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“Última llamada” para los psicólogos clínicos que no basan su práctica en la evidencia científica – Rasgo Latente

  • David Aparicio
  • 07/08/2016

Los psicólogos tenemos la responsabilidad de ofrecer tratamientos que cuenten con evidencia científica para responder a las necesidades de los pacientes que acuden a la terapia.

Lamentablemente la mayoría de los psicólogos clínicos se enfocan y ofrecen las terapias según la escuela o corriente con la que se sienten más cómodos o que les gusta más y no por la evidencia de los tratamientos.

El Dr. en Psicología, Martín Salguero, nos explica en Rasgo Latente, las razones por la cual es imprescindible que los psicólogos clínicos deben fundamentarse en la evidencia científica:

1 Por una obligación deontológica. Nuestro código deontológico señala de forma clara que “el/la Psicólogo/a no utilizará medios o procedimientos que no se hallen suficientemente contrastados, dentro de los límites del conocimiento científico vigente” (art. 18). Si no lo estás haciendo así, estás faltando a este código.

2 Porque es la única forma de ofrecer intervenciones seguras. Sabemos que las intervenciones psicológicas tienen pocos efectos secundarios, pero sabemos esto de las intervenciones que han pasado el rasero de la evidencia científica, no del resto. Si utilizamos intervenciones que no han sido probadas de forma controlada es posible, no solo que estemos aplicando intervenciones que no funcionan, sino que estemos generando efectos indeseados; de forma clara, no solo que no ayudemos a nuestros pacientes, sino que les hagamos empeorar (Barlow, 2010; Lilinfield, 2007).

3 La ciencia es la mejor vía para seguir mejorando las intervenciones psicológicas. Nos permite ir generando conocimiento y acumulando pruebas de una forma sistemática (recomiendo la lectura de Fairburn, Cooper & Shafram, 2003, como un ejemplo de esto en el campo de los TCA). Si no nos basamos en la ciencia, lo único que tenemos es nuestra propia experiencia como clínicos, y nuestra experiencia está cargada de sesgos, sesgos que nos llevan a pensar que lo que hacemos funciona, aunque no sea así. Te invito a ver esta ponencia de la profesora Helena Matute sobre los sesgos de causalidad que quizás te ayude a entender esta idea.

El problemas de formarse según una «escuela de psicología»:

(..) el problemas de las escuelas, con las que nos alineamos por voluntad (o por tradición de los centros en los que nos hemos formado)… Como si aquello que mejor funciona lo determinara nuestra voluntad… Y el problema se agrava cuando, perteneciendo a una escuela, sólo te “crees” lo que encaja con ella, e ignoras el resto, por muchas evidencias que la investigación haya demostrado. Pertenecer a una escuela de terapia, y defenderla como el que defiende los colores de un equipo de fútbol, no hace sino aumentar la brecha entre la investigación y la práctica clínica.

El artículo de Salguero explora también la creencia ampliamente difundida de que los habilidades terapéuticas son lo más importante en la práctica clínica, y nos da unos ejemplos para ayudarnos a detectar si nuestro ejercicio como psicólogos está guiado o no por la evidencia científica.

Lee el artículo completo en Rasgo Latente.

Si te interesó el tema y quieres profundizar, entonces te recomiendo algunos de los artículos que publicó Fabián Maero en Psyciencia donde también se exploran los temas de la evidencia en la práctica, clínica, la relación, terapéutica y más:

  • Los cuatro jinetes del Apocalipsis en psicología
  • ¿Puede hacer daño una psicoterapia?
  • Para mí que es así: niveles de evidencia en psicología
  • La relación terapéutica, el huevo y la gallina y el consentimiento informado
  • Sustitución de síntomas en terapia, ¿mito o realidad?

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Sin categoría

Las madres primerizas que postean más fotos de sus bebés se sentirían presionadas a ser perfectas

  • Alejandra Alonso
  • 04/08/2016
Madre
Dado que las redes sociales se han instalado en nuestras vidas, se han realizado muchas investigaciones con respecto a su efecto en nuestra conducta. En relación a las mamás primerizas por ejemplo, un estudio reciente observó que la forma en que utilizan Facebook para mostrar a su bebé podría hablar sobre su estado psicológico. De acuerdo con los investigadores de la Universidad Estatal de Ohio, las mujeres que sienten una presión social alta por ser mamás perfectas son más propensas a postear frecuentemente en las redes sociales, comparadas con sus pares. El estudio observó a un grupo específico de madres: mujeres educadas, la mayoría de ellas casadas y con trabajos a tiempo completo. Los autores encontraron que las madres que sienten mayor presión para ser perfectas postean con más frecuencia y además reaccionan más intensamente a los likes y comentarios que reciben en las fotos de sus bebés. Muchas mamás primerizas son activas en las redes sociales, aunque tal vez no las usen de una manera saludable, nota Sarah Schoppe-Sullivan una de las autoras principales. “Si una madre postea en Facebook para recibir confirmación de que está haciendo un buen trabajo y no recibe todos los likes y comentarios positivos que espera, eso podría ser un problema. Podría terminar sintiéndose peor”, dice Schoppe-Sullivan. Los científicos encontraron que las madres que posteaban más en Facebook reportaban más síntomas depresivos que otras mamás, 9 meses después del nacimiento de su bebé. En la investigación participaron 127 madres de Ohio, a quienes se les preguntó cuán convencidas estaban de que la sociedad esperaba que fueran madres perfectas. El equipo midió la actividad en Facebook de cada participante luego del nacimiento de su bebé, notando cuán a menudo subían fotos del niño y sus respuestas a los comentario de sus amigos. Nueves meses después de haber dado a luz, los investigadores evaluaron en qué medida las participantes se identificaban con su rol de madre. La gran mayoría de las madres (98%) utilizaba Facebook para compartir fotos del bebé en alguna medida, y la madre promedió incrementó su actividad en Facebook luego del nacimiento del infante. El equipo también encontró que aquellos que ponían una imagen del bebé como foto de perfil tendía a identificarse con el rol de madre más que las que no lo hacían. Jill Yavorsky, coautor del estudio, explica que las madres que se sienten presionadas para ser perfectas se sienten validadas cuando recibían muchos likes, pero también tienden a sentirse mal si la reacción online no es la esperada. Para Yavorsky esto no es sorprendente, ya que ser mamá es todavía la forma más fácil de que una mujer consiga validación social; otros roles que la mujer toma no son considerados tan valiosos todavía. Schoppe-Sullivan nota que todas las mamás del estudio tenían trabajos fuera de la casa, lo que también es una fuente de validación, y notar esto le da más relevancia a los resultados del estudio. Si bien los investigadores nos recuerdan que seamos cuidadosos con la interpretación de los resultados, si instan a los padres a pensar en las razones por las que comparten fotos e historias sobre sus bebés en las redes sociales. Buscar validación de esta forma puede ser riesgoso. Fuente: Medical Daily

