Psyciencia
  • SECCIONES
  • PSYCIENCIA PRO
    • ÚNETE A LA MEMBRESÍA
    • INICIA SESIÓN
    • CONTENIDO PARA MIEMBROS
    • RECURSOS PARA MIEMBROS
    • TIPS PARA TERAPEUTAS
    • PODCAST
    • WEBINARS
  • NORMAS APA
  • SPONSORS
  • NOSOTROS
Psyciencia
  • Inicia sesión
  • Membresía
  • Secciones
    • Psicología clínica
    • Psicología aplicada
    • Neurociencias
    • Biografías
    • Definiciones
    • Entrevistas
  • Guías y recursos
    • Videos, Recursos
    • Guías y manuales
    • Prevención de suicidio
    • Normas APA
    • Apps para psicólogos
  • Recomendados
  • Nosotros
  • Psicología clínica

El mito de la «revolución» Cognitiva

  • CETECIC
  • 27/09/2012

En la psicología contemporánea, hallamos la vigencia de los modelos teóricos y de las técnicas comportamentales, tanto en áreas de investigación como en áreas aplicadas. A pesar de dichas evidencias, existen trabajos de historia de la psicología en los cuales se postula que en la década del 50, ha existido un fenómeno histórico al cual se ha denominado, “revolución cognitiva”.Esta supuesta revolución implicaría predominantemente una crítica al paradigma conductual casi en su totalidad, más que a hipótesis puntuales y específicas. Los exponentes de dicha revolución –mas allá de sus producciones científicas- han llevado a cabo historizaciones sobre supuestos acontecimientos que han ocurrido dentro de la profesión.

En términos generales, se ha planteado que el paradigma conductual había sido superado y sustituido a partir de dicha revolución. Las evidencias actuales muestran que 60 años más tarde, no sólo no se ha producido tal sustitución, sino también que el paradigma conductual tiene un espacio importante en psicología experimental y en muchas áreas de psicología aplicada. En el presente artículo, revisaremos las evidencias que cuestionan la existencia, alcance y significado de la llamada “revolución” cognitiva.

Descarga el artículo completo en formato PDF: el-mito-de-la-revolucion-cognitiva

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología clínica

Autoestima

  • Luis Hornstein
  • 26/09/2012

Por: Luis Hornstein

La autoestima es una experiencia íntima: es lo que pienso y lo que siento sobre mí mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de mí. Mi familia, mi pareja y mis amigos pueden amarme, y aun así puede que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo pueden admirarme y aun así yo me veo como alguien insignificante. Puedo proyectar una imagen de seguridad y aplomo que “engañe” a todo el mundo y aun así temblar por mis sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aun así fracasar en mi propia vida. Puedo ganar todos los honores y aun así sentir que no he conseguido nada. Muchas personas pueden admirarme y aun así me levanto cada mañana con un doloroso sentimiento de fraude y un vacío interno. Conseguir el éxito sin lograr primero una autoestima equilibrada es condenarse a sentirse como un impostor y a sufrir esperando que la verdad salga a la luz.

La admiración de los demás no crea nuestra autoestima, ni tampoco la erudición, ni las posesiones materiales, las conquistas sexuales o la cirugía estética. La autoestima actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima vulnera nuestra resistencia ante los problemas de la vida. Si no creemos en nosotros mismos, en nuestra eficacia, ni en nuestra capacidad de ser amados, el mundo es un lugar aterrador.

La crisis de los referentes tradicionales produce un desfasaje y hasta un antagonismo, entre “la estima pública” y la autoestima. No está mal aspirar al éxito. Éxito viene de exitus, que en latín quiere decir salida. Salida del encierro. Algunos actúan como si los únicos valores fueran el poder económico, el estatus profesional o el reconocimiento mediático. Otros buscan una restauración retornando a los valores tradicionales (nacionalismo, familiarismo, fundamentalismo, integrismo).

La autoestima es un termostato emocional que modula el impacto de emociones negativas, evitando que se extiendan al resto de la vida. Es probable que un éxito o un fracaso en un sector tengan consecuencias en los otros. Un desengaño amoroso acarreará una vivencia de pérdida de valor personal. A la inversa, un éxito en un campo determinado puede beneficiar la autoestima. Es difícil que ciertas heridas narcisistas no irradien sobre otros sectores. Por suerte, también irradian los logros.

¿Quién soy? ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Cuáles mis talones de Aquiles? ¿Talones o defectos? ¿De qué soy capaz? ¿Cuáles son mis éxitos y mis fracasos, mis habilidades y mis limitaciones? ¿Cuánto valgo para mí y para la gente que me importa? ¿Merezco el afecto, el amor y respeto de los demás o siento que no puedo ser querido, valorado y amado? ¿Siento una brecha enorme entre lo que quisiera ser y lo que creo que soy? ¿Qué puedo hacer por mi mismo?¿Lucho o me dejo estar?

Esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es positiva, permite actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo, enfrentar dificultades. Cuando es negativa, engendra sufrimientos y molestias que afectan la vida cotidiana. La autoestima contiene facetas con cierta autonomía. Puede ser variable en distintas actividades: laboral, afectiva, intelectual, corporal, sexual. La autoestima genera bienestar subjetivo en sus variados componentes: mantener relaciones afectivas satisfactorias, lograr cierta autonomía y cumplir ciertas metas.

Los triunfadores buscan la gloria de modo implacable y corren el peligro de ser consumidos por el burn-out (sentirse incinerados por el trabajo) o de recaer en el anonimato mediocre. Los perdedores tampoco la pasan muy bien. Siempre ha habido la tentación binaria. O se es winner o se es perdedor. George Clooney es millonario y buen mozo. ¿Pero qué sabemos de él? ¿Cómo le irá en los demás aspectos de su vida? Y todos sabemos que la vida tiene muchos planos.

Las fluctuaciones de la autoestima

La autoestima fluctúa: puede ser más o menos alta, más o menos estable y necesita ser alimentada, desde el exterior. Aunque las bases se construyan durante la infancia, la autoestima no es inalterable en otras etapas de la vida. Sigue fluctuando.

