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Publicaciones por mes

julio 2018

45 Publicaciones
  • Salud Mental y Tratamientos

Estos son los psicoterapeutas más propensos al síndrome del burnout

  • David Aparicio
  • 16/07/2018

Estar en consulta psicoterapéutica es un trabajo sumamente demandante, especialmente por la carga que lleva consigo atender a personas que necesitan de contención emocional y apoyo para aprender a gestionar sus emociones. No es por nada que los psicoterapeutas están entre una de las profesiones con mayor riesgo de sufrir del síndrome de burnout. Lo que nos lleva a preguntarnos si todos ellos tienen el mismo riesgo de sufrirlo y, en caso contrario, qué factores los protegen o incrementan dicho riesgo.

Las investigadoras australianas Gabrielle Simionato y Susan Simpson de la Universidad del Sur de Australia publicaron una muy valiosa investigación en la ya conocida revista científica Journal of Clinical Psychology, en la que revisaron 40 artículos de investigación publicados en diferentes bases de datos científicas y que incluía a casi 9,000 psicoterapeutas de diferentes partes del mundo.

los psicoterapeutas con menos experiencia y con menos confianza subjetiva en su habilidad profesionales eran los que más alto puntuaron en la escala de burnout.

Según sus análisis el promedio de los psicoterapeutas reportó niveles bajos y moderados de estrés laboral y un poco más de la mitad reportó sufrir de burnout de nivel moderado a alto. El factor más prevalente de este síndrome fue el agotamiento emocional – agotamiento físico y de la fatiga emocional. También se encontró en menor medida — pero aun significativo — niveles moderados de despersonalización y bajo sentido de logro personal.

Sobre las características personales, se encontró que los psicoterapeutas con menos experiencia y con menos confianza subjetiva en su habilidad profesionales eran los que más alto puntuaron en la escala de burnout. Relacionado con el género, los datos fueron un poco contradictorios: en cinco estudios se identificó que las mujeres eran más propensas al burnout, pero otros tres estudios apuntaron a que en realidad eran los varones los más propensos. Pero por otro lado otros seis estudios no encontraron una relación directa entre el género y el burnout.

Los limites personales entre psicoterapeuta y consultante es un factor protector efectivo para reducir el riesgo de burnout

En cuanto a los factores protectores, el estudio sostiene que los limites personales entre psicoterapeuta y consultante es un factor protector efectivo para reducir el riesgo de burnout. Otro factor también valioso fue que los psicoterapeutas que más sufrían de burnout eran los que no usaban el humor para afrontar las situaciones difíciles dentro de la consulta. Sin embargo, las autoras aclaran que la “falta de humor” puede ser un resultado del burnout y en vez de su causa.

Relacionado con los factores de personalidad el estudio sostiene que los terapeutas que son más perfeccionistas, los que puntúan más alto en la escala de neuroticismo y los menos extrovertidos suelen sufrir más de este síndrome. Una posible explicación es que los terapeutas con baja extroversión podrían tener o buscar menos apoyo social para afrontar la carga emocional de su trabajo.

Todos estos datos les permitieron a las autoras preparar una serie de recomendaciones especificas de prevención:

  1. El terapeuta debe mantener límites sanos con sus consultantes.
  2. Los terapeutas deben buscar apoyo y utilizar el humor como recurso.
  3. El mindfulness puede ser un recurso valioso para los para ayudar a los terapeutas a reducir la rumiación del pensamiento y para sopesar expectativas realistas.
  4. Los supervisores deben estar atentos y guiarnos a los terapeutas más jóvenes que todavía no confían mucho en sus habilidades porque suelen saturarse de trabajo.

Referencia del estudio: Simionato GK, Simpson S. Personal risk factors associated with burnout among psychotherapists: A systematic review of the literature. J Clin Psychol. 2018;1–26. https://doi.org/10.1002/jclp.22615

Fuente: BPS

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  • Salud Mental y Tratamientos

La intervención educativa que mejora la integración de los estudiantes con autismo

  • David Aparicio
  • 16/07/2018

La Universidad de Florida State en conjunto con la Universidad Emory, desarrollaron una novedosa intervención estratégica para facilitar la integración de niños con autismo en el aula tradicional y al mismo tiempo reducir la pesada carga económica que puede representar la compañía de un maestro integrador o maestro sombra como se conoce aun algunos países.

La intervención fue especialmente diseñada para tratar los desafíos más representativos del trastorno del espectro autista, que se presentan en el acrónimo SCERTS: SC (comunicación social), ER (Regulación emocional y TS, apoyo transacional.

El estudio publicado en el Journal of Consulting and Clinical Psychology, aplicó el programa en 60 escuelas en 10 distritos diferentes en Estados Unidos. Luego se separaron las escuelas en pares. Los maestros de una escuela recibían el entrenamiento tradicional sobre el autismo, denominado ATM (autism training module) que consiste en proveer a los maestros con videos explicativos sobre el autismo. La otra escuela recibió el entrenamiento en SCERTS y que consistió en tres días de entrenamiento, acceso a materiales extra sobre cómo intervenir con niños con autismo, recomendaciones individualizadas para cada maestro, y lo mejor de todo, videos de los propios maestros en el aula para que pudieran observar como intervenían.

Al comparar los resultados de los dos programas, los investigadores encontraron que las escuelas que recibieron el programa SCERTS demostraron mejores resultados que el programa tradicional, especialmente en el compromiso activo de los estudiantes con autismo, la interacción social, comunicación adaptativa, habilidades sociales función ejecutiva.

Las autoras del estudio sostienen que grabar a los maestros para que pudieran observar y evaluar su propio desempeño fue la parte más complicada de la intervención, pero sumamente necesaria para que los maestros pudieran observar los cambios que habían logrado en el aula.

Este estudio representa un logro muy importante que representa un nuevo camino de intervención para los maestros y familiares que quieren ayudar los niños con autismo, pero que no saben como hacerlo efectivamente.

Referencia del estudio original: 1. Lindee Morgan, Jessica L. Hooker, Nicole Sparapani, Vanessa P. Reinhardt, Chris Schatschneider, Amy M. Wetherby. Cluster randomized trial of the classroom SCERTS intervention for elementary students with autism spectrum disorder.. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 2018; 86 (7): 631 DOI: 10.1037/ccp0000314

Fuente: News FSU

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los 12 problemas que sufren las personas altamente manipuladoras

  • David G. Espinoza Avilés
  • 16/07/2018

La manipulación psicológica se puede definir como el ejercicio de una influencia indebida a través de la distorsión mental y la explotación emocional, con la intención de apoderarse del poder, el control, los beneficios y privilegios que se deseen obtener a expensas de la víctima (Nielsen, 2017). En nuestra sociedad altamente competitiva y a menudo egocéntrica, la manipulación es un fenómeno frecuente, tanto para el manipulador como para el objetivo deseado.

Michaels (2014), menciona que existen cinco categorías de manipulación psicológica:

Manipulación negativa: tiene como objetivo ganar superioridad haciendo que la víctima se sienta inferior, inadecuada, insegura y/o con dudas.

Ejemplos: Emitir juicios negativos persistentes y críticos, reprender públicamente, avergonzar o humillar, usar un humor hostil, utilizar el sarcasmo, dar sorpresas negativas, ejercer presión a los pares, exclusión social, ley del hielo, amenazas a la seguridad personal y chantajes relacionados con la intimidad.

Manipulación positiva: es aquella utilizada para sobornar emocionalmente a la víctima para ganar favores, sacrificios y/o compromisos.

Ejemplos: Halagos no sinceros, apelar a la vanidad y el ego, falsa aceptación profesional, social o romántica (pero con una trampa). Falsa proximidad profesional o social, ofrecer ayuda, apoyo o recompensas, con la expectativa de «cobrar» en reciprocidad desproporcionada. Prometer seguridad y protección después de habérselas quitado a la víctima (sin que se dé cuenta).

Engaño e intriga: su función es distorsionar la percepción de la víctima para poderla controlar de una manera más fácil.

Ejemplos: Mentir, dar excusas, culpar a la víctima por causar su propia victimización, deformar la verdad, emitir mensajes mixtos para mantener a la víctima fuera de balance, divulgar de forma estratégica o retener información privilegiada, exagerar las cosas, atenuar las circunstancias y realizar un sesgo unilateral del problema.

Impotencia estratégica: explota la buena voluntad de la víctima, su conciencia culpable, su sentido del deber y obligación o su instinto protector.

Ejemplos: hacerse pasar por alguien débil, impotente, desvalido o mártir. Usar historias tristes para ganar simpatía, apoyo o favores. Dramatizar las dificultades para obtener un trato preferencial basado en la culpa.

Hostilidad y abuso: busca dominar y controlar a la víctima a través de la agresión explícita.

Ejemplos: Bullying, hacer berrinches frenéticos, coacción, intimidación, abuso físico, abuso emocional, abuso mental, abuso sexual, abuso financiero, lavado del cerebro y restricciones opresivas.

