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Investigadores alertan sobre las promociones de marcas de comida chatarra en canales de YouTube de niños influencers

  • Maria Fernanda Alonso
  • 27/10/2020

Las acciones publicitarias con influencers son herramientas utilizadas para ampliar el alcance que tiene una marca en su público objetivo. Un estudio reciente, publicado en la revista Pediatrics, alerta sobre la promoción frecuente de alimentos y bebidas no saludables (comida chatarra) en canales populares de YouTube de niños influencers (Alruwaily et al., 2020).

Las empresas de alimentos y bebidas gastan 1.800 millones de dólares al año en la comercialización de sus productos para alcanzar a los públicos más jóvenes. Considerando el creciente uso de redes sociales por parte de su público objetivo, las marcas han aumentado drásticamente la publicidad online para alcanzar a más consumidores potenciales.

Cuando se trata de entretenimiento, los datos remarcan la cantidad de visitas que recibe YouTube por parte de la audiencia más joven: más del 80 por ciento de los padres con un hijo menor de 12 años permiten que su hijo mire YouTube, y el 35 por ciento de los padres informa que su hijo mira YouTube con regularidad. A esto se le suma la situación vivida globalmente en el contexto de la pandemia por COVID-19, que llevó a muchas personas a trabajar desde sus casas, y a lidiar con la desafiante tarea de mantener a los pequeños dentro de la casa como medida preventiva por un periodo que aún se extiende en el tiempo.

Los videos más populares actualmente para este grupo de niños son aquellos en los que aparecen otros niños realizando experimentos científicos, jugando con juguetes o simplemente festejando sus cumpleaños. Esta situación llamó la atención de las empresas que anuncian o patrocinan publicaciones para promocionar sus productos antes o durante los videos.

Ante la exposición constante a la publicidad (sea en la televisión tradicional o mediante los canales de YouTube más visitados por niñas, niños, y adolescentes), se hace más difícil para las madres y los padres ayudarlos a mantener una dieta saludable. Las autores hacen hincapié en que necesitamos que los medios digitales apoyen la alimentación saludable en lugar de desalentarla. De hecho, el influencer mejor pagado de los últimos dos años fue un niño de 8 años, que ganó 26 millones de dólares el año pasado.

Metodología

Los autores del presente estudio identificaron a los cinco niños influyentes más populares en YouTube en el año 2019, cuyas edades oscilaban entre los 3 y los 14 años, y analizaron sus videos más vistos. Concentrándose en una muestra de 418 videos de YouTube, registraron si en ellos se mostraban alimentos o bebidas, qué artículos y marcas se mostraban y evaluaron su calidad nutricional.

Hallazgos

Casi la mitad de los videos más populares de niños influencers (42,8%) promocionaban alimentos y bebidas. Más del 90% de los productos mostrados eran alimentos, bebidas o juguetes de comida rápida de marcas poco saludables, siendo la comida rápida la comida chatarra más frecuente, seguida de los dulces y los refrescos. Solo unos pocos videos presentaban artículos de marcas no saludables como salchichas (4%), artículos saludables sin marca como frutas (3%) y artículos de marca saludables como marcas de yogur (2%).

Los videos que muestran publicidad de productos de comida chatarra se vieron más de mil millones de veces, lo que representa un nivel asombroso de exposición para las empresas de alimentos y bebidas.

Si bien los autores no obtuvieron información sobre videos patrocinados directamente con los influencers o con YouTube, señalan que el tiempo de exposición que reciben resulta problemático para la salud pública porque permite a las empresas de alimentos promover de manera directa, pero sutil, alimentos no saludables para los niños pequeños y sus familias.

Las investigaciones muestran que las personas confían en los influencers porque parecen ser “personas comunes”. Cuando los niños aparecen en video consumiendo ciertos alimentos, no necesariamente es percibido como publicidad, pero es publicidad. A esto se suma que muchos estudios han demostrado que los niños que ven anuncios de alimentos consumen más calorías que los niños que ven anuncios que no son de alimentos, por lo que la Academia Nacional de Medicina y la Organización Mundial de la Salud identifican el marketing de alimentos como un factor importante de la obesidad infantil, remarcaron los autores.

Por último llaman la atención sobre la necesidad de que las autoridades gubernamentales ejerzan sus competencias para regular este tipo de publicidad con gran potencial perjudicial para la salud de la población infantil en particular, y la salud pública en general.

Referencia bibliográfica: Alruwaily, A., Mangold, C., Greene, T., Arshonsky, J., Cassidy, O., Pomeranz, J. L., & Bragg, M. (2020). Child Social Media Influencers and Unhealthy Food Product Placement. En Pediatrics (p. e20194057). https://doi.org/10.1542/peds.2019-4057

Fuente: Science Daily

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  • Guías y recursos

Análisis de reglas en el contexto clínico (PDF)

  • David Aparicio
  • 27/10/2020

Resumen de la investigación publicada en eduPsykhé:

El estudio de la conducta gobernada por reglas comienza con la obra de Skinner sobre conducta verbal, momento a partir del cual se aprecia una evolución en el estudio de reglas tanto a nivel conceptual como experimental, definiendo su forma y función. También en el contexto clínico se retoma la importancia de la conducta verbal, desempeñando así las reglas un papel fundamental en la explicación, mantenimiento y tratamiento de los problemas psicológicos.

Con el objetivo de aproximarnos y explorar estas reglas a lo largo del proceso terapéutico en las verbalizaciones del terapeuta, se inició este estudio de caso. Se analizó el caso de una mujer de 32 años de edad que acudía a terapia por problemas de pareja. La terapeuta que realizó la intervención era de orientación cognitivo-conductual y más de 15 años de experiencia clínica. Se hizo uso de una metodología observacional para el registro y análisis de las grabaciones de las 10 sesiones del caso, posteriormente, se creó un sistema de categorías para la clasificación de los distintos tipos de reglas. Por último, se examinó la relación de éstas con las actividades clínicamente relevantes que lleva a cabo el terapeuta en sesión.

