a formar parte de la categoría “problemas psicológicos” y aún más, posiblemente del “trastorno oposicionista desafiante”), se podrían favorecer relaciones de causa y efecto (“ante los berrinches el niño se debe realizar una psicoterapia”) y por supuesto, la valoración de las conductas de su hijo se verían transformadas: los berrinches, a los que el padre consideraba naturales, podrían adquirir a partir de este evento funciones de carácter aversivo (“es malo que mi hijo realice berrinches”).

El ejemplo anterior destaca, así mismo, cómo a partir del desarrollo de relaciones y transformaciones lingüísticas se tienden a establecer reglas verbales que gobiernan los comportamientos humanos: “los berrinches son un problema psicológico que deben ser tratados en psicoterapia”. Sin lugar a dudas, las regulaciones verbales permiten una interacción organizada entre las personas y el contexto verbal. Sin embargo, el potencial creativo y organizacional de los marcos relacionales muestra en múltiples circunstancias su contracara dolorosa: una interfase directa con la rigidez y el sufrimiento humano (Torneke, 2010).

todo contexto integra estímulos que suscitan en el ser humano la capacidad de aprender relaciones entre los mismos

Para analizar en detalle este fenómeno, a continuación distinguiremos los tres tipos de reglas verbales que inciden en el gobierno de las conductas humanas (Luciano y Wilson, 2002):

Reglas Pliance: son regulaciones verbales que especifican conductas cuya ejecución es reforzada por la comunidad lingüística. “Un buen padre no debe enojarse con sus hijos”. “Los hijos sanos son obedientes”.

Trackings: Son regulaciones verbales  que especifican conductas dirigidas a la consecución de reforzadores o a la evitación de aversivos. Es decir, este tipo de conductas se mantienen, más allá de la aprobación por parte de la comunidad lingüística, por su relación funcional con los refuerzos naturales presentes en los contextos de la experiencia. “A un niño angustiado hay que brindarle contención para tranquilizarlo”. “Si un hijo desafía la autoridad hay que aplicarle límites para que obedezca”.

Augmentals: Son transformaciones lingüísticas en las funciones de los estímulos. Dicho en otras palabras, el augmenting es la determinación cultural de qué estímulos, en qué grado y en qué manera serán reforzantes: “la obediencia es buena”. “La tristeza es mala”. Luciano y Wilson (op. cit) destacan dos subtipos:

  • los augmentals formativos le adjudican valor apetitivo o aversivo a estímulos que en otro contexto socio-lingüístico carecerían de estas funciones: “ser sociable es bueno”.
  • los augmentals motivacionales especifican la probabilidad de que un estímulo funcione como reforzador en un contexto determinado. Es decir, aumentan arbitriamente el valor de reforzante de un evento: “los limites, tras su ejercicio constante, dan buenos resultados”.

A la vez que estas reglas permiten al ser humano predecir y gobernar relativamente sus conductas en función del contexto, su seguimiento rígido o contraproducente podría acarrearle sufrimiento psicológico.

Describiremos algunos ejemplos en este espacio:

Reglas Pliance determinadas por el grupo cultural de referencia pero insensibles a los reforzadores directos provistos por el contexto: Por ejemplo para los padres de un niño con gusto y aptitudes por otro tipo de actividades, el seguimiento rígido de la regla “a mi hijo debería  gustarle el futbol” podría afectar la sensibilidad parental respecto a otros gustos y aptitudes del pequeño.

Trackings inaplicables o pobremente definidos: “Mi hijo debería portarse bien” (es decir, efectivamente el acuerdo entre padres e hijos respecto a ciertas normativas básicas podría favorecer al bienestar familiar; sin embargo, la generalización de este tipo de reglas suele ser poco funcional y por otra parte establecer reglas sobre factores que no podemos controlar suele ser poco efectivo). “Un fuerte castigo es lo único que calma a mi hijo” (desgraciadamente este tipo de reglas suelen ser sensibles al contexto inmediato, aunque no especifican consecuencias desgraciadas a mediano plazo, como el posible daño emocional para el niño y la escasa probabilidad de que a partir de estos métodos aprenda repertorios conductuales alternativos).

Augmentals de arbitrariedad rígida o contraproducente: “el dolor emocional de un hijo es horrible” (especificación arbitraria de funciones que podría minimizar el valor de las emociones dolorosas en los procesos de aprendizaje), “Ser deportista es bueno” (nuevamente la especificación rígida de funciones podría dificultar la toma de contacto con otras características personales saludables del pequeño).

Una de las grandes potencias de este modelo teórico es que el acto del habla y del pensar son conductas que se interrelacionan y transforman en manera bi-direccional y múltiple. Así mismo, las emociones también son conceptualizadas como conductas-estímulo con capacidad de generar y de ser afectadas por relaciones y transformaciones arbitrarias. De acuerdo a Kohlenberg, Tsai & Kanter (2009): el acto de hablar, nuestras acciones, nuestras emociones, nuestras reglas y pensamientos son conductas con capacidad de establecer relaciones y transformaciones entre sí y en función del contexto y que en un análisis funcional podrían ser distinguidas como conductas clínicamente relevantes. De acuerdo a Coyne y Wilson (2004) esta perspectiva posibilitaría alternativas de estudio y abordaje flexibles en la clínica infanto juvenil. La Terapia de Aceptación y Compromiso –ACT–, aplicación clínica de la Teoría de los Marcos Relacionales, provee instrumentos útiles para el abordaje de reglas y marcos relacionales que podrían facilitar el ejercicio de una parentalidad efectiva y flexible.

Aportes prácticos al trabajo con los padres

La implementación de ACT en el trabajo con padres de niños con conductas disruptivas (Coyne, 2009) se ha investigado en especial en combinación con el programa de entrenamiento a padres de niños con conductas disruptivas llamado “Terapia basada en las Interacciones entre Padres e Hijos” –Parent Child Interaction Therapy, PCIT-  (McNeil & Hembree-Kigin, 2010) y el programa comunitario Triple P dirigido a niños y familiares en situación de riesgo (Sanders, 2008).

El formato psicoeducativo de PCIT se diferencia de otros programas similares por el énfasis otorgado a la mejoría de las relaciones padres-hijos desarrollado en un primer módulo basado en interacciones dirigidas por el niño, especialmente dedicado al juego. En la segunda parte, consistente en el trabajo sobre interacciones dirigidas por los padres, se implementa un programa de gestión comportamental basado en el condicionamiento operante.

El programa Triple P, por su parte, focaliza en asistir a los padres en el desarrollo de un entorno seguro, a responder a las necesidades de los niños en manera constructiva, a moldear en los hijos conductas orientadas a la resolución autónoma de problemas, a utilizar las habilidades parentales en manera asertiva promoviendo expectativas realistas y el desarrollo de la autoestima de los cuidadores.

