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Publicaciones por mes

julio 2021

53 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El dolor por el rechazo social es similar ya sea que nos excluya un extraño o un ser querido

  • 22/07/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Hace mucho tiempo, la vida de las personas dependía en gran medida de su capacidad para establecer y mantener relaciones sociales. De las redes que armara surgiría la satisfacción de algunas necesidades fundamentales y la protección ante amenazas. Al parecer, esa necesidad de afiliación se encuentra tan arraigada en nosotros que la exclusión nos sigue provocando dolor. Y el dolor inmediato es el mismo tanto si nos excluye un amigo o pareja, como si nos excluye un extraño (Böckler et al., 2021).

Metodología

Para llegar a tal hallazgo, un equipo de investigadores de la Universidad de Leibniz, en Alemania, realizó un experimento para el cual pidieron a cada participante que asistiera al laboratorio con un amigo del mismo sexo o con una pareja romántica (del sexo opuesto, en este caso).



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Los participantes y sus amigos/parejas jugaron un juego en habitaciones separadas, que consistía en lanzar una pelota en pantalla a quien ellos pensaban que era su pareja o amigo y a un tercer jugador en línea. De hecho, los pases de este otro «jugador», así como los pases que el participante creía que estaba dando su amigo/pareja, eran controlados por los investigadores.

Las fotografías del participante, su amigo/pareja y el tercer jugador (que era del mismo sexo que el amigo/pareja) se mostraban en la pantalla junto a iconos individuales. Al hacer clic en diferentes botones del teclado, el participante podía elegir a quién pasar la pelota. Pero el número de veces que se les pasaba el balón dependía de su condición experimental: 

  • los participantes «incluidos» recibieron 20 de los 60 pases totales (como sucedería si los lanzamientos de pelota se compartieran por igual); 
  • aquellos que fueron «excluidos por su amigo/pareja» recibieron 10 pases en total, todos del extraño;
  • aquellos que fueron “excluidos por el extraño” también recibieron un total de 10 pases, pero todos de su amigo/pareja; 
  • las personas en el cuarto grupo fueron excluidas más completamente: después de recibir dos pases al comienzo del juego, fueron ignoradas.

Inmediatamente después del juego, los participantes completaron cuestionarios sobre su estado de ánimo durante y después del juego. 

Resultados

Los resultados revelaron que la exclusión debilitó el estado de ánimo de las personas durante (aunque no después) el juego, ya sea que hayan sido excluidos por una pareja, un amigo o un extraño. La exclusión total tuvo un efecto mayor en el estado de ánimo.

Los participantes totalmente incluidos puntuaron más alto que todos los demás en las medidas de “pertenencia”, autoestima, existencia significativa (tener una razón central de ser) y satisfacción de necesidades básicas en general. Aquellos que habían sido completamente excluidos mostraron una satisfacción de necesidades básicas incluso menor que los otros grupos, aunque la exclusión total no empeoró los efectos sobre la autoestima. 

Los investigadores no encontraron diferencias significativas para ninguna necesidad básica individual o general, al comparar las exclusiones de otros cercanos con la exclusión de un extraño.

Los puntajes de satisfacción con la relación también fueron más bajos cuando los participantes fueron excluidos por un extraño, amigo o pareja, y aún más bajos entre aquellos que fueron totalmente excluidos. Entonces, si bien el grado de exclusión claramente importaba, ser excluido por un extraño, un amigo o una pareja tenía los mismos impactos.

Dentro de las limitaciones del estudio se resalta su tamaño pequeño, y el hecho de haberse centrado en el impacto de la exclusión durante e inmediatamente después del juego. El rechazo por parte de una pareja romántica o un amigo cercano seguramente tendría efectos más duraderos, aunque sea indirectamente, al alterar la percepción de la calidad de la relación en sí. (Aclaran los autores que todos los participantes fueron informados después.) 

Estudios anteriores han encontrado que incluso la exclusión por parte de una computadora (Zadro et al., 2004), o alguien que pertenece a un grupo detestado, como el Ku Klux Klan (Gonsalkorale & Williams, 2007), tiene efectos negativos.

Referencias bibliográficas:

  • Böckler, A., Rennert, A., & Raettig, T. (2021). Stranger, Lover, Friend? En Social Psychology (Vol. 52, Número 3, pp. 173-184). https://doi.org/10.1027/1864-9335/a000446
  • Gonsalkorale, K., & Williams, K. D. (2007). The KKK won’t let me play: ostracism even by a despised outgroup hurts. En European Journal of Social Psychology (Vol. 37, Número 6, pp. 1176-1186). https://doi.org/10.1002/ejsp.392
  • Zadro, L., Williams, K. D., & Richardson, R. (2004). How low can you go? Ostracism by a computer is sufficient to lower self-reported levels of belonging, control, self-esteem, and meaningful existence. En Journal of Experimental Social Psychology (Vol. 40, Número 4, pp. 560-567). https://doi.org/10.1016/j.jesp.2003.11.006

Fuente: Research Digest

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Cuando los psicólogos somos pacientes – Psicología para escépticos, episodio 41

  • 22/07/2021
  • Mariano Scandar
people woman sitting technology

La Lic. Samanta Fraser es psicóloga cognitivo conductual, y se desempeña como tal en el ETCI y el CETECIC. El año pasado comenzó a tener una serie de síntomas extraños, a raíz de una serie de AIT (accidentes isquémicos transitorios), lo que le ha permitido tener una información privilegiada sobre qué siente un paciente al tener diferentes cuadros: afásia, apráxia, agnósia… Pero además, le a permitido profundizar en la comprensión de las secuelas psicológicas de estos fenómenos y cómo nos altera el comprobar la fragilidad de lo que consideramos más nuestro: nuestra vida mental.

Escuchar en Apple Podcast, Ivoox o Spotify.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Las personas narcisistas son considerablemente más agresivas y violentas

  • 22/07/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Una persona narcisista cree ser inherentemente merecedora de privilegios y trato especial (Krizan & Herlache, 2018). Y si bien puede que no te reconozcas dentro de esa definición, la evidencia muestra que todos tenemos algún nivel de narcisismo (Krizan & Herlache, 2018), y también muestra que cuanto mayor es el nivel de narcisismo, mayor será el nivel de agresión de la persona. Una revisión reciente encontró que el narcisismo se relacionó con un aumento del 21% en la agresión y del 18% en la violencia (Kjærvik & Bushman, 2021)..

¿Por qué es importante?

El narcisismo está en aumento y las redes sociales podrían ser un factor contribuyente. Un estudio encontró que las personas que publicaron una gran cantidad de selfies en las redes sociales desarrollaron un aumento del 25% en los rasgos narcisistas durante un período de cuatro meses (Reed et al., 2018). Por otro lado, el narcisismo es una de las características del liderazgo tóxico, y debido a que los jefes narcisistas tienden a ser egoístas y a despreciar a los demás, erosionan la confianza de sus colegas y empleados, lo que les impide mantener buenas relaciones laborales. Además las personas narcisistas tienden a discriminar a los demás (Cichocka et al., 2017) y a tener poca empatía (Burgmer et al., 2021). Según la evidencia, sus relaciones de pareja tampoco suelen ser muy buenas (Brunell & Keith Campbell, 2012).



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¿Qué encontró la revisión de Kjærvik & Bushman (2021)?

Para este estudio, los autores revisaron otros 437 estudios sobre narcisismo y agresión. En total, sumaron 123.000 participantes.

La agresión fue definida como cualquier comportamiento destinado a dañar a otra persona que no quiere ser lastimada, mientras que la violencia se definió como la agresión que implica un daño físico extremo, como lesiones o la muerte.

Tras la revisión, encontraron que los individuos con alto nivel de narcisismo son especialmente agresivos cuando se les provoca, pero también son agresivos cuando no se les provoca. 

Los participantes del estudio con altos niveles de narcisismo mostraron altos niveles de agresión física, agresión verbal, difundir chismes, intimidar a otros e incluso encausar la agresión contra transeúntes inocentes. Estas personas atacaron tanto exaltados emocionalmente como a sangre fría. El narcisismo se relacionó con la agresión en hombres y mujeres de todas las edades de países occidentales y orientales.

