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Publicaciones por mes

agosto 2018

39 Publicaciones
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Sexualidad, mucho más que sexo – Curso online de la Universidad de los Andes

  • David Aparicio
  • 21/08/2018

La mayoría de las personas, en algún momento de la vida, hemos experimentado inseguridad para hablar acerca de sexualidad con niñas, niños, estudiantes, pareja o colegas. Al finalizar este curso serás capaz de hablar de la sexualidad de manera clara, directa, usando información actualizada y sin sentimientos de vergüenza. Además, podrás diferenciar la sexualidad de los conceptos de sexo, género, orientación sexual y genitalidad. También describirás con seguridad los procesos biológicos, psicológicos y socioculturales que intervienen en el desarrollo de la sexualidad a lo largo de la vida. Asimismo, vas a lograr establecer la relación de la sexualidad con las decisiones que toman las personas en diferentes áreas, al igual que con su bienestar físico, psicológico y social.

En síntesis, al terminar el curso Sexualidad, mucho más que sexo habrás perfeccionado habilidades para tu trabajo y tu propia vida y podrás explicar por qué la sexualidad es mucho más que sexo.

Este curso está dirigido a personas que trabajan en educación, promoción de la salud y procesos comunitarios. También es muy útil para madres y padres de familia, y para cualquier persona interesada en superar barreras para hablar acerca de la sexualidad.

Requisitos o preparación previa recomendada

Todas las personas interesadas en la temática son bienvenidas. No se necesita una preparación previa específica. El conocimiento que has adquirido a lo largo de la vida sobre la sexualidad es suficiente para avanzar en el proceso.

Formato del curso

Cada lección consistirá en una serie de videos de 3 a 7 minutos de duración cada uno. En cada lección vas a encontrar actividades de evaluación formativas, es decir, actividades que favorecen la autoevaluación, la reflexión personal y el análisis crítico de información. Al finalizar cada una de las lecciones vas a encontrar una evaluación sumativa que te va a permitir verificar tu comprensión del tema y el cumplimiento de los objetivos que te proponemos. En algunas lecciones hemos incluido lecturas complementarias para reforzar o ampliar la información que te proporcionamos.

Organizaciones Aliadas

La producción de este curso ha contado con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas – UNFPA

¿Qué dicen los estudiantes que han tomado previamente este curso?

El curso cuenta con más de 1.400 reseñas de sus estudiantes y tiene un nivel de 4.8 estrellas de calidad. Sin duda los estudiantes han encontrado que el curso es de mucho beneficio para su desempeño laboral y cotidiano.

Fecha de inicio e inscripción

El curso inició el 20 de agosto pero todavía estás a tiempo de inscribirte. El curso tiene dos modalidades. Una versión gratuita en la que tienes acceso a todo el curso (sin certificación) y la versión de pago de 29 dólares que incluye la certificación de la Universidad de Los Andes y de Coursera.

Para inscribirte y obtener más información ingresa aquí.

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  • Salud Mental y Tratamientos

¿Lo que cura es la relación terapéutica?

  • Fabián Maero
  • 21/08/2018

Artículo publicado en Grupo ACT y cedido para su publicación en Psyciencia.

Con cierta frecuencia (digamos, una de cada tres clases), mientras estoy hablando en clase de algún tipo de evidencia para alguna psicoterapia, escucho la siguiente objeción:

Pero a fin de cuentas — dice algún alumno —  lo que cura es la relación terapéutica.

Mis reacciones ante tal enunciado son varias. La más usual es una contracción involuntaria del párpado derecho y una mirada consternada; sólo de tanto en tanto sucede que arroje al educando en cuestión un objeto contundente por la cabeza.

Pero no creo que sea una buena reacción, el papel de la relación terapéutica en psicoterapia es fascinante, y creo que mi fastidio en esos casos merece una explicación más meditada y coherente que arrojar al educando en cuestión el proyector por la cabeza –de paso, reitero ante las autoridades de la Universidad mis disculpas por ese incidente, no va a volver a pasar.

Si bien el argumento tal como se suele presentar es bastante directo (“lo que cura es la relación terapéutica”), podríamos decir suele tomar dos formas ligeramente diferentes, a saber:

  1. La relación terapéutica importa más que el modelo o técnicas que se utilicen
  2. La relación terapéutica es lo que genera la mejoría

Ante de proseguir, querría despejar el terreno, aclarando lo siguiente: creo que la relación terapéutica es importante, y nadie que trabaje en psicología clínica pondría esto en duda. Alguna vez escribí — más probablemente plagié – que es preferible tener una buena relación terapéutica, ya que el trabajo terapéutico se resiente cuando uno de los dos amenaza con un “te voy a moler a palos”, o si la terapeuta se pone a revisar el celular mientras el paciente habla.

Creo, eso sí, que tanto la forma de utilizar el argumento como la función que suele cumplir en las discusiones, merecen algunas consideraciones. Por esto, lo que sigue será un torpe intento de exponer los motivos por los cuales no me convence el argumento, y de examinar el asunto — quizá incluso si tenemos suerte, pensar un poco.

Veremos cómo sale, pero no tengan muchas expectativas. Aclaro que voy a utilizar el término relación terapéutica (en lugar de alianza terapéutica, que es un término más amplio, por ejemplo) porque es el término que se suele utilizar al hablar de este asunto, no por una cuestión conceptual. Realizados todos los prolegómenos, examinemos entonces algunos de los puntos débiles del argumento sobre la relación terapéutica.

Resultados específicos de las terapias

La afirmación con respecto a la supremacía de la relación terapéutica forma parte de la célebre discusión de los factores comunes o inespecíficos, y el nefasto veredicto del pájaro Dodo: “todas las psicoterapias son igualmente efectivas”. Visto desde esta óptica, se postula que la relación terapéutica (entre otros factores inespecíficos) es lo importante, mientras que los procedimientos específicos de cada terapia son mínimamente relevantes.

