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Publicaciones por mes

abril 2018

43 Publicaciones
  • Análisis

Es hora de ponerle fin a la teoría de los estilos de aprendizaje

  • 19/04/2018
  • David Aparicio

En un intento de mejorar el aprendizaje y rendimiento de los alumnos, las escuelas invierten recursos en charlas y talleres que le enseñen al plantel docente a diseñar sus clases para que se ajusten a los estilos de aprendizaje (kinestésico, visual, auditivo, etc.) de sus estudiantes.

Esta teoría, popularizada en las décadas de los 70 y 80, es hoy propagada como uno de los grandes descubrimientos de la educación moderna y propone que todos los estudiantes pueden aprender por igual si reciben el estilo de enseñanza adecuado.

Pero hay un problema bastante importante. La teoría de los estilos de aprendizaje es considerada uno de los mitos más grandes de la psicología 1. Si esta teoría fuera cierta el rendimiento de los alumnos debería mejorar en contextos educativos que toman en cuenta sus estilo de aprendizaje, pero las investigaciones no han encontrado tal relación.



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¿Qué dicen los estudios?

Los resultados de diversos estudios demuestran, una y otra vez, que no hay evidencia que sostenga que los estilos de aprendizaje puedan mejorar el rendimiento académico. Nosotros publicamos un completo artículo que explica las deficiencias científicas de esta teoría. Puedes leerla aquí.

Por otro lado, los defensores de los estilos de aprendizaje argumentan que la falta de evidencia se debe a que estas investigaciones solo se han concentrado en el aprendizaje dentro del aula, cuando en realidad los estudiantes hacen la mayor parte del aprendizaje fuera de la escuela.

Para zanjar de una vez por todas este asunto, un grupo de investigadores desarrolló un interesante estudio publicado en la revista Anatomical Sciences Education con cientos de estudiantes universitarios de la cátedra de anatomía. Todos los participantes tomaron una encuesta online VARK, que permite conocer la preferencia del estilo de aprendizaje: visual, auditivo, escrito/lectura y kinestésico.

Con el resultado se les instó a los estudiantes a utilizar el estilo de aprendizaje dominante. Al finalizar el año académico los investigadores accedieron a las notas finales para evaluar si había o no asociación entre sus calificaciones y el estilo de aprendizaje dominante utilizado dentro y fuera del aula.

Como era de esperar, los resultados no son nada favorecedores para el concepto de los estilos de aprendizaje: el desempeño académico no se correlacionó de ninguna manera con el estilo de aprendizaje dominante de los estudiantes o ninguno de sus estilos de aprendizaje sobresalientes. De hecho, la mayoría de los estudiantes (67%) no logró estudiar en una manera consistente con el estilo de aprendizaje de su preferencia. Los estudiantes que si pudieron utilizar su estilo de aprendizaje tampoco obtuvieron mejores notas que los estudiantes que no usaron su estilo de aprendizaje de preferencia. Por otro lado, sí se encontraron técnicas de estudio especificas que no tenían que ver con el estilo de aprendizaje (apuntes de clase o practicar con el microscopio) que se relacionaban con un mejor rendimiento académico.

Es una gran pérdida de recursos intentar capacitar a los maestros y profesores para que adapten todos sus programas a las preferencias de aprendizaje de cada estudiante. En cambio los maestros y profesores deben recibir formación que les permita entrenar a sus alumnos para desarrollar habilidades de aprendizaje flexibles que puedan utilizar dependiendo de las características de los temas y materias a abordar.

Referencia del estudio original:
Husmann, P. R. and O’Loughlin, V. D. (2018), Another nail in the coffin for learning styles? Disparities among undergraduate anatomy students’ study strategies, class performance, and reported VARK learning styles. American Association of Anatomists. . doi:10.1002/ase.1777

Fuente: Digest PBS


  1. La teoría de los estilos de aprendizaje es el mito numero 18 en el libro de “Los 50 grandes mitos de la psicología popular” de Scott Lilienfeld, et al. 2012. ↩
  • Artículos Recomendados de la Web

7 ‘estudios Cochrane’ demuestran que la homeopatía no sirve para nada

  • 18/04/2018
  • David Aparicio

El Instituto Cochrane es una reconocida organización independiente destinada a estudiar y evaluar la evidencia de los tratamientos médicos con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas. En su última revisión sobre la efectividad de los tratamientos homepáticos — ya han hecho siete revisiones — se demuestra que este tipo de tratamiento no sirve para nada. Santiago Campillo lo explica en Xakata:

Desde que en 2010 esta institución pusiera de manifiesto que no existen evidencias científicas sobre la validez de lo que afirma la homeopatía (que cura, que es más potente cuanto más diluida, etc.), se han publicado hasta seis importantes estudios analizando de manera particular su supuesta aplicación.

