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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Sonrisas por fuera, enojo por dentro

  • Sergio Lotauro
  • 18/04/2016

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¡Sonrían, digan whisky..!

A lo largo del día experimentamos diferentes emociones que muchas veces son gatilladas por una situación específica que nos toca vivir. Si debemos visitar a un familiar enfermo y muy querido que está internado en un hospital, nos sentiremos tristes y apesadumbrados. Por el contrario, si vamos a una divertida fiesta, experimentaremos alegría y hasta posiblemente euforia. Si vamos a una feria de ciencia, es probable que nos embargue el asombro.

En algunas ocasiones, las emociones que espontáneamente aparecen, facilitadas por las circunstancias que nos tocan vivir, trascienden el presente inmediato y se generalizan a otras áreas o aspectos de nuestra vida.

Por ejemplo, es más probable que estemos dispuestos a dar limosna a un indigente que mendiga en la calle si acabamos de escuchar un sermón en la iglesia sobre la compasión y el altruismo, que si acabamos de salir de la casa de nuestra suegra.

Por otra parte, existen situaciones que exigen que nos sintamos de determinada manera y que responden a convencionalismos sociales. En estos casos, podemos llegar a percibir la emoción como poco espontánea, como algo artificial que se nos impone desde afuera.


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Por ejemplo, si debemos visitar en el hospital al familiar antes mencionado, pero por quien no sentimos precisamente un gran aprecio; o cuando debemos fingir complacencia en una fiesta que nos resulta insoportablemente aburrida.

En algunos casos, éste imperativo cultural cobra dimensiones desproporcionadas e inapelables, como sucede en determinados cargos laborales que implican un intercambio social permanente con el cliente, tal el caso de quienes se dedican a la venta u ocupan puestos de atención al público.

Al gerente de una empresa como de comida rápida no le importará demasiado si una empleada tiene ganas o no de atender al cliente esbozando una amplia sonrisa en su rostro, se le exigirá que lo haga de todas maneras. Una emoción positiva estampada en su cara, más allá de su real estado anímico interno, forma parte de su trabajo, y así se lo hacen saber en los fuertes procesos de inducción o entrenamiento que las grandes organizaciones imparten a su fuerza de trabajo.

La premisa que subyace a esta dinámica es que un rostro feliz contribuye a la satisfacción del cliente, la cual a su vez propiciará sucesivas compras del producto o servicio en cuestión, que elevarán los réditos de la empresa.

Veamos otro ejemplo que apunta en la misma dirección: una madre estará encantada si la maestra de su hijo habla en la reunión anual utilizando un lenguaje corporal positivo, aunque lo que tenga para decir sobre la socialización del niño no sea precisamente muy alentador.

De la misma manera, un mesero deberá mostrarse solícito y condescendiente con los desplantes del cliente más caprichoso y reprimir sus instintos asesinos que de manera natural luchan por emerger una y otra vez.

Y hay más. Un vendedor de seguros deberá exhibir su sonrisa más persuasiva frente a un cliente renuente, y barrer debajo de una alfombra psíquica esa tristeza que quiere surgir como consecuencia de una ruptura amorosa aún muy reciente como para ser olvidada.

Los ejemplos pueden multiplicarse de manera exponencial, y lo cierto es que en todos los casos la obligación de sonreír permanentemente y dar un trato amable al cliente, bloqueando el verdadero estado anímico interno puede tener efectos nocivos no solo sobre la salud psicológica de la persona, sino también sobre su salud física y en consecuencia sobre su estado global.

Sonrisas rígidas, ventas que se esfuman

En recientes investigaciones, se ha comprobado que aquellas personas que ocupan puestos de trabajo que se caracterizan por una interacción permanente con el cliente, muestran en general una mayor predisposición al abuso de alcohol y drogas ilegales, y presentan un mayor consumo de psicofármacos como ansiolíticos y antidepresivos.

El problema no son las emociones que genuinamente puede mostrar un empleado cuando ingresa en la tienda que tiene a su cargo un viejo cliente de años con quien a esa altura ya ha establecido una relación firme y de mutua confianza, que no requiere mayor esfuerzo mental.

Las dificultades, por el contrario, aparecen cuando tanto el humor como la fisiología no coinciden o se encuentran llanamente en las antípodas de la emoción que un jefe o un supervisor inmediato le obliga a fingir, generándose un desgaste físico e intelectual extra que se suma al malestar psicológico y la sensación de desasosiego producto de la contradicción, el choque de intereses, y la disonancia cognitiva.

Por otra parte, cuando una persona muestra una emoción que no se corresponde con lo que verdaderamente siente en su interior, aumenta notablemente la probabilidad de que su interlocutor perciba inconscientemente que “algo no está bien”, lo cual abonará el terreno para la  suspicacia, llevándolo a adoptar instantáneamente una postura defensiva, cerrándose a cualquier ofrecimiento (si se trata de un producto) o ayuda (si se trata de un servicio) que se le pueda hacer, aunque sea con la más sincera de las intenciones.

La amabilidad fingida y la sonrisa impostada pueden, como corolario, ser detectadas como falsas por el cliente, lo cual lo llevará a deducir que probablemente “haya gato encerrado” o que se le está tratando de vender algo contrario a sus intereses.

Por supuesto, nada de esto ocurriría si la persona pudiera expresar en forma genuina sus emociones, sin tener que recurrir a estrategias o maniobras represoras. En este sentido, la sonrisa auténtica de una empleada feliz que atiende un puesto de informes en un centro comercial, tampoco representa ningún problema.

Rumbo a la enfermedad

Lo que estoy sugiriendo es la conveniencia, para aquellas personas que trabajan en contacto permanente con el público, de un estado de ánimo positivo que se vehiculice de manera natural y espontánea en una genuina sonrisa hacia los demás.

Claro que esto no siempre es sencillo de conseguir.

Pero lo contrario, la sonrisa impostada y la simulación permanente de una emoción positiva suelen derivar en cuadros de fatiga física y mental, que si se prologan en el tiempo pueden hundir al infortunado actor en una depresión profunda o dispararle alguna  enfermedad psicosomática.

Esto es especialmente válido para quienes trabajan en puestos de atención al cliente, donde la amabilidad constante y el interés por la otra persona son un requerimiento esencial.

Algunos consejos útiles

A continuación enumero algunos consejos que pueden ayudar a propiciar un estado de ánimo positivo en el lugar de trabajo, y a mantener la cabeza fría en situaciones difíciles o de fuerte estrés.

  • Si usted es gerente de recursos humanos, o el jefe de un equipo de trabajo, la premisa general a tener en cuenta es que la represión de la emociones de los empleados no es una buena idea a mediano y largo plazo. Trate de crear las condiciones necesarias para que se genere en su equipo un sentimiento positivo real y duradero. Solo las emociones reales son contagiosas.
  • Siempre que pueda, apele a un toque de humor para descomprimir situaciones tensas. Minimice los conflictos, no los dramatice más allá de lo estrictamente necesario.
  • Si el punto anterior no fuera posible, trate de reestructurar mentalmente la situación difícil tomando cierta distancia interna que le permita conservar la operatividad y el profesionalismo.
  • Premie periódicamente a su gente con pequeñas recompensas emocionales que revitalicen su autoestima.
  • Explique claramente las normas de comportamiento ante las diferentes situaciones problemáticas posibles que pudieran presentarse. Establezca un manual de procedimiento. Esto reducirá la ansiedad del empleado ante la incertidumbre por no saber que hacer cuando perciba que un conflicto se le escapa de las manos.Asimismo, de cierto margen de libertad de acción o garantice cierta flexibilidad para hacer cambios.
  •  Convierta su lugar de trabajo en un ambiente cálido y acogedor. Dótelo de un confort y estética que favorezcan la agradabilidad tanto para quienes trabajan allí como para los potenciales clientes. Este es el punto de partida físico contextual para el buen humor.
  • Propicie en sus colaboradores el desarrollo de la empatía. Este punto implica no solo aprender a colocarse en el lugar del otro, sino además experimentar en carne propia, al menos en parte, la misma emoción que nuestro interlocutor está sintiendo. La falta de ajuste o adecuación en este sentido, puede acarrear serios problemas a la persona poco empática. Para ilustrar este punto, basta con imaginar a un médico que comunica indiferente, o lo que es peor, sonriente, una mala noticia a los familiares de una persona enferma.
  • Propicie recreos mentales entre sus empleados, para que puedan hablar entre ellos e intercambiar anécdotas sobre sus clientes.

Una red social de apoyo mutuo contribuye a descomprimir emociones bloqueadas.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Los cuatro jinetes del Apocalipsis en psicología

  • Fabián Maero
  • 13/04/2016

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Seamos honestos: algunas explicaciones en psicología se merecen el infierno. La psicología es un campo fértil para especulaciones a la violeta, explicaciones descabelladas y teóricos de entrecasa (la grande y calurosa legión de los muypsicólogos). Pero esto no es patrimonio exclusivo de los amateurs psicológicos, tampoco la psicología “seria” se salva de merecer algún infiernito de tanto en tanto.

Para mantenerlos lejos del Averno psicológico –allí donde se expían las teorías psicológicas más abyectas y en donde las almas de los condenados reciben como castigo la obligación de corregir citas en formato APA para toda la eternidad– es que vamos a considerar algunos errores graves en las explicaciones psicológicas, errores que no sólo se cometen en los libros de texto sino también en el quehacer diario del psicólogo. Conozcan a los cuatro jinetes e intenten mantenerse a salvo.

Primer jinete: Falacia Nominalista

Esta es una de las formas más engañosas de irse al infierno. La falacia nominalista en pocas palabras, consiste en confundir el explicar algo con ponerle nombre.

Para muestra, citemos Les Luthiers:

https://www.youtube.com/watch?v=rc0QLcebZ0w&feature=emb_title

En caso de que no puedan verlo, Mundstock, oficiando de psicólogo, le dice a Rabinovich, quien está haciendo de paciente: “Bueno, en realidad la mente influye mucho sobre el cuerpo; usted está… somatizando”, tras lo cual festeja como si hubiera dicho algo genial. No está diciendo nada nuevo, no está identificando causas, procesos ni formas de intervención, sino que le pone nombre y se da por satisfecho (justamente eso es lo divertido del fragmento).


