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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

3 aplicaciones educativas que debes instalar en tu Android

  • 01/07/2015
  • David Aparicio

Google Play es un universo en constante expansión. Todos los días se añaden miles de aplicaciones a su catálogo y a veces puede ser un poco confuso encontrar nuevas apps que pasen el filtro de los 5 minutos de prueba en nuestro celular. Por eso hoy te quiero recomendar tres aplicaciones educativas que he disfrutado durante los últimos días.

Para mi una buena app educativa  tiene que tener el contenido que quiero aprender, un buen diseño y, por supuesto, tiene que ser divertida. Estas tres características las tienen los juegos: Cuánto sabes de Primaria, Cuánto Sabes de Secundaria y Cuánto Sabes de Ortografía, tres apps desarrolladas en Uruguay por la casa de desarrollo Niro Game Studios.

Cuánto Sabes de Primaria

cuanto sabes de primaria

Como su nombre bien lo indica, este juego pondrá a prueba el contenido que deberías haber aprendido durante tus años en la escuela primaria. El juego incluye preguntas de geografía, matemáticas, historia, etc. Es muy divertido y lo puedes aprovechar para jugar con tus hijos, ya que no los desalentará con preguntas complicadas que no verán hasta los años de universidad. Como pasa con el famoso ¨Preguntados¨.

Descarga aquí

Cuánto Sabes de Secundaria

cuanto sabes de secundaria

Su dinámica es similar a la del juego anterior, pero sus preguntas abarcan temas que los chicos ven en el secundario. Tu conocimiento se verá desafiado a medida que avanzas de nivel e incluso te encontrás intentando pasar de grado, especialmente si no cursaste materias de física o química. Yo lo estuve jugando con mi esposa y siendo honestos nos costó pasar de 5°, pero el juego no se volvió tedioso y realmente lo disfrutamos.

Descarga aqui

Cuánto Sabes de Ortografía

cuanto sabes de ortografia

La buena ortografía siempre es muy valorada y este juego te ayudará a corregir los errores de ortografía que te han hecho pasar vergüenza. Su dinámica se diferencia de otras apps que simplemente te ofrecen las mejor respuesta para elegir. Aquí tendrás que escribir rápidamente la palabra u objeto que aparezca en la pantalla. Cómo es de esperarse, el nivel de complejidad aumentará a medida que vayas avanzando. Realmente es una excelente opción para evitar esos horrores ortográficos que a menudo nos encontramos en los chats y las redes sociales.

Descarga aqui

¿Las probaste, qué te parecieron?



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Por qué las mentes creativas necesitan soledad

  • 28/06/2015
  • David Aparicio

Estamos obsesionados con el trabajo en equipo, excesivas reuniones, la pseudoefectiva «lluvia de ideas», las apps colaborativas y la continua comunicación digital. Casi no tenemos oportunidad de estar solos para contemplar nuestra existencia y crear a partir de la autoreflexión.

Silvia Diez publicó un excelente artículo que recopila los principales descubrimientos científicos que nos explican por qué necesitamos de la soledad y qué podemos hacer para conquistarla.

Las personas somos seres sociales, pero tras pasarnos el día rodeados de gente, de reunión en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos e hiperconectados, la soledad ofrece un espacio de reposo sanador. Una de las conclusiones más sorprendentes es que la soledad resulta básica para la creatividad, la innovación y el buen liderazgo. Un estudio realizado en 1994 por Mihaly Csikszentmihalyi (el gran psicólogo de la felicidad) comprobó que los adolescentes que no soportan la soledad son incapaces de desarrollar el talento creativo.

Susan Cain:

(..)cuando estamos rodeados de gente nos limitamos a seguir las creencias de los demás para no romper con la dinámica de grupo. La soledad, en cambio, significa abrirse al pensamiento propio y original. Denuncia que las sociedades occidentales han privilegiado más a la persona activa que a la contemplativa. Y nos ruega: “Detengan la locura del trabajo constante en equipo. Vayan al desierto para tener sus propias revelaciones”.

Lee el artículo completo.

También puedes ingresar aquí para ver la estupenda conferencia de Susan Cain: ¨El poder de los extrovertidos¨

Artículo relacionado: El camino de la soledad



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Sobre el método científico

  • 28/06/2015
  • David Aparicio

La psicología es la ciencia de la conducta humana. Parece una descripción simple, pero debajo de ella se esconde el intrincada relación entre las variables ambientales y biológicas que afectan nuestra conducta. En conjunto, ellas nos ofrecen aproximaciones explicativas de por qué nos comportamos de «x o y» manera.

El estudio científico de la psicología sólo tiene 136 años, cuando Wilhelm Wundt, en 1879, abrió el primer laboratorio de psicología en la Universidad de Leipzig. Después de Wundt vinieron grandes investigadores como: Eysenk, Cattel, Bruner, Skinner, entre otros. Pero la ciencia no avanza por el trabajo de un solo científico, sino que es parte de la comunidad científica, quien pone a prueba y corrige los resultados.