Dichos estudios contemplan el cáncer, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, el asma, la demencia, la gripe y la inducción del parto. Estos crean un panorama bastante amplio, correspondiendo a las enfermedades generalmente tratadas por la homeopatía. Todos, atendiendo a una metodología escrupulosa y bajo la responsabilidad de profesionales independientes, llegaron a la misma conclusión: no sirve para nada.

Con esta última revisión sobre el sistema respiratorio, más general, la homeopatía recibe otro nuevo revés. Ya que sus defensores han decidido aferrarse con dientes y uñas al más mínimo indicio que les permita continuar vendiendo** sus productos, es necesario ir desmontando sus afirmaciones, si es que esto es posible, una a una.

Lee el artículo completo en Xakata.

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  • Salud Mental y Tratamientos

Estrategias eficaces para reducir el perfeccionismo en los pacientes con ansiedad social

  • 18/04/2018
  • Equipo de Redacción

Tips para psicoterapeutas, es una sección con recomendaciones breves para ayudar a terapeutas que enfrentan dificultades en la consulta o se encuentran estancados en algún proceso del tratamiento. Puedes leer todos los artículos aquí.

El perfeccionismo refleja una tendencia a establecer estándares imposiblemente altos para uno mismo (u otros) que pretenden medir la valía de las personas en función de que si cumplen o no estos estándares. El perfeccionismo elevado es común en las personas con ansiedad social. Los pacientes socialmente ansiosos con elevado perfeccionismo a menudo experimentan discrepancias entre los estándares que tienen sobre su propio desempeño social y la capacidad percibida de alcanzar esos estándares. Estas personas experimentan a menudo una preocupación excesiva acerca de las evaluaciones que hace las demás personas sobre su desempeño social. Para ayudar a estos pacientes los terapeutas suelen utilizar una serie de estrategias para reducir el perfeccionismo:

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los orígenes de la esquizofrenia

