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Publicaciones por mes

enero 2016

49 Publicaciones
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

«Yo soy visual» – El mito de los estilos de aprendizaje

  • Fabián Maero
  • 25/01/2016
Mito de estilo de aprendizaje

─ Yo más bien aprendo de manera visual, necesito ver las cosas.

¿Han escuchado frases así (quizá reemplazando “visual” por “auditivo” o “kinestésico”)? Si es así, bienvenidos al fascinante mundo de los estilos de aprendizaje, y bienvenidos a una nueva entrega de nuestra serie de artículos “Haciendo Enemigos”.

La hipótesis de los estilos de aprendizaje se hizo popular en los 70’ en el ámbito de la educación, y aproximadamente se puede formular así: “las personas se diferencian en cuanto a qué tipo de modalidad de aprendizaje es más efectiva para ellas” (Pashler, Mcdaniel, Rohrer, & Bjork, 2009)

Dicho de otro modo, postula que cada persona tiene una forma distintiva de aprender, y si esa forma es correctamente evaluada y el docente se ajusta a ella, el aprendizaje será más fluido y eficaz para esa persona.  Por ejemplo, uno de los modelos más populares de estilos de aprendizaje (y que vamos a usar varias veces de ejemplo en este artículo, pero no es el único), sugiere que las personas se dividen según su estilo de aprendizaje en visuales, auditivas o kinestésicas, según el medio de aprendizaje: las personas visuales aprenden mejor con gráficos y diagramas, las auditivas aprenden mejor escuchando, y las kinestésicas aprenden mejor a través del movimiento y la experiencia.

“las personas se diferencian en cuanto a qué tipo de modalidad de aprendizaje es más efectiva para ellas”

La hipótesis de los estilos de aprendizaje tiene consecuencias que no son desdeñables, ya que involucraría una serie de cambios en nuestra forma de enseñar y aprender. Después de todo, si fuera cierta implicaría que un alumno que recibiera una enseñanza ajustada a su estilo de aprendizaje obtendría mejores resultados que alguien cuya enseñanza no fuera ajustada a su estilo de aprendizaje. Podríamos decir que la hipótesis de los estilos de aprendizaje comprende tres ideas:

  • Las personas tienen distintos estilos de aprendizaje que se agrupan en categorías.
  • Los estilos de aprendizaje pueden ser evaluados confiable y consistentemente.
  • Recibir enseñanza en el estilo de aprendizaje propio lleva a mejores resultados (y a peores resultados cuando se aprende en un estilo ajeno).

¿Cuáles estilos de aprendizaje?

Hasta aquí la cosa pareciera completamente evidente ─ lo cual debería bastar para ponernos en guardia. Los problemas empiezan a aparecer cuando intentamos precisar qué y cuáles son los estilos de aprendizaje. Después de todo, el estilo de aprendizaje que usamos como ejemplo (visual/auditivo/kinestésico, o VAK), es sólo una de entre muchas clasificaciones posibles. ¿Cuántas clasificaciones? Demasiadas, según parece.

Coffield, Moseley, Hall, y Ecclestone (2004), contaron 71 modelos de estilos de aprendizaje, mientras que Mitchell (1994), sostiene que hay más de 100. Cada uno desarrollado por distintas personas, proponiendo categorías e instrumentos de evaluación (tests, generalmente), distintas. La mayoría de esos modelos establece “tipos” -es decir, clasifican a la personas en categorías separadas, no en dimensiones- y suelen establecer polaridades dicotómicas. Por ejemplo, esa lista de 71 modelos incluye (sin agotarse) grupos de estilos de aprendizaje tales como:

  • Intuitivo/Analítico
  • Télico/Paratélico
  • Negativismo/Conformidad
  • Visual/Verbal
  • Holista/Analista
  • Simultáneo/Sucesivo
  • Abordaje Profundo/Abordaje Superficial
  • Activo/Reflexivo
  • Sensorial/Intuitivo
  • Secuencial/Global
  • Tolerante/Intolerante
  • Competitivo/Colaborativo
  • Participante/Evitativo
  • Heurístico/Algorítimo
  • Convergente/Divergente
  • Sintetizador/Idealista/Pragmatista/Analista/Realista
  • Teorista/Humanitario
  • Organizador/Innovador
  • Asimilador/Explorador
  • Perceptivo/Receptivo
  • Serialista/Holista
  • Amplio/Estrecho,

