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Análisis

359 Publicaciones
  • Análisis

El poder de escribir acerca de tus valores

  • Equipo de Redacción
  • 20/02/2024

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Por Steven Hayes, cocreador de la terapia de aceptación y compromiso. Artículo publicado en su newsletter y traducido al español por Psyciencia.

¿Qué te importa genuinamente? Es una pregunta engañosamente simple, pero a menudo descuidamos responderla para nosotros mismos. Como resultado, tendemos a centrar nuestros esfuerzos y energías en tareas que no se alinean verdaderamente con lo que queremos de la vida. Actuamos según nuestras necesidades a corto plazo (incluso saboteando nuestros objetivos a largo plazo), o seguimos las expectativas de otras personas, sin cuestionarnos realmente si están en nuestro mejor interés. Podemos enfocarnos en lo que «deberíamos» estar haciendo, yendo de tarea en tarea, sintiéndonos atrapados en una rueda de hámster que parece no tener fin.

Vivir según nuestros valores ofrece una alternativa. En lugar de intentar vivir mecánicamente según los estándares de otras personas, el trabajo con valores nos pide que asumamos la responsabilidad de nuestro propio viaje de vida. Cuando elegimos lo que es importante en la vida, creamos una métrica profundamente personal para el éxito.

¿Nos importa irradiar amor en el mundo? ¿Apreciar y proteger la naturaleza? ¿Crear belleza? Las mejores tradiciones culturales, familiares y sabias pueden guiarnos, pero, en última instancia, las elecciones verdaderamente sentidas son nuestras para hacerlas «desnudos y al viento».

Al tomar tales decisiones, no solo es más probable que nos involucremos en la vida con motivación y perseverancia, sino que también brindamos más atención, cuidado y energía a los viajes que nos elevan. Los valores nos ayudan a construir emociones socialmente positivas, como la gratitud y la apreciación, y la sensación de que estamos haciendo una diferencia significativa en las vidas de otras personas. Y un ejercicio simple ha demostrado ser particularmente efectivo para destilar cuáles podrían ser esos valores.


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La investigación ha demostrado que escribir sobre tus valores tiene un impacto significativo en tus acciones y en tu bienestar mental; más que simplemente elegir valores de una lista o expresarlos en pocas palabras. Al escribir sobre ellos, es menos probable que reacciones defensivamente o que permitas que los valores se vuelvan formulistas. Es más probable que te vuelvas más receptivo a la información que sugiere cómo puedes hacer cambios efectivos en tu vida.

Si esto suena sermoneador, por favor, elimina cualquier sentido de «debería» de ello. No necesitas un dedo acusador de mi parte más de lo que lo necesitas de cualquier otra persona, incluyéndote a ti mismo. Abogo por el trabajo con valores porque la ciencia, lo mejor de nuestras tradiciones culturales y nuestras propias experiencias de vida muestran que cuando las elecciones de valores se hacen desde la totalidad de nosotros y desde una postura psicológicamente abierta y consciente, nuestras vidas mejoran. Es simplemente la forma en que estamos conectados.

Un ejercicio simple para descubrir tu propósito y significado

En un momento, te pediré que escribas sobre tus valores. Antes de hacerlo, toma una hoja de papel y anota las siguientes áreas de vida:

  • Relaciones íntimas
  • Familia
  • Amigos
  • Comunidad
  • Medio ambiente
  • Trabajo
  • Educación
  • Recreación
  • Espiritualidad
  • Bienestar físico

A continuación, quiero que califiques cada una de esas áreas de vida en una escala del 1 (= no importante) al 10 (= muy importante). Ten en cuenta que no se trata de lo importantes que pueden ser para otros, sino de lo importantes que son para ti personalmente en este momento. No hay respuestas correctas ni incorrectas aquí; solo decides tú.

¿Lo hiciste? ¡Genial! Luego, califica cada una de estas áreas nuevamente en una escala de 1 a 10, pero esta vez en términos de cuán coherentes han sido tus acciones con tus valores en cada una de las áreas. Por ejemplo, un «3» en Bienestar Físico podría indicar que comes mucha comida chatarra y raramente haces ejercicio, mientras que un «8» en Familia podría mostrar que pones mucho esfuerzo en tus hijos.

Después de calificar cada una de las áreas por segunda vez, echa un vistazo a tus respuestas. Las áreas con una alta importancia (una puntuación entre 8 y 10) y puntuaciones de consistencia relativamente bajas (6 o menos) son áreas problemáticas claras, y sugiero que comiences tu trabajo inicial con valores en cualquiera de ellas.

Así que aquí viene tu tarea real: toma otra hoja de papel, elige un dominio de vida y luego escribe durante diez minutos sobre tus valores más profundos en esta área. Hazlo de verdad: ¡diez minutos no es mucho tiempo! Mientras lo haces, por favor, considera las siguientes preguntas:

  • ¿Qué te importa en esta área?
  • ¿Qué quieres hacer en esta área que refleje intrínsecamente tu preocupación?
  • ¿Cuándo en tu vida ha sido importante este valor?
  • ¿Quiénes son los héroes en tu vida para manifestar tales valores y qué significan para ti?
  • ¿Qué has visto en tu vida cuando otros persiguen este valor, o no?
  • ¿Cuándo has violado este valor y ha tenido algún costo?
  • ¿Qué podrías hacer para manifestar más este valor en tu vida?

Trata de centrar tu escritura en las cualidades de tu vida como quieres vivirla, cualidades que consideras de importancia intrínseca para lo que haces.

Si comienza a sentirse como si estuvieras escribiendo una lista de deseos sobre lo que quieres de la vida o de los demás, redirige tu escritura describiendo las cualidades de las acciones que deseas manifestar. Si no puedes pensar en nada más, simplemente continúa escribiendo lo que aparezca en tu cabeza (incluso si escribes lo mismo una y otra vez), hasta que surja algo nuevo.

No sigas leyendo hasta que hayas escrito durante al menos diez minutos. Confía en mí en esto. Simplemente hazlo.

Ok, ahora lee lo que escribiste y ve si puedes destilar algunos ejemplos de lo que quieres hacer en tu área elegida. Estoy hablando de comportamientos reales. ¿Puedes nombrar al menos tres acciones que te acercarían más a lo que te importa en esta área de la vida?

Después, busca menciones de las cualidades que deseas manifestar en tus acciones y ve si puedes notar esas cualidades. Es posible que desees hacer las cosas con amor, cuidado, creatividad, curiosidad, compasión, respeto, apertura, alegría, laboriosidad, salud, aventura, reflexión, justicia, apoyo, aprendizaje, paz, humor, simplicidad, honestidad, espiritualidad, equidad, caridad, tradición, confiabilidad, y así sucesivamente.

Mientras lees lo que escribiste, anota las cualidades que más resalten para ti. Puede ser solo una, o pueden ser varias. Si aparecen varias cualidades, ve si puedes capturar su núcleo en tres o cuatro palabras. Estos son indicadores verbales para elecciones de valores, y querrás tomar nota de ellos.

Los valores solo importan realmente cuando los encarnas y permites que guíen tus acciones. ¿Cómo quieres presentarte durante un próximo evento familiar? ¿En una presentación laboral? ¿Durante la obra escolar de tus hijos? ¿O mientras paseas a tu perro? Permite humildemente que los valores sean tu guía. Vivir según lo que realmente te importa no siempre será fácil, pero en combinación con aprender a ser más abierto y consciente, una vida basada en valores te brindará más realización, significado y una sensación más profunda de que estás viviendo una vida bien vivida.

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Utilizando habilidades de DBT en la práctica clínica diaria: Una revisión para terapeutas

  • David Aparicio
  • 07/02/2024

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Por: Joshua Sonkiss, MD. Certificado por la junta en psiquiatría de adultos, adolescentes y forense, así como en medicina de adicciones.

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Avances en la terapia cognitivo conductual centrada en el trauma para el abuso sexual infantil

  • Equipo de Redacción
  • 31/01/2024

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Para ti: Adicción a TikTok

  • Gretel Martinez
  • 30/01/2024

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Quien no se haya reído con algún TikTok que arroje la primera piedra…

Con la pandemia se aceleró la adopción de las tecnologías de la comunicación, su estilo de consumo (Xu et. al., 2023), largas horas intentando estar cerca de otros, distraerse, ver o hacer algún challenge divertido, LipSync video, bailes, etc. Aparentemente llegaron para quedarse…

Estas plataformas pueden ser tan cautivadoras especialmente por la presencia de ciertos elementos:

Estímulo neural similar a drogas: estudios de imágenes cerebrales indican que los adictos a Facebook muestran respuestas neurales similares a los usuarios de cocaína o jugadores. En TikTok ocurre lo mismo con la liberación de dopamina al recibir notificaciones que crea una sensación placentera, asociada con el refuerzo positivo. Los ‘Me Gusta’ actúan como recompensas, liberando dopamina y fomentando la retroalimentación positiva, lo que impulsa el uso continuado de la plataforma (Somerville, 2010).

Refuerzo de programación variable: la forma en que recibimos notificaciones sigue un proceso de «refuerzo de programación variable». Aunque las notificaciones pueden ser positivas o irrelevantes, la incertidumbre mantiene nuestra curiosidad y nos hace revisar constantemente las aplicaciones (Montag, et. al, 2021). La actualización constante de nuevos vídeos cada pocos segundos imita el programa de recompensas variable de las máquinas tragamonedas u otras actividades de juego. Este patrón de recompensa variable intermitente es muy eficaz para mantener a los usuarios interesados ​​e impulsar comportamientos adictivos, ya que el usuario está motivado a seguir viendo solo un vídeo más con la esperanza de obtener un mejor contenido. 


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Efecto social y redes: el crecimiento inicial de plataformas como Facebook se atribuyó al efecto de red, es decir, el valor de la plataforma es proporcional al cuadrado del número de usuarios conectados. Actualmente, la adicción se alimenta a través de la conexión con círculos sociales más amplios, no solo los más cercanos.  De forma similar, la ley de Metcalfe describe la valoración de una red de comunicaciones «de muchos a muchos», es decir, que el valor de una red de comunicaciones crece cuadráticamente con el número de usuarios (Farris et. al., 2009). 

Construcción de identidad en línea: las personas están constantemente moldeando su identidad en línea para ser percibidas de cierta manera, lo que puede ser especialmente peligroso para los adolescentes y adultos jóvenes, afectando su salud mental (Bhandari y Bimo, 2022).

Estrategias de diseño atractivo: las plataformas de redes sociales invierten grandes sumas en diagramar funciones específicas para mantener a los usuarios en sus aplicaciones. Actualizaciones frecuentes de apariencia buscan proporcionar información nueva y estimulante para retener la atención en la experiencia del usuario (Qin et. al., 2022).  El ítem «Para Ti» personalizada por inteligencia artificial contribuye a la adicción, ya que el contenido se adapta a las preferencias del usuario. El formato de vídeo corto de TikTok se adapta bien a la reducción de la capacidad de atención. Los clips suelen durar 15 segundos o menos, lo que permite a los usuarios ver muchos vídeos en un corto período de tiempo. Cuando los usuarios están inmersos en la visualización de vídeos sucesivos de TikTok, se puede inducir un estado de flow (Csikszentmihalyi, 2002). Este flujo se describe como un estado de plena concentración y participación en una actividad donde el sentido del tiempo se distorsiona. Cuando se encuentran en un estado de flujo, los usuarios pueden perder la cuenta de cuánto tiempo real han dedicado a la aplicación. La interfaz de TikTok también está diseñada para ser sencilla, con botones y secciones limitadas, lo que facilita la navegación a los usuarios. Esta sencilla interfaz facilita entrar en un estado de fluidez al mirar vídeos. Un aspecto clave de TikTok que fomenta el uso adictivo es la función de desplazamiento infinito. Los usuarios pueden desplazarse continuamente por un flujo interminable de vídeos nuevos. Esto mantiene a los usuarios inmersos en un estado de flujo sin barreras para seguir viendo más vídeos. Basado en el modelo Estímulo-Organismo-Respuesta y la teoría del flujo se pudo comprobar que la calidad del sistema tiene un efecto más fuerte en la experiencia del flujo que la calidad de la información (Qin et. al., 2022). 

Desafío de controlar la adicción: a pesar de ser conscientes de la adicción a las redes sociales, muchos luchan por dejar de usarlas. La posibilidad de dejar de usar las redes sociales durante un mes podría resultar difícil para la mayoría, dando cuenta así de la dependencia desarrollada (Su et. al., 2021).