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Cuando los tratamientos contribuyen al problema

  • Aprende Viendo Terapia
  • 03/08/2016
Tratamiento
Como profesor universitario y tutor de prácticas de muchos estudiantes de psicología y psicólogos realizando su especialización en máster, tengo el placer de observar la evolución que realizan mis alumnos de ser psicólogos “de manual” y “técnicas” a ser profesionales sanitarios con visión clínica.“En sanidad, 2 y 2 nunca son 4” es una frase que he oído escuchar a médicos a lo largo de mi infancia (nací y me crié en una familia en la que casi todos sus miembros lo son), y, sorprendentemente, es algo que se les olvida con frecuencia a muchos psicólogos. Esta frase quiere hacer referencia a cómo muchas veces, las cosas no son lo que parecen, ya que aunque los síntomas, problemáticas y técnicas de tratamiento son algo muy estudiado, existe una parte fundamental que los manuales, por muy exhaustivos que sean, nunca podrán abarcar: cómo aquello que es objeto de intervención, coexiste con la idiosincrasia particular del paciente. Una técnica o tratamiento, a pesar de que se ha desarrollado de forma que su implementación sea universal, no es de aplicación universal. Es decir, aunque a todos los pacientes se les podría aplicar, no significa que haya que hacerlo, aun cuando dicha técnica o tratamiento está desarrollado para ese síntoma en concreto. Un psicólogo debe ser un profesional sanitario que va más allá de ser un mero aplicador de protocolos de tratamiento, y no porque los protocolos tengan nada de malo, sino porque se ha de observar cómo se desarrolla la problemática en la vida del individuo y cómo interactúa con todas las variables: Historia de vida y aprendizaje, estilos de afrontamiento, características ambientales, factores biológicos…

Un psicólogo debe ser un profesional sanitario que va más allá de ser un mero aplicador de protocolos de tratamiento

Hay que entender que la técnica es una herramienta, y que de por sí, no es una solución, sino que depende de cómo se aplique y, sobre todo, que esa aplicación tenga sentido en las necesidades del paciente. Así como puedo emplear un taladro para poner unos tornillos innecesarios en la construcción de una mesa, o incluso que la estropeen, aunque los tornillos estén bien colocados y sujetos y mi uso del taladro sea adecuado, puedo emplear una técnica que es eficaz para un síntoma en concreto sin entender que ese síntoma es provocado por otro factor o que puede ser iatrogénico el empleo de dicho síntoma. El ver los síntomas como problemas aislados, desarrollando simplemente un listado de los mismos y generando un plan de intervención para cada uno de ellos, es como mínimo, una opción más costosa, ya que muchos síntomas provienen de un mismo problema y tendremos que ir aplicando técnica por técnica para desmontar cada síntoma o los síntomas se volverán recurrentes, causando en el paciente sensación de profunda desesperanza o no solución o incluso, puede convertirse en algo perjudicial para éste, ya que muchas veces, una técnica que aparentemente provoca mejoría en el síntoma, genera problemas en otro o en temas de mayor calado (estilo de afrontamiento, locus de control, intolerancia a la frustración, autoestima basada en el logro…) que afectan a más conductas problema. Pondré a continuación algunos ejemplos para ilustrar cómo a veces, una técnica que aunque aparentemente es adecuada, puede convertirse en problemática: Paciente que acude a psicoterapia cognitivo-conductual por un Trastorno de Ansiedad Generalizada, debido a una gran rigidez cognitiva y una tendencia a la evitación experiencial que le generan altos niveles de ansiedad y estrés. Aparentemente, enseñar a esta paciente técnicas de control de la ansiedad como puede ser la relajación muscular de Jacobson, puede ser un planteamiento adecuado al síntoma “altos niveles de ansiedad”, pero si vemos cómo encaja el síntoma de la alta ansiedad en la idiosincrasia del paciente, cuya raíz del problema es el hipercontrol de todo para evitar el malestar que le genera que las cosas no salgan según sus criterios, dotarle de mayores y más efectivas estrategias de control es el equivalente a pretender apagar el fuego de un incendio echándole gasolina en lugar de agua. Esta paciente requirió crearle una apertura experiencial en la que entendiera que lo mejor no era controlar la ansiedad, sino exponerse a ella y dejar de vivirla como algo tan aversivo y fóbico, sino como algo que le daba información de cómo vivía determinadas cosas y un proceso natural en la vida, que generaba más distorsión en su vida si se intentaba controlar evitativa y compulsivamente que si lo aceptaba y se lo permitía sentir.

