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Crianza

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  • Artículos Recomendados de la Web

Cómo educar a los niños con el ejemplo

  • 18/12/2019
  • David Aparicio

Las palabras convencen, el ejemplo arrastra…

Ruth Alfonso Arias escribe para el diario español, El País:

Como adultos estamos siempre pendientes de lo que decimos o cómo lo decimos. Pero en ocasiones nos olvidamos de lo que hacemos y, sobre todo, olvidamos que la palabra convence, pero el ejemplo arrastra. Los niños siguen nuestros pasos, cada día podemos enseñarles algo: cuando cruzamos de manera adecuada por un paso de cebra, cuando somos tolerantes o respetamos la naturaleza.

(…)

¿Cómo podemos afrontar estos valores con los niños?:

Capacidad de autocontrol: ante una rabieta o un conflicto cuando lo más fácil es “unirse al caos”. Hoy sabemos de la existencia de las neuronas espejo, a través de las cuales nos contagiamos del estado emocional del otro. Cuando estamos alterados es muy difícil que un niño permanezca tranquilo. Nuestra calma es fundamental para acabar con el tsunami emocional en el que se han sumergido, de ahí surge la necesidad de trabajar con nosotros mismos para poder transmitir a nuestros hijos la habilidad de la autorregulación. Una habilidad indispensable en la vida.

Frustración: cuando algo no sale bien tenemos la opción de estallar o la posibilidad de atajarlo de otra manera pensando en lo bueno que podemos obtener de esa situación. El mensaje que podemos trasladarles es que no podemos controlar todo lo que nos pasa, pero lo importante es que puedo controlarme a mí mismo. Si nos encontramos en la fila de un supermercado con nuestros hijos y surge algún problema, podemos estallar, enfadarnos con la situación o tratar de llevar ese momento de la mejor manera posible.

Lee la lista completa de habilidades en El País.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Niños tímidos: ¿qué dicen las investigaciones sobre el temperamento?

  • 07/10/2019
  • Maria Fernanda Alonso

El temperamento, o la forma en que cada persona responde emocionalmente al medio ambiente, puede identificarse en bebés de hasta 4 meses de edad. Se mide mostrando a los bebés algunos juguetes simples, como un móvil con varios animales colgantes, y estudiando cómo reaccionan. Esta simple prueba ha demostrado de manera bastante consistente que los bebés que se sienten abrumados o angustiados emocionalmente en respuesta a un teléfono móvil colgante tienen más probabilidades de ser tímidos a medida que crecen (J. Kagan, 1997). Estos bebés son particularmente sensibles a cualquier tipo de cambio en el medio ambiente y pueden enojarse fácilmente incluso con las actividades más rutinarias, como un timbre que suena o el cambiar un pañal. Por el contrario, los bebés que reaccionan positivamente a estos cambios, o no reaccionan en absoluto, son los que tienen más probabilidades de llegar a ser muy sociables cuando son niños en edad preescolar.

Sorprendentemente, esta relación va más allá de la primera infancia, y las respuestas de los bebés al móvil a los 4 meses de edad predicen cuán tímidos o sociales serán en la adolescencia (Jerome Kagan et al., 2007). Las diferencias entre niños tímidos y extrovertidos en edad preescolar incluso se pueden ver en su biología y en el cerebro (Barker, Reeb-Sutherland, & Fox, 2014) (Rubin, Coplan, Fox, & Calkins, 1995) (Cole, Zahn-Waxler, Fox, Usher, & Welsh, 1996), lo que sugiere que la timidez tiene una base biológica fuerte y podría ser parte de la personalidad de un individuo desde muy temprano en la vida.

El temperamento no está grabado en piedra

El temperamento de un niño puede cambiar, y las reacciones negativas de los bebés a nuevas personas, objetos y situaciones pueden volverse menos extremas con el tiempo. Además de eso, no hay nada de malo en ser un poco tímido. Muchos niños necesitan algo de tiempo para adaptarse a su entorno antes de estar listos para saltar y unirse a la diversión (Thomas, Chess, & Birch, 1970). Sin embargo, vale la pena señalar que hay un subconjunto de bebés, alrededor del 10-15%, que son extremadamente sensibles. Estos son los que corren mayor riesgo de desarrollar timidez, y una parte de ellos (alrededor del 40%) podría incluso desarrollar ansiedad social más adelante en la vida (Fox & Helfinstein, 2013).

Hay intervenciones disponibles para ayudar a evitar que estos niños desarrollen problemas de ansiedad social. Además de eso, la crianza con apoyo realmente puede ayudar. Por ejemplo, la investigación ha demostrado que el riesgo de un bebé de ser tímido disminuye significativamente cuando tienen madres que son sensibles y responden adecuadamente a las necesidades del niño. Entonces, incluso para los bebés que se angustian fácilmente cuando se les presentan situaciones nuevas o desafiantes, tener un padre o madre que responda a sus necesidades puede actuar como un amortiguador contra el desarrollo de la timidez o la ansiedad social (Penela, Henderson, Hane, Ghera, & Fox, 2012).

Del mismo modo, la crianza de los hijos puede desempeñar un papel en cómo los niños tímidos y extrovertidos desarrollan un sentido de moralidad o conciencia durante la infancia. Por ejemplo, los niños que son tímidos o propensos a sentirse ansiosos probablemente se angustien fácilmente cuando son reprendidos por violar las reglas. Como resultado, solo necesitan (y responden bien) a formas suaves de disciplina, ya que fácilmente se sienten culpables por sus transgresiones. Los niños que son mucho más extrovertidos o intrépidos no siempre responden a una disciplina suave y requieren un poco más de atención cuando rompen las reglas, ya que no se sienten ansiosos por sí solos (Kochanska, Clark, & Goldman, 1997)

En conjunto, las investigaciones sugieren que desde muy temprano en la vida se puede desarrollar una personalidad tímida o extrovertida y esto tiene una base biológica sólida. Pero anatomía no es igual destino, por lo que ante un niño sensible a los cambios en el entorno, una crianza igualmente sensible que le permita adaptarse a cosas nuevas a su propio ritmo podría ser de gran ayuda para evitar el futuro desarrollo de miedo o ansiedad social futuros.

Y aunque la timidez tiene una fuerte base biológica, no hay garantía de que los hermanos tengan exactamente el mismo temperamento. Es muy posible que un hijo sea tímido y ansioso, y su hermano sea revoltoso e intrépido. Si ese es el caso, es importante recordar que ajustar el estilo de crianza para satisfacer las necesidades de cada niño es importante, y lo que funciona para un temperamento podría no funcionar tan bien para el otro.

Referencias bibliográficas:

Barker, T. V., Reeb-Sutherland, B. C., & Fox, N. A. (2014). Individual differences in fear potentiated startle in behaviorally inhibited children. Developmental Psychobiology, Vol. 56, pp. 133-141. https://doi.org/10.1002/dev.21096

Cole, P. M., Zahn-Waxler, C., Fox, N. A., Usher, B. A., & Welsh, J. D. (1996). Individual differences in emotion regulation and behavior problems in preschool children. Journal of Abnormal Psychology, 105(4), 518-529. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/8952185

Fox, N. A., & Helfinstein, S. M. (2013). The Contribution of Temperament to the Study of Social Cognition. Navigating the Social World, pp. 49-53. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199890712.003.0010

Kagan, J. (1997). Temperament and the reactions to unfamiliarity. Child Development, 68(1), 139-143. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9084130

Kagan, J., Fox, N. A., Snidman, N., Kahn, V., Steinberg, L., & Towsley, S. (2007). The preservation of two infant temperaments into adolescence. Recuperado de https://books.google.com/books/about/The_preservation_of_two_infant_temperame.html?hl=&id=IT4mAQAAIAAJ

Kochanska, G., Clark, L. A., & Goldman, M. S. (1997). Implications of mothers’ personality for their parenting and their young children’s developmental outcomes. Journal of Personality, 65(2), 387-420. https://doi.org/10.1111/j.1467-6494.1997.tb00959.x

Penela, E. C., Henderson, H. A., Hane, A. A., Ghera, M. M., & Fox, N. A. (2012). Maternal Caregiving Moderates the Relation Between Temperamental Fear and Social Behavior with Peers. Infancy, Vol. 17, pp. 715-730. https://doi.org/10.1111/j.1532-7078.2012.00114.x

Rubin, K. H., Coplan, R. J., Fox, N. A., & Calkins, S. D. (1995). Emotionality, emotion regulation, and preschoolers’ social adaptation. Development and Psychopathology, Vol. 7, pp. 49-62. https://doi.org/10.1017/s0954579400006337

Thomas, A., Chess, S., & Birch, H. G. (1970). The Origin of Personality. Scientific American, Vol. 223, pp. 102-109. https://doi.org/10.1038/scientificamerican0870-102

Fuente: Psychology Today

  • Salud Mental y Tratamientos

¿Burnout parental?

