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  • Psicología aplicada

Los padres que pasan más tiempo con sus bebés tendrían menos riesgo de depresión

  • Maria Fernanda Alonso
  • 29/09/2020

En el mundo se considera de formas diversas la maternidad en el marco del derecho laboral: hay Estados que garantizan el derecho a una licencia por maternidad de hasta seis meses, otros prevén 3 meses de los que la madre puede disponer según su necesidad hasta 45 días antes de la fecha estimada de parto. Existen países que restringen mucho más estas licencias, otorgando seis semanas para la madre que acaba de tener un hijo. El panorama es variado, pero no lo es tanto cuando se consideran los derechos de los hombres de gozar de licencias por paternidad.

¿Por qué es importante? Investigadores encontraron recientemente que los padres pueden necesitar licencias por paternidad tanto como las madres. La depresión postparto es un trastorno que afecta del 10 al 20% de las madres, en el primer año después de dar a luz. Lo llamativo es que entre el 8 y el 10% de los padres también padecen depresión posterior al parto (Bamishigbin et al., 2020).

Por otra parte, debido a que uno de los factores de riesgo de la depresión materna posparto es la solidaridad del padre, es más probable que las madres también sufran cuando el padre está deprimido. Además, el impacto se extiende a los bebés: los hijos de padres con depresión tienen más problemas de conducta y problemas de salud mental.

Metodología: el equipo de investigación realizó entrevistas en el hogar con 881 padres un mes después del nacimiento de sus bebés. Los padres fueron descritos como de bajos ingresos, de diversidades étnicas y raciales, pertenecientes a cinco lugares diferentes en los EEUU. Este es un grupo importante para estudiar porque encontrar apoyo y ayuda con el cuidado de los niños puede ser difícil cuando el dinero es escaso.

Fueron analizados tres factores clave: cuánto tiempo pasaba el padre con su bebé, su sentido de autoeficacia como padre y el apoyo material para el bebé. Los investigadores también administraron la escala de depresión postparto de Edimburgo a los padres cuando los bebés tenían 1, 6 y 12 meses de edad.

Hallazgos: una mayor participación temprana se relacionó con menor depresión en el futuro. Si bien los tres factores fueron relevantes, el tiempo que un padre pasó con su bebé se destacó, señalaron los autores y explicaron que esto sugiere que si los padres se involucran con sus bebés temprano y con frecuencia, su salud mental y la salud de toda la unidad familiar puede ser mejor. Esto podría contribuir a que los padres se sientan más competentes y satisfechos con su rol a lo largo del tiempo y consecuentemente reduciría los síntomas depresivos.

Por último, recomiendan a los Estados la adopción de políticas que aborden la licencia por paternidad remunerada teniendo en cuenta estos hallazgos y proporcionen la oportunidad a los padres de involucrarse más con sus hijos y ganar confianza en su rol paterno desde el primer momento, sin tener que preocuparse por su seguridad económica.

Referencia: Bamishigbin, O. N., Wilson, D. K., Abshire, D. A., Mejia-Lancheros, C., & Schetter, C. D. (2020). Father Involvement in Infant Parenting in an Ethnically Diverse Community Sample: Predicting Paternal Depressive Symptoms. En Frontiers in Psychiatry (Vol. 11). https://doi.org/10.3389/fpsyt.2020.578688

Fuente: Psychology Today

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  • Guías y recursos

Tarjetas para trabajar valores

  • David Aparicio
  • 29/09/2020

Fabián Maero y el equipo de Grupo ACT Argentina han preparado una serie de tarjetas para trabajar valores (lo importante para el consultante) en terapia. Fabián describe cómo usarlas y también tiene añade el enlace para descargar las tarjetas en blanco y negro y en colores:

El ejercicio en sí se hace en tres rondas. En primer lugar, se clasifican todas las tarjetas en tres montones: muy importante, importante, menos importante. En segundo lugar, se toman las tarjetas de la pila «Muy importante» y se vuelven a seleccionar solo diez. En tercer lugar, se toman esas diez tarjetas y se seleccionan solo tres, que son las que representan los valores centrales en la vida de la persona. Entre ronda y ronda tiene lugar una pequeña conversación sobre algunos puntos de la tarea. En cada archivo están las instrucciones detalladas.

Hemos traducido y adaptado las tarjetas a tres formatos para que resulten más fáciles de usar. El primer formato es un powerpoint. Esto permite utilizarlas por videollamada, compartiendo la pantalla con la persona con la que estemos trabajando. Las tarjetas están apiladas en el tercer slide y pueden ir moviéndolas para clasificarlas.

Para descargar las tarjetas visita la página de Grupo ACT Argentina.

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  • Psicología aplicada

¿Son las personas narcisistas más propensas a experimentar vergüenza cotidianamente?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 28/09/2020
Un equipo de investigadores buscó averiguar si los sentimientos de vergüenza son típicos del narcisismo patológico y examinó si los rasgos narcisistas modulan el impacto de las situaciones en esas experiencias emocionales. ¿Por qué es importante? Determinar con claridad la relación entre la vergüenza y el narcisismo es una herramienta necesaria cuando se diseñan planes de tratamiento que puedan resultar eficaces en pacientes con narcisismo patológico. Metodología: participaron del estudio de diseño longitudinal 196 adultos jóvenes, cuya edad promedio fue de 22 años. Se registraron seguimientos diarios, los participantes completaron medidas de autoinforme de narcisismo utilizando el Inventario Breve de Narcisismo Patológico (B-PNI) y el Inventario de Narcisismo de Cinco Factores – Forma Corta (FFNI-SF). También completaron medidas de propensión a la vergüenza y autoestima. Después de eso, todos descargaron una aplicación donde se les pedía que respondieran a una breve encuesta una vez al día durante 28 días. Los cuestionarios diarios evaluaron cómo se sentían los participantes ese día en términos de vergüenza, narcisismo grandioso, narcisismo vulnerable y autoestima. Resultados: encontraron los investigadores que el rasgo de narcisismo vulnerable se correlacionó de forma positiva con la vergüenza diaria como promedio a lo largo de los 28 días. Es decir que cuanto mayor narcisismo vulnerable presentaba una persona, más vergüenza experimentaba (Sarno et al., 2020). Además: las personas con autoestima frágil (autoestima contingente B-PNI), tendencia a devaluar la intimidad por temor a la decepción (devaluación de B-PNI) y necesidades pronunciadas de admiración (es decir, FFNI-SF) tenían mayores probabilidades de experimentar vergüenza. Concluyen los autores que según sus resultados, las experiencias conscientes de vergüenza son típicas de aquellos que puntúan más alto en las medidas de narcisismo vulnerable, con la probable excepción de aquellos que tienden a reaccionar con hostilidad a expectativas de reconocimiento no satisfechas. Un dato que destacan es que aquellos días en que los participantes informaron sentirse más vulnerables, también informaron sentir más vergüenza. Sostienen los autores que, en cierto sentido, si el narcisismo disposicional grandioso no protege necesariamente contra la vergüenza, sentirse grandioso en el momento generalmente sí lo hace. Limitaciones: la dependencia de medidas de autoinforme y una muestra no clínica de adultos jóvenes, que eran principalmente mujeres, son las limitaciones más importantes del estudio. Estudios futuros deberían tener como objetivo incluir una muestra más diversa de participantes. Referencia bibliográfica: Sarno, M. D., Di Sarno, M., Zimmermann, J., Madeddu, F., Casini, E., & Di Pierro, R. (2020). Shame behind the corner? A daily diary investigation of pathological narcissism. En Journal of Research in Personality (Vol. 85, p. 103924). https://doi.org/10.1016/j.jrp.2020.103924 Fuente: Psypost

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Cómo leer más libros

  • David Aparicio
  • 28/09/2020

¿Cuántos libros leíste en los últimos meses? Si tu respuesta no te satisface, entonces este artículo puede ser de ayuda.

Hace cuatro años publiqué un artículo que explicaba mi plan para leer más de 8 mil páginas en un año. Es un plan sencillo que aprovechaba cada momento libre que tuviera para leer 25 páginas por día. En su núcleo, es un plan que sigo utilizando con algunas modificaciones y agregados que he aprendido sobre la marcha y por medio de recomendaciones de otras personas que leen más de 100 libros al año. En este nuevo artículo quiero compartir esas estrategias que puedes combinar y adaptar según tus preferencias y rutinas.