Se podrían comparar las estrategias de inversión con las que usamos para la autoestima. La cantidad y calidad del amor recibida durante nuestros primeros años constituye un capital inicial. Los “grandes inversores”, que disponen de un importante capital de salida, realizan inversiones que suponen cierto riesgo, pero que pueden generar muchos beneficios. Los “pequeños ahorristas” temen perder lo poco que poseen si corren riesgos. Invierten con prudencia. De ese modo, sus beneficios están a la altura del riesgo: son bajos. Aplicado a la autoestima, este modelo “financiero” permite, especialmente, comprender por qué las personas con alta y baja autoestima utilizan estrategias distintas. Las primeras tienen una actitud más audaz ante la existencia: corren más riesgos y toman más iniciativas, y por ello obtienen mayores beneficios. Los segundos, en cambio, son más precavidos y prudentes: se muestran reticentes a correr riesgos.

Existen cuatro modalidades de autoestima teniendo en cuenta su nivel y estabilidad.

a) Alta y estable.

Las circunstancias “exteriores” y los acontecimientos de vida “normales” tienen poca influencia sobre la autoestima. El individuo no consagra mucho tiempo ni energía a la defensa o la promoción de su imagen. No necesita defenderla. Su imagen se defiende sola. La excesiva confianza en el propio valor y eficacia podría hacernos más vulnerables a los peligros no reconociendo límites y rechazando cierta información.

Las personas con una buena autoestima no vacilan en pedir ayuda a los demás. Están seguras de que la ayuda es un préstamo que podrán devolver. Y los demás son como los bancos: le prestan al que tiene, al que tiene con qué responder.

b) Alta e inestable.

Aunque elevada, la autoestima de estas personas padece grandes altibajos. Perciben como amenazas las críticas y fracasos. Los sujetos de autoestima alta y estable son mucho más atemperados mientras que los de autoestima inestable siempre están pendientes de desafíos o del reconocimiento de los otros. Luchan denodadamente para destacarse, dominar, hacerse querer o admirar. La imagen les reluce pero no es oro. Cuando se empaña un poco asoma una inquietante vulnerabilidad. Este perfil es la base de diversos trastornos psicológicos: ira incontrolable, abuso del alcohol y drogas, adicción al trabajo, depresiones, colapsos narcisistas.

El éxito es postizo cuando se siente como una prótesis, cuando implica desgaste emocional, ansiedad excesiva y riesgo depresivo. Un sentimiento de fragilidad los inquieta ante las agresiones (reales o imaginarias) por lo que abunda la tentación de la huida hacia adelante, de brillar para no dudar.

c) Baja e inestable.

Su autoestima es vulnerable y condicionada por ciertos acontecimientos exteriores, que la puedan elevar. Sin embargo, ese sentimiento es frágil y se resiente cuando surgen dificultades. Pagan tributo al juicio de los otros. Su temor a engañarse o engañar a los demás los expone a dudas, a impostores. La vivencia de impostura transforma los aplausos en dudas constantes acerca del mérito real. Son indecisos por temor a equivocarse. Con el pretexto de desensillar hasta que aclare (prudencia), terminan montando poco y nada el caballo (pusilanimidad).

El síndrome del impostor puede ser crónico en sujetos con baja autoestima que sienten que no están a la altura del reconocimiento logrado. Padecen de una ansiedad permanente en el cumplimiento de sus tareas que los expone a estados depresivos a pesar de “éxitos” notables. Su incomodidad ante el éxito se basa en la contradicción entre la idea que tienen de sí mismos y la mirada de los otros.

Una baja autoestima, sin embargo, tiene aspectos beneficiosos porque admite puntos de vista diferentes a los propios. Por el contrario, una elevada autoestima puede hacer que el sujeto no escuche las  informaciones del entorno, y si bien soportan mejor los fracasos, los atribuyen a causas ajenas a ellos mismos. Para evitar cuestionamientos suelen rodearse de halagadores, lo que fomenta actitudes omnipotentes.

d) Baja y estable.

En este caso, la autoestima se ve poco afectada por los acontecimientos exteriores favorables. Están resignados y hacen pocos esfuerzos para valorarse a sus propios ojos o a los de los demás. Si no se sienten queridos tenderán a replegarse, en lugar de renovar vínculos sociales satisfactorios. Si creen haber fracasado, tenderán al autorreproche y a paralizarse sin darse otras oportunidades.

En personas con baja autoestima predominan las emociones negativas (vergüenza, cólera, inquietud, tristeza, envidia) y padecen de un sentimiento de vulnerabilidad al sentirse amenazadas por las vicisitudes de la vida cotidiana. Cualquier riesgo es una amenaza. Se dedican más a la protección de su autoestima que a su despliegue, más a la prevención de los fracasos que al  asumir riesgos. El temor al fracaso hace que eviten arriesgarse a la crítica o al rechazo.

Los sujetos con autoestima equilibrada tienden a buscar una evaluación mientras que aquellos cuya autoestima es baja buscan la aprobación. No se trata de miedo al fracaso, sino de alergia al fracaso. Cuando la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las adversidades de la vida y las personas encallan frente a ciertas vicisitudes superables. Los déficit en la autoestima no supone incapacidad para logros ya que se puede tener el talento y empuje necesarios para lograrlos. Sin embargo una baja autoestima disminuye la capacidad de alegrarse con sus logros que siempre serán vivenciados como insuficientes.

Prefieren tener un lugarcito asegurado en un grupo poco valorizado socialmente a esforzarse para defender un lugar en un grupo competitivo. Están dispuestos a compartir los éxitos grupales y encuentran allí la seguridad de una disolución de las responsabilidades si se produce el fracaso.

Autoestima consolidada: una ilusión realizable

La crianza consiste en dar a un hijo primero raíces (para crecer) y luego alas (para volar). En las primeras relaciones un bebé puede experimentar la seguridad o bien el terror y la inestabilidad. En las posteriores un niño puede tener la experiencia de ser aceptado y respetado o rechazado. Algunos niños experimentan un equilibrio entre protección y libertad. Otros, una sobreprotección que los infantiliza. Padres que dan pescado en vez de enseñar a pescar. Otros niños están subprotegidos, es decir sobreexigidos. Se los pone en un botecito en alta mar.

Los niños que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos o negligentes probablemente vivirán con una visión derrotista, sin esperar ningún estimulo o interés de los otros. Este riesgo es mayor para los hijos de padres ineptos (inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carente de objetivos).

