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Artículos de opinión (Op-ed)

212 Publicaciones

La opinión es una creencia subjetiva, y es el resultado de la emoción o la interpretación de los hechos. Una opinión puede ser apoyada por un argumento, aunque las personas pueden dibujar las opiniones opuestas de un mismo conjunto de hechos. Este artículo representa la opinión del autor y no necesariamente de aquellos que colaboran en Psyciencia.

  • Artículos de opinión (Op-ed)

La trampa de la autoestima

  • 29/07/2021
  • Buenaventura del Charco Olea

Durante muchos años, en la psicología se habló del tema de la autoestima como la piedra filosofal, parecía que todo el bienestar de una persona, incluso su éxito laboral, dependía de que desarrollase una buena autoestima y en consecuencia de ésta, seguridad en sí mismo. Posteriormente surgieron otras modas (por desgracia en la sanidad también existen), pero la autoestima probablemente sea de los temas que siempre siguen ahí.

Y me parece lógico, porque en gran medida llevan razón (aunque quizás se exagerara al venderlo como una receta de la felicidad), pero el problema es que lo explicaron de forma errónea, casi diría que perversa.

Las corrientes más cognitivas de la psicología (aquellas que postulan que las personas actúan y se sienten en función de cómo piensan y entienden el mundo) explicaron mal este concepto, que se deformó como una caricatura de la idea original, de forma que muchos de los grandes psicólogos, incluso de las corrientes cognitivas como Albert Ellis, llegaron a criticar enormemente este mensaje. ¿Si es tan importante, cuál fue el problema?

El problema fue que se vendió la idea de que la autoestima era el resultado de un balance interno que la persona hace sobre sí misma, básicamente que pones en un lado de la balanza todas tus cosas buenas y en otra todas la malas, y si pesan más las buenas, es que tienes buena autoestima. Como resultado de ello, las personas entramos en un estado de auto evaluación, de examen con uno mismo continuo, y ante la angustia de que ese examen interno pudiera ser negativo, nos exigíamos mejorar continuamente, fustigándonos para lograr alcanzar más metas y objetivos para así tener el derecho a sentirnos bien con nosotros mismos. Se confundió por tanto, autoestima con autoconcepto, cuando son dos cosas muy diferentes.

Durante años se trasladó mucho (todavía hoy puede verse mayoritariamente entre muchos psicólogos españoles para mi asombro, frustración y por qué no decirlo, cólera indignada) éste mensaje y se probaron intervenciones psicológicas en esta dirección: Hacer que la gente en vez de mirar sus defectos, mirasen sus virtudes. Esto no sólo fracasó estrepitosamente, no consiguiendo mejoras significativas en el bienestar de la gente (si te interesa el tema puedes leer «Se más amable contigo mismo» de Kristin Neff, una de las grandes investigadoras del tema), sino que siguió fomentando a la gente a evaluarse continuamente, y esto -aunque fuese una evaluación positiva- es terrible, ya que le dice a la gente que su valor como personas depende de ello.

Pero tratarse bien no es sólo llorar por uno mismo, sino también estar dispuesto a pelear cuando toca, porque cuando uno ama a algo, (como espero que a ti mismo) estamos dispuestos a defenderlo, aunque eso implique enseñar los colmillos.

La meritocracia, tan positiva en algunas áreas, se llevó a la valoración de las personas en su faceta más humana, íntima y privada: en su relación consigo mismas, en su compromiso consigo misma, en su empatía intrapersonal, en su valía personal.

Tanto sabes hacer o tanto tienes igual a tanto vales se convirtió en la nueva y perversa premisa, como si el valor de un individuo dependiera de ello. ¿Qué es entonces la autoestima real? Si miramos el origen epistemológico de la palabra, autoestima significa «con nosotros mismos» y «amor», es decir, amarnos. Si para amar a otros no necesitas ver sus virtudes o defectos, ¿por qué sí tienes que tenerlos en cuenta contigo mismo para decidir si te mereces amarte o no? El amor, para que se real, ha de ser basado en la aceptación incondicional, y no en una evaluación interna.

El amor es un verbo, no un concepto o una evaluación. Amar es una decisión que se actúa cada día, tratándonos bien en la adversidad, sobre todo siendo compasivos con nuestro dolor, ahí es cuando es bueno que nuestro dolor nos importe como para hacernos llorar, que nos conmueva profunda y amorosamente. Esto no debe confundirse con el victimísmo, el derrotismo o ser negativo, se trata de ofrecernos un hombro sobre el que llorar, de acompañarnos en eso sin meternos más caña y juzgarnos. Para curar las heridas, para tratarnos con respeto.

Pero tratarse bien no es sólo llorar por uno mismo, sino también estar dispuesto a pelear cuando toca, porque cuando uno ama a algo, (como espero que a ti mismo) estamos dispuestos a defenderlo, aunque eso implique enseñar los colmillos. Luchar por protegernos, por lo que es importante para nosotros, de forma responsabilizada y honesta, porque no vamos a permitir que nos hagan daño sin plantar cara.

Nada da más seguridad que saber que tienes un aliado, una persona que siempre estará dispuesto a pelear por ti y no te abandonará por duro que sea el combate. Nada da más consuelo que ser escuchado, consolado y arropado por una persona que siempre te acogerá y nunca te dejará solo.

Porque cuando estamos mal, nuestra parte torpe y defectuosa necesita el compromiso sincero de acompañarla en el dolor, darle consuelo y animarla a luchar por ella. Porque esa parte (aunque sea la que no nos gusta), también eres tú, y posiblemente sea la que más necesita ser amada.

Porque mereces la pena.


Buenaventura del Charco Olea, es el autor del libro Hasta los cojones del pensamiento positivo. Puedes comprarlo en Amazon en versión digital o impresa.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Sobre el duelo

  • 27/07/2021
  • Alejandra Alonso

No puedo evitar derramar lágrimas mientras escribo y es que el año 2021 ha sido, sin ninguna duda, el peor año de mi vida entera.

Comenzó el 10 de enero, cuando mi hermano mayor, Juan Manuel, nos comunicó a mi hermana y a mí que se había contagiado de COVID-19. Pasaban los días y Juan no mejoraba, fue ingresado al hospital debido a que la saturación de oxígeno era baja. Unas semanas mas tarde era trasladado a cuidados intensivos, allí ya no podía tener su celular así que esperábamos con dolor en la panza el parte médico que todos los días era similar: “está grave”.

Una noche Juan empeoró y tuvo que ser intubado, así pasó unos pocos días y luego llegó ese horrible 29 de enero al medio día, cuando nos informaron que Juan había fallecido. Mi bello, gracioso, inteligente, amable y feliz hermano, de solo 34 años, de repente ya no estaba. No hay palabras para describir semejante dolor.

Cuando vi que Chimamanda Ngozi Adichie había escrito un pequeño libro basado en su reciente experiencia luego de la muerte de su padre, sabía que tenía que leerlo. Y fue una muy buena decisión: me hizo sentir acompañada, comprendida y sorprendida de lo mucho que podemos tener en común durante esta experiencia. Estas son algunas de mis citas favoritas:

“La pena me obliga a mudar de piel, me arranca escamas de los ojos. Lamento certezas pasadas: ‘Deberías pasar el duelo, hablarlo, encararlo, superarlo’. Las certezas petulantes de una persona que todavía no ha conocido una pena profunda. He llorado pérdidas en el pasado, pero solo ahora he tocado el corazón de la pena”.

Me gusta la habilidad con la que Chimamanda expresa una de las cosas que aprendí este año: por mucho que me esforzara por comprender el dolor de la gente (y genuinamente me esforzaba en hacerlo) realmente es ahora que lo entiendo.

“Una risa que nunca volveré a reír. ‘Nunca’ ha llegado para quedarse. ‘Nunca’ parece un castigo demasiado injusto. Durante el resto de mi vida viviré tratando de alcanzar cosas que ya no existen”.

Ella habla de todo eso que ya no volveremos a ver, escuchar, sentir, vivir con ese ser amado. Con Juan.

Juan manuel alonso

“La pena era una celebración del amor, quienes sentían auténtica pena habían tenido la suerte de amar”.

Esta frase me dio consuelo, ya que significa también que mientras Juan vivía tuvo personas que lo amaron de verdad y que lo seguiremos amando.

“Estoy escribiendo sobre mi padre en pasado, y no puedo creer que esté escribiendo sobre mi padre en pasado”.

Por sobre todo, lo increíblemente difícil que es comprender realmente que Juan, mi hermani, ya no está.

