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Crianza

32 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

La ansiedad y el estrés de los padres se vinculan con la adopción de estrategias de crianza ineficaces para regular la exposición de los hijos a la pornografía

  • 31/05/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Hoy, la pornografía es tan accesible como Internet. Incluso los más pequeños pueden acceder o ser expuestos a contenido pornográfico que, según la evidencia, fomenta la objetivación sexual y se ha relacionado con consecuencias nocivas como la agresión sexual. Esta situación lleva a que muchos padres y madres se sientan asustados, estresados e incluso ansiosos por el hecho de que su hijo o hija ha estado expuesto a la pornografía y, consecuentemente, buscan implementar estrategias para intentar restringir el acceso de sus hijos a este tipo de contenidos. Pero según un estudio reciente, la psicopatología de los padres puede llevar a la elección de estrategias ineficaces que incluso pueden resultar contraproducentes: los padres y las madres con ansiedad o estrés tienen más probabilidades de adoptar un estilo de crianza autoritario y, a su vez, es más probable que utilicen estrategias desadaptativas para regular el uso de pornografía por parte de sus hijos (Efrati & Boniel-Nissim, 2021). 

Qué metodología usaron

Los investigadores plantearon la hipótesis de que  la psicopatología de los padres debería influir en el estilo de crianza, lo que debería conducir a la adopción de estrategias más o menos eficaces para regular el uso de pornografía infantil. Para estudiar este postulado, condujeron una investigación en la que participaron 1.070 padres judíos-israelíes de niños de entre 10 y 14 años. Los sujetos completaron cuestionarios que evaluaban su estilo de crianza, las estrategias que usaban para regular la exposición de sus hijos a la pornografía y sus síntomas de depresión, ansiedad y estrés.

Qué encontraron

Tras analizar los datos recabados encontraron que el estrés y la ansiedad de los padres se asociaron con una mayor probabilidad de adoptar un estilo de crianza autoritario, una forma de crianza caracterizada por un énfasis en la obediencia y el establecimiento de reglas estrictas. A su vez, la paternidad autoritaria se asoció con estrategias de mediación más restrictivas, como establecer reglas estrictas respecto del uso de los medios para regular la exposición de sus hijos a la pornografía.

Los padres con estrés o ansiedad también eran menos propensos a adoptar un estilo de crianza de confianza y autoridad, que pone altas expectativas en los niños pero con la adición de calidez y compromiso. Los padres con este estilo de crianza eran menos propensos a utilizar la mediación restrictiva o estrategias de mediación activa negativa (es decir, métodos que rechazan o critican el comportamiento de un niño).

Las estrategias de mediación restrictivas son ineficaces e incluso resultan contraproducentes al aumentar el comportamiento no deseado, señalan los investigadores. Teniendo esto en cuenta, los hallazgos actuales sugieren que la psicopatología lleva a los padres hacia estrategias menos favorables para regular la exposición de sus hijos a la pornografía, lo que en realidad puede aumentar los comportamientos problemáticos que están tratando de evitar. La mayor ansiedad puede llevar a los padres a canalizar su angustia hacia un estilo de crianza autoritario que, en última instancia, va en contra de sus objetivos.

“Es importante que los padres internalicen que ellos son los ‘adultos responsables’ de los niños y si no les hablan a sus hijos, estos intentarán controlar la sexualidad o la pornografía en las redes de manera irresponsable e incluso arriesgada, dijo el autor principal. La comunicación abierta sobre la sexualidad o la pornografía, la presencia de los padres y la mediación parental activa y positiva son muy importantes para el desarrollo sexual del niño. La sexualidad saludable contribuye a una sociedad saludable.

El conflicto entre la necesidad de resguardar a los niños y adolescentes del consumo de contenido no controlado (como la pornografía) y el desarrollo de la autonomía y la independencia preocupan a los padres. En este contexto es importante estar atentos para no dejar que el estrés y la ansiedad impulsen las decisiones de crianza y, paradójicamente, solo hagan que los niños perciban su sexualidad como algo prohibido o sucio (con el pretexto de protegerle), lo que puede afectar el desarrollo de la sexualidad para hablar de manera saludable y agradablemente. Los autores recomiendan fuertemente un estilo de crianza relajada que fomente la comunicación abierta y la mediación activa.

Los autores reconocen que su estudio no exploró cómo el uso de estrategias de mediación por parte de los padres afectó el comportamiento de sus hijos en torno a la pornografía. Son necesarias investigaciones futuras que examinen la interacción entre las estrategias de mediación de los padres y los resultados de los niños a lo largo del tiempo. Estudios longitudinales futuros deberían analizar también la importancia del tipo de mediación sobre la percepción de la sexualidad entre los niños que ven pornografía.

Referencia bibliográfica: Efrati, Y., & Boniel-Nissim, M. (2021). Parents’ Psychopathology Promotes the Adoption of Ineffective Pornography-Related Parenting Mediation Strategies. Journal of Sex & Marital Therapy, 47(2), 117-129. https://doi.org/10.1080/0092623X.2020.1835759

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Qué le estamos enseñando a nuestros hijos? 3 errores de crianza que ponen en peligro la salud mental de un niño

  • 28/05/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Cuando un niño hace un berrinche, decide golpear a un compañero en la escuela, o no cumple con sus responsabilidades, los estilos de crianza que implementen sus madres y padres jugarán un papel fundamental. ¿Por qué? El hecho de que una persona desarrolle o no un trastorno de la personalidad durante el transcurso de su vida está determinado por muchos factores, incluida la genética y la biología. El entorno familiar y la crianza de los hijos pueden aumentar o disminuir la probabilidad de que un niño desarrolle síntomas de trastorno de personalidad más adelante en la vida. 

El Dr. Daniel S. Lobel, psicólogo clínico, llama la atención sobre tres errores de crianza comunes que aumentan la probabilidad de que un niño desarrolle síntomas de un trastorno de la personalidad. Todos estos errores provienen de padres que intentan erróneamente ayudar a sus hijos.

No responsabilizar a un niño por sus elecciones y comportamientos

Es habitual que, guiados por la empatía, muchos padres eximan de responsabilidad a sus hijos por los errores que han cometido. A modo de ejemplo podemos pensar la siguiente situación: una niña les pide un celular nuevo a sus padres y ellos le responden que no necesita un teléfono nuevo porque el que tiene funciona bien. La niña deja caer el teléfono en el inodoro y este se rompe. Luego, sus padres le dan un nuevo celular.

En las escuelas suele pasar que hay estudiantes que presentan un mal rendimiento y culpan a sus docentes. El siguiente diálogo es un ejemplo:

  • Papá: Lucas, escuché en la escuela que estás reprobando matemáticas. ¿Qué está pasando?
  • Lucas: La maestra es mala y me odia.
  • Papá: ¿Qué hiciste para que se enojara contigo?
  • Lucas: Odia a todos los chicos y le gustan más las chicas.
  • Papá: Deberías hablar con ella sobre tus dificultades con las matemáticas.
  • Lucas: Ella me odia. Simplemente me dejará hablando.
  • Papá: Ok. Hablaré con el director y le diré que te cambie a una clase diferente.

Después de hablar con el director, papá se enteró que Lucas no había hecho ninguna tarea durante el trimestre y estaba reprobando por esa razón. Si papá intenta que el director cambie la clase de matemáticas de Lucas de todos modos, está eligiendo proteger a su hijo en lugar de responsabilizarlo por no hacer su tarea, obtener una calificación reprobatoria y culpar a la maestra. Este patrón de culpar a los demás en lugar de asumir la responsabilidad es una característica de los trastornos de personalidad límite y narcisista, y papá le estaría enseñando a Lucas esta forma de afrontar la situación.

Un enfoque más saludable para papá sería responsabilizar a Lucas por sus elecciones y comportamientos; en este caso, su decisión de no hacer sus deberes. El diálogo puede sonar así:

  • Lucas: Entonces, papá, ¿cambiaste mi clase de matemáticas?
  • Papá: Lucas, ¿por qué no me dijiste que no estás entregando las tareas antes de que me reuniera con tu director?
  • Lucas: ¿Ahora me estás culpando?
  • Papá: Solo intento entender por qué elegiste no hacer tu tarea.
  • Lucas: Te dije que la maestra me odia.
  • Papá: ¿Por qué es esa una razón para no hacer tu trabajo?
  • Lucas: ¿Cambiaste de clase?
  • Papá: No. Tú y yo nos reuniremos con tu maestra y el director para determinar los mejores pasos a seguir.

Lucas no disfrutará sentarse con su padre, su maestra y su director, pero aprenderá a asumir la responsabilidad de sus decisiones y comportamientos y a encontrar una solución constructiva. Tendrá la oportunidad de hacer esto en un ambiente de apoyo (escuela) con su padre a su lado. La lección le servirá para siempre.

Fomentar la evitación

Algunos padres enseñan a sus hijos a evitar mientras tratan de protegerlos de situaciones dolorosas o incómodas. Esto a menudo toma la forma de hacer adaptaciones especiales para evitarle molestias a su hijo.

Un caso común se da cuando los hijos le dicen a los padres que no se sienten cómodos viajando en autobús a la escuela. Quizás no les gusta el conductor, los otros niños, o el mismo autobús. Ceder a lo expresado por el niño y llevarlo uno mismo a la escuela para que no tenga que ir en autobús le transmite que no no es capaz de tolerar situaciones incómodas que sus compañeros pueden tolerar. Los niños llegan a verse a sí mismos como rígidos e incapaces de funcionar en circunstancias que son diferentes de lo que quieren o de lo que están acostumbrados. Las personas con rasgos obsesivo-compulsivos presentan esta rigidez.

Un enfoque más saludable es alentar al niño a modificar la situación o alterar la perspectiva para reducir la incomodidad. Un ejemplo de modificación de la situación sería que el niño tomara un asiento diferente o un autobús más temprano. Si esto no es posible, entonces el niño puede alterar su perspectiva al ver el viaje en autobús como una oportunidad para ponerse al día con la tarea o dormir en lugar de sentir la necesidad de participar socialmente.

Reforzar la victimización del niño

Con el propósito de dar apoyo muchas veces los padres sobrevalidan el dolor del niño cada vez que se lastima. En un esfuerzo por ser comprensivos y empáticos, pueden estar reforzando la sensación de que el pequeño es una víctima.

Puede suceder, por ejemplo, que los padres intenten disminuir la experiencia de fracaso o decepción de su hijo. Después de las pruebas para entrar al equipo de fútbol, María quedó afuera; su madre le dijo que eso sucedió porque los entrenadores prefieren a las otras niñas, y que no saben lo buena que es María en el deporte. 

Esto anima a María a sentir que está siendo intimidada o discriminada en lugar de aceptar la probabilidad de que las otras chicas se desempeñaron mejor que ella durante las pruebas.

Reforzar la sensación de que el niño es una víctima aumentará su sentimiento de impotencia y de estar dañado. Estos sentimientos pueden ser perjudiciales para el desarrollo de su autoestima mientras les enseñan a temer todo y a todos. Este es el patrón de pensamiento/sentimiento que se observa a menudo en personas con rasgos de trastornos paranoicos y límite de la personalidad.

Todos los errores de crianza que se comentan en esta publicación son comúnmente cometidos por padres que aman a sus hijos y actúan en lo que creen que es el mejor interés del niño. Sin embargo, los niños aprenden lo que viven, por eso es importante preguntarnos ¿qué le estamos enseñando a nuestros hijos?

Fuente: Psychology Today

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los niños con mayor autocontrol tienden a ser adultos más sanos

  • 25/01/2021
  • David Arturo López

El control de los pensamientos, los sentimientos y la conducta parecen no solamente facilitar la adaptación y el éxito escolar de los niños. Tiene además un fuerte impacto en la salud y la calidad de vida de los adultos, según observó un grupo de científicos en Nueva Zelanda.

