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Salud Mental y Tratamientos

1162 Publicaciones

Incluye trastornos, psicopatología y terapias.

  • Salud Mental y Tratamientos

El Trastorno Limite de la Personalidad sería igual o más debilitante que el Trastorno Bipolar

  • David Aparicio
  • 12/05/2015

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La Terapia Dialéctica Conductual ha demostrado buenos resultados en el tratamiento del Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o Borderline. Pero aún así, muchos profesionales siguen eligiendo el tipo de terapia con el que se sienten cómodos y no los tratamientos que cuentan con el aval científico, necesario para tratar una condición tan compleja que según una nueva investigación de la revista British Journal of Psychiatry, podría ser incluso igual o más debilitante que el trastorno bipolar. Estos datos demuestran la urgente necesidad de ofrecer a los pacientes con TLP el mejor tratamiento.

La investigación comparó por medio de entrevistas semiestructuradas los resultados de 237 personas diagnosticadas con TLP y 236 con Trastorno Bipolar.

Sus primeros resultados demostraron que no hubo diferencias significativas entre la cantidad de veces que fueron admitidos en el hospital o los días de trabajo perdido en los últimos años. Pero si se encontró que los pacientes con TLP se gradúan menos de la universidad y se les diagnosticó con más frecuencia trastornos comórbidos, tenían más historias de trastornos por abuso de sustancias, informaron mayor ideación y conducta suicida, tenían menor funcionamiento social y menor calificación en la Evaluación Global de Funcionamiento.

Los investigadores escriben que estos datos son evidencia de los altos niveles de morbilidad psicosocial que se asocian con el TLP e incluso podrían ser más altos que los pacientes con trastorno bipolar.

Claramente los pacientes con TLP necesitan de diagnósticos precisos que permitan ofrecer el mejor tratamiento posible y no lo que le parezca mejor al clínico.


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  • Entrevista a Marsha Linehan, creadora de la Terapia Dialéctico Conductual, por Pablo Gagliesi.

Fuente: ScienceDaily

  • Salud Mental y Tratamientos

Los perros nos hacen física y mentalmente más saludables

  • Alejandra Alonso
  • 08/05/2015

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Me encantan los animales. Son una responsabilidad muy grande y a veces la vida sería más sencilla si no los tuviera. Sin embargo, para mi un hogar no es un hogar hasta que no haya algún animal. Mis favoritos son los perros y los gatos. Scotty, Dixie, Fulgencio, Rex, Chippie, Blue, Michón y Ramona (y sus tres gatitos de un mes y medio) me llenan de alegría con su sola existencia. Y se que no soy la única, estoy segura de que muchos de ustedes tienen una o más mascotas con las que conviven y tienen el privilegio de cuidar. Son un miembro más de la familia. Pero también contribuyen a nuestra salud mental en por lo menos 6 formas diferentes:

1. Los perros nos ofrecen amor y aceptación incondicionales

Hasta donde sabemos, los perros no opinan ni critican. Aunque huelas mal, ellos se acomodan cerca tuyo. En un boletín de Depresión y Ansiedad de Johns Hopkins, la Dra. Karen Swartz, menciona un estudio reciente que encontró que los residentes de un asilo de ancianos en St. Louis se sentían menos solos cuando pasaban tiempo en silencio y a solas con un perro. El estudio contó con la colaboración de 37 asilos de ancianos, cuyos residentes puntuaron alto en una escala que medía soledad y que estaban interesados en recibir visitas semanales de media hora de duración, de perros. La mitad de los residentes pasó tiempo en silencio y solos con los perros. La otra mitad compartió al perro con otros residentes. Ambos grupos dijeron sentirse menos solos luego de las visitas, pero la disminución de los sentimientos de soledad fue más significativa en aquellos individuos que tuvieron a los perros para ellos solos. Tal vez, a veces preferimos a nuestros amigos de cuatro patas más que a los que hablan ya que podemos compartir nuestros más profundos pensamientos sin ser juzgados.dixie

2. Los perros alteran nuestra conducta

Hoy, el último día de mi semana laboral, llegaba cansada del trabajo, el transporte público y el calor (combinación que a veces me pone de mal humor y, por ende, significa un riesgo para las personas que se me cruzan) cuando veo a Blue que también me mira, empieza a mover su colita y pone sus orejitas para atrás como hace cuando algo la pone contenta. Nada más lindo que la forma en que te recibe tu perro todos los días, sin falta. Verla me puso de buen humor instantáneamente, así de fácil cambió mi conducta. Nos calmamos cuando estamos con nuestros perros. Nuestros discursos, respiración y mentes se hacen más lentos. Y las personas que se nos cruzan, se salvan.

3. Los perros nos distraen

Ellos son como películas y libros fascinantes. Nos sacan de nuestras mentes y nos trasladan a otra realidad (una que solo involucra comida, agua, afecto y tal vez algún trasero animal) por tanto tiempo como lo permitamos. Rumiar sobre lo horrible que te sentís y te sentirás para siempre es difícil cuando un perro te está oliendo la cara.

4. Los perros promueven el contacto

El poder sanador del contacto es indiscutible. Investigaciones indican que un masaje de 45 minutos puede disminuir los niveles de la hormona del estrés (cortisol) y mejorar tu sistema inmune al construir células blancas. Abrazar hace que nuestro cuerpo se inunde con oxitocina, una hormona que reduce el estrés y baja la presión sanguínea y la frecuencia cardíaca. Además podría protegernos del resfriado. Y de acuerdo con un estudio de la Universidad de Virginia, agarrarse de las manos puede reducir la actividad en el hipotálamo que se pone en marcha por las situaciones estresantes. También, el contacto puede detener a algunas regiones cerebrales para que no respondan a indicios de amenazas. No debería sorprendernos entonces que acariciar a un perro pueda bajar nuestra presión sanguínea y frecuencia cardíaca y estimular los niveles de serotonina y dopamina.scotty

5. Los perros nos hacen responsables

Como ya dije, tener perros es una responsabilidad grande, y la responsabilidad (de acuerdo con algunos estudios) promueve la salud mental. La psicología positiva afirma que construimos nuestra autoestima al apoderarnos de una tarea, al aplicar nuestras habilidades en un trabajo. Cuando tenemos éxito (por ejemplo, cuando al otro día te levantas y el perro sigue vivo), nos refuerza a nosotros y a nuestra capacidad de cuidar a otras criaturas tan bien como a nosotros mismos. Por eso es que las tareas son tan importantes para enseñar a los adolescentes el dominio propio y la independencia. Cuidar de un perro nos provee también de estructura. Dormir hasta el mediodía ya no es una posibilidad, a menos que te quieras pasar una hora limpiando.