Según los autores, las personas que se creen superiores no parecen tener reparos en atacar a otros a quienes consideran inferiores.

Esta revisión metaanalítica combinó los datos de múltiples estudios que investigaron el mismo tema, con el fin de desarrollar una conclusión estadísticamente más sólida debido al mayor número de participantes. Una revisión metaanalítica puede revelar patrones que no son obvios en ningún estudio. Es como mirar todo el bosque en lugar de los árboles individuales.

Si bien estos hallazgos hacen referencia a una persona de modo individual, otras investigaciones han encontrado que el «narcisismo colectivo» (o «mi grupo es superior al tuyo) está relacionado con la agresión intergrupal, especialmente cuando uno de los miembros del grupo («nosotros») se ve amenazado por un grupo externo («ellos») (de Zavala et al., 2009).

Nuevas investigaciones: ¿cómo se llega a ser narcisista?

Actualmente hay equipos de trabajo investigando, por ejemplo, cómo las personas llegan a ser narcisistas. En este tópico, un estudio encontró que cuando los padres sobrevaloran, sobrestiman y elogian las cualidades de su hijo, su hijo tiende a volverse más narcisista con el tiempo (Brummelman et al., 2015). Estos padres piensan que su hijo es más especial y tiene más derechos que otros niños. Este estudio también encontró que si los padres quieren que su hijo tenga una autoestima saludable en lugar de un narcisismo malsano, deben brindarle cariño y amor incondicional. 

Referencias bibliográficas:

  • Borenstein, M., Hedges, L. V., Higgins, J. P. T., & Rothstein, H. R. (2021). Introduction to Meta-Analysis. John Wiley & Sons. https://books.google.com/books/about/Introduction_to_Meta_Analysis.html?hl=&id=2oYmEAAAQBAJ
  • Brummelman, E., Thomaes, S., Nelemans, S. A., Orobio de Castro, B., Overbeek, G., & Bushman, B. J. (2015). Origins of narcissism in children. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 112(12), 3659-3662. https://doi.org/10.1073/pnas.1420870112
  • Brunell, A. B., & Keith Campbell, W. (2012). Narcissism and Romantic Relationships. En The Handbook of Narcissism and Narcissistic Personality Disorder (pp. 344-350). https://doi.org/10.1002/9781118093108.ch30
  • Burgmer, P., Weiss, A., & Ohmann, K. (2021). I don’t feel ya: How narcissism shapes empathy. En Self and Identity (Vol. 20, Número 2, pp. 199-215). https://doi.org/10.1080/15298868.2019.1645730
  • Cichocka, A., Dhont, K., Makwana, A. P., & Back, M. (2017). On Self–Love and Outgroup Hate: Opposite Effects of Narcissism on Prejudice via Social Dominance Orientation and Right–Wing Authoritarianism. En European Journal of Personality (Vol. 31, Número 4, pp. 366-384). https://doi.org/10.1002/per.2114
  • de Zavala, A. G., Cichocka, A., Eidelson, R., & Jayawickreme, N. (2009). Collective narcissism and its social consequences. Journal of Personality and Social Psychology, 97(6), 1074-1096. https://doi.org/10.1037/a0016904
  • Kjærvik, S. L., & Bushman, B. J. (2021). The link between narcissism and aggression: A meta-analytic review. En Psychological Bulletin. https://doi.org/10.1037/bul0000323
  • Krizan, Z., & Herlache, A. D. (2018). The Narcissism Spectrum Model: A Synthetic View of Narcissistic Personality. En Personality and Social Psychology Review (Vol. 22, Número 1, pp. 3-31). https://doi.org/10.1177/1088868316685018
  • Reed, P., Bircek, N. I., Osborne, L. A., Viganò, C., & Truzoli, R. (2018). Visual Social Media Use Moderates the Relationship between Initial Problematic Internet Use and Later Narcissism. En The Open Psychology Journal (Vol. 11, Número 1, pp. 163-170). https://doi.org/10.2174/1874350101811010163

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Esta herramienta te ayudará a mejorar tu pensamiento crítico

  • 21/07/2021
  • Equipo de Redacción

Sócrates, uno de los padres fundadores del pensamiento filosófico occidental, fue juzgado. Muchos creyeron que era un enemigo del estado, acusando al filósofo de corromper a la juventud y negarse a reconocer a sus dioses. Pero no se temía a Sócrates por afirmar tener todas las respuestas, sino por hacer demasiadas preguntas (método socrático). Erick Wilberding profundiza en la técnica conocida como método socrático.

Puedes activar la traducción automática de subtítulos.

Qué es el pensamiento crítico

El pensamiento crítico es un proceso de razonamiento que permite a las personas analizar, evaluar y sintetizar la información de una manera objetiva y racional. Se trata de una habilidad esencial para tomar decisiones informadas y resolver problemas de manera efectiva.



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El pensamiento crítico se basa en la capacidad de identificar y cuestionar las premisas, las suposiciones y las conclusiones de un argumento. Esto significa que, en lugar de aceptar automáticamente lo que se nos presenta, se busca comprender las diferentes perspectivas y considerar las pruebas y evidencias disponibles.

Una de las características fundamentales del pensamiento crítico es la capacidad de distinguir entre información verificable y opinión personal. Esto significa que se busca evaluar la información en función de su fiabilidad y validez, y no simplemente aceptarla porque proviene de una fuente autorizada o porque se ajusta a nuestras creencias preexistentes.

Otra característica importante del pensamiento crítico es la capacidad de analizar y evaluar los argumentos. Esto significa que se busca identificar los puntos débiles y fuertes de un argumento, considerando las pruebas y evidencias que se utilizan para apoyarlo.

El pensamiento crítico también implica la capacidad de sintetizar la información y llegar a conclusiones informadas. Esto significa que se busca considerar todos los aspectos relevantes de un problema o una cuestión, y llegar a una conclusión justificada basada en el análisis de la información disponible.

Fuente: TED

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Derechos de las mujeres con discapacidad psicológica y social (Guía informativa)

  • 21/07/2021
  • Equipo de Redacción

Se presenta una nueva guía elaborada por Feafes Salud Mental Extremadura con la colaboración de la Red Regional de Mujeres en Salud Mental de la Federación, un documento cuya finalidad es proporcionar una herramienta útil de conocimiento e información a la Mujer con Discapacidad Psicológica y social, sensibilizar a la sociedad fomentando el respeto de los derechos y la dignidad de las mujeres con problemas de salud mental, luchar contra estereotipos, prejuicios y prácticas nocivas y promover la toma de conciencia respecto a su participación activa, considerándolas como personas expertas.

Descarga la guía completa en formato PDF.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

No le pegues a los niños. La evidencia demuestra que es un método que empeora su conducta

  • 21/07/2021
  • David Aparicio

Hay mucha evidencia que demuestra los efectos perjudiciales del castigo físico en niños y niñas. En Psyciencia hemos publicado sobre este tema en reiteradas ocasiones: compartimos un resumen de los estudios más relevantes sobre sus efectos a corto y largo plazo en la conducta y salud de los niños; publicamos una noticia de investigación sobre el daño cerebral que puede causar; su relación con el incremento de conductas antisociales y cuáles son los derechos de los niños que los protegen del uso de este tipo de medidas. Esta información solo es una pequeña muestra de toda la evidencia que hay en contra de su uso.

Pero tristemente el castigo físico sigue siendo una medida de “disciplina” ampliamente utilizada por padres y cuidadores en todo el mundo. Para que se pueda conceptualizar mejor: los datos más recientes de la Unicef estiman que más de 250 millones de niños entre los 2 y 4 años de edad son objeto del castigo físico. 

¿Por qué se sigue utilizando y aceptando este método violento de disciplina? La respuesta es un poco compleja, pero es muy probable que se deba a la combinación de estos tres factores:



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  1. Los padres, madres y cuidadores no están recibiendo información en contra del castigo físico. La información se ha mantenido encerrada dentro de los círculos académicos y no ha sido adaptada para su divulgación en los medios de comunicación, como sí se ha hecho con otros problemas de salud como el consumo de cigarrillo, alcohol, depresión, ansiedad, etc. 
  2. También es probable que los padres y cuidadores que han escuchado o leído sobre los efectos perjudiciales del castigo, simplemente no lo crean y se mantienen en la postura de que es una medida de disciplina necesaria para la “buena educación”.
  3. Solo 62 países en el mundo prohíben el castigo físico y, de ellos, muy pocos implementan medidas que realmente lo vedan. Además, las autoridades no suelen intervenir cuando un padre o una madre le pega a su hijo (a menos que sea muy grave). Quizás esto se deba a que los propios encargados de hacer cumplir la prohibición no conocen los datos ni las investigaciones en contra del castigo físico. 