¿Por qué quieres leer libros?

Nuestra mente está diseñada para buscar la gratificación inmediata y esto hace que sea difícil iniciar y mantener objetivos a largo plazo. Pero con un poco de práctica y con los objetivos bien definidos podrás cultivar el hábito de la lectura. Es importante definir claramente la o las razones por las que quieres empezar a leer. Definir tu objetivo te ayudará a mantenerte enfocado y será tu norte cuando aparezcan otras actividades que intenten desviarte de lo que quieres lograr. Definir el porqué es un principio que te ayuda a establecer tus prioridades y funciona muy bien con cualquiera de los objetivos a largo plazo que quieras establecer: iniciar una rutina de ejercicios, ahorrar, empezar una carrera universitaria, etc.

A veces es difícil poner en palabras las razones por la que quieres empezar a leer, pero algunas de las más comunes son:

Conocimiento

Es cierto que los libros no son la única fuente de conocimiento, con internet tenemos ilimitadas fuentes de información, todas ellas útiles y valiosas. Sin embargo, esos medios de información están hechos para la brevedad y superficialidad. En cambio, los libros, a pesar de ser una tecnología un poco más antigua, tienen características únicas que los ayudan a sobresalir: abordan temas específicos con más profundidad, son investigados con mayor rigurosidad, cuentan con mayor control editorial que permite una prosa mucho más pulida. Así que si deseas estudiar con más detalle cualquier tema siempre es bueno buscar un buen libro reconocido.

La lectura también te ayuda a ampliar tu vocabulario, mejorar tu escritura y, en definitiva, te ayuda a expresar mejor tus ideas. Todo el conocimiento que adquieres con los libros también te abre puertas de conversación con otras personas y mejora tus habilidades sociales.

En mi caso, soy un poco curioso así que leo libros para aprender sobre los temas que me interesan. También leo libros para articular mejor mis pensamientos y opiniones. Creo que necesito mejorar mi habilidad para expresar ideas con mayor claridad, y los libros me dan un buen ejemplo de cómo hacerlo.

Distracción, relajación y aventuras

Después de un largo día de exigencias y responsabilidades, leer un libro puede ser un oasis para desconectarte de los constantes mensajes, emails y estímulos que debilitan tu capacidad de concentrarte y pensar con claridad. Con un libro puedes distraerte, relajarte, viajar y experimentar toda clase de emociones, sensaciones y pensamientos. Claro que puedes distraerte viendo una serie de Netflix o revisar el feed de Instagram pero, en mi opinión, ninguna de ellas se equipara con un buen libro. George R.R. Martin, autor de la saga Canción de hielo y fuego, escribió una frase que transmite muy bien lo que los libros pueden ofrecerte: “Un lector vive mil vidas antes de morir, aquel que nunca lee vive solo una”.

Empatía

Hay una serie de estudios que sugieren que leer ficción incrementa la capacidad de empatía y disminuye el prejuicio. Tiene sentido, un buen libro te mete en la piel de sus personajes, te hace experimentar sus emociones y pensamientos. Lo que te puede ayudar a ampliar tus perspectivas y entender un poco mejor las emociones de otras personas.

Reserva cognitiva

Diversos estudios han encontrado que leer libros es una buena herramienta para mejorar la memoria y generar reserva cognitiva, capaz proteger a las personas de enfermedades como el mal de Alzheimer. Así que con la lectura de libros puedes no solo aprender, divertirte y relajarte, sino que también proteges tu cerebro.

No tienes que elegir una razón, puedes combinarlas

Establecer tus objetivos no significa que tengas que elegir solo una. Simplemente es una manera de saber con mayor claridad porqué quieres hacerlo. En mi caso, leo por una combinación de objetivos. Soy un poco curioso así que cuando escucho o leo sobre un tema que no conozco y que me interesa, procuro buscar un libro que me ayude a entender un poco mejor. Hace poco leí un estupendo libro sobre los mitos griegos, porque escuché una muy buena recomendación en un podcast y fue una buena oportunidad para aprender sobre un tema que conocía muy poco. Ahora estoy leyendo una biografía de Marx, porque me di cuenta que lo único que sabía sobre el comunismo y Marx era lo que había visto en la televisión. Intento leer también todo lo que pueda sobre psicología clínica, y en otros momentos del día leo libros de ficción para relajarme, preferiblemente en la noche y antes de acostarme. Nuevamente, la idea es tener en claro por qué quieres leer.

Aprovecha mientras esperas el colectivo para avanzar con tu lectura.

Técnicas para empezar el hábito de lectura e incrementar el ritmo

Ya sabes por qué quieres leer, tienes tus objetivos claramente definidos y tienes ganas de leer. Aquí hay una serie de recomendaciones para empezar:

Elige varios géneros literarios que te interesen o te llamen la atención

Sin el hábito de la lectura, puede ser difícil saber qué tipo de libro te va a gustar. Por eso recomiendo que elijas varios géneros y pruebes los que más te apetezcan, novelas cortas, ciencia ficción, novelas gráficas, lo que quieras. Tampoco tienes que leerlas de principio a fin y forzarte a terminarlas, te recomiendo leer el 20% de un libro y si no te gusta o no te atrapa, déjalo. Estamos en una fase de prueba y al inicio lo importante es que puedas disfrutar de la lectura y no sentirla como una carga más. Una vez que hayas desarrollado el hábito entonces podrás pasar a libros más desafiantes. Yo empecé un poco tarde con la lectura, leí el primer libro completo a los 19 años: Las aventuras de Sherlock Holmes. Con los años he podido leer libros un poco más desafiantes y voluminosos.

¿Cómo encontrar géneros que me gusten? Una buena forma de encontrar libros es buscar recomendaciones en internet, leer los comentarios de los lectores en Amazon (donde puedes comprar libros usados a muy bajo costo), Goodreads (red social de lectores), leer la sección del New York Times de libros, visita las librerías locales (así también les das una mano en estos momentos) y pide recomendaciones o simplemente revisa qué libros tienen. Una manera que me gusta de encontrar buenos libros es revisar la lista de lectura de Bill Gates, siempre publica una lista muy interesante y actual. Gracias a este recurso conocí la maravillosa biografía Una educación y Por qué dormimos, una completa y muy bien escrita investigación sobre el sueño.

Solo necesitas 5 minutos al día

Hay más probabilidad de que cumplas tus objetivos cuando les estableces un momento específico para hacerlo. Analiza con calma cómo es tu día a día y qué momentos le dedicarías a la lectura. Leer durante periodos prolongados es una habilidad que exige mucho entrenamiento, por lo tanto no es muy efectivo que te esfuerces en leer una hora seguida. Esto incrementaría tu frustración cuando no lo logres y aumentaría las chances que dejes de intentarlo. Mejor busca pequeños espacios de 5 y 15 minutos para leer. Puede ser mientras esperas el colectivo, almuerzas, preparas un café o lo que sea. Si logras leer 5 minutos al día, habrás completado tu objetivo y si logras dedicarle varios espacios de 5 minutos habrás leído mucho más de lo que hacías antes.

Registra las páginas que lees, no los libros

Leer un libro de 500 páginas puede ser bastante desafiante, especialmente para las personas que no han desarrollado el hábito de la lectura. Una alternativa más efectiva es establecer la cantidad de páginas que quieres leer por día y no la cantidad de libros. De esta manera podrás saber fácilmente si alcanzaste el objetivo diario y te ayudará a mantener tu motivación de manera inmediata.

Al iniciar intenta marcar objetivos muy pequeños y que sean imposibles de no cumplir. Por ejemplo, puedes establecer “leer 2 páginas por día” y llevar registro ya sea en una aplicación de notas o en un papel cuando lo logras. Al principio puede parecer demasiado poco ¿solo 2 páginas? Pero recuerda que estás estableciendo un hábito nuevo, es mucho más efectivo empezar de una manera que no genere fricción en tu vida. Además esas dos páginas se irán sumando y al completar la semana habrás leído 14 páginas que antes no leías, lo que es un logro bastante importante. Una vez que hayas logrado de manera constante el objetivo de 4 páginas por día (28 páginas a la semana) entonces puedes incrementarlo progresivamente.