6. Los perros reducen nuestra presión sanguínea

Estudios muestran que las personas que tienen perros presentan niveles significativamente bajos de presión sanguínea y frecuencia cardíaca tanto antes como después de desempeñarse en tareas mentales estresantes. La presión sanguínea también disminuye cuando mimas a un perro, pero especialmente si es un perro que conoces y amas. Acariciar a tu perro también puede mejorar tu sistema inmune y aliviar el dolor. Pareciera que la sola presencia de un perro es beneficiosa.Fuente: EveryDayHealthImágenes: Alejandra AlonsoModelos: Blue, Dixie y Scotty
  • Salud Mental y Tratamientos

Horacio, la revista gratuita especializada en Terapias de Tercera Generación

  • Fabián Maero
  • 08/05/2015
horacio revista de las tercera ola

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Las páginas webs y los blogs son una buena forma de informarse sobre novedades en psicología. Sin embargo, cuando los contenidos son un tanto más arduos o más extensos, los formatos más tradicionales corren con ventaja.

Es por eso que  Paula José Quintero (colaboradora habitual en Psyciencia), y este que escribe hemos recopilado algunos artículos que han sido publicados en Psyciencia y en otros lugares y creado una publicación digital (amigable con la impresora), destinada a artículos sobre terapias de tercera ola (o dicho de un modo un poco más técnico, terapias contextuales-conductuales).

El resultado es Horacio, una revista de distribución gratuita en formato pdf. Pueden descargarla siguiendo este link (cualquier comentario o sugerencia será bienvenido).

(nota: si bien la revista es gratuita aceptamos donaciones y contribuciones para sostener los costos de diseño y hosting, en el link de descarga están las opciones para ello)

Esperamos que la disfruten.


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  • Salud Mental y Tratamientos

3 minutos de Tetris para reducir los antojos a la comida, alcohol y cigarrillo

  • David Aparicio
  • 07/05/2015

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Quieres cuidarte un poco más y por eso te prometes empezar desde el lunes con tu nueva dieta y estilo de vida sano. Pasa una semana, empiezas a sentir esos horribles antojos por una buena porción de tu torta preferida. Intentas animarte a no sucumbir a la tentación, pero no funciona ¿Qué puedes hacer? La respuesta está en Tetris. Si, Tetris, el famoso videojuegos de bloques que juegas desde chico puede  ser un buen método para reducir los efectos de los antojos. El  estudio de Skorka-Brown et al., 2014 y  publicado en la revista Appetite, contó con la participación de 119 personas que cuyos niveles de  antojos se midieron previamente y luego se les instaló en el grupo control en el que tenían que esperar que el juego de Tetris cargara en la computadora, pero nunca lo hacía y el grupo experimental sí jugaba al Tetris por tres minutos. Sus antojos fueron menos frecuentes y menos intensos Los datos demostraron que los sujetos que jugaron por 3 minutos al Tetris redujeron sus antojos a la comida, cigarrillo y al alcohol en 24% y también sus antojos fueron menos frecuentes y menos intensos. Los autores explican que los antojos duran solo unos pocos minutos, tiempo por el cual las personas están visualizando lo que quieren comer y la satisfacción que les dará. Imagina cuando estás disfrutando de una torta de chocolate, por ejemplo, y esa sensaciones hacen que nos rindamos a esas comidas que tratamos de resistir. Pero al jugar Tetris se mantiene la memoria visual ocupada e interrumpimos esas imágenes apetitosas de la comida que nos seducen. Todo esto sugiere que sí la memoria visual esta ocupada en otra tarea entonces podremos reducir los efectos de los antojos a la comida, alcohol y cigarrillo. ¿Pero sólo Tetris te ayudará con los antojos? Todavía faltan investigaciones que comparen el efecto de diferentes tipos de videojuegos, pero creo que una buena partida de Threes también podría funcionar.Fuente: Spring
  • Salud Mental y Tratamientos

Definición de la semana: Represión

  • Alejandra Alonso
  • 29/04/2015

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La represión es un mecanismo de defensa, es decir una de las tácticas del yo para reducir o reorientar la ansiedad de diversas maneras pero siempre distorsionando la realidad.

Específicamente, la represión elimina de la consciencia los pensamientos y los sentimientos que generan ansiedad. De acuerdo con Davis (1987), los represores presentan un patrón de baja ansiedad y alta defensividad y muestran una accesibilidad limitada a recuerdos afectivos personales de la vida real.

Elimina de la consciencia los pensamientos y los sentimientos que generan ansiedad

De acuerdo con Freud, la represión subyace a todos los mecanismos de defensa, cada uno de los cuales ocultan los impulsos amenazantes y los mantienen lejos de la consciencia. Para él, la explicación de porqué no recordamos el deseo que sentíamos hacia nuestro progenitor del sexo opuesto en la infancia, reside en este mecanismo de defensa.

Por otro lado, Freud también creía que la represión suele ser incompleta, es por eso que a veces se manifiesta en símbolos oníricos y lapsus verbales.


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Fuente: Myers (2006), Psicología 7ma edición, Editorial Médica Panamericana: Madrid
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  • Salud Mental y Tratamientos

Validación ¿qué es y cómo practicarla?

  • Paula José Quintero
  • 22/04/2015

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No te preocupes.

No es para tanto.

Estás exagerando.

No te podés poner así por eso.

No vale la pena estar triste.


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Todos hemos recibido alguna vez comunicaciones similares a éstas. Entonces, apenas las escuchamos, corremos a abrir la cajita de herramientas para “cambiar lo que sentimos”, todos ilusionados, hasta que nos damos cuenta de que simplemente no podemos. La cajita resulta inútil, lo que sentimos es algo que no depende de nuestra voluntad. Por supuesto que una vez que una emoción se ha disparado, contamos con varios recursos para elegir cómo responder a ella, pero esa es otra historia.

Las emociones tienen siempre un disparador: un evento que las precipita; que no podamos identificarlo desde afuera no significa que la emoción surgió “de la nada”. Todos los seres humanos estamos preparados para experimentar todas las emociones ya que son parte del desarrollo evolutivo de nuestra especie y cumplen una función. En este sentido no hay tal cosa como emociones “buenas” o “malas”, “correctas” o “incorrectas”.

Vamos a decirlo de entrada: todas las emociones que experimente una persona son siempre válidas y tienen sentido.