Los cimientos necesarios para una autoestima saludable implica que los otros primordiales lo hayan criado con amor y respeto, le ofrecieron reglas estables y razonables que contribuyeron a generar expectativas adecuadas, sin recurrir al ridículo, la humillación o maltrato físico y que tuvieron confianza en sus capacidades. Ser adulto y, por lo tanto, lograr una autoestima consolidada es renunciar a las pretensiones desorbitadas, aceptando los obstáculos, condición misma de la libertad.

La autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y protección. Algunas personas realizan enormes esfuerzos para proteger la autoestima: negación de la realidad, huida o evasión, agresividad hacia los demás, sacrificando diversos aspectos de la calidad de vida y se torturan ante exigencias por expectativas propias y ajenas. ¿Cómo se sobrepone alguien al temor y afronta lo nuevo? Entrenándose con frustraciones que no lo tumban y con gratificaciones que lo compensan de algún modo, aunque no sean inmediatas, aunque sean promesas.

Lograr una autoestima sólida no es una mera ilusión. ¿Cuándo la ilusión es “buena” y cuándo es “mala”? Es negativa cuando es un sustituto de la acción. Es buena cuando es un preámbulo de la acción en vez de representar una alternativa: su modo de actuar (aceptar riesgos, intentar desarrollar sus competencias, ampliar sus límites) permite consolidar la autoestima. La estima malherida se repara. Como las ciudades europeas después de la guerra. Se repara o se reconstruye. Cuando se reconstruye es porque algo había quedado: el terreno. Una autoestima “consolidada” permite dar curso, dar alas, a lo que se piensa, a lo que se desea, enfrentar dificultades, no ser demasiado influenciable por la mirada de los otros, tener sentido del humor. Se puede sobrevivir a los fracasos y a las desilusiones, negarse a los abusos, expresar dudas, tolerar cierta soledad. Sentirse digno de ser amado. Y soportar el dejar de ser amado por tal persona. Imaginando que puede haber otra. Aunque no haya otra en lo inmediato. Permite expresar temores y flaquezas sin avergonzarse, vincularse con otros significativos sin vigilarlos o ahogarlos, aceptarse  el derecho de decepcionar o fracasar. Permite pedir ayuda sin sentir que es limosna, tener la vivencia de poder soportar las desventuras, cambiar de opinión aprender de la experiencia, tener expectativas realistas en relación al futuro, aceptar las limitaciones.

Sobre el Autor: Luis Hornstein *Premio Konex de platino en psicoanálisis (década 1996 a 2006). Sus últimos libros son Narcisismo (Paidós), Las depresiones (Paidós) y Autoestima e identidad (F.C.E.). Puedes escribirle a su email: [email protected]

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología clínica

30 consejos de Paul Watzlawick para no ser un terapeuta sistémico

  • Jorge Ayala Salinas
  • 26/09/2012
  1. Explíquele todo lo que quiera al paciente, sus conductas, sus síntomas, sus actitudes, el porqué –lineal- de lo que le pasa.

  2. Crea profundamente que el insight, el darse cuenta,  o la toma de consciencia, es un prerrequisito absoluto para el cambio.

  3. Por lo tanto privilegie el por qué y no el para qué.

  4. Dé relevancia a la explicación y no a la acción.

  5. Busque afanosamente el origen de la sintomatología: las causas de la situación presente se encuentran en el pasado de la persona.

  6. No pregunte, no intervenga, observe en silencio.

  7. Frente a cualquier paciente que le cuestione o le pregunte, responda austeramente “a ud. ¿que le parece?”

  8. Respete los silencios y cuando el paciente hable, asienta con un gesto de cabeza de arriba hacia abajo y emita una especie de rumor gutural con la boca entrecerrada, casi expulsándolo por la nariz, “hummmhummm”.

  9. No sea intervencionista y preguntón.

  10. No se atreva a incorporar más miembros a la terapia, ¡no sea hereje!, más de uno es una contaminación.

  11. Descuide el contexto en donde se desarrollen las acciones, no tiene importancia.

  12. Aplique el principio dormitivo al que alude Bateson, clasifique, rotule y etiquete al paciente en una categoría y después medique.

  13. El paciente identificado como psicótico es el enfermo, no se le ocurra pensar que puede ser la expresión de una disfuncionalidad del sistema familiar.

  14. Realice tratamientos extensos, de años, eso sí, con una gran frecuencia de horarios semanales.

  15. Maneje dichos horarios, pautándolos en forma rígida, con días y horas semanales rigurosamente establecidos.

  16. No sea ocurrente y menos creativo, no sea loco.

  17. Adhiérase ortodoxamente a un modelo, constituya su identidad profesional a través del modelo, sea Ud. el modelo.

  18. Tenga mucho cuidado con las estrategias, todo intento de utilizarlas será considerado como una manipulación hacia el paciente.

  19. No sea directivo, y menos aún, imperativo en su lenguaje, ¡ni lo piense!

  20. ¿Qué significa eso de mandarle al paciente tareas para el hogar…?

  21. Piense siempre que existe una realidad externa al ser humano, vea si su paciente está adecuado o no, es decir, si tiene juicio de realidad.

  22. Esté convencido de que la realidad se descubre y no se inventa, ¿está ud. en su sano juicio?

  23. Eríjase como representante de la verdad, o sea, su sistema de creencias es el válido.

  24. Nunca se le ocurra explicitarle al paciente el sentimiento que a Ud. le despierta alguna situación, actitud o reacción que él manifieste en la sesión.

  25. Nunca connote positivamente alguna acción del paciente; puede tomarse como una sospecha de seducción o de reforzarle el yo.

  26. Su pensamiento como terapeuta debe partir de la patología, todos somos neuróticos, y no de la salud.

  27. Por lo tanto, debe pensar que un paciente se debe curar y no resolver el problema.

  28. Para construir una hipótesis piense monádica, causal y linealmente, sosteniendo que el paciente debe retornar a sus status quo anterior a sus síntomas.

  29. Considere que las crisis no significan la posibilidad de cambio.

  30. En conclusión, piense en el paciente como un caso, no como un ser humano que sufre o que padece con su problema…y además reivindique el manicomio como un templo de la salud mental…

< p style=»text-align: right;»>Extraído de La construcción del universo. < p style=»text-align: left;»>

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

Sin categoría

¿Pueden las personas clínicamente deprimidas diferenciar entre el enojo o la culpa?

