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Las emociones no son una identidad, sino una experiencia

  • David Aparicio
  • 28/05/2025

Me encontré en Instagram este hermoso post del gran Jay Prasad: «Nuestras emociones no son huellas dactilares. No nos definen, no son inmutables, ni están grabadas en piedra. Abrirse a la transitoriedad de lo que sentimos es aprender a verlas como visitantes: vienen, nos dicen algo, y aunque a veces puedan persistir, se marchan.»

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Y viene muy bien este post porque hay una idea que a veces repetimos sin pensarlo: “así soy yo”. La usamos para describir un estado emocional sostenido —como si estar triste, ansioso o frustrado fuera parte fija de nuestra identidad. Pero esta idea es engañosa. Nuestras emociones no son huellas dactilares. No nos definen, no son inmutables, ni están grabadas en piedra.

Una emoción es una experiencia, no una etiqueta. Surge, se manifiesta en el cuerpo, influye en cómo vemos el mundo, y luego, si se lo permitimos, se va. Pero si la agarramos con fuerza, si la alimentamos con pensamientos o tratamos de evitarla a toda costa, entonces empieza a ocupar más espacio del necesario.

Aprender a ver las emociones como visitantes —como algo que llega, nos dice algo, y luego se marcha— cambia completamente la relación que tenemos con ellas. Esta es una idea central en muchas terapias basadas en la evidencia, como la terapia de aceptación y compromiso (ACT), donde se invita a las personas a abrirse a sus experiencias internas sin quedar atrapadas por ellas.

La transitoriedad como punto de partida

Aceptar que las emociones son transitorias no significa ignorarlas o restarles importancia. Significa reconocer que forman parte del flujo natural de la vida. La ansiedad puede estar presente antes de una conversación importante, la tristeza puede aparecer al recordar una pérdida, la rabia puede surgir ante una injusticia. Pero ninguna de ellas dura para siempre, a menos que la sostengamos con rigidez.

Cuando tratamos de suprimir o controlar lo que sentimos, irónicamente, esas emociones tienden a intensificarse o alargarse. Por el contrario, cuando dejamos de luchar con ellas y las tratamos con curiosidad y respeto —como a un visitante que no esperábamos pero que llegó con algo que decir— empezamos a experimentar una forma distinta de libertad.

No eres tu emoción

Una emoción intensa puede hacernos olvidar que hay algo más allá de ella. Pero incluso en medio del miedo o la desesperanza, sigue habiendo un espacio de elección: podemos observar lo que sentimos sin convertirnos en eso. Podemos actuar en función de nuestros valores, no solo de nuestro malestar.

La próxima vez que sientas que una emoción te desborda, intenta decirte: esto es algo que estoy sintiendo, no algo que soy. Tal vez no desaparezca de inmediato, pero verás que pierde poder sobre ti. Porque cuando dejas de identificarte con lo que sientes, puedes empezar a responder, no solo a reaccionar.

Y eso —en una cultura que a menudo nos exige “estar bien” todo el tiempo— ya es un acto de coraje.

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  • Análisis

Cómo dejar de juzgar tanto a los demás

  • David Aparicio
  • 28/05/2025

Es fácil juzgar. Lo hacemos sin pensarlo: al ver a alguien en la calle, al leer un comentario en redes, al escuchar cómo otra persona cría a sus hijos. Juzgamos incluso antes de saber que lo estamos haciendo. Lo difícil es detenerse, mirar con atención y preguntarse ¿qué está pasando realmente aquí?

Las investigaciones muestran que nuestro cerebro evalúa a las personas en fracciones de segundo. Según Piercarlo Valdesolo, del Laboratorio de Emociones Morales y Confianza del St. Olaf College, esas impresiones se forman cuando apenas somos conscientes de haber visto una imagen. Pero esa velocidad tiene un precio: puede cerrar la puerta a la empatía, aumentar nuestras respuestas reactivas y, paradójicamente, hacernos sentir peor con nosotros mismos.

La neuropsicóloga Sanam Hafeez explica que cuando juzgamos constantemente, perdemos la capacidad de ver a los demás como seres complejos. Nos volvemos menos receptivos y más propensos a interpretar el mundo desde nuestras inseguridades.

