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El silencio: una forma de lenguaje olvidado

  • Rita Arosemena P.
  • 15/11/2016

Si bien el silencio suele ser visto como un flagelo para la comunicación y un impedimento recurrente que lleva a muchas relaciones al fracaso, el psicólogo Marty Nemko opina que hemos olvidado su gran valor como recurso expresivo al punto de huir de él de manera innecesaria y desaprovechar por completo sus bondades.

«Cuando hablamos con alguien, subestimamos el poder del silencio», describe Nemko. «Si un cliente o paciente ha dejado de hablar pero uno percibe que todavía tiene algo que decir, ¿sería más probable obtener una respuesta si te quedas en silencio o si le pides a la persona que diga más? Yo creo que el silencio es mejor porque la persona se siente menos presionada«.

Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio (Proverbio hindú)

El silencio puede ser una palanca de comunicación extraordinaria siempre y cuando sea utilizado desde un enfoque constructivo y no destructivo. En este aspecto, algunas personas recurren al silencio para expresar su enfado, pero también para manipular a los demás.

Tomar la decisión de no expresar nuestros sentimientos, pensamientos u opiniones respecto a un tema de especial importancia que involucra a otra persona es una forma de ejercer control sobre ella y de «mantener a raya» su comportamiento.

Cuando la ausencia de palabra es orientada al castigo psicológico, el chantaje o el distanciamiento emocional, las relaciones se deterioran y se quebrantan.

Cuándo es positivo el silencio

Para Nemko, el silencio es especialmente útil en situaciones de tensión emocional en una relación porque «transmite el disgusto pero con menos probabilidad de desencadenar una respuesta defensiva o de antipatía hacia usted». Además, nos permite volver a un punto de equilibrio donde sea posible reconsiderar la situación y elegir las palabras adecuadas. 

Cuando la ausencia de palabra es orientada al castigo psicológico, las relaciones se quebrantan

Cuando la comunicación verbal es inoportuna, el silencio puede catalogarse como un recurso útil si es aplicado a los siguientes escenarios:

Optimización del proceso de comunicación

Un error de comunicación común es hablar demasiado e impedir que los demás expresen sus sentimientos. Cuando el silencio es visto como un elemento más de la ecuación y nos permitimos recurrir a él de forma periódica durante una conversación, damos a la otra persona la oportunidad de compartir información (que es, finalmente, el objetivo de la comunicación).

Agilizar la resolución de una plática con base en objetivos y no en trivialidades

Algunas personas olvidan que la finalidad del proceso comunicativo es transmitir y recibir un mensaje, no tener la razón absoluta. Las conversaciones que se encaminan al cuadrilátero a menudo se caracterizan por la incapacidad de los interlocutores para guardar silencio ante detalles que son irrelevantes en el terreno práctico.

Si bien el éxito de una conversación no depende únicamente de una parte, ejercitar el silencio como recurso de apoyo, así sea de forma unilateral, puede evitar disputas y guiar la plática hacia una resolución basada en objetivos (transmitir un mensaje) y no en competencias imaginarias.

Técnica de análisis e interpretación

Finalmente, algunas personas incorporan el silencio en sus conversaciones con bastante naturalidad, pero desaprovechan por completo sus beneficios.

No permanecen callados para escuchar al otro ni para analizar sus palabras, sino para planificar su propio discurso. En otras palabras: son personas que hallan en el silencio un refugio a la ansiedad o a una imperiosa necesidad de tener la razón.

Como elemento comunicacional efectivo, el silencio no debe ser mal utilizado como tiempo muerto sino como un espacio para promover la empatía y alcanzar una mejor comprensión de los sentimientos del otro.

Fuentes: Psychology Today | Psych Central

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  • Psicología clínica

Las víctimas de bullying serían más propensas a desarrollar sobrepeso en la adultez

  • Mauro Colombo
  • 14/11/2016
Según un reciente estudio realizado por investigadores del King´s College of Londres, aquellos niños que sufren bullying son casi dos veces más propensos a padecer sobrepeso a la edad de 18 años, que los que no lo han sufrido. La relación entre bullying y el desarrollo de sobrepeso fue estudiada en años anteriores, con resultados similares. Los investigadores analizaron esta correspondencia a la luz de las formas de vida actuales. La relación entre bullying y sobrepeso había sido investigada con anterioridad, demostrando que niños que habían sido víctimas de acoso en los años sesenta, tenían mayor tendencia a poseer sobrepeso a los 45 años de edad que quienes no lo padecieron. Sin embargo, comentan los investigadores, se desconocía si esta característica había estado presente previamente en sus vidas. Por otro lado, el contexto de los años sesenta comparado al actual difiere mucho, tanto en estilos de vida y actividades, como en las formas que puede adoptar el acoso en la actualidad, teniendo en cuenta que hoy por ejemplo se suma la modalidad virtual de ataque.

Para el estudio, los investigadores analizaron datos del Estudio Longitudinal Twin de Riesgo Ambiental (E-Risk), que ha seguido a más de 2.000 niños en Inglaterra y Gales en 1994-1995 desde el nacimiento hasta los 18 años. Evaluaron la victimización por efecto de la intimidación en la escuela primaria y secundaria, realizando entrevistas con madres y niños repetidas a las edades de 7, 10 y 12 años.

Una vez que los sujetos cumplieron 18 años, midieron su índice de masa corporal (IMC) y hallaron que aquellos niños que había sido agredidos crónicamente en la escuela, tenían 1,7 veces más probabilidades de tener sobrepeso que los adolescentes que no habían sufrido acoso. A su vez, estas asociaciones eran independientes de otros factores de riesgo ambiental, tales como la situación económica, las costumbres alimentarias en la familia, el maltrato infantil, un bajo coeficiente intelectual y mala salud mental.

Ser víctima de bullying incrementó 1,7 veces las probabilidades de desarrollar sobrepeso, independientemente de la carga genética y otras variables ambientales

Según los autores del estudio, la investigación además mostró por primera vez que aquellos sujetos crónicamente intimidados, tuvieron sobrepeso de manera independiente de su tendencia genética a padecerlo. A su vez, al momento de comenzar el acoso, los niños no tenían esta condición, lo que descarta que ya estuviera presente de antemano, o que el mismo hubiera motivado en algunos casos a los acosadores.

La Dra. Andrea Danese, del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia (IoPPN) del King’s College de Londres, dijo: «La intimidación se asocia comúnmente con problemas de salud mental, pero hay poca investigación que examine la salud física de los niños intimidados. Nuestro estudio muestra que los niños intimidados son más propensos a tener sobrepeso como adultos jóvenes; que les sucede esto independiente de su responsabilidad genética y además, después de haber experimentado la experiencia de ser víctimas de bullying.

Por su parte, Jessie Baldwin, también de la IoPPN en King’s, dijo: «Aunque no podemos decir definitivamente que la intimidación sea la que genera que las personas tengan sobrepeso, descartar explicaciones alternativas, como la responsabilidad genética, refuerza la probabilidad de que este sea el caso. Si la asociación es causal, la prevención de la intimidación podría ayudar a reducir la prevalencia de sobrepeso en la población.