Creo que el acompañamiento durante el duelo es muy valioso y que este libro ofrece ese acompañamiento en cierta forma. Por otro lado, tal vez no estés pasando un duelo, tal vez todavía no hayas sentido ese dolor pero quieres comprender mejor a las personas que pasan por eso, entonces también te beneficiarás de este breve pero precioso librito.

Puedes comprar el libro Sobre el duelo de Chimamanda Ngozi Adichie en Amazon.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

El sentido común en bajo la lupa: el particular efecto del dualismo en salud mental

  • 16/04/2021
  • Mariano Scandar

Diagrama que ilustra los principios cartesianos según Descartes, la glándula pineal (que se muestra aquí detrás de los ojos) transmitía mensajes de los ojos a los músculos mecánicamente, pero también vinculaba a los humanos con la única parte no material del universo, la mente.

Recientemente, como parte de la preparación para la segunda temporada de mi podcast, estuve teniendo entrevistas muy nutritivas. En dos de ellas, una con Mauro Colombo y Ezequiel Centeno y otra con Sergio Strejilevich, surgió por caminos distintos, el mismo concepto: las personas que trabajan en salud mental consideran sus intuiciones y su sentido común como una fuente válida de conocimiento.

Lo interesante es que ambas conversaciones partieron de lugares muy diferentes: con Mauro y Ezequiel hablamos sobre cómo determinadas explicaciones de la conducta son más fáciles de digerir que otras. Mientras que en conductas simples es sencillo seguir la lógica que propone el conductismo, cuando pasamos a analizar conductas más complejas, como la creatividad, la forma de resolver problemas o el lenguaje, no necesariamente lo que hace agua es la teoría, sino nuestra necesidad intuitiva de tener razón: la complejidad de la explicación parece dejar de convencernos y nos impulsa a buscar en otros lados.

Con Sergio abordamos la dicotomía mente cerebro. Por razones evolutivas las personas somos en esencia, dualistas. Esto es, sentimos que somos algo diferente a nuestro cuerpo. Esta “sensación” se puede probar errónea de múltiples formas: cambiamos nuestros estados mentales en función de drogas, enfermedades infecciosas, estaciones del año. Todas cuestiones que no deberían tener mucho efecto en un alma inmaterial. Por otra parte, podemos observar un correlato claro de nuestros estados mentales en resonadores magnéticos o tomógrafos y tener claro que cuando nos alegramos, nos ponemos místicos o nos reímos, nuestro cerebro actúa en consecuencia. Sin embargo, si sentimos que el mundo es maravilloso porque hemos tomado éxtasis posiblemente nos cueste mucho asumir (hasta que se vaya el efecto) que nuestra evaluación de la realidad no es confiable.

La ciencia no es intuitiva. ¿Quién diría que enfermamos porque seres invisibles (a los que llamamos bacterias) se meten en nuestro cuerpo a hacer de las suyas? Y ni hablar del hecho de que en el fondo todos los organismos pluricelulares somos una colonia gigante de seres unicelulares que aprendieron a vivir juntos en equipo. ¿Y quién hubiera pensado que el sol no se va cuando no lo vemos, sino que nosotros damos vueltas? Y que además estamos moviéndonos todo el tiempo de tantas formas que da vértigo: la tierra sobre su eje y alrededor del sol, el sol alrededor del centro galáctico, la galaxia por el espacio hacia colisionar en unos miles de millones de años con Andromeda y así.

Por ello, luchar contra la tendencia a dejarse llevar por la intuición, es algo que a los científicos les (¿nos?) enseñan desde primero de carrera. Sin embargo, los trabajadores de la salud mental parecen tener problemas con ello. Así tenemos neurocientíficos hablando del alma sin ponerse colorados, psicólogos clínicos que no preguntan a sus pacientes cuantas horas duermen o cuanto alcohol consumen y una abrumadora cantidad de errores conceptuales que parten de una visión dualista del sujeto.

Sin ir más lejos, como cuenta Sergio en nuestra charla (puedes escucharla aquí), gran parte de las incumbencias profesionales parecen devenir del dualismo. Cuando un psicólogo dice “esto puede ser neurológico” o cuando un neurólogo dice “no se preocupe, es psicológico” ¿Dónde exactamente están pensando que queda la psiquis? En el fondo en el mismo lugar que Descartes: en una esfera inmaterial conectada casi mágicamente con nuestro cuerpo por una especie de antena de wifi que en el caso del buen René situaba en la glándula pineal.

Puede que nuestra necesidad de ser empáticos y conectar emocionalmente con los pacientes nos lleve a depender de nuestra intuición como herramienta en la clínica, aceptado, pero todos los científicos pueden (¿podemos?) meterse en su bolsillo el sentido común y volverlo a sacar según corresponda. Un físico puede decirle a su pareja a la noche que no deje abierta la puerta porque entra frío, y explicar a sus alumnos a la mañana siguiente que el frío no existe y que en todo caso la disminución de la temperatura es producto de la disipación de la energía calórica. Existen incluso físicos teóricos prominentes que van a la iglesia: pero en horarios de oficina aceptan que, hasta nuevo aviso, como decía Hawking, dios es innecesario para el universo.

Aceptar la perplejidad

Es posible, trascender el dualismo o el reduccionismo y llegar a buen puerto, pero para eso hay que aceptar que el hecho de que un concepto sea poco amistoso, poco intuitivo o hasta desagradable, no quiere decir que no sea correcto.

Richard Feynman (Premio Nobel, y una de las mentes más brillantes del siglo XX) decía sin ponerse colorado que no creía que nadie entendiera la física cuántica (ni siquiera él mismo). Feynman podía utilizar la teoría, obtener predicciones, comprobar resultados, pero su mente humana no era capaz de aprehender realmente lo que allí sucedía, porque para hacerlo no solo tendría que tener más información, sino que, probablemente, también debería procesarla de una forma diferente (no secuencial, por ende no verbal, etc.).  

Hay problemas más simples donde cotidianamente asumimos la complejidad. Pensemos en las computadoras: una imagen, un video, un programa que permite predecir el clima o jugar un juego, todo se reduce a cientos de millones de 0 y 1 agrupados en cadenas de 8 dígitos (un bit). Podemos decir que no existe nada más que un código binario y que todo es reducible a él, o podemos tener una visión dualista de la computación y decir que hay algo (el programa) que no es reducible a su código y que cualitativamente hay algo extra.

Pero, aunque nadie plantea esto último, tampoco sucede que las personas intentemos escribir o leer en código binario. Reconocemos que nuestros cerebros no pueden intuitivamente manejarse de esa forma y en consecuencia los lenguajes de programación (Python por ejemplo) tienen una lógica más parecida a la de un código verbal, que luego es compilado en lenguaje máquina (binario). Lo que muestra este ejemplo es que (a) una mente diferente a la humana podría evidentemente programar directamente en 0 y 1; (b) el ser humano acepta que es incapaz de entender el mundo de esa manera y (c) busca un sistema de transcodificación que no implica que crea ontológicamente que existe una diferencia cualitativa e insalvable entre los 0 y los 1 y una línea de Python.

Por más difícil que nos resulte creer que esos 0 y 1 en realidad pueden formar un juego como el Fornite, creo que podemos lidiar con eso. ¿Qué tan diferente es aceptar que nuestros sueños, nuestras sensaciones y pensamientos pueden reducirse a patrones de activación-desactivación de millones de neuronas? No es necesario que seamos capaces de transformar un poema de Benedetti en un patrón de activación de neuronas colinérgicas en el área temporal izquierda, nos basta con saber que, por más complicado que sea, cuando codificamos en la memoria el poema Viceversa estamos haciendo justo eso. 

Podemos parafrasear a Feynman y decir que ningún neurocientífico entiende exactamente cómo funciona el cerebro, pero eso no es motivo para invocar espíritus, sino para convivir con dicha perplejidad.

Cuando una persona aprende a tocar la guitarra, podemos establecer tres niveles. En el primero, la persona toca música, la conducta observable es compleja, creativa y aparentemente irreductible. En el nivel del análisis conductual, podemos identificar miles de microconductas reforzadas o extinguidas, que explican desde la elección de un tema o un estilo musical, hasta la forma de colocar el dedo meñique. En un nivel anatómico, en nuestro SNC se han generado conexiones nuevas entre diferentes áreas de asociación y la corteza motora primaria, específicamente en dónde se encuentra la representación motora de los dedos.

Podemos aceptar, hipotéticamente que no hay pérdida de información entre cada uno de estos niveles y que en realidad simplemente se trata de traducciones más o menos útiles para un fin determinado, sin embargo, el ser humano es incapaz de comprender determinados aspectos en determinados niveles. En ese sentido, la psicología cognitiva permite realizar modelos conceptuales sobre cómo funcionan complejas estructuras neuroanatómicas compuestas de muchos millones de conexiones.

