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Publicaciones por mes

agosto 2017

62 Publicaciones
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Análisis del cerebro: La neurobiología del día a día, curso online por la Universidad de Chicago

  • David Aparicio
  • 07/08/2017

Las neurociencias han cobrado un importante rol en la investigación y el entendimiento de nuestro órgano más complejo e importante: el cerebro.

Con el nuevo curso de la Universidad de Chicago y alojado en la reconocida plataforma de aprendizaje online Coursera podrás aprender los conceptos más importantes sobre el sistema nervioso y cómo se relaciona con la conducta. También aprenderás cómo la neuroanatomía y los sistemas de comunicación neuronal nos permiten relacionarnos con nuestros seres queridos y entender el mundo exterior.

¿Quién enseña el curso?

Peggy Mason es profesora de Neurobiología en la prestigiosa Universidad de Chicago y es una investigadora reconocida en el campo de la empatía y las neurociencias.

Temario

El curso está dividido en 10 semanas y cada semana se abordará un tema diferente. Cada temática incluye videos explicativos y material de lectura especializada.

  1. El sistema nervioso
  2. Comunicación Neuronal
  3. Neuroanatomía
  4. Percepción y visión
  5. Escucha
  6. El sentido vestibular
  7. Movimientos voluntarios
  8. Modulación motora
  9. Homeostasis
  10. Funciones abstractas

Inscripción

El curso cuesta 49 dólares e incluye certificación de la Universidad de Chicago. El curso está en el idioma inglés, pero puedes realizarlo con la ayuda de el traductor de Google. ¡No te pierdas la oportunidad de añadir este certificado a tu currículum profesional!

Inscripción e información aquí.

  • Artículos Recomendados de la Web

“Personas tóxicas” el peligroso término que se ha puesto de moda en la psicología popular

  • David Aparicio
  • 06/08/2017

Los que me conocen saben lo mucho que me desagrada el popular término de “tóxico” en todas sus variantes para catalogar a las personas y conductas en la psicología. Es un término que se ha prostituido bajo el interés de los libros y talleres de autoayuda barata que lo usan como muletilla para sus explicaciones superficiales y ambiguas de la conducta que terminan responsabilizando a las otras personas de todos sus problemas.

Cristina Roda Rivera hace una muy buena explicación sobre las consecuencias del popular término y agrega algunas explicaciones sobre su popularización en La Mente es Maravillosa:

Llamar tóxico a alguien no es inocuo. De hecho puede ser un ataque muy serio, un insulto cruel disfrazado de la autoridad moral que puede darte haber ojeado un par de libros de autoayuda, sin mayor compromiso o intención con su lectura que la de delegar responsabilidad en otros.

El término tóxica/o es fácil de entender, tiene fuerza por lo venenoso de su resonancia. En el imaginario, alude a una sustancia de color variable, pegajosa, inflamable y con la que hay que tener mucho cuidado. En este sentido, cuando decimos que algo es tóxico estamos diciendo que no es digno de confianza, en sí, por la forma en la que es.

Lee el artículo completo en La Mente es Maravillosa.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El estrés también puede incrementar la empatía

  • David Aparicio
  • 04/08/2017

Sorprendentemente el estrés también puede incrementar nuestra respuesta empática con otras personas.

La Universidad de Viena publicó en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, una investigación neurocientífica que amplía la clásica concepción que tenemos acerca de nuestra respuesta cuando estamos bajo los efectos del estrés.

las redes neuronales relacionadas con la empatía se activaron con mayor actividad cuando los participantes fueron sometidos a las pruebas de estrés

La investigación utilizó las Imágenes de Resonancia Magnética Funcional (IRMf) en una muestra de 80 participantes varones que fueron expuestos una situación estresante (tenían que resolver un problema dentro de un lapso de tiempo) mientras intentaban empatizar con otras personas.

Los efectos del estrés psicológico inducido fue medido a través del incremento de los niveles de cortisol, y luego se les mostró una serie de fotos de procedimientos médicos dolorosos.

Los autores también evaluaron la respuesta prosocial de los sujetos a través de un juego de economía conductual en el que tenían que distribuir una cantidad de dinero entre ellos y personas desconocidas.

Al evaluar los resultados de las imágenes de resonancia magnética mostraron que las redes neuronales relacionadas con la empatía se activaron con mayor actividad cuando los participantes fueron sometidos a las pruebas de estrés. La actividad neuronal se correlacionó también con la cantidad de dinero que compartieron en el juego de evaluación prosocial: entre más fuerte era su respuesta cerebral al dolor de las demás personas, más dinero compartían con los extraños.

Esto parece confirmar la hipótesis de que las personas son más propensas a mostrar empatía y están más dispuestas ayudar a otros cuando están bajo el estrés.

Fuente: Universidad de Viena

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿De qué hablamos cuando hablamos de abuso infantil?

  • Álvaro Morales
  • 04/08/2017

En Uruguay y en la actualidad, hablar sobre abuso infantil tiene una relevancia incuestionable; es difícil que encontremos un tema más relevante, y si lo hay sin dudas se encuentra relacionado. Pero también es lícito que nos preguntemos desde dónde se habla sobre abuso, desde qué concepción. En una sociedad altamente politizada, en el sentido de que cualquier tema y cualquier opinión dependen de la posición política que tomemos y de los prejuicios que arrastramos con nosotros, parece necesario analizar sobre qué estamos hablando cuando hablamos de abuso infantil.

La patria potestad

“La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco”, dice De Mause (1982).

Durante miles de años (tanto como desde que se comenzaron a efectuar registros duraderos) el ser humano se ha regido por una concepción patriarcal del mundo, de la sociedad y de sí mismo. Esta concepción implica la idea de la supremacía del hombre adulto sobre el resto del mundo, hasta el punto de que se filtra en las primeras religiones, en los primeros conjuntos filosóficos, en las tradiciones culturales como mitos, leyendas y literatura, y, poco a poco, en la idiosincrasia de cada individuo.