El psicólogo debe ver cómo se articulan esos síntomas entre sí y cuál es el denominador común de los mismos, creando un plan de intervención que responda a ambas realidades

Paciente que acude a psicoterapia humanista, se realiza con la misma un profundo trabajo de “permitirse sentir” la tristeza y el dolor, y se combina con ejercicios de Focusing para aprender a identificar esos sentimientos en su cuerpo y como se evidencian en forma de sensación sentida. Aunque permitirse sentir es parte básica de esta terapia, y una “técnica” necesaria, adecuada según el modelo y apropiada, en esta paciente comenzó a tornarse en algo negativo, ya que finalmente, al venir a “conectar con la tristeza y el dolor”, la paciente obtenía un cierto efecto catársico conectando con su tristeza y con eso aliviaba su malestar sin tener que responsabilizarse del mismo, y más allá de sentirlo, hacer algo difícil y confrontativo con ello, por lo que, la empatía y la escucha activa que le ayudaban a conectar, le servía al paciente para no tener que hacer algo con su tristeza más allá de “vomitarla” en terapia, vivenciándola como algo que le legitimizaba en no tener que cambiar nada. Paciente con diversos problemas de corte subclínico del estado anímico que acude a psicoterapia de Tercera Generación, se le aplica tratamiento de entrenamiento en Mindfulness para reducir el nivel de rumiaciones y mejorar su estado anímico, el paciente mejora en ello, pero comienza a refugiarse en la meditación como conducta evitativa y como forma de no tener que salir de su casa y enfrentarse con el mundo real, encontrando un refugio activo en la meditación, pero que a largo plazo, le generaba un fuerte sentimiento de incompetencia y falta de autovalía por no ser capaz de enfrentarse a sus problemas más allá que meditar para observar el malestar que le generaban de forma evitativa. Estos tres casos, son solo ejemplos de cómo técnicas y planteamientos que pueden ser efectivos y de eficacia probada, consolidados así como ampliamente reconocidos pueden tornarse en estrategias disfuncionales de tratamiento ya que sólo se está viendo cómo actúan en el síntoma y no en la realidad del paciente, es decir, en cómo el síntoma encaja en todo aquello que sabemos del paciente y ciertas “variables de profundidad” como el estilo de afrontamiento, ciertos aspectos biológicos y ambientales, temperamento, estilo de apego, modos de funcionamiento (emocionales y cognitivos)… Por tanto la labor de un psicólogo sanitario/clínico debe ir más allá de identificar problemas y aplicar técnicas específicas para ello, sino ver cómo se articulan esos síntomas entre sí y cuál es el denominador común de los mismos, creando un plan de intervención que responda a ambas realidades desde las herramientas que le aporte su modelo de psicoterapia, más allá de querer mantenerse en la seguridad ingenua e irresponsable de lo que plantean de forma genérica (y con bastante acierto) los manuales de psicoterapia. Tal y como decía Virginia Satir, hemos de entender que “El mapa no es el territorio” y los psicólogos, debemos priorizar lo que vemos en el territorio respecto a lo que hemos estudiado en los mapas, o estaremos trabajando con algo adecuado en lo teórico pero poco fructífero en lo práctico. Artículo previamente publicado por Buenaventura del Charco Olea, director de Aprende Viendo Terapia, la plataforma online y presencial de entrenamiento psicoterapéutico.

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  • Psicología aplicada

(PDF) Terapia Metacognitiva: El síndrome cognitivo atencional y los procesos cognitivos

  • Equipo de Redacción
  • 03/08/2016
El artículo explora los elementos centrales del modelo metacognitivo de los trastornos mentales. Se analiza el rol de los pensamientos automáticos en los principales trastornos emocionales. Se describen los procesos psicológicos que privilegia el modelo metacognitivo: rumiación, preocupación y atención selectiva en la amenaza. Se define la metacognición: conocimiento y experiencias. Se describe el síndrome cognitivo-atencional y sus componentes. Se caracteriza la atención plena (mindfulness) desapegada y se la diferencia de otras formas y usos de la misma. Se discuten las diferencias y semejanzas entre el modelo metacognitivo y el modelo cognitivo estándar. Se reseñan los principales estudios de resultados publicados. Se concluye acerca de su relevancia en el contexto clínico actual. Descarga la investigación completa en formato PDF. Autores: Cristian Garay y Eduardo Keegan. Fuente: Revista Argentina de Clínica Psicológica.

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  • Psicología clínica

Curso Online: Diagnóstico Diferencial en Trastornos del Espectro Autista

  • David Aparicio
  • 02/08/2016
El centro argentino R.Ed.Es., es una institución altamente reconocida por su esmero y dedicación en la integración de los niños con autismo en los centros educativos tradicionales y por el entrenamiento de psicólogos, docentes y profesionales de la salud mental interesados en aprender cuales son las estrategias más eficaces para trabajar con los niños con necesidades dentro del contexto escolar.

