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Análisis

358 Publicaciones
  • Análisis

Música para robots

  • Fabián Maero
  • 10/12/2019

Uno de los epítetos que con mayor frecuencia he visto esgrimir en contra de conductistas es que son “robots”. Alguna vez hemos notado que este epíteto suele venir en dos sabores; el primero es la acusación de que los conductistas tratan a las personas como si fueran robots; el segundo sabor es que los conductistas mismos son robots.  Esta vez, en lugar de inútilmente defendernos del epíteto, veremos si podemos apropiarnos de él para darle un uso un poco más interesante.

¿Qué pasa cuando un conductista se interesa por los robots?

Parece el principio de un chiste, así que mejor aclaremos: no, no estamos hablando de qué es lo que pasa cuando un conductista se enamora de un robot (debe haber algún caso de la Regla 34 que involucre a Skinner y robots), sino de qué es lo que pasa cuando la disciplina se interesa por los robots, inteligencia artificial, y temas vinculados. Dicho de otro modo: ¿es posible utilizar los principios conductuales para tratar de comprender no sólo la conducta de los organismos biológicos, sino de lo que podríamos llamar organismos no biológicos (ONB, para usar un término que englobe tanto robots como software, inteligencia artificial, etc.)?

Resulta que no estamos planteando nada novedoso, ya que la respuesta a esa pregunta, sobre la relación entre ciencia conductual y robótica, tiene ya más de medio siglo.

Programación y libertad

La cuestión central hoy para los organismos no biológicos (ONB) no es tanto cómo construirlos. Probablemente nunca haya sido tan accesible como hoy la construcción de robots –incluso la marca de juegos infantiles Lego ofrece kits de robots para niños (lamentablemente no ofrecen kits de niños robots). La cuestión central es más bien como programarlos para que hagan lo que queremos que hagan, es decir, cómo controlar su conductas.

Especialmente un objetivo central para los ONB es dotarlos de cierta autonomía de funcionamiento. Desde una aspiradora robot hasta un asistente digital, el objetivo es que puedan desempeñar cada vez más tareas de manera autónoma, con mínima necesidad de programación.

De manera general, hay dos abordajes: programar lo que queremos que hagan, o bien programar formas de responder para que el ONB realice la tarea en cuestión.

La relación entre ciencia conductual y robótica, tiene ya más de medio siglo

Con respecto al primero, una buena parte de los ONB que existen hoy tienen sus conductas completamente programadas, sin manera de salirse de ese repertorio. Los robots que se utilizan en las líneas de montaje, por ejemplo, tienen un repertorio de movimientos que se reduce a los necesarios para su tarea. Si uno de estos robots, por ejemplo, ordena cajas, es porque alguien ha programado todos y cada uno de los pasos para hacerlo: escanear la cinta transportadora, reconocer las cajas, tomarlas, llevarlas hasta cierto lugar y depositarlas, etc.

Para tareas simples en entornos estables este abordaje suele ser suficiente. Sin embargo, a medida que se complejiza lo que les pedimos, o cuando el entorno es variable, ese abordaje no resulta práctico ni flexible. Programar cada contingencia posible en circunstancias cambiantes o complejas puede ser abrumador o directamente imposible si las circunstancias no se pueden anticipar completamente.

Tomemos el caso de las sondas robots que la NASA ha enviado a Marte para exploración. Debido al retraso de las comunicaciones por la distancia entre la Tierra y Marte (las ondas de radio tardan unos 13 minutos en llegar de un planeta a otro), no es posible controlarlas efectivamente en tiempo real, de manera que la forma de manejar su comportamiento fue dotarlos de algunos principios de funcionamiento para que puedan funcionar de manera autónoma, adaptándose a las particularidades del terreno (de paso, tómense un momento para apreciar el hecho de que hoy Marte es un planeta habitado exclusivamente por robots).

Artículo recomendado: Sin psicólogos no hay viaje a Marte

Entonces, por un lado, tenemos robots que tienen todas sus acciones programadas. Pero en eso son muy distintos a los seres vivos. Un animal tiene muy pocas conductas “programadas”, en relación con su repertorio real de conductas. Esto es así porque un animal tiene que lidiar con un ambiente que siempre cambia más rápido de lo que los procesos evolutivos lentos pueden seguir. “Programar” evolutivamente conductas es mala idea. En cambio, la evolución ha dotado a los animales de formas rápidas de adaptarse a las particularidades de su ambiente en su período de vida. La variedad de la conducta de los animales no viene de su programación, sino de la presencia de procesos que le permiten desarrollar nuevas conductas a medida que va lidiando con su ambiente – nos referimos principalmente a los procesos del aprendizaje respondiente y operante.

Los robots, como las sondas marcianas, con un grado mayor de “libertad”, son más interesantes desde un punto de vista conductual, porque se enfrentan al mismo problema: responder a un entorno cambiante. Usando una analogía con los organismos biológicos, si las máquinas programadas parecieran actuar y exclusivamente por reflejos, estos robots se parecen más a un organismo que actúa en y con su contexto.

La variedad de la conducta de los animales no viene de su programación, sino de la presencia de procesos que le permiten desarrollar nuevas conductas a medida que va lidiando con su ambiente

Entonces, ¿qué pasa si construimos nuestros robots de manera que funcionen más como un organismo biológico? ¿Qué pasa si construimos robots que puedan responder a su ambiente, y más aún, aprender de su ambiente? Resulta que hay una disciplina que desde hace casi un siglo viene estudiando la conducta, la forma en la cual los organismos interactúan con su ambiente, y cómo las conductas complejas emergen de la interacción de procesos aparentemente simples.

Entonces: ¿qué pueden ofrecer los principios formulados por la ciencia de la conducta a la robótica, y qué, a su vez, puede aprender la ciencia conductual de ella? Para ensayar una respuesta a esta pregunta, díganle a Siri que ponga el teléfono en silencio, apaguen su aspiradora robot, y remontémonos a la época de nacimiento de la robótica moderna.

Tortugas mecánicas enamoradas

En 1950, entró en la escena de la naciente disciplina de la robótica un curioso personaje llamado William Grey Walter. Neurofisiólogo y técnico de electroencefalógrafo, fue descripto así por sus biógrafos: “su reputación popular y académica abarcaba una heterogénea serie de roles, desde pionero en robótica, experto en explosivos de seguridad doméstica, intercambiador de esposas, experto en televisión, usuario de drogas experimentales y buceador desnudo hasta anarco sindicalista, defensor de la leucotomía y terapia electroconvulsiva”(Hayward, 2001). Muchas imágenes se nos vienen a la mente con semejante descripción, pero la de un tipo aburrido no es una de ellas.

Las tortugas se movían lenta y constantemente en un patrón semicircular hasta detectar una fuente de luz gracias a su fotocelda

Walter se hizo conocido por la construcción de dos robots, a los cuales llamó Elmer y Elsie, conocidos como “tortugas mecánicas”. Se trataba de unas máquinas pequeñas con tres ruedas dispuestas como un triciclo y un caparazón plástico (de ahí el mote de tortugas), del cual emergía una suerte de periscopio. Cada tortuga tenía dos motores (uno para la rueda de dirección, y otro para las ruedas de propulsión), una fotocelda (como los sensores para luces exteriores que las encienden automáticamente al caer la noche), un sensor de tacto en el borde del caparazón, y un par de condensadores y tubos de vacío que interconectaban los componentes. Elmer y Elsie carecían de cualquier programación en el sentido usual del término. De estructura completamente analógica, no tenían chips ni transistores, sino sólo algunos tubos de vacío y condensadores que más o menos equivalían a dos neuronas. Esto es, no tenían un “cerebro” central, sino que todas sus conductas eran derivadas de la interconexión entre componentes: la activación de uno desactiva a otro, y así.

Las tortugas fueron presentadas académicamente en un artículo titulado Una imitación de la vida (Walter, 1950), porque era justamente lo que Walter estaba intentando hacer: construir máquinas que actuaran como organismos vivos, y de hecho se refiere a ellas en el texto como “criaturas”. Walter las denominó siguiendo la convención taxonómica, con el nombre científico de Machina Speculatrix, porque su movimiento daba la impresión de que estaban especulando sobre el camino a seguir. Sobre su construcción, afirmó que “el número de componentes en el aparato fue deliberadamente restringido para descubrir el grado de complejidad conductual e independencia que podía alcanzarse con el menor número de elementos conectados en un sistema proporcionando el mayor número de interconexiones posibles”.

Las tortugas se movían lenta y constantemente en un patrón semicircular hasta detectar una fuente de luz gracias a su fotocelda. Al detectarla, avanzaban más rápidamente hacia ella, y al llegar empezaban una suerte de danza alrededor de la luz. Si en su recorrido tocaban un obstáculo con el caparazón podían empujarlo o rodearlo. Eso es todo lo que habían sido construidas para hacer.

¿Qué tanta complejidad conductual se puede esperar de un mecanismo construido de manera tan sencilla? Mucha, al parecer. Las tortugas exhibieron conductas inesperadas que de ser observadas en animales se hubieran podido atribuir a organizaciones complejas. Este es el relato de Walter de lo que sucede cuando una tortuga queda frente a un espejo: “Cuando los modelos fueron construidos por primera vez, una pequeña luz fue conectada al circuito del motor de dirección para indicar cuándo el motor estaba encendido o apagado. Pronto se halló que esta luz permitía a las máquinas una nueva conducta. Cuando la fotocelda ve la luz indicadora en un espejo o reflejada en una superficie blanca, la luz del modelo titila y el modelo baila frente a su reflejo de una manera tan específica que un biólogo estaría justificado en atribuirle una capacidad de auto-reconocimiento.”