Muchos manipuladores crónicos eventualmente pagan un alto precio y sufren retrocesos personales y/o profesionales a lo largo de sus vidas. Robertson (2015), afirma que las consecuencias negativas de la manipulación crónica pueden incluir algunas de las siguientes:

  1. Múltiples problemas de comunicación y relación efectiva debido a la falta de voluntad del manipulador para ser franco y responsable.
  2. La alienación personal y/o profesional de los demás al sentirse engañados, decepcionados, traicionados, coaccionados o saboteados.
  3. Daño a la reputación personal y/o profesional por falta de confianza y autenticidad.
  4. Pérdida de oportunidades personales y/o profesionales significativas por falta de credibilidad. En el peor de los casos, las revisiones de rendimiento en el trabajo provocan retrocesos profesionales y la degradación o la terminación del empleo.
  5. Pérdida de integridad moral con inseguridad asociada además de baja autoestima, sabiendo que en el fondo la persona es un «fraude».
  6. Desencadenar tendencias egocéntricas con incapacidad para entablar relaciones verdaderamente saludables.
  7. Disparo de tendencias pasivo-agresivas, con incapacidad para entablar relaciones verdaderamente colaborativas.
  8. Disparo de tendencias narcisistas, con incapacidad para entablar relaciones verdaderamente amorosas.
  9. Relaciones más distantes, cansadas y estresantes en general. Muchos fracasos en las diversas relaciones del manipulador.
  10. El manipulador puede experimentar angustia física, mental, emocional o espiritual debido a su propia conciencia (al sentirse culpable) y la vergüenza.
  11. El manipulador puede sentir estrés y ansiedad por tener que «cubrirse» constantemente a sí mismo, por temor a ser descubierto y eventualmente expuesto.
  12. El manipulador puede experimentar crisis morales silenciosas pero persistentes y conflictos éticos además de tener dificultades para vivir consigo mismo.

¿Puede un manipulador cambiar para mejor? Quizás. Pero solo si él o ella están dispuestos a pasar por un proceso de autodescubrimiento. Para los manipuladores conscientes, existe la oportunidad única de evolucionar hacia para mejor, lo que significa adquirir una autoconciencia astuta, llevar a cabo acciones dignas, practicar la comunicación concienzuda, ser capaz de resolver problemas de forma constructiva y ser capaz de participar en relaciones sanas y positivas.

Para aquellos que viven o trabajan con manipuladores, la observación perceptiva y la comunicación asertiva son esenciales para establecer relaciones sanas y equitativas.

Referencias bibliográficas

Michaels, T., (2014). How to Successfully Handle Narcissists. Clinical Psychology Review, 4, 657.

Nielsen, P., (2017). A Practical Guide for Manipulators to Change. PNCC.

Robertson, D., (2015). The most effective way to deal with Manipulative People. NYT, Journal.

 

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Una perspectiva psicológica del amor

  • Octavio Jiménez
  • 16/07/2018

El tema del amor está inmerso en nuestra cultura y por consecuencia en nuestra psique, lo vemos en todas partes en películas, canciones, libros, revistas, videos y recientemente en conferencias y estudios científicos. Aún así las personas sufren para sostener una experiencia de amor real que les elude. Ann Swidler (2001) intenta entender como la cultura determina nuestras expectativas acerca del amor y como a la vez conseguimos en realidad otra cosa. El problema con esto es que las personas no viven sobre una cultura única, sino diversa, con múltiples perspectivas. Existe la paradoja de que por un lado la cultura sugiere que el amor es algo perfecto e instantáneo pero al mismo tiempo promueve una necesidad constante de mejorar las relaciones amorosas.

Intentamos entender el amor porque es algo profundamente inherente a nuestra naturaleza humana y se le ha descrito como una emoción, un instinto o un constructo, con el fin de iluminar las conceptualizaciones del mismo para beneficio de las personas en el difícil propósito de encontrar la felicidad.

En este ensayo echamos un vistazo a una teoría de la psicología, que ve el amor desde una perspectiva cultural.

Psicología cultural del amor

La psicología cultural es un enfoque teórico-metodológico para estudiar la psicología humana, que intenta demostrar que la cultura y la historia determinan los estados mentales y procesos psicológicos de las personas. El postulado del cual parte la psicología cultural consiste en afirmar que la psicología humana no corresponde sólo al fundamento fisiológico de las personas, de modo que el saber no está limitado al espacio interior cerebral, sino distribuido en un contexto socio-cultural (Sampson, 2010). Desde esta perspectiva se afirma que la evolución cultural ha sustituido a la evolución biológica y logrado así eludir las constricciones selectivas de orden orgánico (Ruffié, J., en Sampson, A. 2010).

Es ese sentido, podemos afirmar, que la cultura determina en parte importante la psicología de las personas.Desde la psicología cultural, la dimensión lingüística del ser humano ocupa un lugar central, no hay psicología sino de un ser hablante (Sampson, 2010).

Por otro lado, la teoría de la epigénesis, apoya los argumentos de la psicología cultural, pues afirma que el genoma humano interactúa con el medio físico en el transcurso de su desarrollo. Esta teoría ha contribuido para superar las concepciones dicotómicas del organismo y el medio, estableciendo que los factores individuales tienen que ver con procesos de autorregulación que dependen de su adaptación al medio físico, tanto como a las interacciones interindividuales.

la cultura determina en parte importante la psicología de las personas

En esas interacciones, el lenguaje es un factor determinante. Vigotsky señala que el ámbito histórico sociocultural humano genera sistemas complejos que regulan la conducta social (Carrera y Mazzarella, 2001). Esas interacciones y sistemas que llamamos cultura, influyen para la acción y la conducta de las personas, como dice Swidler (1986), no porque les proveen los valores que dan dirección, sino porque forman el repertorio de hábitos, habilidades y estilos con los que las personas construyen estrategias de acción.

En cierta forma, la cultura precede a la acción.

Así también, la cultura se forma con símbolos de significado, como creencias, rituales, arte y ceremonias, y prácticas como el lenguaje, el chisme y las historias. A estos ensamblajes se les llama Estrategias de Acción (Swidler, 1986). Estas incorporan y dependen de los hábitos, estados de ánimo, sensibilidades y puntos de vista (Geertz, 1973, en Swidler, 1986).

Según Swidler (1986), usamos la cultura para explicar por qué diferentes grupos se comportan de forma distinta en una situación similar, y también para asumir que la cultura explica cualquier continuidad en el modo de vida de ciertos grupos en particular.

Tipos de amor desde la perspectiva cultural

Swidler (2001) concibe el amor romántico como una mitología que data de finales del siglo XI en Europa, sobre la poesía del amor cortesano, de caballeros heroicos y doncellas nobles. Ese amor romántico difiere de otras concepciones de amor al valorar la pasión como algo noble, en lugar de algo peligroso como lo veía la iglesia cristiana o la cultura greco-romana antes de ellos.

Imagen: Wikimedia

Pero el siglo XVII cambió las cosas para esa noción de amor romántico, haciendo posible que esa pasión peligrosa floreciera en el noble arreglo del matrimonio (Swidler, 2001).

Esa cultura de amor romántico persiste hasta nuestros días, a pesar de que otra cultura más realista intenta desmitificarla con conceptos que muestran que el amor no es repentino (a primera vista) sino gradual; no hay un sólo amor, sino varios y diferentes; un amor en contra de todo tiene más posibilidades de fracasar que uno que se basa en aspectos prácticos que hacen a dos personas compatibles y con intereses en común, también tienen menos dificultades que enfrentar; y que el amor no necesariamente dura para siempre (Swidler, 2001).

Uno de los estados míticos del amor romántico es la estructura del matrimonio. Incluso las parejas que no se pueden casar legalmente como las homosexuales1, ven en el matrimonio el perfeccionamiento de esa perspectiva de amor aún incluso cuando domina la prevalencia del divorcio (Swidler, 2001).

Swidler (2001) identifica dos concepciones del amor en su estudio: el amor romántico y el amor prosaico. El primero es mítico y el segundo realista.

Es evidente como ambas concepciones de amor son contradictorias, pero se les puede encontrar entrelazadas en el discurso de las parejas en nuestra sociedad. ¿Quién no ha escuchado declaraciones como «fue amor a primera vista» (romántico) y «vamos a estar bien porque somos compatibles» (prosaico)?

El amor romántico, de acuerdo con Balstrup (2012), “se ha convertido en la ‘religión no declarada’ de occidente». Aún así, el amor romántico, como estado emocional, ha sido tópico importante de investigación filosófica, religiosa y psicológica.

En esas investigaciones, los académicos se refieren a alguna categoría de amor como ágape, eros o fraterno, pero la forma contemporánea de amor que sea ha idealizado en aumento puede ser definida más precisamente como amor romántico, un constructo cultural cuya historia la podemos remontar a la Europa del siglo XII, cuando la poesía de los trovadores empezó a expresar un amor noble y divino entre hombre y mujer, opuesto a lo práctico de los matrimonios arreglados. Esta clase de amor, a veces adúltero y no consumado, se basa en sentimientos apasionados hacia otra persona, idealizándola e involucrando una actitud auto-sacrificada de devoción hacia ella (Balstrup, 2012).

Balstrup (2012) concluye que el amor romántico es el dios de la cultura occidental moderna. No es difícil estar de acuerdo con esa declaración ya que en la actualidad, las personas depositan en el amor romántico expectativas altas de autorealización y trascendencia, al creer que encontrar el amor implica completarse y quedar unidos incluso después de la muerte.