En pos de trabajar la motivación y las cogniciones de las figuras parentales en los casos complejos, recientes desarrollos proponen la integración de un módulo basado en ACT (Hayes y Greco, 2008; Coyne, McHugh y Martinez, 2011) en el que se enfatizan especialmente los procesos que detallamos a continuación.

Análisis funcional de las conductas públicas y privadas

El análisis funcional de la conducta en su forma más básica fue introducido por Skinner (1953), a mediados del siglo XX en la psicología científica. Sin embargo su importancia parece haber sido subestimada en la terapia cognitivo comportamental tradicional, e inclusive en manera sorprendente en los protocolos de tratamiento que abordaban problemáticas concernientes a las interacciones entre los niños, los adolescentes y sus familias.

Tal como señalan Hopko y Hopko (1999) los tratamientos basados en la evidencia aportaron importantes avances en la diseminación de herramientas terapéuticas eficaces, pero debido a la falta de sensibilidad ideográfica respecto a los factores contextuales que inciden en los motivos de consulta, muchos usuarios no se ven beneficiados por los mismos. De acuerdo a los autores, recuperar la integración del análisis funcional en la práctica psicoterapéutica incrementa la efectividad de los procedimientos. Por ejemplo, los programas de entrenamiento a padres para la gestión de la conducta disruptiva en los niños se organizan a partir de una sucesión de etapas estandarizadas que contemplan la mejoría de las relaciones familiares y la aplicación de contingencias conductuales.

Sin embargo, si no se integra el análisis funcional, muchas veces la efectividad de los procedimientos puede verse afectada: el niño no necesariamente responde a determinada alabanza o a la otorgación de un privilegio. Considerando los antecedentes, la conducta especifica y las consecuencias activas en el ambiente, podemos entender la función del comportamiento del niño en relación al contexto y realizar intervenciones adecuadas para favorecer el desarrollo de alternativas flexibles.

Podemos ejemplificarlo de esta manera: un padre argumenta al terapeuta que la promesa de mayor tiempo de uso de la computadora no resultó eficaz para que un niño estudie. Un análisis funcional podría clarificar que la consecuencia prometida por el padre no necesariamente funcionaba como un reforzador para el niño. O más aún: que la conducta de discutir con el niño inmediatamente después de su negativa a estudiar podría operar como un refuerzo del oposicionismo que interfiriese con la función de la consecuencia prometida “tiempo de uso de la computadora”. En suma, “solo podemos saber si una consecuencia es efectivamente reforzante por sus resultados” (Torneke, 2010). Y es en este punto que la revalorización del análisis funcional realizada por los modelos terapéuticos de tercera generación ha aumentado la precisión de nuestras evaluaciones y la efectividad de nuestras intervenciones.

si no se integra el análisis funcional, muchas veces la efectividad de los procedimientos puede verse afectada

Así mismo, partir de los aportes de RFT podemos incorporar al análisis conductual clases funcionales de comportamientos que se generalizan en contextos diversos en manera relativamente independiente a las contingencias naturales. Skinner (1957) los definió como conductas gobernadas por reglas. Hayes, Barnes-Holmes y Roche (2001) analizaron el desarrollo y el funcionamiento de las reglas verbales en base a la capacidad del ser humano de relacionar y transformar arbitrariamente los estímulos. Dicho en otras palabras, en base al desarrollo de marcos relacionales, las reglas transforman las funciones de los estímulos del ambiente para que operen, más allá de sus propiedades físicas y en manera arbitraria, como antecedentes de las conductas.

De acuerdo a Coyne y Cairns (2016), integrar las conductas verbales de los padres al análisis funcional nos permite entender la incidencia del seguimiento de reglas en los comportamientos disruptivos de los niños con problemas de conducta e incluso predecir probabilísticamente el desarrollo de regulaciones verbales destructivas. Revisando la conceptualización tradicional de los patrones familiares coercitivos (Patterson, 1982) los autores consideran que las derivadas relacionales arbitrarias pueden interactuar con los patrones de aprendizaje directos. Coyne y Cairns (2016) señalan la importancia de analizar en relación a qué marcos lingüísticos los padres definen una orden: anticipando un refuerzo o un castigo. “Si no estudias no hay computadora” es un comando basado en la anticipación de un castigo. “Si estudias una hora podrás ganar tu tiempo de computadora” anticipa un reforzador y por lo tanto posibilita el moldeado de nuevos repertorios conductuales.

integrar las conductas verbales de los padres al análisis funcional nos permite entender la incidencia del seguimiento de reglas en los comportamientos disruptivos de los niños

Así mismo, la eficacia de las consecuencias podría depender no solo de las propiedades físicas del estimulo (su proximidad temporal, su valor apetitivo directo), sino también de las relaciones arbitrarias de comparación que el niño establece entre los reforzadores. Siguiendo con el ejemplo anterior, si un niño enmarca la relación “que mi padre me preste atención cuando discuto es mas importante que obtener el tiempo de computadora”, probablemente el reforzador prometido por el padre no tendrá la función esperada.

En esta línea de razonamiento, si los padres organizan la disciplina promoviendo en exceso el seguimiento pliance, y en especial en base a la anticipación de castigos, probablemente se genere dependencia de la aprobación social y se corra el riesgo de insensibilizar al niño respecto a las contingencias directas del entorno cuando la amenaza de castigo no este presente. Desde esta perspectiva los autores señalan la posibilidad de que al no tomar en cuenta el historial de aprendizaje de derivadas relacionales en una familia, la aplicación de un programa de refuerzos pueda no tener los resultados esperados o que inclusive pueda resultar en consecuencias paradójicas o contraproducentes (Coyne, Mc Hugh y Martinez, 2011).

Parentalidad basada en valores

Los valores son las cualidades que deseamos que tengan nuestras acciones. Constituyen la dirección para el desarrollo personal que elegimos y esta orientación opera como guía de las conductas. La acción comprometida es el proceso de llevar a cabo los comportamientos guiados por valores aceptando los eventos privados dolorosos en pos de “hacer lo que importa” (Polk y Schoendorff, 2014).

Frecuentemente los trastornos y/o problemas vinculares tienen un largo historial de desarrollo y podría llevar un tiempo antes de que los cambios en los comportamientos de los padres incidan en las conductas de los hijos. Debido a que las consecuencias de los repertorios parentales alternativos no siempre son reforzantes a corto plazo, asistir a los adultos significativos en la elucidación de los valores a partir de los cuales desean orientar la crianza suele ser productivo (Coyne, 2009). Con el tiempo las acciones comprometidas reguladas verbalmente tenderán a ser reforzadas por las consecuencias directas provistas por el contexto, tales como la mejoría de las dificultades, el incremento de la alegría compartida y una mayor armonía en el vinculo (Backen Jones et al., 2016).