Demás está decir que la mayoría de las veces cuando alguien nos dice “no te preocupes, no es nada” está tratando de ayudar, de calmar, de aliviar. Sus intenciones son buenas pero probablemente provoque el efecto contrario: hacernos sentir equivocados y dejarnos solos. A esto le llamamos invalidar: comunicarle al otro que lo siente es incorrecto, que debería sentir distinto, que no es comprensible lo que le pasa.

Básicamente, lo que está detrás de la comunicación invalidante es la NO aceptación de la experiencia emocional del otro.

Validar: una estrategia de aceptación

Probablemente uno de los mayores aportes de la Terapia Dialectico-Conductual (DBT) haya sido la inclusión de la Validación como una de las estrategias centrales del tratamiento –si querés leer más sobre DBT click aquí–. De hecho es una terapia que estimula la presencia de una “dialéctica” entre estrategias de validación (aceptación) y estrategias de cambio, mientras que la mayoría de las psicoterapias que conocemos están orientadas principalmente al cambio solamente.

La validación por parte del terapeuta implica, de manera resumida, comunicar al paciente que sus respuestas emocionales tienen sentido y son entendibles dentro de su historia y/o contexto actual (Linehan, 1993). El terapeuta acepta las emociones del paciente y le comunica esta aceptación. Aceptarlas implica identificar esas respuestas, tomarlas seriamente, sin desatenderlas ni trivializarlas, con una actitud no juiciosa y describiéndolas de manera no peyorativa.

Básicamente, cuando un terapeuta DBT utiliza estrategias de validación emocional lo que hace es alguna de estas cuatro cosas (o varias a la vez):

  1. Ofrece oportunidades para la expresión emocional: el terapeuta escucha, clarifica y valida las emociones sin juzgarlas, dándoles lugar. Esto implica lo contrario a intentar controlar las emociones del paciente –intentar calmar las emociones rápidamente envía el mensaje de que son algo que no tendría que estar ahí, algo de lo que hay que deshacerse, justamente lo contrario a lo que se intenta al validar.
  2. Enseña habilidades de identificación y etiquetado de emociones: invita a observar con atención qué es lo que se está experimentando, a identificar los componentes de la emoción (disparadores, sensaciones corporales, impulsos de acción) y a poder nombrarlas.
  3. Lee las emociones: para esto es necesario que el terapeuta conozca bien al paciente y esté familiarizado con su cultura y contexto. Leer las emociones implica que con pocos elementos –como el evento precipitante o cierta postura corporal- el terapeuta puede darse cuenta de cuál es la emoción que puede estar sintiendo el paciente y comunicárselo a modo de hipótesis. Esto es casi siempre validante ya que comunica que la respuesta emocional del paciente es normal y entendible.
  4. Comunica la validez de la emoción: el terapeuta comunica que esa experiencia emocional es comprensible. Existen dos tipos de comprensión que puede comunicar. La primera es comunicar que la mayoría de las personas responderían a la situación disparadora de la emoción de la misma manera. La segunda es comunicar que la emoción es comprensible dadas sus experiencias pasadas de aprendizaje –incluso cuando otros hubieran reaccionado diferente, es entendible dentro de ese contexto.

Validación en la vida cotidiana

Podemos definir entonces a la validación como una práctica de aceptación profunda de las emociones del otro sin juzgar, sin aconsejar, sin intentar cambiar nada en ese momento. Cuando validamos, corroboramos la importancia de lo que siente la otra persona y lo tomamos como algo legítimo. En definitiva: comunicamos que nos importa su experiencia.

No tenemos que estar de acuerdo para validar, ni pensar que nosotros reaccionaríamos igual. Tampoco es necesario que nos parezca lógica la respuesta emocional. Si asumimos que todas las respuestas emocionales son producto de una historia de aprendizaje y un contexto particular, podremos entender que son siempre válidas, aunque no comprendamos del todo esa respuesta particular.

Tenemos muy buenas razones para practicar validación con las personas que tenemos a nuestro alrededor. La validación construye confianza y aumenta la intimidad en los vínculos, disminuye la sensación de aislamiento y alienta a que el otro experimente y acepte sus emociones.

La práctica de la validación suele generar también un aumento de la capacidad para la auto-validación emocional. Respetamos las emociones de los otros y también las propias, aceptándolas como parte de la experiencia de ser humanos.

¿Cómo la practicamos?

1) Prestando atención, escuchando al otro, mirándolo a los ojos: escuchar lo que dice atentamente, observar sus gestos, su tono de voz, su postura corporal; estar atento a lo que el otro expresa sin pensar en la respuesta que darás.

2) Aceptando con mente abierta la experiencia emocional del otro: cualquiera que sea la emoción que está sintiendo, es su emoción, y puede incluso ser dolorosa pero eso es parte de la condición humana. Es importante hacer lugar a todas las emociones, todas tienen un sentido.

3) Identificar las emociones del otro y dar una respuesta empática sin aconsejar: aconsejar implica que algo de la situación debe cambiar, muestra que nos cuesta tolerar la presencia de la experiencia emocional. Si la otra persona no ha pedido consejo, darlo puede resultar invalidante ya que puede dejar ver que consideramos que el otro no sabe cómo resolver sus problemas.

4) Ofrecer compañía: ofrecele permanecer a su lado durante la experiencia emocional; si no estás seguro de que eso es lo que el otro desea podés preguntar si desea estar solo, si quiere hablar sobre eso o si hay algo puntual que puedas hacer en ese momento. Es importante no emitir juicios ni valoraciones en esos momentos y estar dispuesto a dar no lo que uno cree que es mejor sino lo que es mejor desde la perspectiva del otro.

Una de las razones por las que nos cuesta tanto validar las emociones del otro es la ansiedad que sentimos por ayudarlo a sentirse mejor –y, de paso, sentirnos mejor nosotros. Nos cuesta hacer lugar a las emociones, en especial cuando son dolorosas o displacenteras. Nos duele que al otro le duela, que esté triste, que esté enojado y nos cuesta tolerar estar ahí para simplemente acompañar. Pero el riesgo de querer ahogar rápido esas emociones es alto: podríamos enseñar sin quererlo que las emociones dolorosas no deberían estar ahí, cuando en realidad son parte ineludible de la vida; podríamos estar comunicando que el otro no sabe cómo llevar una vida sin dolor, lo cual es en realidad una meta inalcanzable.

Para finalizar: no hay experiencias emocionales “positivas” sin las “negativas”. Quien no está dispuesto a sentir y aceptar el dolor poco a poco va perdiendo la capacidad para experimentar felicidad y alegría (Luciano Soriano & Salas, 2006). En este sentido, uno de los mejores regalos que podemos ofrecer es dar lugar a las emociones del otro –y a las propias-, las que fueren, porque todas contienen algo de verdad y de sentido y merecen ser experimentadas completamente.