Y un largo, largo etcétera (traduje aquí aproximadamente una cuarta parte del listado, pueden ver la lista completa en Coffield y colaboradores, 2004). Como se puede observar, no hay absolutamente ningún criterio respecto a qué se considera “estilo de aprendizaje”, ya que puede referirse tanto al tipo de material (verbal/visual, por ej.), como a ciertas características del estudiante (competitivo/colaborativo, por ej.).

no pudimos encontrar apoyo a la hipótesis de que los verbales deben recibir instrucciones verbales y que los visuales deben recibir instrucciones visuales

Una aclaración es necesaria en este punto: no estamos hablando de preferencias aquí, sino de estilos de aprendizaje; preferir una modalidad no es lo mismo que obtener mejores resultados cuando el aprendizaje se da en esa modalidad (así que si van a dejar un comentario en la línea de «yo aprendo más con la modalidad X», ya saben a qué atenerse)

Una regla que parece aplicar bien a este caso es la siguiente: con frecuencia el nivel de confusión conceptual está en relación inversamente proporcional con el nivel de la evidencia disponible (usen esta regla como guía al lidiar con literatura académica, me lo pueden agradecer luego).

En este caso, si fuéramos a evaluar el estilo de aprendizaje de los alumnos, la pregunta que podríamos hacer es: ¿con qué clasificación? Evaluar 71 modelos, cada uno involucrando varias categorías, es ciertamente excesivo: ¿evaluamos si el alumno es convergente/divergente/asimilador/acomodador, si es visual/auditivo/kinestésico o si es secuencial concreto/aleatorio abstracto/secuencial abstracto/aleatorio concreto? Y en caso de que eligiéramos una de las setenta clasificaciones disponibles, ¿qué tan confiable resultaría esa clasificación?

Como quizá sepan, para que una evaluación o test que mide una variable psicológica se sostenga, en psicología se exige que exhiba buenas propiedades psicométricas, es decir, que tenga una buena consistencia interna, confiabilidad test-retest, validez predictiva y de constructo. Es decir, que mida de manera consistente lo que dice medir.

Es aquí en donde encontramos el primer problema. En la revisión de Coffield y colaboradores (2004), se seleccionaron 13 de los 71 modelos, y se evaluaron sus propiedades psicométricas: seis no cumplieron con criterios psicométricos, tres “se acercaron a cumplir” con los criterios psicométricos, otros tres cumplieron la mitad… Sólo uno de los modelos cumplió con los requisitos mínimos psicométricos (y el que cumplió con los requisitos no está dirigido tanto a estudiantes sino más bien a docentes y managers…).

Para resumir, de setenta y un modelos de estilos de aprendizaje solo uno cumplió con requisitos psicométricos básicos, lo cual ni siquiera es algo excepcionalmente destacable; es el mínimo absoluto que uno puede esperar de una herramienta de evaluación. Ciertamente, no parece prometedor si se tiene en cuenta que la hipótesis ha estado dando vueltas durante 40 años.

¿Vale la pena?

Como mencionamos al principio de este artículo, la hipótesis de los estilos de aprendizaje implica que los alumnos aprenderán mejor si la enseñanza es entregada en el estilo de aprendizaje propio, por tanto, los estilos de enseñanza deben ajustarse al alumno.

Así, al aprender un contenido, digamos, conceptos matemáticos, los alumnos “visuales” aprenderán mejor con gráficos y diagramas, los “auditivos” escuchando una clase oral, y los “kinestésicos” haciendo experimentos con objetos, por poner un ejemplo un tanto burdo. Si a un alumno “visual” se le intenta enseñar en modalidad “kinestésica”, por ejemplo, sus resultados serán menores (no aprenderá un cuerno, digamos).

La literatura falla en proporcionar soporte adecuado para aplicar evaluaciones de estilo de aprendizaje en ámbitos escolares

La evaluación de esa hipótesis es relativamente directa, basta con evaluar el estilo de los participantes, enseñar un contenido o tarea y ver si los resultados son mejores cuando el aprendizaje se entrega en la modalidad preferida.