Una de las principales hipótesis del patriarcado se refleja en las milenarias leyes de la patria potestad: niños y mujeres pertenecen al hombre, son objetos. Dentro de esta forma de entender las relaciones de poder, es lineal admitir que el hombre haga lo que quiera con ellos, incluso satisfacer sus necesidades sexuales.

¿De qué otra forma puede entenderse el secreto tácito con el que se manejaban estos temas? Hoy, nos escandalizamos ante la evidencia de que en generaciones anteriores el abuso infantil era tan frecuente como en la actualidad. Pero lo que más asombro nos produce es entender que hasta hace un tiempo estos eran temas de los que nadie hablaba, “problemitas” del tío o de papá, cosas que se mantenían en secreto y cuya importancia era minimizada. Pero que también ocurrían. Hoy sospechamos que una de cada cuatro mujeres adultas fue abusada cuando era niña. Desconocemos datos tan bien definidos de lo que ocurría hace cien años.

¿Qué es lo que hace que hoy en día hablemos sobre estos temas?

Seguramente los fuertes golpes que ha recibido la visión patriarcal del mundo, sobre todo de parte de los movimientos feministas de segunda mitad del siglo XX. Hace cien años, el hombre era la única fuente de ingreso de bienes de los hogares. Esto volvía su autoridad incuestionable. Ahora que esta autoridad está puesta en forma continua en duda, los problemas esos de los que no queríamos hablar adquieren nueva visibilidad.

Hasta mediados del siglo XX el abuso físico y sexual de mujeres, niños y niñas era entendido como parte de los derechos del marido o del padre. Fueron los movimientos feministas, a través de la reivindicación del lugar de las mujeres en la sociedad, los que permitieron visibilizar el maltrato a la infancia.

Hace ya un tiempo que hemos entendido que la mujer no es una propiedad del hombre, ¿pero los niños? ¿Es algo ya comprendido que nuestros hijos no nos pertenecen, tanto como nosotros no pertenecemos a nadie? El respeto por la individualidad de las personas, ¿tiene una edad de comienzo? ¿Es a partir de determinada edad que debemos comenzar a tratar a los niños como si fueran seres humanos? Defendemos la posición amparada en las etapas del desarrollo y en la evolución de las capacidades cognitivas: antes de determinada edad los niños no están capacitados para pensar por sí mismos. ¿Pero somos nosotros los que actuamos como ejemplo? ¿Los adultos en realidad estamos capacitados para pensar por nosotros mismos? ¿Podemos creer que los niños harían con el mundo un desastre más grande que el nuestro?

Según UNICEF, en diciembre del año 2016 el número de seres humanos en el planeta llegó a 7400 millones. 2200 son niños menores de 13 años. Esto equivale al 31% de la población mundial. Dato que podría traducirse de la siguiente manera: el 31% del mundo sigue las reglas, obedece las órdenes y toma como ejemplo al otro 69% del mundo.

Hemos comenzado a deshacernos de los principios de las antiguas leyes de la patria potestad, por lo menos en lo referente a la injusta supremacía del hombre sobre la mujer, pero aún estamos lejos de hacer lo mismo con los niños. La relación de supremacía del adulto sobre el niño, no sólo menosprecia a una tercera parte de las individualidades del mundo, sino que propicia el encuadre de vulnerabilidad necesario para que pueda darse el maltrato.

De esta forma, violencia doméstica, violencia de género, y maltrato infantil parecen relacionarse. Todas derivan de la internalización de leyes muy antiguas que estuvieron vigentes hasta hace poco, y cuya versión más moderna puede reflejarse en la patria potestad: el derecho adquirido a través de medios místicos y misteriosos de ciertos seres humanos sobre la vida y el cuerpo de otros menos favorecidos.

El Artículo 19 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1989) expresa que es obligación del Estado parte “proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo”.

El Artículo 15 del Código de la Niñez y Adolescencia uruguayo establece que el Estado tiene la obligación de proteger en especial a niños y adolescentes respecto a toda forma de abandono, abuso sexual, trato discriminatorio, explotación económica, tratos crueles, inhumanos o degradantes. O sea que la violencia contra niños, niñas y adolescentes constituye una de las vulneraciones más grandes a sus derechos humanos.

Politización absoluta

¿Está a favor del corredor Garzón, o en contra? Si usted responde que está a favor seguramente sea oficialista, es decir esté a favor del bando que construyó el corredor Garzón. Si está en contra, es muy probable que sea opositor. ¿Qué opina de la educación, de las medidas en contra de la violencia en el fútbol, del matrimonio igualitario, de la legalización de la marihuana? Todas medidas aplicadas por el partido político que gobierna en Uruguay. Una vez más: si responde que está a favor de todo esto es porque usted debe de haberlos votado, si está en contra debe ser porque no lo hizo. ¿Realmente somos tan simples, tan “cuadrados”? Todo lo que pensamos está previamente juzgado: esto se llama prejuicio. El pensamiento (por llamarle de alguna forma) que toma lugar de razonamiento, aun cuando no está fundamentado en experimentación alguna y que incluso contradice en forma desafiante los datos que refleja la realidad. Todos nuestros pensamientos están determinados por la forma en la que vemos el mundo, por nuestras creencias.

Nadie se aventura en ese maravilloso mar tormentoso del pensamiento sin saber en qué y cómo pensar. Ese bravo mar en realidad ya está cartografiado hasta el más mínimo detalle. Todo está prefigurado. Y aunque los cartógrafos en realidad sean ciegos, llevan mucho tiempo haciendo mapas. Si estamos tan politizados que no podemos discutir de nada sin que se deduzca nuestra orientación político-partidaria, si estamos tan empapados por nuestra subjetividad, difícil es que ideas tan antiguas y tan arraigadas como las patriarcales se nos escapen a pesar de la convención popular acerca de su “inconveniencia”.