En cuanto a los resultados, se encontró un patrón específico de reglas en función de la conducta que el clínico realiza: evaluar, explicar, tratar o consolidar. Así mismo, a lo largo del proceso terapéutico se observó una tendencia por parte del clínico a realizar una descripción de contingencias general, posiblemente con el objetivo de que el cliente sea capaz de realizar esas conductas en un número mayor de circunstancias.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Autores: María Xesús Froján Parga, Rebeca Pardo Cebrián, Ivette Vargas De La Cruz y Francisco Linares Carmona

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  • Psicología clínica

Puntualizaciones acerca de la terapia de exposición

  • CETECIC
  • 26/10/2020

Artículo escrito por: Ariel Minici, Carmela Rivadeneira y José Dahab.

La terapia de exposición es definitivamente la técnica más utilizada y la más efectiva en el tratamiento de la ansiedad patológica. Algunas de las ideas iniciales, planteadas en los años 40 por Isaac Marks y otros psicólogos conductuales de la época, parecen mantenerse hoy prácticamente inalteradas. Tal como él afirmó, ningún tratamiento para el miedo o la ansiedad puede considerarse efectivo si no incluye algún ingrediente de exposición a lo que la persona teme.

En efecto, quien teme de modo patológico a algún hecho real o imaginario de su entorno no podrá considerarse curado si no pone fin a la evitación y finalmente toma contacto con ello. Hay quienes temen a los gatos, las arañas, las multitudes, los monstruos, las personas o lo que ellas puedan decirnos, hacernos o pensar de nosotros, las agujas, las enfermedades, los gérmenes, etc., etc., etc. En cualquiera de estos casos podríamos pasar días hablando de nuestros miedos, recordar cómo se gestaron, reflexionar acerca de qué factores los producen o mantienen, o discutir largas horas sobre su irracionalidad; pero si no logramos acercarnos y tomar contacto con ellos, si no dejamos de escaparles, no estamos curados; punto. El fóbico a las arañas habrá de poder matar al insecto, el que le teme a las multitudes habrá finalmente de ir a un partido de futbol, quien teme a los monstruos deberá poder abrir su placar durante la noche, quien es temeroso de la gente y sus posibles dichos habrá finalmente de afrontar situaciones sociales donde pueda ser juzgado negativamente; en ningún caso una persona que padece de cualquiera de estos miedos podrá considerarse curada si no ha logrado hacer conductas de aproximación a lo que le dispara el temor.

Tan solo pensando con un poco de sentido común uno llega a conclusiones como las anteriores, y resulta realmente sorprendente que aún existan tratamientos psicológicos aplicados al miedo y ansiedad patológica que no incluyan a la exposición como un elemento clave.

La terapia de exposición, en su mínima y más sencilla definición, consiste en que el paciente tome contacto con lo que teme, se mantenga en esa situación, permitiendo que la ansiedad aumente, y alcance un pico máximo para luego descender; habrá de repetirse esta acción hasta que se convierta en algo habitual, es decir, que el estímulo del que se trate ya no genere ansiedad. Ahora bien, ¿por qué sucede este proceso descripto? ¿Por qué la ansiedad aumenta, hace un pico y luego baja? ¿Por qué tiene lugar esta curva de ansiedad en los miedos patológicos? O, en otras palabras, ¿por qué la exposición funciona produciendo este patrón típico de respuesta de activación ansiosa que, a largo plazo, siempre decrece y se extingue? Esta pregunta, que toca al corazón mismo del mecanismo de la terapia de exposición, indaga también por qué la ansiedad no se extingue en los casos patológicos.

Si uno desea entender cómo y por qué funciona la técnica de exposición, habremos de buscar la respuesta en los factores de mantenimiento de la ansiedad patológica. Dicho breve y claramente, en las conductas de evitación y escape. Así pues, quien padece de ansiedad patológica no teme únicamente, sino que también huye; la evitación y el escape son los comportamientos que mantienen el proceso de ansiedad patológica, pues ellos interfieren con el proceso natural de extinción que tendría lugar si la persona no evitara. Es decir, si el fóbico a los insectos, a las tormentas o a los balcones no evitara dichos estímulos, a largo plazo terminaría por extinguir su ansiedad. Lo mismo sucede con cualquiera de las formas que adopta la ansiedad patológica.

En las fobias simples el mecanismo es más sencillo de observar, pero en toda la gama de trastornos de ansiedad asistiremos siempre a un conjunto de conductas de evitación y escape. Estas conductas pueden ser más o menos evidentes, más o menos sutiles, en diferentes planos de respuestas e intensidades, a veces típicas del cuadro y en otras ocasiones muy idiosincrásicas, pero siempre están presentes.

Por ello, como terapeutas habremos de estar atentos a tales conductas, dado que no tanto lo que el paciente teme, sino sobre todo lo que el paciente evita es lo que constituye la guía más sólida para establecer el protocolo de la terapia de exposición. Lo que se teme y lo que se evita son dos preguntas críticas en la formulación del caso, lo que se teme y lo que se evita a veces coincide, a veces no, pero siempre están relacionados funcionalmente.

Entonces, reformulando sobre las ideas anteriores, el principio básico de la exposición queda en exponer al paciente a lo que evita, permitiendo que la ansiedad aumente y haga su pico para luego descender, repitiendo esta acción hasta que se transforme en algo habitual y ya no genere más ansiedad. Así dicho, las cosas parecen muy sencillas y muy complejas a la vez.

¿Es tan sencillo como que la persona que teme al encierro, por ejemplo, se suba a un subte toda una tarde y pasee de punta a punta del recorrido durante horas y, así, al bajar estará curada? Pues bien, teóricamente sí, pero las cosas no resultan tan fáciles. Pensemos en la situación de consultorio, donde una persona llega y le cuenta al terapeuta que tiene miedo al encierro y, por ende, no puede viajar en subte, ascensores o trenes. El terapeuta le dice que para curarse lo que debe hacer es subirse a un subte, un ascensor o un tren durante un largo período de tiempo… ¡justamente lo que el paciente no puede! Muy probablemente el paciente no se sentirá comprendido, no regresará y se irá pensando que el psicólogo es un inepto.

ningún tratamiento para el miedo o la ansiedad puede considerarse efectivo si no incluye algún ingrediente de exposición a lo que la persona teme

Si bien sí es correcto que el núcleo de la terapia de exposición consiste en que el paciente tome contacto con lo que evita, los medios para lograr este objetivo varían mucho y en virtud de ellos tendremos una línea de variantes de la terapia de exposición. Por otro lado, las personas que padecen ansiedad patológica no llegan al consultorio con la claridad diagnóstica tal como para decirle al psicólogo a qué temen y qué evitan. Por ejemplo, en el reciente caso de la persona que padece temor al encierro, ¿cuál es el foco de su miedo del cual escapa?, ¿el subte?, ¿quedar atrapada?, ¿no poder respirar?, ¿sufrir un ataque de pánico y no poder recibir ayuda?, ¿todos los anteriores? El paciente con ansiedad social nos va típicamente a narrar que tiene miedo de asistir a una reunión, hablar en un grupo, dar un examen oral, reclamar si le trajeron el café frío y pedirle a su jefe unos días extra de vacaciones; nosotros como terapeutas habremos de unir todos esos ejemplos en el denominador común «temor a la evaluación negativa y rechazo de los demás».