¿Cómo saber si estás juzgando?

La clave es observar cuándo tus pensamientos se vuelven evaluativos. ¿Estás haciendo una observación neutral o ya estás agregando interpretaciones? Hafeez sugiere hacerse preguntas simples pero poderosas:

  • ¿Por qué me molesta esto?
  • ¿Estoy viendo algo objetivo o estoy proyectando mis propias emociones?
  • ¿Este juicio habla más de la otra persona o de lo que me cuesta aceptar en mí?

Erica Schwartzberg, psicoterapeuta de Nueva York, comparte que tras dejar de beber alcohol, a veces se sorprendía criticando a quienes pedían otra copa. Con algo de reflexión, entendió que esos pensamientos no eran sobre ellos, sino sobre cómo ella misma se sentía excluida o incómoda.

Cambiar el juicio por curiosidad

Juzgar puede ser automático, pero la empatía requiere intención. Cuando aparezca el impulso de criticar, intenta girar la atención:

  • ¿Qué puede estar viviendo esta persona?
  • ¿Qué historia me estoy perdiendo?
  • ¿Hay algo que yo mismo esté proyectando?

Este cambio no significa justificar todo, sino abrir espacio para comprender mejor. Como dice Hafeez, la curiosidad nos permite reconocer la complejidad de los demás y de nosotros mismos. Cambiar el juicio por empatía no solo mejora nuestras relaciones, también puede ayudarnos a ser más amables con nosotros mismos.

Tal vez la próxima vez que te sorprendas pensando “¿por qué hace eso?”, lo más útil no sea encontrar una respuesta, sino hacer una mejor pregunta.

Fuente: The New York Times

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  • Análisis

Psicoterapeutas tatuados: entre la piel y la profesión

  • Gretel Martinez
  • 28/05/2025

Mmmm… esta camisa no lo tapa del todo… Mejor me cambio, estuve muchas horas diseñando la exposición interoceptiva para que una mala impresión lo eche todo a perder… ¡Momento! Tal vez no sea necesario. Los tatuajes en profesionales, particularmente en quienes ejercen en psicología están siendo aceptados de forma positiva como expresión de una forma artística y a la vez los y las psicoterapeutas que los llevan serían percibidos como profesionales más competentes, empáticos y confiables por lo que ocultarlos dejaría de ser imprescindible.

La imagen personal en ocasiones parece serlo todo, lo ilustra perfectamente cierta diva de la televisión argentina quien solía decir “como te ven, te tratan”. Incluso podría creerse que define a una persona (especialmente con el auge de las redes sociales) por lo que resultaría interesante interrogarse acerca de cómo impacta esto en nuestras prácticas cotidianas como al momento de realizar una consulta en salud mental.

Así como quienes se dedicaban a la actuación debían centrarse en sus estudios en artes escénicas, ahora también parecería que deben tener una belleza hegemónica. Entonces, ¿De qué forma estaría sucediendo algo similar con los y las psicólogas? ¿Tener muchos followers es sinónimo de un profesional de salud mental eficaz y responsable? ¿Tenemos que convertirnos en influencers para hacer divulgación? ¿Vestir de manera formal es más relevante que contar con una formación sólida y actualizada? 

Lucir tatuajes podría ser un aspecto de cómo la apariencia es considerada a la hora de la práctica profesional. Una concepción positiva novedosa plantea a los tatuajes como una ventana a la psique (Roggenkamp H & Nicholls et. al, 2017). Al revisar la literatura sobre los aspectos psicológicos y psiquiátricos de los tatuajes, se sugiere que los tatuajes no deben verse como signos de patología, sino como oportunidades para explorar aspectos centrales de la identidad personal que pueden ser valiosos en el trabajo clínico. Asimismo, cuando el paciente de un tratamiento psiquiátrico revelaría aspectos centrales de la autoidentidad y emociones ocultas con el potencial de facilitar y mejorar el trabajo clínico.