Esta politización absoluta que aceptamos como norma en Uruguay, ayuda a que los problemas permanezcan invisibles. Si usted está en contra de esas feministas que organizan marchas multitudinarias y que siempre parecen estar al borde de linchar al primer prototipo de macho con el que se crucen, seguramente no presta mucha atención a los datos alarmantes relacionados con la violencia doméstica.

Es difícil hoy encontrar a alguien que se declare en forma abierta como homofóbico. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros admitiríamos sin problemas que nuestro hijo sea homosexual? Nadie es racista, pero cruzamos la vereda si viene caminando en nuestra dirección un grupo de personas algo más oscuras que lo que consideramos aceptable. Lo “políticamente correcto” y lo político se mezclan, se confunden.

Todos admitiremos estar en contra del abuso infantil, hasta los abusadores. Pero luego nos babeamos con una Natalia Oreiro de 13 años en un reclame de protectores femeninos; promocionamos una idea de “belleza” asociada a la juventud y una idea de “feminidad” infantilizada.

Para nosotros existe una relación innegable entre maltrato y abuso infantil y violencia doméstica y de género. Podemos preguntarnos si es que esta relación no se maneja desde los medios de comunicación por un tema de economía periodística de mercado. Desde un medio que gana dinero vendiendo noticias, es más redituable manejar las temáticas por separado, siempre desde el aspecto más sensacionalista, revelando dolorosas verdades a medias, omitiendo la otra mitad de la verdad. Informar (por ejemplo) que en Uruguay en la actualidad hay cinco denuncias de abuso infantil por día parece poco responsable si el dato no va acompañado de la aclaración de qué es lo que entendemos por abuso infantil.

Esta noticia es el reflejo de un artículo de prensa que sostiene que en el año 2015 se efectuaron 5 denuncias de maltrato o abuso sexual por día en Uruguay, desconociendo que ambos términos (maltrato y abuso sexual) pueden no significar lo mismo y no operar como sinónimos ya que bien podría haber maltrato sin abuso sexual. Si usted, desde su casa y frente a la televisión, entiende que maltrato infantil y violación son sinónimos, no podrá estar más lejos de entender el problema. Entiéndalo: su escándalo y su indignación fueron debidamente calculados desde el mismo lugar desde donde se aprueba qué hecho se difunde y cuál no. Usted está escuchando y razonando sobre tan sólo una de las mitades de la realidad, la más sensacionalista y la menos estadística.

En Uruguay (como en la mayor parte del mundo) abuso infantil es una categoría más amplia que violación, y que de hecho la abarca. Ambas están contenidas en el concepto de maltrato infantil, hasta el punto de que el abuso sexual es entendido como una de las tipificaciones del maltrato.

El concepto de maltrato infantil

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el maltrato infantil como: “los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder” (OMS, 2014). La organización también aclara que la exposición a la violencia de pareja puede incluirse entre las formas de maltrato infantil.

El maltrato infantil puede tener consecuencias neurofisiológicas a corto y a largo plazo. El estrés producido por el maltrato es asociado a trastornos del desarrollo de los sistemas nervioso e inmunitario. El maltrato infantil altera el normal desarrollo, produce dificultades relacionadas con la memoria, con el lenguaje, para concentrarse y para prestar atención, trastornos alimenticios, distanciamiento afectivo y problemas generales de relacionamiento, depresión, bajo nivel de autoestima, conducta antisocial, autoagresión, abuso de sustancias, violencia y hasta suicidio.

El maltrato infantil pone en riesgo la capacidad de los niños para aprender y socializar, y altera el desarrollo afectivo y sus formas de relacionarse a lo largo de sus vidas. Cuando un niño es agredido por alguien a quien ama, es afectado en su autoestima y confianza en sí mismo y en los demás.

Una de las principales preocupaciones de UNICEF en Latinoamérica es el maltrato infantil. Sólo son denunciadas a la justicia un porcentaje muy bajo de estas vulneraciones, una parte aún menor es investigada por los organismos competentes y como resultado pocos agresores son procesados. Como un componente más de la violencia doméstica, se esconde en el espacio privado, afecta a todos los estratos sociales y no se denuncia por miedo, vergüenza o porque está naturalizada a nivel social.

Muchos de los problemas más frecuentes en la población adulta pueden rastrearse a un historial de maltrato ocurrido durante la infancia.

El Artículo 130 del Código de la Niñez y la Adolescencia antes mencionado, entiende por maltrato y abuso del niño o adolescente las situaciones de maltrato físico, maltrato psico-emocional, prostitución infantil, pornografía, abuso sexual y abuso psíquico o físico,

Dentro del concepto “maltrato infantil” se establecen distintas categorías:

  1. Maltrato físico. Cuando el cuidador o el padre del niño, a través de una acción no accidental, provoca daño físico o enfermedad en el niño o lo coloca en grave riesgo de padecerlo.
  2. Negligencia y abandono físico. Cuando las necesidades físicas básicas del menor (alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en las situaciones potencialmente peligrosas, educación y/o cuidados de salud) no son atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro del grupo que convive con el niño.
  3. Maltrato y abandono emocional. Cuando por parte de cualquier miembro adulto del grupo familiar es crónica la hostilidad verbal en forma de insulto, desprecio, crítica o amenaza de abandono, y constante la evitación, el encierro o el confinamiento.
  4. Abuso sexual. Es definido como: “…Contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuándo esta es significativamente mayor que el niño (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro” (Save the children, 2001).

Podemos complementar esta definición con algunas ideas de otros autores.

“El abuso sexual de los niños y las niñas es el uso de estos para la satisfacción de las necesidades de un adulto, más frecuentemente un hombre, un adolescente u otro niño, sin consideración del desarrollo psicosexual ni del impacto que el acto abusivo va a causar sobre la mente y el cuerpo del niño o la niña víctimas” (Cuadros, I., 2010).