Los valores son las cualidades que deseamos que tengan nuestras acciones

Una modificación de los tradicionales ejercicios de elucidación de valores (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999) orientada específicamente al trabajo con figuras parentales es la siguiente: “Imagina que es tu cumpleaños numero XX y que tu/s hijo/s, contando ya con aproximadamente 21 años de edad, dice/n tres o cuatro cosas de vos como padre/madre que te llenan de orgullo. Su/s palabras coinciden con las cualidades del tipo de padre que quisiste lograr ser. ¿Qué cosas dice/n de ti tus hijo/s en esa fiesta de cumpleaños futura?”.

Así mismo, preguntas orientadas a favorecer la toma de perspectiva (Villatte, Villatte y Hayes, 2015) podrían ser de utilidad para operacionalizar los valores en metas y conductas: “En un mundo en el que fuera posible que eligieras qué tipo de vida tendría tu hijo. ¿Que tipo de vida elegirías para el? ¿Y si pudieses ser espectadora de esa vida, que verías? “ (Coyne y Cairns, 2016).

“Imagínate que viajas en una maquina del tiempo hacia dentro de seis meses. Las dificultades con tu hijo/a han mejorado. Estas en tu hogar, dentro de seis meses. Mira a tu alrededor. ¿Qué cosas ves? ¿Qué cosas escuchas? ¿Qué están haciendo tus hijos? ¿Qué están haciendo uds? Ahora imagina que viajas en la maquina del tiempo hacia el día de mañana a la mañana. Te levantas de la cama y eliges una conducta concreta en relación a tu hijo que podría colaborar con el resultado que buscas. ¿Que conducta decides llevar a cabo?”

El trabajo con los valores de las figuras parentales favorece la aceptación de las situaciones problemáticas y los eventos privados dolorosos. Así mismo, asisten al desarrollo de augmentals y trackings efectivos, que al funcionar como antecedentes verbales de las respuestas parentales tienen el potencial de flexibilizar las conductas y mantener a largo plazo los cambios (Backen Jones et al., 2016).

Distinción Yo como contexto-Yo conceptual

Desde la óptica del contextualismo funcional, el YO es entendido como conductas verbales bajo el control de estímulos dirigidas a referir a la propia persona, sus acciones y motivaciones (Kohlenberg y Tsai, 1991). En el marco de la Terapia de Aceptación y Compromiso, la percepción de la propia identidad se suscita en la interacción entre tres modos en que los seres humanos desarrollamos la conciencia de nosotros mismos (Torneke, 2010).

El yo como contexto, que refiere a nuestra perspectiva como observadores, continua y estable a través del desarrollo vital. Se trata de las propias conductas de percibir, reaccionar y establecer relaciones entre estímulos.

El yo como proceso, que refiere a la percepción, en el aquí y ahora, de cada interacción con nuestros eventos privados. Es decir, cada recuerdo, cada pensamiento, emoción y sensación corporal ocurriendo en el propio tiempo y espacio en que lo percibimos. La Terapia de Aceptación y Compromiso y los ejercicios de meditación con conciencia plena, ejercitan esta modalidad de atención flexible para facilitar el contacto con un sentido del si mismo seguro y consistente, a partir del cual es posible observar y aceptar las experiencias internas cambiantes (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999).

El yo conceptual, constituido por la narrativa histórica de nuestra propia identidad, la coherencia y el propósito de la misma. Se integra a partir de relaciones y transformaciones que dan lugar a juicios, atribuciones, explicaciones y valoraciones. A la par que nos permiten organizar y dotar de continuidad y coherencia a nuestra experiencia, el carácter relativamente estable de los marcos relacionales que lo constituyen tiene como contracara la rigidez que tiende a insensibilizar al ser humano respecto a aspectos de su experiencia presente (Torneke, 2010).

El “ser padres” es un aspecto importante de este yo conceptual. La identidad parental esta determinada por una coherencia narrativa e histórica, una serie de valoraciones y juicios y un sentido de propósito que organizan la crianza.

Pero la parentalidad tiene un importante margen para el azar, las circunstancias críticas y el estrés (Backen Jones et al., 2016). La interacción con un hijo es una de las vivencias más maravillosas para el ser humano, pero es a su vez una de las más contradictorias y desafiantes: el pequeño cachorro que nos idolatra como modelo, que depende de nuestro afecto y nutrición para su subsistencia puede desafiarnos, escalar emocionalmente en la interacción e incluso reaccionar en manera agresiva. Aún más, es esperable que en la adolescencia, en la búsqueda de una identidad autónoma y en la interacción con otros contextos de influencia, cierta sana rebeldía, desafío y contradicción con los valores, expectativas y demás marcos lingüísticos familiares, se genere la inevitable y necesaria tensión intergeneracional (Carr, 2004; Bertolino, 2004).

 La identidad parental esta determinada por una coherencia narrativa e histórica, una serie de valoraciones y juicios y un sentido de propósito que organizan la crianza

Todos estos aspectos son lo suficientemente críticos para la parentalidad en el llamado desarrollo típico y esperable. Cuando se suscita la emergencia de un desorden psicológico complejo en la criatura, la tensión emocional y cognitiva se multiplica exponencialmente (Hayes y Greco, 2008).

El aspecto riesgoso del yo conceptual es que conduce a una sobresimplificación de la experiencia, tendiendo a favorecer la adjudicación de juicios y valoraciones sobre nosotros mismos y nuestras relaciones, interfiriendo con la autocompasión y la empatía. La toma de perspectiva a partir del yo como contexto permite a los padres moderar la injerencia de las regulaciones verbales rígidas en sus respuestas, favorece la puesta en contacto con las consecuencias directas provistas por el entorno y la observación de la situación conflictiva desde la perspectiva del niño (Backen Jones et al., 2016).

Podemos destacar tres operatorias principales para favorecer la distinción entre el yo como contexto y el yo conceptual en ACT:

Desarrollo de Marcos Relacionales útiles en la conversación terapéutica:

Villatte et al. (2016) describen a la conversación terapéutica orientada por la Teoría de los Marcos Relacionales como predominantemente basada en el desarrollo de preguntas guiadas por la curiosidad genuina y la aceptación incondicional por parte del terapeuta. Dichos cuestionamientos favorecen el desarrollo de marcos relacionales alternativos a aquellos que rigidizan las acciones de los usuarios, promoviendo conductas verbales sensibles al contexto y dotadas de coherencia funcional.

