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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

“¿Hay algo de esto que no funcione?”

  • Gabriela Wabeke
  • 03/04/2018

Es justo que empiece este artículo de opinión advirtiéndole que esto es, entre otras cosas, mi crítica personal al psicoanálisis y al sistema de educación superior en psicología en Argentina. Es también un intento de repensar aquello que consideramos normal y aceptable solo porque estamos acostumbrados. Si lo primero le genera escozor, quédese al menos con lo segundo. De todas formas, usted está avisado.


¿Hay algo de esto que no funcione? Parece ser una pregunta sencilla que incluso nos hacemos algunas veces. Obviamente no estoy hablando de si no funciona el control remoto de la televisión y necesitamos así comprar nuevas pilas. Estoy hablando de todos aquellos aspectos que no funcionan en nuestras vidas (no es tan fácil conseguir pilas nuevas para solucionar esto, ¿verdad?).

Alguna relación de amistad que mantenemos sin saber por qué, decisiones que tomamos y no nos acercaron pero tampoco nos alejaron de nuestras metas, ideas y conceptos que seguimos repitiendo sin que la realidad pareciera confirmarlos. Puede que muchas cosas no estén funcionando y no hacemos nada solo porque no funcionan mal. Creemos que hay una diferencia enorme entre esas dos situaciones. Suponemos que no es lo mismo un control remoto que no responde en absoluto porque se le acabaron las baterías, a uno que cuando quiero subir el volumen me lo baja. El primer caso no pareciera ser tan negativo como el segundo. Pensamos que una relación en la que hay constantes discusiones y desacuerdos es peor que una relación en la que solo se está aburrido y desanimado. Como si algo que no funcionara fuera perfectamente inocuo.

Y no, no lo es. La acumulación de todo aquello que no funciona es muy dañina. Acostumbrarnos a esa supuesta ‘“inocuidad” transforma nuestra interpretación de lo que consideramos normal y se vuelve perfectamente cotidiano vivir a medias.

La primera vez que escuché esa pregunta, así tal cual la escribí en el título, fue en un postgrado de psicoanálisis lacaniano. Me encontraba en mi segundo año de cursada y en el décimo año de mi educación psicoanalítica. Los profesores me parecían geniales y lo que explicaban me resultaba a veces deslumbrador y a veces inalcanzable de entender. Y de pronto, de la nada, un compañero hace esa pregunta: ¿Hay algo de esto que no funcione? Se generó un silencio terrible seguido de algunas risas. Mi compañero continuó desarrollando su duda y preguntó si a lo largo de los años la comunidad psicoanalítica se había puesto de acuerdo o no con respecto a aquellas prácticas que no dieron resultados. Leíamos los libros de Freud y de Lacan y de tantos otros sin decir nunca: “Este capítulo no lo tomen tan en cuenta porque se ha demostrado que no sirve para la clínica.” O “No vamos a profundizar en el tomo XII porque otros autores han mejorado ese tipo de intervenciones.”

No, jamás ni en la facultad ni en las supervisiones ni en los grupos de estudio ni en ese postgrado se había dicho qué de esa doctrina no funcionaba. Jamás fue una opción leer ciertos libros más que para tener una idea de los inicios de una terapia, no, había que leer todo y estudiar cada punto o coma.

En toda mí cursada en la carrera e incluso luego en un postgrado, nunca jamás leímos alguna investigación científica sobre psicoanálisis

Esa pregunta fue el inicio del fin. Empecé a recordar todas las clases de la carrera, miré mis apuntes, hablé con algunas colegas… y nada. Siempre habíamos estudiado en profundidad todos los temas sin nunca descartar algo. Un libro escrito hace un siglo atrás explicaba formas de intervenir en pacientes que al parecer seguían funcionando perfectamente. A pesar de que los pacientes que yo trataba no vivían ni en la sociedad ni en el momento histórico ni tenían el nivel económico de los pacientes de Freud. Y eso sin tener en cuenta que estudiábamos dos o tres casos que el mismo Freud diagnosticaba de una u otra manera y generalizábamos luego para tratar dichas patologías solo a partir de la información recolectada de esos escasos ejemplos.

Es obvio que mis profesores se daban cuenta de esa brecha y la corregían afirmando que si se ajustaban ciertas distancias y se tenía en cuenta que muchos otros psicoanalistas habían “repetido” las experiencias de Freud en la clínica, podíamos de todas formas usar las mismas técnicas. Incluso he tenido profesores que afirmaban que aunque utilicemos técnicas de otras orientaciones, mantengamos de todas formas el marco teórico psicoanalítico para aplicarlas “mejor”. Pero eso sí, investigaciones científicas que nieguen o afirmen todo esto no leímos nunca. Y quiero ser insistente en este punto: en toda mí cursada en la carrera e incluso luego en un postgrado, nunca jamás leímos alguna investigación científica sobre psicoanálisis.

N<o funciona un sistema en el que no es la norma enseñar y facilitar el acceso a otras teorías

¿Cómo era posible entonces no haberme hecho esa pregunta durante una década? Y la verdad, era muy posible. La gran mayoría de mis profesores eran psicoanalistas, prácticamente no profundizamos en ninguna otra teoría durante mis estudios, la única terapia personal que conocí en ese período fue en un diván, los dos colegios de psicólogos en los que estuve matriculada poseían un largo historial de comisiones ejecutivas de solo psicoanalistas. Estaba rodeada y caí en una trampa que nadie puso. No estaban mal ni Freud ni mis profesores ni mi terapia, estaba mal el sistema. El umbral de lo que consideraba normal se construyó en ese contexto.

Hoy en día, ya divorciada de todo eso y luego de haber tenido incluso pacientes en diván, puedo decir que ese sistema no funciona. ¿No funciona el psicoanálisis? Tengo mi respuesta personal a esa pregunta pero científicamente hablando no lo sé, es tarea de los psicoanalistas llevar adelante sus estudios e investigaciones y responderla. De lo que estoy bastante segura es que no funciona un sistema en el que no es la norma enseñar y facilitar el acceso a otras teorías. Claro que aprendí sobre otras formas de terapia, pero poco o nada. Y en un país como Argentina, me llevó mucho dinero y esfuerzo acceder a otras fuentes de información. Vivía a 1000km de Buenos Aires por ejemplo, y tuve que viajar e invertir hasta el cansancio para subsanar las fallas de un sistema que prácticamente solo me había enseñado sobre Freud… y algo de Lacan.

No educar a nuestros futuros colegas desde la ciencia y la diversidad es un error grave aunque en el contexto argentino pueda no parecerlo

¿Se acuerda del ejemplo del control remoto? Quizás se vea tentado a pensar que en un país con tanta tradición psicoanalítica está bien que existan universidades que enseñen fundamentalmente con esa orientación. Será tarea de cada uno luego buscar su propio camino como profesional. Quizás crea que está bien eso porque no funciona mal. Pero, ¿funciona? Lo que no funciona no es inocuo. Un control remoto con las baterías agotadas no es inocuo, aunque a usted le pueda parecer normal tener que levantarse del sillón para cambiar de canal porque hace 3 semanas que no recuerda comprar nuevas pilas.

Esta es un poco mi experiencia personal y mi crítica al psicoanálisis y a sus fallas para acomodarse a los mínimos estándares científicos, sí, pero es fundamentalmente también mi crítica al sistema educativo en las facultades de psicología. Sé que no todas son así, pero un interesante porcentaje entran en esa categoría. No podemos obviar que no enseñar a alguien sus opciones es lo mismo que no dárselas. No educar a nuestros futuros colegas desde la ciencia y la diversidad es un error grave aunque en el contexto argentino pueda no parecerlo. Lamentablemente, en Argentina la diversidad es un lujo para quienes viven en ciudades grandes. Yo tuve el privilegio de poder ir hacia la montaña, pero hasta el día de hoy la montaña no se acerca a quienes no viven cerca.

Un profesional que se recibe en una facultad que mayoritariamente enseña solo una teoría, y luego se matricula en un colegio dirigido por colegas que siguen la misma teoría, y asiste a capacitaciones y postgrados pensados y organizados por otros colegas que también apoyan dicha teoría, ese profesional no eligió libremente su orientación. Se le fue impuesta.

¿Hay algo de todo eso que no funcione? Sí, y no es inocuo.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Habitica: la app de productividad que convierte tu vida en un juego

  • Rita Arosemena P.
  • 21/03/2018

Quienes piensan que los videojuegos sólo sirven para alimentar los ratos de ocio no conocen aún la enorme biblioteca de aplicaciones basadas en la ludificación que actualmente ayudan a miles de personas en el mundo a hacer de su vida algo menos caótico.

Pero vayamos en orden: ¿aplicaciones basadas en la qué?

La magia de la ludificación, o cómo aprender mientras te diviertes

Cuando hablamos de gamification (o ludificación, en español) nos referimos al conjunto de técnicas o dinámicas que hacen uso de propiedades características de los videojuegos en ambientes no recreativos (como la educación y el entorno laboral) para motivar a las personas a modificar o adquirir hábitos, mejorar su concentración, cumplir tareas específicas entre otros beneficios enfocados a activar el aprendizaje y mejorar su calidad de vida.

En otras palabras, la ludificación se refiere al «uso de elementos propios de los juegos dentro de contextos no relacionados con los juegos». 

Los videojuegos se han vuelto cada vez más populares entre todos los grupos de edades y géneros en los últimos años, un ejemplo de ello es el valor cotizado para el mercado de los juegos de vídeo en los Estados Unidos durante al 2017: 18,4 billones de dólares, con una presencia del 67% de consolas en los hogares estadounidenses y una frecuencia del 75% de uso de videojuegos de forma constante por parte de al menos uno (1) de los miembros de la familia.