Método

Se trata del estudio Multidisciplinario de Salud y Desarrollo de Dunedin, que ha seguido a 1000 personas desde su nacimiento (1972 y 1973) hasta los 45 años.

Se hicieron una serie de evaluaciones psicológicas y de salud a intervalos regulares desde entonces, siendo la más cercana a los 45 años.

El control infantil fue evaluado por los maestros, padres y por los propios niños a las edades de 3, 5, 7, 9 y 11. Se utilizaron instrumentos para medir agresión impulsiva y otras formas de impulsividad, sobre actividad, perseverancia y falta de atención.

Los participantes también fueron medidos de los 26 a los 45 años, en busca de indicadores fisiológicos del envejecimiento en varios sistemas de órganos, incluido el cerebro. En todas las medidas un mayor autocontrol infantil se correlacionó con un envejecimiento más lento.

Resultados

Los adultos que de niños tenían más autocontrol envejecieron más lentamente y sus cuerpos y su cerebro eran “más jóvenes” comparados con sus pares. Se observó que las personas con mayor autocontrol caminaban más rápido y tenían caras de aspecto más joven a los 45 años.

Mediante entrevistas estructuradas y análisis de sus finanzas personales se encontró que el grupo de niños con mayor autocontrol estaba mejor equipado en su vida posterior para el cuidado de su salud y el manejo de finanzas personales y de las exigencias sociales. Este grupo también mostró mayor satisfacción con la vida de edad madura y una percepción más positiva sobre el envejecer.

Leah Richmond-Rakerd, autora principal del estudio remarca que actualmente hay cada vez más población de adultos mayores y que por eso es importante poder preparar a las personas para llegar a esa etapa de sus vidas sin discapacidades. El autocontrol será un excelente aliado durante toda nuestra vida.

Los niños con mejor autocontrol suelen venir de familias financieramente más seguras y tienen un CI más alto. Sin embargo, el autocontrol, considerado independiente de la condición económica y del cociente intelectual durante la niñez, mostró ser el factor que hacía la diferencia.

Los autores señalan que existe amplia evidencia de que los cambios durante la edad madura también producen importantes resultados (por ejemplo, dejar de fumar o comenzar a hacer ejercicios). Es decir que la falta de autocontrol en la niñez no es necesariamente un destino inevitable. Algunos de los participantes del estudio mejoraron sus niveles de autocontrol cuando eran adultos y tenían mejor salud de los que se podría predecir por las variables medidas en su niñez. Dado que el autocontrol se puede aprender, se justifica que la sociedad invierta en este tipo de entrenamiento para ayudar a la población a tener una vida más larga y de mejor calidad no solo como niños sino también como adultos.

«Todos le tememos a una vejez con enfermedades, solos y pobres, así que envejecer requiere que estemos preparados física, financiera y socialmente. Descubrimos que las personas que han usado el autocontrol desde la infancia están mucho más preparadas para envejecer que sus compañeros de la misma edad», dijo Terrie Moffitt, otro autor de la investigación.

Referencia original: Leah S. Richmond-Rakerd, Avshalom Caspi, Antony Ambler, Tracy d’Arbeloff, Marieke de Bruine, Maxwell Elliott, HonaLee Harrington, Sean Hogan, Renate M. Houts, David Ireland, Ross Keenan, Annchen R. Knodt, Tracy R. Melzer, Sena Park, Richie Poulton, Sandhya Ramrakha, Line Jee Hartmann Rasmussen, Elizabeth Sack, Adam T. Schmidt, Maria L. Sison, Jasmin Wertz, Ahmad R. Hariri, Terrie E. Moffitt. Childhood self-control forecasts the pace of midlife aging and preparedness for old age. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2021; 118 (3): e2010211118 DOI: 10.1073/pnas.2010211118

Fuente: Science Daily

  • Análisis

6 formas de incrementar la paciencia con el aprendizaje en casa

  • 30/09/2020
  • Maria Fernanda Alonso

“Lo que más extraño de la escuela son los recreos, y mis compañeros… Bueno, y las clases también” (Nahir, 9 años).

Compartir las 24 horas del día, todos los días, con otras personas es, por lo menos, desafiante. Si estas personas son niñas y niños que toleran hace meses medidas de restricción de circulación, el desafío se potencia. Madres, padres, cuidadores y personas encargadas de la crianza lo saben. Muchos de ellos se encuentran con la responsabilidad de velar por los cuidados precisos en virtud de la pandemia que vivimos, adaptarse a nuevas formas de trabajo (y, quizás, lidiar con inestabilidad económica), y acompañar a los más pequeños en sus clases virtuales y el cumplimiento de sus deberes.

Con esta situación presente, la Dra. Andrea Bonior, psicóloga clínica, nos presenta 6 formas de incrementar la paciencia con el aprendizaje a distancia. Empezar cada día desde cero, y tomar un día a la vez son las primeras recomendaciones que debemos recordar constantemente. Veamos las siguientes:

No tenés el deber de reproducir la experiencia escolar en persona

Puede ser que adolescentes no tengan la experiencia del “viaje de fin de año” con todos sus compañeros, o que niñas y niños no participen de una feria de ciencias que comparte con toda la escuela aquello que han aprendido y preparado durante el año. Sin embargo, puede suceder que estén aprendiendo a manejar conflictos con sus hermanos, a bañar y cortar el pelo a su perrito, a lidiar con la decepción. Quizás estén descubriendo cosas nuevas que no hubieran aprendido si esto no hubiera sucedido.

Esto no significa que debes sentirte agradecida o agradecido por estar viviendo lo que estamos viviendo. Reconocer que las lecciones de vida más profundas o la oportunidad de impulsar la inteligencia emocional pueden surgir incluso en las situaciones más difíciles, y esto es muy importante.

Buscá ayuda

No estás sola. Hay muchas madres y muchos padres lidiando con esta misma situación y, de hecho, es probable que hayan muchas personas que estén lidiando con correos electrónicos confusos, aplicativos que no responden y escasez de tiempo para resolver. Una herramienta que puede ser de utilidad es crear una comunidad, un grupo de WhatsApp, un perfil cerrado en Instagram, o el medio que resulte más práctico, en el que participan otras personas que están viviendo lo mismo (quizás, madres y padres de los compañeros de tus hijos). El apoyo social puede proporcionar un gran impulso a nuestra salud mental y física.

Mantené presentes tus valores

En los momentos en que las herramientas de la tecnología no responden, las tareas son confusas o demandan que tripliques los malabares que ya tenías que hacer y te sientas abrumada por una situación que te sobrepasa, respirá, da un paso atrás y procurar visualizar el panorama general. ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Qué tipo de valores desea transmitir a su hijo? ¿Qué querés que vean en vos durante este tiempo y qué tipo de madre/padre querés ser? ¿Qué te gustaría ver cuando mires hacia atrás en este momento, algún día?

Podés tener un día (o una semana) en que todo va mal, pero enfocar la atención en tus valores, en tu propósito sobre la crianza durante este tiempo, y en el hecho de que tus hijos te buscan para que les orientes a través de la incertidumbre, puede ayudarte a recordar lo que es realmente importante, y no estancarte en aquello que no lo es.

Empatía, empatía, empatía

Todos nos sentimos cansados, agotados, desgastados. Puede ser difícil ser empáticos con otras personas porque nuestras reservas están vacías. Sin embargo, la empatía puede mejorar tu paciencia a la hora de hacer frente a las frustraciones que puede traer el aprendizaje online.

Empatía por la maestra que podría estar manejando su propio caos en casa, empatía por que su hijo extrañe a sus amigos y tenga que mirar una pantalla por mucho más tiempo de lo que usted hubiera querido que lo hiciera, y empatía por los administradores que tienen que tomar decisiones (nunca podría haberlo anticipado, todo está justificado y es importante).

Cuando puedas, encontrá humor

El humor puede ser muy importante para tu bienestar emocional, es capaz disminuir la presión arterial y romper la tensión para ayudar a que todo el cuerpo se sienta mejor.

¿Cuándo fue la última vez que reíste profundamente? ¿Y qué podrías hacer para conseguirlo de nuevo? Encontrá cosas con las que puedas reír junto a tus hijos: ya sea un programa de televisión que comparten, o soltarse con movimientos de baile tontos. Esto también puede ayudar a aumentar la conexión con ellos.

Basta de perfeccionismo

Es muy importante que ajustes tus expectativas en relación a la escolaridad de tus hijos y también en cuanto a tu propio rol como madre/padre. Muchas personas se sienten fracasadas porque no son tan pacientes como les gustaría ser con sus hijos, o no están preparando las comidas perfectamente saludables que ven en las redes sociales, o no sienten una gran conexión con sus hijos a pesar de todo el tiempo que pasan juntos.

¿Con qué vara te estás midiendo? Reflexioná sobre esto. Si sos perfeccionista, planteate cómo podés empezar a darte crédito solo por sobrellevar y sobrevivir (las actividades más productivas de todas) la etapa más desafiante en tu rol parental.

Fuente: Psychology Today

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Desafíos para practicar una crianza guiada por valores en momentos de pandemia

  • 17/09/2020
  • Susana Almada

La experiencia de “Practicando una crianza guiada por valores”, como taller participativo dirigido a padres y cuidadores, fue pensada y elaborada dentro de la situación de ASPO (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio) en el Área Metropolitana de Buenos Aires, provocada por la pandemia del COVID-19.

La situación de cuarentena ha supuesto un desafío global, especialmente, para las familias en las que padres e hijos han sido confinados durante largos períodos de tiempo, con una ruptura repentina y sostenida en su sistema de organización y convivencia. Esta situación de excepcionalidad incrementa las interacciones entre los miembros de la familia y, con ello, las ocasiones para fortalecer comportamientos o hábitos que beneficien la convivencia o generar otros que la perjudiquen. Durante el confinamiento, las facetas laborales, educativas y de ocio confluyen en el mismo contexto, el hogar, y, por ello, se hace más necesaria una organización flexible de las actividades, para que cada miembro de la familia pueda responder ante esta situación excepcional del modo más útil.

La investigación sobre la aplicación de ACT en contextos no clínicos allana el camino para el desarrollo de nuevas líneas de actuación ante situaciones tan excepcionales como el confinamiento durante largos periodos de tiempo.

Como terapeutas clínicos, continuamos ofreciendo contención y orientación a las familias por medios virtuales y eso inspiró este aporte que tiene dos ejes de trabajo clínico al servicio de ofrecer preguntas orientadas a favorecer la toma de perspectiva que podrían ser de utilidad para operacionalizar los valores en metas y conductas dentro de este contexto inédito. Pensamos que podemos llevar algunas herramientas clínicas al ámbito familiar, lo que puede ayudar a las familias a favorecer el desarrollo de la capacidad de madres, padres y cuidadores para comprometerse con acciones concretas y valiosas que funcionen, (entendiendo el contexto de cada familia en particular) al servicio de la aceptación y la toma de perspectiva de pensamientos, emociones y sensaciones que ocurren o interfieren en el desarrollo tanto personal como familiar.