Referencias

  • Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.
  • Luciano Soriano, M., & Salas, M. (2006). La terapia de aceptación y compromiso (ACT): Fundamentos, características y evidencia. Papeles Del Psicólogo, 27(2), 79–91.

Imagen: Changedbychrist

  • Salud Mental y Tratamientos

La esquizofrenia no sería un solo trastorno sino múltiples condiciones genéticas

  • David Aparicio
  • 21/04/2015

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Cuando hablamos de esquizofrenia nos imaginamos un solo trastorno con sus propias características. No obstante, una nueva investigación explica que en realidad es un grupo de 8 trastornos genéticamente diferentes, con sus propios set de síntomas. Según sus autores, este descubrimiento incluso puede predecir entre un 70% y 100% el diagnóstico. La investigación, publicada online en la revista The American Journal of Psychiatry, analizó las muestras genéticas de 4000 personas con esquizofrenia y 3800 personas sin la condición y descubrió distintos clústers genéticos que contribuyen a 8 diferentes clases de esquizofrenia.
¨Los genes no operan por sí solos. Ellos funcionan en conjunto, similar a una orquesta(…)¨
Dividieron a los pacientes según la severidad de sus síntomas a causa de alucinaciones, delirios y otro síntomas como: falta de iniciativa, problemas al organizar los pensamientos o disminución de la conexión entre las emociones y la cognición. Todos estos síntomas permitieron crear perfiles que describen 8 trastornos cualitativamente diferentes, basados en las condiciones genéticas. Al aparear las características genéticas con los síntomas particulares de la esquizofrenia: alucinaciones o delirios, se halló que la interacción de una variación genética se relacionó con el 95% de la esquizofrenia. En otro grupo se encontró que el habla y el comportamiento desorganizado se asociaron específicamente a una interacción que permite explicar el 100% de la esquizofrenia. Robert Cloninger, director de la investigación, lo explica así: ¨Los genes no operan por sí solos. Ellos funcionan en conjunto, similar a una orquesta y, para entender como trabajan, es necesario no solo saber quienes son los miembros de la orquesta sino también cómo interactuan.¨ Esto confirma que no es un solo gen el que eleva el riesgo de desarrollar esquizofrenia, sino que es la interacción alta y consistente de varios genes, que predice en un 70% a 100%, si se padecerá la enfermedad. Los investigadores explican que con estos niveles, es virtualmente imposible evitar que la esquizofrenia se manifieste en las personas con estas variaciones genéticas. Pero no todas son malas noticias. Los autores explican que al identificar los grupos de las variaciones genéticas se podrán diseñar tratamientos específicos para las interacciones genéticas que causan problemas. Y no solo esto sino que además nos da nuevas luces para investigar otros trastornos complejos como la hipertensión y la diabetes.Fuente: Washington University in St Louis
  • Salud Mental y Tratamientos

¿Por qué simplemente no se va? La realidad de escapar de la violencia doméstica

  • Maria Fernanda Alonso
  • 20/04/2015

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La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un simulacro de juicio por jurados donde el jurado debía decidir si declaraba culpable a una mujer por el delito de homicidio agravado por el vínculo (había matado a su marido), o si consideraba que había actuado en legítima defensa.

En el caso, la señora Saenz (imputada) se había casado con el señor Saenz (víctima de homicidio) hacía 10 años. La pareja tuvo dos hijos, de 8 y 4 años al momento del hecho. Según el relato de la señora, al poco tiempo de haberse casado y a lo largo de su matrimonio, él había empezado a maltratarla y a pegarle. Siempre tenía un motivo: platos sucios, el patio de la casa sin barrer, o simplemente la comida no le gustaba. Ella era culpable si los bebés lloraban cuando él volvía del trabajo y necesitaba descansar. Era la culpable porque había sido una vaga que no fue capaz de tener la casa limpia y en silencio para que su marido, que estaba por fuera todo el día trabajando, pudiera beber una cerveza tranquilo.

La señora Saenz había recurrido a la guardia médica en reiteradas ocasiones, y ante las preguntas de los médicos, argumentaba que sus golpes y lastimaduras eran producto de su propia torpeza, de accidentes domésticos, como caerse de las escaleras. Después de los actos violentos, siempre hubo una disculpa y una promesa de cambiar por parte del marido.

¿Por qué no se fue antes? Como mujer, ¿por qué no reaccionó antes?

El señor Saenz le había prohibido comunicarse con su hermana y con sus padres. Seis meses antes del hecho, la señora Saenz abandonó el hogar porque, según dijo, su marido había golpeado al mayor de sus hijos, y eso era algo que ella no toleraría. Pudo contactarse con un refugio para víctimas de violencia familiar donde podría pasar 3 días con sus niños, pero al cabo de ese tiempo, por las normas de la institución, debía mudarse a la casa de algún voluntario y esperar alguna oportunidad laboral. Pero estas circunstancias no fueron del agrado de la señora Saenz, pues en sus palabras, el lugar donde debía vivir, compartiendo una pequeña casilla con otras personas, no era un lugar apropiado para sus hijos; además, podrían pasar meses hasta que consiguiera una oportunidad laboral que le permitiera mejorar su situación, y por estos motivos decidió volver a su casa, con el padre de sus hijos, quien decidió castigarla por haberse llevado a los niños.

Días antes del hecho la señora Saenz sufrió la golpiza más grande por parte de su esposo, quien incluso ahora la amenazaba con un arma de fuego, tanto a ella como a sus hijos.


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La hermana de la señora Saenz, en declaración testimonial, dijo haber notado que su hermana estaba muy golpeada en varias oportunidades, y si bien le dijo que contaba con ella, decidió no meterse, pues en su concepción hay ciertas cosas que las esposas deben tolerar para mantener a la familia unida.

Durante el debate secreto de los jurados, hubo una pregunta común entre todos ellos: ¿por qué no se fue antes? Como mujer, ¿por qué no reaccionó antes?

En la etapa probatoria, se llamó a prestar declaración a un psicólogo dedicado a trabajar con víctimas de violencia, especialmente de violencia familiar, que había atendido a la señora Saenz después del hecho. En su testimonio declaró que, en su opinión profesional, las conductas de la señora Saenz reflejaban de manera clara el síndrome de la indefensión aprendida.

Pero, ¿qué es la indefensión aprendida?