  • David Aparicio
  • 25/09/2012
La habilidad para identificar y distinguir entre las emociones negativas nos ayuda a direccionar el problema que pudo ocasionar estas emociones. Pero algunas personas son incapaces de describir las diferencias entre sentirse enojado o culpable. En un estudio, próximo a ser publicado en la revista Psychological Science, el psicólogo Emre Demiralp de la Universidad de Michigan y sus colegas, hipotetizaron que las personas clínicamente deprimidas serían menos capaces de discriminar entre diferentes tipos de emociones negativas que los individuos sanos. Los sujetos clínicamente deprimidos regularmente experimentan sentimientos de tristeza, enojo, miedo o frustración que interfieren con su desenvolvimiento en la vida diaria. “Es muy difícil mejorar tu vida si no puedes diferenciar si estás enojado o triste sobre algún aspecto,” explicó Demiralp. “Por ejemplo, imagina que tu auto no tiene un indicador de gasolina independiente. Sería difícil saber cuándo parar para cargar más gasolina. Nosotros queríamos investigar si las personas con depresión clínica tenían indicadores emocionales que eran informativos y si habían experimentado emociones con el mismo nivel de especificidad y diferenciación de las personas sanas.” “Es muy difícil mejorar tu vida si no puedes diferenciar si estás enojado o triste sobre algún aspecto” Para llevar a cabo la investigación, los psicólogos reclutaron a 106 sujetos que tenían entre 18 y 40 años de edad. La mitad de los participantes habían sido diagnosticados con depresión y la otra mitad eran sujetos sanos. Durante el curso de 7 a 8 días, ellos llevaron consigo una Palm Pilot (agenda electrónica) donde registraban sus emociones 56 veces al día. Al informar sobre sus emociones, marcaron el grado en que sentían 7 emociones negativas (triste, ansioso, enojado, frustrado, avergonzado, disgustado y culpable) y 4 emociones positivas (alegre, excitado, alerta y activo) en una escala de 1 a 4. Al observar las respuestas, los investigadores encontraron una tendencia de los participantes a registrar múltiples emociones (por ejemplo: disgustado y frustrado). Y también hallaron que las personas clínicamente deprimidas tenían menos habilidad para diferenciar las emociones negativas en comparación a los sujetos que estaban sanos. Los psicólogos también pudieron observar que las personas con y sin depresión clínica fueron iguales a la hora de diferenciar entre las emociones positivas. Es posible que las personas que están clínicamente deprimidas pueden diferenciar entre las emociones positivas como una estrategia de afrontamiento. Ser específico sobre tus emociones puede ser bueno para ti “Nuestros resultados sugieren que ser específico sobre tus emociones puede ser bueno para ti. Lo mejor sería evitar pensar que estás generalmente mal o te sientes desagradable. Se específico ¿Sientes ira, vergüenza, culpa o alguna otra emoción? Esto puede ayudarte a mejorar tu vida.” sostuvo Demiralp Este estudio resalta la importancia de la aceptación y validación de las emociones en nuestra salud. Los investigadores creen que este enfoque puede ofrecer más opciones de tratamiento en un futuro cercano. Fuente: Feeling Guilty Versus Feeling Angry – Who Can Tell the Difference?

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología aplicada

Entrenar la memoria podría aliviar los síntomas de la depresión

  • David Aparicio
  • 24/09/2012
Una reciente investigación dirigida por Laura Jobson de la Universidad de East Anglia y  Tim Dalgleish, Doctor de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Unidad de investigación Médica de Cambridge y próxima a ser publicada en la revista Clinical Psychological Science, sugiere que el entrenamiento de la memoria puede ayudar a los individuos a recordar eventos específicos y consecuentemente reducir los síntomas de la depresión. Según los expertos, la depresión está generalmente acompañada por una inhabilidad para recordar objetos o situaciones del pasado. Esta inhabilidad deteriora la capacidad de resolver problemas y conlleva a concentrarse en sentimientos que provocan distress.

¿Cómo se realizó la investigación?

Los investigadores estudiaron si un programa de entrenamiento, el Memory Specificity Training, puede mejorar la memoria de los eventos pasados y mejorar los síntomas de la depresión. Para lograr esto el equipo reclutó a 23 adolescentes afganos que habían perdido a sus padres durante la guerra de Afganistán y que mostraban síntomas de depresión. Doce de los adolescentes fueron asignados al azar para participar en el programa de entrenamiento de memoria y once fueron asignados a no recibir el entrenamiento (grupo control) Todos los adolescentes completaron una prueba de memoria que consistía en 18 imágenes con  palabras positivas, neutrales y negativas en Persa y se les pidió que recordaran un recuerdo específico relacionado con cada palabra. Luego sus respuestas fueron categorizadas en un tipo específico y no específico de recuerdos. Además, los participantes completaron cuestionarios diseñados para evaluar los síntomas de la depresión y ansiedad. Durante cinco semanas, los sujetos asignados asistieron a un programa semanal de 80 minutos de sesión de grupo en el que aprendieron sobre diferentes tipos de memoria y recuperación de memoria, y practicaron recordar recuerdos específicos después de haber recibido palabras claves positivas, neutrales y negativas. Al final de las cinco semanas de entrenamiento, se le aplicó la misma prueba de memoria que se le había aplicado al inicio del estudio a los dos grupos.

¿Qué encontró el equipo investigador?

Los adolescentes que participaron en el entrenamiento fueron más capaces de proveer recuerdos específicos que aquellos que no recibieron la intervención. Además, el grupo que recibió entrenamiento mostró menos síntomas de depresión que el grupo control luego de los dos meses de seguimiento. Los investigadores descubrieron que la relación entre los participantes del grupo control y los síntomas de la depresión durante el seguimiento se podría explicar por los cambios en la recuperación de la memoria específica en el tiempo. Y creen que en el futuro los programas de entrenamiento podrán ser un complemento de la terapia cognitivo conductual para lograr un mejor y más completo tratamiento para aliviar los síntomas de la depresión. Fuente: Memory Training May Help Relieve Depression

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología clínica

6 ideas para tu (de)formación como psicoterapeuta

  • Jorge Ayala Salinas
  • 24/09/2012

1. Las terapias son construcciones

No cabe duda que en la terapia trabajamos básicamente con construcciones de nuestros clientes. Incluso nosotros mismos trabajamos desde nuestra propia construcción de una lente materializada en conceptos y definiciones a través de las cuales podemos ver lo que nos rodea y co-construir posibilidades de cambio y narraciones alternativas más útiles. La terapia es un proceso lingüístico, de “juegos de lenguaje” -en palabras de Wittgenstein- donde se fomenta un lenguaje centrado en las soluciones y los recursos, contrariamente al lenguaje del déficit y los problemas que promueven otras terapias.

