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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Por qué preferimos seguir una rutina que hacer algo nuevo?

  • Mario Arosemena
  • 18/02/2016

Es normal que nos sintamos mucho más cómodos realizando las mismas acciones día tras día, siguiendo de manera ordenada un conjunto de procedimientos que nos ha resultado efectivo anteriormente.

De manera automática realizamos diferentes actividades cotidianas una y otra vez sin prestar atención a la rutina que hemos creado, ya sea desde algo tan simple como la ruta que tenemos acostumbrada para ir al trabajo hasta la forma de comportarnos frente a alguna situación en especial.

Conociendo esto me pregunto: ¿por qué preferimos seguir la misma rutina a hacer cosas nuevas? Quizás al no agregarle un paso nuevo al procedimiento al cual estamos tan acostumbrados o decidirnos por modificar los procedimientos ya establecidos, le cerramos la puerta a las posibilidades de tener nuevas experiencias que nos enriquezcan de alguna manera en el futuro.

Una forma sencilla de explicar la pregunta sería por medio de la utilización de teorías.

La teoría de la zona de confort postula que existe una zona en la cual nos encontramos cómodos, sin percepción de riesgos, sin embargo permaneciendo en ella no podemos aprender ni progresar porque no nos animamos a tomar riesgos.

Además, dicha teoría se refiere a la zona de confort como una especie  de condicionamiento mental que causa una persona para crear y operar fronteras mentales que no son reales. Estos límites crean en la persona un sentido de seguridad infundada. Al igual que la inercia, una persona que ha establecido una zona de confort en un eje determinado de su vida, tenderá a permanecer dentro de esa zona sin salir de ella.

Normalmente operamos dentro de esta zona cuando nos desempeñamos en nuestras tareas cotidianas, debido a que de otra forma sentiríamos ansiedad por tener que realizar acciones percibidas como “difíciles” o “desconocidas”, acciones que no nos atrevemos a considerar como alternativas para realizar.

A veces hacemos rutinarias nuestras actividades y conductas para reducir los riesgos y el estrés (Roche, 2013).

estamos reforzados positivamente por factores dentro de nuestras rutinas diarias que nos hace sentirnos “seguros”

Desde el conductismo, la teoría del condicionamiento operante explica la conducta voluntaria del cuerpo en su relación con el contexto.

Es decir, que ante un estímulo, se produce una respuesta voluntaria, la cual puede ser reforzada de manera positiva o negativa, provocando que la conducta operante se fortalezca o debilite. (Skinner, 1938).

Podríamos decir que estamos reforzados positivamente por factores dentro de nuestras rutinas diarias que nos hace sentirnos “seguros” dentro del rango establecido.

Un ejemplo:

Si estuviéramos eligiendo el mismo camino para ir hacía el trabajo por años lo convertiremos en una rutina, algo que percibimos como bueno ya que se nos hace familiar todo el contexto de ese camino, si existieran otros caminos para llegar al trabajo (por los cuales nunca hemos ido) y tuviéramos que elegir uno de estos nuevos caminos podríamos quizás sentir estrés (no sabemos cuánto tiempo nos tomará por el camino nuevo, ni se nos hace familiar el contexto), este pensamiento nos mantendrá en la zona de comodidad a la que estamos acostumbrados.

Ahora que sabemos esta información quizás nos preguntamos, ¿qué gano con salir de mi rutina?

Salir de la rutina nos da la oportunidad de obtener más conocimientos, una mejor flexibilidad, darnos la oportunidad de conocer algo de lo que conocíamos muy poco, en fin experiencias que nos servirán para avanzar en la expansión de nuestro aprendizaje.

Un estudio publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health, que analizó los resultados de cuestionarios aplicados a 50.797 noruegos del condado de Nord-Trøndelag, afirma que la participación en eventos culturales tiene un efecto positivo en el bienestar y la salud mental de las personas (Taberné, 2011).

Estos hallazgos, encontrados en una muestra tan numerosa, nos dicen exactamente que el 77% de los hombres y el 73% de las mujeres consideraron que su salud podía clasificarse como buena o muy buena. Por otro lado, el 90% de los sujetos percibía que sus niveles de ansiedad y depresión eran bajos o muy bajos (Taberné, 2011).

«Pero estos datos no se dan sólo por tratarse de actividades culturales, sino que cualquier ocupación que nos permita salir de la rutina, estar con más personas y salir de casa, ayuda a que nos encontremos mucho mejor, más felices y, por lo tanto, repercute en nuestra salud. Esto es lo que los especialistas llamamos ‘actividades distractoras’ que han de tener dos componentes para ser beneficiosas: distraer y tener un refuerzo positivo, es decir, que produzca en quienes la realizan cierto grado de placer», comenta la psicóloga clínica Rosa Melgar, quien trabaja en el centro Psiconfor (Taberné, 2011).

Abandonar la rutina conlleva unos pasos que podemos realizar en cualquier momento del día como realizar nuevas actividades, aprender o modificar hábitos, incorporar conocimientos y habilidades, explorar lugares desconocidos, etc.

cualquier ocupación que nos permita salir de la rutina, estar con más personas y salir de casa, ayuda a que nos encontremos mucho mejor, más felices

Debemos de tener en cuenta que, para salir de esta zona de confort/comodidad, una persona debe experimentar nuevos y diversos comportamientos y luego experimentar las novedosas respuestas que se producen en su entorno (positivas o negativas), las que nos llevaran a la repetición o no de ciertas respuestas conductuales, de las cuales debemos aprender para seguir expandiendo nuestra zona de comodidad.

Podemos iniciar dando pequeños pasos, volviendo al ejemplo del camino hacía el trabajo, un día que estemos libres podemos ir a experimentar las diferentes alternativas para comprobar si era cierto lo que pensábamos, de esta forma podremos salir de nuestra rutina teniendo la posibilidad de viajar por un camino nuevo y sin consecuencias negativas.

Así como lo aplicamos en este ejemplo se puede aplicar en cualquier aspecto de nuestra vida, queda en nosotros dar el primer paso y atrevernos a experimentar.

Referencias

Cregory Canija, H. (2013) Rompe con tu Zona de Confort, México D.F: ONIRO

Cuyper, K., Krokstad, S., Holmen, T.,  Knudtsen, M.,  Bygren, L., Y Holmen, J. (2011). Patterns of receptive and creative cultural activities and their association with perceived health, anxiety, depression and satisfaction with life among adults. Journal of Epidemiology and Community Health, 66(8), 698-703.

Gordon H. Bower, E. (1989) Teorías del Aprendizaje, México D.F: TRILLAS

Roche E., (2013) Coaching: La Zona de Confort.

Skinner B. (1938). El comportamiento de los organismos: Un análisis experimental, Cambridge, Massachusetts: B.F. Skinner Foundation.

Taberné, S., (2011), Más felices con Dalí y U2

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Psiquiatría sí, naturalmente – El País

  • David Aparicio
  • 16/02/2016

La semana pasada publicamos unos fragmentos de la entrevista que realizó el diario El País a Robert Whitaker, un periodista reconocido por sus investigaciones sobre el abuso en el consumo de psicofármacos y el creciente número de pacientes con trastornos mentales.

En la entrevista, Whitaker denuncia varias prácticas de la psiquiatría, especialidad médica que en opinión de él se encuentra sumida en una profunda crisis.

Sus declaraciones no pasaron desapercibidas y el propio presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Miguel Gutiérrez Fraile, pidió un espacio en el mismo diario para responder una a una las declaraciones de Whitaker.

Las respuestas de Guiterrez nos permiten conocer el otro lado de una realidad extremadamente compleja.

Aquí les compartimos algunos fragmentos:

Sobre los beneficios de los psicofármacos:

«En estas circunstancias, el descubrimiento de la clorpromazina en Francia (1951) supuso la primera revolución psicofarmacológica e influyó de forma neta en la posterior desinstitucionalización del enfermo psiquiátrico, hasta entonces, mayoritariamente recluido en establecimientos asilares. La enfermedad mental se consideraba prácticamente inmodificable y la sociedad excluía a estos enfermos de por vida. Los antipsicóticos supusieron un avance incontestable. Esto marcó una modificación radical en la política asistencial americana y J. F. Kennedy (1962) arbitró cambios legales que permitieron nacer un nuevo modelo: la psiquiatría comunitaria, exportada posteriormente a todo el mundo y que supuso la externalización de los enfermos psiquiátricos más graves, el desarrollo de centros de salud mental, de servicios de psiquiatría en hospitales generales (comienzo de la medicalización de la psiquiatría en los años sesenta) y de recursos intermedios que mejoraron el tratamiento del enfermo.

Además, mejoró la formación de psiquiatras, psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales… La relación entre los antipsicóticos y la desinstitucionalización de los enfermos mentales graves en EE UU es innegable. Se pasa de una cifra de 34 personas ingresadas por cada 10.000 americanos en 1955 a 3 personas ingresadas por cada 10.000 en 1994.»

Sobre el incremento progresivo de las personas con trastornos mentales:

«El aumento bruto de trastornos mentales en 30-40 años con toda probabilidad no es distinto porcentualmente del de cáncer de páncreas o artritis reumatoide en el mismo periodo. Para sustentar sus confusas opiniones, el periodista cita un artículo publicado en aquella época con claros problemas metodológicos, como que la medida —“buen resultado”— varía mucho según época y sociedades. Por ejemplo, entonces vivir con los padres a los 30 años era considerado “mal resultado” social en EE UU, cuando en España resultaba “normal”.»

Sobre la medicación para los trastornos de ansiedad y sobre uno de los medicamentos que, según él,  más ha beneficiado a la gente, el Valium:

«La ansiedad es consustancial con el ser humano, pero la ansiedad patológica no. El periodista no contempla el sufrimiento que presentan muchos enfermos que hasta hace pocas décadas no eran tratados, salvo en el restrictivo ámbito de la psiquiatría privada americana. En lo que se refiere al Valium, pocas veces en la historia un medicamento ha beneficiado a tanta gente y de tan diversas patologías.

Plantea este señor que la enfermedad mental no es una enfermedad cerebral. Cree al parecer que el cerebro es el único órgano del cuerpo que nunca se pone enfermo y siempre presenta un perfecto funcionamiento. Y que las enfermedades mentales se curan con palmaditas en el hombro. ¿Desde cuándo la actividad mental no está determinada por el cerebro? Diremos más, prácticamente todos los tratamientos psicosociales que se aplican en psiquiatría hoy se basan en pruebas de eficacia que descansan en modelos procedentes de la neurociencia cognitiva, que postula que el cerebro humano tiene capacidad de neurogénesis y plasticidad neuronal hasta su muerte, lo que le permite adquirir y consolidar nuevos hábitos que compensan funciones perdidas por la enfermedad mental. Y esto es algo más que “pastillas”. Es la parte nuclear de la psiquiatría moderna basada en modelos antitéticos a los que se proponen en esa entrevista.»