De la identificación adecuada del foco de miedo y evitación dependerá gran parte de la efectividad del tratamiento por exposición, lo cual a su vez nos otorga otro criterio para establecer un conjunto de variantes de la técnica. A este último punto nos referimos en lo que sigue del presente trabajo.

La identificación del temor

La ansiedad es patológica cuando su foco no constituye un peligro real. Es por ese motivo que podemos tratarla ayudando al paciente a que se exponga a los estímulos que la disparan, porque sabemos que no habrá peligro objetivo alguno. Ahora bien, ¿cómo sabemos a qué exponer al paciente? ¿Cuál es en cada caso el foco de miedo y, por ende, de evitación?

Michael Eysenck, el hijo del gran psicólogo Hans Eysenck, propuso un modelo de ansiedad patológica denominado «de cuatro factores». La tesis básica sostiene que las personas con alguna forma de trastorno de ansiedad padecen de un sesgo atencional e interpretativo en el procesamiento de la información dirigido a uno de cuatro grandes focos.

  • En el trastorno de pánico el foco de ansiedad es propioceptivo, es decir, centrado en el funcionamiento de las propias sensaciones.
  • En la fobia social el sesgo se dirige a la propia conducta, esto es, se monitorea la propia acción por su vertiente comunicativa interpersonal.
  • En el caso del TOC el sesgo se orienta hacia el propio pensamiento, vale decir, la persona percibe a su propio pensamiento como una fuente de peligro.
  • En el TAG el sesgo ansioso es amplio, dirigido a un gran número de situaciones.

La teoría ha recibido fuerte apoyo empírico y en gran medida, al echar mano de algunas etiquetas diagnósticas, las hipótesis nos orientan mucho acerca del entorno de estímulos hacia el cual habremos de apuntar la exposición.

La exposición en las fobias simples

Se trata del caso seguramente más claro de todos. Quien padece este diagnóstico puede temer a los perros, los gatos, las tormentas, los truenos, los fantasmas, los espíritus o algún otro objeto relativamente fácil de demarcar en el ambiente externo. La exposición implicará alguna forma de aproximación a ese objeto. Dicha aproximación se puede llevar adelante de forma gradual, implosiva o en algún punto medio entre ambos; podrá adoptar forma imaginaria o en vivo, pero sí o sí, a la larga, la persona deberá tomar contacto directo con lo que teme, abandonando las conductas de evitación y escape; ahí se habrá curado. ¿Y qué hay de los fantasmas, espíritus y otros resucitados?

Ya desde los cuadros más sencillos, la terapia de exposición se encuentra con algunos desafíos de este tipo, los fantasmas no existen ni los muertos regresan, pero la gente les tiene miedo de todos modos. En estos casos el temor constituye una respuesta a un evento imaginario, un hecho de la misma mente de quien lo padece. En general, y si se trata sólo de fobias simples, basta con llevar la exposición a los entornos que disparan la aparición de las imágenes que evocan el miedo, como por ejemplo exponerse a dormir a oscuras y destapado o abrir las puertas del placar durante la noche.

En algunos casos, estos miedos se hallan insertos en un contexto más general de ansiedad patológica que amerita una evaluación ideográfica y otro tipo de tratamiento. Pero nótese que desde los cuadros más simples ya operamos con el principio de «exponerse a lo que se evita»: el paciente le tiene miedo a los fantasmas, por lo cual evita mirar hacia su placar durante la noche; consecuentemente, el tratamiento consistirá en que gradualmente mire, se acerque y finalmente abra el placar, que es lo que evita, no lo que teme. Y por si acaso no queda claro, salvo alguna rara excepción, no lo guiamos a que imagine monstruos y fantasmas.

La exposición en el trastorno por pánico

De todas las aristas psicopatológicas del trastorno por pánico, una de las más sobresalientes es el miedo a las propias sensaciones corporales y, por ende, su evitación. Quien sufre crisis de pánico reacciona con miedo a las sensaciones del cuerpo, como los propios latidos cardíacos, el calor o la transpiración. Tales sensaciones actúan a su vez como disparadores de nuevas oleadas de ansiedad que las vuelven a incrementar, un círculo vicioso en el cual el paciente queda entrampado. Por un lado, el círculo vicioso depende en gran medida de la interpretación de las sensaciones como señales de catástrofes inminentes. Por ejemplo, la persona pensará en el infarto ante la taquicardia o en el desmayo ante el mareo; vale decir, existe sin duda una cognición mediadora entre la señal propioceptiva y el aumento del miedo. Pero esto no es lo único.

Las señales propioceptivas se convierten también en estímulos condicionados de ansiedad, vía condicionamiento pavloviano, y de ese modo adquieren la capacidad de evocar la reacción de miedo sin necesidad de un procesamiento cognitivo complejo. De hecho, esto suele notarse no tanto en las formas severas del cuadro o cuando el paciente ya está en plena crisis de pánico, sino en las formas sutiles, en los inicios de un estado ansioso menor o en la fase final del tratamiento, cuando los pacientes ya aprendieron que la ansiedad no es peligrosa. En todos estos casos, observamos reacciones de malestar, incomodidad y activación ansiosa leve ante las propias sensaciones, sin que el paciente llegue a experimentar una crisis necesariamente. En efecto, el individuo puede saber y recordar que la taquicardia no es peligrosa pero su cerebro límbico sigue reaccionando ante ella como un peligro pues se ha convertido en un estímulo condicionado.