Las tortugas exhibieron conductas inesperadas que de ser observadas en animales se hubieran podido atribuir a organizaciones complejas

Y la casi poética descripción de lo que sucede cuando dos tortugas quedan cara a cara: “Cuando dos criaturas de este tipo se encuentran cara a cara son afectadas de una manera similar pero distintiva. Cada una, atraída por la luz que la otra lleva, extingue su propia fuente de atracción, de manera que los dos sistemas se involucran en una oscilación mutua que lleva finalmente a una retirada estable (…) Cuando ambas están atraídas por la misma luz, su lucha a medida que se acercan a la luz evita que cualquiera alcance su meta”

Oh, y sí, tenemos videos de las tortugas:

Al año siguiente, bajo el título “Una máquina que aprende”, Walter relató la construcción y funcionamiento de CORA, la siguiente generación de Elmer y Elsie. CORA (por las siglas en inglés de Análogo de Reflejo COndicionado) era exteriormente muy similar a Elmer y Elsie, con el añadido de un micrófono que le permitía registrar sonidos. Pero lo característico de CORA es que poseía un circuito simple que le permitía “aprender” de una manera basada explícitamente en el condicionamiento pavloviano.

CORA, si bien de diseño un poco más sofisticado que Elmer y Elsie, era de construcción completamente analógica, nada de transistores, computadoras, ni programación. Con su capacidad para condicionamiento pavloviano, CORA podía asociar por ejemplo un sonido a un obstáculo:

“He trabajado con un modelo en movimiento equipado con uno de estos dispositivos de aprendizaje. La situación que tenía que resolver era llegar a su comida y buscar alrededor de un taburete en el medio del piso. Su educación consistió simplemente en tratar de enseñarle que el sonido significaba obstáculo, que a su vez significaba problemas. El entrenamiento consistía en hacer sonar un silbato policial y patearlo. Después de haber sido silbado y pateado una docena de veces, descubrió que un silbato significaba problemas. Luego eliminamos el estímulo específico: el taburete. El silbato sonó y evitó el lugar como si hubiera un taburete allí.

Fui más ambicioso aún. En Inglaterra, un silbato de policía tiene dos notas que suenan juntas y hacen un sonido particularmente desagradable. Traté de enseñarle, por tanto, que una nota significaba obstáculo, y que la otra nota significaba comida. Traté de hacer este reflejo diferencial al tener dos circuitos sintonizados, uno de los cuales estaba asociado con la respuesta apetitiva y el otro con la respuesta de evitación. Se realizó un arreglo en el cual un lado del silbato sonaba antes de que la máquina tocara un objeto para que aprendiera a evitarlo, mientras que el otro lado del silbato sonaba antes de que supuestamente viera la luz. El efecto de dar ambas notas fue casi siempre desastroso; se fue directamente a la oscuridad en el lado derecho de la habitación y se cernió por allí durante cinco minutos en una especie de mal humor. Dejó de responder a la estimulación y corrió en círculos.”(Inhelder & Tanner, 1956).

Esta última experiencia es particularmente intrigante, porque resulta notablemente similar a un conocido experimento en condicionamiento clásico. Pavlov tenía un perro, llamado Vampiro, que “había sido entrenado, a través de experimentos de salivación, para reaccionar de manera diferente a dos imágenes: una elipse y un círculo. Una forma sería reforzada, la otra suprimida. A medida que las elipses se volvían cada vez más redondeadas y menos ovaladas, la tarea se hizo más difícil hasta que finalmente el vampiro no pudo distinguir las dos formas. Y entonces el pobre perro se quebró. Originalmente tranquilo por naturaleza, comenzó a gritar y correr en círculos, habitualmente ladrando sin razón aparente y babeando copiosamente.”(Johnson, 2014)

La similitud entre las reacciones de CORA y de Vampiro nos hacen sospechar que quizá no se trate de fenómenos enteramente diferentes entre sí.

Pensar, con todo el cuerpo

¿Siguen aquí? Pensé que ya se habrían espantado, este artículo está superando incluso mis niveles normales de nerdismo. Sigamos un poco más entonces.

¿Por qué las tortugas mecánicas de Walter son relevantes? Porque proporcionan una demostración contundente de que conductas complejas pueden surgir no por haber sido programadas, sino como propiedades emergentes a partir de procesos aparentemente simples que no dependen de un núcleo o cerebro central, sino del organismo todo interactuando con el ambiente.

Las conductas de Elmer, Elsie y CORA dependen de todas las partes de su cuerpo, y de la interacción de estas con el ambiente; remover un tubo de vacío tiene efectos tan dramáticos como remover las ruedas de propulsión o la celda fotoeléctrica. Asimismo, las peculiaridades de su conducta (“reconocerse” en un espejo), surgen de la interacción con ciertos aspectos del ambiente.

Pasemos ahora a un ejemplo un poco más ruidoso. Como todo el mundo sabe (lo dicen todos los días en los programas de TV de la tarde), las hembras de grillos tienen una conducta de fonotaxia, es decir, se mueven hacia ciertos sonidos. Las hembras son atraídas por el canto de los grillos machos, moviéndose hacia el sonido más fuerte, pero sólo reconocen un canto específico, con cierto patrón rítmico, que es propio de cada especie.

Conductas complejas pueden surgir no por haber sido programadas, sino como propiedades emergentes a partir de procesos  aparentemente simples que no dependen de un núcleo o cerebro central, sino del organismo todo interactuando con el ambiente

¿Cómo explicar esto? Si quisiéramos usar un abordaje representacional, como el que solemos usar para analizar la cognición humana, podríamos postular que las hembras registran los sonidos del ambiente, discriminan los cantos propios de la especie comparándolo con un modelo mental, para a continuación triangular la posición y dirigirse hacia ella, etc. Podríamos especular que en el cerebro de los grillos hay un módulo específicamente dedicado a esto.

Nada más lejos de lo que realmente sucede, que es fascinante.

Los grillos poseen un sistema de audición de dos vías, que es inherentemente direccional. Poseen un tímpano ubicado en las patas, que recibe sonidos de dos maneras: a) directamente a través del aire y b) a través de un conducto interno que termina en unas aperturas en el lomo.

Como el sonido requiere de cierto tiempo para viajar en el aire, cuando un sonido llega al grillo llega en distintos momentos a cada tímpano. Esto activa un par de interneuronas conectadas a cada tímpano, que a su vez están conectadas a las patas del grillo. De esta manera, la hembra del grillo no necesita triangular la posición para orientarse: basta con que gire en la dirección de la interneurona que se activó primero. La regla es muy simple: girar en la dirección de la interneurona que se active primero.

El canto del grillo macho es rítmico, empieza y termina a intervalos regulares. Esto se debe a que una vez activadas las interneuronas necesitan unos momentos para volver al estado de reposo, por lo cual si el sonido fuese continuo o demasiado rápido ambas se activarían a la vez y no se podría distinguir qué interneurona se activó primero, por lo cual la hembra se perdería. Si por el contrario, el canto fuera demasiado lento, con sonidos muy espaciados, la hembra perdería el rumbo, como si usara un GPS que actualizara la información cada media hora.

Tampoco la hembra necesita “filtrar” deliberadamente los sonidos del ambiente: sucede que el conducto interno no transmite bien los sonidos difusos del ambiente sino sólo los sonidos de cierta frecuencia –la frecuencia del canto de los grillos machos. Solo sonidos de esa frecuencia llegan por el conducto hasta el tímpano y activan las interneuronas. Por eso mismo se orientan hacia los cantos de mayor volumen (que suelen ser también los más cercanos), porque son los que más activan las interneuronas. Y de esta manera también se pueden sortear obstáculos, siguiendo el sonido del lado que se active primero. El “análisis” del sonido es de esta manera hecho no por el cerebro sino por el cuerpo.

En base a esto, una investigadora llamada Barbara Webb, junto con su equipo, diseñó unos robots para investigar la fonotaxia. Estos grillos robots fueron construidos a semejanza a los grillos reales, con micrófonos en lugar de tímpanos y ruedas en lugar de patas, pero con una conexión similar entre los micrófonos y las ruedas. Los experimentos consistieron entonces en ubicar un par de parlantes para observar la respuesta de los grillos robots. Estas fuentes de sonido reprodujeron sonidos rítmicos a una frecuencia determinada para ver si podrían “atraer” a los grillos robots.

Música para robots. Y estos robots, que no tenían otra programación más que “moverse en la dirección del micrófono que se activa primero” -Webb señala que sólo usaron 100 líneas de código- efectivamente se movieron hacia los parlantes de una manera similar a la de los grillos (Webb, 1996). Y sí, también hay videos de los grillos robot:

Nuevamente: procesos simples que en la interacción con el ambiente dan lugar a conductas complejas, sin necesidad de cerebros complejos. Las tortugas mecánicas y los grillos robots nos invitan a pensar que hay otras formas de pensar las conductas complejas y que no todo gira en torno al cerebro. Nuestro hábito de pensar a la cognición como algo vinculado exclusivamente al cerebro quizá termine siendo un obstáculo a la hora de comprenderla.