Eso fue precisamente lo que hicieron Massa y Mayer, (2006), en una serie de tres experimentos en donde evaluaron si seguir la modalidad preferida del alumno (visual o verbal), generaba diferencias en el aprendizaje.  Lo que encontraron es la modalidad de presentación no tiene impacto en términos de resultados. Digamos, si un alumno “visual” recibe un contenido de forma visual o verbal da lo mismo:

“En términos generales, a pesar de evaluaciones cuidadosas utilizando más de una docena de medidas de verbalizadores versus visualizadores, no pudimos encontrar apoyo a la hipótesis de que los verbales deben recibir instrucciones verbales y que los visuales deben recibir instrucciones visuales. En cambio, añadir ayudas visuales a una lección online que tenía mucho texto tendió a ser de utilidad tanto a visualizadores como a verbalizadores” (Massa y Mayer, 2006, p.334).

Pashler y colaboradores (2009), citan resultados similares en varios otros casos, y ofrecen la siguiente frase:

“La literatura falla en proporcionar soporte adecuado para aplicar evaluaciones de estilo de aprendizaje en ámbitos escolares. Más aún, varios estudios que utilizaron diseños de investigación apropiados encontraron evidencia que contradicen la hipótesis de los estilos de aprendizaje. Finalmente, incluso si un estudio de una clasificación particular de estilos de aprendizaje y sus métodos instruccionales correspondientes revelara la evidencia necesaria, tal hallazgo sólo apoyaría ese sistema de clasificación –y sólo si sus beneficios sobrepasaran el alto costo de las evaluaciones de los estudiantes y la instrucción personalizada” (p.116)

En la misma línea Lilienfeld, Lynn, Ruscio, & Beyerstein (2010) sostienen lo siguiente: “desde los 70 hasta ahora, la cantidad de estudios que no apoyaron este abordaje es la misma que los que sí la apoyaron (Kavale & Forness, 1987; Kratzig & Arbuthnott, 2006; Stahl, 1999; Zhang, 2006). Esto es mayormente porque ciertos estilos de enseñanza a menudo arrojan mejores resultados que otros sin importar el estilo de aprendizaje de los estudiantes (Geake, 2008; Zhang, 2006).

Algunos apuntes finales

Llegados a este punto, adherimos a lo que varios investigadores han afirmado: los estilos de aprendizaje constituyen un mito, una hipótesis cuyo sustento dista mucho de ser tan sólido como pareciera ser si diéramos fe a su popularidad y duración (Coffield et al., 2004; Lilienfeld et al., 2010; Riener & Willingham, 2010; Scott, 2010)

Por supuesto, decir que la hipótesis de los estilos de aprendizaje carece de evidencia sólida no significa afirmar que los alumnos son todos iguales, ni que las cosas son fantásticas así como están, ni que queremos que nadie aprenda nada, ni ninguna otra de las cosas de las cuales nos van a acusar en los comentarios (internet es un lugar mágico).

los estilos de aprendizaje constituyen un mito, una hipótesis cuyo sustento dista mucho de ser tan sólido como pareciera

No significa nada más que esto: hay poca evidencia que sustente esa hipótesis tal como está planteada, y ciertamente, no suficiente evidencia como para justificar el tremendo gasto de recursos que significaría evaluar a todos los alumnos y tener varias versiones de un mismo contenido según el estilo de los alumnos. No hay buena evidencia de que valdría la pena.

Sin embargo, efectivamente hay formas mejores de aprender ciertos materiales. Pero como varios autores señalan, quizá se trate de que algunos contenidos son más fáciles de aprender de ciertas maneras. No parece tener mucho sentido aprender salto en largo utilizando modalidad auditiva, o aprender a bailar utilizando gráficos, por ejemplo.

El diario satírico The Onion ilustra esto brillantemente cuando en uno de sus artículos refiere: Respaldados por expertos en educación olfatoria, padres de alumnos nasales están demandando que las escuelas públicas de Estados Unidos provean una currícula basada en olores para sus niños con dificultades académicas.