Esta forma del argumento resulta particularmente cuestionable cuando examinamos la eficacia de las psicoterapias y los distintos procedimientos en diagnósticos y condiciones específicas. Sucede que hay copiosa evidencia que sugiere que la elección de modelo sí es importante en varios diagnósticos: algunos modelos funcionan mejor, algunos funcionan peor — no en todos los diagnósticos, pero sí en un número no despreciable de ellos.

Por ejemplo, hace un tiempo revisamos una investigación comparando TCC versus terapia psicoanalítica para el tratamiento de la bulimia (Poulsen et al., 2014) cuyos resultados arrojaron una clara superioridad de TC en todos los aspectos — me gusta ilustrar con esa investigación porque fue realizada por investigadores de orientación psicoanalítica. Encontramos resultados similares si examinamos lo que sucede con trastornos alimentarios (Fairburn et al., 2015), o con estrés traumático agudo (Bryant, Harvey, Dang, Sackville, & Basten, 1998), entre otros varios diagnósticos(Tolin, 2010). Por supuesto, esto no es así en todos los casos ni en todos los diagnósticos; por ejemplo, en depresión las diferencias de efectividad entre los modelos tienden a desdibujarse (Leichsenring, 2001), algo que hemos discutido torpe y extensamente en este artículo.

hay copiosa evidencia que sugiere que la elección de modelo sí es importante en varios diagnósticos

No quisiera convertir esto en una revisión de la efectividad comparada de modelos, porque no es esa la intención de este artículo, sino destacar esto: mucha evidencia señala que sí importa el modelo y los recursos que se utilizan. Algunas terapias ayudan más, otras menos, e incluso algunas terapias pueden llegar a empeorar la sintomatología de los pacientes (por ejemplo, véase Bisson, Jenkins, Alexander, & Bannister, 1997).

Podríamos incluso examinar la evidencia para técnicas o procedimientos, en lugar de las terapias consideradas globalmente, y nuevamente encontraríamos que los procedimientos utilizados tienen efectos bien diferenciados. Por ejemplo, hay evidencia de que trabajar con creencias centrales en depresión puede de hecho empeorar los síntomas depresivos (Hawley et al., 2017), y que trabajar con enunciados positivos sobre sí mismo puede empeorar el estado de ánimo en personas depresivas (Wood, Elaine Perunovic, & Lee, 2009).

En otras palabras, la evidencia señala la existencia de varias situaciones clínicas en las cuales las diversas formas de abordar el sufrimiento psicológico y los procedimientos que en ellas se emplean tienen efectos bien diferentes.

Relación terapéutica y resultados terapéuticos

– “Pero la evidencia también señala que la relación terapéutica está asociada a resultados terapéuticos” –se me objetará en este punto, y con justísima razón. Efectivamente hay docenas de investigaciones que indican algún grado de asociación entre relación terapéutica y resultados terapéuticos.

Pero, es menester recordar aquí el viejo adagio: correlación no implica causa, y esta es la segunda objeción que podemos hacer al respecto. Una buena relación terapéutica y buenos resultados terapéuticos van juntos, pero ¿en qué orden van? ¿Es la relación terapéutica lo que genera mejoría?

No es una pregunta menor, porque de hecho hay investigaciones que señalan que la relación va en la dirección opuesta a lo que habitualmente se asume. Esto es: que los buenos resultados terapéuticos predicen una buena relación terapéutica (Feeley, DeRubeis, & Gelfand, 1999; Webb, Beard, Auerbach, Menninger, & Björgvinsson, 2014). Si lo pensamos en nuestra práctica clínica, de hecho tiene sentido. Tenemos una mejor relación terapéutica con nuestras pacientes cuando el tratamiento avanza satisfactoriamente, mientras que cuando el tratamiento se estanca sin producir mejorías, la relación terapéutica suele deteriorarse.

Los buenos resultados terapéuticos predicen una buena relación terapéutica

De manera que al revisar la correlación entre resultados y relación terapéutica, es necesario tener en cuenta tanto el marco temporal en que ocurren, como así también la presencia de terceras variables que pudieran estar afectando ambos factores.

Cuando no hay relación terapéutica

La tercera objeción que podríamos hacerle al argumento de la relación terapéutica es este: existen intervenciones en las que se produce mejoría sin que haya una relación terapéutica.

Existen un buen número de investigaciones sobre el uso de recursos de autoayuda (como por ejemplo Ho et al., 2015; Lindner et al., 2018; Ritzert et al., 2016). En particular en los últimos diez años, con la generalización del uso de internet y teléfonos celulares inteligentes, hemos visto una proliferación de terapias administradas a través de internet, con mínimo o ningún contacto con un terapeuta, para temas tan variados como abuso de alcohol (Gonzalez & Dulin, 2015; Spijkerman et al., 2010), cesación tabáquica (Civljak, Sheikh, Stead, & Car, 2010), ideación suicida (Guille et al., 2015), insomnio (Bernstein et al., 2017), estrés traumático (Knaevelsrud, Brand, Lange, Ruwaard, & Wagner, 2015; Simblett, Birch, Matcham, Yaguez, & Morris, 2017), por nombrar algunos casos de una larga, larga lista.

En todos estos casos observamos mejoría terapéutica sin la presencia de una relación terapéutica concreta — podría objetarse que quizá se establezca una suerte de relación terapéutica con el libro o la aplicación, pero si un concepto teórico no distingue entre un psicólogo y un Nokia 1100, podríamos argüir que quizá adolezca de cierta imprecisión.

La existencia de estas terapias, y la robustez de algunos de sus resultados, permiten poner en cuestión la afirmación de que la relación terapéutica es absolutamente necesaria para la mejoría.

¿Para qué sirve la relación terapéutica?

Resumiendo nuestras objeciones basadas en la evidencia disponible para la afirmación de que la relación terapéutica es condición necesaria y suficiente para el cambio terapéutico:

  1. La evidencia señala que ciertos modelos y técnicas específicas tienen un impacto distinguible en un buen número de diagnósticos.
  2. En algunos casos, una buena relación terapéutica pareciera ser un resultado de la mejoría del paciente, más que su causa.
  3. Existen intervenciones con mínima o ningún contacto personal y que de todos modos son eficaces para varios problemas psicológicos.