Lo interesante es que los videojuegos no sólo son un medio de entretenimiento muy prometedor de cara al futuro, sino que también poseen un alto nivel de potencial motivacional que puede utilizarse de forma positiva para ayudar a las personas a aplicar competencias y habilidades a través de torneos en línea, insignias, tablas de clasificación y gráficos de rendimiento.

https://www.ted.com/talks/jane_mcgonigal_gaming_can_make_a_better_world/transcript?language=es

Para la diseñadora de juegos y defensora del uso constructivo de la tecnología, Jane McGonigal, la ludificación es una herramienta indispensable para que el ser humano desarrolle métodos novedosos y más efectivos para resolver problemas como el hambre, la pobreza, el cambio climático y los conflictos mundiales, y podría no estar muy lejos de la realidad.

Un estudio publicado en 2017 en la revista Computers in Human Behavior sugiere que algunos videojuegos pueden servir para atender necesidades concretas de los usuarios y ayudarlos en el proceso de adquirir habilidades o formar hábitos. Los resultados del estudio evidenciaron que ciertos elementos de diseño del juego abordan necesidades psicológicas específicas en la medida en que estos elementos son reconocidos por los usuarios.

Dicho de otro modo, la efectividad de las insignias, tablas de clasificación y gráficos de rendimiento afectaron positivamente la satisfacción de los usuarios en relación con la competencia cuando los participantes eran conscientes de lo que significaba obtener una insignia (guerrero, sanador, hechicero) dentro del juego. Esto demuestra que la conciencia de los elementos de diseño del juego es crucial para obtener beneficios de él.

«elementos de los videojuegos como avatares, historias y compañeros de equipo han demostrado afectar con éxito las experiencias de relación social introduciendo un objetivo compartido y generando sentimientos de relevancia»

Durante los últimos años hemos visto un incremento en el desarrollo de aplicaciones orientadas a la productividad y estilos de vida saludables (entre las más famosas, Wunderlist, Evernote, Any.do, Endomondo…) sin embargo, para muchas personas ha sido complicado sacar provecho a este tipo de apps por la ausencia de un factor de motivación complementario con el cual interactuar fácilmente.

En esta ocasión, les hablaremos de una alternativa prometedora: Habitica, una app de productividad que toma lo mejor de la ludificación para aportar motivación extra al día a día convirtiendo nuestra vida en un juego fácil de disfrutar.

Habitica: mejora tus hábitos jugando

Habitica es un video juego que te ayuda a mejorar hábitos de la vida real mediante una plataforma que convierte todas tus metas diarias en un desafío fantástico. Cuanto mejor te desempeñes en el cumplimiento de los hábitos y tareas pendientes, mejor será el progreso en el juego. Si, por el contrario, fallamos en la realización de una tarea o recaemos en un hábito indeseado, nuestro personaje comienza a retroceder en el juego.

Vista de la pantalla de «Tareas pendientes» de Habitica.

Habitica es la app perfecta para los amantes del RPG (juegos de rol) pero también para los primerizos que buscan una forma novedosa y divertida de motivarse para cumplir las tareas diarias. Más que una app de productividad común, se trata de un universo paralelo donde puedes elegir entre convertirte en un guerrero, un pícaro, un mago o un sanador una vez que has completado las suficientes tareas pendientes en el mundo real.

Cada uno de estos tiene sus propios beneficios. Un mago puede lanzar hechizos para «congelar» tus tareas diarias actuales, para que no te penalicen por no haberlas hecho. Los pícaros son aquellos que han aumentado su percepción para encontrar objetos que son de ayuda en las misiones u obtener artículos útiles como huevos y comida para mascotas.

Cada nivel que superamos mejora nuestras estadísticas, lo que se traduce también en mejoras para la inteligencia, fuerza, percepción y constitución de nuestro personaje. Es el usuario quien decide cuándo subir de nivel conforme al grado de compromiso que mantiene en la vida real, y también es una decisión personal cómo distribuir los puntos que se obtienen.

La anatomía de un RPG dentro de una app de productividad

Una característica especial de Habitica es que te motiva al recompensarte por completar tus tareas. Obtienes experiencia en oro (moneda de Habitica que se puede usar para comprar armamento) y otros artículos al azar como huevos sorpresa y comida para mascotas (a partir del nivel 3 es posible tener una mascota). Esto es un elemento importante de motivación porque, una vez que el usuario se ha conectado con el hilo del juego y es consciente de que a medida que completa tareas tiene la chance de recibir artículos imprevistos, entonces el hecho de completar todos los pendientes se vuelve más significativo.

La evolución de tu avatar depende de cómo avances en el cumplimiento de tus tareas pendientes o adquisición de hábitos fijados como metas. Todo esto suma puntos de salud, experiencia y desempeño en el juego.

Los elementos de Habitica pueden dividirse en tres categorías: Hábitos, Dailies y Tareas. La columna «Tareas pendientes» funciona exactamente como una lista de cosas por hacer. Si tienes que ir al supermercado y Remember The Milk no funciona contigo, quizás Habitica sea la luz al final del túnel que necesitas para poner algo de orden a tu vida.

Los hábitos, por otro lado, son para aquellas personas que desean implementar a su vida el hacer ejercicio, tomar agua con mayor frecuencia o levantarse de la silla cada cierto tiempo y estirar el cuerpo. Por último, las Dailies se refieren a aquellas tareas o actividades que deseamos realizar de forma diaria o rutinaria. Podemos configurar la app para realizar estas tareas todos los días o un día específico de la semana todas las semanas.

Definitivamente le recomendaría a cualquier persona que esté buscando una alternativa dinámica para aumentar su productividad que probara Habitica durante al menos un (1) mes y evaluara los beneficios que esta app puede traer a su vida. No tienes que ser un amante de los videojuegos para sacarle provecho, y dado que su uso es francamente sencillo, tampoco tienes que ser un experto en aplicaciones de productividad.

Para concluir, algunas ventajas específicas de Habitica que hacen de la app una plataforma que vale la pena probar son:

  • Absoluta privacidad de tus tareas, lo que significa que si alguien entra a tu perfil sólo verá el estado de tu avatar.
  • La posibilidad de seguir de cerca tu progreso desde la app y también desde el sitio web de Habitica, para los usuarios que no pueden tener a mano todo el tiempo el teléfono.
  • Es posible unirse a equipos comunitarios para derrotar monstruos juntos o ir a misiones en compañía con tus amigos o familiares.
  • Numerosos niveles para alcanzar que hacen que la app no se torne aburrida al primer uso.
  • Las opciones de configuración de tareas son muy completas, puedes crear una tarea pendiente y seleccionar el grado de dificultad, la fecha tope para realizarla, una lista de micro tareas por hacer dentro de dicha tarea, notas y etiquetas. En el caso de los hábitos, puedes seleccionar si un hábito es positivo o negativo, así como el grado de dificultad. Las Dailies te dejan seleccionar los días de la semana o del mes que deseas realizar una actividad en específico, el grado de dificultad y micro listas de tareas por hacer.

Descarga Habitica.

Fuente: Habitica; Science Direct

  • Artículos de opinión (Op-ed)

8 hábitos de los psicoterapeutas altamente efectivos

  • David Aparicio
  • 16/03/2018

Ser psicoterapeuta es una de las profesiones más exigentes y enriquecedoras que existe. Cada sesión es única e irrepetible y los psicoterapeutas necesitamos constante entrenamiento, supervisión, flexibilidad, empatía y conexión (entre otras habilidades) para poder ofrecer el mejor tratamiento disponible de acuerdo a las necesidades de nuestros pacientes. Estas características son fáciles de mencionar, pero difíciles de cumplir. Muchos terapeutas le prestan más atención a uno de estos factores porque creen que la experiencia o sus habilidades son suficientes para ayudar a sus pacientes. Sin embargo, las investigaciones demuestran que los terapeutas somos propensos a sobreestimar nuestras habilidades y resultados terapéuticos, aun cuando quizás nuestras intervenciones no son tan “efectivas” como creemos. Por otro lado, los estudios también han encontrado que los terapeutas que demuestran mayor efectividad a través de evaluaciones estandarizadas desarrollan 8 hábitos que mejoran su trabajo terapéutico. La psicóloga Marie Hartwell-Walker los describe a continuación:

1 – Recopilan información constantemente

Los terapeutas que son más propensos a adoptar procedimientos válidos y confiables tienen más posibilidades de obtener mejores resultados en la sesiones. Ellos monitorean el progreso de los pacientes y evalúan los resultados finales con medidas confiables y válidas, pidiéndoles regularmente a sus pacientes que completen escalas para analizar los datos de su progreso.

2 – Desarrollan un plan de tratamiento claro con el paciente

Los terapeutas más efectivos se comprometen activamente con el paciente para desarrollar el plan de tratamiento. Las investigaciones demuestran que los pacientes son más propensos a comprometerse activamente en el tratamiento cuando participan del establecimiento de los objetivos terapéuticos y monitorean el tratamiento. Así mismo colaboran con sus pacientes en establecer objetivos claros, específicos y concretos.

3 – Antes de cada sesión, revisan el plan de tratamiento y establecen objetivos para cada sesión

Los terapeutas efectivos llegan a la consulta muy bien preparados. Ellos se toman el tiempo de pensar en cada paciente y consideran cómo el tratamiento está progresando y evalúan si es necesario replantearse algún objetivo en particular para cuando el paciente esté listo. No dejan la terapia a la improvisación.

4- Monitorean el progreso de los pacientes

Los estudios demuestran que cuando los terapeutas y pacientes discuten y analizan el progreso del tratamiento en conjunto, los pacientes se compromenten más con el trabajo terapéutico, son menos propensos a abandonar las sesiones y tienen más probabilidades de mejorar. Al comienzo de cada sesión los terapeutas efectivos revisan con los pacientes qué piensan éstos sobre cómo se está desarrollando el proceso terapéutico y aprovechan para aclarar cualquier duda que tenga el paciente y para pedir feedback para hacer los ajustes necesarios.

5 – Resisten la tendencia a estar demasiado atados a un enfoque terapéutico

Los terapeutas efectivos son capaces de utilizar un amplio repertorio de habilidades acordes a las necesidades de los pacientes. Por ejemplo, algunos pacientes responden mejor a un estilo directivo y concreto, mientras que otros pacientes funcionan mejor a través de técnicas expresivas y otros responden más a un enfoque centrado en la persona. Esto no quiere decir que los terapeutas usen un eclecticismo ateórico y sin sentido. Sino que son capaces de utilizar una integración terapéutica basada en el plan de tratamiento y en la conceptualización del caso y necesidades del paciente.

