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70 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Estudio alarmante vincula el tiempo frente a pantallas en la primera infancia con un procesamiento sensorial atípico

  • 08/01/2024
  • David Aparicio

Nuevo estudio publicado en JAMA Pediatrics ha encontrado una preocupante asociación entre la exposición temprana a pantallas y los desafíos en el procesamiento sensorial en niños. El estudio, uno de los primeros en su tipo, sugiere que la exposición excesiva a los medios digitales en los primeros años de vida podría influir en cómo los niños perciben y responden a su entorno.

En los últimos años, con la llegada de diversos dispositivos digitales, los niños pequeños están cada vez más expuestos a pantallas desde temprana edad. Esto representa un cambio significativo en comparación con generaciones pasadas y ha generado preocupaciones entre investigadores y profesionales de la salud sobre su posible impacto en el desarrollo infantil.

El procesamiento sensorial es crucial, ya que implica la integración de información sensorial (como la vista, el sonido, el tacto) por el cerebro para formar respuestas apropiadas. Un procesamiento sensorial adecuado es vital para el funcionamiento diario y el bienestar. Existe la preocupación de que el tiempo excesivo frente a pantallas pueda afectar negativamente este proceso.

Además, estudios en neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para formar y reorganizar conexiones sinápticas, especialmente en respuesta al aprendizaje o la experiencia, indican que los cambios en las experiencias sensoriales pueden llevar a alteraciones en la conectividad cerebral. Estos cambios podrían influir en el comportamiento, potencialmente llevando a comportamientos maladaptativos.

Para investigar estas preocupaciones, la autora principal, Karen Heffler (profesora asociada de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Drexel) y sus colegas utilizaron datos del Estudio Nacional del Niño, diseñado para evaluar los efectos de los factores ambientales en la salud y el desarrollo infantil en Estados Unidos.

Los participantes en este estudio fueron inscritos al nacer y observados entre 2011 y 2014. Para el análisis actual, los investigadores se centraron en niños cuyos cuidadores completaron el Perfil Sensorial del Infante/Toddler, una herramienta validada para evaluar el procesamiento sensorial en niños pequeños. Esto resultó en una muestra de 1,471 niños, con una distribución de género casi igual.

El Perfil Sensorial del Infante/Toddler mide cómo responden los niños a las experiencias sensoriales en su entorno, categorizando sus respuestas en cuatro patrones principales basados en un modelo bien establecido de procesamiento sensorial. Estos patrones incluyen baja registración (no notar estímulos sensoriales), búsqueda de sensaciones (buscar activamente estímulos sensoriales), sensibilidad sensorial (irritarse fácilmente por estímulos sensoriales) y evitación sensorial (evitar activamente estímulos sensoriales).

Los investigadores midieron la exposición a pantallas utilizando datos informados por los cuidadores en tres etapas clave del desarrollo: 12, 18 y 24 meses de edad. Cuando los niños tenían 12 meses, a los cuidadores se les hizo una pregunta simple de sí o no sobre si su hijo veía televisión o DVD. A medida que los niños crecían, a los 18 y 24 meses, las preguntas se volvían más detalladas. Se les pidió a los cuidadores que estimaran el número promedio de horas al día que su hijo pasaba viendo televisión y/o DVD en los últimos 30 días.

Analizaron los datos utilizando análisis de regresión multinomial, ajustando diversos factores, incluida la edad del niño, el parto prematuro, el ingreso familiar y la educación del cuidador. El objetivo era desentrañar la relación entre la exposición a pantallas y los resultados del procesamiento sensorial.

Los resultados revelaron asociaciones sorprendentes. Por ejemplo, los niños que veían televisión o videos a los 12 meses tenían el doble de riesgo de estar en la categoría alta de baja registración en comparación con aquellos que no lo hacían. A medida que los niños crecían, una mayor exposición a pantallas a los 18 meses se relacionaba con una baja registración y una evitación de sensaciones más frecuentes, un patrón en el que los niños intentan activamente limitar la exposición sensorial. A los 24 meses, un mayor tiempo frente a pantallas se vinculaba con comportamientos más frecuentes de búsqueda de sensaciones, sensibilidad sensorial y evitación de sensaciones.

Estos resultados son significativos ya que se suman a la creciente evidencia que sugiere que la exposición temprana a pantallas podría tener implicaciones en el desarrollo. El procesamiento sensorial juega un papel crucial en el aprendizaje y el funcionamiento diario de los niños. El procesamiento sensorial atípico es notablemente prevalente en trastornos del desarrollo como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y el trastorno del espectro autista. Los hallazgos del estudio implican que el tiempo excesivo frente a pantallas podría exacerbar o contribuir a estos desafíos en el procesamiento sensorial.

«Esta asociación podría tener importantes implicaciones para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y el autismo, ya que el procesamiento sensorial atípico es mucho más prevalente en estas poblaciones», dijo Heffler en un comunicado de prensa. «El comportamiento repetitivo, como el observado en el trastorno del espectro autista, está altamente correlacionado con el procesamiento sensorial atípico. Trabajos futuros podrían determinar si el tiempo frente a pantallas en la primera infancia podría alimentar la hiperconectividad sensorial cerebral observada en los trastornos del espectro autista, como respuestas cerebrales aumentadas a la estimulación sensorial».

La Academia Estadounidense de Pediatría desaconseja el tiempo frente a pantallas para bebés menores de 18-24 meses, excepto para videollamadas en vivo, que podrían ofrecer beneficios de interacción. Para niños de 2 a 5 años, la recomendación es limitar el tiempo frente a pantallas a no más de una hora al día. A pesar de estas pautas, una carta de investigación de 2019 en JAMA Pediatrics reveló una tendencia sorprendente: a partir de 2014, los niños estadounidenses de 2 años o menos promediaban 3 horas y 3 minutos al día de tiempo frente a pantallas, un aumento significativo desde el promedio de 1 hora y 19 minutos en 1997.

«La capacitación y educación de los padres son clave para minimizar, o esperemos evitar, el tiempo frente a pantallas en niños menores de dos años», dijo el autor principal, David Bennett, profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Drexel.

Sin embargo, el nuevo estudio tiene limitaciones. Una limitación clave es su naturaleza observacional, lo que significa que puede indicar asociaciones pero no establecer causalidad. Esto significa que, aunque hay una conexión entre el tiempo frente a pantallas y los problemas de procesamiento sensorial, no se puede afirmar concluyentemente que uno cause el otro. Además, la dependencia de los informes de los cuidadores para la exposición a pantallas y las medidas de procesamiento sensorial podría introducir sesgos. Las percepciones y recuerdos de los cuidadores podrían afectar la precisión de los datos.

Otra limitación es el potencial sesgo de selección, ya que el estudio solo incluyó a niños cuyos padres completaron el Perfil Sensorial del Infante/Toddler. Además, las evaluaciones de la exposición a pantallas se basaron en informes de un solo ítem de los cuidadores, lo que podría no capturar completamente la profundidad y matices de la exposición a pantallas de los niños. Se necesita investigación futura para profundizar en nuestra comprensión de los mecanismos que impulsan la asociación entre el tiempo frente a pantallas en la primera infancia y el procesamiento sensorial atípico. «Este estudio es único al encontrar de manera prospectiva que la exposición temprana a los medios digitales está asociada con un posterior procesamiento sensorial atípico en múltiples dominios sensoriales. Estos hallazgos son particularmente importantes, ya que los problemas de comportamiento y desarrollo que pueden ser desafiantes para los niños pequeños y sus familias están significativamente asociados con los perfiles sensoriales de los niños», concluyeron los investigadores.

Referencia: Heffler KF, Acharya B, Subedi K, Bennett DS. Early-Life Digital Media Experiences and Development of Atypical Sensory Processing. JAMA Pediatr. Published online January 08, 2024. doi:10.1001/jamapediatrics.2023.5923



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  • Artículos de opinión (Op-ed)
  • Neurociencias

Los psicofármacos podrían abrir una ventana para sacarle más provecho a la terapia

  • 22/11/2023
  • The Conversation

Por Rebecca Price, profesora asociada de psiquiatría y psicología, Universidad de Pittsburgh

Existe un creciente reconocimiento en la comunidad científica de que combinar diferentes enfoques de tratamiento para las condiciones de salud mental puede generar un beneficio mayor que la suma de sus partes.