El amor romántico tiene su origen en la cultura que lleva su nombre y se originó en el siglo XII. Desde entonces el amor romántico ha ido evolucionando principalmente en el occidente, gracias a su atractivo místico, y ha permeado profundamente las relaciones de pareja y la forma como las personas concebimos el amor. El amor romántico por otro lado es ginocéntrico y pone a la mujer en el centro de la atención, mientras que al hombre lo coloca en la posición de salvador, conquistador y protector que debe ganarse el afecto y aprobación de la mujer.

Las metáforas del amor

En lo cultural, el lenguaje y el amor, como otras emociones, siempre están ligados. Manifestándose como modelos, repertorios, metáforas o relatos. Hay una determinación lingüística del amor. La cultura se transmite a través de formas lingüísticas que guían el pensamiento y la acción (Rodríguez, 2012).

Una metáfora recurrente del amor, lo presenta como un viaje en el que los amantes son viajeros con metas de vida comprendidas como destinos que pueden ser alcanzados. La relación de pareja es el vehículo que los transporta. El viaje no es fácil pues tiene impedimentos y caminos que se decide tomar (Lakoff, 1993, en Rodríguez, 2012).

La gente se está casando a mayor edad que como era usual; la edad media es ahora de 28 años para los hombres y 26 para las mujeres, comparado con 23 y 20 respectivamente en 1960.

Otra metáfora del amor que se identifica en la lingüística, es la de que el amor es un negocio de dos, describiendo a los amantes como socios que establecen un contrato que puede ser matrimonial. En él, se establecen las responsabilidades y beneficios que cada uno tiene en la relación (Rodríguez, 2012).

Kövecses (1991, en Rodríguez, 2012) ha identificado en la lengua inglesa metáforas del amor en las que se presenta a este como un fuego, una unidad, una fuerza, un juego de azar o una locura, describiendo con ellas las distintas facetas del amor.

Impacto del amor romántico sobre la salud psicológica

«En los Estados Unidos, el matrimonio ha sido históricamente una importante y estimada institución social. Pero hoy en día, casi la mitad de los matrimonios terminan en divorcio. La gente se está casando a mayor edad que como era usual; la edad media es ahora de 28 años para los hombres y 26 para las mujeres, comparado con 23 y 20 respectivamente en 1960. La proporción de adultos que nunca se casan va en aumento: 19% de hombres y 13% de mujeres entre los 40 y 44 años de edad nunca se han casado. Alrededor de un tercio de los nacimientos son de parejas no casadas y el cohabitar sin casarse, que antes era estigmatizado, ahora es una etapa normal en el curso de la vida adulta.» (Hull et al, 2010).

Aunque algunos autores han enfatizado los beneficios de adoptar una inclinación de amor prosaico para formar sus vínculos de pareja, el amor romántico sigue arraigado en nuestra naturaleza, producto tal vez del refuerzo comercial del que ha sido objeto. Esto ha producido una serie de problemas de identidad y de conducta de las personas. La frustración de ver un sueño truncado porque no es lo que se esperaba (el amor romántico es iluso) es causa de diversos conflictos de carácter psicológico.

El amor romántico ha tenido un impacto devastador en la habilidad de la gente común para llevar vidas emocionales exitosas

Según contenido publicado por The School of Life (2016), el amor romántico ha tenido un impacto devastador en la habilidad de la gente común para llevar vidas emocionales exitosas. Algunos de sus efectos que persisten en nuestra cultura son ideas de:

  1. Que el amor verdadero es el final de la soledad
  2. Que nuestra pareja nos debe entender sin necesidad de hablar
  3. Que la elección de una pareja debe hacerse guiados por sentimientos y
  4. Que el amor verdadero es aceptar todo lo de la otra persona.

También, el romanticismo elevó a nivel sublime el matrimonio y lo unió con la pasión y el sexo, que se convirtieron en el indicador de salud de una relación.

Desarrollo psicoterapéutico ante problemas amorosos

Bellah y Col (1989) ven la terapia de pareja como un fenómeno cultural más que como una técnica clínica, más como una manera de pensar que como una vía para curar los trastornos psíquicos. Describen también la terapia como un proceso de autoclarificación que interpreta el compromiso en términos de elección personal y de acuerdo interpersonal. Lo «interpersonal parece ser la clave de muchos aspectos de la vida» (Bellah y Col., 1989).

De acuerdo con Bellah y Col (1989), conocerse a uno mismo permite a los individuos relacionarse eficazmente con otras personas. Tienes que saber qué piensas, conocer tus valores y la relación que tienen con tus sentimientos, aunque no sean coherentes. Luego analizar cuál es tu orden de prioridades y generar muchas posibles alternativas, a diferencia de una actitud de todo o nada. La terapia debe ayudarte así a elegir la alternativa más constructiva para ti en ese momento.

Basándose en el interés interpersonal, los terapeutas culturales defienden el amor y la intimidad a favor de buscar la autorealización a través de terapias cuyo individualismo se apoya en ideas ingenuas de autosuficiencia. Por el contrario, estos terapeutas, con mayor orientación hacia la comunidad, exigen redes de apoyo, familia, amigos y comunidad, necesarios para establecer y sostener sentimientos de pertenencia que hoy en día hacen tanta falta (Bellah y Col., 1989).

«Reconocer el amplio potencial del matrimonio no depende de tu habilidad para atraer a la pareja perfecta, sino de tu disposición para entender las partes escondidas de tu ser» (Hendrix, 1988).

Bellah y Col (1989) ven la terapia de pareja como un fenómeno cultural más que como una técnica clínica, más como una manera de pensar que como una vía para curar los trastornos psíquicos.

Hendrix (1988) escribió su libro siendo terapeuta de parejas, habiendo fracasado como tal años antes, intentando un enfoque contractual en su práctica.

Fue a raíz de su fuerte compromiso por ayudar a las parejas a formar uniones exitosas, su experiencia y estudios en la materia, que desarrolló la ´Terapia Imago de Parejas´. Su enfoque integra varias perspectivas de la psicología y las ciencias de la conducta. Podríamos decir que es una terapia cultural, en el sentido en que reúne las formas distintas de percibir la vivencia humana actual de occidente, dando prioridad a resolver los conflictos de pareja en un contexto práctico y contemporáneo. Su enfoque terapéutico es tendiente en gran parte a la teoría cognitiva.

Hendrix (1988) profundiza considerablemente en el aspecto de la atracción entre las parejas, concluyendo que el camino al fracaso de la unión, es la atracción, luego el amor romántico y finalmente la lucha de poder. Es esta triada la que se debe comprender para formar parejas más exitosas, pero está tan arraigada en nuestra cultura que resulta útil, al parecer, sólo para entender la naturaleza de los conflictos y buscar su causa en el yo personal, más que en la pareja como unidad, haciéndose presente cada uno de sus conflictos internos personales y resolviéndolos, para presentarse mutuamente el uno al otro en la pareja, como una mejor persona dispuesta a aportar valor a la unión.

Conclusiones

El amor es un aspecto sumamente complejo de las interacciones humanas. Sin embargo es un elemento importante del desarrollo de las personas y les afecta profundamente en sus estados de ánimo, sus prospectos de vida y en general, su realización personal.

Y es esto último en lo que podemos enfocar nuestra atención a través de las posturas teóricas expresadas en este ensayo, la realización individual, definida comúnmente también como felicidad o plenitud.

El amor en pareja, como vimos, es una consecuencia de las motivaciones o tendencias personales. Todas las posturas concluyen en algún punto que el amor debe comprenderse a nivel individual. Tal es el caso de Hendrix (1988), quien decidió una aproximación personalizada en su método de terapia, a los problemas de pareja.

El mensaje es: conócete a ti mismo, se mejor persona y júntate con otro individuo igual de consciente para formar una pareja funcional que pueda enfrentar la vida de forma productiva y lograr propósitos significativos.

Para lo anterior, las distintas visiones teóricas sirven como fundamentos para terapia eficaz personal o de pareja. No es una en particular la que tendrá el éxito necesario, sino una aproximación integrativa que pueda actuar de forma integral en las personas de modo que resuelva su problemática para establecerlos como individuos que puedan formar uniones de amor.

Lo anterior es en cierto modo una motivación a lograr un nivel de humanidad más elevado. Alejándonos de las determinaciones biológicas y las concepciones románticas para converger en un estado más evolucionado como personas.

Referencias bibliográficas

Bellah, R., Madsen, R., Sullivan, W.M., Swidler, A. y Tepton, S.M. (1989). Hábitos del corazón. Editorial Alianza.Balstrup, S. (2012). To believe in love, the religious significance of the romantic love myth in western modernity. (Tesis inédita de licenciatura). Universidad de Sydney. Australia.

Carrera, B. y Mazzarella, C. (2001). Vigotsky: enfoque sociocultural. Educere, vol. 5, núm. 13. Universidad de los Andes. Venezuela. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35601309

Hendrix, H. (1988). Getting the Love You Want, A Guide for Couples. Henry Holt and Company. New York.