  • Primer eje: el análisis funcional de la conducta clínica donde Coyne y Cairns (2016), plantean que abordar e integrar las conductas verbales de los padres al análisis funcional nos permite entender la incidencia del seguimiento de reglas en los comportamientos. Considerando los antecedentes, la conducta específica y las consecuencias activas en el ambiente, podemos entender la función del comportamiento del niño en relación al contexto y realizar intervenciones adecuadas para favorecer el desarrollo de alternativas flexibles. Los aportes de la teoría de marcos relacionales (RFT) nos permiten incorporar al análisis conductual clases funcionales de comportamientos que se generalizan en contextos diversos en manera relativamente independiente a las contingencias naturales. Skinner (1957) los definió como conductas gobernadas por reglas. El acto del habla y del pensar son conductas que se interrelacionan y transforman en manera bidireccional y múltiple. Así mismo, las emociones también son conceptualizadas como conductas-estímulo con capacidad de generar y de ser afectadas por relaciones y transformaciones arbitrarias. De acuerdo a Kohlberg, Tsai & Kanter (2009): el acto de hablar, nuestras acciones, nuestras emociones, nuestras reglas y pensamientos son conductas con capacidad de establecer relaciones y transformaciones entre sí y en función del contexto y que en un análisis funcional podrían ser distinguidas como conductas clínicamente relevantes. La terapia de aceptación y compromiso, provee instrumentos útiles para el abordaje de reglas y marcos relacionales que podrían facilitar el ejercicio de una parentalidad efectiva y flexible.
  • Segundo eje: una parentalidad basada en valores. Los valores son las cualidades que deseamos que tengan nuestras acciones. Constituyen la dirección para el desarrollo personal que elegimos y esta orientación opera como guía de las conductas. La acción comprometida es el proceso de llevar a cabo los comportamientos guiados por valores aceptando los eventos privados dolorosos en pos de “hacer lo que nos es importante” (Polk y Schoendorff, 2014). Asistir a los adultos significativos en el descubrimiento de los valores a partir de los cuales desean orientar la crianza suele ser productivo (Coyne, 2009). Con el tiempo las acciones comprometidas reguladas verbalmente tenderán a ser reforzadas por las consecuencias directas provistas por el contexto, tales como la mejoría de las dificultades, el incremento de la alegría compartida y una mayor armonía en el vínculo (Backen Jones et al., 2016).

El objetivo es potenciar repertorios de flexibilidad psicológica que permitan que tanto padres como hijos puedan seguir dedicando energía a lo que les “nutre” en sus vidas, aun experimentando en ocasiones malestar en formas de ansiedad, frustración, miedo, tristeza, enojo, etc.

Creemos importante el trabajo con los valores de las figuras parentales debido a que favorece la aceptación de las situaciones problemáticas y los eventos privados dolorosos. El propósito de estos procedimientos se orienta al desarrollo de la regulación emocional y la flexibilidad psicológica en los adultos, permitiendo el manejo de sus propios pensamientos y emociones dolorosas suscitadas en las situaciones conflictivas, la toma de contacto directa con las prioridades de cada situación, una mayor empatía hacia los niños afectados y el ejercicio efectivo de las competencias provistas por los programas de orientación a padres.

A través del armado de un mapa que nos guíe, trabajamos con las familias participantes conductas que les alejan y otras que les acercan al tipo de familia que les gustaría ser en este contexto inédito.

Utilizamos el análisis funcional de la conducta para situar las conductas problemáticas en un contexto, donde las familias puedan observar no sólo la conducta disruptiva, sino también qué la antecede (vulnerabilidades, factores predisponentes, eventos desencadenantes, enlaces) y cuáles son las consecuencias generadas por esa conducta a corto y largo plazo.

Por otra parte, utilizamos la matrix como herramienta para cultivar flexibilidad psicológica, abordando los eventos internos y las conductas parentales de un modo simple, gráfico, que sea fácil de implementar en los hogares luego del taller. Lo que nos gusta de la matrix es que nos ayuda a abordar algunas cuestiones de las familias de una forma simple y no complicar el terreno para alcanzar la práctica de la flexibilidad psicológica.

La esencia de la matrix es la posibilidad de ver nuestro propio comportamiento en términos de los 5 sentidos y aquello que no se ve, que es la mente. Y así observar cómo te atascas, notas desde tu propia experiencia cómo funciona aquello que haces, tomando como criterio ¿funciona lo que hacemos?

¿Quién no se atascó alguna vez con esto? ¿Me estoy alejando o acercando de aquello que es importante para mí? Y este trabajo, allana el camino para volver a conectar y estar en el momento presente y poder vincularnos con aquello que es más importante para estas familias en este contexto tan limitante y difícil cómo es el de la pandemia.

Observamos durante el transcurso del taller que las conductas indeseadas muchas veces tienen un largo historial de desarrollo y podría llevar un tiempo antes de que los cambios en los comportamientos de los padres incidan en las conductas de los hijos.

Debido a que las consecuencias de la implementación de estrategias por parte de los padres no siempre son reforzantes a corto plazo, asistir a los adultos significativos en el tener claridad de los valores a partir de los cuales desean orientar la crianza suele colaborar en la mejora de las estrategias que utilizan. Con el tiempo las acciones comprometidas guiadas por esos valores tenderán a ser reforzadas por las consecuencias directas que nos brinda el contexto, es decir, la mejoría de las dificultades, el incremento de la alegría compartida y una mayor armonía en el vínculo.

Lo interesante de este momento tan peculiar es el hecho de que tanto los profesionales como las familias respondemos sensiblemente al mismo contexto, de algún modo compartimos exactamente la misma experiencia, por eso nuestra propuesta, se convierte en un espacio colectivo donde con cierta intimidad se puede explorar con confianza eso que se siente y así orientar modos de acción y cultivar valores favoreciendo la flexibilidad psicológica, importantísima para cuidar la salud mental de las familias.

*Este artículo fue escrito por Vanina Teti y Susana Almada.

Lista de referencias

  • Alonso Sanz, A., Barbero Rubio, A. y Gil Luciano, B. (2020) Consideraciones sobre conducta infantil y confinamiento en la crisis por COVID-19 desde la perspectiva funcional del Análisis de la conducta y ACT.
  • MICPSY (2020) Pautas de convivencia con niños durante COVID-19.
  • Olaz, F., Polk, K. La Matrix, Manual del usuario.
  • Mandil J., Jose Quintero P., Maero F. ACT Terapia de Aceptación y compromiso para adolescentes. Editorial Akadia
  • Kelly G., Soriano, L. (2002) Terapia de Aceptación y compromiso, un tratamiento conductual orientado a valores.
  • Hayes, S. (2013). Sal de tu mente, entra en tu vida. La nueva terapia de aceptación y compromiso. Bilbao: DDH. (Original del 2006)
  • Mandil, J. (2016) Terapia de aceptación y compromiso para padres de niños con conductas disruptivas. Psyciencia: https://www.psyciencia.com//terapia-aceptacion-compromiso-act-padres-ninos-conductas-disruptivas/
  • Ascanio-Velasco L. y Ferro-García R. (2018). Combinando la terapia de aceptación y compromiso con la terapia de interacción padres-hijos en un niño con graves problemas de conducta. Revista de psicología clínica con niños y adolescentes.
  • Artículos Recomendados de la Web

Rabietas y berrinches de los niños en tiempos de pandemia

  • 26/08/2020
  • David Aparicio

Buena respuesta de la psicopedagoga María José Lladó:

Los niños menores de seis años necesitan sobre todo sentirse seguros y protegidos dentro y fuera de la familia. “Las emociones de los niños más pequeños se convierten en sentimientos y se basan en las necesidades del momento y por ello es importante que los adultos sepan qué es lo que necesitan sus hijos para ofrecérselo y crearles sensación de seguridad. Para poder ayudar a los niños a gestionar sus emociones, hay que entenderlos y saber cuáles son sus necesidades reales, además de aceptar sus miedos. Los referentes para los niños son los que observan en los padres, los medios de comunicación o la sociedad y en estos tiempos es en ellos donde buscan protección, seguridad y confianza”, explica María José Lladó, psicopedagoga del centro Acimut Bienestar.

Las situaciones de rabietas, expresión de cólera, ira o agresividad en los niños esconden detrás “miedo y necesidades insatisfechas. Todo ello se puede manejar y gestionar, sobre todo con los niños más pequeños, ofreciéndoles amor y seguridad. Pero si tenemos la televisión puesta en casa todo el rato y los niños escuchan a todas horas lo peligroso que es el mundo, pueden tener alteraciones del sueño, pesadillas, terrores nocturnos, eneuresis o incontinencia urinaria nocturna y problemas de piel, como eccemas o picores. Por eso es importante que los adultos sean un filtro sobre lo que se ve y escucha en casa, ya que así se evitará que el niño tenga miedo a salir a la calle o descontrol emocional que derive en situaciones como las rabietas”, añade Lladó.

Lee el artículo completo en El País.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Madres y padres primerizos con pensamientos intrusivos: cómo afrontarlos

  • 10/07/2020
  • Alejandra Alonso

Muchas madres y padres pueden experimentar pensamientos intrusivos muy incómodos del tipo: “Y si el bebé deja de respirar”, “y si siente demasiado calor”, ”y si se cae por la ventana”.

Estos pensamientos intrusivos, que no son bienvenidos por la persona y pueden tomar la forma de pensamientos o imágenes, parecen venir de la nada y son muy perturbadores.

Se sabe que todos los experimentamos ocasionalmente. Por ejemplo, puedes estar pasando por un puente y experimentar un pensamiento sobre un accidente allí. La mayoría de las veces no les ponemos mucha atención, pero cuando estamos muy estresados y sentimos el peso de las responsabilidades, puede que sea más difícil ignorarlos.

Sumado a esto, la pandemia ha hecho que muchas mamás y papás se sientan como padres primerizos de nuevo.

Aunque estos pensamientos intrusivos pueden ser señal de un trastorno perinatal del estado de ánimo, un estudio conducido por Jonathan Abramowitz (2006), donde participaron 43 madres y 42 padres desde el segundo trimestre de embarazo hasta tres meses después del parto, encontró que el 91% de las madres y el 88% de los padres experimentaba pensamientos intrusivos sobre el recién nacido.

Abramowitz expresa que no son poco comunes los pensamientos de que el bebé se cae de las escaleras, se atraganta o se ahoga. Cualquier madre o padre quedaría desconcertada/o con estos pensamientos y confundidas/os sobre su habilidad para cuidar de sus hijas e hijos.

Si bien estos pensamientos pueden ser aterradores, el mayor problema reside en la interpretación que hacemos de ellos. Cuando los etiquetamos como negativos el cerebro les da mas peso y es por eso que muchas veces se tiene problemas para dejarlos ir.

Tanto Abramowitz como la Dra. Nichole Fairbrother coinciden en que estos pensamientos suelen tener una función adaptativa (si te preocupa que el bebé se caiga por las escaleras, es probable que seas mucho más cuidadoso al acercarte a una). Sin embargo, hay estrategias que pueden ser utilizadas para relacionarnos de forma diferente con ellos y reducir la ansiedad que provocan.

Tomar distancia de las emociones

El famoso psicólogo Stefan Hofmann explica que una forma de desarmar los pensamientos intrusivos es reconocer que no te definen, que no dictan quien eres. Cantar el pensamiento con un ritmo inventado o poniéndole la música de una canción que conozcas, o repetir el pensamiento una y otra vez puede ayudar a que esos pensamientos pierdan fuerza.

Se trata de una técnica conductual para separar el pensamiento de las emociones, ayudando a la mente a cambiar la dirección. Al no ver los pensamientos como amenazas, podemos darnos cuenta que son solo eso, pensamientos.

Nota el estrés y déjalo ser

Tratar de ignorar los pensamientos y sentimientos no es efectivo y puede incluso empeorar la situación. La técnica de mindfulness o conciencia plena tiene muchos ejercicios que pueden ayudarte a relacionarte con ellos de forma diferente.

La dra. Carla Naumburg recomienda un ejercicio llamado “notar”, que se refiere a prestar atención a nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos: “”Estoy pensando en….” o ”mira esa preocupación que apareció”. Te puede ayudar a transformar los pensamientos intrusivos en algo que te de curiosidad. También puedes aprender mindfulness con aplicaciones como Headspace.

Busca apoyo de familiares y pares

El contenido de los pensamientos intrusivos puede hacer que muchas madre y padres sientan vergüenza de compartirlos con alguien. Sin embargo, nuestros seres queridos pueden ayudar mostrando empatía.

Un estudio encontró que el apoyo positivo de pares puede reforzar la competencia parental y facilitar la transición (Esmaelzadeh Saeieh, et al., 2017). Los grupos de apoyo en línea, formados durante la pandemia también pueden ser fuente de alivio.