La evidencia científica específica sobre los psicoterapeutas con tatuajes es limitada. La percepción de los tatuajes en profesionales de la salud mental puede variar entre culturas y contextos. En algunos casos, los tatuajes pueden ser bien aceptados, mientras que en otros, podrían generar opiniones diversas como por ejemplo que los estereotipos sobre las personas tatuadas pueden contener algo de verdad, pero que en general los adultos tatuados y no tatuados son bastante similares (Swami et. al, 2015). Si bien la apariencia externa puede influir en la primera impresión, es crucial recordar que la competencia y ética del terapeuta son aspectos fundamentales en la relación terapéutica. En general, la efectividad de un terapeuta no se asocia directamente con su apariencia física, incluyendo la presencia de tatuajes. Lo que sí se encuentra documentado con evidencia es acerca de la competencia y de las principales habilidades terapéuticas con que tiene que contar un psicólogo: (López & Grau, 2011):

  1. Respuestas de escucha: clarificación, paráfrasis, reflejo y síntesis.
  2. Respuestas de acción: mirada amigable, asentimientos de cabeza, inclinación y orientación corporal hacia el cliente, expresión facial de interés, comentarios del tipo «ya veo», «sí», «entiendo», «uhm».
  3. Preguntas abiertas y cerradas.
  4. Confrontación
  5. Interpretación
  6. Proporcionar información de manera clara, con ejemplos, repetición, resúmenes, etc. para facilitar la comprensión.
  7. Habilidades de entrevistador como preparar un orden del día, permitir que el cliente exponga ampliamente sus problemas, clarificar términos ambiguos, observar e interpretar señales verbales y no verbales, etc.
  8. Adaptación de la intervención a las características del cliente, como su forma de definir los problemas, sus expectativas, motivación, etc.
  9. Estrategias para manejar situaciones problemáticas como resistencia, abuso de llamadas, divagación, etc.
  10. Estrategias para mejorar el cumplimiento del tratamiento por parte del cliente.

Se entiende que a partir de relevamientos similares (Neable & Zidenberg, 2024) los supervisores clínicos ya no se verían en la necesidad de aconsejar a los profesionales a ocultar sus tatuajes, ya que el estigma parece haber disminuido. 

Sobre lo habitual que se volvió el tatuaje entre los “white collar” (profesionales de cuello blanco que se desempeñan en trabajos más formales) y profesionales de salud, Fermín Brusa y Jimmy, tatuadores del estudio Only Tattoo refieren que en los últimos 10 años tienen más clientes con ese perfil y de hecho, con diseños que se encuentran visibles. 

En un estudio centrado en este tema (Hoose, Elizabeth M., 2019) se puede destacar que los participantes expresaron el deseo de que el campo de la psicología fuera más abierto y aceptara mejor los tatuajes y que sus resultados sugieren que los tatuajes pueden ser una herramienta clínica útil para procesar experiencias de vida. Se necesita más investigación para comprender mejor el papel de los tatuajes en la cultura y su relación con la salud mental, mientras tanto, sabemos que no define la pericia de psicoterapeutas sino que al contrario, puede favorecer la alianza terapéutica, inspirar confianza, empatía y seguridad.

Referencias:

  • Hoose, Elizabeth M., «Tattooed Psychologists: A Discussion of Meaning, Professionalism, and Self-Disclosure» (2019). Doctor of Psychology (PsyD). 259.
  • López, A. B., & Grau, E. G. (2011). Habilidades terapéuticas (thesis). Universitat de Barcelona, Barcelona. 
  • Neable, L., & Zidenberg, A. M. (2024, September 28). The Psychologist with the Dragon Tattoo: The Effect of Gender on Perceptions of Tattooed Mental Health Professionals. https://doi.org/10.31234/osf.io/egcw8
  • Roggenkamp H, Nicholls A, Pierre JM. Tattoos as a window to the psyche: How talking about skin art can inform psychiatric practice. World J Psychiatry. 2017 Sep 22;7(3):148-158. doi: 10.5498/wjp.v7.i3.148. PMID: 29043152; PMCID: PMC5632599.
  • Swami V, Gaughan H, Tran US, Kuhlmann T, Stieger S, Voracek M. Are tattooed adults really more aggressive and rebellious than those without tattoos? Body Image. 2015 Sep;15:149-52. doi: 10.1016/j.bodyim.2015.09.001. Epub 2015 Oct 4. PMID: 26439666.
  • Zidenberg, AM, Dutrisac, S. y Olver, M. (2022). “Sin arrepentimientos”: Percepciones públicas de los profesionales de la salud mental tatuados. Psicología profesional: investigación y práctica, 53 (3), 304–312. https://doi.org/10.1037/pro0000441

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«Ciclismo es terapia»

  • David Aparicio
  • 27/05/2025

Derek Bolz hizo un video sobre el impacto del ciclismo en su salud mental. Aquí tienes una versión traducida de la transcripción parcial:


Últimamente la vida ha sido difícil. No quiero ventilar mis problemas personales en internet, así que no entraré en detalles. Pero por muchas razones, estoy bastante estresado, tal vez más que nunca. En pocas palabras: no estoy bien.