Hull, K., Meier, A. y Ortyl, T. (2010). The changing lanscape of love and marriage. Revista Context, de la Asociación Sociológica de América. Recuperado de https://contexts.org/

Rodríguez, T. (2012) El amor en las ciencias sociales: cuatro visiones teóricas. Revista Culturales, Vol. VIII, Num. 15. Universidad de Guadalajara.

Sampson, A. (2010). ¿Qué es la Psicología Cultural? Psicología Cultural. Universidad del Valle. Colombia. Recuperado de: http://psicologiacultural.org/Pdfs/Materiales/Que%20es%20la%20Psicologia%20Cultural.pdf

Swidler, A. (1986). Culture in Action: Symbols and Strategies. American Sociological Review. Vol. 51, No. 2. Recuperdo de: http://links.jstor.org/sici?sici=0003-1224%28198604%2951%3A2%3C273%3ACIASAS%3E2.0.CO%3B2-B

Swidler, A. (2001). Talk of love: how culture matters. University of Chicago Press. Chicago

The school of life (2016). How Romanticism Ruined Love. Recuperado de: https://www.youtube.com/channel/UC7IcJI8PUf5Z3zKxnZvTBog

  1. En países donde todavía no es legal. ↩

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Aprendiendo a aprender: Poderosas herramientas mentales con las que podrás dominar temas difíciles (curso online)

  • David Aparicio
  • 16/07/2018

A todos nos ha tocado enfrentarnos a temas difíciles que estudiar sin saber con claridad qué método o estrategia utilizar para sacarle el máximo provecho al contenido que tenemos que aprender. En internet hay muchas recomendaciones, pero muy pocas se sustentan en la evidencia y lo que la ciencia cognitiva ha descubierto sobre el proceso de aprendizaje.

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  • Análisis

Conductismo, símbolos fálicos y autoestima

  • Joan Rullan
  • 11/07/2018

“Actué así debido a mi baja autoestima”, “esa persona es muy orgullosa”, “mi amigo siempre logra lo que quiere por que tiene mucha fuerza de voluntad”… Son explicaciones frecuentes para explicar nuestro propio comportamiento o el de personas de nuestro alrededor. Pero, ¿qué es la autoestima? ¿Dónde se encuentra? ¿y la fuerza de voluntad?

El dualismo en psicología y la sociedad

Los orígenes de lo que planteamos hoy los podemos encontrar hace más de 2.000 años cuando Platón estableció la existencia del mundo sensible y el mundo de las ideas, de la división entre cuerpo y mente, lo físico y lo mental, lo que se conoce como dualismo.

La psicología dominante suele tener, de manera más o menos consciente, una posición dualista en la que se explican los pensamientos, emociones, creencias, constructos…Como algo mental entendido como diferente a lo físico, de una existencia más allá, que funcionan de manera distinta a todo lo demás, lo físico. Considera también, que este mundo mental determina o condiciona el físico, contiene las causas, como cuando se dice que “no habla en público porque le da vergüenza” o “siempre gana debido a sus pensamientos positivos”.

Este tipo de concepciones sobre el comportamiento humano están profundamente arraigadas en nuestra sociedad y forman parte de nuestra manera habitual de hablar sobre ello, por lo que puede parecer normal y coherente. Pero al mismo tiempo, pueden resultar limitantes para uno mismo. Si consideramos que hay una cosa mental, “más allá”, que nos determina, difícilmente podremos hacer algo al respecto.

Conductismo: Una alternativa monista y pro-científica

La alternativa principal a la filosofía dualista de las escuelas psicológicas predominantes la encontramos en el conductismo. En palabras de Skinner, “mi dolor de muelas es tan físico como mi máquina de escribir”. Históricamente se han dado explicaciones “de otro mundo” a toda serie de fenómenos. En épocas pasadas, por ejemplo, se podían atribuir las tormentas o sequías a algún Diós, el hecho de que una piedra caiga, a un alma que deseaba regresar a la tierra, o ciertos comportamientos a llevar el diablo dentro. En muchas de estas facetas la ciencia ha logrado superar el dualismo y dar explicaciones empíricas y monistas de los hechos, y con esta motivación surgió el conductismo.

Hablemos ahora del “símbolo fálico”, que sé que es lo que te ha llevado hasta aquí. En los años 50 la corriente principal en psicología era el psicoanálisis, que también afín al dualismo, sugería que los problemas de comportamiento se debían a un “más allá” llamado inconsciente.

El psicólogo conductista Teodoro Ayllon, tal vez en una muestra de la facilidad para hacer amigos que en ocasiones se le ha recriminado al conductismo, realizó una curiosa prueba en favor de las explicaciones monistas y los principios conductuales, en oposición al psicoanálisis del momento.

En el hospital psiquiátrico donde trabajaba, había una mujer ingresada desde hacía 23 años que pasaba la mayoría del tiempo tumbada entre la cama y el sofá. Ayllon y su compañero Eric Haughton mediante el condicionamiento operante hicieron que cada vez pasase más tiempo de pie agarrada a una escoba.

El psiquiatra de orientación psicoanalítica del hospital, redactó un informe en el que se podía leer lo siguiente:

“Su ritmo constante y compulsivo sosteniendo una escoba… Podría ser visto como un procedimiento ritual, una acción mágica. Cuando la regresión conquista el proceso asociativo, las formas primitivas y arcaicas de pensamiento controlan el comportamiento. El simbolismo es un modo predominante de expresión de los deseos insatisfechos profundamente arraigados y de los impulsos instintivos… Su escoba podría ser entonces: Un niño que le da su amor y ella le da a cambio su devoción; un símbolo fálico; el cetro de una reina omnipotente”

Esta anécdota de moralidad discutible, respalda claramente la necesidad de una aproximación científica a la hora de elaborar el conocimiento psicológico, basado en lo empírico, y no en conceptos y constructos hipotéticos.

Vale, sí, no estamos en los 50, ni somos todos psiquiatras psicoanalistas… Planteemos un ejemplo actual:

  1. Mis amigos me dicen que se han hecho vegetarianos dado que la carne hoy en día está manipulada químicamente y es mala para la salud
  2. Veo en televisión un programa sobre las pésimas condiciones de los animales de los que nos nutrimos
  3. Leo un documental sobre las grandes ventajas de la dieta vegetariana en el bienestar personal
  4. Mi pareja se hace vegetariana
  5. Vamos a un restaurante vegetariano y me sabe exquisito
  6. Me hago vegetariano

Una visión dualista podría explicar mi comportamiento de dejar de comer carne en base a mis creencias sobre la comida animal, o el ser vegetariano, dando a entender que esa es la causa de mi comportamiento. Sin embargo, parece poco probable que sin mis experiencias directas y físicas con lo vegetariano, me hubiese vuelto yo también vegetariano. Por supuesto que en este proceso aparecen pensamientos en relación a ser o no vegetariano, pero ellos también son consecuencia de mis experiencias físicas y directas con ello, no causas de mi comportamiento.

De hecho desde el conductismo, el hecho de pensar sobre ser vegetariano, sentir una emoción, recordar… se entienden como comportamientos solamente observables por la persona que los tiene, lo cual no significa que funcionen de manera distinta a todo lo demás; se trata de conductas respondientes y operantes como cualquier otra, solo que en este caso exclusivamente accesibles a uno mismo, son conducta privada.

¿Dónde nos lleva todo esto? Hablemos de autoestima…

Todos los seres humanos tenemos una filosofía personal, sea más o menos explícita. Constantemente damos explicaciones sobre cómo funciona el mundo, y para este artículo es especialmente relevante; sobre cómo funcionamos las personas.

Creer que hay algo dentro de la persona, que existe como tal, o un mundo mental que nos condiciona, es algo sin duda limitante para aquella persona que quiere tener cambios en su vida. En consulta frecuentemente me encuentro con personas que están buscando mejorar la autoestima, y sentirse más motivados. De manera coherente con la filosofía predominante y habitual, entienden que “necesito cambiar mi autoestima para poder hacer eso que quiero” o “tengo que estar motivado para tener éxito”.

Lo interesante es que al preguntar por la autoestima, para qué la quieren, o cómo saben que alguien tiene autoestima, suelen mencionar aspectos como los siguientes: Actúa con determinación, sabe decir “no”, busca relacionarse con los demás, se proponen metas y se esfuerzan hasta lograrlas, hacen cosas que a otros les podrían dar miedo…

De modo que, al observar todo ello, físico de nuevo, uno deduce que hay algo mental detrás, la autoestima, que le permite hacerlo. Sin embargo la evidencia que se tiene es que es una persona que hace toda una serie de cosas, y probablemente, al verse hacer todo ello, los pensamientos que tenga de sí misma, sean de los popularmente llamados “positivos”.

Si preguntamos a alguien para qué quieres ese “pack de pensamientos agradables” en lugar de otros, la respuesta sería precisamente, para así poder hacer cosas distintas, tener una mejor vida. Parece improbable que alguien pueda “modificar su autoestima” o cambiar pensamientos de “no podrás” por los de “eres genial” deliberadamente, más si se consideran en un plano “mental” distinto a lo físico.