Pero no se trata de una especulación inocua; la hipótesis de los estilos de aprendizaje parece ignorar peligrosamente los contextos de los aprendizajes, para centrarse solamente en supuestas fortalezas individuales. En palabras de Lilienfeld, Lynn, Ruscio, & Beyerstein(2010):

“Los modelos de estilos de aprendizaje no parecen percatarse de la posibilidad de que los mejores abordajes para enseñar y aprender pueden depender de lo que los estudiantes están tratando de aprender. Considérese la primera pregunta del Inventario Paragon de Estilo de Aprendizaje: “cuando está en una nueva situación usualmente trata de a) intentarlo inmediatamente y aprender haciéndolo, o b) prefiere observar primero e intentar después?” Es difícil de responder esta pregunta sin conocer el tipo de situación nueva. ¿Aprenderías un nuevo lenguaje, resolverías ecuaciones matemáticas y realizarías rutinas gimnásticas usando los mismos métodos?”

Esto pareciera ser consistente con las conclusiones del estudio de Massa y Mayer que citamos antes: “añadir ayudas visuales a una lección online que tenía mucho texto tendió a ser de utilidad tanto a visualizadores como a verbalizadores”, es decir, enriquecer el material sirvió a todos por igual, más allá del estilo de aprendizaje asignado.

Quizá, pero esto ya es discusión para otro día, sea una buena idea utilizar estilos de enseñanza variados, eficaces y atractivos, sin que esto implique necesariamente una evaluación de hipotéticas características de los alumnos.

Y cerramos con las palabras de Frank Coffield (link): Le hacemos un flaco favor a los estudiantes al implicar que tienen solo un estilo de aprendizaje, más que un repertorio flexible del que escoger dependiendo del contexto.

Nos leemos la próxima!

Referencias

Coffield, F., Moseley, D., Hall, E., & Ecclestone, K. (2004). Learning styles and pedagogy in post-16 learning A systematic and critical review. Learning and Skills Research Centre, 84.

Lilienfeld, S. O., Lynn, S. J., Ruscio, J., & Beyerstein, B. L. (2010). 50 myths of popular psychology. John Wiley & Sons, Ltd.

Massa, L. J., & Mayer, R. E. (2006). Testing the ATI hypothesis: Should multimedia instruction accommodate verbalizer-visualizer cognitive style? Learning and Individual Differences, 16, 321–335. http://doi.org/10.1016/j.lindif.2006.10.001

Mitchell, D. P. (1994). Learning style: a critical analysis of the concept and its assessment. In R. Hoey (Ed.), Design for learning: aspects of educational technology. London: Kogan Page.

Pashler, H., Mcdaniel, M., Rohrer, D., & Bjork, R. (2009). Learning Styles Concept and Evidence. Psychological Science in the Public Interest, 9(3), 15.

Riener, C., & Willingham, D. (2010). The Myth of Learning Styles. Change: The Magazine of Higher Learning, 42(5), 32–35. http://doi.org/10.1080/00091383.2010.503139

Scott, C. (2010). The enduring appeal of “learning styles.” Australian Journal of Education, 54(1), 5–15. http://doi.org/10.1177/000494411005400102

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El carcoma del resentimiento – El País

  • David Aparicio
  • 24/01/2016

Él que diga que perdonar es fácil, claramente no sabe de lo que está hablando. Porque el perdón no es algo que se genera de la noche a la mañana. Es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo. Significa que pasamos la página y que avanzamos sin dejarnos consumir por la llaga del resentimiento.

La psicóloga Jenny Moix Queraltó sintetiza prodigiosamente lo que significa perdonar y desmitifica algunas de las creencias más populares que rondan al perdón: para perdonar hay que olvidar; perdonamos cuando nos reconciliamos con el que nos hirió; o que para perdonar hay que encontrar la explicación lógica al sufrimiento que el otro nos causó.

Moix Queraltó:

Hace tiempo impartí una conferencia en una prisión de hombres. En el discurso hablé de emociones tan corrientes como la vergüenza, la pena, la rabia, el miedo o el resentimiento. En el turno del debate, uno de los internos contó cómo al ingresar en el centro penitenciario se sentía muy dolido por algo que su novia y su mejor amigo le habían hecho. No dio más detalles. Simplemente explicó que cada día, al despertarse, se encontraba encerrado no solo tras las barreras físicas de la cárcel, sino en una auténtica jaula de rencor. El detalle más punzante es que confesó que estuvo varios años así. Un día se dio cuenta de que el resentimiento era absurdamente inútil. ¿Qué iba a conseguir fantaseando continuamente con vengarse? Semanas después, la bibliotecaria que me invitó a impartir aquella conferencia me contó que, a raíz de esa confesión, otros internos resentidos se acercaron a él porque también querían deshacerse de esa carcoma que sentían en el pecho. Después de escuchar el testimonio de su compañero, comprendieron que era posible dejar a un lado el rencor.