Como psicóloga clínica e investigadora en neurociencia, he estado trabajando para integrar perspectivas de ambos campos con el fin de ampliar las opciones de tratamiento para aquellos que sufren de depresión, ansiedad y condiciones relacionadas. Diseñar un plan de tratamiento que preste atención cuidadosa a la secuencia y dosis de las terapias biológicas y conductuales podría beneficiar a las personas de nuevas maneras que ninguno de los enfoques podría lograr por sí solo.

La ansiedad y la depresión son las condiciones de salud mental más prevalentes en todo el mundo. A nivel global, alrededor de 280 millones de personas experimentan depresión, y hasta 1 de cada 3 cumplirá con los criterios diagnósticos para un trastorno de ansiedad en algún momento de sus vidas. Existen numerosas opciones de tratamiento efectivas para ambas condiciones, que incluyen medicamentos, psicoterapia, cambios en el estilo de vida y neuroestimulación.

Médicos y terapeutas recomiendan a muchos pacientes que buscan atención para la salud mental que prueben más de un enfoque simultáneamente, como la combinación de medicamentos y terapia. Esto se basa en la idea de que si respondieran bien a cualquiera de los tratamientos recetados, experimentarían un beneficio neto más rápido o más fuerte que si probaran cada uno de forma secuencial. Sin embargo, históricamente, los investigadores han estudiado cada enfoque de forma aislada. La mayoría de la investigación se ha centrado en comparar tratamientos individuales uno a la vez con un grupo de control, como un placebo de píldora o una lista de espera para psicoterapia.

Neuroplasticidad y tratamiento

Avances recientes en la comprensión científica de la depresión, la ansiedad y otras condiciones relacionadas con el estrés sugieren que los cambios e impedimentos en la neuroplasticidad son contribuyentes críticos.

La neuroplasticidad se refiere a la capacidad del cerebro para ajustarse de manera flexible en respuesta a un entorno en constante cambio; es un componente crucial del aprendizaje. En estudios con animales, los déficits en la neuroplasticidad se observan como cambios en las vías moleculares y neuronales, como una disminución en el número de sinapsis o puntos de contacto entre neuronas, después de un estrés crónico. Estos cambios podrían estar relacionados con los patrones mentales y los síntomas de depresión y ansiedad en las personas, como cuando los pacientes informan una capacidad reducida para pensar, sentir y actuar de manera flexible. También pueden estar vinculados a la forma en que se piensa, recuerda e interpreta la información, sesgada hacia lo negativo.

La investigación ha demostrado que muchos tratamientos biológicos efectivos, como medicamentos y neuroestimulación, pueden mejorar o alterar la neuroplasticidad. Ciertos cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular, pueden tener efectos similares. Los científicos consideran que esto es clave para reducir los síntomas. Desafortunadamente, los síntomas a menudo regresan cuando se interrumpen estos tratamientos. La recaída es especialmente evidente en el caso de los medicamentos. Tanto para los antidepresivos como para los medicamentos más recientes contra la ansiedad, las tasas de recaída comienzan a aumentar poco después de que los pacientes dejan el tratamiento.

Por otro lado, los tratamientos conductuales, como la psicoterapia, introducen nuevas habilidades y hábitos que pueden ser más duraderos. Los beneficios continúan incluso después de que la fase más intensa del tratamiento haya concluido. Las reuniones regulares con un terapeuta a lo largo de varios meses pueden ayudar a muchos pacientes a aprender a enfrentar síntomas negativos y circunstancias de la vida de nuevas maneras. Pero dicho aprendizaje depende de la neuroplasticidad para forjar y retener estos nuevos y útiles caminos en el cerebro.

Los investigadores plantean la hipótesis de que mejorar o modular la plasticidad con una intervención biológica como la medicación no solo puede reducir los síntomas, sino que también puede proporcionar una ventana de oportunidad para que las intervenciones conductuales, como la psicoterapia, sean más efectivas. Intervenciones basadas en el aprendizaje, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia de exposición, si se cronometran adecuadamente, podrían aprovechar la mayor neuroplasticidad inducida por las intervenciones biológicas y mejorar los resultados a largo plazo.

Piensa en las vías en el cerebro como carreteras. Los tratamientos biológicos transforman un conjunto de carreteras escasamente conectadas, que consisten solo en algunos caminos muy transitados que representan pensamientos, miedos y hábitos no útiles, en una red más densa de carreteras interconectadas y recién pavimentadas. Los tratamientos conductuales pueden asemejarse a conducir repetidamente por un conjunto específico de nuevas carreteras que conducen a perspectivas más equilibradas sobre uno mismo y el mundo que lo rodea, aprendiéndolas hasta poder transitarlas sin esfuerzo, sin necesidad de GPS. Esto asegura que esas carreteras ahora familiares estarán disponibles para ti en el futuro y te protegerán contra el retorno de la ansiedad y la depresión.

Sinergias en el tratamiento combinado

Diseñar tratamientos combinados para promover explícitamente la sinergia es relativamente nuevo, y hay cada vez más evidencia que lo respalda. Algunos ejemplos específicos son notables.

En primer lugar, algunos estudios han mostrado que la D-cicloserina, un antibiótico utilizado para tratar la tuberculosis, puede hacer que la terapia de exposición para las condiciones de ansiedad sea más efectiva al ayudar a los pacientes a aprender a calmar sus miedos. La D-cicloserina también puede mejorar los efectos antidepresivos de un tipo de neuroestimulación llamada estimulación magnética transcraneal, que estimula las células nerviosas mediante campos magnéticos.

Varios estudios sugieren que combinar la neuroestimulación con enfoques cognitivo-conductuales, como la terapia cognitivo-conductual o el entrenamiento del control cognitivo, puede dar lugar a reducciones a más largo plazo en la depresión y la ansiedad.

De manera similar, dosis bajas de ketamina, un medicamento utilizado en la anestesia general con efectos antidepresivos rápidos, pueden utilizarse para «iniciar la bomba» para un nuevo aprendizaje útil. Un estudio que mi equipo y yo realizamos encontró que los ejercicios diarios en computadora de 30 a 40 minutos durante cuatro días después de una sola dosis de ketamina llevaron a un aumento de nueve veces en la duración de los efectos antidepresivos, es decir, 90 días de síntomas reducidos, en comparación con la ketamina sola, que produjo 10 días de síntomas reducidos.

Finalmente, hay un creciente interés en el uso de otros medicamentos con propiedades psicodélicas para ayudar en la psicoterapia. Los beneficios terapéuticos de realizar estas terapias asistidas con psicodélicos bajo supervisión médica se atribuyen a los efectos rápidos de aumento de la neuroplasticidad y alteración de la conciencia de drogas como el psilocibina y el MDMA. Los investigadores creen que estos efectos a corto plazo fomentan nuevas perspectivas e ideas que los psicoterapeutas pueden ayudar a los pacientes a integrar en su visión del mundo permanente.

Existe un gran potencial en las formas guiadas por la neurociencia de combinar tratamientos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que diferentes enfoques de tratamiento ocasionalmente pueden actuar en contra unos de otros, disminuyendo los beneficios a largo plazo de la psicoterapia sola. Por ejemplo, un estudio sobre el trastorno de pánico encontró que los pacientes que aprendieron técnicas de psicoterapia mientras tomaban medicamentos ansiolíticos tenían una mayor probabilidad de recaída después de suspender su uso en comparación con aquellos que recibieron solo psicoterapia.

Se necesitan ensayos clínicos cuidadosamente diseñados y seguimientos a largo plazo para comprender completamente cómo combinar lo biológico y lo conductual para desarrollar tratamientos que sean eficientes, accesibles, seguros y duraderos.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.



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  • Neurociencias

10 enfermedades neurodegenerativas más comunes

  • 19/10/2023
  • David Aparicio

Una enfermedad neurodegenerativa es un trastorno del sistema nervioso en el que las células nerviosas, también conocidas como neuronas, se deterioran o mueren de forma progresiva. Estas enfermedades pueden afectar diversas partes del sistema nervioso, incluyendo el cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos.