  • 26/08/2019
  • Maria Fernanda Alonso

Elizabeth es madre de tres niños. Durante varios años pudo dedicar todo su tiempo a la crianza. Fue algo que decidieron junto a su esposo: ambos consideran que este es un asunto primordial, por lo que acordaron que ella se quedaría con los niños y que él trabajaría fuera del hogar.

En ese tiempo Elizabeth se esforzó por darles la atención y el apoyo óptimos en cada aspecto de su desarrollo. Los llevaba a la escuela, a sus actividades extracurriculares, les cocinaba, supervisaba sus tareas, y estuvo con ellos en sus momentos de felicidad y tristeza. Debido a la situación económica, hace unos años tuvo que volver a trabajar fuera de la casa, y debió encontrar un balance entre la maternidad y su responsabilidad laboral.

En los últimos meses las cosas se han ido dificultando. Su hijo mayor tuvo un accidente y necesita fisioterapia tres veces por semana. El más chico empezó la escuela primaria y está experimentando graves dificultades de aprendizaje. Su carga de trabajo como madre ha aumentado dramáticamente y su esposo no puede compartir la carga, entra a trabajar muy temprano en la mañana y vuelve a casa tarde en la noche, además su trabajo incluye diversos viajes de corta duración todas las semanas.

Elizabeth se siente cada vez más exhausta. Ella se esfuerza por mantener la rutina: trabajo, viajes, comidas y tareas. Pero no tiene el tiempo ni la energía para compartir momentos de calidad con los niños, y menos aún para escuchar o lidiar con sus dificultades emocionales. Se ha vuelto fría e irritable, y los niños se quejan de que no es «la misma que solía ser». Siente que es una madre terrible.

¿Sufre Elizabeth de burnout parental?

¿Qué es el burnout?

El burnout se puede definir como “(…) un síndrome psicológico que emerge como una respuesta prolongada a estresores interpersonales crónicos en el trabajo. Las tres dimensiones clave de esta respuesta son cansancio abrumador, sentimientos de cinismo y desapego por el trabajo, y una sensación de ineficiencia y falta de logros”(Maslach & Leiter, 2016).

Una gran experiencia en la vida de muchas personas puede ser criar a sus hijos. Sin embargo, también puede ser estresante, y cuando madres o padres carecen de los recursos necesarios para manejar los factores estresantes relacionados con la crianza de los hijos, pueden desarrollar burnout parental. A esto se suman las crecientes exigencias sociológicas respecto de cómo se espera que sean criados los niños que luego serán considerados ciudadanos y se insertarán en un mundo laboral de competitividad creciente.

Adaptación de las dimensiones: burnout parental

Diversos estudios han encontrado que madres y padres pueden sufrir burnout debido a asuntos de crianza (Pelsma, Roland, Tollefson, & Wigington, 1989), (Norberg, 2010), (Lindström, Åman, & Norberg, 2011), (Lindahl Norberg, Mellgren, Winiarski, & Forinder, 2014).

Respecto de los tres aspectos que conforman el síndrome del burnout laboral, los investigadores se vieron en la necesidad de realizar algunas adaptaciones para extrapolar conceptos y metodologías. Es por ello que reemplazaron la despersonalización sufrida por el trabajador con el distanciamiento emocional (Pelsma et al., 1989), (Roskam, Raes, & Mikolajczak, 2017).

“No es sorprendente que se descubriera que la despersonalización no era adecuada en el contexto parental. Aunque los empleados muy agotados pueden considerar a sus clientes o pacientes como números, los padres muy agotados no pueden «deshumanizar» a sus hijos. (…) Los padres que no sufren de psicosis o trastornos antisociales no pueden considerar la carne de su carne como objetos. Sin embargo, lo que pueden hacer es distanciarse de la fuente del agotamiento” (Roskam et al., 2017). En este estudio se observó que los padres tienden a desconectarse emocionalmente en lugar de físicamente, brindando atención práctica a la hora de dormir o alimentarse, pero se involucran menos emocionalmente, y son menos sensibles a sus hijos.

El burnout parental es un síndrome específico resultante de la exposición duradera al estrés crónico de madres y padres. Abarca tres dimensiones: un agotamiento abrumador relacionado con el papel de madre o padre, un distanciamiento emocional con los hijos y una sensación de ineficacia en el papel de madre o padre.

El estudio de Roskam, Raes y Mikolajczak examinó la superposición con el burnout laboral, con la depresión y con el estrés. Encontraron correlaciones bajas a moderadas que sugieren que existen relaciones significativas entre el burnout parental, el burnout laboral, el estrés y la depresión de madres y padres, pero también que el agotamiento de los padres no es sólo agotamiento, estrés o depresión. La independencia entre el agotamiento profesional y el parental indica que estar exhausto en el trabajo no implica estar exhausto en el hogar. Para muchos trabajadores que sufren burnout, la vida familiar puede verse como un refugio seguro y para muchas madres o padres que sufren burnout parental, el trabajo fuera del hogar parece ser un lugar seguro. Por lo tanto, este estudio confirma que el agotamiento es un síndrome específico del contexto en lugar de un síndrome sin contexto.

La prevalencia del agotamiento parental confirma la intuición de Procaccini y Kiefaber de que algunos padres están tan agotados que el término «burnout» es apropiado (Richards, 2010). (Roskam et al., 2017)

¿Burnout parental o sólo maternal?

Una cuestión importante que analizaron los investigadores fue si el síndrome de burnout aplicaba sólo a las madres o si también incluía a los padres. Este interrogante surge del rol que tradicional y culturalmente se ha asignado al género femenino en torno a la crianza del los hijos y la administración del hogar familiar.

El estudio de Roskam señaló que aunque la gran mayoría de sus participantes fueron mujeres (lo que sugiere que todavía las mujeres pueden estar más involucradas en la crianza que los padres) el estudio confirma que el burnout también afecta a los padres. Los padres que se esforzaron en su paternidad (es decir, estaban interesados ​​en su equilibrio entre el trabajo y la familia y en ser padres, tenían la misma probabilidad de sufrir de burnout parental que las madres. Por lo tanto, independientemente de los puntos de corte utilizados, la prevalencia del agotamiento de los padres fue la misma entre madres y padres. Esto sugiere que el nombre «burnout parental» es más apropiado que «burnout materno,» especialmente a medida que los padres se involucran más en la crianza de sus hijos.

Investigaciones recientes

Con una muestra de 1723 madres y padres de habla francesa, investigadores examinaron la relación entre el agotamiento de los padres y 38 factores que pertenecen a cinco categorías: sociodemográficas, particularidades del niño, rasgos estables de los padres, crianza y funcionamiento familiar. El objetivo de la investigación era facilitar una mayor identificación de antecedentes/factores de riesgo para el burnout parental con el fin de informar las prácticas de prevención e intervención.