Al terminar el libro, puedes hacer un registro de los libros que terminaste. Es bonito ver al final del año cuántos libros pudiste leer.

Lee libros en digital y en formato físico

Tener libros a la mano es fundamental para empezar el hábito de la lectura. Una buena estrategia es tenerlos en formato físico y en formato digital. Ambos cuentan con ventajas y desventajas, pero al combinarlos tienes la solución perfecta.

Con un lector de libros digitales, como el Kindle, puedes leer en cualquier lugar y sin necesidad de iluminación.

Los libros en formato digital son bastantes económicos, puedes descargar una muestra y si te gusta puedes comprarlo completo en cuestión de segundos en tu celular, tablet, Kindle (para mi el mejor dispositivo de lectura electrónica) o cualquier dispositivo. Los libros digitales incluyen función de diccionario, notas, resaltado, registro de lectura, te permiten cambiar el tamaño de letra, fondo (para que sea más cómodo para tus ojos) y hasta puedes leer en lugares con poca luz. Tener libros en formato digital ayuda mucho a mantener el ritmo de lectura. Por ejemplo, si estás esperando en una fila, puedes avanzar con tu plan de lectura desde el celular en vez de entrar en el agujero negro de las redes sociales.

Los libros en formato físico te ayudan a desconectarte, ofrecen la ventaja de poder dejar el celular y cualquier otro aparato tecnológico para concentrarte mejor. Según las investigaciones las personas aprenden mejor cuando leen en formato impreso porque pueden moverse fácilmente por el libro, repasar conceptos y hacer rápidamente anotaciones para revisar después. Por último, y no menos importante, es que con los libros físicos podrás ir construyendo tu biblioteca personal, lo cual es muy reforzante.

En mi caso uso ambos modos según el libro que vaya a leer. Si es ficción puedo leerlo desde la Kindle y si me gusta mucho el libro y quiero coleccionarlo también lo compro en formato impreso. Para mi trabajo compro libros en formato físico, así puedo resaltar, escribir notas, etc.

Trátate con amabilidad

Habrán días en que no puedas leer o que te cueste mucho concentrarte, y es muy probable que surjan pensamientos del tipo “no soy bueno para esto”, “nunca podré terminar este libro”, etc. Es muy importante que si eso sucede, te trates con amabilidad, y notes qué está sucediendo. Puedes decirte algo como “en este momento estoy distraída y no puedo leer, ¿qué lo está causando? Con curiosidad y un trato amable podrás notar qué es lo que está interfiriendo con el hábito de lectura que estás forjando, podrás modificarlo y al mismo tiempo reducirás la autocrítica y te sentirás más motivada.

Estas son solo algunas recomendaciones, si tienes otras estrategias útiles y quieres compartirlas, por favor agrégalas en la sección de comentarios. Estaría encantado de leerte.

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  • Psicología aplicada

¿Qué relación existe entre la pérdida auditiva relacionada con la edad y el deterioro de las funciones cognitivas?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 24/09/2020
La pérdida de audición relacionada con la edad (PARE) ha sido identificada como el factor de riesgo de demencia potencialmente más modificable. Este es un problema común para los adultos mayores, que conduce a dificultades de comunicación, aislamiento y deterioro cognitivo. Un equipo de investigadores llevó a cabo una revisión sobre los efectos de PARE en áreas del cerebro involucradas en la percepción del habla, desde la corteza auditiva, a través de redes de atención, y hasta el sistema motor. El objetivo de su estudio, señalan, es inspirar investigaciones innovadoras e intervenciones novedosas para aliviar la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo (Slade et al., 2020). ¿Por qué es importante? Escuchar en situaciones desafiantes, o cuando el sistema auditivo está dañado, sobrecarga los recursos corticales, y esto puede cambiar la forma en que el cerebro responde a situaciones cognitivamente exigentes en general. La PARE ha sido asociada con una tasa mayor de deterioro cognitivo y un mayor riesgo de desarrollar demencia; esta probabilidad aumenta con la gravedad de la pérdida auditiva. Esto resalta la necesidad de comprender la relación causal entre el sistema auditivo dañado, los cambios neuronales observados en la PARE y el deterioro cognitivo. La prevalencia de la pérdida de la audición relacionada con la edad afecta a más del 40% de las personas mayores de 50 años, y llega a un 71% de las personas mayores de 70 años. Para la mayoría de las personas, esta es una parte relativamente normal del proceso de envejecimiento, pero algunas experimentan esfuerzo y dificultades para comprender el habla, lo que dificulta la comunicación y la socialización. Un mayor esfuerzo de escucha puede llevar a los adultos mayores a evitar la interacción social, exacerbar la soledad y la depresión y reducir el bienestar (Rutherford et al., 2018). Investigaciones recientes muestran, además, que la pérdida auditiva está asociada con el deterioro cognitivo y la demencia ((Livingston et al., 2017; Rutherford et al., 2018; Uchida et al., 2019). ¿Qué encontraron los autores? Tras la revisión de numerosos estudios, el equipo de investigación encontró que:
  • La pérdida auditiva ha sido identificada como el mayor factor de riesgo modificable para la demencia y el deterioro cognitivo, pero no está claro el vínculo causal entre estas dos condiciones que afectan principalmente a los adultos mayores.
  • La pérdida de audición relacionada con la edad comprende diversas disfunciones que afectan tanto la periferia auditiva, la corteza auditiva y la organización cortical global.
  • Existe evidencia de una asignación compensatoria de recursos neuronales, lo que sugiere una compensación cognitiva, que puede tener un impacto significativo en el funcionamiento cognitivo.
  • Se han propuesto varias hipótesis para explicar la posible relación entre el deterioro auditivo y cognitivo: unas sugieren que la relación se sustenta en la neurodegeneración general del envejecimiento; otras sugieren que el deterioro auditivo y la privación sensorial están relacionados causalmente con el deterioro cognitivo.
  • Las limitaciones en los métodos utilizados para cuantificar tanto la pérdida auditiva relacionada con la edad como el deterioro cognitivo pueden llevar a una sobreestimación o subestimación de la asociación entre la pérdida auditiva relacionada con la edad y el deterioro cognitivo.
En este punto, resulta importante señalar que la pérdida de audición no diagnosticada o no tratada puede dar lugar a un diagnóstico erróneo o una sobreestimación del nivel de deterioro cognitivo (Uchida et al., 2019). Explican los autores que esto puede deberse a la administración verbal de evaluaciones cognitivas, que dependen del procesamiento auditivo: es posible que las personas con pérdida auditiva malinterpreten o no puedan escuchar completamente las instrucciones de la tarea, lo que hará que su desempeño sea deficiente y resulte en un diagnóstico erróneo de deterioro cognitivo. De hecho, la investigación muestra que, cuando se reduce la audibilidad de los elementos de la prueba, o cuando existe ruido en el entorno de la prueba, las puntuaciones en las evaluaciones cognitivas son peores (Dupuis et al., 2015; Jorgensen et al., 2016; Lim & Loo, 2018). Debido a que escuchar con discapacidad auditiva requiere esfuerzo, los adultos mayores con pérdida auditiva pueden tener un peor desempeño en estas evaluaciones cognitivas basadas en la audición porque se dirigen más recursos cognitivos hacia la escucha, lo que deja menos recursos disponibles para el procesamiento cognitivo requerido para funcionar adecuadamente (Al-Yawer et al., 2019). Sin embargo, hay que tener en cuenta que la relación entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo se ha demostrado incluso cuando se utilizan tareas no auditivas para cuantificar las capacidades cognitivas (Jayakody et al., 2018; Wong et al., 2014). Los autores señalan que aunque hay pruebas razonables de que la pérdida auditiva es un marcador de riesgo de deterioro cognitivo, todavía no está claro si existe un efecto causal de la pérdida auditiva sobre el deterioro cognitivo. Las investigaciones proporcionan distintas hipótesis sobre posibles mecanismos subyacentes y relaciones entre la pérdida auditiva, los cambios neuronales y la demencia.