¿Y si empezáramos por lo que sí se puede cambiar, y al fin y al cabo, el objetivo final de tener autoestima o motivación, que es hacer cosas distintas en la vida? Sí hay un área interesante en la que trabajar que sería en, independientemente de lo que se pueda sentir o decir alguien sobre sí mismo, centrar las energías en actuar con determinación, decir “no” cuando sea necesario, buscar la interacción con otras personas, proponerse metas y esforzarse por lograrlas, o hacer cosas aun con el miedo presente.

Verse haciendo todo lo anterior, en lugar de no haciéndolo, probablemente modifique la percepción de uno mismo, si eso es importante para la persona. Aun así, llegados a este punto puede que tener unos pensamientos u otros sobre uno mismo ya no sea importante. Cuando el concepto “autoestima” o “motivación” ya no se interponen en el camino hacia lo que uno quiere, la persona no actúa exclusivamente en base a lo que puede sentir en un momento dado, sino en base a lo que quiere para sí ahora y en el futuro.

Uno se puede liberar de eso que hasta ahora habían sido barreras, de esas “entidades mentales limitantes” de las que se habla, pero al menos a día de hoy, no hay evidencia de que existan, y centrarse en el presente, físico, para conseguir lo que se quiere.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Sufrir estrés extremo en la niñez es tóxico para el ADN

  • Maria Fernanda Alonso
  • 11/07/2018

Una de las noticias que, actualmente, conmueve al mundo entero es la aplicación de políticas extremas de “tolerancia cero” respecto de los inmigrantes por parte del gobierno de Estados Unidos. Hemos leído, visto y escuchado cómo los niños (de cualquier edad) son separados de sus familias y alojados en campamentos del gobierno, refugios, o casas de acogida temporal.

https://youtu.be/PoncXfYBAVI

Estos niños también son sometidos a audiencias ante un juez y contra un abogado del Estado que los acusa de ingresar de manera ilegal a EEUU, con el pequeño detalle de que los niños no cuentan con la asesoría o acompañamiento de un abogado defensor… y muchas veces tampoco cuentan con la capacidad de comprender lo que está sucediendo (sobra decir que no se encuentran acompañados por algún adulto de su familia, pues de ellos fueron separados previamente). Sin embargo, esto no es óbice para que el Estado los juzgue y decida sobre sus vidas.

https://youtu.be/33-pIzaxzqk

Muchos profesionales de la salud se están ocupando de hacer saber el impacto que tiene en los niños someterlos a situaciones de gran estrés, como lo es la separación de sus familias que ocurre en la frontera estadounidense, y que puede durar semanas e incluso meses.

La pediatra Marsha Griffin, de Texas, quien visitó varios centros de detención para niños, explica cómo el hecho de separar a los niños de sus padres y dejarlos sólos impacta en ellos a nivel orgánico: los niños se encuentran indefensos, sin nadie que los proteja ante una situación de terror abrumador e incertidumbre, por lo que entran en el modo “volar o pelear”, y la epinefrina y todas las hormonas del estrés inundan sus sistemas, y esta situación provoca efectos en su salud física y mental que incluso se manifiestan a largo plazo, aunque los pequeños hayan sido reunidos con sus familias.

Pero el mayor peligro de separar a los niños de sus familias no es el estrés psicológico, sino la bomba de tiempo biológica, dice Daniel R. Weinberger, director del Instituto Lieber para el Desarrollo del Cerebro y los Laboratorios de Investigación Maltz de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, donde los científicos estudian cómo los genes y el factor ambiental dan forma al desarrollo del cerebro humano. “Los gritos y llantos, la angustia y desolación son desgarradores. Pero las consecuencias palidecen en comparación con los efectos menos visibles a largo plazo que son más siniestros y peligrosos.”

Separar a los niños de sus familias, en un país desconocido, entre extraños, causa experiencias del estrés más extremo que un niño puede vivir. Y esto causa cambios profundos e irreversibles en el modo en que su ADN está empaquetado y qué genes están activados y desactivados en las células del cuerpo, en órganos como el páncreas, pulmones, corazón y cerebro, llevando a cambios de por vida en su estructura y función.

Estudios muestran que sufrir estrés temprano en la vida altera la forma en que está empaquetado el ADN, lo que hace que las células funcionen de manera diferente a su mandato original.

La forma en que el ADN, el plano de la vida, está empaquetado en las células determina cómo funcionan estas. Virtualmente, cada célula en el cuerpo tiene el mismo ADN, porque todas son descendientes de aquel primer óvulo fecundado. Pero las células hepáticas saben que no son pulmonares, y éstas saben que no son células cerebrales. Cómo “saben” esto las células tiene que ver con la forma en que están empaquetadas, un proceso llamado “epigenética.”

El ADN está organizado en un paquete de proteínas complicado, que actúa como aislamiento, protegiendo la cadena de AND. El aislamiento determina qué genes se activan para hacer las proteínas que requiere cada célula en particular. Entre la variedad de órganos y tejidos, el empaquetamiento del ADN varía (células hepáticas, células pulmonares, etc.) permitiendo que cada célula tenga una colección única de proteínas.

Estudios de niñas y niños que han experimentado gran estrés en su niñez temprana revelaron que la disfunción en muchos órganos en el cuerpo años después del evento estresante,  aumentó el riesgo de enfermedades del corazón, de los pulmones, alta presión sanguínea, diabetes, rendimiento escolar pobre, abuso de drogas y enfermedades mentales. Científicos han mostrado recientemente que la sensibilidad del empaquetamiento del ADN al estrés ambiental es mayor durante los primeros cinco años de vida que todo el resto de la vida combinado.

Harry Harlow, psicólogo de la Universidad de Wisconsin, realizó una serie de estudios controversiales en la década del ‘50 en monos bebés que fueron aislados de sus madres por algunos meses (una situación similar al periodo de separación experimentado por niños y niñas inmigrantes en la frontera estadounidense). Los monos bebés de Harlow estuvieron profundamente perturbados por el resto de sus vidas. Cuando los monos alcanzaron la adultez, estudios revelaron alteraciones significativas en la estructura y química de sus cerebros.

Una investigación en orfanatos rumanos enfocadas en niños humanos criados sin contención parental también mostró incrementos significativos en la frecuencia de discapacidades psicológicas y sociales más tarde en la vida así como enfermedades médicas y cambios en la anatomía del cerebro.

Quizás el estudio más conocido sobre este asunto fue el realizado con niños criados en orfanatos rumanos en los años 1980 y 1990. Nathan Fox de la Universidad de Maryland, Charles Nelson de Harvard y Charles Zeanah de Tulane, en su libro “Romania’s Abandoned Children: Deprivation, Brain Development, and the Struggle for Recovery,” documentaron el devastador impacto de las instituciones en los infantes privados de apoyo emocional parental. Sumado a profundos problemas comportamentales e individuales, los cerebros de estos niños mostraron disminución del crecimiento una década después.

¿Cómo puede el estrés provocar esto? El estrés causa una reacción biológica en el cuerpo, que incluye incrementar la cantidad de cortisol, la llamada “hormona del estrés.” Pero también incrementa la producción de varias proteínas relacionadas con la inflamación. En caso de infección, estas proteínas inflamatorias son centinelas que ayudan a proteger el cuerpo contra agentes infecciosos. Pero en ausencia de infección pueden dañar al organismo. ¿Cómo? Metiéndose en las células y cambiando el empaquetado del ADN. La separación forzada de los propios padres especialmente en circunstancias desconocidas es una forma extrema de estrés infantil que causa que las hormonas del estrés alteren el empaquetado de ADN, transformando el comportamiento de la célula.

Parte de cómo se reempaqueta el ADN es permanente, y las células involucradas avanzan en la vida en un estado alterado, lo cual las hace hipersusceptibles a una miríada de otros problemas médicos y de estrés.

Los científicos saben cuán peligrosamente tóxico es el estrés (adversidad severa, prolongada o repetitiva con la falta del apoyo adecuado de un adulto) para los niños, porque saben cómo daña y modifica el ADN en sus células. Ahora lo sabemos también nosotros. Daniel R. Weinberger reflexiona: “cuanto más tiempo tarden las autoridades en reunir a estos niños con sus familias, más responsables somos como país por violar sus ADNs y por causarles enfermedades físicas y psicológicas de por vida.”

De la misma forma somos responsables los habitantes del mundo espectador si nos quedamos pasivos ante estos acontecimientos.

Fuente: The Conversation

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Sin categoría

No se encuentra vínculo entre el déficit de atención y la exposición prenatal a la contaminación

  • Alejandra Alonso
  • 09/07/2018

Si bien existen muchos estudios recientes que tratan de conocer si existe asociación entre la contaminación ambiental y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los resultados han sido inconsistentes.

Una nueva investigación internacional no ha encontrado vínculos sólidos entre la exposición prenatal a la contaminación del aire y un mayor riesgo de presentar síntomas de TDAH, en niños de 3 a 10 años.

Aunque algunos estudios recientes han observado que la exposición prenatal a la contaminación del aire puede tener un impacto en el desarrollo cerebral del niño, no es claro si dicha contaminación puede incrementar el riesgo de TDAH.