Detalles del curso

Inicio: 22 de agosto y dura 7 semanas. Destinatarios: Profesionales de la Salud y de la Educación Docente: Dr. Jaime Tallis. Doctor en Medicina, Neuropediatra , Especialista en Trastornos del Desarrollo y Aprendizaje, Docente de grado y postgrado y Autor de numerosos texto vinculados a los trastornos neuropediátricos Coordinación: Dra. Liliana Kaufmann.

Los objetivos del curso son:

Adquirir conoccimientos básicos referentes al concepto de TEA, su evolución histórica, la concepción actual y las principales teorías explicativas. Conocer las principales herramintas y criterios establecidos para la detección , evaluación y diagnóstico en los TEA. Brindar herramientas teóricas y clínicas para la realización de un diagnóstico diferencial desde la clínica neurológica y la visión psicológica entre el trastorno autista y otros cuadros del espectro. Brindar herramientas teóricas y clínicas desde la clínica neurológica y la visión psicológica entre los trastornos del espectro y otros cuadros clínicos que pueden confundirse con ellos. Aprender a realizar una detección precoz en TEA. Conocer las principales patologías asociadas a los TEA. Profundizar en el proceso de evaluación de los TEA conociendo las principales áreas a explorar (cognitiva, habilidades comunicativas y del lenguaje, adaptativas y sociales). Conocer y profundizar en el proceso de devolución y el informe. Haz click aquí para obtener mayor información sobre el curso y sus aranceles.

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  • Psicología aplicada

El cerebro mentiroso

  • Sergio Lotauro
  • 01/08/2016

El cerebro está en la base de todo aquello que somos y hacemos. Es la sede de nuestra personalidad, responsable de nuestras emociones, y de cómo nos sentimos durante el día; pero también es el órgano que nos posibilita masticar un chicle, patear una pelota, salir a tomar un café con un amigo, leer un libro, planificar dónde iremos de vacaciones, preparar un trabajo práctico para la universidad, enamorarnos, elegir una iglesia para casarnos y miles y miles de etcéteras. Desde la acción aparentemente más pequeña y trivial hasta los procesos mentales más sofisticados. A los fines del artículo que nos convoca, el lector debe saber que el cerebro está dividido en dos grandes estructuras que se conocen con el nombre de hemisferios cerebrales.

Los dos hemisferios conforman un todo; el cerebro trabaja como una unidad

El hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho son, en apariencia, morfológicamente iguales, como si uno fuera la imagen reflejada en espejo del otro. Se encuentran a ambos lados de la cabeza, levemente separados por una fisura externa, pero conectados en su interior por un grueso manojo de fibras nerviosas denominado cuerpo calloso. El hemisferio izquierdo es la sede de la comprensión analítica, la comprensión numérica y el análisis lógico. También aquí se encuentra la región responsable del lenguaje. El hemisferio derecho, no aprende en forma teórica, como en el caso anterior, sino a través de la experiencia directa. Se ocupa de procesar la información no verbal y afectiva del lenguaje, como puede ser el tono de la voz, el ritmo y el significado emocional de lo que está escuchando. Como se puede apreciar, estas diferencias son complementarias. Los dos hemisferios conforman un todo; el cerebro trabaja como una unidad y es justamente el cuerpo calloso el que permite la comunicación e interacción permanente entre ambas estructuras. Otro dato que no es menor: el hemisferio izquierdo controla el lado derecho del cuerpo, y el hemisferio derecho controla el lado izquierdo. Vamos a ver un ejemplo sencillo. Si usted cierra el ojo derecho y observa la fotografía de un tulipán, el estímulo viaja preferentemente hacia su hemisferio izquierdo, y de allí cruza al hemisferio derecho a través del cuerpo calloso. De esta manera, su cerebro percibe la imagen en sus diferentes aspectos pero en forma integral. Obtiene una comprensión cabal de lo que está observando; puede asegurar sin lugar a dudas que se trata de un tulipán. Puede describirlo e incluso recordar todo lo que sabe sobre esa flor y verbalizarlo. Pero hace algunos años, un grupo de científicos se percató de una serie de fenómenos extraños en pacientes diagnosticados con epilepsia y que recientemente habían sido sometidos a una operación conocida con el nombre de ablación del cuerpo calloso. Por supuesto, hay diferentes tipos de epilepsia y de distinta magnitud, la mayoría de ellas controlables con medicación. Pero en los casos severos, cuando la frecuencia y la intensidad de las crisis son muy altas, y se han agotado todos los tratamientos posibles, existe un último recurso: se trata de una intervención quirúrgica en la que se secciona el cuerpo calloso, dejando a los hemisferios cerebrales permanentemente desconectados.