Frecuentemente los motivos de consulta se determinan en parte por reglas configuradas a partir de la coherencia social (es decir por lo que el contexto social refuerza o valora como aceptable) y/o por la coherencia esencial (es decir por las conductas lingüísticas que el usuario concibe como verdades ontológicas debido a su consistencia con los marcos relacionales con las que se vinculan). Los autores destacan la imposibilidad de “desaprender” conductas lingüísticas previas, enfatizando el desarrollo terapéutico de alternativas más flexibles y sensibles a la experiencia directa. Esta flexibilización favorece una distinción entre las historias, razones, valoraciones y juicios que constituyen los contenidos del yo respecto a un yo como contexto capaz de generar alternativas coherentes con aquello que importa y que funciona en un contexto determinado.

Con este fin se promueven en la conversación terapéutica especialmente los siguientes reenmarcados:

Causa y efecto: favorecen el desarrollo de regulaciones verbales definidas en manera mas aplicable y completa en relación a sus antecedentes y posibles consecuencias: “si siguieses utilizando solamente el castigo para calmar a tu hijo, ¿cómo piensas que reaccionaría él dentro de un año?”

Por oposición: pueden facilitar, por ejemplo, la distinción entre los repertorios orientados por la evitación del malestar inmediato y/o el seguimiento rígido socialmente coherente respecto de las acciones orientadas por valores y metas elegidas para la crianza “esta conducta, ¿te acerca o te aleja de lo que deseas para tu hijo?”, “esta reacción, ¿te sirve para aliviar tu malestar o para dirigirte a lo que te importa?”

Deícticos: favorecen la toma de perspectiva, por una parte señalando que las regulaciones verbales llevadas a cabo constituyen una posibilidad entre tantas, y por otra, favoreciendo el desarrollo de regulaciones verbales mas útiles a partir de ópticas alternativas: “¿quién está percibiendo esto que me cuentas?”, “si tu mejor amigo observase tu reacción ante el berrinche de tu hijo, ¿que te diría?”,“si viajases al futuro, ¿qué manera de enfrentar esta reacción de tu hijo te recomendarías a ti mismo?”

Jerárquicos: Facilitan el desarrollo de categorías útiles para orientar la toma de decisiones y la elección de accionares flexibles dirigidos hacia metas preferidas por el usuario: “¿es esta otra ficha de la partida de tus pensamientos?”, “¿es este otro de tus anzuelos?”, “¿se tratan estas reacciones de conductas que te conducen a lo que deseas para tu hijo?”.

En suma, desde esta propuesta, el objetivo del dialogo terapéutico con los cuidadores es el desarrollo de relaciones y transformaciones entre estímulos, más útiles para enriquecer el vinculo padres-hijos y favorecer una flexibilización del repertorio de habilidades parentales en manera coherente y sensible respecto al contexto.

Metáforas y ejercicios experienciales:

Los enmarcados analógicos (Villate et al., 2016) tienden a superar las paradojas inherentes al lenguaje y facilitan el potente desarrollo de marcos relacionales alternativos debido a su contacto mas directo con la experiencia directa de los usuarios. Tal como señalan Hayes, Strosahl y Wilson (1999) la oposición entre el yo-contexto y el yo-contenido es una distinción que trasciende lo meramente intelectual y que ha de ser ejercitada continuamente en terapia. Diversas metáforas y ejercicios experienciales son de suma utilidad en este proceso. En “Las piezas de ajedrez y el tablero” se traza una analogía entre las piezas de ajedrez y los pensamientos y emociones en continua lucha, con participaciones y movimientos cambiantes. Algunas salen de la partida. Otras siguen en juego. El Yo que observa y experimenta a lo largo de la vida es el tablero-contexto de múltiples partidas. Las piezas y los movimientos, es decir los contenidos, pueden cambiar y ser específicos a cada situación. El tablero-contexto, es decir la persona, es aquello constante, diferenciado y que trasciende los pensamientos y emociones que experimenta.

En el ejercicio “Saca tu mente a caminar” se le solicita al paciente que recorra el consultorio realizando diversas acciones guiado por su curiosidad y sus decisiones personales. Se le advierte que el propio terapeuta lo va a seguir y le va a hablar al oído. Se lo invita a que, a pesar de oír al terapeuta, no intente evitar, luchar o controlar su voz, sino que siga recorriendo e investigando los lugares que desea más allá de las prohibiciones, temores o predicciones negativas que el terapeuta exprese durante la actividad. A posteriori se traza una analogía entre, por una parte, el recorrido preferido por el paciente y su yo que experimenta. Por la otra entre los dichos del terapeuta y los eventos privados respecto a los cuales el paciente puede establecer distancia en su vida cotidiana.

Meditación con Conciencia Plena (Mindfulness) y Defusión:

En sintonía con otros modelos conductuales de tercera generación, se evita la discusión y regulación de las experiencias internas para favorecer procesos de observación distanciada y toma de perspectiva (Hayes y Greco, 2008). El Mindfulness consiste en una serie de prácticas de Meditación en los que se desarrollan la atención, observación y descripción respecto a los eventos privados, despojándose de juicios y valoraciones (Kabat-Zinn,1991). La palabra Defusión es un neologismo creado por Hayes, Strosahl & Wilson (1999) para nominar una serie de habilidades orientadas a reducir la potencia del lenguaje en la regulación de las conductas. Al implementarlas, la persona tiende a observar los pensamientos que generan malestar en manera reificada y en un contexto no amenazante (ejemplo: que el pensamiento atemorizante lo este diciendo un personaje infantil). Asociados al mismo principio se encuentran los ejercicios de desliteralización, donde la palabra principal que integra determinado pensamiento asociado al malestar se repite constantemente o en manera deformada.

El objetivo de estas prácticas es, por una parte, ejercitar la distinción entre la persona y sus pensamientos, y por otra favorecer procesos de observación distanciada de las derivadas relacionales que nos afectan, de la manera en que RFT las conceptualiza: como resultados arbitrarios y funcionales a contextos particulares de aprendizaje socio- lingüístico.

 se evita la discusión y regulación de las experiencias internas para favorecer procesos de observación distanciada y toma de perspectiva

Es por eso que diversas formas de parentalidad conciente o mindful parenting están mostrando en los estudios su utilidad, ya sea como componente eficaz en los tratamientos de diversos trastornos infanto juveniles, como formas de moderar el impacto psicológico en los padres respecto a múltiples dificultades posibles en la crianza o como herramientas para la prevención y la promoción de una parentalidad flexible (Hayes y Greco, 2008; Mandil y Borgialli, 2010; Backen Jones et al., 2016).

Estas prácticas de toma de perspectiva permiten ejercitar una y otra vez la distinción entre el ir-siendo padres como participantes con conciencia plena de la experiencia y el yo conceptual de los padres, replicado una y otra vez a partir de comportamientos gobernados por reglas. Aceptar al joven y cada evento de la crianza tal como es, más allá de las expectativas, preconceptos y valoraciones es el desafío cuyo afrontamiento favorece esta distinción práctica y experiencial. Y naturalmente, a medida que se ejercita esta distinción, nuevas posibilidades para el accionar flexible y útil respecto a  contextos cambiantes pueden desarrollarse (Coyne, 2009).