Pensar que basta con cierta calidez o afabilidad por parte de la terapeuta para que un paciente mejore sería pecar de ingenuidad

Esto no equivale a decir que la relación terapéutica sea irrelevante, por supuesto. Lo que estamos tratando de señalar aquí es que las cosas son un poco más complicadas de lo que parece.
Más allá de la evidencia, el argumento que afirma que la relación terapéutica es lo que cura suele ser utilizado por representantes de modelos que son particularmente prolíficos en especulación teórica, lo cual suscita este interrogante: si lo que cura es la relación terapéutica, ¿a qué viene tanta especulación?

Particularmente porque tampoco se suele especificar cuáles son las cualidades deseables de una relación terapéutica beneficiosa, y esto me parece particularmente peligroso. Una relación entre dos personas puede ser curativa o devastadora, y la relación entre terapeuta y paciente no es la excepción. Pensar que basta con cierta calidez o afabilidad por parte de la terapeuta para que un paciente mejore sería pecar de ingenuidad.

Reemplacemos entonces la afirmación por una pregunta y veamos hacia dónde nos lleva: ¿cuáles son las características de una buena relación terapéutica?

La relación terapéutica como contexto

Lo que podemos considerar es que toda relación consiste en lo que las personas hacen en ella, una serie de conductas mutuamente influidas – y en el caso de la psicoterapia nos interesa particularmente la influencia del terapeuta en el paciente.

Podemos entender a la relación terapéutica como parte del contexto terapéutico, y en tanto tal, asignarle una especificidad

La conducta es función del contexto y la terapeuta es parte privilegiada del contexto de la paciente, por lo cual sus conductas, sus formas de responder, las actividades que propone, propician o desalientan cambios en el paciente. Hace un tiempo, por ejemplo, revisamos una investigación que señalaba que una terapeuta dubitativa y compasiva tiene un impacto más positivo en sus pacientes que una terapeuta excesivamente segura de sí misma.
Podemos entender a la relación terapéutica como parte del contexto terapéutico, y en tanto tal, asignarle una especificidad. Es en estas cosas en las cuales nada es tan práctico como una buena teoría. Y como trabajamos y escribimos más frecuentemente desde el modelo ACT, podríamos postular, siguiendo el modelo, que una buena relación terapéutica está determinada por las acciones del terapeuta. Podríamos postular que una buena relación terapéutica es aquella en la cual la terapeuta, trabajando en sesión:

  • Le hace espacio al malestar, propio y del paciente, sin evitar, desconectarse, desviar la conversación o inmediatamente proponer formas de generar alivio o confort.
  • Evita juicios, etiquetas y críticas, y utiliza un lenguaje que facilite tomar a los pensamientos propios y del paciente con cierta distancia, de manera más bien liviana y tentativa.
  • Permanece presente a lo que sucede y redirige la conversación hacia lo que va surgiendo en la sesión, sean gestos, acciones, expresiones emocionales del paciente, como también las propias experiencias internas. Favorece una conversación centrada en el presente más que puramente referida al pasado o futuro.
  • Examina los contenidos que fueran surgiendo desde múltiples perspectivas, y permite a cada uno ponerse en los zapatos del otro.
  • Muestra interés en el sentido y propósito en las actividades y contenidos del paciente, propicia conversaciones al respecto, y se muestra abierta respecto a los propios valores.
  • Explora y propone acciones concretas que sean significativas para las direcciones vitales de la paciente.

Por supuesto, no hace falta mucha sagacidad para notar que estoy describiendo los seis ejes del modelo de flexibilidad psicológica de ACT en tanto se aplican a la relación terapéutica. Desde ese lugar, creo que sí, la relación terapéutica cura, pero sólo en tanto la interacción conforma un contexto que refuerza procesos de flexibilidad psicológica. Así como propiciamos ese contexto a través de metáforas, ejercicios, prácticas de meditación, registros, etc., lo propiciamos a través de las interacciones en terapia, de lo que posibilitamos, proponemos, y en cómo respondemos. Lo podríamos decir así: no basta con cualquier relación terapéutica, sino una que propicie determinadas conductas.
En cierto modo, estamos intentando darle una cierta especificidad a los factores inespecíficos.

Espero que les haya aburrido lo menos posible toda la perorata, y que alguna de las ideas robadas y aquí expuestas les sea de interés.

¡Nos leemos la próxima!

Referencias bibliográficas
Bernstein, A. M., Allexandre, D., Bena, J., Doyle, J., Gendy, G., Wang, L., … Drerup, M. (2017). “Go! to Sleep”: A Web-Based Therapy for Insomnia. Telemedicine and E-Health, 23(7), 590–599. https://doi.org/10.1089/tmj.2016.0208

Bisson, J. I., Jenkins, P. L., Alexander, J., & Bannister, C. (1997). Randomised controlled trial of psychological debriefing for victims of acute burn trauma. The British Journal of Psychiatry : The Journal of Mental Science, 171, 78–81. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9328501

Bryant, R. A., Harvey, A. G., Dang, S. T., Sackville, T., & Basten, C. (1998). Treatment of acute stress disorder: A comparison of cognitive-behavioral therapy and supportive counseling. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 66(5), 862–866. https://doi.org/10.1037/0022-006X.66.5.862

Civljak, M., Sheikh, A., Stead, L. F., & Car, J. (2010). Internet-based interventions for smoking cessation. In J. Car (Ed.), Cochrane Database of Systematic Reviews (p. CD007078). Chichester, UK: John Wiley & Sons, Ltd. https://doi.org/10.1002/14651858.CD007078.pub3

Fairburn, C. G., Bailey-Straebler, S., Basden, S., Doll, H. A., Jones, R., Murphy, R., … Cooper, Z. (2015). A transdiagnostic comparison of enhanced cognitive behaviour therapy (CBT-E) and interpersonal psychotherapy in the treatment of eating disorders. Behaviour Research and Therapy, 70, 64–71. https://doi.org/10.1016/j.brat.2015.04.010