Nuevamente, aunque conceptualmente es factible transformar un modelo cognitivo en otros códigos (conductuales, fisiológicos), esto no necesariamente está a nuestro alcance y podemos evaluar el nivel de ajuste de una teoría cognitiva por su poder explicativo en situaciones experimentales.

El ser humano evolucionó durante miles de años para pensar de una manera “útil” no de una manera científica. Pensar que todo lo que se mueve rápido al ras del piso es una víbora, puede ser fenomenal para atravesar vivo un tramo de selva, pero no va a hacer que alguien llegue muy lejos en su carrera de biólogo.

Todos tenemos que aprender a luchar contra la tendencia a tomarnos demasiado en serio nuestras ideas intuitivas de la realidad y recordar que, hasta donde sabemos, esa sensación visceral de que una idea es correcta o incorrecta, tiene exclusivamente que ver con heurísticos a veces genéticos, a veces basados en nuestra historia de aprendizaje, hechos para sobrevivir y no para publicar papers o curar pacientes.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Por qué seguimos siendo más cristianos de lo que creemos

  • 01/04/2021
  • Pablo Malo Ocejo

Nadie en Occidente puede ser totalmente no cristiano. Puedes llamarte no cristiano, pero los sueños que sueñas siguen siendo sueños cristianos, y sigues formando parte de la historia del cristianismo. Ese es tu destino. Puedes considerarte secular, pero el mundo secular occidental moderno es en sí mismo una creación cristiana.

“Seguimos siendo lo que el cristianismo ha hecho de nosotros, y en muchos aspectos el Occidente posmoderno es más cristiano que nunca”. Don Cupitt, The Meaning of the West.

Este artículo es un comentario del libro Dominio, de Tom Holland, en el que el autor explora cómo en Occidente acabamos siendo como somos y pensando del modo en que pensamos. Su conclusión es que vivir en un país occidental es vivir en una sociedad completamente saturada de suposiciones y conceptos cristianos y que por mucho que los bancos de las iglesias estén cada vez más vacíos, Occidente permanece amarrado con firmeza a su pasado cristiano. La sociedad laica o secular de los países occidentales sigue siendo cristiana aunque no seamos conscientes de ello. Nuestros valores, e incluso nuestra misma falta de religión actual tienen orígenes cristianos.

Holland es un historiador británico con bastantes libros publicados que empezó escribiendo sobre el mundo antiguo, los griegos, los persas y los romanos. Cuenta que cuanto más tiempo pasaba sumergido en el estudio de la antigüedad clásica, más ajena la encontraba y más incómodo se sentía en ella. Los valores de Leónidas o de César, del que se dice que mató a un millón de galos y esclavizó a otro millón, no eran los que él consideraba sus valores. No solo las brutalidades más extremas le inquietaban, sino la completa falta de cualquier noción de que los pobres o los débiles tuvieran el menor valor intrínseco. Así que en un momento dado se dedicó a rastrear de dónde venían sus valores y sus creencias y esto le llevó a descubrir que el rastro conducía a San Agustín, a San Pablo y a la cruz. 

El libro es un libro de historia, una sucesión de viñetas de diferentes épocas, de algo más de 500 páginas, muy bien escrito. Pero quiero decir que no es un ensayo. La teoría o las ideas van por ahí intercaladas, pero la lectura es la de un libro de historia, y la primera de las historias va de lo que representaba la crucifixión en el mundo antiguo. En 2014, cuando Holland acababa de empezar a escribir el libro, hizo un viaje a Irak para rodar un documental y estuvo en Sinyar, una ciudad que se encontraba en la frontera con el Estado Islámico. La ciudad había sido tomada a los combatientes islámicos hacía solo unas pocas semanas y previamente era el hogar de un gran número de yazidíes, una minoría religiosa condenada por el Estado Islámico como adoradores del diablo. Su fin fue tan macabro como el de los que se resistían a la Antigua Roma. Los hombres fueron crucificados; las mujeres, esclavizadas: “estar entre las ruinas de Sinyar, sabiendo que, a solo tres kilómetros a través de terreno llano y abierto, estaban quienes habían cometido aquellas atrocidades, hacía apreciar cómo, en la Antigüedad, el hedor a cadáveres servía a un conquistador para marcar su posesión. La crucifixión no solo era un castigo. Era un medio de conseguir el dominio, que los sometidos experimentaban como miedo. El terror del poder era la medida de ese poder. Así había sido siempre y así sería siempre. Así era el mundo.”

Esta visita impactó a Holland y al volver a casa decidió empezar por la cruz. Viendo lo que era en realidad la cruz y lo que representaba la crucifixión en la antigüedad (un símbolo de poder y dominio) podemos comprender quizás lo ridículo que debió de resultar el mensaje de San Pablo para los romanos. Proclamar que solo había un hijo de Dios y que este había muerto como un esclavo en la cruz —para colmo sin resistirse y sometiéndose voluntariamente al látigo— era un “escándalo para los judíos y una necedad para los gentiles”. Pablo llevaba el mensaje de que los judíos ya no eran los únicos “hijos de Dios”, que el pacto que Dios había hecho con los judíos se extendía a toda la humanidad y no era necesaria la circuncisión masculina. Judíos y griegos, gálatas y escitas, todos podían ser el pueblo sagrado de Dios mientras estuvieran dispuestos a creer en Jesucristo.

Pablo resuelve una tensión que siempre había existido en las escrituras judías. Por un lado, solo los judíos eran el pueblo elegido, solo ellos tenían la exclusiva del Señor de toda la tierra. Por el otro, ese mismo Dios había creado a todos los demás pueblos, los griegos, los romanos, etc. Un dios que favorecía a un pueblo y que a la vez se preocupaba de toda la humanidad. Con la crucifixión y resurrección de Jesus la ley de Dios es ahora para todo el mundo y ya no está escrita en las tablas de la ley, sino en los corazones; Pablo predica una deidad que no reconocen fronteras ni divisiones.

Bueno, tras haber dicho algo sobre el énfasis del cristianismo en la cruz como subversión de todos los valores del mundo antiguo (para los romanos la cruz era un símbolo de su poder y la crucifixión la forma más humillante de morir reservada para los rebeldes y esclavos, mientras que el cristianismo plantea que el esclavo es más grande que el amo, que la víctima es más grande que el victimario y que el hombre que sufre es más grande que el que le tortura), voy a intentar resumir cuáles son los valores que Holland considera cristianos, esos valores que siguen impregnando nuestra cultura secular occidental. Holland señala dos fundamentales:

  • Uno es la idea de que todos somos iguales, creados a imagen de Dios y que todos tenemos una dignidad por ello. Que no existe griego o judío, hombre o mujer, esclavo o libre.
  • El otro es la idea de que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos, es decir, la preocupación por los débiles y que Dios está más cerca de los pobres que de los ricos.

De estos dos valores fundamentales —la unidad de la raza humana y la obligación de cuidar los débiles y a los que sufren— derivan luego cosas que damos por supuestas y que no nos damos cuenta de que proceden de aquí. Un ejemplo sería el concepto de derechos humanos. Lo toca por ejemplo al hablar de Bartolomé de las Casas y su defensa de que los indios no eran inferiores a los españoles: “Porque todas las naciones del mundo son hombres y de todos los hombres y de cada uno de ellos es una, no más, la definición, y esta es que son racionales; todos tienen su entendimiento y su voluntad”. “Todos los mortales, cristianos o no, tenían derechos que derivaban directamente de Dios, derechos humanos, según los calificó de las Casas”. La evolución del concepto de los derechos humanos no procede de la Antigua Grecia ni de Roma y es extraño a otras culturas.

Hay otros aspectos, uno de ellos relacionado con la ciencia, que remonta hasta Pedro Abelardo (el de Abelardo y Eloísa). Abelardo había defendido toda su vida que el orden de Dios era racional y se regía por reglas que los mortales podían aspirar a comprender y esto se convirtió luego en la ortodoxia aceptada por los papas y facilitó que surgieran las universidades por toda la cristiandad. En 1215 se promulgó un estatuto en nombre del papa que afirmaba legalmente la independencia de la Universidad de París respecto al obispo. Abelardo había defendido “que la constitución o desarrollo de todo lo que se origina sin milagros puede cuantificarse adecuadamente”, es decir, que nos ponemos en el camino de la ciencia. Asociado a esto, estaría la idea de progreso de que las sociedades pueden mejorar, que podemos ir mejorando, conociendo, etc. La concepción del tiempo en el cristianismo es lineal, desde un origen hasta un final y una culminación el Apocalipsis y la segunda venida de Cristo. En otras culturas el tiempo es, por ejemplo, cíclico y no permite esta visión de que se va mejorando o progresando hacia un fin, sino que se piensa que siempre va a ocurrir una repetición de lo mismo. 