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Esta falacia es particularmente engañosa porque puede proporcionar la sensación de que hemos dicho algo útil, esclarecedor o explicativo de alguna forma, cuando en realidad todo lo que hemos hecho ha sido ponerle una etiqueta. Pero una etiqueta es solo eso; un resumen, un atajo para referirse a algo más extenso, no es una explicación. El físico Richard Feynmann en esta anécdota recuerda cómo su padre le enseñó a distinguir entre saber el nombre de algo y saber acerca de ese algo:

https://www.youtube.com/watch?v=45trtAfWhYg&feature=emb_title

La traducción del texto del video sería: “Mi padre me enseñó algo; señalando un pájaro me dijo “sabés qué es ese pájaro? Es un tordo de garganta marrón, pero en portugués es un hunto la pero, en italiano un chutto la pittida, en chino es un chung Wong tah, etcétera”, dijo. “Ahora bien, podés saber en todos los lenguajes que quieras cuál es el nombre de ese pájaro y cuando termines de aprenderlos todos, dijo, no sabrás absolutamente nada en absoluto sobre el pájaro”. Él sabía la diferencia entre conocer el nombre de algo y conocer algo.”

Hacemos esto en psicología cuando en lugar de dar una explicación solo le ponemos nombre al fenómeno:

*– ¿Por qué el cielo es azul?

– Porque entre las varias propiedades del cielo, una de ellas es la de ser azul.

– ¿Por qué este paciente piensa que es incapaz de hacer algo bien?

– Porque tiene baja autoestima.*

Ahora bien, antes de que me salten a la garganta: por supuesto que es útil conocer el nombre de las cosas y usarlo. Como mencionamos anteriormente, el nombre es una etiqueta, un atajo, y en tanto tal sirve para el intercambio y para el pensamiento. Nos vamos al infierno cuando usamos el nombre como si fuera una explicación.

Segundo jinete: Explicación teleológica

El segundo jinete es el que proporciona explicaciones teleológicas. No estamos hablando aquí de lo que para Aristóteles eran las causas finales, sino de las explicaciones a partir del efecto. Por ejemplo: “Mi sobrino hace X y la gente le presta atención, por lo tanto hace X para llamar la atención”.

Este tipo de explicación nos expone a una modesta perplejidad: pone la acción antes que la causa. En palabras de Eacker(1972): “es enigmático cómo algo que aún no ocurrió, un evento futuro, podría influenciar algo que está ocurriendo ahora, un evento presente. Más aún, es bastante posible que el propósito sean menos una característica de la conducta y más una característica de quien sea que observa la conducta; esto es, quizá sea impuesta sobre la conducta más que observada en ella”.

Donde más he visto este jinete es en la clínica del trastorno límite de la personalidad, en donde algunos terapeutas “explican” la conducta a través de una consecuencia: “se corta para manipular”, o “se corta para llamar la atención”, etc.

Quizá les cause extrañeza que diga esto en un blog que suele publicar sobre conductismo, modelo en el cual las consecuencias de las conductas son causa principal de la acción. Sucede que en el análisis de la conducta las consecuencias están siempre en el pasado. En palabras de Hayes, “el futuro del cual estamos hablando es el pasado en tanto el futuro en el presente” (suena complicado pero tiene sentido).

No es que “grita para llamar la atención”, sino algo así como “cuando ha sido seguida de atención por parte del entorno social, la conducta de gritar se ha sostenido” (noten de paso cómo el cambio de formulación, incluso en algo tan pequeño, ya sugiere una intervención posible, incluye el contexto de la conducta y elimina la connotación patológica).

Tercer jinete: Expansorreduccionismo

Bien, acabo de inventar una palabra tan horrible como un jinete del apocalipsis, así que debe ser adecuada. El engendro terminológico se refiere a que si bien este jinete tiene dos caras se trata de una misma práctica: el explicar algo psicológico utilizando otro nivel de investigación.

La cara más conocida es la del reduccionismo: explicar un fenómeno psicológico por medio de otro campo de investigación de nivel inferior. Somos reduccionistas cuando explicamos un fenómeno psicológico en términos de sustratos biológicos, por ejemplo. Pero este jinete tiene otra cara, un poco menos usual pero igual de perniciosa, que podríamos llamar “expansionismo”, consistente en explicar los fenómenos psicológicos a través de un campo de investigación de nivel superior: explicar la psicología a través de la sociología, por ejemplo.

“Esta persona se deprimió por un déficit de serotonina” o “esta persona se deprimió porque la sociedad está enferma”, tienen algo en común: parecieran dar por explicada la cuestión. Claro, luego queda explicar qué es lo que genera el déficit de serotonina en primer lugar, o de qué manera el ambiente social generó una depresión en esa persona y no en la que está al lado, por ejemplo, pero las explicaciones reduccionistas y expansionistas generan la apariencia, la ilusión, de que hemos resuelto algo.

La forma más reciente de este jinete es el neurocentrismo, por supuesto. Me refiero a la práctica de explicar lo psicológico a través de lo neuronal: “el cerebro hace esto, el cerebro hace aquello”, como si el cerebro fuera un señor que uno tiene dentro. Miren, por ejemplo, la versión de Estanislao Bachrach.

“El cerebro trata de que no pensés, que no hagás nada nuevo y de que no cambies porque si así estás bien no le importa si sos feliz. Al cerebro no le importa si te peleás con tu marido, si tenés un sueldo bajo o si sos bajita. A él lo único que le importa es que sobrevivas. Y si hasta hoy estás viva el cerebro dice “Repitamos todo, que todo el día de hoy sea idéntico al de ayer” Hablarle a tu cerebro sería pensar “esto me funcionó ayer, hoy quiero hacerlo diferente”: quiero estudiar otra cosa, quiero tener otra relación… Si no te detienes a hablarle, a hacer la pausa, a ver dónde estás hoy y qué quieres para mañana el cerebro no lo va a hacer nunca.”

Es una muy buena descripción de la idea “el cerebro es un señor que tenemos dentro”. La parte de hablarle al cerebro es fantástica. Yo estoy tratando de convencer a mi hígado de que no me genere resaca, pero no parece funcionar mucho. Chiste aparte, vuelvan a leer el fragmento y noten la aplicación práctica, por llamarla de alguna manera, que sugiere: está recomendando autoafirmaciones positivas como si hubiera descubierto la pólvora (y como si no hubiera un cúmulo de investigaciones psicológicas que señalan que son una mala idea).

Nuevamente, les pido mesura con este jinete. Hay, por supuesto, interesantísimas contribuciones y polinizaciones cruzadas entre distintos ámbitos de investigación. Los aportes de la genética, biología, neurología, sociología, economía, etc., pueden resultar tremendamente valiosos para la psicología, en tanto se utilicen para enriquecer, no para reemplazar una explicación o investigación psicológica.

Cuarto jinete: Reificación

Este jinete es el causante de incontables calamidades conceptuales y teóricas. Digamos, si uno fuera a enfrentarse a estos cuatro jinetes del apocalipsis con un revólver con cuatro balas, yo sugeriría darle cuatro tiros a la reificación, sólo para asegurarnos de que muera.

Si bien el término tiene otros usos, en psicología se refiere a la práctica de convertir un concepto abstracto en una cosa. Skinner(1953), describe excelentemente cómo “inteligencia” pasa de ser un concepto abstracto a ser una cosa:

Los nombres de rasgos usualmente empiezan como adjetivos – “inteligente”, “agresivo”, “desorganizado”, “enojado”, “introvertido”, “nervioso”, y así por el estilo– pero el resultado lingüístico casi inevitable es que esos adjetivos se convierten en sustantivos. Las cosas a las cuales esos sustantivos refieren son tomadas como causas activas de esos aspectos. Comenzamos con “conducta inteligente”, y pasamos primero por “conducta que exhibe inteligencia”, y luego a “conducta que es el efecto de la inteligencia”. Similarmente, empezamos observando una preocupación con el espejo que nos recuerda la leyenda de Narciso; inventamos el adjetivo “narcisista”, y luego el sustantivo “narcisismo”; y finalmente afirmamos que aquello a lo cual refiere el sustantivo es la causa de la conducta de la cual partimos”.

Por supuesto “alguien se mira mucho al espejo porque es narcisista (término que refiere a la persona que se mira mucho en el espejo)”, es también un caso de la falacia nominalista, pero dicha falacia se refiere al uso de conceptos reificados, no a la reificación en sí.

La reificación genera enormes problemas. En primer lugar, suele llevar a explicaciones de tipo circular. Usando un ejemplo extremo (no se lo tomen muy en serio): “una persona se deprime porque tiene un esquema de abandono; la evidencia de que tiene un esquema de abandono es que se deprime”. En este blog hemos llamado a esa tendencia “el mago desmemoriado”, aquel mago que pone un conejo en la galera y luego se sorprende muchísimo al sacarlo.

Y por supuesto, esta tendencia suele ser funesta para la investigación: “Cuando los eventos son asignados a alguna entidad interna oculta, no sólo la investigación científica se desvía hacia la tarea imposible de comprender la entidad oculta, sino que la curiosidad tiende a descansar. La investigación es obstaculizada no sólo por la dificultad de la tarea, sino por la aparente explicación que es tomada por la cosa real” (Baum, 2005).

Estén atentos, y la próxima vez que lean algo de psicología, noten si el autor está hablando de constructos hipotéticos como si fueran cosas. Si es así, sigan leyendo pero tomen todo con un grano de sal y hagan nota mental de poner al autor en el círculo del infierno que le corresponde.

Evitando el infierno

Vale la pena insistir en esto: los cuatro jinetes no son siempre nocivos. Cuando conversamos con otros profesionales, puede ser más rápido decir “el paciente hace X porque tiene el complejo de Ricardo Fort”, “tiene pensamientos automáticos”, o “se corta para regularse” antes que hacer una explicación detallada. A veces construir una ficción explicativa es un recurso útil para socializar un concepto o para una psicoeducación.

Lo único necesario para evitar el infierno en estos casos es esto: recordar que no son explicaciones propiamente dichas. Parafraseando a Sagan, es una buena manera de engañarse a sí mismo y a los demás lo menos posible.

*Artículo previamente publicado en Grupo ACT y cedido para su publicación en Psyciencia.

Artículo recomendado: Términos psicológicos que debemos evitar.

Imagen : Lifeonthecouch

Referencias

Baum, W. (2005). Understanding Behaviorism: behavior, culture, and evolution (2nd ed.). Blackwell Publishing.