Las enfermedades neurodegenerativas se caracterizan por el deterioro de las funciones cognitivas y motoras, lo que puede provocar problemas de memoria, dificultades para moverse y cambios en el comportamiento. Suelen tener un curso progresivo y no tienen cura en la actualidad, aunque existen tratamientos para controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes. La investigación científica sigue avanzando en busca de tratamientos más efectivos y terapias que puedan detener o ralentizar la progresión de estas enfermedades.

Las enfermedades neurodegenerativas más comunes pueden variar en términos de prevalencia según la región y la población. Sin embargo, en términos generales, las siguientes son algunas de las enfermedades neurodegenerativas más comunes:

  1. Enfermedad de Alzheimer: Esta es la forma más común de demencia en adultos mayores y se caracteriza por la pérdida de memoria y deterioro cognitivo progresivo.
  2. Enfermedad de Parkinson: Provoca trastornos del movimiento, incluyendo temblores, rigidez y problemas de coordinación.
  3. Esclerosis lateral amiotrófica (ELA): También conocida como enfermedad de Lou Gehrig, afecta las neuronas motoras y conduce a la debilidad muscular y la parálisis.
  4. Enfermedad de Huntington: Es una enfermedad hereditaria que afecta el movimiento y la función cognitiva, con síntomas como movimientos incontrolados y cambios de personalidad.
  5. Demencia con cuerpos de Lewy: Se caracteriza por alucinaciones visuales, problemas cognitivos y fluctuaciones en el estado de alerta.
  6. Enfermedad de Parkinson de inicio temprano: Similar a la enfermedad de Parkinson, pero se diagnostica en personas más jóvenes, generalmente antes de los 50 años.
  7. Atrofia multisistémica: Es un grupo de trastornos que afectan las funciones autónomas y motoras, incluyendo la atrofia olivopontocerebelosa (AOP) y la atrofia striatonígrica (ASN).
  8. Enfermedad de la motoneurona: Incluye trastornos como la esclerosis lateral primaria (ELP) y la atrofia muscular espinal (AME), que afectan las neuronas motoras y el control muscular.
  9. Enfermedad de Wilson: Un trastorno metabólico hereditario que puede llevar a la acumulación de cobre en el cuerpo y afectar el hígado y el sistema nervioso.
  10. Enfermedad de Pick: Una forma rara de demencia frontal que afecta la personalidad, el comportamiento y el lenguaje.

Es importante recordar que la gravedad y la progresión de estas enfermedades pueden variar ampliamente entre los individuos, y la investigación médica sigue buscando tratamientos y terapias efectivas para estas afecciones.

Referencias:

  1. Alzheimer’s Association. (2021). 2021 Alzheimer’s disease facts and figures. Alzheimer’s & Dementia, 17(3), 327-406.
  2. Goedert, M. (2015). Alzheimer’s and Parkinson’s diseases: The prion concept in relation to assembled Aβ, tau, and α-synuclein. Science, 349(6248), 1255555.
  3. Hardy, J., & Selkoe, D. J. (2002). The amyloid hypothesis of Alzheimer’s disease: Progress and problems on the road to therapeutics. Science, 297(5580), 353-356.
  4. Kalia, L. V., Lang, A. E., & Hazrati, L. N. (2015). Alpha-synucleinopathy in Parkinson’s disease: Convergent mechanisms and therapeutic targets. The Lancet Neurology, 14(4), 392-404.
  5. Mangialasche, F., Solomon, A., Winblad, B., Mecocci, P., & Kivipelto, M. (2010). Alzheimer’s disease: Clinical trials and drug development. The Lancet Neurology, 9(7), 702-716.
  6. Pringsheim, T., Jette, N., Frolkis, A., Steeves, T. D. L., & The Epidemiology of Dystonia in Adults (Epidaus) Consortium. (2014). The prevalence of Parkinson’s disease: A systematic review and meta-analysis. Movement Disorders, 29(13), 1583-1590.
  7. Ross, C. A., Aylward, E. H., Wild, E. J., Langbehn, D. R., & Long, J. D. (2014). Huntington disease: Natural history, biomarkers and prospects for therapeutics. Nature Reviews Neurology, 10(4), 204-216.
  8. Schapira, A. H. V., & Olanow, C. W. (2004). Neuroprotection in Parkinson disease: Mysteries, myths, and misconceptions. Journal of the American Medical Association, 291(3), 358-364.
  9. Vossel, K. A., Tartaglia, M. C., Nygaard, H. B., Zeman, A. Z., & Miller, B. L. (2017). Epileptic activity in Alzheimer’s disease: Causes and clinical relevance. The Lancet Neurology, 16(4), 311-322.
  10. Vonsattel, J. P. G., & DiFiglia, M. (1998). Huntington disease. Journal of Neuropathology & Experimental Neurology, 57(5), 369-384.


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  • Neurociencias

La barrera hematoencefálica: protegiendo el tesoro del cerebro

  • 19/10/2023
  • David Aparicio

El cerebro es un órgano asombroso y delicado que juega un papel fundamental en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Para protegerlo de sustancias dañinas, existe un sistema de seguridad natural conocido como la barrera hematoencefálica (BHE). Esta barrera es esencial para mantener un ambiente cerebral estable y saludable, y en este artículo, exploraremos qué es la barrera hematoencefálica, cómo funciona y por qué es tan importante.

¿Qué es la barrera hematoencefálica?

La barrera hematoencefálica es una estructura altamente especializada que reviste gran importancia en el correcto funcionamiento del cerebro. Se encuentra conformada por un complejo sistema de células endoteliales y astrocitos que actúan en conjunto para regular el paso de moléculas y sustancias desde la sangre hacia el tejido cerebral.

Este mecanismo de protección tiene como objetivo principal preservar la integridad del cerebro y asegurar un ambiente propicio para su funcionamiento óptimo. La barrera hematoencefálica evita la entrada de agentes tóxicos y patógenos que podrían dañar las delicadas estructuras del sistema nervioso central.

Además, la barrera hematoencefálica tiene una función de filtrado selectivo, permitiendo el paso de nutrientes esenciales, como glucosa y aminoácidos, que son necesarios para el metabolismo energético y el desarrollo neuronal. También facilita el transporte de ciertos compuestos químicos y medicamentos que son indispensables en tratamientos terapéuticos específicos.

¿Cómo funciona la barrera hematoencefálica?

La barrera hematoencefálica (BHE) es un sistema altamente sofisticado que protege y regula el ambiente interno del cerebro. Está compuesta por células endoteliales que recubren los vasos sanguíneos en el cerebro y células gliales, que brindan soporte y regulan la barrera. Las células endoteliales de la BHE están unidas de manera más estrecha que en otros tejidos del cuerpo, gracias a conexiones físicas llamadas uniones estrechas, lo que reduce la permeabilidad de la barrera.

Esta membrana esencial tiene la función de controlar y limitar el paso de moléculas, proteínas y células del sistema circulatorio hacia el cerebro, evitando así la entrada de sustancias dañinas o potencialmente tóxicas. Además, posee una alta densidad de proteínas específicas que actúan como transportadores para permitir la entrada selectiva de nutrientes y moléculas necesarias para el correcto funcionamiento del tejido cerebral.

Una de las características más importantes de la barrera hematoencefálica es su capacidad para expulsar activamente sustancias dañinas que puedan haber cruzado la barrera por error. Esto se logra a través de una serie de mecanismos de transporte que bombean moléculas no deseadas de vuelta al torrente sanguíneo, asegurando así la integridad y pureza del ambiente interno cerebral.

Importancia de la barrera hematoencefálica

La barrera hematoencefálica es fundamental para la salud y el funcionamiento del cerebro por varias razones:

  1. Protección contra toxinas: Bloquea la entrada de toxinas, patógenos y sustancias químicas nocivas que podrían dañar las delicadas células cerebrales.
  2. Mantenimiento del equilibrio químico: Regula cuidadosamente el entorno químico del cerebro al controlar qué sustancias pueden entrar y salir. Esto es esencial para el funcionamiento adecuado de las neuronas y otras células cerebrales.
  3. Prevención de inflamación cerebral: Ayuda a prevenir la inflamación crónica en el cerebro al limitar la entrada de células del sistema inmunológico y proteínas inflamatorias.
  4. Soporte nutricional: Permite la entrada de nutrientes esenciales, como glucosa y aminoácidos, que son necesarios para el metabolismo cerebral.
  5. Aislamiento de neurotransmisores: Mantiene la concentración adecuada de neurotransmisores en el cerebro, lo que es esencial para la comunicación neuronal.