En 862 padres, primero examinaron hasta qué punto estos factores de riesgo teóricamente relevantes se correlacionaban con el burnout. Luego estudiaron su peso relativo al predecir el agotamiento y la cantidad de varianza explicada total. Decidieron conservar únicamente los factores significativos para trazar un modelo preliminar de factores de riesgo de agotamiento. Posteriormente probaron este modelo en otra muestra de 861 padres. Los resultados sugirieron que el burnout parental es un síndrome multideterminado principalmente predicho por tres conjuntos de factores: los rasgos estables de los padres, el funcionamiento de la paternidad y el funcionamiento familiar. (Mikolajczak, Raes, Avalosse, & Roskam, 2018)

Recientemente, investigadores se centraron en el estudio del impacto del burnout parental en la ideación de escape, la negligencia de los padres y la violencia de los padres a través de dos estudios longitudinales cruzados (N = 918, N = 822) que incluyeron la realización de encuestas online tres veces durante un año. Los resultados indicaron que el burnout parental aumenta en gran medida la idea de escape, así como los comportamientos negligentes y violentos hacia los propios hijos (sumados d de Cohen = 1.31, 1.25 y 1.25, respectivamente). Estos hallazgos muestran que el burnout parental es una condición grave que requiere más atención urgentemente. (Mikolajczak, Gross, & Roskam, 2019)

El burnout laboral ha sido investigado como factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares, trastornos inmunitarios, insomnio y depresión.

Es inevitable preguntarnos: ¿podría el burnout parental ser un factor de riesgo para aquellas enfermedad u otras, tanto en padres como en hijos? ¿Qué impacto tiene en el desarrollo de los hijos? Los interrogantes que surgen son innumerables.

Referencias de los estudios:

  • Lindahl Norberg, A., Mellgren, K., Winiarski, J., & Forinder, U. (2014). Relationship between problems related to child late effects and parent burnout after pediatric hematopoietic stem cell transplantation. Pediatric Transplantation, 18(3), 302-309. https://doi.org/10.1111/petr.12228
  • Lindström, C., Åman, J., & Norberg, A. L. (2011). Parental burnout in relation to sociodemographic, psychosocial and personality factors as well as disease duration and glycaemic control in children with Type 1 diabetes mellitus. Acta paediatrica, 100(7), 1011-1017. Recuperado de https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/j.1651-2227.2011.02198.x
  • Mikolajczak, M., Gross, J. J., & Roskam, I. (2019). Parental Burnout: What Is It, and Why Does It Matter? Clinical psychological science, 2167702619858430. https://doi.org/10.1177/2167702619858430
  • Mikolajczak, M., Raes, M.-E., Avalosse, H., & Roskam, I. (2018). Exhausted Parents: Sociodemographic, Child-Related, Parent-Related, Parenting and Family-Functioning Correlates of Parental Burnout. Journal of child and family studies, 27(2), 602-614. https://doi.org/10.1007/s10826-017-0892-4
  • Norberg, A. L. (2010). Parents of children surviving a brain tumor: burnout and the perceived disease-related influence on everyday life. Journal of Pediatric Hematology/oncology, 32(7), e285-e289. https://doi.org/10.1097/MPH.0b013e3181e7dda6
  • Pelsma, D. M., Roland, B., Tollefson, N., & Wigington, H. (1989). Parent Burnout: Validation of the Maslach Burnout Inventory with a Sample of Mothers. Measurement and Evaluation in Counseling and Development, 22(2), 81-87. https://doi.org/10.1080/07481756.1989.12022915
  • Richards, N. (2010). The Ethics of Parenthood. Recuperado de https://play.google.com/store/books/details?id=u2OMPEhhCRAC
  • Roskam, I., Raes, M.-E., & Mikolajczak, M. (2017). Exhausted Parents: Development and Preliminary Validation of the Parental Burnout Inventory. Frontiers in Psychology, 8, 163. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2017.00163
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Crianza con contacto físico: caricias y castigos corporales ¿Seguiremos tapándonos los ojos ante la evidencia?

  • 20/08/2019
  • Maria Fernanda Alonso

Cada experiencia vivida desde el momento del nacimiento y, en particular, las interacciones sociales tempranas, contribuyen al desarrollo de las capacidades cognitivas de bebés y niños. No sorprende, por tanto, que los vínculos y la crianza dentro del seno familiar revistan una importancia singular, pues dentro de la familia el infante vivirá, casi exclusivamente, los primeros años de su existencia.

(Harlow, 1958) y (Meaney, 2001) fueron pioneros en el estudio del tacto en el laboratorio. El toque cariñoso es parte del sistema de desarrollo social temprano de un mamífero (MONTAGU & A, 1972). Da forma a los sistemas neurobiológicos, como el sistema oxitocinérgico y el nervio vago (Carter, Sue Carter, & Porges, 2012), la respuesta al estrés (Field & Hernandez-Reif, 2012) y muchos otros sistemas (Hofer, 1994). El sistema de desarrollo de la humanidad o nido también incluye un toque cariñoso extenso (Hrdy, Hewlett, & Lamb, 2005). James (Prescott, 1996) postuló un trastorno de déficit sensorial entre los niños que recibieron castigos corporales y poco contacto cariñoso, una condición correlacionada con adicciones y violencia.

El castigo físico duro en ausencia de maltrato infantil está asociado con el incremento en las posibilidades de tener varios trastornos clínicos y otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica (como depresión mayor, distimia, trastornos del estado de ánimo, manía, fobia específica, trastornos de ansiedad, abuso/dependencia de sustancias y trastornos externalizados) y trastornos de la personalidad.

Y, de hecho, no elimina los comportamientos problemáticos, sino que los incrementa y perjudica la salud física y mental de los niños y adolescentes. Una investigación demuestra que hay menos violencia juvenil en los países en donde se prohibe el castigo físico.

Hace un tiempo publicamos un artículo muy completo sobre los efectos de las “nalgadas y los correazos,” donde expusimos datos que han arrojado muchos estudios sobre el tema, que suman un vasto cuerpo de evidencias en sintonía con las investigaciones que venimos comentando en este momento.

Sumándose a todas estas investigaciones previas, un nuevo estudio también analizó el tacto, tanto positivo como negativo, y sus efectos sobre el bienestar y el desarrollo social de niños pequeños y adultos (Narvaez et al., 2019).

Se realizaron tres estudios. En el primero, madres de preescolares informaron sobre sus actitudes hacia el tacto, tanto positivas como negativas, y sobre el bienestar y los resultados sociomorales de sus hijos. En los modelos de ecuaciones de estructura, las actitudes maternas hacia el toque cariñoso y hacia el castigo corporal predijeron (más allá de la capacidad de respuesta y la demografía materna) dos variables latentes (combinaciones de variables): la prosperidad infantil y la mala adaptación social. Esto sugiere que las actitudes maternas pueden ser importantes para lo que los niños realmente experimentan.

En el segundo estudio, se utilizó un conjunto de datos longitudinales (n = 682) que incluía madres jóvenes «en riesgo» que fueron entrevistadas, encuestadas y observadas con sus hijos durante los primeros tres años de vida de los pequeños. En resumen, se encontró que:

  • Las madres cuyas actitudes rechazaron el contacto negativo a los 6 meses posteriormente tuvieron hijos más comprometidos socialmente a los 18 meses; estos mismos niños eran más competentes y menos propensos a tener problemas de conducta a los 24 meses. Sin embargo, estos efectos desaparecieron cuando se midieron un año después.
  • Las conductas parentales de contacto positivo a los 18 meses se correlacionaron positivamente con la regulación conductual concurrente pero no futura y con la competencia social a los 24 y 36 meses.
  • Las conductas parentales de contacto positivo a los 30 meses se correlacionaron positivamente con el compromiso social concurrente y menor externalización de problemas 6 meses después.
  • La falta de contacto negativo se relacionó positivamente con la regulación conductual concurrente tanto a los 18 como a los 30 meses.
  • La falta de conductas de contacto negativo por parte de las madres a los 18 meses también se relacionó positivamente con las calificaciones de competencia social a los 36 meses y negativamente con la externalización de problemas por parte de los niños a los 24 y 36 meses.
  • A los 30 meses, la evitación materna del castigo por contacto se relacionó significativamente con todos los resultados del niño, excepto la internalización de problemas.