  • 18/04/2018
  • Pablo Malo Ocejo
A lo largo del siglo XIX se produjo un enorme aumento del ingresos en todo Occidente de pacientes en las instituciones psiquiátricas de la época, los manicomios. El promedio anual de ingresos en un manicomio norteamericano típico pasó de 31 en 1820 a 182 en 1870 y el promedio de pacientes por manicomio de 57 a 473. Es interesante que este incremento de los números y la necesidad de más asilos fue apreciado por los ciudadanos de la época. Decía un banquero de Nueva York a un psiquiatra inglés en 1875: “no sé por qué es así.Cuestan mucho dinero pero nunca sabemos cómo se escapa el dinero. Siempre hay un grifo que gotea en alguna parte”. En Alemania el índice de confinamiento pasó de un paciente por cada 5.300 personas en 1852 a uno por cada 500 en 1911. Tan pronto como era construido un manicomio se necesitaba otro. La falta de camas era la preocupación constante de las autoridades. Decía un doctor en 1911: “es preocupante cómo aumentan las necesidades de cuidados de pacientes en instituciones, sin guardar relación con un aumento de la población”. En la alta Bavaria un bromista dijo en 1907 que si el aumento persistía en aquella proporción, en 222 años la población completa de la provincia estaría en un manicomio. Y lo mismo ocurría en Francia e Inglaterra aunque no voy a dar cifras.
En Alemania el índice de confinamiento pasó de un paciente por cada 5.300 personas en 1852 a uno por cada 500
El por qué ocurrió el aumento de los pacientes constituye una gran controversia dentro de la historia de la psiquiatría. Hay diversas hipótesis pero, siguiendo a Edward Shorter en su libro de Historia de la Psiquiatría, las causas serían dos: una redistribución de los pacientes y un aumento real de las enfermedades psiquiátricas. Algo del incremento en los ingresos en los manicomios pudo deberse a la redistribución de los pacientes que pasaron de ser cuidados por sus familias a ser internados. Las causas de esta redistribución probablemente hay que buscarlas en la industrialización y en el cambio en el estilo de vida que llevó acarreado. Llegó un momento en que las familias no podían atenderlos en casa. La otra explicación es que realmente aumentaron algunas enfermedades psiquiátricas. Hay datos de que esto ocurrió efectivamente con la neurosífilis que era el diagnóstico de una buena proporción de los pacientes ingresados en los manicomios, aunque es un misterio también por qué aumento tanto la neurosífilis precisamente en esa época porque la sífilis está documentada desde la Edad Media, y hubo un gran aumento especialmente en el cuarto final del siglo XIX. Otra causa del tremendo aumento de ingresos en los manicomios fueron las enfermedades relacionadas con el alcohol: psicosis, delirium tremens, etc. El aumento de la bebida fue muy sustancial en lo que un historiador ha llamado “la edad de oro de los borrachos”. En Inglaterra, el consumo de alcohol por persona aumentó un 57% entre 1801 y 1901, desde menos de medio galón por persona y año a más de tres cuartos. Mientras el adulto norteamericano bebía de promedio 1,8 galones de alcohol absoluto en 1845, esta cifra había crecido a 2,6 en 1910. Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX en Francia la producción total de alcohol se multiplicó por catorce. El consumo cerveza en las décadas centrales del siglo XIX en Baviera se duplicó. El aumento del nivel de vida y la producción barata de alcohol mediante el azúcar de remolacha fue lo que produjo ese aumento; el campesino francés medio empezó a beber vino a diario en las comidas y el artesano alemán cerveza, o lo que tuviera más a mano. Tanto en Francia como en Alemania o en Inglaterra un 20% de las admisiones (10% en mujeres) se debían a alcoholismo.
Otra causa del tremendo aumento de ingresos en los manicomios fueron las enfermedades relacionadas con el alcohol: psicosis, delirium tremens, etc.
Así que juntando la neurosífilis, el alcoholismo y el cambio social debido a la industrialización explicamos una buena parte del aumento de los ingresos en el siglo XIX en los manicomios. Pero hay razones también para creer que hubo un aumento significativo de la esquizofrenia durante ese siglo. Las primeras descripciones de lo que ahora reconocemos como esquizofrenia aparecieron en 1809 con Pinel en Francia y Haslam en Inglaterra. Es entonces cuando se describe una enfermedad de aparición en jóvenes que cursa con psicosis y con un deterioro (Morel y luego Kraepelin la llamaron demencia precoz) de facultades mentales e intelectuales. Algunos lo llamaron “idiotismo” en jóvenes o “locura adolescente”, pero el caso es que estos autores describen una aparentemente nueva enfermedad que se presentaba como psicosis en adultos jóvenes y que progresaba a locura crónica. Antes de 1,800 no existe prácticamente ninguna descripción de este tipo de presentación de la enfermedad ni en la literatura médica ni en la literatura en general, es decir ni en novelas, biografías ni en otro tipo de textos. Esto es lo que llevó a Edward Hare a lanzar la “hipótesis reciente” de la esquizofrenia y a plantear que la principal causa del aumento de ingresos en asilos en el siglo XIX fue la esquizofrenia. Otro autor partidario de la hipótesis reciente es Edwin Fuller Torrey que la defiende en su libro Schizophrenia and Civilization, de 1980. Describe Torrey en su libro cómo los primeros psiquiatras que se trasladaron a Africa encontraron psicosis reactivas breves que no se cronificaban pero que a medida que fue llegando la civilización empezaron a aparecer cuadros crónicos. Lo mismo describe en Nueva Guinea donde la colonización empezó por la costa y empezaron a aparecer allí esquizofrenias mientras que en el interior de la isla la esquizofrenia era rara predominando cuadros psicóticos agudos. Tanto Hare como Torrey han defendido la hipótesis infecciosa de la esquizofrenia pensando que la causa de la misma podría ser algún parásito como el toxoplasma o algún virus, pero también podría ser cualquier otro factor ligado a la civilización: el consumo de azúcar, desinfectantes o tóxicos, componentes de la dieta, insecticidas, etc. Puede ser interesante comentar que un factor de riesgo asociado a la esquizofrenia es la urbanicidad que, según algunos, podría explicar un tercio de las esquizofrenias. Es decir, la exposición a un ambiente urbano durante la infancia aumenta el riesgo de padecer esquizofrenia. Este factor es compatible con el infeccioso que proponen Hare y Torrey (es sabido que la urbanicidad favorece la difusión de enfermedades y la probabilidad de que los parásitos tengan un reservorio en el que acantonarse) y es también compatible con hipótesis sociales como la que proponen Cooper y Sartorius que plantean que la industrialización alteró la estructura de las comunidades y las familias. Estos autores sugieren que bien la enfermedad es nueva o que se hizo crónica con la industrialización.
Antes de 1800 no existe prácticamente ninguna descripción de este tipo de presentación de la enfermedad ni en la literatura médica ni en la literatura en general, es decir ni en novelas, biografías ni en otro tipo de textos.
Hay que decir que hay autores opuestos a la hipótesis reciente de la esquizofrenia como Bark o Jeste y cols., que han rastreado en la literatura universal de todas las épocas y defienden que hay descripciones compatibles con lo que actualmente conocemos como esquizofrenia. Revisan textos babilónicos, hindúes y medievales y apuntan a descripciones creíbles de algo similar a la esquizofrenia. Señalan, por ejemplo, que Enrique VI de Inglaterra pudo ser esquizofrénico o el personaje Poor Mad Tom del rey Lear, de Shakespeare. Estos autores proponen que lo que ahora conocemos como esquizofrenia se corresponde con parte de los cuadros que en otros tiempos se catalogaban como mania o melancolía. Es imposible dar una respuesta definitiva pero es llamativo que siendo la esquizofrenia una enfermedad que afecta al uno por ciento de la población no existan descripciones de la esquizofrenia en textos psiquiátricos anteriores a 1.800 y que en la literatura laica haya que buscar con empeño para encontrar descripciones compatibles cuando sí las encontramos de la epilepsia, la meningitis o la difteria en textos babilonios, por ejemplo. Por otro lado David Healy, sostiene que la esquizofrenia está despareciendo actualmente. Comenta que en Gales los casos han disminuido y que desde 2005 apenas han visto casos nuevos y que lo que ahora se encuentran son psicosis inducidas por tóxicos, trastornos de personalidad, etc., pero no la esquizofrenia clásica. Healy hace referencia al gran aumento que estamos comentando en el siglo XIX y sugiere el papel que ha podido jugar el plomo en la etiología de la esquizofrenia. ¿Cómo podemos resumir todo lo tratado en este artículo? Pues un relato de los hechos creíble con respecto a la historia de la esquizofrenia podría ser el siguiente. O bien la esquizofrenia es reciente o bien existían casos reales de esquizofrenia (psicosis de aparición en la adolescencia con deterioro) pero no eran muy frecuentes en la antigüedad. Por algún factor desconocido que aparece en el siglo XIX ligado a la industrialización, ese curso crónico de las psicosis — que antes solían ser breves — aumenta. Estos factores desconocidos se han mantenido durante el siglo XX y parece que ahora están dejando de actuar y la esquizofrenia está empezando a desaparecer. Una última cosa: ¿qué pasa con los factores genéticos — que sabemos que están implicados en la esquizofrenia — cuando estamos hablando todo el rato de factores ambientales como virus, urbanicidad o cambios sociales? Creo que no hay ninguna incompatibilidad. Lo ilustro con un ejemplo especulativo. Entre los genes que se han encontrado relacionados con la esquizofrenia algunos están en el cromosoma 6 y tienen que ver con la inmunidad y sabemos también que la exposición a influenza durante el embarazo aumenta el riesgo de padecer esquizofrenia. Sería teóricamente posible que sólo algunas personas que tuvieran una configuración genética determinada presentaran una reacción autoinmune a un virus (la gripe u otro) y que la mayoría de las personas no tuviera problemas. Sabemos también que reaccione autoinmunes como las que se producen en las encefalitis límbicas dan cuadros psicóticos. Lo más probable es que la causa de la esquizofrenia haya que buscarla en una interacción gen-ambiente porque sea cual sea el factor relacionado con la industrialización implicado en la esquizofrenia (si es que existe) es probable que nos esté afectando a todos (por ejemplo, un virus, un insecticida o el plomo) pero que solo el uno por ciento de los afectados desarrolle la enfermedad. _Articulo publicado previamente en Evolución y Neurociencias y cedido por su autor para su publicación en Psyciencia.Referencias bibliográficas: Edward Shorter. Historia de la Psiquiatría. Desde la época del manicomio a la era de la fluoxetina. J&C Ediciones Médicas. 1997 Hare E (1979) Schizophrenia as an infectious disease. Br J Psychiatry 135: 468-470 Bark N. M. (1988) On the history of schizophrenia: evidence of its existence before 1800. Hey York State Journal of Medicine 88: 374-383
  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Los siete factores de la efectividad terapéutica (PDF)