6 – Reflexionan sobre cada sesión

Llevar un diario o un registro diario del trabajo puede incrementar la efectividad de casi cualquier actividad. Los terapeutas efectivos reflexionan y registran cada avance y dificultad que se presenta en cada sesión a través de notas y análisis de cada paciente y dedican tiempo para reflexionar sobre el proceso terapéutico.

7 – Buscan buena supervisión

Los terapeutas más efectivos buscan supervisión contante de terapeutas más experimentados para analizar los datos recabados a través de las evaluaciones y observaciones, incluso en su propio tiempo libre y con sus propios recursos. Así maximizan y mejoran el tratamiento a la vez que reducen los puntos ciegos que todos tenemos en las sesiones terapéuticas y favorecen el autocuidado del terapeuta.

8 – Siguen aprendiendo

Los terapeutas efectivos no se conforman, desarrollan y mejoran sus habilidades terapéuticas a través de la formación periódica y rigurosa que puede tomar meses e incluso años. Para estos psicoterapeutas su entrenamiento es una prioridad e invierten sus recursos y tiempo en la formación.

Fuente:Psychcentral
Imagen:Unsplash

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Una escuela para todos

  • Geraldine Panelli
  • 27/02/2018

Estamos viviendo actualmente un cambio de paradigma a nivel global en cuanto la inclusión escolar como se la conoce hoy. Estos cambios son necesarios para que la promesa de “una escuela para todos” sea real. En un artículo anterior (“La inclusión escolar: expectativas posibles”) se detalló el marco legal que acompaña las políticas de inclusión a nivel mundial, donde se debe garantizar el derecho a la educación brindando apoyos a cada individuo que así lo requiera. También se habló sobre la definición de inclusión, la diferencia que existe con el término integración y el rol que debe cumplir el maestro para fomentar el cumplimiento de este derecho.

Cuáles son los obstáculos que debemos superar para que haya inclusión

En Argentina la reglamentación es distinta para cada una de las provincias, aún no hay una normativa a nivel nacional que rija para todas las zonas por igual; lo que dificulta la tarea de conocer todas las normativas y especificaciones de las mismas. En la ciudad de Buenos Aires, el año pasado se editó desde el gobierno un Manual de Inclusión Escolar, herramienta necesaria para garantizar espacios de aprendizaje significativos para todos en la ciudad; más allá de explicar sobre inclusión desde el manual también se fortalece a las familias informando que “rechazar a un niño en la escuela tanto pública como privada es anticonstitucional”.

Siguiendo esta línea ¿Qué interfiere hoy para que los procesos inclusivos sean una realidad para todas las escuelas? Se ha avanzado mucho en esta cuestión, hoy la población entiende de qué hablábamos cuando nos referimos al cargo de “maestra integradora”; en todos los colegios en uno u otro curso hay algún niño con discapacidad integrado, los padres se encuentran mucho más informados y empoderados para defender los derechos de sus hijos… pero, ¿la integración alcanza?

Aún no hay una normativa a nivel nacional que rija para todas las zonas por igual

Sin dudas la respuesta a esta pregunta es NO. La integración escolar no ha cumplido el objetivo de inclusión; no asegura la vacante en la escuela del barrio con amigos o hermanos, con una docente a cargo y un directivo que realmente esten capacitados para brindar las herramientas y adecuaciones escolares para cada patología, cada condición y cada situación de crisis vital por la que puede pasar un alumno. Y sobre todo no se ha podido solucionar la burocracia que acompaña a los padres para exigir cumplir los derechos de sus hijos, tanto en las escuelas como en las obras sociales. Esto da como resultado para la familia mucha frustración y chicos que no quedan ajenos al rechazo que sienten desde el establecimiento educativo.

Claramente no todo lo referente a integración es malo, pero si es un modelo que igualmente sigue excluyendo, es por eso que en muchos países, y en el nuestro también, se comienza a ver el término INCLUIR cada vez con más fuerza. La escuela inclusiva es una escuela lo más humana posible, compasiva, igualitaria y sobre todo una institución que respeta a todos los que la conforman.

¿Y entonces qué hacemos?

Creo que lo primero que tenemos que plantearnos es qué clase de sociedad queremos ser y qué queremos construir desde los establecimientos educativos. Si me preguntan a mi yo sueño con una población sobre todo honesta, partiendo de ahí preguntaría: ¿La capacitación para ser docente de primaria y/o secundaria, es acorde a exigir legalmente la inclusión escolar? ¿Carreras como psicología y psicopedagogía, que comparten los espacios educativos en los gabinetes y deberían de apoyar a los docentes, están actualizadas y basadas en conocimientos empíricos?

Me atrevo a decir que en muchos casos la respuesta es no, con lo cual pienso que es la base donde debemos atacar primero; antes de exigir comportamientos desde los establecimientos educativos, deberíamos demandar la capacitación adecuada a los profesionales, con planes de estudio acordes a las necesidades que hoy vemos que no se satisfacen.

Qué clase de sociedad queremos ser y qué queremos construir desde los establecimientos educativos

Volviendo al punto de ser honestos, pensemos: somos docentes, psicólogos, psicopedagogos y cualquier otra disciplina que se dedique a trabajar con población infanto-juvenil, si la formación no nos alcanza y decidimos igual este camino profesional; ¿no debemos de comprometernos con nuestros principios éticos e invertir tiempo y dinero en formación?

Para los que trabajamos en educación en Argentina ya sea en el ámbito privado o público, de manera esporádica o cotidiana, dependiendo específicamente de los establecimientos educativos o siendo externos (dependiendo de las obras sociales); calculo que pensaran “esta mujer esta loca”; “todo lo que pasa en la escuela y me tengo que capacitar más”. Mi propuesta es un poco más simple de lo que parece, hay que volver a la motivación que se sintió el primer día que decidieron trabajar con esta población y arrancar de ahí. Preguntarse: ¿la calidad de mi trabajo humanamente es igual hoy que ese día? ¿Puedo mejorar la manera en que me relaciono con mis alumnos? ¿Puedo proponer un cambio en mi equipo para empoderarnos y dar respuestas más humanas a las necesidades de las familias hoy? No es un examen con el que van a obtener una calificación, se trata de tomar autoconciencia para luego poder decidir mejor y hacerse cargo cada uno de su decisión sin echarle la culpa a nadie más.

Para lograr “una escuela para todos” debería darse un cambio casi radical y exige una modificación en la mirada de los docentes, alumnos y padres, como así también la sociedad en donde se de valor a otras cuestiones aparte de la física, matemáticas e inglés (por poner un ejemplo). Hoy en día es raro que un papá le pregunta a su hijo: “¿cómo te fue en el cole, hiciste algún amigo nuevo?; en vez de: ¿cómo te fue en el cole, qué te sacaste en matemáticas? Esta simple comparación habla de un pequeño cambio en donde no todo con los compañeros es competencia deportiva o académica.

He encontrado autores(Sanchez, 1996; Merino Fernandez, 2009) que hablan de crear comunidad en la escuela. Me parece un término bastante agradable, tanto docentes como niños pasan en la escuela la mitad de sus días y, como toda comunidad, la diversidad debería de tomarse como un potencial a explotar. Ver las aptitudes de cada uno, apoyarse, fomentar el desarrollo personal y grupal, buscar metas comunes, plantear objetivos, dar un sentimiento de pertenencia e identidad y fomentar valores, esas deberían de ser prioridades. La comunicación con el otro es sumamente importante, reflejando además confianza y reconocimiento y dejando de lado los prejuicios. Todo esto es clave para que los chicos puedan hablar de sus inquietudes previniendo así, sobre todo en la adolescencia, situaciones de riesgos probables.

Por otro lado, los padres que participan de la vida institucional, y se comprometen con ella no por controlar a sus hijos sino por ser parte de la comunidad, son una de las fortalezas que puede aportar este estilo de educación, dado que participar en actividades en común también une a la familia.

¿A quiénes beneficia la escuela inclusiva?

En mi opinión, beneficia a todos.

A pesar de que se crea que el acceso a la escuela frente a cualquier condición de salud o social beneficia solo al individuo y a su familia en particular, me atrevo a decir que no hay afirmación más equivocada que esa.

El modelo de educación inclusiva beneficia a los docentes porque también tiene un trato más humano con ellos, fomenta las reuniones de equipo, el respeto por las opiniones de todos, la búsqueda de nuevas tecnologías y herramientas y la horizontalidad en la toma de decisiones.

Poner trabas burocráticas o no apostar a la evolución del modelo educativo es faltar a un derecho para el individuo y dejar a un niño sin escolaridad

Beneficia a los alumnos y a sus familias porque fomenta la empatía, la atención hacia las necesidades del otro, los buenos tratos, la paciencia, la buena convivencia, el respeto, la colaboración.

Y, sobre todo, beneficia a la comunidad en general ya que los valores que aporta la educación inclusiva en cada adulto se ven reflejados en el niño que educamos en la escuela. Si hoy nos quejamos del tipo de sociedad que tenemos, prestemos atención a qué enseñamos en la escuela, en qué estamos poniendo exigencia, qué tipos de relaciones dejamos que los niños mantengan en los establecimientos, etc.

En mi opinión hay un solo modelo de escuela posible con la información que tenemos hoy y es la escuela inclusiva. Poner trabas burocráticas o no apostar a la evolución del modelo educativo es faltar a un derecho para el individuo y dejar a un niño sin escolaridad. Por lo tanto si nuestra tarea como agentes educacionales es brindar herramientas para que los chicos sean funcionales y autónomos, es nuestra obligación ética abrir los ojos ante estas situaciones en el campo educativo.

Espero por medio de este artículo fomentar un pequeño bichito de curiosidad en cada lector para que se informe desde el lugar en el que esté, en qué puede aportar para lograr el cambio. A nivel teórico están todas las cartas repartidas, falta compromiso y acción para que sea posible y real una “escuela para todos”.