La investigación fue publicada en  Psychosomatic Medicine. Fuente: Science Daily

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  • Psicología clínica

Signos tempranos en niños con autismo

  • Mauro Colombo
  • 14/11/2016

Hace algún tiempo, Autismo Diario publicó un artículo donde se enumeran una serie de signos para tener en cuenta en la detección temprana de TEA. En la actualidad, el diagnóstico de este trastorno suele hacerse entre los 3 y 4 años, a veces incluso más tarde. Hay que tener muy en cuenta que una detección e intervención tempranas cambian sustancialmente el pronóstico y la evolución de los niños.

El autismo se caracteriza fundamentalmente por tres tipos de patrones:
  • alteraciones cualitativas de la comunicación
  • alteraciones cualitativas en la interacción social, y
  • patrones estereotipados y/o restrictivos de la conducta
El artículo menciona una de las herramientas que brindan conocimiento de las manifestaciones tempranas del TEA, el uso de videos caseros de los niños en los primeros años de vida. Una investigación realizada en 1999, donde se estudiaron 32 niños mediante el análisis retrospectivo de videos caseros; 11 de ellos con autismo, 10 con diversos problemas de desarrollo y 11 con un desarrollo típico, permitió una correlación en el diagnóstico de Autismo del 93,75%. En el estudio se tomaron en cuenta diversas categorías, como mirada y contacto con la mirada de otros, muestras de afecto, respuesta al nombre, posturas anticipatorias, estereotipias motoras y contacto social. A su vez, por medio de análisis estadísticos, se han hallado diferencias en la atención a estímulos sociales en niños menores de seis meses, que posteriormente fueron diagnosticados con TEA. Esto da la pauta de que en muchos pequeños se presentan tempranamente signos del trastorno, y que si bien con el tiempo los mismos se hacen más evidentes, es posible estar atento de manera temprana a las manifestaciones de TEA. Llegados a este punto, realizo una pequeña salvedad, no se está sugiriendo aquí, al menos con la evidencia existente en la actualidad, que se diagnostique a niños de seis meses de edad, pero sí, como menciona el autor, mantener una espera activa que permita en caso de un diagnóstico positivo estar preparado para un tratamiento eficaz. Sucede en muchos casos actualmente, que luego de un diagnóstico a los 3 o 4 años, los padres se ven “bombardeados” por un lado por el conocimiento de lo que es el autismo, y por el otro por una gran variedad de tratamientos entre los cuales deben decidir cual implementar. En palabras del autor:

«Si bien formular el diagnóstico de Autismo en un niño dentro del primer año de vida puede ser muy aventurado, formular sospechas de alteraciones del desarrollo que pueden incluir el Autismo es muy válido, especialmente si se implementan las medidas de intervención necesarias. Siempre debemos recordar que en desarrollo el peor consejo profesional es “esperar a ver qué pasa” (la espera activa, con intervención aunque no sea con un diagnóstico específico y solamente con una sospecha es un procedimiento totalmente válido y necesario). Durante el segundo año y los años subsiguientes es más fácil formular el diagnóstico dado que los signos se van haciendo cada vez más evidentes, especialmente en lo que se refiere a patrones estereotipados o restrictivos de conducta que pueden estar ausentes o no ser fácilmente reconocibles a edades tempranas.»

Lee el artículo completo en Autismo Diario.

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La personalidad de Trump según psicólogos expertos

  • Karemi Rodríguez Batista
  • 14/11/2016
No ha pasado una semana de la elecciones en Estado Unidos. La noticia de que Donald Trump sería el presidente de esta nación y la repercusión que esto tendría en el mundo entero, conmocionaba a todos. Desde ese día, a todas horas y en todos los medios hemos escuchado un sin fin de opiniones sobre las razones de que esto haya sucedido así. Está claro que han sido muchas las variables que han intervenido, y sin duda muchos de vosotros tenéis en mente algunas. Sin embargo, algo que nos ha suscitado sin duda emociones dispares ha sido su personalidad, esa personalidad de apariencia segura, cínica, desafiante y antisistema. Pero, ¿cuánto ha influido la personalidad de Donald Trump en este resultado?, ¿qué es lo que nos dicen los expertos al respecto? Pues bien, ellos ya se han puesto en marcha y desde inicios de Noviembre tenemos un estudio realizado por Visser y sus colaboradores para la revista Personality and Individual Differences en el cual se calificó las personalidad públicas de los candidatos en ese entonces Clinton y Trump, con el instrumento HEXACO-PI-R derivada del modelo HEXACO. Este modelo propone una estructura de seis factores o rasgos de personalidad: honestidad-humildad, emocionalidad, extraversión, cordialidad, escrupulosidad, apertura a la experiencia. Es decir, se agrega un factor más, el de honestidad-humildad, al anterior de McCrae y Costa de los cinco factores. Cabe mencionar que tanto su consistencia interna y estabilidad test-retest son muy satisfactorias. Diez expertos en este modelo de personalidad fueron los responsables de evaluar ambas personalidades públicas. Las puntuaciones para Trump fueron extraordinariamente bajas en Humildad-Honestidad y Altruismo, muy bajas en Emocionalidad, bajo en Escrupulosidad y en Apertura a la experiencia, y alta en Extraversión. Se amplió el análisis de la nueva dimensión (Humildad-Honestidad) descomponiéndose en sus 4 subfacetas, quedando así: sinceridad, imparcialidad y prevención de avaricia, muy baja; y modestia, excepcionalmente baja. Delineando más el perfil de la llamada triada oscura de la personalidad (narcisismo subclínico,, psicopatía subclínica y maquiavélismo) Los investigadores añaden que las puntuaciones para Trump correlacionan consistentemente con los dos primeros. Visser y sus colaboradores advierten que los resultados obtenidos han sido acorde a la «personalidad pública» del futuro presidente de EE.UU. Además del posible sesgo dada la inclinación política de los psicólogos que realizaron el estudio. Muchos medios han especulado (y seguirán haciéndolo) sobre un posible trastorno de personalidad como el narcisista o antisocial. Pero debemos ser cautos y advertir que ningún psiquiatra, psicólogo psicoterapeuta podría afirmar tal diagnóstico, no sería posible ni ético. Aunque muchos han hecho un repaso de los criterios diagnósticos, los han comparado con los rasgos del personaje en base a sus acciones públicas y se han aventurado a soltar hipótesis. Queremos recordaros solamente que, aún en este sentido, las hipótesis que se darían serían siempre en relación al personaje, nunca a la persona. Aunque tampoco sería descabellado pensar que el Sr. Donald Trump padeciera algún trastorno. Un estudio realizado en la Duke University Medical Center en Carolina del Norte, EE UU; a cargo del psiquiatra Jonathan Davison, analizó la salud mental de los 37 primeros presidentes de los Estados Unidos (desde 1776 hasta 1974) mediante una revisión exhaustiva de sus respectivas biografías. Los resultados dan cuenta de que la mitad de ellos experimentaban algún desorden mental. Así James Madison, John Quincy Adams, Franklin Pierce, Abraham Lincoln y Calvin Coolidge sufrieron depresión. Mientras que Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt mostraban signos de ansiedad y desorden bipolar, respectivamente. Claro está que no tienen las mismas repercusiones en los demás el padecer uno u otro. Si quieres descargarte el estudio completo, puedes hacerlo desde aquí. Fuentes: Personality and Individual Differences’ Journal l The British Psychological Society l The Journal of Nervous and Mental Disease