  • 17/04/2018
  • David Aparicio

Parecería que el avance de la Psicología nos debería aumentar la confianza respecto a nuestras prácticas, sin embargo la prolifera- ción de técnicas, protocolos, enfoques,… nos genera, más bien, una sensación de confusión; la duda sobre si quizás estamos en la opción correcta o nos estamos equivocando de paradigma terapéutico. Los metanálisis y revisiones sistemáticas procuran poner orden intentando averiguar qué terapias psicológicas son más efectivas.

Sin embargo, los resultados no son concluyentes y más bien parecen indicar que ningún enfoque psicológico predomina sobre otro. Ante esta situación la pregunta que emerge es: ¿qué factores comparten las distintas técnicas que las convierte en eficaces? Son muchas las categorizaciones sobre factores comunes. En este artículo desvelaremos los 7 factores comunes que consideramos clave para explicar la efectividad terapéutica. Esta clasificación no tiene ninguna pretensión más que provocar la reflexión.

Descarga el artículo completo en formato PDF.



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Autores: Jenny Moix y Victoria Carmona – Universidad Autónoma de Barcelona

Publicado en la revista académica Papeles del Psicólogo.

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Herramientas para la escritura académica: Artículos/Tesis (curso online)

  • 16/04/2018
  • David Aparicio

Con el curso online de Herramientas para la escritura académica conocerás y aprenderás 4 organizadores bibliográficos gratuitos que te ahorrarán mucho trabajo a la hora de escribir tus artículos y tesis.