Para reducir la barrera de la información y mejorar las políticas que protejan a los niños del castigo físico, siete especialistas (incluida Elizabeth Gershoff una de las investigadoras más reconocidas sobre este tema) realizaron una revisión narrativa prospectiva que resume el impacto del castigo corporal. La revisión fue publicada en la conocida revista científica The Lancet y en este artículo la describiré.

La revisión

La revisión comenzó con una búsqueda de investigaciones que incluían términos como: “disciplina física”, “castigo físico”, “castigo corporal”, “nalgadas”, “cachetadas”. Y se excluyeron los estudios que examinaban otras formas más agresivas de castigo corporal como: golpear a un niño con un objeto, pegarles en la cara o en la cabeza, tirarles objetos, palizas, golpes con el puño cerrado, quemaduras, estrangulaciones o amenazarlos con cuchillos o armas. También se excluyeron los estudios que no distinguían entre el castigo físico y el castigo verbal.

Todos estos mecanismos de exclusión y diferenciación son importantes porque a menudo se cree que los datos en contra del castigo físico se refieren a medidas disciplinarias más agresivas y abusivas. Sin embargo, estos estudios hablan precisamente de las formas de castigo físico más utilizadas y aceptadas: nalgadas, correazos, chancletazos. 

Resultados generales

La revisión incluyó a 69 investigaciones de diferentes países e idiomas que cumplían con los requisitos, y sus hallazgos se pueden sintetizar de la siguiente manera: 

  1. El castigo físico predice consistentemente los problemas de conducta en los niños. La abrumadora cantidad de evidencia sostiene que el castigo físico predice el incremento de conductas problemas (internalizantes: depresión, ansiedad, etc. y externalizantes: problemas de conducta y agresividad) a corto y largo plazo. El castigo físico no es una medida efectiva para mejorar la conducta de los niños y genera el efecto contrario que los padres y cuidadores buscan. Incrementa los niveles de estrés, se relaciona con el empeoramiento de los síntomas de TDAH y empeora la relación padre-hijo.
  2. El castigo físico no se asoció con ningún efecto positivo. Ninguno de los estudios ofreció evidencia que favoreciera su uso.
  3. El castigo físico incrementa el riesgo de maltrato infantil. Los estudios demuestran que los padres que usan el castigo físico tienen más riesgo de cometer algún acto de maltrato infantil que involucre la participación de la policía o los servicios de protección al menor. Esto sucede porque al no funcionar el castigo corporal, los padres y cuidadores van escalando su intensidad y uso.
  4. La asociación entre el castigo físico y efectos perjudiciales es robusta a través de diferentes características de niños y sus padres.

¿Qué podemos hacer para reducir el castigo físico como método de disciplina?

En la revisión se propone una serie de medidas que son necesarias para reducir el uso y aceptación del castigo corporal: 

  1. Es indispensable que los 62 países que firmaron la prohibición de cualquier tipo de castigo físico aseguren el cumplimiento de las leyes de protección infantil. Se ha demostrado que la implementación de este tipo de leyes incrementa rápidamente el rechazo de los padres hacia el castigo físico, reduce el apoyo y su prevalencia. Uno de los mejores ejemplos es Suecia. En este país está prohibido el castigo corporal en todas sus formas desde 1979 y en estudios de seguimientos posteriores han encontrado que los sujetos que reportaron sufrir de castigo físico se redujeron desde el 83% en 1958 al 27% en el año 2011.
  2. Se necesitan planes de educación pública que permitan a la población conocer cuáles son los efectos del castigo físico y proveer de recursos y entrenamiento en habilidades parentales a los padres y cuidadores. Para esto es necesario que los proveedores de servicios de salud (psicólogos, médicos, enfermeros, etc.) usemos un mensaje coherente en contra del uso del castigo físico. De esta manera, un enfermero o pediatra puede explicarle a un padre por qué no debe usar el castigo físico y puede referir rápidamente a un psicólogo para ofrecer entrenamiento a padres. 
  3. También es necesario que se introduzcan medidas de prevención y reducción del castigo físico en las comunidades e instituciones. Por ejemplo, los hospitales, escuelas, bibliotecas, supermercados e instituciones públicas pueden lanzar iniciativas donde se prohíba explícitamente el uso del castigo corporal. Este tipo de medidas es muy efectivo porque hace que las personas puedan intervenir cuando un padre o cuidador le está pegando a su hijo. Además, son intervenciones de bajo costo, fáciles de implementar luego de un entrenamiento previo. 
  4. Los gobiernos deben incentivar campañas educativas para enseñar a padres y cuidadores a utilizar estrategias de crianza y disciplina que mejoren la conducta y la obediencia de los hijos y que al mismo tiempo estén fundamentados en los derechos de los niños.

Referencia del estudio: Anja Heilmann, Anita Mehay, Richard G Watt, Yvonne Kelly, Joan E Durrant, Jillian van Turnhout, Elizabeth T Gershoff. Physical punishment and child outcomes: a narrative review of prospective studies. The Lancet, 2021; DOI: 10.1016/S0140-6736(21)00582-1

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Impacto de supuestos eventos paranormales en las creencias y emociones

  • 20/07/2021
  • Alejandra Alonso

Las creencias paranormales incluyen creencias sobrenaturales (fantasmas u otras entidades no físicas), superstición, creencias espirituales y creencias religiosas. Son muy comunes en la infancia, ya que en esa etapa las niñas y los niños mezclan mucho la realidad con la fantasía. Sin embargo, parece que las creencias paranormales también son comunes entre los adultos.

¿Cómo se realizó el estudio?

Lise Lesaffre y su equipo diseñaron un estudio experimental para explorar por qué las creencias paranormales parecen durar y continuar desarrollándose en la edad adulta. Se invitó a una muestra de 419 estudiantes universitarios de Suiza a observar un acto paranormal.



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En primer lugar, las personas completaron un instrumento que media creencias paranormales, el mismo incluye 7 subescalas: creencias religiosas tradicionales, brujería, superstición, espiritualismo, formas de vida extraordinarias, psi (por ejemplo, mover objetos con la mente) y precognición (por ejemplo, ver el futuro a través del horóscopo). A continuación fueron testigos de un evento donde un intérprete parecía hacer contacto con un ser querido ya fallecido de alguien de la audiencia.

El intérprete revelaba detalles de la vida de la persona fallecida y la persona de la audiencia se veía cada vez más emocionada. Los participantes no lo sabían, pero el intérprete era un mago semiprofesional y la persona de la audiencia era un confederado.

Luego de observar el evento, los estudiantes calificaron el punto hasta el que sentían que dicho evento era el resultado de poderes sobrenaturales, era un truco de magia o un milagro religioso. El siguiente paso fue contestar una pregunta abierta relacionada con sus sentimientos y opiniones sobre el evento y luego completar las 7 subescalas que evaluaban sus creencias paranormales nuevamente.

¿Qué se encontró?

Como la autora esperaba, los estudiantes con mayores puntajes en el cuestionario sobre creencias paranormales eran más propensos a avalar una explicación paranormal del evento y menos propensos a creer que se trataba de un engaño por parte de un mago. Algo interesante fue que, luego de observar el evento, los puntajes de espiritualidad en la escala aumentaron.

En esta investigación, el 65% de la muestra dio explicaciones sobrenaturales para el evento. Al analizar la pregunta abierta, el equipo observó que muchos tenían sentimientos conflictivos. Cerca de la mitad de los estudiantes expresó dudas sobre lo que habían visto y aproximadamente un tercio de estos expresaron emociones tanto agradables como desagradables.

También se halló que los participantes que no mencionaban sus emociones en sus respuestas eran menos propensos a adoptar una opinión paranormal. Esto podría sugerir que el aspecto emocional de la experiencia puede contribuir a la adopción de una postura con respecto al evento.