Tik Tok Use Disorder

Aunque TikTok es una plataforma de redes sociales relativamente nueva y la investigación sobre sus efectos aún está en curso, existen algunas preocupaciones y hallazgos preliminares que sugieren posibles impactos negativos en la salud mental y el bienestar de sus usuarios tales como depresión, ansiedad, mal sueño y hábitos alimenticios poco saludables, especialmente en jóvenes y adolescentes (Huang et. al., 2023).

TTUD son las siglas en inglés de Tik Tok Use Disorder (Sha y Dong, 2021). En la investigación se dio en llamar trastorno por uso de TikTok a un patrón de comportamiento problemático o adictivo relacionado con el uso excesivo de la aplicación. Puede manifestarse en una dependencia excesiva de la aplicación. El estudio investigó el efecto mediador de la depresión, la ansiedad y el estrés entre el trastorno por uso de TikTok y la pérdida de memoria en 3036 estudiantes chinos de escuela secundaria. Se aplicó una prueba de dígitos hacia adelante y hacia atrás para medir la pérdida de memoria. Los resultados mostraron que el trastorno por uso de TikTok estaba positivamente relacionado con la depresión, la ansiedad, el estrés y la pérdida de memoria. Los estudiantes masculinos mostraron mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés que las estudiantes femeninas, y también experimentaron una mayor pérdida de memoria. Por lo tanto, los autores recomiendan prestar más atención a los estudiantes masculinos.

Al impacto en el perfil cognitivo de los usuarios se lo ilustra como Tik Tok Brain. Debido a la rápida producción y consumo de contenidos culturales existe un aumento de la velocidad y la fragmentación temporal en la atención colectiva a lo largo de varias décadas, agotando más rápidamente los recursos de atención limitados. La información en formato breve como Twitter, Google Books, ventas de entradas de cine, citas de publicaciones científicas, Google Trends, Reddit y Wikipedia, muestra evidencia empírica de gradientes crecientes y períodos más cortos de atención colectiva en varios dominios. Los ciclos de atención más cortos están vinculados con la competencia por la novedad y la abundancia de información, lo que lleva a una redistribución de recursos disponibles y a cambios más rápidos en la atención colectiva. (Lorenz et. al., 2019). 

Otros efectos negativos de Tik Tok sobre la salud

  • Comparación social
  • Cyberbullying
  • FOMO (Fear of Missing Out)
  • Evitación experiencial

La naturaleza altamente visual puede fomentar la comparación social y contribuir a la presión por cumplir con estándares de belleza o éxito poco realistas. (Jarman et. al., 2021)

Como ocurre en muchas plataformas en línea, TikTok no está exento de incidentes de ciberacoso y comportamientos negativos que pueden afectar la salud mental de quienes lo experimentan (Montag, et. al, 2021)

La naturaleza viral y de tendencias de TikTok podría intensificar el FOMO, ya que los usuarios pueden sentirse presionados para participar en ciertas tendencias o actividades. (Zhu X, Xiong Z, 2022)

La adicción a las redes sociales se asocia con estrategias poco efectivas de afrontamiento, de evitación de solución de problemas, lo que puede aumentar el agotamiento emocional. (Huang et. al., 2023)

Un estudio (Riehm, 2019) examinó la asociación entre el tiempo dedicado al uso diario de las redes sociales y los problemas de salud mental posteriores (internalizados, externalizados, comórbidos) en adolescentes. Sugiere que un uso diario de las redes sociales durante más de 3 horas puede aumentar el riesgo de problemas de internalización y problemas comórbidos de internalización/externalización específicamente, un año posterior, independientemente de la salud mental preexistente.

Una adicción con todo el flow

La estructura de las aplicaciones de redes sociales, incluyendo TikTok, comparte similitudes con la adicción al juego, que es la única adicción conductual reconocida por el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (APA, 2014).

¿Qué criterios de diagnóstico deben cumplirse para calificar como “adicción” según el DSM-5? Estos incluyen tolerancia, antojos, abstinencia, consumo de cantidades mayores de las previstas, intentos infructuosos de dejar el consumo, consumo a pesar de conocer las consecuencias negativas, abandono de actividades importantes debido al consumo, consumo recurrente que causa incapacidad para cumplir con las obligaciones del rol, consumo recurrente que resulta en peligros físicos y su uso continuo a pesar de los problemas sociales recurrentes. 

Acerca de las adicciones a las redes sociales se hipotetiza cierta conexión con la teoría del apego, sugiriendo que pueden estar vinculadas a trastornos de apego derivados de interacciones difíciles en la infancia (Burhan, R., y Moradzadeh, J, 2020).

Si bien los aspectos descriptivos coinciden con una adicción, se sugiere un término descriptivo más útil ya que la ciencia sobre la adicción a la pantalla aún es incipiente, este es «uso no saludable» y se emplea para cubrir todo el espectro de comportamiento que aumenta la probabilidad de consecuencias negativas, patológicas o no, que van desde el uso de riesgo hasta la adicción abierta (Xu et. al., 2023).

Sal de TikTok, entra a tu vida

Algunas sugerencias para reemplazar el uso excesivo de Instagram y TikTok con actividades más saludables y equilibradas puede ser beneficioso para tu bienestar (el objetivo no es eliminar completamente el uso de estas plataformas, sino encontrar un equilibrio saludable y consciente en tu vida diaria):

  1. Establecer límites de tiempo: definir límites específicos para el tiempo que en estas plataformas. Se pueden utilizar funciones incorporadas de control de tiempo en las aplicaciones o configurar alarmas para recordar cuándo es hora de desconectar.
  2. Explorar hobbies offline: dedicar tiempo a actividades que no involucren pantallas, como leer un libro, practicar un instrumento musical, cocinar, hacer ejercicio, pintar o cualquier hobby interesante.
  3. Conectar con amigos y familia: en lugar de depender de las interacciones en línea, buscar oportunidades para conectarte con amigos y familia en persona. Organizar reuniones, salidas o simplemente pasar tiempo de calidad juntos.
  4. Practicar la atención plena: aprender técnicas de atención plena o mindfulness para estar más presente en el momento actual. La meditación y la respiración consciente son ejemplos de prácticas que pueden ayudar a reducir la dependencia de las redes sociales.
  5. Participar en actividades al aire libre: disfrutar del aire libre realizando actividades como caminatas, ciclismo, correr o simplemente pasear por parques. Estar en la naturaleza puede tener beneficios positivos para la salud mental.
  6. Aprender nuevas habilidades: unirse a clases o talleres para aprender algo nuevo. Puede ser un idioma, habilidades artísticas, programación o cualquier otra cosa que te interese.
  7. Establecer metas personales: fijar metas personales a corto y largo plazo. Esto puede darte un sentido de propósito y logro, reduciendo la necesidad de buscar validación en las redes sociales.
  8. Desconectar antes de dormir: establecer una rutina antes de acostarte que no involucre el uso de dispositivos electrónicos. Leer un libro, escucha música relajante o practicar meditación para facilitar un mejor descanso.

Como con cualquier red social, es fundamental que los usuarios establezcan límites saludables, practiquen el uso consciente y estén al tanto de cómo su participación afecta su bienestar. 

“La comunicación digital supone una considerable merma de las relaciones humanas. Hoy estamos todos en las redes sin estar conectados unos con otros. La comunicación digital es extensiva. Le falta la intensidad. Estar en la red no es sinónimo de estar relacionados. Hoy, el tú es reemplazado por un ello. La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada, la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro. Los fantasmas habitan el infierno de lo igual.» (Byung-Chul Han, 2021).

Referencias

  • American Psychiatric Association – APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana
  • Bhandari, A., & Bimo, S. (2022). Why’s Everyone on TikTok Now? The Algorithmized Self and the Future of Self-Making on Social Media. Social Media + Society, 8(1). https://doi.org/10.1177/20563051221086241
  • Burhan, R., & Moradzadeh, J. (2020). Neurotransmitter Dopamine (DA) and its Role in the Development of Social Media Addiction. Journal of Neurology, 11(7), 507.
  • Byung-Chul Han (2021). No-cosas: quiebras del mundo de hoy. Barcelona, Taurus
  • Csikszentmihalyi, M. (2002). Flow: The classic work on how to achieve happiness. Random House.
  • Farris, P.W., Pfeifer, P.E., & Johnson, R. (2009). The Value of Networks. Darden Case: Business Communications (Topic).
  • Huang PC, Latner JD, O’Brien KS, Chang YL, Hung CH, Chen JS, Lee KH, Lin CY. Associations between social media addiction, psychological distress, and food addiction among Taiwanese university students. J Eat Disord. 2023 Mar 21;11(1):43. doi: 10.1186/s40337-023-00769-0. PMID: 36945011; PMCID: PMC10031987.
  • Jarman HK, Marques MD, McLean SA, Slater A, Paxton SJ. Social media, body satisfaction and well-being among adolescents: A mediation model of appearance-ideal internalization and comparison. Body Image. 2021 Mar;36:139-148. DOI: 10.1016/j.bodyim.2020.11.005. PMID: 33285385.
  • Lorenz-Spreen P, Mønsted BM, Hövel P, Lehmann S. Accelerating dynamics of collective attention. Nat Commun. 2019 Apr 15;10(1):1759. doi:10.1038/s41467-019-09311-w. PMID: 30988286; PMCID: PMC6465266.
  • Montag C, Yang H, Elhai JD. On the Psychology of TikTok Use: A First Glimpse From Empirical Findings. Front Public Health. 2021 Mar 16;9:641673. doi: 10.3389/fpubh.2021.641673. PMID: 33816425; PMCID: PMC8010681.
  • Qin Y, Omar B, Musetti A. The addiction behavior of short-form video app TikTok: The information quality and system quality perspective. Front Psychol. 2022 Sep 6;13:932805. doi: 10.3389/fpsyg.2022.932805. PMID: 36148123; PMCID: PMC9486470
  • Riehm KE, Feder KA, Tormohlen KN, et al. Associations Between Time Spent Using Social Media and Internalizing and Externalizing Problems Among US Youth. JAMA Psychiatry. 2019;76(12):1266–1273. doi:10.1001/jamapsychiatry.2019.2325
  • Sha P, Dong X. Research on Adolescents Regarding the Indirect Effect of Depression, Anxiety, and Stress between TikTok Use Disorder and Memory Loss. Int J Environ Res Public Health. 2021 Aug 21;18(16):8820. doi: 10.3390/ijerph18168820. PMID: 34444569; PMCID: PMC8393543.
  • Somerville LH, Jones RM, Casey BJ. A time of change: behavioral and neural correlates of adolescent sensitivity to appetitive and aversive environmental cues. Brain Cogn. 2010 Feb;72(1):124-33. doi: 10.1016/j.bandc.2009.07.003. Epub 2009 Aug 19. PMID: 19695759; PMCID: PMC2814936.
  • Su C, Zhou H, Gong L, Teng B, Geng F, Hu Y. Viewing personalized video clips recommended by TikTok activates default mode network and ventral tegmental area. Neuroimage. 2021 Aug 15;237:118136. doi: 10.1016/j.neuroimage.2021.118136. Epub 2021 May 2. PMID: 33951514.
  • Xu KY, Tedrick T, Gold JA. Screen Use and Social Media «Addiction» in the Era of TikTok: What Generalists Should Know. Mo Med. 2023 Nov-Dec;120(6):440-445. PMID: 38144925; PMCID: PMC10743327
  • Zhu X, Xiong Z. Exploring Association Between Social Media Addiction, Fear of Missing Out, and Self-Presentation Online Among University Students: A Cross-Sectional Study. Front Psychiatry. 2022 May 13;13:896762. doi: 10.3389/fpsyt.2022.896762. PMID: 35633794; PMCID: PMC9136033.
  • Análisis

¿La pornografía realmente está distorsionando nuestros cerebros, o es solo una alarma moral?

  • Equipo de Redacción
  • 30/01/2024
imagen representativa del análisis científico del efecto del consumo de pornografía.

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Hoy leí este artículo en The Hill y lo he traducido para que puedan leerlo completo. Al final compartiré mis impresiones:

Hace décadas, la pornografía se limitaba a cines sórdidos o pilas de revistas Playboy en el armario de tu tío. Ahora, una inmensa variedad de contenido sexual siempre está al alcance de nuestras manos a través de internet.

Dado lo accesible que es la pornografía hoy en día, no sorprende que a muchas personas les preocupe. Desde serios editoriales hasta legislación ineficaz que califica a la pornografía como una «crisis de salud pública», pasando por llamados a etiquetas de advertencia, parece que los temores sobre la pornografía están en todas partes.

Sin embargo, muchas de estas preocupaciones carecen de fundamento en lo que la cuidadosa investigación científica nos ha enseñado sobre el uso de la pornografía.