Para que te hagas una idea. Con estas herramientas puedes generar las citas bibliográficas mientras redactas tu investigación y al mismo tiempo generar una lista de referencias en el formato APA o en el formato que quieras en Word. Una maravilla que te ahorrará mucho tiempo y esfuerzo.

¿A quién va dirigido?
– Estudiantes universitarios de grado
– Estudiantes universitarios de posgrado
– investigadores
– tesistas



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¿Qué aprenderé?
– Organizar y sistematizar sus citas y referencias bibliográficas
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¿Qué incluye?
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Agradecemos a UDEMY, nuestro sponsor de la semana.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¡Cuidado! Vienen las normas APA

  • 12/04/2018
  • Gustavo Toledo Lara

Son tan temidas como incomprendidas. En efecto, las normas APA se han constituido en el talón de Aquiles de muchos estudiantes. Todo por leer con prisa. Posiblemente el problema empiece cuando nos vemos entre innumerables formas de hacer las referencias, además de las muy conocidas citas literales o no literales. En un primer momento, es perfectamente normal sentirse abrumado ante tanta cantidad de información. No obstante, la metodología es tan mágica que hasta para esto tiene solución.

Si bien es cierto que en el mundo existen varios estilos, las normas APA suelen ser las más generalizadas (aunque no las únicas) y en el mundo universitario, son las más empleadas principalmente en las ciencias sociales. A continuación, vamos a ver de manera resumida algunos estilos que existen en la actualidad incluyendo las normas APA para poder apreciar y reconocer que las diferentes normas tienden a adaptarse según sea la naturaleza de la disciplina o campo de estudio.

  1. Estilo APA (Conocido también como normas APA). Creado en 1929 por la American Psychological Association. Establece el formato para todo tipo de citas y documentos en Psicología y Ciencias Sociales. Incluye también la estructura de los documentos, longitud, puntuación, cuadros, abreviaturas, y citas bibliográficas.
  2. Estilo Harvard referencing. Generalmente utilizado en algunos países de Norteamérica. Es una forma de realizar las citas en contexto y de hacer las correspondientes listas de referencias. Su principal característica es el empleo de las citas en contexto con el formato “autor-fecha” o “autor (fecha)”, según sea el caso.
  3. Estilo Chicago (CMS) (CMOS). Generalmente utilizado en algunos países de Norteamérica en áreas de historia, ciencias sociales, arte, musicología y literatura. Es uno de los estilos bibliográficos más antiguos y más conocidos. El CMS establece las normas de estilo de edición, organización del texto, notas, citas, entre otros aspectos.
  4. Estilo Vancouver (1978)  Establecido por el International Committee of Medical Journal Editors (ICMJE) y usado por las principales revistas de Medicina. Este estilo define el modo para la distribución de estudios e informes biomédicos. Por otro lado, señala normas y recomendaciones para la publicación de artículos científicos, revisiones, citas bibliográficas, ediciones.

Todas, absolutamente todas las investigaciones cuentan con una serie de textos que han sido realizados sobre temas o aspectos relacionados con aquello que se estudia o investiga.  Lo importante es reconocer que esos textos consultados son actuales ya que nos indican los temas que se manejan de manera reciente, y sobre todo nos ayuda a conocer a aquellos investigadores que se dedican a un tema en específico. Por lo tanto, al tener nuestro tema objeto de estudio, procedemos a buscar lo anteriormente descrito.  Esto se conoce como revisión bibliográfica.



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Ahora bien, teniendo un acceso a la información prácticamente ilimitado, ¿Por qué cuesta tanto hacer una revisión bibliográfica? Seguramente existan muchas respuestas ante esta interrogante (y hasta podría ser un buen tema de investigación). Entre todas las razones, la más generalizada es no saber para qué sirve hacer una revisión bibliográfica y creo que aquí está el detalle.

¿Por qué cuesta tanto hacer una revisión bibliográfica?

Al disponernos a hacer nuestra revisión bibliográfica, es importante no perder de vista el tema objeto de estudio y los posibles temas que puedan vincularse al mismo, de tal manera de contar con un panorama lo más completo posible sobre aquello que estamos estudiando.  En este mismo orden de ideas, una investigación debe reflejar que efectivamente el investigador ha encontrado un número importante de textos que refuerzan y apoyan la investigación, es decir, hay que disponerse a buscar y a leer y aquí hay otro detalle: la lectura.

Por ejemplo, al usar el navegador para buscar bibliografía, una buena estrategia al ubicar el texto es leer el resumen y no solo limitarnos al título de este. El resumen nos ofrece un panorama de la temática que se trata en ese texto y nos permite identificar si efectivamente podemos aprovecharlo o no. Si detectamos que ese texto nos puede servir para lo que estamos investigando allí si procedemos a hacer su respectiva referencia en la bibliografía y podemos leer el contenido y subrayar las ideas principales y secundarias o derivadas que más se ajusten a nuestro texto. A excepción de las obras clásicas, como norma general debemos consultar aquellos textos cuya edición no supere los 10 años.