Pero entonces, de repente, todo está bien. Mis manos están en el manubrio, mis pies en los pedales, el viento en la cara, la mente en calma. Solo tengo que superar ese salto, tomar bien esa curva, aterrizar ese truco, mantener el equilibrio, pedalear más fuerte y no soltarme.

Esa es la magia del ciclismo: exige tanta atención que no te deja otra opción que habitar el presente. No hay espacio para preocuparse. Es como meditación en movimiento. Y al final, siempre te sientes un poco mejor.

Esa es una de las razones por las que me enamoré del ciclismo de montaña en los últimos años: cuando estoy montando, todo lo demás se desvanece. No hay lugar para el pasado ni para el futuro. Solo pienso uno o dos segundos por delante. Y el simple hecho de moverme por el espacio físico me da una sensación de avance, algo valiosísimo cuando el resto de tu vida se siente estancada.

Dependiendo del sendero, si me desconcentro un segundo, podría lastimarme seriamente o incluso morir. Nunca me han interesado los deportes extremos, así que no tengo idea de por qué estar al borde del peligro se siente tan liberador. Pero lo es.

Sé que el ciclismo de montaña no es para todos. Otros encuentran esa misma sensación de presencia y enfoque en correr, esquiar, hacer cerámica, carpintería, fotografía, caminar, surfear, escribir, tejer, meditar, cultivar un jardín, pintar, leer… la lista es larga. Me siento afortunado de haber encontrado mi cosa. Me encantaría saber si tú ya encontraste la tuya.


Sé que el ciclismo no es terapia, y que el término se usa con demasiada ligereza últimamente. La terapia implica un trabajo estructurado, deliberado y centrado en los problemas específicos que enfrenta una persona. Aun así, realizar actividades placenteras que requieren atención plena y conexión con el momento presente tiene beneficios reales para la salud mental: reduce la rumia, mejora el estado de ánimo general y aporta una sensación de bienestar sostenida. El video me gustó mucho porque conectó profundamente conmigo. Hace años practicaba ciclismo y, aunque nunca fui especialmente bueno, recuerdo con claridad lo mucho que disfrutaba estar en la bicicleta y sentirme presente en el momento. Verlo me hizo pensar en retomar esa actividad, e incluso me ha dado ganas de probar el ciclismo de montaña.

Aquí puedes ver el video:

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Via: Kottke

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El método de la CIA para tomar decisiones rápidas bajo presión

  • David Aparicio
  • 27/05/2025

“El mismo tiempo que te está causando ansiedad es, en realidad, tu recurso más valioso. Siempre puedes generar más energía y más dinero, pero nunca puedes crear más tiempo.”

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Calma tu miedo al fracaso en lugar de evitarlo

  • David Aparicio
  • 27/05/2025

El miedo es una respuesta involuntaria, no aprendida y biológica que evolucionó para prepararte a actuar adecuadamente cuando estás en peligro. Es una emoción humana normal, y como tal, no es algo que puedas ni necesites cambiar. Para nuestros antepasados que vivían en la sabana, el desierto o la selva, las amenazas diarias incluían depredadores, hambre, clima extremo, enfermedades y aislamiento. Cualquier error importante podía poner en riesgo su supervivencia: no encontrar suficiente comida, ser atacado por un depredador o ser rechazado por su tribu.

En la actualidad, tus miedos pueden distorsionarse y perder contacto con la realidad. Las amenazas que enfrentas hoy son muy distintas a las que enfrentaban tus antepasados en la sabana; la mayoría de nosotros, en las sociedades occidentales, no corremos el riesgo de ser devorados por un depredador.