De acuerdo con Joan Forns, autora principal de la investigación, no se encontró asociación entre la exposición a la contaminación del aire durante el embarazo y un mayor riesgo de padecer TDAH. Dicho trabajo forma parte de un Estudio Europeo de Cohorte sobre los Efectos de la Contaminación del Aire (ESCAPE) e incluyó datos de 29,127 pares madre-hijo (niños de 3 a 10 años) provenientes de Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, Holanda, Suecia y España. Fue publicado en Epidemiology y realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

Para evaluar la contaminación los científicos estimaron la exposición al óxido de nitrógeno y partículas durante el embarazo, utilizando la ubicación del hogar de cada participante. Los síntomas de TDAH fueron evaluados a través de varios cuestionarios llenados por los padres y/o maestros.

Según la Dr. Mònica Guxens, las conclusiones del estudio, sumadas a la inconsistencia de investigaciones previas les llevan a hipotetizar que la contaminación del aire no incrementa el riesgo de TDAH en niños de la población general. Sin embargo, el equipo de investigadores si cree que dicha contaminación puede tener un efecto en el desarrollo neuropsicológico del individuo, especialmente si hay factores genéticos que lo faciliten.

Los científicos quieren seguir estudiando la relación hasta llegar a conclusiones sólidas con respecto al TDAH y la contaminación ambiental.

Referencia del estudio: Joan Forns, Jordi Sunyer, Raquel Garcia-Esteban, Daniela Porta, Akhgar Ghassabian, Lise Giorgis-Allemand, Tong Gong, Ulrike Gehring, Mette Sørensen, Marie Standl, Dorothee Sugiri, Catarina Almqvist, Ainara Andiarena, Chiara Badaloní, Rob Beelen, Dietrich Berdel, Giulia Cesaroni, Marie-Aline Charles, Kirsten Thorup Eriksen, Marisa Estarlich, Mariana F. Fernandez, Anne Forhan, Vincent W.V. Jaddoe, Michal Korek, Paul Lichtenstein, Aitana Lertxundi, Maria-Jose Lopez-Espinosa, Iana Markevych, Audrey de Nazelle, Ole Raaschou-Nielsen, Mark Nieuwenhuijsen, Rocío Pérez-Lobato, Claire Philippat, Rémy Slama, Carla MT Tiesler, Frank C Verhulst, Andrea von Berg, Tanja Vrijkotte, Anne-Marie Nybo Andersen, Barbara Heude, Ursula Krämer, Joachim Heinrich, Henning Tiemeier, Francesco Forastiere, Göran Pershagen, Bert Brunekreef, Mònica Guxens. Air pollution exposure during pregnancy and symptoms of attention deficit and hyperactivity disorder in children in Europe. Epidemiology, 2018; 1 DOI: 10.1097/EDE.0000000000000874

Fuente: PsychCentral

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Estudio confirma relación entre enfermedades autoinmunes y psicosis

  • Maria Fernanda Alonso
  • 09/07/2018

Las personas con enfermedades autoinmunes (aquellas en las que el sistema inmunitario del cuerpo ataca a sus propias células) son más propensas a tener psicosis, según un metaanálisis reciente que incluyó 30 estudios relevantes, analizados de manera conjunta, lo cual arroja un resultado más robusto estadísticamente. El mismo fue publicado en  Biological Psychiatry.

Estudios previos encontraron que las tasas de artritis reumatoide eran menores en personas con psicosis de lo que se esperaría en la población general. Pero estudios posteriores mostraron que otras enfermedades autoinmunes, como la celiaquía y los trastornos autoinmunes de la tiroides, eran más comunes en personas con psicosis. Esto llevó a los científicos a considerar que existe una conexión entre las enfermedades autoinmunes y la psicosis. Pero los hallazgos conflictivos significan que fue difícil llegar a cualquier conclusión sobre esta relación.

Este estudio se enfocó en las enfermedades autoinmunes que afectan el sistema periférico, como diabetes de tipo 1. Los autores estaban particularmente interesados en saber si las enfermedades autoinmunes que atacan al cuerpo, en oposición del cerebro, podrían también influir en el desarrollo de psicosis.

Para su análisis principal combinaron los datos de todas las enfermedades autoinmunes no neurológicas, excepto la artritis reumatoide (dada la bien establecida asociación negativa con la psicosis), y encontraron que, en general, las personas con enfermedades autoinmunes eran 40% más propensas a tener trastornos psicóticos, como la esquizofrenia.

En cuanto a su análisis secundario, examinaron las enfermedades autoinmunes individualmente, y encontraron que las probabilidades de tener psicosis eran más altas con la anemia perniciosa, penfigoide (una enfermedad caracterizada por ampollas en la piel), psoriasis, enfermedad celíaca y enfermedad de Graves (la enfermedad que padecía Marty Feldman, actor inglés, que causa la protrusión de los globos oculares), lo que sugiere que estos trastornos son protectores.

Los investigadores explican que hay una gama de posibles mecanismos que podrían ser la razón de la relación hallada. Dado que también se ha encontrado que las personas con psicosis presentan niveles más altos de marcadores inflamatorios en la sangre que las personas saludables, y que la inflamación es una característica central de las enfermedades autoinmunes, ésta es una causa probable. Pero la artritis reumatoide y la espondilitis anquilosante también se caracterizan por niveles altos de inflamación, por lo que esto no explicaría la relación negativa encontrada con esas enfermedades. Aunque todas las enfermedades autoinmunes activan el sistema inmune del cuerpo, la respuesta exacta difiere dependiendo del trastorno. Esto podría llevar a alguna explicación sobre por qué se encontraron relaciones diferentes para enfermedades autoinmunes individuales, y sugiere que la inflamación no puede ser el único mecanismo.

Es posible que pueda haber un vínculo genético entre las enfermedades autoinmunes y la psicosis. De hecho, una investigación reciente encontró que las variaciones dentro de genes específicos se asocian tanto con la esquizofrenia como con la artritis reumatoide. Esto es: personas con una variación del gen tienen riesgo de esquizofrenia, mientras personas con otra variación tienen riesgo de artritis reumatoide. Esto podría explicar por qué la artritis reumatoide aparenta ser protectora para la psicosis.

Anticuerpos descubiertos recientemente (parte del arsenal del sistema inmunitario) que atacan erróneamente a las células cerebrales podrían explicar también el vínculo. Se piensa que esta clase de anticuerpos causan síntomas psicóticos, como paranoia o alucinaciones, en algunas personas.

Aunque este estudio no explica por qué las enfermedades autoinmunes y la psicosis ocurren juntas más comúnmente de lo que esperaban los autores, sí provee evidencia más fuerte de que existe una relación. Estudios posteriores se están realizando para entender los mecanismos que puedan causar esta compleja relación.

Finalmente, si bien el riesgo de psicosis es apenas mayor para personas con enfermedades autoinmunes, estos hallazgos sugieren que quizás los médicos deberían monitorear a quienes sufren ciertas enfermedades autoinmunes por señales tempranas de psicosis (especialmente anemia perniciosa, enfermedad de Graves y penfigoide, que mostraron las relaciones más consistentes con la psicosis). Esto es importante porque se halló que una intervención temprana mejora los resultados a largo plazo para personas en etapas iniciales de un trastorno psicótico.

Referencia del estudio: Alexis E. Cullen, Scarlett Holmes, Thomas A. Pollak, Graham Blackman, Dan W. Joyce, Matthew J. Kempton, Robin M. Murray, Philip McGuire, Valeria Mondelli. Associations Between Non-Neurological Autoimmune Disorders and Psychosis: A Meta-Analysis. DOI: https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2018.06.016

Fuente: PsyPost

 

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  • Salud Mental y Tratamientos

Examinando la evidencia de la estimulación transcraneana para depresión resistente

  • Fabián Maero
  • 09/07/2018

Hace unos días me encontré con un artículo con un título tan sensacionalista (prácticamente lo que llamaríamos clickbait), que no pude menos que echarle una entusiasta mirada: Efecto de la Estimulación Magnética Transcraneana Repetitiva en la Depresión Mayor resistente a tratamiento en Veteranos de USA: Un ensayo controlado aleatorizado (Phibbs, Forman, Thase, & Williams, 2018).

No juzguen, cada uno se entusiasma con lo que puede. Sin embargo, luego de un rato el entusiasmo devino en una sensación agridulce conocida (pasaron otras cosas en el medio también).

Si no tienen nada mejor que hacer (y asumo que es el caso, dado que están leyendo esto en lugar de estar haciendo algo útil), los invito a hacer un muy largo, tedioso e inútil recorrido para explicar mi desazón con esa investigación.

Lo que estoy tratando de decirles es que se van a morir de aburrimiento, así que no me vengan a hacer reclamos, aún están a tiempo de abandonar el artículo.

Ahora sí, habiéndome despojado de la práctica totalidad de lectores, como dijo el Chapulín Colorado: “síganme los buenos”; es decir, acompáñenme en una reflexión defectuosa, llena de sesgos, chicanas, y motivaciones dudosas.

Para avanzar con dicha reflexión, primero necesitamos explicar de qué se tratan algunos de los conceptos e intervenciones de la investigación.

Estimulación Magnética Transcraneana

La Estimulación Magnética Transcraneana (abreviemos EMT), es un procedimiento que se ha usado de varias formas en el área de salud. Básicamente es un dispositivo no invasivo que se ubica sobre la cabeza y genera un campo magnético que causa una corriente eléctrica en el cerebro por inducción.