Imagen: Pexels

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Relato de un náufrago: entre la desolación y la esperanza

  • Álvaro Zambrano
  • 02/02/2018

En plena Segunda Guerra Mundial, J.F. Kennedy naufragó junto con nueve marineros (dos murieron). Un destructor japonés embistió la lancha torpedera donde navegaban; sortearon las inclemencias del mar para sobrevivir. Steve Conway y cinco regatistas padecieron la ruptura de la quilla que inundó y volteó el velero. Permanecieron dos días suspendidos (con el riesgo de morir por hipotermia) en el agua gracias a sus flotadores de emergencia; fueron rescatados por helicópteros de búsqueda.

El 20 de septiembre del 2016, una balsa cubana con 23 pasajeros con rumbo a los EEUU zozobró; sobrevivieron tres personas. Duraron varios días fijados a una parte pequeña de la embarcación; el trío fue hallado inconsciente en una costa de la Florida. Por su parte, Salvador Alvarenga, salvadoreño, subsistió 14 meses en un bote cuando se averió el motor. Iba con Ezequiel Córdoba a pescar tiburones, pero la corriente marina los llevo a la deriva. Su compañero falleció y Salvador apareció vivo en una isla del Archipiélago de Salomón. Colombia no es la excepción: sucedió un caso de naufragio y supervivencia muy particular que conmovió al público. La crónica quedó plasmada en una obra de Gabriel García Márquez.

Relato de un náufrago es la historia de Luis Alejandro Velasco, un marinero veinteañero, quien el 9 de marzo de 1955 apareció a gatas, exhausto y hambriento, en una playa colombiana. Desde hace dos días creía la posibilidad de divisar costa; sin embargo, consciente de sus alucinaciones, su intuición podría tratarse de una más. Al tercer día del naufragio consideró atracar en una isla de «caníbales caribeños». Empezó a padecer los retorcijones del hambre y al sexto trató de comerse la suela del zapato y el cinto de cuero.

Una ola, al séptimo día, volteó la balsa, perdió los remos y casi pierde también su ropa. Los aviones de búsqueda sobrevolaron el océano buscando a Velasco. Asimismo, los tiburones aguardaban con paciencia: era más probable la segunda realidad que la primera. Toda esta odisea fue el producto desdichado del ACR Caldas (un buque de guerra colombiano) cuando fue volteado por una gran ola el 28 de febrero de 1955, dos horas antes de llegar a Cartagena. Luis Velasco, el único sobreviviente de ocho navegantes, fue considerado héroe nacional, después pasó al olvido como si hubiese sucumbido a la muerte en el mar.

Tanto a Luis Alejandro Velasco como a Gabriel García Márquez el episodio aciago les generó admiración y bonanza, aunque también disputas y olvido.  De Gabo es bien conocido que sus historias están basadas en acontecimientos reales; no obstante, la primicia de la tragedia fue la “corazonada” de Guillermo Cano (Director de El Espectador, un diario muy reconocido en Colombia donde trabajaba Gabriel). Así como el presentimiento trágico de Luis (con la sensación de que algo malo iba a pasar antes del volcamiento) la revelación de los detalles del naufragio produjo el hundimiento del marinero y del escritor.

La hazaña de Velasco fue ensalzada por la prensa, el gobierno, los empresarios y el vulgo: se le otorgó el estatus de héroe nacional. El gobierno apoyaba la tesis de la tormenta como culpable del hundimiento del ACR Caldas, pero se descubrió cómo la carga de contrabando (electrodomésticos traídos a Colombia por los marineros desde los Estados Unidos, sin el consentimiento de la Armada) desestabilizó al destructor, lanzando todo al mar. Los mandatarios, furiosos por el descrédito, exigieron la cabeza del entrevistador y del entrevistado. Toda una situación tratada con inocencia, nadie deparaba consecuencias funestas; sin embargo, el tratamiento del naufragio y su noticia fue la mejor conducta posible con la mejor voluntad.

Relatos de un náufrago es la historia de un héroe con un título ganado al no morir. Luis Velasco obtuvo la simpatía del pueblo colombiano, porque sobrevivió a lo que nadie contempla como posible en sus vidas: una tragedia. Salir casi indemne del sufrimiento genera respeto en las personas, como una alabanza a la vida. En la situación de Luis, estando a la deriva, le fue más fácil salvarse de la infausta naturaleza cuando no percibía posibilidades de amparo. Al contrario, si vislumbraba alguna oportunidad de salvación o bienestar se excitaba, reestablecía esperanzas para luchar, pero gastaba energía física y la frustración imperaba. Es un ciclo donde el desgraciado, atento a cualquier señal, se aferra a la vida; estrategia inteligente que retroalimenta al sujeto para sobrevivir.

El problema radica cuando la frustración mal orientada resigna a la persona y surge la pasividad en desmedro del ímpetu. Verbigracia: Imaginemos que Velasco, desilusionado por su suerte, se hubiera tendido en la balsa a deshidratarse al sol y a morir de inanición.  Por consiguiente, la raza humana tiene facultades innatas para resolver los problemas de la existencia y resurgir de la desgracia. La resignación es una grave amenaza, si sobrevivimos a cualquier infortunio, la mejor recompensa es la vida.

Una pregunta para los psicólogos, ¿cómo podríamos intervenir a una persona o grupo que haya sufrido un evento traumático? Para Víctor Frankl (Mariñez, 2003), psiquiatra sobreviviente a los campos de concentración nazi, el sujeto experimenta un choque emocional negativo cuando se enfrenta a la adversidad. Si el panorama es negro surge la resignación y apatía por las situaciones cotidianas. Para subsistir se deben buscar alternativas que incentiven la supervivencia: aferrarse a un ser querido, creer en un dios, entre otras. Entonces, ¿Cuál es la solución? Según la Organización Mundial de la Salud (2012) una atención oportuna y rápida ayuda a mitigar el malestar o a evitar trastornos de estrés. Garantizar la seguridad y bienestar físico del afectado donde no se replique el evento traumático, ofrecer un trato digno y confidencial, orientar en la toma de decisiones, cohesionar a los miembros familiares o de la comunidad y permitir una ventilación emocional adecuada. Por otra parte, una intervención psicoterapéutica prolongada depende del criterio del profesional y del sujeto afectado o la comunidad.

Del libro me atrevo a decir: ¡sí se trata de un episodio acontecido años atrás, la realidad interpretada como ficción es fantástica y absurdamente factible en la actualidad! La forma como Gabo narra la historia nos introduce en el realismo mágico de la vida real. Al estar escrito en un tiempo presente, el lector vive el relato de inicio a fin; por ende, se puede evaluar la conducta del personaje y reflexionar el sorteo del naufragio en un contexto y ambiente adverso. Un texto contado con un lenguaje sencillo, fácil y corto de leer, donde las anécdotas permiten identificarnos con Luis Velasco. Terapéuticamente es un escrito con el que se puede orientar sobre el manejo de la frustración, el sentido de la vida, la resiliencia e intervenir el duelo. En lo personal me queda una reflexión: hay tantas alternativas en nuestras acciones como interacciones con los medios; siempre y cuando haya vida todo se puede.

Referencias bibliográficas:

  • García, M. G. (2012). Relato de un náufrago. Bogotá, Colombia: Grupo Editorial Norma.
  • Mariñez, D. A. (2003). El sentido de la vida en la obra de Víctor Frankl. Madrid, España: Entrelíneas Editores.
  • Organización Mundial de la Salud. (2012). Primera ayuda psicológica: guía para trabajadores de campo. Recuperado de http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/44837/1/9789243548203_spa.pdf
  • Artículos de opinión (Op-ed)

La sangre en los medios de comunicación ya no conmueve a nadie

  • Jesus Octavio Villareal Paz
  • 30/01/2018

Las noticias de los últimos años que hacen alusión a asesinatos y muertes por diferentes causas nos han hecho observar cuerpos sin vida cada vez con menos distancia y con más detalle de las condiciones en que se encuentran. Esa disminución de las distancias entre el cuerpo y la cámara, y del aumento en los detalles ha venido con el tiempo. Si tratamos de recordar las notas rojas de hace unos años, las fotos de cuerpos sin vida no eran publicadas; los medios se limitaban a capturar otros aspectos de la escena y, en caso de capturar el cuerpo, éste era difuminado o pixelado.

Ahora sucede que los medios de comunicación ofrecen la cruda y detallada escena de unamuerte sin sensibilidad al dolor de la familia y conocidos del fallecido. El público puede comentar de la forma en que le plazca al haber poco o ningún control de las consecuencias sobre lo que dicen. Tal vez solo reciban una respuesta de otro lector que fácilmente pueden ignorar o bloquear. Además pueden replicar sus burlas o comentarios irrespetuosos e insensibles en otro medio que comparte la misma nota roja y así seguir ofendiendo.

¿Quiénes regulan el contenido de los medios de comunicación para estos casos? ¿Cuál es la ética de un reportero? ¿Es el reportero de las notas rojas un mercenario? No hay hasta el momento consecuencias para los medios ni para los usuarios que logren detener con eficacia éste camino hacia la cero sensibilidad.

¿Cómo es que los medios de comunicación nos han hecho perder sensibilidad ante éste tipo de situaciones? Exponiéndonos paulatinamente al contenido.

Déjenme explicarlo.

En psicoterapia es bien conocida una técnica conductual llamada Desensibilización Sistemática (DS), la cual suele usarse para tratar fobias y servirá en éste caso para explicar lo que nos pasa con las notas rojas. En el caso de una fobia a las palomas, por ejemplo, una persona puede llegar a decir que se siente muy ansiosa verlas, creer que le harán daño y, para evitar reaccionar así, las evitará siempre que pueda o huirá de ellas. Actuar de esa forma le soluciona el problema momentáneamente, aprendiendo a resolver el conflicto evitativamente, sin mejoras.