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  • Psicología clínica

Donald Trump ganó la presidencia y las llamadas suicidas de la comunidad LGBT aumentaron como nunca antes

  • David Aparicio
  • 11/11/2016
Llamadas suicidas
Con el triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos, el estrés, la ansiedad y la desesperanza en la población, en especial en los grupos minoritarios, llegó a niveles alarmantes como nunca se había visto después de una elección presidencial. Uno de los efectos más contundentes de esta extraña y agotadora elección fue el incremento de llamadas de personas LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) a la línea de prevención de suicidio en Estados Unidos a solo minutos de haberse anunciado el ganador.
las llamadas alcanzaron un pico de 660 una hora después de que se anunció el triunfo de Trump
John Draper, director de la linea de prevención del suicidio (National Suicide Prevention Lifeline), dijo en una entrevista con la web de tecnología y cultura The Verge que nunca habían visto un incremento de este calibre en la historia de la organización. Según los reportes, las llamadas al centro de prevención suicida alcanzaron un pico de 660 una hora después de que se anunció el triunfo de Trump. The Verge reporta que el servicio de prevención de suicidios a través de mensajes de texto Crisis Text Line también tuvo un importante incremento de mensajes durante el martes y miércoles de esta semana y, según sus directivos, las palabras “elección” y “miedo” eran el común denominador de los mensajes. Por otro lado, la línea telefónica para ayuda a las personas transexuales, Trans Lifeline, recibió 432 llamadas durante la tarde del miércoles, lo que se traduce en un importante aumento de llamadas de auxilio. La comunidad LGBT en Estados Unidos está muy preocupada porque sostiene que el gobierno y el senado republicano recién electo podrían deshacer todos los avances que logró la comunidad en los ocho años del gobierno de Obama. Y es que su miedo no es infundado. En una entrevista sobre los derechos de la comunidad LGBT con el canal de noticias Fox, Donald Trump dijo: “Si yo soy elegido presidente, seré enérgico a la hora de poner ciertos jueces en el estrado que yo creo podrían cambiar ciertas cuestiones.” El vicepresidente de Trump, Mike Pence, también se ha mostrado durante años en contra de los derechos de la comunidad LGBT. Según The Verge, Pence se opuso a la Ley Federal de Trabajo No Discriminatorio y también favoreció las leyes que permitían a los dueños de negocios discriminar a las personas con base en su orientación sexual e identidad de género.

La vulnerabilidad de los jóvenes LGBT

Los estudios han determinado que las personas LGBT son más propensas a sufrir bullying, acoso, depresión, ansiedad, discriminación y suicidio. Pero los que están en mayor riesgo son los jóvenes y adolescentes LGBT. Según un estudio estadounidense, los jóvenes que se identifican como gays, lesbianas o bisexuales tienen el doble de riesgo de cometer intento suicida en comparación con los jóvenes heterosexuales.

estos adolescentes tienen mucho miedo del futuro PRÓXIMO, porque sus padres también son inmigrantes indocumentados o porque alguno de sus padres es gay

Quinn Gee, terapeuta especializada en las minorías raciales, sexuales y de género en Estados Unidos, dijo que tres de sus pacientes de entre 10 y 14 años fueron internados debido al riesgo suicida que presentaron durante las elecciones. Según la especialista entrevistada por The Verge, estos adolescentes tienen mucho miedo del futuro próximo, porque sus padres también son inmigrantes indocumentados o porque alguno de sus padres es gay.

Qué se puede hacer

Los especialistas del National Suicide Prevention Lifeline sugieren a las personas que intenten seguir realizando las actividades que las hacen felices, que sigan su rutina diaria, su trabajo y ejercitación. También recomiendan que las personas se alejen un poco de los noticieros que en estos momentos nos bombardean con análisis y críticas políticas que sólo inyectan dosis cada vez más altas de incertidumbre y malestar. Si estás pasando o sabes de alguien que está pasando por un momento muy difícil que implique ideación suicida, es muy importante recibir ayuda idónea en un centro de salud y que sus familiares o personas cercanas sean informadas. También dejamos a disposición una serie de guías de prevención del suicidio:
  • Protocolo para la detección y manejo inicial de la ideación suicida.
  • Guía práctica clínica de prevención y tratamiento de la conducta suicida.
Fuente: The Verge

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  • Psicología clínica

Agresiones a niños con autismo: Mamá, me gustaría poder decir lo que me pasó hoy en la escuela

  • David Aparicio
  • 11/11/2016
En el año 2013 nuestro colega Daniel Comin escribió un valioso artículo en Autismo Diario, sobre las posibles causas de las lesiones físicas que sufren los niños con autismo durante las horas en la escuela y añade recomendaciones para los padres sobre cómo actuar ante estas situaciones. Las recomendaciones de Comin y el panorama que nos ofrece en su artículo son muy buenas porque no son genéricas y se ajustan a las necesidades y preocupaciones de los padres de niños con autismo.

El que un niño con autismo (por ejemplo), y sin una comunicación funcional, llegue a casa con un moratón, tampoco es un signo inequívoco de que haya sufrido alguna agresión, pero, lo malo es que no se nos comunique justo en el momento de ir a recoger a nuestro hijo con un “Hoy Carlos se cayó en el recreo y se dio un golpe en la rodilla, pero no se preocupen, lloró un poco, pero no fue nada”, o algo similar. Lo malo es que sea al otro día cuando tengamos que ir a pedir explicaciones. Se supone que un niño con este perfil debe tener una mayor vigilancia o supervisión, por motivos obvios, de forma que si sucede algo el equipo del centro esté pendiente. Y aquí podemos encontrarnos con diferentes escenarios y posibles situaciones.

Lee el artículo completo en Autismo Diario.