Feeley, M., DeRubeis, R. J., & Gelfand, L. A. (1999). Thetemporal relation of adherence and alliance to symptom change in cognitive therapy for depression. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 67(4), 578–582. https://doi.org/10.1037/0022-006X.67.4.578

Gonzalez, V. M., & Dulin, P. L. (2015). Comparison of a smartphone app for alcohol use disorders with an Internet-based intervention plus bibliotherapy: A pilot study. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 83(2), 335–345. https://doi.org/10.1037/a0038620

Guille, C., Zhao, Z., Krystal, J., Nichols, B., Brady, K., & Sen, S. (2015). Web-Based Cognitive Behavioral Therapy Intervention for the Prevention of Suicidal Ideation in Medical Interns. JAMA Psychiatry, 72(12), 1192. https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2015.1880

Hawley, L. L., Padesky, C. A., Hollon, S. D., Mancuso, E., Laposa, J. M., Brozina, K., & Segal, Z. V. (2017). Cognitive-Behavioral Therapy for Depression Using Mind Over Mood: CBT Skill Use and Differential Symptom Alleviation. Behavior Therapy, 48(1), 29–44. https://doi.org/10.1016/j.beth.2016.09.003
Ho, F. Y.-Y., Chung, K.-F., Yeung, W.-F., Ng, T. H., Kwan, K.-S., Yung, K.-P., & Cheng, S. K. (2015). Self-help cognitive-behavioral therapy for insomnia: A meta-analysis of randomized controlled trials. Sleep Medicine Reviews, 19, 17–28. https://doi.org/10.1016/J.SMRV.2014.06.010

Knaevelsrud, C., Brand, J., Lange, A., Ruwaard, J., & Wagner, B. (2015). Web-based psychotherapy for posttraumatic stress disorder in war-traumatized Arab patients: randomized controlled trial. Journal of Medical Internet Research, 17(3), e71. https://doi.org/10.2196/jmir.3582

Leichsenring, F. (2001). Comparative effects of short-term psychodynamic psychotherapy and cognitive-behavioral therapy in depression. Clinical Psychology Review, 21(3), 401–419. https://doi.org/10.1016/S0272-7358(99)00057-4

Lindner, P., Miloff, A., Fagernäs, S., Andersen, J., Sigeman, M., Andersson, G., … Carlbring, P. (2018). Therapist-led and self-led one-session virtual reality exposure therapy for public speaking anxiety with consumer hardware and software: A randomized controlled trial. Journal of Anxiety Disorders. https://doi.org/10.1016/J.JANXDIS.2018.07.003

Poulsen, S., Lunn, S., Daniel, S. I. F., Folke, S., Mathiesen, B. B., Katznelson, H., & Fairburn, C. G. (2014). A randomized controlled trial of psychoanalytic psychotherapy or cognitive-behavioral therapy for bulimia nervosa. The American Journal of Psychiatry, 171(1), 109–116. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2013.12121511

Ritzert, T. R., Forsyth, J. P., Sheppard, S. C., Boswell, J. F., Berghoff, C. R., & Eifert, G. H. (2016). Evaluating the Effectiveness of ACT for Anxiety Disorders in a Self-Help Context: Outcomes From a Randomized Wait-List Controlled Trial. Behavior Therapy, 47(4), 444–459. https://doi.org/10.1016/J.BETH.2016.03.001

Simblett, S., Birch, J., Matcham, F., Yaguez, L., & Morris, R. (2017). A Systematic Review and Meta-Analysis of e-Mental Health Interventions to Treat Symptoms of Posttraumatic Stress. JMIR Mental Health, 4(2), e14. https://doi.org/10.2196/mental.5558

Spijkerman, R., Roek, M. A., Vermulst, A., Lemmers, L., Huiberts, A., & Engels, R. C. (2010). Effectiveness of a Web-Based Brief Alcohol Intervention and Added Value of Normative Feedback in Reducing Underage Drinking: A Randomized Controlled Trial. Journal of Medical Internet Research, 12(5), e65. https://doi.org/10.2196/jmir.1465

Tolin, D. F. (2010). Is cognitive–behavioral therapy more effective than other therapies?A meta-analytic review. Clinical Psychology Review, 30(6), 710–720. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2010.05.003
Webb, C. A., Beard, C., Auerbach, R. P., Menninger, E., & Björgvinsson, T. (2014). The therapeutic alliance in a naturalistic psychiatric setting: Temporal relations with depressive symptom change. Behaviour Research and Therapy, 61, 70–77. https://doi.org/10.1016/j.brat.2014.07.015

Wood, J. V, Elaine Perunovic, W. Q., & Lee, J. W. (2009). Positive Self-Statements. Psychological Science, 20(7), 860–866. https://doi.org/10.1111/j.1467-9280.2009.02370.x

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Adolescentes antisociales que aman los riesgos tienden a morir jóvenes

  • Rita Arosemena P.
  • 21/08/2018

Los riesgos son parte esencial de la vida; después de todo, todos necesitamos una chispa de adrenalina de vez en cuando.

A diferencia de los adolescentes sin este diagnóstico, los adolescentes antisociales afrontan los riesgos de forma distinta. Suelen recurrir a conductas dañinas, como el abuso de sustancias, en mayor frecuencia que los adolescentes no antisociales, todo guiado por una tendencia a romper las reglas y desafiar la autoridad.

Las consecuencias van más allá de una representación contemporánea de Rebelde sin causa: de acuerdo con investigadores del Instituto de Genética del Comportamiento de los Estados Unidos, estos adolescentes podrían ser hasta 5 veces más propensos a morir jóvenes, con el consumo excesivo de sustancias y la conducción irresponsable entre las causas de muerte más comunes. El suicido y las muertes que resultan de asaltos se unen a la lista.