En pocas palabras, podríamos decir que la indefensión aprendida se desarrolla como respuesta a estímulos aversivos que resultan inescapables e incontrolables para la víctima pues, haga lo que haga, no puede evitarlos, razón por la que se somete a ellos sin oponer resistencia. Seligman y Overmier conceptualizaron a la desesperanza aprendida como un proceso cognoscitivo en el cual la formación de expectativas se ve afectada.

Para mayor información te recomendamos el amplio artículo de los licenciados Minici, Rivadeneira y Dahab, donde exploran con mayor profundidad la conceptualización y abordaje de la indefensión aprendida.

Actualmente la indefensión aprendida es relacionada con el trastorno de estrés postraumático, con características propias.

En el artículo Trastorno por Estrés Postraumático: 9 mitos, se exponen distintos criterios descritos por el DSM V como TEPT. Podríamos ubicar la relación de la indefensión aprendida dentro del criterio A, caracterizado por “exposición a muerte o amenaza de muerte, lesiones severas o violencia sexual en una (o más) de las siguientes formas: 1. Experimentación directa del/los evento/s traumático/s. 2. Ser testigo del/los evento/s mientras le ocurren a otro. 3. Enterarse de que el/los evento/s traumático/s le pasaron a un familiar o amigo cercano. En caso de muerte o amenaza de muerte a un familiar o amigo cercano, los eventos tienen que ser violentos o accidentales. 4. Experimentar exposición repetida o extrema a detalles aversivos del/los evento/s traumático/s.”

Haga lo que haga, no puede evitarlos, razón por la que se somete a ellos sin oponer resistencia

En el mismo artículo se desmiente uno de los grandes mitos acerca del TEPT: se cree que el TEPT solo afecta a las personas que son débiles, pero en realidad “no es cuestión de fortaleza o aguante emocional. Hay un número de factores que juegan un rol  respecto a si una persona que pasó por un trauma desarrollará o no dicho trastorno. El riesgo de padecerlo depende, en parte, de una combinación de factores de riesgo y factores de resiliencia. Entre los factores de riesgo podemos encontrar tener historia de enfermedad mental y no hablar con nadie sobre el trauma ni buscar apoyo. Por otro lado, factores de resiliencia que sirven como elementos protectores son: buscar apoyo de amigos o familiares luego del trauma, aprender a afrontar de forma saludable, unirse a un grupo de apoyo y sentirse bien sobre la propia reacción al trauma.”

Muchas víctimas de violencia familiar se ven forzadas a cortar lazos con amigos y familiares por las propias presiones y prohibiciones de sus victimarios. En el simulacro de juicio, el fiscal intentó descalificar el diagnóstico de indefensión aprendida por no considerar a la imputada como una persona débil o sumisa cuando prestó su declaración, pues el acusador consideraba que una persona que había sido maltratada debía presentar un carácter sumiso, que en una situación estresante le impidiera defenderse.

La licenciada Zanetti nos explica en un interesante artículo llamado Género, relaciones de poder y subjetividad, que “en todas las clases de vínculos existe un ejercicio del poder y, según nos cuenta Foucault, eso no tiene nada que ver con la violencia, en tanto que es el abuso de este ejercicio en beneficio de uno y en detrimento del otro, lo que lo convierte en violencia”. La licenciada define a la violencia como “una fuerza utilizada para producir un daño en el intento de anular al otro como ser autónomo, pretendiendo reducirlo a la categoría de objeto para que no desee, para que no aparezcan rasgos de lo diferente, arrasando con la subjetividad de quien es lastimado, y con ella la posibilidad de decidir y razonar.”

La violencia doméstica es un patrón de comportamiento continuo, más frecuentemente usado por hombres, dirigido a controlar a las mujeres a través del poder y el miedo. Ésto es llamado control coercitivo y explica cómo los hombres extienden su dominio en relaciones íntimas, que luego aíslan a las mujeres y socavan su independencia con el tiempo.

Imaginá sentirte asustada/o en tu propia casa, y que el miedo sea causado por la persona que amás. Estás ansiosa/o, confundida/o y desvalorizada/o por el abuso soportado durante muchos años. Ahora imaginá que tenés que dejar a tu pareja y tu casa, porque ha amenazado tu vida o la de tus hijos: ¿a dónde irías?

La primera opción es quedarse con familiares o amigos por un corto tiempo, hasta encontrar un hogar alternativo. Pero quienes han perdido contacto con sus familias y amigos, o no tienen respaldo económico, recurren a refugios de emergencia.

Estos refugios suelen contar con métodos de contacto que garantizan la seguridad de las personas que reciben, pero estas personas no pueden permanecer allí por mucho tiempo. Quienes ingresan suelen ser asistidos por trabajadores sociales, psicólogos u otros profesionales que evalúan su situación y el riesgo en que se encuentran. Muy a menudo los refugios están llenos, razón por la cual mujeres y niños deben buscar otros lugares donde hospedarse mientras esperan vacantes. Durante ese tiempo, las mujeres piensan en la posibilidad de denunciar a sus parejas, acceder a asistencia financiera de emergencia y hacer lo necesario para obtener documentos importantes, entre otras cosas; pero esto es particularmente difícil si el español es su segundo idioma, o cuando tienen una discapacidad o viven en comunidades rurales aisladas. A esto se suma que les resulta casi imposible encontrar trabajo o continuar trabajando bajo estas circunstancias, y los niños suelen perder muchas clases en la escuela o necesitan cambiar de escuela. Bajo estas condiciones de presión, uno puede entender por qué algunas mujeres vuelven con una pareja violenta, especialmente cuando esta pareja pide perdón.

Otra alternativa

El hospedaje en refugios puede ser una solución, pero no una definitiva. A esto se suma que cuanto más tiempo se queda una persona en el refugio, está impidiendo el acceso de otros a esta herramienta.

Existe una alternativa a disposición de las víctimas de violencia, que permite a las mujeres y niños permanecer en sus hogares, una vez que el autor de violencia ha sido removido. Se han desarrollado en muchos países distintos programas basados en la herramienta judicial de exclusión del hogar del autor de violencia familiar, cuyos requisitos y reglamentación varían de país en país. En Argentina, el Congreso Nacional ha sancionado la ley Nº 24417 de protección contra la violencia familiar, y así también lo han hecho las distintas provincias que, a su vez, han habilitado diversos centros de asistencia a las víctimas dedicados a brindar asesoramiento jurídico gratuito a las víctimas de violencia familiar y delitos en general.

¿Cómo podríamos apoyar a las víctimas y cómo podríamos mantenerlos a salvo?”