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  • Psicología aplicada

«El psicólogo inefectivo genera más daño que mejoría»

  • Rita Arosemena P.
  • 11/11/2016
Psychologist en Shutterstock
Un artículo escrito por los psicólogos William Van Gordon, Edo Shonin y Mark Griffiths ha resultado en una invitación a la comunidad psicoterapéutica a ejercer una reflexión interesante: ¿por qué nos hemos ocupado de una clasificación técnica formal de los tipos de psicólogo pero no de una clasificación con base en su eficiencia? La mayoría de los textos académicos que preparan a los estudiantes de psicología en la facultad están orientados a una formación teórico-práctica fundamentada en una rama o disciplina psicológica. No es gran problema que los alumnos integren las bases de una u otra corriente psicoterapéutica, pero un asunto elemental parece ser completamente obviado por la tradición: la necesidad de una clasificación que considere también las cualidades y competencias de los psicólogos.
¿por qué nos hemos ocupado de una clasificación técnica formal de los tipos de psicólogo pero no de una clasificación con base en su eficiencia?
«Nuestra intención no es suplantar la categorización tradicional, sino sugerir un método que haga énfasis en las habilidades clave y los valores que son comunes en el perfil laboral de todos los psicólogos, independientemente de si trabajan en el área clínica u ocupacional, o si se adhieren a una corriente psicológica específica», explica el texto. Según los autores, la categoría propuesta a continuación se basa en las expectativas que se tienen de cualquier psicólogo, donde se incluye principalmente un entendimiento de la mente y la conducta humana que exceda el de una persona promedio.

Los cuatro tipos de psicólogo según Van Gordon, Shonin y Griffiths

El psicólogo inefectivo

Este tipo de psicólogo, según los autores, «genera más daño que mejoría». No necesariamente porque su intención no sea fomentar un cambio positivo en sus pacientes, sino porque carece de las habilidades necesarias o porque su actitud es equivocada. En el primer caso, puede que el psicólogo realmente quiera ayudar a su paciente a mejorar su calidad de vida, pero no está lo suficientemente preparado para aplicar herramientas efectivas. En el segundo caso, es probable que el psicólogo sí tenga la preparación necesaria para ayudar a su paciente, pero no tiene la intención o la motivación para hacerlo, de modo que el problema es su acitud. Los autores del texto atribuyen esta característica a un propósito personal por parte del psicólogo que se aparte del bienestar de sus pacientes para darle prioridad a la reputación o a su ganancia económica.

El psicólogo satisfactorio

Este tipo de psicólogo, contrario al primero, genera más mejoría que daño, sin embargo, no desempeña su rol de manera «natural». El psicólogo satisfactorio procura desconectarse en todo momento de su paciente, limitar de cierta forma su interacción para centrarse en un tratamiento basado en la evidencia y en la corriente psicológica que domina. Esta puede ser una técnica útil para ubicar una barrera protectora entre el terapeuta y el paciente, pero también puede representar un obstáculo que entorpezca la comunicación y retrase o merme los beneficios de la psicoterapia. De acuerdo con los autores, la premisa de este tipo de psicólogo es «evitar el contacto humano a humano», y esto hace que el paciente acabe sintiéndose como un mero objeto de estudio o como el consumidor de un servicio cualquiera.

El psicólogo talentoso

El tercer tipo de psicólogo en la clasificación se desempeña de forma mucho más natural en comparación con el psicólogo satisfactorio. Posee un conocimiento profundo de todas las teóricas y prácticas psicológicas, pero parece comprender y seguir el consejo de Carl Jung: ser solo un alma humana tocando otra alma humana.  La peculiaridad del psicólogo talentoso le impulsa a desarrollar sus propios modelos o técnicas y saber muy bien cómo utilizarlas en sus interacciones con los demás. No obstante, no todas las interacciones que establece el psicólogo talentoso corresponden enteramente a la aplicación de un modelo o técnica, de hecho, la premisa de este tipo de psicólogo es comunicarse con sus pacientes en un nivel «humano a humano» (justo lo que evita el psicólogo satisfactorio), y «permiten que su intuición y su instinto los guíe en la evolución de sus diálogos y relaciones».  El psicólogo talentoso suele crear de inmediato un nexo de entendimiento óptimo con sus pacientes, facilitando que ellos se sientan respaldados y cómodos.

El psicólogo que ha ido más allá

Por último, el cuarto tipo de psicólogo es definido como un individuo que ha trascendido todos los criterios convencionales de evaluación de competencias de un psicólogo.  El psicólogo que ha ido más allá se caracteriza por poseer un conocimiento sólido de su propia mente y comportamiento, de forma que su ejercicio terapéutico no se ve limitado ni siquiera por estos factores. Comprenden que es importante estar en sintonía con otras formas y fenómenos del universo fuera del área de trabajo, y como resultado, han desarrollado una visión expansiva que les permite aplicar herramientas y técnicas fuera del alcance de un psicólogo común. «Ellos entienden que son escultores y utilizan el mundo y a sus habitantes como material para esculpir», explican los autores. «Son seres realmente extraordinarios. Todo aquel que lo conoce se convierte en su cliente, pero la mayoría de las veces ni siquiera sabe que está siendo ayudado por él». No importa con quién se cruce el psicólogo que ha ido más allá, siempre provee a los individuos exactamente aquello que necesitan para evolucionar como seres humanos. Fuente: Psych Central

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  • Psicología aplicada

Psicología del perdón: aprendiendo a sanar las heridas del pasado

  • Rita Arosemena P.
  • 10/11/2016
En 2006, la Asociación de Psicología Americana (APA) publicó una recopilación de investigaciones en torno a la psicología del perdón y la reconciliación en el ámbito de conflictos con repercusión a escala social, como los atentados del 11 de septiembre de 2001 y actos de violencia masiva. En el documento, titulado «Forgiveness: A Sampling of Research Results», la APA define el perdón como un proceso (o el resultado de un proceso) que involucra un cambio en las emociones y actitudes hacia un ofensor. El resultado del proceso se describe como una disminución en la motivación para tomar represalias o guardar la lejanía respecto a un ofensor a pesar de sus acciones, y requiere dejar ir las emociones negativas que se experimenten hacia él. El perdón es un proceso independiente que no debe ser confundido con excusar, condonar, indultar ni olvidar. Según la APA, todos estos son, a la vez, procesos individuales que involucran otro tipo de concientización y no conllevan los mismos resultados. De este modo:
  • Excusar implica tomar la decisión de no responsabilizar a una persona o grupo por una acción.
  • Condonar supone que no vemos la acción como negativa o inadecuada y que no consideramos necesario perdonar a su autor.
  • Indultar equivale a absolver a una persona de los crímenes por los que había sido condenada, y le corresponde únicamente a una figura social representativa.
  • Olvidar es remover la ofensa del pensamiento.
EL perdón debe ser visto por quien lo concede como un favor autodirigido que viene a otorgar beneficios internos, no externos
El perdón ha sido, como el conflicto, un proceso fundamental en la historia evolutiva del ser humano, así como un tema de atención crítica, no siempre desde el plano científico, pero sí desde la reflexión y el análisis consciente. A pesar de esto, ha sido cuestión de apenas una década el estudio profundo y sistemático de los factores que influyen en la consolidación del perdón y sus beneficios para quien lo otorga. Como resultado, hoy es posible saber a ciencia cierta que perdonar concede a las víctimas de una ofensa:
  • Una mejora en la salud física y mental.
  • Una restauración del sentido de empoderamiento personal.
  • Una posibilidad clara y sana de reconciliación entre el ofendido y el ofensor.
  • Una sensación de esperanza por la resolución de un conflicto.
  • Un cambio positivo en el esquema afectivo.