Podemos para los fines de este artículo omitir los detalles técnicos de funcionamiento y las diversas modalidades (pueden leer más al respecto aquí), y podemos quedarnos con esta descripción: es una forma no invasiva de estimular el tejido nervioso que se ha usado de diversas maneras: para diagnóstico de la conexión entre cerebro y músculos (por ejemplo para evaluación de esclerosis múltiple), tratamiento de migrañas, dolor neuropático, y un largo etcétera.

En ese etcétera se incluye el tratamiento de la depresión resistente al tratamiento (DRT), es decir, personas con diagnóstico de depresión que no han mostrado buena respuesta a varios tratamientos. No es una categoría diagnóstica muy estandarizada, por lo cual hay varias maneras de operacionalizar qué precisamente es depresión resistente o refractaria (Wijeratne & Sachdev, 2008), pero la forma más usual es definirla como un trastorno depresivo que no remite luego de dos o más tratamientos distintos –generalmente tratamientos farmacológicos.

La DRT es un problema serio, ya que entre un 25 y un 50% de las personas con depresión no muestran una respuesta clínicamente significativa a los tratamientos usuales –y esto es particularmente así con aquellas personas que además de depresión tienen alguna comorbilidad, ya sea con algún problema físico u otro diagnóstico psicológico (Pérez-Wehbe, Perestelo-Pérez, Bethencourt-Pérez, Cuéllar-Pompa, & Peñate-Castro, 2014).

Por este motivo para la DRT se usan abordajes bastante distintos a los que se utilizan para las depresiones más “comunes”, por decirlo de algún modo. Uno de los recursos que se suelen utilizar con personas con depresión que no han respondido a varios tratamientos es la Terapia ElectroConvulsiva (TEC; véase UK ECT Review Group, 2003), un tratamiento que sin duda es polémico pero que es casi un estándar de tratamiento cuando todos los otros tratamientos no han generado mejoría clínica (aquí no estoy opinando a favor o en contra de TEC, sólo describiendo su uso).

La EMT, a diferencia de la TEC, es mucho menos invasiva. La TEC requiere anestesia general, se induce una convulsión, y tiene varios efectos secundarios que van desde complicaciones cardiovasculares, dolores de cabeza, confusión y náuseas (Datto, 2000), mientras que la EMT se hace sin anestesia, sin generar convulsiones, y los efectos secundarios son bastante más leves (en este link hay más información). Por todo esto la EMT se ha sugerido como una opción más atractiva para el tratamiento de la DRT que la TEC (O’Reardon et al., 2007; Perera et al., 2016).

La investigación

Hechas las aclaraciones pertinentes, veamos el artículo del cual estaba hablando (Phibbs et al., 2018).

Se trata de un ensayo controlado aleatorizado con doble ciego, en el cual 164 veteranos de guerra con DRT (ie. sin respuesta ante al menos dos tratamientos farmacológicos), y con trastorno de estrés postraumático (TEPT) comórbido se asignaron aleatoriamente a uno de dos grupos: uno que recibió EMT y el otro fue un grupo control de falso tratamiento –se le coloca el aparato de EMT al paciente y se hacen todos los procedimientos pero el aparato no emite el pulso magnético (está apagado, digamos), con lo cual el paciente ignora que no está recibiendo el tratamiento.

El estudio fue con doble ciego, lo cual significa que ni los operadores del aparato de EMT ni los pacientes sabían si se estaba administrando el tratamiento real o el placebo. Se administraron entre 20 y 30 sesiones de EMT o placebo por participante, lo cual llevó entre 5 y 12 días consecutivos.

Se evaluó depresión antes y después de las intervenciones, y se consideró “remisión” como una puntuación de menos de 10 en la escala de depresión de Hamilton (una escala administrada por el clínico). Además se utilizaron otras varias escalas para evaluar severidad de depresión y TEPT, como objetivos secundarios.

Los resultados, en resumen, fueron estos: no hubo diferencias entre ambos grupos en términos de mejoría de la depresión.

El 40% de las personas que recibieron el tratamiento activo alcanzaron remisión, al igual que el 37.4% de las personas que recibieron el placebo. Con respecto a recaídas, luego de seis meses, el 19.8% del grupo de tratamiento activo seguía en remisión, versus un 15.7% del grupo placebo. Ninguna de las diferencias entre grupos fue significativa. Tampoco hubo diferencias en las evaluaciones secundarias. En total, el 39% de los participantes alcanzó criterio de remisión, sin importar si estaban en tratamiento activo o placebo.

En resumen, se trata de una investigación que no pudo confirmar que la EMT tuviera efectos apreciables sobre la DRT en esta población. Hasta aquí, dirán ustedes, nada notable, hay investigaciones con resultados negativos todos los días. Esperen un poco, diré.

Cuando comenté esto en las redes sociales expresando cierto fastidio sobre los resultados, una colega me acercó gentilmente varios artículos sobre EMT y depresión. Es que EMT efectivamente cuenta con bastante evidencia; ha sido aprobado por la FDA (Food and Drug Administration de USA, un organismo gubernamental que regula el uso de fármacos y aparatos médicos, entre otras cosas), como tratamiento seguro y efectivo, y hay publicadas un buen número de investigaciones que señalan su efectividad.

Pero entonces, ¿por qué encontraríamos estos resultados con un tratamiento que ha sido aprobado por la FDA, y que de acuerdo a varias investigaciones se postula como efectiva para DRT?

Para poder ensayar una respuesta a esa pregunta, necesitamos ahondar un poco más extensamente en la evidencia y ver el tipo de evidencia de la que disponemos al respecto, así que tomen aire, que esto está por ponerse aún más aburrido, conjetural y erróneo.

La evidencia de EMT

Si revisamos la literatura sobre el uso de EMT en depresión, podemos notar algo interesante: la mayoría de las investigaciones favorables a EMT se han llevado a cabo comparándola con una intervención placebo de tratamiento falso, tal como la que se utilizó en el estudio que acabamos de revisar (vean también Gaynes et al., 2014; Lam, Chan, Wilkins-Ho, & Yatham, 2008; Razza et al., 2018). Es decir, la mayoría de las investigaciones no compararon a EMT con otro tratamiento activo (uno con evidencia y en el cual efectivamente se realice alguna intervención terapéutica), sino con un grupo control.

Cuando, en cambio, se comparó a EMT con otro tratamiento activo, el panorama fue diferente. Se realizaron varias investigaciones comparando EMT con TEC (terapia electroconvulsiva), y en todas ellas la efectividad de EMT fue menor que la de TEC (Chen, Zhao, Liu, Fan, & Xie, 2017; Jin, Xu, Le, & Dai, 2016; Ren et al., 2014).

Este hecho fue lo que motivó que en un primer momento la FDA cuestionara su utilización, un año antes de aprobar los primeros aparatos de EMT en 2008: la evidencia no parecía apoyar su utilidad clínica comparada con otro tratamiento –y de hecho fue permitida sólo cuando en lugar de compararla con TEC se la comparó con placebo.

Placebo y depresión

Se preguntarán por qué estoy insistiendo tanto en que las comparaciones de EMT fueran contra un grupo control, y la respuesta requiere que consideremos dos cosas.

En primer lugar, la depresión es un trastorno que generalmente responde en cierto grado a casi cualquier tratamiento: hay al menos 12 tratamientos psicológicos distintos con cierto respaldo de la APA, pero hay muchos más que han mostrado algún grado de evidencia aún cuando no cumplan con los criterios de la APA. Respecto a tratamientos farmacológicos conté en este artículo más de 115 fármacos distintos, con distintas vías de acción, que se han utilizado para depresión con algún grado de evidencia. También hay tratamientos menos convencionales que funcionan igual de bien que los convencionales. La hierba de san juan, por ejemplo, no es menos efectiva que la paroxetina para depresión (Szegedi, Kohnen, Dienel, & Kieser, 2005), y el ejercicio físico es tan efectivo como la sertralina y otros fármacos (Blumenthal et al., 2009; Rethorst, Wipfli, & Landers, 2009).

La depresión tiene tanta sensibilidad a tratamientos que incluso a veces nos encontramos con abordajes radicalmente opuestos pero que sin embargo tienen la misma efectividad. Por ejemplo, los conocidos fármacos SSRI (como la paroxetina) actúan inhibiendo la recaptación de serotonina, haciendo que aumente su concentración en el espacio sináptico. En contraste, los SSRE (por las siglas en inglés de potenciadores selectivos de la recaptación de serotonina, como la tianeptina), actúan de manera exactamente opuesta, aumentando la recaptación de serotonina y haciendo que disminuya su concentración en el espacio sináptico. Sin embargo, a pesar de tener efectos biológicos opuestos, se ha encontrado que ambos fármacos tienen el mismo efecto sobre la depresión (por ejemplo, vean Nickel et al., 2003).

Pareciera que es más difícil encontrar una intervención que no tenga efecto para depresión, y una posible explicación podría ser lo siguiente: dado que una característica central de la depresión es la desesperanza, cualquier intervención que aumente el nivel de esperanza y actividad de las personas será de utilidad en cierto grado.