Barrett lo dice así “Tenemos que considerar a la cognición de manera más amplia –como la forma en la cual los animales conocen y se involucran con sus ambientes, y no simplemente como una cuestión de tener “procesos de pensamiento” internos que sean más o menos similares a los nuestros ”(Barrett, 2011)

Skinnerbots

Las tortugas de Walter y los grillos nos permiten observar procesos sencillos de interacción con el ambiente, pero a medida que la tecnología fue mejorando, fue posible construir máquinas más sofisticadas, capaces de desplegar fenómenos conductuales más complejos. En 1997 dos investigadores, Touretzky y Saksida, presentaron un artículo describiendo el condicionamiento de lo que ellos llamaron un Skinnerbot: “robots autónomos con aprendizaje que emplean estrategias y exhiben efectos conductuales característicos del aprendizaje instrumental” (Touretzky & Saksida, 1996, 1997).

Un Skinnerbot es un robot dotado con un programa que puede aprender en base a recompensas que quien investiga puede administrar con un control remoto (un clicker, digamos), que es el equivalente a una recompensa. Touretzky y Saksida desarrollaron un robot, al que llamaron Amelia, que podía aprender en base a recompensas y emitir sonidos que informaban de su estado. Los investigadores pudieron moldear conductas en Amelia en base a reforzamiento simple.

Como lo describe un reportero: “Por ejemplo, un experimento es enseñarle a Amelia a recoger perros de juguete, colocando juguetes rosas en una caja y colocando juguetes verdes en otra. Al principio, Amelia sólo sabe de manera innata que puede recoger juguetes y ponerlos en cajas. Ella hace esto al azar, emitiendo sonidos que indican que no sabe lo que se espera de ella. Cuando por azar pone un juguete verde en una caja designada para juguetes verdes, Saksida presiona el control remoto. El cerebro electrónico de Amelia nota que algo bueno ha sucedido y Amelia emite un alegre pitido electrónico. Cuando el experimento continúa, Amelia descubre que colocar un juguete rosa en la caja de juguetes verdes no le da ningún resultado. Ella registra desilusión por no haber recibido el premio que esperaba. Eventualmente, ella aprende que puede ser recompensa por colocar el juguete rosado en la caja de juguetes rosados.”

En otro experimento el entrenador recompensó a Amelia cada vez que se acercase a él, lo cual resultó en Amelia siguiendo al entrenador por todo el laboratorio. Si alguna vez han leído al respecto o si han intentado entrenar un animal con un clicker, notarán que el proceso es notablemente similar.

En las últimas décadas, se han propuesto y desarrollado un buen número de robots e inteligencias artificiales basadas en los principios de aprendizaje clásico y operante. Estos principios han tenido variadas aplicaciones, tales como ayudar a que los robots aprendan a  mantener el equilibrio (Zhang, Ruan, Xiao, & Huang, 2017), navegar laberintos sin ayuda (Dumesnil, Beaulieu, & Boukadoum, 2016), mejorar las respuestas de robots sociales (Dominguez, Zalama, García-Bermejo, & Pulido, 2006), simulaciones de computadora para estudiar conducta verbal (Hutchison, 1998), entre otros.

Análisis conductual y robótica: ¿para qué?

Podemos preguntarnos, llegados a este punto, cuál es la utilidad del diálogo entre análisis conductual y la disciplina de la robótica en sentido amplio (incluyendo desde robots hasta inteligencia artificial y simulaciones). William Hutchinson, en un artículo titulado El papel central del análisis conductual en la robótica moderna, y viceversa, enumera tres impactos principales que este cruce puede tener.

En primer lugar, nos sirve para aprender. Por ejemplo, se han utilizado simulaciones de computadora para investigación. En una simulación es posible especificar para un organismo digital las contingencias, las relaciones funcionales a investigar, y analizar la conducta resultante. De hecho, varias investigaciones han utilizado simulaciones de computadora para investigar cuestiones conductuales (Catania, 2005; Epstein, 1986; Kemp & Eckerman, 2001).

En segundo lugar, nos sirve para probar que es posible generar conductas complejas a partir de procesos simples. La construcción de un robot o de un software con principios operantes que puede realizar conductas complejas es una demostración que los principios conductuales pueden ser suficientes para generar los fenómenos analizados. “Un organismo computarizado operante puede tener exactamente las propiedades que especificamos y ninguna otra (…) Podemos también controlar y registrar cada detalle de la historia del organismo computarizado mientras creamos historias ambientales que aíslan relaciones causales (…) Cuando un organismo operante diseñado por nosotros adquiere conducta verbal en un ambiente bajo nuestro completo control, aún no habremos probado que esta es la forma en la cual los humanos adquieren conducta verbal, pero habremos probado que el aprendizaje operante es suficiente para producir esa conducta.”(Hutchison, 1998)

En tercer lugar, y esto más desde el lado de la robótica, el uso de principios conductuales permite resolver una cuestión crucial: la creación de ONB autónomos, que puedan aprender de la experiencia y que tengan cierto grado de autonomía, es decir, que no requieran ser programados para cada actividad. “Dotar a los robots de un sistema operante completo, incluyendo sus propios valores primarios tales como energía eléctrica (…) tiene un gran valor práctico al permitir a los robots aprender de su propia experiencia en lugar de necesitar la constante provisión de consecuencias de parte de un instructor humano” (Hutchinson, 2012)

Finalmente Hutchinson(2012) resume de esta manera el papel que el análisis conductual puede jugar en esto: “Los analistas de comportamiento son los más adecuados para liderar el desarrollo de inteligencia en estos robots emergentes, y hacerlo sería valioso para nosotros. La tecnología nos brinda mejores formas de expresar y probar nuestras formulaciones científicas, nos permite demostrar a personas ajenas a la disciplina la suficiencia de nuestras formulaciones y nos brinda roles valiosos en una industria importante, en la que podemos proporcionar una experiencia extremadamente relevante de la cual aquellos ajenos al análisis de la conducta son en gran parte ignorantes”

Cerrando

Creo que más allá de las aplicaciones específicas, el diálogo entre robótica y ciencia conductual nos permite pensar algunos aspectos amplios con respecto a la psicología humana, y en particular con respecto a la forma en la cual teorizamos. Si consideramos los robots que hemos descripto aquí podemos hacer algunas observaciones.

En primer lugar, estos robots señalan que el cerebrocentrismo, la tendencia a explicar todo a partir de cerebro, puede alejarnos de las respuestas correctas, especialmente cuando nos lleva a ignorar la forma en la cual la conducta surge como interacción entre el organismo completo y el ambiente. Por este motivo es que el análisis conductual siempre ha tenido una perspectiva holística y opuesta al reduccionismo.

En segundo lugar diría que estos ejemplos sugieren que es posible comprender conductas complejas a través de la interacción de procesos simples. La psicología tiende favorecer las explicaciones complejas y especulativas, y quizá no siempre sea la mejor idea. Los principios conductuales más conocidos, como los de reforzamiento, castigo, discriminación, respuestas relacionales, etc., son procesos relativamente simples, pero su combinación e interacción permite dar cuenta de fenómenos enormemente complejos. Como ejemplo podemos tomar la demostración de Skinner de que las conductas supersticiosas pueden ser explicadas a partir de la sola aplicación ciertos programas de reforzamiento, sin necesidad de apelar a fenómenos más complejos (Skinner, 1992).

Volviendo a citar a Barrett (cuyo libro, Beyond the Brain, recomiendo calurosamente): “la complejidad de la conducta del animal no es puramente un producto de su complejidad interna. La “parábola de la hormiga” de Herbert Simons ilustra vívidamente este punto. Imaginen una hormiga caminando en una playa, e imaginen la trayectoria que traza al moverse. La trayectoria mostraría un montón de giros y desvíos, y sería muy irregular y complicada. Uno podría suponer entonces que la hormiga tiene habilidades internas de navegación igualmente complicadas, y trataría de descubrirlas analizando la trayectoria para inferir las reglas y mecanismos que podrían producir un camino tan complejo. La complejidad de la trayectoria, sin embargo ‘es realmente una complejidad en la superficie de la playa, no una complejidad de la hormiga’. De hecho, la hormiga puede estar usando un conjunto de reglas muy simples: es la interacción de estas reglas con el ambiente lo que efectivamente produce una trayectoria compleja, no la hormiga en sí misma”(Barrett, 2011, p.42)

En tercer lugar, creo, estos ejemplos muestran que es peligroso hacer inferencias de intencionalidad o procesos internos a partir de la conducta observada. Si camufláramos un poco a las tortugas mecánicas de Walter para hacerlas pasar por un animal, un observador poco avisado podría pensar que las tortugas reconocen su propia imagen, cortejan y compiten con otras tortugas, e incluso se “angustian” ante la incertidumbre.

A medida que les pedimos a los ONB que ocupen tareas más y más complejas, nos vamos encontrando con un espejo que cada vez está más y más pulido, devolviéndonos una imagen que cada vez se parece más a nosotros. Las distopías en ciencia ficción suelen jugar con una idea aterradora: los robots van a dominar a los humanos (Matrix, Terminator, por ejemplo). Yo creo que la ciencia ofrece una idea bastante más escalofriante: la idea de que quizá, al final del camino, nos encontremos con que después de todo no somos tan diferentes.

¡Nos leemos la próxima!

Referencias bibliográficas:

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  • Análisis

Violencia de pareja: ¿existen personas en mayor riesgo de sufrirla?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 30/11/2019

La violencia física, psicológica, sexual, simbólica y económica perpetrada por la pareja actual o una ex pareja es la forma más común de violencia que sufren las mujeres en todo el mundo. Las medidas de acción positiva adoptadas por los Estados tienden a sancionar dichas conductas, pero aún no presentan gran eficacia para cumplir con el objetivo de prevenir y erradicar la violencia contra la mujer.