Un tercer estudio incluyó informes retrospectivos de adultos (n = 607) sobre sus experiencias infantiles y sus capacidades contemporáneas de salud mental, sociales y morales. No es sorprendente que, a la luz de la teoría del apego de (Bowlby, 1951), el contacto cariñoso y los bajos niveles de castigo corporal se correlacionaron con el apego seguro. Los análisis de mediación conectaron el contacto positivo en la infancia y la falta de castigo corporal al apego seguro, una mejor salud mental (menos ansiedad y depresión), una mayor toma de perspectiva (empatía cognitiva) y una moral más comprometida socialmente (versus moralidades autoproteccionistas). Hubo coeficientes positivos entre cada una de las variables, así como efectos directos significativos de los informes de contacto infantil (gran afecto, falta de castigo corporal) a la moral, lo que indica una mediación parcial.

Para las moralidades autoproteccionistas (oposición social o retraimiento social), había patrones opuestos. Aquellos que experimentaron un contacto más negativo y menos positivo indicaron un apego menos seguro, peor salud mental, capacidades sociales más bajas (ya sea menos habilidades de toma de perspectiva que conducen a una moral social oposicionista o más angustia personal que conduce al retraimiento social). Estas fueron vías de mediación con datos de un punto de tiempo en la edad adulta, por lo que no se pueden sacar conclusiones causales.

Los tres estudios proporcionan evidencia convergente de la importancia del contacto afectivo y la experiencia perjudicial del castigo corporal. La Asociación Americana de Psicología (APA) ha tomado posición contra el castigo corporal por sus efectos nocivos en el desarrollo de los niños. De la última investigación se interpreta que el castigo corporal también tiene un efecto perjudicial en el desarrollo moral. En contraposición, contacto afectivo se muestra vital para el desarrollo saludable de la persona.

Referencias:

Bowlby, J. (1951). Maternal care and mental health. Bulletin of the World Health Organization, 3(3), 355-533. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14821768

Carter, C. S., Sue Carter, C., & Porges, S. W. (2012). Neurobiology and the Evolution of Mammalian Social Behavior. Evolution, Early Experience and Human Development, pp. 132-151. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199755059.003.0008

Field, T., & Hernandez-Reif, M. (2012). Touch and Pain Perception in Infants. Evolution, Early Experience and Human Development, pp. 262-276. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199755059.003.0015

Harlow, H. F. (1958). The nature of love. American Psychologist, Vol. 13, pp. 673-685. https://doi.org/10.1037/h0047884

Hofer, M. A. (1994). Hidden regulators in attachment, separation, and loss. Monographs of the Society for Research in Child Development, 59(2-3), 192-207. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7984161

Hrdy, S., Hewlett, B. S., & Lamb, M. E. (2005). Hunter-gatherer childhoods: Evolutionary, developmental, and cultural perspectives.

Meaney, M. J. (2001). Maternal Care, Gene Expression, and the Transmission of Individual Differences in Stress Reactivity Across Generations. Annual Review of Neuroscience, Vol. 24, pp. 1161-1192. https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.24.1.1161

MONTAGU, & A. (1972). Touching, The human significance of the skin. Perennial Library, 98-99. Recuperado de https://ci.nii.ac.jp/naid/10007744975/

Narvaez, D., Wang, L., Cheng, A., Gleason, T. R., Woodbury, R., Kurth, A., & Lefever, J. B. (2019). The importance of early life touch for psychosocial and moral development. Psicologia: Reflexão E Crítica, 32(1), 1-17. https://doi.org/10.1186/s41155-019-0129-0

Prescott, J. W. (1996). The origins of human love and violence. Journal of prenatal & perinatal psychology & health: APPPAH, 10, 143-188. Recuperado de http://search.proquest.com/openview/cbc268ea1ac89ecca9066321cdc5fff6/1?pq-origsite=gscholar&cbl=28214

Fuente: Psychology Today

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Hablar sobre eventos traumáticos con niños

  • 16/08/2019
  • Maria Fernanda Alonso

Sucesos angustiantes (actos de violencia, desastres naturales, accidentes, etc.) ocurren con demasiada frecuencia y por más que procuramos proteger a los niños, ellos pueden estar expuestos a tales eventos a cualquier edad. Estas situaciones pueden quebrantar su sensación de seguridad, por lo que la manera de abordar la cuestión por parte de las madres, padres o cuidadores será crucial para promover la sensación de seguridad perdida, y evitar que los chicos vean al mundo como un lugar amenazante y aterrador. Es posible que las madres, padres o cuidadores recreen la sensación de seguridad perdida después del trauma.

Si bien este artículo está redactado con un evidente enfoque en niños, su lectura también puede ser de utilidad para quienes estén a cargo del cuidado de adolescentes.

Comportamientos que podrías ver en un niño pequeño después de un evento aterrador o traumático:

  • Ansiedad: puede manifestarse, por ejemplo, con problemas para concentrarse o prestar atención, incremento del aferramiento, llanto y gemidos.
  • Mayor miedo a separarse de los padres.
  • Aumento de comportamientos agresivos.
  • El niño se encuentra más retraído y es más difícil que se involucre, puede manifestar pérdida de interés en las actividades, pérdida de confianza, o no querer hablar.
  • Preocupación: ya sea a través de juegos que representan eventos aterradores, o revivir la experiencia mediante dibujos repetidos. Puede estar muy preocupado por la posibilidad de que ocurran eventos en el futuro o puede tener pesadillas.
  • Cambios en los patrones de sueño y alimentación.
  • Se frustra con mayor facilidad y es más difícil de consolar.
  • Un regreso a comportamientos anteriores, como despertarse con frecuencia y chuparse el dedo.
  • Síntomas físicos: como dolor de cabeza o de panza, sentirse cansado, comer mucho o muy poco.

Permitile una reacción tardía. Al principio, puede parecer que algunos niños son capaces de hacer frente a la situación sin mayores problemas, pero pueden experimentar reacciones al estrés días, semanas e incluso meses más tarde.

Cuando ocurre un evento traumático y tu hijo muestra signos de angustia, tu respuesta ante el evento traumático es importante para el niño:

  • Respondé a la necesidad de tu hijo de mayor atención, comodidad y protección. Esto lo hará sentirse más seguro antes.
  • Prestá mucha atención a los sentimientos de tu hijo y validalos. Ignorar los sentimientos no los hace desaparecer.
  • Ayudá a tu hijo a identificar sus sentimientos nombrándolos (aterrador, triste, enojado, etc.).
  • Ofrecele formas seguras de expresar sentimientos, como dibujar, simular juegos o contar historias.
  • No desanimes el juego de tu hijo porque te resulta perturbador. Los niños pequeños lidian con los eventos aterradores recreándolos a través del juego. Si tu hijo parece estar angustiado por su juego, consolalo y redirigilo a otra actividad.
  • Se paciente y tranquilo cuando tu hijo esté demandante, llorón o agresivo. Necesita que lo ayudes a recuperar el control y sentirse seguro.
  • Respondé las preguntas de los niños de acuerdo con su nivel de comprensión: «sí, sucedió algo malo pero te estamos manteniendo a salvo».
  • Y lo más importante, atendé tus propios sentimientos y obtené el apoyo que necesitás para hacer frente a la situación. Los niños miran a sus cuidadores en tiempos de crisis en busca de instrucciones sobre cómo responder. Manejar tus propias emociones te permite transmitir una sensación de calma y le permite a tu hijo saber que sos fuerte y que tenés el control, que es la forma más poderosa de hacerle saber que está seguro.

Hablar sobre el evento traumático

Una buena forma de empezar a abordar el tema es hablando con tu hijo de manera tranquila, atenta y cara a cara. Esto puede proporcionarle una mejor comprensión del evento y puede ayudarlo a sentirse contenido y protegido. La Academia Estadounidense de Pediatría alienta a los padres a filtrar la información sobre la crisis y presentarla de manera que tu hijo pueda acomodarse, adaptarse y hacerle frente.