Eacker, J. N. (1972). On some elementary philosophical problems of psychology. American Psychologist, 27(6), 553–565. http://doi.org/10.1037/h0033108

Skinner, B. F. (1953). Science and Human Behavior (1st ed.). Macmillan Pub Co.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

5 Cambios urgentes en la formación profesional de los psicólogos

  • César Andrés Monroy Fonseca
  • 16/03/2016
ethnic female psychotherapist talking to black male client

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La ciencia avanza a pasos acelerados particularmente a partir del año 2000 gracias al hito de la decodificación del genoma humano. Lo que hace apenas 20 años eran verdades aceptadas por la comunidad científica hoy son anécdotas históricas. Lamentablemente este vertiginoso ritmo generalizado de las ciencias no se ve reflejado en las aulas donde se forman los nuevos profesionales de la salud mental. Hoy queremos detallar los cinco principales cambios que deben implementar las universidades para sostener la vigencia de la ciencia psicológica:

1. Abandonar la escisión mente-cuerpo del siglo XVII

Cómo es hoy: Resulta francamente vergonzoso toparse con planes de estudio, programas de postgrado e incluso profesores que siguen justificando la existencia de la psicología como consecuencia de la dualidad mente-cuerpo postulada en el siglo XVII como respuesta de la ciencia para evitar invadir el ministerio de la fe. En ese entonces los científicos necesitaban separar la ciencia de la religión y el estudio de la mente quedó relegado al estudio de las facultades del alma. Esta división es inoperante en pleno siglo XXI donde  nos topamos con una cantidad no menor de psicólogos que siguen convencidos que se dedican a la parte espiritual del ser humano. Sobran corrientes que hablan de la psicología como una disciplina centrada en nociones esotéricas.

Cómo debe cambiar: El marco filosófico que circunscribe a la ciencia del siglo XXI es ontológico. Pensamos una psicología que reconoce que el fenómeno psicológico se manifiesta por sí mismo y es labor del psicólogo recolectar fragmentos suficientes del fenómeno para dar cuenta de un hecho (evidencia) que puede usarse para comprobar o refutar una hipótesis. La psicología debe dejar atrás la era donde se pensaba que el fenómeno psicológico era una manifestación de conocimiento por sí mismo que sólo había que interpretarlo por medio de conjeturas y deducciones infalseables.

2. Incorporar nociones matemáticas profundas como el cálculo integral y diferencial

Cómo es hoy: No es ningún secreto que los psicólogos tienen fama de poca habilidad para las matemáticas y existe una noción en varias universidades que el uso de las matemáticas obedece a un reduccionismo de la psique humana al mero valor estadístico. La división de la formación del psicólogo en “escuelas” nos ha dado generaciones de psicólogos incapaces de reconocer el valor del manejo de modelos matemáticos para entender los fenómenos psicológicos. En una reciente convocatoria laboral para un puesto de Psicofisiología para recién graduados recibimos cerca de 80 solicitudes. Cuando decidimos acotar el puesto con el requisito de dominio de la estadística inferencial y software de análisis estadístico recibimos sólo tres solicitantes, dos de los cuales tenían grado doctoral.

Cómo debe cambiar: El metalenguaje por excelencia de la ciencia es la matemática. Una de las razones por las cuales muchas corrientes psicológicas están cayendo en la obsolescencia y no han podido renovarse pese a los avances en las disciplinas que nutren su desarrollo, es por la barrera funcional de los conceptos que maneja. El más importante es la noción de cognición visto desde la neurociencia. Antes, la psicología pensaba que la memoria era una especie de proceso de almacenaje de información en una especie de “banco de datos” en algún lugar del cerebro. Hoy hemos descubierto que la memoria es resultado de un conjunto de redes sinápticas que se forman, crean y modifican en estructuras bien definidas. Todo este conocimiento puede modelarse y transformarse a conocimiento del siglo XXI con herramientas como el cálculo diferencial. El mejor ejemplo para ello es cuando explicamos cómo puede existir una noción inmedible (cognición) con un área finita y medible (cerebro). El Copo de Koch demuestra la existencia de un perímetro indefinido (como la cantidad de conexiones neuronales) en una función con área totalmente definida (como el cerebro). Este modelo permite modelar por qué el peso y volumen del cerebro de un budista, un economista y un campesino son iguales.


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Imagen: Wikipedia
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El copo de Koch. Un área finita circunscrita por un perímetro no finito

3. Recorrer la historia de la filosofía y teoría del hombre

Cómo es hoy: Los psicólogos son quizá el gremio con mayor número de “nuevas corrientes” inventadas por año. Si buscamos en internet el directorio de psicólogos en nuestra localidad es más que frecuente toparnos con currículos de psicólogos que declaran ser “creadores del método X”, “inventor de la técnica Y”, y otros tantos que dicen “certificado en el método X”, “usando el método Y”. Finalmente y no por ello menos frecuente están los que buscan cierta legitimación por autoridad: “discípulo del Dr. X”, “miembro del seminario del Prof. Y”. Cuando profundizamos en las raíces de estas “nuevas corrientes” se evidencia como denominador común un desconocimiento de todo lo que a la humanidad en sus 5000 años de documentación escrita de psicología se le ha ocurrido escribir sobre el hombre mismo. La mayoría de los psicólogos desconocen todas las obras que se escribieron en épocas anteriores al siglo XIX y un grueso de psicoanalistas ignora que el mismo Freud creía en la frenología. Ello nos trae como consecuencia cantidad de psicólogos que re-inventan ideas, conceptos, nociones y teorías que la filosofía ya postuló, rebatió, refutó y reformuló.

Cómo debe cambiar: Si bien la necesidad de retomar la herencia filosófica de la psicología se ha impuesto en algunas universidades, todavía no es una tendencia generalizada. Miramos un día donde los psicólogos reciban a la par la formación más moderna y actualizada basada en evidencia científica de lado de Platón, Spinoza y de la Mettrie hasta Heidegger. Sólo con el conocimiento de la historia de la teoría del hombre y comprendiendo la construcción que se ha dado sobre sí mismo, el psicólogo podrá evitar repetirlas innecesariamente.

4. Recuperar la vocación experimental

Cómo es hoy: Las más recientes generaciones de psicólogos son en gran proporción tecnólogos de pruebas psicométricas y especialistas en administración de esquemas de terapia breve. Pero estos mismos psicólogos nunca tuvieron oportunidad en su formación profesional de entrar en un laboratorio de comportamiento, de Psicofisiología o de farmacología experimental. Las consecuencias son notorias y lamentables: son presa fácil de las pseudoterapias, los remedios complementarios, las técnicas dudosas y métodos esotéricos de medición. No es su culpa. Cuando un profesional no desarrolla el sentido de investigación y de pensamiento crítico, asume que todo lo que lleva nombre de ciencia o los prefijos neuro o bío es cierto. Estos psicólogos comienzan a hablar de la mecánica cuántica como fundamento de su esquema terapéutico, o de que la meditación provoca cambios demostrables en el cerebro. Son psicólogos incapaces de distinguir dentro de su propia disciplina aquel conocimiento que viene de una investigación revisada por pares y publicada en un boletín científico, de aquel que se publica en una revista de supermercado.

Cómo debe cambiar: La psicología como ciencia surgió de la experimentación y es por definición una disciplina de investigación en tanto se basa en la recolección de datos para llegar a conclusiones explicativas de los fenómenos observados.  Vemos una formación en psicología que ponga énfasis en la metodología de la investigación no sólo en una o dos asignaturas sino como parte medular de toda la carrera de principio a fin. Los futuros psicólogos necesitan tener  acceso a investigación con roedores (actualmente abandonado en dos tercios de las universidades de México), a laboratorios de biometría física, química y psicofisiológica. Es necesario que los esquemas de prácticas profesionales se enfoquen a la formulación de preguntas clínicas más que a la mera aplicación de conocimientos.

Imagen: Sping.udg.edu
Imagen: Sping.udg.edu

Santiago Ramón y Cajal descubriendo las redes neuronales

5. Establecer un sistema de certificación periódica

Cómo es hoy: Un desastre. La mayoría de los países no han regulado el concepto de “psicoterapeuta” por lo que legalmente cualquier persona que desee portar esa actividad puede hacerlo sin caer en el intrusismo profesional. Sólo en un par de países se ha distinguido la psicología clínica como profesión sanitaria de la psicología general como ciencia social. En México y muchos más países la licencia de “Psicólogo” es otorgada por igual a quien tiene formación sólida en un laboratorio experimental como quien cursó en una institución donde se enseñan constelaciones familiares como terapia de primera elección.

Cómo debe cambiar: El primer paso lo ha dado ya España. El psicólogo clínico debe hacer su residencia hospitalaria y acatar procesos muy parecidos al MIR de los médicos. Este modelo debe replicarse rápidamente para dar un primer paso hacia la profesionalización del psicólogo como profesional de la salud. Un siguiente paso es la certificación periódica. Los ministerios de educación y de salud deben publicar pautas y reglamentos que permitan a los psicólogos colegiarse en un órgano auto-regulador con facultades para determinar los criterios que determinan la competencia y desempeño del psicólogo así como la necesidad de actualización y renovación de sus conocimientos.