Hallazgos de la investigación

Coyne y Wilson (2004) reportan los resultados de un estudio de caso único en el que se ha implementado ACT en combinación con la Terapia basada en la las Interacciones entre Padres e Hijos (PCIT), dirigida a un niño de 6 años que presentaba agresión severa y oposicionismo. Estas dificultades determinaron la suspensión de sus actividades escolares, e intervenciones terapéuticas anteriores basadas en programas de entrenamiento a padres tradicionales no habían dado resultado. Los componentes de ACT fueron utilizados para reducir las barreras psicológicas que dificultaban la adquisición de habilidades parentales. Por ejemplo, los ejercicios basados en mindfulness y defusión fueron incorporados en manera combinada con las estrategias de extinción de los comportamientos disruptivos del niño. El tratamiento se llevo a cabo durante tres meses. A su término y al año de seguimiento se registró una disminución en los niveles de agresividad y oposicionismo. Así mismo, se registró una mejoría en la implementación de habilidades de gestión comportamental por parte de la madre y de acciones orientadas hacia sus metas y valores personales. Adicionalmente, la madre reporto una mejoría en el vínculo con su hijo y una mejoría en su percepción de autoeficacia.

Un estudio controlado y aleatorizado ha probado los efectos aditivos de ACT en combinación con un programa de entrenamiento a padres (Wittingham et al., 2014). 67 familias cuyos hijos sufrían parálisis cerebral han sido asignados en manera aleatoria a tres grupos: una lista de espera, un grupo que recibió el programa Triple P Stepping Stones de entrenamiento en habilidades parentales y un grupo que recibió triple P en combinación con una intervención breve de 4 horas basada en ACT dirigida a los padres. Las familias que recibieron triple P mostraron mejorías en los problemas de conducta y los síntomas emocionales de los niños afectados en comparación al grupo control. Las familias que recibieron la intervención parental basada en ACT en combinación con el programa Triple P registraron una reducción en los problemas de conducta y la  hiperactividad de los niños, así como una mayor asertividad en la puesta de límites y menos quejas por parte de los padres.

Las familias que recibieron triple P mostraron mejorías en los problemas de conducta y los síntomas emocionales

Así mismo, Backen Jones et al. (2016) reseñan diversos estudios piloto que fueron realizados con padres de niños con lesiones cerebrales y del espectro autista que presentaban conductas disruptivas, reportando reducciones del oposicionismo y la agresividad al finalizar el tratamiento. Estos resultados sugieren que el entrenamiento en habilidades parentales combinado con ACT dirigidos a las figuras parentales, presentan efectos aditivos, pero sin embargo más investigación es necesaria para llegar a conclusiones más sólidas.

Conclusiones y desarrollos pendientes

Las conductas disruptivas en niños y adolescentes se cuentan entre los motivos de consulta mas numerosos en esta franja etaria y su impacto negativo en el joven y sus contextos de referencia es considerable.

Los tratamientos tradicionales basados en la evidencia, si bien cuentan con importante soporte empírico a la fecha, aún no han logrado resolver algunos de los desafíos que constituyen el hiato entre la eficacia verificada en los contextos de investigación y la efectividad reportada en la clínica cotidiana: manutención de los logros y resultados substanciales ante la presencia de comorbilidades, conflictos familiares y/o trastornos psicopatológicos en los cuidadores.

En el abordaje de estas complejidades, la intervención combinada Terapia de Aceptación y Compromiso más Entrenamiento en Habilidades Parentales muestra prometedores resultados en investigaciones incipientes.

Nos queda señalar en este contexto que, aunque queda camino por recorrer en la corroboración de estos hallazgos en mayor cantidad de estudios rigurosos, la evidencia prometedora respecto a nuevos aportes para el tratamiento de poblaciones tan vulnerables siempre es bienvenida en un contexto de atención clínica intenso y ávido de propuestas.

Bibliografía

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La importancia de la fantasía en el desarrollo de las funciones ejecutivas de los niños

  • 06/04/2016
  • Alejandra Alonso
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Muchos niños juegan a ser sirenas, princesas, dragones, superhéroes, magos, zombies y la lista podría seguir. Seguramente verlos jugar así es muy divertido de observar y muy placentero para ellos, pero además tiene otra propiedad, ayuda al niño a mejorar sus funciones ejecutivas. Ese fue el resultado de un estudio aleatoreo controlado publicado en el Journal of Experimental Child Psychology.

La investigación consistió en sesiones de juego de 15 minutos durante 5 semanas, en las cuales un asistente de investigación guiaba a 39 niños de entre 3 y 5 años en un guión fantástico (por ejemplo, sobre ir a la luna). Pasadas las 5 semanas, los niños que participaron de esta actividad mostraron mejoras en su habilidad para memorizar dígitos (un test clásico de memoria de trabajo) comparados con 32 niños de las mismas edades que participaron de condiciones estándar de juego (cantando y pasándose la pelota).

El grupo intervenido también mostró mayor desempeño en una tarea que involucra prestar atención y cambiar, como por ejemplo cambiar de clasificar bloques por color a hacerlo por formas.

Aunque ya hay estudios que estudiaron la relación entre los juegos de fantasía y las funciones ejecutivas, ninguno ha explorado la causalidad y la direccionalidad de dicha relación. Los juegos de pretensión involucran la adopción de ciertos guiones mentales (soy un dragón y debería mover mis brazos como si fueran alas) que no podrían utilizarse en la vida real, lo que significa que el sujeto debe adoptar selectivamente y cambiar de guiones y normas estándar de conducta. Basados en evidencias pasadas, la autora principal Rachel Thibodeau y sus colegas, sospechaban que es el elemento fantástico del juego de pretensión el responsable de poner en marcha el desarrollo de las funciones ejecutivas.

La interpretación de los investigadores se vio apoyada en un análisis de seguimiento que codificó los estilos de juego que cada niño mostró durante las 25 sesiones: a los niños cuyos juegos eran más fantásticos, les fue mejor en las tareas relacionadas con la memoria de trabajo. También se observó que un mayor compromiso en general con el juego de pretensiones se asociaba con dos resultados: mayores mejoras en las funciones ejecutivas y creencias más firmes en entidades fantásticas como el ratón Perez o el Hada de los Dientes.

En el estudio también hubo un grupo de niños que no participó de ningún juego y simplemente siguió su lección. Al comparar a este grupo con el que practicaba juegos de fantasía, no se encontraron diferencias significativas. Sus puntajes en los tests de funciones ejecutivas se ubicaban entre los dos primeros grupos, que sí jugaron. Esto quiere decir que les fue mejor que a los que jugaron en condiciones estándar.