“La implicancia de niños, niñas o adolescentes, dependientes e inmaduros, en cuanto a su desarrollo, en actividades sexuales que no comprenden plenamente, y para las cuales son incapaces de dar un consentimiento informado” (Kempe y Kempe, 1985).

Cabe puntualizar que aproximadamente el 90% de las situaciones de abuso sexual se dan en el seno de la familia, y que el perpetrador por lo general es un familiar o una persona cercana al abusado.

A su vez, dentro de la concepción de abuso sexual destacamos las siguientes categorías:

  • Abuso sexual. Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal, con contacto y sin contacto físico realizado sin violencia o intimidación y sin consentimiento. Puede incluir: penetración vaginal, oral y anal, penetración digital, caricias o proposiciones verbales explícitas.
  • Agresión sexual. Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal con violencia o intimidación y sin consentimiento.
  • Exhibicionismo. Cualquier forma de exhibición obscena.
  • Explotación sexual infantil. Una categoría de abuso sexual infantil en la que el abusador persigue un beneficio económico y que engloba la prostitución y la pornografía infantil. Se suele equiparar con el comercio sexual infantil.

Conclusiones

Es importante no confundir maltrato infantil, abuso infantil, y abuso sexual. No sólo para poder entender mejor las estadísticas expuestas sin aclaración desde los medios de comunicación, sino para poder entender mejor este flagelo de nuestra sociedad y de nuestro tiempo que es el maltrato infantil. El Código Penal Uruguayo maneja un criterio de penas que abarca todo el espectro del maltrato, pero el desconocimiento de sus diferentes formas muchas veces lleva a la confusión con respecto a algunos fallos judiciales. En otras palabras: nuestro desconocimiento, sumado a nuestros prejuicios personales, constituye el caldo de cultivo del maltrato infantil, lo encubre y lo propicia. Genera el clima adecuado para que las víctimas no hablen, o para que se arrepientan de ello muy pronto, cuando se los envuelva en el complejo entramado estatal que los llevará a, por ejemplo, tener que repetir su historia hasta el cansancio, a verse forzados a defenderse. Ayuda a encubrir al victimario, que juega con la ventaja del cansancio de la víctima, con el prejuicio social, con el silencio, con la burocracia de funcionarios y técnicos indignados.

Nuestro principal problema en relación al maltrato infantil no lo constituye un grupo de violadores de niños, escoria de la sociedad, descarriados, pervertidos, etc. Y pensar esto puede ser natural si confundimos las variadas formas del maltrato. El principal problema que tenemos somos nosotros mismos, cada vez que menospreciamos, humillamos o maltratamos a un niño, cada vez que miramos para otro lado, cada vez que callamos, cuando dejamos que nuestro juicio sea nublado por nuestros prejuicios, cuando naturalizamos un problema objetivamente inhumano.

Referencias Bibliográficas:

  • Cuadros, I. (2010). ¿Cómo duermen? Abuso sexual infantil. Recuperado de: rosaloureiro.blogspot.com.uy/2010/04/abuso-sexual-infantil-dra-isabel03.html
  • De Mause, Ll. (1982). Historia de la Infancia. Madrid: Alianza Universidad.
  • Kempe, R.,  Kempe, C. (1985). Niños Maltratados. Madrid: Serie Bruner Ediciones Morata.
  • Naciones Unidas. Asamblea General. (1989).  Convención Internacional sobre los Derechos de Niño. Nueva York: Naciones Unidas.
  • Organización Mundial de la Salud. (2014). Maltrato Infantil. Datos y Cifras. Recuperado de:  http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs150/es/
  • Organización Mundial de la Salud. (2016). Maltrato de menores. Recuperado de: http://www.who.int/topics/childabuse/es/
  • Save the Children (2001). Abuso sexual: Manual de formación para profesionales. Pepa Horno, Ana Santos y Carmen del Molino. Recuperado de: http://www.inau.gub.uy/biblioteca/lectura13.pdf
  • UNICEF. (2016). Estado mundial de la infancia. Recuperado de: https://www.unicef.org/spanish/sowc2016/
  • Uruguay. Poder Legislativo. (2004). Ley N° 17.823. Código de la Niñez y Adolescencia. Recuperado de: www.parlamento.gub.uy/leyes/ley17823.htm
  • Salud Mental y Tratamientos

¿Parecidos o no tanto? Estrés, miedo y ansiedad

  • María Eugenia Parla
  • 03/08/2017

En este video de menos de 5 minutos de duración diferencio y relaciono estos tres conceptos que muchas veces se suelen confundir o se los toma erróneamente como intercambiables. La importancia de saber su diferencia y relación no sólo radica en una mera cuestión de utilizar nomenclatura adecuada, sino que nos sirve de cara a planificar intervenciones eficaces, tomando en cuenta cada uno de los elementos involucrados en cada caso.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Cambiamos el tono de voz dependiendo de con quién hablamos

  • Alejandra Alonso
  • 03/08/2017

Utilizando lenguaje corporal, por ejemplo al tomar más espacio, puede ser uno de los más obvios y visibles modos de imponernos. Pero también el discurso transmite estatus, no solo en su contenido, si no también en las características de nuestra voz. Un estudio reciente que fue publicado en PLOS One observó que ajustamos el tono de voz dependiendo de a quién le estamos hablando. El grupo de investigadores de la Universidad de Stirling (Escocia) encontró que la dirección de esta afinación vocal inconsciente depende de la percepción del propio emisor sobre su estatus en comparación con el de la persona que lo escucha.