Artículo publicado en Actualidad Clínica y cedido para su publicación en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Muerte en familia

  • Daniel Gonzalez
  • 15/03/2016

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Pretexto perfecto para ahondar en un tema que resulta por demás inquietante, pero no sólo como parte de la necesidad de investigación, de la curiosidad innata que nos caracteriza a los seres humanos (particularmente en torno a aspectos de nuestra existencia que se nos dificulta comprender), sino como la posibilidad de elaborar y asumir nuestra propia muerte y dejar atrás la convicción inconsciente de inmortalidad. Parece entonces, que la motivación es más compleja y profunda de lo que en ocasiones estamos dispuestos a reconocer.Podemos negarlo aunque, ni al más ingenuo, ni al más inocente, le es ajeno el hecho irremediable de que habremos de morir, somos conscientes de ello, es incluso una aseveración lógica, de sentido común; simple, lo escuchamos, lo miramos, lo repetimos, lo vivimos. La empatía nos puede permitir acercarnos al  profundo dolor que experimentan aquellos que han perdido, en los brazos de la muerte, a un ser amado; sin embargo, ese dolor no nos pertenece, no es nuestro, lo inquietante es que sucede cuando el dueño de tal dolor, soy yo. La muerte está, permanece en estado latente, siempre cerca, paciente, ella nos mueve, y en este caso, decididamente a analizar e indagar sobre la muerte de otros, haciendo un esfuerzo por comprender la propia y darle un sentido, cuando lo más que podemos hacer es experimentarla, vivirla cuando perdemos a los que amamos.
Podemos negarlo aunque, ni al más ingenuo, ni al más inocente, le es ajeno el hecho irremediable de que habremos de morir
Tenemos una primera conclusión: mucho se puede decir sobre la muerte, pero no es ella en sí la que nos interesa, sino lo que nos hace a los aún sobrevivientes,  las diversas formas de comprenderla, de los ritos y tradiciones a ella asociados y, por supuesto, las fantasías y mitos que la rodean.En este sentido, el camino a seguir en la indagación sobre la muerte, es profundizar en la respuesta de los individuos que pierden a algún integrante de su familia, bajo el supuesto de que los lazos de amor y afecto más fuertes y profundos son los que forjamos en este grupo. Este discurso le reconoce una fuerza formidable a la familia en la medida en que ella se ha hecho refugio y lugar privilegiado de la afectividad. La pareja y los hijos capitalizarían todos los sentimientos que no pueden expresarse en una sociedad deshumanizada.  Todo el calor de las relaciones sociales se concentrará de ahora en adelante en el hogar conyugal y en los parientes cercanos. Se sostiene que en la actualidad incluso ha ganado importancia por la mayor necesidad psicológica que tenemos de ella y por su menor importancia institucional, pero ha ganado intensidad psicológica y emocional. (Valdés, 2007).Cómo afrontar la pérdida, del cónyuge, de un hijo, de un padre o de un hermano. ¡Cuántos sentimientos se remueven si la causa no es natural, sino provocada por un accidente, enfermedad o muerte violenta! La sacudida puede ser tan terrible, que podría acabar con aquellos que permanecen, y con la familia misma. Entenderemos que la familia comprende un sistema de relaciones de parentesco (no necesariamente implica consanguinidad) reguladas de formas muy diferentes en las distintas culturas. Estas relaciones tienen como elemento nuclear común los vínculos afectivos entre sus miembros, que se expresan a través de la alianza entre los integrantes con uno u otro grado de pasión, intimidad y compromiso. (Valdés, 2007)Las familias son sistemas vivos y abiertos, diversas en sus estructuras y por supuesto en su dinámica, dentro de ellas es donde los individuos logramos consolidar nuestra identidad, forjando nuestro autoconcepto y alimentando nuestra estima, se nos permite ejercitar nuestras respuestas comportamentales en situaciones diferentes, aprendemos a negociar, a ser flexibles, a ceder, integramos los valores que rigen nuestro entorno, y es ahí donde conocemos el amor y el desamor, es nuestra más importante red de apoyo social. Estos lazos se van fortaleciendo con el tiempo, se hacen cada vez más estrechos, tanto, que la vida es difícil de visualizarse sin la presencia del otro.   No sólo los integrantes, sino el sistema familiar mismo, habrá de poner a prueba todos sus recursos para poder continuar con su existencia. No intento demeritar otros tipos de lazos afectivos, sencillamente pretendo enfatizar que el dolor que la muerte genera es proporcional al amor que se siente por el que ya no estará, y se intensifica si es dentro del seno familiar. ¿Hacia dónde mueve la muerte a una persona que ha perdido a un miembro de la familia por quien se tiene un profundo amor? Freud nos orienta en este asunto, con su obra Duelo y Melancolía (Freud, 1917), señalando estas dos, como las posibles rutas sobre las que ha de andar un individuo que ha perdido algún ser amado.   Una pérdida es una pérdida, pero en relación a lo que revisaremos, entenderemos que en la medida que el lazo es más fuerte y profundo, se exige al individuo mayores recursos personales, para afrontar de la manera más adecuada tal pérdida, independientemente si se trata de una persona, una relación, un objeto o una ideología.  Comencemos con la explicación, no de a quién se pierde, sino qué es lo que se pierde en la muerte, para ello, es necesario detenernos a explicar un concepto central en la teoría de Freud, el concepto de pulsión.  Es un proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin.  Según Freud, una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsion puede alcanzar su fin. (Laplanche, 1994). Como organismos biológicos es esta energía que Freud llama pulsión, la que nos mueve, determina nuestras motivaciones para ser quienes somos, la tensión que experimentamos, inicialmente en el cuerpo, resultado de las fuerzas pulsionales, es decir, de nuestras necesidades, que buscan ser canceladas, por vía de la satisfacción. Así, el sentimiento de displacer (tensión) tiene que ver con un incremento del estímulo pulsional y el de placer con su disminución (satisfacción). Las personas que nos rodean, en este caso, los integrantes de nuestra familia,  son objetos que permiten la reducción de dicha tensión generada por la pulsión,  es así como se posicionan como significativos, proveen satisfacción. Y si más tarde el objeto se revela como fuente de placer, entonces es amado, pero también incorporado al yo (Freud, 1915).  Es decir, aquella persona a la que amamos, es parte de nosotros mismos, de nuestro yo. A este fenómeno se le conoce como catexis, otro concepto importante para comprender la dinámica de la muerta en la vida mental de los individuos. La catexis hace que cierta energía psíquica se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto, etcétera. (Laplanche, 1994). La pérdida entonces, es de la satisfacción, de la eliminación de la tensión, que el otro proveía por ser un objeto catectizado, amado, al que investimos con nuestra energía pulsional, y que ahora, mantiene el estado de tensión en el organismo; tal como lo expresa la gente comúnmente, es como si nos arrancaran una parte de nosotros, nos sentimos mutilados, abandonados, perdidos. Aquel que se ha ido, que ya no estará, no puede describirnos lo que sucede tras su partida, pero los sobrevivientes, iniciamos entonces el proceso de Duelo, para dar nueva dirección a la energía pulsional que ahora no tiene objeto sobre el cual fijarse.
Natural es transitar durante un cierto periodo de tiempo por el duelo, confrontar el vacío que se instaura en el yo, es tal cual, una herida, muy profunda
El duelo, es por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. A pesar de que el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento.  Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superara, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo (Freud, 1917).Natural es transitar durante un cierto periodo de tiempo por el duelo, confrontar el vacío que se instaura en el yo, es tal cual, una herida, muy profunda, equiparable al amor hacia aquel, pero que sanará, no para olvidar, sino para asumir de forma real que la muerte es parte de la vida, permitiendo que ese objeto ahora inexistente que proveía de placer, tendrá que reintegrarse al yo para buscar un nuevo objeto de satisfacción. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. (…) una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido (Freud, 1917).El otro camino es la Melancolía, cuando un individuo por sus propios recursos personales, no puede afrontar de lleno el proceso de Duelo, puede perderse en un estado que puede volverse peligroso. La pérdida es ocasionadora de la melancolía, cuando él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él.  Esto nos llevará a referir de algún modo a la melancolía como una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, a diferencia del duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida (Freud, 1917).No debemos sobreestimar el impacto que sobre la vida del doliente tendría esta sutil diferencia. Saber que perdió a alguien, pero no lo que perdió en él, podría impedir elaborar la pérdida saludablemente, no dejándole continuar con su vida, a pesar de la muerte. La melancolía nos muestra algo que nos falta en el duelo: una extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo (Freud, 1917).Un individuo sumido en la Melancolía, nos describe su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo.  Se humilla ante todos los demás y conmisera a cada uno de sus familiares por tener lazos con una persona tan indigna.  No juzga que le ha sobrevenido una alteración, sino que extiende su autocrítica al pasado; asevera que nunca fue mejor. El cuadro de este delirio de insignificancia -predominantemente moral- se completa con el insomnio, la repulsa del alimento y un desfallecimiento, en extremos sombríos psicológicamente, de la pulsión que compele a todos los seres vivos a aferrarse a la vida (Freud, 1917).El riesgo es temible, porque aquel que cae en un estado de melancolía tras la pérdida del ser amado, puede estar literalmente «muerto en vida», la energía pulsional, la dinámica tensión-satisfacción nos mueve, como ya hemos mencionado, a una búsqueda interminable de la satisfacción. Cuando se ha reintegrado la investidura pulsional al yo, y no busca otro objeto, el individuo comienza a consumirse a sí mismo, la vida no puede continuar. A pesar de lo trágico que es transitar por el duelo, o lo complejo que es permanecer en la melancolía, la muerte da sentido a nuestra existencia, ha forjado con su influencia a la civilización misma, de ella nacen infinidad de aspectos de la vida cotidiana del hombre. Frente al cadáver de la persona amada no sólo nacieron la doctrina del alma, la creencia en la inmortalidad y una potente raíz de la humana conciencia de culpa, sino los primeros preceptos éticos.  El primer mandamiento, y el más importante, de esa incipiente conciencia moral decía «no matarás». Se lo adquirió frente al muerto amado, como reacción frente a la satisfacción del odio que se escondía tras el duelo, y poco a poco se lo extendió al extraño a quién no se amaba y, por fin, también al enemigo (Freud, 1915).Redondeando la idea, continuaremos sin duda abordando el tema de la muerte, seguiremos intentando comprenderla, abstraerla, hasta que sea nuestro momento y no podamos investigar, analizar o cuestionar más.Será que la respuesta radica en concentrarnos en lo magnífica que es la muerte, es su enorme vitalidad. La posibilidad de perder a alguno de nuestros seres amados, de forma repentina, y muchas veces trágica podría quitarnos la tranquilidad, pero ¿qué otra opción tenemos?Terminaré como inicia José Saramago, Las intermitencias de la muerte: Al día siguiente no murió nadie (Saramago, 2006).Referencias:Laplanche, J. (1994). Diccionario de Psicoanálisis. 2a edición.  Editorial Labor, S.A.: Colombia.Valdés Cuervo, A. A. (2007). Familia y Desarrollo. Intervenciones en terapia familiar. Manual Moderno: México.Freud, S (1915).  Pulsiones y Destinos de pulsion. Obras Completas, tomo XIV.  p. 116, 131. Amorrortu: Argentina.Freud, S (1917).  Duelo y Melancolía. Obras Completas, tomo XIV.  p. 241,143-244, 246. Amorrortu: Argentina.Freud, S (1915).  De guerra y muerte. Temas de actualidad.  Obras Completas, tomo XIV.  p. 290, 296. Amorrortu: Argentina.Saramago, J. (2006). Las intermitencias de la muerte. 2a. Reimpresión. Alfaguara: México.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Dependencia emocional y Terapia Gestalt

  • Clotilde Sarrió
  • 14/03/2016

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Existe una desmesurada necesidad, casi una exigencia, de no depender de nada ni de nadie, de ser totalmente autónomos, y resulta curioso que la sola mención de la palabra “dependencia” lleve aparejada una connotación intensamente negativa. Me pregunto el por qué de esa tendencia y concluyo que hay una propensión a contemplar la parte negativa de este vocablo al asociar el término dependencia con el estilo de la personalidad dependiente, con la dependencia a sustancias (drogas o alcohol) conocida como “co-dependencia” y también con la dependencia asociada a las relacionas de pareja, fundamentalmente la relacionada con la violencia de género.