En el futuro tal vez hayan investigaciones que clarifiquen esta situación entre el juego de pretensiones y fantasía y el no jugar en absoluto. Por ahora, la conclusión del estudio es que el juego de pretensión le da al niño la posibilidad de ejercitar su imaginación y eso lo hace más valioso que los juegos rutinarios y dirigidos.

Fuente: Research Digest

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué reímos? (Vídeo) 

  • 05/04/2016
  • David Aparicio

Amo las conferencias de TED. Con sus videos estoy seguro de que algo nuevo, interesante y divertido aprenderé. TED es el vivo ejemplo de lo que los científicos y pensadores pueden lograr con una herramienta tan poderosa como la Internet.

En esta ocasión te quiero compartir una de mis conferencias favoritas. La divertida y carismática neurocientifica cognitivas Sophie Scott, ha estudiado durante años el lenguaje y la conducta verbal, y en esta ocasión nos comparte datos muy interesantes sobre la neurobiología y la función social de la risa:

  • Los humanos no son los únicos biológicamente capaces de reír. Diversos estudios han demostrado que cientos de mamíferos, como las ratas  lo hacen también.
  • Somos 30 veces más propensos a reír cuando estamos en compañía que si estamos solos.
  • Nos reímos para demostrar que entendemos a las otras personas y que somos parte del grupo.
  • Somos muy buenos para detectar una risa real de una forzada.
  • Existen dos tipos de risa: la risa involuntaria e inevitable y la risa educada que se usamos para comunicarnos.

La conferencia dura 17 minutos y te reto a no reírte. ¡Imposible!

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Marcador cerebral que explicaría la pérdida de memoria en las personas con esquizofrenia

  • 05/04/2016
  • David Aparicio

Las alucinaciones y delirios no son los únicos síntomas de la esquizofrenia. Las deficiencias cognitivas, relacionadas con la memoria a corto y largo plazo afectan profundamente la capacidad de mantener un trabajo estable y relaciones sociales en estas personas.

Los neurocientíficos han hipotetizado que los problemas de memoria experimentados por las personas con esquizofrenia se deben a disrupciones en la corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC, por sus siglas en inglés), un área importante en el procesamiento de la memoria de trabajo. Pero estudios previos no han logrado establecer datos concretos sobre ello.

Una nueva investigación de la revista Biological Psychiatry, desarrollada por científicos del Centro Médico de la Universidad de Columbia y el Instituto Psiquiatrico de Nueva York, sugiere haber encontrado la primera evidencia.

Los autores del estudio explican que las investigaciones anteriores no lograron establecer un vínculo entre el DLPFC y los problemas de memoria en los pacientes con esquizofrenia porque los ejercicios cognitivos a los que los sometían eran muy fáciles y no exigían mucho esfuerzo mental. Así que en la nueva investigación cambiaron las cosas.
Los cientificos prepararon una serie de tests congnitivos de 8 niveles de dificultad y se los presentaron a 45 adultos sanos y 51 adultos con esquizofrenia (21 de ellos no tomaba medicación antipsicótica), mientras se les tomaban imágenes cerebrales con la Resonancia Magnética Funcional.

Los resultados confirmaron la hipótesis: los sujetos sanos tuvieron un incremento de la actividad cerebral del DLFPC, seguida de una disminución a medida que el test se hacía más complejo. Pero en aquellos sujetos con esquizofrenia, medicados y no medicados, se encontró que tenían una respuesta cerebral mucho más debil, especialmente en las partes más complicadas de las pruebas de memoria.

“Nuestros hallazgos proveen la evidencia de que la DLPFC, está comprometida en los pacientes con esquizofrenia”, dijo el Dr. Van Snellenberg, coautor del estudio.

Al conocer qué áreas están afectadas, se podrán empezar a desarrollar tratamientos que ofrezca la ayuda que tanto necesitan estas personas y que hoy es imposible de dar.

Puedes leer la investigación completa aquí.

Fuente: Psypost

  • Salud Mental y Tratamientos

¿Por qué deben interesarse los psicoterapeutas en la investigación?

  • 05/04/2016
  • Javier Fernandez Alvarez

La pregunta en torno a por qué los psicoterapeutas deben interesarse por la investigación pareciera ser, al menos intuitivamente, una pregunta que para muchos puede tener una respuesta obvia: la investigación permite saber qué funciona y cómo lo hace, lo cual habilita acceder a un conocimiento que, con una apropiada aplicación, puede maximizar la eficiencia de los resultados que se obtienen en la práctica clínica.

En tanto se conciba a la psicoterapia como una aplicación que reúne aspectos relacionales y técnicos en un dispositivo ideográfico derivado de conocimientos de múltiples disciplinas (principalmente científicas y puntualmente la psicología), la respuesta pareciera ser precisa y permitiría agotar el debate acerca de por qué los terapeutas necesitan de la investigación. Sin embargo, nada que aparenta ser simple puede presumir carecer de complejidad. En este caso, hay tres razones que funcionan como argumentos para pensar que la respuesta que se ofrece al comienzo es incompleta. Dos razones se apoyan en consecuencias fácticas, mientras que la restante es de carácter conceptual.

En primer lugar, no es posible afirmar que todos los terapeutas conciban a la psicoterapia como una amalgama de ciencia y arte. Indudablemente uno de los aspectos determinantes se vincula con el tipo de formación que reciben los clínicos. Eso lleva a que, necesariamente, las diferencias entre distintos países del mundo sean francamente notorias. La Argentina, por caso, país en el que no se requiere ninguna formación complementaria al grado para ejercer como psicólogo clínico, presenta un caso extremo de cómo la psicología puede ser entendida casi exclusivamente como profesión sin una apoyatura científica que advenga en una aplicación justificada en principios racionales (Klappenbach, 2000; Vilanova, 2003).

Segundo, un elemento metodológico-conceptual acerca de la investigación aplicada en general, con un correlato específico en la psicoterapia: la investigación, si es realizada de manera aislada de los contextos naturales, supone que los investigadores producen y poseen el conocimiento y son los clínicos quienes deben encargarse de utilizar las herramientas que se produjeron en centros de investigación y laboratorios (Castonguay, Barkham, Lutz & McAleavy, 2013).

Por último, en consecuencia, diversos estudios muestran que más allá de la conceptualización de la psicoterapia como una práctica informada en bases científicos, los clínicos son más propensos a apoyarse en la intuición y en la experiencia clínica, que en modelos de intervención basados tanto en un modelo teórico como en resultados empíricos. Es decir, en la investigación (Baker, McFall & Shoham., 2008; Gyani, Shafran, Myles & Rose, 2014; Lilienfeld, Lohr & Travis, 2015).