Como profesor de psicología e investigador en adicciones, he dedicado mi carrera a entender el uso de la pornografía y sus efectos, publicando docenas de estudios científicos sobre el tema. A lo largo de ese trabajo, el hallazgo más consistente es que las narrativas simples como «la pornografía es mala» o «la pornografía es buena» son incorrectas. Tales afirmaciones, y los argumentos que las respaldan, siempre pasan por alto información clave y casi siempre son incorrectas.


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Quienes propagan el pánico sobre la pornografía a menudo afirman que esta conduce a la adicción y problemas de salud mental, daña el cerebro, resulta en violencia contra las mujeres y provoca epidemias de disfunción sexual. La ciencia actualmente no respalda estas afirmaciones.

Las afirmaciones de que la pornografía es inherentemente adictiva carecen de fundamento. Algunas personas pierden el control en su uso de la pornografía, pero lo mismo puede decirse del ejercicio, las compras o incluso el trabajo. Sin embargo, no hay prisa por etiquetar la mayoría de estas cosas como adicciones porque no todo comportamiento habitual es una adicción.

Y solo porque algunas personas desarrollen problemas reales con la pornografía, no significa que la pornografía tenga inherentemente la probabilidad de llevar a esos tipos de problemas para la mayoría de los usuarios. Las comunidades científica y psiquiátrica no consideran actualmente el uso excesivo de pornografía como un trastorno adictivo.

Docenas de estudios han demostrado que la mayoría de las personas que ven pornografía no se sienten adictas ni fuera de control. Entre las personas que dicen sentirse adictas, las razones de esos sentimientos van desde preocupaciones reales sobre la cantidad de pornografía que ven hasta simplemente sentir vergüenza acerca de sus comportamientos sexuales.

De manera similar, aunque el uso de pornografía puede estar asociado con problemas de salud mental, la mayoría de las pruebas sugiere que las conexiones entre su uso y cosas como la depresión, la ansiedad y el estrés no son de naturaleza causal. Varios estudios no han encontrado vínculos directos entre la frecuencia con la que las personas usan pornografía y la probabilidad de experimentar problemas de salud mental en el futuro. Las personas que experimentan depresión y ansiedad pueden usar más pornografía, pero no hay evidencia concluyente de que la pornografía sea la causa en lugar del efecto.

Una lectura cuidadosa de la ciencia en torno al uso de la pornografía tampoco respalda la idea de que la pornografía esté cambiando anormalmente los cerebros de las personas o frenando el desarrollo neural. Casi todos los pasatiempos e intereses humanos llevan a cambios sutiles en la estructura cerebral. Los taxistas a menudo tienen regiones cerebrales más grandes de lo normal asociadas con la memoria. Los jugadores profesionales de videojuegos muestran diferencias estructurales en comparación con los no jugadores. No debería sorprender, entonces, que las personas que ven pornografía con frecuencia puedan tener diferencias sutiles en sus cerebros en comparación con las personas que nunca la ven. La presencia de tales diferencias no implica necesariamente problemas en la función cerebral o un desarrollo anormal. Más bien, es coherente con la idea familiar de que diferentes actividades e intereses cambian nuestros cerebros de diferentes maneras.

Aunque se han encontrado asociaciones entre la violencia sexual y la pornografía violenta en algunas investigaciones, estos vínculos no están presentes en todos los estudios. Además, la investigación que demuestra que el uso de pornografía realmente causa violencia es escasa. Los vínculos conocidos entre la violencia y la pornografía violenta pueden simplemente implicar que las personas violentas prefieren la pornografía violenta, o que otras experiencias atraen a algunas personas tanto a la violencia sexual como a la pornografía violenta.

Además, la violencia en la pornografía es increíblemente subjetiva. (Por ejemplo, ¿es la nalgada considerada violencia?) Finalmente, a diferencia de lo que se podría esperar si el uso de pornografía causara una mayor violencia sexual, las estadísticas de la Encuesta Nacional de Victimización por Crímenes en los Estados Unidos muestran que las tasas de violencia sexual no han aumentado desde mediados de la década de 1990. Si ese vínculo causal fuera real, se esperaría una explosión de violencia sexual desde entonces, debido a la masiva expansión de la pornografía en línea.

Mientras que las afirmaciones sobre la adicción a la pornografía y los efectos de la pornografía en el funcionamiento cerebral carecen de respaldo, las afirmaciones de que la pornografía está causando una ola de disfunción eréctil en hombres jóvenes sanos son completamente falsas. Numerosos estudios revisados por pares tanto en los Estados Unidos como en el extranjero han demostrado de manera concluyente que el uso de pornografía por sí solo no está relacionado con problemas de funcionamiento eréctil.

En última instancia, la pornografía es una forma de medio en un mundo que está más saturado que nunca con medios de todas las formas. La pornografía ha florecido en la era de internet; lo mismo ha ocurrido con los podcasts, la televisión por streaming y la música digitalizada. Es natural que padres, educadores y responsables de políticas estén preocupados por la exposición de los niños a los medios sexuales. También es normal que las personas se preocupen por cómo las nuevas formas de medios afectan a personas de todas las edades.

Pero las alarmas morales basadas en el miedo y la pseudociencia no conducen a una crianza efectiva, educación o políticas eficaces. En cambio, lo que se necesita es un verdadero respaldo a la ciencia que busca comprender cómo todos los medios están afectando a las personas y una disposición para entender la ciencia antes de realizar cambios regulatorios y políticos.

Joshua B. Grubbs es profesor asociado en el Departamento de Psicología de la Universidad de Nuevo México, donde también trabaja como investigador en el Centro de Alcohol, Uso de Sustancias y Adicciones.

Artículo publicado en The Hill y traducido al español por Psyciencia. Puedes leer el artículo original aquí.

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  • No es una simple una alerta moral. La industria de la pornografía puede ser deshumanizante, violenta y coercitiva. Comprendo que el artículo intenta reflejar la mejor evidencia disponible sobre los efectos del consumo de películas para adultos, pero creo que le falta claridad al abordar los elementos que rodean a esta industria. Tal como está redactado el artículo, da la impresión de que la pornografía es inofensiva, cuando en realidad no lo es.
  • Desensibilización a la intimidad: El consumo frecuente de pornografía puede llevar a una desensibilización emocional y afectiva hacia las relaciones íntimas, ya que se pueden desarrollar expectativas poco realistas sobre la intimidad y el comportamiento sexual.
  • Distorsión de la imagen corporal: La pornografía a menudo presenta cuerpos idealizados y situaciones poco realistas, lo que puede influir negativamente en la percepción de la propia imagen corporal, generando inseguridades y presiones poco saludables.
  • Cambios en la percepción del género: Algunas representaciones en la pornografía pueden reforzar estereotipos de género y roles poco realistas, contribuyendo a la objetivación y cosificación de las personas, lo cual puede influir negativamente en las relaciones de la vida real.
  • Análisis
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Cómo terminar una relación tóxica (guía)

  • Equipo de Redacción
  • 24/01/2024
cómo terminar relación tóxica

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Ashley, una mujer de 37 años cuyo nombre hemos cambiado para proteger su confidencialidad, comenzó a salir con un hombre al que llamaremos John cuando tenía 19 años. Durante los primeros nueve años de la relación, vivieron separados y rompieron en dos ocasiones. A pesar de pasar por ciclos de idas y venidas, finalmente se casaron y Ashley se mudó con John, a quien veía como su amor de la escuela secundaria. Pronto, sus tácticas previamente encubiertas de control (como supervisar minuciosamente cómo cargaba el lavavajillas) se volvieron más evidentes y angustiantes (como prohibirle a Ashley que tuviera amigos y familiares de visita, y hacer amenazas físicas). Después de seis años de un matrimonio tóxico, Ashley finalmente logró salir. Ella describe su historia como un proceso largo y doloroso de convertirse en un adulto emocionalmente maduro.

En nuestro trabajo como psicólogos, tanto en consultas privadas como en entornos hospitalarios, nos encontramos con muchos clientes como Ashley, y volveremos a su historia más adelante. Muchos de estos clientes describen sentir que algo está seriamente mal en su relación, pero les resulta difícil identificar la fuente, especialmente cuando el abuso y el control son de naturaleza psicológica. Estas interacciones no físicas perjudiciales pueden ser casi invisibles, y quienes las experimentan a menudo terminan sufriendo durante demasiado tiempo. Muchas de estas personas están atrapadas en lo que podríamos llamar una ‘relación tóxica’, que se puede describir como un patrón de interacciones que induce daño emocional y agotamiento a una o ambas partes involucradas.

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  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

Construyendo decisiones: una guía clínica

  • Fabián Maero
  • 17/01/2024
construyendo elecciones clínicas en psicoterapia

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El trabajo clínico a menudo nos presenta consultas que no pueden encuadrarse dentro de una patología o diagnóstico codificable, dificultades vitales comunes tales como buscar pareja, encontrar sentido a la vida, hacer amistades, afrontar una conversación delicada, lidiar con un duelo o con cambios vitales, entre otras.

Las consultas de esta índole, si bien en general no suelen ser graves, pueden resultar todo un desafío para los terapeutas. La complejidad que ofrecen más que técnica es conceptual: establecer el objetivo de la intervención, determinar los focos clínicos, resolver problemas frecuentes, entre otros. Para peor, en la literatura de las terapias basadas en evidencia no abundan los textos sobre estos temas, por lo cual a menudo terminan abordándose con una mezcla de sentido común, experiencia personal, y el folclore clínico transmitido de boca en boca.

Quizá la más emblemática de este tipo de consultas sea aquella que gira en torno a tomar una decisión difícil. Si han hecho clínica durante más de diez minutos es probable que les haya tocado acompañar a una persona enfrentada a elegir una de entre dos o varias alternativas que, al menos en principio, son mutuamente excluyentes, sin tener una preferencia marcada por una de ellas.  Por ejemplo, vacilar entre sostener su empleo actual o renunciar, tener hijos o no, continuar una relación íntima que está resultando problemática o interrumpirla, expatriarse o continuar viviendo en su país, son algunos de los casos más conocidos. Las decisiones de este tipo involucran un complejo entramado de expectativas sociales, objetivos personales, ansiedades, que pueden interferir con tomar una decisión deliberada y comprometida.

Por mi parte, en varias ocasiones he lidiado con este tipo de motivos de consulta y con las perplejidades que presentan, y querría ofrecerles algunas observaciones y sugerencias sobre el tema que, sin ser exhaustivas, pueden servir para acompañar clínicamente a quien está lidiando con una elección de este tipo.  Por supuesto, en última instancia cada decisión es diferente y presenta desafíos propios, pero creo que hay algunos puntos que puede ser útil considerar en cualquier caso.

He organizado el texto que sigue en tres partes. En primer lugar, me ocuparé de algunas observaciones y precisiones conceptuales generales sobre algunos aspectos clave de estas situaciones tales como la neutralidad clínica, el papel de la evitación, el problema de buscar la elección correcta, entre otros. En la segunda parte sugeriré una forma posible de acompañar clínicamente en el proceso por medio de la construcción de una suerte de mapa de la decisión en el que se identifiquen y organicen los principales aspectos que componen la situación, tales como pensamientos, sentimientos y valores, con el fin de facilitar la elección. En la tercera parte discutiré algunos caminos posibles para avanzar con la elección y para resolver problemas comunes. Dado que este es un texto más bien clínico, haré gracia del lenguaje técnico para mantener el texto tan comprensible como pueda.


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Observaciones y precisiones conceptuales

Más allá de lo técnico de la intervención en estos casos, hay algunas consideraciones generales sobre estas situaciones que creo vale la pena tener en cuenta.

Dilema o evitación

Cuando una persona vacila entre llevar a cabo una acción orientada hacia valores o evitar –por ejemplo consumir alcohol o sostener la abstinencia al servicio de su salud– hay una alternativa que es preferida, la persona puede identificar qué camino de acción sería deseable para su vida, la dificultad radica más bien en lidiar con los obstáculos que implica, como el malestar de la abstinencia o la presión social a consumir alcohol. En cierto sentido, la parte de elección está resuelta, lo que está en juego más bien es cómo realizar y sostener en el tiempo la acción. El problema en las elecciones dilemáticas es anterior, por así decir: no se trata de cómo actuar sino de definir qué camino seguir.

Por este motivo en estos casos es necesario en primer lugar determinar si estamos frente a un verdadero dilema o si se trata de evitación camuflada. Con no poca frecuencia, una situación que parece dilemática en primera instancia se revela en un examen más cercano como una renuencia a lidiar con los costos y consecuencias de la alternativa preferida. Por ejemplo, una vacilación entre sostener o terminar una relación íntima puede enmascarar un rechazo a lidiar con los costos emocionales de separarse. Es decir, hay una alternativa preferida pero costosa en términos emocionales o prácticos, y entonces la evitación se enmascara como dilema. Más que un “no sé qué quiero” en algunos casos se trata de un “no estoy dispuesto a experimentar el malestar que conlleva lo que quiero”.