No se tiene en cuenta que, ya desde el momento en que somos concebidos hasta el nacimiento y posterior desarrollo evolutivo, todos nos encontramos en una situación de dependencia, directa o indirecta, con alguien o con algo: con nuestros progenitores, con otras personas, con el aire que respiramos, con los alimentos que posibilitan el saludable desarrollo de nuestro organismo, circunstancias de las que se colige que como seres sociales que somos, necesitamos de la dependencia para sobrevivir.

De entrada, diferenciaré dos formas de dependencia:

  • Dependencia sana, saludable y positiva que lleva implícita un denominador común de: intimidad, igualdad, autonomía y libertad.
  • Dependencia tóxica, malsana y negativa en la que se encuentran excluidos de la relación los términos anteriormente mencionados de intimidad, igualdad, autonomía y libertad.

Para clarificar estos términos, que en ocasiones inducen a confusión, pasaré a diferenciar cuatro conceptos: dependencia, co-dependencia, inter-dependencia y finalmente in-dependencia.

 ¿Qué es la dependencia?

Una primera acepción o significado del término “dependencia” hace referencia a toda relación que implique la subordinación de un inferior a un superior. Una segunda acepción hace referencia a la existencia de un vínculo en una relación afectiva.


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La OMS, en 1980, definió la dependencia como la «restricción o ausencia de la capacidad de realizar alguna actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal».

En 1998, el Consejo de Europa describió la dependencia como el estado en que se encuentran ciertas personas que «por razones ligadas a la falta o la pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual tienen necesidad de asistencia o ayudas importantes para realizar las actividades de la vida diaria».

En base a estas definiciones, habría que distinguir entre:

  • Dependencia funcional. Su característica fundamental radica en la falta de autonomía física o motora de la persona para poder desenvolverse con total autonomía y la necesidad de asistencia por parte de otros o la ayuda de un objeto.
  • Dependencia relacional. Implica la existencia, a priori, de una relación afectiva (amistad, pareja) que da lugar a un vínculo entre dos personas. Las características fundamentales de esta dependencia relacional son: protección, apoyo, ayuda mutua y el sometimiento de una parte a la voluntad de la otra.
  • Dependencia de sustancias. Es un patrón desadaptativo a sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos, expresado por la tolerancia o necesidad de incrementar la dosis que se administra para alcanzar los mismos efectos que anteriormente se conseguían con dosis menores y la dependencia propiamente dicha, un estado que impulsa al adicto a seguir consumiendo para evitar los síntomas que resultan de la abstinencia. Existen dos tipos de dependencias: dependencia física, caracterizada por una serie de trastornos fisiológicos adversos derivados de la falta de consumo, y la dependencia psicológica consistente en un sentimiento de satisfacción y el deseo de repetir la experiencia con la droga para evitar el malestar que produce no administrársela.

No debe confundirse la dependencia de sustancias con el abuso de sustancias. El abuso de sustancias es un patrón desadaptativo del uso de sustancias acompañado de consecuencias adversas que siguen al uso repetido de la sustancia y que no incluye ni la tolerancia ni la abstinencia.

¿Qué es la dependencia emocional?

La dependencia emocional o afectiva, está relacionada con las emociones, con los afectos y con la capacidad/calidad para establecer vínculos significativos con otras personas. Implica por lo tanto una relación previa afectiva.

Antes de adentrarnos en la descripción de la dependencia emocional me gustaría incidir en la tendencia a relacionar, de forma inadecuada, el enamoramiento con la dependencia emocional ya que, si bien es cierto que durante el periodo de enamoramiento se tiende a idealizar al ser amado, en la dependencia emocional, lo que se produce es una dificultad para relacionarse en el plano de igualdad y una inclinación por las relaciones asimétricas que abarcan desde la admiración a la sumisión.

La relación de dependencia suele ser mutua, aunque con la asunción de diferentes roles por parte de cada elemento de la pareja, ya que una de las partes se arroga el papel de “débil” y necesita de la ayuda de la otra, o parte “fuerte”. En el vínculo que se establece en este tipo de relación de dependencia, cada una de las partes obtiene un beneficio.

Por otro lado, nos encontramos con un patrón crónico de necesidades emocionales insatisfechas desde la infancia que, al llegar a la edad adulta, se busca satisfacer mediante  relaciones interpersonales muy estrechas. Las relaciones que se establecen adoptan una posición de subordinación asimétrica y este patrón de necesidades incluye creencias acerca de la visión de sí mismo (entra en juego nuestra Función Personalidad) y de la relación con los otros, tales como creencias sobrevaloradas frente a la amistad, la intimidad y la inter-dependencia.

Dependencia emocional y Terapia Gestalt

Desde la perspectiva de campo de la Terapia Gestalt, la dependencia es un fenómeno de campo que se encuentra inexorablemente relacionada con la historia personal del individuo. Es por ello que las primeras experiencias relacionales afectivas de la persona dependiente pudieran ser carentes de apoyo, frustrantes, insatisfactorias, frías o distantes. Es decir, nos encontraríamos ante seres que no se han sentido adecuadamente queridos, apoyados y valorados por su entorno o por las personas para ellos significativas.

Estas primeras experiencias tempranas de la persona contribuyen a establecer, en la edad adulta, unas formas confluentes de relación, determinando al mismo tiempo una búsqueda desesperada de las necesidades emocionales insatisfechas en el otro, al que tienden a idealizar. La necesidad emocional, está basada en un anhelo irresistible de ser querido, escuchado, apoyado o atendido y que se le proporcione al individuo el ansiado afecto.

Debido a esta confluencia o simbiosis establecida en las relaciones, queda excluida la posibilidad de experimentar la afectividad como un intercambio igualitario y recíproco, convirtiéndose en una sumisión (salvador-salvado, cuidador-cuidado, controlador-controlado) con el fin de evitar el miedo al abandono y a la soledad que siente la persona dependiente. Este es el miedo que induce, en las relaciones en las que se sufre violencia de género, a permanecer la víctima secuestrada en las mismas por su incapacidad para abandonar la relación tóxica.

Los esquemas de relación adquiridos se perpetúan o alimentan a sí mismos y se mantienen por las respuestas o reacciones complementarias de las personas con las que interactúan.

Termina de leer el artículo completo en Gestalt Terapia, el blog especializado de Clotilde Sarrió. 

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Por qué no hay una Psicología

  • Camilo Javier Velandia Arias
  • 10/03/2016

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¡Qué bueno es reunirse cierto día con compañeros y aprovechar para conversar espontáneamente sobre lo que estudiamos! Varias veces lo he hecho y he reflexionado sobre este asunto de los enfoques en Psicología. No suele transcurrir mucho tiempo entre el primer día de clases y la primera ocasión en que tomamos, con manos aún muy jóvenes, la bandera de algún enfoque disciplinar que ha logrado llamar nuestra atención. Habiendo abandonado la cándida imparcialidad de novato, nos “casamos con un enfoque” –¡vaya expresión!– y nos ubicamos aquí o allá, entre las tensiones y rivalidades “intelectuales” que fragmentan el gremio de los psicólogos de ayer, de hoy y de quién sabe cuánto más. El tema, opino, merece mucha atención y varios minutos de nuestras cavilaciones. Seguramente nos hemos topado con el eterno problema de “las psicologías”, de las escuelas y los enfoques aparentemente irreconciliables. Presento aquí mi opinión, y la formulo casi en honor de las veces que hemos imaginado la posibilidad de “unificar” el collage de la Psicología. ¿Qué tal si empezamos por algo que, me imagino, no es fácil admitir?: En este tema de las divisiones entre nuestros colegas lo que está en juego la mayor parte del tiempo no es la codiciada objetividad del saber psicológico. Nosotros, veteranos en no ponernos de acuerdo, sabemos muy bien que las fronteras entre uno y otro “gran psicólogo”, donde empieza o termina una escuela, una teoría, un enfoque o un paradigma, yacen regularmente ambientadas por la perseverante confrontación entre adeptos de cada postura, para quienes tanto hay de acierto en los propios supuestos como hay de error en los del sector vecino.
LAS DIVISIONES ENTRE NUESTROS COLEGAS LO QUE ESTÁ EN JUEGO LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO NO ES LA CODICIADA OBJETIVIDAD DEL SABER PSICOLÓGICO
Cuando llevamos cierto tiempo en estos terrenos limítrofes memorizamos o reconocemos con facilidad los instrumentos más empleados para debatir: las frases desgastadas de autores clásicos, el listado de críticas generalizadas extraídas de unos cuantos best-sellers, argumentos sacados del armario personal, señalamientos fundados en el prejuicio y la no-comprensión, reproches (que sin notarlo recaen también sobre la propia postura), la demagogia maniqueista ciencia/pseudociencia, la evitación del debate, salidas fáciles, fórmulas engañosas… y, de vez en cuando, sensatas reflexiones, buenos razonamientos. ¿Y qué hay detrás de toda esta algarabía sino nosotros mismos? Me explico. No debemos perder de vista que la Psicología es lo que hacen los psicólogos, no un mundo platónico de las ideas en existencia latente. He llegado a pensar que el destino inexorable de los psicólogos es el devenir constante de su condición humana, y esta condición humana se encuentra en la raíz misma de cualquier postura, de cualquier ideología. El meollo del asunto es que en toda ideología, en todo fundamento del pensamiento propio, hay “algo personal” que sostiene el grado de afinidad con la idea correspondiente, ese “estar de acuerdo con”; sin embargo, el carácter de tal “enganche” escapa a nuestra muy pretendida racionalidad, y podemos constatarlo cada tanto. Dicho de otra forma, lo que opinamos está a menudo apoyado sobre aspectos importantes de nuestra persona; es parte de lo que llamamos identificación, y sí, también ocurre con el pensamiento. De allí que, en esencia, creamos lo que “queremos” (o nos vemos predispuestos a) creer (por los motivos psicológicos que fuere y respecto a los cuales ya empezaríamos a divergir en opiniones). “Debemos darnos cuenta que el modo por-defecto de la psicología humana es aferrarse a ciertas creencias consoladoras por puras razones emocionales, y luego justificar esas creencias con racionalizaciones post-hoc” – Steven Novella. Estos términos ponen en relieve nuestra subjetividad incluso en el dominio del saber, donde muchos prescriben la abnegación más intelectual y rehúyen cualquier vestigio de “irracionalidad”. Acaso sea más difícil aun admitir en este punto que en nuestros gethos disciplinares (enfoques, escuelas, teorías, paradigmas, filosofías, epistemologías, etc.) también hay una ideología con la cual nos hemos identificado ante todo por la complicidad entre sus implicaciones prácticas y eso de nosotros que nos mueve a creerla.