Desafíos y enfermedades relacionadas con la BHE

A pesar de su importancia, la barrera hematoencefálica no es invulnerable y puede verse comprometida en ciertas situaciones. Algunos de los desafíos y condiciones relacionados con la BHE incluyen:

  1. Infecciones: Algunos virus, bacterias y parásitos pueden cruzar la BHE, lo que lleva a infecciones cerebrales potencialmente graves.
  2. Lesiones traumáticas: Un traumatismo craneal puede dañar la barrera y permitir que sustancias dañinas entren en el cerebro.
  3. Enfermedades autoinmunitarias: En condiciones autoinmunitarias, como la esclerosis múltiple, el sistema inmunológico ataca la BHE, aumentando su permeabilidad y provocando inflamación.
  4. Tumores cerebrales: Los tumores cerebrales pueden afectar la BHE y aumentar la permeabilidad, lo que puede afectar negativamente el tejido cerebral circundante.

Investigación y futuro de la barrera hematoencefálica

La barrera hematoencefálica ha sido objeto de un creciente interés en la investigación científica. Los científicos están trabajando en comprender mejor cómo funciona la BHE y cómo se puede fortalecer o modificar de manera selectiva para tratar enfermedades cerebrales.

Uno de los desafíos clave en la investigación de la BHE es encontrar formas de superar su barrera natural para administrar medicamentos con eficacia en el cerebro. Esto es particularmente relevante en el tratamiento de enfermedades neurológicas como el Alzheimer, donde la barrera hematoencefálica a menudo dificulta la llegada de medicamentos al tejido cerebral.

Referencias:

  1. Abbott, N. J., Patabendige, A. A. K., Dolman, D. E. M., Yusof, S. R., & Begley, D. J. (2010). Structure and function of the blood-brain barrier. Neurobiology of Disease, 37(1), 13-25.
  2. Daneman, R., & Prat, A. (2015). The blood-brain barrier. Cold Spring Harbor Perspectives in Biology, 7(1), a020412.
  3. Hawkins, B. T., & Davis, T. P. (2005). The blood-brain barrier/neurovascular unit in health and disease. Pharmacological Reviews, 57(2), 173-185.
  4. Pardridge, W. M. (2012). Drug transport across the blood-brain barrier. Journal of Cerebral Blood Flow & Metabolism, 32(11), 1959-1972.
  5. Zlokovic, B. V. (2008). The blood-brain barrier in health and chronic neurodegenerative disorders. Neuron, 57(2), 178-201.


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  • Neurociencias

Las principales partes del cerebro: Un viaje al centro del control cerebral

  • 10/10/2023
  • David Aparicio

El cerebro humano es uno de los órganos más complejos y fascinantes del cuerpo humano. Se encarga de una variedad de funciones, desde el pensamiento y la memoria hasta el control de funciones vitales como la respiración y el latido del corazón. Para comprender mejor este órgano asombroso, es fundamental conocer sus principales partes y sus funciones específicas. En este artículo, exploraremos las estructuras clave del cerebro humano, respaldándonos en investigaciones científicas y referencias confiables.

El cerebro en general

Antes de adentrarnos en las partes específicas del cerebro, es importante entender su anatomía general. El cerebro humano pesa aproximadamente 1.3 kilogramos y está compuesto principalmente por tejido cerebral, neuronas y una intrincada red de conexiones. Está protegido por el cráneo y rodeado por tres membranas conocidas como meninges. Además, está dividido en dos hemisferios: el hemisferio izquierdo y el derecho, que están conectados por una estructura llamada cuerpo calloso.

La energía del cerebro es un tema fascinante que ha capturado el interés de científicos y investigadores durante años. El cerebro, siendo el órgano más complejo y vital de nuestro cuerpo, requiere una cantidad significativa de energía para funcionar de manera óptima. Aunque representa solo el 2% de nuestro peso corporal, consume aproximadamente el 20% de la energía total que utilizamos.

La principal fuente de energía para el cerebro es la glucosa, un tipo de azúcar que se encuentra en los alimentos que consumimos. Cuando comemos alimentos ricos en carbohidratos, nuestro cuerpo descompone estos carbohidratos en glucosa y la envía al cerebro a través del torrente sanguíneo. Una vez en el cerebro, la glucosa se convierte en la principal fuente de combustible para las células cerebrales, conocidas como neuronas.

Pero la energía del cerebro no se limita solo a la glucosa. También es necesario un suministro constante de oxígeno para mantener el funcionamiento adecuado del cerebro. El oxígeno se transporta a través de la sangre y es vital para el metabolismo energético de las células cerebrales. De hecho, solo unos pocos minutos sin oxígeno pueden causar daño cerebral grave.

Además, el sueño juega un papel fundamental en la energía del cerebro. Durante el sueño, el cerebro se recarga y se llevan a cabo procesos de reparación y regeneración a nivel celular. La falta de sueño adecuado puede afectar negativamente la función cognitiva y disminuir la capacidad del cerebro para utilizar la energía de manera eficiente.

Las principales partes del cerebro

Lóbulo frontal

El lóbulo frontal, una de las estructuras más importantes del cerebro humano, se encuentra en la parte frontal y superior de la corteza cerebral. Conocido como el centro ejecutivo del cerebro, desempeña un papel fundamental en una variedad de funciones cognitivas superiores.

Una de las principales funciones del lóbulo frontal es la capacidad de planificar y tomar decisiones. La corteza prefrontal, una región específica de este lóbulo, juega un papel crucial en la toma de decisiones morales y éticas. Nos permite evaluar diferentes opciones, sopesar los pros y los contras, y tomar decisiones basadas en nuestro sistema de valores y ética personal.

Además de su papel en la toma de decisiones, el lóbulo frontal también está involucrado en la regulación emocional. La corteza prefrontal nos ayuda a controlar nuestras emociones y a regular nuestras respuestas emocionales en diferentes situaciones. Esto implica la capacidad de modular nuestras emociones, regular la ira, gestionar el estrés y mantener la calma en momentos desafiantes.

El lóbulo frontal es responsable de funciones ejecutivas clave, como la memoria de trabajo, la atención selectiva y la flexibilidad cognitiva. La memoria de trabajo nos permite retener información temporalmente y utilizarla para realizar tareas complejas. La atención selectiva nos permite enfocar nuestra atención en una tarea específica, mientras que la flexibilidad cognitiva nos permite ajustar nuestra forma de pensar y adaptarnos a nuevas situaciones.

Lobulo parietal

El lóbulo parietal se encuentra en la parte superior y posterior del cerebro y constituye una de las cuatro principales regiones del cerebro humano. Este lóbulo desempeña un papel fundamental en la interpretación de la información sensorial y en la integración de varias funciones cognitivas.

Una de las funciones destacadas del lóbulo parietal es la percepción sensorial. En esta área, se procesa y se interpreta la información táctil proveniente de nuestro entorno. Por ejemplo, gracias a la corteza somatosensorial ubicada en el lóbulo parietal, podemos sentir y diferenciar sensaciones como el tacto, la presión, la temperatura y el dolor.

Además de la función sensorial, el lóbulo parietal desempeña un papel clave en la orientación espacial y la percepción del cuerpo. Por medio de la información visual, auditiva y táctil, este lóbulo nos permite comprender nuestra posición en el espacio y relacionarnos con nuestro entorno de manera efectiva. También contribuye a nuestra capacidad para procesar la información espacial y direccional, así como para mantener la atención y la conciencia de nuestro cuerpo y nuestras acciones.

Lobulo temporal

El lóbulo temporal es una de las regiones más fascinantes del cerebro humano. Ubicado en los lados inferiores del cerebro, desempeña un papel crucial en una variedad de funciones cerebrales vitales.

Una de las funciones principales del lóbulo temporal es el procesamiento auditivo. Aquí es donde ocurre la interpretación y comprensión del sonido. Desde disfrutar tu música favorita hasta entender conversaciones, el lóbulo temporal está involucrado en la experiencia auditiva diaria.

Además, el lóbulo temporal también desempeña un papel fundamental en la memoria a largo plazo. Es el hogar del hipocampo, una estructura cerebral en forma de caballito de mar. El hipocampo es esencial para la formación de nuevos recuerdos y el almacenamiento de información en la memoria a largo plazo.