Busca ayuda profesional si afectan la crianza

Para algunas mamás, los pensamientos intrusivos son tan intensos que parecen impulsos incontrolables, llevando a conductas compulsivas que mantienen esos pensamientos por más tiempo y generan sufrimiento. Dichos comportamientos pueden ser signo de un trastorno obsesivo compulsivo posparto. Aunque las madres que sufren de depresión posparto o ansiedad posparto, también pueden experimentar pensamientos intrusivos, éstos suelen ser severos y persistentes en el TOC.

Por supuesto, la pandemia puede empeorar los miedos y hacer que muchas madres se enfoquen en la contaminación al punto de sentirse incapacitadas. Si los pensamientos interfieren con la habilidad de una madre para cuidarse a sí misma o a su bebé, es momento de buscar ayuda profesional, que suele consistir de psicoterapia, grupos de apoyo y, de ser necesario, medicación.

Referencias bibliográficas:
Abramowitz JS, Khandker M, Nelson CA, Deacon BJ, Rygwall R. The role of cognitive factors in the pathogenesis of obsessive-compulsive symptoms: a prospective study. Behav Res Ther. 2006;44(9):1361-1374. doi:10.1016/j.brat.2005.09.011

Esmaelzadeh Saeieh, S., PhD, Rahimzadeh, M., PhD, Yazdkhasti, M., PhD, & Torkashvand, S., Ms. (2017). Perceived Social Support and Maternal Competence in Primipara Women during Pregnancy and After Childbirth. International Journal of Community Based Nursing and Midwifery, 5(4), 408-416. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29043286

Fuente:New York Times

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Disciplina violenta contra los niños (Gráficos)

  • 26/06/2020
  • David Aparicio

Hace dos años publiqué un artículo que resumía los datos de las principales investigaciones científicas sobre los daños que provoca a corto y largo plazo cualquier tipo de castigo físico a la salud de los niños.

Ahora quiero compartir información gráfica que permite entender qué tan común es esta práctica alrededor del mundo y datos históricos y socioculturales que pueden ayudarnos a entender qué tipos de intervenciones podríamos implementar para abordar esta problemática.

Todos los datos han sido extraídos de Our World In Data. La mayoría de los gráficos cuenta con la opción de agregar los países que deseas visualizar. Para hacerlo solo debes hacer click en el botón select countries.

Qué es la disciplina violenta

La disciplina violenta está compuesta por dos formas de violencia:

Castigo físico: La UNICEF define a la disciplina física, también conocida como “castigo corporal“ cómo cualquier tipo de castigo en el que se usa la fuerza física para causar cualquier grado grado de dolor o incomodidad. Incluye, por ejemplo: pellizcar, azotar, golpear a los niños con la mano u obligarlos a comer algo.

Violencia psicológica: Cualquier tipo de agresión verbal, amenaza, intimidación, denigración, ridículo, humillación o manipulación para controlar la conducta de los niños.

La disciplina violenta es una violación a la Convención sobre los Derechos del Niño firmada en 1989 por los países integrantes de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Qué tan común es la disciplina violenta

El castigo corporal y la violencia psicológica son los principales tipos de disciplina violenta. El siguiente gráfico muestra el porcentaje de niños entre 2-14 años que han experimentado cualquier tipo de disciplina violenta en su casas durante el último mes. Los datos provienen de la base de datos de la UNICEF (2016).

Niveles de disciplina violenta según el nivel económico de los países

Los datos sugiere que la disciplina violenta es levemente menos común en los países con mejor situación económica.

El castigo físico y la violencia psicológica van de la mano

Los datos demuestran que en la mayoría de los países los niños sufren de ambos tipos de disciplina violenta.

Disciplina violenta contra los niños y niñas

La disciplina violenta es un poco más usada contra los niños que las niñas. Sin embargo, las diferencias no son muy grandes y en los países donde la disciplina violenta es común, los niños y niñas son igualmente afectados. Este gráfico muestra las diferencia países.

Percepción de los padres acerca de la disciplina violenta

No se tienen datos internacionales y a largo plazo sobre las percepciones de los padres acera de la disciplina violenta. Solo se cuenta con los datos obtenidos por Estados Unidos, quienes han recopilado información durante las últimas tres décadas sobre las percepciones de los padres sobre la disciplina violenta. Los datos presentados en este gráfico muestran que cerca de dos tercios de los padres padres estadounidenses están de acuerdo con la afirmación «A veces un niño solo necesita una buena y dura nalgada». Como muestra el gráfico, a pesar de que este número es alto, ha habido una reducción importante durante las últimas tres décadas en esta creencia.


La disciplina violenta es un problema grave que atenta contra el bienestar y salud de los más vulnerables, los niños. Y cada vez que alguien dice “a mi me pegaron y no me pasó nada.”, se perpetua un método coercitivo que no sirve para mejorar o resolver los problemas de conducta, sino que los incrementa y le enseña a los niños que al final de cuentas es valido usar la violencia cuando se sienten abrumados. Como psicólogos tenemos que manifestarnos con una sola voz, explicando con evidencia científica porqué los padres no deben pegarle a sus hijos y cuales son los métodos apropiados y efectivos para modificar las conductas problemáticas.

Artículos relacionados con gráficos:

  • Trastornos mentales en el mundo
  • Suicidio en el mundo
  • Coronavirus en números

Fuente: Our World In Data

  • Salud Mental y Tratamientos

Habilidad DBT para padres: Cómo usar el lenguaje descriptivo para enseñar a los niños a regular sus emociones

  • 23/04/2020
  • David Aparicio

Las palabras que usamos influyen no solo en la manera en que pensamos sino también en cómo actuamos. Cuando un niño o adolescente tiene problemas para regular su conducta, los padres y madres, abrumados por la situación, suelen utilizar un lenguaje de juicio (te portas mal, eres manipuladora, eres un vago, es injusto lo que me haces, etc.). El problema con este tipo de lenguaje es que reduce la capacidad de distinguir los hechos de las interpretaciones que hacemos sobre ellos. Tampoco ayuda al niño a entender claramente cuál es la conducta que esperan sus padres.

Los juicios son interpretaciones espontáneas y a menudo inexactas de lo que ocurre en nuestro entorno y son productos de nuestras opiniones y experiencias pasadas (Matta, 2010). Pueden ser útiles para transmitir nuestros intereses, gustos y puntos de vista, pero no para resolver problemas e intervenir en situaciones altamente estresantes, como ayudar a un niño a calmarse cuando está en medio de una intensa rabieta (imagina que estás muy enojado y alguien te dice que eres un gruñón, ¿lograría que te enojaras menos?). El problema es que, cuando las personas piensan en términos de juicios, confunden fácilmente sus interpretaciones con los hechos e ignoran todo tipo de información que contradiga dichas interpretaciones.

Un alternativa más efectiva para ayudar a niños y adolescentes a regular su conducta es la habilidad de describir. Esta forma parte del entrenamiento de habilidades de regulación emocional de la terapia dialéctica conductual (DBT) (Linehan, 2014), uno de los tratamientos más investigados de los últimos años.

Describir no significa que los padres tienen que “pensar en positivo” (lo cual también es un juicio). Significa utilizar términos más precisos que permiten definir la conducta, sus consecuencias y qué cosas se pueden hacer para modificar esas conductas.

En mi trabajo como terapeuta he observado que una de las principales preocupaciones de los padres cuando aprenden a describir es que esta habilidad podría “limitar” su capacidad de educar, corregir y enseñar los valores que desean transmitirles a sus hijos. Sin embargo, para que los padres puedan enseñar habilidades más efectivas que regulen su emoción y disminuyan las conductas disruptivas, será necesario que se enfoquen en mejorar su capacidad de describir y reducir sus juicios (Harvey & Penzo, 2009) .

Todo esto parece muy raro, pero muchas veces las recomendaciones basadas en la ciencia son contrarias a nuestra intuición y sentido común.

Una buena manera de evaluar si esta habilidad puede serte útil es por medio de las siguientes preguntas: la respuesta que tengo o la manera en que interpreto y actúo ante las rabietas de mi hijo ¿me ayuda a cumplir el objetivo que estoy buscando?; ¿son mis acciones efectivas para reducir las conductas disruptivas?; ¿ayudan mis respuestas a enseñarle cómo regular su propia conducta?; la manera en que estoy actuando ¿está funcionando?

Si la respuesta a estas preguntas es no, entonces probablemente sea una buena oportunidad para probar esta nueva habilidad y evitar palabras como “debería” y evaluaciones como “bueno”, “malo”, “justo” o “injusto”.

Quizás estos ejemplos ayuden a clarificar un poco la idea que estoy planteando:

Imagen: Psyciencia. com – Extraído de Parenting a Child Who Has Intense Emotions: Dialectical Behavior Therapy Skills to Help Your Child Regulate Emotional Outbursts and Aggressive Behaviors de Pat Harvey, Jeanine Penzo.

La utilización de juicios incrementa comparaciones inútiles (“otros niños son más buenos que yo” o “soy malo”) que solo bloquean el cambio del comportamiento y limitan la capacidad del niño de diferenciar la conducta de la persona.

Cómo describir

Describir significa poner en palabras, sin interpretaciones o suposiciones, la conducta que observamos. Se divide en dos pasos:

  1. Describir la conducta tal cual como la ves.
  2. Describir la consecuencia específica de esa conducta.

Retomando uno de los ejemplos del cuadro y teniendo en cuenta los pasos para utilizar un lenguaje descriptivo, podrías decir algo como esto:

(Describiendo la conducta): “He visto que hiciste lo que te pedí” y “estoy agradecido/a” (describiendo las consecuencias).

Beneficios de describir en vez de juzgar

  • Describir permite etiquetar una emoción como una emoción, un pensamiento como un pensamiento y una sensación como una sensación, sin añadir opiniones, conceptos, suposiciones y juicios.
  • Describir nos ayuda a no confundir cada pensamiento o emoción con los hechos.
  • Describir nos ayuda a reducir la reactividad e impulsividad emocional.

Practicando

He traducido una práctica de descripción muy útil y sencilla para padres. El recurso está preparado para descargar en formato PDF.

Imagen: Psyciencia. com – Extraído de Parenting a Child Who Has Intense Emotions: Dialectical Behavior Therapy Skills to Help Your Child Regulate Emotional Outbursts and Aggressive Behaviors de Pat Harvey, Jeanine Penzo.

Descarga el recurso en formato PDF.

Pensar en términos descriptivos en vez de términos de juicio exigirá mucha práctica de los padres. Todos hemos aprendido a hacer juicios. Nos sale automáticamente y de forma muy natural. Al principio es probable que se sientan muy raros, como si estuvieran aprendiendo un lenguaje extraterrestre, porque describir exige que observen su entorno con detenimiento y elijan palabras específicas. Pero con la práctica verán los resultados, el esfuerzo valdrá la pena, serán más efectivos para reducir el estrés familiar y sus hijos serán capaces de entender mejor la relación entre sus conductas, tus reacciones y cómo te sientes.

Libro recomendado:

Parenting a Child Who Has Intense Emotions: Dialectical Behavior Therapy Skills to Help Your Child Regulate Emotional Outbursts and Aggressive Behaviors de Pat Harvey, Jeanine Penzo.

Referencias bibliográficas:

  • Christy Matta, M. A. (2010, June 1). Why Not Judge? PsychCentral.com. https://blogs.psychcentral.com/dbt/2010/06/why-not-judge/
  • Harvey, P., & Penzo, J. A. (2009). Parenting a Child who Has Intense Emotions: Dialectical Behavior Therapy Skills to Help Your Child Regulate Emotional Outbursts & Aggressive Behaviors. New Harbinger Publications. https://books.google.com/books/about/Parenting_a_Child_who_Has_Intense_Emotio.html?hl=&id=w8Bio6QYasgC
  • Linehan, M. M. (2014). DBT Skills Training Manual, Second Edition. Guilford Publications. https://books.google.com/books/about/DBT_Skills_Training_Manual_Second_Editio.html?hl=&id=3T6lDwAAQBAJ
  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Colecho: ¿es saludable o no?