En contraste, las decisiones dilemáticas propiamente dichas involucran un conjunto complejo de consecuencias a corto y a largo plazo que no son fácilmente comparables entre sí. Alguien que está vacilando entre tener o no hijos puede tener una preferencia que está obscurecida por fusión y evitación, pero también es legítimamente posible que cada alternativa le resulte similarmente atractivas por motivos diferentes.

Distinguir entre evitación y la vacilación no es sencillo –y no colabora el hecho de que a menudo la propia persona no ha notado que se trata de evitación. Puede ser útil para esto tener una conversación sobre las motivaciones involucradas en la elección que se presenta, para identificar si hay una alternativa preferida y lo que se está rechazando son los costos que ella implica. Si efectivamente identificamos que se trata de evitación el proceder clínico puede ser el tradicional: trabajar habilidades de defusión y aceptación, amplificar el contacto con valores, etcétera.

Distinguir entre evitación y la vacilación no es sencillo

Si no está claro si se trata de vacilación o evitación, conviene abordar a la situación como si fuera un dilema, es decir, tratarlas como si fueran alternativas equivalentes, y construir un mapa de los aspectos relevantes para facilitar que la persona elija (en la segunda sección del texto veremos algo más sobre esto).

Elegir bien

En estas situaciones las personas suelen buscar elegir bien, realizar la elección correcta, la mejor u otras categorías similares. Se trata de un deseo perfectamente válido y comprensible, pero adoptar estas categorías con demasiada rigidez puede dificultar la selección de alternativas.

Sucede que en estos tipos de situaciones no hay una alternativa que sea simplemente buena y otra que sea mala, sino que lo que hay son diferentes caminos de acción con múltiples y diferentes consecuencias en cada caso. No hay criterio objetivo ni es posible comparar la vida con hijos y la vida sin hijos y determinar cuál sería la elección “correcta”. Ni siquiera podemos decir cuál sería la alternativa correcta basándonos en el bienestar o malestar que pudiere implicar. Una persona puede elegir expatriarse para ofrecerle un mejor futuro a sus hijos, aun cuando para ella misma resultase algo doloroso y ofreciese numerosas consecuencias indeseables. Aquí vuelve la antigua sabiduría que ACT retoma: actuar hacia los propios valores no siempre lleva al bienestar– a menudo involucra más bien lo contrario. Intentar reducir esta complejidad a un juicio unidimensional y general, intentando determinar cuál sería la mejor alternativa puede estancar indefinidamente el proceso.

Imagínense ir a un refugio para adoptar un gatito y tener que elegir entre varios: ¿cuál sería la mejor elección en ese caso? La respuesta dista de ser sencilla: podríamos elegir al que se vea más sano y fuerte, pero también a uno que se vea más frágil para darle una vida de cuidados; podríamos elegir un gatito joven, pero también un gato anciano al que nadie quiera adoptar (podríamos decir que no hay gatito al cual no le corresponda la categoría de mejor, pero sería irnos por las ramas. También podría decir que lo mejor sería adoptar a Matilda, y esa sería una respuesta indiscutiblemente correcta). Ninguna de esas elecciones será la mejor, sino que cada una de ellas nos llevará por distintos caminos, nos brindará diferentes y mayormente impredecibles experiencias.

Estas situaciones son difíciles precisamente porque no hay una forma clara de determinar si una alternativa sería globalmente mejor que otra –es una ambigüedad que se puede reducir pero no eliminar. Abordar la elección como la búsqueda de la “mejor” alternativa nos puede rápidamente llevar a un punto muerto. En lugar de eso, puede proponerse abordarla como la búsqueda de la alternativa que mejor resuene con la persona y su circunstancia, dejando de lado categorías unidimensionales y de aplicación universal.

Razonar y resonar

El ejemplo anterior de adoptar un gato nos permite señalar algo más: una elección de esta naturaleza no es un hecho lógico sino psicológico, un acto que involucra al organismo integrado con todo su repertorio de respuestas. No sólo involucra lo que podamos pensar sobre una alternativa, sino también (y diría que preferentemente), lo que en términos amplios sentimos hacia ella.

Dicho de otro modo: no elegimos sólo con la cabeza sino con todo lo que somos.

No he elegido a mis amigos por lo que he pensado sobre ellos, sino por la afinidad que he sentido interactuando con ellos. Tampoco solemos elegir pareja o tener hijos basándonos meramente en una lista de pros y contras, ni elegimos nuestra música o comida favorita con un árbol de decisiones: las razones vienen mayormente después. Nos enamoramos primero y luego construimos las razones de por qué esa persona es especial; nos gusta una canción, y luego explicamos por qué nos gusta. Esas explicaciones no causan la elección, sino que identifican algunos de sus elementos clave.

Lo que sucede es que toda elección es una conducta y como tal está controlada por múltiples factores, como los aspectos ambientales, el estado actual del organismo, su historia de aprendizaje con los aspectos que el contexto ofrece, e involucra a todo el repertorio de respuestas del organismo, operantes, respondientes, verbales, no verbales, etc. La razón es sólo uno de esos factores, que interactúa con las otras conductas, pero no es la fuerza única detrás de la elección.

Una lista de razones a favor y en contra puede ser suficiente para elegir entre alternativas comparables, como qué modelo de celular comprar o qué día conviene salir de viaje, pero no resulta de mucha ayuda cuando las alternativas involucran factores emocionales imposibles de cuantificar. Puedo comparar la cámara o el procesador de uno y otro celular pero, ¿cómo comparar, por ejemplo, el afecto por la propia tierra, los cariños de familia y amigos, con los sueños e ideales que persigue quien emigra de ella?

No elegimos sólo con la cabeza sino con todo lo que somos

Por este motivo una elección involucra atender en algún grado a lo que podríamos llamar intuición, a falta de un término mejor. Quizá suene algo esotérico, pero se trata simplemente de que al presentarse un contexto, como por ejemplo al considerar una de las alternativas de una elección, una persona producirá todo un espectro de respuestas que irá más allá de lo puramente verbal o racional, incluyendo sensaciones físicas, sentimientos, impulsos de acción, etcétera. Si en este momento considero la posibilidad de alguna actividad que suela disfrutar, como salir a sacar fotos, puedo notar no sólo la aparición de pensamientos y razones al respecto, sino también las respuestas preparatorias más sutiles de mi cuerpo, frente a una situación que ha resultado apetitiva en el pasado. En lenguaje coloquial, siento ganas. Podríamos llamar intuición al registro de las respuestas físicas no verbales que surgen frente a aspectos clave del contexto.

Notar cómo respondemos globalmente al considerar alguna situación nos dice algo sobre nuestras preferencias, sobre lo que nos conmueve, sobre lo que nos repulsa. Dicho de otro modo, resonamos al contexto de acuerdo a nuestra historia de aprendizaje y con todos los sistemas de respuesta de nuestro organismo, no sólo con el repertorio conductual relativamente menor que involucra a la lógica y la racionalidad. Escuchar esas resonancias es una fuente de información tan válida como cualquier otra. Podemos decir, con Pascal, que “conocemos la verdad, no solamente por la razón, sino también por el corazón”.

 Una elección no se hace sólo razonando sino también resonando

Y así como una buena forma de decidir si nos gusta una música es escucharla y notar qué nos genera, lo mismo aplica a una elección difícil: podemos contemplar sus alternativas y notar qué nos generan, qué sentimos frente al explorarla, qué partes de nuestra historia resuenan con ella.

En otras palabras: una elección no se hace sólo razonando sino también resonando, atendiendo a los ecos completos que en el presente tiene nuestra historia. Por supuesto, la intuición por sí sola puede ser engañosa y basta. La intuición es una respuesta global que no discrimina demasiado los matices –una persona que está guiada sólo por sus sentimientos amorosos puede elegir establecer una relación con otra que es violenta o cruel hacia ella. Es necesario “escuchar” lo puramente intuitivo, pero también incluir otras consideraciones que pueden atemperarlo o amplificarlo.

El punto es que no es una buena idea aplanar y reducir estas elecciones a un proceso puramente racional ni a una reacción intuitiva, sino que de lo que se trata es de expandir la exploración para abarcar el panorama con toda su complejidad. En estos casos, no existe lo simple, sino sólo lo simplificado.

Neutralidad clínica

Es frecuente que en estos caso el propio terapeuta tenga preferencia por alguna de las alternativas que se examinan, pero es necesario cuidarse de influenciar la decisión de la paciente. Dado que no somos nosotros quienes lidiaremos con las consecuencias de la elección, es aconsejable abstenerse de tomar partido abiertamente por alguna de ellas.

Este es especialmente el caso cuando se trata de elecciones que incluyen fuertes expectativas sociales, como por ejemplo sobre tener hijos o no, asunto sobre el cual todo el mundo, incluyendo terapeutas, tiene una opinión respecto a qué y el cómo deberían hacerse las cosas. Me ha tocado escuchar en más de una ocasión a pacientes refiriendo cómo sus terapeutas patologizaban la elección de no tener hijos. La cuestión insoslayable aquí es que posición del terapeuta implica una asimetría de poder. Nuestras opiniones y respuestas pueden fácilmente malinterpretarse como si fueran indicaciones sobre la elección “correcta”, en lugar de lo que son: respuestas influidas por nuestra historia y situación particular, diferentes a la de nuestra paciente. Ni siquiera es necesario tomar partido abiertamente por alguna alternativa: como cualquier clínico sabe, para exhibir nuestra preferencia a veces basta con interesarse más por una de las opciones, o indagar más sobre lo negativo de una y sobre lo positivo de la otra.

Dado que no somos nosotros quienes lidiaremos con las consecuencias de la elección, es aconsejable abstenerse de tomar partido abiertamente por alguna de ellas.

Digámoslo así: salvo que estén dispuestos a compartir los costos de la elección, guárdense su opinión. Esto no quiere decir que si una paciente nos pregunta qué pensamos debamos siempre impostar un aire misterioso y esquivar la pregunta. A fin de cuentas, es difícil ocultar por completo las preferencias propias. En esos casos puede ser preferible responder con honestidad pero con cautela, enfatizando que no se trata de la alternativa correcta sino de una opinión como cualquier otra, hecha desde nuestro lugar, con nuestra historia, y gozando de la ventaja de no tener que lidiar con las consecuencias.

Elección y control aversivo

Es frecuente que una elección importante involucre un grado considerable de control aversivo, usualmente bajo la forma de juicios, mandatos y expectativas (“si no logro X soy un fracaso”, “debería hacer esto”, “tendría que”, etc.), entre otros malestares verbalmente determinados. Esto es un problema porque es difícil realizar una elección libre cuando se está bajo control aversivo, sea directo o verbalmente mediado.

El control aversivo tiende a reducir el repertorio conductual y a favorecer las respuestas de evitación o escape. Una persona que está huyendo de un enjambre de abejas no cuenta con el repertorio conductual más flexible y matizado en ese momento, sino uno enfocado en escapar de la situación, no hay tiempo de oler las flores, de ponderar el sentido del universo, ni de preguntarse qué es lo que uno quiere de la vida. Esto es normal y deseable en términos de supervivencia, pero desastroso si sucede en el contexto de una elección difícil con múltiples matices. Una persona fuertemente fusionada con una expectativa del estilo “si a los treinta años no te has casado es que no vales nada”, puede elegir ponerse en pareja con la primera persona que aparezca, no tanto por deseo propio sino más bien por la presión de esa sentencia –cuando uno se está ahogando no importa demasiado cuál sea el salvavidas. Si, en cambio, el impacto de esa creencia se reduce, mediante un trabajo de defusión y aceptación, será posible una elección más libre, una que se haga prestando atención a otros factores y motivaciones personales.

El control aversivo tiende a reducir el repertorio conductual y a favorecer las respuestas de evitación o escape

Parte del trabajo clínico en esos casos puede enfocarse en reducir en todo lo posible el control aversivo verbalmente establecido, identificando y reduciendo la fusión con expectativas sociales, desnaturalizando creencias, reduciendo la evitación, aumentando la aceptación de la incertidumbre, aumentando el contacto con el presente, etcétera.

Mapeando la elección

En esta sección querría ocuparme de algunos aspectos más bien técnicos del trabajo clínico en estos casos.

Un camino posible –aunque no el único, por supuesto– de lidiar clínicamente con elecciones consiste en mapear sus aspectos centrales para traer un poco de claridad y orden a la situación, algo similar sacar todas las piezas del rompecabezas de su bolsa y ponerlas a la vista para facilitar su armado.