DEBEMOS DARNOS CUENTA QUE EL MODO POR-DEFECTO DE LA PSICOLOGÍA HUMANA ES AFERRARSE A CIERTAS CREENCIAS CONSOLADORAS POR PURAS RAZONES EMOCIONALES

Asimismo, quienes ostentan esa ruidosa fachada de ciencia metódica y escrupulosa ocultan, a mi parecer, un intrincado laberinto de ideología y creencia que gira en torno a sí mismos camuflados por el discurso de la objetividad y la veracidad, de las pruebas, los hechos y la rigurosidad científica en la que se ha pretendido bautizar nuestra profesión. Pero… ¿qué ocurre en la Psicología, que contrasta con el feliz consenso en las Ciencias Exactas? Posiblemente se deba a lo que es objeto de nuestro estudio y labor, esto es, nosotros mismos. ¿No habríamos de esperar una participación activa de nuestra subjetividad en cualquier intento de conocernos a nosotros mismos? Pues bien, somos nosotros mismos quienes estamos en juego y no existe forma alguna de extirpar el influjo de nuestro acontecer psíquico/mental (emociones, creencias, conflictos, prejuicios, hábitos, valores, etc.) en el conocimiento de que somos capaces. En el mejor de los casos, quizá podamos tan sólo levemente depurar ese influjo. Esta conclusión, que a algunos puede parecer obvia y a otros cuestionable –¡qué bien que lo sea!–, aparenta ser ignorada en muchos casos cuando nos topamos con la diversidad de perspectivas vigentes, aún muy vigentes, en la Psicología; cuando comprendemos que la historia de nuestra profesión no es una sucesión lineal de paradigmas y que muchos aún juran ver un vestido azul con negro mientras otros insisten en que es blanco con dorado –si se me permite la analogía–. Estamos en aprietos cuando intentamos hablar de una Psicología. Sabrá a qué me refiero quien cierta vez haya sido sorprendido por algún inocente mortal que pregunta algo tan sencillo como “¿Qué estudia la Psicología?”, “¿Qué dice la Psicología sobre…?”, “¿Cómo hace un Psicólogo en tal caso?”. Nosotros ya no somos tan inocentes, ¿no? A pesar de todo, algunos nos preguntamos… ¿es posible una Psicología? No me arriesgaré a responder, pero es tentadora la pregunta. Hay quienes auguran el futuro ascenso triunfal y hegemónico de su candidato favorito; algunos piensan que esto ya sucedió. También los hay quienes desdeñan, por demasiado optimismo, cualquier ambición de unificar la disciplina. Hay quienes no ven necesidad alguna de ello. Otros parecen dispuestos a reñir y competir sin tregua hasta el ocaso de sus rivales. Y sin embargo me llaman mucho la atención quienes aluden la inexistencia real del conflicto, porque “es lo mismo pero con otras palabras”. Eso lo dudo, aunque no es difícil acomodar las cosas para que así parezca. Empero, ¿podría suceder que cada getho haya vislumbrado hasta la fecha tan sólo una fracción del “hecho psicológico”, de lo que ocurre realmente con nuestra mente y comportamiento?, ¿es demasiado descabellado suponer que todos están observando tan sólo diferentes partes de un mismo objeto y que, por lo tanto, a cada cual corresponde una cuota de acierto en lo que refiere a su sector particular, pero también una dosis mayor de desvarío en cualquier especulación sobre el todo?
Ilustración por: Blanca Martí de Ahumada
Ilustración por: Blanca Martí de Ahumada
quimeraornitorincoProbablemente, lo que estudiamos no es tan “sencillo” como un elefante sino muy extraño como el ornitorrinco, o dantesco como la quimera. Es por lo menos un gesto de entereza intelectual reconocer que los psicólogos de muchos enfoques, escuelas o teorías han recopilado evidencias a favor y en contra de sus posturas y de las ajenas; que la experiencia profesional sugiere para cada postura una efectividad limitada a ciertos casos; que sus años de historia no hacen ni más próximo ni más lejano su fin; en últimas, que cada una yace más o menos bien cimentada en sus fundamentos y contextos epistemológicos. Eso NO significa que “¡Todo se vale!”, pues el pensamiento complejo no es por ello blando y permisivo. De hecho, dos de los motores principales  para el avance en el saber psicológico son el pensamiento crítico y el escepticismo científico; la rivalidad interna, que tampoco es cosa nueva en la profesión, ha sido en ocasiones un incentivo para el mejoramiento, pero, más a menudo quizá, un motivo de estancamiento. Paradójico.
ESO NO SIGNIFICA QUE “¡TODO SE VALE!”, PUES EL PENSAMIENTO COMPLEJO NO ES POR ELLO BLANDO Y PERMISIVO
Propongo, entonces, que pensemos un poco más en el asunto con toda la seriedad del caso. Por mi parte, suelo verlo en términos de “niveles de análisis”, algo similar al estudio de la materia desde los niveles físico, químico y biológico: cada uno con sus propias leyes, métodos y nociones teóricas. La Psicología para muchos asemeja una torta repartida en porciones para comensales que quisieran la torta completa. ¿Qué pensaríamos de una Psicología que estudiase parte de lo que somos como si se tratase de las capas de un mismo pastel, con límites difusos pero, al fin y al cabo, una diversidad reconciliada? La capa de los sistemas humanos, la capa de la conducta observable, la capa de los eventos cerebrales, la capa de los procesos cognitivos, la capa de lo inconsciente… Consideremos que en cada nivel se originan algunos problemas que le son propios y en los cuales se especializa determinado enfoque. No obstante, algunas situaciones implican la interacción de varios niveles, e incluso algunas consecuencias similares podrían originarse en niveles diferentes a los de uno u otro caso. Además, los profesionales de la Psicología habrían de especializarse, preferiblemente, sólo en un nivel de análisis, pues hay suficiente tela por cortar como para apenas tener tiempo de ir a fondo en otro nivel. Descabellado o no, esto sumaría complejidad al estudio de la Psicología. Pero, visto de cerca, poco sería lo novedoso, excepto por una actitud integradora de los saberes de cada enfoque, lo cual implica, de hecho, un esfuerzo nada despreciable. Y no se trata de nadar en un caos sin sentido, sino de obtener un pastel con buena apariencia, con forma definida, con estructura y armonía, uno que pueda saciar el hambre con los ingredientes a la mano. Podría ser un modelo temporal y defectuoso para hacer Psicología, es cierto; pero despejaríamos una ruta diferente (y a mi parecer, sensata) para un conflicto no tan intelectual como de intereses. Más que respuestas, lo que aquí formulo son preguntas, y preguntas para pensar más allá de nosotros mismos.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Dudo de mí (creo)

  • Rita Arosemena P.
  • 09/03/2016

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Sylvia Plath, una de las autoras más prominentes del siglo XX, pensaba que el peor enemigo para la creatividad era la propia duda. Una dosis de cotidianeidad bastaría a muchos para cerciorarse de esto y asegurar con propiedad que es justo en el travesaño de los procesos creativos más importantes o la búsqueda de resoluciones más crucial cuando dudamos con una entrega descomunal de nuestra propia valía, de nuestras cualidades y de nuestro “Yo puedo”.

La duda puede definirse como una vacilación o falta de decisión que se presenta al entrar en contacto con más de una posibilidad de elección; la duda en uno mismo es, por otro lado, falta de fe o confianza en las propias capacidades. Ni lo primero ni lo segundo indica o sugiere una propiedad negativa; de hecho, la duda no es un proceso mental que deba ser anulado sino moderado.

Según la psicoterapeuta Rachel Eddins, la duda se manifiesta a menudo como síntoma de una búsqueda de validación, una especie de herramienta que lleva al individuo a tantear en territorio foráneo la reafirmación que no es capaz de hallar en sí mismo. De este modo, el sujeto puede rescatar en alguien más su propia validación o no hacerlo y entrar en un estado de parálisis por miedo al fracaso y la equivocación. La duda se mueve a lo largo de dos extremos: el de la garantía de sentirse respaldado o aconsejado por un modelo de dominio y el de la necesidad de comprobar, por medio de un agente externo, que “realmente soy” y, por lo tanto, “realmente puedo”.

la duda no es un proceso mental que deba ser anulado sino moderado

Existen un sinnúmero de situaciones y detonantes que pueden dar origen a la duda en uno mismo, sin embargo, la diferencia entre una vacilación que ocupa los límites de la normalidad y un estado de inseguridad indefinido que nos priva de tomar decisiones es que la primera responde a una duda racional, mientras que la segunda consiste en un proceso meramente irracional que deriva, por lo común, de malas experiencias que dan lugar a distorsiones de la realidad.

Estas deformaciones cognitivas llevan al sujeto a pensar y actuar como un niño, no en términos de madurez o sensatez sino de seguridad. El niño recibe constantemente realimentación por parte del adulto, que le indica si lo que ha hecho está bien o mal; el adulto que se conduce como niño a raíz de una distorsión cognitiva carece de confianza y espera que su desempeño sea aprobado por otros, una figura de poder, quizás, que replique al adulto que lo corregía inicialmente. Cuando el individuo ha sido “marcado” por medidas correctivas drásticas durante su formación, puede fijar en sí la creencia de no ser “lo suficientemente bueno”, de requerir en todo momento la orientación de alguien más.