Cuatro claves para el camino hacia el perdón

La obsesión con el perdón es tan malsana como la obsesión con la venganza. El perdón toma tiempo

Por supuesto, el perdón no es solo un proceso interno esencial para librarse de emociones negativas y reforzar la buena salud mental, también es un camino empinado cuyo recorrido puede implicar años de resentimiento y ansias de tomar represalias en contra de un ofensor. El énfasis de la psicología en investigar a lo largo de los últimos años acerca de las bases del perdón ha concluido, sin embargo, en algunos datos clave para propiciar la apertura al perdón y hacer más sólido el proceso. A continuación, se presentan cuatro aspectos derivados de investigaciones científicas para mejorar la disposición al perdón y aprender a sanar las heridas del pasado.

El perdón es para quien lo concede, no para quien lo recibe

Un lastre común que dificulta el perdón es que las personas asumen que el hecho de perdonar equivale a minimizar la gravedad de la ofensa, restar importancia a su sufrimiento o permitir que quien los hirió se salga con la suya. El psicólogo Frederic Luskin, director del proyecto Stanford Forgiveness Project enfocado a estudiar a las personas que se han visto afectadas por conflictos políticos internacionales, explica que el perdón debe ser visto por quien lo concede como un favor autodirigido que viene a otorgar beneficios internos, no externos.

Perdonar, porque la herida que sufrimos pudo haber sido causada por nosotros en otras circunstancias

El perdón desde la empatía, según el psicólogo Everett Worthington, cuya trayectoria en el estudio del perdón es amplia y destacable, explica que una práctica que impulsa y facilita perdonar es el ejercicio de ponernos en el lugar de la otra persona, es decir, de quien nos lastimó. Cuando decidimos poner en práctica la empatía somos capaces de abrirnos a los posibles sentimientos o conflictos que nuestro ofensor atravesaba al momento de cometer sus actos. Una técnica efectiva para esto es el ejercicio de la silla vacía, que consiste en sentarse frente a una silla vacía y vaciarnos emocionalmente como si en ella estuviese sentada la persona que nos ofendió. El proceso incluye cuestionar a esa persona por lo que hizo y, más adelante, cambiar lugares y ocupar su silla para dar respuesta a nuestras propias preguntas. El ejercicio está pensado para despertar sentimientos de empatía o incluso de lástima hacia el ofensor, lo cual reduce el malestar y las emociones negativas.

El perdón toma (y debería tomar) tiempo

La obsesión con el perdón es tan malsana como la obsesión con la venganza. Perdonar, dice Luskin, toma tiempo y uno debe tener plena conciencia de ello para evitar ejercer presión sobre sí mismo y «dejar que las heridas sanen y que la mente se recupere del trauma».  Cuando se trata de conflictos de alto impacto, la psicoterapia es fundamental para ayudar a las personas a asimilar lo ocurrido y apoyar el proceso de perdón, que tampoco tiene por qué suponer un proceso de reconciliación con el ofensor, sino de liberación personal. Fuente: Scientific American

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  • Psicología clínica

Tratamiento de Tricotilomanía con Terapia de Aceptación y Compromiso

  • Beatriz Moreno Amador
  • 10/11/2016
tratamiento de la tricotilomanía
La tricotilomanía (TTM en adelante) se define como el comportamiento recurrente de arrancarse el propio pelo del cuerpo, generando como resultado una notable pérdida del mismo y una angustia y deterioro significativos en la calidad de vida de la persona afectada (American Psychiatric Association, 2013). En la última revisión del DSM (DSM-V) queda registrada bajo el epígrafe de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y otros trastornos relacionados. La parte más afectada por la TTM es la cabeza, seguida de pestañas, cejas, pelo púbico, pelo facial y pelo de las extremidades; igualmente, la mayoría de personas manifiesta que arranca de más de una parte del cuerpo (Bottesi et al., 2016; Brice, Mansueto y McCombs, 2007; Christenson et al., 1997; Eryılmaz et al., 2015; Pérez, 2007). Tras la tracción se reportan algunos rituales como son examinar la raíz y mover el pelo entre los labios (Bottesi et al., 2016). La manipulación oral del pelo (morder, masticar o ingerir) está presente entre el 20% y 30% de los casos (Grant y Odlaug, 2008) y la ingestión completa de al menos algún pelo arrancado (tricofagia) está presente en 5%-18% de pacientes, según Christenson et al. (1997), y en 26,6% según un estudio más reciente (Bottesi et al., 2016). Las personas afectadas manifiestan que tienen más propensión a arrancar pelos con determinadas características físicas, por ejemplo: grandes y ásperos (66,7%), más cortos que el resto (40%) y desiguales / irregulares (40%); y reportan sensación de pérdida de control, picazón en el cuero cabelludo o una sensación desagradable como disparadores de la tracción (Bottesi et al., 2016).
se trata de un trastorno muy poco conocido, con altos niveles de discapacidad asociada y que se produce en mayor frecuencia de lo que se cree
Los estados más comunes reportados antes de tirar son la ansiedad/tensión y el aburrimiento/indiferencia, y los más comunes después de tirar son el alivio y la indiferencia; siendo situaciones de sedentarismo, como ver la televisión, hablar por teléfono o leer/estudiar las más reconocidas (Brice, Mansueto y McCombs, 2007; Bottesi et al., 2016; Pérez, 2007).

Epidemiología

Una extensa revisión bibliográfica sobre el estudio de la TTM realizada en 2010 por Duke, Geffken, Keeley y Storch reconoce que se trata de un trastorno muy poco conocido, con altos niveles de discapacidad asociada y que se produce en mayor frecuencia de lo que se cree. Según un estudio a gran escala realizado en 2006 en EE.UU. (The Trichotillomania Impact Project), se estima que la TTM está presente en entre un 0.6 hasta 3.4% de población adulta (Flessner et al., 2006). En general, se carece de mucha información sobre la tricotilomanía dado que la tendencia de las personas con TTM a mantenerlo en secreto hace que se convierta en un trastorno de difícil investigación, es por ello que la distribución por sexo de la TTM es en gran parte desconocida. En los ensayos de tratamiento, por lo general, se triplica o participa una mayor proporción de mujeres (3.4%) que de hombres (1.5%). Un reciente estudio exploratorio (Bottesi et al., 2016) también indica mayor prevalencia del trastorno en mujeres, con una relación hombre:mujer de 1:14, resultados similares a los reportados por la literatura internacional (principalmente estadounidense), 1:10 (Flessner, Wetterneck y Woods, 2006; American Psychiatric Association, 2013). En España y otros países de habla hispana se trata de un trastorno muy poco estudiado y los datos de los que se dispone son escasos. Según un estudio descriptivo sobre trastornos menores de salud en una muestra de estudiantes universitarios de Cataluña (Icart, Icart y Pulpón 2006), la TTM estaba presente en un 21.61% de la muestra femenina y en un 9.7% de la muestra masculina. Con respecto a su curso, la literatura divide la TTM entre casos que comienzan en la infancia temprana y los que comienzan en la adolescencia o más tarde (rango de edad: 11-13 años). La edad media de aparición es de 13 años de edad (American Psychiatric Association, 2013; Duke, Geffken, Keel y Storch, 2010). El tirar del pelo en niños muy pequeños se considera como una entidad clínica distinta que puede resolverse antes de la adolescencia, sin necesidad de intervención médica (Boulougouris et al., 2010); mientras que los casos que comienzan más tarde de la niñez (después de los 8 años) o durante la adolescencia siguen un curso remitente-recurrente en la edad adulta, siendo una TTM típicamente crónica y potencialmente grave (Christenson et al., 1997). Por otro lado, se ha encontrado que cerca del 35% de los pacientes con TTM tienen una historia de TTM en sus familias (Eryılmaz et al., 2015).