Sobre el «excesivo» consumo de psicofármacos:

«Efectivamente, ha habido un aumento global del uso de psicofármacos, aunque en EE UU esto se produce en menor medida en población negra e hispana. Poblaciones que cuando enferman tienen más probabilidades que los anglosajones de suicidarse o acabar en una prisión que ir al hospital o a la consulta privada de un psiquiatra. Las cifras son sobrecogedoras. Esto no parece importarle al señor Whitaker. Los enfermos ricos toman medicaciones y los pobres son excluidos socialmente, a la cárcel o al cementerio.

Los psicofármacos han permitido el desarrollo de terapias no coercitivas, no farmacológicas, destinadas a aliviar los déficits sociales de los enfermos así como a controlar sus síntomas más disyuntivos.»

Las respuestas del respetado psiquiatra Gutiérrez Fraile no me satisfacen, me dejan una sensación de incompletud. Entiendo que el espacio que le da el diario El País es reducido para explayarse en cada uno de los puntos y que sus palabras van al público general, pero aun así sus explicaciones quedan a medias y en algunos momentos siento que las respuestas van en cierto grado a lo personal. Por ejemplo, cuando dice Whitaker no le da importancia al hecho de que  las personas más pobres no tienen las mismas chances de recibir psicofármacos y que lo más probable es que terminen en la cárcel o en el cementerio. Así también termina criticando el nefasto efecto que la publicación de esa clase de entrevistas puede tener en la salud mental.

Por otro lado, yo leí a un Whitaker un poco más centrado en cuanto a sus declaraciones y que en ningún caso intentó decirles a los pacientes que dejaran su medicación. Él mismo aclara que su estudio es un análisis general para que se evalúe el camino que está tomando la psiquiatría. Por momentos Gutiérrez Fraile hace entender qué Whitaker está solo en estas denuncias, pero no es así. Hay otros psiquiatras y psicólogos, cómo: Martin Harrow, Lex Wunderkid, Peter C Gøtzsche , Irvin Kirsh y Scott Lilienfeld quienes han publicado investigaciones que cuestionan el excesivo consumo de psicofármacos y el énfasis exagerado que se le otorga al cerebro como centro de todos los trastornos mentales. Y la lista sigue creciendo…

Pero que no se me mal entienda. No estoy diciendo que hay que dejar la medicación de lado o negarse a recibirla o que la psiquiatría no es necesaria. Eso sería irresponsable. Sino que necesitamos, todos los profesionales de la salud mental (psicólogos, psiquiatras e investigadores) de un profundo y amplio análisis, con evidencia, del camino que estamos tomando y cómo eso afectará a corto y largo plazo la salud de todas las personas.

Lee el artículo completo en El País.

Nota del editor: si estás tomando psicofármacos, no los dejes ni modifiques sin consultar con tu clínico antes. Aún no hay datos definitivos sobre a qué personas pueden serle útiles o necesarios los antidepresivos, por lo cual toda decisión al respecto debe ser consultada con un psiquiatra. Existen varios tratamientos psicológicos con distintas perspectivas que han demostrado ser tan eficaces para la depresión como los antidepresivos a corto y a largo plazo (hemos mencionado algunos aquí , y en este link hay una lista más detallada), por lo cual quizá también quieras considerar preguntar a tu psicólogo o psiquiatra sobre alguno de ellos, sobre qué tan eficaz es en tu caso y qué podrías esperar al respecto.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

El piropo como forma de acoso sexual

  • Raquel Gil del Prado
  • 15/02/2016

A partir del experimento de Gaona (pulsa en la imagen para dirigirte al vídeo) introduzco el tema del piropo.

Actualmente, el piropo no es sólo hacia mujeres ni sólo cometido por hombres, aunque generalmente así se produzca (hombres a mujeres). Tal como recoge Ortiz (2008), los inicios del uso del piropo se encuentran en el contexto de las cortes reales de Europa, cuando no estaba permitida entre sus miembros la demostración del afecto o la pasión y para seducir los cortesanos de los siglos XII y XIII debían recurrir a expresiones creativas y artísticas para demostrar la visión positiva que tenían de la mujer a la que le estuviese dirigiendo dichas adulaciones.

Los piropos acabarían deshumanizando a la persona, cosificándolas, acabando el cuerpo asociado con la vergüenza y la humillación

Hoy en día, dichas expresiones, señala, han degradado mucho y se utilizan adjetivos en un sentido literal y, con frecuencia, soeces. Las frases podrían, por tanto, considerarse una agresión a las mujeres, al situarlas en una posición de sometimiento. Carvajal (2014), se muestra reacia a considerar en algún punto de la historia el piropeo como algo positivo y recuerda la investigación de 1931 llevada a cabo por Werner –investigación que califica de “hito” en el estudio de este tema- en la que se expone cómo hay evidencia desde mediados del siglo XVI en La Comedia erudita de Sepúlveda de que los piropos no eran deseados y resultaban molestos, al encontrar en la misma una frase enunciada por el personaje femenino Violante, lamentándose de no poder salir fuera sin escuchar “pesadas libiandades” y “palabras torpes y señas deshonestas”.

Son dos las características que definirían al piropo como acoso en lugar de halago: su continuidad (se producen en distintos momentos en el tiempo) y que son “poco bienvenidos” (O´Neil, 2013, citado en Rodemann, 2015).

Siguiendo la clasificación propuesta por Gaytan (2009), el piropo sería acoso verbal, y por tanto, se encontraría dentro de las formas de acoso sexual en lugares públicos junto con el acoso expresivo, el acoso físico, las persecuciones y el exhibicionismo.

Gaytan (2009) señala el acoso sexual en la calle como una de las formas de acoso más generalizada y reivindica que, aunque el acoso sexual en lugares públicos es visto como un problema personal, esporádico y de escasa importancia (parte de ser sólo vinculado a las mujeres), es, en realidad, un componente básico de todas las interacciones en los lugares públicos dada su latencia, y provoca en las mujeres como respuesta una conducta de subordinación aparentemente momentánea, reducida a la situación de piropo. Cuestiona que sea algo efímero, exponiendo que en la psique de las personas que reciben el piropo se quedaría un reducto, organizando el acoso vivido en lugares públicos sus vidas y quedando afectados sus marcos interpretativos.

Por su parte, tres derechos fundamentales se ven inhibidos, a saber: la integridad, la privacidad y la seguridad (Rodemann, 2015), cuando son derechos que, en teoría, garantizaría la Constitución Española. Los piropos acabarían deshumanizando a la persona, dañando la integridad moral de las mujeres y cosificándolas, acabando el cuerpo asociado con la vergüenza y la humillación (Bowman, 1993, citado en Rodemann, 2015).

En la literatura se tiende a definir el piropo dentro del acoso sexual callejero. Gaytan (2009) prefiere utilizar el concepto acoso sexual en lugares públicos, ya que no se limita a la calle, sino que puede ocurrir en muchos sitios. Propone distinguir entre lugares públicos y semipúblicos (aquellos en los que algunas personas puedan acceder cuando quieran, pero con normas de exclusión para otros: restaurantes, bares, etc.).

La autora destaca que habría normatividades distintas a las formas de acoso en función de que este fuese bien en un lugar público o bien en un lugar semipúblico. Señala, a su vez, que sería más fácil de hacer frente en un lugar semipúblico (se puede llamar al mesero, por ejemplo) que en un lugar público, en el que no se da la figura de una autoridad concreta. Tampoco, en el caso de haber policías, se puede recurrir a ellos, puesto que piropear no es algo tipificado como delito.

el acoso perpetuado en las calles refleja un desequilibrio que coloca a las mujeres bajo una dominación masculina

En realidad, completa Gaytan (2009) el acoso sexual no se reduce al piropeo, sino que muchas veces va acompañado por miradas insistentes, silbidos, susurros (al oído), gruñidos y tosidos, llamadas insistentes, palabras malsonantes, toqueteos, saludos verbales, piropos como tales (halagadores, ofensivos, ingeniosos, etc.), incluso, eyaculación en algunos casos. Esto hace que Rodermann (2015) llegue a sentenciar que “el acoso perpetuado en las calles refleja un desequilibrio que coloca a las mujeres bajo una dominación masculina que las caracteriza como objetos sexuales”, de lo que se deriva un problema mayor, la desigualdad cometida con sistematicidad contra las mujeres por el mero hecho de serlo. La pregunta que surge es ¿por qué hay mujeres a las que les gusta ser piropeadas? Podría ser que dicha actitud se debiese a no reconocer la impotencia sentida ante dicha situación (Leonardo, 1981, citado en Rodermann, 2015).

De todo lo anterior se deduce que el piropo acaba siendo una auténtica forma de manifestarse de la violencia de género, y, más concretamente, de la violencia contra las mujeres.

Artículo previamente publicado en el blog de Raquel Gil y cedido para su publicación en Payciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Mi plan para leer 8,475 páginas en un año

  • David Aparicio
  • 11/02/2016
grayscale photo of hanging books

El año pasado Alejandra y yo adquirimos un Kindle Paperwhite para comprar libros digitales en la casi infinita librería de Amazon. La idea era que compraríamos los libros, nos turnaríamos para leerlos y después los comentábamos.

La idea por un tiempo funcionó, el Kindle es muy bueno para leer novelas y literatura de ficción, pero no cuando deseas profundizar en un tema académico, cuando necesitas escribir notas en los márgenes de las páginas o cuando deseas retroceder rápidamente  unas páginas para repasar un concepto del libro.

Así que decidimos volver a los libros tradicionales. A los libros que se pueden subrayar, escribir y releer rápidamente. Además, con el formato tradicional los podríamos coleccionar en la biblioteca que queremos construir. Otro factor que facilitó nuestra decisión de volver a los libros tradicionales fue que en Panamá tenemos rápido acceso a la librería de Amazon Compramos en Amazon porque ahí tenemos mayor acceso a cualquier tipo de libro que queramos, en inglés o en español. En Panamá las librerías son pocas y usualmente no traen los libros que buscamos de psicología, ya sea porque son muy nuevos o tan especializados que no les conviene traerlos., lo que significa que podemos comprar los libros que deseemos y los tenemos en nuestras manos en cuestión de 4 o 5 días, sin que sus precios se incrementen mucho, gracias a los bajos impuestos de importación que hay en Panamá.