El efecto del perdón:

El milagro del perdón es que su capacidad corrosiva se va diluyendo. No solo mengua su mordiente, sino su aparición en la conciencia. Los recuerdos permanecen allí, pero, si se logra dejarlos atrás, es posible que no afloren tan a menudo. Al final aparecerán solo cuando se les invoque, pero nunca lo harán por sí mismos. Es comprensible que cuando el rencor está en plena ebullición, el resentido no se crea esta teoría, pero hay que confiar.

El artículo de Moix Queraltó es el mejor artículo que hoy leí y creo que puede ser de muchautilidad  para las personas que se sienten abrumadas por el resentimiento.

Lee el artículo completo en el diario El País.

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Sin categoría

Andrew Solomon: «Cómo los peores momentos de nuestra vida nos hacen quienes somos» (Vídeo)

  • David Aparicio
  • 24/01/2016
Vida momentos Andrew Solomon

Andrew Solomon es el orador de TED más interesante y emocionante que he visto. Cada una de sus conferencias es un deleite intelectual y emocional que muy pocos oradores logran alcanzar. Solomon no necesita de las exageradas técnicas de oratoria para mantener tu atención. Con su voz pausada y sus brazos cruzados en su espalda te transportará en una montaña rusa emocional y profundo análisis intelectual que te transporta a cada una de sus historias.

«Cómo los peores momentos de nuestra vida nos hacen ser quienes somos» es su última presentación en TED. En ella nos narra como encontró la resilencia en él y otras personas valientes que forjaron sentido a su vida después de sufrir de las adversidades. Su conferencia es una muestra de valentía y de acción que sirve de ejemplo para otras personas.

Te invito también a que veas otra de sus presentaciones en TED, titulada: «Depresión, el secreto que compartimos».

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El tamaño del cerebro no determina la inteligencia sino su integridad, según estudio

  • Maria Fernanda Alonso
  • 22/01/2016

El volumen del cerebro no tendría un vínculo relevante con el Coeficiente Intelectual. En cambio, su estructura e integridad parecen ser más importantes como una base biológica del CI, sugiere un estudio publicado en Neuroscience and Biobehavioral Reviews.

Un equipo internacional de investigadores, conducido por Jakob Pietschnig, Michael Zeiler, y Martin Voracek, de la facultad de Psicología de la Universidad de Viena, junto a Lars Penke (Universidad de Göttingen) y Jelte Wicherts (Universidad de Tilburg), realizaron un meta-análisis que examina las correlaciones entre el volumen cerebral in-vivo y el Coeficiente Intelectual. Basados en los datos de 148 muestras que comprenden más de 8000 participantes, reportaron una asociación robusta pero débil entre el tamaño del cerebro y el CI. Esta asociación parece ser independiente del sexo y la edad del participante.

Jakob Pietschnig, del Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad de Viena, explica que: “la asociación observada significa que el volumen del cerebro juega solo un rol menor al explicar el desempeño de los humanos en los tests de CI.” Y aclara que si bien se observa cierta asociación, “el volumen del cerebro parece ser sólo de una pequeña relevancia práctica. Más bien, la estructura e integridad del cerebro parecen ser más importantes como una base biológica del CI, mientras que el tamaño del cerebro funciona como uno de los muchos mecanismos compensatorios de las funciones cognitivas.”

Las diferencias en la estructura del cerebro parecen ser mayormente las responsables de las diferencias entre especies en cuanto al desempeño cognitivo. Entre los Homo sapiens, hay indicaciones que dan una asociación más grande entre el CI y el volumen del cerebro igualmente cuestionables. Por ejemplo, las diferencias en el tamaño del cerebro entre hombres y mujeres están bien establecidas, dando, en comparación, cerebros más grandes a los hombres que a las mujeres. Sin embargo, no hay diferencias en el desempeño global en tests de CI entre hombres y mujeres. Otro ejemplo son los individuos con síndrome de megalencefalia (volumen cerebral aumentado) quienes típicamente presentan un rendimiento inferior al de la población promedio en los tests de CI.