Cuando aprendemos algo nuevo, como nombres, fechas o hechos importantes, el lóbulo temporal y el hipocampo trabajan juntos para registrar esa información en nuestras mentes. Estos recuerdos pueden ser evocados más tarde, permitiéndonos recordar y revivir experiencias pasadas.

Además, el lóbulo temporal también está involucrado en el procesamiento del lenguaje. Aquí es donde se lleva a cabo la comprensión y producción del habla. El cerebro procesa los sonidos del lenguaje y los convierte en palabras y significado. Sin el lóbulo temporal, nuestra capacidad para comunicarnos a través del lenguaje se vería gravemente afectada.

Lobulo occipital

Gracias a la corteza occipital, somos capaces de reconocer formas, colores, movimientos y distancias. Es decir, es gracias a esta parte del cerebro que podemos disfrutar de la belleza de un paisaje, reconocer a las personas que nos rodean e interpretar cualquier imagen que se presente ante nosotros.

El lóbulo occipital se organiza en áreas especializadas que procesan diferentes aspectos de la imagen visual. Por ejemplo, existen áreas específicas para reconocer caras, leer palabras o interpretar la posición de los objetos en el espacio. Cada una de estas áreas trabaja de forma coordinada para construir nuestra percepción visual.

Cerebelo

El cerebelo, una estructura en forma de manzana ubicada en la porción posterior del encéfalo, desempeña un papel fundamental en la coordinación motora y el mantenimiento del equilibrio. Aunque tradicionalmente se le ha atribuido principalmente funciones motoras, investigaciones científicas recientes han revelado una serie de funciones adicionales y sorprendentes asociadas a esta región cerebral.

Además de su participación en el control y la regulación de los movimientos voluntarios y automáticos, el cerebelo también parece estar involucrado en procesos cognitivos superiores. Por ejemplo, se ha demostrado que desempeña un papel importante en el aprendizaje motor, contribuyendo a la adquisición y perfeccionamiento de habilidades específicas a través de la retroalimentación sensorial.

Asimismo, estudios más recientes sugieren que el cerebelo también tiene implicaciones en funciones cognitivas como la planificación, la toma de decisiones y la memoria. Se ha observado que lesiones o disfunciones en esta estructura pueden afectar negativamente estas habilidades cognitivas, lo que demuestra la importancia de esta región en la integridad de los procesos mentales.

Tronco encefálico

El tronco encefálico, una estructura esencial del sistema nervioso central, despliega una red compleja de conexiones neuronales que conecta el cerebro con la médula espinal. Es responsable de coordinar y regular una amplia gama de funciones vitales para la supervivencia humana. Dividido en tres partes principales, el bulbo raquídeo, el puente troncoencefálico y el mesencéfalo, el tronco encefálico juega un papel crítico en el control de la respiración, la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la regulación de la temperatura corporal.

El bulbo raquídeo, también conocido como médula oblonga, se encuentra en la parte inferior del tronco encefálico y está involucrado en la regulación de la respiración, la tos, el estornudo y los reflejos del vómito. Además, contiene núcleos importantes para el control de las funciones cardíacas y vasculares.

Justo encima del bulbo raquídeo se encuentra el puente troncoencefálico, que conecta diferentes regiones del cerebro entre sí. Este puente desempeña un papel crucial en el control de los movimientos oculares, la audición, el equilibrio y la coordinación muscular. También está involucrado en la transmisión de señales sensoriales y controla muchos de nuestros reflejos automáticos.

Por encima del puente troncoencefálico está el mesencéfalo, también conocido como cerebro medio. Esta parte del tronco encefálico es responsable de funciones importantes como el control de los movimientos voluntarios, la atención, el estado de vigilia y el procesamiento de estímulos visuales y auditivos.

Conclusión

El cerebro humano es un órgano extraordinario con múltiples partes especializadas que trabajan juntas para controlar una amplia gama de funciones físicas y cognitivas. Aunque esta descripción proporciona una visión general de las principales partes del cerebro, es importante destacar que la investigación sobre el cerebro sigue evolucionando y revelando nuevos detalles sobre su funcionamiento. El conocimiento de estas partes es esencial para comprender cómo funciona el cerebro y cómo influyen en nuestro comportamiento y experiencia cotidiana.

Referencias:

  1. Kandel, E. R., Schwartz, J. H., & Jessell, T. M. (2000). Principles of Neural Science (4th ed.). McGraw-Hill.
  2. Bear, M. F., Connors, B. W., & Paradiso, M. A. (2016). Neuroscience: Exploring the Brain (4th ed.). Wolters Kluwer.
  3. Purves, D., Augustine, G. J., Fitzpatrick, D., Hall, W. C., LaMantia, A.-S., McNamara, J. O., & Williams, S. M. (2018). Neuroscience (6th ed.). Sinauer Associates.


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  • Neurociencias

Dos personas recuperan el habla gracias a implantes cerebrales

  • 05/09/2023
  • David Aparicio
two women sitting on ground near bonfire

Daniel Mediavilla para El País:

El primero de estos trabajos, liderado desde la Universidad Stanford, tuvo como paciente a Pat Bennet, una mujer de 68 años que fue diagnosticada con ELA (esclerosis lateral amiotrófica) en 2012. De las distintas manifestaciones de la enfermedad, a Bennet le tocó una versión que le ha permitido seguir moviéndose, aunque con creciente dificultad, pero le arrebató el habla. Aunque su cerebro no tiene dañada la capacidad para generar el lenguaje, los músculos de sus labios, su lengua, su laringe o su mandíbula no le dejan decir nada.

Ese problema fue resuelto, al menos en parte, a partir de dos sensores —menores que una uña— implantados en su cerebro, para recoger señales de neuronas individuales en dos regiones asociadas al lenguaje: la corteza premotora ventral y el área de Broca (esta última no resultó útil para el objetivo de los investigadores). Los investigadores usaron esos implantes neurales y un software para relacionar las señales cerebrales y los intentos de pronunciar palabras de Bennet. Tras cuatro meses de aprendizaje, el sistema combinó toda esta información con un modelo de lenguaje informático que hizo posible que la paciente produjese frases a 62 palabras por minuto. La cifra es algo menos de la mitad de velocidad del habla normal, y cuando se utilizaba un vocabulario de más de 100.000 palabras se producía un error por cada cuatro palabras pronunciadas, pero los resultados son tres veces mejores que los sistemas de comunicación similares que se habían probado hasta ahora.

Increíble. No puedo imaginar la alegría y satisfacción del equipo de investigadores y de la persona al recuperar la capacidad de comunicarse verbalmente.

Artículo completo en El País.



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  • Neurociencias

Los adolescentes pueden tener una función ejecutiva excelente (pero no todo el tiempo)

  • 25/07/2023
  • Equipo de Redacción

Por  Emily Underwood

Artículo publicado en Knowable Español y cedido para su republicación en Psyciencia.

La capacidad de establecer una meta y perseguirla sin ser descarrilado por tentaciones o distracciones es esencial para casi todo lo que hacemos en la vida, desde terminar los deberes de la escuela hasta conducir de manera segura en la calle. También impone demandas complejas al cerebro, que requiere habilidades como la memoria de trabajo —la capacidad de tener en cuenta pequeñas cantidades de información para realizar una tarea— así como el control de los impulsos y la capacidad de adaptarse rápidamente cuando cambian las reglas o las circunstancias.

En conjunto, estos elementos se suman a algo que los investigadores llaman función ejecutiva. Todos luchamos con la función ejecutiva a veces, por ejemplo, cuando estamos estresados o no dormimos lo suficiente. Pero en los adolescentes, estos poderes aún están en desarrollo, lo que contribuye con algunos de los comportamientos contradictorios y lapsus de juicio —“Mi estudiante destacado hizo qué en TikTok”— que desconciertan a muchos padres.

Este control errático puede ser peligroso, en especial cuando los adolescentes toman decisiones impulsivas. Pero eso no significa que el cerebro adolescente esté roto, dice Beatriz Luna, neurocientífica del desarrollo cognitivo de la Universidad de Pittsburgh y coautora de una revisión publicada en el Annual Review of Neuroscience de 2015 sobre la maduración de un aspecto de la función ejecutiva, llamado control cognitivo.