Una nueva investigación encuentra que las mujeres que pasaron gran parte de su infancia viviendo en vecindarios pobres corren un mayor riesgo de sufrir violencia de pareja en la edad adulta temprana (Yakubovich, Heron, Feder, Fraser, & Humphreys, 2019).

“Para desarrollar estrategias de prevención más efectivas, necesitamos una mejor comprensión de las causas de esta violencia en primera instancia. Nuestro estudio respalda la idea de que factores más allá de las personas son importantes para determinar el riesgo de las mujeres de experimentar violencia en la pareja,” dijo la Dra. Alexa Yakubovich, de la Universidad de Oxford y Unity Health Toronto.

Su equipo de investigación evaluó los datos del estudio «Children of the 90s,”, que siguió a los participantes desde el nacimiento e incluyó sus experiencias de violencia de pareja entre las edades de 18 a 21. Los investigadores evaluaron el nivel de privación en los vecindarios de las mujeres durante los primeros 18 años de sus vidas.

«El estudio Children of the 90s fue uno de los primeros en medir la exposición a la violencia de la pareja íntima junto con una amplia gama de factores individuales, familiares, sociales y económicos, a lo largo del tiempo,» dijo el coautor Profesor Gene Feder.

Los resultados muestran que las mujeres que habían vivido en los barrios más desfavorecidos durante más tiempo en su infancia tenían un 36% más de probabilidades de experimentar violencia en la pareja entre los 18 y los 21 años.

También experimentaron esta violencia con mayor frecuencia que aquellos que pasaron menos o ningún tiempo viviendo en vecindarios más desfavorecidos.

“Esta investigación se suma a la evidencia de que la desigualdad económica y la privación , incluso a nivel de vecindario, aumentan el riesgo de que una mujer experimente abuso. La reducción de la violencia de la pareja íntima requiere una reducción de la desigualdad económica y de género, además de apoyar a los sobrevivientes y sus familias,» dijo Feder.

En general, los vecindarios con menos recursos sociales y económicos tienen tasas más altas de formas públicas de violencia, como el robo y el vandalismo.

Referencia bibliográfica:

Yakubovich, A. R., Heron, J., Feder, G., Fraser, A., & Humphreys, D. K. (2019). Long-term exposure to neighborhood deprivation and intimate partner violence among women: a UK birth-cohort study. Epidemiology . https://doi.org/10.1097/EDE.0000000000001144

Fuente: Psychcentral

  • Análisis

La diferencia entre amor sano e insano

  • David Aparicio
  • 15/11/2019
two people walking on pier

En una charla sobre la comprensión y la práctica del arte de las relaciones saludables, Katie Hood revela los cinco signos de que podría estar en una relación poco saludable, con una pareja romántica, un amigo, un miembro de la familia, y comparte las cosas que puede hacer todos los días. amar con respeto, amabilidad y alegría. «Si bien el amor es un instinto y una emoción, la capacidad de amar mejor es una habilidad que todos podemos desarrollar y mejorar con el tiempo», dice Katie Hood

Fuente: TED

  • Análisis

La regulación emocional tendría un papel fundamental en parejas que atraviesan un interés sexual clínicamente bajo

  • Maria Fernanda Alonso
  • 28/10/2019

Las estrategias de regulación de las emociones tienen gran importancia entre las parejas con trastorno femenino de interés/excitación sexual. Específicamente, la estrategia de reevaluación emocional está vinculada a un mejor bienestar relacional y sexual (Dubé, Corsini-Munt, Muise, & Rosen, 2019).

Justin P. Dubé, de la Universidad Dalhousie y autor del estudio, advierte sobre la carencia de tratamientos eficaces para abordar esta problemática. “Los medicamentos, por ejemplo, no son mucho mejores que el placebo y actualmente no hay intervenciones psicológicas para las parejas que enfrentan el bajo deseo sexual de las mujeres. Por lo tanto, queríamos identificar si un factor psicosocial, la regulación de las emociones, podría estar relacionado con la adaptación de la pareja al bajo deseo/excitación sexual. El apoyo a nuestras predicciones sugeriría que la regulación de las emociones de las parejas se incluya como objetivos para el tratamiento del trastorno femenino de interés/excitación sexual (TFI/ES).”

“Mi interés en la regulación de las emociones también surgió de la experiencia personal. Sufrí una conmoción cerebral severa antes de comenzar la escuela de posgrado. Esta lesión interfirió con mi capacidad para manejar mis emociones de manera efectiva, y noté que estaba afectando mis relaciones,” dijo Dubé.

“Tenía el presentimiento de que mi experiencia podría generalizarse. Afortunadamente, mis intereses se superpusieron con los de mi supervisora, la Dra. Natalie Rosen, y ella me brindó el apoyo que necesitaba para probar mis predicciones.”

Los investigadores encuestaron a 87 mujeres diagnosticadas con TFI/ES, así como a sus parejas masculinas, con respecto a la regulación emocional, la satisfacción de la relación, ansiedad, depresión y otros factores. Todas las parejas habían estado en una relación durante al menos 6 meses.

La regulación emocional se evaluó con un cuestionario que preguntaba a los participantes cuánto estaban de acuerdo o en desacuerdo con declaraciones como «cuando estoy molesta, creo que acostarme en él es todo lo que puedo hacer» y «cuando estoy molesto, pierdo el control sobre mi comportamiento.»

Dubé y sus colegas encontraron que la mayor dificultad para regular las emociones negativas estaba relacionada con el aumento de los síntomas de depresión y ansiedad tanto para las mujeres con TFI/ES como para sus parejas.

Para los hombres, la mayor dificultad para regular las emociones negativas estaba relacionada con una mayor angustia sexual. Sorprendentemente, la regulación de las emociones de las mujeres no se asoció con el deseo o la angustia sexual propia o de su pareja, pero este hallazgo podría deberse a limitaciones metodológicas.

“For example, a woman with FSIAD may reframe a sexual experience to focus on intimacy with her partner, even if her sexual desire or arousal is low,” the researchers explained.

El uso de la supresión para regular las emociones se relacionó con una menor satisfacción en la relación. El uso de la reevaluación emocional por parte de hombres y mujeres, por otro lado, se relacionó con menor depresión, menor ansiedad y menor conflicto percibido. El mayor uso de la reevaluación emocional por parte de los hombres también se relacionó con un superior deseo sexual propio centrado en la pareja.

“La conclusión principal es que la regulación de las emociones está vinculada al ajuste de ambos miembros de las parejas que enfrentan un interés/excitación sexual clínicamente bajo. Por lo tanto, las parejas que están en mejores condiciones para manejar sus emociones pueden experimentar un mayor bienestar psicológico, relacional y sexual. Esto se puede lograr confiando menos en la supresión emocional (es decir, ocultando las emociones) y más en la reevaluación emocional (es decir, replanteando una situación) en contextos sexuales,» dijo Dubé.

«Por ejemplo, una mujer con TFI/ES puede replantear una experiencia sexual para enfocarse en la intimidad con su pareja, incluso si su deseo o excitación sexual es baja,» explicaron los investigadores.

Limitaciones del estudio

Estos análisis se completaron utilizando datos de personas en relaciones de género mixto. Por lo tanto, “no podemos estar seguros de si se extienden a parejas del mismo género,” explicó Dubé.

“También utilizamos un diseño de sección transversal. Esto significa que recopilamos todos nuestros datos en un momento dado. No podemos, por lo tanto, hacer interpretaciones causales de nuestros resultados. Por ejemplo, es posible que las personas que reportan un mejor bienestar en su relación simplemente encuentren más fácil regular sus emociones (en lugar de que la regulación de las emociones prediga su mejor bienestar).»

Referencia bibliográfica:

Dubé, J. P., Corsini-Munt, S., Muise, A., & Rosen, N. O. (2019). Emotion Regulation in Couples Affected by Female Sexual Interest/Arousal Disorder. Archives of Sexual Behavior, 48(8), 2491-2506. https://doi.org/10.1007/s10508-019-01465-4

Fuente: PsyPost

  • Análisis

Sexo después de una lesión cerebral traumática

  • Maria Fernanda Alonso
  • 22/10/2019

Una lesión cerebral traumática puede repercutir con grandes cambios en la vida de quien la ha sufrido. Un aspecto que no suele ser abordado por los médicos es la sexualidad de estas personas, pero querer muy poco o mucho sexo puede tener un impacto devastador en las relaciones.

La doctora Amee Baird, neuropsicóloga clínica, explica que el aumento dramático en los impulsos sexuales o la hipersexualidad son el resultado del lugar donde las lesiones dañan el cerebro. Los lóbulos frontales cerebros son muy vulnerables, dada su posición en el cerebro.

El aumento del deseo sexual y el comportamiento sexual desinhibido tienden a ocurrir si se lesiona una región específica del lóbulo frontal, a saber, la región orbitofrontal. A menudo se considera un subproducto de la desinhibición conductual general que puede ocurrir después del daño orbitofrontal, pero no sabemos por qué algunas personas expresan esto de manera sexual y otras no.