Este es el lugar de la exposición que, en este cuadro, adquiere el nombre de interoceptiva. Habremos de encontrar las señales corporales que más específicamente disparan la ansiedad y conductas de evitación en el paciente para luego aplicar los ejercicios que lo expongan a las mismas. Así, si teme a la asfixia o la sensación de falta de aire que le dispara la ansiedad, entonces le enseñaremos un ejercicio para respirar lento y provocar la situación temida; si su temor radica en el mareo, la técnica consistirá en mantenerse parado y concentrado en la propia sensación del equilibrio durante unos cuantos minutos. Sólo así lograremos desactivar el proceso de condicionamiento clásico que opera en la base del cuadro.

Por otra parte, también es claro que los pacientes con trastorno de pánico suelen desarrollar toda una parafernalia de conductas de evitación sutiles para mantener a raya las propias reacciones corporales. Por tal motivo, pueden dejar de hacer deportes o tener relaciones sexuales para no experimentar las sensaciones de su cuerpo. También pueden evitar movimientos o posturas, como acostarse o levantarse rápidamente a fin de no generar un mareo. Todos estos hábitos habrán de ser objeto del tratamiento, pues claramente son conductas de evitación y escape de las sensaciones normales del organismo.

Así, en el trastorno de pánico, la especificidad de la exposición radica en ser interoceptiva, esto es, afrontar las sensaciones corporales que se temen y evitan.

La exposición en la ansiedad social

El miedo a las demás personas adopta muchas formas e intensidades, desde una timidez leve no patológica hasta formas graves denominadas en la actual nosología diagnóstica trastorno de ansiedad social. Bajo tal rúbrica se ubican un conjunto amplio (y tal vez heterogéneo) de miedos a las interacciones con otras personas. Así, por ejemplo, padece de ansiedad social patológica quien no puede saludar, iniciar o mantener una conversación, preguntar en una reunión de trabajo, aproximarse a alguien que le gusta, comer o escribir en público, comprar un producto y hasta a veces, en las formas más severas, simplemente permanecer esperando un medio de transporte a la vista de otros. Solemos afirmar que el común denominador de todas estas situaciones temidas y evitadas radica en el potencial escrutinio público o, dicho más sencillamente, en que «los demás pueden pensar mal de mí y entonces rechazarme». Entonces la exposición, ¿a dónde habrá de dirigirse?

El tratamiento del trastorno de ansiedad social incluye típicamente una jerarquía de entornos sociales evitados a los cuales el paciente irá exponiéndose, en general de forma gradual y con ayuda de ejercicios de reestructuración cognitiva. De acuerdo a la gravedad, podremos acompañar al paciente y hacer de modelos en alguno de estos escenarios. Pero, justamente, como una de las cosas que más teme y evita el paciente es el rechazo social, habremos de favorecer algunas exposiciones en las cuales el rechazo social sea probable. Ahora bien, surge acá la cuestión crítica de qué es el rechazo social para el paciente que estamos tratando.

Frecuentemente, el rechazo social es una situación social embarazosa que a la mayoría de los seres humanos se nos presenta con alguna frecuencia, la cual sorteamos con un poco de incomodidad y punto. Por ejemplo, puede sucedernos que al ir de compras no nos demos cuenta de que hay una fila de personas esperando y vayamos directamente al mostrador, lo cual genere que nos digan «señor, por favor, haga la fila»; o quizá en el cine nos sentamos en una butaca equivocada, lo cual termina en que al llegar su genuino ocupante nos pida que nos vayamos. Este es el tipo de eventos de rechazo social que se teme y evita a toda costa y, por consecuencia, es el que a veces favorecemos. Por si acaso, no deberíamos exponer al paciente a situaciones sociales claramente vergonzosas como pasearse en ropa interior o hablar en un lenguaje inapropiado, ello sí causaría un rechazo por parte de los demás, pero también podría dañar seriamente la reputación de la persona.

Existe una técnica llamada terapia de la vergüenza, propuesta hace muchos años por Albert Ellis, el padre de la terapia racional emotivo conductual. Ellis sí proponía ejercicios tal vez un poco más desafiantes, como por ejemplo pedir a un paciente que se pasee con ropa de colores llamativos y una gran sombrilla por un lugar de la ciudad céntrico y concurrido en pleno horario de oficina. El procedimiento sí resulta efectivo para relativizar el catastrofismo vinculado al rechazo social, sobre todo en fases avanzadas del tratamiento, pero muchas veces es innecesario y, obviamente, poco aceptado por los pacientes. La terapia de la vergüenza tampoco se enmarca dentro de los actuales protocolos de exposición y, hasta donde sabemos, es poco utilizada en la actualidad.

La exposición en el trastorno de ansiedad generalizada (TAG)

Uno de los síntomas cardinales de TAG es la preocupación patológica incontrolable. El paciente se habla a sí mismo en un lenguaje confuso acerca de problemas que no son problemas, esto es, imagina y se anticipa excesivamente a escenarios negativos catastróficos de bajísima probabilidad y sobre los cuales resulta imposible actuar en el presente.

Por ejemplo, un paciente arquitecto imagina que en 20 años una de sus obras puede derrumbarse por falta de mantenimiento adecuado, lo cual le acarrearía un juicio por mala praxis profesional que terminaría en una condena en prisión. El paciente piensa fútilmente sobre el tema, se asusta, por momentos se tranquiliza diciéndose que él trabaja responsablemente, pero luego piensa que él no puede controlar el trabajo de todos los operarios y que, por difícil que parezca, no es imposible que suceda lo que teme, así el pensamiento regresa una y otra vez. Este tipo de casos son muy frecuentes en la clínica actual. Ahora bien, ¿qué es lo que teme y evita el paciente con TAG? En el caso concreto y citado, está claro que sí teme terminar preso o que se caiga una de las estructuras que él dirige, pero claramente la mayoría de estos pacientes terminan por reconocer la irracionalidad de su temor o, al menos, la imposibilidad de actuar en el presente para resolver algo. ¿Dónde está acá la evitación? La preocupación patológica es una conducta de evitación de las imágenes catastróficas.

La psicopatología del TAG es algo más compleja que la de otros cuadros de ansiedad, pero a los fines de este artículo tengamos en cuenta que el cerebro produce imágenes mentales de hechos negativos altamente improbables pero muy graves. Esas imágenes activan fisiológicamente al individuo, quien escapa de ellas interfiriéndolas con una cadena verbal, es decir, preocupándose. Y si bien la preocupación genera angustia, el monto es mucho menor del que se dispararía con una imagen visual. De este modo, las preocupaciones son una conducta de evitación y lo que se evita son las imágenes catastróficas. Por consecuencia, a ellas debemos exponer al paciente.1

La exposición específica del TAG se denomina funcional cognitiva, pues se orienta a recrear y mantener vívidas en la consciencia las imágenes catastróficas temidas, las cuales, por otro lado, no suceden. Naturalmente, el protocolo de tratamiento del TAG es mucho más amplio, pero la exposición funcional cognitiva cumple un rol crítico.