Los adolescentes tienen todos los circuitos neuronales básicos necesarios para la función ejecutiva y el control cognitivo, dice Luna. De hecho, tienen más de lo que necesitan —lo que les falta es experiencia, que con el tiempo reforzará algunas vías neuronales y debilitará o eliminará otras—. Esta depuración tiene un propósito importante: adaptar el cerebro para ayudar a los adolescentes a hacer frente a las demandas de sus entornos únicos y en constante cambio, y a navegar situaciones que sus padres probablemente nunca enfrentaron. Las investigaciones de Luna sugieren que el control cognitivo inconsistente de los adolescentes es clave para volverse independientes, porque los alienta a buscar y aprender de experiencias que van más allá de lo que se les ha enseñado activamente.

Knowable Magazine pidió a Luna que compartiera lo que ha aprendido sobre el desarrollo del sistema de control ejecutivo del cerebro —y por qué es posible que no queramos acelerar el proceso, incluso si pudiéramos—. Esta entrevista ha sido editada para lograr más brevedad y claridad.

Pareciera que la función ejecutiva no es solo una cosa. Es algo más complejo que eso. ¿Cómo la definiría? ¿Y cuál es la diferencia entre la función ejecutiva y el control cognitivo?

La función ejecutiva y el control cognitivo se superponen, y a veces hacen referencia exactamente a lo mismo. Una forma de entenderlo es que, mientras algunos de nuestros comportamientos se generan externamente —algo así como un estímulo visual o, digamos, alguien que te grita— y tú reaccionas, el resto de nuestros comportamientos se impulsan internamente. Esto significa que hay un plan y una meta, y tienes que involucrar a sistemas particulares en el cerebro para generar tu comportamiento, mientras ignoras los distractores externos. Esos sistemas son más o menos lo que es la función ejecutiva.

El control cognitivo pone de manifiesto un aspecto muy importante de la función ejecutiva, que es la capacidad de regiones del cerebro, como la corteza prefrontal, de ejercer control sobre otras partes más reactivas, como el cuerpo estriado ventral, que está activo cuando hacemos algo gratificante o placentero, o incluso cuando pensamos en hacer algo gratificante.

¿Cómo estudia el control cognitivo en su laboratorio?

Es neurociencia muy básica. Decimos: “Aquí hay una luz, no la mires”.

Qué cosa tan simple, ¿no? Pero es una forma muy elegante y sólida de sondear las partes del cerebro que realizan funciones ejecutivas y, específicamente, el control cognitivo. Cuando hay una luz, todo tu cerebro quiere mirarla —pero recibes esta instrucción: no la mires—. Para hacer eso, debes invocar el control cognitivo y decir: “No voy a mirarla, voy a mirar hacia el otro lado”.

Esta ha sido una manera muy importante de ver el desarrollo, en particular durante la adolescencia. Los adolescentes y los niños son muy inteligentes. En muchas pruebas neuropsicológicas tradicionales parecen estar al nivel de un adulto. Pero no se puede engañar al sistema de movimiento ocular que responde, o no, a la orden experimental de no mirar una luz. Y vemos, una y otra vez, que los adolescentes aún no actúan como adultos.

Las habilidades que componen la función ejecutiva dependen de diferentes partes del cerebro, incluidas aquellas indicadas aquí en azul. La memoria de trabajo involucra la corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC) y la corteza prefrontal ventrolateral (VLPFC), por ejemplo, mientras que el control inhibitorio involucra el área motora pre-suplementaria (pre-SMA), según sugieren estudios de neuroimagen. Todas estas regiones están presentes en el momento en que un niño llega a la adolescencia, pero las conexiones entre ellas aún se están refinando a partir de la experiencia, fortaleciéndose con el uso o debilitándose con el desuso. Los científicos creen que este proceso de reforzar y reducir las conexiones cerebrales es clave para ayudar a los adolescentes a adaptarse a sus entornos únicos a medida que se vuelven independientes.

¿Los investigadores ven diferencias similares en otros tipos de pruebas? ¿Cuándo alcanza la función ejecutiva, o el control cognitivo, niveles adultos?

Tenemos un artículo científico que se publicará pronto en el que tomamos información sobre comportamiento almacenada en grandes repositorios de datos, por lo que tenemos decenas de miles de individuos, y aplicamos análisis de muy alto nivel para responder esa pregunta. Así descubrimos que no importa cómo evalúes la función ejecutiva, se vuelve cada vez mejor durante la niñez y la adolescencia hasta los 18 o 20 años. En ese punto, la cantidad de errores que cometes en cada prueba se nivela.

Ahí están sucediendo dos cosas: primero, hay mucha variabilidad entre los adolescentes, y cada niño se desarrolla de manera distinta. Pero también hay mucha variabilidad dentro de cada niño. En algunos ensayos, los adolescentes muestran respuestas similares a las de los adultos, y en otros ensayos, no. Los adultos, al contrario, tienden a desempeñarse más o menos al mismo nivel en muchas pruebas diferentes. Además, las tasas de error de los adultos siguen siendo estables cuando hacemos las pruebas 18 meses después.

Eso nos está diciendo algunas cosas. Número uno, significa que el circuito que necesitas para producir una respuesta ejecutiva ya está allí en la adolescencia. Segundo, lo que cambia durante el desarrollo es la capacidad de acceder a esos sistemas de manera sostenida y confiable. Eso sucede solo a través de la maduración del circuito cerebral que, a medida que se desarrolla, funciona de manera más consistente pero menos flexible.

¿Cómo se desarrollan los sistemas cerebrales necesarios para la función ejecutiva a lo largo de la vida? ¿Hay ciertas edades clave cuando se están construyendo estos sistemas en el cerebro?

Durante la infancia, el cerebro y el comportamiento están impulsados principalmente por un proceso de acumulación. Estás aprendiendo cosas nuevas —cómo caminar, cómo hablar—. Estás aprendiendo a aprovechar todas estas habilidades cognitivas. Tu cerebro está creciendo.

Cuando llegas a la adolescencia todo está ahí. Ahora que tienes la arquitectura neuronal básica, hay un cambio desde la acumulación hacia la especialización, basado en la experiencia. Es un momento en el que ocurre la poda sináptica —la eliminación de las conexiones entre las neuronas— en la corteza prefrontal. Algunas conexiones entre las regiones comienzan a disminuir a medida que el cerebro se especializa, y otras conexiones se fortalecen.

Creemos que lo que está ocurriendo es que el cerebro adolescente está explorando activamente su entorno: “Déjame intentarlo de esta manera. Oh, ahora déjame intentarlo de esta otra manera. Oh, espera un minuto, creo que funcionó mejor aquí”. Eventualmente, después de mucha experiencia, el cerebro dice: “Está bien. ¿Sabes qué? Esta es la forma óptima, así que vamos a mielinizar este circuito”. Eso es como aislar las vías, y así las señales van más rápido y no se pierden tanto en el camino. Pero también las está cimentando, impidiendo que cambien. Eso es lo que proporciona la estabilidad y la confiabilidad de poder activar en la función ejecutiva.

¿Qué partes del cerebro son importantes para la función ejecutiva? Oímos hablar mucho de la corteza prefrontal —la parte de la capa arrugada del cerebro ubicada en la zona frontal—. ¿Esa es la región más importante o la única?

Sí, tenemos la corteza prefrontal justo aquí, detrás de tu frente. Pero la corteza prefrontal no puede hacer nada por sí sola. Ese no es su papel. Su papel es ser un conductor.

Una manera de explicarlo es que, en mi laboratorio, yo soy la corteza prefrontal. No hago los análisis. En cambio, todos vienen a mí y me dicen: “Esto es lo que encontramos”. Mientras tanto, yo junto todo y escribo propuestas para lograr fondos, propongo modelos teóricos y demás.

Eso es lo que está haciendo la corteza prefrontal: está escuchando, organizando y diciendo a varias regiones del cerebro “escucha, necesito más de ti y necesito menos de ti”. Está hablando con el resto del cerebro. El control cognitivo es realmente la capacidad de la corteza prefrontal para interactuar con todas las partes del cerebro —desde los circuitos de recompensa hasta la corteza parietal, que tiene que ver con la atención; hasta las áreas sensoriomotoras que controlan cosas como el movimiento de los ojos—­. Lo que sea necesario.