En el otro extremo del espectro de resultados sexuales después de una lesión cerebral traumática se encuentra la hiposexualidad, o una ausencia o un interés marcadamente reducido en el sexo. Esto tiende a ocurrir si la región prefrontal está lesionada y se considera parte de la tendencia general de apatía e indiferencia que puede ocurrir después de tales lesiones.

Los lóbulos frontales a menudo se denominan «ejecutivos» o «conductores» del cerebro, ya que controlan muchas funciones sociales, conductuales, emocionales y cognitivas que se consideran la «esencia» de lo que nos hace humanos. Por nombrar algunas de estas funciones ejecutivas o del lóbulo frontal, nos permiten planificar, organizar, tomar decisiones y actuar sobre las cosas. Nos ayudan a regular y controlar nuestras emociones, participan en procesos de motivación y recompensa, y controlan una variedad de funciones cognitivas, que incluyen atención, memoria, resolución de problemas y lenguaje (Henri-Bhargava, Stuss, & Freedman, 2018).

Nuestros lóbulos frontales nos hacen quienes somos, ya que juegan un papel en las personalidades y los comportamientos sociales y emocionales complejos, como la empatía, el humor, el engaño y la creatividad.

Todo lo sexual que hacen los humanos implica una interacción compleja de funciones motoras, sociales, cognitivas y emocionales, por lo que tiene sentido que los lóbulos frontales desempeñen un papel crítico en la red neuronal sexual (Baird, Wilson, Bladin, Saling, & Reutens, 2007). Por ejemplo, en el sentido más amplio, nuestros lóbulos frontales (específicamente las regiones que median la función motora) controlan los movimientos que necesitamos hacer para tener relaciones sexuales, nos inhiben de tener o buscar respuestas sexuales en momentos socialmente inapropiados y están involucrados en la miríada de funciones sociales y emocionales que acompañan al sexo, como la capacidad de empatizar con una pareja.

Adaptarse a la vida después de una lesión cerebral adquirida incluye el desafío de navegar las relaciones íntimas. Un cambio en el deseo sexual puede ser una sorpresa inesperada tanto para la persona con lesión cerebral como para su pareja. Es solo reconociendo que esto puede ocurrir y discutiéndolo que podemos aumentar la conciencia y la comprensión de los efectos de la lesión cerebral traumática en este aspecto fundamental de la vida de las personas.

Referencias bibliográficas:

Baird, A. D., Wilson, S. J., Bladin, P. F., Saling, M. M., & Reutens, D. C. (2007). Neurological control of human sexual behaviour: insights from lesion studies. Journal of Neurology, Neurosurgery, and Psychiatry, 78(10), 1042-1049. https://doi.org/10.1136/jnnp.2006.107193

Henri-Bhargava, A., Stuss, D. T., & Freedman, M. (2018). Clinical Assessment of Prefrontal Lobe Functions. Continuum , 24(3, BEHAVIORAL NEUROLOGY AND PSYCHIATRY), 704-726. https://doi.org/10.1212/CON.0000000000000609

Fuente: Psychology Today

  • Análisis
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El problema con las metáforas clásicas de desesperanza creativa y cómo Edipo Rey puede ayudar a resolverlo

  • Paula José Quintero
  • 16/10/2019

Porque la ciudad, como tú mismo sabes, está ya demasiado sumida en la agitación y no puede levantar aliviada la cabeza ante la avalancha de muertes (el sacerdote se refiere a Tebas). Y ahora, Edipo, tú, a juicio de todos el más fuerte, halla algún remedio para nuestros males. (…). El único remedio que, tras considerado todo, pude hallar (declara Edipo), éste he puesto en práctica: al hijo de Meneceo, a Creonte, mi propio cuñado, lo envié al oráculo pítico de Febo, para que preguntara con qué obras o con qué palabras puede salvar nuestra ciudad.1  Las citas textuales del texto Edipo Rey están en cursiva y fueron extraídas de Edipo Rey. Sófocles. Editorial Altamira (1998)

Las metáforas son formas alternativas de abrir espacio a nuevas conductas (Linehan, 1993). Su uso en psicoterapia es útil por varias razones, entre ellas: son más interesantes y fáciles de recordar que las explicaciones didácticas y disminuyen la defensividad frente a contenidos difíciles ya que representan modos indirectos de comunicar que suavizan el impacto del contenido. También suelen comunicar contenidos de manera resumida en mucho menor tiempo y ayudan a reconocer aspectos de la propia conducta y sus consecuencias de manera más experiencial (Lihehan, 1993).

Creonte: (a Edipo) Señor, en otro tiempo teníamos en esta tierra como gobernante a Layo, antes de hacerte tú cargo de la dirección de Tebas. Pues bien, ahora el oráculo prescribe expresamente que los responsables de su muerte tienen que ser castigados.

“A través de la metáfora podemos tomar una red de conocimiento existente –el vehículo–, y llevarlo como apoyo a un nueva área –el objetivo–. Si el vehículo contiene relaciones y funciones que no se encontraban en el objetivo, y si el enlace entre estas dos parte es apto, redes enteras de conocimiento pueden ser transferidas a nuevas áreas en el lapso de tiempo que lleva contar una historia o trazar una analogía” (Stoddard & Afari, 2014, pg. 9). Pero ¿qué pasaría si notáramos que tal enlace entre ambas partes no es del todo apto? ¿Podría tal enlace fallar al punto de involucrar al/la consultante en direcciones no deseadas? Este es el asunto que quiero abordar en este artículo. ¿Qué podría explicar que determinadas metáforas de manera más o menos repetida fallen en sus funciones? La última es una pregunta interesante que de ninguna manera me animaría a responder a la ligera, así que los voy a dejar –y me voy a dejar– con la duda. Pero sí quisiera en este artículo explorar una hipótesis, que muy posiblemente constituya más bien una especie de delirio de lunes a la noche (nótese que en mi país hoy es feriado y cuenta como domingo, lo cual tiende a empeorar bastante las cosas).

Edipo: quienquiera que de vosotros sepa por mano de quién murió Layo, hijo de Lábdaco, le ordeno que me lo indique, y, si teme por él mismo, que él mismo se aparte de la acusación, porque no ha de sufrir contratiempo alguno salvo el marcharse con garantías del país. (…) Yo, como si de mi padre se tratara combatiré por él y llegaré a lo que sea, intentando atrapar al responsable de la muerte del hijo de Lábdaco, del linaje de Polidoro y, más allá, de Cadmo y todavía antes de Agenor.

Las personas tendemos a perdernos en nuestros pensamientos y, de este modo, perder contacto con nuestra propia experiencia y con el contexto presente. Lo que intenta ACT es disminuir la influencia del lenguaje cuando es necesaria para aumentar la acción efectiva. Dicho de otra manera, sacudirnos un poco el lenguaje para poder actuar en las direcciones que valoramos. Las metáforas, cuando son las adecuadas –y adecuadas significa muchas cosas que dejaremos pasar por ahora– pueden asistirnos en esta tarea en terapia. Las metáforas organizadas son historias que relacionan la riqueza de lo que ya sabemos con dominios en los que no sabemos qué hacer (Stoddard & Afari, 2014, pg. 9).

Las personas tendemos a perdernos en nuestros pensamientos y, de este modo, perder contacto con nuestra propia experiencia y con el contexto presente

Edipo: Oh, tú, Teresías, que todo saber dominas, lo que puede enseñarse y lo inefable, lo celeste y lo arraigado en tierra: aunque no puedes ver, tú sabes sin embargo de qué enfermedad es víctima Tebas. No hallamos sino a ti, señor, que puedas defenderla y salvarla. El caso es que Febo ha enviado la contestación de que el único remedio que puede venir contra la peste es que lleguemos a saber quienes fueron los asesinos de Layo. ¡Ay, ay, que terrible es saber algo, cuando ello no puede ayudar al que lo sabe! (se lamenta Teresías y continúa) Pues he de decirte (se dirige a Edipo) que te apliques el decreto que antes promulgaste y que no nos dirijas la palabra, ni a éstos ni a mí, porque tú eres quién ha derramado la sangre que mancha esta ciudad. (…) Digo que el asesino que buscas, el del Rey, eres tú.

Desde la perspectiva de RFT, podríamos decir que lo que nos atrapa en el sufrimiento es nuestra capacidad única de responder a relaciones derivadas. El lenguaje nos ayuda y nos hunde a la vez. Nuestras habilidades cognitivas son excelentes para ayudarnos a resolver problemas en el mundo. Sin embargo, cuando intentamos aplicar estas habilidades para aquellas cosas que coordinamos con “problemas” en el mundo interior, es decir, cuando intentamos resolver experiencias internas no nos va del todo bien. Equivocadamente creemos (o seguimos algunas reglas, digamos) que podemos “resolver” nuestros pensamientos y emociones tan bien como logramos resolver el perder un avión o que una prenda de ropa que nos gusta nos quede grande. Aunque en un principio pareciera que tenemos éxito, en el largo plazo estos intentos de control de nuestras experiencias internas lleva a una restricción de la vida. Me veo obligada a aclarar, aunque ya a estas alturas es tema repetido, que tal restricción no siempre es un problema e incluso en algunos contextos podría constituir un beneficio para la supervivencia o la calidad de vida. Sin embargo, en muchos casos, esta restricción genera, como mínimo, malestar, y como máximo, un amplio rango de problemas clínicos significativos.