A menudo me encuentro guardando libros por comprar con la esperanza de leerlos todos. Este año empecé con la biografía de Oliver Sacks y ahora estoy en el segundo capítulo de Brainwashed: “The Seductive Appeal of Mindless Neuroscience” de Sally Satel y el reconocido investigador Scott Lilienfeld, que habla de la obsesión de referirnos al cerebro para explicar todas las conductas. Pero siento que me distraigo mucho y no avanzó en la lectura como me gustaría. Quiero seguir el ejemplo de grandes lectores como Bill Gates, que prácticamente lee un libro por semana.

Necesito un plan que me ayude a centrarme en mi objetivo, un plan sencillo que se ajuste a mi rutina, mi trabajo y con el cual pueda llevar un registro de mi avance de lectura y que funcione como un motivador para no distraerme.

El plan

No intento inventar un método nuevo, ni nada por el estilo. Confié en a la inteligencia colectiva de la internet y me encontré con el fantástico artículo de Shane Parris para la popular plataforma de publicaciones web Medium, que propone una idea espectacularmente sencilla para probar.    

El plan consiste en comprometerse a leer 25 páginas por día. Parece muy poco, pero la idea es fijar un objetivo específico que se pueda cumplir y que permita obtener resultados a corto y largo plazo.

A corto plazo me ayudará a comprometerme todos los días con la lectura y sentiré que puedo cumplir con lo propuesto, que tendré un control diario sobre la lectura que debo hacer por muy larga que parezca. A largo plazo, más específicamente al terminar el año, habré leído 8,475 páginas. Eso significa alrededor de 17 libros de 500 páginas. Nada mal ¿no?…

Hagamos las matemáticas. A los 365 días que tiene el año, les restamos a cada mes 2 días en los que no pudimos leer por cualquier eventualidad o compromiso. Al año también le restamos los días de navidad y de vísperas de año nuevo. Lo que da como resultado 339 días de lectura x 25 páginas,  nos da como resultado las 8,475 páginas.

Pero probablemente lea un poco más, Parris explica que al plantearse el objetivo de las 25 páginas terminó leyendo más páginas de lo propuesto. Así que quizás acabe leyendo alrededor de 10,000 páginas.

25 páginas por día, sin excusas.

Pero no tengo tiempo para sentarme y leer de corrido 25 páginas ¿Cómo hago?

En mi caso particular no me funciona mucho leer en la cama porque me duermo enseguida y no podré avanzar con el plan, así que busqué una opción más acorde con mi rutina, mi trabajo y las horas que debo pasar en el tráfico en mi día a día.

Una vez leí sobre crear una rutina de lectura en las tres comidas diarias, porque nos ofrece un momento de paz que usualmente las otras personas suelen respetar también. Leer durante las comidas diarias me ofrece tres momentos específicos al día, que me ayudarán a forjar el hábito de la lectura y los distribuiré así: 8 páginas en el desayuno; 8 páginas en el almuerzo y 9 páginas en la cena.  

Este es el plan que yo seguiré, es el plan original de Parris, pero no significa que  debes seguirlo al pie de la letra. Puedes modificarlo según tus necesidades y objetivos específicos de lectura. Puedes proponerte leer 10 páginas por día, 10 minutos o 500 palabras, puedes usar la medida que desees. Lo importante es que te ciñas al plan, que seas constante y al final podrás adquirirás el hábito de la lectura y terminarás esos libros que tanto deseas.

¿Tienes otro plan de lectura? Compártelo en la sección de comentarios y ayúdanos a conocer otras estrategias.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

La vocación amputada

  • Rita Arosemena P.
  • 10/02/2016

Una conocida aprovechó recientemente un acercamiento para explicarme detalle a detalle por qué había decidido renunciar a su trabajo. Desde luego, la gente renuncia a su trabajo todos los días, una decisión a la que seguramente le precede un cauteloso análisis introspectivo de las causas de su infelicidad laboral; lo curioso es que pocas veces el análisis gira en torno a las razones que impidieron su felicidad laboral, una revelación que sin duda esclarecería todo lo demás.

«En la vocación religiosa, se supone que quien llama es Dios, pero analíticamente (psicoanalíticamente) el “quién llama” se vuelve mucho más complejo. Yo pensé que quien llamaba era un objeto interno necesitado, o uno externo necesitado y destruido, que llama a la persona para que le ayude. Pensé que “quien llama” era el súper-yo o el objeto dañado mismo (…), pero quien llama es el niño que hemos sido. El niño que hubiésemos querido ser». Marie Langer, psiquiatra vienesa

Esta conocida, por otro lado, sostuvo entre los motivos de su renuncia el tormento que suponía invertir ocho horas de su vida cada día a tomar asiento en una oficina donde todos, en pleno, odiaban trabajar; donde mover un solo dedo para la consecución de cualquier logro no implicaba satisfacción o dicha, y donde lo más parecido a un brote de motivación ocurría en el efímero instante en que un cheque les ocupaba las manos. “No tienen vocación”, acabó diciendo ella. Pero ¿qué es, al fin y al cabo, la vocación?

Dicho de la manera más simple: es una inclinación. Un llamado.

Tradicionalmente, la vocación fue un término reservado para referirse exclusivamente a dos tipos de inclinación: la religiosa y la médica, un fenómeno que en las tribus y pueblos primitivos se conjugaba en la figura del chamán. Ha habido siempre un evidente peso de carácter social en el reconocimiento de la vocación de un individuo, pues incluso entonces no bastaba con sentir un ímpetu o una pasión, ni siquiera con poseer cualidades innatas, sino que era necesaria la aceptación social, que al individuo le fuese permitido atender a su llamado. En ese aspecto, poco o nada es distinto hoy.   

La influencia del medio en la formación del carácter y la personalidad ha sido estudiada desde mucho antes de la consolidación de la Psicología como ciencia. En el siglo IV a.c., Aristóteles ya elaboraba profundos juicios analíticos en su obra “Política” al asegurar que el hombre era, por naturaleza, un animal social, de modo que el individuo que por causas naturales se comportaba de manera asocial no podía ser sino una bestia, o un Dios.

En la contemporaneidad, psiquiatras como Enrique Pichón-Rivière y Ronald Laing realizaron aportes interesantes ligados al tema. Por un lado, Pichón-Rivière se refirió en su teoría social a la imposibilidad del sujeto para separarse de su entorno, incluso refugiándose en el vago concepto de la subjetividad, puesto que el individuo y su aparato psíquico (que Pichón llamó ECRO) estaban conformados a partir de una multiplicidad de voces. El sujeto nunca estaba solo, nunca era solo él, sino un compendio de las voces de todos.

A su vez, Ronald Laing en “Yo y los otros” (1971) habla de la identidad que la sociedad impone al individuo desde la infancia y de la posibilidad, siempre dificultosa, de transformarse en el camino rumbo a la conformación de una nueva:

«Son los otros quienes te dicen quién eres. Más tarde, asumimos su definición o tratamos de deshacernos de ella. Puede suceder que nos esforcemos por no ser lo que muy en el fondo «sabemos» que somos. Puede suceder que nos esforcemos por extirpar esa identidad «extraña» de la que hemos sido dotados o a la que hemos sido condenados, e intentamos crear con nuestros actos una nueva identidad que nos empecinamos en hacer reconocer de los demás. En todo caso, nuestra primera identidad social nos es conferida. Aprendemos a ser lo que nos dicen que somos.» Ronald Laing, psiquiatra escocés

¿Cómo ocurre, entonces, que la vocación es amputada? En definitiva, se trata de un proceso de índole social, pero ¿qué motivos lo impulsan?

Para Erich Fromm, el proceso social requiere la estandarización del sujeto de la misma forma en que la producción en masa requiere la estandarización de los productos. Así que, a los 3 o 4 años, el sujeto es sumergido en un patrón de conformismo tras el cual pasa a ser un miembro más del rebaño; incluso el día de su muerte (esa posibilidad que, citando a Heidegger, es la única que habita todas las posibilidades) el sujeto amaestrado está completamente de acuerdo con su patrón. Este es el componente que Fromm describe como un factor de la vida contemporánea, aquel que convierte al individuo en un “ocho horas” concebido para producir (porque todos producen) y para consumir (porque todos consumen). Cualquier atisbo de un presunto llamado a dedicar toda una vida a una práctica considerada inútil por su núcleo social, es juzgado, denigrado y, en ausencia de un YO fortalecido, aniquilado.

«Desde el nacimiento hasta la muerte, de lunes a lunes, de la mañana a la noche: todas las actividades están rutinizadas y prefabricadas. ¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada?»  Erich Fromm, psicólogo alemán.

Cuando a la psiquiatra Marie Langer le preguntaron por el fracaso vocacional y su relación con cualidades como la tenacidad y la perseverancia, hizo referencia a lo que Erik Erikson llamase Fuerza del Yo, un concepto que implica la capacidad de autoreconocerse y reafirmarse, de saber que uno es, que uno vale, que uno puede. Un YO fuerte prevalece porque se protege a sí mismo y es capaz de validarse ante la ausencia de validación; el descreimiento del mundo no hace tambalear los cimientos de su identidad, los obstáculos son trampolines y, los tropiezos, sinónimo de valentía.

Puede que el proceso social guíe al individuo a la renuncia, a la amputación, pero es finalmente el individuo quien decide o no renunciar.

También te puede interesar: Cuando el trabajo te hace infeliz

Referencias:

  • Langer, M. (2008). Marie Langer: Algunos textos Inéditos de Marie Langer. Marielanger.com. Consultado el 31 de Enero de 2016. Disponible en: http://www.marielanger.com/2008/03/txtos-inditos-de-marie-langer.html
  • Fromm, Erich (2007). El arte de amar. . México D.F., México: Editorial Paidós Mexicana, S.A
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Manual de instrucciones para ser buenos padres

  • Clotilde Sarrió
  • 22/01/2016

El ‘manual de instrucciones’ para ser buenos padres no existe… y si existe, ¡es inútil!

Aunque en momentos de agobio muchos padres desearían que sus hijos llegaran a casa con un manual de instrucciones bajo el brazo, es improbable que les fuera útil por mucho que lo siguieran al pie de la letra.

Cuando una pareja se plantea traer un hijo al mundo se crean muchas expectativas, unas realistas, otras no tanto y muchas de ellas imposibles. A todos los padres les gustaría tener el hijo o la hija ideal, sano, alto, rubio, guapo, inteligente, cariñoso…, en suma lo mejor de lo mejor, todo ello sin plantearse si al hijo deseado, en el supuesto de que pudieran preguntárselo, le gustaría ser como los padres lo imaginan.