¿Hay momentos en que los adolescentes son mejores en el control cognitivo que los adultos?

En cualquier laboratorio, incluido el nuestro, siempre encontramos el mismo resultado: los adolescentes simplemente no son tan buenos como los adultos en el control cognitivo —excepto en estudios en los que decimos ‘si haces esta prueba correctamente, te daremos puntos extra por más dinero’—. Ahí, milagrosamente, los adolescentes pueden hacerlo igual que los adultos.

¿Cómo es posible eso? Lo que hemos encontrado a partir de diferentes estudios es que en el momento en que ven que existe una recompensa a corto plazo presionan a su sistema, incluso a un nivel mayor que los adultos. Cuando observamos la dopamina en el cerebro, un neurotransmisor involucrado en la recompensa, hallamos que los niños con niveles más altos de dopamina en las neuronas de los ganglios basales son los que realmente se benefician de ese empujón adicional.

Aunque los sistemas cerebrales necesarios para la función ejecutiva y el control cognitivo (indicados en azul) están activos en los adolescentes, la investigación de Beatriz Luna, Ashley Parr y colegas sugiere que los sistemas de recompensa del cerebro —involucrados en las emociones positivas y negativas— aún dominan (indicados en rojo). Esto ocurre en paralelo a un aumento temprano en los niveles de dopamina —un neurotransmisor asociado con la recompensa y la motivación­— que disminuye a medida que los adolescentes crecen.

¿Existen otros tipos de recompensas que afecten el desempeño de los adolescentes en este tipo de tareas?

Eso plantea una pregunta importante: cuando eres adolescente, ¿cuáles son las recompensas que importan? Está el incentivo monetario. Pero los pares son otro factor importante, porque tienes todas esas hormonas que le están diciendo a tu cerebro que es hora de que empieces a hacer una red de pares para sobrevivir, con la intención de encontrar pareja y reproducirte.

Hay un estudio de un laboratorio colega que creo que es excelente, en el que analizaron una simulación de manejo. En la prueba, el semáforo se pone rojo y si no paras, pierdes. Lo que encontraron es que los adolescentes se desempeñaban como adultos, excepto cuando sus compañeros estaban presentes —luego, de pronto, se volvieron mucho más arriesgados y aumentó la actividad en la parte del cerebro que tiene que ver con la recompensa—.

Eso sugiere que, en algunas circunstancias, la sensibilidad a la recompensa ayuda al control cognitivo, pero en otras circunstancias puede ser perjudicial. En el estudio de manejo, mejorar la recompensa a través de la presencia de pares socavó el control cognitivo, porque la recompensa que más importaba era la aprobación de sus compañeros, no ganar el juego.

¿Cómo se relacionan estos tipos de pruebas de comportamiento con el desempeño de los adolescentes en la vida cotidiana?

En la vida real, los comportamientos como, por ejemplo, que te vaya bien en la escuela son muy complejos. Pero en el fondo, incluso los comportamientos complejos involucran estos procesos cerebrales: control inhibitorio, memoria de trabajo, intercambio de tareas. Si estás preocupado —y dices “¿qué le pasa a este chiquillo?”— debes concentrarse en cada uno de esos procesos individualmente para comprender lo que no funciona. Si un componente central no es óptimo, entonces los comportamientos complejos que involucran a estos componentes tampoco serán óptimos.

¿Cómo define la función ejecutiva “normal” o típica?

Esa es una gran pregunta. Nuestro principal interés es mapear las trayectorias típicas de desarrollo con el objetivo a largo plazo de tener un gráfico de crecimiento pediátrico para la función ejecutiva. Estoy en un departamento de psiquiatría, por lo que para nosotros es importante comprender la aparición de las principales enfermedades mentales, muchas de las cuales aparecen en la adolescencia e implican déficits en la función ejecutiva. Una de las ideas de este gráfico de crecimiento pediátrico es identificar el riesgo y luego encontrar maneras de fortalecer cualquier debilidad en la función ejecutiva.

¿Cómo afectan los antecedentes genéticos de una persona a su función ejecutiva y cómo se relaciona eso con su riesgo de padecer una enfermedad mental?

El desarrollo a lo largo de la infancia son dos cosas —la genética y el ambiente— que intentan trabajar juntas. Cuando llegas a la adolescencia, el cerebro dice: “Bien, has tenido mucho tiempo, ahora debemos empezar a tomar algunas decisiones sobre qué circuitos van a predominar”. Esto ocurre a través del sistema que el psicólogo Donald Hebb describió en los años cuarenta, donde las conexiones neuronales que se usan más se fortalecen y las conexiones que no se usan se debilitan.

El cerebro no sabe lo que es bueno o malo. Si tienes experiencias de tristeza una y otra vez, por ejemplo, el cerebro dice: “Oh, usas mucho ese circuito, vamos a hacer de este un circuito predominante”. Cuando llegue el momento de un mayor refuerzo físico, ese circuito se va a mielinizar porque lo has usado mucho, como un músculo que se vuelve más fuerte con el uso.

Entonces, por ejemplo, podrías tener una predisposición genética a la depresión y vivir en un hogar donde uno de los padres tiene depresión. Diariamente, estás expuesto a afectos negativos, por lo que el circuito se usa mucho y eso podría conducir, a través de un proceso hebbiano, a que también desarrolles depresión. Pero hipotéticamente, tal vez en la escuela o a través de la terapia, ese mismo individuo obtenga experiencias que involucran el control cognitivo, fortaleciendo otros circuitos. Todos experimentamos afecto negativo, por lo que todos tenemos ese circuito. Es una cuestión de cuán importante es el papel que juega.

Cuando hablas de cosas como el trastorno bipolar o la esquizofrenia, puede haber una predisposición hereditaria muy fuerte. Pero hay una buena razón por la que el diagnóstico de estos trastornos no se realiza hasta la edad adulta. Es porque el cerebro aún no ha decidido. Por ejemplo, si de joven tienes TDAH, dependiendo del entorno y experiencia, eso podría convertirse en un cerebro típico o en una amplia gama de cosas diferentes, como el uso de sustancias o incluso el trastorno bipolar.

Entonces, sí, es un período de riesgo, pero también un período de oportunidad para fortalecer sistemas alternativos útiles como el control cognitivo.

¿Hay cosas que podemos hacer durante la adolescencia que puedan reducir el riesgo de enfermedad mental?

No soy médica, por lo que esa no es mi área de conocimiento, pero la idea es que, si haces algo como terapia conductual cognitiva (TCC), que te entrena para comenzar a observar tus reacciones emocionales y hacer que tu sistema ejecutivo prefrontal funcione, tu control se hará más fuerte. Eso puede ayudar a desarrollar resiliencia y formas de sobrellevar la situación, incluso si tienes una predisposición genética a enfermedades mentales.

¿Deberíamos intentar acelerar el desarrollo de la función ejecutiva en los niños?

Hay algunos colegas que han propuesto, basados en ciertos tipos de entrenamiento, que tal vez la función ejecutiva se pueda lograr antes. Pero mi opinión es, ¿por qué? ¿Por qué querríamos que esto sucediera antes? Es importante no tener siempre la función ejecutiva en primera línea, en especial cuando deberías estar experimentando y probando todos sus circuitos, para que puedas tener un cerebro muy bien informado mientras toma sus decisiones sobre qué circuitos necesita fortalecer y cuáles no. Por lo tanto, no estoy convencida de que realmente puedas presionar la función ejecutiva, pero incluso si pudieras, no sé si eso sería lo correcto.

Si, como usted dice, el cerebro aún se está desarrollando después de los 18 años, ¿qué supone eso en términos de cuánta responsabilidad tienen los adolescentes y adultos jóvenes sobre sus acciones y decisiones?

Hay matices importantes. En el sistema de justicia juvenil, uno de los argumentos en contra de las sentencias severas para los jóvenes delincuentes es que no sabemos quién es ese chaval —lo que hizo en ese momento puede no ser en lo que realmente se convertirá—. Entonces, sentenciar a cadena perpetua no parece muy útil porque eso podría haber sido solo parte de la toma de riesgos y, sí, los vigilamos, pero no los ponemos en prisión durante 60 o 70 años.