Hipótesis de la causa común

Según esta propuesta, la manifestación comórbida de deterioro cognitivo y PARE es atribuible a una patología neurodegenerativa común. Esta hipótesis está respaldada por la evidencia de cambios paralelos en varios dominios perceptuales y cognitivos en adultos mayores; por ejemplo, disminución del deterioro cognitivo y disminución de la agudeza visual. Además, la atrofia cerebral observada tanto en el envejecimiento como en la PARE puede sugerir que la manifestación concurrente se debe al envejecimiento biológico que afecta el funcionamiento global. Sin embargo, también hay evidencia que apoya una relación causal en la que PARE exacerba el deterioro cognitivo en el envejecimiento: tanto las hipótesis de degradación de la información como de privación sensorial apoyan este punto de vista (Fischer et al., 2016).

Hipótesis de la degradación de la información o hipótesis de la carga cognitiva

La entrada auditiva degradada, como resultado de la periferia auditiva deteriorada, aumenta la demanda de recursos de procesamiento limitados. Numerosos modelos de memoria de trabajo y recursos cognitivos comparten la idea común de que estos recursos de procesamiento de información están limitados en la cantidad de información que puede ser atendida, retenida en la memoria y utilizada en cualquier momento en particular. Las situaciones en las que la calidad del habla se degrada por el ruido ambiental o la pérdida de audición aumentan el «esfuerzo de escucha» para procesar y comprender la señal auditiva. Por lo tanto, los recursos cognitivos limitados se desvían de otras tareas cognitivas hacia la escucha con esfuerzo, lo que resulta en recursos cognitivos agotados. Esta reasignación de recursos tiene efectos perjudiciales sobre las funciones cognitivas, que teóricamente podrían conducir a un deterioro cognitivo. Según la evidencia, cuando escuchar es más difícil, se requieren recursos cognitivos adicionales para hacer frente a la demanda, lo que significa que se agotan los recursos para otros procesos cognitivos. Más evidencia en apoyo de esta hipótesis proviene de estudios sobre los efectos de los audífonos que ayudan a restaurar la percepción auditiva y así reducir la carga cognitiva. Por ejemplo, se descubrió que una intervención de 6 meses con audífonos mejora significativamente tanto la discapacidad auditiva percibida como el rendimiento de la memoria (Deal et al., 2017).

Hipótesis de la privación sensorial

Comparte algunos puntos conceptuales con la hipótesis de la degradación de la información, pero hace énfasis en que la reasignación crónica de los recursos cognitivos hacia la percepción auditiva a lo largo del tiempo debido a la privación sensorial a largo plazo en la PARE conduce al deterioro cognitivo. Esta hipótesis destaca que la privación prolongada conduce a una reorganización cortical compensadora y alteraciones neuronales que dificultan los procesos cognitivos y emocionales generales en favor de la percepción auditiva. La evidencia apoya la idea de alteraciones corticales en la PARE incluida una mayor dependencia de las regiones cerebrales frontales durante la percepción del habla, así como una reducción de la materia gris en la corteza auditiva con disminución de la capacidad auditiva. Los investigadores han ampliado la hipótesis de la privación sensorial sugiriendo que, aunque la privación afecta la cognición directamente a través de una entrada sensorial inadecuada, también puede afectar la cognición indirectamente a través de una menor socialización y comunicación, o un aumento de la depresión La hipótesis propone que la interacción social reducida asociada con el aislamiento social y la depresión puede mediar la relación causal entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo (Dawes et al., 2015). Según esta perspectiva, los cambios neuronales que resultan de la pérdida de la audición relacionada con la edad, como la disminución de la activación de la corteza cingulada anterior (parte anterior de la corteza cingulada dentro de la corteza cerebral posiblemente involucrada en una multitud de procesos cognitivos complejos), pueden afectar directamente la regulación de las emociones y el estado de ánimo. Los investigadores también sugieren que la discriminación por edad y el estigma asociado con la PARE y el envejecimiento pueden exacerbar los síntomas depresivos y reducir las interacciones sociales como resultado de la vergüenza o la disminución de la percepción de la propia capacidad (Pichora-Fuller et al., 2015). Limitaciones: señalan los autores que existen limitaciones con la cuantificación tanto de la pérdida auditiva como de la capacidad cognitiva en la literatura actual, que conducen a la ambigüedad en la interpretación de la relación entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo. La PARE se cuantifica con frecuencia mediante audiometría de tonos puros, que no captura las dificultades que experimentan los adultos mayores con el habla cuando hay ruido o la PARE neuronal. Esto puede llevar a una subestimación del vínculo entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo si no se capta el efecto completo de la pérdida auditiva en la comunicación y en la capacidad para funcionar en la vida diaria. La incorporación de pruebas de comprensión del habla con ruido en evaluaciones audiométricas estándar puede resultar valiosa para capturar la comprensión del habla, así como la agudeza auditiva. Comprender el alcance de las dificultades de comunicación en personas con PARE puede ayudarnos a entender la posible contribución de tales dificultades a la función cognitiva en el envejecimiento. Existe evidencia que sugiere que extender el rango de frecuencia de la audiometría clínica para evaluar la agudeza auditiva por encima de 8000 Hz puede ser beneficioso para predecir la PARE más temprano en la vida. Además, esta agudeza auditiva ampliada de alta frecuencia puede estar relacionada con la capacidad de los adultos mayores de comprender el habla cuando hay ruido. Referencias bibliográficas: Al-Yawer, F., Pichora-Fuller, M. K., & Phillips, N. A. (2019). The Montreal Cognitive Assessment After Omission of Hearing-Dependent Subtests: Psychometrics and Clinical Recommendations. Journal of the American Geriatrics Society, 67(8), 1689-1694. https://doi.org/10.1111/jgs.15940 Dawes, P., Emsley, R., Cruickshanks, K. J., Moore, D. R., Fortnum, H., Edmondson-Jones, M., McCormack, A., & Munro, K. J. (2015). Hearing loss and cognition: the role of hearing AIDS, social isolation and depression. PloS One, 10(3), e0119616. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0119616 Deal, J. A., Betz, J., Yaffe, K., Harris, T., Purchase-Helzner, E., Satterfield, S., Pratt, S., Govil, N., Simonsick, E. M., Lin, F. R., & Health ABC Study Group. (2017). Hearing Impairment and Incident Dementia and Cognitive Decline in Older Adults: The Health ABC Study. The Journals of Gerontology. Series A, Biological Sciences and Medical Sciences, 72(5), 703-709. https://doi.org/10.1093/gerona/glw069 Dupuis, K., Pichora-Fuller, M. K., Chasteen, A. L., Marchuk, V., Singh, G., & Smith, S. L. (2015). Effects of hearing and vision impairments on the Montreal Cognitive Assessment. Neuropsychology, Development, and Cognition. Section B, Aging, Neuropsychology and Cognition, 22(4), 413-437. https://doi.org/10.1080/13825585.2014.968084 Fischer, M. E., Cruickshanks, K. J., Schubert, C. R., Pinto, A. A., Carlsson, C. M., Klein, B. E. K., Klein, R., & Tweed, T. S. (2016). Age-Related Sensory Impairments and Risk of Cognitive Impairment. Journal of the American Geriatrics Society, 64(10), 1981-1987. https://doi.org/10.1111/jgs.14308 Jayakody, D. M. P., Friedland, P. L., Eikelboom, R. H., Martins, R. N., & Sohrabi, H. R. (2018). A novel study on association between untreated hearing loss and cognitive functions of older adults: Baseline non-verbal cognitive assessment results. 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  • Psicología aplicada

Patologías asociadas al lóbulo frontal

  • Lynda Evelin Acuña Hernández
  • 23/09/2020

El lóbulo frontal es parte de la corteza cerebral, fue la última región del encéfalo en evolucionar, por lo que es una adición relativamente nueva. Todos los mamíferos tienen un lóbulo frontal, aunque el tamaño y la complejidad varían según la especie. La mayoría de las investigaciones sugieren que los primates tienen lóbulos frontales más grandes que muchos otros mamíferos (Reber & Tranel, 2019).

Los lóbulos frontales

Los sistemas de clasificación tradicionales dividen los lóbulos frontales en la corteza precentral (la franja inmediatamente anterior al surco central o cisura de Rolando) y la corteza prefrontal (que se extiende desde los polos frontales a la corteza precentral e incluye el opérculo frontal). Ésta última que se divide a su vez en: corteza orbitofrontal (incluidas las regiones orbitobasal o ventromedial y mesial inferior), corteza prefrontal ventrolateral, corteza prefrontal dorsolateral, corteza prefrontal medial (que contiene la circunvolución cingulada anterior y las cortezas preliminar e infralímbica) y corteza prefrontal caudal, que incluye los campos oculares frontales (Zanto & Gazzaley, 2019).