Sin darnos cuenta hemos avanzado desde aquello menos fuerte, hasta lo que en un principio hubiéramos creído imposible de aguantar

Lo que tendrá que hacer para solucionar el problema eficientemente se resume en exponerse gradualmente y con el acompañamiento del psicoterapeuta, a las palomas, empezando desde el nivel más sencillo y avanzando poco a poco hasta lograr exponerse directamente al ave.

Ahora vayamos al caso de las notas rojas. En un principio, gente del público pudo haber llegado a decir que les parecían crueles, aberrantes, tristes, que les causaban ansiedad, que verlas les impediría estar tranquilas o no les dejaría dormir. Así que las evitarían pasando de largo dicha sección en un periódico, no abriendo links directos a noticias sangrientas o huirían de ese contenido. De éste modo nos mantendríamos alejados de ellas: evitando y huyendo cada vez que pudiéramos cuando su contenido sobrepasara nuestra tolerancia a la exposición.

Sin darnos cuenta hemos avanzado desde aquello menos fuerte, hasta lo que en un principio hubiéramos creído imposible de aguantar. Esta paulatinidad es explicada por el principio llamado jerarquía de estímulos, que consiste en descomponer aquello a lo que se quiere tolerar al final de un proceso, en partes pequeñas que nos permitan avanzar progresivamente, logrando metas alcanzables y con baja probabilidad de fallar.

Es tanto el contenido violento de las notas rojas al que nos exponemos, que hemos ganado tolerancia. Esa constante repetición de estímulos violentos ha constituido el principio de habituación y el principio de extinción. Al aprender los estímulos violentos de las notas rojas como algo normal en nuestro ambiente, hemos cesado las conductas de huida y de evitación. Ya toleramos su contenido y hasta lo compartimos.

Otro principio importante que se aplica es el de generalización. Una vez que hemos aprendido a tolerar ver un tipo especial de violencia es muy probable que lo hagamos con otros; por ejemplo, los casos de violencia hacia los animales. Y si el aprendizaje se dio a través de medios digitales, es probable que lo hagamos también ante casos que nos toque ver en vivo.

La tolerancia, como todas las conductas, se aprende. Principios conductuales nos pueden ayudar a tener un mayor control de situaciones que nos generan un malestar personal, social, laboral, académico o de otro tipo para volvernos más funcionales y adaptativos. Y son los mismos principios los que nos ayudan a comprender cómo aprendemos conductas no deseables para que una sociedad mejore. Los medios de comunicación nos han enseñado a tolerar imagenes violencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

La psiquiatría siempre ha estado en crisis

  • Pablo Malo Ocejo
  • 19/12/2017

En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad que me ofrece Psyciencia de comentar el artículo de la Dra. Eve Wood, El psiquiatra desilusionado y generar así un debate sobre los planteamientos de dicho escrito. Hay que señalar que las condiciones de trabajo de la Dra. Wood en EE.UU. y las mías en el País Vasco pueden ser muy diferentes, entre otras cosas por razones administrativas y de otro tipo. Eso puede explicar parte de nuestras diferentes visiones. Pero hay cosas que son comunes a grandes rasgos en la psiquiatría como disciplina y me voy a centrar en algunos de los puntos que toca la Dra Wood.

1- La Dra. Woods comienza su artículo hablando del gran desgaste existente en la profesión psiquiátrica dando a entender que se encuentra en crisis y que está llevando a los psiquiatras al suicidio, aunque las cifras que da se refieren a médicos en general. Hay que decir que esto no es nada nuevo. Mis años de ejercicio en esta profesión son casi los mismos que los de ella y siempre se ha conocido que las cifras de suicidio entre médicos son elevadas. Tratar con personas —y con pacientes en particular— desgasta mucho. Todo el sector sanitario tiene una alta tasa de bajas por ansiedad y depresión. Pero conviene señalar que la situación no es mejor para los psicólogos. Casi la mitad de los psicólogos del Reino Unido dice estar deprimido. Según otros estudios, un 61-76% refieren depresión. Ver esta otra referencia. Viéndolo desde el otro lado, según esta encuesta médicos y psicólogos se declaran igual de felices con su trabajo.

El psiquiatra siempre ha tenido que convivir con las dudas, la incertidumbre y la impredicibilidad de la conducta humana

También hay que ser cauto a la hora de hacer atribuciones causales en relación a estos suicidios o cuadros psiquiátricos. Es claro que los psiquiatras no aterrizan de forma aleatoria en psiquiatría (ni los psicólogos) así que no se puede deducir causalidad de una correlación. Parte de estas altas cifras se puede deber a que hay una auto-selección por la que personas con predisposición a trastornos mentales acaban, o acabamos, estudiando psiquiatra o psicología. Así que no, lo psiquiatras no se están suicidando en masa.

2- En los primeros párrafos, la Dra Wood pinta un mundo bucólico y feliz inicial, un paraíso perdido en el que los psiquiatras éramos felices y nos realizábamos con nuestro trabajo y echa de menos el psicoanálisis y el poder de la palabra. Ese paraíso perdido es absolutamente falso. Nunca ha existido felicidad en la psiquiatría. Nunca se ha podido curar a los pacientes, nunca han existido tratamientos realmente eficaces. No tenemos ni una definición clara de trastorno mental, ni una clasificación que no tenga problemas de los trastornos mentales. Nunca la ha habido. Ni nadie la tiene. Se critica, con razón, al DSM pero no existe una clasificación solvente alternativa. El psiquiatra siempre ha tenido que convivir con las dudas, la incertidumbre y la impredicibilidad de la conducta humana. Se las ha tenido que ver con patología a donde no llega la ciencia, con trastornos que tocan el problema mente/cuerpo que absolutamente nadie ha resuelto en siglos de historia y que sigue sin resolver. La psiquiatría siempre ha estado en crisis. Siempre ha tenido el psiquiatra que convivir con la impotencia, con el no-saber y con las limitaciones para aliviar el sufrimiento de los pacientes mentales.

Pero es que si las palabras hubieran curado no habrían hecho falta los psicofármacos y no habría llegado toda esa época oscura de pastillas y laboratorios que la doctora lamenta. El psicoanálisis llegó a la escena del crimen el primero. Todos los departamentos psiquiátricos norteamericanos en los años 50 del siglo pasado eran dirigidos por psicoanalistas y los libros que se leían y enseñaban eran psicoanalíticos. Pero todo esto no mejoró la situación de los pacientes mentales graves. Si todo fuera tan idílico como lo pinta, ¿por qué triunfó la clorpromacina si no había ninguna necesidad? ¿por los malvados laboratorios? Los primeros psicofármacos surgieron por serindipia a partir de observaciones clínicas. No existía una Big Pharma merecedora de tal nombre en psiquiatria y la clorpromacina fue un éxito no por manipulación de los laboratorios —que no tenían la fuerza que tienen ahora— sino por las observaciones de los clínicos y sus asombrosos efectos sobre los pacientes, algo nunca visto con anterioridad. De modo que no, ningún tiempo pasado fue mejor.

La psiquiatría está entre las más humanas de todas las especialidades médicas, tal vez porque ha hecho de la necesidad virtud, es decir, al no disponer de una tecnología al mismo nivel que otras especialidades sigue basándose en el contacto humano y en escuchar al paciente

3- Tiene razón en la sobremedicalización de la atención médica en general, no solo de la psiquiatría, que ha perdido el contacto con el paciente. Creo que esta es la explicación del gran auge que siguen teniendo medicinas alternativas que basan su eficacia en la movilización del efecto placebo. Su fuerza es que dedican tiempo al paciente, hablan, escuchan y tocan al paciente en vez de introducirlo en una máquina y no mirarlo siquiera. Pero hay que decir que la psiquiatría está entre las más humanas de todas las especialidades médicas, tal vez porque ha hecho de la necesidad virtud, es decir, al no disponer de una tecnología al mismo nivel que otras especialidades sigue basándose en el contacto humano y en escuchar al paciente. Los pacientes nos consultan sus problemas orgánicos, personales, económicos, familiares y se desahogan con nosotros como no pueden hacerlo con otras especialidades. Los médicos de familia son la otra especialidad que atiende a toda la persona de forma global y se interesa por todos los aspectos de la vida del paciente.

4- También tiene razón en que en muchos sitios la formación en psicoterapia es muy escasa aunque depende de los lugares. Esa es una faceta que debe entrar en la formación de todo psiquiatra. Una formación en psicoterapia individual, de grupo y familiar es de gran ayuda en el manejo de la relación terapéutica y de los pacientes.

5- Se siente conmovida por el daño que se puede hacer a los pacientes. Por supuesto que sí, pero ya desde los primeros años de carrera no dejan de hablarnos de los efectos secundarios de los fármacos, de sus contraindicaciones, interacciones y de los riesgos de toda intervención médica. Todo acto médico es un balance entre riesgos y beneficios, desde tomar una aspirina hasta una mastectomía. Merece la pena comentar que la psicoterapia no está exenta de riesgos y por citar sólo unos ejemplos de daños producidos por una psicoterapia de orientación dinámica mencionaré la catástrofe de los falsos recuerdos que provocó una histeria sin precedentes, separación de familias y encarcelamientos de inocentes. O el daño infligido a las personas con autismo y esquizofrenia y a sus familias con los conceptos de la “madre nevera” y la “madre esquizofrenógena”. La palabra también tiene efectos secundarios.

Estoy desilusionado de que compañeros míos sean incapaces de concebir una relación entre cerebro y enfermedad mental cuando tenemos datos claros como que la heredabilidad de la esquizofrenia es del 80%

6- Plantea que la psiquiatría tiene que ir de ayudar al paciente y no de beneficios criticando los intereses económicos de la Big Pharma. Totalmente de acuerdo, pero hay que ir más lejos porque de no hacerlo este enfoque sería sesgado. Se le olvida mencionar que la Big Pharma no es la única que tiene intereses. La que podríamos llamar Big Psycho(profesionales, Institutos, Asociaciones…) también tiene conflictos de intereses económicos e ideológicos que casi nunca se declaran. Hay mucha gente que vive de las terapias, de cursos de formación tanto a pacientes como a personal sanitario, de cursos en colegios y en empresas, etc. La industria de la psicoterapia —tenemos el ejemplo reciente de la mindfulness— mueve miles de millones de euros en todo el mundo. Y esto se refleja también en la investigación por medio de lo que se conoce como sesgo de afiliación.