Es allí donde la psicología, como ciencia, enfrenta serias dificultades. Tenemos diferentes escuelas que dicen ser científicas pero que en realidad no aplican el método con la rigurosidad que requiere, sino que lo moldean a su propio gusto. Esto genera dos problemas principales. Primero, que no se pueden poner a prueba sus hallazgos y se aniquila la posibilidad de refutar. Segundo, que se utilizan argumentos que recurren a la autoridad y no a la evidencia, como por ejemplo: ¨Porque el gran psicólogo…. dijo que x es y…¨. Entonces la psicología vuelve a caer en el dogmatismo y no en la ciencia.

Tal vez estos problemas sean causados por el desconocimiento del método científico, he notado en diferentes foros que muchos no entienden bien de qué se trata y por qué lo necesitamos. En internet hay muchas explicaciones, algunas muy extensas y aburridas. Pero hace unos días Cesar Noragueda escribió para Hipertextual un artículo que nos explica éstas cuestiones de forma clara y breve.

Aquí un fragmento:

Distintos científicos, probablemente menos implicados emocionalmente en el asunto que se investiga y en la propia investigación, repiten los experimentos y analizan y comparan los datos obtenidos. Porque cualquier materia o afirmación que pretenda ser científica debe poder reproducir sus experimentos y, así, dar la posibilidad de ser refutada por alguien ajeno al esfuerzo realizado. De otro modo, resulta imposible demostrar nada: si alguien asegura que ha encontrado un nuevo elemento químico, por ejemplo, debe facilitar que sus colegas comprueben que su composición es del todo distinta a la de los que ya conocemos; si alguien dice que ha hallado una vacuna muy eficaz para cualquier enfermedad infecciosa grave que carecía de ella, tiene la obligación científica de permitir que otros reproduzcan las pruebas clínicas que le han conducido a tan estupenda declaración.

Aquí puedes leer el en Hipertextual.

¿Cual es tú opinión?



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

4 recomendaciones basadas en la ciencia para criar hijos bondadosos y justos

  • 22/06/2015
  • David Aparicio

Si le preguntas a un papá o mamá cuáles son los valores más importantes que debe enseñarle a sus hijos, seguramente incluirá la bondad como una de sus prioridades.

Pero una cosa sería lo que dicen y otra lo que hacen.

Según un estudio realizado en Estados Unidos, por la Universidad de Harvard, que contó con 10 mil niños de 33 escuelas diferentes, el 80% de los niños dijeron que era más importante el éxito personal y su felicidad, y sólo el 20% dijo que se preocupaba por los otros. Para ellos también era más importante el trabajo duro y los logros, que la justicia.

Es cierto que estos datos no son de Latinoamérica, pero los factores sociales y económicos, como la globalización han afectado fuertemente los valores a nivel mundial. Hoy podemos ver como nuestra sociedad se ha vuelto más individualista, nos importa menos lo que pasa a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Estamos más preocupados por las cosas que queremos comprar y esto se refleja en los valores que le pasamos a nuestros hijos.

Las implicaciones de los resultados de Harvard son alarmantes, porque cuando los niños anteponen valores individualistas y de consumo por encima de la bondad, la amabilidad y la justicia, corren el riesgo de llevar a cabo conductas dañinas, como la crueldad, el irrespeto y la deshonetidad.

el 80% de los participantes dijeron que era más importante el éxito personal y su felicidad

¿Cómo podemos criar a nuestros hijos para que sean bondadosos y justos?

Esta es una de las preguntas más difíciles que los padres deben responder.

Pero por suerte la ciencia también nos ofrece  sugerencias importantes.  Según el estudio, estos son los 4 factores más importantes que debemos enseñar a nuestros hijos:

1)Darles la oportunidad de ser amables

Todos necesitamos practicar las conductas que queremos aprender y para ello tenemos que propiciar oportunidades necesarias para que los niños practiquen la bondad. No tiene que ser nada complicado, busca situaciones donde el niño pueda ofrecer su ayuda a los otros, por ejemplo, compartiendo una golosina con un compañero o ayudar con la tarea. Con la guía de los adultos y con la práctica, los niños podrán desarrollar habilidades que les permitan saber cuándo y cómo ayudar a las demás personas.

Prueba:

  • Habla con tu hijo sobre los actos solidarios y egoístas que se ven en la televisión y los actos de justicia e injusticia que se puedan ver en las noticias.
  • Asegura que la gratitud sea parte fundamental del día a día de tu familia, expresa gratitud cuando comen, antes de acostarse a dormir, etc. Expresa gratitud por aquellos que te ayudan.

tenemos que propiciar  oportunidades necesarias para que los niños practiquen la bondad

2)Debemos enseñarles la capacidad de acercarse (zoom in) y tomar distancia (zoom out)

Los niños deben aprender a acercarse (zoom in) y escuchar atentamente las necesidades de su entorno, y a tomar distancia (zoom out) para poder evaluar y considerar múltiples perspectivas sobre una necesidad o problema. Esto ayudará al niño a poner la necesidad humana en contexto y no solo preocuparse por su círculo de conocidos.