Modelos explicativos

La literatura de estudio no señala ninguna causa concreta de la TTM, proponiéndose como resultado de múltiples causas, al igual que responde a un amplio espectro de patrones de gravedad y síntomas. De esta manera, se especula que es un desorden que probablemente implica múltiples patologías y una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales. Estudios recientes relacionan la tricotilomanía con efectos reportados que incluyen: la desregulación del afecto, la excitación, la reducción de la tensión y el placer, los cuales podrían estar reforzando el comportamiento repetitivo de arrancarse el pelo (Atmaca et al., 2016). Las personas con TTM muestran significativamente más dificultades en su regulación afectiva en comparación con individuos que no se arrancan el pelo (Bruehl et al., 2016). De igual modo, se caracterizan por experimentar estados emocionales negativos más intensamente que personas que no se arrancan el pelo (Baer, Feld, Keuthen y Shusterman, 2009). En la misma línea, las características fenomenológicas presentes en personas con TTM indican que los estados afectivos negativos actúan como disparadores de episodios de tracción, manteniéndose sin cambios durante todo el ciclo de arranque (Botessi et al., 2016). Según estos planteamientos, se propone que la tricotilomanía es una forma problemática de regulación afectiva, en la que el tirar del pelo sirve para reducir la tensión o para estimular a los individuos cuando se sienten aburridos o letárgicos, estando las emociones negativas directamente relacionadas con la tracción de pelo (Boulougouris et al., 2010; Brice, Mansueto y McCombs, 2007).

la tricotilomanía es una forma problemática de regulación afectiva

Por otro lado, se ha estudiado el papel de las cogniciones en la TTM (Moulding, Nedeljkovic, Rehm y Thomas, 2015), concluyendo que algunas creencias actúan como facilitadoras del comportamiento: autocreencias negativas, creencias de control, creencias de afrontamiento, creencias sobre emociones negativas y creencias de perfeccionismo. Las autoevaluaciones negativas inicialmente surgen como resultado de las consecuencias adversas de la repetición de la conducta y con el tiempo, estos pensamientos se convierten en señales que desencadenan episodios de arrancarse el pelo.

Comorbilidad y consecuencias

La comorbilidad con otros trastornos mentales se produce en la mayoría de los casos que se presentan a profesionales de la psiquiatría (82%), de los cuales la depresión, el TOC, otros trastornos de ansiedad y el abuso de sustancias son los más comunes (Mansueto, Stein y Stemberger, 2003). Alrededor de un 80% de las personas que se arrancan el pelo reportan sentimientos de depresión: entre un 30% y un 20% de pacientes con TTM reportan una anterior y presente historia de depresión mayor respectivamente (Bodzin, Duke, Geffken, Storch y Tavares, 2009). La comorbilidad de la TTM con trastornos afectivos y trastornos de la personalidad, es significativa y oscila de 20 a 50% de las muestras clínicas (Christenson et al., 1997; Houghton y Woods, 2014).
entre un 30% y un 20% de pacientes con TTM reportan una anterior y presente historia de depresión mayor respectivamente
Las complicaciones físicas de la TTM pueden ser graves y típicamente no reconocidas, a saber: alopecia, cicatrices, infecciones en la piel y traumatismos en el propio cuero cabelludo. Otras consecuencias médicas incluyen obstrucción intestinal secundaria cuando la persona ingiere el pelo generando tricobezoares (bolas de pelo en el estómago) y una amplia gama de patologías osteomusculares y dificultades neurológicas causadas por la repetición del acto de tracción (Almario y Aristizábalf, 2007; Boulougouris et al., 2010; Gumley, Jenike, Keuthen y O’Sullivan, 1996). El desarrollo de la calvicie puede, a su vez, agravar la depresión y la ansiedad comórbidas, lo que deriva en aumentar el tirar como un intento equivocado del manejo de los síntomas. De esta manera, se encuentran altos niveles no satisfactorios sobre la imagen corporal, incluyendo la aparición de desorden dismórfico corporal (Mansueto, Stein y Stemberger, 2003). Las personas con TTM también manifiestan una considerable evitación de actividades sociales, deseando mantener el secreto y evitar la vergüenza (Atmaca et al., 2016; Bottesi et al., 2016; Falkenstein y Haaga, 2016; Flessner, Grant, Keuthen y Tung, 2015; Gardner, Mansueto, McCombs y Townsley, 2000). Como resultado, las personas con TTM reportan menor satisfacción con la vida, mayores niveles de angustia y baja autoestima. La pobre autoestima se relaciona con el aumento en la frecuencia de arrancarse pelo y con las preocupaciones acerca de la apariencia, la vergüenza, la necesidad de evitar ciertas actividades debido a la pérdida del cabello y la frustración con la incapacidad de controlar el arrancarse el pelo, asociándose así a trastornos psicosociales (Boulougouris et al., 2010). La gravedad de los síntomas de TTM se correlaciona negativamente con la satisfacción en las relaciones de pareja y el apoyo social percibido, con la crítica negativa percibida, el riesgo percibido en la intimidad, y la ansiedad social en las interacciones. De manera que, la mayoría de personas con TTM informan que esta condición interfiere negativamente en sus actividades diarias como estudiar y/o trabajar, y en sus relaciones sociales (Gardner, Mansueto, McCombs, Townsley 2000).