Esta herramienta ofrece mayor estabilidad a las mujeres y niños, a la vez que envía un mensaje a las personas violentas por parte de la sociedad de que su comportamiento es inaceptable. Pero debemos recordar que la seguridad de las víctimas de violencia doméstica no se garantiza simplemente excluyendo al agresor del hogar, sino que es preciso dotar a las víctimas con una red de apoyo bien coordinada para mantenerlas seguras.

En lugar de preguntarnos “¿por qué simplemente no se va?”, sería más apropiado preguntarnos “¿como podríamos apoyar a las víctimas y cómo podríamos mantenerlos a salvo?”, “¿cómo podemos hacer responsables a los autores de sus actos violentos?”.

Fuente: Theconversation.com
Imagen: Marcela Aberhard

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Parenthood, una serie que no te debes perder

  • David Aparicio
  • 19/04/2015

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Todos conocemos esa sensación. Es sábado por la noche y te quedaste en la casa sin nada que hacer. Cambias y cambias de canal y lo único que encuentras son los capitulos de los Simpsons que ya te sabes de memoria. Para ayudarte con el aburrimiento nocturno, te presento Parenthood, una de las mejores series que he visto en los últimos años y que ha sido alabada por los críticos. Parenthood es una serie de drama-comedia basada en la película de 1989 del mismo nombre que cuenta los conflictos y relaciones de la numerosa familia Braverman, formada por los abuelos Zeek y Camile, sus 4 hijos Adam, Sarah, Crosby y Julia, y sus respectivas familias. La primera temporada de la serie fue transmitida en el 2010 e inicia con la mudanza de Sarah a la casa de sus padres. Ella una madre soltera que, obligada por las dificultades, vuelve a vivir a la casa de sus padres con sus dos hijos.
Una de las mejores series que he visto en los últimos años y que ha sido alabada por los críticos
Adam es el hermano mayor de los Braverman, está casado con Kristina y entre ellos crían a su hija adolescente Haddie y a su hijo Max quien es recientemente diagnosticado con el síndrome Asperger y se enfrenta a diferentes dificultades en la escuela. Crosby es el hermano menor, músico y bohemio que de repente se entera que tiene un hijo de 5 años con una ex novia y decide ayudar en su crianza. Julia es una abogada muy exitosa que intenta compatibilizar su trabajo con la maternidad junto a su esposo Joel, quien elige quedarse en la casa para encargarse de las tareas del hogar y de su hija. Pero con el pasar de los días se siente aburrido y solo. Cada familia se enfrenta cada día a diferentes problemas pero eso no les impide buscar la ayuda de sus padres y hermanos para superarlos. La serie resalta la unión familiar de una manera muy inteligente y divertida. Esta es solo una breve descripción de los personajes, no quiero profundizar en los temas y dañar la trama de la serie. Puedes encontrarla en Netflix y empezar una muy buena maratón. Cuéntanos tus opiniones y con cual personaje te identificaste más.
  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Una experta en enfermedades mentales revela su lucha personal

  • Fabián Maero
  • 17/04/2015

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En el 2011, Benedict Carey, del New York Times realizó una entrevista a Marsha Linehan, en la cual ella contaba su propio camino con trastorno límite de la personalidad (en inglés aquí).

La publicación de esa entrevista fue un pequeño revuelo: no es algo muy frecuente que una autora e investigadora respetada cuente que solía golpearse la cabeza contra el piso. Buscando material sobre la entrevista me encontré con una traducción hecha en el blog “Al cuidado del alma“, así que corregimos la traducción, adaptamos el formato, y la compartimos aquí para ustedes.


– ¿Eres una de nosotros?

La paciente, quería saberlo, y su terapeuta —Marsha M. Linehan de la University of Washington y creadora de un tratamiento usado alrededor del mundo para personas con graves tendencias suicidas— ya tenía una respuesta preparada. Era la misma que siempre usaba para interrumpir la breve pregunta, ya fuese que el paciente lo expresara lleno de esperanza, de manera acusadora o hábilmente tras haber visto el macramé de borrosas quemaduras, cortes y ronchas en sus brazos.

“¿Quieres decir, si he sufrido?”


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“No, Marsha, quiero decir si eres una de nosotros; tal como nosotros. Porque si lo fuiste, eso nos daría mucha esperanza a todos” respondió la paciente en un encuentro durante la última primavera.

“Eso fue lo que me decidió” dijo la Dra. Linehan, de 68 años, quien contó su historia en público por primera vez la semana pasada ante una audiencia de amigos, familiares y médicos en el Institute of Living, de la clínica Hartford, lugar en donde fue tratada por su extrema retracción social cuando tenía 17 años. “Fue mucha gente la que me pidió que lo trajera a la luz y pensé: Bueno, tengo que hacerlo. Se los debo. No puedo morir como una cobarde”.

Nadie sabe cuánta gente con graves enfermedades mentales llevan vidas en apariencia normales y prósperas, debido a que esas personas no tienen la costumbre de anunciarse como tales. Están demasiado ocupadas haciendo malabares con sus responsabilidades, pagando sus cuentas, estudiando y construyendo sus familias, haciendo de todo mientras resisten ráfagas de oscuras emociones o alucinacinoes que podrían abrumar rápidamente a casi cualquiera.

Ahora, un creciente número de tales personas se están arriesgando a exponer sus secretos considerando que ha llegado el momento. Dicen que el sistema de salud mental de la nación es un matadero, que criminaliza a muchos pacientes y deposita a algunos de los más graves en hogares de cuidado y en grupos en donde reciben la atención de trabajadores con mínima formación.

Más aún, el permanente estigma de enfermedad mental le enseña a las personas con este diagnóstico a pensar en sí mismas como víctimas, dejando de lado la única cosa que puede motivarlos a hallar un tratamiento: la esperanza.

“Existe una tremenda necesidad de cortar con los mitos de la enfermedad mental, de ponerles rostro, para así mostrarles a las personas que el diagnóstico no conduce a una vida dolorosa y marginal”, sostiene la Dra. Elyn R. Saks, profesora de la University of Southern California School of Law, quien narra su propia lucha contra la esquizofrenia en The Center Cannot Hold: My Journey Through Madness. “Nosotros, quienes luchamos con estos trastornos, podemos llevar vidas plenas, felices y productivas si tenemos los recursos adecuados.”

Esos recursos incluyen medicación (normalmente), terapia (con frecuencia), una cierta dosis de buena suerte (siempre) y por sobre todo- la fuerza interior para dominar o hasta expulsar los propios demonios. Y, según lo dicen estos pacientes, aquella fuerza puede provenir de diversos lugares: del amor, del perdón, de la fe en Dios o de una amistad de toda la vida.