Desde hace un tiempo prolongado que este problema es palmario, y diversas estrategias se han llevado a cabo para que la práctica clínica estuviera basada en investigación. Ejemplos paradigmáticos de esto: las guías clínicas desarrollando lineamientos generales de tratamiento con actualizaciones continuas (NICE), los inventarios de tratamientos que funcionan (Nathan & Gorman, 2007; Roth & Fonagy, 2005; Weisz & Kazdin, 2010) o las Task Forces sobre Psicología Basada en la Evidencia de la Asociación Americana de Psicología (2006) y de la Asociación Canadiense de Psicología (2011). La concepción que guía este tipo de evidencia para contribuir a que la práctica esté efectivamente basada en la evidencia, se fundamenta en la posibilidad de generar pruebas de efectividad y no limitarse a la eficacia que muestra la funcionalidad de una intervención, una terapia o algún modo relacional a partir de estudios controlados. Sin dudas todavía es posible avanzar mucho en esta dirección; revisiones como las realizadas por Hunsley, Elliott y Therrien (2013), son muestra de la escasez de estudios de efectividad en comparación a la proliferación de estudios de eficacia.

Ahora bien, tanto estudios de eficacia como de efectividad esconden una concepción metodológica que suponen una unidireccionalidad en la producción de conocimiento: de investigadores a clínicos. En este sentido siempre se ha problematizado la brecha entre la investigación y la práctica como una mera falta de capacidad traslativa del conocimiento. El sistema académico peca de endogamia a través del sistema de publicaciones en libros de difícil acceso a los clínicos, revistas muy especializadas con lenguaje técnico también espinoso para los clínicos y congresos en los que por lo general sólo discuten entre investigadores. En un estudio realizado en Canadá sobre una muestra de más de 1000 clínicos, se encontró que aquellos temas de mayor interés por parte de los clínicos para que fuesen investigados por parte de los investigadores, son relativamente homogéneos a los temas que están precisamente más investigados (Tasca et al., 2015). En la misma dirección, Fitzpatrick y Ionita (2014) han dado muestras de evidencia de la falta de familiaridad de los clínicos en relación a monitoreos de progreso. Este dato es sensiblemente problemático, dado que el monitoreo y su posterior devolución (“feedback”) constituye un elemento que muestra ser enormemente beneficioso, en particular para mejorar las tasas de abandono y fracaso terapéutico (Boswell, 2015; Lutz, De Jong & Rebel, 2015; Lambert & Shimokawa, 2011).

De todas maneras, la disociación entre lo que se investiga y lo que se hace implica algo más que la posibilidad de mejorar los mecanismos de comunicación, necesitándose primordialmente una reconceptualización profunda a nivel epistemológico, metodológico y también político (Castonguay et al., 2013).

¿Qué más se debe hacer?

La Investigación Basada en la Evidencia, entendida como el paradigma tradicional en psicoterapia, ha permitido (y seguirá permitiendo) producir significativos avances en el campo de la psicoterapia, particularmente para determinar resultados de eficacia y efectividad aunque también para conocer una miríada de precisiones de aspectos relacionales y extraterapéuticos (Castonguay, 2013). Mientras que este enfoque robustece la validez interna de los resultados que se obtienen, tanto de aspectos técnicos como inespecíficos, presenta serias dificultades de base para contar con la validez externa que se requiere para tomar efectivamente decisiones en la práctica clínica (Castonguay, Youn, Xiao, Muran & Barber, 2015).

Como alternativa, se viene desarrollando desde hace algunos años un paradigma de investigación que se ha denominado Investigación Orientada a la Práctica (POR por sus siglas en inglés), complementario y no excluyente de la Investigación Basada en la Evidencia. El elemento principal que define el abordaje POR consiste en concebir la producción de conocimiento a partir del trabajo colaborativo entre clínicos e investigadores (Castonguay et al., 2013).

Las tres corrientes más trabajadas en el nuevo paradigma denominado Investigación Orientada a la Práctica (POR por sus siglas en inglés) son: la Investigación Focalizada en el Paciente (PFR) (Howard, Moras, Brill, Martinovich & Lutz., 1996; Lutz et al., 2015), la Evidencia Basada en la Práctica (EBP) (Castonguay & Muran, 2015) y las Redes para Investigación y la Práctica (PRN) (McAleavey, Lockard, Castonguay, Hayes & Locke, 2015). El enfoque POR se caracteriza por ser implementado como parte de la rutina clínica, así como por favorecer la participación de clínicos en la toma de decisiones, el diseño, la implementación y la diseminación de la investigación (Castonguay et al., 2015)

Retomando nuevamente la frase inicial, que presumía ser una respuesta fácil y contundente, se vuelve verdaderamente consistente si se la contempla desde una mirada complementaria entre la Investigación Basada en la Evidencia y la Investigación Orientada a la Práctica. De esta manera, se sobreentienden dos aspectos fundamentales: por un lado que la producción científica adviene en conocimiento clínicamente significativo por haber sido diseñado y conducido colaborativamente entre clínicos e investigadores; por otro lado, y como consecuencia, se puede esperar que los clínicos efectivamente tengan la capacidad de aplicar el conocimiento producido.

¿Cómo introducir a los psicoterapeutas en la investigación?

A pesar de que el sistema de formación y de producción científica no funciona de modo facilitador para que los clínicos logren aprehender la importancia de informar la práctica en un fundamento científico, y precisamente se plantea una perspectiva alternativa basada en el trabajo colaborativo, los clínicos no deben por eso perder de vista que el apoyo en la investigación tiene un propósito no sólo práctico sino también ético (Dobson & Beshai, 2013). Muchas asociaciones de Psicología y colegios profesionales destacan entre sus principios, el desarrollo en investigación como principio rector de la práctica profesional (APA, 2002; COP). Es decir, a pesar de que el mejoramiento de los mecanismos de producción y traslación de conocimiento es indiscutiblemente necesario, los clínicos deben encontrar modos para sortear las dificultades y maximizar sus posibilidades como medio ineludible para lograr el bienestar de los pacientes que atienden.

En ese sentido, la supervisión ha mostrado ser una herramienta fundamental para acercar la investigación a los clínicos. Estudios previos han mostrado que la supervisión es el factor en el que los clínicos se apoyan más a la hora de tomar decisiones clínicas, junto a la intuición y la experiencia (Gyani, Shafran, Rose & Lee, 2015; Hershenberg, Drabick & Vivian, 2012). Queda claro que la intuición y la experiencia no son aspectos sobre los que se pueda trabajar en pos de incrementar el compromiso y posterior uso de la investigación en la toma de decisiones de los clínicos, pero el hecho de supervisar puede permitir conjugar la experiencia clínica de los terapeutas que forman parte de las sesiones clínicas en el marco de un incentivo común de aplicar el mejor conocimiento informado posible proveniente de la investigación. La supervisión constituye, apelando a su uso genérico por fuera de la psicoterapia, un proceso de control de calidad (Fernández Alvarez, 2015), y garantizar la máxima calidad en la toma de decisiones en psicoterapia incluye necesariamente una base teórica y empírica sólida.