Prueba:

  • Asegurate de que tu hijo sea agradecido con todas las personas a su alrededor, sus maestros, tutores, conductores, etc.
  • Motiva a tu hijo para que cuide de aquellos que son vulnerables. Dale algunos tips para ayudar a un compañero que está triste.
  • Utiliza los medios de comunicación para ayudar a tu hijo a pensar sobre las dificultades que enfrentan otros niños, por ejemplo, falta de comida, educación, etc.

Modela la amabilidad con los otros

3)Los niños necesitan buenos roles morales a seguir

Tranquilo papá/mamá, esto no quiere decir que tienes que ser un padre perfecto.Se trata de aceptar nuestras fortalezas y errores y escuchar a nuestros hijos, ser empáticos y demostrar preocupación y simpatía por los otros, así los niños también serán expuestos a este tipo de bondad.

Es posible ver cuando los niños tienen padres que se preocupan por enseñarles valores que les permite preocuparse por los otros. Conozco un niño que no se come nada sin antes compartir y siempre que alguién le pide algo de su lonchera contesta ¨con mucho gusto,¨ eso es un ejemplo de los padres atentos que tiene.

Prueba:

  • Modela la amabilidad con los otros, participa junto con tu familia en actividades de servicio a la comunidad con frecuencia.
  • Ofrécele a tus hijos dilemas éticos para que ellos puedan analizarlos en familia. También puedes preguntarles si se han enfrentado a un dilema últimamente.

4) Ayuda a tus hijos a regular sus emociones

Los niños tienen dificultades a la hora de regular la vergüenza, ira o celos, y esto puede entorpecer las intenciones de amabilidad. Ellos necesitan saber que esas emociones son normales y que todos las experimentamos, pero que deben ser tratadas de una manera diferente. Los investigadores explican: ¨Los niños son filósofos morales, cuando los adultos encienden la chispa del pensamiento moral, los niños pueden aprender a sopesar sus responsabilidades con los demás y ellos mismos.¨

Prueba:

  • Pídele a tu hijo que se aparte por unos momentos y que respire profundamente mientras cuenta mentalmente hasta 3, y que expire contando en su mente hasta 4. Si quieres más información sobre cómo ayudar a tu hijo a calmarse, lee nuestro artículo sobre la respiración aquí.

La bondad y la preocupación por los demás se aprenden desde la casa, con padres atentos, empáticos, dispuestos a tomar la responsabilidad de enseñarle a sus hijos los valores que son realmente importantes. Esto nos hace recapacitar en la pregunta ¿Qué valores estamos enseñando realmente a nuestros hijos?

Fuente: Quartz; Washington Post



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

El experimento social que violó los derechos de 22 niños de Groenlandia

  • 21/06/2015
  • David Aparicio

Ayer leí en la BBC una historia muy triste sobre un experimento social de 1950 que sacó a 22 niños de Groenlandia para ser educados en Dinamarca. Las intenciones de la investigación parecían buenas, querían mejorar la calidad de vida de estos niños en condiciones de riesgo pero afectaron profundamente sus vidas, violaron sus derechos y los dejaron sin familias.

Por aquellos años, Groenlandia estaba siendo azotada por la tuberculosis, la mayor parte de su población vivía de la caza artesanal de focas y no hablaba danés.

Estos factores hicieron que el Gobierno danés realizara un experimento que eligió a 22 niños de 6-10 años para ser llevados a la capital de Dinamarca para ser re-educados, aprender danés y crear según ellos, un nuevo tipo de Groenlandés que traería un mejor futuro para la isla.

El artículo se basa en los hallazgos del programa, del mismo canal, Witness, el cual también pudo entrevistar a Helene Thiesen una de las niñas del experimento, hoy una mujer de 71 años. En ese entonces, su papá había muerto a causa de la tuberculosis y solamente vivía con su mamá y dos hermanos.

Thiesen relata:

“Desde el barco miré a mi mamá y no pude ni hacerle “chao” con la mano. Estaba tan enojada. Simplemente dejé mis brazos abajo y pensé ‘¿Por qué me dejas ir?”. No entendíamos por qué nos estaban mandando lejos. ¿Qué nos esperaba? Todo era muy incierto.¨

Los niños pasaron por varias circunstancias difíciles y en ningún momento le explicaron que estaba pasando.

Cuando los llevaron de cuarentena:

“La granja era tan remota, nunca vimos ninguna otra casa. Nos pusieron en cuarentena porque éramos el primer grupo de niños que llegaban de Groenlandia a Dinamarca. Temían que tuviéramos algo contagioso”.

“Seguí preguntándome qué hacía ahí y cuándo volvería a casa. Extrañaba a mi madre y tenía mucha pena por la muerte de mi padre”.

La reina visita el campamento pero los niños no ríen.
La reina visita el campamento pero los niños no ríen.

La familia adoptiva:

“Nunca me sentí bienvenida en esa familia. Era una extraña. La madre tenía problemas mentales y estaba acostada todo el tiempo”.

“En lo que se refiere a los adultos, no confiaba en ellos. Me habían enviado a Dinamarca. Cada vez que me decían algo sólo asentía o negaba con la cabeza. No quería responderles”. Unos meses más tarde, cuando su eczema estaba bajo control, Thiesen fue trasladada a una familia diferente.