Mapear consiste en explorar, mediante la conversación clínica, los factores personales que juegan algún papel en la elección: creencias, emociones, valores, entre otros, tanto en sus manifestaciones actuales como también en la historia del paciente.

Esto no soluciona la elección, pero permite tener una conversación más rica y matizada sobre ella, una que traiga a primer plano los miedos, esperanzas, y la historia personal relevante, en lugar de quedarse en una mera evaluación de pros y contras. Examinar las creencias y reacciones emocionales puede señalar los obstáculos verbales que impiden la consideración cuidadosa de alguna alternativa y eventualmente reducir su impacto; identificar las metas perseguidas y los valores involucrados puede arrojar algo de luz sobre qué sostiene la elección, amplificando su impacto y ofreciendo alternativas; explorar el contexto de la elección en sí puede ayudar a reducir su sentido de urgencia, etcétera.

Mapear consiste en explorar, mediante la conversación clínica, los factores personales que juegan algún papel en la elección: creencias, emociones, valores, entre otros

Esta indagación no debería emprenderse con un espíritu de encuesta o inventario. Como mencioné antes, no se trata tanto de razonar sino de resonar, de explorar las múltiples formas en que la historia personal resuena en la situación actual. Por esto conviene que tenga un carácter más bien experiencial, prestando una especial atención al contacto con el momento presente, a las reacciones psicológicas más sutiles. Un cambio en el tono de voz, en la cadencia de las palabras, en la postura, en los gestos, puede indicar que la conversación ha tocado una fibra sensible y quizá relevante, por lo que puede ser útil en esos momentos invitar a notar las reacciones físicas, las emociones, pensamientos, o recuerdos que pudiesen haber surgido. Esto implica que en algunos casos será necesario, como antesala de la conversación, mejorar las habilidades de contacto con el presente de la paciente y evocarlas periódicamente durante el trabajo clínico.

Hay cuatro aspectos cuyo mapeo me parece indispensable en una elección: el contexto de la elección en sí mismo, las creencias y razones, los sentimientos y emociones, y los factores motivacionales.

El contexto actual de la decisión

Una línea de indagación provechosa puede ser explorar los motivos actuales para la elección, es decir: ¿por qué considerar la elección justo ahora, en lugar de en cualquier otro momento?

Nos interesa en particular explorar si es necesario realizar la elección en este momento en particular o si es impuesta por fuerzas externas. Por supuesto, esto no es relevante en varios casos: muchas elecciones son interrogantes que han estado presentes durante largo rato y que son llevados a terapia como cualquier otro tema, mientras que otras pueden ser impuestas por las circunstancias (por ejemplo, una oferta de trabajo inesperada).

No todas las preguntas necesitan respuestas, ni todas las preguntas que necesitan una respuesta la necesitan de inmediato. Realizar una elección apresurada puede ser tan mala idea como realizarla demasiado tarde –no parecería una buena idea que una persona elija una carrera universitaria a los doce años, por ejemplo.

Es de particular interés identificar si la elección está siendo impuesta por presiones socioculturales. Por ejemplo, una persona que se acerca a los treinta años puede comenzar a debatirse entre tener hijos o no, no tanto por deseo personal sino como resultado de presiones externas, implícitas o explícitas, que establecen arbitrariamente esa edad como límite. Que el criterio sea arbitrariamente establecido no hace que la pregunta deje de ser legítima, por supuesto, pero discernir cuánto hay de aspiraciones personales y cuánto de presiones externas en la decisión puede reducir su urgencia y traer un poco más de flexibilidad a la situación.

Creencias y razones

Otro foco de exploración consiste en identificar y explicitar los componentes verbales o cognitivos de la situación: pensamientos, creencias, juicios, expectativas, reglas, mandatos, etcétera. Toda elección se hace sobre una red de supuestos y creencias, que rara vez están clara y explícitamente formulados, pero que configuran cómo se plantea la elección, qué alternativas son válidas, cuáles no, etcétera. Muchas veces estas creencias bloquean arbitrariamente la exploración de las alternativas de la elección. Una creencia como “irse del país es cobarde” puede hacer que se descarte esa alternativa sin siquiera considerarla.

Algunos posibles contenidos verbales a explorar pueden ser:

  • Creencias y juicios respecto a la decisión misma, como por ejemplo creer que la decisión tendría que ser fácil, que las dificultades en decidir son síntoma de algo malo en la persona, o cualquier otra creencia en esa línea.
  • Creencias y juicios sobre cada una de las alternativas examinadas.
  • Creencias y juicios sobre sí mismo en relación con la elección, como por ejemplo creer que elegir una determinada alternativa significaría ser una mala persona o un fracaso.

Toda elección se hace sobre una red de supuestos y creencias

Cabe aclarar que no hacemos esto para discutir esas creencias, sino para traerlas a la luz y examinarlas desde una perspectiva defusionada e historizante: ¿en qué contextos sociales e históricos de la vida de la persona apareció esa creencia? ¿cómo la aprendió o formuló? ¿qué efectos tiene y ha tenido adherir a ella? ¿qué cambiaría del dilema actual si esa creencia se tratase como un slogan recibido en lugar de una verdad incuestionable?

Emociones y sentimientos

Una elección importante suele despertar todo tipo de respuestas emocionales que a su vez impactan sobre ella, por lo que identificarlas puede ser de utilidad para la tarea clínica. Esto incluye el espectro completo de experiencias privadas tales como emociones, sentimientos, impulsos de acción, sensaciones físicas, etcétera.

Por un lado, nos interesa identificar experiencias emocionales displacenteras porque su evitación o intolerancia puede obstaculizar la elección. Por ejemplo, si alguna de las alternativas involucra culpa, y la persona tiene una historia de evitación respecto a esa clase de emociones, puede hacérsele muy difícil considerar la elección con ecuanimidad.

Si encontramos que la exploración de alguna de las alternativas involucradas se ve impedida por evitación, quizá sea una buena idea ocuparse en primer lugar de desarrollar habilidades de aceptación o tolerancia al malestar. Por otro lado, identificar experiencias emocionales agradables puede ayudarnos a identificar y de esa manera amplificar los aspectos apetitivos para la alternativa implicada.

Nos interesa identificar experiencias emocionales displacenteras porque su evitación o intolerancia puede obstaculizar la elección

La exploración de este aspecto podría resumirse así:

  • ¿Qué experiencias emocionales, positivas o negativas, surgen respecto a la decisión en sí? Por ejemplo, la elección en sí misma puede involucrar un grado de incertidumbre que la persona no esté dispuesta a experimentar.
  • ¿Qué experiencias emocionales, positivas o negativas, surgen respecto cada alternativa?
  • ¿En qué momentos de su vida ha surgido cada una de ellas? ¿A qué clase general de situaciones obedece?
  • ¿Cuál es la relación actual e histórica con esas experiencias emocionales, esto es, cómo responde y ha respondido a ellas? ¿puede hacerles lugar o más bien ha tendido a evitarlas, racionalizarlas, o ignorarlas? ¿qué consecuencias ha tenido su forma de responder a ellas?

Aspectos motivacionales

Toda elección incluye como cuestión central establecer lo que atrae y lo que repulsa de cada alternativa. La exploración de este aspecto incluye, aunque no se limita, a:

  • Los costos y beneficios esperados de cada alternativa explorada.
  • Los costos y beneficios de dilatar la elección.
  • Los valores involucrados en cada una de las alternativas.

El primer ítem es lo que traducimos en la vieja y querida lista de pros y contras. Por ejemplo, pasar de trabajar en relación de dependencia a trabajar de manera autónoma puede ser deseable por la posibilidad de acceder a una mejor remuneración e indeseable por la pérdida de la estabilidad económica. Identificar claramente las consecuencias materiales positivas y negativas para cada alternativa puede despejar un poco el panorama, y en algunos casos puede ser lo único necesario, particularmente cuando se trata de elecciones simples cuyas alternativas difieren en pocas dimensiones, como por ejemplo si se trata de elegir entre ofertas de trabajo muy similares, que difieren sólo en remuneración y horas de trabajo.

Sin embargo, cuando se trata de elecciones importantes y multidimensionales (y estas suelen ser las que las personas traen a consulta) rara vez la evaluación racional de pros y contras resulta suficiente. Digamos, si la cuestión es elegir entre estudiar psicología en una u otra Universidad, una lista de pros y contras puede ser suficiente, pero si se trata de decidir entre estudiar psicología o dedicarse a la fabricación de canastas, la cuestión puede ser más difícil de zanjar por ese procedimiento. En estos casos identificar los valores involucrados resulta particularmente útil.

Cuando se trata de elecciones importantes y multidimensionales (y estas suelen ser las que las personas traen a consulta) rara vez la evaluación racional de pros y contras resulta suficiente.

Quizá sea necesaria una breve aclaración de a qué me refiero cuando hablo de valores personales, ya que es fácil confundirlos con otros conceptos relacionados. Cuando hablo de valores personales me refiero a cualidades de la experiencia que están presentes y definen a los momentos significativos de la propia vida, cualidades que son intuidas, verbalizadas y elegidas como guía para las acciones.

Como ejemplo personal, muchos momentos importantes de mi vida comparten una cualidad particular que se encarna de distinta manera en cada caso pero que es común a todos ellos, como si fuera un motivo que se repite de distintas maneras en una melodía. Un amigo que me visita, la mano que me acompaña en la ambulancia, la voz de un anestesiólogo al despertar de una operación, mi padre ayudándome a salir de la ducha cuando moverme era difícil, son algunas de las cuentas de un largo collar, enhebradas por esa cualidad común que involucra una cierta forma de relación entre seres humanos. Esa cualidad no es ningún estímulo particular sino que se trata de una suerte de configuración funcional de la situación.

Es la presencia de esa cualidad compartida la que hace que esos momentos sean significativos en mi vida y en mis recuerdos. Por qué esa cualidad me resulta significativa, no lo sé con certeza. La respuesta está enterrada en mi historia, y de mi historia, como todo el mundo, solo conozco algunos fragmentos. Pero en cualquier caso no necesito esa respuesta para apreciar la cualidad. Intuyo esa cualidad en esos momentos, como se intuye la potencia de un cuadro o el dolor en una melodía.

Una vez intuida esa cualidad puedo ponerle un nombre, aunque más no sea para hacerla más manejable, más memorable, más visible. La palabra no capta completamente la cualidad, sólo apunta a ella. A veces llamo a esa cualidad cuidado, otras la llamo compasión, otras la llamo amor. Pero no es el concepto de cuidado definido desde arriba, desde lo abstracto y universal: es el concepto construido desde abajo, desde lo concreto y particular de mi experiencia personal. Me importaría un bledo si alguien objetase que el concepto de amor es otra cosa, podría llamar a esa cualidad ñamfifrufi o designarla con un ideograma, su función sería la misma. Así intuida y designada, esa cualidad puede funcionar de allí en más como guía para mis acciones: en cualquier situación relevante puedo actuar de manera coherente con esa cualidad, puedo insuflar esa cualidad en la experiencia modificando qué hago y cómo. De esa manera, mis acciones hacen que la cualidad esté presente en esa experiencia, volviéndola significativa. Esa cualidad, junto con otras que surgen de manera similar, conforman el conjunto de mis valores personales.

Esta es la forma general en la que comprendo los valores personales tal como se emplean en el ámbito clínico.

En una elección difícil, cada una de las alternativas que se examinan constituye un contexto que puede favorecer la expresión de algunos valores y dificultar la de otros. Ese es uno de los factores que hace que la elección sea difícil: cada alternativa puede favorecer la expresión de cualidades diferentes a las que favorece la otra. Es similar a lo que sucede con cualquier elección cotidiana: si un jueves a la noche salgo a cenar con mis amigos estaré eligiendo un contexto que facilitará la expresión de cualidades relacionadas con el afecto y la diversión; si me quedo en casa estudiando estaré eligiendo un contexto que facilitará la expresión de cualidades relacionadas con el aprendizaje. Sin embargo, en esos casos el contexto es de corto plazo: puedo salir y estudiar otro día, o estudiar y salir otro día. Pero en las elecciones que se presentan en la clínica el contexto elegido es más duradero: una vez que me vaya del país o que nazca mi hijo, por ejemplo, será más difícil cambiar ese estado de cosas.

Por ese motivo conviene tener en claro cuáles son las cualidades vitales valiosas que cada alternativa favorecerá, es decir, explorar los valores que están en juego: ¿qué valores involucra la elección en sí? ¿qué valores pasarían a primer plano en cada alternativa postulada? ¿con qué valores personales están relacionados los costos y beneficios de cada alternativa?