Juan David Leongómez y sus colegas grabaron a estudiantes mientras participaban de una entrevista de trabajo simulada para el puesto de asistente administrativo con tres empleadores masculinos diferente (el orden de las entrevistas era variado entre participantes). Una foto y descripción de cada empleador mostraba que uno era altamente dominante (jefe de seguridad en una prisión, descripto como duro e intimidate), otro muy prestigioso (Jefe de Departamento en una Escuela de Negocios, descripto como muy respetado y competente) y el último neutral (del departamento de Recursos Humanos de una escuela secundaria, descripto como un jefe promedio).

Los participantes tenían que presentarse al empleador y explicar porqué eran perfectos para el trabajo. También se les preguntó cómo actuarían si tuvieran que hablar con sus jefes debido a un problema con un compañero de trabajo. Luego de las entrevistas, los participantes llenaron un cuestionario sobre su prestigio y dominancia y el de su empleador.

Gracias a las grabaciones, los investigadores calcularon la “frecuencia fundamental” de las voces de los participantes (una medida objetiva del tono) e identificaron las variaciones en el tono de voz mientras hablaban. Una frecuencia fundamental baja equivaldría a sonar calmado y controlado y se ha encontrado que se percibe como más dominante tanto para hombres como para mujeres, aunque se tuvo en cuenta la diferencia natural de tono absoluto entre sexos.

Cuando hablaban con los empleadores que eran muy dominantes y prestigiosos, los estudiantes de ambos sexos que también se percibían como dominantes, bajaban sus tonos de voz, mientras que los estudiantes que se percibían como menos dominantes, hacían lo contrario. Estos cambios en el tono eran más notorios cuando los estudiantes explicaban porqué eran los mejores candidatos y hablaban sobre cómo resolverían el conflicto.

Estos nuevos hallazgos se suman a otros que indican que un tono de voz bajo comunica rashes relacionados al estatus social, incluyendo fuerza física y atractivo.

Parece que la percepción que tenían los estudiantes de su propio estatus los llevó a usar diferentes estrategias vocales en las entrevistas con empleadores de estatus alto. Los estudiantes con una auto-percepción alta de su dominancia podrían haberse sentido más confiados y en control de la situación, y por ende más capaces de competir por el trabajo. Por el contrario, para aquellos que se auto-calificaron como menos dominantes, y probablemente se sintieron más intimidados, parecer importantes ante el empleador puede haber sido una estrategia beneficiosa.

Limitaciones

Sin embargo, los empleadores eran en verdad caras computarizadas creadas para parecer prestigiosas, dominantes o ninguna de las anteriores, así que no se sabe con exactitud cómo se relacionarían los resultados con una persona prestigiosa en la vida real, o a una situación social menos formal. Las entrevistas de trabajo simuladas han demostrado aumentar la ansiedad y la grabación de las mismas puede haber aumentado el estrés de los participantes, haciendo que las alteraciones en la voz fueran más o menos pronunciadas que lo usual.

Las implicaciones del efecto en la vida real tampoco se conocer, ya que no se evaluó que grupo tendría más éxito en la entrevista. Aunque verse intimidado pueda no ser muy beneficioso, probablemente tampoco sea buena idea competir con tu jefe. Los CEO con tonos de voz más bajos tienden a manejar compañías más grandes y ganas más dinero, sin embargo los cirujanos (de quienes se percibe que tienen voces más dominantes y posiblemente arrogantes) eran más propensos a ser demandados por mala praxis.

Fuente: Research Digest

  • Salud Mental y Tratamientos

La depresión en la adolescencia podría incrementar el riesgo de violencia

  • David Aparicio
  • 02/08/2017

Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (JAACAP), reporta los hallazgos sobre la relación entre la depresión y la violencia en la población adolescente.

El estudio de tipo longitudinal desarrollado con tres cohortes provenientes de Inglaterra, Holanda y Finlandia nos alerta sobre el incremento de la violencia en la vida de los adolescentes que han sufrido depresión.

La investigación utilizó diferentes tests para evaluar la depresión y la conducta violenta de los participantes durante su vida adulta.

En la cohorte finlandesa se encontró que el 7.1% de los participantes con depresión fueron sentenciados por uno o más crímenes violentos en comparación con el 3.6% de la población general (casi el doble). Lo que se puede traducir como un patrón consistente del incremento del riesgo de violencia. En la muestra inglesa y alemana, también se encontró un incremento del riesgo de violencia, pero no fue tan constante como el de la muestra finlandesa.

Una posible explicación ante estos hallazgos surge a partir de los mecanismos relacionados con el incremento de la impulsividad, hostilidad y una pobre autoregulación en los adolescentes que sufrieron de depresión. Pero todavía no está muy claro a qué se debe este incremento.

Con estos resultados queda claro que tenemos que prestar especial atención a la detección e intervención temprana de las personas con depresión.

Fuente: El Sevier

Sin categoría

Eficacia de la psicoterapia para el tratamiento del Trastorno Límite de la Personalidad: una revisión

  • David Aparicio
  • 02/08/2017
Postergación y TB

El objetivo principal de este estudio fue comparar la eficacia de diferentes psicoterapias utilizadas para el tratamiento del Trastorno Límite de Personalidad (TLP) con el fin de analizar y comprender qué terapias obtienen mejores resultados y por qué.

Para ello se llevó a cabo una revisión sistemática de las publicaciones realizadas desde 1990 en las principales bases de datos (PsyInfo, Medline, Psicodoc y Google Scholar).

Los resultados mostraron por una parte, que las principales psicoterapias para el TLP eran la Terapia Dialéctica Conductual, la Terapia Basada en la Mentalización y la Terapia Basada en Esquemas entre otras y, por otra, que todas ellas eran eficaces.

Hay que remarcar que cada una de dichas terapias, tal y como indican los resultados, era significativamente eficaz sobre diferentes problemáticas como el control de conductas autolíticas y autolesivas, no obstante, algunos aspectos como la regulación emocional seguían resistiéndose en muchos casos.