Los investigadores tomaron la decisión de realizar el estudio luego de darse cuenta de que un gran número de personas registradas en la base de datos de Genética de la dependencia antisocial de drogas (una investigación realizada en 1993), ya habían muerto. Estadísticamente, más del 4% de los sujetos de estudio originales, en comparación con menos del 1% del grupo de control.

La edad promedio de mortalidad fue de 32.7 años.

De acuerdo con datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, durante el año 2015 las principales causas de muerte en adolescentes de entre 15 y 19 años fueron: accidentes, suicidio y homicidio. También se menciona la intoxicación por abuso de sustancias.

Un hallazgo muy curioso apunta a los desórdenes de conducta como factores de riesgo más importantes que el abuso de sustancias. «Le ponemos mucha atención al abuso de sustancias, y definitivamente es importante, pero no le ponemos la misma atención a la tendencia a romper las reglas. Quizás, deberíamos hacerlo», opina John Hewitt, co autor del estudio y director del Instituto de Genética del Comportamiento.

Hewitt también opina que los peligros que enfrentan los adolescentes antisociales a medida que avanzan hacia la edad adulta debería ser «una importante preocupación de salud pública», a pesar de la pobreza de los resultados que puede ofrecer una investigación:

«Si tienes un adolescente que exhibe problemas de conducta extrema, busca ayuda. No se trata solo de evitar que hagan cosas malas, sino también de salvar sus vidas», recomienda.

En el siguiente enlace, puedes encontrar un pdf que detalla la dinámica de la impulsividad y la búsqueda de sensaciones fuertes como predictores de la conducta antisocial en adolescentes.

Fuente del estudio: Richard Border, Robin P. Corley, Sandra A. Brown, John K. Hewitt, Christian J. Hopfer, Shannon K. McWilliams, Sally Ann Rhea, Christen L. Shriver, Michael C. Stallings, Tamara L. Wall, Kerri E. Woodward, Soo Hyun Rhee. Independent predictors of mortality in adolescents ascertained for conduct disorder and substance use problems, their siblings and community controls. Addiction, 2018; DOI: 10.1111/add.14366

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El estrés en la infancia podría aumentar la sensibilidad a la cocaína

  • Rita Arosemena P.
  • 21/08/2018

Las experiencias traumáticas en la infancia podrían alterar permanentemente el sistema inmunitario periférico y central, lo que aumentaría la sensibilidad de la respuesta inmune a la cocaína.

Así lo informa un estudio conducido por la Fundación IRCCS Santa Lucía y la Universidad La Sapienza, de Roma. La investigación fue publicada en la revista Biological Psychiatry, y describe cómo la exposición al estrés psicosocial durante la primera infancia puede afectar la estructura de las células inmunes e inflamatorias en ratones de laboratorio, resultando en un mayor comportamiento de búsqueda de drogas.

Es importante recordar que los ratones comparten características muy similares con los seres humanos, de modo que los investigadores comparan el estrés psicosocial durante los primeros años de vida de una rata con una infancia difícil en humanos, y la búsqueda de drogas en ratones con un aumento en la respuesta inmune a la cocaína en adultos.

«Nuestro trabajo enfatiza una vez más la importancia del entorno emocional en el que se crían nuestros hijos y en qué medida un entorno sereno y estimulante puede proporcionarles un ‘arma’ adicional contra el desarrollo de psicopatologías» – Dra. Valeria Carola, autora del estudio

Estos resultados explican por qué el 50 por ciento de las personas que experimentan maltrato físico o psicológico durante la infancia desarrollan problemas de adicción. De igual forma, el estudio podría brindar luces a la posibilidad de crear métodos de intervención farmacológica preventivos, para evitar la activación inmune durante los primeros años de vida y reducir la prevalencia de casos de adicción a la cocaína en la adultez.

Para la realización del experimento, se indujo a un grupo de ratones con 2 semanas de nacidos a situaciones de estrés psicosocial exponiéndolos a un adulto macho amenazante. Luego, los investigadores examinaron las células inmunes en la adultez, y encontraron que el estrés en una etapa tan temprana había alterado la estructura de la microglia (nombre que reciben estas células), así como del área ventral tegmental, una región cerebral que juega un papel muy importante en el sistema de recompensa y también en la búsqueda de drogas.

Los hallazgos indican que el estrés social temprano en ratones jóvenes aumentó la liberación de moléculas inflamatorias de los glóbulos blancos, lo cual se amplificó aún más por la exposición a la cocaína, en comparación con los ratones de control.

Además, el estudio también comparó el funcionamiento del sistema inmune en 38 adictos a la cocaína y 20 voluntarios saludables. Los investigadores encontraron que las personas que habían sufrido maltrato en la infancia presentaban niveles más altos de expresión en los genes relacionados a la función inmune, lo que estuvo relacionado con los participantes adictos a la cocaína en la adultez.

Fuente del estudio: Luisa Lo Iacono, Clarissa Catale, Alessandro Martini, Alessandro Valzania, Maria Teresa Viscomi, Valerio Chiurchiù, Ezia Guatteo, Silvia Bussone, Fabiana Perrone, Paola Di Sabato, Eleonora Aricò, Alberto D’Argenio, Alfonso Troisi, Nicola B. Mercuri, Mauro Maccarrone, Stefano Puglisi-Allegra, Pietro Casella, Valeria Carola. From Traumatic Childhood to Cocaine Abuse: The Critical Function of the Immune System. Biological Psychiatry, 2018; DOI: 10.1016/j.biopsych.2018.05.022

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El poder corrompe el cerebro

  • Rita Arosemena P.
  • 20/08/2018

En una época donde los líderes mundiales han sobrepasado la línea de lo descabellado más de una vez, vale la pena preguntarse si el poder no solo es una «droga» en los libros de historia, sino en el estricto sentido de la palabra.