Identificar los valores involucrados es crucial porque nos brinda una herramienta que facilita la elección: los sucedáneos, las acciones sustitutas. Esto es, un valor puede encarnarse en un amplio espectro de acciones, por lo que en casi todos los casos en que una acción en particular no es posible por el motivo que fuere, es posible sustituirla por alguna otra que, aun cuando fuere menos satisfactoria, pueda hacer que ese valor esté presente en alguna medida. Podría preferir expresar mi valor de cuidado hacia otra persona compartiendo tiempo con ella, saliendo a caminar, compartiendo un café. Pero si ello no fuera posible por razones de distancia, podría expresar ese mismo valor con un sucedáneo como una videollamada, una carta, un regalo por mensajería. Esta es la razón por la cual el trabajo con valores constituye una estrategia central en activación conductual para depresión: permite encontrar actividades sucedáneas, que encarnen algún valor importante pero que ofrezcan menores dificultades o requisitos para su ejecución por parte de una persona que está deprimida.

Si se entiende que el conflicto no está entre los valores sino entre los medios disponibles para actuar, la elección entre alternativas puede volverse más flexible

Remitirnos a los valores subyacentes y considerar sucedáneos permite flexibilizar la elección. Supongamos que tenemos dos alternativas de elección, una con los valores a y b, y otra con los valores c y d. Si elegir la primera alternativa significara perder todo contacto con los valores c y d, la elección podría parecer imposible. Los valores c y d son, a fin de cuentas, una expresión de la historia personal, por lo que renunciar a ella puede resultar no sólo doloroso, sino incluso alienante. Pero si esos valores se pueden cultivar de alguna otra manera por medio de algún sucedáneo, aunque no sea la manera ideal, la elección será menos polarizada porque no implicará una renuncia total de aquello que es importante.

Aquí quizá sea necesaria una aclaración: los valores, en sí mismos, rara vez entran en conflicto. En una situación en la cual una persona vacila entre quedarse en su país con su pareja o tomar una beca de estudio en el exterior, la primera alternativa puede estar asociada a valores vinculados con el cuidado y el cariño, mientras que los valores involucrados en la segunda pueden estar más relacionados con la curiosidad y el aprendizaje. Pero allí no hay un conflicto entre los valores: se puede apreciar el cuidado y también apreciar la curiosidad. El conflicto está en que algunas de las acciones orientadas en una dirección serán excluyentes de algunas de las acciones orientadas en la otra dirección, pero no entre los valores en sí. Si la persona eligiera aceptar la beca de estudio, los valores de cuidado y cariño seguirán siendo significativos, sólo que deberán ser perseguidos por otros caminos, según lo que ese contexto permita. Para decirlo con un símil: no puedo escuchar al mismo tiempo una zamba y un rock (al menos no de manera inteligible), pero eso no quiere decir que tenga un conflicto entre ambos géneros.

La vida exige una negociación entre lo que queremos y lo que es posible, los valores permiten que esa negociación sea más flexible

Esta aclaración es relevante porque asumir que el conflicto sucede entre los valores es buscar el problema en el lugar equivocado. Casi que podríamos decirlo al revés: el problema surge cuando no hay conflicto entre ellos, cuando ambos valores son deseados pero el contexto impide ponerlos en acto de ciertas maneras al mismo tiempo. Pero si se entiende que el conflicto no está entre los valores sino entre los medios disponibles para actuar, la elección entre alternativas puede volverse más flexible, menos terminante, permitiéndonos explorar sucedáneos para los valores que quedarían en segundo plano. Siguiendo con el ejemplo anterior, podríamos explorar cómo podría seguir sosteniendo en algún grado los valores de cuidado y el cariño si aceptara la beca en el exterior, y también cómo podría sostener la curiosidad y el aprendizaje si, en cambio, eligiera quedarse con su pareja. Por supuesto: no será lo mismo. No será lo mismo, por ejemplo, aceptar la beca y estudiar en el exterior que quedarse en su país con su pareja y buscar formaciones locales que le permitan aprender.

Cualquiera sea la alternativa elegida implicará un monto de dolor, de pérdida, por el valor que quedará postergado y eso es inevitable. Pero podemos hacer presente de alguna manera aquello que nos importa, aun cuando no sea lo que querríamos. La vida exige una negociación entre lo que queremos y lo que es posible, los valores permiten que esa negociación sea más flexible.

Explorar y avanzar

Así como planear una excursión es más fácil si tenemos un mapa del territorio y las áreas de interés, mapear la elección, identificar experiencialmente sus componentes verbales y no verbales, actuales e históricos, puede facilitar una visión de conjunto de la situación, de lo que implica y lo que puede costar. Pero planear no es la excursión, y mapear no es elegir. Elegir es llevar a cabo las acciones que encaminan hacia uno u otro contexto.

En algunos casos, mapear la situación puede ser suficiente para que la persona se mueva en una u otra dirección. Si es así, estupendo, lo que viene a continuación es el trabajo clínico habitual. Pero en una buena parte de los casos el mapeo es insuficiente. La persona, sabiendo y contactando experiencialmente con lo que implica cada alternativa, vacila entre ellas sin tomar una decisión. En esas situaciones hay varios caminos clínicos que se pueden intentar.

Un foco posible de trabajo es realizar un desvío, cultivar primero habilidades de defusión y aceptación (también momento presente y self como contexto cuando apliquen), para luego aplicar esas habilidades con las experiencias internas que estuvieran funcionando como obstáculo para la elección. Algunos focos típicos para este trabajo son las experiencias de ansiedad e incertidumbre en general, mandatos sociales, creencias sobre la elección (como la búsqueda de la elección “correcta” que mencioné anteriormente), creencias relativas a las propias capacidades para afrontar alguna de las alternativas, entre otros.

También puede ser de utilidad en estos casos conducir una exploración general de los valores personales en general –en lugar de sólo los relacionados con la elección– y reforzar las habilidades de identificación de cualidades valiosas en la vida cotidiana. Explorar y amplificar el contacto con las cualidades que han sido importantes en la vida –recordarlas experiencialmente, por así decir– puede dar el impulso necesario para avanzar en una u otra dirección. En otras palabras, lo que estoy sugiriendo es el cultivo de las diferentes habilidades de flexibilidad psicológica para facilitar la elección.

Un camino bastante menos ortodoxo consiste en avanzar sin elegir. Esto es, en cada elección hay una suerte de punto sin retorno, a partir del cual cambiar de alternativa se vuelve más difícil –aunque lo de punto sin retorno puede ser engañoso, ya que muy rara vez es imposible dar marcha atrás, sino que se vuelve más costoso. Por ejemplo, si se trata de elegir entre diferentes carreras universitarias, ese momento puede ser la acción de inscribirse en ella.

Pero usualmente es posible avanzar bastante antes de llegar al punto sin retorno. Es posible explorar todo lo posible cada alternativa sin comprometerse con ninguna de ellas, contactando experiencialmente con lo que ella ofrece, resolviendo lo que se pueda resolver, buscando información relevante, llevando a cabo sucedáneos de los valores involucrados, etcétera.

Tomar contacto directo o indirecto con un contexto determinado, permitir que empiecen a operar sus cualidades destacadas, puede facilitar la decisión

Es difícil realizar una elección teniendo poco contacto con la situación concreta, por lo cual aumentar el contacto con lo que las alternativas implican puede hacer que las contingencias “guíen” la elección. Por ejemplo, alguien que está vacilando entre varias carreras universitarias puede visitar las Facultades en cuestión, tomar algunos cursos relacionados, hablar con personas que hayan cursado esas carreras, y notar el impacto que esos contextos tienen sobre ella. También resolver obstáculos puede facilitar la decisión. A una persona que está dudando entre expatriarse o quedarse en su país puede resultarle de ayuda el averiguar y resolver en la medida de lo posible todo lo que sería necesario para poder migrar: renovar su pasaporte, averiguar ofertas de trabajo en el exterior y en su país, tener opciones de alojamiento, etcétera.

En esta misma dirección, es posible realizar acciones comprometidas al servicio de los valores involucrados para tener un contacto indirecto con lo que cada alternativa puede implicar. Supongamos una persona que se debate entre continuar en una relación que se ha vuelto aburrida o insatisfactoria (como mis artículos), o separarse y dedicarle un poco más de tiempo a la propia vida social y a los proyectos personales. Un camino posible en esa situación podría ser explorar e identificar claramente los valores personales asociados con cada alternativa: cuáles son las cualidades que querría desplegar en una relación, cuáles serían las cualidades a encarnar en caso de separarse. Identificados los valores, es posible actuar hacia ellos sin tomar una decisión.

Supongamos que para esa persona lo valioso en una relación se relaciona con la compañía y compartir actividades, mientras que lo valioso de separarse tiene que ver con explorar nuevas actividades y tener una vida social activa. Si ese fuera el caso, sería posible intentar traer esas cualidades a su vida cotidiana sin tomar una decisión en uno u otro sentido. Por ejemplo, podría llevar a cabo acciones que encarnen esas cualidades a su pareja, tales como proponer salidas o tener gestos de cuidado cotidianos, al mismo tiempo que las cualidades de la otra alternativa, por ejemplo explorando hobbies y realizando actividades sociales. Si por la naturaleza de la elección fuera imposible contactar con algunas de las actividades de una alternativa sin tomar una decisión, a menudo es posible explorarla con actividades sucedáneas al servicio del mismo valor.

La idea detrás de esto es acercarse todo lo posible a las contingencias de cada alternativa, porque ese contacto con no poca frecuencia termina de precipitar la elección. Tomar contacto directo o indirecto con un contexto determinado, permitir que empiecen a operar sus cualidades destacadas, puede facilitar la decisión. En un sentido, es el contexto el que elige, y una parte importante de nuestra tarea es facilitar el contacto con él. Para decirlo con una analogía, la mejor manera de averiguar si un sabor de helado nos gusta o no es probarlo y notar cómo respondemos a él.

Cerrando

Lo que he ofrecido hasta aquí son sólo algunas observaciones y sugerencias generales, que pueden ser de ayuda en algunos casos y resultar insuficientes en otros. Cada elección es única, y cada vez son diferentes los elementos que se ponen en juego en ella pero, en una buena parte de los casos con los que he tenido que lidiar, las consideraciones que he expuesto han resultado de utilidad.

El texto ha sido extenso, de manera que quizá sea necesario un breve resumen. Señalé algunos puntos a tener en cuenta en estos casos, tales como distinguir si se trata de un verdadero dilema o de evitación; no perseguir la elección “correcta”; incluir razón e intuición en la elección; mantener la neutralidad clínica; reducir el control aversivo en todo lo posible. Sugerí luego que construir un mapa de la elección, incluyendo el contexto actual, las creencias, sentimientos, y valores involucrados puede facilitar el proceso. Finalmente, frente a dificultades con la elección, trabajar habilidades de flexibilidad psicológica y aplicarlas a los obstáculos, como así también avanzar y explorar las alternativas sin comprometerse aun con ninguna de ellas, pueden ayudar a desatascar un proceso trabado. Ninguna de estas consideraciones es exhaustiva ni debería aplicarse rígidamente. La clínica es el reino del depende, de lo particular, de la excepción, y por tanto del criterio profesional frente a cada caso.

Si tuviera que enfatizar algo de lo dicho, sería esto: una elección no es algo solo racional, sino que involucra a todas las respuestas de la persona. Facilitar y amplificar las respuestas no verbales puede hacer que la decisión sea más sustanciosa que un mero cálculo de pros y contras, puede insertar la elección en el tejido de la vida. En última instancia, lo que se pone en juego con estas elecciones es el carácter particular que tomará la vida. Por ello no hay respuestas correctas o incorrectas: hay diferentes direcciones vitales.

Articulo publicado en Grupo ACT y fue cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Análisis
  • Salud Mental y Tratamientos

¿Puede la religión y la espiritualidad tener un lugar en la terapia? Los expertos dicen que sí

  • Gabriel Genise
  • 16/01/2024
la espiritualidad en la terapia. este artículo explica por qué es importante

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La mayoría de los psicólogos tienen poca formación para abordar la espiritualidad y la religión en la terapia, pero estos recursos pueden ser una fuente de fortaleza en tiempos difíciles. 

Más de un 70% de los adultos dicen que la religión es importante en sus vidas y la mayoría de los consultantes quieren tener la oportunidad de hablar sobre religión o espiritualidad durante la terapia (Oxhandler, HK, et al., 2021) Pero cuando se encuesta sobre su experiencia, hasta el 80% de los psicólogos en ejercicio dicen que recibieron poca o ninguna capacitación para abordar cuestiones espirituales y religiosas durante la terapia (Vieten, et al., 2016).  