Ya vamos mal si empezamos por proyectar en los hijos aquello que nos gustaría

“La paternidad no es un deporte

para los perfeccionistas”

(Andrew Solomon)

Proyectamos en los hijos tanto lo que nos gustaría como lo que no nos gustaría en base a las experiencias que hemos vivido al ser hijos. Es decir, si yo he tenido unos padres muy estrictos, mi hijo no los tendrá; si mi madre era poco afectuosa, yo le daré a mi hijo todo el amor del mundo; si mi padre no estaba presente en mi educación, yo si que lo estaré. Y así una serie de expectativas.

En su debut como padres, algunos harán un encomiable esfuerzo por documentarse y buscar la bibliografía adecuada que les guíe en esa aventura que es criar a un hijo. Por el contrario, otros padres considerarán que es innecesario aprender nada acerca de la crianza y la llevarán a cabo sólo en base a la intuición y a las experiencias de cómo fueron ellos criados por sus progenitores. («¿Para qué más?»)

El abanico de posibilidades en la forma de vivir la crianza y la educación de un hijo es muy amplio, y todas pueden ser válidas y respetables si partimos de la importantísima premisa de que:“Ningún padre, voluntaria o conscientemente, desea ningún perjuicio para su hijo”.

Con los años he desarrollado el hábito de utilizar refranes populares —fundamentalmente aquellos que aprendí de mi madre¬— y es por ello que me surge la necesidad de citar aquél que dice “del dicho al hecho hay un gran trecho” para enfatizar con cuanta frecuencia los deseos pueden ser unos cuando la realidad que se acaba imponiendo es otra. Así sucede con los deseos de los padres para con sus hijos, unos deseos forjados desde el embarazo (incluso desde antes de la gestación), que los progenitores suelen materializar como una siembra de buenas intenciones y mejores expectativas que la cruel realidad convierte muchas veces en una cosecha de fracasos, unas veces por el error de proyectar en la prole lo que fueron nuestras carencias o ansias insatisfechas en la infancia y las más por no actuar con la empatía suficiente para saber conjugar la autoridad y la determinación necesaria como padres, con la comprensión de las necesidades del niño en cada una de las etapas de su desarrollo evolutivo.

Es por ello que –a pesar de que se actúe con una inmensa buena voluntad– entre los deseos de los padres (“el dicho”) y los resultados del proceso de la educación (“el hecho”) es frecuente que haya un gran “trecho” que se verá influenciado por la diferencia generacional que marcará los conflictos entre ambas partes y por las diferencias de criterio en la relación que, como consecuencia no deseada, podrá repercutir en los rasgos de personalidad del hijo cuando llegue a la edad adulta.

Pasa el tiempo y el bebé se va convirtiendo en niño, luego en adolescente y ya por último en adulto, con la constatación de que en cada una de estas fases del ciclo vital, se manifiestan ciertas dificultades propias de cada etapa, tanto para los padres como para los hijos. Es en este proceso –más conforme se avanza en el tiempo– cuando se pone en evidencia que las expectativas que cada progenitor proyectó en el futuro de su hijo, se van quedando en ilusiones a veces muy alejadas de la realidad.

¿Qué he hecho yo para merecer esto!!

Tanto a los hijos como a los padres les suele suceder que desean, en el caso de los hijos, unos padres diferentes y más ajustados a sus necesidades y en el caso de los padres tener el hijo imaginario que forjaron en su recién estrenada paternidad y no el real. Se impone entonces la necesaria asunción de una realidad a la que atenerse, por ambas partes e intentando superar las discrepancias inherentes a la diferencia generacional, a no ser que obcecados por la obstinación en unos casos o cegados por unos deseos construidos sin contar con el otro, se prefiera seguir esperando lo que no es, no ha sido y quizás nunca llegue a ser. Las pérdidas en este ultimo caso suelen ser dolorosas e irreversibles.

Termina de leer el artículo completo en Gestalt Terapia, el blog especializado de Clotilde Sarrió. 

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Nuevos paradigmas para el psicoanálisis: reduccionismo o complejidad

  • Luis Hornstein
  • 07/01/2016
Psicoanálisis

El psicoanálisis está en crisis… Una oportunidad para que se enriquezca con el nuevo horizonte epistemológico. ¿Cómo nos vinculamos con representantes actualizados de otras disciplinas, en busca de intercambio fructífero con la filosofía, la lingüística, la física, la química, las neurociencias y las ciencias sociales?. No se trata de volverse un ratón de biblioteca, ni de lograr un saber enciclopédico sino evitar que el mundo psicoanalítico se cierre sobre sí mismo.

Marie Bonaparte le escribe a Freud el 20 de octubre de 1932:

“He conocido a Niels Bohr que, como usted debe saber, es uno de los más destacados físicos de nuestro tiempo. No obstante no puedo aceptar uno de los puntos que nos explicó sobre sus teorías, a saber el libre albedrío del átomo. El átomo va a ser ahora excluido del determinismo. Me complació oírle decir que Einstein le había objetado lo siguiente: ‘No puedo imaginarme a Dios echando los dados’. Planck también parece poner objeciones diciendo que puede deberse a una falta de conocimiento de todos los factores, el hecho de que no tengamos idea de la dirección en que desea ir un átomo.”

Dos días después Freud le responde:

“Lo que me dice sobre los grandes físicos es realmente muy notable. Es aquí donde verdaderamente tiene lugar el colapso de la cosmovisión de nuestros días. sólo podemos esperar y ver qué ocurre.”

Han pasado más de ochenta años. Sabemos que “Dios juega a los dados”. Efectivamente el libre albedrío de los átomos existe y la física contemporánea cuestiona el determinismo absoluto. ¿Nos sigue motivando lo que motivaba a Freud? ¿Nos inquieta?

Inquietan al psicoanálisis, entre otras cuestiones: el determinismo, el azar, la complejidad, los sistemas abiertos, la autoorganización, la recursividad. Asumir el desafío de que nuestro psicoanálisis sea contemporáneo del presente exige situarse en los bordes. Bordes de la clínica. Bordes de la teoría. Fronteras lábiles. Sentirlas, vivirlas, pensarlas como fundantes, las convertirá en ámbitos de producción.

Científicos, filósofos, etc., todos heredan. En el legado se reciben objetos valiosos y trastos viejos. No se trata de administrar un patrimonio sino de ponerlo a producir. “La idea de herencia implica no solo reafirmación y doble exhortación, sino a cada instante, en un contexto diferente, un filtrado, una elección, una estrategia. Un heredero no es solamente alguien que recibe, es alguien que escoge y que se pone a prueba decidiendo” (Derrida). Heredar teorías exige definir sus principios, sus métodos, dando cuenta de sus fuentes, sus referencias conceptuales, sus fundamentos y sus finalidades.

Los paradigmas cambiaron una o más veces en la física, la biología, las neurociencias, las ciencias sociales, la epistemología. Por más que estuviéramos encerrados en un bunker, un saber no nace de sí mismo. El psicoanálisis fue la orquestación hecha por Freud de los saberes de su época. Y el psicoanálisis es hoy, o bien la parodia del freudiano, o bien algo que se articula con los saberes de hoy, la ciencia de hoy y no la del siglo pasado. “Hoy en día es conveniente implementar una nueva práctica de la cura, un nuevo psicoanálisis más abierto y más a la escucha de los malestares contemporáneos, de la miseria, de los nuevos derechos de las minorías y de los progresos de la ciencia. Retorno a Freud, sí, relectura infiel de Lacan, ciertamente, pero lejos de toda ortodoxia o de toda nostalgia hacia un pasado caduco…” (Roudinesco, E., 2011).

 el psicoanálisis es hoy, o bien la parodia del freudiano, o bien algo que se articula con los saberes de hoy, la ciencia de hoy y no la del siglo pasado

El psicoanalista no se alimenta sólo de psicoanálisis. Vean, si no, la lista de los autores leídos por Freud, poetas, filósofos, médicos, historiadores, políticos, biólogos. Vean cómo mantiene el timón en el mar embravecido de tanta lectura, que a otro llevaría al eclecticismo o a la dispersión. Podemos atribuirlo a su genio. Prefiero atribuirlo a su coraje, no menos indudable.

Durante varios siglos predominó en la ciencia la idea de simplicidad, pero ahora busca dar cuenta de la complejidad con las herramientas adecuadas a este nuevo contexto. La consideración del movimiento y sus fluctuaciones predomina sobre la de las estructuras y las permanencias. La clave es otra dinámica, denominada no lineal. Esta conmoción del saber se desplaza de la física hacia las ciencias de la vida y la sociedad. En física, los sistemas complejos se convirtieron en el centro de las investigaciones. La biología molecular no redujo lo complejo a lo simple (lo biológico a lo físico-químico) sino, por el contrario, recurrió a conceptos organizacionales desconocidos en el dominio estrictamente físico-químico como información, código, mensaje, jerarquía. La biología propone la autoorganización para comprender cómo el azar produce complejidad. Lo psíquico incluye un nivel de complejidad aun mayor. Donde en el siglo XVIII se veía un mecanismo de relojería y en el XIX una entidad orgánica, actualmente se ve un flujo turbulento.

Dilucidar la genealogía de un desarrollo teórico requiere, además de delimitar el álgebra de su coherencia interna, situar históricamente las instituciones y las prácticas que presionan sobre las teorías y que constituyen el “saber”. Es evitar la ilusión teoricista que supone que el psicoanálisis se agota en sus conceptos; como si estos surgiesen y se desarrollasen puros e incontaminados a partir de psicoanalistas también puros. ¿Existe la pureza? En sentido material puro es lo limpio, lo que no tiene mancha. El agua pura es agua sin mezcla, un agua que sólo es agua y, por lo tanto, es un agua muerta, lo cual dice mucho sobre la vida y sobre una cierta nostalgia de la pureza. La pureza es imposible: sólo podemos elegir entre diferentes tipos de impurezas, y a esto se lo llama higiene. La pureza esta del lado de la muerte o de la nada. El agua es pura cuando no tiene gérmenes, ni sales minerales. Es, por lo tanto un agua que sólo existe en nuestros laboratorios.