Yocasta: en otro tiempo le llegó a Layo un oráculo, no diré de labios del propio Apolo sino de sus ministros: que su destino sería morir en manos de un hijo suyo, de un hijo que nacería de mí y de él; en cambio a él le dieron muerte, según se ha dicho, unos salteadores extranjeros en una encrucijada de tres caminos; en cuanto a su hijo, no habían pasado tres días de su nacimiento que ya él le había unido los pies por los tobillos, y, por manos de otros, a un monte desierto le había arrojado.

Argumentar que “es una metáfora” nomás, no ayuda. No podemos negar la propia función del recurso. No podemos utilizarla y negarla en el mismo acto solamente porque nuestre consultante la desafía

De este modo, las reglas verbales que nos asisten en resolver problemas en el mundo afuera de la piel pueden causarnos sufrimiento cuando intentamos utilizarlas para “deshacernos” de pensamientos y emociones difíciles. La fusión con estas reglas, aplicadas con independencia del contexto presente de manera rígida, genera sufrimiento. Identificar los esfuerzos de control del/la consultante de su propia experiencia privada es parte fundamental de la conceptualización de caso en ACT. Lo que suele seguir a la identificación de las estrategias utilizadas hasta el momento, es guiar un proceso que llamamos desesperanza creativa, en donde exploramos que tan útiles a largo plazo son estas estrategias de evitación y qué costo tienen para la vida del/la consultante. Esto ayuda a clarificar tanto la función como las consecuencias de las estrategias utilizadas, con foco en la funcionalidad. El objetivo principal de este proceso es lograr aumentar contacto con la experiencia y los resultados de la acción y en muchos casos nos encontramos con que los resultados no son los esperados, y que, incluso, paradojalmente el uso de estas estrategias de evitación podría estar empeorando el problema.

Edipo: ¡Qué desconcierto, qué agitación en lo más hondo se acaba de apoderar de mí, después de oírte! (…) En un banquete, un hombre que había bebido demasiado, me llamó hijo supuesto de mi padre. Yo acusé el golpe y, aunque a duras penas me contuve aquel día, al siguiente me fui corriendo a mi padre y a mi madre y les interrogué: ellos llevaron a mal lo que se había dicho y lo consideraron un insulto de borracho: a mí me alegraron sus palabras pero aquel hecho continuó mortificándome.

Cuando trabajamos el proceso de desesperanza creativa las metáforas pueden venir a nuestra ayuda y hay montones. En términos de RFT, con las metáforas establecemos una relación entre dos sets de relaciones y eso suele generar reacciones interesantes. La intención central es la debilitación tanto de conductas guiadas por reglas pliance como por trackings poco efectivos. Lo que esperamos que una metáfora sobre el control como problema contenga es 1) una situación problemática, 2) un intento de solución y 3) el intento de solución empeora el problema. Sin embargo, ¿eso es todo lo que la metáfora debe hacer por nosotres? Por supuesto que no. El foco fundamental en el proceso de fondo, es cómo el lenguaje produce “problemas”. Para nada deseamos que las personas dejen de resolver problemas en el mundo. Eso sería desquiciado. De hecho muchas veces las estrategias de resolución de problemas pueden ser parte de las habilidades de acción comprometida (o de cambio conductual, como prefieran llamarle). Lo central del proceso, en este punto, es poner en jaque la definición misma de “problema” cuando nos referimos a experiencias internas. Puesto al revés por completo: ¿en qué casos las estrategias de resolución de problemas suelen fracasar? En aquellos en donde no hay nada que resolver; en aquellos en donde la relación de coordinación entre una situación y la etiqueta “problema” trae problemas. Y estos casos suelen ser el caso de lo que pasa en el mundo dentro de la piel. Necesitamos más que esos 3 puntos en las metáforas de desesperanza creativa. Necesitamos problemas hijos del lenguaje de manera clara.

Edipo: Por fin, a escondidas de mi madre y de mi padre, tomo el camino de Pito, y Apolo me deja ir sin responder a lo que yo deseaba, pero bastante aclara mi mísero destino respondiendo un terrible, horroroso vaticinio, que había de dormir con mi madre y poner ante los ojos de los hombres una raza execrable, y que habría de matar al padre que me engendró. Yo, después de oir esa respuesta, me doy a la fuga, siempre midiendo la distancia que me separa de la tierra de Corintio, al azar de los astros, a lugares a donde no vea nunca realizarse las desgracias de aquel funesto oráculo… En mi camino llego a un lugar como este en que tú dices que fue asesinado el Rey Layo…

Cuando una metáfora no “entra”, la abandonamos y pasamos a otra cosa; no nos quedamos discutiendo

Durante el proceso de desesperanza creativa enfatizamos en la diferencia entre resolver problemas en el mundo vs intentar “resolver problemas” dentro de la piel. Sin embargo, varias de las metáforas clásicas de desesperanza creativa activan en nuestres consultantes intentos de resolución de problemas. ¿A qué metáforas nos estamos refiriendo? Al menos a cuatro de las clásicas, están cumplen con las 3 condiciones mencionadas al comienzo, sin embargo no suelen evocar más que el involucrarse del/la consultante en estrategias de resolución de problemas de modo que la sesión, para une terapeuta desatente, puede convertirse en una especie de discusión lógica sobre la metáfora, que termina, con suerte, en la nada misma. Las metáforas son: El tigre hambriento (Hayes, 2005), El pozo y la pala (Hayes et al., 1999), Las arenas movedizas (Hayes, 2005) y los Atrapa–dedos chinos (Eifert & Forsyth, 2005).

Considerando reacciones que he podido notar en mis propias sesiones pero también compartidas por otres colegas, algunas respuestas típicas frente a estas metáforas son intentos claros de resolución de problemas: “cómo no voy a alimentar a un tigre bebé! No lo voy a dejar morir de hambre”, “entonces me tengo que quedar en el pozo a vivir para siempre digamos…; ok, la pala la usaría como una especie de escalera”; “bueno, supongamos que dejo de luchar por salir de las arenas movedizas, qué se supone que haga? Porque claramente moverme me hunde más pero alguien debe poder venir a sacarme de ahí, no voy a pasar el resto de mis días hundido en arena hasta la cintura”; “bueno, pero entonces hay un truco para soltar los dedos del atrapa–dedos! Obviamente no podría vivir con los dedos atrapados en un coso como ese”.

Argumentar que “es una metáfora” nomás, no ayuda. No podemos negar la propia función del recurso. No podemos utilizarla y negarla en el mismo acto solamente porque nuestre consultante la desafía. Cuando una metáfora no “entra”, decimos, la abandonamos y pasamos a otra cosa; no nos quedamos discutiendo. Sin embargo, quizá, no estoy segura de que podamos atribuir estos resultados tan frecuentes simplemente a las diferencias individuales o al contexto terapéutico particular. Estas metáforas suelen inspirar esfuerzos de resolución de problemas y muchas veces no funcionan en sesión. Quizá se trate, principalmente, de la tecnología en sí. Propongo como hipótesis que todas ellas contienen un error: representan problemas en el mundo exterior y esquivan el punto central que en realidad queremos abordar: el lenguaje como problema.

Estas metáforas, al proponer problemas en el mundo exterior, dificultan la tarea que quieren favorecer

Edipo: ¡Ay, ay! Todo era cierto, y se ha cumplido. ¡Oh, luz! Por última vez hoy puedo verte, que hoy se me revela que he nacido de los que no debí, de aquellos cuyo trato debí evitar, asesino de quienes no podía matar. –Edipo, cuando la ve (a Yocasta), da un horrendo alarido; después el pobre cae al suelo e insoportable en su horror es la escena que vimos: arranca los alfileres de oro con que ella sujetaba sus vestidos y se los clava en las cuencas de los ojos, gritando que lo hacía para no verla, para no ver los males que sufría ni los que había causado.

Estas metáforas, al proponer problemas en el mundo exterior, dificultan la tarea que quieren favorecer. Necesitamos metáforas que propongan al lenguaje como problema: ¿Qué es el oráculo acaso sino lenguaje? Edipo Rey nos provee una excelente metáfora de desesperanza creativa: de cómo el lenguaje interfiere en el contacto con las contingencias cuando la fusión cognitiva y la evitación experiencial gobiernan. Layo intenta escapar de los designios del oráculo, y de su tormento pensando en que su propio hijo lo matará. Edipo huye del horror de sólo pensar que podría cometer un crimen tan aberrante. Y sus esfuerzos de solución crean el problema. Sufren de lenguaje; sufren de escuchar al oráculo. ¿Puede ser el oráculo una buena metáfora de nuestra mente?2 Me refiero a “mente” como el conjunto de relaciones y reglas que utilizamos para ordenar nuestra experiencia del mundo  Sin dudas creo que sí.

Y, para ser justa, hay muchas metáforas de desesperanza creativa que elicitan el entendimiento del lenguaje (y las reglas) como problema. Pueden recurrir a ellas. Un buen ejemplo es la metáfora del polígrafo (Hayes et al., 1999). Otra es la de Pasajeros en el bus (Hayes et al., 1999). Pueden encontrar otras más nuevas en el libro de Metáforas de ACT ((Stoddard & Afari, 2014). Finalmente, y como todos los caminos conducen a Roma (y no a Tebas): recordemos que conectaremos mucho más con nuestres consultantes cuando logremos armar metáforas a medida de les consultantes, cuando estemos despiertes lo suficiente como para tomar las metáforas que proponen, cuando estemos dispuestes como terapeutas a soltar las reglas también y fluir con las metáforas que surgen durante el proceso terapéutico.