De forma controvertida, Holland ve la influencia cristiana en fenómenos como la Ilustración. La concepción más extendida es que el origen de nuestra cultura está en Grecia y Roma (la democracia, el arte, las ciencias, la literatura, el teatro, el derecho, etc.) y que en la Edad Media caemos en un pozo de oscurantismo del que empezamos a salir con el Renacimiento —cuando se recuperan los clásicos— y luego en la Ilustración. Holland considera que los ideales de igualdad y fraternidad y de defender a los pobres frente a los poderosos son en esencia cristiana. La Revolución francesa (y la Revolución rusa también) se basa en que los últimos serán los primeros, en que hay una humanidad común a todos (fraternidad). Como contraposición, los nazis, por ejemplo, no siguen estos ideales cristianos en absoluto. 

La ilustración.

¿Tiene cosas negativas el cristianismo según Holland? Pues también. La propia universalidad del mensaje cristiano inspira el ataque hacia otras creencias. Los cristianos afirmaban estar en posesión de la única verdad de una manera que no tiene parangón en el mundo de la religión pagana, que era mucho más tolerante. El resultado fue un tipo de represión —de persecuciones, inquisiciones, cazas de brujas y demás— que no tiene precedente en el mundo pagano. Esta idea totalitaria de que la verdad justifica la persecución de los disidentes, de los que tienen otras creencias, es de origen cristiano (y sigue estando absolutamente de moda en nuestro mundo actual: los linchamientos en las redes sociales, cultura de la cancelación, etc.). En esta línea, John Gray, en Misa Negra, plantea que muchas tendencias del pensamiento religioso, pero también de movimientos seculares —como la Revolución francesa, el comunismo y otras revoluciones— se derivan de lo que considera un mito perjudicial: la idea de que se puede conseguir un mundo perfecto. Este mito se remonta a la idea cristiana del inminente fin del mundo y la llegada del Reino de Dios. Todos estos movimientos religiosos y laicos han conducido a verdaderas atrocidades y reinados de terror. El pensamiento apocalíptico está dispuesto a sacrificar cualquier número de vidas ahora en aras de un futuro perfecto que “sabe” que está por llegar. Este peligro, como señala Holland en el último capítulo, se esconde en la llamada teoría de la justicia social, o wokismo, algo de lo que hablaremos en otro momento. 

Así que la idea central de Dominio sería que los principios del cristianismo siguen impregnando la moral y las creencias de la gente en occidentes (incluidos los ateos) aunque no percibimos su presencia: “Como partículas de polvo demasiado finas para distinguirse a simple vista, todo el mundo las respiraba por igual: creyentes, ateos y aquellos que ni siquiera se habían parado jamás a pensar sobre religión.” Vamos a hacer ahora una crítica de esta posición.

Una crítica de las ideas de Tom Holland en Dominio

Hay muchas líneas de ataque a los planteamientos de Holland. Una de ellas sería señalar la gran diferencia entre la teoría y la práctica de las ideas cristianas. Es verdad que el cristianismo dice que es difícil que los ricos entren en el reino de Dios, que todos somos iguales, que no hay griego o judío, hombre o mujer, esclavo o libre, pero los ricos y poderosos han seguido dominando, la esclavitud siguió existiendo y las mujeres han tenido menos derechos que los hombres durante siglos. Holland trata la esclavitud en uno de los capítulos y reconoce el problema aunque señala que el impulso para corregir esas injusticias vino también de cristianos (los cuáqueros en el tema de la esclavitud, por ejemplo). Otra línea de ataque sería la subestimación que pueda hacer Holland de la influencia clásica en nuestra cultura (sin ir más lejos, Pablo escribe en griego y tiene influencia de los estoicos además de la influencia judía como fariseo buen conocedor de las escrituras y enseñanzas judías que era). Sobre estos aspectos os recomiendo a los que podáis manejaros en inglés este debate entre Tom Holland y el filósofo A.C. Grayling, es realmente interesante y Grayling presenta argumentos realmente buenos. 

Dado que soy un autor de inspiración evolucionista, yo me voy a centrar en lo que creo que son ideas erróneas de Holland sobre la teoría de la evolución y sobre la evolución de la moral. Empiezo por lo segundo. Holland da a entender, aunque no lo dice con esas palabras, que el mundo era un mundo cruel, no compasivo y sin altruismo hasta que llegó el cristianismo. Como le señala Grayling, un cambio sorprendente ocurrió en el mundo en la llamada Era Axial, mucho antes del cristianismo, en la que surgen la mayoría de las religiones y filosofías y donde en un plazo de pocas generaciones coinciden, por ejemplo, Sócrates, Buda y Confucio. La famosa regla de oro (trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti) existe prácticamente en todas las culturas. También existen en todas las culturas unas normas morales básicas (7 normas morales básicas según la llamada teoría de la moral como cooperación) que son comunes en todas las culturas. Estas normas son herramientas para la cooperación según los diferentes tipos de relaciones humanas: 

  1. Ama a tu familia
  2. Ayuda a tu grupo
  3. Devuelve los favores
  4. Sé valiente
  5. Obedece a la autoridad
  6. Sé justo
  7. Respeta la propiedad de otros

Todo en moralidad no es culturalmente contingente, aunque no debemos subestimar la importancia de la cultura. Es verdad que la cultura cristiana es más una cultura de la culpa y la japonesa una cultura de la vergüenza o que en la cultura china la veneración a los mayores es más profunda que en otros lugares. Pero no podemos olvidarnos de que hay una serie de mecanismos psicológicos en nuestra mente moral (entre ellos el altruismo, pero también el tribalismo) resultado de la evolución humana y que son comunes en todas las sociedades. Holland habla de las atrocidades cometidas por Julio César, pero no se da cuenta de que son atrocidades cometidas contra ellos, contra el enemigo, contra los de la otra tribu y eso ha sido una constante a lo largo de toda la historia humana hasta nuestros días. En la era cristiana podemos encontrar incontables ejemplos de atrocidades cometidas contra individuos y pueblos, muchas de ellas llevadas a cabo por cristianos y en el nombre de Dios. 

Con respecto a la teoría de la evolución, Holland contesta en alguna de las entrevistas cuando le preguntan si existe algo en nuestra cultura que no sea cristiano que el darwinismo, por ejemplo. Y en el libro contrapone el cristianismo como defensa de los débiles al darwinismo que sería una defensa de los fuertes. Por supuesto que el darvinismo no es cristiano, ni lo es la teoría de la relatividad, ya que ambas son teorías científicas, pero creo que Holland hace claramente una malinterpretación de la teoría de la evolución y que de lo que habla en realidad es del llamado darwinsimo social, de las ideas de Herbert Spencer y otros y no de la teoría de la selección natural. La teoría de la selección natural es una teoría científica y por tanto descriptiva, no prescriptiva, que describe cómo los organismos más adaptados al ambiente tienen más éxito reproductivo. En ningún momento hace valoraciones sobre si un organismo determinado es mejor que otro o tiene más valor que otro ni prescribe conductas. Como teoría científica que es, trata de lo que “Es” y no de lo que “Debe ser”.

Una última crítica que se le puede hacer a Holland es que su concepto de valores cristianos es tan elástico que sirve para explicar una cosa y su contraria: en algunos temas los valores cristianos son cristianos y las ideas que van contra los valores cristianos también son cristianas… Esto nos deja en un terreno en el que es imposible falsificar algunas de sus afirmaciones. Corre el peligro de caer en una cierta circularidad.

En resumen, creo que es un libro muy recomendable que pone en cuestión muchas de las ideas que asumimos tal vez de una forma demasiado acrítica y que es enriquecedor porque hace pensar, aunque no es necesario estar completamente de acuerdo con el autor para disfrutarlo. Mi conclusión es que es muy convincente su argumento general de que las sociedades occidentales nominalmente ateas y laicas siguen siendo cristianas en sus creencias y valores y que sin el cristianismo no pensaríamos como pensamos. Un problema que queda en el aire desde que lo planteara Nietzsche es si esos valores cristianos pueden sobrevivir si desaparece la visión del mundo cristiana que los originó y que los sustenta, o si todo el edificio se vendrá abajo. El tiempo dirá. En conjunto, es muy probable que seamos más cristianos de lo que creemos, pero tal vez no tanto como cree Holland.