Abordaje terapéutico

La mayoría de las personas con TTM nunca han recibido tratamiento, y las que sí, reportan resultados decepcionantes de las intervenciones disponibles aplicadas (Boulougouris et al., 2010). Según un estudio de exploración reciente sobre una muestra italiana (Botessi et al., 2016), sólo el 8,9% de los participantes que han consultado a un profesional logra una mejora en la gestión del comportamiento, proponiendo como justificación la falta de conocimiento, y por ende de tratamientos eficaces de este trastorno en el contexto italiano, situación similar en la que se encuentra el contexto de países de habla hispana.
sólo el 8,9% de los participantes que han consultado a un profesional logra una mejora en la gestión del comportamiento
Según el meta-análisis realizado por Mansueto, Stein, Stemberger en 2003,  los resultados más prometedores los muestra la terapia conductual y la farmacoterapia. Encontrando altos efectos para la terapia conductual, de manera que es considerada como la intervención de primera línea, mientras que el papel de la farmacoterapia se circunscribe para algunas personas con TTM, sobre todo cuando presentan trastornos comórbidos del estado de ánimo y de ansiedad. Por otro lado, los resultados del meta-análisis revelan que los ensayos que utilizan técnicas centradas en mejorar el estado de ánimo en terapia de conducta, superan a los estudios que utilizan solamente el componente nuclear de terapia de conducta. Esto sugiere que es beneficioso añadir componentes terapéuticos de reforzadores del estado ánimo en el tratamiento. Un meta-análisis más reciente (Bowe, Moulding, Nedeljkovic y Slikboer, 2015) concluyó la superioridad del tratamiento psicológico sobre las medicaciones, estipulando poca eficacia de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (IRSS), la importancia del apoyo social, las actividades de auto-ayuda y los factores terapéuticos genéricos para tratar la tricotilomanía. Esto concluye que los mecanismos psicológicos en TTM pueden ser más complejos que lo que indica el modelo de conducta, retomando la idea que ya en 1997 postularon Christenson et al.: la intervención centrada sólo en el síntoma de tirar del pelo es probable que sea inadecuada para la mayoría de los pacientes, dada la diversidad de secuelas psicológicas asociadas. La terapia de inversión del hábito (HRT en adelante, por sus siglas en inglés, habit reversal training) es la intervención para la TTM que tiene el mayor apoyo empírico, aunque no se ha considerado un tratamiento apoyado empíricamente (EST por sus siglas en inglés) por el Grupo de trabajo de la APA Presidencial para la Práctica Basada en la Evidencia (2006; citado por Falkenstein et al., 2015). Igualmente, las indicaciones más actuales postulan déficits en la HRT, ya que no aborda directamente las dificultades de relación que afectan gravemente a las personas con TTM (Falkenstein y Haaga, 2016). De igual modo, dado el reporte de déficits en la regulación afectiva en personas con TTM, se recomienda una orientación terapéutica que aborde la mejora de la regulación afectiva durante el tratamiento (Bruehl et al., 2016). De esta manera, se apoya la inclusión de un enfoque de terapias de conducta de tercera generación con base en Mindfulness, en las que se tiene en cuenta los componentes cognitivos y emocionales de la conducta, siendo la más estudiada hasta el momento la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT en adelante, por sus siglas en inglés, Acceptance and Commitment Therapy; Hayes, Strosahl, y Wilson, 1999), seguida de la Terapia Dialéctica de Comportamiento (DBT, por sus siglas en inglés, Dialectical Behavioral Therapy; Linehan, 1993). Ambas se han utilizado conjuntamente con la HRT tradicional para tratar la TTM. La combinación de ACT y HRT en TTM es la que reporta mejores resultados en la investigación actual. El primer estudio descrito utilizó un protocolo ACT / HRT de 7 sesiones (Twohig y Woods, 2004), cuatro de los seis participantes respondieron al tratamiento, tres de los cuales mantuvieron las ganancias en los 3 meses de seguimiento. Un segundo estudio (Flessner, Wetterneck y Woods, 2006) utilizó un protocolo de 10 sesiones ACT / HRT en un ensayo controlado, el 66% de los participantes fueron considerados respondedores al tratamiento, las ganancias se mantuvieron al menos parcialmente, a los 3 meses de seguimiento. En un tercer estudio (Crosby, Dehlin, Mitchell y Twohig, 2012) se llevó a cabo un tratamiento de 8 sesiones ACT / HRT que dio lugar a una reducción de 88.87% en el tirar desde el pretratamiento hasta después del tratamiento, considerando a los 5 pacientes respondedores al tratamiento, pero las ganancias durante el seguimiento solamente se mantuvieron en dos de los cinco participantes. La ACT también ha sido aplicada a una muestra de adolescentes en 11 y 12 sesiones (Fine et al., 2012) con resultados favorables, reportando disminuciones de tracción clínicamente significativas en el tratamiento, al igual que de la angustia y deterioro informados.
las disminuciones en la experiencia de evitación estudiada en la ACT, correlacionan significativamente con la reducción de la severidad de la TTM
En estos estudios citados se emplea una combinación de ACT y HRT, defendiendo la importancia de utilizar herramientas ACT para aumentar la participación de la persona demandante de intervención psicológica, así como el mantenimiento de ganancias del uso de HRT. De igual modo, todos ellos han enfocado las primeras sesiones en introducir elementos ACT para después trabajar a partir de la HRT, incluyendo ejercicios de: estrategias de no control, desesperanza creativa, defusión del lenguaje, aceptación y determinación de valores; incluyendo en el primer estudio citado, ejercicios de mindfulness de 3-5 minutos de duración al comienzo de cada sesión. Según los datos anteriores, se aprecia que las disminuciones en la experiencia de evitación estudiada en la ACT, correlacionan significativamente con la reducción de la severidad de la TTM, lo que implica que la orientación de evitación experiencial puede ser útil en el tratamiento de la TTM. En la misma línea, una intervención reciente de caso único compuesta por 8 sesiones concluyó que el entrenamiento de la mente en sí misma, a través de terapia cognitiva basada en Mindfulness, podría ser una intervención clínica adecuada para la tricotilomanía. Los resultados indican que se produjo una mejoría en la atención plena, un efecto beneficioso que conllevó la reducción de la tracción del pelo, efecto que se mantuvo a los seis meses de seguimiento (Busana, Coussement, Heeren y Philipopt, 2015). Desde el enfoque de terapia de conducta, actualmente se están realizando grandes esfuerzos para proponer el mejor tratamiento posible a las personas afectadas de TTM, desarrollando un manual específico basado en el “Comprehensive  Behavioral Model” (ComB) elaborado a partir de los resultados de las intervenciones, así como de las evaluaciones de psicólogos y personas afectadas que lo han utilizado (Falkenstein et al., 2015). Los autores sugieren que los participantes con una línea base de baja evitación experiencial podrían beneficiarse mejor del ComB, mientras que los participantes con alta evitación experiencial se beneficiarían más de la terapia de conducta mejorada con enfoque ACT. A la hora de proponer una intervención utilizando herramientas de la ACT y Mindfulness no se busca principalmente que la persona deje de arrancarse el pelo, sino que se abra a su experiencia presente y camine hacia la consecución de sus valores, de manera que la tricotilomanía no determine todos sus pensamientos, sentimientos y experiencias vitales. Desde el enfoque de la ACT se propone que, como fruto del desarrollo de flexibilidad psicológica y disminución de la evitación experiencial sobre los episodios de tracción y sus consecuencias, la persona reducirá sus episodios de tracción, o cuanto menos se reducirá el sufrimiento causado por su experiencia con la tricotilomanía.