La exposición en el trastorno obsesivo compulsivo (TOC)

Al hablar de TOC, debemos contemplar a una entidad que admite un amplio conjunto de subtipos, tanto así que para algunos no se trata de una entidadsino de varias, o tal vez de un espectroen el cual se presentan muchas combinaciones de procesos y síntomas de variada intensidad. Por otro lado, vale remarcar que en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales (DSM 5), el TOC salió del capítulo de los Trastornos de Ansiedad para conformar uno aparte e independiente. Ello no significa para nada que la exposición no tenga en el tratamiento de este cuadro un rol fundamental; todo lo contrario, la terapia de exposición constituye la técnica psicológica de primera elección, pues a todas luces resulta la intervención de corte psicológico más eficaz. Pues bien, ¿qué teme y qué evita el paciente con TOC, entonces?

La respuesta fácil es que el paciente teme y evita a sus obsesiones mediante sus compulsiones. De hecho, existe entre ambas una relación funcional, pues mientras las obsesiones disparan el malestar, las compulsiones lo alivian. Por lo tanto, la intervención principal consiste en exponer al paciente a las obsesiones o las situaciones disparadoras de las mismas, al tiempo que impedimos que se lleven adelante las compulsiones. Y si bien esto es correcto, apenas nos da un panorama de lo que en la práctica verdadera hay que hacer.

El primer problema arranca en que las definiciones de obsesiones y compulsiones constituyen categorías amplias que pueden contener fenómenos psicológicos disímiles. Por otro lado, frecuentemente nos encontramos frente a variantes que no cumplen claramente los criterios de ambos conceptos (obsesiones y compulsiones). Así, por ejemplo, tiene un TOC la persona que imagina gérmenes en el pasamanos del colectivo y ejecuta compulsiones de lavado, pero también quien tiene pensamientos intrusivos de abusar de un niño, y por lo tanto se aleja de las plazas y los parques. El primero es un clásico TOC de subtipo contaminación; el segundo, de pseudopedofilia. Llamamos TOC atormentado al que se caracteriza por obsesiones que se alivian con compulsiones mentales o evitador al que alivia sus obsesiones previniendo situaciones que le dispararán las obsesiones. Dada la cantidad de formas y variantes que puede adoptar el cuadro, resulta imprescindible efectuar un análisis ideográfico pormenorizado del caso a los fines de conocer qué evita el paciente y, por ende, a qué se lo habrá de exponer.

Por ejemplo, en los casos más difundidos de contaminación llevaremos adelante una jerarquía de exposición relacionada con objetos progresivamente más contaminados (claro está, en la imaginación del paciente), desde un sillón de nuestro propio consultorio hacia, tal vez, el uso de un baño público de asistencia masiva. Justamente, como se trata de obsesiones y malestar relacionado con el contacto y es eso lo que se evita, el paciente debe aproximarse, la esencia de la técnica está en la exposición por acercamiento. Contrariamente, en los casos de TOC de verificación, la parte más crítica del procedimiento radica en la prevención de la respuesta, o sea, en que el paciente no verifique (la llave del gas, la cerradura de la puerta, etc.), porque lo que el individuo evita es contener un impulso que lo lleva a «compulsivamente» ejecutar un acto inútil pero que calma su malestar. Por tal motivo, debemos exponerlo al propio malestar subjetivo que se dispara por la misma prevención de la respuesta.

La idea central de este artículo, exponer al paciente a lo que evita y no a lo que teme, no puede ser mejor apreciada que en el entorno del TOC, un cuadro que nos sorprende con variantes, temores y evitaciones poco comunes. El TOC es tal vez el cuadro en el cual más deberemos afinar la puntería para no perder de vista el objetivo crítico de la exposición, esto es, lo que el paciente evita.

Conclusiones

La conclusión más evidente y simple de este artículo ha sido repetida varias veces a lo largo del texto; en síntesis, «en los casos de ansiedad patológica, la técnica de exposición habrá de centrarse en lo que el paciente evita y no en lo que teme». Esta conclusión conduce inevitablemente a la revalorización de una adecuada y pormenorizada evaluación conductual, basada en el análisis funcional.

Si bien la categorización diagnóstica propuesta por el DSM debe operarse y es sin duda útil, nunca logra capturar toda la complejidad del caso, no al menos como la necesita el terapeuta cognitivo conductual a los fines de planificar y conducir la intervención. En este sentido, la evaluación ideográfica fundada en el análisis funcional tiene un rol esencial irremplazable, particularmente en los casos de trastornos de ansiedad y ansiedad patológica en general. Esto incluye la tarea irremplazable de distinguir lo que el paciente teme, lo que evita y cómo lo evita, vale decir, cuáles son las conductas de evitación que lleva a cabo. Y, a propósito de esto, recordemos que las conductas de evitación se definen no por su forma sino por su función y que, por ende, pueden adoptar formas francas y evidentes (como escapar físicamente de una situación o no asistir a un entorno social) o disimuladas y sutiles (como tomar agua para eludir la sensación de atragantamiento).

Somos conscientes de que hemos dejado fuera de este artículo un conjunto de patologías relacionadas con la ansiedad y que también requieren a la exposición como ingrediente técnico fundamental. Así, por ejemplo, el trastorno por estrés postraumático o la ansiedad ante la salud son cuadros en los cuales se aplica todo lo que hemos discutido en este artículo. Probablemente serán tema de un próximo trabajo.