“La segunda familia de acogida era como un cuento de hadas en comparación con la primera. Eran gente muy cálida”

Al terminar el experimento 16 de los 22 niños fueron enviados de regreso a Groenlandia. Ya hablaban Danés, pero no regresaron con sus familias. Supuestamente porque ya no debían vivir con familias que tenían peores condiciones económicas, así que los mandaron a vivir con la cruz roja.

‘Vamos, súbete al autobús, te vas al orfanato’. ¿Por qué estaba siendo enviada a un hogar de niños? Nadie respondió. Apenas podía ver la ciudad entre mis lágrimas”.

La relación de Helen con su madre nunca fue la misma y la mayoría de los niños terminaron como un grupo marginado, sin familia y no pudieron servir como el modelo de cambio que deseaba el gobierno Danés.

Lee el artículo de la BBC completo: Los niños que Dinamarca sacó de Groenlandia para convertirlos en un experimento social



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

El camino de la soledad

  • 28/05/2015
  • Eduardo Ortega

La fragmentación social actual de los lazos sociales fomenta un sentimiento de soledad que limita nuestras vidas, no estamos solos, sino que nos sentimos solos.

La diferencia es la intensidad y la satisfacción que recibimos en la relación con los otros.

La soledad está asociada al vacío y la tristeza, causa temor y desesperación sobre todo cuando ha sido postergada durante un largo periodo de tiempo.

Todos en algún momento de la vida hemos transitado por el camino de la soledad, una experiencia de desarrollo personal que nos abre las puertas al despertar interior desconocido.

Algunas personas están convencidas de que la soledad es mucho mejor que el hecho de sentirse mal acompañado.

Cuando nos rodeamos de gente nos limitamos a seguir las creencias de los demás para no romper con la dinámica de grupo. La soledad, en cambio, significa abrirse al pensamiento propio y original.

Las personas somos seres sociales, pero tras pasarnos el día rodeados de gente, atentos a las redes sociales y conectados al móvil, la soledad ofrece un espacio sanador de reposo.

Significa abrirse al pensamiento propio y original

Algunas personas que han experimentado la soledad han creado obras de arte y han llegado a un grado de concepción de descubrirse a sí mismos.

Tenemos la creencia de que toda creatividad y productividad proviene de un lugar extrañamente sociable. Sin embargo, la riqueza creativa que surge de la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad. La soledad para algunas personas es tan importante, como el aire que respiran.

La conquista de tú libertad

Cuanto menos solo estás, más te cuesta estarlo, pero solo cuando estas a solas contigo mismo es cuando eres completamente libre.

La vida se organiza y se construye en las relaciones interpersonales. Nuestra conducta está configurada, en gran parte, por la vida con los otros; así como nuestras creencias.

Las relaciones permanentes, generan expectativas, crean lazos y vínculos que consolidan certidumbres y permiten construir un sentimiento de continuidad, de protección y seguridad.

El término “soledad” está ligado a la situación de una persona que está sola momentáneamente, y es asociada al aislamiento, al estado de abandono y a la separación.

Si toleramos el aburrimiento y el vacío seremos capaces de desarrollar algo nuevo y de desintoxicarnos de un mundo lleno de estímulos y de sobrecarga informativa.

La soledad no presenta de modo sistemático una connotación negativa

“Estar solo” es algo que se aprende, uno aprende a estar solo, a soportar el sentimiento de soledad y también a aprovecharlo de buena manera.

En el camino de la soledad dejamos ese espacio en blanco para escuchar sin interferencias lo que sentimos y necesitamos.

Es importante no confundir la soledad con el aislamiento, de hecho, aislarse es un modo de evitar la soledad. La soledad no excluye necesariamente al otro, como ocurre cuando uno se aísla de los demás.

Podemos aislarnos de muchas maneras, sin que haya la mínima realización de soledad.

Por lo tanto, no es lo mismo “estar solo” que “sentirse solo”, como tampoco tener muchos amigos significa no estar solo.

Lo que cuenta en todo esto es la intensidad y satisfacción en la realización con los demás, la dificultad para estar solo, tanto como las dificultades para relacionarse con otras personas, forma parte de los aspectos centrales de la soledad.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Emociones: pesadilla de una mente lógica

  • 10/04/2015
  • Rita Arosemena P.

¨ Como siempre, me costaba mucho menos pensar que ser.¨ – Julio Cortázar, escritor argentino

En 1995, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman publicó el libro “Inteligencia Emocional”, obra en la cual postulaba la existencia de un conjunto de habilidades relacionadas con el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la automotivación, que se distinguían de las habilidades lógicas consideradas tradicionalmente en la medición del CI. La tesis de Goleman sugiere un punto de reflexión desconcertante: incluso las personas más sobresalientes, con un CI elevado, podían llegar a ser pésimos directores en la orquesta de sus vidas, sucumbiendo con gran facilidad ante las pasiones desenfrenadas y los impulsos ingobernables.