El cerebro humano ha evolucionado para ayudar al individuo a entender y adaptarse lo mejor posible a la complejidad de un mundo cambiante

Desde luego, esto no cura la enfermedad, pero al menos evita que la crisis epiléptica que se inicia en uno de los hemisferios cerebrales, tome por asalto al hemisferio de la vereda de enfrente, que cruza raudamente por el cuerpo calloso. Pero resulta que el procedimiento deja algunas secuelas insospechadas, una serie de efectos colaterales tan extraños como intrigantes: cuando se les preguntaba a los pacientes por el motivo por el cual habían tomado una determinada decisión, y dependiendo de qué hemisferio procesaba la información, podían mentir abiertamente en sus respuestas, y lo que era peor, parecían no ser conscientes de que lo hacían. Si a una persona común se le pide que realice una acción concreta, como por ejemplo, que cierre los ojos, y luego se le pregunta por qué lo ha hecho, con naturalidad responderá que simplemente se ha limitado a acatar la orden que se le dio. Pero esa respuesta esperable, sincera y espontánea, cambiaba drásticamente cuando el neuropsicólogo se inclinaba sobre el paciente recientemente operado y le susurraba la orden al oído izquierdo, y luego le preguntaba por las razones de su conducta, pero al oído derecho. En ese caso, para sorpresa de todo el mundo, el paciente daba una respuesta falsa. “Me duele un poco la cabeza, y necesito descansar los ojos”, podía decir tranquilamente, con la seguridad de quien se sabe honesto y está diciendo la verdad. “Levante un brazo”, se le podía ordenar al oído izquierdo. “¿Por qué ha hecho eso?”, se le preguntaba luego al oído derecho. “Bueno, estoy un poco tensionado y necesitaba estirarme”, respondía el paciente lo más campante.

¿Qué estaba sucediendo? Hagamos un repaso

Antes dijimos que la información viaja al hemisferio contralateral. Si determinado dato ingresa por el ojo o el oído izquierdo, viaja hasta el hemisferio derecho, y luego se integra al resto del cerebro cruzando por el cuerpo calloso. También sabemos que el lenguaje es una función bien lateralizada, y que se encuentra ubicada en el hemisferio izquierdo. Puede decirse, simplificando un poco el tema, que el hemisferio derecho del cerebro, es un hemisferio mudo. Si aunamos estos dos conocimientos, tenemos la respuesta al problema. Si el puente que conecta las dos mitades del cerebro fue dinamitado, la crisis epiléptica queda restringida a uno de los hemisferios. Pues bien, lo mismo ocurrirá entonces con cualquier información que ingrese a través de los sentidos. Cualquier instrucción que el experimentador pudiera darle al paciente, inexorablemente quedaba atrapada en el hemisferio derecho. Equivale a decir que este lado del cerebro conocía las verdaderas razones para la realización de la acción solicitada, pero cuando al paciente se le preguntaba, no podía verbalizarlas, ya que las áreas del lenguaje se encuentran en la otra mitad. Como contrapartida, el hemisferio izquierdo puede hablar, pero desconoce lo que está ocurriendo. Ha seguido la conducta realizada por el individuo, ya que cuando se tocaba la punta de la nariz o se paraba en una sola pierna, ambos ojos monitoreaban lo que estaba haciendo, aunque no pudiera dar cuenta del porqué.
Las justificaciones que estas personas hacen de sus acciones son el resultado de los esfuerzos que hace el cerebro por encontrarle un sentido a aquello que está observando
Sin embargo, y aquí viene lo sorprendente, lejos de admitir con humildad su desconocimiento, de aceptar que no tiene la respuesta para todo lo que observa, el hemisferio izquierdo se aventura a dar una explicación, que en principio puede sonar razonable, pero que en realidad se encuentra muy alejada de los verdaderos motivos que dieron origen a la conducta. “¿Por qué se ha puesto a cantar?”, se le preguntaba al paciente luego de darle la orden al hemisferio derecho. “De repente me vino esa melodía a la mente”, respondía el hemisferio izquierdo. O bien: “Creo que hoy me siento especialmente feliz”. A la pregunta: “¿Por qué se está rascando la cabeza?”, el paciente con los hemisferios cerebrales escindidos miraba sorprendido al hombre de la bata blanca que lo está evaluando y replicaba, con cierto desdén: “Porque me pica, ¿qué más podría ser?”. A la luz de estos descubrimientos, es lícito pensar que una de las tantas funciones del hemisferio izquierdo es la interpretación de la realidad. Las justificaciones que estas personas hacen de sus acciones son el resultado de los esfuerzos que hace el cerebro por encontrarle un sentido a aquello que está observando. El cerebro humano ha evolucionado para ayudar al individuo a entender y adaptarse lo mejor posible a la complejidad de un mundo cambiante. Por esta razón, una de sus principales funciones es interpretar la realidad, formular y esgrimir teorías que puedan explicar las vicisitudes a las que nos vemos expuestos durante el transcurso de nuestro ciclo vital. Algunas veces esas teorías son verdaderas y se ajustan bien a la realidad, pero todo parece indicar que la mayoría de las veces, solo se trata de meras especulaciones, pero que sin embargo son tomadas como válidas por la persona, ya que su aceptación contribuye a crear certidumbre en un mundo plagado de fenómenos misteriosos, y sensación de control sobre lo incontrolable.