Postular un determinismo causal absoluto de todo lo que acontece en el universo (en el que todo lo no determinable sea nada más que un todavía atribuible a nuestra ignorancia) implica postular que todo fenómeno puede ser predicho, de hecho o de derecho. Ese determinismo duro implica negarle a lo nuevo la posibilidad de existir. Si el azar no es más que una ilusión debida a nuestra ignorancia de un determinismo escondido, entonces la posibilidad de la emergencia de lo nuevo es también una ilusión. Para la ciencia actual el azar y las leyes no se contradicen a la hora de describir la complejidad del mundo sino que colaboran. Las leyes, con su protagonismo constante; el azar, de manera puntual.

La ciencia se constituyó ganándole terreno al azar. La acumulación de evidencias cuestionó la visión determinista del mundo, y el azar renació. La ciencia se vio obligada a pactar, incorporando el concepto de probabilidad. Dar vueltas sobre el determinismo, el azar, el devenir, la recursividad acometerlos una y otra vez, en distintos contextos y con distintas “sintaxis”, me condujo a replantearme qué es la historia en psicoanálisis. Hubo alguna vez una concepción ingenua de la historia. La historicidad supone un sujeto capaz de pensar (y crear) su presente, su pasado y su futuro.

Freud tuvo conocimiento de la relatividad y de los comienzos de la mecánica cuántica, pero eran teorías recién nacidas y no buscó apoyarse en ellas. Es sabido que para escalar es mejor agarrarse a un viejo tronco que a un joven brote, aun cuando éste sea más bello.

Los modelos de la física clásica utilizados por Freud valen esencialmente para los sistemas próximos al equilibrio. El determinismo en el cual Freud se formó le reservaba muy poco lugar al azar. El determinismo  es la doctrina filosófica según la cual todos y cada uno de los acontecimientos del universo responden a un encadenamiento riguroso de causas y efectos. El determinismo minimiza la creación y la libertad. Tiene un aspecto positivo, la predictibilidad y uno negativo, el fatalismo. Para un determinismo absoluto, el futuro está totalmente determinado por el presente. ¿Y qué es el azar? ¿Un producto de nuestra ignorancia o un derecho intrínseco de la naturaleza?

La antigua termodinámica ha sido profundamente transformada por la conceptualización de las estructuras disipativas, en las cuales se invierte la evolución del orden hacia el desorden. La teoría del orden por fluctuaciones y el concepto de estructura disipativa tienen como punto de partida una termodinámica del no equilibrio.

Se produjo una profunda transformación de la física. En la historia de esta transformación se distinguen tres períodos. En el primero se elaboran los esquemas conceptuales que hoy prevalecen: relatividad y mecánica cuántica. Una serie de descubrimientos, que abren perspectivas inesperadas, marca el origen del segundo período: fundamentalmente el de la inestabilidad de las partículas elementales y su complejidad. Este fue también el período del descubrimiento de un mundo de procesos, de creación, de destrucción o de evolución, alejado del mundo regido por leyes intemporales que constituía el ideal de la física clásica. El tercer período lo inaugura el descubrimiento de las estructuras disipativas.

COMPLEJIDAD: EL NUEVO PARADIGMA

Hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el afectivo, el mitológico) y existe un tejido interdependiente entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo. El orden ya no puede ser pensado sin el desorden. Ambos se entrecruzan en forma interdependiente y coexisten en el mayor nivel de complejidad de la organización (Morin, 1999).

Es frecuente hacer declaraciones contra el reduccionismo… para caer en el eclecticismo blando, que toma algo del psicoanálisis, del cognitivismo, de la biología, salpimentados con algo sociohistórico. No le escapo al diálogo. Psicoanálisis, cognitivismo, bioquímica, genética y lo histórico-social pueden colaborar en un proyecto común. Le escapo al reduccionismo, es decir a la simplificación excesiva en el análisis o estudio de un tema complejo. A los reduccionismos, porque cada disciplina tiene el suyo. Para la ideología reduccionista en biología (biologicismo) la subjetividad sería consecuencia de la constitución genética. Se le niega cualquier papel a las problemáticas psíquicas, sociales, históricas. La ideología reduccionista en psicología (psicologismo), a su turno, hace oídos sordos a los aspectos biológicos y a los socio-históricos.

Si el psicoanálisis quiere ser contemporáneo debe hacer algo distinto. Murray Gell-Mann pasará a la historia como  coautor de la idea de los quarks, los constituyentes elementales de las partículas nucleares. Pero también ha aportado mucho a la teoría de la complejidad. Una de sus ideas novedosas es atribuir las ideas novedosas a la unión de la ciencia de lo fundamental con la ciencia de lo complejo. Según Gell-Mann hay dos maneras de estudiar el mundo: la vía reduccionista, en donde uno intenta descomponerlo en sus componentes más elementales -los quarks, o quizás las supercuerdas-. La otra vía es el reconocimiento de una ciencia de la complejidad, con leyes y principios que emergen en niveles sucesivos.

Psicoanálisis, cognitivismo, bioquímica, genética y lo histórico-social pueden colaborar en un proyecto común

La complejidad no es una respuesta, es un desafío. El duelo por la certeza es uno de los mas difíciles. Decía Lacan que “el problema de los psicoanalistas es que comprenden demasiado”. Gracias al pensamiento complejo, los traumas, los duelos, los vínculos van tomando otro lugar, en la teoría y en la clínica. La lógica de los sistemas abiertos auto-organizadores se expresa en el azar organizativo como principio de complejidad por el ruido.

La vida es el equilibrio precario entre el riesgo de destrucción por el desorden y el de la rigidez por redundancia en un orden inamovible. La subjetividad es capaz de modificarse cuando las circunstancias lo obligan haciendo surgir nuevas propiedades. Es esto lo que se define como autoorganización.

El psiquismo, transformando el azar en organización, incrementando su complejidad, engendra nuevas formas y desarrolla potencialidades. La complejidad designa la aptitud para admitir y utilizar un mayor desorden. Las ligaduras son múltiples y multiformes. La cantidad es neutralizada por la complejidad (Freud, 1895).

¿DIOS JUEGA A LOS DADOS?: DETERMINISMO Y AZAR

Si al pensar la temporalidad, los procesos, la historia, llegamos a incluir los estados alejados del equilibrio descubriremos que los efectos del azar producen mutaciones estructurales. Estructura y acontecimiento ya no se excluyen recíprocamente.

Lo viviente es un fragmento de la materia empeñada en conservarse parecida a sí misma independientemente de la suerte del resto del universo. Exhibe ciertas funciones fáciles de reconocer, pero difíciles de definir como un conjunto compacto de condiciones necesarias y suficientes. “Todas ellas, sin embargo, están relacionadas con el prefijo ‘auto’: autorreplicación, autoorganización, automoción…” (Wagensberg).

El acontecimiento azaroso (el que se produce en la intersección de dos cadenas de causalidad independientes) tiene un rol primordial en los sistemas complejos. En la evolución de los sistemas alejados del equilibrio hay sucesivas bifurcaciones. Entre bifurcación y bifurcación, en la “meseta” prevalecen las leyes deterministas, pero antes y después de tales puntos críticos, reina el azar.

La independencia de un sistema complejo respecto de su entorno no se consigue con el aislamiento, sino, con una sofisticada red de relaciones entre ambos. “En realidad, llamamos catástrofes a todas aquellas inclemencias del entorno de las que aún no hemos logrado independizarnos (tornados, terremotos, sequías, impactos de meteoritos, ciertas epidemias, etcétera)” (Wagensberg).

Entender el mundo es, sí conocer las leyes que rigen los componentes últimos de la materia, pero también comprender los cambios de fases, las turbulencias y los procesos irreversibles. Estos problemas, que se sitúan en los confines de las matemáticas, de la física, de la química, de la biología y de las ciencias humanas transforman el panorama epistemológico.

Un sistema es auto-organizador cuando ante perturbaciones aleatorias, en lugar de quedar destruido o desorganizado, reacciona con un aumento de complejidad. Por la hipersensibilidad a las condiciones iniciales cualquier pequeña variación en el comienzo produce una gran divergencia ampliándose en el tiempo. Como obtener una precisión absoluta es imposible el sistema evoluciona bajo una modalidad aleatoria de hecho aunque no de principio. Es por eso que se ha propuesto el término paradojal de “caos determinista” (bastante compatible con la teoría freudiana de la retroacción) que evoca una trayectoria determinista pero imposible de prever. Determinismo y predictibilidad han dejado de ser sinónimos.

Una organización que no pueda ser perturbada por ruidos nuevos se encamina a una clausura mortífera, su extinción, según el principio de entropía. Esto sucede tanto en sociedades como instituciones replegadas sobre ellas mismas que se empobrecen y desaparecen (o también en teorías incapaces de abrirse a las nuevas adquisiciones de conocimiento).

¿Qué es “autoorganización”? Algo que está entre el cristal y el humo. Por una parte, un orden rígido e inamovible, incapaz de modificarse sin ser destruido (cristal) y, por otra parte, una renovación incesante, sin estabilidad alguna (humo). Un estado intermedio, susceptible de reaccionar frente a lo imprevisto. La reacción no implica la destrucción de la organización preexistente, sino que aparecen nuevas propiedades dando lugar a una estructura novedosa.

HISTORIA RECURSIVA Y PSICOANÁLISIS

La historia que nos interesa es una de hechos recurrentes, que han ocurrido, ocurren y habrán ocurrido. No es una historia lineal, una semirrecta desde el pasado, sino una historia recursiva.

Lo bueno de las dicotomías es que aclaran el magma. Lo malo es que lo hacen desaparecer. Así, determinismo/azar. Pensar no es tomar partido. Hay que advertir en qué condiciones una estructura es inmutable y cuándo asistimos a un caos de acontecimientos aleatorios. Es comprender a la vez coherencias y acontecimientos. Las coherencias lo son en tanto pueden resistir a los acontecimientos. Otras veces son destruidas o transformadas por algunos de ellos. Los acontecimientos son tales en tanto pueden hacer surgir nuevas posibilidades de historia.

El analista, como el historiador, tiene que hacer la historia. Es decir, tiene que apuntalarse en el pasado, apropiarse de él y transformarlo. Una historia compleja, un entrevero de historias (identificatoria, vincular, del narcisismo, de la sexualidad, de los síntomas, de los duelos, de los traumas).

En el trabajo analítico estamos preparados (deberíamos estarlo) para lo impredictible, lo azaroso, el desorden; para convivir con azar y determinismo, ya que un psiquismo totalmente determinado no podría albergar nada nuevo y un psiquismo totalmente abandonado al azar -que fuera sólo desorden- no constituiría organización y no accedería a la historicidad. Aquél sería incapaz de transformarse. Este, incapaz siquiera de nacer (Morin, 1982).