  • 05/02/2020
  • Alejandra Alonso

Se denomina colecho a la práctica de compartir la cama con alguien. Es uno de los arreglos para dormir más comunes entre padres con hijos chiquitos en algunos países. También se suele utilizar la palabra “cohabitación”, para referirse al acto de compartir el mismo cuarto pero no la cama.

Durante las últimas décadas, estas prácticas se han ido incrementando aunque llegan de la mano de grandes controversias sobre sus riesgos o beneficios a nivel físico y psicológico (Volkovich, Ben-Zion, Karny, Meiri y Tikotzky, 2015).

El debate comenzó en los años 90, durante un período de muchas investigaciones y actividad en relación a las muertes infantiles inexplicables, que ocurrían durante el sueño. Un estudio sugirió que dormir decúbito supino podría prevenir estas muertes y allí empezaron las campañas sobre la posición para dormir. Luego se hipotetizó que la apnea central podría ser una explicación (Ball, 2017).

Las tasas de muerte súbita eran altas en el occidente y los bebés dormían, en su mayoría, en cunas en una habitación separada así que se comenzó a recomendar el colecho. Posteriormente, un estudio encontró que el colecho estaba asociado a más muertes, en vez de menos (Mitchell y Scragg, 1993, citados en Ball, 2017)

Los estudios epidemiológicos iniciales tuvieron muchos problemas. Para comenzar, la definición de “muertes por colecho” variaba ampliamente de estudio en estudio (el colecho podía ser en el sofá, con los hermanos, con mascotas o con los padres), a su vez podía ser colecho usual o en noches particulares. En general, los datos no eran comparables con otros estudios e incluso no se podían comparar entre los casos de un mismo estudio (Ball, 2017).

Aunque los datos no eran sólidos todavía, se hizo claro que compartir la habitación con los padres haría menos probable que sucediera una muerte. En los años posteriores se descubrió que la cuestión era más compleja: esta política de nunca compartir la cama podría tener un impacto negativo en la lactancia materna y en la salud materna y del bebé (Ball, 2017).

También surgieron datos de culturas donde el colecho era la norma y sin embargo las tasas de muerte súbita eran menores (Ball, et al., 2012, citado en Ball, 2017).

Finalmente, algunos estudios observaron que el colecho en sí no aumentaba el riesgo de muerte súbita, pero sí cuando estaba asociado a consumo de alcohol, cigarrillos, drogas y otros arreglos para dormir como el uso de un sofá o una silla (Ball, 2017).

En este artículo revisaremos las conclusiones de una gran cantidad de investigaciones y metaanálisis sobre el colecho, además incluiremos las recomendaciones de las guías de buena práctica más utilizadas a nivel mundial, las críticas que han recibido y, por último, compartiremos algunas conclusiones.


Puntos clave

  • Aunque los que están a favor del colecho argumentan que éste trae muchos beneficios en el desarrollo psicoafectivo y físico del niño, no hay suficiente evidencia para defender dichos argumentos. A excepción de la asociación entre el colecho y el establecimiento de la lactancia materna.
  • Por otro lado, los que están en contra se esfuerzan por encontrar perjuicios del colecho, pero tampoco hay evidencia de calidad que les respalde.
  • La mayoría de los estudios sobre el colecho tienen graves fallas metodológicas y no consideran las distintas opiniones culturales sobre este.
  • El colecho si se ha asociado con el síndrome de muerte súbita del lactante, pero siempre vinculado a otros factores (uso de superficies poco seguras, madre fumadora y dormir al bebé en decúbito prono, por ejemplo).
  • Debido a la falta de datos, las guías de buena práctica recomiendan a los médicos no desaconsejar el colecho, si no más bien hablarles a los padres sobre una posible relación con la muerte súbita y prestar especial atención a familias con alto riesgo. La idea es que cada familia este informada al tomar decisiones sobre arreglos a la hora de dormir.

Tabla de contenidos

  • Puntos clave
  • Calidad del sueño
  • Quejas somáticas
  • Asma e infecciones respiratorias
  • Síndrome de muerte súbita del lactante
  • Sofocación accidental
  • Obesidad
  • Amamantamiento
  • Relación madre-padre
  • Depresión y ansiedad en los padres
  • Desarrollo psicosocial y afectivo del niño
  • Correlatos fisiológicos
  • Infecciones y enfermedades
  • ¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?
    • Guía NICE
      • Críticas a las recomendaciones de la guía NICE
    • Academia Americana de Pediatría
  • Conclusión

Calidad del sueño

Un estudio longitudinal, realizado en madres israelitas de clase social media-alta, utilizó medidas objetivas (actigrafía) y subjetivas (diarios de sueño) para evaluar la calidad de sueño y recolectó además datos demográficos y de cuestionarios de ansiedad y depresión. El estudio incluyó a madres primerizas ya que querían enfocarse en personas que no tuvieran experiencias en la crianza y evitar a su vez el efecto que supondría en el sueño de los padres tener más hijos e hijas. Cabe destacar que la mayoría de ellas reportó cohabitación, más que colecho (Volkovich, et al, 2015).

No encontraron diferencias significativas en las medidas objetivas de sueño para ambos arreglos (colecho/cohabitación y sueño solitario), sin embargo las madres que practicaban colecho/cohabitación sí reportaron que sus hijos se levantaban más en la noche. Para los autores esto resalta la diferencia entre utilizar medidas objetivas y subjetivas (Volkovich, et al, 2015).

En relación al sueño materno, tanto las medidas objetivas como las subjetivas muestran que la práctica del cohecho/cohabitación se vincula con un sueño más pobre que se mantenía a los 3 y 6 meses de seguimiento. Las diferencias fueron significativas incluso al controlar la variable del amamantamiento (Volkovich, et al, 2015).

Los autores del estudio ofrecen tres explicaciones hipotéticas:

  1. La madre se despierta incluso con los sonidos que emite el bebé (aunque este no se despierte).
  2. Los bebés realmente tienen despertares cortos que son notados por la madre pero no por el instrumento de evaluación objetiva.
  3. La mayor cantidad de despertares no está relacionado al cohecho/cohabitación, sino a problemas continuos de sueño de la madre.

El amamantamiento también se asoció con una menor calidad de sueño tanto del bebé como de la madre, en medidas subjetivas y objetivas. Además se asoció a una mayor tendencia a practicar colecho/cohabitación a los 6 meses del parto (Volkovich, et al, 2015).

Murthy, Bharti, Malhi y Khadwal (2015), realizaron una investigación para describir patrones y problemas de sueño en una muestra de 368 niños y niñas de entre 12 y 36 meses de Chandigarh (India). El instrumento utilizado fue un cuestionario realizado por los autores que indagaba sobre historia clínica y características del sueño; contaba con una sección no estructurada para que los padres respondieran libremente.

El 84.28% de las niñas y los niños dormían en colecho. También era alta la incidencia de despertares nocturnos frecuentes. En contraste, solo el 13% de los padres reportaron problemas de sueño aunque, según señalan los autores, este porcentaje bajo debe considerarse cautelosamente y ser analizado tomando en cuenta la cultura, ya que los padres pasan por alto algunos despertares nocturnos por considerarlos normales. Podría ser, explican ellos, que en esta cultura haya mayor tolerancia a los despertares (Murthy et al., 2015).

Un importante metaanálisis señala que los estudios han asociado al colecho con múltiples problemas de sueño como despertares en la noche, llanto nocturno, requerimiento de consuelo y levantarse de la cama a la noche, pesadillas y menos tiempo de sueño. Los científicos que llevaron a cabo esta revisión concluyen que las asociaciones entre el colecho son complejas y posiblemente distintas dependiendo de la etnia. En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma; adicionalmente, la visión cultural que se tenga sobre el colecho afectará los reportes de los padres sobre el tema y estas investigaciones se basan mayormente en los reportes de estos (Mileva-Seitz et al., 2016). Otro metaanálisis posterior también concluyó que los resultados son mixtos y están lejos de ser concluyentes con respecto al colecho y los patrones de sueño (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

“En general, la evidencia es mixta e inconclusa y ellos creen que pueden haber sesgos culturales, ya que la mayor parte de los datos provienen de sociedades occidentales, donde el colecho no es la norma (…)”

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) también encontraron que la cohabitación y el colecho se asociaban a problemas de sueño en niños londinenses de entre 18 y 60 meses. Otro dato interesante observado en este estudio, fue que los varones sufrían más problemas de sueño que las niñas; una posible explicación ofrecida por los científicos es que los varones son más propensos a la enuresis, razón por la cual podrían haber más disturbios en el sueño.

En Taiwan, un científico quiso conocer los hábitos relacionados a una peor calidad de sueño, para lo cual reclutó una muestra de 1253 niños y niñas de entre 3 y 6 años. Como instrumento de medición utilizó un cuestionario auto-administrado que indagaba sobre datos demográficos, hábitos de sueño, donde se preguntaba sobre cohabitación y colecho) y cantidad y calidad del sueño. Es importante destacar que no se distinguió entre estas dos formas de dormir (Lo, 2016).

Lo primero que mostraron los análisis es que el colecho era muy común en las niñas y los niños taiwaneses (el 65.94% lo practicaba), mostrando números similares a los observados en China, Singapur y Japón. Generalmente se debía a que los niños y niñas no querían dormir solos, no había suficientes dormitorios, era conveniente para el cuidado o para mejorar la relación de las madres y los padres con sus hijos e hijas (Lo, 2016).

La práctica del colecho se asoció con mayores probabilidades de perturbación del sueño y resistencia a irse a dormir. La calidad y cantidad de sueño estaba marcadamente disminuida en preescolares que practicaban colecho y cohabitación, comparados con los que dormían solos. Entre los que practicaban colecho y cohabitación, éstos últimos mostraban una calidad y cantidad superior a los primeros. Es por esto que el autor recomienda que, si el padre no puede entrenar al niño para que duerma solo, opten por cohabitación (Lo, 2016).

Un metaanálisis no exhaustivo realizado en el 2017, observó un efecto negativo en la calidad del sueño del infante cuando había colecho. Los bebés tenían un sueño más ligero y períodos de sueño profundo más cortos (Jones, 2017).

Jones, Cornsweet Barber, Nikora y Middlemiss (2017), estudiaron los hábitos de sueño de los niños y niñas Māori (etnia polinésica que llegó a las islas de Nueva Zelanda), en cuya cultura el colecho es muy común. Contaron con una muestra de 58 padres o cuidadores primarios con infantes de entre 2 meses y 2 años de edad. Los instrumentos utilizados fueron una encuesta online predeterminada (y no exclusiva para esta población) para recolectar datos demográficos del cuidador y del infante, rutinas de sueño, creencias parentales, apoyo social y estrés.

Los resultados mostraron que los maoríes frecuentemente compartían la cama con sus infantes. En la muestra no hubieron diferencias en la cantidad de horas que dormía un infante en colecho comparado con quien dormía sólo (Jones et al., 2017).

Paul, Hohman, Loken, Savage, Anzman-frasca, Carper, Marini y Birch (2017), realizaron una investigación para conocer qué efecto tenían las recomendaciones de cohabitación durante el primer año del bebé de la Academia Americana de Pediatría, en el sueño.

Para ello reclutaron a bebés nacidos a término, con buen peso, de madres primerizas de habla inglesa y más de 20 años de edad. En total participaron 279 madres (se excluyó también a los padres que practicaban colecho). Las madres completaron cuestionarios a los 4, 9, 12 y 30 meses. Dichos instrumentos indagaban sobre información demográfica, médica, hábitos de sueño y modalidad de alimentación (Paul et al., 2017).