Limitaciones y recomendaciones

La autora y su equipo notan que su muestra estuvo compuesta de un grupo preseleccionado de estudiantes universitarios y los resultados podrían ser diferentes si se utilizara una muestra de la población general. El equipo de investigación sugiere explorar la posibilidad de que las emociones intensas aparejadas con la actuación del mago contribuyeran a las creencias paranormales.

Referencia del estudio: Lesaffre L, Kuhn G, Jopp DS, et al. Talking to the Dead in the Classroom: How a Supposedly Psychic Event Impacts Beliefs and Feelings. Psychological Reports. October 2020. doi:10.1177/0033294120961068

Fuente: Psypost

  • Salud Mental y Tratamientos

Lo que aprendí haciendo terapia online

  • 20/07/2021
  • Maira Orive

Cuando pensábamos en efectividad de tratamientos en etapa pre-pandémica o, como me gusta decirle, a.C. (antes del COVID-19), circulaba muy poco la “preocupación” sobre la atención online: era una buena opción en función de la accesibilidad, podíamos llegar a algunos lugares remotos, sonaba cool y futurista pensar en un formato exclusivo de atención y resolvía el problema de dificultad de encuentro entre consultante y terapeuta (una rehabilitación con imposibilidad de trasladarse al consultorio, un viaje por trabajo, y situaciones temporales del estilo).  

Pensar en un tratamiento 100% online, no conocer al consultante ocupando un espacio en nuestro consultorio, la posibilidad de no encontrarnos cara a cara y cuerpo a cuerpo, y la necesidad del distanciamiento físico requerido, nos han puesto a preocuparnos por algunas cosas. Veamos entonces algunos panoramas tranquilizadores sin “hacernos fama y echarnos a dormir”:

Tomar terapia online es mejor que no tomar terapia (Markowitz, 2020) lo que nos empuja a marcar, por supuesto, que estamos hablando de tratamientos estructurados, con validación empírica y guiados por un profesional con expertise suficiente para ello.



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Un tratamiento vía internet no es mejor sino distinto del cara a cara y puede ser tan efectivo como el presencial (Andersson, en la ACBSWC 2021). Tener una mirada abierta respecto a los beneficios que provee un tratamiento vía internet, contabilizar las ventajas y estar dispuestos a monitorear lo que va sucediendo podría permitirnos entender que distinto, en este caso, es una buena cosa.

Tomar terapia online con la guía de un terapeuta es mejor que estar en una lista de espera, es mejor que recibir intervenciones sin guía de un terapeuta y tan efectivo como un tratamiento cara a cara (e-Health Taskforce, EFPA, 2021). 

Intervenciones psicológicas basadas en móviles e internet (IMIs, por sus siglas en inglés, Internet- and Mobile-based psychological Interventions) presentan evidencia sobre aplicación, eficacia y potencial para mejorar la salud mental, haciendo énfasis en la prevención y el tratamiento de desórdenes mentales. Metanálisis de ensayos aleatorizados indican que las IMIs pueden resultar significativamente beneficiosas para un espectro amplio de problemáticas como depresión, ansiedad, insomnio o TEPT (Ebert et al, 2018). Pueden acceder al paper aquí. Este reporte tiene la particularidad de provenir de la “fuerza especial para la salud digital” (e- Health Taskforce) de la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos, que desde 2015, reúne expertos para generar estrategias sensibles y seguras para el cambio en relación a la expansión de la salud digital. 

Un tratamiento vía internet no es mejor sino distinto del cara a cara y puede ser tan efectivo como el presencial

La psicoterapia digital es una excelente oportunidad para el tratamiento de pacientes experimentando trastornos depresivos y del estado de ánimo, es aceptada como una forma efectiva y práctica de proveer cuidados en salud mental por las guías internacionales y los clínicos podemos confiar en que las opciones de psicoterapia digital no son inferiores a las intervenciones cara a cara (Weightman, 2020). Pueden leer este paper aquí.

Descubrimos los clínicos, por experiencia personal, relatos de otres y observación directa, que existimos personas con afinidad hacia esta forma de trabajo. Tanto del lado de les profesionales como de les consultantes hay defensores y detractores (cada une con sus motivos) de la modalidad online. Que les consultantes elijan es central y, además, se incluye dentro de los derechos del paciente el poder decidir qué considera mejor. En Argentina, la ley 26.529 “Derechos del Paciente en su Relación con los profesionales e instituciones de Salud” (modificada por ley 26.742), garantiza al paciente el derecho a conocer su diagnóstico y los tratamientos disponibles. Asimismo, el paciente tiene derecho a conocer las ventajas de determinados tratamientos y las consecuencias de no realizar un tratamiento. Aceptar iniciar un tratamiento requiere un consentimiento informado, que generalmente es verbal y puede ser escrito. En estos momentos, dejar definido si la modalidad será online o presencial, es una buena idea.

Dentro de las ventajas generales de la teleterapia podemos pensar en:

  • Ampliar acceso, llegar a más personas.
  • Poder elegir entre llamada y video. Falta evidencia sobre si el formato video es mejor que el formato audio.
  • Tener más comodidad.
  • Eliminar los tiempos de traslado.
  • Mejorar la puntualidad y la organización, optimizar agenda.
  • Elegir el terapeuta que quiera, no importa dónde viva.
  • Ejercitar la paciencia y la capacidad de adaptación.
  • Poder usar formatos de interacción interesantes, que sean apropiados para el momento del tratamiento: compartir pantalla, usar un gif, un meme, un sticker, un fondo de pantalla, un video de youtube, una pizarra remota para dibujar, por poner ejemplos.

Las desventajas tendrán un continuo hacia el otro polo: 

  • Complicaciones con el uso de datos, la velocidad de internet,  las dificultades de conexión o de adaptación a una plataforma.
  • No poder hacerse espacio para hablar en privado, sin interrupciones y con libertad.
  • Multiplicidad de distractores (mail, notificaciones, timbre, hijes, convivientes, etc).
  • Dificultad de cortar más notoria que en el trabajo presencial para les terapeutas, para hacer shift a la vida doméstica, para permitirse estar offline. Uno de los problemas centrales del home office asociado a los trabajos freelance o autónomos es la dificultad de cortar.
  • Agotamiento por uso de pantallas, problemas posturales y oftalmológicos asociados.
  • Riesgos de confidencialidad de las plataformas.
  • Miedos, inseguridades respecto de la novedad y por la evaluación de algunos riesgos.

Las recomendaciones subsiguientes están orientadas a superar algunas dificultades que compartimos anteriormente apelando a recursos concretos. No me crea, ¡pruébelo!:

  • Breaks. Tiempo de trabajo intelectual. Tiempo de ocio distante de pantallas (Netflix, Tinder, Whatsapp, Instagram). Más allá de la regla 52/17 (minutos de trabajo y descanso respectivamente), que funciona como un modelo de pausas y está basada en la “Técnica Pomodoro” de Francesco Cirillo que plantea 25/5, muchos psicoterapeutas coincidimos en que frenar un tiempo entre sesión y sesión nos permite poder estar presentes. En ese tiempo podemos plantear una pausa activa, hacer una meditación, focalizar con los ojos en objetos lejanos y parpadear conscientemente para alivianar el cansancio, renovar el mate en Argentina o hacernos un café en todos los lugares del mundo. Si nos atenemos a las recomendaciones de los expertos en rendimiento podemos organizar de las entre 21 y 35 horas de trabajo semanales, 3 días intensos o 5 días de media jornada laboral. Para lidiar mejor con el tiempo en pantalla podemos recurrir a los monitoreos de “bienestar digital” disponibles en nuestros smartphones percibiendo primero cuánto estamos usando las pantallas, cómo nos estamos sintiendo con ello y qué podemos modificar o poner como nuevo objetivo.
  • Espacio. Necesitamos entender los tiempos atencionales (los nuestros), sacar sonido ambiente, pactar el espacio de trabajo con convivientes y ordenarnos para estar en un ambiente bien iluminado, aireado, cuidando nuestro espacio de trabajo y, si fuera posible, armando un espacio de trabajo distinto para poder entrar y salir de la vida laboral. Recomendar lo mismo al consultante, darle lugar a que decida dónde tomará su sesión y de qué modo.
  • Elementos. Buena conexión a internet, luz, auriculares, micrófono, cámara, soportes para los dispositivos, cooler para mantener la temperatura de la computadora. El cuidado de los elementos de trabajo es sumamente importante por dos motivos: primero porque los necesitamos en condiciones para trabajar y segundo, por el valor monetario que poseen y la dificultad para reponerlos.
  • Timing e interacción. Darnos tiempo para aprender el timing, probar qué nos queda cómodo en sesión y darnos espacio para, por ejemplo, notar el delay y marcarlo, notar qué nos incomoda y hacer lo que mejor podamos en sesión. Pausarnos, esperar respuesta, ejercitar el ida y vuelta comunicativo. Remarcar la diferencia de mirar a la persona en pantalla y no a la cámara, poner en grande al otre.
  • Cuidado personal, ¿qué contemplar? Postura y pausas activas acordes a la actualidad de los movimientos priorizando la flexibilidad general con predominio de cadena posterior (cabeza y cuello, columna completa, cadera, muslos y piernas); fortalecimiento de zona media/core (abdominales y lumbares) para contrarrestar el debilitamiento por posición sostenida; movilidad articular general (incluyendo movimientos no habituales como círculos de hombro, cadera, muñecas y tobillos o flexoextensiones de rodilla y codo o lateralizaciones y torsiones de cabeza y columna); actividad física al aire libre de ser posible; caminata consciente. Ubicación de los elementos (monitor o pantalla 15 o 20 grados por debajo de la altura de los ojos con una distancia de 30 cm, posición del teclado respecto de la articulación del codo, alineación de torso y cadera, de muslo y rodilla y de pies en contacto con el suelo) y asientos confortables (anatómicos, ergonómicos, con soporte lumbar). Pensar también en la variación postural posible, si puedo sentarme en un zafu, por ejemplo, elevando un poco la cadera y bajando las rodillas en medio loto. Cada quién deberá inspeccionar cuáles son las mejores formas para cuidarse. Respecto de la voz, hay algunas técnicas que se pueden aprender con fonoaudiólogues para cuidar las cuerdas vocales y aprovechar mejor el aire. La Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos promueve un descanso de más de 7 horas para mayores de 26 años y respecto de la alimentación e hidratación podemos plantear dos puntos interesantes: la consciencia de lo que ingerimos y el darse tiempo o hacerse tiempo para la ingesta. 
  • Mantener la estructura del tratamiento. Asegurar que nuestro trabajo es de calidad, sobre todo por mantener los valores que tenemos como terapeutas y conectar con ese norte preciado que nos mueve.
  • Alentar el contacto con seres queridos vía pantalla para terapeutas y consultantes. Aún cuando estemos todes muy cansados de estar online es importante priorizar los vínculos afectivos y acortar el distanciamiento físico real para que no se transforme en un aislamiento social. 
  • Ensayar las técnicas, pedir feedback, charlar con colegas sobre soluciones y problemas comunes y supervisar, siempre supervisar. En este punto estimo que estamos todes de acuerdo en que determinadas técnicas y procedimientos que aplicamos en sesión necesitan probarse online y recibir el feedback del consultante al respecto. Esta información la podemos socializar con colegas y encontrar soluciones a corto y largo plazo, ¡juntes!

Referencias bibliográficas:

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  • Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Presidencia de la Nación Argentina. Ley 26.529 “Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales e Instituciones de la Salud”. Sancionada: Octubre 2009. Promulgada Noviembre 2009.

La idea de este texto es heredera de la clase que di para el Simposio Universitario de ASTeC (Asociación Santafesina de Terapeutas Cognitivos) en julio de 2021.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Movimiento transdiagnóstico: el nacimiento de un nuevo paradigma psicopatológico

  • 19/07/2021
  • Nicolas Genise

Cuestionar los paradigmas que han ordenado y dirigido nuestras acciones y pensamientos tiende a ser una experiencia perturbadora, angustiante y disruptiva. Los supuestos analíticos que proporcionan los paradigmas nos brindan el andamiaje necesario para encontrar respuestas a las preguntas que nos hacemos, orientando nuestra mirada hacia los datos que deben ser considerados como relevantes para que luego, podamos realizar nuestro trabajo metódicamente.

Mientras nos mantengamos dentro de estos parámetros (preguntas adecuadas, métodos específicos y unidades analíticas claras) sentiremos que estamos realizando “buena ciencia”. Así, el practicante (ya sea clínico o investigador) y el paradigma se vuelven, en cierta medida, inseparables. Como es fácil de imaginar, en momentos donde los supuestos que nos orientan son señalados y examinados críticamente, el velo de la desorientación nos recubrirá progresivamente.

Durante décadas, asumimos que el norte de nuestra práctica, para llevar el estandarte de calidad “tratamientos basados en la evidencia (TBE)”, debía estar guiado por los resultados de la inmensa cantidad de pruebas experimentales a través de protocolos focalizados en síndromes psiquiátricos impulsados por el afán que resaltaban la importancia de la utilización de los manuales diagnósticos.



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Desde sus orígenes, el DSM, nos brindó un lenguaje común entre clínicos, investigadores y funcionarios de la salud pública. Nos ofreció detalladas definiciones de los distintos trastornos permitiendo limitar y disminuir la ambigüedad subjetiva inherente al proceso diagnóstico (Regier et al., 2013). Junto a ellos, la terapia cognitiva conductual (TCC) progresó fuertemente con la creación de modelos que buscaban explicar la aparición y mantenimientos de síntomas para cada uno de los trastornos.

Durante “la era de los protocolos” las ideas de mejoras y beneficios se vio impulsada por la producción de una gran cantidad de información científica relacionada a los síndromes. Así, las investigaciones avanzaron identificando un número creciente de trastornos con sus características específicas y definiciones diagnósticas cada vez más estrechas. El auge y éxito del enfoque específico para cada trastorno se evidenció en el incremento significativo de tratamientos con soporte empírico para diagnósticos específicos (Schaeuffele et al., 2020). Junto al auge de los sistemas clasificatorios de los problemas mentales, los clínicos comenzamos a ser entrenados para desarrollar una mirada topográfica y médica del sufrimiento humano que pudiera detectar y cuantificar signos y síntomas presentes en la persona (Hayes & Hofmann, 2020). Así, al cumplir con ciertos pasos determinados, el psicoterapeuta podía acceder a un conocimiento profundo del funcionamiento psicopatológico de la persona, identificar los déficits que conformaran la diátesis de un trastorno, para luego aplicar el conjunto de técnicas (mecanismos de cambio) adecuadas según los diversos protocolos y estudios controlados (Barlow, 2004; Laska et al., 2014).

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Pero los resultados imaginados y prometidos no se produjeron. A pesar de los cuantiosos recursos invertidos, las investigaciones no lograron identificar patologías subyacentes a los problemas psicológicos. Por ejemplo, dados los supuestos existentes detrás de razonamiento “de enfermedad” fue ciertamente desalentador que el mapeo completo del genoma humano no brindara información consistente sobre genes o sistemas de genes identificables que pudieran explicar de una manera sólida y directa a la psicopatología (Hayes et al., 2019). Este paisaje ordenado y predecible, con el paso del tiempo, comenzó a ser cuestionado por un significativo aumento de contradicciones y preguntas sin respuestas lo suficientemente satisfactorias.

El paso del tiempo fue evidenciando numerosos y significativos síntomas e incongruencias que socavaron lentamente la confianza en el paradigma, ente los que se destacan: 1) la pérdida de información importante por no cuadrar dentro de las categorías diagnósticas, 2) la alta tasa de comorbilidad, y 3) la falta de apoyo al carácter distintivo de las categorías (Meidlinger & Hope, 2017).