No sabemos muy bien por qué hacemos lo que hacemos y lo que es peor, desestimamos las influencias externas

Así, el hemisferio izquierdo es un incansable fabricante de racionalizaciones, argumentos ilusorios creados para satisfacer las propias expectativas y hacer de este mundo un lugar un poco más predecible. Y lo que es válido para los estímulos externos, es decir, todo aquello que ingresa a través de los canales sensoriales, también es válido para los estímulos internos. ¿A qué llamamos estímulos internos? Pues bien, a los pensamientos. El cerebro recoge información del mundo por medio de los cinco sentidos. Pero también es cierto que no necesita de la vista ni del oído para generar pensamientos. Y los pensamientos, estimado lector, son la materia prima para las representaciones mentales, ese cúmulo de explicaciones con las que justificamos todo lo que somos y hacemos, tanto a nosotros mismos como a los demás. Tenemos una explicación para todo pero, ¿es la explicación real? ¿O es tan solo una interpretación posible entre tantas otras? ¿Por qué compramos una marca de mermelada y no otra? ¿Por qué vamos a la cafetería de la otra cuadra y no a la que está en la esquina? ¿Por qué optamos por un auto de dos puertas y no de cuatro? ¿Por qué nos gusta Mozart y no Beethoven? ¿Por qué preferimos Mar de las Pampas para salir de vacaciones en lugar de las sierras de Córdoba? ¿Por qué nos ponemos de novios con Fulana y no con Mengana? ¿Por qué decidimos estudiar Derecho y no Medicina? Todas estas son preguntas que usualmente podemos responder con facilidad pero, ¿son fiables nuestras respuestas? No sabemos muy bien por qué hacemos lo que hacemos y lo que es peor, desestimamos las influencias externas que nos pueden haber empujado a hacer tal o cual cosa. En otras ocasiones, ocurre exactamente lo contrario: sobre-estimamos factores que apenas están relacionados, atribuyéndoles un peso o poder que no es tal. Es lo que muchas veces ocurre cuando nos sometemos a un tratamiento determinado, con cierto monto de expectativas positivas. El simple hecho de creer que una terapia nos va a ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos, o a bajar de peso, o a controlar la ansiedad que nos aqueja, hace que experimentemos una mejoría mucho más importante de la que se podría dar cuenta objetivamente. Y cuanto mayor sea el tiempo y el dinero invertido, más convencidos estaremos del beneficio obtenido. ¿Cómo podemos estar seguros, luego de conocer estos experimentos, de que las explicaciones con las que vamos por la vida no son otra cosa que el producto resultante de una parte de nuestro cerebro dispuesta a opinar de todo y obsesionada por argumentar sobre lo que nos va aconteciendo? Pues bien, amigo lector, ahora ya sabe que no puede tomarse demasiado en serio sus propias creencias y pensamientos, y esto incluye todas esas “certezas” acerca de sí mismo y de los demás. La historia de la humanidad da cuenta de las nefastas consecuencias de dejarnos llevar por fanatismos e ideas aparentemente incuestionables. Debemos procurar siempre, tener en cuenta que nuestra cosmovisión, la forma en la que vemos el mundo, es solo una “interpretación” posible, pero no necesariamente verdadera, ni la única. En la medida que nos permitamos dudar y nos animemos a bucear en el cuestionamiento, nos iremos acercando lenta pero inexorablemente a la verdad.

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Definición de la semana: Drogas psicotrópicas

  • Alejandra Alonso
  • 01/08/2016
Drogas
Como sabemos, para tratar los trastornos mentales existe la psicoterapia, donde un terapeuta se vale de técnicas verbales y conductuales para ayudar al paciente. A parte de este tipo de tratamiento existen otros llamados terapias biológicas, que intentan cambiar físicamente el funcionamiento del cerebro recargando sus circuitos con descargas electroconvulsivas, desconectándolos a través de la psicocirugía o alterando su funcionamiento químico mediante fármacos (Myers, 2006). A principios de 1950 las terapias electroconvulsivas y las psicocirugías habían causado tantos problemas que muchos profesionales veían a las terapias biológicas con escepticismo. Pero con la llegada de las drogas esto cambió ya que, si bien no curaban los trastornos mentales, si producía un cambio en el estado emocional y el nivel de actividad del paciente, permitiéndole ser más funcional en la sociedad y reduciendo el número de hospitalizaciones psiquiátricas (Baron, Byrne & Kantowitz, 1980). Actualmente, la psicofarmacología es la terapia biológica más utilizada en el tratamiento de trastornos mentales, e involucra el uso de drogas psicotrópicas, es decir drogas diseñadas para afectar principalmente síntomas mentales. Las drogas psicotrópicas se suelen dividir en tres categorías (Rathus, 2007; Gross, 2005, Myers, 2006):
  1. Antidepresivos: Se utilizan para tratar la depresión. Básicamente aumentan la serotonina y a veces también la noradrenalina. Solo suelen diferir en cuanto a efectos secundarios, ya que la rapidez con que actuán y la efectividad es similar.
  2. Ansiolíticos: Se utilizan para aliviar la ansiedad severa. Actúan deprimiendo la actividad del SN. Además de calmar la ansiedad, también tiene propiedades sedantes, anticonvulsivas, hipnóticas y de relajación muscular.
  3. Antipsicóticos: Se utilizan para tratar los síntomas positivos de la esquizofrenia como la agitación, los delirios y las alucinaciones. Se cree que actúan bloqueando la actividad de la dopamina en el cerebro.
Fuentes: Baron, R., Donn, B. & Kantowitz, B. (1980), Psychology. Understanding behavior 2nd edition. Holt, Rinehart and Winston: U.S. Gross, R. (2005), Psychology, the science of mind and behaviour 5th edition. Hodder Arnold Publication Myers, D. (2006), Psicología 7ma edición. Editorial Médica Panamericana:Madrid Rathus, S. (2007), Psychology. Principles in practice. Holt, Rinehart and Winston: U.S.