Los autores concluyen que la cohabitación a los 4 y 9 meses de edad se asociaba con menos tiempo reportado de sueño a corto y largo plazo, peor consolidación del sueño y prácticas poco seguras que han sido relacionadas a la muerte del bebé durante las horas de sueño. Con esto último, los autores se refieren a que, durante la noche, la cohabitación se transformaba en colecho (Paul et al., 2017).

“(…)las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto.”

Los científicos explican que las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría no describen mecanismos a través de los cuáles la cohabitación prevendría el síndrome de muerte súbita del lactante o sobre cómo aplicar la recomendación para obtener mejores resultados que aquellos padres que eligen que sus hijos duerman solos en otro cuarto (Paul et al., 2017).

Beijers y Cassidy (2018) encontraron que más semanas de cohabitación en los primeros 6 meses de vida no se relacionaron con problemas de sueño más adelante (a los 6, 7 u 8 años), pero sí con mejor calidad de sueño de la niña o el niño, reportado por su madre.

Otra investigación, publicada en 2018, se interesó por conocer la asociación entre la percepción parental de problemas de sueño en el niño con sueño insuficiente de la madre y síntomas adversos de salud mental (que podrían exacerbarse con el colecho o la cohabitación).

La muestra estuvo compuesta por 281 madres e infantes (de entre 12 y 32 meses) estadounidenses de bajos recursos. Además de obtener datos demográficos, se evaluaron síntomas de ansiedad y depresión (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Los autores encontraron una relación entre la percepción de problemas de sueño en sus hijos y síntomas de problemas de salud mental en la madre, relación que se mantiene solo con el colecho. Los autores creen que puede deberse a la disminución en la calidad del sueño de la madre asociada a estas prácticas (Covington, Armstrong, Black, 2018).

Existen estudios realizados en cazadores recolectores Hadza (un grupo étnico de Tanzania) sobre colecho. En esta comunidad, la gran mayoría de las personas practican colecho o cohabitación (el paper no aclara cuál de los dos arreglos se da más). Los autores utilizaron como instrumentos la entrevista y la actigrafía y evaluaron si la calidad de sueño difería en madres que amamantaban y que no amamantaban y en los hombres.

La muestra se compuso de 33 adultos. Los resultados sugirieron que las madres que amamantaban se levantaban más temprano y tendían a ser menos activas en el día. Adicionalmente la cantidad de personas con las que se realizaba colecho se asoció con menor duración y calidad del sueño (Crittenden, Smason, Herlosky, Mabulla, Mabulla y McKenna, 2018).

Un estudio del 2019, realizado en Estados Unidos, con 551 niños en edad preescolar (M=51.6 meses), utilizó diarios de sueño para evaluar la calidad del mismo en relación a diferentes arreglos para dormir (colecho habitual tanto con padres como con hermanos, colecho/cohabitación ocasional y sueño solitario). Sus resultados sugieren que los niños que practicaban colecho habitual dormían por menos tiempo. Los autores de este estudio no tomaron en cuenta a la siesta como un factor que posiblemente influya en los patrones de sueño de estos niños (Mason y Spencer, 2019).

Quejas somáticas

Peters, Lusher, Bambury y Chandler (2016) realizaron un estudio en Londres, sobre la relación entre el colecho/cohabitación, el amamantamiento y las quejas somáticas en la niñez. Para ello contaron con la participación de 98 padres (16%) y madres (84%) de niños (51%) y niñas (49%) de entre 18 y 60 meses (M=36 meses). Estos padres y madres tenían entre 1 y 4 hijos, aunque la mayoría tenía 2. La cohabitación (cama separada en el cuarto de los padres) fue el arreglo para dormir más mencionado.

Como instrumentos de evaluación utilizaron un cuestionario sobre amamantamiento y colecho/cohabitación, el CBCL 1.5 y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Es importante tomar en cuenta que estos instrumentos confían en la memoria del informante sobre patrones de sueño y alimentación. Ellos encontraron un vínculo entre las quejas somáticas en la niñez temprana, la cohabitación/colecho y el amamantamiento (Peters et al., 2016).

Un metaanálisis reporta que se asociaron varios trastornos somáticos y genéticos con el colecho: migrañas y dolores de cabeza en niños y adolescentes, reflujo gastroesofágico, dermatitis, epilepsia, convulsiones febriles, síndrome de down y discapacidad intelectual (Mileva-Seitz et al., 2016).

Asma e infecciones respiratorias

Un interesante estudio holandés quiso conocer si el colecho podría estar relacionado con el jadeo y el asma. Para ello contó con una muestra de 6160 niños. Ellos encontraron que no había asociación entre la práctica del colecho en la infancia temprana (2 meses) y el jadeo o el diagnóstico de asma en los primeros 6 años. Sin embargo, dicha asociación sí aparecía con el asma posteriormente (24 meses). Los autores creen que, dado que el asma suele suceder en la noche, los padres están más pendientes y utilizan el colecho como método de monitoreo (Luijk, Sonnenschein-van der Voort, Mileva-Seitz, Jansen, Verhulst, Hofman, Jaddoe, Jongste, van IJzendoorn, Duijts y Tiemeier, 2014).

En Gambia se realizó un trabajo que intentaba conocer factores de riesgo para la neumonía infantil. Para ello compararon dos grupos: el primero conformado por niños con neumonía severa (n=454) y el segundo por pequeños que tenían neumonía leve (n=319). Los instrumentos utilizados fueron la revisión clínica, visitas al hogar, entrevista a los padres y medición de la exposición a la contaminación ambiental en la casa. Los autores escriben: “encontramos evidencia consistente de una asociación entre el colecho con alguien que tose y las neumonías severa y leve” (Howie, Schellenberg, China, Idee, Ebruke, Oluwalana, Mackenzie, Jallow, Njie, Donkor, Dionisio, Goldberg, Fornace, Greenwood, Smith, Adegbola y Mulholland, 2016).*

Mileva-Seitz et al. (2016) mencionan un estudio de Brasil que encontró que los niños que practicaban colecho a la edad de 3 meses, pero que no eran amamantados, presentaban mayores tasas de admisión a hospitales por neumonía.

Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas

Es importante destacar que, aunque podría ser tentador señalar una relación causal, también puede suceder que los niños con problemas respiratorios son llevados a la cama para mejor monitoreo. Las interpretaciones de estudios sobre el tema deben ser cuidadosas.

Otra investigación que quería estudiar la prevalencia del colecho en las familias de niños que acudían a consultas pediátricas de Atención Primaria, encontró que los niños que practican colecho se despiertan más veces en la noche y son propensos a padecer procesos infecciosos en las vías bajas (Martín Martín,Sánchez Bayle y Teruel de Francisco, 2017).

Una revisión más reciente no encontró asociación entre el colecho y problemas posteriores con asma y jadeo, ni mayor riesgo de ser hospitalizado por neumonía si el niño era amamantado (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018).

Síndrome de muerte súbita del lactante

El síndrome de muerte súbita del lactante es un diagnóstico bastante especial, ya que indica el fallecimiento del bebé de forma inesperada y sin causa aparente. Se ha relacionado con frecuencia con la práctica del colecho, ya que puede ocurrir que las cavidades nasales se vean obstruidas por la ropa de cama u otros objetos cuando la madre y el bebé están cerca.

Scragg y Mitchell (1998) hicieron una revisión de estudios sobre el síndrome de muerte súbita del lactante que contaran con datos sobre colecho y posición para dormir. Ellos encontraron que el riesgo de muerte súbita disminuía si se ponía a los bebés a dormir sobre sus espaldas. En cuanto al colecho, había un riesgo mayor de muerte súbita si la madre era fumadora. Es decir que dicho arreglo para dormir era peligroso combinado con otros factores (posición para dormir y madre fumadora). Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante.

Todavía no es claro si el colecho en sí tiene una relación con la muerte súbita del lactante

Un estudio longitudinal irlandés, que duró 8 años (1994-2001), se interesó por conocer si realmente el colecho era un factor de riesgo. La investigación era parte de un control de casos a nivel nacional sobre muerte súbita del lactante. Se incluyeron todos los casos reportados como Síndrome de muerte súbita del lactante en ese período de tiempo (n=287). Además contaron con un grupo control (n=831). La edad media de los casos de muerte era de 16.4 semanas y la edad promedio de los bebés del grupo control al momento de la entrevista era de 21.8 semanas. Los autores indagaron sobre datos demográficos, hábitos de sueño, estatus social, peso al nacer, género, consumo de alcohol de los padres, historia de enfermedades del los padres desde el parto, ropa utilizada por el bebé, características de la ropa de cama y práctica de colecho en cama, sofá y/o silla.

Los resultados indican una alta prevalencia de colecho entre los casos de muerte súbita del lactante en la población irlandesa (49%). Sin embargo, en la mayoría de los casos (87%) la madre había fumado durante el embarazo (y la mitad de éstas madres no estaban acostumbradas a dormir en colecho). El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no. Otros factores que podrían mediar el riesgo de muerte súbita durante el colecho según el estudio, son: (a) que el riesgo de muerte súbita aumentaba cuando el infante había nacido con bajo peso, los autores creen que el hábito de fumar durante el embarazo podría influir en el peso del bebé al nacer; (b) había mayor riesgo cuando el infante se encontraba durmiendo entre dos adultos, comparado a dormir al lado de un adulto; y (c) el sobre-calentamiento o la hipoxia inducida por respirar lo que expiraban los padres (McGarvey, McDonnell, Hamilton, O’Regan, Matthews, 2005).

“El hábito de fumar se relacionó con la muerte súbita sin importar si se practicaba colecho o no.”

En el año 2014, Fleming, Pease y Blair realizaron una revisión de estudios epidemiológicos e identificaron algunos factores que hacen que el peligro relacionado al colecho sea mayor o menor.

Estos científicos definieron al colecho como el hecho de que el infante comparta cualquier superficie con un adulto para dormir. Los estudios observacionales que cumplieron con los estrictos criterios de inclusión fueron 11 y provenían del Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Noruega, Alemania y Nueva Zelanda. Ellos encontraron que el colecho indicaba un riesgo más elevado de síndrome de muerte súbita del infante; también el hecho de que la madre fuera fumadora y practicara colecho mostró un riesgo significativo; a su vez, otro factor significativo fue el colecho con bebés de menos de 12 semanas; los autores señalan suficiente evidencia sobre el uso de alcohol y otras drogas y el uso del sofá en el colecho, en relación a la muerte súbita (Fleming et al., 2014).

En dicha revisión no se encontró riesgo significativo de muerte súbita cuando se tomaba en cuenta los casos de colecho sin los otros factores de riesgo (cigarrillo, alcohol, drogas, dormir en sofá, bebé menor de 12 semanas, prematuro o con bajo peso al nacer).

Otro dato interesante de esta revisión es que el efecto protector del amamantamiento contra la muerte súbita solo se encontró entre aquellos que no practicaban colecho. Por otro lado, era menos probable que los padres que practicaban colecho pusieran a dormir al bebé decúbito prono (asociado a la muerte súbita), pero el riesgo de hacerlo era mayor para los que no compartían cama (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante (Fleming et al., 2014).

Según estos científicos, hasta la fecha de publicado su trabajo, no existían datos publicados sobre si reducir la prevalencia de colecho, disminuiría también las tasas de Síndrome de muerte súbita del lactante

Mollborg, Wennergren, Almqvist y Alm (2015) utilizaron autopsias hechas hasta la edad de 365 días desde 2005 hasta 2011, registros médicos de hospitales y datos adicionales del registro médico de nacimiento sueco, para conocer las circunstancias asociadas a las muertes súbitas en la infancia.

Se examinaron 136 casos de muerte súbita del lactante. Los registros médicos eran pobres en relación a información sobre colecho, posición al dormir, hábitos de fumar, amamantar y utilizar chupete. Sin embargo, se observó una prevalencia significativamente mayor de colecho en estos casos; también seguían habiendo muchos niños durmiendo en decúbito prono (Mollbord, et al., 2015).