Esta columna fue publicada en el blog de Pablo Malo, Evolución y Neurociencias, y cedido para su re-publicación en Psyciencia.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Un minuto de silencio

  • 26/03/2021
  • Fabián Maero

La solemnidad es un bien escaso en estos días. Alguien me señalaba hace poco que cuando sucede una catástrofe, los memes o comentarios irónicos suelen aparecer casi de inmediato. En el cine y la televisión es raro encontrar momentos solemnes; los momentos dramáticos son alivianados con comentarios graciosos o irónicos –el protagonista herido de muerte que encuentra tiempo para hacer un chiste o comentario sarcástico. Incluso acciones oficiales de gran peso para una comunidad tienden a ser despachadas como un trámite, como un vendedor que sigue conversando mientras nos dice cuánto pagar por dos kilos de cebolla.

La solemnidad y la ceremonia con las que se inviste un evento señalan, ante todo, que ese evento es significativo. Es nuestra forma de recibir y señalar algo que tiene impacto real o simbólico sobre aspectos valiosos para nuestra comunidad. Las muertes de personas destacadas, las catástrofes que se cobran decenas de vidas, los eventos oficiales, entre otros, son momentos que recibimos con solemnidad y con cierta ceremonia, señalando que algo importante acaba de suceder. La ironía, el chiste, el meme, que tienden a funcionar como forma de distanciarse o trivializar una situación, son conductas que tienden a ser fuertemente rechazadas cuando lidiamos con eventos significativos. Imaginen cómo reaccionarían hacia una persona que hiciera chistes en voz alta durante el funeral de nuestra abuela, o hacia memes sobre nuestro diagnóstico de cáncer, o a una funcionaria que hiciera gestos cómicos durante un traspaso de mando o al declarar estado de sitio.

Vale la pena señalar entonces que solemos recibir a lo que personalmente nos duele con muy poca solemnidad, con muy poco respeto. Rara vez hay interrupción de la cotidiano, rara vez hay una pausa que señale que algo importante acaba de suceder. Incluso en terapia, un dolor profundo que aparece suele ser tratado inmediatamente como algo a resolver, como algo que necesita análisis o consuelo inmediato –basta con señalar lo difícil e incómodo de permanecer en silencio frente a un paciente que está experimentando un gran dolor, algo dentro nuestro quiere hacer algo al respecto.

Cuando eso no sucede están ausentes las acciones que culturalmente señalan que acaba de suceder algo importante. En su lugar, el dolor es acompañado por intentos de distracción o de supresión, chistes, explicaciones, análisis, quejas, planes.

Toda ceremonia entraña en primer lugar una pausa con respecto a lo cotidiano –no es posible ser ceremonioso mientras uno intenta despegarse un chicle de la suela del zapato. En segundo lugar, la ceremonia involucra un silencio contemplativo. Por este motivo una muestra muy significativa de respeto es guardar colectivamente un minuto de silencio por algún evento que ha causado un dolor colectivo. Un minuto durante el cual no hay nada que hacer más que recibir colectivamente el impacto profundo y sentido de un evento. Un minuto que no se apura, que no se realiza como un trámite ni como algo pasivo, un minuto que involucra la contemplación del dolor compartido. Lo central para esto es el silencio que impide que la fugacidad de las palabras contamine lo significativo del evento.

Querría sugerir que también podemos recibir al dolor personal con un minuto de silencio, con solemnidad y respeto. Me refiero al dolor de haber perdido a un ser querido, el dolor de un sueño que se fue, el dolor de un corazón roto, el dolor que estar vivo entraña paso a paso. Así como guardamos un minuto de silencio por los dolores colectivos, también podemos guardar un minuto de silencio por los dolores personales. Un minuto no teñido de análisis, anticipaciones, rumiaciones, explicaciones, ni lamentos, sino un minuto de silencio durante el cual podemos acoger y recibir limpiamente lo que se nos está brindando. Un minuto de silencio para reconocer que algo importante ha sucedido, un minuto de silencio que ayude a destacar lo valioso que se ha perdido, que ayude a que el dolor nos atraviese y nos recuerde lo frágil y precioso de nuestra existencia.

La próxima vez que lidien con un dolor, sea propio o de una persona que está con ustedes, intenten recibirlo con un minuto de silencio. Actuar como si fuera algo importante, porque en efecto lo es. No para controlarlo, no para navegarlo, no para regularlo, sino simplemente para sentirlo, para recibirlo, para contemplarlo.

Esta columna fue publicada en Grupo ACT, centro de formación y diseminación de la terapia de aceptación y compromiso, y cedido para su re-publicación en Psyciencia.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Perspectiva de género en discapacidad

  • 16/03/2021
  • Geraldine Panelli

El 4 de octubre de 2006 se sancionó en Argentina la ley de Educación Sexual Integral (ESI) la cual dispone que todos tienen derecho a recibir educación sexual integral en establecimientos educativos del territorio argentino. Esta ley entiende a la ESI como “la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos” por lo que no va a centrarse solo en lo sexual y reproductivo sino que abarca mucho más. 

Si se preguntan por qué la escuela tiene que ocupar este rol y no el seno familiar, pueden encontrar algunas respuestas en el artículo El lugar de la educación sexual es la escuela ¡Sí o sí!. Buscando en la red es muy fácil acceder a material sobre ESI, manuales para docentes, actividades para el aula, etc; pero hay un grupo de personas que, en la práctica, queda fuera de estas intervenciones. Me refiero a las personas con discapacidad, principalmente con discapacidades intelectuales. El que no estemos preparados para abordar la sexualidad en personas con discapacidad tiene que ver con mitos, prejuicios y sobre todo desconocimiento. 

¿Qué entendemos por discapacidad?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2016), se puede definir de la siguiente forma: 

“Discapacidad es un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales. Por consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive.”

Si seguimos esta definición, podríamos entonces afirmar que una persona con discapacidad no puede hacer una participación plena si el ambiente en el que vive no se lo permite. Esto nos lleva a pensar que si la participación y el vínculo depende del ambiente, entonces lo que presenta discapacidad es el ambiente invalidante, no la persona. Por ejemplo, imaginemos a una persona que se traslada cotidianamente con su silla de ruedas, ya aprendió a usarla a la perfección y no presenta dificultades al respecto en su hogar, que está perfectamente preparado para darle autonomía e independencia. Esta persona sale a la calle y en la primera avenida que debe cruzar se encuentra con que la rampa de la esquina está obstruida. Tenemos ahí dos opciones, por un lado seguir sosteniendo que es una persona con discapacidad motora y que por esto se ve afectada su participación plena; o podríamos pensar que el ambiente es el que no está preparado para brindarle plena participación, por lo cual es el mismo ambiente el que presenta discapacidad. 

Al contrario de lo que en general se supone, este grupo de personas se encuentra atravesado por la sexualidad de la misma manera que el resto de la población. Sienten deseo sexual y tienen necesidad de expresarlo. No dar lugar a la escucha de estos deseos, es limitar a la persona, privandola de sus propios derechos. Debemos destacar uno de los errores que en general se comete en el vínculo: infantilizar a todos los sujetos y, por esto mismo, suponer que no sienten deseo. Adicionalmente, tener alguna condición o discapacidad es un factor de vulnerabilidad para ser expuesto a situaciones de violencia y abuso, es por esto que es crucial la información. 

Estadísticas de abuso en población con discapacidad

Dentro de la información recabada de organizaciones de renombre como la OMS (Mitchell, s.f.) y las Naciones Unidas podemos concluir las siguientes afirmaciones:

  • Los niños y niñas con discapacidad son víctimas de alguna forma de violencia con una frecuencia 3,7 veces mayor que las personas sin discapacidad. Particularmente de abuso sexual (2,9 veces mayor). 
  • Las personas con discapacidad tienen más probabilidades de ser víctimas de la violencia o abuso y menos probabilidades de obtener la intervención de la policía, protección jurídica o cuidados preventivos.

Romper la hegemonía como modelo

Un punto importante para hablar de relaciones sexuales en la diversidad es cuestionar el modelo de las mismas. Se califican como normales determinadas relaciones sexuales y se espera que todes les sujetos las reproduzcan homogeneamente. Contrariamente a lo que se espera, cada relación sexual es única y diferente, por lo que lo necesario es brindar modelos e información para que cada sujeto pueda experimentar sus deseos y gustos de forma placentera sin importar su condición y la vinculación de la misma con el ambiente. 

Más allá de los estándares de belleza hegemónicos impuestos por la sociedad, debemos destacar que cada persona siente, desea y le interesa vincularse de una forma única. Es nuestra tarea deconstruir estos estándares para romper con el mito de la perfección que se necesita para ser atractive. Podemos hacerlo desde los modelos que brindamos en cuentos, títeres, películas, etc., que muestren los vínculos sexo-afectivos también en personas con discapacidad. 