“La mayoría de la gente en Estados Unidos considera que la religión es muy importante o algo importante en sus vidas. Esta es una parte fundamental de cómo las personas ven el mundo” dice la psicóloga Cassandra Vieten, PhD, profesora clínica de medicina familiar y directora del Centro de Atención Plena de la Universidad de California en San Diego, quien ha desarrollado una guía para mejorar la espiritualidad y la Competencias religiosas entre los terapeutas. “Pero en general, los clínicos no tienden a mencionar este tema a los consultantes”. 

Los psicólogos dicen que es hora de que eso cambie y señalan formas convincentes en que las discusiones sobre la fe pueden mejorar los resultados terapéuticos. Numerosos estudios muestran que la participación religiosa o espiritual mejora la salud mental y puede ser útil para afrontar el trauma. Al centrar al paciente y sus creencias existentes, los psicólogos pueden ayudar a las personas a aprovechar sus recursos religiosos y espirituales como fuente de fortaleza durante tiempos difíciles (Oman y Sime, 2018). 

Por otro lado, la religión puede causar daños que los pacientes tal vez necesiten abordar en la terapia, como abusos hacia la comunidad LGBTQ+ o un legado de opresión o colonización basado en la afiliación religiosa. Las personas de fe también enfrentan conflictos cotidianos y preguntas relacionadas con sus creencias y comunidades que quizás deseen explorar en un espacio sexual. Y así como la terapia brinda a los pacientes un espacio para explorar cómo abordan su trabajo, su salud y sus relaciones, también puede ofrecer oportunidades para responder preguntas más profundas sobre el significado de la vida y su lugar en el mundo. 


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“No sólo somos seres biológicos, sociales y psicológicos, sino también seres espirituales. Anhelamos conectarnos con algo más grande que nosotros mismos, algo sagrado”, refiere el profesor emérito de la Universidad Estatal de Bowling Green en Ohio, Dr. Kenneth Pargament quien ha liderado los esfuerzos para integrar la espiritualidad en la atención de la salud mental y ayudar a los pacientes a navegar su espiritualidad. “Los modelos conductuales tradicionales de la psicología a menudo no captan completamente lo que significa ser humano”.

Para empezar, muchos profesionales de la salud mental simplemente necesitan una formación más exhaustiva sobre cómo hacer espacio de forma ética y eficaz para la espiritualidad y la religión en la terapia. Eso debería incluir una exploración de sus propios prejuicios, dicen los expertos, como por qué pueden dudar en dialogar con los pacientes sobre temas espirituales y suposiciones o microagresiones que pueden cometer sin saberlo. También es hora de empezar a preguntar sobre religión y espiritualidad durante las entrevistas iniciales y buscar señales de que el paciente quiera explorar más a fondo. 

Espiritualidad y religión son dos conceptos distintos pero superpuestos. Mientras que la religión implica prácticas y creencias organizadas o compartidas, la espiritualidad es el proceso de buscar algo sagrado. Eso puede involucrar un poder superior u otros aspectos de la vida (como las relaciones amorosas, la naturaleza o el trabajo) y puede ocurrir dentro o fuera de una tradición religiosa. Más de una cuarta parte de los adultos estadounidenses dicen que son espirituales pero no religiosos (More Americans Now Say They ´re Spiritual but Not  Religion, Pew Research Center, 2017).  

Thelma Bryant, Presidente de la APA, menciona que si una parte de la forma en que las personas se ven a sí mismas, encuentran significado, comprenden y abordan sus desafíos está relacionada con su fe, tradiciones y creencias, ignorarlo va en contra de nuestras pautas éticas. 

¿Mezclando fe y ciencia?

La psicología, como campo, históricamente no ha estado particularmente interesada o amigable con las cuestiones religiosas y espirituales. Con el auge del psicoanálisis y el conductismo en el siglo XX, esa divergencia alcanzó su punto máximo. 

Líderes como Freud y Skinner querían establecer la psicología como una ciencia y pensaban que la religión era en gran medida una forma de proteger a las personas de enfrentar la realidad. Esa orientación dio forma y sombra al campo durante muchos años (APA, 2023). 

Las encuestas muestran que los psicólogos son considerablemente menos religiosos que el público en general (Shafranske & Cummings, 2013). Si además recibieron poca capacitación sobre el tema, pueden considerar poco profesional discutir asuntos espirituales con los pacientes. 

La falta de atención a la religión no es sólo una oportunidad perdida. En algunos casos, los psicólogos causas o agravan el daño al descartar los intentos de los pacientes de discutir sus creencias

Otros pueden tener sus propias experiencias negativas con la religión o sentirse preocupados por discutir el tema con grupos que enfrentan daños enormes por parte de instituciones religiosas, como las personas que se identifican como LGBTIQ+.

La falta de atención a la religión no es sólo una oportunidad perdida. En algunos casos, los psicólogos causas o agravan el daño al descartar los intentos de los pacientes de discutir sus creencias; asumir que la religión de un paciente es racista, sexista o basada en la vergüenza, o patologizar a alguien como “hiper religioso” porque asiste a los servicios varias veces a la semana (Trusty, et al, 2022).

Las investigaciones también sugieren que los psicólogos pueden tener una visión distorsionada de su preparación para discutir religión y espiritualidad. Aunque la gran mayoría informa haber recibido poca o ninguna capacitación sobre cuestiones religiosas y espirituales, la mayoría todavía dice que son total o mayoritariamente competentes para manejarlas cuando surge (Vieten, et al., 2016).

Un grupo cada vez mayor de psicólogos está comenzando a incorporar en sus entrevistas información  acerca de la religión. Así como preguntamos sobre la familia, el trabajo y las relaciones, deberíamos preguntar qué es lo que los pacientes consideran sagrado y dónde encuentran significado. Esa información ofrece una idea de su funcionamiento psicológico, pero también es un componente de su diversidad. Además, preguntar sobre el compromiso religioso o espiritual envía el mensaje a los pacientes de que es un tema bienvenido en la terapia. Algunos terapeutas pueden dudar incluso en iniciar la conversación, desafortunadamente, eso lleva a que los pacientes sientan que no es seguro o apropiado hablar sobre sus creencias religiosas, lo cual representa una gran pérdida. 

Cómo incorporar eficazmente la espiritualidad y la religión

Para ayudar a los psicólogos a comenzar a entrelazar de manera efectiva y ética la espiritualidad  y la religión en la práctica clínica, Vieten y Lukoff (2022) han desarrollado un conjunto de competencias espirituales y religiosas: 

Preguntar habitualmente sobre antecedentes, creencias y prácticas espirituales y religiosas 

Todo comienza con hacer las preguntas. Durante la admisión, se sugiere preguntar sobre la tradición religiosa del paciente mientras crecía ¿Cómo se expresaron las creencias y los valores? ¿Hasta qué punto ese trasfondo influye en tu forma de ver las cosas hoy? ¿Le gustaría integrar la espiritualidad y la religión en la atención clínica mientras trabajamos para alcanzar sus objetivos? 

A medida que avanza la terapia, se sugiere encontrar oportunidades para aprender más sobre las prácticas y creencias religiosas del paciente, incluído cómo sus propias creencias pueden diferir de las de su comunidad.  Es importante hacer preguntas tanto sobre las fortalezas como sobre los desafíos relacionados con la fe de una persona.

Sepa cómo la religión y la espiritualidad pueden moldear la identidad, la diversidad y la psicología 

Los psicólogos deben iniciar esas conversaciones con una conceptualización básica tanto de la religión cómo de las principales tradiciones religiosas en relación con los roles y expectativas de género. También deben comprender la naturaleza multidimensional de la espiritualidad y la religión, que puede implicar creencias, prácticas, relaciones y experiencias que pueden diferir significativamente, incluso entre individuos de la misma tradición. 

“Un psicólogo no tiene que ser un experto en todas las religiones del mundo, pero sí necesita comprender cómo funcionan las religiones y la espiritualidad en la vida de una persona”. 

Más allá del conocimiento fundamental, abordar las conversaciones con humildad cultural y una apertura saludable, cuando sea apropiado y beneficioso para un paciente, puede demostrar que incluso si un practicante no comparte la misma fe, siente genuina curiosidad y se siente cómodo hablando de ello. Eso significa tener la voluntad de decir “no entiendo, pero estoy dispuesto a aprender”. 

Practique siendo consciente de sus propios antecedentes y creencias espirituales y religiosas, incluidos los prejuicios

Así como los terapeutas tienen prejuicios en torno a la raza, el género, la sexualidad, la edad, la cultura y otras características, también tienen prejuicios en torno a la religión y la espiritualidad. Aunque tengamos la misma fe que nuestro paciente, él podría tener una comprensión diferente de esa fe, sistema de creencias y visión del mundo. 

Investigar esas suposiciones y reacciones, y luego volver a centrarse en la experiencia vivida por el paciente, es una parte clave para volverse competentes y tener confianza como profesionales culturalmente humildes. 

Comprender que la espiritualidad y la religión pueden aportar fortalezas para apoyar el tratamiento

Las creencias y prácticas religiosas y espirituales pueden ser un recurso poderoso para los pacientes que enfrentan desafíos, incluídas experiencias traumáticas.

“Una de las cosas importantes que hacen los psicólogos es ayudar a las personas a recuperar el equilibrio cuando surgen problemas y aprovechar los recursos que las han sostenido en el pasado. Eso aplica tanto a los recursos espirituales como a los físicos, psicológicos y sociales”. 

Sé consciente de las luchas espirituales que podrían influir en la fe de los pacientes

Cuando los pacientes experimentan desafíos relacionados con su espiritualidad o religión, los profesionales pueden brindarles apoyo fomentando la discusión y la reflexión, así como ayudando a los pacientes a encontrar formas de utilizar esas luchas como trampolín hacia el crecimiento. Por ejemplo, un paciente puede sentir enojo por haber sido castigado por Dios, preocupado por ser atormentado por espíritus malignos, culpable por no cumplir con las normas morales o preocupado por la vida realmente no importa. 

Los pacientes LGBTIQ+ también experimentan menos beneficios de la religión que la población general, según un metaanálisis dirigido por Lefevor (2021). Pero la religión también puede proporcionar a estos individuos significado, valores y comunidad, tal como lo hace para otras personas de fe. El autor creó el modelo de resiliencia y estrés religioso/ espiritual para ayudar a los proveedores a comprender y explorar la variedad de daños, beneficios y preguntas que los pacientes LGBTIQ+ pueden enfrentar con la religión y la espiritualidad (Lefevor, 2023).

  • Análisis

Cómo tomar decisiones inteligentes de manera más sencilla

  • David Aparicio
  • 14/12/2023

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La fatiga de decisiones es un fenómeno psicológico en el que la capacidad de tomar decisiones se ve afectada debido a la toma de múltiples decisiones a lo largo del tiempo. Se ha descubierto que tomar decisiones consume energía mental y, a medida que tomamos más decisiones, nuestra capacidad para tomar decisiones de calidad disminuye.

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Hay ciertos tipos de decisiones que nos llevan al estado de fatiga de decisiones. Por ejemplo, tomar decisiones que involucran una gran cantidad de información, decisiones que tienen un alto nivel de riesgo o decisiones que requiren una deliberación prolongada. Además, tomar decisiones repetidas o tomar decisiones en un corto período de tiempo también puede contribuir a la fatiga de decisiones.

Afortunadamente, hay algunas estrategias que podemos utilizar para combatir la fatiga de decisiones. Una de ellas es limitar la cantidad de decisiones que tenemos que tomar. Podemos automatizar ciertas decisiones o establecer rutinas y hábitos que nos ayuden a reducir la carga de decisiones diarias.

Además, es importante gestionar nuestra energía mental y física. Tomar descansos regulares, mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio y dormir lo suficiente pueden aumentar nuestra capacidad para tomar decisiones efectivas.


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La fatiga de decisiones es un fenómeno común que afecta nuestra capacidad para tomar decisiones de calidad. Al reconocer los tipos de decisiones que nos llevan a este estado y aplicar estrategias para combatirlo, podemos mejorar nuestra toma de decisiones y evitar el agotamiento mental.

  • Análisis

El tiempo en el conductismo

  • Fabián Maero
  • 23/11/2023

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Suelo sostener en congresos y fiestas de egresados que el conductismo, en tanto adherente a la cosmovisión pragmática, probablemente sea el paradigma psicológico que más seriamente se ocupa de la cuestión del tiempo.

Con esto no me refiero meramente a ocuparse del tiempo como tema de ensayo –lo cual, después de todo, está al alcance de toda teoría– sino a que la dimensión temporal es crucial para el funcionamiento de todos los conceptos conductuales o pragmáticos en general, la clave de bóveda sin la cual el edificio conductual/pragmático se desmoronaría. Comprender su papel, creo, permite entender mejor cómo operan el conductismo y el análisis de la conducta, y especialmente, entender algunas de las incompatibilidades que tiene con el resto de la psicología.