Hay otro aspecto que se suele preguntar con mucho afán, siempre preguntan, ¿cuántas referencias necesito? Pues esta pregunta no tiene una respuesta exacta, desde luego, no estamos hablando de un par de textos, estamos hablando de un número importante ya que en sí misma la revisión bibliográfica también es una investigación y es un criterio de valoración en todo el mundo investigativo con lo cual, habla mucho de la calidad, rigor y validez del trabajo. Una muestra de esto se puede observar por ejemplo al utilizar google académico: allí se puede escribir la expresión “revisión bibliográfica” y podrán apreciar la gran cantidad de investigaciones que consisten precisamente en estudiar un tema a partir exclusivamente de la revisión bibliográfica, con lo cual, esta actividad es fundamental y sustantiva en toda investigación.

No obstante, al extraer una fuente de Google académico por ejemplo, se ofrece la posibilidad de copiar la manera de citarse según las normas APA, pero aquí hay un pequeño problema: no siempre esa referencia se ajusta exactamente a los que es una referencia APA, es más, suele ocurrir que el sistema que construye la referencia, no distingue los nombres de los apellidos y cuando copiamos esa referencia sin revisar, no coincide con los datos del autor, por lo tanto, la cita en el texto no se va a corresponder con la referencia.

no le temamos a las normas APA

Una buena forma de “limitar” de una forma controlada el uso de las normas APA tanto para la citación como para las referencias bibliográficas, es seleccionar bien las fuentes consultadas. Mientras más diversas sean, mayor será la forma de referenciarlas. Lo más recomendable es acudir siempre a las fuentes fiables y que estén contrastadas (como por ejemplo artículos arbitrados o libros). Pero todo se tiende a complicar cuando consultamos foros, páginas web, correos electrónicos, entrevistas, vídeos, entre otros, con lo cual, para cada una de estas fuentes hay que hacer un tipo de referencia bibliográfica.

Si intentamos hacer una revisión más concentrada, podremos utilizar, por ejemplo, tres formas de hacer las referencias bibliográficas: 1) las referencias que se corresponden a los libros, 2) las referencias que se corresponden a artículos de revistas científicas, 3) las referencias que se corresponden a documentos legales, decretos, normativas, entre otros. De esta manera, y dependiendo siempre del tema y naturaleza de nuestra investigación, vamos a manejarnos entre tres tipos de referencias, en lugar de múltiples tipos que pueden confundirnos.

Pues bien, no le temamos a las normas APA. Están allí para mantener el rigor y la calidad de lo que hacemos y como ha de presentarse. Lo que si es cierto es que una vez que se termina el trabajo, entre agobios y risas puede que se olviden muchas cosas, pero las APA hacen todo lo posible para que no sean olvidadas fácilmente.

Artículo previamente publicado en el blog de la Universidad Isabel I y cedido para su publicación en Psyciencia.com

Imagen: Pexels

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El 30% de nosotros escucha algo cuando vemos videos silenciosos

  • 12/04/2018
  • Rita Arosemena P.

En algunas personas, los estímulos visuales evocan sensaciones auditivas, una experiencia que los investigadores llaman vEAR, o sinestesia auditiva de movimiento.

Si alguna vez has visto un vídeo silencioso de un hombre gritando y has escuchado realmente el grito, puede que estés dentro del 20-30% de personas que experimentan este fenómeno, de acuerdo con los investigadores Christopher Fassnidge y Elliot Freeman.

Fassnidge y Freeman publicaron hace 10 años el primero artículo en torno al vEAR; ahora, luego de una década de espera, ambos dan continuidad al tema a través de una publicación en Cortex donde nos informan que este curioso hecho se trata, en realidad, de algo notablemente común que podría presentarse en el 20-30% de las personas.



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Para llegar a esta conclusión, los investigadores examinaron los datos de más de 4,000 voluntarios, junto con 126 participantes pagados. El grupo completo visualizó 24 videos silenciosos de 5 segundos de duración de escenarios del mundo real y también imágenes más abstractas, como patrones cambiantes. Usando una escala de 0 a 5, indicaron cuánta sensación auditiva experimentaron con cada video.

Cortesía de Giphy | ¿Escuchas algo?

También respondieron una serie de otras preguntas, incluso sobre la experiencia pasada de vEAR y cualquier otra sinestesia (cuando una percepción a través de una modalidad sensorial desencadena una percepción sensorial en otra modalidad).

El 31 por ciento de este grupo pagado (un porcentaje aún mayor, de hecho, que en el grupo no remunerado más grande) informó de una experiencia pasada de vEAR.