Un importante metaanálisis, que revisó 659 papers publicados sobre el tema, encontró presuntos riesgos entre el colecho y la obstrucción de vías respiratorias, el acostarse sobre alguien, asfixia, sofocación mecánica, estrangulamiento, hemorragia nasal y sangrado oral nasal. Las observaciones de laboratorio muestran que hay prácticas potencialmente inseguras que suceden durante el colecho: uso de ropa de cama de piel de oveja, ropa de cama suave, uso de botella de apoyo, dormir en el sofá, almohadas, decúbito prono. Otros estudios pequeños encontraron que habían más casos de vías respiratorias cubiertas en los niños que dormían en colecho, comparados con los que no lo hacían. Varios estudios más recientes sugieren que la evidencia sobre los riesgos del colecho es de baja calidad (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En el 2016, Ferrer Lanchares realizó una revisión bibliográfica sobre la evidencia científica que asocia la práctica del colecho con el Síndrome de muerte súbita del lactante. Ella concluye que, al momento de publicar su trabajo, no existían estudios fiables que demostraran una asociación en ausencia de otros factores influyentes.

Un metanálisis que solo incluyó literatura de enfermería concluyó que había mayor riesgo de muerte súbita cuando estaban presentes ciertos factores como: dormir en superficies no seguras (sofá, silla), consumir alcohol, fumar, uso de otras drogas y edad del bebé, es decir que éste tuviera menos de 12 semanas (Jones, 2017). Algunos estudios que revisaron, reportaban un riesgo más elevado de muerte súbita en bebés que eran amamantados, tenían menos de 12 semanas y dormían en colecho con un padre no fumador (Carpenter et al, 2013, citado en Jones, 2017).

En general, el autor resalta que muchos de los resultados eran variados y contradictorios, lo que deja más confundidas a las familias (Jones, 2017).

Gutiérrez, Rodríguez, Beltramo, Kanopa, Palenzuela, García, Scavonne, Albini y Rubio (2017) analizaron las patologías encontradas y las circunstancias que rodearon la muerte de 591 menores de un año, fallecidos en forma súbita e inesperada. Ellos encontraron que en el 72% de los casos se había practicado colecho múltiple o asociado a decúbito prono u otros factores de riesgo. Cabe destacar que los investigadores utilizaron datos disponibles de la autopsia, estudios realizados, historia y entrevista y parte policial.

De acuerdo a un estudio longitudinal, que duró 3 años (2012-2015) e intentó detectar las razones por las que la muerte súbita en el lactante continuaba presentando tasas elevadas en Nueva Zelanda (especialmente en indígenas Māori), la combinación del colecho con una madre fumadora demostró ser extremadamente peligrosa (Mitchell, Thompson, Zuccollo, MacFarlane, McDonald, Lawton, Schlaud y Fleming, 2017).

Sofocación accidental

Científicos quisieron conocer si existían reportes de incidentes (es decir, un momento de tensión pero sin consecuencias fatales) de sofocación accidental en infantes que dormían en colecho con sus padres o que eran amamantados mientras estaban acostados de lado. El estudio se realizó en madres japonesas ya que en esta cultura el colecho (en específico dormir cara a cara con el bebé) es muy común, de hecho entre 2008 y 2009, el 70% de los infantes dormía con sus padres (Shimizu, et al., 2014, citado en Tokutake, Haga, Sakaguchi, Samejima, Yoneyama, Yokokawa, Ohira, Ichikawa y Kanai, 2018).

Del estudio participaron 895 madres, quienes completaron información sobre hábitos de sueño y amamantamiento de ellas y los bebés, información recibida de los profesionales médicos e incidentes de sofocación del infante (Tokutake et al., 2018).

Según los datos proporcionados, los investigadores obtuvieron la siguiente información: el 80% de las madres practicaban colecho y el 60% amamantaban de lado durante la noche, de las madres que practicaban colecho, 36.3% además amamantaban de lado (Tokutake et al., 2018).

En la muestra, el 10.6% de las madres reportaron incidentes de sofocación durante el colecho, que solía ocurrir con más frecuencia en bebés de entre 1 y 4 meses, comparados con bebés de 10 meses. Esto les sugiere a los autores que la etapa de desarrollo del bebé podría ser también un factor importante a considerar. Los científicos concluyen que la práctica del colecho sí es un factor de riesgo para la sofocación (Tokutake et al., 2018).

Con respecto al amamantamiento de lado, el 13.2% de las madres informaron incidentes de sofocación, muchos de los cuales se atribuyeron a que la madre se quedó dormida antes que el bebé. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están más cerca aún que en el colecho; adicionalmente, cuando la madre se queda dormida, puede no notar señales de obstrucción en nariz o boca en el niño o la niña (Tokutake et al., 2018).

Por último, en dicho estudio el 45.5% de las madres que enfrentaron estos incidentes durante el amamantamiento de lado, también los enfrentaron durante el colecho (Tokutake et al., 2018).

Obesidad

Debido a que muchas investigaciones han vinculado al colecho y la cohabitación con una pobre calidad de sueño en el niño, un grupo de científicos quiso saber si dicha población podría estar en riesgo de mayores tasas de obesidad (Olsen, Rohde, Händel, Stougaard, Mortensen y Heitmann, 2018).

Para averiguarlo realizaron un estudio transversal, derivado de una investigación sobre una intervención para prevenir el sobrepeso y la obesidad en niños daneses de entre 2 y 6 años de edad, clasificados con una predisposición al sobrepeso (por su peso al nacer, el peso de la madre o el estatus socioeconómico). Reclutaron un total de 496 niñas y niños, averiguaron su Índice de Masa Corporal (IBM) y si entraban a la cama de sus padres durante la noche y con cuánta frecuencia (Olsen, et al., 2018).

Encontraron que los niños que practicaban colecho eran más delgados que los que no lo hacían. Los que raramente compartían la cama con sus padres tenían mayores probabilidades de presentar sobrepeso.

Sin embargo, Mileva-Seitz et al. (2016) reportan en su revisión que los niños que dormían en colecho tenían más probabilidades de ser obesos, en un estudio que contó con una muestra grande de niños en edad preescolar. Así que no hay datos concluyentes sobre este punto tampoco.

Amamantamiento

Jones (2017), Martín Martín, Sánchez Bayle y Teruel de Francisco (2017), Mileva-Seitz et al. (2016) y Fleming et al. (2014) reportan una relación sólida entre la práctica regular de colecho/cohabitación y el establecimiento, mantenimiento y prolongación de la lactancia materna.

Tokutake et al. (2018), informa que el amamantamiento de lado durante la noche es un factor de riesgo para el sofocamiento del bebé y que el riesgo es más elevado si además se practica colecho. Los autores explican que en el amamantamiento la madre y el bebé están mucho más cerca incluso que en el colecho y que un buen porcentaje de madres en su estudio reportan quedarse dormidas antes que el bebé (lo que hace difícil que vean señales de obstrucción en boca o fosas nasales).

Adicionalmente, un estudio realizado en Lake County, Illinois (EEUU), con 193 madres de entre 18 y 40 años, de contextos étnicos afroamericano, caucásico y latino/hispano, buscó conocer si el amamantamiento y el colecho se relacionaban con los ritmos diarios de la hormona cortisol (conocida por ser liberada en respuesta al estrés). Como instrumentos de medición se utilizaron muestras de saliva auto-recolectadas por cada participante luego de la entrevista de 6 meses postparto. El kit de recolección de saliva contenía etiquetas donde escribían fechas y horas exactas de recolección; además había un diario donde se les preguntaba entre otras cosas sobre la práctica del colecho cada día. En las entrevistas de los 6 meses se les preguntaba si continuaban amamantando (Simon, Adam, McKinney, Krohn y Shalowitz, 2015).*

Ellos encontraron que el amamantamiento estaba asociado a perfiles óptimos de la hormona del estrés para las madres del estudio, cuando se combinaba con superficies para dormir separadas (no con colecho). El beneficio no se veía en las madres que amamantaban y además practicaban colecho (Simon, et al., 2015).

En sus conclusiones escriben: “Estos hallazgos sugieren que compartir la cama puede estar asociado con perfiles de estrés fisiológico perjudiciales, aunque no sabemos si estos perfiles persisten a largo plazo o son reversibles” (Simon, et al., 2015).

Mileva-Seitz et al. (2015) encuentran en su metaanálisis que existe un vínculo bien establecido entre el colecho y el amamantamiento, aunque la evidencia hasta el momento de presentar su trabajo era mayormente correlacional. Mencionan además varios estudios con muestras muy pequeñas y muy grandes, que encuentran una asociación positiva; sin embargo, comentan que un estudio que abarcó 17 países observó que dicha asociación se daba solo en grupos con bajo estatus socio-económico.

Relación madre-padre

En relación al ajuste marital, la co-crianza, los síntomas depresivos y los arreglos para dormir durante los primeros 6 meses del bebé, una investigación reclutó a 149 familias (de los cuales el 53% de los infantes eran niñas y el 86% eran europeos americanos) que participaban de un gran estudio longitudinal sobre el sueño en la infancia en Pennsylvania (Teti, Crosby, McDaniel, Shimizu y Whitesell, 2015).

Los instrumentos utilizados fueron un cuestionario sobre prácticas de sueño, la subescala de depresión del SCL-90, un test sobre ajuste marital, una escala de ajuste diádico (que pretende medir el nivel de ajuste de díadas como las de los esposos) y una escala de relación de co-crianza, esta última aplicada a las madres (Teti et al., 2015).

Ellos concluyen que las madres que practicaban colecho reportaron una co-crianza menos favorable y más síntomas depresivos en el primer mes y también a los 6 meses, comparadas con madres cuyos hijos dormían solos en otro cuarto. Sin embargo, no hubo diferencias entre las que practicaban colecho, cohabitación y arreglos combinados. No obstante, no era claro si esto se debía al arreglo para dormir elegido o si esta elección era moldeada por un matrimonio menos favorable y estrés. Los autores también advierten que los resultados en cuanto a síntomas depresivos deben interpretarse con cautela ya que no hubo una evaluación de depresión clínica.

Según un gran metaanálisis, no existen muchas investigaciones que se enfoquen en la experiencia del padre con el colecho. Entre los pocos datos que hay, se ha observado que los hombres se ponían ansiosos al comenzar la práctica del colecho, aunque luego encontraban estrategias para afrontar y podían disfrutar la experiencia. El colecho se asociaba además con menores niveles de testosterona en ciertos momentos del día, en padres filipinos. Otro estudio reveló que los papás rara vez tienen contacto con el bebé, durante el colecho (Mileva-Seitz et al., 2015).

Depresión y ansiedad en los padres

Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia, ya que el colecho asociado a la depresión aumentaba en madres de raza negra, pero no en madres de raza blanca de Estados Unidos; en Holanda la depresión vinculada al colecho aumentaba solo en madres holandesas y no en madres turcas, marroquíes y descendientes de caribeños. Ellos señalan una necesidad de distinguir en los estudios entre colecho reactivo y proactivo. Además explican que la mayoría de los estudios no se enfocan en el estado de ánimo y el colecho, si no que más bien se reporta dicha relación de forma incidental, por lo que es difícil interpretar los hallazgos (Mileva-Seitz et al., 2015).

“Según un importante metanálisis, se reporta una asociación positiva entre el colecho y síntomas depresivos y de ansiedad en varios países, que tal vez podría estar relacionado con la etnia (…)”

Desarrollo psicosocial y afectivo del niño

Aunque son pocos los estudios sobre el colecho y el apego entre la madre y el bebé, este es uno de los argumentos que más se utilizan a favor de dicha práctica. Mitchell, Hutchison, Thompson y Wouldes (2015) evaluaron dicha relación en 400 madres de Nueva Zelanda, cuyos bebés tenían entre 6 semanas y 4 meses.