En la práctica clínica no resulta inusual ver personas con diagnósticos subclínicos que, por no cuadrar dentro de las categorías diagnósticas, no reciben el tratamiento adecuado o estos son finalizados a pesar de la existencia de síntomas residuales, lo que se estima, que favorecerá el desarrollo de futuras recurrencias. Por ejemplo, se estima que la depresión subumbral o subdrómica presenta una prevalencia, en adultos, que oscila entre 2,9% y el 9,9% en atención primaria y entre el 1,4% y 17,2% en entornos comunitarios. No solo se ha demostrado que personas que sufren este tipo de cuadros depresivos experimentan importante deterioro funcional, ven empeorada su calidad de vida y utilizan servicios de salud en mayor medida que personas sin síntomas depresivos sino que también, representa un importante factor de riesgo para el desarrollo de un futuro trastorno depresivos (Lee et al., 2019).

Paralelamente, siendo posiblemente uno de los síntomas mas significativos, la inflación diagnóstica dejó en evidencia la adicción persistente y continua de trastornos expandiendo progresivamente las barreras de los desórdenes psicológicos.

Se calcula que aproximadamente el 5% de la población general tiene un desorden mental (WHO, 2008) y que, entre 15 y 20% adicional, tiene condiciones más leves y/o temporales que son sensibles al placebo y a menudo, difíciles de distinguir de los problemas esperables de la vida cotidiana (Frances, 2013). Este movimiento se vio acompañado por el desarrollo de un nuevo y letal síntoma para las premisas básicas del paradigma: la comorbilidad.

La comorbilidad se ha transformado en la norma y no en la excepción llevando a que como terapeutas debamos aportar cada vez mayor grado de creatividad para evaluar y tratar a los problemas de los pacientes

Se estima que, aproximadamente el 40% de los pacientes presentan más de un diagnóstico (Schaeuffele et al., 2020). Por ejemplo, la mayoría de las personas que cumplen los criterios diagnósticos de un trastorno cumplirán los criterios diagnósticos de un segundo trastorno. A su vez, la mayoría que cumplen los criterios para dos diagnósticos los cumplirá para un tercero (Caspi & Moffitt, 2018).

Las categorías diagnósticas comenzaron a verse cómo agentes extraños y la realidad de la persona fácilmente descriptible comenzó a perder fuerza. Nos encontramos ante la realidad cotidiana de que las personas rara vez encajan claramente en las categorías diagnósticas definidas en los TBE. La comorbilidad se ha transformado en la norma y no en la excepción llevando a que como terapeutas debamos aportar cada vez mayor grado de creatividad para evaluar y tratar a los problemas de los pacientes.

Para completar el cuadro, en las últimas décadas, los protocolos basados en la evidencia proliferaron a tal punto que, lentamente fueron superponiéndose entre distintas variantes y versiones resignando, en muchos casos, parte de la especificidad de los tratamientos y de la energía para identificar componentes y procesos claves del cambio.

La propagación de alternativas para el tratamiento de las diversas afecciones se vio acompañada al mismo tiempo por el aumento de competencia entre las distintas marcas terapéuticas por ser quien presentará mayor efectividad en los distintos tratamientos.

Por ejemplo, tanto la TCC, la terapia interpersonal y la terapia de activación conductual han intentado mostrarse como el camino más efectivo para el tratamiento de los trastornos depresivos (Cuijpers, 2016). A pesar de presentar diferentes premisas que explican cómo se desarrollan los problemas y como estos pueden ser tratados, no han logrado hasta el momento, diferenciarse significativamente en cuanto a la efectividad.

Ante esta realidad no es de sorprendernos que aquello supuestos, que tiempo atrás parecía tan consolidado y estable, comenzara a crujir y verse movilizado. Así fue como, el discurso unificado dentro de la TCC comenzó a sentirse desactualizado dando lugar al surgimiento de otras y nuevas visiones alternas (quizás, potencialmente complementarias). La hipótesis de que ciertos procesos cognitivos y conductuales se encuentran presentes en una amplia gama de trastornos fue ganando terreno lentamente (Mansell et al., 2009). Así, la conceptualización de la comorbilidad cómo la coexistencia de trastornos comenzó a ser dejada de lado cobrando fuerza la idea de que esta es el resultado de una base subyacente común compartida entre los distintos trastornos (Caspi et al., 2014).

Lentamente la era de los protocolos vio iniciada su puesta dirigiéndose nuevamente la atención del mundo científico hacia los procesos de cambio (Hofmann & Hayes, 2018).El aumento de interés por comprender la interacción dinámica entre distintos procesos y la psicopatología comenzó a ser eje de los estudios y las investigaciones.

La identificación y clasificación de los distintos procesos transdiagnósticos pasó a ser el eje central de discusión favoreciendo su rápido crecimiento. Por ejemplo, desde el pionero trabajo de Ingram (1990) que nos proporcionó una visión completa del papel relevante que juega “la atención centrada en uno mismo” en el desarrollo de una amplia gama de trastornos (como por ejemplo: la depresión, una variedad de trastornos de ansiedad, abuso de alcohol, esquizofrenia y psicopatía) al comienzo del milenio, Harvey et al. (2004) publicó uno de los primeros libros que recolectaba los desarrollos producidos hasta ese momento en los distintos trastornos. En su libro logro identificar más de 100 procesos. Número que, con el paso del tiempo continúo creciendo a gran velocidad generando el interés y la necesidad de desarrollar modelos descriptivos que integraran conjuntos de procesos pudiendo así guiar la selección y el desarrollo de las intervenciones. Por ejemplo, se ha intentado clasificar los procesos según su especificidad (evitación experiencial, neuroticismo, emociones desadaptativas), amplitud (los procesos más amplios pueden ser entendidos como procesos de orden superior o subyacentes que se expanden a distintos procesos específicos), según su flexibilidad o rigidez (siendo esta ultima la que determinará, más que los procesos en sí, el desarrollo de la psicopatología) (Morris & Mansell, 2018) o según los contenidos mentales de los procesos (ya que después de todo, las creencias y los pensamientos de los pacientes son centrales para la terapia). (Dalgleish et al., 2020).

Lentamente (pero seguro), una agenda alterna comenzó a surgir y tomar mayor impulso con el norte fijado en dar herramientas a los clínicos para que puedan brindar tratamientos efectivos basados en la ciencia e individualidades para satisfacer las necesidades de cada paciente.

En resumen, las investigaciones sobre procesos transdiagnósticos están, aun, en fase de desarrollo y con ellos, sistemas clasificatorios alternos como el RDoC (Insel et al., 2010) o el HITOP (Kotov et al., 2017). Y si bien, hasta el momento, no existe un marco teórico completo que explique la interacción, organización jerárquica y la relación entre los distintos procesos, la formulación de caso ideográfica y el desarrollo de hipótesis sobre qué mecanismos subyace al problema que presenta la persona, ha demostrado brindar un entendimiento global del contexto y de la presentación del problema, dotando al clínico de la flexibilidad para planificar un tratamiento específico para cada persona (Meidlinger & Hope, 2017).

En cuanto a los tratamientos, si bien hoy en día, no existe una clara y uniforme definición, como denominador en común podemos decir que estos dirigirán sus esfuerzos a modificar procesos subyacentes y compartidos por una amplia gama de trastornos sin tener así que adaptarse a los distintos trastornos. Esta definición deja en evidencia un incremento en la modulación e individualización de las intervenciones (es decir, el pasaje de lo nomotético a lo ideográfico).

Modelo transdignóstico: el inicio de la era de los procesos

En la última década, la literatura emergente sobre procesos y tratamientos transdiagnósticos fueron ganando relevancia en los espacios académicos. Pero ¿Qué se entiende por procesos?

Los procesos transdiagnósticos pueden ser entendidos como procesos cognitivos (p. ej., atención, memoria, pensamiento) y conductuales (p. ej., evitación manifiesta) subyacentes que favorece el desarrollo y mantenimiento de la sintomatología en una amplia gama de trastornos. Muchas veces, alguno de estos procesos pueden recibir el nombre de “estilo”, como por ejemplo, “estilo de respuesta rumiativa” el cual puede ser utilizado para indicar la naturaleza repetitiva del proceso (Morris & Mansell, 2018).

Podemos continuar diciendo que los procesos terapéuticos son como un conjunto de cambios basados en una teoría (mecanismos), dinámicos, progresivos y multinivel que ocurren en secuencias predecibles establecidas empíricamente y orientadas hacia los resultados deseables (objetivo de tratamiento deseable).