En lo que respecta a los resultados de la encuesta, cualquier persona que calificó la mitad de los videos en 3 o más se identificó como sujeto experimentador de vEAR. Poco más del 20 por ciento de los participantes pagos cayeron en esta categoría.

Estos hallazgos sugieren que el fenómeno dista mucho de ser considerado raro.

Los videos de mayor audiencia a menudo representan eventos relativamente familiares que se asocian de manera confiable con sonidos particulares (como puños golpeando un saco de boxeo), lo que sugiere que la comprensión de lo que está sucediendo en la escena estuvo involucrada en la experiencia de vEAR.

Sin embargo, en las personas que informaron experiencia previa de vEAR, incluso los videos que contienen patrones abstractos parpadeantes o en movimiento podrían desencadenar percepciones de sonido.

Una cuestión de energía

Fassnidge y Freeman descubrieron que estos videos tenían altos niveles de «energía de movimiento» sin procesar (imagine un letrero de neón parpadeante, por ejemplo, comparado con un video silencioso de una persona gritando, mucha más energía, ¿correcto?).

Cortesía de Giphy

Esta sensibilidad específica a la energía del movimiento sugiere, según los investigadores, que en algunas personas el movimiento visual – más que el significado de una escena – afecta las percepciones auditivas directamente.

Dado que los participantes con experiencia previa en vEAR también tenían más probabilidades de informar otras sinestesias, como ver flashes en reacción a escuchar sonidos repentinos en la oscuridad, es posible que los dos fenómenos estén relacionados.

La sinestesia se ha asociado con una «excitabilidad» cortical más alta de lo normal, y los investigadores consideran que la excitabilidad cortical también podría estar involucrada en el vEAR.

Dado que los voluntarios no remunerados fueron reclutados a través de anuncios con texto como «¿Experimenta movimiento auditivo?«, es posible que haya un sesgo de autoselección. Pero, en la inscripción, los participantes pagos no sabían de qué se trataba el estudio, por lo que, en teoría, deberían ser más representativos de la población general.

Fuente: Research Digest; Science Direct

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Los adolescentes que dicen malas palabras son vistos como menos inteligentes y confiables

  • 12/04/2018
  • Rita Arosemena P.

Cuida tu vocabulario, pequeño saltamontes. Sería el mejor consejo que podemos comenzar a darle a los chicos de ahora en adelante.

Aún cuando las palabrotas y las ofensas son comunes en la mayoría de las culturas y se han convertido en elementos cotidianos de la vida, podríamos estar ante un fenómeno de repercusiones poco convenientes para los jóvenes que se acostumbran a hablar de esta manera.

A menudo, los chicos consideran que maldecir es parte de ser joven y cool, y «qué demonios importa, si todo el mundo habla de la misma maldita forma…»



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Esta es una oportunidad crítica para que los profesores de lingüística capturen un as bajo la manga: una nueva razón de peso para desalentar el uso de palabrotas en el vocabulario de los adolescentes.

No solo se escucha mal, también te hace quedar mal

Todos vivimos la efervescencia de los años de pubertad como una etapa donde toma especial importancia sentirse integrado con el resto, lo que explica por qué muchos jóvenes adoptan el uso de palabrotas progresivamente, incluso si antes no las utilizaban.

Desde luego, lo que los chicos piensan es que esto les hace quedar bien con sus compañeros; sin embargo, podrían estar obteniendo el efecto contrario sin darse cuenta.

De acuerdo con un nuevo artículo publicado en el Journal of Language and Social Psychology, la selección de las palabras influye mucho en el modo en que somos percibidos por los demás. De hecho, los adolescentes que maldicen e insultan casualmente fueron juzgados por los estudiantes universitarios como menos inteligentes y menos confiables, un precio demasiado alto a pagar por sentirse cool por un momento.

Las autoras del estudio, Melanie DeFrank y Patricia Kahlbaugh, reclutaron a 138 estudiantes, incluidas 101 mujeres. Los participantes completaron un cuestionario donde se les pedían que calificaran la ofensividad de 10 palabrotas.

Las palabras en orden de mayor a menor ofensa, de acuerdo con las calificaciones de los participantes, fueron: perra, carajo, bastardo, mierda, culo, idiota, púdrete, trasero, cagada y maldición. Los participantes también calcularon la frecuencia con que usaban y escuchaban este tipo de palabras. Mientras que el 17 por ciento dijo que usaba entre cero y cinco al día, algo más del 20 por ciento reportó haber usado más de 21 todos los días. El trece por ciento dijo haber escuchado entre cero y cinco, pero el 20 por ciento informó haber escuchado más de 21 al día.

A continuación, los participantes leyeron dos supuestas conversaciones entre dos jóvenes de 15 años. Se les pidió que imaginaran que estaban escuchando estas conversaciones, y en cada caso, tenían que calificar al primer orador con base en la impresión general, la inteligencia, la confiabilidad, la sociabilidad, la cortesía y la simpatía.