“Por lo tanto, los aspectos estructurales parecen ser más importantes para el desempeño cognitivo entre los humanos también,” concluye Pietschnig.

Fuente: ScienceDaily

 

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Manual de instrucciones para ser buenos padres

  • Clotilde Sarrió
  • 22/01/2016

El ‘manual de instrucciones’ para ser buenos padres no existe… y si existe, ¡es inútil!

Aunque en momentos de agobio muchos padres desearían que sus hijos llegaran a casa con un manual de instrucciones bajo el brazo, es improbable que les fuera útil por mucho que lo siguieran al pie de la letra.

Cuando una pareja se plantea traer un hijo al mundo se crean muchas expectativas, unas realistas, otras no tanto y muchas de ellas imposibles. A todos los padres les gustaría tener el hijo o la hija ideal, sano, alto, rubio, guapo, inteligente, cariñoso…, en suma lo mejor de lo mejor, todo ello sin plantearse si al hijo deseado, en el supuesto de que pudieran preguntárselo, le gustaría ser como los padres lo imaginan.

Ya vamos mal si empezamos por proyectar en los hijos aquello que nos gustaría

“La paternidad no es un deporte

para los perfeccionistas”

(Andrew Solomon)

Proyectamos en los hijos tanto lo que nos gustaría como lo que no nos gustaría en base a las experiencias que hemos vivido al ser hijos. Es decir, si yo he tenido unos padres muy estrictos, mi hijo no los tendrá; si mi madre era poco afectuosa, yo le daré a mi hijo todo el amor del mundo; si mi padre no estaba presente en mi educación, yo si que lo estaré. Y así una serie de expectativas.

En su debut como padres, algunos harán un encomiable esfuerzo por documentarse y buscar la bibliografía adecuada que les guíe en esa aventura que es criar a un hijo. Por el contrario, otros padres considerarán que es innecesario aprender nada acerca de la crianza y la llevarán a cabo sólo en base a la intuición y a las experiencias de cómo fueron ellos criados por sus progenitores. («¿Para qué más?»)

El abanico de posibilidades en la forma de vivir la crianza y la educación de un hijo es muy amplio, y todas pueden ser válidas y respetables si partimos de la importantísima premisa de que:“Ningún padre, voluntaria o conscientemente, desea ningún perjuicio para su hijo”.

Con los años he desarrollado el hábito de utilizar refranes populares —fundamentalmente aquellos que aprendí de mi madre¬— y es por ello que me surge la necesidad de citar aquél que dice “del dicho al hecho hay un gran trecho” para enfatizar con cuanta frecuencia los deseos pueden ser unos cuando la realidad que se acaba imponiendo es otra. Así sucede con los deseos de los padres para con sus hijos, unos deseos forjados desde el embarazo (incluso desde antes de la gestación), que los progenitores suelen materializar como una siembra de buenas intenciones y mejores expectativas que la cruel realidad convierte muchas veces en una cosecha de fracasos, unas veces por el error de proyectar en la prole lo que fueron nuestras carencias o ansias insatisfechas en la infancia y las más por no actuar con la empatía suficiente para saber conjugar la autoridad y la determinación necesaria como padres, con la comprensión de las necesidades del niño en cada una de las etapas de su desarrollo evolutivo.

Es por ello que –a pesar de que se actúe con una inmensa buena voluntad– entre los deseos de los padres (“el dicho”) y los resultados del proceso de la educación (“el hecho”) es frecuente que haya un gran “trecho” que se verá influenciado por la diferencia generacional que marcará los conflictos entre ambas partes y por las diferencias de criterio en la relación que, como consecuencia no deseada, podrá repercutir en los rasgos de personalidad del hijo cuando llegue a la edad adulta.