Pero matizadas estas cosas he de decir que yo también estoy desilusionado, solo que por razones diferentes a las de la Dra. Wood. Estoy desilusionado de que cuando alguien quiere señalar a los demás lo progre que es lo haga criticando la psiquiatría y no aplique el mismo rigor a las alternativas. Estoy desilusionado de que compañeros míos sean incapaces de concebir una relación entre cerebro y enfermedad mental cuando tenemos datos claros como que la heredabilidad de la esquizofrenia es del 80% o que un 70% de las personas que padecen una encefalitis por anticuerpos contra los receptores NMDA ingresan en hospitales psiquiátricos porque tienen síntomas indistinguibles de los de un cuadro psicótico funcional.

Pero sobre todo estoy desilusionado porque necesitamos mejores fármacos para combatir las enfermedades mentales y no los tenemos…y no los vamos a tener en las próximas décadas porque los laboratorios han abandonado la investigación en este campo ante la falta de teorías que puedan llevar a nuevos descubrimientos. Y necesitamos también mejores psicoterapias. Yo soy consciente de las limitaciones de los fármacos porque los uso todos los días y no me resuelven las cosas como me gustaría. Pero mis pacientes acuden a psicoterapeutas con los mismos escasos resultados. Toda esta situación no es una buena noticia para los pacientes y sus familias así que me parece lógico estar desilusionado.

En Imagen: Philippe Pinel, Considerado el fundador de la psiquiatría en Francia, exigiendo que liberaran a una mujer con algún trastorno mental. Fuente: Wikimedia

  • Artículos de opinión (Op-ed)

El psiquiatra desilusionado

  • Equipo de Redacción
  • 18/12/2017

Este artículo fue escrito por la Dra. Eve A. Wood, psiquiatra integrativa preocupada por el bienestar de sus colegas en medicina, por lo cual trabaja con ellos como consultora para eliminar estigmas y miedos que tienen consecuencias en la profesión. La traducción fue realizada por Alejandra Alonso. Puedes leer el artículo original en Mad in America.


***

Muchos de nosotros, los psiquiatras, nos encontramos en una lucha con respecto a nuestra profesión y nuestro campo. Nuestras tasas de burnout están por las nubes. El suicidio es común; 400 doctores en EE.UU. se suicidan anualmente y en los últimos 12 meses, el 5% de los médicos ha considerado suicidarse. El aislamiento y la desesperanza abundan entre los médicos. Y el 40% de ellos no ha buscado ayuda de ningún tipo, por miedo a que les quiten su licencia de trabajo. ¡Es con toda seguridad un problema serio!

Nosotros los psiquiatras fuimos alguna vez “médicos del alma”, que es el verdadero significado de la palabra psiquiatra. No hace tanto tiempo atrás, nuestro trabajo involucraba entrar a lo más hondo del mundo de nuestros pacientes y acompañarlos a encontrar salud y transformación. Muchos fuimos atraídos al campo de la psiquiatría porque nos daba la mejor oportunidad de conocer y ayudar a otros en necesidad de ser curados. Se entendía ampliamente que la relación terapéutica era clave para este proceso.

Antes pasábamos mucho tiempo con nuestros pacientes y éramos profundamente conscientes del poder de nuestras palabras para hacer daño y para sanar. Aunque a veces prescribíamos alguna medicina, no lidiábamos con un universo de diagnósticos cuestionables en constante expansión y recomendaciones de medicamentos sin fundamento. No nos sentíamos traicionados por las organizaciones en las que confiábamos nos diera las mejores herramientas para hacer nuestro trabajo. Nos sentíamos muy felices y realizados en nuestro labor. Lamentablemente esa realidad se ha transformado totalmente.

¡Los cambios que he visto en el campo de la psiquiatría en el curso de mis 35 años de medicina son abrumadores! Cosas antes impensables ahora son comunes. El 15 de octubre del 2017 apareció un artículo en Doximity’s Op-(med) feed escrito por Jeffrey Alan Vernon, y titulado: Porqué el entrenamiento en psicoterapia no debería ser parte de la residencia en psiquiatría. Para aquellos que no lo sepan, Doximity es un servicio de redes sociales en línea para médicos de EE. UU. Lanzada en Marzo del 2011, Doximity contaba con 800.000 miembros verificados hasta Febrero del 2017. Desde la publicación del artículo del Dr. Vernon, 214 médicos, mayormente psiquiatras, lo han comentado. Muchos estaban realmente preocupados por la sugerencia de que la psicoterapia fuera relegada a otro lugar, y el psiquiatra estuviera “libre” para hacer más “manejos médicos”. Pero 32 de ellos han expresado estar de acuerdo con el artículo.

Ahora se cree que los psiquiatras somos proveedores más que sanadores

Una noción que este artículo refleja y que nuestra cultura ha adoptado, es que se considera al psiquiatra como un médico experto, cuyo trabajo es la enfermedad y la prescripción de medicamentos. Ahora se cree que los psiquiatras somos proveedores más que sanadores. Este creciente movimiento que cuestiona la importancia del psiquiatra que se compromete profundamente con sus pacientes, para tratar de la mejor manera los desafíos que atraviesan, es muy desalentador. Y yo creo que es un factor que influye en nuestro estrés como psiquiatras.

Muchos estamos desilusionados con nuestra profesión. Hemos experimentado una pérdida de sentido, propósito, conexión y esperanza. A medida que el campo se aleja de la maravilla y patologías de la existencia humana y se adopta un modelo que reduce la vida a una lista de síntomas y prescripción de pastillas, hemos perdido contacto con lo que nos hace humanos. El campo psicoanalíticamente orientado en el que yo fui formada, la psiquiatría psicodinámica, hablaba de seres humanos complejos que sufrían y luchaban. Como psiquiatras, tuvimos la oportunidad de conocer a estas personas y escuchar sus historias en forma íntima.

“La psiquiatría moderna nos da un sentido tan empobrecido de lo que significa ser humano”, me dijo Robert Whitaker, “y ha hecho desastres por donde miremos”. Los conductores de este cambio cataclísmico, de compartir historias a tomar pastillas, incluyen a las mismas instituciones que esperábamos que nos protegieran y lo previnieran.
Mucho se ha escrito en Mad in America sobre la gran traición de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), la industria farmacéutica, la FDA (Administración de Drogas y Alimentos) y gremios interesados en perpetuar esta castillo de naipes. No necesito hacer una revisión aquí. Pero si necesito decir que muchos de nosotros nos cuestionamos si hemos ayudado o hemos hecho daño a nuestros pacientes a través de algunas de nuestras intervenciones, confundidos sobre en quién podemos confiar y con muchas preocupaciones sobre lo que debemos y necesitamos hacer de ahora en adelante.

Nosotros los psiquiatras ya no tratamos pacientes, sino que “manejamos medicinas”

Como muchos de nosotros, he sido medico por gran parte de mi vida adulta. Amo haber tenido la oportunidad de ayudar a aquellos que estaban sufriendo y, a cambio, he aprendido de ellos. Siempre me he sentido privilegiada de ser bienvenida a lo más profundo del corazón y alma de otros y de que se me diera la oportunidad de acompañarlos a encontrar mejores resultados. Me he sentido bendecida de ser una sanadora y maestra. Pensé que ejercería la psiquiatría para siempre.

Nunca esperé tener que preocuparme de que la caja de herramientas que se me dio para hacer mi trabajo estuviera llena de implementos oxidados y pociones inefectivas. Nunca pensé que se me empujaría a hacer cosas que tienen el potencial para lastimar o incluso matar personas. Pero hoy se que nuestras drogas pueden hacerlo. Mientras la cortina se corría y la macabra naturaleza del universo farmacéutico se revelaba, me sentí completamente abrumada y personalmente cambiada.

A lo largo de mi carrera he visto médicos convertirse en “proveedores de medicamentos”. He visto desaparecer la capacidad de un médico de preocuparse por sus pacientes de la oficina al hospital y de nuevo a la oficina. Yo solía estar disponible para mis pacientes dentro y fuera del hospital. Ahora tenemos médicos que solo ven pacientes en el hospital. Se llaman «hospitalistas». Y no podemos ver a nuestros propios pacientes en el hospital porque sus aseguradoras controlan a dónde van y a quién pueden ver.

Nosotros los psiquiatras ya no tratamos pacientes, sino que “manejamos medicinas”. Casi todos usamos un record de salud electrónico (EHR, se utiliza para recolectar información de pacientes o poblaciones en formato digital), en el cual necesitamos documentar las notas clínicas y prescripciones. Dicha actividad quita tiempo preciado de los pocos momentos cara a cara que tenemos con nuestros pacientes. Todo el trabajo de la visita, que frecuentemente solo dura 20 minutos, debe ser documentado en un incómodo EHR que solo nos resta tiempo.

En 1997, a principios de mi carrera, los Estados Unidos se convirtieron en el primer país en el mundo en permitir a la industria farmacéutica que comercializara sus productos directamente al consumidor. Hasta ese entonces, solo podían comercializarlos a nosotros los médicos. Nosotros los doctores aunque sea podíamos ser reguladores en ese entonces. Ahora, el presupuesto de marketing de la industria farmacéutica empequeñece enormemente su nuevo presupuesto de desarrollo de fármacos, y las compañías farmacéuticas bombardean al público con mensajes sobre todo lo que tienen de malo, necesitando siempre una otra “pastilla maravillosa” para solucionarlo. Nuestros pacientes vienen demandando medicamentos específicos, y un estudio recientemente publicado ha demostrado que podemos obtener malas críticas como médicos si no prescribimos y ordenamos lo que el paciente quiere. Desafortunadamente, muchas organizaciones esperan que obtengamos revisiones consistentemente buenas, independientemente de los desafíos que se presentan por hacerlo.