2. No busques claves ocultas debajo de lo que escuchas y aparece

En una curiosa entrevista, el gran escritor argentino Alan Pauls señala: “Luego de tantos años de psicoanálisis me di cuenta que todo está en la superficie”. El mito de la profundidad de las cosas En la terapia trabajamos con narraciones. No es trabajo nuestro -aunque resulte una tentación formativa- “leer entre líneas” o “ver más allá de lo evidente” para descubrir cómo son las cosas realmente. Cuando realicé uno de mis internados, la responsable del consultorio enfatizaba cada vez que podía mi ingenuidad, mi desmedida confianza, mi ineficaz aptitud para creer en la gente y la superficie de lo que me contaban. Nunca dejó de asegurarme que detrás de lo que oía y apreciaba, existía una realidad profunda que no me contaban, difícil de resolver. Nunca entendí esta forma de presionarme cada vez que le contaba una de mis aventuras colaborativas y el modo en que la gente lograba disolver aquello que traía a consulta. “Te están mintiendo”, eran sus conclusiones. El mito de la profundidad de las cosas, de los niveles de existencia, de la cebolla que debe pelarse y de la función del síntoma conducen a pensar que detrás del problema que nos presentan existe un problema estructural o un grave conflicto interpersonal. Hay que recordar que una queja o demanda sólo indican lo mismo: una queja y una demanda. No es tarea nuestra encontrar claves ocultas.

3. Rechaza el normativismo

Existen muchos modelos de normalidad preconizados por la psicología y las tecnologías del liderazgo y el desarrollo humano. Han creado su propio patrón de sanidad e incluso un ideal de familia. No es labor terapéutica intentar ajustar a las personas dentro de estos ideales. El respeto por el universo particular de cada cliente, por sus valores, sueños y esperanzas construidas a lo largo de su vida es uno de los valores de la relación terapéutica. La singularidad de sus construcciones es algo que debemos explorar comunitariamente, vinculándonos con curiosidad y respeto. No existe un ideal de “persona sana” o de “familia funcional”. Existen tantas formas de actuar y comportamientos como arena en el mar. La terapia no constituye el intento de ajustar a nuestros clientes en una narrativa ideal. Existen viejas sospechas que rodean el inicio de una terapia, por ejemplo que la mala conducta de un niño está inexorablemente relacionada con el sistema conyugal y que hay que resolver primero el conflicto de los padres.Existe una vieja obsesión de ayudar dónde no nos llaman. Si una familia busca ayuda para su hijo y suponemos e insinuamos hipotéticamente que es resultado de una “relación disfuncional” en la pareja podemos espantarlos ya que podemos estar equivocados. Si asumimos una posición sistémica podemos asumir que el cambio en la conducta del hijo puede provocar otros cambios en la relación conyugal sin presumirlo. Existen muchos modelos de normalidad preconizados por la psicología Particularmente me ha sucedido: algunos psicólogos en la escuela me ha derivado el tratamiento de algunos niños con problemas de conducta en el aula y al terminar de describirme la situación, no dejaron de agregar: “trabaja primero la relación de los padres”, cosa que nunca hice ya que nunca me lo pidieron. La familia llegaba a consulta con un relato y sobre ese relato construíamos la relación y colaboración con el niño. Y alguna vez sucedió algo particular: luego de resolver la situación del niño en la escuela y concluir la terapia, los padres, cuya condición legal era de convivientes, terminaban casándose y reafirmando su compromiso como pareja. Sin haber recurrido a la dichosa terapia conyugal.

4. No hace falta conocer el problema para disolverlo

“Para abrir una puerta no es necesario tener una llave que se corresponda exactamente con la forma de la cerradura”, señala el gran Steve de Shazer: “Es suficiente con usar una ganzúa que abra el mecanismo”, continúa. Podemos pasar directamente a hablar de soluciones e identificar aquello que desean conseguir los clientes si la relación lo requiere, detectando recursos, fortalezas y aquellas cosas que vienen haciendo muy bien a pesar del problema (las excepciones), buscando formas de seguir manteniendo en marcha los primeros cambios con que llegan las personas a la consulta. Para Ricardo Ramos, un gran terapeuta español y amigo, la primera visita contiene el cambio que viene después. No hace falta conocer el problema -cuyo relato puede volver a causar dolor, fastidio y una vergüenza que muchas veces las personas prefieren evitar y repetir- para colaborar en la solución. No es necesario tener abundante y suficiente información del problema, ni conocer las causas, su historia, la génesis y la frecuencia con que se produce para ayudar efectivamente.

5. Las personas cuentan con los recursos necesarios para lograr sus objetivos

La terapia narrativa tiene un maravilloso concepto para graficar esta idea. Le llama “lo ausente pero implícito”a todo ese conocimiento (habilidades, recursos, formar personales de combatir la opresión)que ha quedado invisibilizado por el problema y no puede ser usado en ese momento ya que se encuentra olvidado. Nuestra tarea consistirá en utilizar la conversación y nuestras preguntas para re-descubrir y movilizar esos recursos e historias que la gente ha olvidado en el menor tiempo posible, de manera que podamos recuperar el agenciamiento. Cuando encontramos una excepción al problema encontramos una maravillosa llave que centra la conversación en soluciones e increíbles historias alternativas a la realidad del problema, generando optimismo en el presente y esperanzas para el futuro. Cuando encontramos una excepción al problema encontramos una maravillosa llave que centra la conversación en soluciones

6. Nada existe sin un contexto

El problema y las conductas y relaciones que lo sostienen ocurren en un contexto, en un sistema lingüístico relacional, entre personas que generan significados y desarrollan su propio lenguaje y sentido en función de su organización específica y de su forma particular de resolver problemas. Lo que le sucede a la persona no responde ni está en función a conflictos internos o inconscientes, sino que viene configurado por interacciones en un contexto. Consecuencia de ver las cosas de esta manera está en considerar que todo pequeño cambio introducido en una situación puede ser advertido por otros miembros del medio, por ejemplo la pareja, los hijos o los compañeros de trabajo, que pueden retroactuar con el cliente ampliando el cambio y constituyendo con sus reacciones un verdadero efecto bola de nieve. Debemos considerar que si cambio uno, cambia el sistema.