La constitución subjetiva es una psicogénesis y a la vez una sociogénesis. Una teoría del sujeto debe dar cuenta del pasaje-proceso desde la indiferenciación narcisista hasta la aceptación de la alteridad y del devenir. Lo hará concibiendo al sujeto no sólo identificado sino identificante; no sólo enunciado sino enunciante; no sólo historizado sino historizante; no sólo pensado sino pensante; no sólo sujetado sino protagonista; no sólo hablado sino hablante, no sólo narcisizado sino narcisizante.  El sujeto toma lo aportado, lo metaboliza y deviene algo nuevo. Los determinantes iniciales quedan relegados a la condición de punto de partida (Hornstein, 2006).

Toda reflexión con respecto al determinismo concierne también a la historia. Pensar la historia es pensar en un determinismo ligado a su pasado, pero también en un devenir relacionado con los acontecimientos que autoorganizarán los procesos en curso. El presente no es algo que viene a complementar el pasado, no es algo que en alguna situación dispara algo que ya estaba presente, sino que produce algo que no estaba.

Pasaron los tiempos del estructuralismo, en que se nos forzaba a optar entre la estructura y el acontecimiento (la bolsa o la vida). Foucault propuso el reemplazo de estructura por trama. La trama es vulnerable a ciertos acontecimientos.

Actualmente existe una revalorización del acontecimiento. El acontecimiento designa una relación. Lejos de oponerse como subjetivo y objetivo la fantasía y el acontecimiento están estrechamente ligados. Ni la fantasía es una producción psíquica independientede ni existe un trauma exógeno en el que el acontecimiento puro se inscriba, indiferente del mundo fantasmático. Es que el acontecimiento siempre está inserto en una trama. Es un nudo de relaciones; aislado, no es nada. Es el resultado de una encrucijada de itinerarios posibles.

La crítica al determinismo nos conduce a pensar la recursividad histórica diferenciando potencialidades abiertas a partir de la infancia y nos libra de prejuicios fatalistas. ¿Como pensar el advenimiento de lo nuevo? No hay por qué optar entre un psiquismo determinado y un psiquismo aleatorio, que es un dilema falso, como los siguientes: orden y desorden, determinismo y azar, sistema y acontecimiento, permanencia y cambio, ser y devenir.

El psicoanálisis combina el determinismo y el azar, la teoría de las máquinas y la teoría de los juegos… si es que podemos reconocerlo.

Casi siempre, el sujeto es, no total sino predominantemente, un sistema abierto en tanto lo autoorganizan los encuentros, vínculos, traumas, realidad, duelos. Da y recibe. Recrea aquello que recibe. Al sistema cerrado lo debemos distinguir del «sujeto encerrado» por teorizaciones “encerrantes” que suponen que no hay novedades, que no hay azar. (Hornstein, 2004).

La teoría de la complejidad es relativamente reciente pero analizar siempre fue complejo: escuchar con atención flotante, representar, fantasear, experimentar afectos, identificarse, recordar, autoanalizarse, contener, señalar, interpretar y construir. Y espero que la teoría de la complejidad, sea para los lectores una herramienta como lo es para mí.

Si en las referencias a la historia pensamos en estados alejados del equilibrio descubrimos que mediante la transformación del azar en organización el psiquismo desarrolla potencialidades. Lo esporádico, lo infrecuente es el equilibrio y la simplicidad. Lo incesante es la turbulencia. Vista así la historia del psiquismo -a la vez destructora y creadora- volvemos a pensar la importancia de la realidad actual.

Mencionaré algunas inquietudes y preocupaciones que se originan en mi quehacer cotidiano aclarando, que no son cuestiones escolásticas, “especulativas”: ¿Cuál es la eficacia y la perdurabilidad del pasado en el presente?. La infancia: ¿destino o potencialidad?, Lo nuevo: ¿ilusión engañosa o neogénesis? El psiquismo: ¿un sistema auto-organizador? ¿El presente determina enteramente el futuro? ¿No somos más que autómatas desprovistos de toda libertad? ¿Hay un azar ontológico o solo un azar por ignorancia? ¿qué es historizar en la práctica psicoanalítica? Inquietudes y preocupaciones para las que hallé algunas respuestas en historiadores y epistemólogos contemporáneos que han logrado traducir inquietudes en problemas, dudas en preguntas.

El psicoanálisis remite a una historia pero no repite una historia

Historizar la repetición es hacer, de la repetición, un recuerdo. Recordar desactualiza el pasado al temporalizarlo. Convertir la historia en pasado permite un futuro que no será pura repetición, sino que aportará la diferencia. La cura analítica tiende a cambiar la relación entre el yo y los retornos de lo reprimido de manera que pierdan sentido las inhibiciones, las defensas, la angustia, los síntomas y los estereotipos caracteriales a los que el analizando se veía obligado a recurrir. El proceso analítico aspira a que el analizando acepte la singularidad de su historia, y de tal manera descubra que sus encuentros actuales están influídos por los privilegios que se conceden a tal o cual rasgo del objeto, a tal o cual referencia identificatoria y a tal o cual forma de compensación narcisista.

El psicoanálisis remite a una historia pero no repite una historia, en tanto a la repetición se le sumen el recuerdo y la reelaboración. Interpretaciones y construcciones le permiten al analizando apropiarse de un fragmento de la historia de su pasado libidinal y reconstruir su sentido con el fin de ponerlo al servicio de su proyecto de vida actual.

La cura psicoanalítica propicia otra relación entre lo consciente y lo inconsciente mediante la reflexividad. La reflexión consiste en romper la clausura en la que estamos cautivos proveniente de nuestra propia historia y de la institución social-histórica. El surgimiento de esa subjetividad reflexiva es el objetivo último del proceso analítico y el momento del adiós del paciente, el análisis suficientemente terminado. La reflexión, al cuestionar la clausura que captura al sujeto, requiere nuevas formas y figuras de lo pensable creadas por la imaginación radical (Castoriadis, 1997).

DIÁLOGOS INTERDISCIPLINARIOS

Cuando dialogamos con otra disciplina debemos dialogar con representantes actualizados. El primer requisito, entonces, es estar al día, en psicoanálisis y en la otra disciplina. Segundo requisito: las preguntas no son de curioso ni de dilettante sino que surgen desde la propia práctica. Sería inconducente estudiar matemática, topología, lingüística sin tener idea para qué se está estudiando (sólo por sumisión a las modas o por imitar a un “maestro”).

En la interdisciplina el tercer requisito es reconocer que las disciplinas no son isomórficas y por lo tanto están prohibidos los isomorfismos (conjunto de relaciones comunes en el seno de  entidades diferentes). Cuando leo textos de física, de historia o de biología busco metáforas para pensar mi campo y no modelos. Le ha hecho mucho daño al psicoanálisis situar la matemática o la lingüística como ciencias piloto y pensarlas como modelos. “Metáfora” se  contrapone a modelo. Las metáforas valen por su poder de evocación y de ilustración. Permiten atravesar clausuras disciplinarias y representar de otra manera los procesos psíquicos. Tienen un uso estratégico: son sólo instrumentos y no argumentos.

Cuarto y último requisito. Que los ruidos sean desorganizantes o complejizantes dependerá del nivel de redundancia. Hay que estar fogueados en una disciplina para que la multidisciplina no genera confusión. Los autores contemporáneos más significativos –Lacan, Piera Aulagnier, Green y otros- incorporan aspectos de otras disciplinas, pero desde una formación psicoanalítica sólida.

Freud hubiera estado atento a las transformaciones de las disciplinas

Un historiador amigo me contaba que sus colegas le decían: “No te juntes con psicoanalistas. Son una mala compañía. Vas a terminar psicoanalista”. Traducido: “Si das un paseo por Parque Chas vas a terminar viviendo en Parque Chas. Mejor no salir nunca del barrio”. Me he enriquecido leyendo textos de historiadores, epistemólogos, físicos, ensayistas diversos. Y no se me ocurrió cambiar de profesión o traicionar sus legalidades teóricas. Y si se me hubiera ocurrido cambiar de profesión, lo habría hecho (Hornstein, 2013).

Freud hubiera estado atento a las transformaciones de las disciplinas. ¿Podemos hacer una lectura crítica de Freud y los posfreudianos diferenciando los conceptos que caducaron de los que tienen vigencia y conforman la historia actual? Retomo entonces la exhortación de Freud.

“Lo que me dice sobre los grandes físicos es realmente muy notable. Es aquí donde verdaderamente tiene lugar el colapso de la cosmovisión de nuestros días. Sólo podemos esperar y ver qué ocurre.”

Lo autoerótico conjuga autonomía con dependencia del medio. “Los investigadores intentan concebir la organización viviente en términos de sistemas auto-organizadores (von Foerster, 1967) de auto-poiesis (Maturana, Varela, Autopoietic Systems, 1972) pero a partir de ahí se plantea el problema: ¿qué significa auto? Se llega a la conclusión de que no existe ningún concepto para significar esta propiedad misteriosa que hace que un ser, un sistema, una máquina viviente, extraigan de sí-mismos la fuente de su autonomía muy particular de organización y de comportamiento, al mismo tiempo que son dependientes, para efectuar este trabajo, de alimentos energéticos, organizacionales, informacionales extraídos o recibidos del entorno” (Morin, 1982).

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Un niño con autismo gritó sin parar en medio de un espectáculo de Broadway y uno de los actores escribió este mensaje

  • David Aparicio
  • 19/12/2015

«El rey y yo» fue uno de los musicales de Broadway más aclamados por la crítica del 2015. Durante una de sus abarrotadas funciones, un niño con autismo empezó a gritar. La madre preocupada por no molestar a la audiencia intentó ayudarlo para que se tranquilizara y sacarlo al vestíbulo, pero el niño se negó y seguía gritando. La audiencia no fue muy paciente y no demoró en recriminar e insultar a la mamá por haber llevado al niño a ese show, como si él no tuviera derecho de estar ahí.

Esta situación impactó profundamente a Kelvin Moon Loh, uno de los actores de la obra y escribió una carta para demostrar su indignación ante la falta de compasión y solidaridad que mostraron las personas hacia la madre y el niño.

La carta fue publicada en Facebook y logró viralizarse, hoy tiene más de 100 mil me gusta y ha sido compartida más de 23 mil veces, lo que ha ayudado a que otros familiares de niños con autismo pudieran compartir sus experiencias y tal vez ayudar a que la sociedad pueda aprender y ser más inclusiva.

La carta completa:

Estoy enojado y triste. Acabo de bajar del escenario en la matinee de hoy y sí, algo pasó. Alguien llevó a su hijo con autismo al teatro. Dicho eso, este post no será como pensabas.