Al escribir estas palabras, me siento profundamente triste por lo que todos hemos perdido. Ya no tenemos esa habilidad de preocuparnos por aquellos que están sufriendo y el optimismo y confianza de que podemos recobrarnos de los golpes, heridas y contratiempos que son cuestiones de la vida. Se nos ha dirigido en manada hacia la prescripción de pastillas, ciegamente y sin lógica o justificación. No se nos ha respetado o escuchado. Nos han dado pocas opciones. Y nosotros hemos llegado a confiar y creer que necesitamos cosas que pueden estar interfiriendo con nuestra buena vida. Todos hemos hecho un gran daño. ¡Nos merecemos mucho más!

Yo creo, y tal vez tu también, que el cuidado médico debería tratarse de ayudar a las personas. No debería ser dirigido ante todo por las ganancias. El paciente debería ser el centro del modelo y la prioridad. La organización profesional de uno debería ser el baluarte contra el que podemos contar para recibir apoyo y hacer nuestro mejor esfuerzo. Pero todo el campo se ha enloquecido. Y nosotros los psiquiatras, y nuestros pacientes, hemos sido las víctimas. Esto es verdaderamente trágico. Entender esto es suficiente para que queramos acurrucarnos y darnos por vencidos. Pero somos resilientes y capaces. Así que nos vamos a levantar, sacudirnos el polvo y empezar a mirar hacia a donde nos dirigimos ahora.

He decidido escribir este artículo de opinión porque creo que los psiquiatras desilusionados necesitamos un foro para conectarnos, ser escuchados, apoyarnos y recibir ayuda. Es duro hablar, y hacerlo públicamente, en contra del modelo imperante. Y es difícil saber para dónde ir, o qué hacer, cuando todos los trabajos abiertos para ti— y hay miles — son fundamentalmente los mismos.

Somos resilientes y capaces. Así que nos vamos a levantar, sacudirnos el polvo y empezar a mirar hacia a donde nos dirigimos ahora.

Los residentes de último año de psiquiatría reciben un promedio de 100 ofertas de trabajo para hacer manejo de medicinas. Y no hay otras opciones. Muchos graduados tienen préstamos educativos enormes que pagar y puede que no tengan mucho conocimiento de los riesgos del modelo imperante. El entrenamiento en psicoterapia en la residencia psiquiátrica tal vez ni siquiera pueda emplear opciones terapéuticas para abordar el estrés y promover la transformación en los pacientes.

Los psiquiatras no podemos permanecer en el paradigma imperante y al mismo tiempo luchar para cambiarlo. Yo misma traté de trabajar con el nuevo modelo durante 10 años. Y me hizo muy mal. Estaba viendo pacientes sin parar, perdí mucho peso, estaba ansiosa e inestable y tenía problemas para dormir. Traté de trabajar en una serie de organizaciones diferentes, pensando que en otro lado sería distinto. Pero aprendí que el modelo y los desafíos eran básicamente los mismos en todas ellas. En mi último empleo, tuve tantas visitas de pacientes en tres años como en 10 años de consultorio privado a tiempo completo. ¡Y escribí más prescripciones en esos tres años que las que escribí en los 20 años previos!

Por último, me encontré incapaz de seguir trabajando en el modelo de manejo de medicinas, esa casilla donde muchos de nosotros residimos ahora. ¡Pero irme también fue difícil! No tenía idea de qué hacer. Y amo ser doctora, no quería dejarlo. Sin embargo, lo que estaba haciendo, y lo que se me pedía que hiciera, corría en contra de mis más profundas creencias sobre lo que significaba participar en el saneamiento. Luche mucho. Y realmente no habían muchos lugares seguros para hablar de esto. No podía hablarlo con mis supervisores en el trabajo, donde desafiaría el modelo financieramente dirigido de la organización. No podía escribirlo abiertamente, por miedo a perder credibilidad como psiquiatra. No veía forma de mejorar y me seguía sintiendo más y más aislada y estresada. Así que finalmente me fui, en Marzo del 2017.

Desde entonces, he estado aprendiendo mucho sobre lo que nos aflige, y lo que nos inhabilita a buscar ayuda. He sido capaz de escribir más abiertamente sobre dónde estoy y en qué creo. Y he decidido que necesito proveer ayuda y apoyo como consultora a mis colegas que pueden estar experimentando dificultades similares y no tienen un lugar a donde hablar de ellas. Nuestro estrés, literalmente, nos está matando.

Recientemente tuve la oportunidad de asistir a la primer Conferencia sobre la Salud del Médico en San Francisco, co-patrocinado por la AMA (Asociación Americana de Medicina) y la Universidad Stanford. Habían 375 lugares, pero dada la extraordinaria demanda, aceptaron a 425 participantes y ¡tuvieron una lista de espera de 100 más! Claramente estamos luchando por algo de apoyo y guía.

El ex Cirujano General de los EE. UU., el doctor Murthy, habló sobre la creciente deshumanización y despersonalización en medicina. Habló además sobre nuestra necesidad de ser valorados, entendidos, queridos y apreciados. Dijo que “los lugares de trabajo no priorizan las conexiones sociales con nuestros colegas” y que los doctores están sufriendo y su dolor es válido.” Habló de la falta de autoeficacia que muchos sentimos y del costo personal extremo que involucra hacer un gran trabajo por nuestros pacientes. Se utilizó la aplicación 2shoes app para preguntas, así que los participantes podían votar preguntas formuladas para cada orador, para que el moderador supiera cuáles eran las que más querían que respondieran- La primera y más votada para el Dr. Murthy fue: “¿Cómo desestigmatizamos el hecho de que los médicos busquen ayuda?”. Aplaudo a la Universidad Stanford, la AMA, los oradores y al Dr. Murthy por validar este crucial problema.

Artículo de opinión: La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

Imagen: Ümit Bulut on Unsplashs

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Por qué es tan importante la filosofía en la educación científica

  • Equipo de Redacción
  • 13/12/2017

El siguiente artículo fue escrito por Subrena Smith, profesora asistente de Filosofía en la Universidad de New Hampshire y traducido por Alejandra Alonso. Puedes leer el artículo original en inglés aquí.


***

Cada semestre doy cursos sobre la filosofía de la ciencia a alumnos de la Universidad de New Hampshire. La mayoría de los estudiantes toma mis cursos para cumplir con requerimientos educativos generales, muchos nunca antes habían tomado una clase de filosofía.

El primer día del semestre, trato de darles una idea de lo que es la filosofía de la ciencia. Comienzo por explicarles que la filosofía aborda cuestiones que no pueden ser resueltas solo con hechos o datos y que la filosofía de la ciencia es la aplicación de este enfoque al dominio de las ciencias.

Luego les explico algunos conceptos que serán centrales para el curso: inducción, evidencia y método en investigación científica. Les digo que la ciencia procede por inducción, la práctica donde se recurre a observaciones pasadas para sacar conclusiones generales sobre lo que todavía no se ha observado, pero que los filósofos ven a la inducción como inadecuadamente justificada y, por ende, problemática para la ciencia. Luego toco el tema de la dificultad para decidir qué evidencia encaja con cada hipótesis de forma única y porqué hacerlo correctamente es vital para cualquier investigación científica. Les dejo saber que el “método científico” no es singular y directo y que hay disputas básicas sobre cómo debería ser la metodología científica. Por último, enfatizo que aunque estas cuestiones sean “filosóficas”, igualmente tienen consecuencias reales sobre cómo se lleva a cabo la ciencia.

En este punto, me suelen hacer preguntas como: ‘¿Cuáles son sus títulos?’ ‘¿A qué Universidad asistió?’ ‘¿Es usted científica?’

Tal vez me hacen estas preguntas porque, como filósofa mujer de origen jamaicano, personifico un grupo de identidades no familiares, y ellos se sienten curiosos. Estoy segura de que, en parte, ese es el caso, pero también pienso que hay algo más, porque he observado un patrón similar en un curso de filosofía de la ciencia impartido por un profesor que encaja mejor en los estereotipos. Como estudiante graduada de la Universidad Cornell en Nueva York, me desempeñé como docente asistente en un curso sobre naturaleza humana y evolución. El profesor que lo impartía daba una impresión personal muy diferente a la mía. Era un hombre blanco, con barba y rondaba los 60 años— la imagen misma de una autoridad académica. Pero los estudiantes eran escépticos sobre su visión de la ciencia porque, como algunos expresaron reprobatoriamente: ‘El no es científico’.

Yo pienso que dichas razones tienen que ver con la preocupación sobre el valor de la filosofía comparada con el de la ciencia. No me sorprende que algunos de mis alumnos tengan sus dudas sobre si los filósofos tienen algo útil que decir sobre la ciencia. Son conscientes de que científicos prominentes han afirmado públicamente que la filosofía es irrelevante para la ciencia, si no absolutamente carente de valor y anacrónico. Saben que a la educación en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se le concede una importancia mucho mayor que a cualquier cosa que las humanidades tengan para ofrecer.

Muchos de los jóvenes que asisten a mis clases piensan que la filosofía es una disciplina poco clara que solo se preocupa de opiniones, mientras que la ciencia está en el negocio de descubrir hechos, dar pruebas y diseminar verdades objetivas. Más aún, muchos creen que los científicos pueden responder preguntas filosóficas, pero los filósofos no tienen nada que hacer ponderando las científicas.

¿Porqué los estudiantes universitarios suelen tratar a la filosofía como totalmente diferente y subordinada a la ciencia? En mi experiencia, destacan 4 razones.

Una tiene que ver con una falta de conciencia histórica. Los estudiantes universitarios tienden a pensar que las divisiones departamentales reflejan marcadas divisiones en el mundo y así no pueden apreciar que la filosofía y la ciencia, así como también la pretendida division entre ellas, son dinámicas creaciones humanas. Algunas de las materias que ahora se etiquetan como ‘ciencia’ solían tener diferentes títulos. La física, la más segura de las ciencias, fue alguna vez del ámbito de la ‘filosofía natural’. Y en la facultad de matemáticas alguna vez estuvo también incluida la música. El alcance de la ciencia se ha reducido y ampliado a la vez, dependiendo del tiempo, lugar y contexto cultural donde era practicada.