Pasa el tiempo y el bebé se va convirtiendo en niño, luego en adolescente y ya por último en adulto, con la constatación de que en cada una de estas fases del ciclo vital, se manifiestan ciertas dificultades propias de cada etapa, tanto para los padres como para los hijos. Es en este proceso –más conforme se avanza en el tiempo– cuando se pone en evidencia que las expectativas que cada progenitor proyectó en el futuro de su hijo, se van quedando en ilusiones a veces muy alejadas de la realidad.

¿Qué he hecho yo para merecer esto!!

Tanto a los hijos como a los padres les suele suceder que desean, en el caso de los hijos, unos padres diferentes y más ajustados a sus necesidades y en el caso de los padres tener el hijo imaginario que forjaron en su recién estrenada paternidad y no el real. Se impone entonces la necesaria asunción de una realidad a la que atenerse, por ambas partes e intentando superar las discrepancias inherentes a la diferencia generacional, a no ser que obcecados por la obstinación en unos casos o cegados por unos deseos construidos sin contar con el otro, se prefiera seguir esperando lo que no es, no ha sido y quizás nunca llegue a ser. Las pérdidas en este ultimo caso suelen ser dolorosas e irreversibles.

Termina de leer el artículo completo en Gestalt Terapia, el blog especializado de Clotilde Sarrió. 

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Por qué los hombres tienden a orientarse mejor que las mujeres?

  • Maria Fernanda Alonso
  • 21/01/2016

Perder el sentido de la dirección es uno de los primeros síntomas del Alzheimer. Cuando se trata de tareas espaciales específicas, estudios y estadísticas nos muestran que los hombres tienden realizarlas mejor que las mujeres. Un nuevo estudio, publicado en Behavioral Brain Research, pretende dilucidar si eso está vinculado a las hormonas sexuales o a las condiciones culturales u otros factores.

“Casi todas las enfermedades relacionadas con el cerebro son diferentes en hombres y mujeres, ya sea en el número de individuos afectados o en la severidad. Por eso, es posible que algo esté protegiendo o dañando a las personas de un sexo. Desde que sabemos que el doble de mujeres que de hombres son diagnosticadas con la enfermedad de Alzheimer, podría haber algo relacionado a las hormonas sexuales que sea perjudicial,” sostuvo el médico Carl Pintzka, candidato a recibir su doctorado en el Departamento de Neurociencias de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. Pintzka incluyó los datos que obtuvo en este estudio a su tesis doctoral sobre cómo funcionan los cerebros de manera diferente en hombres y mujeres.

Los participantes del estudio debían orientarse en un gran laberinto virtual utilizando anteojos 3D y un joystick, mientras se grababan continuamente imágenes funcionales (IRMf) de sus cerebros.

Los hombres utilizan direcciones cardinales. En cambio, las mujeres usualmente se orientan a lo largo de una ruta

Antes de los escaneos, las 18 mujeres y los 18 hombres que participaron tuvieron una hora para conocer el diseño del laberinto. Durante los escaneos se les dio 30 segundos para resolver cada una de las 45 tareas de navegación. Una de ellas, por ejemplo, fue “encontrar el auto amarillo” desde distintos puntos de partida.

Los hombres resolvieron 50% más de las tareas que las mujeres. Según Pintzka, las mujeres y los hombres tienen estrategias de navegación distintas. Los hombres utilizan direcciones cardinales durante la navegación en mayor grado. En cambio, las mujeres usualmente se orientan a lo largo de una ruta.

Según el estudio, usar los puntos cardinales es más eficiente porque es una estrategia más flexible: se puede llegar más rápido a destino porque la estrategia depende menos del punto de partida.

Por otro lado, las imágenes por Resonancia Magnética Funcional mostraron que tanto mujeres como hombres usan grandes áreas del cerebro cuando navegan, pero algunas son diferentes. Los hombres usaron más el hipocampo, mientras las mujeres usaron en mayor medida sus áreas frontales. Esto está en sintonía, sostiene Pintzka, con el hecho de que el hipocampo es necesario para usar los puntos cardinales.