Según la perspectiva transdiagnóstica los procesos psicológicos comunes conducen a trastornos clínicos aparentemente diferentes y al mismo tiempo, estos procesos podrán ser vinculados a determinados procedimientos terapéuticos que colaboren en la mejoría de la persona promoviendo su prosperidad. Sin embargo, los procesos en sí no ofrecerán un enfoque verdaderamente individualizado e integral para comprender y tratar a la persona detrás del problema que presenta. Solamente podrá ser llevado a cabo a través de la reflexión y formulación de casos.

A través de ella, se buscará identificar las vulnerabilidades subyacentes y patrones de respuestas que, generar hipótesis que expliquen la problemática de la persona, cómo se desencadenan y mantienen sus síntomas cognitivos, conductuales, emocionales y fisiológicos.

Frank and Davidson (2014) desarrollaron una poderosa guía con el fin de organizar la información relevante y orientar al clínico para que logre identificar los mecanismos de vulnerabilidad y respuestas que participan en los problemas de las personas. Ambos mecanismos estarán interconectados contribuyendo a la generación de ciclos de retroalimentación continua que perpetuarán el problema y a menudo, podrán generar problemas adicionales.

Los mecanismos de vulnerabilidad son construcciones similares a rasgos que predisponen a los individuos a padecer problemas psicológicos como resultado del inter-juego de factores de riesgo genéticos, predisposiciones fisiológicas, déficit regulatorio y experiencias aprendidas tempranas. Estos podrán ser cognitivos, emocionales, perceptuales, comportamentales o multidimensionales y habitualmente, tienden a co-ocurrir. Estos mecanismos, susceptibles a estresores internos como externos, desencadenarán respuestas de comportamiento desadaptativas (es decir, mecanismos de respuestas) que le permitirán a la persona mitigar y hacer frente a la vulnerabilidad psicológica.

Por su parte, los mecanismos de respuestas serán el intento que realice la persona de hacer frente o evitar estados emocionales displacenteros compensando el desequilibrio generado en el individuo. Por ejemplo, si la persona presenta intolerancia a la incertidumbre, esquemas negativos y dificultades en la regulación emocional (como mecanismos de vulnerabilidad) podrá intentar hacer frente al malestar a través de evitación experiencial y pensamientos negativos repetitivos (rumiación/ preocupación).

Al lograr identificar ambos mecanismos el clínico tendrá la posibilidad de contemplar los diferentes componentes del problema de la persona y la propia dinámica generada para hacer frente al malestar producido por los mecanismos de vulnerabilidad responsable de favorecer la creación de un bucle de retroalimentación positiva que perpetuará el problema y con el tiempo, posiblemente vaya agregando nuevas dificultades.

Contextos + procesos

Resultará indispensable comprender a los procesos como un grupo coordinado de cambios o sucesos en la estructura de la realidad vinculados de manera sistemática entre sí, ya sea de una manera causal o funcional (Rescher, 1996). Al igual que nuestra existencia, son contextuales y longitudinales por lo que, pensar en procesos nos requerirá que prestemos atención tanto al individuo como al contexto.

Esto es, más allá de los componentes activos del tratamiento, las personas experimentaremos una variedad de circunstancias por fuera del mismo. El contexto y los factores sociales influirán sobre la dirección y los resultados del tratamiento, como así también, el tratamiento la hará sobre el contexto y los factores sociales (Hayes et al., 2019).

Nuestro punto de vista y nuestras descripciones del mundo dependerán directamente de nuestra cultura, interés, historia y naturaleza de nuestro lenguaje. Nuestros conceptos y acciones relacionadas se irán desarrollando a través de procesos continuos de interacción con el mundo. Así, nuestro universo será un conjunto de relaciones entre relaciones dinámicas que irán permaneciendo y variando a lo largo del tiempo.

El marco de referencia que utilizamos para construir el mundo permitirá y restringirá (al mismo tiempo) el proceso de interacción. A través de dicho marco de referencia es que definiremos lo que percibimos como problema y de qué manera solucionarlo. Es decir que, por ejemplo, ante el aumento de malestar por una situación determinada, nuestra mente llevará a cabo una serie de acciones que intentarán disminuir el sufrimiento.

Este primer ensayo de solución, denominado “solución, cambio de primer orden o de tipo 1”, representará el intento, más o menos efectivo que haremos para alejarnos de aquello que nos genera dolor y sufrimiento (Fraser, 2018). Nuestra mente aprenderá, a través de reiteradas experiencias positivas de resolución que, cuando el incremento de sufrimiento se haga presente, existirá en nuestro bagaje de acción una serie de respuestas que podremos ejecutar para disminuir el sufrimiento y neutralizarlas.

Generalmente estas acciones serán efectivas y logrará disminuir el malestar. Sin embargo, cuando no lo logren se iniciará un desafío mayor. Ante el fracaso en la resolución del conflicto, los patrones de solución continúan ejecutándose, redoblando la apuesta ante la amenaza, pero obteniendo el mismo resultado negativo. Así, se iniciará el desarrollo de un círculo vicioso que se irán cronificando y exacerbando el problema que intentan solucionar. Este circuito se irá convirtiendo en un patrón auto organizado en función de una meta y dominio específico.

Soluciones diferentes a las planteadas por nuestro marco de referencia serán vistas, (siempre) como intentos contra intuitivos o paradojales por lo que, no las veremos como una opción válida a pesar de que puedan resolver o redirigir nuestros problemas. Este tipo de solución se denominarán “cambio de segundo orden o tipo 2”.

Al poder conocer una muestra de procesos de interacción presente en la persona en un momento determinado (los cuales tenderán a repetirse en el tiempo) el terapeuta tendrá la oportunidad de conocer el sistema de patrones más amplio permitiéndole observar el bosque más allá del árbol.

El entendimiento y la formulación de círculos viciosos activos en la persona permitirá al terapeuta realizar intervenciones que busquen generar pequeños cambios en dichos patrones, buscando generar movimientos en cascada (bucle de feedback positivo) distintos a los ya activados en la persona.

De esta manera, el ambicioso objetivo de la perspectiva basada en procesos será el generar una plataforma que permita integrar todas las psicoterapias que funcionan alrededor de principios de contexto, de proceso y de cambio.

Intervenciones

A medida que fue proliferando la identificación de constructos responsables del mantenimiento de los síntomas en una variedad de trastornos (y con ello, la nosología transdiagnóstica y la ciencia basada en procesos), los esfuerzos por generar intervenciones efectivas que mantengan la esencia de los principios transdiagnósticos, ya mencionados con anterioridad, han ido incrementando. El progresivo desarrollo y constante aumento de interés por comprender los procesos implicados en los distintos trastornos han ido complejizando la formulación y el entendimiento de la psicopatología.

Este movimiento progresivo estimuló la elaboración de protocolos de intervención (fiel a los fundamentos y búsqueda) que abordarán la heterogeneidad de la clínica y sus comorbilidades. En términos generales podemos decir que, la búsqueda central de las intervenciones transdiagnósticos será reducir paulatinamente el bucle de retroalimentación positiva existente entre distintos mecanismos de vulnerabilidad y resistencia.

Desde las primeras propuestas de intervenciones generalizadas y unificadas, se han ido desarrollando nuevas propuestas más individualizadas y modulares, resaltando la importancia del juicio clínico y el análisis de datos (Schaeuffele et al., 2020). Dentro de este mundo diverso, encontraremos enfoques que mantienen una postura psicopatológica intrínsecamente transdiagnósticos, como por ejemplo ciertas teorías psicodinámicas, otros que pueden ser aplicados de forma transdiagnósticos, como muchos de los enfoques de la tercera ola y otros que fueron desarrollados específicamente desde esta perspectiva siendo esta su marca distintiva.

En los últimos años se han realizado distintos intentos por dar ciento orden y claridad al nuevo campo emergente de intervenciones transdiagnósticos. Por ejemplo, Sauer-Zavala et al. (2017) propusieron organizarlas en tres categorías generales: la primera (1) de estas, denominada Principios terapéuticos aplicados universalmente, se encuentran conformadas por intervenciones que involucran principios terapéuticos generalmente vinculados a una escuela o tipo de terapia específica (p. ej., psicodinámica, cognitivo conductual, humanístico) y contiene estrategias (p. ej., reestructuración cognitiva, trabajo transferencial) que se aplican a una amplia gama de problemas psicopatológicos

Aquí, las teorías proporcionarán las explicaciones de cómo se deberá realizar la terapia y las intervenciones representarán el esfuerzo “top-down” de aplicar una técnica terapéutica a múltiples trastornos, sin considerar explícitamente a los procesos (similares) que mantengan a los trastornos tratados.