Dentro de las estrategias POR, uno de los mecanismos que ha mostrado mayor capacidad de generar trabajo colaborativo entre investigadores y clínicos son las denominadas Redes de Investigación-Práctica (PRN). Este tipo de iniciativa ha sido implementada en diversos lugares del mundo con muy buenos resultados (Castonguay, Pincus & McAleavey 2015; Castonguay, Youn, Xiao, Muran & Barber, 2015; West et al., 2015; McAleavey et al., 2015).

La característica esencial de las PRN es lograr generar una instancia de trabajo en la que investigadores y clínicos estén al mismo nivel, intentando apuntar a objetivos tales como identificar conjuntamente los aspectos clínicamente más relevantes para ser investigados, lograr que los estudios sean diseñados para que tengan la mayor viabilidad y éxito a la hora de tomar muestras clínicas y por supuesto facilitando la diseminación de los hallazgos (West et al., 2015).

Hay ejemplos desde hace más de dos décadas en los Estados Unidos a través de la APIRE (West et al., 2015), pero en los últimos años se está promoviendo la creación de nuevas redes, así como sistematizando los beneficios en centros clínicos en los que ya existía un espíritu integrador entre la práctica clínica y la investigación (Castonguay & Muran, 2015). En este sentido, todavía son grandes los esfuerzos que quedan por realizar, tanto para desarrollar nuevas redes como profundizar el alcance y la actividad de las existentes. Asimismo, será necesario mostrar a través de una mayor producción de evidencia empírica los beneficios que puede traer un tipo de implementación POR (en cualquiera de sus formas) para acortar la brecha existente entre la investigación y la práctica clínica.

En definitiva, los clínicos deben interesarse por la investigación como un modo tanto práctico como ético de maximizar las posibilidades a la hora de tomar cualquier decisión en el ámbito clínico. Queda claro que los mecanismos de funcionamiento del sistema académico, tanto para la formación como para la producción científica, se encuentra muy desligada de la actividad profesional. Sin embargo, se muestran algunas estrategias a través de las cuales los clínicos pueden desarrollar una actividad científicamente informada, tanto como la ideografía situacional lo permita.

Artículo recomendado: Buscando evidencia de que la psicoterapia funciona

Referencias bibliográficas

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

«Educamos a los niños para vivir en Disney y después se encuentran con The Walking Dead» – ABC

  • 04/04/2016
  • David Aparicio

Muy interesante entrevista de ABC Familia a Pedro Gª Aguado y Francisco Castaño, autores del libro «Aprender a Educar», sobre los problemas en la educación y crianza de hoy en día.

Algunos de los puntos más importantes de la entrevista:

Sobre el exceso de explicaciones a la hora de decirle ¨No¨a los niños:

—P.G.A: Es verdad que nuestros padres no tenían que justificar un no, y ahora se explica todo. Pero el NO tiene explicaciones limitadas porque… ¿qué quieres explicarle a un niño que quiere meter los dedos en un enchufe? ¿El funcionamiento de la corriente alterna? Sencillamente debes decirle: «No metas los dedos en el enchufe que te va a doler». Punto.

Los padres de hoy quieren evitar los errores que sus padres cometieron con ellos, pero a la vez se vuelven sobreprotectores y permisivos:

—P.G.A: Lo que nosotros vemos en consulta son padres que tienden a la sobreprotección, a la ausencia de normas y límites, o a la falta de consecuencias marcadas si lo anterior se incumple… ¿El origen dónde está? En la creencia de los padres de que sus hijos se van a romper. No quieren que sus hijos se frustren o sufran.

F.C.M: No quieren que sufran lo que sus padres sufrieron. Se ve que nosotros sufrimos mucho… (Ríe). Piensan «pobrecito mi niño, que no le falte de nada. Y en vez de cariño le dan todo lo material que pide, y al instante». Pero ojo, que decirle que NO a tu hijo no significa no quererle… Más bien al contrario, es quererle de forma responsable.

Sobre la falta de normas clara en la casa:

—F.C.M.: Sí. Y las normas tienen que ponerse. En casa, como en la carretera, la convivencia solo es posible si se tienen en cuenta una serie de normas. Pocas y claras, hemos de ser muy concisos al ponerlas. Como dejemos un hueco, una fisura por la que ellos puedan meterse… malo. Es muy importante que ellos tengan claro que va a pasar. Por ejemplo: Un día sin móvil es un día sin móvil. No es dárselo cinco minutos por la tarde para que vea los deberes por WhatsApp.

La erronea interpretación de que con los limites se les quita la libertad a los hijos:

—Junto con el concepto de norma citan también el del límite. ¿Es que nos da miedo poner límites?

—F.C.M.: Hay quien se confunde. Si la norma estipula que nuestro hijo jugará con la tablet los sábados por la tarde, siempre y cuando estemos en casa y haya hecho los deberes, los límites indicarán el tiempo: dos horas como máximo. La idea de límite no tiene que darnos miedo. Con ella no estamos coartando la libertad de nuestros hijos, sino que los estamos acostumbrando a ceñirse a un mínimo de reglas familiares, sociales (y legales, económicas, etc.) que, al fin y al cabo, rigen en nuestra sociedad. El límite no consiste en cortar las alas a nadie, sino en hacer a nuestros hijos capaces de saber quienes son y dónde están, así como qué pueden y qué no pueden hacer. Cuando los niños conocen las normas del juego, participan mucho mejor y se sienten menos tranquilos.

El contrato de conducta, un valioso recurso para usar en la casa:

—P.G.A.: Un contrato de estas características es una forma muy visual de establecer las normas, y ayuda a conservarlas frescas en la memoria. También ayuda a que las entiendan. En cualquier caso yo aconsejo a los padres preguntar a los niños: ¿Para tí en tu cabecita qué significa esto?

F.C.M.: De esta forma, cuando tu hijo te busque las vueltas con el «es que tu me dijiste», «es que tú me explicaste»… puedes responder: «es que está escrito. ¿Lo entiendes?» Seguro que lo entiende, aunque no le guste. Todos tenemos que hacer unas cinco cosas al día que no nos gustan. Esto hay que aprenderlo. Lo que ocurre es que educamos a nuestros hijos para Disney World y cuando llegan a la vida real se encuentran con The Walking Dead. Es terrible, pero tú le has enseñado que si quería esto lo tenía. Y de pronto la vida no funciona así.

La entrevista es súper recomendable para todos aquellos que tienen o trabajan con niños.

Lee la entrevista completa en ABC Familia.

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