Estamos condenados a sentir. Y puede interpretarse el “condenados” de muchas maneras, pero sugiero que sea en este sentido: irremediablemente hundidos en el fango de las emociones cotidianas. Todos nos vemos expuestos, día a día, a situaciones que despiertan en nosotros alegría, tristeza, miedo, frustración o ira. Es normal y necesario; las emociones fungen como alarmas, como detectores de humo que nos ayudan a asimilar y organizar la información proveniente del medio externo para establecer un equilibrio en el interno. Es muy probable que para ti, que lees esto ahora, las emociones sean fenómenos tan naturales como llenar un vaso con agua; puede que incluso las consideres maravillosas, y de hecho lo son: en gran medida, distinguen a una mujer de una roca y a un hombre de un zapato. Sin embargo, este artículo no se trata de exponer el paraíso de las emociones según la gente positivamente emocional, sino el infierno de las emociones según la gente torpemente emocional (y el “torpemente” también puede interpretarse de muchos maneras, pero sugiero que sea en el sentido: no estamos muy cómodos con esto).

¨ Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución (…) Es sólo en el mundo “civilizado” de los adultos en donde nos encontramos con esa extraña anomalía del reino animal en la que las emociones, los impulsos básicos que nos incitan a actuar, parecen hallarse divorciadas de las reacciones (…) ¿Cómo puede una persona con un nivel de inteligencia tan elevado llegar a cometer un acto tan estúpido? La respuesta necesariamente radica en que la inteligencia académica tiene poco que ver con la vida emocional.¨ – (Goleman, 1995)

En condiciones ideales, el pensamiento lógico y los sentimientos van de la mano, asociación que nos permite tomar decisiones adecuadas, comunicarnos asertivamente e interpretar de forma eficaz las señales captadas a través de los sentidos. Aún cuando en el agitado estilo de vida moderno pocas personas se tomen un café mientras dialogan acerca de sus emociones, el lenguaje emotivo está tan arraigado a la humanidad que, normalmente, somos capaces de saber cómo se siente alguien con solo mirarle. Este conocimiento del mundo emocional no solo fortalece la empatía, sino que nos facilita el maniobrar en situaciones que ameritan una respuesta rápida. En palabras del psicólogo Keith Oatley, de la Universidad de Toronto, las emociones “son como la sirena de una ambulancia: no te dicen lo que ha sucedido, pero si estás manejando, hacen que te eches a un lado para dejar camino al vehículo que viene pasando” (Oatley, 1989).

Para el psicólogo clínico Travis Bradberry, coautor del libro “Inteligencia Emocional 2.0”, el concepto de inteligencia emocional hace referencia a “algo dentro de nosotros que es un poco intangible, y que afecta cómo manejamos nuestro comportamiento, navegamos complejidades sociales y tomamos decisiones personales que desenlazan en resultados positivos” (Bradberry, 2014). Distingue, además, dos grandes dimensiones como pilares básicos de la inteligencia emocional: la competencia personal, que incluye la conciencia y manejo de las propias emociones, y la competencia social, que involucra el ser capaces de reconocer las emociones de los demás, entenderlas y emplear este grado de conciencia para manejar con éxito las relaciones interpersonales.

Indudablemente, una inteligencia emotiva sólida es un arma favorable en todos los campos de la vida humana, pero ¿qué pasa con quienes hallan un suplicio en la sola tarea de distinguir sus emociones? ¿Qué ocurre cuando la mente entrenada para el pensamiento lógico no encuentra opciones lógicas? La respuesta es simple: lo que ocurre es que fallamos. Torpemente.

¨ Las personas que son emocionalmente inteligentes no remueven todas sus emociones al momento de tomar una decisión. Remueven aquellas emociones que no tienen nada que ver con la decisión que van a tomar.¨   Stéphane Côté, profesor de Comportamiento Organizacional Universidad de Toronto (Huffington Post, 2013)

Los orígenes de una escasa inteligencia emocional son diversos. Märtin & Boeck (2013) destacan el impacto del abandono y las experiencias violentas en la infancia y su efecto en la modificación química del cerebro. Un niño que es atendido de forma mecánica, sin recibir atención emocional, crea a nivel cerebral una especie de trinchera bioquímica que puede dar lugar a ataques de ira más adelante. Un niño que ha recibido poco afecto difícilmente logra desarrollar una emotividad estable, pues tiende a formarse un autoconcepto negativo, culpándose a sí mismo de la poca atención brindada por sus padres. No cuesta imaginar que, a medida que el niño crece, su falta de confianza se traslada a escenarios de la vida adulta, convergiendo en una acumulación de fracasos que atribuye a su “incapacidad”. Fácilmente, podemos deducir que una escasa inteligencia emocional se relaciona directamente con una baja tolerancia a la frustración y el surgimiento de creencias irracionales del tipo: “No puedo. No valgo. No soy”.

Desde luego, una infancia de abandono y violencia no es la única causa de una inteligencia emocional deficiente. Para Daniel Goleman, hemos dado demasiada importancia a los aspectos puramente racionales, a todo aquello que nos brinda un aproximado del CI; sin embargo, en aquellos momentos de la vida en los que nos vemos arrastrados por las emociones, la inteligencia estrictamente lógica queda por completo desfasada. La mente excelentísima, capaz de resolver el acertijo de Rubik en cuestión de segundos, se paraliza ante un evento traumático, incapaz de asimilar algo tan insustancial como el sufrimiento humano; la inteligencia espacial no es de gran ayuda en un arrebato de celos y la comprensión de la física cuántica no es un tratamiento preventivo contra la distimia. 