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La Terapia Cognitivo Conductual online sería beneficiosa para pacientes con depresión y ansiedad

  • Maria Fernanda Alonso
  • 29/07/2016
A veces crear un espacio dentro de la apretada agenda semanal para ir a terapia puede ser complicado, y aunque logremos disponer de tiempo, en ocasiones el encuentro personal puede ser difícil para algunas personas. Las terapias online, hace ya varios años, se presentan una alternativa viable y eficaz a estos problemas, e incluso la terapia cognitivo conductual online combinada con atención clínica ha demostrado ser beneficiosa para personas con depresión, ansiedad y angustia emocional debida a enfermedades, de acuerdo a una revisión basada en la evidencia del Canadian Medical Association Journal. La revisión examinó estudios recientes de alta calidad como también la creciente cantidad de literatura sobre enfermedades mentales disponible para smartphones y tablets. Algunos estudios mostraron que los pacientes que usaban terapia cognitivo conductual online tenían mejores resultados que los controles placebo, e iguales o mejores resultados respecto de aquellos que usaban la terapia cognitivo conductual tradicional (en persona). Estos resultados fueron vistos en pacientes con depresión, y en aquellos con enfermedad físicas como cáncer y esclerosis múltiple. El el Dr. David Gratzer, psiquiatra, sostiene que “asistir a terapia cognitiva conductual por medio de internet ofrece una forma rentable y empoderadora de acceder a un importante tratamiento.” Esta modalidad de TCC otorga a los pacientes la posibilidad de participar cuando y donde quieran, y a su vez provee el anonimato que puede ayudar a pacientes deprimidos o tímidos renuentes a hablar con un profesional de la salud. Gratzer y Faiza Khalid-Khan, trabajadora social y Directora de Salud Mental, en el Scarborough Hospital (Toronto, Ontario), consideran que “esta intervención psicológica es empoderadora, clínicamente eficiente y consistente con el modo en el que, cada vez más, los pacientes interactúan con el cuidado de la salud.” Permite tratar a más pacientes eficientemente en menos tiempo y requiere menos recursos en general que la terapia cognitivo conductual tradicional. Sin embargo, esta terapia no es recomendada para personas con enfermedades mentales severas. Las desventajas potenciales de la TCC online incluyen la falta de una relación humana real, lo que impide la monitorización directa del paciente y la posibilidad de ajustar la terapia de acuerdo a su progreso; otros obstáculos que enfrenta son la baja adherencia por parte de los pacientes y la falta de acceso a internet desde los hogares. “Hay datos importantes que apoyan la integración de la TCC online a una atención clínica psiquiátrica. Esa data indica que ésta forma de TCC ofrece numerosos beneficios para el paciente como para el facultativo. Permite el tratamiento de pacientes con muchas condiciones psiquiátricas diferentes, a un menor costo que la TCC tradicional,” concluyen los autores, a la vez que señalan que se necesita más investigación para determinar el grupo demográfico ideal para esta terapia y que hay desafíos en cuanto a su integración en la práctica clínica. Fuente: Sciencedaily  

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Otro estudio encuentra que un buen porcentaje de antidepresivos no se prescribe para la depresión

  • Alejandra Alonso
  • 28/07/2016
Antidepresivos
Una investigación canadiense muy reciente revela que algunos médicos están prescribiendo antidepresivos para condiciones que no son la depresión. En el estudio, publicado en el journal JAMA, los científicos miraron 10 años de registros electrónicos donde aparecían prescripciones de antidepresivos. En total revisaron más de 100.000 prescripciones de antidepresivos escritas por casi 160 médicos y para casi 20.000 pacientes. Lo que encontraron fue que alrededor del 50% de las prescripciones fueron hechas para otros trastornos que no eran depresión. Algunas de estas condiciones fueron ansiedad, dolor, insomnio, bulimia y TDAH, incluso aunque existen investigaciones que cuestionan la efectividad de los antidepresivos en niños y adolescentes. Un metaanálisis del 2015, que revisó datos de 1.071 estadounidenses, también encontró que el 69% de las personas que toman ISRS (el principal tipo de antidepresivos) nunca han sufrido de un Trastorno de Depresión Mayor.
Algunos usos para los que se está prescribiendo esta droga no están basados en la evidencia científica
La Dra. Jenna Wong, autora principal del estudio, lo llama un “fenómeno interesante” y comenta sobre las sospechas que se tenían en la comunidad científica en relación a este tema. La cuestión es preocupante debido a que, si los científicos quisieran saber si ha aumentado la prescripción de antidepresivos para la depresión, los datos estarían deformados. Wong también agrega que algunos usos para los que se está prescribiendo esta droga no están basados en la evidencia científica. Ella explica que algunos medicamentos se prescriben para otras condiciones porque hay datos que sugieren que funciona para ellas, pero en el caso de la migraña y el TDAH,  los datos no son sólidos. Si no existe suficiente respaldo científico, ¿por qué se prescriben para estas condiciones? Los autores no investigaron por qué los médicos están prescribiendo antidepresivos para otros usos, pero creen que podrían estar utilizándolo como último recurso. Recordemos que para algunas condiciones todavía no existen tratamientos eficaces, sin embargo hay pacientes que pueden estar desesperados, buscando algo que alivie sus síntomas. Los autores del estudio recomiendan explorar más a profundidad las razones por las cuales éstas drogas están siendo prescritas para otras condiciones. Fuente: Time