Los instrumentos utilizados fueron cuestionarios sobre cuidado del infante, posición del mismo al dormir, uso de chupete, hábito de fumar y de amamantar, en qué cama durmió el bebé la noche anterior y donde duerme generalmente, si el infante ha dormido con alguien en la misma superficie en las últimas 2 semanas y, si la respuesta era positiva, cuán a menudo sucedía esto. También se incluyó un cuestionario de apego postparto (Mitchell et al., 2015).

Los análisis arrojaron estos resultados (Mitchell et al., 2015):

  1. El 41% de los adultos había dormido con su bebé en las últimas dos semanas, aunque la mayoría reportaba que esto sucedía ocasionalmente.
  2. Aquellos que mostraron un vínculo deteriorado eran más propensos al colecho, a no usar chupete y a no amamantar.

Entre las limitaciones del estudio y del instrumento, los autores resaltan que se trataba de bebés de 6 semanas a 4 meses (estudio transversal), por lo cual los resultados solo cuentan para esa edad y es una posibilidad que la relación mejore con el tiempo. Ellos recomiendan que futuros estudios tomen en consideración los roles de la depresión, fatiga, problemas maternos para dormir y conducta del bebé en cuanto a sueño y llanto (Mitchell et al., 2015).

Otra investigación utilizó cuestionarios, diarios de sueño y observaciones en video para conocer la localización del bebé al dormir, la conducta de los padres en la noche, el contacto con los padres (alzar al bebé, abrazarlo, amamantarlo) y el tiempo de respuesta de la madre al estrés del bebé. Todo esto se realizó a los 3 meses postparto. A los 6 meses se incluyeron también observaciones para evaluar el experimento de la cara inexpresiva (prestando atención a expresiones de afecto, vocalizaciones y miradas) como método para conocer la relación madre-hijo (Lerner, s.f.).

Los investigadores encontraron más regulación y menos afecto negativo en los bebés que compartían cama con sus padres, comparados con los que dormían solos. Los bebés que dormían en colecho también miraban más a sus madres, lo que se interpreta como una mejor relación para la autora del estudio (Lerner, s.f.).

Entre las limitaciones del estudio, la autora enumera el pequeño tamaño de la muestra (50 díadas madre-bebé), la mayoría de madres afroamericanas y la falta de datos para el experimento de la cara inexpresiva, sobre la que se basan las conclusiones, debido al llanto del bebé (Lerner, s.f.).

Mileva-Seitz et al. (2016), solo encontraron unos pocos estudios sobre cognición y colecho para incluir en su metaanálisis. En ellos se observan resultados mixtos (relaciones positivas, neutras y negativas) entre las variables. Para los científicos esto indica que no todos los resultados son fácilmente hipotetizados como con asociación con el colecho. A su vez, encontraron que la evidencia entre problemas de conducta y colecho no es clara. Los resultados mixtos podrían deberse a las diferentes razones por las que las madres eligen el colecho (Mileva-Seitz et al., 2016)

El mismo metaanálisis resume que tanto los padres que ponen a sus hijos a dormir solos desde el primer mes como los que practican colecho argumentan que este arreglo al dormir hace que sus hijos sean más independientes. Sin embargo, ninguno de los dos argumentos cuenta con evidencia que apoye esas afirmaciones. Las escasas investigaciones existentes reportan también resultados mixtos y los diseños de los estudios (transversales y correlacionales) hacen difícil conocer cómo las intenciones parentales, las actitudes y las creencias influyen sobre hasta qué punto se considera problemática la conducta del niño (Mileva-Seitz et al., 2016).

Para investigar si había relación entre la cohabitación y el sueño, los problemas de conducta y el comportamiento prosocial, un grupo de científicos recolectó información sobre cohabitación a los 6 meses de edad del bebé. Luego, a los 6, 7 y 8 años de edad, se aplicaron cuestionarios y se obtuvieron observaciones conductuales de madres y maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Los participantes eran parte del estudio longitudinal BIBO, donde se hacía un seguimiento desde el nacimiento. Se eligieron madres primerizas saludables, que no consumieran drogas y entendieran claramente el holandés (N=193). Para recolectar los datos sobre sueño se utilizaron diarios de sueño y un cuestionario sobre hábitos de sueño. Para los problemas de conducta, se usó el CBCL y el SDQ. Para el comportamiento prosocial se utilizó nuevamente el SDQ, el Preschool Social Behavior Questionnaire (PSBQ) y una prueba llamada “The ‘Dropped pencils’ task”, para evaluar la conducta de ayuda (Beijers y Cassidy, 2018).

Los autores concluyen que haber pasado más semanas de cohabitación no se relacionaban con los reportes de problemas internalizantes y externalizantes de maestras y madres. Haber pasado más semanas de cohabitación se asoció a más conductas prosociales observadas y más reportes de comportamiento prosocial de las madres, pero no de las maestras (Beijers y Cassidy, 2018).

Correlatos fisiológicos

Las características fisiológicas y físicas de los infantes que practican colecho se han examinado en una serie de pequeños estudios. En ellos se observó que estos niños tienden a dormir de lado, de cara a su madre y cerca de ella. No hay suficiente evidencia sobre la exposición al aire que expira la madre y si este es o no perjudicial para el bebé. Había también más propensión a cubrir la cabeza del bebé en esta población, aunque tanto esto como el descubrir la cabeza del infante eran facilitados por la madre. También había más contacto físico en este grupo (Mileva-Seitz et al., 2016).

En general, estos pocos estudios revelan hallazgos inconsistentes e inconclusos (Mileva-Seitz et al., 2016).

Infecciones y enfermedades

Aunque hay algunos estudios que vinculan al colecho con ciertas enfermedades infecciosas y de otros tipos (helicobacter pylori, ulceración, hepatitis B, difteria respiratoria, piojos, etc.), la mayoría de las investigaciones no describe la naturaleza del colecho, si es con otros niños o con los padres o si se trata de un ambiente abarrotado de gente (Mileva-Seitz et al., 2016).

¿Qué recomiendan las guías de buena práctica?

Guía NICE

En 2017, Helen Ball comparó las recomendaciones sobre colecho y cohabitación de Estados Unidos vs Reino Unido, que ofrecen las guías más importantes a nivel mundial, sobre las que se basan las guías de muchos otros países. 
Luego de una evaluación estadística de las fortalezas y debilidades de todos los estudios de caso-control que examinaban directamente la relación entre el Síndrome de Muerte Súbita Infantil y el colecho (definido como padre/madre-bebé compartiendo la misma superficie para dormir, sea cama, sofá o silla), la guía NICE (Reino Unido) determinó que no había evidencia convincente sobre la relación entre la muerte súbita del lactante y el colecho (aunque sí existía una asociación cuando todos los arreglos para dormir se combinaban en un todo), a pesar de nueva evidencia que sugería que el sofá era extremadamente peligroso.

Así, esta nueva guía recomienda que se informe a los padres, antes y después del parto, sobre la asociación estadística entre la muerte súbita del lactante y el colecho, evitando aconsejarles que nunca duerman con su bebé. La idea es que el profesional les dé a los padres información balanceada para ayudarles a tomar una decisión informada. Se resalta que los padres que necesitan mayor guía son aquellos que fuman o fumaron durante el embarazo. También se desaconseja cuando el bebé es prematuro, o los padres consumen alcohol y otras drogas, debido a datos recientes (Ball, 2017).

Críticas a las recomendaciones de la guía NICE

  1. Ball (2017) resalta que esta guía no diferencia entre bebés que son y no son amamantados, en relación al Síndrome de muerte súbita del infante y colecho. Los estadísticos argumentaron que no habían suficientes datos para hacer mención de este detalle.
  2. La guía solo fue actualizada en relación al antes nombrado síndrome y no cubrió a las muertes infantiles accidentales (Ball, 2017).

Academia Americana de Pediatría

Esta conocida institución norteamericana también realizó una revisión, aunque se conocen menos detalles sobre el proceso que los que se dieron a conocer para las guías NICE. Esta guía recomienda una charla abierta y sin prejuicios con los padres sobre los arreglos para dormir. Aunque el contenido en sí es similar, la guía estadounidense propone a los profesionales de la salud adoptar una postura de aconsejamiento (en las guías NICE, la postura era de educador).

UNICEF United Kingdom ha realizado un panfleto donde podés ver las recomendaciones actuales que ofrecen las guías antes mencionadas sobre formas seguras de amamantar y cuidar al bebé en la noche, el mismo se llama: “Caring for your baby at night” (lo podés leer en inglés haciendo click en el nombre del panfleto, o podés leer un resumen en español aquí).

Conclusión

Cómo habrán descubierto, el colecho es un tema complejo y la mayor parte de los datos que tenemos provienen de estudios con fallas metodológicas, sesgos culturales, diseños transversales, autoreportes, etc.

Un metaanálisis que revisó 659 estudios sobre colecho notó que había un énfasis desproporcionado en la investigaciones de dimensiones patológicas y preocupantes. Comenta además que muchos estudios no cuentan con diseños de calidad y como grupo son muy heterogéneos. Los autores resaltan que el lado de los estudios “pro-colecho” también está marcado por una falta de evidencia en cuanto a los supuestos beneficios fisiológicos y conductuales. La mayoría de los estudios a favor del colecho cuentan con muestras demasiado pequeñas y una falta de esfuerzos para replicar los mismos (Mileva-Seitz, Bakermans-Kranenburg, Battaini y Luijk, 2016).

En general, no sabemos cuál sería la mejor forma de dormir para los niños. Los científicos recomiendan investigaciones que cuenten con la perspectiva de pediatras, psicólogos y antropólogos; argumentan que un número creciente de estudios que alegan una relación entre el colecho y el síndrome de muerte súbita del lactante no es igual a una votación en la que el que tiene la mayoría gana. Por otro lado, decir que el colecho es algo “natural” (la postura de los antropólogos) no hace desaparecer el estrés que reportan muchos padres. Finalmente, no se pueden descartar los factores culturales que intervienen, ni utilizar solo estudios transversales y correlacionales (Mileva-Seitz et al., 2016).

Los futuros estudios y discusiones sobre el tema deben considerar en primer lugar que la cultura y el contexto ejercen fuertes influencias en cuanto a lo que los padres dicen, hacen y piensan sobre el sueño y las estrategias para lidiar con todo lo relacionado a este.

Algunas dificultades que aprecian los autores en las investigaciones sobre el colecho son las siguientes (Baddock, Purnell, Blair, Pease, Elder y Galland, 2018; Mileva-Seitz et al., 2016):

  1. La falla en dar cuentas de la rutina de colecho.
  2. Nunca se pide historia clínica detallada (puede ser que un infante que sufre muerte súbita en la única noche de colecho que pasó, cree una coincidencia que lleve a pensar en el colecho como factor de riesgo).
  3. Médicos forenses y patólogos utilizan diferentes terminologías y criterios variables para el diagnóstico de Síndrome de muerte súbita del lactante.
  4. Existe una creciente renuencia a diagnosticar síndrome de muerte súbita del lactante mientras ésta ocurre durante el colecho con los padres.
  5. Diseño inadecuado de los estudios que pretenden mostrar un vínculo entre el colecho y este síndrome; ejemplo de esto es el hecho de no incluir datos relativos sobre muertes de niños que duermen en su propia cama.
  6. No se puede inferir causalidad a partir de estudios epidemiológicos o transversales.
  7. Inconsistencia en las metodologías de investigación.
  8. Diversas definiciones de colecho (falta de distinción entre colecho y cohabitación).
  9. Muestras pequeñas.
  10. Muchos estudios no distinguían entre colecho y cohabitación.

Actualmente no hay suficiente evidencia a favor o en contra del colecho. Necesitamos estudios de mejor calidad que tengan en cuenta los errores, las limitaciones y las sugerencias de las investigaciones que los precedieron.

Referencias bibliográficas:

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