El poder ha sido de gran interés para un sinnúmero de investigadores en distintas áreas. Los historiadores, filósofos, politólogos, sociólogos, psicólogos y neurocientíficos han conceptualizado y estudiado el poder desde tiempos remotos. Una de las definiciones más exactas podría ser la del politólogo Robert Dhal, que se refirió al poder en 1957 de la siguiente manera:

«(A) TIENE poder sobre (B) en la medida en que pueda lograr que (B) haga algo que no haría de otra forma»

Al respecto, neurocientíficos como Sukhvinder Obhi de la Universidad McMaster en Ontario han publicado estudios que respaldan la teoría del poder como una especie de enfermedad neurodegenerativa, un cáncer silencioso pero evidente que lleva a los líderes a rebelarse en contra de todo principio moral y de las personas que les ayudaron a ascender.

Hace un año, Obhi emprendió un estudio donde analizó dos tipos de cerebro distintos: la cabeza de los poderosos Vs. la cabeza de los no tan poderosos, bajo una máquina de estimulación magnética transcraneal. Los resultados indican que el poder afecta un proceso neural específico, el «reflejo», que ha sido asociado con la empatía.

las personas con poder podrían sufrir un proceso de degradación progresiva sobre esta área del cerebro que les hace perder algunas de las capacidades que necesitan para exhibir preocupación o bondad hacia los demás.

En otras palabras, las personas con poder podrían sufrir un proceso de degradación progresiva sobre esta área del cerebro que les hace perder algunas de las capacidades que necesitan para exhibir preocupación o bondad hacia los demás. Irónico, si consideramos que es la preocupación y bondad por los otros lo que lleva a muchas personas a ascender a puestos de poder.

Los hallazgos de Obhi han sido verificados también en otros estudios. En 2006, por ejemplo, se pidió a un grupo de voluntarios dibujar una letra E en sus frentes para que otros la vieran; el dibujo debía ser realizado viéndose a uno mismo desde el punto de vista de un observador. Resulta que aquellas personas que se sentían poderosas tuvieron 3 veces más probabilidades de dibujar la E de forma correcta por sí mismos.

¿Suena un poco al presidente Trump y sus habilidades supersónicas?

Fuente del estudio: Civile, C. & Obhi, S.S. J Nonverbal Behav. Power Eliminates the Influence of Body Posture on Facial Emotion Recognition. Springer US. 2016; 40:283. https://doi.org/10.1007/s10919-016-0233-0

Fuente: The Atlantic

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Terapia integral de parejas, curso online-presencial con el Dr. Jorge Barraca en Ecuador

  • David Aparicio
  • 20/08/2018

Existe una plétora de terapias, pero muy pocas cuentan con la evidencia y la robustez científica de la terapia integral de parejas para ayudar a las personas en el tratamiento de los retos y adversidades que desarrollan dos personas dentro de la diada que denominamos como relación de pareja.

La terapia integral de parejas es una propuesta terapéutica categorizada dentro de las terapias de tercera generación que se nutre del conductismo para desarrollar un modelo explicativo de los conflictos maritales y abarca situaciones extremadamente complejas como la infidelidad, deterioro de la pareja y comorbilidad de otros trastornos. Todo esto através de un amplio repertorio de habilidades y técnicas terapéuticas como la aceptación (unión empática y separación unificada), el intercambio de conductas, desarrollo de habilidades de comunicación, etc.

Para mejorar las habilidades de los terapeutas en Ecuador, el centro NeuroCorp, invita a todos los terapeutas y estudiantes de psicología a especializarse en el curso online-presencial de terapia integral de parejas que se llavará a cabo en la ciudad de Quito, en Ecuador, del 7 al 9 de septiembre del presente año y que será desarrollado por el Dr. Jorge Barraca Mairal (España), especialista y coautor de importantes libros de terapia de parejas.

El temario del curso incluye:

  • Introducción a los conflictos de pareja: ¿Por qué hay discusiones entre la pareja?
  • El surgimiento de la Terapia Integral Conductual de Pareja (IBCT)
  • Rasgos fundamentales del planteamiento de la IBCT
  • El modelo explicativo de los conflictos de pareja desde la IBCT
  • Proceso terapéutico de la IBCT
  • Evaluación de los problemas de pareja
  • La formulación del caso – Análisis Funcional
  • Técnicas de intervención I: Técnicas de promoción de la Aceptación
  • Técnicas de intervención II: Técnicas de promoción de la Tolerancia
  • Técnicas de intervención III: Técnicas Conductuales para el Cambio
  • Abordaje de situaciones difíciles y variantes en la aplicación (infidelidad, parejas del mismo sexo, violencia doméstica, etc.)
  • Conclusiones sobre el modelo y la intervención desde la IBCT.
  • Valoración crítica

Puedes descargar el brochure completo en formato PDF.
​
Acerca de Jorge Barraca Mairal
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​Jorge Barraca es doctor en Psicología, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica, Certificado EuroPsy – Specialist in Psychotherapy por la Federación de Asociaciones Europeas de Psicología (EFPA). Ha sido colaborador de la Fordham University de Nueva York y del Boston College. Es Profesor Titular de Universidad y dirige el Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Camilo José Cela (Madrid). Entre sus últimos libros para profesionales pueden mencionarse Activación conductual para el tratamiento de la depresión (en coautoría con Marino Pérez Álvarez) y Terapia integral de pareja , ambos publicados con la Editorial Síntesis. En formato más divulgativo acaba también de publicar: “TERAPIA INTEGRAL DE PAREJA PASO A PASO” (Madrid, Ed. Grupo 5).

Datos del taller

El taller se realizará en las oficinas de Neuro Corp en Quito, Ecuador, durante los días del 7 al 9 de septiembre: El 7 de Septiembre: 14h00 – 19h30 y el 8-9 de Septiembre: 09h00 – 18h30. El curso incluye 20 horas presenciales y 20 horas en modalidad online para el desarrollo y estudio del material presentado.

Inversión:
150 USD hasta el 30 de Agosto
200 USD día del evento

Inscripción:

Para inscribirte o para obtener más información ingresa aquí o también puedes enviar un email a:[email protected].

Agradecemos a NeuroCorp, nuestro sponsor de la semana.