Cada una de estas áreas tiene una conectividad generalizada y se caracterizan por sus distintas funciones, entre ellas su intervención en los diferentes procesos cognitivos como: la memoria, el lenguaje, la atención, abstracción, funciones ejecutivas, motoras, sociales, emocionales e inhibición de respuestas básicas en la búsqueda de un objetivo más complejo (Pressman & Rosen, 2015). Según Deright (2019) su importancia radica en la ejecución de la toma de decisiones y el control ejecutivo, es decir, la selección y coordinación de comportamientos.

Diversos estudios realizados han demostrado que los lóbulos frontales son extremadamente vulnerables a las lesiones debido a su ubicación en la parte delantera del cráneo, la proximidad al ala esfenoidal y su gran tamaño. Los estudios de resonancia magnética han demostrado que el área frontal es la región más común de lesión después de un trauma craneoencefálico leve o moderado (Levin et al., 1987 citado por Chow, 2000).

Clínicamente, se han utilizado para describir los trastornos de los lóbulos frontales y sus redes extendidas como: síndromes del lóbulo frontal, síndromes de la red frontal, síndromes de los sistemas frontales, la disfunción ejecutiva y la metacognición, aunque no todos son sinónimos y los términos difieren dependiendo de los autores o investigadores (Garrard et al., 2002; Goldberg, 2002; Hoffmann & Schmitt, 2004; Karussis et al., 2000; Kumral et al., 1999; Malm et al., 1998; Neau et al., 2000; Tarkka, 2001; Tullberg et al., 2004).

Según Hoffmann (2013) estrictamente hablando, los síndromes de la red frontal constituyen la representación neurobiológica más precisa. El término, síndromes de red frontal (FNS) enfatiza la conectividad universal de los lóbulos frontales con todas las demás regiones del cerebro. Por ejemplo, la literatura sobre accidentes cerebrovasculares está repleta de FNS que se han reportado con lesiones discretas fuera del límite anatómico del lóbulo frontal, como materia gris subcortical, materia blanca subcortical, con lesiones aisladas del tronco encefálico, cerebelo, lóbulos temporales y parietales.

Dentro de los síndromes de red frontal más estudiados se encuentran: el deterioro de la memoria de trabajo, la función ejecutiva, la abulia, la desinhibición y el descontrol emocional. Además, se pueden identificar una serie de manifestaciones secundarias, como una amplia gama de anomalías de comportamiento, entre ellas: la pérdida de las normas sociales, el comportamiento de imitación, las compulsiones y las obsesiones (W. Chow & Cummings, 2009; Hoffmann, 2013a).

No obstante, debido a su anatomía e importancia, los estudios del lóbulo frontal no se han centrado solo en los síndromes de red frontal, sino también en las alteraciones asociadas con las funciones cognitivas clásicas atribuidas a las regiones prefrontales (Markowitsch et al., 1979; Pressman & Rosen, 2015).

Control del movimiento

Entre estas funciones cognitivas clásicas se encuentran las relacionadas con el control del movimiento, el cual se implementa en muchos niveles incluida la médula espinal, el cerebelo y los ganglios basales. No obstante, hay tres regiones cerebrales corticales principales que intervienen en esta función: la corteza motora primaria (PMC), la corteza premotora (preMC) y las áreas motoras del lóbulo frontal medial, que incluyen el área motora presuplementaria (preSMA), el área motora suplementaria (SMA) y las áreas motoras adyacentes en el surco cingulado (Pressman & Rosen, 2015).

Por tal motivo, una lesión del lóbulo frontal, incluido el córtex prefrontal (PFC) puede provocar la aparición de un trastorno motor conocido como apraxia, el cual se asocia a la incapacidad de realizar una actividad motora experta a pesar de la fuerza intacta, la sensación, la atención, la memoria y el impulso, sin que interfieran otros trastornos del movimiento como distonía, temblor o corea. Los pacientes con apraxia pueden describir una pérdida de la capacidad de manipular herramientas de uso común, o de realizar algo más complejo, como coser o tejer. La apraxia no es un trastorno bien localizado, y diferentes tipos de lesiones pueden provocarla, incluidas las lesiones parietales, frontales y subcorticales. Casi siempre se asocia con lesiones en el hemisferio izquierdo o el cuerpo calloso, y se ha descrito específicamente en el contexto de las lesiones motoras frontales medianas y la corteza premotora. La apraxia a menudo se presenta en pacientes con trastornos neurodegenerativos, en los cuales se observa una afectación predominantemente de los lóbulos parietales, como la enfermedad de Alzheimer, o los lóbulos frontales en las degeneraciones corticobasales (Heilman, 2010; Pressman & Rosen, 2015).

Atención

Otro de los procesos clásicos más investigados en las últimas décadas ha sido la atención, debido a su complejidad y conexión con muchas regiones corticales y subcorticales. Una de las principales funciones que desempeñan los lóbulos frontales en este proceso es la dirección de la atención a los estímulos nuevos, asimismo, en la atención sostenida con el cortex prefrontal, también se ha postulado una red de atención ventral, que incluye partes del giro frontal medio e inferior y la corteza temporoparietal (Daffner et al., 2000; Mesulam, 2010; Pardo et al., 1991; Pressman & Rosen, 2015).

Por lo tanto, las lesiones en el cortex prefrontal pueden asociarse con déficits en tareas que requieren atención sostenida (por ejemplo, presionar botones en respuesta a estímulos específicos), así como en tareas de atención dividida (rastrear múltiples estímulos espontáneamente). En la vida diaria, estos déficits pueden verse en la distracción y la dificultad con la multitarea (por ejemplo, no poder realizar una tarea si la radio o la televisión están encendidas). Si no se atienden estímulos novedosos, puede resultar en perseverancia, en la cual un paciente se fija en una tarea o estímulo a pesar de que ya no es relevante para la situación inmediata. Un fenómeno particular conocido como heminegligencia (es frecuente en lesiones del hemisferio derecho) que se caracteriza por el descuido de la mitad del espacio contralateral (generalmente izquierdo). Este fenómeno puede observarse con lesiones frontales y/o parietales izquierdas (Pressman & Rosen, 2015; Zanto & Gazzaley, 2019).

Memoria

Con relación a la memoria, aunque las estructuras típicamente asociadas son el hipocampo y estructuras asociadas, el lóbulo frontal juega un papel importante en varios aspectos. Por ejemplo, en la memoria episódica y de trabajo el lóbulo frontal desempeña una función de apoyo.

En un innovador trabajo con grabación unicelular en 1988, Patricia Goldman-Rakic ​​demostró que las neuronas en la corteza frontal dorsolateral funcionan por medio de una especie de disparo durante los períodos en que un animal debe guardar información en la memoria y luego detienen el mismo cuando el animal necesita actuar sobre esta información. Los estudios de imágenes cerebrales funcionales han demostrado actividades similares en humanos. En consecuencia, los pacientes con lesión del lóbulo frontal, pueden desarrollar problemas para recordar pequeños fragmentos de información como un número de teléfono o qué buscaban en una habitación (Cheryl et al., 1998; Pressman & Rosen, 2015).

Una gran cantidad de evidencia ha demostrado que los lóbulos frontales participan en la fase de codificación. Los estudios de imágenes funcionales muestran la activación del cortex prefrontal durante la codificación y la recuperación. Por consiguiente, los pacientes con disfunción del lóbulo frontal pueden quejarse de problemas de memoria que son similares en tipo y grado a los observados con lesiones en el hipocampo, específicamente para retener información, repetir preguntas, escribir información para recordar, organizar semánticamente información y utilizar estrategias mnemotécnicas. De igual forma, muestran déficits en la recuperación de la información previamente aprendida, siendo susceptibles a la interferencia de la información competitiva. Por último, el fenómeno de la confabulación, donde los pacientes no solo tienen dificultades para recordar información, sino que inventan información en respuesta a consultas, generalmente se asocia con daño en la región frontal ventromedial, del córtex prefrontal y el prosencéfalo basal (Gershberg & Shimamura, 1995; Gilboa & Moscovitch, 2002; McKinnon et al., 2007; Shimamura, 1995; Lee et al., 2002; Nyberg et al., 1996; Pressman & Rosen, 2015).