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  • Maria Fernanda Alonso
  • 23/10/2020
La capacidad de una persona para resolver problemas en situaciones nuevas y de pensar lógicamente para extrapolar lo aprendido es conocida como “inteligencia fluida”, y está ligada estrechamente a la creatividad. Por su parte, la inteligencia cristalizada es aquella que abarca la capacidad del individuo de usar información, habilidades, conocimiento y experiencias (es decir, su conocimiento de toda la vida) de una manera que podría medirse en una prueba estandarizada. Según los investigadores, estas habilidades son tan diferentes que incluso con el objeto de mejorar una u otra son necesarias actividades bastante opuestas. Así, se ha encontrado que el sedentarismo puede, en su justa medida, favorecer a la inteligencia cristalizada y, cuando hablamos de inteligencia fluida nos encontramos con numerosos estudios que recomiendan la realización de actividad física moderada a vigorosa (Burzynska et al., 2020). Una nueva investigación realizada con aviadores corrobora este vínculo entre entrenamientos intensos y mejoras en las capacidades de inteligencia fluida (Zwilling et al., 2020):

Metodología

El equipo de investigadores condujo un ensayo clínico controlado doble ciego de 12 semanas, para el cual reclutaron a 148 aviadores de la Fuerza Aérea en servicio activo que fueron asignados al azar a dos grupos diferentes en un experimento diseñado para ver la eficacia de un régimen multimodal de aptitud física solo, o en conjunto con una intervención nutricional, para mejorar del rendimiento físico y cognitivo. Todos los aviadores participaron en un programa de ejercicios de 12 semanas que combinó entrenamientos de fuerza en gimnasio y ​​ejercicios de cardio de alta intensidad en intervalos (HIIT, por sus siglas en inglés). Dos veces al día durante este período, un grupo de aviadores (n = 70) también bebió una bebida nutricional especialmente diseñada, de la que se ha demostrado en estudios anteriores que mejora las funciones cognitivas. Esta bebida enriquecida con nutrientes contenía vitamina B12, un ácido graso omega-3 (DHA), luteína, fosfolípidos, butirato de hidroximetilo (HMB) y micronutrientes seleccionados, incluido el ácido fólico. La otra cohorte de aviadores (n = 78), que representaba un grupo control de placebo, consumió una bebida dos veces al día que no estaba enriquecida con nutrientes. Ni los participantes del estudio ni los investigadores de campo sabían qué grupo recibió la bebida enriquecida con nutrientes o una bebida placebo. Los investigadores también administraron una batería de pruebas cognitivas antes y después de la intervención de 12 semanas para evaluar cómo el régimen de ejercicio afectaba la cognición por sí mismo y junto con el nuevo suplemento nutricional. Se midieron seis dominios de función cognitiva: memoria episódica; memoria de corto plazo; memoria de trabajo; función ejecutiva; inteligencia fluida; eficiencia de procesamiento/tiempo de reacción.

Hallazgos

  • Después de solo tres meses, los investigadores encontraron que, en promedio, los puntajes de inteligencia fluida aumentaron en un 19.5% después de iniciar este régimen de ejercicio.
  • Ambos grupos mostraron mejoras en la función física y cognitiva, con ganancias adicionales entre aquellos que consumían regularmente la bebida nutricional.
  • El régimen de ejercicios al que fueron sometidos los participantes aumentó la potencia física y la masa muscular magra, redujo sus porcentajes de grasa corporal y aumentó su VO2 máx.
  • Las ganancias más notables relacionadas con el ejercicio en la función cognitiva se produjeron en las pruebas diseñadas para medir la inteligencia fluida.
  • La intervención de ejercicio por sí sola mejoró varias dimensiones de la aptitud física y función cognitiva . Explican los autores que los participantes tenían una mejor memoria episódica y procesaban la información de manera más eficiente al final de las 12 semanas. También rindieron mejor en las pruebas que requerían que resolvieran problemas que nunca antes habían encontrado (inteligencia fluida).
  • Los participantes que consumieron la bebida enriquecida con nutrientes dos veces al día además de realizar el régimen de ejercicio, presentaron mayores mejoras en su capacidad para retener y procesar información. Y sus tiempos de reacción en las pruebas de inteligencia fluida mejoraron más que los de los participantes que tomaron el placebo.
Las rutinas de ejercicio, y los nutrientes que aportamos a nuestros organismos, en consecuencia, pueden marcar grandes beneficios cuando realizamos cambios a conciencia. Referencias bibliográficas:
  • Burzynska, A. Z., Voss, M. W., Fanning, J., Salerno, E. A., Gothe, N. P., McAuley, E., & Kramer, A. F. (2020). Sensor-measured sedentariness and physical activity are differentially related to fluid and crystallized abilities in aging. Psychology and Aging. https://doi.org/10.1037/pag0000580
  • Zwilling, C. E., Strang, A., Anderson, E., Jurcsisn, J., Johnson, E., Das, T., Kuchan, M. J., & Barbey, A. K. (2020). Enhanced physical and cognitive performance in active duty Airmen: evidence from a randomized multimodal physical fitness and nutritional intervention. Scientific Reports, 10(1), 17826. https://doi.org/10.1038/s41598-020-74140-7
Fuente: Psychology Today

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  • Guías y recursos

Tómate un café y aprende de terapias contextuales con Javier Mandil, Fabián Maero y Mariano Scandar

  • David Aparicio
  • 23/10/2020
La verdad es que no es un sorteo para tomar un café con Mariano, Javier y Fabián, pero el nuevo episodio (numero 29) de Psicología para Escépticos te hará sentir que estás en un café con ellos pasando un buen momento, riendo y aprendiendo de las terapias contextuales. Mariano Scandar está haciendo un excelente trabajo con su podcast, no solo por la buena calidad del material que prepara y los invitados que trae, sino también porque logra crear un ambiente muy cómodo para que los participantes puedan expresar sus ideas con naturalidad y sin el formalismo que suele caracterizar las conversaciones psi. Ustedes saben a lo que me refiero. Aquí tienes dos fragmentos de 30 segundos: Fabián aclarando un poco el uso del término «terapias de tercera ola» y Javier hablando sobre el marketing de las terapias. Si quieres aprender un poco sobre terapias contextuales y la óptica de estos dos expertos en la materia, no hay mejor podcast por ahí. Te lo aseguro. Puedes escuchar el episodio completo en Ivoox, Apple Podcast y en su página Web Psicología para Escépticos.

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  • Psicología aplicada

¿Cómo ayudar a los niños a reducir el tiempo frente a las pantallas?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 22/10/2020
Desde el inicio de la pandemia, madres, padres e hijos han tenido que adaptarse no sólo al trabajo remoto, sino también a las clases virtuales desde casa. Esto último significa, también, que los pequeños están pasando más tiempo frente a la pantalla que antes. Volver hacia hábitos no tan dependientes de los dispositivos electrónicos puede resultar desafiante; por eso, la clínica y laboratorio Child and Family Well-being (CFW) presentó algunas sugerencias para ayudar a madres y padres con esta transición: En primer lugar, cada familia es diferente. Lo importante es poder hablar sobre el tiempo de uso de pantallas, e implementar diferentes estrategias para abordar la cuestión.