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

No hay diferencia psicológica en niños de parejas del mismo sexo

  • Rita Arosemena P.
  • 20/08/2018

Las parejas del mismo sexo suelen toparse con obstáculos comunes al momento de iniciar un proceso de adopción, entre ellos, el estigma social que las acusa de ser potencialmente peligrosas para la adaptabilidad social de los niños.

Algunas frases habituales en contra de las familias «diversas» son: «el niño crecerá confundido por tener dos mamás o dos papás», y «seguramente el niño también será homosexual, porque imitará todo lo que ve en ellos». 

La buena noticia para las parejas homosexuales es que la ciencia está de su lado (al menos en esto). Los estudios han demostrado que los niños que son criados por parejas del mismo sexo no muestran diferencias psicológicas importantes en comparación con los niños de parejas heterosexuales; a esta conclusión apuntan los resultados obtenidos por investigadores de la Universidad Sapienza (Roma), publicados en la revista Journal of Developmental & Behavioral Pediatrics, boletín oficial de la Sociedad para el Desarrollo y la Conducta Pediátrica.

De acuerdo con el estudio, con padres del mismo sexo o de diferente sexo, los niños se relacionan eficazmente en el entorno familiar y se obtiene una dinámica funcional. De hecho, algunos indicadores de funcionamiento familiar en el estudio fueron mejores entre padres del mismo sexo, particularmente, hombres homosexuales. Esto podría reflejar el alto nivel de compromiso de los hombres gay que formaron parte de la investigación, lo que a su vez influye en que se conviertan en buenos padres.

Además, hombres homosexuales en el estudio eran mayores y económicamente más estables, mejor educados y con relaciones más estables que las madres lesbianas y los padres de diferentes sexos.

En palabras de Roberto Baiocco, autor principal del estudio, los hallazgos sugieren que a los niños con padres del mismo sexo les va bien, «tanto en términos de ajuste psicológico como de comportamiento prosocial».

El estudio se suma a una diversidad de investigaciones que muestran que no hay un aumento en los problemas de los hijos de padres homosexuales o lesbianas en comparación con los hijos de padres heterosexuales.

Fuente del estudio: Roberto Baiocco, Nicola Carone, Salvatore Ioverno, Vittorio Lingiardi. Same-Sex and Different-Sex Parent Families in Italy. Journal of Developmental & Behavioral Pediatrics, 2018; DOI: 10.1097/DBP.0000000000000583

Fuente: Science Daily

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Videojuegos violentos crean niños violentos?

  • Rita Arosemena P.
  • 20/08/2018

La mayoría de los padres pegarían el grito al cielo si vieran a sus hijos en pleno simulacro de matanza y bombardeos en un videojuego militar, básicamente porque los juegos de vídeo son mucho más explícitos hoy en día que cuando Pacman y Mario Bross reinaban.

Por sentido común, muchas familias procuran evitar que los niños experimenten con videojuegos de contenido violento por miedo a que absorban e imiten lo que ven. La tarea no es nada fácil tomando en cuenta que los juegos de video con violencia explícita suelen captar la atención de un público muy amplio y diverso; Fortnite, por ejemplo, fue lanzado en septiembre del año pasado y ya supera los 125 millones de jugadores.

En Fortnite, los jugadores son motivados a utilizar armas para aniquilar a sus enemigos.

A todo esto, la buena noticia es que, hace unos meses, Psychology Today publicó un artículo que podría brindar una voz de aliento a los padres angustiados por lo que juegan sus hijos en la consola y en la red. De acuerdo con la publicación, elaborada por el Bronfenbrenner Center for Translational Research de la Universidad Cornell, las investigaciones en torno a los efectos perjudiciales de la violencia en los juegos de video son todavía demasiado inconclusas como para poder asumir una posición parcializada.

A lo largo de las últimas décadas, se han puesto en marcha múltiples estudios que pretenden analizar las consecuencias de los videojuegos violentos en los niños, específicamente, su correlación con problemas conductuales como la tendencia a la agresión, falta de empatía y bajo rendimiento en la escuela.

Muchos estudios han encontrado que las personas que juegan videojuegos violentos constantemente sí tienden a ser más agresivas, sin embargo, también hay evidencia de que existen otros factores que inciden en los efectos de los juegos de video violentos, entre ellos, el entorno familiar.

De hecho, un grupo de 230 académicos de distintas universidades alrededor del mundo envío una carta abierta a la APA en 2003 donde tilda la postura de la Asociación Americana de Psicología de «alarmista y engañosa», algo con lo que sin duda coinciden los fabricantes de videojuegos como Fortnite.

Objetivamente, lo único que puede concluirse en relación con los efectos de los juegos de video que exhiben un alto contenido de violencia es que, estadísticamente, no puede establecerse un vínculo entre las ventas de juegos de video violentos y un aumento en los crímenes o conducta agresiva de las personas. Además, existen falsos positivos y falsos negativos aplicables a las investigaciones en torno a videojuegos, lo que dificulta obtener resultados fiables.

Los padres que hayan podido observar respuestas negativas en la conducta de sus hijos (como irritabilidad o conductas indeseadas) como producto de la alta exposición a videojuegos violentos son libres de tomar sus propias medidas al respecto, ya sea restringiendo el consumo de dicho contenido en el hogar o estableciendo regulaciones. Finalmente, todos los niños poseen personalidades y necesidades distintas, y el estilo de crianza debe ser adaptado a dichas demandas.

Fuente: Psychology Today

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El mal sueño puede desatar la soledad y el rechazo social

  • Rita Arosemena P.
  • 17/08/2018

Un estudio conducido por la Universidad Berkeley fue publicado este mes en la revista Nature Communications; en él, los investigadores describen hallazgos interesantes en torno a la privación del sueño y cómo esta puede influir en que las personas se sientan más solas y menos propensas a interactuar con los demás, presentando prácticamente los mismos síntomas que los pacientes con ansiedad social.