Otra razón tiene que ver con resultados concretos. La ciencia resuelve problemas del mundo real. Nos da tecnología: cosas que podemos tocar, ver y usar. Nos da vacunas, cultivos OGM y analgésicos. La filosofía no parece, para el estudiante, tener nada tangible para mostrar. Pero, por el contrario, los tangibles filsófios son muchos: Los experimentos de pensamientos filosóficos de Albert Einstein hicieron que Cassini fuera posible. La lógica de Aristóteles es la base de la informática, que nos dio celulares inteligentes y computadoras. Y el trabajo de los filósofos sobre el problema mente-cuerpo preparó el escenario para el surgimiento de la neuropsicología y, por lo tanto, de la tecnología de imágenes cerebrales. La filosofía siempre ha estado trabajando silenciosamente en el fondo de la ciencia.

Una tercera razón tiene que ver con preocupaciones sobre la verdad, objetividad y sesgos. La ciencia, insisten los estudiantes, es puramente objetiva, y cualquiera que desafíe esa visión debe estar confundido, perdido. No se cree que una persona sea objetiva si enfoca su investigación con una serie de suposiciones de fondo. En su lugar, es ‘ideológica’. Pero todos estamos ‘sesgados’ y nuestros sesgos alimentan el trabajo creativo de la ciencia. Esta cuestión puede ser difícil de tratar, porque una concepción ingenua de la objetividad esta fuertemente arraigada en la imagen popular de lo que la ciencia es. Para abordarlo, invito a los estudiantes a mirar algo que este cerca sin ninguna presuposición. Luego les pido que me digan qué ven. Hacen una pausa…y luego reconocer que no pueden interpretar sus experiencias sin basarse en ideas anteriores. Una vez que han notado esto, la idea de que puede ser apropiado hacer preguntas sobre la objetividad en la ciencia deja de ser tan extraña.

La cuarta fuente de incomodidad para los estudiantes viene de lo que ellos toman por sentado que es la educación científica. A uno le da la impresión de que piensan que la ciencia se basa principalmente en las cosas que existen—los “hechos”— y la educación científica en enseñar lo que son estos hechos. No me conformo a estas expectativas. Pero como filósofa, me preocupa mucho cómo se seleccionan e interpretan estos hechos, por qué algunos se consideran más importantes que otros, la forma en que los hechos están inmersos en presuposiciones y así sucesivamente.

Los alumnos responder a menudo a estas preocupaciones afirmando impacientemente que los hechos son hechos. Pero decir que una cosa es idéntica a sí misma no es decir nada interesante. A lo que se refieren los estudiantes cuando dicen “los hechos son hechos” es que una vez que tenemos “los hechos” no hay lugar para interpretaciones o desacuerdos.

¿Por qué pensamos así? No es porque esta sea la forma en que se practica la ciencia, si no que más bien es la forma en que se enseña normalmente. Hay un intimidate número de datos y procedimientos que los estudiantes deben dominar si quieren ser científicamente letrados, y solo tienen una limitada cantidad de tiempo en la que aprenderlos. Los científicos deben diseñar sus cursos para mantenerse al día con el conocimiento empírico en rápida expansión, y no tienen el placer de dedicar horas de clase a preguntas que probablemente no están capacitados para abordar. La consecuencia involuntaria es que los estudiantes a menudo salen de sus clases sin darse cuenta de que las preguntas filosóficas son relevantes para la teoría y la práctica científica.

Pero las cosas no tienen que ser de esta manera necesariamente. Si la plataforma educacional correcta se instala, los filósofos como yo no tendremos que trabajar contra el viento para convencer a los estudiantes de que tenemos algo importante que decir sobre la ciencia. Para ello necesitamos la asistencia de nuestros colegas científicos, a quienes los estudiantes ven como los únicos proveedores legítimos de conocimiento científico. Propongo una división de trabajo explícita. Nuestros colegas científicos deberían continuar enseñando los fundamentos de la ciencia, pero pueden ayudar al aclarar a sus alumnos que la ciencia está llena de importantes problemas conceptuales, interpretativos, metodológicos y éticos, que los filósofos tienen una posición única para abordarlos y que, lejos de ser irrelevantes para la ciencia, las cuestiones filosóficas se encuentran en su corazón.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

Reseña de Extraordinario (y nos hizo llorar)

  • Rita Arosemena P.
  • 29/11/2017

Extraordinario (Wonder, título original en inglés) es una película estadounidense de comedia dramática dirigida por Stephen Chbosky y protagonizada por Julia Roberts, Owen Wilson y Jacob Tremblay, adaptación del best-seller juvenil Wonder. 

La trama gira en torno a la vida de Auggie Pullman, un niño de 10 años con síndrome de Treacher Collins. Este síndrome consiste en una malformación craneofacial congénita rara que afecta a 2 de cada 100.000 nacimientos, y que se produce debido a una mutación genética del cromosoma 5 (Treacle).

Auggie ha sido sometido a más de veinte operaciones para hacer que su aspecto luzca como el de un niño ordinario, sin embargo, su diferenciación es evidente para los demás, razón por la que oculta su cara todo el tiempo bajo un casco de astronauta obsequio de la mejor amiga de su hermana mayor, Via.

Auggie es un niño con habilidades impresionantes y grandes cualidades. No solo es un chico listo sino también bondadoso, amable, solidario y con un gran sentido del humor (algo que eventualmente hace que las personas dejen de juzgarlo negativamente por su apariencia). Ahora, luego de años recibiendo clases particulares de su madre, la película nos introduce al cambio que afronta la vida de Auggie como estudiante de una escuela primaria, con todas las crisis y aprendizajes que esto supone tanto para él como para sus padres.

https://www.youtube.com/watch?v=ynKHJeucqTo

Extraordinario: un drama poco dramático

Lejos de ser una típica historia de victimización y llamado a la conciencia acerca del bullying, disfrutamos Extraordinario por la asertividad con que muestra a los padres de niños en condición vulnerable (ya sea por pertenecer a grupos minoritarios o por alguna característica física) a enseñar a sus hijos a combatir la agresión con bondad, sabiduría y dignidad.

Julia Roberts, quien interpreta de forma espléndida el papel de madre, hace su parte llevando a la pantalla valores como la importancia de la honestidad, la lealtad y el amor propio, todo esto sin apartarse de un discurso realista que no motiva a los niños a huir de los problemas ni a refugiarse en conductas disfuncionales sino a confrontar las situaciones difíciles partiendo del diálogo y la sinceridad.

Adicionalmente, algo que me gustó mucho de la película fue ver el modo panorámico en que se abordó la historia de los Pullman y del círculo más próximo a Auggie. No se excluyó el microuniverso de los demás personajes, sino que fue posible ver más allá de lo evidente y alcanzar un punto de comprensión acerca de cómo la existencia de Auggie había afectado la vida de su hermana Via o la de su mejor amigo, Jack Will.

Los efectos del bullying en el entorno escolar, la presión de grupo, el rechazo, la exclusión… Pocos temas quedaron fuera de la agenda de Extraordinario, y aunque se mencionan todos en el filme, resulta interesante ver cómo la historia no cayó en lo trágico, sino que se mostró a Auggie como un niño común y corriente que sueña con ir a la luna y al que le gustan los videojuegos.

Auggie logró adaptarse a su nueva vida en la escuela y desenvolverse como cualquier niño de su edad hace que la película sea realmente motivadora

Que fuera posible echar un vistazo a la experiencia de Via, por ejemplo, permitió ver representado el impacto que puede tener en las relaciones familiares la presencia de un miembro con algún tipo de característica especial y las consecuencias de una mala comunicación en la relación materno-filial, y me agrada porque todo esto se desarrolló en un ambiente, si bien dramático, sensible y no controversial, lo que sin duda facilita siempre que una audiencia general sin conocimientos previos asimile mucho mejor un mensaje.

Para los padres, tener un niño con un síndrome puede significar un aumento significativo del estrés, afecciones sobre la salud mental y física, dificultad en el cuidado infantil adecuado, implicaciones sobre las decisiones laborales, educación, relaciones o sustento de los demás hijos, apoyo gubernamental… Detrás de la historia de Auggie se halla el caso de millones de personas que pueden estar atravesando en este momento síntomas de depresión, culpa o problemas de autoestima, todo en dirección a problemas en el funcionamiento familiar.

Si bien esto describe la crudeza estadística del caso, me gusta que Extraordinario no haya sido tan lúgubre y pesimista al momento de ilustrar el modo en que pueden ocurrir las cosas. Me gusta que no haya girado en torno a costos de desembolso de atención médica y otros servicios de salud, porque todos estos efectos potenciales, que si bien podrían tener repercusiones en la calidad de vida de las personas, son menos prioritarios que la calidad de las relaciones familiares y la sanidad de la estructura familiar.

Tener un hijo con características especiales puede tanto afectar la asignación de tiempo y recursos financieros de los padres a sus hijos sanos como impulsarlos a desarrollar mejores prácticas de crianza, elevar las expectativas y madurez de los hermanos sanos en términos de logros, responsabilidad y contribuciones y enseñar a sus hijos que ser «extraordinario» también es un don.

El hecho de que Auggie logró adaptarse a su nueva vida en la escuela y desenvolverse como cualquier niño de su edad hace que la película sea realmente motivadora para los niños que sufren acoso escolar y sus familias, así como cualquier otra persona con una discapacidad o característica especial.

La lección que Auggie nos transmite y con la que decidimos quedarnos es que, cuando te aceptas a ti mismo sin importar los estereotipos vigentes, los rumores y las opiniones de los demás acerca de tu aparencia física, lo que sucede luego es que el resto de las personas comienzan a aceptarte también y a sentirse cómodas con la persona que eres.

Quitarse el casco de astronauta puede ser difícil y doloroso, pero como sucede con las orugas, puede ser que luego salga a relucir una versión mucho mejor.

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