Usá la tecnología a tu favor

Aplicaciones como Screen Time de Apple o Family Link de Google pueden ayudarte a limitar el tiempo de pantalla (por ejemplo, podés establecer un límite de 2 horas al día o no permitir pasar tiempo frente a las pantallas después de las 8 p.m.; o bien utilizar redes sociales por intervalos que no superen los 30 minutos); y también podés establecer contenido específico (por ejemplo, solicitando el permiso de los padres para utilizar YouTube o bloqueando sitios web inapropiados). Si tu hijo está acostumbrado a tener tiempo ilimitado de acceso a las pantallas debido a COVID-19, empezá por reducir su uso en pequeñas cuotas cada pocos días y reemplazá ese tiempo con lectura o actividades educativas. Quizás debas decir cosas como «cuando leas durante 15 minutos, puedes tener más tiempo frente a la pantalla».

Hacé del sueño la prioridad número uno

¿Por qué debemos mantener hábitos de sueño saludables? Principalmente, porque el tiempo frente a las pantallas puede comprometer la duración y la calidad del sueño de las personas. El descanso que apareja el sueño es necesario para el correcto funcionamiento de los sistemas inmunológicos, y contribuye a la capacidad de recuperación física y al bienestar psicológico. Asegurate de limitar el tiempo de pantalla emocionante o cargado de emociones una hora antes de acostarse (esto significa Stranger Things y Fortnite), y de quitar teléfonos, tabletas y consolas de juego de las habitaciones por la noche. Dependiendo del horario escolar de los niños, es posible que también quieras considerar establecer una hora para acostarse más temprano para los niños, así como despertarlos más temprano en la mañana. Empezá poco a poco (por ejemplo, despertándolos 20 minutos antes cada pocos días) para que los niños se acostumbren a irse a la cama y a despertarse a la hora que lo necesiten cuando la escuela vuelva a sus operaciones normales. Si es útil, podrías decir algo como: «si estás en la cama a las nueve, mañana podés tener 30 minutos más de tiempo frente a la pantalla».

No te olvides de vos

Probablemente estes haciendo grandes malabares con poca o limitada ayuda. De ahí la importancia de autoevaluar cómo estás con regularidad. Si notás que estás empezando a sentirte abrumada con todo lo que estás haciendo, está bien usar el tiempo de pantalla de vez en cuando para darte un descanso. En momentos de estrés, es especialmente importante priorizar las cosas que contribuyen a tu bienestar, como un horario de sueño saludable, una taza de té relajante, una videollamada con amigos o un ejercicio de atención plena a través de aplicaciones como Headspace o Calm. También es importante que establezcas un límite a la información que recibís a través de las noticias o redes sociales cuando sentís que estos medios sólo te transmiten pánico. Fuente: Psychology Today

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  • Psicología aplicada

Nuevo metaanálisis encuentra relación entre el consumo de azúcar y TDAH

  • David Aparicio
  • 22/10/2020
Un nuevo estudio publicado en la revista Complementary Therapies in Medicine, analiza la evidencia sobre el consumo de azúcar y riesgo de TDAH en niños.

Por qué es importante

Existe mucha preocupación en torno al consumo de azúcar y el riesgo de desarrollar TDAH en los niños. Muchos padres reportan que sus hijos presentan problemas de conducta después de consumir dulces y bebidas azucaradas. Sin embargo, diversas investigaciones sostienen que los reportes de los padres no representa evidencia suficiente, ya que muchos padres creen que el azúcar afecta la conducta y asocian cualquier cambio en la conducta de sus hijos con lo que comieron antes. El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo con alta prevalencia a nivel mundial. Existen diversos tratamientos con evidencia, pero todavía no se conoce con exactitud cuál es su etiología. Algunos estudios han encontrado cierta evidencia correlacional entre la nutrición y los síntomas de TDAH, pero los datos con los que contamos hasta ahora son contradictorios. Para intentar clarificar la evidencia, el grupo de investigación iraní desarrolló un metaanálisis revisó los datos de estudios observacionales sobre el efecto del consumo de azúcar y bebidas azucaradas en el TDAH.

Metodología

Los investigadores iniciaron en marzo 2020, una revisión exhaustiva en diferentes bases de datos para revisar los estudios publicados sobre TDAH y consumo de azúcar, bebidas azucaradas, que cumplieran con los siguientes requisitos:
  • Tenían un diseño de estudio observacional que incluía estudios de cohorte, control de casos y estudios transversales
  • Publicados en inglés
  • Que tuvieran intervalos de confianza del 95% para el TDAH o la hiperactividad relación con el consumo de azúcar, dulces y refrescos
Los estudios que cumplieron los requisitos fueron sometidos a una revisión con el Newcastle-Ottawa Scale, una escala especialmente diseñada para evaluar la calidad de los estudios no aleatorios en metaanálisis.

Resultados

Luego de este proceso de revisión solo quedaron 7 estudios que incluyeron a más de 25,000 participantes. Al analizar los datos se encontró una asociación entre el consumo de azúcar y bebidas azucaradas y el riesgo de síntomas de TDAH. Sin embargo, los autores aclaran: aunque la ingesta de azúcar podría estar asociada con mayor riesgo de TDAH en niños mayores de siete años, no existe una relación única entre el consumo de azúcares en la dieta y los síntomas de TDAH. Conviene recordar que los dulces y las bebidas azucaradas que consumen los niños tienen diferentes ingredientes que podrían también relacionarse con el TDAH. Por lo tanto, los investigadores recomiendan que para determinar una relación de causa y efecto entre el azúcar y TDAH, será necesario estudios controlados, bien diseñados y longitudinales que permitan evaluar el efecto del azúcar. En definitiva, todavía no se puede argumentar que el consumo de azúcar sea el causante del TDAH. Referencia del estudio: Sugar consumption, sugar sweetened beverages and Attention Deficit Hyperactivity Disorder: A systematic review and meta-analysis. (2020). Complementary Therapies in Medicine, 53, 102512. https://doi.org/10.1016/j.ctim.2020.102512