Esa es una parte de la historia. Otra parte de la historia que ha apasionado a mis alumnos es la legislación sobre la atención para la afirmación de género. Algunas personas han usado el trabajo que hemos hecho junto a mis colegas para decir “mira, el cerebro no está completo hasta los 20 años, por lo que los adolescentes no pueden tomar este tipo de decisiones”. Pero argumentamos que cuando los adolescentes tienen tiempo para deliberar —cuando no están rodeados de pares más motivados por las recompensas, sino por adultos que tienen un acceso más estable al control cognitivo— creemos que los adolescentes pueden tomar este tipo de decisiones de largo plazo. No es fácil, pero es factible.

Creemos que la decisión de buscar atención para la afirmación de género es un buen modelo de lo que los adolescentes pueden hacer con el apoyo de un adulto, porque es algo que lleva meses, incluso años, planificar y deliberar. Para muchos adolescentes es algo que conocen desde que eran muy pequeños. Estamos de acuerdo en que debemos ayudar a los adolescentes a que no tomen decisiones impulsivas sobre la terapia de afirmación de género —pero hay muchas cosas que lo distinguen del comportamiento delictivo en los adolescentes, que usualmente se trata de la toma de decisiones impulsivas—. Entonces, existen todas estas sutilezas sobre cuáles podrían ser las implicancias.

Creo que todos conocemos personas que, como adultos, se sienten más cómodos tomando riesgos o se distraen más fácilmente que otros. ¿Eso significa que su función ejecutiva es deficiente o que son de alguna manera menos “maduros”?

Ese es un punto realmente interesante. Yo era una adolescente loca que tomaba riesgos. Creo que lo que ocurrió después del desarrollo es que sigo tomando riesgos, pero ahora lo hago en la ciencia. También era la que podía ser distraída fácilmente. Para mí, mi mayor miedo era el aburrimiento, y todavía lo es. Cuando escribo una propuesta para buscar fondos, no voy a escribir el siguiente paso lógico. Quiero ser arriesgada. Quiero que la ciencia se mueva a grandes saltos, no con pasos pequeños.

Así que siento que mi forma de tomar riesgos de alguna forma se mantuvo, pero se transformó.

Artículo traducido por Daniela Hirschfeld



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¿Qué le ocurre a mi cerebro cuando como picante?

  • 05/07/2023
  • David Aparicio
flat lay shot of red chili pepper

La gastroenteróloga Trisha Pasricha nos explica en el New York Times que ocurre en nuestro cerebro cuando comemos picante:

Los chiles, el sabroso ingrediente base de muchos platillos picantes, contienen capsaicina, que se une a esos receptores y envía una señal de dolor al cerebro, de acuerdo con lo que descubrió Julius en su trabajo sobre el tema, el cual ganó el Premio Nobel.

Las sustancias químicas principales de los granos de pimienta, el rábano picante y la mostaza también se unen a los mismos receptores, aunque con menor potencia.

Estos nervios envían al cerebro señales similares a las que recibiríamos si estuviéramos en contacto con fuego real, y esta es la razón por la que posiblemente empecemos a sudar o a sonrojarnos; esa es la manera que tiene el cuerpo de enfriarse.

“La capsaicina engaña a tu cuerpo haciéndole creer que la temperatura subió y, por lo tanto, tu cerebro piensa que necesita liberar el calor”, explicó Julius. “En los humanos, eso lo hacemos en mayor medida mediante el sudor”.

Lee el artículo completo en The New York Times.



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  • Ciencia y Evidencia en Psicología
  • Neurociencias

Meningitis: Una amenaza grave para la salud

  • 01/06/2023
  • David Aparicio

Introducción

La meningitis es una enfermedad grave que afecta a las membranas protectoras que rodean el cerebro y la médula espinal. Puede ser causada por diversas infecciones, como bacterias, virus u hongos, y se caracteriza por la inflamación de las meninges. En este artículo, exploraremos los diferentes tipos de meningitis, sus causas, síntomas, diagnóstico y tratamiento.

Tipos de meningitis

Existen varios tipos de meningitis, siendo los más comunes la meningitis bacteriana y la viral. La meningitis bacteriana es la forma más grave y potencialmente mortal de la enfermedad. Las bacterias responsables de la meningitis bacteriana incluyen Streptococcus pneumoniae, Neisseria meningitidis y Haemophilus influenzae tipo b. Por otro lado, la meningitis viral es generalmente menos grave y se debe a virus comunes, como los enterovirus y el virus del herpes simple.

Causas y transmisión

La meningitis bacteriana se transmite a través del contacto cercano con una persona infectada. Las bacterias pueden propagarse a través de la saliva o las secreciones respiratorias al toser o estornudar. Algunas bacterias pueden vivir en la garganta o la nariz sin causar síntomas, pero aún así pueden transmitirse a otras personas. En el caso de la meningitis viral, se transmite principalmente a través de las heces, la saliva y las secreciones respiratorias.

Síntomas y diagnóstico

Los síntomas de la meningitis pueden variar, pero algunos de los más comunes incluyen fiebre, dolor de cabeza intenso, rigidez en el cuello, sensibilidad a la luz, confusión y náuseas. En los bebés y niños pequeños, los síntomas pueden ser más difíciles de identificar e incluir irritabilidad, letargo, falta de apetito y fontanelas abultadas. Ante la sospecha de meningitis, es crucial buscar atención médica de inmediato, ya que el diagnóstico temprano es fundamental para un tratamiento efectivo.

El diagnóstico de la meningitis generalmente implica una combinación de análisis clínicos, como el examen del líquido cefalorraquídeo obtenido a través de una punción lumbar, y pruebas de laboratorio para identificar la causa subyacente de la enfermedad. Además, los análisis de sangre y las pruebas de imagen, como la resonancia magnética y la tomografía computarizada, pueden ser útiles para evaluar el alcance de la infección y detectar posibles complicaciones.

Tratamiento y prevención

El tratamiento de la meningitis depende de la causa subyacente de la enfermedad. En el caso de la meningitis bacteriana, se administran antibióticos intravenosos de amplio espectro para tratar la infección. En algunos casos, se puede requerir hospitalización para un monitoreo y cuidado más intensivo. Para la meningitis viral, no hay un tratamiento específico, y generalmente se recomienda descanso, hidratación adecuada y medicamentos para aliviar los síntomas.

La prevención de la meningitis se puede lograr mediante medidas como la vacunación. Existen vacunas disponibles para prevenir las principales causas de la meningitis bacteriana, como el neumococo, el meningococo y el Hib. Estas vacunas son altamente efectivas y se administran en la infancia como parte de los programas de inmunización. Además, se recomienda practicar una buena higiene, como lavado de manos frecuente y evitar el contacto cercano con personas infectadas.

Conclusión

La meningitis es una enfermedad seria y potencialmente mortal que afecta a las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. Es importante estar alerta ante los síntomas y buscar atención médica de inmediato si se sospecha de meningitis. La prevención a través de la vacunación y prácticas de higiene adecuadas desempeña un papel crucial en la reducción de la incidencia de la enfermedad. Con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, se puede lograr una recuperación exitosa en muchos casos de meningitis.

Referencias: National Library of Medicine



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  • Artículos Recomendados de la Web

Hablar dos idiomas desde la juventud podría prevenir la demencia

  • 10/05/2023
  • David Aparicio
two women sitting on ground near bonfire

Jaya Padmanabhan para The New York Times:

Tras estudiar a cientos de pacientes de edad avanzada, unos investigadores alemanes descubrieron que quienes decían utilizar dos idiomas a diario desde temprana edad obtenían mejores resultados en pruebas de aprendizaje, memoria, lenguaje y autocontrol que los pacientes que solo hablaban un idioma.

Los hallazgos, publicados en el número de abril de la revista Neurobiology of Aging, se suman a dos décadas de trabajos que sugieren que el bilingüismo protege de la demencia y el deterioro cognitivo en las personas mayores.

“Es prometedor que reporten que el bilingüismo en la edad temprana y media de la vida tiene un efecto benéfico en la salud cognitiva en edad avanzada”, comentó Miguel Arce Rentería, neuropsicólogo de la Universidad de Columbia que no participó en el estudio. “Esto concuerda con estudios actuales”.

Lee el artículo completo en The New York Times.



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