Mensajero: (acerca de Edipo al final) Quiere arrojarse a sí mismo de su tierra, dice que no puede permanecer en su casa, maldecido por sus propias maldiciones, que necesita, al menos, de la fuerza de alguien que le guíe: su infortunio es insoportable para él solo.

Referencias bibliográficas:

  • Edipo Rey. Sófocles. Editorial Altamira. 1998. ISBN: 987–9017–07–2
  • Eifert, G. H., & J. P. Forsyth. (2005). Acceptance and commitment therapy for Anxiety disorders: A practitioner’s treatment guide to using mindfulness, acceptance, and values–based behavior change strategies. Oakland, CA: New Harbinger.
  • Hayes, S. C. (2005). Get out of your mind and into your life: The new acceptance and commitment therapy. Oakland, CA: New Harbinger.
  • Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (1999). Acceptance and Commitment therapy: An experientialapproach to behavior change. New York: Guilford Press.
  • Linehan, M. (1993). Cognitive–behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: NY: Guilford Press.
  • Stoddard, J. A., & Afari, N. (2014). The Big Book of ACT Metaphors: a practitioner’s guide to experiential exercises and metaphors in Acceptance and Commitment Therapy. New Harbinger Publications.
  • Análisis
  • Artículos de opinión (Op-ed)

Mi viaje descubriendo mi autismo: cómo aprendí a dejar de tratar de encajar

  • Equipo de Redacción
  • 08/10/2019

Mi nombre es Eloise y soy muchas cosas a la vez: soy estudiante de posgrado en la Universidad de Oxford; Soy tutora, feminista, nieta, hija, hermana, hermanastra, amiga. También soy autista.

Me diagnosticaron hace varios años, a los 27 años. Pero, mirando hacia atrás, los signos siempre estuvieron ahí. Siempre he albergado intensos «intereses especiales» que forman algo entre una pasión y una obsesión. Por ejemplo, cuando era niña, estaba obsesionada con coleccionar muñecas Barbie, no para jugar, sino para crear la casa de muñecas Barbie «perfecta», completa con muebles hechos de cajas de cartón de cereales y abundantes cantidades de pegamento y purpurina. La mayoría de las personas neurotípicas tienen intereses favoritos, pero los suyos son más parecidos a los pasatiempos, que pueden se suspender si la vida está ocupada. Es todo lo contrario para individuos autistas como yo. A menudo necesitamos estos intereses especiales para mantenernos cuerdos en un mundo que puede ser tan desconcertantemente complejo; tales intereses pueden proporcionar previsibilidad, enfoque y una gran recompensa.

Desde entonces, mi interés por las personas plásticas se ha transformado en una profunda fascinación por comprender a las personas reales. Hoy me siento afortunada de estudiar psicología como parte de mi doctorado. Otro de mis intereses especiales es la ficción literaria. Desde que era pequeño, he leído con voracidad. Lo que más me atrajo de la literatura fue la posibilidad de aprender las reglas sociales, las expectativas, cómo enfrentar los desafíos y mucho más, todo desde la comodidad de mi sillón sin el riesgo de decir algo incorrecto o cometer un error. Nuevamente, esto es típico de muchas personas autistas, particularmente mujeres, pero también muchos hombres, que aprenden sobre el mundo social explícitamente a través de actividades como la literatura, pero también de telenovelas, películas y observando de cerca a otras personas importantes. Luego usamos lo que hemos aprendido en situaciones sociales, para «camuflar» nuestra falta de instinto social, y nos comportamos de acuerdo con las reglas sociales de la situación específica.

Necesitamos estos intereses especiales para mantenernos cuerdos en un mundo que puede ser tan desconcertantemente complejo; tales intereses pueden proporcionar previsibilidad, enfoque y una gran recompensa

Desafortunadamente, sumergirme en la literatura no me proporcionó toda la comprensión y las habilidades que necesitaba para hacer frente a las complejas reglas sociales de la vida adolescente. Cuando cumplí 13 años y me mudé a la escuela secundaria, fue cuando las cosas me salieron mal. No entendía las reglas sociales en el enorme monolito de concreto que se convirtió en mi infierno, y comencé a ser maltratada. Por ejemplo, una niña una vez me escupió en el corredor, en cuyo momento le informé que escupir a alguien se considera un delito de agresión común en virtud de la Ley de Justicia Penal. Esto provocó muchas risas por parte de la niña y sus amigos, lo que solo intensificó la situación. Pensé que los disuadiría en ese momento, pero mirando hacia atrás no entendí cómo «mantener la cabeza baja» y evitar el peligro.

El acoso me dejó muy ansiosa, sintiendo constantemente como si los matones estuvieran a punto de estallar en mi armario. No podría salir en público si pudiera evitarlo, y las pesadillas plagaron mi sueño.

El autor estadounidense Paul Collins, cuyo hijo es autista, escribió en Not Even Wrong: Adventures in Autism (2004) que: “Los autistas son las clavijas cuadradas definitivas, y el problema con golpear una clavija cuadrada en un agujero redondo no es que martillarlas sea un trabajo duro, sino que estás destruyendo la clavija”. Puedo decir por experiencia propia que la presión social de crecer puede ser un ambiente tóxico para nosotros los autistas, ya que nos vemos obligados a cumplir con las normas o destacar y correr el riesgo de intimidación y trauma.

Lo que más me atrajo de la literatura fue la posibilidad de aprender las reglas sociales, las expectativas, cómo enfrentar los desafíos y mucho más, todo desde la comodidad de mi sillón sin el riesgo de decir algo incorrecto o cometer un error

En retrospectiva, la siguiente señal de advertencia de que era autista fue mi primera experiencia universitaria, en un lugar que me gustaría olvidar, estudiar literatura inglesa. Llegué con un auto lleno de libros y me sorprendió la persona que estacionó a nuestro lado descargando cajas de alcohol. Luché inmensamente con el lado social de la universidad, incluidos los ruidosos bares y clubes, que asaltaron mis sentidos y dejaron mis oídos sonar durante días después. Me fui después de dos semestres.

Avancé unos años e intenté nuevamente, esta vez para estudiar psicología experimental en Oxford. Fue glorioso sentirme intelectualmente estimulada por el tema de la mente humana, y pude trabajar apasionadamente durante todas las horas y evitar las discotecas y los aspectos socialmente más abrumadores de la universidad sin que nadie pensara que era extraña. Había encontrado mi nicho intelectual: podía perseguir mi interés especial, la gente, e incluso encontré un nuevo interés especial en el remo. El mundo neurotípico puede ser discordante, pero aprendí en Oxford que las personas autistas, como las orquídeas, pueden prosperar en un ambiente que nos convenga. Por ejemplo, sé de un hombre autista exitoso que ama los juegos de mesa, y trabaja en una cafetería de juegos de mesa. Me gustaría creer que existe un nicho para cada individuo autista, incluso si puede requerir un poco de comprensión por parte de los demás y algunos ajustes, como eliminar las luces brillantes para reducir la sobrecarga sensorial.

En esta etapa, mi salud mental era la mejor que había tenido en mucho tiempo. Sin embargo, cosas malas pueden suceder inesperadamente. Estaba cruzando el puente de Magdalen en Oxford con mi buena amiga Tess en 2012. Estábamos despreocupados, charlando sobre nuestro año sabático juntas y disfrutando del sol. Un hombre que pasó junto a nosotros de repente saltó sobre mí con sus manos alrededor de mi cuello e intentó estrangularme. Luché y finalmente me escapé. Pensé que era extraño que hubiera sucedido esta cosa horrible, y aun así me encontraba consciente y respirando. Nada había cambiado, pero todo también había cambiado.

Después del ataque, desarrollé una recurrencia de problemas de salud mental desde mi juventud. Crecí más y más mal. Estaba ansiosa, obsesiva, deprimida y comencé a tener pensamientos suicidas. Estaba abrumada por el mundo, solo por ser, y no sabía cómo lidiar con eso.

Recibir este diagnóstico fue un gran alivio

Puse mi energía mental limitada en mis estudios académicos para ocultar mi creciente infelicidad, y gané una beca competitiva para comenzar un doctorado en Oxford. Pero todavía me sentía «diferente» y nunca había lidiado realmente con mis problemas de salud mental. El estrés aumentó. En un momento desesperado, me conecté a Internet y compré todos los libros de autoayuda que pude encontrar. Pasé una semana acurrucada en mi habitación tratando de curarme a través de la autoeducación. Cuando me di cuenta de que esto era poco probable, llegué al fondo. Fui ingresada en el hospital, pero todos los médicos no estuvieron de acuerdo con mi diagnóstico. La mayoría comentó que sentían que «les faltaba algo».

Finalmente, tuve una cita con un psiquiatra superior en Oxfordshire. Pasé tres horas con él hablando en profundidad sobre mi vida, mi salud mental y mis sentimientos de ser diferente. Después de esta gigantesca sesión, se volvió hacia mí y dijo: «Eloise, creo que eres autista». Me informó que el autismo femenino es más difícil de detectar porque tendemos a ser mejores para «camuflar» nuestras dificultades sociales. Al mismo tiempo, explicó cómo la presión de tratar incansablemente de encajar puede tener un costo comprensible en nuestra salud mental.

Recibir este diagnóstico fue un gran alivio. Finalmente, alguien estaba seguro de algo: hasta cierto punto, no me importaba lo que fuera, solo quería una respuesta. Ahora tenía una explicación de por qué siempre me había sentido diferente.