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“La acción removerá la duda que la teoría no puede resolver”

Pehyl Hsieh

La psicoterapeuta Ashley Eder sugiere una técnica sencilla para distinguir entre la duda racional y la irracional: el autocuestionamiento. La duda en uno mismo, cuando es realista, “consiste en una sensación de que te has propuesto realizar más cosas de las que puedes hacer, en términos razonables, dentro de los rangos de tiempo fijados”, mientras que la duda irracional “parte de la certeza de que no cuentas en absoluto con los recursos o habilidades que necesitas”. Es conveniente, entonces, hacerse dos preguntas:

  • ¿Has hecho con anterioridad algo similar a lo que debes hacer ahora?
  • ¿Has completado de manera competente alguna tarea para la cual hayas tenido que crecer sobre la marcha, superarte en el camino, algo similar en magnitud con eso que ahora te hace sentir desconfiado?

Estas deformaciones cognitivas llevan al sujeto a pensar y actuar como un niño, no en términos de madurez o sensatez sino de seguridad

Cuando ambas respuestas son “Sí”, lo que asoma es una duda irracional.

5 técnicas para combatir la duda en ti mismo

1. Cuida tu círculo social

Lo que menos necesitas (y lo que menos necesita cualquiera, en términos generales) es rodearte de personas tóxicas, llenas de negativismo, prejuicios y dispuestas a juzgarte o criticarte destructivamente. En cambio, procura que tus influencias más próximas sean aquellos en los que no solo puedas confiar sino que también hayan demostrado estar realmente interesados en tu desarrollo personal, gente que crea en ti.

2. Fija metas razonables

No se trata de achicar o desmembrar los propósitos de vida, los grandes planes a largo plazo, sino de ser consciente y no olvidar que para el cumplimiento de los planes a gran escala es indispensable cumplir, primero, con tareas pequeñas y proyectos medianos. Trazar un mapa que muestre el destino final y un boceto de los “puntos de parada” que han de hacerse en el camino es una manera simple y efectiva de comprender la estructura del proceso.

3. Desarrolla mecanismos de nivelación   

No solo son efectivos para hacer frente a la duda en uno mismo sino también al estrés. Los mecanismos de nivelación son “vías de escape”, lo que no significa que deban emplearse para huir de los problemas.

Las vías de escape, en este caso, se asemejan a las tuberías de un sistema hidráulico. Cuando existe un objeto que obstruye el flujo, el agua se estanca, ocurre lo mismo cuando somos abrumados por cargas emocionales con las que no somos capaces de lidiar porque carecemos de las herramientas necesarias. La técnica de respirar profundamente y relajarse puede que funcione para algunas personas, pero para otras no es más que un cliché desagradable; en estos casos, es útil desarrollar mecanismos individuales según las características del sujeto.

Es cierto que escribir, pintar o practicar algún deporte son mecanismos de nivelación funcionales a corto plazo, pero no serán la solución al problema. La introspección, clarificación de las propias circunstancias y adaptación de los esquemas mentales hacia un modelo más funcional es la solución.  

En todo caso, la práctica de un hobbie o pasatiempo puede ser una herramienta de apoyo sumamente eficaz si se emplea como “terreno de práctica”. Fijarse el reto de correr 10 km diarios en lugar de 8 km o escribir dos páginas cada mañana en lugar de una son desafíos que, a su cumplimiento, actúan como inyecciones de seguridad y autoestima. Contar con la certeza de que somos capaces de cumplir lo que nos hemos propuesto en un “terreno de práctica” puede ser un cúmulo de confianza extrapolable a otros campos de la vida.  

4. No eres una máquina    

Aunque sea evidente, con mucha frecuencia es necesario recordarlo. Algunas personas han desarrollado estándares tan altos de autoexigencia en respuesta a las expectativas de su núcleo social que les resulta casi imposible saber cuándo una tarea los supera o no puede ser realizada en las condiciones deseadas. Esto los lleva a establecer procedimientos equívocamente y, al darse cuenta de la imposibilidad de cumplir con lo que se han propuesto, no solo los invade la duda en sí mismos sino que sufren una importante pérdida de confianza y autoestima.

Recordar que no somos sistemas automatizados sino organismos que se rigen por leyes biológicas y demandas emocionales es fundamental para fijar metas razonables, desarrollar la paciencia y la capacidad de perdonarnos cuando sintamos que nos hemos fallado a nosotros mismos.

5. Valorar tu libertad de elección

Generalmente, el objetivo principal de tomar una decisión es tomar la decisión correcta. Pocas veces valoramos la libertad que ejercemos al tomar un camino en lugar de otro, es esta jerarquización lo que nos lleva a la búsqueda de validación en otros. Sin embargo, tomar la vía respaldada por los demás no es garantía de que hemos tomado la vía correcta; las circunstancias de vida son factores irreproducibles y lo que es funcional para otros puede ser completamente disfuncional para ti.

La toma de decisiones es una posibilidad que debe ser valorada y atesorada como muestra de libertad, autonomía y madurez, sea o no la decisión correcta.

Referencias:

Psychology Today (2016). 7 Ways to Beat Self-Doubt. Consultado el 27 de febrero de 2016.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Los sembradores del miedo nos quieren asustados y aislados

  • José Guillermo Fouce
  • 07/03/2016

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​La propuesta que el neoliberalismo hace de modelo de sociedad, pone al miedo y sus efectos en el centro del sistema de valores sociales; el miedo genera desconfianza en los otros, genera individualismo, genera personas aisladas, compitiendo por recursos escasos; el miedo permite introducir reformas estructurales, permite hacer renuncias a espacios de libertad, permite dividir tendencias, opiniones y comunidades. ​Fijarse en lo que nos diferencia, generar crisis y amenazas constantes supone, por tanto, un instrumento eficaz para aquellos que pretenden construir sociedades individualistas, basadas en el egoísmo, en la potenciación de la libertad individual como valor supremo, libertad que, en realidad, es solo una interpretación posible del termino, pues solo puede darse la verdadera libertad en situaciones de igualdad como dos conceptos que, lejos de la supuesta dicotomía o enfrentamiento entre ellos, son mas bien complementarios y se condicionan mutuamente. ​Decía Milton Friedman, uno de los economistas neoliberales más influyente del siglo pasado que “solamente una crisis real o percibida produce cambios verdaderos” por tanto las crisis son una oportunidad para las reformas y los cambios. ​Una serie de documentales de la BBC “El poder de las pesadillas” nos señalan la importancia del miedo para la política neoliberal: “En el pasado los políticos prometían un mundo mejor. Tenían distintas formas de lograrlo. Pero su poder y autoridad surgía de la visión optimista que ofrecían a su pueblo. Esos sueños fracasaron y, hoy, la gente ha perdido la fé en las ideologías. Cada vez con más frecuencia, los políticos son vistos simplemente como administradores de la vida pública…Pero ahora han descubierto un nuevo rol que restaura su poder y autoridad. En vez de repartir sueños, ahora los políticos prometen protegernos de las pesadillas. Dicen que nos rescatarán de peligros terribles que no podemos ver y que no comprendemos. Y el mayor de todos los peligros es el terrorismo internacional. Una red poderosa y siniestra, con células asociadas en países de todo el mundo. Una amenaza que necesita combatirse con la guerra al terrorismo…Pero la mayor parte de esta amenaza es una fantasía que ha sido exagerada y distorsionada por los políticos. Es una oscura ilusión que se ha divulgado sin ser cuestionada entre los gobiernos de todo el mundo, las agencias de seguridad y los medios internacionales” ahora donde decian terrorismo dicen crisis economica, prima de riesgo, mercados, el efecto buscado es el mismo, la magnificación la misma. ​También Naomi Klein en su último y brillante libro “La teoría del shock” nos analiza el denominado capitalismo del desastre, del shock, del miedo con diferentes ejemplos reales de aplicación del mismo. ​Se trata de, aprovechando las crisis, reales o ficticias, desarrollar reformas económicas y sociales en profundidad, privatizar, reducir lo público, aprovechando el shock que suponen situaciones traumáticas, reformas y cambios que pueden darse mejor y ser aceptados o tolerados por encontrarse las personas en estado de excepción, de choque e impacto, de crisis profunda. ​Ocurrió tras el 11-s en el que los ciudadanos y ciudadanas estadounidenses asumieron un recorte público de sus libertades y derechos individuales y civiles en pro de la seguridad nacional, ocurrió en las inundaciones de Nueva Orleáns, que sirvieron como oportunidad para privatizar el ya de por si reducido sistema público de educación o sanidad, sirvió para que el tsunami se convirtiese en una oportunidad de negocio, al permitir la edificación masiva de la costa con hoteles de lujo. ​Conscientes de la necesidad de abrir espacios de control, de la necesidad de legitimar sus políticas agresivas, los pensadores neoliberales apuestan por el miedo como instinto primario básico en su propuesta de intervención, en sus modelos de sociedad; nos prefieren asustados porque así será mas fácil dividirnos, prefieren que nos fijemos en lo que nos diferencia y desune que en lo que nos une e iguala, porque solo en un mundo fragmentado, atomizado, individualizado, se pueden seguir desarrollando propuestas como las suyas. ​Se apuesta por combatir y eliminar la empatía, como resulta evidente en la declaración de Douglas Mourray (director del centre for social cohesión británico) en las FAES en el 2007, en un seminario presentado por Esperanza Aguirre con el sugerente título de “reinventar occidente”: “El pensamiento relativista que se viene desarrollando desde los años 60 es el que nos ha conducido a la situación actual en la que dominan principios como la empatía, el entendimiento y el no juzgar o discriminar…ha llegado el momento de tomarse en serio estos sucesos que cada vez son más generalizados…es hora de que los europeos despierten y se enfrenten a la realidad que tenemos frente a nosotros. No se trata sólo de desear que esa realidad sea distinta, sino que si realmente queremos cambiarla lo primero que hay que hacer para es aceptarla tal y como es”. ​El miedo fabrica amenazas, justifica invasiones militares o el derroche económico en armas y policía, el recorte de libertades. La guerra no es sólo contra el terrorismo, es una guerra contra el otro, siempre diferente, se propone el miedo, combatir el relativismo, la empatía, condenar o evitar la solidaridad, porque el mundo esta en guerra global, se trata de destruir los puentes y el dialogo, para asumir la única realidad: que somos individuos aislados en el mundo, que solo nos tenemos a nosotros mismos, que el mundo que esta ahí fuera es peligroso, esta lleno de amenazas, de peligros, de seres diferentes a uno mismo que compiten por recursos escasos, la máxima es el sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha. Así somos más fáciles de manejar, se trata de restar fuerzas, unidades y resistencias. Pero como señala Galeano ¿por qué no condenamos a muerte al miedo? ¿no seria como acabar con esa dictadura universal de los asustadores profesionales, de los sembradores de pánico?José Guillermo Fauce es doctor en psicología; profesor de psicología en la Universidad; Coordinador ONGD Psicólogos sin Fronteras Madrid y Coordinador del libro la Psicología del Miedo.
  • Artículos de opinión (Op-ed)

El ébola no me permitió decirte adiós

  • Airam Vadillo
  • 02/03/2016

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En Sierra Leona, como en la gran mayoría de países, es muy importante rendir homenaje a los seres queridos que han fallecido a modo tanto de tributo como de despedida, para que así puedan irse en paz. El proceso de luto desde el inicio de fallecimiento es muy significativo, la expresión y la manera en que se lleva a cabo el ritual de entierro es sumamente trascendental. El virus del ébola ha llevado consigo un profundo impacto en los ritos funerarios, dada la alta capacidad de contagio que presenta un cadáver fallecido a causa del virus, repercutiendo de forma significativa en la despedida de sus seres queridos.