Por último, y siguiendo la línea de los modelos hegemónicos preestablecidos, debemos hacer mención al concepto de pareja entendida como dos personas atraídas sexualmente, bajo lineamiento del amor romántico y el mandato de crear familia y ser monógamos. 

Debemos tener en cuenta que existen diversas formas de parejas, que se modifican constantemente dado que la construcción es cultural y que cada quien puede elegir la forma en la que quiere relacionarse. Por ejemplo, podría pensarse en una pareja integrada por dos amigxs, que tienen relaciones sexuales en los momentos en los que surgen esas ganas, o en parejas sexuales esporádicas y casuales; o por el contrario, en vínculos amororos donde no median encuentros sexuales.

También debemos recordar que el placer no es territorio único y exclusivo de una relación sexual entendida como una relación en la que prime la penetración, sino que cada persona puede experimentar placer de diferentes maneras. La penetración no es una condición necesaria para que se llegue a ese momento, para que se pueda encontrar el disfrute. Las caricias, los abrazos, las palabras, las miradas y el compartir también son espacios de placer, de disfrute y que hacen al vínculo con le otre.

Negar el acceso a la ESI a las personas con discapacidad es coartar sus derechos

Otro error en el que se suele caer es en la presunción de la heterosexualidad de las personas con discapacidad. Damos por supuesto, debido a los modelos tan arraigados socialmente, que las personas de este colectivo no sienten atracción por otras o, si la sienten, es de manera heterosexual y bajo modelos heteronormados. Esto también está relacionado con lo que se nombró anteriormente acerca de la infantilización de estas personas.

Negar el acceso a la ESI a las personas con discapacidad es coartar sus derechos, es negar una parte fundamental que atraviesa de manera transversal sus vidas, es limitar la capacidad de disfrute y goce y, por sobre todo, es negar información valiosa que podría permitirles no solo aumentar su calidad de vida, sino brindarle las herramientas para que puedan dilucidar qué situaciones son seguras y correctas, cuáles implican algún peligro, qué cuestiones están permitidas y cómo acceder a prácticas seguras. Como ejemplos concretos podemos mencionar: que la persona tenga las herramientas para entender de qué se trata el consentimiento, cuándo una situación es de abuso, métodos de anticoncepción, etc. 

Si brindamos esta información de una forma que además contemple las necesidades de cada persona y brindando las ayudas adecuadas, podremos garantizar lo necesario para detectar y transmitir las situaciones y las cuestiones necesarias.

Entendiendo también a su vez que brindar esta información no aumenta el deseo sexual de las personas, sino que visibiliza y dejan de catalogarse como tabú temas que por más que no se hablen, están presentes en todes. 

Acompañada de esta falta de información y situaciones en que no se habla de sexualidad en niños, niñas y adolescentes con discapacidad, aparece la idea de que la sexualidad en algunas condiciones es incontrolable, promiscua, compulsiva y llena de prejuicios. Es un miedo de parte de padres y madres, incluso es el discurso de algunes profesionales. La realidad es que el peligro y la promiscuidad vienen de la mano de la desinformación y de ambientes que no promueven espacios seguros. 

Pensando en el espectro genital de la sexualidad solamente, los deseos y la exploración a determinada edad aparecen y es saludable que esto suceda; es parte de nuestro desarrollo como humanidad. Parte de nuestra tarea como terapeutas es acompañar este proceso  para que fluya naturalmente fuera de peligros. La energía sexual, el deseo y la necesidad biológica de aliviar el mismo debe drenar por algún lado, y si no se posibilita el mismo en contextos seguros, lógicamente va a desarrollarse en lugares inseguros.

En las personas con discapacidad, la sexualidad vista de forma integral es igual de importante que en cualquier otra persona. Es válido para las mismas tener relaciones sexo – afectivas solo por placer sexual o para elegir un vinculo amoroso, bajo las condiciones que ambas partes decidan. En este punto, si pensamos la sexualidad con un fin meramente reproductivo, debemos de entender que no todas las discapacidades tienen carga genética y esto debe ser informado para la planificación familiar. Pero nuestra mirada debe ser más abierta entendiendo la relación sexual satisfactoria en sí misma sin un deseo de procrear. La elección del objeto sexual es individual y de ninguna forma debería ser cuestionado. Por último, es importante saber que la ESI en discapacidad puede promover vinculos sexo – afectivos  saludables, cuidados, informados y prevenir asi situaciones de abuso tan frecuentes en esta población. 

¿Qué podemos hacer en la práctica?  

Nos centraremos en los textos Es parte de la vida de Meresman, S. (2011) y Dibujando la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual y/o del desarrollo de Valenciana, F. C. (2015) para pensar algunas intervenciones que podemos realizar desde nuestra práctica profesional.

  • Mostrarnos abierta/os: mantener una actitud sin juicio ni prejuicio que permita un diálogo fluido, generando confianza y dando espacio a dudas, consultas y preguntas que a veces son difíciles de realizar. 
  • Proporcionar información clara y adaptada: para cada condición la forma de recibir información y entenderla puede ser distinta; pensar cuál es la forma adecuada para nuestros pacientes (pictogramas, historias sociales, video modelado, braille, etc). La información debe ser científica y adaptada a la edad y nivel cognitivo de las personas con quienes trabajamos. 
  • Informar sobre las prácticas sexuales que se pueden realizar en privado: no negar, ni castigar conductas auto exploratorias y placenteras; sino brindar información y herramientas para que las mismas se desarrollen en relaciones seguras (por ejemplo, en el ámbito privado, con buena higiene y cuidados). Reforzar cuando estas conductas se dan en contextos saludables. 
  • Enseñar la diferencia entre contacto adecuado e inadecuado: es necesario enseñar sobre buenas prácticas, identificando situaciones seguras, incorporando el consentimiento en cada vínculo que se genere y conociendo sobre planificación familiar, ETS, etc. Todo esto deberá brindarse de manera acorde a la edad de nuestros pacientes, a su nivel cognitivo y con las adaptaciones necesarias.
  • Enseñar a decir que no: Resulta muy importante poder brindar las herramientas necesarias para que las personas con las que trabajamos comprendan que existen situaciones en las que podrán no querer / no sentir ganas / estar presionados a determinadas situaciones. En estos casos es imprescindible el trabajo de role play y modelado específico, de forma clara y explícita.  
  • Motivar a expresar preferencias y gustos: más alla de las personas con discapacidad es algo a trabajar en las relaciones sexo afectivas; incorporar los deseos de ambas personas que participan y poder conversarlo con confianza y sin prejuicios. 
  • Coherencia en los mensajes: aunar criterios con los contextos intervinientes en la educación y acompañamiento de los infantes y adolescentes; en cuanto a brindar información científica y clara. Acompañar a las familias en la búsqueda de información para que la misma esté libre de creencias subjetivas, muchas veces erróneas, que perpetúan mitos y cortan libertades. Este punto es importante, dado que es la información del boca en boca la que genera versiones diferentes e incluso contrapuestas a los que es saludable. 
  • Enseñar habilidades sociales que sirvan en situaciones sexo afectivas: en infantes con las habilidades sociales disminuidas es necesario brindar información y realizar actividades que incrementen las mismas y le den la posibilidad de tener experiencias agradables en este aspecto. 
  • Trabajar las posibilidades reales: no generar falsas expectativas, brindar información y herramientas para vivir una sexualidad libre, pero entender que el contexto cultural en el que vivimos puede representar una limitación. 
  • Respetar la privacidad: les terapeutas somos modelos de cómo es nuestro vínculo con el infante y el adolescente para el resto de los adultos que nos ven interviniendo; con lo cual es necesario dar el ejemplo de sostener la privacidad desde el secreto profesional de lo que sucede en el consultorio o espacio terapéutico, hasta situaciones de pedir permiso para abrazar, ayudar en el baño o en cuestiones de vestimenta. 
  • Dar espacio de consulta a profesionales especializados en sexualidad: hay cuestiones que pueden excedernos y/ o que los propios pacientes no se animan a preguntar a personas más cercanas y puede ser necesaria una figura de especialista que brinde un tiempo de consulta sobre estos temas. 

Para concluir, les invito a reflexionar sobre nuestras prácticas, nuestros propios prejuicios y la desinformación que tenemos. Mostrarnos vulnerables, darnos cuenta de que tenemos un montón de cosas que aprender y trabajar para acompañar a las personas a vivir su sexualidad de la forma más libre, segura y respetada posible. 