Es un hecho: los sistemas educativos mayoritarios otorgan más relevancia a una formación académica racional basada en la adquisición de nociones y habilidades útiles para ser competentes en términos rentables, que al desarrollo intrapersonal. El potencial humano ha sido sistematizado en una escala numérica que facilita exportarnos al mercado laboral en muestras enlatadas: “Excelente”. “Bueno”. “Inútil”. Muchos fuimos educados para competir, no para sentir; el resultado es que somos muy buenos en lo primero y francamente desgarbados en lo segundo.

¨ Nuestras emociones necesitan ser educadas tanto como nuestro intelecto. Es importante que aprendamos a sentir, a responder, a dejar que la vida misma nos toque.¨ – Jim Rohn, escritor estadounidense

Las emociones sobrevienen cuando nuestras metas o expectativas se ven afectadas. La consecuencia directa de una inteligencia emocional deficiente implica una dificultad inusual para hacer frente a la pérdida, al fracaso o al rechazo, para reconocer, manejar e incluso verbalizar las propias emociones. La angustia, la ansiedad o la decepción se convierten, entonces, en espectros de ocho brazos que nos acechan; la felicidad se reduce a una mera sensación de conformismo o a un ataque de éxtasis; la molestia se torna fácilmente en ira; el amor es un enigma poco práctico y, las relaciones interpersonales, un protocolo confuso. Las consecuencias del analfabetismo emocional calan a nivel individual y colectivo, llegando a dificultar el dar respuesta a preguntas tan sencillas como un: “¿Qué tal te sientes hoy?” o “¿Qué cosas te hacen feliz?”. Un autoconocimiento emotivo pobre limita nuestra capacidad para establecer vínculos afectivos con los demás, y nos pinta un mundo de contrastes o muy negros o muy blancos, con cataclismos a la vuelta de la esquina.

En algunos, la idea de que el ser humano ideal es una máquina perfecta ha sido implantada por un modelo educativo regido por la disciplina y la autoexigencia, y aunque los resultados, sin duda, implican una formación notable de habilidades como la comprensión verbal, la velocidad perceptual o el razonamiento lógico, la realidad nos dice que con eso no basta. Que quizás nos hemos equivocado. Torpemente.

Artículo que te puede interesar:  Los 10 mitos más populares de psicología.

Bibliografía

Bradberry, T. (1 de Septiembre de 2014). Emotional Intelligence – EQ. Forbes.

Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós.

Huffington Post. (22 de Noviembre de 2013). How Emotional Intelligence Can Improve Decision-Making. The Huffington Post.

Märtin, D., & Boeck, K. (2013). EQ. Inteligencia Emocional: Claves para triunfar en la vida. Madrid: EDAF.

Oatley, K. (1989). The importance of being emotional. New Scientist, Vol. 123(N° 1678), 33-36.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

La corrupción desde una perspectiva psicológica

  • 03/12/2014
  • Clotilde Sarrió

La corrupción es un fenómeno lamentablemente en boga y frecuente en ciertos sectores de la política y el mundo empresarial y financiero. Podríamos definirla como una transgresión de las normas llevada a cabo de modo voluntario y con la con la intención de obtener beneficios personales.

Es una práctica sistemática en la que pervertir, depravar y sobornar se convierten en el modus operandi del corrupto en perjuicio de terceros y del interés colectivo de la ciudadanía.

Sociología de la corrupción

Hay una serie de factores que son inherentes a la corrupción tales como:

  • La tendencia a identificar el éxito con el dinero.
  • La prevalencia de la moral heterónoma sobre la moral autónoma. Consideramos moral autónoma la que incentiva a cumplir las leyes independientemente de premios o castigos, mientras que moral heterónoma es la que impele a cumplir las leyes sólo por miedo al castigo y no por un respeto interiorizado a las mismas.
  • La falta de conciencia por parte de la población de que los bienes públicos, que aseguran el bienestar social, se consiguen a través del esfuerzo de todos y deben ser respetados.
  • El acostumbramiento a la corrupción por parte de la población y a aceptar la misma como algo normal ante la aparente impunidad que exhiben quienes ostentan el poder y delinquen, circunstancia que les predispone a delinquir tal cual hacen los poderosos.

Solo respetan la ley por el miedo a las sanciones, de tal modo que su ética sería similar a la de un niño de cinco años

Todo ello contribuye a que los miembros de la sociedad interioricen una percepción subconsciente de que defraudar es algo lícito y aceptable.

Surge de este modo una tolerancia y benevolencia ante la corrupción así como una falta de conciencia y una desmotivación social para cumplir las leyes así como una predisposición a defraudar siempre que sea posible y se minimice el riesgo de ser descubierto

Perfil psicológico del corrupto

Desde una perspectiva psicopatológica, el corrupto es un individuo que sistemáticamente ignora al “otro” y prescinde de los valores éticos, morales y cívicos que garantizan la equidad en la convivencia.