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Cómo apoyar a alguien tras una pérdida repentina

  • David Aparicio
  • 27/05/2025

Perder a un ser querido de forma inesperada —por suicidio, un accidente o cualquier causa súbita— desestabiliza por completo la vida de una persona. A diferencia de una muerte anticipada, estas pérdidas sumergen a los dolientes en un caos emocional y práctico, donde incluso los gestos más simples de apoyo pueden marcar una gran diferencia.

Las investigaciones y experiencias personales muestran que no siempre las personas en duelo reciben ayuda efectiva. Muchas veces, familiares y amigos se alejan, incapaces de tolerar el dolor ajeno o por miedo a confrontar su propia vulnerabilidad. Esto puede generar una “segunda pérdida”: la del sostén social.

¿Cómo ayudar de forma concreta?

  • Toma la iniciativa: En lugar de decir “avísame si necesitas algo”, ofrece acciones concretas como preparar comida, limpiar la casa o cuidar a sus hijos. Muchas personas no tienen la energía ni la claridad mental para pedir ayuda.
  • Mantente presente con el tiempo: El duelo prolongado es común en pérdidas traumáticas. Un mensaje regular, especialmente en fechas sensibles (aniversarios, festividades), puede hacer que la persona se sienta vista y acompañada incluso meses después del evento.
  • Conecta con la comunidad: Algunas personas enfrentan el duelo con menos recursos. Ayudar a crear redes de apoyo o colaborar con campañas de recaudación puede reducir el impacto de las pérdidas secundarias como el desempleo o el acceso limitado a terapia.
  • Escucha sin resolver: Acompaña sin presionar. No des consejos si no se piden, no minimices (“todo pasa por algo”) ni intentes distraer el dolor con frases hechas. Estar presente, escuchar y permitir el silencio puede ser mucho más valioso que cualquier palabra.
  • Usa el nombre de la persona fallecida: Mencionarla con cariño y recordar momentos significativos es una forma de validar el dolor y mantener viva su memoria.

El artículo recuerda que el duelo no tiene una línea de tiempo fija, y que los mejores apoyos no son los que prometen “curar” sino los que permanecen cerca, con acciones tangibles y compasión sostenida.

Fuente: The New York Times

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«Terapia de familia y pareja» con Tomás Vásquez – Watson, episodio 20

  • David Aparicio
  • 23/05/2025

Watson es el podcast de Psyciencia donde terapeutas comparten, sin filtros, su vida dentro y fuera del consultorio: trayectorias, desafíos, aprendizajes y cómo cuidan de sí mismos mientras cuidan a otros. Puedes escuchar todos sus episodios aquí.


En este episodio, conversé con Tomás Vásquez, terapeuta familiar y de pareja, sobre su recorrido en la psicología panameña. Desde sus primeros pasos en la Universidad de Panamá hasta su especialización en terapia sistémica, Tomás comparte cómo fue moldeando su enfoque profesional, sus años como presidente del Instituto Panameño de Terapia Familiar y de Pareja y su trabajo actual en clínica. Reflexiona sobre los desafíos del ejercicio clínico, el valor de una formación diversa y la necesidad de cuidar el equilibrio personal. También abordamos temas sensibles como el divorcio, el autocuidado a través del baile y la importancia de hablar abiertamente sobre las emociones. Un episodio que combina experiencia, vulnerabilidad y compromiso con el crecimiento de la psicología en Panamá.

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  • Psicología aplicada

¿Qué ocurre en el cerebro infantil al leer libros frente a usar pantallas?

  • Isabella Mtz Sierra
  • 23/05/2025

Un nuevo estudio publicado en Developmental Science reveló que la actividad cerebral en los niños de preescolar varía significativamente cuando leen un libro físico, en comparación a cuando escuchan y observan la historia a través de una pantalla. 

Se observó una mayor actividad en el hemisferio derecho del cerebro cuando los niños leían un libro físico, particularmente en las áreas que facilitan el desarrollo social. Por otro lado, la lectura a través de una pantalla generó una activación equilibrada entre ambos hemisferios.  Aunque ambos escenarios producen efectos en las mencionadas regiones del cerebro, la lectura “en vivo” permite una estimulación más aguda de las áreas. 