La segunda categoría (2) estará conformada por los “tratamientos modulares”. Si bien los principios terapéuticos aplicados universalmente suelen representar el enfoque tradicional de los tratamientos transdiagnósticos, han surgido nuevos métodos para tratar múltiples trastornos. Las intervenciones modulares, también conocidas como intervenciones de elementos comunes, se destacan por presentarle al clínico la posibilidad de desarrollar un tratamiento único para cada paciente mediante la selección de un amplio abanico de estrategias terapéuticas con soporte empírico. Los tratamientos modulares pueden considerarse un enfoque empírico más que teórico ya que estos, intentan reducir la sintomatología sin abordar necesariamente los mecanismos psicopatológicos básicos.

El clínico listará los problemas del paciente y seleccionará las estrategias terapéuticas que relevantes para cada uno de estos, permitiendo generar un tratamiento específico para cada uno de sus consultantes, independientemente del diagnóstico. Por ejemplo, en la clínica infantojuvenil es posible destacar el tratamiento modular para problemas de ansiedad, depresión y/o problemas de conducta desarrollado por Chorpita and Weisz (2009) denominado MATCH ADTC. Años más tarde, Evans et al. (2020) demostraron la efectividad del protocolo para trabajar en niños con irritabilidad severa. También es posible destacar el protocolo para la prevención de la ansiedad y depresión en la infancia, desarrollado por Essau and Ollendick (2013). En adultos, el protocolo llamado Shaping Healthy Minds desarrollado por Black et al. (2018) ha mostrado efectividad para tratar la misma gama de problemas o el tratamiento modular CETA para abordar adultos con problemas de ansiedad y de ánimo (Murray et al., 2014).

El “tratamiento de mecanismos compartidos” serán la tercera categoría de los tratamientos transdiagnósticos. Estos estarán conformados por trabajos que intentan identificar los procesos que están implicados en el desarrollo y mantenimiento de una clase de trastornos psicológicos. Los tratamientos incluidos en esta categoría representarán un intento de cambio en la concepción de la psicopatología, la formulación del problema y el tratamiento. Por lo tanto, las estrategias estarán explícitamente diseñadas para dirigirse a las características centrales que generan el desarrollo de los trastornos.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Mejorar la fuerza muscular podría prevenir los síntomas de la depresión

  • 19/07/2021
  • Maria Fernanda Alonso

La depresión es responsable del 4,4% de la carga de enfermedad a nivel mundial (Ferrari et al., 2013), y es también una de las principales causas de suicidio (Law & Liu, 2008). Esto resalta la importancia de identificar factores preventivos eficaces para el trastorno. Recientemente, un equipo de investigadores encontró que las intervenciones enfocadas en mejorar la fuerza muscular pueden ser efectivas para prevenir la sintomatología depresiva (Cao et al., 2021).

Hasta el momento, las evidencias han mostrado una relación transversal y prospectiva entre la fuerza muscular y los síntomas depresivos entre adultos de mediana edad y ancianos (Ashdown-Franks et al., 2019; Fukumori et al., 2015; Gu et al., 2021; Hamer et al., 2015; Wu et al., 2017; Zhao et al., 2020).

Los niveles de actividad física de una fluctúan con frecuencia y esto consecuentemente provoca cambios en la fuerza muscular con el tiempo. Aprovechando la investigación existente, los investigadores decidieron estudiar específicamente los cambios en la fuerza de la empuñadura y cómo podrían afectar la probabilidad de experimentar síntomas depresivos.



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El estudio

La muestra del estudio estuvo compuesta por 599 estudiantes universitarias en China e incluyó evaluaciones de referencia y un seguimiento de un año. Las evaluaciones principales fueron una medida de autoinforme de la gravedad de los síntomas depresivos y una prueba de agarre que requería que las participantes apretaran un dispositivo llamado dinamómetro digital lo más fuerte posible. Sus resultados fueron considerados un indicador de la fuerza muscular.

Los investigadores probaron si los cambios en la fuerza de agarre estaban asociados con el riesgo de síntomas depresivos durante el seguimiento de un año. Su análisis evaluó y controló varios factores que podrían influir en la relación entre la fuerza del agarre y los síntomas depresivos, incluyendo: el índice de masa corporal (IMC), la edad, la duración y la calidad del sueño, el consumo de tabaco y alcohol y el nivel de actividad física.

Resultados

En un primer momento no hubo asociación entre la fuerza de agarre de las estudiantes al inicio del estudio y su riesgo de síntomas de depresión durante el período de un año. Sin embargo, hubo un vínculo negativo entre los cambios en la fuerza de agarre durante el año y el riesgo de síntomas depresivos. Las personas que mostraron un aumento en la fuerza de agarre durante el año tenían un riesgo reducido de experimentar síntomas depresivos.

Una posible explicación de este fenómeno es que los músculos esqueléticos son fuentes clave de citocinas proinflamatorias, proteínas que se comunican entre las células y juegan un papel importante en la función del sistema inmunológico. La fuerza muscular más débil se ha relacionado con el aumento de la secreción de estas citocinas. Por otra parte, se ha sugerido que el aumento de la secreción inflamatoria desencadena cambios en la estructura del cerebro y desempeña un papel en el desarrollo de la depresión.

Dentro de las limitaciones del estudio, los datos no incluían una evaluación clínica de la depresión o una medida de la masa del músculo esquelético. Los autores dicen que la masa muscular podría interferir potencialmente con la relación entre los cambios en la fuerza del agarre y la sintomatología depresiva. Sin embargo, sus hallazgos proporcionan una base para futuras investigaciones, allanando el camino para un estudio controlado aleatorio que podría proporcionar información sobre la causalidad.

Referencias bibliográficas:

  • Ashdown-Franks, G., Stubbs, B., Koyanagi, A., Schuch, F., Firth, J., Veronese, N., & Vancampfort, D. (2019). Handgrip strength and depression among 34,129 adults aged 50 years and older in six low- and middle-income countries. Journal of Affective Disorders, 243, 448-454. https://doi.org/10.1016/j.jad.2018.09.036
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  • Gu, Y., Li, X., Zhang, Q., Liu, L., Meng, G., Wu, H., Zhang, S., Wang, Y., Zhang, T., Wang, X., Cao, X., Li, H., Liu, Y., Sun, S., Wang, X., Jia, Q., Song, K., Sun, Z., & Niu, K. (2021). Grip strength and depressive symptoms in a large-scale adult population: The TCLSIH cohort study. En Journal of Affective Disorders (Vol. 279, pp. 222-228). https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.08.023
  • Hamer, M., Batty, G. D., & Kivimaki, M. (2015). Sarcopenic obesity and risk of new onset depressive symptoms in older adults: English Longitudinal Study of Ageing. International Journal of Obesity , 39(12), 1717-1720. https://doi.org/10.1038/ijo.2015.124
  • Law, S., & Liu, P. (2008). Suicide in China: unique demographic patterns and relationship to depressive disorder. Current Psychiatry Reports, 10(1), 80-86. https://doi.org/10.1007/s11920-008-0014-5
  • Wu, H., Yu, B., Meng, G., Liu, F., Guo, Q., Wang, J., Du, H., Zhang, W., Shen, S., Han, P., Dong, R., Wang, X., Ma, Y., Chen, X., & Niu, K. (2017). Both muscle mass and muscle strength are inversely associated with depressive symptoms in an elderly Chinese population. En International Journal of Geriatric Psychiatry (Vol. 32, Número 7, pp. 769-778). https://doi.org/10.1002/gps.4522
  • Zhao, Z., Ji, C., Liu, Y., Gao, S., & Xia, Y. (2020). Higher handgrip strength predicts a lower risk of depressive symptoms in rural Chinese populations. Journal of Affective Disorders, 269, 12-17. https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.03.028

Fuente: Psypost

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