1. Prepará el ambiente y hablen de lo acontecido en familia

Preparate para brindarle a tu hijo toda tu atención. Guardá las distracciones, como los teléfonos celulares, y encontrá un espacio donde la conversación pueda ser el foco principal. Recordale al niño que estás allí para apoyarlo, contenerlo, mantenerlo a salvo y que deseás saber cómo está. Puede ser conveniente involucrar a toda la familia y permitir que cada uno tenga la oportunidad de compartir. Esto ayuda a las personas a superar el aislamiento y abre los canales de comunicación a toda la familia.

2. Preguntale qué sabe y qué preguntas tiene

No importa la edad de su hijo, comenzá siempre preguntándole qué es lo que ya sabe. El hecho de que el pequeño no esté hablando sobre el evento no significa que no esté pensando en eso. Intentá incitarlo preguntándole: “¿cómo te sentís respecto de lo que pasó en la escuela/en el camino/en el mundo/etc.?” Luego, escuchalo y prestá atención a cualquier temor o preocupación subyacente. No lo obligues a hablar sobre el evento. A veces, los niños pueden parecer desinteresados en hablar sobre un suceso traumático o perturbador. Esto está bien: ellos te escuchan a vos y encontrarán seguridad en el espacio que creaste.

3. Explicale lo que pasó de manera apropiada para su edad y aclará las inexactitudes

Cuando ya tengas una idea de lo que sabe tu hijo, explicale el evento de la manera más simple, clara y directa posible, de acuerdo con su nivel de comprensión. Evitá los detalles aterradores o sangrientos: no son necesarios para la conversación. Sin embargo, no omitas detalles importantes ni hables sobre el evento de manera inexacta. Hacerlo podría dificultar la comunicación si el niño descubre que has tergiversado lo acontecido.

Los niños son curiosos y a menudo completan su comprensión de los eventos con su imaginación o experiencias vividas. Es crucial que los guíes a una descripción precisa del suceso en un lenguaje apropiado para ellos (por ejemplo, «las personas resultaron heridas, alguien lastimó a las personas, hubo un accidente, etc.»). Después de un evento traumático, es común que los niños se culpen a sí mismos y vean el mundo como un lugar amenazante. Los padres pueden abordar este sentimiento personal de responsabilidad (diciéndoles «no fue tu culpa»).

4. Fomenta las preguntas y el diálogo continuo, enfatizando el amor y la seguridad

Animá a tu hijo a hacer preguntas y dar respuestas lo más directamente posible. En el futuro, mantené abierto este canal de comunicación y continúa hablando sobre lo ocurrido cuando el pequeño lo solicite durante el tiempo que sea necesario para completar su comprensión del evento. Aumentar tu presencia con tu hijo tanto física como emocionalmente puede ser beneficioso. Además, recordale que es totalmente amado tal como es y que harás todo lo posible para mantenerlo a salvo.

Controlar la exposición del pequeño

En familia, consuman la cobertura mediática en torno al evento, si creés que será beneficioso para el diálogo y la comprensión de tu hijo. Si lo hacés, servite de la tecnología para ayudar a la conversación y filtrar la información que consideres necesaria: dale un vistazo previo al contenido y presentale a tu hijo sólo lo que consideres apropiado de manera que puedas controlar su consumo (por ejemplo, grabar el programa de noticias de TV). Esto permite que la información sea digerida con la posibilidad de pausar y hacer preguntas, omitir detalles gráficos o imágenes, y eliminar el contenido si este resulta angustiante para tu hijo.

Evitar la sobreprotección

Compartí tus propios sentimientos con tu hijo (de manera apropiada para su edad, por ejemplo, «también hace que mamá/papá estén tristes»). Esto puede facilitar el vínculo y brindarle la oportunidad de aprender sobre las experiencias emocionales de los demás. Intentá no ser sobreprotector. Es natural querer saltar al modo de hiperprotección después de que un niño haya estado expuesto a un evento perturbador, lo que le brinda tranquilidad reiterada. Pero la sobreprotección puede hacer que los niños perciban el mundo como un lugar inseguro y aterrador. Recordá ser paciente y mantener la calma.

Rutinas familiares después de un evento traumático

  • Mantené su rutina regular tanto como sea posible. La previsibilidad de la rutina diaria de la familia es tranquilizadora para los niños.
  • Asegurale a tu hijo que su rutina volverá a la normalidad lo antes posible. Es posible que no puedan realizar su rutina habitual por un tiempo, como asistir a la escuela o realizar tareas domésticas. No lo presiones.
  • No introduzcas cambios como nuevas rutinas o estándares de comportamiento más estrictos. Dejá eso para otro momento.
  • En lo posible, mantené los roles familiares. Por ejemplo, no insistas en que tu hijo asuma más responsabilidad en la casa ni esperes que satisfaga las necesidades emocionales de un padre angustiado.

Sugerencias prácticas para ayudar a los pequeños a recuperarse del trauma

  • Permití que tenga tiempo suficiente para jugar y disfrutar de actividades recreativas como deportes, sus juegos favoritos y actividades con los «mejores» amigos y familiares.
  • Divertirse en familia, reírse, compartir buenos y placenteros momentos puede ayudar a que todos se sientan mejor.
  • No insistas con cuatro comidas principales si el apetito de tu hijo se ve afectado. Si no tienen ganas de comer a la hora de las comidas, en cambio, ofrecele bocadillos y colaciones durante todo el día.
  • Asegúrese de que su hijo descanse y duerma lo suficiente.
  • Involucralo en algún tipo de ejercicio físico: ayudará a su hijo a quemar los químicos del estrés y mejorará su sueño.
  • Limitá los estimulantes como el azúcar, los alimentos coloreados y el chocolate.
  • Ayudalo a relajarse fisicamente: baños calientes, masajes, cuentos y muchos abrazos pueden aliviar la tensión muscular.
  • Intervení si una actividad hace que tu hijo se angustie o esté ansioso, por ejemplo, un programa de televisión que le recuerde el trauma o promueva sentimientos de preocupación, alarma o miedo. No tenga miedo de apagar la televisión si el contenido del programa no contribuye a la recuperación del niño.

A través de estas conversaciones, los niños recibirán un importante mensaje: está bien sentirse angustiado por los eventos traumáticos y  siempre estarás allí para darles apoyo y contención porque los amas mucho. No esperes que aparezcan señales, empezá el diálogo temprano y mantenelo abierto.

Fuentes: Psychology Today; Healthy Children (1, 2); Better Health

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Negligencia Emocional Infantil: qué es y algunas formas de reconocerla

  • 02/08/2019
  • Maria Fernanda Alonso

«Durante más de 20 años practicando psicología, comencé a notar un ‘factor invisible’ desde la infancia que pesaba sobre las personas en la edad adulta, destruyendo su alegría, haciéndolas sentir desconectadas o insatisfechas, o haciéndoles luchar con la autodisciplina. Lo llamé negligencia emocional,» escribe la Dra. Jonice Webb, licenciada en psicología y reconocida por su trabajo innovador en la definición, descripción y atención de la negligencia emocional infantil (CEN, por sus siglas en inglés).Ella escribe, da charlas y capacitaciones a terapeutas sobre el tema, y es la autora de los libros Running On Empty: Overcome Your Childhood Emotional Neglecty Running On Empty No More: Transform Your Relationships. También creó y dirige el Programa de Recuperación de CEN Online, Fuel Up For Life.

La negligencia emocional es una experiencia infantil invisible e inmemorable. Sin embargo, puede influir sobre toda tu vida adulta.