Su modus operandi responde a la satisfacción de ciertas pulsiones en beneficio de su ego.

Carecen de una moral autónoma y solo respetan la ley por el miedo a las sanciones, de tal modo que su ética sería similar a la de un niño de cinco años.

Termina de leer este interesante artículo Gestalt Terapia, el blog de Clotilde Sarrió.

Imagen:  All Things Digital 



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

El observador y la realidad

  • 25/11/2014
  • Diego Almonte

La REALIDAD es simplemente esa forma más o menos definida en que captamos y percibimos los hechos. Cada ser humano es un observador distinto. Y si bien podemos estar parados frente a un mismo objeto, cada cual interpretará ese objeto desde su propia experiencia, desde su sentir disímil, desde lo que le dijeron que debía «ser» ese objeto. Vale decir, cada cual le dará una SIGNIFICACIÓN diferente.

Yo te puedo decir: «Mira mis zapatilla negras que bonitas que están, me las trajo un amigo de Europa». Primero, que me las haya regalado un amigo tiene un valor personal para mí, y le doy esa significación, un valor agregado, y segundo, que sean de Europa, tiene otro valor social agregado de importancia también para mí, ¡porque son de Europa!, y no de la vuelta de la esquina. Pero, seguramente para ti, no son más que un par de zapatillas negras y no tan distintas a las que viste el fin de semana pasado en una tienda deportiva en el centro de la ciudad. La significación e importancia se la dí yo. Yo veo esas zapatillas de una forma e intento que los demás la miren de la misma forma, sin embargo, tú las ves de forma distinta.

Por lo tanto la forma en que yo veo el mundo, es solo LA FORMA en como veo el mundo. Nada más. Y aquí entra la clásica imagen gestáltica de que si vemos «copa» o «dos rostros mirándose» en una misma imagen.

Y en esta competencia aprendida, todo observador, de acuerdo al prisma o al anteojo que tenga puesto, verá claramente algo, pero también dejará de ver otras cosas que escapan de su escenario perceptivo por la limitación de esos mismos «anteojos», que otra persona, con otro prisma puesto podrá ver. Entonces, cada observador tiene sus LÍMITES y cada observador podrá intervenir en el mundo de acuerdo a lo que es capaz de observar.

Se me viene otra imagen a la mente fácil de ejemplificar.

punto de vista

Aparecen dos sujetos parados de manera antagónica ante un mismo número (situación). Entonces desde la posición de uno, ese sujeto ve «seis» (6) y desde la otra posición el otro sujeto ve «nueve» (9). De cualquier manera ambas son verdades discutibles, puesto que podría ser tanto un nueve como un seis, sólo depende la forma y el lugar de dónde se le mire. Por eso la realidad no es una sola. No es seis Ó nueve. Más bien puede ser seis Y nueve, como también cuatro, siete o diez. Incluso estando ante el mismo número. Incluso estando ante el mismo objeto concreto. Incluso estando ante una misma situación. Cada sujeto sacará una impresión distinta y configurará el mundo de acuerdo a ella, confirmando así sus creencias más primitivas y reforzando, a su vez, su modo de ver las cosas.

¿Qué influye en nuestra manera de observar?

Claramente la posición de una persona en el mundo y la perspectiva que éste le otorgue: Aquí incluyen nuestra propia historia personal, nuestros pilares valóricos, nuestras creencias arraigadas, percepciones y emociones, la cultura en que estamos, nuestra crianza, lo inconsciente y otras variables que van configurando diferentes observadores caminando por nuestras calles.

No termino esta nota, sin antes concluir con este último ejemplo ilustrativo, que aparece de imagen introductoria en esta columna. Alude al cuento «Los ciegos y el elefante».

Cada uno de los ciegos se aproxima ante un mismo fenómeno que no habían conocido antes: un elefante. Para lograr describir ese fenómeno lo hacen de acuerdo a lo que pueden percibir, en este caso, a través del tacto, y así entender QUÉ ES UN ELEFANTE. Y uno que tocaba la trompa, decía: «Un elefante es como una gran serpiente». Otro que tocaba su pata delantera, se negaba ante esa descripción y argumentaba: «¡No!, es más bien como el tronco de una palmera». Otro que tocaba una de sus orejas, decía: «¡Pero qué dices! Si es un enorme abanico». Y por último, el cuarto ciego mientras tocaba los pelos de la cola, finalizaba: «¡Están todos equivocados! Es más bien como un ratón».

Así, pues, entendemos que ante una mismo objeto-real, nuestra aproximación de lo observado y vivenciado puede ser totalmente diferente, puesto que para algunos la «realidad» no es más que una gran serpiente, para otro un tronco de palmera, para otro un enorme abanico y para otro un simple ratón.

Cada observador es DISTINTO. Y cada observador mira las cosas de un modo PARTICULAR. Y en esta pluralidad idiosincrática nos enriquecemos y entendemos mejor al mundo y a sus personas. Que ya de por sí, bien difícil es.

Por cierto, aún no recibo sus comentarios de mis zapatillas negras traídas de Europa. ¡Están mola!