Sin otro prolegómeno, vayamos texto adelante, que el tiempo es corto.

El tiempo en el análisis de la conducta

Si se entretiene la conjetura de que el tiempo juega un papel central en el mundo conductual, es inevitable comenzar a notar la profusión de alusiones al mismo en la literatura conductual.

Consideremos por ejemplo, la unidad básica de análisis conductual, la contingencia de tres términos. Se trata ni más ni menos que de una unidad temporal: es la sucesión de antecedentes, conducta, consecuencias –es decir, los eventos pasados y futuros respecto a un evento conductual determinado. Fijado el presente en un evento, las preguntas claves del análisis son: ¿qué pasaba antes y qué pasó después? La dimensión temporal es crucial para identificar la función de cualquier evento conductual: un reforzador, por ejemplo, debe suceder luego de la conducta blanco, nunca antes. Modificar el orden de los eventos es modificar inmediatamente su función –aquí, el orden de los factores sí altera el producto.


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De hecho, podría sostenerse que la definición de “ambiente”, a pesar de lo que el término parece sugerir, es más temporal que espacial: no es lo que está fuera del organismo, ya que también incluye estímulos sucediendo dentro del mismo (la piel no es una barrera importante, decía Skinner), sino lo que está antes y después de la conducta –por ello, un estímulo interno puede ser parte del ambiente, en tanto suceda antes de la conducta.

El contexto de la conducta es el tiempo en torno a ella.

El tiempo en los supuestos filosóficos

Similarmente, podemos encontrar a la dimensión temporal ocupando un lugar central en el criterio de verdad pragmático/conductual.

Más allá de la interpretación particular que adoptemos del mismo (y hay mucha tela para cortar al respecto), el criterio instrumental de funcionamiento exitoso involucra que un enunciado sólo puede ser considerado verdadero en tanto inserto en una dimensión temporal.

La verdad no es estática, sino que mira al futuro. Un enunciado promete, por así decir, una determinada experiencia y sólo termina de verificarse como verdadero cuando esa experiencia sucede. La verdad pragmática no habla de cómo es el mundo (de aquí lo que a veces se denomina como posición a-ontológica), sino cómo será si se actúa de cierta manera. Si se lo considera sólo en el momento presente en que es emitido, no es posible determinar a ciencia cierta si un enunciado es verdadero o no. Se requiere la verificación, operación que vincula un evento presente y un evento futuro (el enunciado y su verificación), para que el criterio de verdad pragmático funcione. Eso hace que la verdad pragmática siempre sea provisoria, relativa, falible, ya que por más que la verificación haya sido positiva mil veces, nada garantiza que lo será también la próxima vez.

Más aun, si seguimos el análisis de Pepper(1942), podríamos sostener que la dimensión temporal está incrustada en el corazón mismo del pragmatismo (al que denomina contextualismo). Pepper identificó como “metáfora raíz” a una intuición tomada de la experiencia cotidiana que contiene en germen las categorías que le darán su cariz particular, sensibilidades y contradicciones, a un determinado sistema filosófico. En otras palabras, la metáfora raíz es la piedra fundacional sobre la que se construye un edificio filosófico.

En el caso del contextualismo la metáfora raíz es el acto en contexto. O al menos, así es como se la suele conocer, ya que en rigor de verdad esa fue solo una de varias formas en que Pepper se refirió a esa intuición fundante.

La primera denominación que Pepper empleó en su texto para la metáfora raíz del contextualismo señala a las claras que estamos lidiando con algo que involucra el tiempo: “el evento histórico”. Pepper lo explicó así: “no significa el evento pasado, uno que, por así decir, está muerto y tiene que ser exhumado. Significa el evento vivo en su presente (…) El evento histórico real, el evento en su actualidad, es cuando está sucediendo ahora, el evento activo dinámico y dramático. Podemos llamarlo un ‘acto’, si así preferimos, en tanto tengamos cuidado con nuestro uso del término. Pero no es un acto aislado ni abstraído, es un acto en un con su entorno, un acto en su contexto” (p.232, el subrayado es mío). Esto señala a las claras que no se trata de una filosofía basada en sustancias (por ejemplo, átomos o elementos primordiales), sino en eventos desarrollándose en el tiempo.

Tengo para mí la persistente sospecha de que el lugar central que la dimensión temporal ocupa en él explica en parte la potente aversión que el conductismo tiene hacia posiciones como el biologicismo y neurocentrismo. Se trata de un rechazo categorialmente determinado, una suerte de alergia o disonancia categorial hacia todo lo que involucre explicaciones basadas en substancias estáticas, que de ser adoptadas congelarían la dinámica y un poco caótica plasticidad del mundo conductual.

Esta alergia categorial impregna no sólo los razonamientos, sino incluso las sensibilidades y modos expresivos de quienes adoptan esta cosmovisión. Veamos eso a continuación.

El tiempo en los recursos expresivos

La mayoría de las teorías en psicología emplean términos y representaciones que enfatizan las dimensiones espaciales de los conceptos. Mientras que el grueso de la psicología se comunica en términos de sustancias y engranajes, cuya dimensión principal es espacial (lo importante es dónde está un engranaje en relación al resto), el conductismo se comunica en términos de procesos, cuya dimensión principal es temporal (lo importante es cuándo sucede un evento en relación al resto). Es la diferencia entre pensar en términos de cosas y pensar en términos de procesos.

Por ejemplo, el psicoanálisis de Freud utiliza mayormente analogías espaciales para ilustrar sus conceptos y teorías, como se puede notar en su primera y segunda tópica (recordemos que “tópica” viene del griego topos, lugar), o en la analogía recurrente del inconciente como la parte sumergida de un iceberg, entre otras. Lo mismo sucede con las teorías cognitivas o neurocientíficas: basta abrir cualquier libro de texto para encontrarse con mapas, módulos, diagramas, etc., que describen dónde se ubica cada elemento en relación a los demás.

En contraste, los recursos expresivos conductuales suelen más bien enfatizar aspectos temporales, aludiendo a procesos, al flujo temporal de los eventos. Un ejemplo claro son los registros acumulativos o los análisis funcionales de la conducta, que no son mapas sino sucesiones temporales. Digamos: casi siempre hay un eje temporal en los gráficos conductuales.

Otro recurso expresivo que el conductismo emplea hasta el hartazgo tiene que ver con el uso de verbos y el énfasis en “verbalizar” sustantivos, a contramano de las tendencias inherentes en los lenguajes naturales. Por ejemplo, si bien en Teoría de Marco Relacional se suele hablar de “marcos relacionales”, la denominación correcta sería “enmarcar relacionalmente”: no una cosa espacial, sino una acción desenvolviéndose en el tiempo.

No es casualidad que uno de los peores pecados que un conductista pueda cometer (y que la comunidad académica se encargará de señalar rápidamente) sea el de reificarconceptos, convertirlos en cosas; por ejemplo hablar de recuerdos en lugar de recordar, percepción en lugar de percibir, pensamientos en lugar de pensar, etcétera. Este rechazo puede entenderse si se considera que reificar un concepto lo congela, lo vuelve estático, le quita su presencia temporal; un “recuerdo” funciona como un objeto, algo que está, que se guarda, que se pierde; nada de eso es posible con recordar, que es una actividad que sucede en el tiempo. Creo que esta particularidad del conductismo puede entenderse mejor si se la considera como una expresión de su dimensión básica temporal, en lugar de un simple capricho estilístico.

Profundidad y duración

Algo que ilustra la diferencia de perspectiva entre el conductismo y la mayoría de las corrientes teóricas en psicología es que una crítica que éstas le suelen dirigir a aquel es la de ser poco profundo, de no ir al interior de las personas.

Esa crítica, basada en metáforas espaciales, revela más sobre quienes la formulan que sobre su destinatario. Postular que un análisis sea mejor que otro por ir metafóricamente más adentro de un organismo sólo tiene sentido en un mundo que ha sido ordenado espacialmente, en un mundo de sustancias y localizaciones, en la cual lo que está afuera/encima tiene un estatus diferente de lo que está adentro/debajo. En esas corrientes, lo que está adentro/debajo es lo que explica lo que está arriba/afuera.

Pero ese no es el mundo conductual. La metáfora espacial no tiene mucha relevancia en su cosmovisión: en un mundo ordenado temporalmente, como es el caso el mundo conductual/pragmático, hablar de la profundidad de un evento tiene tan poco sentido como hablar de la altura de las tres y cuarto de la tarde.

Dicho de otra manera, el conductismo pone a todos los eventos conductuales en un mismo plano. Una conducta públicamente observable, como aplaudir, y una privada, como una creencia, están en la misma esfera de eventos. Una no es más “profunda” que la otra, ni mucho menos sirve para explicar a la otra. Nuevamente, la afirmación skinneriana de “la piel no es una barrera importante”, señala que la ubicación espacial de un evento no es lo central para entenderlo.

Las explicaciones conductuales no se construyen llevando la mirada “más adentro” del organismo, sino más bien mirando afuera (en sentido temporal) de la conducta, detectando las regularidades en la relación entre conducta y ambiente a lo largo del tiempo. Una conducta o un mecanismo conductual se explica describiendo (o interpretando, cuando no es posible acceder a ella) la historia de antecedentes y consecuencias que involucra. Por eso los experimentos conductuales tienden al diseño de caso único, es decir, investigaciones realizadas con pocos individuos pero con una larguísima duración, analizando hasta cientos de horas de respuestas de un individuo para comprender algún proceso conductual de interés. Como ejemplo podemos citar el libro Schedules of Reinforcement, de Skinner y Ferster, en el cual se compilan experimentos sobre principios conductuales: en total los experimentos acumularon setenta mil horas de respuestas, pero cada uno fue realizado con entre dos y cinco palomas (Ferster & Skinner, 1957). Determinar la función de una conducta requiere siempre ampliar el marco temporal involucrado.

Cerrando

Hay una historia bastante popular cuyo responsable ignoro, de una persona que pasa caminando por la calle junto a tres albañiles trabajando. Le pregunta entonces al primero de ellos qué es lo que están haciendo, a lo cual éste le responde que están colocando ladrillos; insatisfecha con la respuesta, interroga al segundo, quien responde que están construyendo una pared; interrogado el tercero responde que están construyendo una catedral. Cada respuesta es más satisfactoria no porque sea más “profunda”, sino porque se amplía cada vez el marco temporal involucrado, la sucesión de eventos anteriores y posteriores a la actividad de los albañiles, permitiendo una mejor comprensión de la conducta. Esa es la dirección en la cual el conductismo trabaja. Baum(2013, p. 287), lo expresa de esta manera:

La conducta requiere tiempo. La conducta se extiende a través del tiempo; no puede ocurrir en un instante. (..) Una fotografía captura un instante. Si les muestro una fotografía de una persona sentada con un libro abierto frente a él, ¿qué podemos decir sobre su conducta? No está corriendo ni saltando la cuerda, desde luego, pero existen muchas posibilidades: puede estar leyendo, fingiendo leer, soñando despierto, buscando algo en el libro, etc. Nuestra incertidumbre es máxima en este momento, pero si podemos observarlo durante un período de tiempo, tendremos una mayor certeza de si estaba leyendo o haciendo otra cosa. (…) En un instante, podemos ver cómo luce una actividad (su topografía), pero tenemos máxima incertidumbre en cuanto al trabajo que realiza (su función). Si observamos durante un período de tiempo, ganamos certeza sobre la función de la actividad, pero perdemos certeza sobre su topografía o estructura. Un acto instantáneo (accionar un interruptor de luz) podría ser compatible con un gran número de funciones (leer, advertir a un ladrón, etc.). En el instante, vemos cómo la persona se sienta sosteniendo el libro, pero con el tiempo la vemos moverse, pasar páginas, rascarse la cabeza, levantar la vista de la página, etcétera; ganamos la certeza de que efectivamente está leyendo, pero perdemos certeza de cómo eso se ve exactamente. (…) Nuestra certeza sobre cuál es la actividad crece a medida que vemos más de ella con el tiempo.”

La conducta, como la música, sucede en el tiempo. Y, también como la música, sustraerla del tiempo, detenerla, equivale a aniquilarla.

Referencias

Baum, W. M. (2013). What counts as behavior? The molar multiscale view. Behavior Analyst, 36(2), 283–293. https://doi.org/10.1007/BF03392315

Ferster, C. B., & Skinner, B. F. (1957). Schedules of reinforcement. Prentice-Hall.

Pepper, S. C. (1942). World Hypotheses.

Artículo publicado en Grupo ACT y cedido para su republicación en Psyciencia.

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