Esto es decir que el efecto placebo es muy potente en la depresión. Cuando una persona deprimida comienza a realizar un tratamiento que cree que la va a ayudar, esto aumenta su esperanza y hace que se sienta mejor, lo cual puede llevar a un aumento del nivel de actividad y una mejoría. El centro de la cuestión está en si ese efecto es duradero o si sólo tiene efecto mientras la intervención está siendo aplicada. El efecto placebo en depresión suele ser a corto plazo, y tiende a desaparecer cuando la intervención termina. Quizá ese sea el motivo por el cual la farmacoterapia tiene casi el doble de recaídas comparada con la terapia cognitivo conductual (Blackburn & Moore, 1997; Blackburn, Eunson, & Bishop, 1986; Dobson et al., 2008; Evans, 1992; Hollon et al., 2005; Simons, 1986): durante esas psicoterapias se desarrollan habilidades varias de afrontamiento y manejo del malestar que pueden seguir presentes mucho tiempo después de haber terminado la terapia, mientras que no pasa lo mismo con los psicofármacos.

En resumen: cuando las personas con depresión creen estar recibiendo un tratamiento útil, se esperanzan y tienden a mejorar en el corto plazo, aunque a largo plazo esa mejoría no se sostenga. Dicho esto, consideremos ahora un fenómeno metodológico que afecta a las investigaciones sobre fármacos y procedimientos como EMT.

Estos procedimientos se hacen a doble ciego, es decir, ni los clínicos ni los pacientes saben si están recibiendo el placebo o el tratamiento activo; de esta forma, podemos cerciorarnos de que cualquier mejoría sea atribuible al tratamiento y no un resultado del efecto placebo.

Si una paciente deprimida supiera que está recibiendo el tratamiento activo, se sentiría más esperanzada, mientras que si supiera que está recibiendo el placebo se sentiría menos esperanzada, lo cual inflaría los resultados del tratamiento y reduciría los del placebo. Por eso ni siquiera el clínico sabe qué tratamiento administra, para evitar introducir sesgos como por ejemplo tratar de manera distinta a los pacientes, o decir algo que haga sospechar a la persona qué tratamiento recibe.

El problema es que con mucha frecuencia, a pesar del doble ciego y aun cuando todo se haga correcta y honestamente, las pacientes se dan cuenta de qué tratamiento están recibiendo.

Sucede así. Imaginen que son pacientes con una depresión de larga data en una investigación a doble ciego. Cuando empiezan, la médica realiza el consentimiento informado que consiste en informar al paciente de la naturaleza del estudio y de los posibles efectos adversos, para que puedan elegir si participar o no. Básicamente es esto:

El médico les dice “Usted participará de la investigación X en la cual aleatoriamente se lo asignará al grupo de tratamiento o a un grupo de control. El tratamiento puede producir malestar en el cuero cabelludo, dolor de cabeza, dolor en los ojos, contracciones musculares espontáneas”. Ustedes aceptan y comienzan el tratamiento sin saber si les tocó el grupo de tratamiento o de control, y cuando reciben la intervención les empieza a doler la cabeza, los ojos, y experimentan contracciones musculares. ¿Qué conclusión sacarían? ¿Están en el grupo activo o en el grupo de control? Muy probablemente supongan que están en el grupo activo, se pongan muy contentos de recibir el tratamiento y tengan esperanzas en que quizá los ayude, con lo cual empieza a actuar el efecto placebo que describíamos anteriormente. Eso es el “unblinding”, es decir, la violación de la condición de doble ciego de una investigación, lo cual puede anular el propósito mismo de tener un grupo control en una investigación y comprometer severamente los resultados (Moscucci, Byrne, Weintraub, & Cox, 1987).

Con esto en mente, volvamos a EMT. La primera vez que la FDA aprobó el uso de EMT para depresión se basó en una investigación comparando EMT con placebo en DRT (O’Reardon et al., 2007). Pero esa investigación recibió una crítica formal, que fue publicada en el mismo journal, de la cual traduzco un fragmento aquí:

“En este caso, el dolor en el sitio de aplicación, una de las muchas variables de dolor en las que diferían los grupos de tratamiento y de control, se incrementó casi diez veces en los pacientes que recibieron EMT comparado con los pacientes de grupo control (35.8% vs. 3.8%). Una diferencia tan pronunciada en el dolor vinculado al tratamiento sugiere un fuerte potencial de unblinding. Desafortunadamente, como los autores reconocen, “no se realizaron indagaciones formales a los pacientes y clínicos para evaluar la adecuación del doble ciego”(Yu & Lurie, 2010).

La crítica básicamente está diciendo que los pacientes sabían que estaban recibiendo el tratamiento, mejoraron por efecto placebo, y que los investigadores no controlaron debidamente esa situación.

En contraste, la investigación que describimos al principio de este artículo, la de los veteranos de guerra que mejoraron en igual medida con el tratamiento que con el grupo control, fue mucho más cuidadosa con respecto al doble ciego, incluyendo un cuestionario al final del tratamiento para ver si los pacientes habían “adivinado” qué intervención les tocó (lo cual permite ajustar el análisis estadístico). Y lo que sucedió es que encontraron que tratamiento y grupo control tuvieron los mismos resultados.

Los autores de esa investigación propusieron la siguiente explicación para los resultados: “las expectativas de mejoría de los veteranos y la extensa atención proporcionada por el equipo de tratamiento EMT pueden haber jugado un importante papel en las mejorías clínicas significativas experimentadas” (p.7). Es decir, están suponiendo que los resultados se deben no a lo activo del tratamiento, sino que la contención brindada uniformemente por el equipo a ambos grupos de pacientes hizo que se sintieran mejor y mejoraran.

No podemos asegurar que el unblinding y el efecto placebo sean responsables de esos resultados, no se engañen, pero sí podemos notar que en general en la literatura:

  • Cuando se comparó EMT con placebo con poco control de unblinding tuvo resultados favorables
  • Cuando se comparó EMT con placebo con mayor control de unblinding tuvo resultados nulos
  • Cuando se lo comparó con un tratamiento activo obtuvo resultados inferiores.

Insisto, esto no significa que el efecto de la EMT sea puro efecto placebo ni nada por el estilo, no tenemos evidencia para afirmar eso.

Lo único que significa es esto: con frecuencia las cosas son más complicadas de lo que parecen.

Resumiendo

Sé que ha sido un artículo largo, les ofrezco mis condolencias por llegar hasta aquí. Como escribí al principio, lo que me interesó de la investigación de EMT no fue tanto el tratamiento en sí. Quizá la evidencia mejore y apoye más firmemente a EMT como tratamiento de la depresión resistente; sería una muy buena cosa, ya que la EMT es poco invasiva, tiene efectos adversos relativamente poco serios, y se trata de una población que no responde a casi ninguna intervención de las que existen hoy en día. La evidencia en general señala que EMT es un buen candidato a tratamiento, con las salvedades que hemos notado.

Lo que quería señalar son algunas cuestiones generales que afectan a todos los tratamientos para depresión, y especialmente a las «curas revolucionarias». La depresión es un problema serio, y cada par de meses se propone algún tratamiento nuevo. Algunos son un poco más convencionales, variaciones de tratamientos preexistentes, pero otros son bastante más atípicos y suelen anunciarse en los medios como revolucionarios: se ha anunciado que la depresión puede tratarse con videojuegos (Anguera, Gunning, & Areán, 2017), con antiinflamatorios (Raison et al., 2013), con psilocibina (Kraehenmann et al., 2015), con ketamina (Naughton, Clarke, Oleary, Cryan, & Dinan, 2014), entre una larga, larga lista.

Los medios anuncian la próxima “cura” para la depresión con términos prometedores, a menudo sin poner referencias, casi nunca hablando de la metodología utilizada ni de los recaudos a tener en cuenta, y así de tanto en tanto tenemos el anuncio de la próxima panacea.

Por todo esto creo que vale la pena cuando nos encontramos con una nueva propuesta de tratamiento para depresión hacer algunas preguntas, quizá en este orden:

  1. ¿Hay evidencia para esta intervención, proveniente de investigaciones bien diseñadas (una cantidad de sujetos adecuada, seguimiento a largo plazo, criterios de remisión y no sólo de respuesta, etc.)?
  2. ¿La intervención genera una mejoría significativamente mayor que un placebo o grupo control, y en un plazo de tiempo que no haga suponer recuperación por el paso del tiempo?
  3. ¿Hay investigaciones independientes que hayan replicado esos resultados?
  4. ¿Hay investigaciones en las que se haya comparado el efecto de la intervención contra otra intervención activa?
  5. ¿Se ha evaluado la tasa de recaídas o recurrencias a largo plazo (12/24 meses)?

Creo que si la respuesta a alguna de esas preguntas es “no”, es prudente tomarse la evidencia con cierto escepticismo, lo cual no significa afirmar que el tratamiento no funcione, claro está, sino tan solo que aún no podemos estar seguros. Necesitamos buenos tratamientos para depresión, y para eso necesitamos engañarnos lo menos posible.

Si han llegado hasta aquí, mis agradecimientos por la compañía, espero que les haya interesado el artículo, y dejen cualquier comentario o consulta al pie.

¡Nos leemos la próxima!

Referencias bibliográficas

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