Ilustración por: Blanca Martí de Ahumada 



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Aquella paciente, la de las masitas

  • 24/10/2014
  • Patricio Leone

Llegó al consultorio un día como cualquier otro.

Un día ordinario.

Un día del que no recuerdo otra cosa que no sea que ella vino.

Vestida de negro, apoyada en un bastón casi a modo de placebo, encorvada, reseca.

Caminó unos pasos breves y sosegados, al tiempo que yo iba hacia ella

Me dio un beso sin sonido y se sentó.

— Es la primera vez que vengo a un psicólogo – dijo.

— Cuénteme – le respondí.

Y así fue que empezó a deshilar una vida de pesares, aflicciones y congojas.
Una vida triste de esa tristeza sin épica, esa tristeza deslucida, esa tristeza que hasta avergüenza.

Y así fue que empezó a deshilar una vida de pesares, aflicciones y congojas

La escuchaba sin distracciones, concentrado en un relato que volvería decenas de veces a lo largo de los años. La escuchaba sombrío.

— Nunca fui feliz – me dijo, mirando el escritorio.

— Siempre se puede intentar – dije, estúpidamente

Levantó la vista, divertida, y con una risita descascada me dijo:

— Me conformo con sufrir lo menos posible.

Vino durante tres años.

Solo faltaba si le surgía algo realmente impostergable, o por problemas de salud.
Nunca la vi llorar, ni siquiera cuando luchábamos a brazo partido contra los recuerdos más borrascosos.

A los dos años de venir, se cayó.

Diagnóstico: fractura de cadera.

Con la movilidad severamente reducida, comencé a verla en su casa.

Domingos a las 11 de la mañana.

Siempre me esperaba con masitas y café.

— ¿Por qué no fui nunca a un psicólogo? – me dijo un día– Si hubiera sabido…

Pocas caricias me han hecho, tan caricia.

La relación se fue estrechando.

Cada tanto, me llamaba a la tarde y me decía:

— Licenciado, ¿podrá venir hoy a la noche? Estoy muy mal.

Y yo, que había comenzado el consultorio a las 8 y lo terminaba a las 22, me iba hasta la casa, a sesiones que durarían hasta la medianoche, desoyendo a mi cuerpo, que me imploraba descanso.

Un día me acercó un objeto y me dijo:

— Esto es para usted.

Es la soledad, licenciado. A veces tengo ganas de morirme…

Era la llave del edificio.

— Es mucha responsabilidad – atiné a resistirme.

— Déjese de embromar. Agárrela. No le vaya a decir nada a mi hija. Si se entera, me mata…

A pesar del intenso trabajo, su desánimo persistía.

Las cuestiones fácticas son tan obcecadas…

— Es la soledad, licenciado. A veces tengo ganas de morirme…

— Oiga –le respondía–, mire que vengo invicto. Y quiero terminar así.

Se sonreía, complaciente, y me decía:
– Quédese tranquilo. Mire si me voy a suicidar a esta edad…

Un día, otro día vulgar, sin huellas, recibí un llamado:

— Licenciado, mi mamá está internada. Tuvieron que amputarle la pierna de urgencia por una trombosis.

Fui a verla, pero estaba inconsciente o dormida, que en estos casos es, miserablemente, lo mismo.

— Esto le pasó porque es una cabeza dura –me dijo la hija, enojada–. Dejó de tomar el anticoagulante.

Lo habíamos hablado mil veces. Hasta se lo hice tomar en mi presencia, retándola.

Pero argumentaba que le provocaba dolores.

Volví el domingo, en esa hora de desasosiego en la que tarde y noche se conjugan para agobiarnos.

No había nadie.

Entré.

La vi, y una oleada filosa me recorrió el ánimo.

Me sonrió, y en esa misma sonrisa, supe que ella ya lo había decidido.

— ¿Es familiar? –me sobresaltó a los gritos una mucama que venía con la comida. Un consomé tan débil como ella, ahí, derramada.

— No. Soy su psicólogo.

La mujer me miró con una expresión indescifrable y me dijo:

— ¿Quiere darle de comer? Porque con nosotros no hay caso.

— Por favor – le respondí.

Nuestra profesión es, antes que nada, una oportunidad

Y ahí nos quedamos los dos, en ese acto tan íntimo, tan intenso, tan nuestro, tan final.

— A mí no me puede decir que no.

Se sonrió, con una sonrisa minúscula, y alcanzó a tomar un par de cucharadas.

Me quedé sentado en la cama, estrechándole la mano, acariciándola con el pulgar.
Cuando se quedó dormida, le di un beso tenue y me fui.

En el auto, me quedé sentado un rato tan largo como mi desaliento.
Al día siguiente, recibí el previsible mensaje de texto.

Todavía guardo sus memorias, dos hojas de cuaderno escritas a mano, con una letra tímida y convulsa.

Hay días en los que extraño sus masitas del domingo.
Son esos días en los que pienso que nuestra profesión es, antes que nada, una oportunidad.

Artículo previamente publicado en el grupo Psicologas y Psicologos de Argentina y publicado en Psyciencia con permiso del autor. 



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