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología aplicada

¿Somos totalmente racionales a la hora de tomar decisiones?

  • David Aparicio
  • 23/09/2012
Nos gusta pensar que somos racionales y que antes de hacer un juicio moral realizamos un profundo análisis de las repercusiones de nuestras decisiones, pero una reciente investigación sugiere que nuestros juicios de moral surgen principalmente de la intuición. Al parecer nuestras emociones conducen nuestra intuición, dándonos esa sensación en nuestras entrañas de que algo esta “bien” o “mal”. En algunos casos parece que podemos anular estas reacciones iniciales. El director de la investigacion, Matthew Feinber, y sus colaboradores hipotetizaron que esto podría ser el resultado de una reevaluación, un proceso por el cual amortiguamos la intensidad de nuestras emociones centrándonos en una descripción intelectual de por qué estamos experimentando la emoción.

La investigación

Los participantes leyeron historias que describían dilemas morales y conductas que los sujetos probablemente encontrarían como repugnantes. Los participantes que reevaluaron lógicamente los escenarios fueron menos propenso a realizar juicios de moral basados en la intuición. Estos descubrimientos sugieren que aunque nuestras respuestas emocionales provocan intuiciones morales, estas emociones también puede ser reguladas. Para los investigadores somos al mismo tiempo «amos» y «esclavos», con la capacidad de ser controlados, pero también podemos darle forma a nuestro proceso de juicio emocional.

El fin no justifica los medios

En los dibujos animados o en las películas, cuando el superhéroe es forzado por el villano a elegir entre salvar a una persona (por lo general es la que aman) o salvar a muchos inocentes. El villano espera que el superhéroe tome una decisión entre tomar una elección deontológica (esta mal sacrificar a una persona por muchas) o una elección utilitaria (es mejor salvar a muchas personas que a una sola). La mayoría de las personas, incluyendo los superhéroes, tienden a utilizar su imaginación para visualizar estos escenarios difíciles. Para investigar el rol que juega la imaginación visual en el juicio moral, los investigadores Elinor Amit y Joshua Greene probaron si un grupo de voluntarios era más orientado a lo verbal o a lo visual, luego les presentaron dilemas morales. Las personas orientadas visualmente fueron más propensas a realizar juicios deontológicos, centrándose en una persona sobre muchos. Esto puede deberse a que fueron más propensos a visualizar el daño que estaban causando. Por eso los investigadores creen que la imaginación puede influenciar al juicio moral de las personas

Fuente: How Do We Make Moral Judgments? – Insights From Psychological Science

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología aplicada

Estudio revela las raíces de la tentación al chocolate

  • Alejandra Alonso
  • 23/09/2012
Evidencias producto de investigaciones realizadas con ratas permiten explicar por qué el chocolate es tán irresistible. Las huellas cerebrales de las ansias de comer en exceso estas deliciosas golosinas, se ubican en una inesperada parte del cerebro y se relacionan con la producción de un químico natural parecido al opio, de acuerdo con un reporte publicado online el 20 de Septiembre en Current Biology.

“Esto significa que el cerebro tiene sistemas más extensos de los que antes se creía, para hacer que los individuos consuman en exceso algunas recompensas (comidas),” dice Alexandra DiFeliceantonio de la Universidad de Michigan, Ann Harbor. “Y puede ser una de las razones por las que el comer en exceso es un problema hoy.”

El experimento realizado por el equipo de DiFeliceantonio consistió en darles a los animales un estímulo artificial con una droga liberada justo en una región del cerebro llamada neoestriado. Las ratas se dieron atracones con más del doble de chocolates M&M de lo que habrían consumido de otra manera. Los investigadores encontraron que la encefalina (químico similar a una droga, producido de forma natural en esa misma región cerebral) también surgía cuando las ratas comían bocados cubiertos con caramelo. No es que la encefalina o drogas similares hacen que a las ratas les guste más el chocolate, explican los investigadores, sino que los químicos del cerebro aumentan su deseo e impulso de comerlos. Los descubrimientos revelan una sorpresiva extensión del rol del neoestriado, nota DiFeliceantonio, ya que la región cerebral fue vinculada principalmente al movimiento. Hay razones para esperar que los resultados en ratas puedan decirnos mucho sobre nuestras tendencias al atracón. “La misma área cerebral que pusimos a prueba aquí está activa cuando las personas obesas ven comidas y cuando los adictos a la droga ven escenas de droga,” dice ella.“Parece probable que nuestros descubrimientos en cuanto a la encefalina en ratas signifique que este neurotransmisor puede conducir algunas formas de consumo excesivo y adicción en humanos.” Los investigadores tienen la esperanza de poder descubrir un fenómeno relacionado que algunos de nosotros deseamos que pudiéramos controlar: qué sucede en nuestros cerebros cuando pasamos cerca de nuestro restaurante de comida rápida favorito y sentimos el repentino deseo de parar. El estudio destacó que:
  1. El aumento de encefalina en el neostriado es disparado por el consumo de recompensas dulces.
  1. La ingesta intensa es generada específicamente en la parte anteromedial del neoestriado dorsal.
  1. La estimulación opioide del neostriado causa más consumo pero no más “preferencia” por los dulces.
Fuente: Enkephalin Surges in Dorsal Neostriatum as a Signal to Eat; Brain study reveals the roots of chocolate temptations

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología clínica

Vigencia de Freud

  • Luis Hornstein
  • 21/09/2012
El 23 de septiembre se cumplen 73 años de la muerte de Freud. ¿Cuánto de Freud nos queda en nuestras arcas? Lo cual supone que tenemos arcas, además de un mundo asolado por destrucciones y miserias, que tenemos un patrimonio. El psicoanálisis es una práctica entre otras, a las que afecta y por las que es afectada. Más que insertar al psicoanálisis en la cultura se trata de dejar de negar que está inserto.