Funciones ejecutivas

Con relación a las funciones ejecutivas, las cuales abarcan una amplia gama de actividades cognitivas como: organizar una respuesta a un problema complejo, secuenciar tareas, priorizar estímulos externos, abstraer información, entre otros. Se encuentran altamente relacionadas con el lóbulo frontal debido a que sus funciones apoyan y superponen otros procesos como la activación de patrones motores complejos, la organización del lenguaje y la selección de comportamientos sociales apropiados. Básicamente, estas funciones dependen de la capacidad de mantener y manipular información no disponible en el ambiente. Por tal motivo se convierte en una de las principales funciones del lóbulo frontal, dando como resultado que diversos investigadores hayan creado diferentes modelos para su explicación (Anderson, 2011; Bertelli et al., 2018; Deright, 2019; Goldman-Rakic et al., 1996; Hagenhoff et al., 2013; Pressman & Rosen, 2015; Reber & Tranel, 2019).

Aunque existan muchas teorías que explican el desarrollo de las funciones ejecutivas, la mayoría de investigadores concuerdan que el deterioro de las funciones ejecutivas en un individuo puede observarse mediante diversas dificultades que presentan en los distintos contextos que participa, por ejemplo: la incapacidad de mantenerse enfocado en una tarea determinada, clínicamente, esto se manifestaría en la imposibilidad de completar las tareas que se iniciaron en una prueba determinada. Déficits en la planificación y ejecución de tareas complejas (planificar viajes o eventos como fiestas, e incluso en tareas cotidianas como cocinar que requieren tiempo y secuencia), dificultades en la capacidad de inhibir respuestas a estímulos cognitivos o socialmente relevantes, por ejemplo, la desinhibición social (toma de decisiones impulsiva), este es quizás uno de los más investigados, debido a que su gravedad se refleja en el comportamiento asociado a la utilización y la dependencia ambiental, términos que originalmente fueron acuñados por Lhermitte et al., en 1986, quien descubrió en su investigación que el comportamiento de utilización realizado por algunos participantes se encontraba relacionado con patrones de movimiento que dependían completamente de estímulos externos (beber de un vaso vacío colocado frente a ellos, o utilizar un martillo cuando no hay clavos presentes). Con referencia a la dependencia ambiental, Lhermitte et al., (1986) describe que los participantes manifestaban una tendencia a seguir pasivamente los gestos de los demás, aunque esas señales no estuvieran apropiadas con el momento. Por ejemplo, los pacientes pueden pedir pasivamente los mismos artículos que ordena un amigo cuando están juntos en un restaurante, repetir la última frase expresada por otros (ecolalia) e imitar los movimientos de los demás (Pressman & Rosen, 2015; Reber & Tranel, 2019; Zanto & Gazzaley, 2019).

Lenguaje

En relación con el lenguaje, según las observaciones históricas de Broca en 1861, se ha reconocido que el lóbulo frontal es una parte central en el procesamiento del lenguaje. Si bien Broca planteó la hipótesis de que la región frontal inferior izquierda era el centro del lenguaje en el cerebro, las observaciones posteriores de Wernicke y muchos otros han demostrado que el lenguaje se procesa en una red distribuida de regiones en el lóbulo frontal y parietal izquierdo alrededor de la cisura de Silvio. Por consiguiente, un deterioro en este proceso puede relacionarse con lesiones en el lóbulo frontal y dar como resultado una afasia, estas se caracterizan por un discurso vacilante, con frases relativamente cortas y largas, pausas entre palabras o frases y patrones de habla no fluidos, en lo que se refiere a la baja cantidad de palabras producidas en un período de tiempo determinado. Una de las más comunes, es la afasia de Broca, la cual se desarrolla por una variedad de alteraciones (accidentes cerebrovasculares, tumores o enfermedades neurodegenerativas) en el lóbulo frontal izquierdo. En un estudio clásico publicado en 1978, Mohr y sus colegas demostraron que una lesión que afecta solo la corteza del lóbulo frontal inferior izquierdo no causa un tipo completo de afasia tipo Broca, sino que causa un mutismo inicial que evoluciona a una dificultad limitada con la articulación que sí lo hace, no afecta a otros aspectos del lenguaje (p. ej., la escritura). Cuando en las enfermedades neurodegenerativas el síntoma más significativo es la alteración en el lenguaje se conoce como afasia progresiva primaria (PPA). Las lesiones en otras regiones, por ejemplo, en el área más alta del lóbulo frontal izquierdo, alrededor de la porción anterior de la circunvolución frontal media, puede asociarse con un síndrome llamado afasia motora transcortical (Freedman et al., 1984; Gorno-Tempini et al., 2011; Mohr et al., 1978; Pressman & Rosen, 2015).

Emoción, motivación y conducta social

En cuanto a los procesos relacionados con la emoción, motivación y comportamiento social, según diversos estudios, sus aspectos iniciales, rápidos y reflexivos se implementan en sistemas filogenéticamente antiguos, a menudo referidos como la red límbica y compuestos de estructuras subcorticales y corticales. No obstante, algunas de las estructuras paralímbicas residen en los lóbulos frontales y la ínsula anterior adyacente. A través de las acciones de estas y otras regiones, el lóbulo frontal juega un papel importante en el procesamiento emocional. Aunque no siempre se expresa en términos de estas construcciones de evaluación, reactividad y regulación, (Pressman & Rosen, 2015; Reber & Tranel, 2019; Rosen & Levenson, 2009)

Respecto a la construcción de evaluación, es probablemente el proceso menos asociado con las funciones del lóbulo frontal. La amplia evidencia indica que la evaluación comienza muy temprano en el procesamiento de los estímulos entrantes, en las regiones subcorticales y la corteza sensorial. Sin embargo, los estudios fisiológicos y de lesiones proporcionan evidencia de compromiso frontal en la evaluación. Las regiones frontales mediales, especialmente el ACC, están activas durante la visualización de caras emocionales en estudios de resonancia magnética funcional y durante tareas donde las decisiones están en parte mediadas por el contenido emocional del estímulo. El ACC puede tener varias divisiones, todas las cuales contribuyen a la integración de información emocional y cognitiva para influir en las acciones y la atención. Por consiguiente, las lesiones en las regiones frontales ventral y medial deterioran el reconocimiento de las emociones. En algunos casos, se cree que el daño a regiones corticales específicas causa un deterioro relativamente selectivo al apreciar emociones específicas (por ejemplo, el miedo). Un aspecto importante de la evaluación es la capacidad de saber lo que sienten otras personas, un componente de empatía que a veces se denomina toma de perspectiva emocional. Esta capacidad se pierde comúnmente en la demencia frontotemporal, probablemente debido a la pérdida de tejido en el PFC medial y la circunvolución paracingulada adyacente (Bush et al., 2000; Fernandez-Duque et al., 2010; Phan et al., 2002; Pressman & Rosen, 2015).

En cuanto a la expresión o reactividad del comportamiento (visceromotor y somático complejo) es generado por regiones subcorticales y corticales como: la ínsula y el ACC. Por consiguiente, las convulsiones en ACC pueden conducir a estados y expresiones afectivas alteradas. Los pacientes pueden mostrar un comportamiento psicopatológico asociado a episodios de agresividad, miedo exacerbado, baja motivación, generación de comportamientos obsesivo compulsivos y/o antisociales. De acuerdo con el papel de la corteza frontal en el procesamiento de recompensas, las lesiones del lóbulo frontal medial pueden producir profundas apatías o abulias. Los pacientes con este grado de apatía pueden moverse solo en raras ocasiones (cuando van alimentarse) y hablan en monosílabos, observándose una completa falta de interés en su entorno. Agudamente, la abulia puede ser el resultado de isquemias en las arterias cerebrales anteriores o hemorragias en una arteria que se comuniquen con el área anterior (debido a la proximidad de esta vasculatura al cingulado anterior y las cortezas frontales mediales). Los síntomas progresivos más lentos podrían representar una masa de crecimiento lento, como un meningioma o glioblastoma de la línea media, una infección crónica (como el virus de inmunodeficiencia humana) o una enfermedad neurodegenerativa (como la demencia frontotemporal). Las neoplasias del tercer ventrículo que crean una hidrocefalia obstructiva también pueden provocar apatía o mutismo acinético. En las enfermedades neurodegenerativas, la apatía puede progresar lentamente, presentándose inicialmente solo como retraimiento social, que otros pueden percibir como depresión o egoísmo. De igual forma, las lesiones que afectan a la ínsula o ACC pueden causar embotamiento emocional, de modo que los estímulos nocivos no provocan la respuesta emocional adecuada, esto se observa en enfermedades como la demencia frontotemporal. Los trastornos psiquiátricos como el trastorno obsesivo-compulsivo y ludopatía, pueden considerarse trastornos del procesamiento de recompensas; estudios con imágenes funcionales y estructurales han demostrado anormalidades de la función del lóbulo frontal en estos y muchos otros trastornos psiquiátricos (Balakrishnan & Rosen, 2008; Bechara et al., 1996; Pressman & Rosen, 2015; Reber & Tranel, 2019).