Pero el caso de la Dra. Linehan muestra que no existe una receta determinada. Ella se vio inmersa en una misión de rescate de personas que tienen una tendencia suicida de carácter crónico, con frecuencia como resultado de un trastorno de personalidad borderline, una enigmática condición caracterizada parcialmente por necesidades autodestructivas.

“Sinceramente, en ese entonces no comprendía que estaba tratando conmigo misma. Pero supongo que es verdad que logré desarrollar una terapia que me proveyó de las cosas que necesité durante muchos años; y no las olvidé”, sostiene.

“Estaba en el infierno”

Linehan aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.

Marsha Linehan llegó al Institute of Living el 09 de marzo de 1961, a la edad de 17 años, y rápidamente se convirtió en la única ocupante del cuarto de reclusión de la unidad conocida como Thompson Two, destinada a los pacientes más severamente afectados. El equipo no tuvo alternativa, la chica normalmente se agredía a sí misma quemándose las muñecas con cigarrillos, tajándose los brazos, las piernas y el vientre, valiéndose de cualquier objeto cortante que pudiera tomar.

El cuarto de aislamiento era una pequeña celda con una cama, una silla y una diminuta ventana enrejada. Pero el estar allí sólo profundizó su necesidad de morir, y Marsha se dedicó a hacer lo único que para ella tenía sentido en ese entonces: golpear su cabeza contra la pared y, posteriormente, contra el piso. Con fuerza.

“Mi experiencia en tales episodios era como si alguien más me lo estuviera haciendo. Era como: ‘Sé que está viniendo y no tengo ningún control; que alguien me ayude. Dios mío, dónde estás?’ Me sentía totalmente vacía, me sentía como el Hombre de Hojalata. No tenía manera de comunicar lo que me estaba pasando, no tenía forma de comprenderlo”, expresa.

Su infancia en Tulsa, Oklahoma, proporcionó algunas pistas. Excelente estudiante desde temprano y naturalmente dotada para el piano, era la tercera de seis hijos que tuvieron un petrolero y su esposa, quien era una sobresaliente mujer que hacía malabares con el cuidado de sus niños, la Junior League y los eventos sociales en Tulsa.

La gente que conoció a los Linehan en aquel entonces recuerda que la precoz tercera niña con frecuencia tenía problemas en su hogar,  y la Dra. Linehan recuerda sentirse profundamente inadecuada en comparación con sus atractivos y exitosos hermanos. Pero cualquiera haya sido la corriente de aflicción corriendo bajo la superficie, nadie se percató de ello hasta que quedó postrada a causa de dolores de cabeza durante el último año de la secundaria.

Su hermana menor, Aline Haynes, recuerda “Esto era Tulsa, en los sesenta. No creo que mis padres hayan tenido idea sobre qué hacer con Marsha. En realidad nadie sabía qué enfermedad mental era.”

Prontamente un psiquiatra local recomendó que permaneciese en el Institute of Living hasta dar con el problema de fondo. Allí, los médicos le dieron el diagnóstico de esquizofrenia, le suministraron dosis de torazina, librium y otras drogas muy fuertes, como así también muchas horas de análisis freudiano;  también la sujetaron para realizarle tratamientos de electroshock: 14 veces la primera vez y 16 la segunda, según los registros médicos. Nada cambió, y la paciente pronto volvió a la reclusión del ala cerrada.

“Todos estaban aterrorizados de acabar allí”, dijo Sebern Fisher, una paciente que llegó a ser amiga íntima de Marsha. Pero sin que importara su entorno, la Sra. Fisher agrega “ella era capaz de cuidar con mucha atención a otra persona. Su pasión era tan profunda como su soledad.”

Un sumario de alta, fechado el 31 de mayo de 1963, consigna que “en 26 meses de hospitalización, la señorita Linehan fue una de las pacientes más perturbadas de la clínica durante gran parte del tiempo.”

Un  verso que la turbada chica escribió en ese entonces dice:

They put me in a four-walled room

But left me really out

My soul was tossed somewhere askew

My limbs were tossed here about

Mientras golpeaba su cabeza en dondequiera que estuviese, la tragedia permanecía. Nadie sabía lo que le sucedía, y por eso el cuidado médico solo lo hizo peor. Cualquier tratamiento verdadero no tendría que haberse basado en la teoría, concluyó posteriormente ella, sino en los hechos: qué emoción precisamente lleva a un pensamiento que conduce luego a un acto siniestro Se tendría que quebrar esa cadena y enseñar una nueva conducta.

“Estaba en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de aquí”, afirma.

Aceptación radical

La Dra. Linehan sintió el poder de otro principio mientras estaba en una pequeña capilla en Chicago.

Corría 1967, varios años después de que dejara el instituto siendo una joven veinteañera a quien los médicos le dieron pocas oportunidades de supervivencia fuera del hospital. Y apenas logró sobrevivir: tuvo un intento de suicidio estando en Tulsa, cuando llegó a su casa; y otro episodio cuando posteriormente se mudó al YMCA, en Chicago, para un nuevo comienzo.

Linehan tuvo que ser hospitalizada otra vez y salió confundida, sola y más comprometida que nunca con su fe católica. Se mudó a otro YMCA, encontró trabajo como empleada en una compañía aseguradora y comenzó a tomar clases nocturnas en la Loyola University —y a rezar con frecuencia en una capilla en el Cenacle Retreat Center.

“Cierta noche estaba allí, arrodillada, mirando la cruz, y de pronto todo el lugar se volvió dorado y sentí que algo venía hacia mí. Fue una brillante experiencia. Luego tan solo regresé corriendo a mi habitación y me dije: Me amo a mí misma. Esa fue la primera vez que recuerdo haberme hablado en primera persona. Me sentí transformada”, afirma.

Aquella mejoría duró alrededor de un año, antes de que los sentimientos de devastación regresaran bajo la forma de un romance que finalmente terminó. Pero algo era diferente. Ahora podía superar sus tormentas emocionales sin cortarse o dañarse a sí misma.

¿Qué había cambiado?

Le tomó años de estudio en psicología — obtuvo su doctorado en Loyola en 1971 — antes de encontrar una respuesta. A primera vista parecía obvio: se había aceptado a sí misma tal como era. Había intentado matarse muchas veces debido a que la brecha entre la persona que quería ser y la persona que era la dejaba desesperanzada, profundamente nostálgica por una vida que nunca conocería. Esa brecha era real e insalvable.