Es parte de la vida. Material de apoyo sobre educación sexual y discapacidad para compartir en familia.Descarga

Autoras:

  • Antonella Havela, Lic. en psicología, especialista en terapia cognitiva conductual en niños y adolescentes con perspectiva de género. Cofundadora de CETEIN.
  • Geraldine Panelli, Lic. en Psicología, Especialista en Terapia Cognitiva Conductual en niños y adolescentes. Cofundadora de CETEIN.

Referencias bibliográficas:

  • OMS | Discapacidades. (2016). https://www.who.int/topics/disabilities/es/
  • Mitchell, C. (n.d.). OPS/OMS. Retrieved March 11, 2021, from https://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=6998:2012-children-disabilities-more-likely-experience-violence&Itemid=135&lang=es
  • Meresman, S. (2011). Es parte de la vida. Material de apoyo sobre educación sexual y discapacidad para compartir en familia.
  • Parra, N., Canarias, M. O. F., de la Cruz, P. D. C., & Rubio, N. (2015). Sexualidades diversas. Manual para la atención de la diversidad sexual en las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. Canarias: FEAPS.
  • Valenciana, F. C. (2015). Dibujando la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual y/o del desarrollo: una cuestión de derechos. Recuperado de http://www. codajic. org/node/3539.


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  • Artículos de opinión (Op-ed)

¿Por qué me afectan tanto las cosas?

  • 04/02/2021
  • Buenaventura del Charco Olea

¿Por qué me afectan tanto las cosas? Es uno de los planteamientos frecuentes que oigo de mis pacientes, haciendo referencia a una sensación subjetiva y consistente en que pequeños acontecimientos provocan en ellos respuestas más intensas (o que les afectan más de lo que a ellos les gustaría o consideran lógico).

Como casi todo cuando hablamos de psicología —y de algo tan rico y variado como son las personas— no hay una única explicación posible aplicable a todo el mundo y que explique por sí el asunto. Y es que cada persona es un mundo, tiene su propia historia de vida y su forma de entender la misma en base a su sistema de valores y creencias (vamos, que cada uno es de su padre y de su madre…).

Aun así, voy a intentar explicar las causas más frecuentes de esta sensación y las reflexiones que suelo hacer con mis pacientes. Es decir; que ellos hacen y yo también (que en mi trabajo se aprende muchísimo del paciente, esa persona que en teoría es la que está mal) sobre el tema.

Por un lado, una explicación pausible es la de que ya no puedes más, estás al límite de tus fuerzas, sobrecargado de llevar cosas o aguantando en una situación muy costosa e hiriente para ti (como mantenerte en un trabajo que no aguantas, vivir a base de sobreesfuerzos, sentirte muy culpable o mal contigo mismo, sentirte indefenso o expuesto, que no tienes el control de tu vida y no eres libre…). De forma que, al igual que un vaso que está a ras no necesita un chorro grande de agua para desbordarse, sino que basta con una simple gota, a ti no te no hace falta que ocurra nada de mucha intensidad, para que sobrepases tu límite natural y te quiebres o pierdas el control.

La cuestión aquí por tanto no es cómo hacer para no desbordarte, sino para poder vaciar ese vaso que va tan lleno, y por qué te has acostumbrado o has normalizado estar siempre al límite o convivir con algo que siempre va añadiendo agua a tu vaso.

La otra opción más frecuente es que aquello que pasa, aunque sea pequeño, toca en una herida emocional abierta, es decir: algún tema que te hace daño porque aún no tienes resuelto. Por eso basta que lo que ocurra, por pequeño que sea, tenga que ver con ese tema (o tu mente pueda hacer una asociación con el mismo) y por eso duele tanto y tu reacción es acorde a ese dolor. Siguiendo la metáfora de la herida, un pequeño golpe en una pierna sana no es dolorosa, pero… ¿y si te golpearan ligeramente una pierna en carne viva y con un corte muy profundo? Te dolería terriblemente, e incluso una caricia también podría provocar esa reacción de dolor.

Por ejemplo, cuando tenía entre 12 y 15 años se metían mucho conmigo por mi aspecto físico (tenía un problema de crecimiento en la mandíbula y no era un chaval muy agraciado, más bien feo) que fue algo que me hizo (todavía me hace) mucho daño. Cuando en la etapa universitaria salía de fiesta y me intentaba ligar alguna chavala, cualquier comentario sobre mi aspecto o que me reachazara me afectaba enormemente, teniéndome de bajón uno o dos días. Yo no lo entendía ¿Por qué me afecta tanto si esa chica ni la conozco ni me importa más allá de querer conocerla de copas? ¿Por qué mi bienestar depende tanto de ligar o no?, hasta que mi psicoterapeuta me hizo ver que cada vez que me «rechazaban» eso tocaba esa herida dolorosa, esa sensación de ser atacado y rechazado por ser feo. Es por ello que que cuando la chica en cuestión me rechazaba, mi mente conectaba con esas sensaciones tan dolorosas de mi pre adolescencia.

Sea por una cuestión u otra, el caso es que ocurre algo «tonto» o «poco importante» y reaccionas, no sólo a aquello que acaba de sucederte, sino a todo lo acumulado, y de pronto te derrumba. Normalmente, por «derrumbarse» hablo de una reacción emocional que solemos entender desproporcionada: nos enfadamos enormemente y no lo podemos controlar: nos echamos a llorar sin poder evitarlo, estar unos días de bajón o sin ganas de nada y nos aborda la ansiedad y sentimos que perdemos el control…

Cuando te ves así o después de esta reacción tiendes a pensar «¿por qué me he puesto así con algo tan insignificante?» y, o te da el pánico porque sientes que se te está yendo la olla o te fustigas y te tratas fatal por ser así de blando o histérico y por no tener más autocontrol. Y la realidad, es que estás viendo sólo una pequeña escena, en lugar de ver toda la jodida película.

Si sólo miras esa escena, en la que pierdes los nervios con tu pareja, pues sí, eres un poco histérico. Pero si ves la película completa, y haces lo difícil, que es en vez de juzgarte aceptar que eso te está pasando y tratar de entenderte, te darás cuenta de que al personaje de esa peli le llueve sobre mojado, y que su reacción fue desproporcionada, ¿pero cómo no lo iba a ser con lo que lleva pasado? Si esto te pasa con relativa frecuencia, puedes buscar chorradas en libros de autoayuda e internet sobre «cómo hacer que las cosas no te afecten» o «5 tipos de control emocional» o puedes echarle cojones, tratarte con amor y respeto, e ir a psicoterapia.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

El alto costo de «ser fuerte»

  • 16/01/2021
  • Buenaventura del Charco Olea

La frase puede chocarte, pero es muy cierta. Las personas fuertes, o más bien aquellas que “van de fuertes” (ya que al fin y al cabo todos tenemos una faceta débil y una fuerte) pagan un enorme precio por serlo. La fortaleza es una amante exigente que siempre nos pide estar al 100% dando todo de lo que somos capaces en aquello que hagamos para mostrar cuan fuertes somos.

Y es que podemos ser de utilizar mucho tipo de áreas o facetas para evidenciar nuestra supuesta “fortaleza”. Desde el desempeño laboral a ser cuidadores de otros, ser “rudos” o que las cosas no nos afecten, mostrando que tenemos unas espaldas anchas sobre las que se puede cargar casi cualquier cosa sin que nos produzca el coste emocional que le provocaría a cualquier otra persona.

Las personas que funcionan desde esta dinámica suelen pagar un alto coste y el primero y más evidente es el cansancio. Muchos pacientes me narran en la consulta su sensación de cansancio no sólo físico o emocional, sino sobre todo vital. Cuando uno se exige ser fuerte, la vida es algo que pesa (en gran medida porque tienes que estar siempre dándolo todo y cumpliendo los altos estándares de exigencia que suelen tener), lo que mantenido en el tiempo es realmente agotador.

Este cansancio o agotamiento suele venir acompañado de otros efectos colaterales (aunque estos no tienen por qué darse siempre), como el hecho de sentirse tan exhausto –como si fuese un limón exprimido al que ya no le quedan más energías– que ni siquiera pueden hacer aquellas cosas que le solían gustar o disfrutar. Se vuelven así apáticos, con dificultades para ilusionarse, capaces únicamente de esforzarse, o cuando no queda otra, descansar hastiados y sin ganas de casi nada. Otras veces, esta sensación de continuo sobreesfuerzo les lleva a terminar hartos, ya que la vida es una dura carrera cuesta arriba, y este cansancio les lleva a estar malhumorados y enfadados, saltando cuando alguien le viene con otro problema más que resolver. Otras veces, en vez de enfado, esas personas experimentan otro tipo de “descontrol” o incluso lo buscan activamente, ya que tienen que soltar toda esa tensión por algún lado. Si has visto la peli de Martin Scorsese «El Lobo de Wall Street», sabrás bien a qué me refiero.