Autores: Ferran Burgal Juanmartí y Nathalie Pérez Lizeretti

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Fuente: Papeles del Psicólogo

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Once reglas para desarrollar una mejor psicología clínica

  • Fabián Maero
  • 02/08/2017

No es un misterio que me interesa la psicología clínica, no sólo como práctica, sino también como campo a desarrollar. Como hemos descripto en otros artículos, un buen abordaje clínico, que tenga en cuenta el contexto en el que opera, puede tener un profundo impacto en una población.

Lo que tampoco es un misterio es que soy un nerd. Por eso me encontré, mientras buscaba otra cosa, con un excelente artículo de Steven Hayes (este señor al que hemos entrevistado aquí), que forma parte de un número especial del Journal of Clinical Psychology sobre educación en psicología clínica (Hayes, 2005).

La consigna gira en torno a cómo generar una mejor psicología clínica, y Hayes da su opinión al respecto, bajo la forma de 11 reglas o recomendaciones a tener en cuenta. Su opinión es mayormente estratégica; no se ocupa de contenidos o temas especiales, sino de cómo abordar más exitosamente la disciplina.

Baste revisar el exordio del artículo, del cual hemos traducido los fragmentos que nos han parecido más relevantes:

Existe la idea de que la disciplina se fortalecerá y se obtendrán mejores resultados si nos ocupamos de (elija su favorito), el nivel de la comunidad, niños, minorías, fortalezas, la tercera edad, espiritualidad, farmacoterapia, prevención, el nivel institucional, neurociencia cognitiva, estudios de efectividad, constructivismo, etcétera. Mientras que me agrada en general la lista, existe poca evidencia sobre la producción de resultados superiores o de una disciplina más progresiva a través de cualquiera de estos ítems. (…) Lo que parece faltar es una visión comprehensiva de la psicología y cuál es el papel de la psicología clínica en ella. La psicología clínica no está sola y apartada. Probablemente sea una buena idea ver el papel de la comunidad, o enfocarse en la tercera edad, y así –pero estas son soluciones de sentido común a una tarea intelectual compleja. El sentido común, incluyendo el sentido común clínico, se ha equivocado más a menudo de lo que ha acertado cuando se ha tratado de estructurar preguntas científicas. La historia de la ciencia sugiere que el sentido no común que la ciencia provee genera soluciones más efectivas. (…) ¿Qué es la psicología? ¿Si la psicología clínica no está aislada, cómo creamos una mejor y más progresiva disciplina de la psicología? Si la psicología clínica es más que un arte, ¿cuál es la mejor manera de vincular la práctica con el conocimiento de la disciplina? (p.2)

Así que de eso se trata este artículo: ¿cómo abordar la psicología clínica de manera que podamos tener mejores resultados y equivocarnos lo menos posible? Hayes propone 11 reglas, cuya explicación en parte vamos a traducir y en parte vamos a comentar.  Por supuesto, Hayes es un conductista, de manera que partes de sus opiniones están enunciadas desde su perspectiva, por lo cual vamos a omitir algunas de esas partes para enfocarnos en lo que creemos tienen de útil para los clínicos de cualquier orientación.

En otras palabras: vamos a hacer una carnicería con lo que Hayes escribió, aprovechando que Hayes no lee español y si nos quiere moler a palos por tergiversarlo, estamos lejos y corremos rápido.

A continuación, las 11 reglas (las traducciones del texto de Hayes van en cursiva).

1. Ser claros respecto a nuestros supuestos filosóficos y guiarnos por ellos

“Es más difícil desarrollar la psicología que las ciencias físicas como un campo porque estamos haciendo las mismas cosas que estamos tratando. La falta de claridad respecto a los supuestos filosóficos significa falta de claridad sobre la propia cosmovisión, y con ella una falta de claridad sobre la naturaleza del campo y la investigación en él.”

Con respecto a la primera oración, baste tener en cuenta la dificultad de estudiar, por ejemplo, sesgos cognitivos siendo uno mismo víctima ineludible de tales sesgos. Sin claridad en la filosofía de la ciencia que adoptamos solemos terminar en el peor lugar posible para investigar y teorizar: el realismo ingenuo.

2. Definir psicología claramente y apegarnos a esa definición

Esto ayuda a evitar teorizaciones inertes o irrelevantes en la psicología clínica, y ayuda a vincular investigación básica con resultados aplicados. Es importante mantener esto claro de manera que el éxito relativo de las diferentes perspectivas pueda ser sopesado con el tiempo.

No se trata de tener una definición correcta de la psicología –no hay tal cosa–  sino de tener claridad respecto a cuál es la definición que elegimos. ¿Vamos a considerarla como el estudio de organismos interactuando con el contexto? ¿O como el estudio de procesos mentales? ¿O una rama de la neurociencia? (entre varias otras decenas de opciones).

Cualquiera sea la definición, es importante ser claro al respecto y ser consistente con esa definición, al menos, como dice Hayes, si nos interesa evaluar el éxito relativo de una perspectiva. Si no nos interesa eso, podemos abstenernos de definir qué entendemos por psicología y variar la definición para ajustarnos a la discusión de turno (no sé por qué, pero esa estrategia me suena de algún lado).

3. No hay nada tan práctico como una buena teoría, si es lo suficientemente amplia

“El problema para la psicología clínica no es la precisión de sus análisis, sino su amplitud. La precisión puede ser obtenida a través de meramente la descripción cuidadosa. El discurso de sentido común acerca de eventos específicos es preciso (por ejemplo “Este evento individual es como esto”), pero produce amplitud a través de la pérdida de precisión (por ejemplo “las relaciones son como jardines que deben ser cuidados”). La ciencia necesita ambos. (…) Lo que hace que esto sea posible son las buenas teorías (…) sin embargo, el campo mismo se ha desilusionado tanto con sus fallas teóricas que es cada vez menos común ver los tipos de teorías que necesitamos. (…) Las teorías clínicamente útiles necesitan ser relativamente amplias, al tiempo que retienen su precisión. Las microteorías –populares en psicología básica y aplicada- son generalmente de poca ayuda porque son demasiadas como para dominarlas a todas e intercambian amplitud por precisión.”