Discusión

La defensa de intervenciones para la TTM con base en ACT parte de considerar el arrancarse el pelo como una estrategia de evitación experiencial, en que la persona aprende a controlar sus emociones a partir de arrancarse el pelo, lo que a corto plazo le puede generar alivio y satisfacción, pero que le provoca convivir con unas consecuencias y secuelas físicas altamente desagradables. La persona con TTM ya cansada de tirar de su pelo hace todo lo posible por huir de esta experiencia lo que hace que se ancle más en ella reproduciendo un círculo vicioso altamente frustrante y desolador. Es por ello que el objetivo de partida desde un enfoque en terapia con base en Mindfulness es tratarla con amor, compasión y, ante todo, no rechazar su historia con la TTM y hacerle ver que es tan válida como cualquier otra experiencia de vida; devolverle así la esperanza, la voluntad por centrarse en sus valores y realizar la vida que más desea sin centrarse en el síntoma de estirar del propio pelo. De esta forma, se priorizan los propios valores y el compromiso para con ellos, lo cual se entiende que es una consecuencia directa de la reducción de la evitación experiencial. Lo que se persigue principalmente con este tipo de intervenciones es aumentar la calidad de vida de la persona, disminuir la lucha que la agota y hace que se oculte y, como defiende Falkenstein y Haaga (2016) centrarnos en reducir no sólo los síntomas, sino también el deterioro funcional y mejorar sus relaciones con el entorno, a partir de sentirse mejor consigo misma. Descarga la investigación completa con la lista bibliográfica y datos de Beatriz Moreno Amador.  Artículo relacionado: Vivir con tricotilomanía Imagen: Tricotilomanía en Shutterstock

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Por qué ganó Trump?

  • María Eugenia Parla
  • 09/11/2016
Hoy el mundo está conmocionado por la victoria de Donald Trump… Y todos nos preguntamos ¿por qué ganó? Aunque ya no es novedad que publicistas profesionales se dedican a diseñar y aplicar en campañas principios de influencia social para cambiar nuestros afectos, creencias, intenciones, actitudes y comportamientos, ¿hasta qué punto compramos el verso? Resonó esta mañana en mi cabeza una película Alemana que vi hace un tiempo, “Ha vuelto” (Er ist wieder da), basada en el libro de Timun Verms del mismo nombre: Hitler reaparece en Alemania en el siglo XXI y nadie cree que es él, una productora lo descubre y por su increíble supuesto parecido con el Fuhrer lo convierte en una estrella en formato de comediante imitador, volviéndolo nuevamente en un ídolo de masas. La película mezcla comedia con una crítica social; si bien Hitler es considerado como uno de los hombres más siniestros que haya vivido en el siglo XX, deja entrever cómo una sociedad que se deja seducir por el carisma y la elocuencia, está dispuesta a aceptar ideologías terribles, y aunque nos gustaría pensar que hay cuestiones que tenemos superadas, en realidad se encuentran a modo de germen de una manera mucho más frecuente de lo que nos gustaría admitir. En palabras del propio Vermes «Se dice a menudo que si volviese un nuevo Hitler sería fácil pararle los pies. He intentado mostrar, por el contrario, que incluso hoy Hitler tendría una posibilidad de triunfar, solo que de otra manera». A nivel socioestructural, las disfunciones o conflictos propios del sistema motivan formas de violencia política explícita, por lo general distorsionando la realidad social para justificar su accionar; es decir, aparecen estos recursos ideológicos de implementación de argumentos para modificar creencias y hacer que la gente identifique y responsabilice a algún enemigo institucional o social común como culpable de todas las amenazas e injusticias, cuya imagen termina viéndose cuasi deshumanizada, inhibiendo así cualquier posible reacción de empatía. Esto genera un efecto de cohesión, al desplazar la responsabilidad hacia un actor externo y activa sentimientos de odio e indignación. En mi opinión, Trump aviva y valida temáticas xenófobas que mucha gente tenía guardadas, y una persona cuyas ideas se asemejen a las que yo tenga (quiera o no admitirlas públicamente), despierta una inclinación de la mente humana conocida como “principio de semejanza”; una de las más importantes formas de influencia entre los seres humanos. Pero esta de ninguna manera es la única vía de influencia; Trump es lo que en EE.UU llaman un pez gordo, un empresario multimillonario, una autoridad del mundo empresarial pero una autoridad al fin, por lo que su opinión resulta influyente aunque lo que esté planteando no tenga nada que ver con un conocimiento político profundo y no sea resultado de un análisis fundado, por lo cual no sorprende que ante la incertidumbre, haya gente que le dé mucho más peso a su discurso del que debería. Siguiendo con esta misma línea, existen lo que se llaman “atributos de influencia”, algunos muy estudiados como es el efecto halo, un fenómeno que ocurre cuando al producto (=candidato) se le atribuyen ciertas características por el simple hecho de tener otras socialmente deseables como pueden ser credibilidad, atractivo o poder. También puede ocurrir que ni siquiera posea estas características sino alguien del entorno próximo y que por asociación se trasladan al producto a vender (¿nunca se preguntaron por qué las promotoras y modelos son bellas?). Entonces, éxito en los negocios inmobiliarios, una mujer preciosa, dueño del concurso de belleza miss USA, ¿todo esto puede estar evocando otro tipo de características que racionalmente no se vinculan? Por otro lado, hay un viejo dicho “toda publicidad es buena publicidad” que parece indicar la influencia del efecto de la mera exposición (Zajonc). Esta influencia se conoce como “familiaridad”. Sólo con pensar en la propaganda, buena o mala, pero propaganda al fin, que tuvo Trump se entiende…no olvidemos que hizo un reality show muy popular donde tuvo la posibilidad de producir un despliegue ostentoso cual pavo real; 14 temporadas de “El Aprendiz”. Por último, me gustaría mencionar el efecto de la responsabilidad compartida de las personas que no votaron, de quienes no se hicieron cargo de lo que estaba pasando. Y como reflexión final, me gustaría remarcar que las vías de influencia sólo tienen cabida en la utilización de heurísticos, cuando no contamos con la información necesaria para poder elegir libremente. En un mundo de prisas, exigirles a los candidatos debates y propuestas reales, serias y a su vez concientizarnos en votar proyectos concretos, en lugar de personas es hacernos cargo de nuestro futuro, es libertad. Somos más fácilmente influenciados cuando más perezosos nos volvemos. Articulo recomendado: Psicología de las elecciones: ¿Realmente elegimos a nuestros candidatos? Referencia bibliográfica:
  • De la Corte, L., Kruglanski, A., De Miguel, J., Sabucedo, J. M., & Díaz, D. (2007). Siete principios psicosociales para explicar el terrorismo. Psicothema, 19(3), 366-374.
  • López-Sáez, M., & Bustillos, A. (2008). Eficacia del uso de tácticas de influencia social en la propaganda de marketing social. Revista de Psicología Social, 23(1), 17-28.
  • CIALDINI, R. B. (1990), Influencia. Ciencia y práctica. Barcelona, Servicio Universidad.

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