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  • Psicología aplicada

Aun sabiendo que se recibe un placebo, estos podrían producir efectos psicobiológicos genuinos

  • Maria Fernanda Alonso
  • 22/10/2020
El efecto placebo se produce generalmente cuando un tratamiento, o un elemento del tratamiento (intrumental, farmacológico, verbal, etc.) producen efectos terapéuticos en una persona sin tener capacidad específica para esto. Muchos factores contribuyen a su producción, como por ejemplo el entorno, el individuo, el profesional que lo administra, entre otros. A la hora de llevar a cabo estudios, los investigadores suelen valerse de placebos para la evaluación de grupos control, donde los sujetos que lo integran no saben que les ha sido administrado un placebo. Sin embargo, cada vez son más los estudios que se orientan a examinar su poder terapéutico haciendo saber a los participantes que, de hecho, están recibiendo un placebo. Así, aún habiendo informado que se administraba un tratamiento inocuo, investigadores encontraron una asociación entre el efecto placebo y reducciones en la ansiedad ante los exámenes (Schaefer et al., 2019); como también hallaron que podrían ayudar a reducir la cantidad de medicación opioide que una persona solicita (Morales-Quezada et al., 2020). Una nueva investigación se suma a este cuerpo de evidencia, al hallar que los placebos reducen los marcadores cerebrales de angustia emocional incluso cuando las personas saben que están tomando una sustancia inactiva (Guevarra et al., 2020).

¿Por qué es importante?

Con esta base pueden abrirse oportunidades para el desarrollo de nuevos tratamientos para ciertos trastornos mentales, que podrían ayudar de manera inofensiva al paciente ya que estos placebos “no engañosos” afectan las respuestas neuronales que son relevantes para el procesamiento emocional.

Metodología

En dos experimentos con 280 participantes en total, Guevarra y sus colegas mostraron a dos grupos separados de personas una serie de imágenes emocionales. Antes de esta tarea, los participantes fueron asignados al azar a un grupo de control o placebo no engañoso. Los miembros del grupo placebo no engañoso leyeron sobre los efectos del placebo y se les pidió que inhalaran un aerosol nasal de solución salina. Se les dijo que el aerosol nasal era un placebo que no contenía ingredientes activos, pero que ayudaría a reducir sus sentimientos negativos si así lo creyeran. Los miembros del grupo de control también inhalaron el mismo aerosol de solución salina, pero se les dijo que el aerosol mejoraba la claridad de las lecturas fisiológicas que estaban registrando los investigadores.

Hallazgos

En el primer experimento, los participantes en el grupo de placebo no engañoso informaron menos angustia después de ver una imagen emocionalmente negativa en comparación con los participantes del grupo de control. En el segundo experimento, los investigadores utilizaron la electroencefalografía y hallaron que los placebos no engañosos reducían la actividad eléctrica del cerebro reflejando cuánta angustia siente alguien. Es decir: los placebos no engañosos disminuyeron un marcador neuronal objetivo de angustia emocional durante las etapas de evaluación del procesamiento emocional, según señalan los autores, quienes destacan el tratamiento de la angustia emocional como un contexto que responde muy bien a los placebos no engañosos. Es decir que los placebos no engañosos no serían un simple resultado del sesgo de respuesta, sino que tendrían efectos psicobiológicos genuinos. Más estudios son necesarios para evaluar su efectividad como intervenciones para el dolor y la angustia emocional. Referencia bibliográfica:
  • Guevarra, D. A., Moser, J. S., Wager, T. D., & Kross, E. (2020). Placebos without deception reduce self-report and neural measures of emotional distress. Nature Communications, 11(1), 3785. https://doi.org/10.1038/s41467-020-17654-y
  • Morales-Quezada, L., Mesia-Toledo, I., Estudillo-Guerra, A., O’Connor, K. C., Schneider, J. C., Sohn, D. J., Crandell, D. M., Kaptchuk, T., & Zafonte, R. (2020). Conditioning open-label placebo: a pilot pharmacobehavioral approach for opioid dose reduction and pain control. Pain Reports, 5(4), e828. https://doi.org/10.1097/PR9.0000000000000828
  • Schaefer, M., Denke, C., Harke, R., Olk, N., Erkovan, M., & Enge, S. (2019). Open-label placebos reduce test anxiety and improve self-management skills: A randomized-controlled trial. En Scientific Reports (Vol. 9, Número 1). https://doi.org/10.1038/s41598-019-49466-6
Fuente: Psypost

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  • Guías y recursos

Universidad Nacional de Mar del Plata publica guía de lenguaje inclusivo

  • David Aparicio
  • 21/10/2020

Introducción:

Esta guía pretende ofrecer a quienes forman parte de la Universidad Nacional de Mar del Plata recursos y estrategias, con el fin de facilitar la utilización del lenguaje inclusivo en todas sus comunicaciones. Fue realizada a partir de guías y manuales utilizados en nuestros país con aportes de instrumentos de otros países, para los ámbitos laborales, gubernamentales, administrativos y mediáticos.

Los objetivos que se persiguen son fundamentalmente dos:

  • Disponer de un material de consulta al momento de utilizar un lenguaje inclusivo en el ámbito de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
  • Fomentar la eliminación del lenguaje sexista, todavía muy presente en todos los ámbitos en los que desarrollamos nuestras relaciones interpersonales.

La guía incluye una explicación de la legislación vigente de la Universidad y aborda las cuestiones generales para la producción de textos escritos y orales con lenguaje inclusivo. Aquí pueden leer un pequeño fragmento sobre el uso de la letra “E”:

El uso de la «E» se recomienda pueda ser contemplado en el uso cotidiano de la comunidad universitaria atendiendo al contexto y derechos de reconocimiento de la identidad autopercibida de las personas que la integran. Sancionar su uso podría incurrir en graves actos de vulneración de derechos por lo que se solicita que las personas que integran la comunidad universitaria no sean discriminadas, excluidas o violentadas por utilizar lenguaje inclusivo ya sea en las comunicaciones interpersonales orales o escritas o en la presentación de trabajos académicos, parciales, finales, etc. Para evitar inconvenientes se supiere establecer acuerdos previos de comunicación y presentación de documentos o textos.

Descarga la guía completa en Formato PDF.

Artículo recomendado: Yo, tú, elle, nosotres, vosotres, elles. El lenguaje inclusivo: ¿tiene algo que ofrecer?

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