Nuevamente, si no tenemos buenas teorías corremos el riesgo de caer en el realismo ingenuo, y terminar con teorías ingenuas que más se parecen a refraneros populares. Es una buena manera de hacerse unos pesos, pero una mala manera de ayudar al desarrollo de la disciplina.

4. Buscar procesos centrales comunes

Habiendo dividido el campo en síndromes, subsíndromes, abordajes, tecnologías, etc., nos encontramos con que hemos creado una matriz de múltiples niveles que es imposible de enseñar, investigar, o dominar (…) La solución yace en el desarrollo de síntesis, no meramente análisis. Es un claro signo de madurez cuando la comprensión científica encuentra formas de colapsar categorías dispares sin pérdida de precisión. Solo la ciencia ha encontrado una forma de hacer esto consistentemente (por ejemplo, E=mc2 es un concepto enormemente sintético. En el área clínica, esto se ve quizá mejor reflejado en la búsqueda de procesos funcionales que subyacen a distinciones sindrómicas y topográficas.

Cada vez más, estamos viendo investigaciones y atención a procesos centrales comunes -por supuesto, no hablo aquí de factores comunes, que la mayor parte de las veces funciona como argumentación para “todo sirve, hagamos cualquier cosa”, sino a los procesos de cambio que pueden ser movilizados de diversas maneras y que permiten explicar una amplia gama de fenómenos clínicos (el concepto de “evitación experiencial” de ACT es un buen ejemplo de esto, en mi opinión).

5. Incluir variables manipulables en las teorías

“Muchas de nuestras teorías básicas son, y van a permanecer, de utilidad dudosa para los clínicos porque no incluyen variables realmente independientes. La condenada alianza de mecanicismo, mediacionalismo y mentalismo implica que muchas de nuestras teorías están orientadas puramente a la predicción, no a la predicción e influencia.”

Con frecuencia tenemos explicaciones que al carecer de variables manipulables permiten predecir o explicar un fenómeno, pero no hacer nada al respecto. Por ejemplo -y sé que me van a colgar del cuello por escribir esto, qué le vamos a a hacer- al día de hoy no conozco una sola intervención clínica original y eficaz que provenga principalmente del campo neurocientífico –sí he visto explicaciones neuro de intervenciones clínicas (por ejemplo, explicaciones neuro de mindfulness), pero no intervenciones originales que procedan de ese campo.

Por eso me parece que es una buena idea desde el punto de vista clínico que las teorías incluyan variables manipulables, es decir, que especifiquen qué es lo que podemos modificar para generar los cambios terapéuticos buscados, en lugar de dejar al clínico a la deriva, tratando de traducir clínicamente terminología puramente teórica.

6. Ocuparse de procesos, no sólo de resultados

“El movimiento de Tratamientos con Soporte Empírico (TSE) ya está empezando a empantanarse en un asfixiante flujo de manuales y escalas de adherencia. La única forma de reducir la creciente pila de “TSEs” es reunir nuestros trastornos y tratamientos en agrupamientos funcionalmente coherentes. La única forma de hacer esto es comprender la etiología y procesos de cambio y mostrar una estrecha relación entre nuestras teorías y las variables funcionales que son efectivamente alteradas por nuestras intervenciones. La evaluación de procesos de cambio vinculados a nuestras teorías es una forma clave de avanzar, pero sólo si estamos preparados para abandonar nuestras teorías si no son productivas.”

La lista de tratamientos con soporte empírico cada vez es más larga, pese a lo cual los tratamientos con frecuencia son muy parecidos entre sí. Lo mismo sucede con los diagnósticos, que son cada vez más numerosos pero su validez es baja. Indagar cómo suceden las cosas, en lugar de sólo evaluar los resultados de paquetes de tratamiento, puede ayudarnos a desarrollar procesos más flexibles y menos aparatosos (véase el punto siguiente).

7. Armar paquetes de tratamiento desde abajo y testear su efectividad enseguida

“En la narrativa usual, el desarrollo de tratamientos se supone que sucede a través de la identificación de intervenciones eficaces, delineación de las poblaciones para las que funcionan, evaluación de los procesos de cambio, análisis de componente y estudios de efectividad. Una buena parte de esto ha demostrado ser estratégicamente inefectivo. Los paquetes de tratamiento tienden a incluir muchos componentes comunes que alteran procesos en formas desconocidas. Son grandes, aparatosos, y difíciles de entrenar. Los análisis de componente raramente se llevan a cabo; cuando se termina uno, los tratamientos han perdido su interés. La investigación de efectividad espera al final del camino, de manera que estudiar la utilidad práctica del tratamiento se demora enormemente.

Un abordaje más efectivo es el inductivo. El trabajo enfocado con individuos y componentes de tratamiento, en los primeros momentos, genera tests probablemente más exitosos de los procesos teóricos. La investigación temprana en efectividad permite eliminar intervenciones prácticamente inútiles que no pueden ser transportadas exitosamente.”

El trabajo con creencias centrales en Terapia Cognitiva para depresión puede ser un buen ejemplo de esto. Fue postulado como algo central cuando se presentó el tratamiento en 1979, luego varios análisis de componente lo pusieron en duda (Jacobson et al., 1996; Longmore & Worrell, 2007), y recientemente hemos visto que algunas investigaciones incluso lo señalan como contraproducente (Hawley et al., 2017), casi 40 años después de que fuera postulada en el manual.

Empezar investigando componentes de tratamiento, en lugar de paquetes de tratamiento, probablemente sea una mejor opción.