Aquella idea básica —aceptación radical, la llama ahora— gradualmente fue más importante a medida que empezó a trabajar con sus pacientes, al principio en una clínica de suicidas en Buffalo y luego como investigadora. Sí, el verdadero cambio era posible. La emergente disciplina del conductismo enseñaba que la gente podía aprender nuevas conductas —y que actuar de manera diferente puede, en el trascurso del tiempo, modificar las emociones subyacentes.

Sin embargo, las personas con una grave tendencia suicida han intentado cambiar millones de veces y han fracasado, por lo que la única vía para llegar a ellas era reconocer que su conducta tenía sentido: los pensamientos relacionados con la muerte eran una dulce liberación si se consideraba lo que estaban sufriendo.

“Era muy creativa con las personas. Noté eso de inmediato”, dice Gerald C. Davidson, quien en 1972 admitió a la Dra. Linehan en un programa de doctorado en terapia conductista en la Stony Brook University (en la actualidad, Davidson es psicólogo de la University of Southern California). Ella podía sacar a las personas de su centro; lo hacía desafiándolas con temas que no podían escuchar sin que se sintiesen menospreciadas, asegura.

Ningún terapeuta podría prometer una rápida transformación o un súbito insight de parte del paciente, y mucho menos una deslumbrante visión religiosa. Pero ahora la Dra. Linehan se encontraba acercando dos principios aparentemente opuestos que conformarían la base de su tratamiento: la aceptación de la vida tal como es —no como se supondría que fuera— y la necesidad de cambiar, a pesar de esa realidad y a causa de ella. La única manera de tener certeza de que se trataba de algo más que de una teoría era probarla científicamente, en el mundo real —y nunca existió duda alguna sobre por dónde empezar.

Transitando el día

“Decidí probar con personas supersuicidas, los casos más extremos, porque imaginé que eran las personas más sufrientes del mundo: piensan que son malignos, que son malos, malos, malos. Y yo entendía que no eran así. Comprendía su sufrimiento porque estuve allí, en el infierno, sin ninguna idea de cómo salir”, sostiene.

Eligió, en particular, tratar a personas con el diagnóstico que le habían dado a ella cuando joven: el trastorno límite de la personalidad, una condición pobremente comprendida que se caracteriza por las apego excesivo, estallidos e impulsos autodestructivos que con frecuencia llevan a cortes o quemaduras. Bajo terapia, los pacientes borderline pueden ser aterradores: manipuladores, hostiles, a veces siniestramente mudos y notables frecuentemente por salir del consultorio amenazando con suicidarse.

La Dra. Linehan observó que la tensión de la aceptación al menos podía mantener a las personas dentro de la habitación: los pacientes aceptan quienes eran, aceptan que sienten las ráfagas mentales de ira, vacío y ansiedad de manera mucho más intensa que la mayoría de las personas. Los terapeutas, a su vez, aceptan que dado todo esto, los cortes, quemaduras e intentos de suicidio tienen sentido.

Finalmente, el terapeuta pide al paciente un compromiso por cambiar su conducta; una promesa verbal a cambio de una oportunidad de vivir: “La terapia no funciona con las personas que están muertas”, dice Linehan.

Sin embargo, aún mientras ascendía por la escalera académica, yendo desde la Catholic University of America a la University of Washington en 1977, sabía a partir de su propia experiencia que la aceptación y el cambio difícilmente eran suficientes. Durante aquellos primeros años en Seattle a veces sentía las tendencias suicidas mientras conducía hacia su trabajo; incluso hoy todavía siente ráfagas de pánico, como le sucedió hace poco mientras conducía a través de unos túneles. Recurrió a terapeutas de tanto en tanto a lo largo de los años, en busca de apoyo y de guía (aunque no recuerda haber tomado medicamentos después de dejar el instituto).

El naciente enfoque para el tratamiento de la Dra. Linehan —llamado ahora terapia dialéctica conductual o DBT — tendría que incluir también habilidades para el día a día. Después de todo, un compromiso significa muy poco si las personas no tienen las herramientas para llevarlas a cabo. Así que utilizó algunas herramientas de otras terapias conductuales y agregó más elementos, como la acción opuesta, en la que los pacientes actúan de forma opuesta a la que sienten cuando una emoción es inapropiada; y la meditación mindfulness, una técnica zen por el que las personas se concentran en su respiración y observan sus emociones ir y venir sin ejercer ninguna acción sobre ellas (en la actualidad el mindfulness es de amplio uso en muchos tipos de psicoterapia).

En estudios llevados a cabo durante las décadas del 80 y 90, investigadores de la University of Washington y de otros centros siguieron el progreso de cientos de pacientes límites con alto riesgo de suicidio que asistieron semanalmente a sesiones de terapia dialéctica. En comparación con pacientes similares que acudieron a tratamientos de otros expertos, aquellos que aprendieron el enfoque de la Dra. Linehan realizaron muchos menos intentos de suicidio, llegaron a los hospitales con menor frecuencia y tuvieron muchas más probabilidades de permanecer en tratamiento. En la actualidad DBT es ampliamente utilizada para una gran variedad de pacientes inflexibles, incluyendo delincuentes juveniles, personas con trastornos alimenticios y  adicción a las drogas.

“Creo que la razón por la que DBT se ha extendido tanto se debe a que se dirige a algo que antes no podía tratarse; las persona no sabían qué hacer cuando se trataba de trastorno límite. Pero considero que el motivo por el que DBT ha resonado tanto dentro de la comunidad terapéutica tiene mucho que ver con el carisma de Marsha Linehan, con su habilidad para conectarse tanto con personas en tratamiento como también con la audiencia científica”, afirma Lisa Onken, directora de la filial de tratamiento conductual e integrativo del National Institute of Health.

Quizás lo más destacable sea que la Dra. Linehan ha alcanzado un lugar en el que puede mantenerse de pie y contar su propia historia, sea como sea. “Ahora soy una persona muy feliz”, dijo en una entrevista en su casa cerca al campus, en donde vive con su hija adoptada, Geraldine; y con Nate, el esposo de ésta. “Por supuesto, todavía tengo altas y bajas, pero creo que son como las de cualquiera”, sostiene.

Después de su exposición la semana pasada, visitó el cuarto de reclusión en el que estuvo, que ahora se ha convertido en una pequeña oficina. “Bueno, vean eso, han cambiado las ventanas. Ahora hay mucha más luz”, dijo, levantando sus palmas.

Artículo previamente publicado en Grupo ACT y compartido para Psyciencia. 

Artículo recomendado: Entrevista a Marsha Linehan, creadora de la Terapia Dialectico Conductual. 

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