Acerca de la regulación emocional, la mayoría de las investigaciones se han centrado en la reevaluación y han indicado que las regiones frontales dorsales y dorsolaterales juegan un papel importante. Esto es consistente con la idea de que este tipo de regulación probablemente invoca procesos tales como atención dirigida, memoria de trabajo, abstracción y memoria, dependiendo de la situación. Los estudios específicos de la regulación de la emoción son poco frecuentes en la enfermedad neurológica, pero algunos estudios han identificado déficits de regulación en la demencia frontotemporal, y un estudio reciente de pacientes con afecto pseudobulbar sugirió que el trastorno está relacionado con una regulación alterada de la emoción, posiblemente debido a una disfunción frontal. Muchas lesiones neurológicas que típicamente afectan los lóbulos frontales como la enfermedad de Alzheimer y las lesiones cerebrales traumáticas, se asocian con irritabilidad y agitación caracterizadas por reacciones emocionales rápidas, que probablemente representan una alteración de la regulación emocional, aunque esto no se ha estudiado formalmente. Ciertas enfermedades psiquiátricas, como el trastorno bipolar y el trastorno límite de la personalidad, se han caracterizado como trastornos de la regulación emocional, y aunque algunas se han relacionado con la disfunción frontal, los estudios formales de los vínculos entre la función frontal y la regulación emocional son relativamente poco frecuentes (Balakrishnan & Rosen, 2008; T. W. Chow, 2000; Mak & Lam, 2013; Pressman & Rosen, 2015).

Se ha identificado que la corteza orbitofrontal (OFC) desempeña un papel particular en la regulación emocional, específicamente actualizando e invirtiendo las asociaciones de señal-recompensa o señal-castigo previamente aprendidas. Esto se ha estudiado más en el entorno del condicionamiento del miedo, donde se ha descubierto que la corteza orbitofrontal es fundamental para abolir la respuesta una vez que la asociación ya no es verdadera (extinción). Se ha hipotetizado que la incapacidad para extinguir estos tipos de asociación contribuye al trastorno de estrés postraumático. Los estudios de la corteza orbitofrontal también han vinculado esta región con un papel más amplio en la codificación de los valores actuales en un estímulo, dando como resultado que un fracaso de este mecanismo pueda conducir a un comportamiento extraño relacionado con la recompensa. Por ejemplo, se sabe que los pacientes con demencia frontotemporal comen en exceso y continúan haciéndolo incluso después de estar llenos, lo que resulta en un aumento de peso significativo. Dichos pacientes también se ven obligados a acumular artículos específicos (videos, juguetes, monedas) en grandes cantidades, llenando las habitaciones de su casa. Es probable que la falla de estos mecanismos contribuya a anormalidades en el comportamiento social que se observa en este trastorno. Por ejemplo, los pacientes pueden tocar a extraños de manera inapropiada porque las neuronas de la corteza orbitofrontal no están indicando que el contexto (un extraño, un lugar público) es inapropiado. Investigaciones relacionadas han examinado las contribuciones emocionales a la toma de decisiones en pacientes con lesiones en la corteza orbitofrontal utilizando tareas de «juego» con varias barajas virtuales de cartas que requieren que los sujetos aprendan en muchas pruebas qué barajas son económicamente ventajosas. Los pacientes con lesiones en la corteza orbitofrontal se sienten atraídos hacia las cartas menos ventajosas a pesar de poder expresar su conciencia de que les harán perder dinero. Esto puede estar relacionado con el papel de la corteza orbitofrontal en cambiar nuestras percepciones sobre qué estímulos ambientales predicen recompensas y cuáles no. Debido a este tipo de discapacidad, los pacientes con enfermedades que afectan la corteza orbitofrontal toman decisiones notoriamente malas que pueden ser financieramente ruinosas, a pesar de poder verbalizar la razón por la cual estas decisiones son malas. Las causas patológicas típicas de este tipo de lesiones incluyen lesiones cerebrales traumáticas, tumores en el cráneo por encima de las órbitas y demencia frontotemporal (Bechara et al., 1996; Hoffmann, 2013b; Pressman & Rosen, 2015; Reber & Tranel, 2019).

Conclusión

El lóbulo frontal se encuentra relacionado con todos los procesos cognitivos del ser humano, por tal motivo, su importancia en el monitoreo, control y modificación de las funciones más básicas, desencadenan diversos síndromes que alteran el funcionamiento “normal” del individuo.

Los estudios relacionados con estas alteraciones, trastornos o síndromes de la red frontal, en su mayoría se han centrado en su función y localización, dejando de lado el tratamiento de los mismos, en especial, los relacionados con la parte emocional (regulación, evaluación y expresión),

Por consiguiente, surgen diversas dudas: ¿los pacientes que desencadenan problemas en el proceso de la emoción después de una lesión, trauma, accidente cerebrovascular, inflamación o enfermedad neurodegenerativa en el lóbulo frontal, pierden por completo su funcionalidad?, ¿existen terapias farmacológicas, neurorrehabilitaciones o terapias de otro tipo que lleguen a mejorar la función del lóbulo frontal?

Respecto a las enfermedades psiquiátricas, investigaciones y metaanálisis realizados por Deright (2019), Díaz-Canaleja et al., (2019), Hagenhoff et al. (2013), Palomares et al., 2019, Mcclure et al. (2015), entre otros, han demostrado que en enfermedades como el trastorno bipolar, la esquizofrenia y los trastornos de la personalidad como el límite, se encuentran alteraciones de las funciones ejecutivas, las cuales se encuentran estrechamente relacionadas con el lóbulo frontal, si esto es cierto ¿Por qué los tratamientos de estas enfermedades y trastornos mentales solo se remiten al área de psicología y psiquiatría?¿es posible que una rehabilitación neuropsicológica en estos pacientes mejore aspectos como la regulación emocional y funciones ejecutivas?

Artículo escrito por las psicólogas Ana Carolina Morales Arias y Lynda Evelin Acuña Hernández.

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  • Psicología aplicada

Mayor prevalencia de TDAH en personas negras señala la necesidad de diagnósticos precisos y atención culturalmente apropiada