Siendo yo, reuní todos los libros que pude encontrar sobre el autismo en las mujeres y los leí todos. Fui a conferencias sobre autismo y autismo en mujeres, y hablé con expertos. Escribí sobre mis experiencias, hablé con amigos y familiares. Usé mi amor por aprender a aprender a amarme a mí misma.

gran parte de mi viaje ha sido aceptarme como soy y dejar de tratar desesperadamente de «encajar»

Finalmente volví a estudiar para mi doctorado. Amo mis estudios y probablemente se haya convertido en uno de mis intereses especiales. Espero con ansia cada día que pase en el laboratorio, ya sea que esté analizando datos de neuroimagen o escribiendo artículos académicos. Finalmente, comencé a aplicar mi mente crítica a la cuestión del autismo. Se podría decir que se ha convertido en uno de mis intereses especiales. Reflexioné sobre mi propia situación con el objetivo de ayudar a otros como yo también. No puedo rebobinar el pasado y compensar todas las malas experiencias que he tenido. Pero puedo usarlos para ayudarme a ayudar a otros. El autismo me fascina por sus acertijos científicos, pero también porque lo he vivido y sé cómo se siente.

Al principio, sentí una gran resistencia a ser diferente. Pero me he dado cuenta de que no se trata de ser diferente por el hecho de ser diferente, se trata de ser la versión más auténtica de ti mismo, particularmente en las relaciones, porque compartir y expresar tu verdadero ser con los demás puede aumentar la apertura, la sinceridad y la confianza. Creo que gran parte de mi viaje ha sido aceptarme como soy y dejar de tratar desesperadamente de «encajar». Soy quien soy, soy autista y orgulloso, soy diferente y, por primera vez en mi vida, estoy de acuerdo con eso.

Sobre la autora: Eloise Stark, es estudiante de DPhil en psiquiatría en la Universidad de Oxford. Escribe para Student Minds y The Mental Elf, y para The Psychologist.

Artículo publicado originalmente en AEON y cedido para su repubicación en Psyciencia

  • Análisis

El «vínculo débil» o la falta de gratitud de un miembro de la pareja

  • Maria Fernanda Alonso
  • 25/09/2019

Ser agradecidos en general es beneficioso para nuestra salud (física y mental) así como para la salud de quienes nos rodean. Es que la gratitud tiene un papel de suma importancia en nuestras vidas. Incluso, una investigación encontró que la gratitud hacia la pareja media la relación entre evitar el apego y la satisfacción con la relación. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que la gratitud sólo es buena si ambos miembros de la relación son agradecidos (McNulty & Dugas, 2019).

Para llegar a esta conclusión, investigadores hicieron un seguimiento de 120 parejas de recién casados ​​durante tres años, y midieron los sentimientos y las expresiones de gratitud de cada uno al comienzo del estudio, después del primer año y luego nuevamente después del segundo año. También les preguntaron qué tan satisfechos estaban con su relación cada cuatro meses durante tres años.

Lo que encontraron fue que la gratitud era buena para la calidad de la relación, pero solo si ambos eran muy agradecidos. Al comienzo del estudio, cuanto más agradecidas estaban las personas, más satisfechas estaban con sus relaciones, pero solo si su pareja también estaba muy agradecida.

Lo mismo sucedió con el tiempo: las personas agradecidas que también tenían parejas agradecidas no experimentaron las mismas caídas de satisfacción en los tres años que el resto de las parejas en el estudio. De hecho, fueron el grupo más satisfecho al final del estudio. Por otro lado, las personas agradecidas que tenían parejas desagradecidas mostraron las mayores caídas en satisfacción durante los tres años, y terminaron siendo las más insatisfechas.

Mientras que el trabajo previo ha encontrado que las personas que se sienten más apreciadas llegan a ser más agradecidas, lo que sugiere que un compañero puede aumentar la gratitud y la calidad de la relación del otro compañero, estos hallazgos resaltan el otro lado de ese ciclo diádico: un compañero desagradecido puede ser capaz de atraer al otro a ese lugar con el tiempo, al menos en términos de su satisfacción con la relación. Los autores de este estudio no encontraron que la gratitud de un miembro de la pareja predijera la gratitud del otro.

Cualesquiera que sean las vías a través de las cuales las parejas desagradecidas se afectan entre sí, este estudio sugiere que, con el tiempo, que un miembro de la pareja sea menos agradecido puede ser suficiente para acelerar la inevitable disminución en la satisfacción de la relación, concluyen los autores recordando, de todos modos, que este es un estudio correlacional por lo que se necesita más evidencia que respalde estos hallazgos.

Referencia:

McNulty, J. K., & Dugas, A. (2019). A dyadic perspective on gratitude sheds light on both its benefits and its costs: Evidence that low gratitude acts as a «weak link». Journal of Family Psychology: JFP: Journal of the Division of Family Psychology of the American Psychological Association . https://doi.org/10.1037/fam0000533

Fuente: Psychology Today

  • Análisis

Las parejas, ¿experimentan realmente sintonía emocional?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 25/09/2019

Laura Sels de Katholieke Universiteit Leuven en Bélgica, y sus colegas, realizaron tres estudios para investigar la interdependencia emocional en parejas románticas. Aunque las personas a menudo sienten que están emocionalmente en sintonía con su pareja romántica, esta investigación encontró poca evidencia de que las parejas experimenten regularmente los mismos estados emocionales simultáneamente (Sels et al., 2019).

«Las personas experimentan, comparten y regulan las emociones con mayor frecuencia y más intensamente en sus relaciones cercanas», dijo Sels. «La forma en que otros entienden y responden a estas emociones es fundamental tanto para el bienestar del individuo como para la calidad de la relación. Estoy interesada en estos exactos procesos y, en última instancia, en cómo podríamos mejorarlos.»

Los estudios

En el primer estudio, 79 parejas debatieron sobre varios temas relacionados con la salud y luego vieron un video de la conversación mientras recordaban su experiencia emocional segundo a segundo con un dial de calificación. Pero menos de la mitad de las parejas mostraron una interdependencia emocional sustancialmente mayor que las «pseudoparejas,» que los investigadores generaron al combinar participantes al azar.

En el segundo estudio, 50 parejas completaron un cuestionario de emociones 10 veces al día durante una semana usando una aplicación de celular. Cada uno informó sus emociones al mismo tiempo, pero se les pidió que no se comunicaran entre sí acerca de sus preguntas y respuestas.

Los investigadores encontraron evidencia de que las emociones de las parejas tendían a fluctuar juntas, pero hubo una gran variación entre las parejas. En otras palabras, algunas parejas parecían tener un nivel bastante alto de interdependencia emocional, pero otras no.

Para su tercer estudio, los investigadores combinaron las metodologías de los dos primeros y reclutaron a otras 101 parejas. A pesar del mayor tamaño de la muestra, los investigadores aún encontraron poca evidencia de interdependencia emocional.

Hallazgos

«Descubrimos que las conexiones emocionales directas entre parejas tienen efectos pequeños a moderados, son difíciles de observar con los métodos existentes en la mayoría de las parejas, pueden no generalizarse a través de los estudios y no parecen ser un indicador de la cercanía de una relación,» concluyeron los investigadores.

Sorprendentemente, los hallazgos indicaron que la cantidad de tiempo que la pareja pasaba junta no parecía tener mucha influencia en la interdependencia emocional.

“Aunque las parejas se impactan mutuamente en numerosos dominios, esto no necesariamente genera vínculos directos entre sus emociones,” dijo Sels.

“A la luz de estos hallazgos, planteamos la hipótesis en otro trabajo reciente de que, si bien la interdependencia emocional real solo puede caracterizar relaciones cercanas en contextos específicos, la interdependencia percibida puede ser más frecuente y relevante para el bienestar. De hecho, encontramos evidencia preliminar de esto.”

Ese estudio encontró que la similitud emocional percibida por las parejas predijo cuánto amor sentían las personas por su pareja (Sels, Ruan, Kuppens, Ceulemans, & Reis, 2019).

«Apoyando el papel de las percepciones en lugar de las experiencias reales, descubrimos que la similitud emocional tenía que ser detectada antes de ejercer un efecto sobre la cercanía, y también la percepción excesiva de similitudes tenía efectos beneficiosos en la vida diaria», explicó Sels.

Referencia:

Sels, L., Cabrieto, J., Butler, E., Reis, H., Ceulemans, E., & Kuppens, P. (2019). The occurrence and correlates of emotional interdependence in romantic relationships. Journal of Personality and Social Psychology. https://doi.org/10.1037/pspi0000212

Sels, L., Ruan, Y., Kuppens, P., Ceulemans, E., & Reis, H. (2019). Actual and Perceived Emotional Similarity in Couples’ Daily Lives. Social Psychological and Personality Science, p. 194855061984592. https://doi.org/10.1177/1948550619845927

Fuente: PsyPost

  • Análisis

Cómo te manipulan para que apuestes (video)

  • David Aparicio
  • 24/09/2019

Los psicólogos del canal de Youtube Walden Dos, explican brevemente los principios conductuales que están detrás de la adicción a las apuestas y cómo los casinos manipulan las variables para que las personas y en especial los más jóvenes no puedan dejar de apostar.

Si quieres saber más sobre el conductismo te sugiero que leas nuestros estos artículos:

  • La ‘extraña muerte’ del conductismo radical
  • Condicionamiento clásico: la venganza de Pavlov
  • El conductismo desalmado
  • Angry Birds y Skinner: conductismo en la vida cotidiana

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