Leerle a un niño no solo enriquece su desarrollo cognitivo, sino que también fortalece el vínculo con el cuidador, amplía su bagaje léxico y estimula habilidades de comunicación e interacción social.

En el contexto actual, es habitual que la lectura se realice mediante pantallas, y aunque pueda ser más accesible, se ha demostrado que esta modalidad limita los beneficios que ofrece la lectura presencial. Diversos estudios han subrayado la relación entre mayor tiempo frente a pantallas y retrasos en el desarrollo del lenguaje.

Este estudio permite valorar, por primera vez de forma directa, las diferencias en la actividad cerebral según el medio a través del cual se comparte una historia.

El estudio:

  • Muestra: 28 niños, de 3 a 6 años, con desarrollo típico, crianza mayoritariamente en inglés y algunos multilingües.
  • Análisis de actividad cerebral mediante espectroscopia funcional por infrarrojo cercano – fNIRS

Condiciones:

  • Escenario A: lectura en vivo, con un investigador leyendo en voz alta junto al menor.
  • Escenario B: audiolibro acompañado de imágenes en una pantalla.

Ambas situaciones fueron equiparadas en duración, vocabulario y contenido.

La fNIRS permitió medir los cambios en oxigenación cerebral relacionados con la actividad neuronal. Se observó que:

  • Durante el Escenario A, se producía mayor activación en la unión parieto temporal derecha, área implicada en el procesamiento social.
  • Esta activación fue mucho más intensa durante la lectura presencial.
  • Además, las respuestas cerebrales en este escenario mostraron una lateralización hacia el hemisferio derecho.
  • En contraste, en el Escenario B no se detectó un patrón claro de lateralización; las respuestas fueron relativamente equilibradas.

Estos hallazgos sugieren que la lectura en vivo fomenta conexiones cerebrales más sólidas en niños preescolares, beneficiando especialmente procesos sociales y cognitivos.

La interacción presencial permite a los niños enfocarse en las emociones del lector, sus intenciones y expresiones —procesos mediados por el hemisferio derecho—. Por el contrario, la lectura mediante pantallas parece promover un desarrollo del lenguaje más aislado y menos vinculado a la estimulación social.

Se propone que la lateralización hacia el hemisferio derecho favorece una mayor sensibilidad hacia la voz humana, las expresiones faciales y las interacciones sociales.

Para futuras investigaciones, se sugiere ampliar la muestra a contextos socioeconómicos diversos y explorar la actividad cerebral en sesiones de lectura más naturales o espontáneas. También sería relevante analizar cómo esta activación cerebral influye en el desarrollo lingüístico a largo plazo y en otros dominios del neurodesarrollo.

Referencia: Mikael Heimann, Brain Activity Study Showed the Benefits of Parents Reading Printed Books to Their Children Rather Than Using Tablets, Acta Paediatrica, 10.1111/apa.70083.

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Por qué las cosquillas nos hacen reír incluso cuando molestan

  • David Aparicio
  • 22/05/2025

Facundo Macchi resumen en El País los datos de una nueva y curiosa investigación de las cosquillas:

Hay algunas conductas humanas que son cotidianas, de apariencia sencilla, pero inexplicables. Una de ellas es lo que los científicos llaman gargalesis y que el resto de los mortales conocemos como cosquillas. Aquellas que provocan un ataque de risa involuntario e incontrolable, incluso cuando no las deseas. Desde Aristóteles hasta Darwin se han preguntado sobre los mecanismos físicos y cognitivos que se disparan con las cosquillas. Sin embargo, y a pesar de su trivialidad, la ciencia no termina de comprenderlas. 

(…)

Las plantas de los pies y las axilas suelen ser el punto débil para las cosquillas, según se ha demostrado en pruebas hechas en niños y adultos mayores. La respuesta más intuitiva a esta pregunta suele ser fisiológica. Es decir, pensamos que tenemos más cosquillas en regiones con mayor sensibilidad al tacto o al dolor. Sin embargo, esto no es así. Las plantas de los pies y las axilas no son las zonas con mayor densidad de receptores sensoriales cutáneos, aquellos que detectan los estímulos en la piel.

Aprendí que el término científico de las cosquillas es gargalesis.

El artículo completo lo puedes leer en El País.

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