No pudimos acudir al funeral. No fui feliz con la forma de despedirme de ellos ya que no fueron dignificados, no de la manera en que deberían haber sido enterrados (familiar afectado, cod168)

Dicho de otra manera, los familiares no pudieron estar presentes en los entierros, lo que afectó de manera notoria en su concepción y satisfacción sobre su último adiós. En la gran mayoría de casos, el funeral fue llevado a cabo por el “burial team” equipo especializado en entierros, en ausencia de la familia, con la finalidad de evitar contagio.

+4 nov Yoria (30)
El “Equipo de enterramiento” es la traducción a aquellos que trabajaron para sepultar a aquellos fallecidos a causa del ébola. La imagen forma parte de una campaña para sensibilizar la importante labor de este equipo para la erradicación del virus.

Esto posibilitó la falta de contacto con el familiar fallecido, pero también la falta de rituales o ceremonia que se pudiera rendir al ser querido.

A nadie se le permitió atender el funeral, daba igual la enfermedad ¿Cómo voy a saber si este fue respetuoso? (familiar afectado, cod105)

La mitad de los familiares afectado por el brote de ébola (44%)Los datos se encuentran en el Estudio sobre supervivientes del ébola y familias afectadas por el brote en el Distrito de Koinadugu. * Título original Witkowska, O., & Vadillo, A. (2015) EVD Survivors and Affected Families Assessment Report. Koinadugu DERC Psychosocial Pillar. Médicos del Mundo: DFID. declararon no estar satisfechos por el ritual de entierro de sus familiares, por dos razones principales:

Cabe destacar que mucho de estos casos no eran posibles de acudir por la razón de estar bajo cuarentena, dado el contacto con su familiar positivo de ébola. Esto les imposibilitaba cualquier movimiento lejos de su vivienda cercada y acotada de cualquier tipo de contacto, y eso incluía los funerales de sus familiares. Por otro lado, muchos fallecimientos ocurrieron en los Centros de Tratamiento de Ébola (ETC en inglés) por los que los familiares no sólo no pudieron asistir al funeral, sino que ni siquiera supieron dónde está la lápida o cuerpo de su familiar fallecido.  Muchos estuvieron semanas sin saber si su familiar falleció o bien se convirtió en superviviente. Todo esto les hizo considerar que su entierro no fuera respetuoso o dignificado.


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Falleció en el distrito de Bo. No pudimos asistir al funeral, a nadie se le permitió moverse de un distrito a otro, así que nadie asistió. Ninguna ceremonia, nadie vio a nuestro familiar fallecido, o sabemos cómo fue el entierro ni donde está (familiar afectado, cod165)

+4 nov Yoria (31)
Líder religioso que presta cuidados espirituales a las familias que llamen al 117. Forma parte de una campaña de sensibilización para mostrar a la comunidad el respeto y cuidado.

No estuve en ese momento debido a la cuarentena de mi casa. Mis vecinos tampoco pudieron dar su último adiós. Nada respetuoso, no puedo recordar la última imagen de mis familiares fallecidos (familiar afectado, cod119)

Finalmente el burial team tuvo algún tipo de entrenamiento en el que se les proporcionaba al fallecido aquellos rituales que previamente la familia les ha habido solicitado, lo que les ayudaba a sentir a ellos que el entierro era, al menos, más digno. En otros casos, el familiar simplemente falleció en casa junto con el resto de familiares, dado que nadie supo de la condición de ébola positivo.

De los 105 entrevistados Solo un 12% de ellos se declararon satisfechos con el procedimiento de funeral y ceremonia, con sus costumbres y valores. La mayoría de ellos fueron los pocos que pudieron asistir al funeral.

 En ese tiempo no supimos que era ébola así que hicimos la ceremonia funeraria como de costumbre. Lavamos el cuerpo, la vestimos fuimos a la mezquita a rezar. Fue respetuoso ya que pudimos lavarla y rezar por ella (familiar afectado, cod193)

Tal y como se hablará en el siguiente volumen sobre el duelo, la falta de un funeral acorde a sus costumbres y creencias espirituales podría haber contribuido a un duelo no cerrado, esto es, a la falta de sentimiento de un último adiós hacia el familiar que se va sin avisar y que no se le despide como merece.

Artículo previamente publicado en el blog de Airam Vadillo y cedido para su publicación en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

El miedo como arma política

  • José Guillermo Fouce
  • 25/02/2016

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El escritor alemán Nemeitz publicó en 1718 un libro sobre París con “instrucciones fieles para los viajeros de condición”. Uno de sus consejos es el siguiente: “No aconsejo a nadie que ande por la ciudad en medio de la negra noche. Porque, aunque la ronda o la guardia de a caballo patrulle por todo París para impedir los desórdenes, hay muchas cosas que no ve… El Sena, que cruza la ciudad, debe arrastrar multitud de cuerpos muertos, que arroja a la orilla en su curso inferior. Por tanto, vale más no detenerse demasiado tiempo en ninguna parte y retirarse a casa a buena hora”. Nuestros temores, nuestras pesadillas, tienen siempre una carga histórica y contextual y han sido siempre un arma política de primer orden.El miedo y sus usos políticos puede servir para entender muchas de las cosas que pasan en este mundo que habitamos, el miedo tiene poder para cambiar el mundo, como también lo tiene la esperanza. El miedo es un instrumento sumamente poderoso que el neoliberalismo (que es sin duda mucho más que una teoría económica) lleva alentando y manejando desde hace mucho tiempo, como uno de los marcos de interpretación clave para entender la realidad y definirla (Lakoff).El miedo actual es, sin embargo, un miedo líquido, difuso, en expresión de Zygmunt Bauman, y nos trasmite que lo mejor es esconderse sin un plan de respuesta claro porque no tenemos claras las amenazas. Dejadnos llevar las riendas, nos avisan, porque contra temores poco tangibles es difícil combatir.La táctica ha estado ahí siempre. El miedo, una emoción básica que nos paraliza o nos llama a la acción, es también una construcción socio cultural intencionada. Aprendemos a través de los demás qué debe producirnos terror y cómo responder al mismo. Y por eso los que son capaces de señalar cuáles deben ser nuestros desasosiegos pueden fabricar a su antojo el “antídoto salvador”.
Aprendemos a través de los demás qué debe producirnos terror y cómo responder al mismo
Pero en la actualidad vivimos una época de recrudecimiento de esta estrategia. En los últimos años, la crisis económica ha ayudado a los asustadores profesionales a amedrentarnos hasta la parálisis, infundiendo un temor abstracto a los otros, a los extranjeros, al gasto público, al terrorismo y la inseguridad. Naomi Klein nos recuerda en La doctrina del shock que, para los pensadores neoliberales, toda crisis (real o percibida) es una oportunidad para aplicar sus políticas de ajuste. Paralizados por nuestras pesadillas, damos por bueno lo que en otras circunstancias nos resultaría inaceptable. Atemorizados, nos convertimos en personas individualistas, mucho más manipulables porque dividiendo es más fácil convencer. Olvidamos ayudar a los demás y nos quedamos solos convirtiéndonos en individuos mucho más vulnerables.Al igual que el texto proponía a los ciudadanos no salir de casa, los gobernantes actuales nos aconsejan sumisión. Nos quieren divididos, aplicando la estrategia de “sálvese quien pueda”, centrados en lo que nos diferencia y olvidando lo que nos une, dispuestos a renunciar a elementos clave de nuestra libertad en pro de la ansiada seguridad.Un miedo amplificado por los medios de comunicación que agrandan las narrativas del miedo; la mayor de ellas la del terrorismo internacional, pero también la del miedo al inmigrante o al diferente, el miedo económico, el miedo a la violencia. Un miedo que nos sitúa en una sociedad del riesgo (Beck), un miedo global y globalizado, de sociedades violentas, en el que, todos asustados, tenemos que combatirnos, que salvarnos como podamos, sin fiarnos los unos de los otros, defendiéndonos de amenazas intangibles pero constantes, el mundo está en guerra permanente, las amenazas se relevan entre sí, son difusas, no se someten al discurso de la lógica.Ya no tratan de ilusionarnos con grandes utopías: sólo se postulan para salvarnos de nuestros temores. En palabras de Eduardo Galeano: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida… Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo a morir, miedo a vivir” Es el tiempo del miedo globalizado.
El miedo se combate con información, se combate enfrentándose al mismo, se enfrenta en primer lugar decidiendo mirarle a los ojos
Pero no van a conseguir meternos miedo porque los efectos paralizadores de esa táctica se diluyen muy rápidamente: en cuanto los ciudadanos nos sacudimos el polvo del miedo, salimos a la calle a airear nuestras ilusiones. Los avisos de Nemeitz no fueron obstáculo para que el París de esa época se convirtiera en el centro del Siglo de las Luces, una de las épocas más revolucionarias y esperanzadoras de la historia de la humanidad.El miedo se combate con información, se combate enfrentándose al mismo, se enfrenta en primer lugar decidiendo mirarle a los ojos; las advertencias de los traficantes de miedo no impedirán que el impulso de movimientos como el 15-M nos recuerden que, aunque a unos pocos les beneficie el terror, la esperanza es para el ser humano la estrategia conjunta más adaptativa. “Sin trabajo, sin futuro, sin casa, sin miedo” nos recuerdan señalando lo subversivo y movilizador de perder el miedo.José Guillermo Fauce es doctor en psicología; profesor de psicología en la Universidad; Coordinador ONGD Psicólogos sin Fronteras Madrid y Coordinador del libro la Psicología del Miedo.

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