La soledad y el aislamiento social juegan un papel muy importante en el aumento del riesgo de mortalidad, el desarrollo de afecciones mentales y problemas de salud físicos; los resultados sugieren que un mal descanso es el «enemigo público» a ser combatido para evitar que la privación conduzca a comportamientos disfuncionales.

La falta de sueño afecta las regiones cerebrales asociadas con la interacción social

El estudio, liderado por Eti Ben Simon, señala que la privación del sueño implica hipersensibilidad en las regiones neuronales que envían señales al cerebro durante el acercamiento humano, esto podría generar una «señal de repulsión social» debido a un deterioro en las regiones que fomentan la comprensión de la intención del otro (en otras palabras, una actitud pro social).

«Tal vez no sea una coincidencia que en las últimas décadas se haya observado un marcado aumento de la soledad y una disminución igualmente dramática en la duración del sueño. «Sin dormir lo suficiente, nos convertimos en (personas que tienden al) desvío social, y la soledad pronto aparece».

Eti Ben Simon, becario postdoctoral en el Centro de Ciencias del Sueño de Walker en UC Berkeley.

El estudio resume los principales problemas de salud que enfrentan las personas en aislamiento social: un mayor riesgo de muerte prematura, obesidad, enfermedades cardiovasculares, alcoholismo y suicidio. De acuerdo con los investigadores, el ser humano no evolucionó para estar solo, la socialización es parte fundamental en su desarrollo y bienestar. Debido a esto, existe un mecanismo biológico auto programado y tan eficaz como la inanición.

Los hallazgos sugieren que las personas con privación del sueño tienden a la evasión y aislamiento social, lo que puede poner en riesgo su salud a largo plazo.

En las pruebas de laboratorio, se contó con la participación de 18 adultos sanos (de entre 18 y 24 años). Los participantes se abstuvieron de tomar cafeína y alcohol durante 72 horas antes de cada sesión de estudio y se monitoreó su ritmo habitual de sueño y vigilia durante las tres noches previas a la participación en las pruebas. Los criterios de exclusión, evaluados mediante un cuestionario de preselección, incluyeron: antecedentes de trastornos del sueño, trastornos neurológicos, lesión de cabeza cerrada, trastornos psiquiátricos del Eje 1 (según los criterios del DSM-V), antecedentes de abuso de drogas y uso actual de antidepresivos o medicación hipnótica.

Los sujetos que informaron que dormían menos de 7 horas por noche o que consumían tres o más bebidas que contenían cafeína al día también se excluyeron de participar en el estudio. Ningún participante fue excluido del estudio debido a patrones de sueño deficientes. La duración media del sueño de los participantes varió de 7 a 9,8 horas de sueño, de acuerdo con los datos obtenidos mediante actigrafía.

Más adelante, los participantes ingresaron en un diseño de estudio de medidas repetidas que contenía dos sesiones: una después de una noche normal de sueño y una después de 24 horas de privación total del sueño. Este diseño sirvió para minimizar los factores relacionados con los participantes que pueden afectar el comportamiento social y la soledad (edad, sexo, nivel socioeconómico, estado laboral…).

En síntesis, los resultados indican que la falta de sueño lleva a los individuos a ser más evitativos socialmente, distanciándose de los demás; sin embargo, aún no queda claro si otras personas consideran que los individuos con privación del sueño son más solitarios y menos deseables para relacionarse con ellos.

Fuente: UC Berkeley; Nature Communications

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Estudio descubre por qué las mujeres sufren más de migraña

  • Rita Arosemena P.
  • 16/08/2018

Hombres: no siempre el dolor de cabeza es una estrategia evasiva.

De acuerdo con una investigación publicada el pasado 14 de agosto en la revista científica Frontiers, y realizada por expertos del Instituto de Biología Molecular y Celular de la Universidad Miguel Hernández (Elche, España), ciertos tipos de dolor crónico (como la migraña) pueden ser hasta 3 veces más comunes en las mujeres que en los hombres, lo que son, de cierta forma, buenas noticias para la credibilidad del sexo femenino.

El dolor crónico es una de las principales causas de fatiga y bajones en la productividad laboral, por ende, representa un «quiste» para la economía y la salud pública. Muchas personas combaten afecciones derivadas del dolor crónico cambiando su estilo de vida y aprendiendo a lidiar con el estrés, sin embargo, el trasfondo molecular y celular que explica la prevalencia del problema en las mujeres había sido una pieza faltante en el rompecabezas.

La leyenda urbana asegura que el sexo femenino usa la excusa del «dolor de cabeza» para salir por la puerta grande en más de una situación incómoda; no obstante, la investigación sugiere que la migraña podría deberse a diferencias hormonales a nivel gonadal y genético, lo que haría a las mujeres más vulnerables a esta dolencia.

Los hallazgos abren la puerta a nuevos tratamientos para combatir la migraña

Citando textualmente a los autores:

No hay duda de la existencia de una diferencia de sexo en las condiciones del dolor crónico, como la migraña, donde la prevalencia en las mujeres es dos o tres veces mayor que en los hombres. Aunque los mecanismos moleculares y celulares específicos que subyacen a este dimorfismo sexual todavía están bajo intensa investigación, parece claro un papel fundamental de las hormonas sexuales que regulan el sistema somatosensorial. Se creía que las hormonas sexuales actuaban principalmente para regular el sistema inmune, pero se está acumulando evidencia sobre un papel directo que modula la señalización de los nociceptores (receptores del dolor).

Los resultados del estudio (si bien preliminares) sugieren que las hormonas sexuales afectan a las células que rodean el nervio trigémino y los vasos sanguíneos conectados a la cabeza. Tomando en cuenta que los estrógenos presentan niveles más elevados en las mujeres en edad reproductiva, estos hallazgos explicarían por qué el sexo femenino manifiesta una mayor sensibilidad a la migraña.

Para los investigadores, el estudio marca el inicio de un nuevo camino por recorrer, donde los frutos finales podrían involucrar el desarrollo de métodos personalizados para el tratamiento de la migraña en las mujeres.

Fuente: Science Daily; Frontiers

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