Y es que las personas “fuertes” tienden a no sólo encargarse de sus problemas y objetivos sino también de los de los otros, bien porque expresan la fortaleza a través del cuidado o bien como forma de evidenciar su fortaleza ante otros y ser alabados. Muchas otras veces, ocupan de forma más o menos voluntaria ese “rol” en la familia o grupo, de forma que otros esperan y a veces incluso exigen poder acudir a ellos cuando tengan un problema para poder resolverlo.

A parte del cansancio y sus consecuencias, la fortaleza tiene otras facturas que pagar, por ejemplo la de la soledad. Muchas personas fuertes se sienten solas, incluso cuando están rodeadas de personas (frecuentemente si manifiestan su fuerza ayudando a otros, suelen ser muy queridos y apreciados) pues el liderazgo (por naturaleza) implica una soledad en la toma de decisiones, tirar del carro o encabezar a otros.

Las personas fuertes pocas veces pueden hablar de su cansancio o de su tristeza, pues serían síntomas de una debilidad que no saben manejar o que les da miedo y que tapan con su fortaleza. Así que muchos, incluso aunque parezcan enfadados (a veces usamos el enfado para tapar la tristeza, sobre todo si temes a la debilidad) en el fondo están terriblemente tristes. Van acumulando, echándose a las espaldas su propio dolor y malestar, sintiéndose muy solos en todo ello y preguntándose si lo demás no lo ven, cosa que rara vez ocurre. En parte porque a todos nos gusta tener a alguien fuerte que nos saque las castañas del fuego, pero también –y sobre todo– porque rara vez lo muestran. Así este “no poder ser débil y estar triste” se convierte en una losa muy pesada.

Otro precio que suele acompañar a una fortaleza exacerbada es el de la autocrítica (y muchas veces también la culpa), que se convierte en la fusta que mantiene activo el ritmo a galope tendido de la persona, ya que sino, bajaría su esfuerzo y dejaría de ser tan fuerte. Éste juez interior e incansable se convierte en uno de sus mayores enemigos, pues siempre está exigiéndoles más y más (siendo casi insaciable) de forma que nunca pueden descansar y sobre todo que cuando consiguen algo (un objetivo que han conseguido con sangre, sudor y lágrimas reprimidas) ya está ahí la próxima tarea que desempeñar, la siguiente prueba de fuerza que demostrar. Con esto apenas pueden saborear las mieles de sus esfuerzos (que es una de las cosas que nos motivan y “recompensan” los mismos) y desde luego, no pueden disfrutarlos reponiendo fuerzas.

¿Qué les lleva a todo esto? Normalmente tienen miedo de asumir su propia parte débil, que es algo que les da mucho miedo, no vaya a ser que tome el control de su ser, o porque les rechacen. Las vivencias que te llevan a eso son muy variadas, como vivir experiencias difíciles en las que no pudieron hacer nada y no quieren volver a sentirse así, porque sólo se sintieron amados cuando mostraron esa fortaleza o por exigencias de una situación difícil en la que para sobrevivir hubo que hacer grandes esfuerzos y se quedan “instalados” en esa forma de funcionar.

Personalmente, yo me exigí mucho ser fuerte hasta que me lo trabajé en terapia (aunque donde hubo fuego quedan rescoldos muy a mi pesar), y creo que en gran parte se debe al hecho de que sufrí bullyng en el colegio (y no pude defenderme) o a que tuve un padre anciano y una madre enferma a los que tuve que cuidar.

Con esto no quiero decir que no haya momentos de apretar los dientes. Claro que puedes esforzarte, pero no como forma de estar en la vida. Y mucho menos por miedo a una parte débil que por mucho que te esfuerces en dejar atrás siempre estará ahí, ya que es tuya y no puedes huir de ti mismo.

Disfruta de tu fortaleza, pero que ser fuerte sea algo que eliges en un momento y no una forma de vida.

Artículo originalmente publicado en la página de Buenaventura Del Charco Olea y cedido para su re-publicación en Psyciencia.



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Serie recomendada: El dilema de las redes sociales

  • 05/01/2021
  • David Aparicio

Estoy en algo parecido a unas vacaciones y he aprovechado para ponerme al día con algunas películas y series que me han recomendado, así que hoy empecé con El dilema de las redes sociales, un documental que entrevistó a una serie de expertos que trabajaron en la propias entrañas de la maquinaria digital, para mostrarnos como funcional realmente las redes sociales y cómo utilizan los principios del aprendizaje para mantenernos enganchados y pasar de ser el usuario al producto.

Aquí comparto también una frase que que aparecer cerca del minuto 30 del documental y que da mucho para reflexionar. La he traducido, lo mejor que he podido. Sepan disculpar:

“Si algo es una herramienta, estará sentada ahí, esperando pacientemente. Si algo no es una herramienta, te exige cosas. Te está seduciendo, te está manipulando, quiere cosas de ti. Nos hemos alejado de un entorno tecnológico basado en herramientas, a un entorno tecnológico de adicción y manipulación. Las redes sociales no son una herramienta a la espera de ser utilizada. Tienen sus propios objetivos y tiene sus propios medios para perseguirlos utilizando su psicología en su contra». – Tristan Harris, ex especialista en ética del diseño en Google y cofundador del Center for Humane Technologies‍.

Y un recordatorio que nunca está demás:

“Somos el producto. Nuestra atención es el producto que se vende a los anunciantes «. – Justin Rosenstein, ex ingeniero de Facebook y Google, cofundador de Asana‍

El documental no solo expone los efectos dañinos del uso de las redes, sino también ofrece algunas recomendaciones para reducir su impacto:

• “Nunca aceptes un video que te recomienden en YouTube. Elige siempre. Esa es otra forma de luchar «. – Jaron Lainer, padre fundador del científico informático de realidad virtual ‍

• “Antes de compartir, verifique los hechos. Considere la fuente. Haz ese Googleo adicional. Si parece que está diseñado para presionar tus botones emocionales, probablemente lo sea «. – Renée Diresta, directora de investigación del Observatorio de Internet de Stanford, exjefa de políticas de Data for Democracy

• “He desinstalado un montón de aplicaciones de mi teléfono que sentí que estaban perdiendo el tiempo. Todas las aplicaciones de redes sociales, todas las aplicaciones de noticias y desactivé las notificaciones de cualquier cosa que me hiciera vibrar la pierna con información que no era oportuna e importante para mí en este momento. Es por la misma razón por la que no guardo galletas en mi bolsillo «. – Justin Rosenstein, ex ingeniero de Facebook y Google, cofundador de Asana



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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Serie recomendada: Guía Headspace para la meditación

  • 04/01/2021
  • David Aparicio

Hay tantas cosas en Netflix que a veces no sabemos ni qué mirar. Por eso quiero recomendarte una serie documental digna de tu atención y que te ayudará a tomar una pausa, respirar y despejar un poco tu mente.

La serie se llama Guía Headspace para la meditación y es un documental animado, de 8 capítulos, y de 25 minutos, que te enseñará qué es el mindfulness, para qué sirve y cómo practicarlo.

Trailer de la serie:

Lista de episodios

  1. Cómo empezar
  2. Cómo dejar atrás el estrés
  3. Cómo enamorarse de la vida
  4. Cómo lidiar con el estrés
  5. Cómo ser amable
  6. Cómo lidiar con el dolor
  7. Cómo lidiar con la ira
  8. Cómo alcanzar tu potencial sin límites

Headspace fue lanzada en el 2012 como una aplicación móvil para aprender mindfulness, que se diferenció rápidamente del resto de apps de su categoría, por tres características principales: tiene ejercicios de meditación para todas las necesidades y edades (yo acabo de terminar el plan de 30 días para abordar la ansiedad y ahora inicié el plan de 7 días de aceptación); la voz de Andy Puddicombe (inglés), cofundador de Headspace, es perfecta para este tipo de ejercicios; y por último, y la razón que más me gusta, son sus videos animados que explican los conceptos de la meditación de una forma tan fácil y atractiva que cualquier persona, con y sin experiencia en la meditación, puede entender.

Todo esto lo encontrarás también en su serie de Netflix y sin tener que gastar dinero extra, porque seguramente ya tienes una suscripción. Así que si tienes curiosidad por el mindfulness, la serie es una buena propuesta para empezar el año con menos distracciones y mayor conciencia e intencionalidad; y si eres un terapeuta que ya utiliza estas habilidades, la serie también se convertirá en un valioso recurso para usar con tus consultantes.


¿Ya viste la serie? Comparte tus opiniones, escríbeme un email a [email protected] y con gusto te contestaré.



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