8. Involucrar a los clínicos en la producción de investigación

“Uno de los puntos empíricos clave es más un tema de validez externa que de validez interna. Para eso, necesitamos a los clínicos, porque los investigadores académicos ven un estrecho rango de problemas y poblaciones. Los clínicos deben involucrarse en innovaciones de tratamiento y en investigación de efectividad y eficacia, particularmente con poblaciones complejas y resistentes al tratamiento, porque probablemente sólo los clínicos vayan a ver esos casos.”

Es un fenómeno frecuente: los congresos de clínicos y los congresos de investigadores suelen ser cosas distintas, y con frecuencia hay poco diálogo entre unos y otros, lo cual va en detrimento de ambas partes.

9. Ajustar la investigación a las realidades económicas y políticas

“No tiene utilidad desarrollar conocimiento que no puede ser utilizado. Los investigadores académicos por momentos están asombrosamente aislados de las realidades de la escena práctica. En parte, esto sucede porque el financiamiento en ciencia en sí está poco vinculado a la practicidad. Sostenidos por dinero público y privado, los investigadores clínicos pueden y de hecho desarrollan intervenciones complicadas que son difíciles de entrenar y se enfocan en un rango muy pequeño de problemas. Los datos que de eso resultan son mayormente irrelevantes: las agencias no pueden implementar esos protocolos a causa de sus costos de entrenamiento y foco estrecho. Por tanto se necesita especialmente investigación en entornos clínicos reales, estudios de costo-efectividad, e investigaciones en efectividad.”

Hace un tiempo estuve en un congreso en donde una investigadora describía un tratamiento novedoso con evidencia muy favorable que habían desarrollado para el trastorno de pánico. ¿El problema? El tratamiento depende de un aparato que sólo se utiliza en salas de emergencia o de operaciones y del cual no existe aún una versión para venta al público.

Es un tratamiento muy interesante sin duda, y la evidencia es prometedora, pero ¿cuáles son las probabilidades de que un tratamiento así, que requiere de un aparato muy costoso y de un entrenamiento especial para usarlo, prospere en Latinoamérica, por ejemplo, en donde la inversión en salud mental es descorazonadora incluso para los trastornos más severos?

Es por eso que es una buena recomendación tener en cuenta los contextos de las intervenciones (por eso hemos escorchado tan abundantemente sobre la relevancia de tratamientos económicos para depresión).

10. Desarrollar una ciencia básica capaz de sustentar la ciencia aplicada

En los primeros días de la terapia conductual, los procedimientos clínicos se basaban mayormente en principios que emergían del laboratorio básico. (…) Estos principios aún son altamente relevantes a pesar de que el análisis conductual básico hace tiempo que ha perdido el favor popular. Los principios conductuales funcionan porque tienen alta precisión, están enfocados en el contexto, y especifican eventos manipulables.

Se refiere, eminentemente, a exposición. Han cambiado los nombres, las formas de llevarla a cabo, y las explicaciones de cómo funciona la exposición, pero los principios básicos siguen siendo más o menos similares desde hace más de medio siglo, y en la mayoría de los trastornos de ansiedad continúa siendo el procedimiento con mejor evidencia de eficacia y efectividad, y es un procedimiento que surgió de ciencia básica.

11. Sostener todo con liviandad, especialmente las teorías.

“El enemigo del desarrollo científico exitoso es la rigidez. Necesitamos evaluar constantemente lo que estamos haciendo y seguir los datos. Esto no es fácil: los humanos amamos tener razón, incluso si esto significa ser relativamente inefectivo. Los estudiantes de clínica necesitar ser entrenados para ser creativos, e intelectualmente ágiles. El consejo de sostener las cosas con liviandad aplica también a las reglas que he listado aquí. Parecen ser efectivas ahora, pero las cosas pueden cambiar.”

Amén.


Esperamos que les haya gustado el artículo tanto como a nosotros. No es difícil de encontrar el pdf, si pueden leer en inglés anímense, es breve y vale la pena.

¡Nos leemos la próxima!

Referencias

Hawley, L. L., Padesky, C. A., Hollon, S. D., Mancuso, E., Laposa, J. M., Brozina, K., & Segal, Z. V. (2017). Cognitive-Behavioral Therapy for Depression Using Mind Over Mood: CBT Skill Use and Differential Symptom Alleviation. Behavior Therapy, 48(1), 29–44. http://doi.org/10.1016/j.beth.2016.09.003

Hayes, S. C. (2005). Eleven rules for a more successful clinical psychology. Journal of Clinical Psychology, 61(9), 1055–1060. http://doi.org/10.1002/jclp.20136

Jacobson, N. S., Dobson, K. S., Truax, P. A., Addis, M. E., Koerner, K., Gollan, J. K., … Prince, S. E. (1996). A component analysis of cognitive-behavioral treatment for depression. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 64(2), 295–304. http://doi.org/10.1037//0022-006X.64.2.295

Longmore, R. J., & Worrell, M. (2007). Do we need to challenge thoughts in cognitive behavior therapy? Clinical Psychology Review, 27(2), 173–87. http://doi.org/10.1016/j.cpr.2006.08.001

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Mindfulness para reducir el estrés en las personas con obesidad y sobrepeso

  • David Aparicio
  • 01/08/2017

Ya todos tienen una idea bastante clara sobre el mindffulness, así que no es necesario que de muchas explicaciones. Vamos directo al asunto:

La revista Obesity incluyó en su último número una investigación sobre los beneficios del mindfulness para las personas con obesidad y sobrepeso. Dicho estudio entrenó a 86 mujeres en un programa de 8 semanas de mindfulness y luego hizo un seguimiento de 16 semanas.

Al evaluar los resultados encontró que las mujeres reportaron una reducción del estrés y de azúcar en la sangre. Pero por otro lado, no se encontraron beneficios directos sobre el peso y los problemas relacionados con el sobrepeso como: la presión arterial y la resistencia a la insulina.

Fuente: ScienceDaily

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