¿Qué hace que la negligencia emocional infantil sea invisible e inmemorable? Hay varios factores importantes. Puede suceder en familias que de otro modo son amorosas y afectuosas y sin carencias materialmente. La negligencia emocional es, de alguna manera, lo opuesto al maltrato y el abuso, explica la Dra. Webb. Mientras que el maltrato y el abuso son actos de los padres, la negligencia emocional es el hecho de que los padres no actúen. Es una falta de atención, de notar o de dar respuesta adecuada a los sentimientos de un niño. Debido a que es un acto de omisión, no es visible, notable o memorable. La negligencia emocional es el espacio en blanco en la imagen familiar; el fondo en lugar del primer plano. Es insidioso y se pasa por alto mientras hace un daño silencioso a la vida de las personas.

Los niños que están emocionalmente descuidados luego crecen para tener un conjunto particular de luchas. Debido a que sus emociones no fueron validadas como niños, pueden tener dificultades para conocer y confiar en sus propias emociones como adultos. Pueden tener dificultades para comprender sus propios sentimientos, así como los de los demás. Debido a que una parte importante de sí mismos (su yo emocional) ha sido negada, pueden encontrarse a sí mismos desconectados, insatisfechos o vacíos. Pueden tener dificultades para confiar o depender de otros. Muchos sienten que son diferentes a los demás; como si algo estuviera mal con ellos, pero no están seguros de qué es. Otra forma en que los padres pueden descuidar emocionalmente a sus hijos sin darse cuenta es no darles la estructura y las reglas para vivir, como las consecuencias y la disciplina. Como resultado, los descuidados emocionalmente a menudo tienen dificultades con la autodisciplina como adultos.

Sin embargo, no es tu culpa. Hay respuestas y una vez que comprendas el problema, podés empezar sanar.

7 señales de que creciste con Negligencia Emocional Infantil

SENTIMIENTOS DE VACÍO

El vacío se siente diferente para diferentes personas. Para algunos, es una sensación de vacío en la panza, el pecho o la garganta que va y viene. Para otros, es un adormecimiento, una inmovilidad.

MIEDO A SER DEPENDIENTE

Una cosa es ser una persona independiente. Pero sentirse profundamente incómodo al depender de alguien es otra cosa. Si te encontrás poniendo mucho cuidado para no necesitar ayuda, apoyo o atención de otros, puede que tengas este miedo.

AUTOEVALUACIÓN POCO REALISTA

¿Te resulta difícil saber de lo que sos capaz? ¿Cuáles son tus fortalezas y debilidades? ¿Qué te gusta? ¿Qué deseas? ¿Qué es importante para vos? Luchar por responder estas preguntas es una señal de que no te conocés tan bien como deberías.

NO TENÉS COMPASIÓN POR VOS MISMO, PERO TENÉS MUCHA POR LOS DEMÁS

¿Sos más duro con vos mismo de lo que serías con un amigo? ¿Los demás te hablan sobre sus problemas, pero te resulta difícil compartir los tuyos?

CULPA, VERGÜENZA, ENOJO AUTODIRIGIDO Y TOMAR RESPONSABILIDAD POR TODO LO QUE ESTÁ MAL

Los cuatro fabulosos, todo dirigido a vos mismo. Algunas personas tienden a ir directamente a la culpa y la vergüenza cada vez que ocurre un evento negativo en sus vidas. ¿Te sentís avergonzado de cosas de las que la mayoría de la gente nunca se avergonzaría, como tener necesidades, cometer errores o tener sentimientos?

SENTIRSE FATALMENTE DEFECTUOSO

Ese sentido profundo por el que sabés que algo anda mal en tu vida, pero no podés determinar qué es. «Soy yo», te decís a vos mismo, y sentís que es verdad. «No soy agradable», «soy diferente a otras personas». «Algo me pasa».

DIFICULTAD PARA SENTIR, IDENTIFICAR, MANEJAR Y/O EXPRESAR EMOCIONES

¿Te quedás sin palabras cuando estás molesto? ¿Tenés un vocabulario limitado respecto a las emociones? ¿A menudo te sentís confundido sobre por qué las personas (incluido vos mismo) se sienten o actúan de la manera en que lo hacen?

Los padres que no se dan cuenta, infravaloran o responden de manera insuficiente a las emociones de sus hijos, sin darse cuenta, transmiten un mensaje poderoso y subliminal al niño: tus sentimientos no importan.

Para sobrellevarlo como niño, naturalmente reprimís tus emociones, para evitar que se conviertan en un «problema» en el hogar de tu infancia.

Después, como adulto, vivís sin suficiente acceso a tus emociones: tus emociones, que deberían estar dirigiéndote, guiándote, informándote, conectándote y enriqueciéndote; tus emociones, que deberían decirte quién te importa, qué te importa, y por qué.

Una vez que comprendas la razón por la que siempre te sentís defectuoso, y cómo surgió, podés empezar a sanar la negligencia emocional infantil atacándola. Podés establecer una nueva salida para tus emociones. Podés aprender habilidades para usarlas. Finalmente podés aceptar que tus sentimientos son reales y que importan. Podés ver que vos importás.

El cuestionario de la Negligencia Emocional Infantil

Si tenés alguno de los 7 signos mencionados antes, tomate un momento para responder las siguientes preguntas, con «si» o «no», y llevá un registro de tus respuestas:

  1. ¿A veces sentís que no pertenecés cuando estás con tu familia o amigos?
  2. ¿Te enorgullecés de no depender de los demás?
  3. ¿Tenés dificultad para pedir ayuda?
  4. ¿Tenés amigos o familiares que se quejan de que sos distante o frío?
  5. ¿Sentís que no has alcanzado tu potencial en la vida?
  6. ¿A menudo solo quieres que te dejen solo?
  7. ¿Secretamente sentís que sos un fraude?
  8. ¿Tendés a sentirte incómodo en situaciones sociales?
  9. ¿A menudo te sentís decepcionado o enojado con vos mismo?
  10. ¿Te juzgas más severamente de lo que juzgas a los demás?
  11. ¿Te comparás con los demás y a menudo te encontrás tristemente deficiente?
  12. ¿Te resulta más fácil amar a los animales que a las personas?
  13. ¿A menudo te sentís irritable o infeliz sin razón aparente?
  14. ¿Tenés dificultades para saber lo que sentís?
  15. ¿Tenés dificultades para identificar tus fortalezas y debilidades?
  16. ¿A veces sentís que estás mirando desde afuera?
  17. ¿Crees que sos una de esas personas que fácilmente podrían vivir como ermitaños?
  18. ¿Tenés problemas para calmarte?
  19. ¿Sentís que hay algo que te impide estar presente en el momento?
  20. ¿A veces te sentís vacío por dentro?
  21. ¿Secretamente sentís que algo está mal con vos?
  22. ¿Tenés problemas con la autodisciplina?

Revisa tus respuestas positivas. Estas respuestas te mostrarán las áreas en las que pudiste haber experimentado negligencia emocional cuando eras niño. Cuantas más preguntas hayas respondido «Sí», más probable es que la negligencia emocional infantil haya afectado tu vida.

La forma en que tus padres te tratan emocionalmente determina cómo te tratarás como adulto. Esto se ha demostrado una y otra vez en un estudio tras otro, explica la Dra. Webb. La emoción es una parte innegable de tu biología. Si ignorás tus emociones, te sentirás ignorado en algún nivel, sin importar cuánto cuidado te des de otras maneras.

Se ha demostrado que la inteligencia emocionales más valiosa para el éxito en la vida y el trabajo que la inteligencia general. Es extremadamente vital que sepas cómo nombrar, usar y manejar las emociones, así como también cómo lidiar con ellas en otros.

La emoción se esconde detrás del comportamiento. Tu comportamiento es dirigido por tus emociones. No nacemos conociendo el lenguaje de la emoción. Puede ser poderosa, compleja y confusa. A muchas personas les resulta más fácil simplemente ignorarlo. Pero si tenés puntos ciegos emocionales, también serás ciego ante las emociones de otras personas, incluidas las de tus hijos.

Prestá atención. Comenzá a notar tu verdadera naturaleza. ¿Qué te gusta, no te gusta, te enoja, asusta o te causa dificultad? Esforzate por conectarte con lo que sentís, incluido tu dolor.