  • Maria Fernanda Alonso
  • 23/09/2020
En general, se estima que la prevalencia del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) es menor entre personas negras, comparadas con la población general; pero esta información suele recabarse en lugares donde las personas negras son grupos minoritarios y subrepresentados, como en los países de América del Norte y Europa. Un equipo de investigadores señala la importancia de estimar tal prevalencia en una muestra verdaderamente representativa de esta población, y con ese objetivo realizaron un estudio en el cual encontraron que dicha prevalencia alcanza hasta un 15% de las personas negras, y que las características sociodemográficas, conductas de riesgo, factores familiares y ambientales son señaladores de riesgo de prevalencia del TDAH (Cénat et al., 2020). Destacan los autores que de esta investigación se desprende la necesidad de aumentar las evaluaciones, los diagnósticos precisos y la atención apropiada culturalmente. Metodología: el equipo realizó una revisión sistemática y metaanálisis de 21 estudios revisados ​​por pares publicados hasta el 18 de octubre de 2019, utilizando las bases de datos APA PsycInfo, MEDLINE, Embase, Cochrane CENTRAL, CINAHL, ERIC y Education Source. El criterio de selección de los estudios tuvo en cuenta que estuvieran redactados en idioma francés o inglés, que contaran con datos empíricos sobre la prevalencia del TDAH en muestras o submuestras de personas negras y hayan sido realizados en países con poblaciones minoritarias negras. Todos los estudios fueron analizados y pasaron una evaluación de calidad. En total, se incluyeron 24 muestras independientes y submuestras de 21 estudios publicados entre 1979 y 2020, que contaron con 154818 participantes negros. Todos los estudios incluidos se realizaron en Estados Unidos. Resultados: tras su análisis, los autores encontraron que:
  • dos estudios que evaluaron a adultos (de 18 años o más),
  • 8 a niños (de 0 a 12 años),
  • 1 a adolescentes (de 13 a 17 años) y
  • 13 a niños y adolescentes.
La prevalencia combinada de TDAH fue del 14,54% (IC del 95%, 10,64% -19,56%). Algunos de los estudios analizados encontraron factores de riesgo asociados con el TDAH, como características sociodemográficas (edad, sexo, raza y nivel socioeconómico), factores familiares, factores ambientales y conductas de riesgo, pero no fue posible realizar un análisis de moderación con los datos disponibles en el estudio presente. Concluyen los investigadores que estos hallazgos sugieren que las personas de raza negra tienen un mayor riesgo de diagnóstico de TDAH que la población general de Estados Unidos, y destacan la necesidad de aumentar la evaluación y el seguimiento del TDAH entre las personas negras de diferentes orígenes sociales, ofrecer diagnósticos precisos y seguimientos culturalmente apropiados. Referencia bibliográfica: Cénat, J. M., Blais-Rochette, C., Morse, C., Vandette, M.-P., Noorishad, P.-G., Kogan, C., Ndengeyingoma, A., & Labelle, P. R. (2020). Prevalence and Risk Factors Associated With Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder Among US Black Individuals: A Systematic Review and Meta-analysis. JAMA Psychiatry . https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2020.2788 Fuente: Jama Network

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  • Guías y recursos

La brecha entre la investigación y la práctica clínica: hacia la integración de la psicoterapia

  • David Aparicio
  • 22/09/2020
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Abstract del artículo publicado en la revista Papeles del Psicólogo:

La brecha entre investigación y práctica clínica constituye uno de los rasgos distintivos de la psicoterapia. Esta brecha se ha conceptualizado históricamente como un problema de diseminación unidireccional. Sin embargo, existen razones consistentes para considerar que la desarticulación entre ciencia y práctica también responde al modo en que se ha venido produciendo el conocimiento científico en el campo. En el presente artículo se desarrollan algunos de los principales aspectos que, hasta la fecha, han obstaculizado la construcción de una ciencia integrada de la psicoterapia y la implementación de la mejor investigación disponible en los entornos clínicos naturales. En particular, se presenta el paradigma de la Investigación Orientada por la Práctica (IOP) como una aproximación que aporta propuestas específicas para articular la brecha entre investigación y práctica con el doble propósito de mejorar tanto la calidad de los proyectos de investigación que se realizan como la práctica clínica habitual.

Descarga el artículo completo en formato PDF.

Autores: Javier Fernández-Álvarez, Javier Prado-Abril, Sergio Sánchez-Reales, Guadalupe Molinari, Juan Martín Gómez Penedo y Soo Jeong Youn.

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  • Psicología aplicada

Medicamentos antihipertensivos vinculados con reducción del riesgo de depresión

  • Maria Fernanda Alonso
  • 22/09/2020
La Organización Mundial de la salud explica que cuanto más alta es la tensión arterial de una persona, mayor es el esfuerzo que debe realizar el corazón para bombear. La problemática más grave está dada por el hecho de que la mayoría de las personas que sufren de esta condición no tienen síntomas, pero si no es controlada, la hipertensión puede provocar un infarto de miocardio, un ensanchamiento del corazón y, a la larga, insuficiencia cardiaca ¿Por qué es importante? Investigaciones han encontrado que cerca del 30% de las personas con hipertensión u otros problemas cardiovasculares tienen depresión comórbida, y puede promover el desarrollo de demencia. Las personas con ambos trastornos tienen peores índices de mortalidad, una calidad de vida más pobre y necesitan más servicios de atención médica. Prevenir el desarrollo de depresión en personas con hipertensión y enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares es primordial, así como una reevaluación de las intervenciones y tratamientos utilizados para abordar estas condiciones. Una investigación reciente encontró que los adultos que toman medicamentos para la presión arterial no tienen un mayor riesgo de depresión. De hecho, nueve de los 41 medicamentos evaluados en el estudio se asociaron con una menor incidencia de depresión (Kessing et al., 2020). Los medicamentos que protegieron contra la depresión fueron amlodipino, atenolol, bisoprolol, carvedilol, enalapril, propranolol, ramipril, verapamilo y combinaciones de verapamilo. Metodología: los investigadores usaron datos del registro de salud danés para evaluar la incidencia de depresión y el uso de medicamentos antihipertensivos entre todos los adultos daneses que no tenían antecedentes de depresión durante un período de 10 años a partir de enero de 2005. Los participantes fueron divididos en grupos según el número de prescripciones antihipertensivas que recibieron durante el período de estudio. El estudio abarcó 41 medicamentos antihipertensivos en cuatro clases de medicamentos: agentes angiotensina, antagonistas del calcio, betabloqueantes y diuréticos. Hallazgos: a partir del estudio de los datos, los autores encontraron que las personas a quienes nunca se les había recetado un antihipertensivo tenían un riesgo de depresión de entre un 40% y un 50% menor en comparación con aquellos que habían recibido tales recetas. Sin embargo, entre los adultos que tomaron antihipertensivos, la cantidad de medicamento utilizado no afectó el riesgo de depresión respecto de ninguno de los 41 medicamentos analizados. Y, de hecho, para 9 de esos medicamentos el uso prolongado se asoció con tasas reducidas de depresión. Señala la investigación que los medicamentos asociados con depresión reducida incluyeron dos agentes angiotensina (enalapril y ramipril), tres antagonistas del calcio (amlodipina, verapamilo y combinación de verapamilo) y cuatro betabloqueantes (propranolol, atenolol, bisoprolol y carvedilol); ningún diurético se asoció con un riesgo reducido de depresión. Estos datos sugieren un posible efecto positivo del uso continuo de nueve agentes antihipertensivos individuales, señalan investigadores a la vez que sostienen que esta evidencia debería ser usada como guía al momento de recetar medicamentos antihipertensivos a personas en riesgo de desarrollar depresión, incluidos aquellos con depresión o ansiedad previa y pacientes con antecedentes familiares de depresión. En el mismo sentido, otro equipo de investigadores había señalado que según sus hallazgos, disminuir la presión arterial reduciría el riesgo de desarrollar demencia. Finalmente, cabe señalar que una investigación anterior encontró que aquellos pacientes que consumían betabloqueadores y betabloqueadores de los canales de calcio, presentaron dos veces más riesgo de ser hospitalizados por algún trastorno del estado de ánimo, mientras que los que consumían inhibidores de angiotensina tuvieron menos riesgos de hospitalización por el mismo motivo, y aquellos que utilizaban diuréticos tenían el mismo riesgo que el grupo control (es decir, que no incrementaron el riesgo). Referencia bibliográfica: Kessing, L. V., Rytgaard, H. C., Ekstrøm, C. T., Torp-Pedersen, C., Berk, M., & Gerds, T. A. (2020). Antihypertensive Drugs and Risk of Depression: A Nationwide Population-Based Study. Hypertension, 76(4), 1263-1279. https://doi.org/10.1161/HYPERTENSIONAHA.120.15605 Fuente: Psychiatric News

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  • Guías y recursos
  • Psicología clínica

Cuando la crisis es una adicción desde la perspectiva de la DBT

  • David Aparicio
  • 21/09/2020

DBT es un trastorno con evidencia robusta no solo para el trastorno límite de personalidad, sino también para trastornos de abusos de sustancias, trastornos de conducta alimentaria y trastorno bipolar.

En esta clase, Mariví Navarro, entrenadora en DBT Latinoamérica, explica las particularidades de DBT como tratamiento para el abuso de sustancias.

He tenido la oportunidad de escuchar y aprender de Mariví en el entrenamiento intensivo de DBT y les recomiendo ver el video. Es una docente muy clara y didáctica.

DBT Latinoamérica está publicando regularmente clases y webinars gratuitos, les recomiendo seguirlos en su página de Instagram o en su canal de Youtube.

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