Crees que amonestaré a la mamá por haber llevado al niño que aulló durante un momento de silencio en el show. Crees que voy a apoyar a una audiencia que le recriminó a esa madre por haber llevado a su hijo al teatro. Crees que tendré solidaridad con mi propia compañía porque su actuación fue molestada por un ruido extraño que venía de algún lugar frente a ellos. No. En vez de eso te pregunto: ¿Cuándo fue que nosotros -las personas de teatro, actores y miembros de la audiencia- nos preocupamos tanto por nuestra propia experiencia que perdimos la compasión por los otros?

El teatro para mí ha sido siempre una forma para examinar/disecar la experiencia humana y presentarla nosotros mismos. Hoy, algo muy real estaba pasando en el público, sí, interrumpió la fantasía que suponía esta matinee pero el fin último del teatro  es unir a las personas, no sólo para entretener, sino para mejorar nuestras vidas cuando crucemos la puerta del teatro.

Esto ocurrió durante la “escena del llanto”, un momento intenso del secundo acto. Un niño comenzó a aullar en la audiencia. Sonaba como un grito de terror. Hace no más de una semana, durante la misma escena, una pequeña niña en la fila de en frente, aparentemente no autista, grito y lloró fuertemente y nadie dijo nada. ¿Cuál es la diferencia?

Su voz perforó el teatro. La audiencia comenzó a unirse contra esta madre para que su hijo fuera echado. Escuché murmullos como: “¿cómo puede traer un niño como ese al teatro?”. Eso está mal, muy mal.

Porque lo que no se vio fue a una madre tratando desesperadamente de callar al niño. Pero su hijo no estaba ayudando. Lo que no vieron fue una madre que desesperadamente suplicaba a su hijo mientras él se agarraba de la barandilla, aullando más para desafiarla. No podía mirar para otro lado. Quería gritar, detener el show y decir: “TODOS RELÁJENSE. ELLA LO ESTÁ INTENTANDO. ¡¡¡¿¿¿NO PUEDEN VER QUE ESTÁ TRATANDO???!!!!”. Hubiese hecho la obra entera de nuevo. Devuelto el dinero de los tickets. Porque para ella llevar al niño al teatro es algo valiente.

No saben cómo es su vida. Quizás tienen buenos días en que él puede sentarse quieto y no hacer ningún ruido y ésta fue una extraña ocurrencia. Quizás ella escogió no vivir más con miedo y se rehusó a comprometer la experiencia de su hijo. Tal vez ella compró el asiento del pasillo de un espectáculo popular en caso de que se produjese algo como lo que ocurrió. Ella pagó el mismo precio para ver el show que tu familia. Su plan, como el tuyo, era tener una gran tarde en el teatro y lentamente sus peores miedos se volvieron realidad.

Te dejo con esto: los shows que tienen actuaciones especiales para audiencias autistas deben ser elogiados por sus esfuerzos para hacer teatro inclusivo para todas las audiencias. Pienso, como Joseph Papp, que el teatro es creado para todas las personas. Creo en eso y también que estoy en un show que es completamente FAMILIAR. “El rey y yo” en Broadway es justamente eso –AMIGABLE PARA LA FAMILIA– y eso significa familias completas, con o sin discapacidades. No sólo para actuaciones especiales sino para todas las actuaciones. Una noche en el teatro es especial, en cualquier noche que vayas.

Y no, no me importa cuánto hayas gastado en las entradas.

Fuente: UPSOCL

  • Artículos de opinión (Op-ed)

¡Maldito Whatsapp!

  • Clotilde Sarrió
  • 14/12/2015

Mi experiencia como Terapeuta Gestalt me ha llevado a la conclusión de que cada vez son más frecuentes las rupturas afectivas como consecuencia del abuso de plataformas virtuales como el Whatsapp u otras formas de comunicación interpersonal a través de mensajes en las redes sociales.

¿Por qué ¡Maldito Whatsapp!?

Antes de adentrarme en materia, quisiera matizar que los habituales intercambios de textos a través de Internet distan mucho de la verdadera comunicación interpersonal, un proceso interactivo por el que se transmite un mensaje (ideas, actitudes, sentimientos, emociones) desde un individuo (emisor) a un otro (receptor), utilizando estímulos tanto verbales como gestuales.

Aunque a lo largo de este artículo se mencionará con frecuencia el Whatsapp, justo es matizar que muchos de los problemas que esta plataforma genera también se dan en Facebook o Twitter, unas redes sociales que, en su conjunto, configuran un nuevo modo de comunicarseque para muchos acaba siendo la únicaforma de construir sus relaciones interpersonales, incluso las afectivas, al sustituir la tradicional comunicación cara a cara por la pantalla de un teléfono móvil.

Es así como gracias, o por culpa de la tecnología, millones de personas mantienen sus relaciones, retoman otras o inician nuevos contactos de amistad —un concepto que han devaluado las redes sociales– con perfectos desconocidos con quienes crean lazos afectivos y comparten su privacidad.

El Whatsapp

El Whatsapp es una aplicación de mensajería instantánea utilizada a través de los modernos smartphones, o teléfonos inteligentes, que desde su nacimiento en 2009 ha aumentando exponencialmente el número de usuarios hasta alcanzar los casi mil millones en septiembre de 2015, un éxito debido a la casi gratuidad del servicio que el Whatsapp ofrece frente a las caras mensajerías por SMS y la posibilidad de una comunicación inmediata y sin límite de texto (incluido el intercambio de fotos, videos y documentos) no solo entre dos personas sino a través de grupos seleccionados por afinidades, parentesco, etc.

En los últimos años se constata un detrimento de las conversaciones y los encuentros presenciales al proliferar los chats de Whatsapp, los mensajes privados de Facebook o cualquier otro modo virtual de mantener unas relaciones que tienden a degradarse por la ausencia del calor humano, la gestualidad o el valor que la entonación le confiere a las palabras, unos elementos fundamentales de la comunicación que nunca suplirán los populares emoticonos por más que estas secuencias de caracteres estén diseñadas para expresar emociones y enfatizar en la intencionalidad que el usuario pretende conferir a una expresión escrita.

Es un hecho que no todo es dañino o negativo en estos modernos modos de comunicación (son muchas las ventajas que aportan a nivel personal y laboral sobre todo en personas aisladas geográficamente o imposibilitadas para comunicarse normalmente por sus limitaciones psicológicas), no obstante el objetivo de este artículo no es enfatizar en los aspectos favorables de la comunicación online sinoadvertir de sus repercusiones perjudiciales.

Efectos nocivos de la comunicación por Whatsapp

Una de las principales consecuencias negativas del mal uso de las redes sociales es la adicción por abuso del Whatsapp u otras formas de mensajería informática, un enganche que ocasiona comportamientos de tipo obsesivo-compulsivos que merman la atención a los quehaceres laborales, sociales y familiares, abocando a un aislamiento del mundo real por un ansia de estar siempre conectado e informado y a su vez ofreciendo información de todo lo que acontece en las vidas de quienes sufren este trastorno.

Los afectados por esta adicción van creando una dependencia del teléfono móvil (nomofobia) y un acostumbramiento a crear nuevas amistades, nexos afectivos e incluso relaciones sentimentales a través de vínculos virtuales que atrofian las habilidades de comunicación adquiridas por el individuo a lo largo de su vida. Es así como muchos se van habituando (por pereza, por comodidad, por miedo o vergüenza a afrontar el cara a cara en ciertas relaciones) a enviar mensajes y a mantener conversaciones a través de pantallas en lugar de hacerlo cara a cara.

Termina de leer el artículo completo en Gestalt Terapia , el blog especializado de Clotilde Sarrió.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Cuando el trabajo te hace infeliz

  • David Aparicio
  • 04/12/2015

Los psicólogos usualmente tenemos más de un trabajo. Por lo general, trabajamos en un hospital, una empresa o escuela y también tenemos consulta privada. Obtenemos al menos dos beneficios directos de esta situación. Primero, te da la oportunidad de hacerte más conocido, ganar más experiencia y mejorar tu perfil profesional. Entre más personas te conozcan más pacientes y derivaciones tendrás. El segundo beneficio es que te ayudará a tener un mejor salario porque, siendo honestos, la psicología, aunque es una labor muy valiosa,  no es una de las profesiones mejores pagadas.

Durante los últimos dos años trabajé sin cesar creyendo que debía tener más de un trabajo para construir mi carrera profesional, pero durante ese tiempo afecté otras cosas que son más importantes para mi. No pude reconocer mis límites y descuidé mi rendimiento profesional y a mi familia.  Hoy quiero compartir mi experiencia, qué nos dice la ciencia sobre el exceso de trabajo y algunas recomendaciones que me ayudaron a concentrarme en los trabajos que realmente me interesan y disfruto.

Hasta hace unos meses atrás tenía tres trabajos. Trabajaba en la mañana de 7 A.M. a 2 de la tarde, con niños con problemas de conducta en una escuela privada, de ahí salía lo más rápido que podía para evitar los embotellamientos y llegar a tiempo a mi otro trabajo desde las 3:30 hasta las 7:30 P.M. en un consultorio de psicología y psicopedagogía. De allí, partía para luchar con el tráfico y llegar a mi casa alrededor de las 8:30 P.M., para cenar, conversar un poco con mi familia y darle de comer a los perros. Luego, me sentaba y empezaba a preparar los artículos que saldrían al día siguiente en Psyciencia hasta la medianoche. Por último, me acostaba a dormir y me levantaba, casi arrastrándome a las 5:15 A.M. para empezar mi rutina nuevamente. Me estaba volviendo loco.

Trabajaba 14 horas al día, pero lo hacía porque creía que era el esfuerzo que debía realizar para forjar mi futuro profesional y me quedaría rezagado si no lo hacía. Uno siempre escucha que hay que trabajar duro mientras se es joven y se tiene las fuerzas, para así tener un descanso durante la jubilación y eso es lo que veo a mi alrededor. La mayoría de mis amigos y conocidos llevan un estilo de vida similar, trabajan de 10 a 12 horas por día. Como psicólogo, sentía que debía aprovechar todos los trabajos que aparecían y que este era el momento para trabajar y trabajar.

El problema es que el trabajo del psicólogo exige creatividad, escucha activa y empatía. Tenemos que conectar con nuestros pacientes. Y después de ocho horas mi mente divagaba, me perdía en las conversaciones con los pacientes, me distraía al escribir en las historias clínicas y planear las intervenciones que haría al día siguiente.  