Preguntate con frecuencia:

¿Qué pasa?

¿Por qué hice eso?

¿Por qué dije eso?

¿Cómo me siento?

¿Qué deseo?

¿A qué le temo?

¿Qué me preocupa?

¿Qué me enoja, entristece, lastima, etc.?

Escuchá atentamente tus respuestas: estas son preguntas difíciles que a veces pueden ser difíciles de responder. Pero el simple acto de hacértelas y sintonizarte comienza a romper el muro que hay entre tus emociones y vos, señala la Dra. Webb. Tené en cuenta que el objetivo es sentir y manejar tus emociones. Este es quizás el paso más difícil. Cuando puedas discernir lo que sentís, podrás trabajar para aprender a tolerar, controlar y expresar adecuadamente tus sentimientos. Nunca te juzgues por lo que sentís. Lo que importa es lo que hacés con lo que sentís. Juzgate solo por tus acciones, no por tus emociones.

Fuente:PsychCentral; Drjonicewebb

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Qué pasa cuando los padres utilizan la burla como método de crianza?

  • 12/07/2019
  • Maria Fernanda Alonso

La burla, las interacciones críticas y el menosprecio de los padres hacia sus hijos adolescentes frustran su capacidad para mantener relaciones positivas con sus compañeros, precipitando un ciclo de afecto negativo y enojo entre padres y adolescentes, que en última instancia conduce a los niños sean tanto víctimas como victimarios de acoso, según señala la evidencia de un singular estudio longitudinal que siguió a 1409 chicos durante tres años consecutivos, del 7mo al 9no grado (edades de 13 a 15 años) (Dickson, Laursen, Valdes, & Stattin, 2019).

Los padres “burlones” usan expresiones degradantes o menospreciantes que humillan y frustran a sus hijos, sin ninguna provocación obvia por parte del niño o niña. Estos padres responden al compromiso del adolescente con críticas, sarcasmos, insultos y hostilidad, a la vez que dependen de la coerción emocional y física para obtener cumplimiento de su parte.

Este estudio sugiere que el comportamiento burlón es una forma única de crianza de los hijos que aumenta los riesgos de que los adolescentes adopten estrategias inapropiadas para el manejo de la ira que aumentan el riesgo de sufrir dificultades con sus compañeros.

Según los hallazgos, este tipo de crianza fomenta la ira desregulada en los adolescentes. La ira desregulada es indicativa de dificultades para regular las emociones, que generalmente resulta en emociones negativas, agresión verbal y física y hostilidad. Los aumentos en la ira desregulada, a su vez, colocan a los adolescentes en mayor riesgo de acoso escolar y victimización, y de convertirse en acosadores-víctimas (agresores que también son víctimas de otros acosadores). Este dato reviste particular importancia puesto que investigaciones anteriores indican que los acosadores-víctimas corren mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, problemas de comportamiento y pensamientos suicidas en comparación con quienes sólo son víctimas, o quienes sólo son acosadores, o quienes no son víctimas de acoso escolar ((Haynie et al., 2001), (Cook, Williams, Guerra, Kim, & Sadek, s. f.), (Lereya, Samara, & Wolke, 2013), (Yang & Salmivalli, 2013), (Schwartz, 2000), (Stevens, De Bourdeaudhuij, & Van Oost, 2002), (Veenstra et al., 2005)). La identificación de los orígenes específicamente relacionados con la familia del estatus de acosador-víctima puede ser un paso clave para limitar o prevenir esto. Los hallazgos se mantuvieron después de controlar las conductas de crianza implicadas en el ajuste de los niños, como el afecto, el control y el castigo físico. 

Brett Laursen. Ph.D., coautor y profesor de psicología en la Facultad de Ciencias Charles E. Schmidt de la FAU, señaló la importancia del estudio fundado en que “proporciona una comprensión más completa de cómo las interacciones críticas y menospreciantes de los padres con los adolescentes frustran su capacidad para mantener relaciones positivas con sus pares».

El Dr. Daniel J. Dickson del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia, y autor principal del estudio, resaltó que tanto los profesionales como los padres “deben estar informados de los costos potenciales a largo plazo de conductas de crianza que a veces parecen inofensivas, como la burla y el sarcasmo.» 

Finalmente, sostuvo que es menester recordar a los padres la influencia que tienen en las emociones de sus hijos, y recomendó tomar las medidas necesarias para garantizar que los adolescentes no se sientan ridiculizados en el hogar.

Referencias del estudio:

Cook, C. R., Williams, K. R., Guerra, N. G., Kim, T. E., & Sadek, S. (s. f.). Predictors of bullying and victimization in childhood and adolescence: A meta-analytic investigation. School psychology quarterly: the official journal of the Division of School Psychology, American Psychological Association, 25(2), 65-83. https://doi.org/10.1037/a0020149

Dickson, D. J., Laursen, B., Valdes, O., & Stattin, H. (2019). Derisive Parenting Fosters Dysregulated Anger in Adolescent Children and Subsequent Difficulties with Peers. Journal of Youth and Adolescence. https://doi.org/10.1007/s10964-019-01040-z

Haynie, D. L., Nansel, T., Eitel, P., Crump, A. D., Saylor, K., Yu, K., & Simons-Morton, B. (2001). Bullies, Victims, and Bully/Victims:: Distinct Groups of At-Risk Youth. The Journal of early adolescence, 21(1), 29-49. https://doi.org/10.1177/0272431601021001002

Lereya, S. T., Samara, M., & Wolke, D. (2013). Parenting behavior and the risk of becoming a victim and a bully/victim: a meta-analysis study. Child Abuse & Neglect, 37(12), 1091-1108. https://doi.org/10.1016/j.chiabu.2013.03.001

Schwartz, D. (2000). Subtypes of victims and aggressors in children’s peer groups. Journal of Abnormal Child Psychology, 28(2), 181-192. https://doi.org/10.1023/A:1005174831561

Stevens, V., De Bourdeaudhuij, I., & Van Oost, P. (2002). Relationship of the Family Environment to Children’s Involvement in Bully/Victim Problems at School. Journal of youth and adolescence, 31(6), 419-428. https://doi.org/10.1023/A:1020207003027

Veenstra, R., Lindenberg, S., Oldehinkel, A. J., De Winter, A. F., Verhulst, F. C., & Ormel, J. (2005). Bullying and victimization in elementary schools: a comparison of bullies, victims, bully/victims, and uninvolved preadolescents. Developmental Psychology, 41(4), 672-682. https://doi.org/10.1037/0012-1649.41.4.672

Yang, A., & Salmivalli, C. (2013). Different forms of bullying and victimization: Bully-victims versus bullies and victims. The European journal of developmental psychology, 10(6), 723-738. https://doi.org/10.1080/17405629.2013.793596

Fuente: Science Daily

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Después de la licencia parental, los padres españoles quieren tener menos hijos

  • 13/05/2019
  • Alejandra Alonso
Licencia por paternidad

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomienda que la madre tenga al menos 14 semanas de licencia paga y, aunque el número de países que cumple con esta norma ha aumentado (98 países y 42 que superan el tiempo establecido), todavía hay muchos lugares donde se dan 12 semanas o menos (87 países). En todo caso la mayoría de los países ofrece licencia por maternidad. En el caso de los padres es muy diferente, solo en 78 países existe el derecho a una licencia por paternidad.

En marzo del 2007, España introdujo una licencia por paternidad completamente paga por un período de 2 semanas para la mayoría de los nuevos papás. La nueva política fue muy popular, el 55% de los hombres que podían tomarla lo hicieron. En el año 2018 la licencia se alargó a 5 semanas y se espera que se expanda más entre 2019 y 2021.