En vida de Freud y después de Freud, el psicoanálisis ha sido atravesado por diversas líneas teóricas y por diversas prácticas clínicas. Un enorme capital acumulado, pero no pasivo sino en permanente inversión productiva, que a veces hace olvidar que, hoy por hoy, los fundamentos son freudianos. Los fundamentos y el disparador. Por eso la lectura de Freud es un paso ineludible para quien aspire a reformular, con los recursos teóricos actualmente disponibles, los innumerables problemas que requieren ser dilucidados. Pero no basta con Freud.

Una lectura histórico-crítica-problemática de Freud implica relegar conceptos que se han vuelto impensables desde la racionalidad actual diferenciando entre la historia caduca y la historia constituida por el pasado actual (que define los conceptos aún válidos).

Umberto Eco (1997) ante la pregunta de cómo reflexionar sobre un pensador del pasado, responde: “Tomar en serio todo lo que ha dicho es como para abochornarse. Ha dicho, entre otras cosas, un montón de estupideces. Honestamente: ¿Hay alguien que sienta que vive como si Aristóteles, Platón, Descartes, Kant o Heidegger tuvieran razón en todo y para todo? Cada uno ha tratado de interpretar sus experiencias desde su punto de vista. Ninguno ha dicho la verdad, pero todos nos han enseñado un método de buscar esta verdad. Esto es lo que hay que entender, no si es verdad lo que dijeron, sino si es adecuado el método con el que han tratado de responder a sus interrogantes”.

Para algunos el psicoanálisis ya no es contemporáneo

Para algunos el psicoanálisis ya no es contemporáneo. Otros ni deprimidos ni eufóricos están luchando con los nuevos desafíos clínicos, teóricos y transdisciplinarios. Una vez apareció en un periódico que Mark Twain había muerto. El escritor, que estaba vivo y con el humor siempre despierto, les mandó un telegrama: “Noticia de deceso muy exagerada”. Twain no dijo “falsa”, dijo “exagerada”. Observen ese matiz.

Científicos, filósofos, etc., todos heredan. En el legado se reciben objetos valiosos y trastos viejos. No se trata de administrar un patrimonio sino de ponerlo a producir. Para lo cual, en la vida y en la teoría, hay que abandonar la fascinación. “La idea de herencia implica no solo reafirmación y doble exhortación, sino a cada instante, en un contexto diferente, un filtrado, una elección, una estrategia.

Un heredero no es solamente alguien que recibe, es alguien que escoge y que se pone a prueba decidiendo” (Derrida). Somos herederos, pero no del gran hombre sino de su obra. Trabajemos la obra de Freud definiendo sus condiciones de posibilidad, sus principios, sus métodos, desentrañando su idiosincrasia teórica, histórica y pragmática, dando cuenta de sus fuentes, sus referencias conceptuales, sus fundamentos y sus finalidades.

Evitemos la fascinación

Evitemos la fascinación. En 1921 Freud afirma que la idealización “falsea el juicio”. El objeto idealizado “sirve para sustituir un ideal del yo propio, no alcanzado”. generando el autosacrificio del yo. Nietzsche (1881) lo dice en un molde imperativo: “¡Si aspiráis a las alturas, usad vuestras propias piernas! ¡No os dejéis llevar arriba; no os encaraméis en hombros y cabezas ajenos!”. Cuando se activan ciertas ilusiones prevalece la idealización como ocurre en el enamoramiento en la hipnosis, y en el dogmatismo.

De la fijación neurótica a la filiación simbólica

Todo saber, en tanto deviene saber instituido, porta el germen de su propia esclerosidad. Una historización y actualización de los fundamentos para problematizarlos y renovarlos hace que lo instituyente (Castoriadis) repercuta sobre la práctica y que ésta vuelva a actuar sobre los fundamentos. El riesgo del fundamentalismo está siempre allí. Cuando Freud deja de ser una referencia al origen para ser un punto de llegada, se convierte en una identificación cristalizada dando lugar a tantas ortodoxias coaguladas. Por el contrario, Freud y su obra deben constituir una identificación fundante que remita a una filiación simbólica.

No nos resignemos a ser alelados discípulos crónicos. Ni a deponer la pasión. Hay pasión cuando nos identificamos con ese Freud dispuesto a cuestionar lo dado, nunca sentado en los laureles. En caso contrario el deseo de no tener que pensar convierte al pensamiento en ecolalia. Un psicoanalista es una trayectoria. Día a día procesa sus lecturas, su experiencia clínica, su propio análisis, su participación en diversos colectivos. Va complejizando su escucha, jaqueada por una teorización insuficiente o tan consciente, tan sistemática, que dejara de flotar.

El psicoanálisis no nació aislado. Ni se consolidó haciendo oídos sordos a su época

¿Estamos actualizados o seguimos como si el mundo no hubiera cambiado? ¿No serán viejos nuestros paradigmas? ¿Cómo es hoy nuestra subjetividad? ¿Un mecanismo de relojería, como lo era en el siglo XVIII? ¿Una entidad orgánica, como en el XX? No. Hoy la metáfora para nuestra subjetividad es un flujo turbulento.

Fundamentarse en Freud no es garantizarse en Freud ni menos que menos atarse a él. Hoy estamos obligados a pensar el psicoanálisis, con la física, la biología, las neurociencias, las ciencias sociales, la epistemología de hoy. No con las de Freud. El psicoanálisis no nació aislado. Ni se consolidó haciendo oídos sordos a su época. Y ahora, en que se advierten signos de agotamiento de cierto discurso psicoanalítico anquilosado, que se quiso sentar en sus laureles, el intercambio es más necesario que nunca.

No le escapo al diálogo. Le escapo al reduccionismo, es decir a la simplificación excesiva en el abordaje de un tema complejo. A los reduccionismos, porque cada disciplina tiene el suyo.

Para la ideología reduccionista en biología (biologicismo) las problemáticas psíquicas serían consecuencia de la constitución genética. Se les niega cualquier papel a las problemáticas psíquicas, sociales, históricas. La ideología reduccionista en psicología (psicologismo), a su turno, hace oídos sordos a los aspectos biológicos, a los socio-históricos y al cuerpo.