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  • Psicología aplicada

La neurociencia del mindfulness o atención plena: beneficios demostrados de la práctica regular

  • Jorge Benito
  • 28/07/2016
Mindfulness
Antes de comenzar esta lectura, préstale atención a tu respiración. Préstale atención al aire fresco que entra y al aire cálido que sale. Observa cómo tu barriga se llena y cómo tu pecho se contrae de forma natural. Enhorabuena, acabas de realizar una breve práctica de mindfulness o atención plena. Y, de acuerdo a la neurociencia, hacer esto de forma regular tiene un tremendo impacto a múltiples niveles, tal y como veremos a lo largo de este post. Si bien es cierto que la investigación está dando aún sus primeros pasos y todavía queda mucho por descubrir, sobre todo en relación a los cambios cerebrales que suceden en tiempo real, lo cierto es que actualmente existen multitud de estudios que pretenden arrojar más luz y rastrear estos cambios. No olvidemos que las más prestigiosas universidades del mundo poseen sus propios departamentos dedicados al estudio del mindfulness (Harvard, Cambridge, Oxford, UCLA…). La práctica del mindfulness trabaja con habilidades que todos poseemos y que pueden ser desarrolladas y mejoradas. Todos podemos vivir nuestra vida con mayor presencia, dedicación, claridad, actitud positiva y resiliencia.
el mindfulness puede cambiar la comunicación entre diferentes regiones del cerebro
Los orígenes de esta práctica secular se remontan a disciplinas contemplativas tradicionales, si bien no ha sido hasta hace relativamente poco que la investigación científica ha comenzado a validar los cambios funcionales y estructurales que el mindfulness genera, o la gran variedad de beneficios que proporciona: reducción de estrés y ansiedad, aumento de empatía y habilidades sociales, reducción de dolor crónico, efectos equiparables a los antidepresivos, mejora de la presión sanguínea, incremento en la densidad de la materia gris, mejora de la recuperación física, regulación emocional, equilibrio del sistema nervioso… La lista es enorme; existen más de 5.000 estudios científicos que demuestran los beneficios de la práctica continuada del mindfulness y nuevos avances surgen casi a diario.

Cambios funcionales y estructurales en el cerebro relacionados con el mindfulness

Si bien durante muchos años pensábamos que éramos sólo víctimas de nuestra herencia fisiológica y que no existía ninguna manera de influir en ella, ahora poseemos evidencia científica de que esto no es cierto. Las más recientes tecnologías de escaneo cerebral y neurofeedback revelan que el mindfulness puede cambiar la comunicación e interacción entre diferentes regiones del cerebro, mejorar sus funciones e incluso crear nuevas neuronas (neurogénesis). Mientras que la práctica continuada de la atención plena permite que nuestro cerebro cambie -lo que los expertos han llamado neuroplasticidad-, un estilo de vida poco estimulante genera el efecto opuesto que conocemos como neurorigidez. ¿Por qué son tan importantes todos estos cambios a nivel cerebral? Porque tienen un impacto directo en nuestra forma de pensar y comportarnos.

¿Cómo calma el mindfulness un cerebro ansioso?

El Dr. David Creswell de la Universidad Carnegie Mellon se hizo esta misma pregunta y realizó un estudio en el que los participantes, personas en situación de desempleo con elevados niveles de estrés y ansiedad, aprendieron las bases de la práctica del mindfulness o atención plena durante 6 semanas. Los resultados son impactantes: regulación de las emociones, capacidad de afrontar del estrés y mejora de la salud física y mental. Los estudios de la eminente neurocientífica Sara Lazar, de los que se han hecho eco prestigiosas publicaciones como Scientific American, muestran que la práctica continuada del mindfulness transforma la amígdala, e incluso llega a provocar que se vuelva más pequeña.

avorece respuestas más reflexivas –lo que llamamos claridad mental

Esta región del cerebro, además de estar involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros, es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida (sistema nervioso simpático), el mecanismo por el cual nuestro cuerpo libera hormonas del estrés. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite que las funciones cerebrales superiores aumenten (corteza pre-frontal o neocórtex) mientras que las respuestas automáticas de los cerebros límbico y reptiliano son reguladas. Es decir, la práctica de la atención plena favorece respuestas más reflexivas –lo que llamamos claridad mental- e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.

El futuro del mindfulness

La práctica del mindfulness parece ser el antídoto a lo que yo llamo el “síndrome de vida moderna”: esa pérdida de la capacidad para manejar conscientemente nuestros niveles de estrés y ansiedad ante las demandas de un mundo cada vez más frenético. No en vano, importantes organizaciones como el NICABM (National Institute for the Clinical Application of Behavioral Medicine) están impulsando activamente la integración del mindfulness en la talking therapy tradicional. De acuerdo a sus estudios, el 66% de las personas que acuden a psicoterapia no muestran ninguna mejora significativa, y esto no se debe a la incapacidad de los profesionales, sino a la falta de compromiso emocional de los pacientes. El mindfulness ha demostrado cambiar esta tendencia de forma sorprendentemente rápida, permitiendo que los sujetos participen activamente y de forma responsable en su propio proceso de recuperación. Todos estos esfuerzos de investigación y aplicación terapéutica están favoreciendo que las ciencias contemplativas en general, y el mindfulness en particular, hayan dejado de ser un asunto New Age para convertirse en una estrategia de eficacia probada a la hora de traer conciencia, salud y felicidad a nuestras vidas.

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