Qué impacto tuvo en los papás

Los economistas han estudiado los efectos de la política original del 2007, para conocer qué sucedió con las familias que tuvieron hijos antes y después del programa. Los resultados mostraban algunas diferencias:

  1. Aunque los hombres que podían tomar la licencia eran tan propensos a continuar trabajando como los hombres que no podían tomar licencia, su compromiso con los cuidados del hijo se mantenía luego de regresar al trabajo.
  2. También sus parejas eran más propensas a continuar trabajando.
  3. Las familias que podían tomar la licencia tendieron a tener menos hijos en el futuro. Las economistas Lídia Farré y Libertad González estimaron que luego de dos años había un 7% a 15% menos de probabilidades de que estos padres tuvieran otro niño. Más aún, luego de 6 años todavía era menos probable que tuvieran otro hijo, aunque las diferencias se disipaban más adelante.

¿Porqué es menos probable que tengan otro hijo?

Farré y González ofrecen una posible respuesta: durante la licencia los hombres pudieron ser más conscientes del esfuerzo y los costos asociados al cuidado de los hijos y cambiaron sus preferencias de cantidad a calidad.

Deseo de los padres de tener más hijos en España. Imagen: Quartz

¿Hubo algún cambio en las preferencias de las mamás?

Las mujeres comenzaron a mostrar preferencia por familias ligeramente más grandes, tal vez debido a un balance sutilmente más equitativo del trabajo en casa.

Porcentaje de padres que tomaron la licencia parental en España. Imagen: Quartz

Conclusión

En primer lugar, las autoras advierten que no se deben realizar conclusiones generales a partir de éstas observaciones hechas en un solo país, con datos únicos.

Las correlaciones no indican causalidad. Es posible que hubieran otros factores que también afectaron las preferencias de los hombres (la crisis financiera global, por ejemplo).

Hay otros puntos a tener en cuenta: en España era muy poco probable que un hombre tomara licencia por paternidad antes de que se introdujera esta política; además los hombres españoles querían más hijos que las mujeres. Estas características pueden variar de un país a otro.

Es importante tener en cuenta las características específicas de la población de la cual se extrajeron los datos, sin embargo las conclusiones son interesantes y nos hacen preguntaron cuáles serían los efectos de la licencia por paternidad en otros países.

Fuente: Quartz

  • Artículos Recomendados de la Web

Prepara a tus hijos para el fracaso y serán autosuficientes

  • 29/03/2019
  • David Aparicio

Los padres quieren lo mejor para sus hijos. Hacerles la vida más fácil y solucionarles cada problema que les presenta la vida, es la peor forma de prepararlos. Rachel Simmons escribe para The New York Times en Español, cinco excelentes recomendaciones para ayudar a controlar ese impulso:

Deshazte de tu adicción a ayudar
Si tu hijo pide ayuda constantemente, enséñale cómo buscar apoyo de manera productiva: no accedas a todas sus peticiones. Cuando pida tu ayuda, pregúntate: ¿es capaz de resolverlo solo? ¿Mi ayuda contribuirá a su aprendizaje y crecimiento? ¿Qué lecciones podrían enseñarle las dificultades? ¿Puedo identificar un pequeño paso que podría dar solo que sea estresante mas no abrumador?

Si tu hijo suele sufrir en silencio, piensa si tú mismo has mostrado una conducta similar en la que quieres superar todas las dificultades por tu cuenta. Trata de ser más transparente respecto a tu vulnerabilidad o las ocasiones en las que le has pedido ayuda a un amigo o colega. Deja que tu hijo sepa que pedir ayuda cuando la necesita es un acto de respeto propio.

Y concluye:

En vez de preocuparnos tanto por allanar el camino al éxito para nuestros hijos, ¿qué tal si pasamos ese mismo tiempo preparándolos para el fracaso? La lección del escándalo de las admisiones en la universidad no se reduce a dejar de proteger a tu hijo de cualquier desafío, sino que, al tratar de protegerlo de cualquier daño, podrías estar convirtiéndote en quien más daño le causará.

Las recomendaciones incluyen varios principios que usamos los psicólogos en la psicoterapia para ayudar a los consultantes a generar a encontrar y generar sus propios recursos.

Lee el artículo completo en The New York Times.

  • Recursos para Profesionales de la Psicología

Cómo manejar las rabietas (Vídeo)

  • 14/04/2016
  • David Aparicio

Todos los niños tienen rabietas. Es la forma en que manifiestan su frustración cuando no obtienen lo que desean. Las rabietas disminuyen a medida que los niños crecen y aprenden, a través del ejemplo de sus padres y del ambiente, cómo regular sus emociones y su conducta. Sin embargo, en algunos casos las rabietas pueden hacer que los padres se sientan frustrados o avergonzados, porque no saben qué hacer para ayudar a los niños a controlarse. Para todos aquellos que se sientan identificados con esta descripción, les traemos un vídeo explicativo sobre cómo manejar las rabietas de los niños. En Psyciencia ya hemos compartido algunos materiales (aquí, aquí y aquí), pero el trabajo de Alberto Soler es una buena manera para introducirlos en los principales conceptos para entender y manejar una rabieta.

Los puntos más importantes del vídeo:

  1. Más vale prevenir que curar. Evitando situaciones conflictivas podemos evitar una rabieta. Si sabes que de camino a la guardería o colegio pasáis por el parque y él va a querer quedarse, mejor ir por un camino alternativo. Como se suele decir: evita la ocasión y evitarás el peligro.
  2. Cuando se da la rabieta nunca debemos perder el control, elevar la voz ni intentar imponernos a la fuerza. Si, esto es difícil, pero hay que intentar hacerlo. Recordemos que aquí el incapaz de controlar sus emociones, en principio es el niño. Debemos ser conscientes que la rabieta tiene un inicio y un fin, y en ocasiones es difícil acortar esos tiempos.
  3. A veces se puede ceder. “¿Que quieres la camiseta roja en vez de la verde? Ok, ponte la roja, no pasa nada”. Hemos evitado una rabieta o la hemos cortado a tiempo. No es una guerra, no pasa nada.
  4. La firmeza no está reñida con el afecto. A veces no podemos o no queremos ceder, y darle a nuestro hijo aquello que quiere no es la mejor opción para tratar de parar la rabieta: no podemos quedarnos indefinidamente en el parque, no podemos dejarle cruzar la calle por cualquier lado, no puede llevarse lo que quiera del supermercado, etc. Aquí no queremos ceder, pero sí podemos tratar de negociar con nuestro hijo una alternativa: “ya sé que quieres esto, pero no puede ser. Si quieres, podemos…”.
  5. Bajar a su nivel, hablarle con calma, mirándole a los ojos, intentando que nos mire mientras le hablamos. Esto es importante siempre que nos comunicamos con un niño, pero cuando estamos en una situación como ésta, mucho más importante todavía.
  6. Nunca debemos emplear el chantaje emocional: “si te portas así, papá no te querrá”, “te voy a dejar ahí sólo”, “como vea esto tu padre te vas a enterar” Bastante tiene el pobre con su disgusto que tiene, como para que encima le estemos hablando de este modo. Debemos transmitirle que le queremos igual aunque tenga esa rabieta, lo que pasa es que nos resulta molesto. Pero nuestro amor no depende de cómo se comporte.
  7. No negar el contacto físico. Es probable que rechace el contacto físico, que no quiera saber nada de nosotros. Debemos respetarlo y no tomarlo como un ataque. Simplemente está ofuscado. Pero si acepta el contacto físico, podemos darle un abrazo, besos o cogerle hasta que se sienta mejor.
  8. No debemos dar sermones ni grandes explicaciones, mucho menos en la fase más explosiva de la rabieta. Porque nadie nos va a estar escuchando en ese momento. Los mensajes, cuanto más breves y sencillos, mejor: “cariño, lo siento, ahora eso no puede ser” Una vez la pataleta ha acabado, y en función de la edad del niño, podemos  hablar con él acerca de lo ocurrido, pero nunca durante la misma.

Visita el canal de Youtube de Alberto Soler: Píldoras de Psicología, donde encontraras valiosos videos de psicología.

Fuente: Píldoras de Psicología 

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