Estaba perdiendo el contacto con lo más importante en mi vida, no tenía ganas de conversar, me sentía fundido, estaba irritable y cansado. Mi ritmo de vida era insostenible y llegó el momento en que tuve que recapacitar sobre cuánta energía le estaba dedicando al trabajo, lo que me perdía al estar todo el día fuera de la casa y las cosas importantes que estaba dejando de lado. Quería pasar más tiempo con mi esposa, mi familia y mis amigos. Quería leer más, hacer ejercicio y poder disfrutar del momento sin estar preocupado por la hora y el lugar donde debía estar para cumplir con una reunión o sesión.

Tal vez pienses que me estoy quejando por nada y que así es la vida. O se trabaja mucho o no se trabaja. Pero durante las últimas tres décadas la psicología y las ciencias económicas nos han ofrecido evidencia de los efectos perjudiciales que tiene el exceso de trabajo sobre nuestra salud y bienestar. Permíteme compartir algunos de los estudios.

El exceso de trabajo está destruyendo tu salud

Las investigaciones se han concentrado en evaluar cuáles son los efectos directos e indirectos, sobre la salud, de trabajar más de 48 horas a la semana (9.6 horas, 5 días a la semana) y los resultados son alarmantes.

Bannai y Tamakoshi (2014), realizaron una muy completa revisión epidemiológica de diversos estudios publicados entre 1995 y 2012, sobre los efecto del exceso de trabajo. Ellos encontraron que se vincula con la depresión, la ansiedad, los problemas de sueño y las enfermedades coronarias.

Relacionado con los problemas cardiovasculares, otro meta-análisis de la conocida revista The Lancet,  evaluó los datos de 604.838 individuos y encontró que las personas que trabajan durantes largas jornadas tienen más riesgo de sufrir infartos en comparación con aquellos que trabajan en una jornada normal de 8 horas.

El exceso de trabajo también se relaciona con mayor riesgo de consumir alcohol. Una revisión latinoamericana sugiere además que las personas que trabajan demasiado tienen más riesgo de sufrir de síndrome de burnout y estrés laboral. También se vincula con el desarrollo de enfermedades crónicas, Kivimäki et al (2015), encontró que las personas de nivel socioeconómico bajo, que trabajan largas horas diarias, tienen más riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2.

La Agencia de Salud Pública de Barcelona también estudió cómo nos afecta el exceso de trabajo, pero separó los resultados según el género y encontró datos muy interesantes. Esta investigación observó que los hombres que trabajaban entre 51 y 60 horas por semana tenían peor estado de salud en general, mayor riesgo de hipertensión, menor satisfacción laboral, mayor riesgo de fumar, menos horas de sueño y menos tiempo para hacer actividad física. Por otro lado, en las mujeres, el exceso de trabajo sólo se relacionó con mayor consumo de cigarrillo y menos horas de sueño. Según los autores esto se puede explicar por el rol de proveedor que cumple el hombre en la familia y el hecho de que, en situaciones de necesidad económica, se someten a largas horas de trabajo para traer más dinero al hogar (Artazcoz Dr, et al 2009). Aunque habría que investigar qué sucede con las madres solteras, por ejemplo, que suelen ser las únicas proveedoras del sustento económico de sus familias.

Esos fueron algunos de los cientos de estudios publicados sobre los efectos directos del exceso de trabajo en la salud. Pero también hay otros efectos indirectos. Por ejemplo, trabajar demasiado incrementa el riesgo de accidentes de tránsito, para aquellos que viven lejos de sus trabajos y tienen que conducir después de una larga jornada laboral (Bruce D. Kirkcaldy, et al 1997).

Esta última investigación me sorprendió mucho porque yo tuve una experiencia similar. Me dormí por milésimas de segundo cuando cruzaba el Puente de las Américas Puente emblemático de Panamá y primera ruta sobre el Canal de Panamá, principal recurso económico., cuando regresaba muy cansado a mi casa, después de un largo día de trabajo. Gracias a Dios no choqué y, desde esa ocasión, cuando siento que me duermo, paro en un kiosco o estación de servicio para quitarme el sueño y continuar el viaje.

Reducir las horas de trabajo

productividad paises

Ya tenemos una idea de todo lo que hace el exceso de trabajo a nuestra salud física y mental. La mayoría de las investigaciones que mencioné recomiendan que los gobiernos implementen políticas de horarios flexibles y reduzcan o eviten que las personas trabajen en exceso, pero eso no es suficiente. Necesitamos datos que ofrezcan beneficios directos para la salud sin erosionar la productividad y economía.

Ines Barnelli se ha dedicado a investigar los beneficios de la reducción de las horas de trabajo y sus datos demuestran que las personas que trabajan menos horas tienen más conductas saludables (menos consumo de alcohol y cigarrillo y más ejercicio físico), lo que repercute directamente en el estado de salud global.

Instituciones y grupos económicos alrededor del mundo también han investigado sobre cómo repercute el exceso de trabajo en el desarrollo de los países. Uno de los datos más recientes proviene del grupo OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), creado en 1961 para estimular el progreso económico de 34 países. Sus datos sugieren que los países que trabajan menos de 2000 horas por año son los más productivos.

La revista The Economist tomó los datos del OCDE y preparó un gráfico que lo explica muy bien y, cómo puedes ver, Alemania y Holanda tienen las economías más fuertes y sus trabajadores tienden a ser más productivos hora por hora. Se perciben menos estresados, se enferman menos y se sienten más identificados con su trabajo.

productividad

Pero cada vez hay más gente repensando la jornada tradicional de trabajo de 8 horas, cinco días a la semana, que fue establecida en 1922 por Henry Ford en sus fábricas de autos y que hoy todos consideramos como normal. Y proponen en su lugar reducir la jornada a sólo 6 horas por día. Hace unos días, la BBC publicó los tres representantes más importantes de la reducción del horario de trabajo y el aumento de productividad y bienestar.

El primer ejemplo viene del gobierno de Suecia. Ellos están llevando a cabo un estudio aleatorio en dos hospitales con 80 enfermeros que empezaron a trabajar, desde febrero, con un horario de 6 horas por día por dos años. El grupo control tendrá el horario habitual de 8 horas. Los autores dicen que es demasiado temprano para sacar conclusiones, pero ya se hace evidente la reducción del absentismo laboral a causa de enfermedad y también se los encuentra menos estresados. Esto se ha traducido en un mejor cuidado de los pacientes, mayor organización e intervenciones más eficaces.

El segundo viene de Toyota, una de las multinacionales más importantes del mundo. Sus autos son reconocidos por su alta calidad y bajo costo. Desde hace 13 años redujeron la jornada a 6 horas de trabajo y reportan que este cambio produjo una disminución de reclamos y quejas de los clientes. Hay menos bajas de los trabajadores y la productividad y beneficios económicos han crecido sin parar.

El tercer ejemplo y el más radical proviene de Carlos Slim, el magnate mexicano y uno de los hombres más ricos del mundo. Según él, la semana laboral debería reducirse a tres día semanales pero con 11 horas de trabajo cada día, porque así tendríamos más tiempo para relajarnos y aumentar la calidad de nuestra vida social. Slim explica que su propuesta no afectaría la economía porque en esos momentos libres, las personas tendrían más necesidades de entretenimiento y consumo. El ya puso en marcha una variante de su plan en su empresa Telmex y algunos de sus trabajadores, que están próximos a la jubilación, sólo trabajan cuatro días a la semana.

Renuncié a mi trabajo

Tres trabajos me consumían catorce horas diarias, lo cual me dejaba con 5 horas para dormir y 5 horas para conducir y moverme en el díaLa ciudad de Panamá es relativamente chica, pero sufre de un terrible tráfico que puede hacerte demorar horas para llegar a un lugar cercano..

Tuve la idea de renunciar a uno de los trabajos dando vueltas en mi cabeza por meses, nunca había renunciado. Me detenía a pensar que no podía con la carga y que era débil. Pero tampoco era feliz viviendo así. Tengo la bendición de contar con el apoyo mi esposa y el consejo de mis padres y amigos que me respaldaron en esta decisión. Al final presenté mi renuncia al trabajo que tenía en la clínica por las tarde y 15 días después quedé libre.

Pude aliviar mi carga sin afectar demasiado nuestros ingresos. Hoy soy más feliz, cuando llego a mi casa dispongo de más tiempo para pasar con Alejandra, saludar a mis padres y abuelas (que viven muy cerca), hacer deporte, leer un poco más (no tanto como me gustaría pero voy en camino), preparar y estudiar planes de intervención, economía de fichas, registros que usaré y eso se ha hecho evidente en la calidad de mi trabajo. Mi productividad también se ve reflejada en Psyciencia, ya que ahora puedo publicar entre uno o dos artículos diarios y mantener un ritmo de publicación de 15 a 20 artículos semanales. Así también nuestra comunidad de Facebook ha crecido más del 30% y los suscriptores por email en un 25%.

Recomendaciones

Para concluir, comparto con ustedes tres recomendaciones que me ayudaron a cambiar mi situación.

  1. Planifica tu economía: Haz un presupuesto mensual de tus ingresos y gastos. Evita caer en compras impulsivas. No te olvides de ahorrar al menos entre el 15 y 20% de tus ingresos, ya que esto te permitirá tener un respaldo por cualquier emergencia; además te ayudará a mantenerte centrado en tus objetivos económicos. Es muy importante que consideres tu situación económica, por ejemplo, yo no tengo deudas importantes, sólo la del auto y eso me dió la libertad económica que necesitaba.
  2. Busca la perspectiva de tus personas significativas: Tu familia, esposa, amigos y colegas, son las personas que mejor te conocen y te pueden ofrecer valiosos puntos de vista y tal vez te compartan experiencias similares, que te ayuden a evaluar mejor tu situación.
  3. Aprende a reconocer tus límites: ¿Cómo me siento con el trabajo? ¿Puedo trabajar eficazmente en dos lugares diferentes? ¿Puedo rendir más de ocho horas?  ¿Soy más productivo en horarios segmentados o corridos? ¿Este trabajo afecta mi relación con mi familia? Son algunas de las preguntas que te pueden ayudar a evaluar si realmente debes aceptar o no otro trabajo.

    He aprendido mucho con esta experiencia y de ahora en adelante lo pensaré mejor antes de aceptar otro trabajo. Todavía no trabajo menos de 8 horas, pero soy feliz y siento que tengo más control de mi tiempo y de mi vida. Para mi, eso es lo importante.

Editoras: Alejandra Alonso y Maria Fernanda

Imagen: Dave Meier (Picography)

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