Los diálogos se presentaron como entre dos hombres, dos mujeres o un hombre y una mujer. Además, uno o ambos oradores usaron malas palabras de la lista, o ninguno de los dos lo hizo. En todos los demás aspectos, las conversaciones fueron exactamente las mismas.

Decir palabrotas hace ver a los adolescentes como menos inteligentes, confiables, agradables, más ofensivos y más agresivos

DeFrank y Kahlbaugh descubrieron que, en general, además de ser considerados menos inteligentes y menos confiables, tanto los hombres como las mujeres que decían palabrotas eran considerados menos agradables, más ofensivos y más agresivos. Además, los oradores (hombres o mujeres) que maldecían durante una conversación de género mixto fueron calificados como menos sociables, y los hombres que usaban palabrotas en una conversación con mujeres fueron calificados como más ofensivos.

Esto fue a pesar del hecho de que poco menos de la mitad de los participantes dijeron que no consideraban que la versión con palabrotas del diálogo fuera «profana». Incluso las malas palabras que los estudiantes percibieron como más ofensivas, «perra» y «mierda», solo calificaron a la mitad de la escala ofensiva, en promedio, y algunos estudiantes las calificaron como completamente inofensivas.

«A pesar de que la gente no considera el … lenguaje ofensivo, todavía se ven afectados por él y lo usan para juzgar a los demás, lo que sugiere un efecto subliminal», explican DeFrank y Kahlbaugh.

Las investigadores consideran que las personas se han vuelto muy insensibles respecto a las palabras que seleccionan porque consideran que no son tan importantes. Sin embargo, la percepción de los demás aún se ve influenciada por el lenguaje, y esto podría ser una señal importante para que muchos comiencen a pensarlo dos veces antes de integrar el uso de palabrotas a su vida cotidiana.

Fuente: Research Digest; Sage Journals

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Cómo distinguir a un líder valioso de un falso gurú

  • 11/04/2018
  • David Aparicio

Miguel Ángel Bargueño expone en El País una serie de recomendaciones para distinguir a un verdadero líder de los charlatanes y gurús que proliferan en todas las profesiones, especialmente en la psicología, y que prometen una nueva luz para los problemas que la ciencia no ha podido responder. Uno de los puntos que más interesantes del texto es que todos somos vulnerables al efecto de la convicción con que presentan sus datos:

“Son varios los factores que nos llevan a creer en dudosos cabecillas. Por un lado, la personalidad de estos. Según Oltra, «sentimos una atracción instintiva hacia personas capaces de proyectar una gran convicción y confianza en una causa, un producto o una idea. No nos gusta la incertidumbre, de modo que la seguridad en las opiniones nos resulta atractiva».”

Por otro, el perfil del incauto, que puede ser cualquiera. «Todos podemos pasar por periodos durante los cuales somos más vulnerables a la influencia de un grupo o un tipo carismático», indica el experto. «Si tenemos problemas personales y alguien nos ofrece soluciones rápidas y efectivas, es probable que intentemos probarlas».

O, simplemente, «tenemos una preferencia personal, una identidad cultural o una obsesión que nos hace más susceptibles a la persuasión», continúa. Si, por ejemplo, estamos obsesionados con nuestro envejecimiento, somos más susceptibles a ser persuadidos por una persona o una empresa que vende un producto antienvejecimiento. «A veces también nos dejamos guiar por nuestra tendencia inconsciente a la imitación. Si observamos ciertas conductas en nuestro entorno, quizá acabemos reproduciendo estas conductas».

La explicación Bargueño da en el clavo con una experiencia que viví hace unos días cuando escuchaba una clase de EMDR. En esta clase la especialista cautivaba a la audiencia con una impecable elocuencia y una inquebrantable convicción sobre las bondades de esta terapia y su supuesta superioridad ante otro tipo de tratamientos. Cuando en realidad esta terapia es fuertemente cuestionada y la propia APA la categoriza como un tratamiento controversial porque su evidencia no es tan robusta como sus practicantes hacen ver (puedes leerlo aquí). Claro, la especialista no iba a pararse ahí para exponer las criticas a la terapia que usa todos los días. No digo que ella sea una falsa gurú. Pero fue impresionante ver como las habilidades de comunicación y lenguaje se imponen ante la propia evidencia en un grupo de psicólogos.

Por eso aprovecho para compartirles la conclusión del propio artículo



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“Lo exigen los tiempos que vivimos. «Todos debemos practicar el escepticismo. Esa es la palabra clave. No creernos todo. Y si algo nos interesa, no lo desestimemos solo porque está en Internet» continúa Broglia. La experta recomienda buscar más información para poder formar una opinión con todos los hechos.”

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