El sociologismo no considera casi la historia individual y familiar. Por el contrario se trata de inscribir al psicoanálisis en el paradigma de la complejidad. Y así entendemos los conflictos humanos y neuróticos debido a la acción conjunta y difícilmente deslindable, de la herencia, la situación personal, la historia, la enfermedad corporal, las condiciones histórico-sociales, las vivencias, los hábitos y el funcionamiento del organismo.

Se trata de inscribir al psicoanálisis en el paradigma de la complejidad

La filiación implica abrir un futuro al pasado, oponiendo un olvido pasivo al activo. El pasivo es el de los fundamentos. Perpetúa todo lo que tiene un valor de origen. El olvido activo es lo que Nietzsche denominó la fuerza del olvido. Ese “hacer lugar a lo nuevo” cumple una función liberadora, evitando la parálisis debido al exceso de memoria.

Sobre el Autor: Luis Hornstein *Premio Konex de platino en psicoanálisis (década 1996 a 2006). Sus últimos libros son Narcisismo (Paidós), Las depresiones (Paidós) y Autoestima e identidad (F.C.E.). Puedes escribirle a su email: [email protected].

Imagen: NPR

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

  • Psicología aplicada

Cinco formas de afrontar el estrés cuando estás embarazada

  • Alejandra Alonso
  • 21/09/2012
El estrés es una realidad en la vida de todas las personas. Todos luchan con el estrés relacionado a sus trabajos, finanzas o relaciones. Pero cuando estás embarazada puedes enfrentar estresores adicionales. Por ejemplo, puedes preocuparte por la salud de tu bebé, que es de hecho uno de los estresores más comunes en embarazadas, de acuerdo con Christina G. Hibbert, psicóloga clínica y experta en salud mental y postparto. También puedes estresarte al prepararte para la llegada de tu bebé, dice ella. Y si has experimentado problemas con tu embarazo actual o un aborto espontáneo previo, puedes estar sintiéndote especialmente ansiosa. Hibbert compartió formas efectivas mediante las cuales las futuras mamás pueden afrontar el estrés: 1- Mueve tu cuerpo: De acuerdo con Hibbert, las mujeres embarazadas que se ejercitan (bajo el cuidado de sus médicos) son más capaces de manejar el estrés. Puedes encontrar más información sobre ejercicio y embarazo aquí. 2- Consigue apoyo: Hable con sus amigos o únase a un grupo de apoyo para embarazadas, dice Hibbert. Te pueden ayudar a minimizar los sentimientos de presión y estrés, brindar apoyo y resolver problemas contigo. 3- Siente tus sentimientos: “Muchas mujeres ignoran o niegan sentir estrés, pero este simplemente se acumula hasta que sientes que vas a explotar,” dice Hibbert. Ella sugiere sentarte con tus emociones, con alguien en quien confíes. “Deja que alguien que se preocupa por tí, este contigo, te sostenga la mano, te escuche y lo sienta contigo.” Ella también recomienda practicar la respiración profunda todos los días. Hacerlo calma el estrés e incluso ayuda en el parto. Intenta lo siguiente: “Inhala profundamente mientras cuentas lentamente hasta cinco; luego exhala lentamente en cinco. Repítelo por 5 o 10 minutos.” Otro enfoque que ella recomienza es canalizar tus emociones en arte, como escribir en un diario, pintar, dibujar o realizar actividades relacionadas con la música. 4- Haz del sueño una prioridad: “Cuando estás embarazada necesitas más horas de sueño que lo normal, y no puedes permitirte quedarte despierta hasta tarde, levantarte muy temprano e irte todo el día,” dice Hibbert. “El impuesto que cobra en tu cuerpo y en el bebé no lo vale.” Ya que el sueño es acumulativo, cada siestita cuenta. Así que vuélvete a dormir cuando despiertes, toma siestas frecuentes y duerme cuando puedas, sugiere Hibbert. Dormir lo suficiente durante el tercer semestre puede ser especialmente difícil. Culpa a tu floreciente panza, tu débil vejiga y los pensamientos en cuanto al inminente nacimiento. Para sobreponerse a tales desafíos, Hibbert sugiere utilizar una almohada para apoyar tu cuerpo, limitar cuánto bebes a la tarde y a la noche y escribir tus preocupaciones para despejar tu mente. 5- Busca terapia: “Muchas mujeres piensan que se sentirán mejor ‘cuando el bebé llegue’, pero generalmente es lo opuesto: el estrés tiende a incrementarse cuando el bebé nace,” dice Hibbert. Así que si el estrés está minando tu salud o funcionamiento, no vaciles en ver a un terapeuta. “Cuanto antes busques ayuda, mejor para tí, tu bebé y tu familia.” La Dra. Cristina Hibbert es psicóloga clínica, experta en Salud Mental Postparto, Salud emocional de la Mujer, Duelo y Pérdida y Maternidad y Crianza. Si quieres saber más sobre ella visita su sitio web. Fuente: 5 ways to cope with stress when you’re pregnant Imagen:  Stuart_Handy (Flickr)

Sponsor exclusivo

Curso online con casos clínicos, técnicas de TCC y certificación. Por Carmela Rivadeneira y Ariel Minici.

Paginación de entradas

Anterior 1 … 661 662 663 664 665 … 679 Próximo
Sponsor exclusivo de la semana
Formación Método Gottman Nivel 1

Únete a Psyciencia Pro y apoya nuestro trabajo 💞.

      Únete a la membresía    
Contenido para miembros
  • Inicia sesión
  • Tips para terapeutas
  • Podcast
  • Recursos
  • Webinars
  • Artículos
  • Vínculo fuerte entre TDAH y acumulación compulsiva
  • «Formación accesible para psicólogos» con Miguel Valenzuela – Watson, episodio 10
  • 10 ilustraciones para usar en terapia
  • Club de lectura: El poder de los hábitos
  • Seinfeld, psicoterapia y la búsqueda de la maestría
Psyciencia
  • Contáctanos
  • Publicidad
  • Nosotros
  • Publica
Psicologia y neurociencias en español todos los días

Ingresa las palabras de la búsqueda y presiona Enter.