Otros estudios han documentado que las mujeres son mejores que los hombres para encontrar objetos localmente. “En términos sencillos, las mujeres son más rápidas para encontrar cosas en la casa, y los hombres son más rápidos para encontrar la casa,” dijo Pintzka. Y agrega una razón evolucionista: “en los tiempos antiguos, los hombres eran cazadores y las mujeres recolectoras. Por eso, nuestros cerebros probablemente evolucionaron de manera diferente.”

 las mujeres son más rápidas para encontrar cosas en la casa, y los hombres son más rápidos para encontrar la casa

La segunda parte del estudio consistió en dar, a un grupo diferente de mujeres, testosterona antes de que resolvieran las tareas del laberinto. Esta parte contó con 42 participantes de las cuales 21 recibieron testosterona y 21 un placebo. El estudio fue doblemente ciego, por lo que ni las participantes, ni Pintzka sabían quién había recibido qué.

“Esperábamos que fueran capaces de resolver más tareas, pero no lo hicieron. Pero habían mejorado el conocimiento del diseño del laberinto. Y usaron el hipocampo en mayor medida, que tiende a ser más usado por los hombres durante la navegación,” dijo Pintzka.

Él espera que entendiendo de qué manera las mujeres y los hombres usan diferentes áreas del cerebro y estrategias de navegación, los investigadores sean capaces de mejorar el entendimiento del desarrollo de la enfermedad, y desarrollar estrategias de afrontamiento para quienes ya están afectados.

Fuente: Psypost

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Los niños menores de 2 años están recibiendo antipsicóticos y psicotrópicos sin haber sido aprobados

  • David Aparicio
  • 21/01/2016

Desde hace tres años venimos publicado la creciente preocupación científica a causa del abuso de las prescripciones de psicofármacos ante cualquier trastorno mental sin antes probar con otras intervenciones menos riesgosas e igual o más efectivas. La mayoría de las publicaciones alertando sobre esto se han concentrado en los adolescentes y adultos porque los datos son más fáciles de encontrar y comparar; poco se sabe de su consumo en niños pequeños.

Alan Schwarz, periodista del prestigioso New York Times, publicó hace unos días un comprensivo reportaje sobre el alarmante incremento de la prescripción de antipsicóticos y psicotrópicos a niños menores de 2 años, que no han sido aprobados para esas edades. Su trabajo nos abre los ojos ante la falta de controles médicos que propician que recetar antipsicóticos a niños pequeños se convierta en una rápida tendencia.

Sintentizaré y comentaré algunas de las partes más importantes del artículo para aquellos que no leen en inglés. Si lees inglés te recomiendo que pases directamente al artículo de Schwarz titulado: Still in a crib, yet given antipsychotics.

***

Andrew Rios es un niño de cuatro años que sufre de epilepsia y que recibió a los 18 meses de edad prescripciones de Risperdal – un antipsicótico utilizado para tratar la esquizofrenia y el trastorno bipolar – en un intento de su psiquiatra por controlar las conductas violentas que tenía. Pero el antipsicótico provocó terribles efectos secundarios que solo empeoraron más su situación.

“Fue como: ‘toma esto, no es gran cosa’, como si fueran Tic Tacs,” dijo Genesis Rios, la madre de Andrew, “Él era sólo un bebé.”

Los datos obtenidos por Schwarz en el IMS Health de Estados Unidos, reportan que durante el año 2014 se recetaron cerca de 20.000 prescripciones de Risperidona (comúnmente conocida como Risperdal), Quatipina (Seroquel) y otros antipsicóticos, a niños menores de 2 años. El Prozac (fluoxetina), el antidepresivo más popular del mundo, tuvo 83.000 prescripciones para el mismo grupo etario. Esos son los datos sobre las prescripciones, pero no se sabe con exactitud cuántos niños recibieron en realidad los psicofármacos. Estudios previos sugieren que son cerca de 10.000 niños.

Tampoco se sabe para qué trastornos fueron recetados estos psicofármacos, porque los psiquiatras tienen libertad para recetar cualquier psicofármaco para cualquier propósito que ellos consideren adecuado, lo que significa, según Schwarz, que pueden utilizar fármacos que no han sido del todo aprobados o que son altamente cuestionados.

Lo más alarmante es que todo indica que no se trata casos aislados y que la prescripción de psicofármacos a niños pequeños es una tendencia en aumento.

Schwarz entrevistó a una docena de psiquiatras infantiles y neurólogos en busca de una explicación. Los médicos no pudieron ofrecerle respuestas certeras, pero creen que los padres y psiquiatras están tan desesperados por aliviar el sufrimiento de las familias y de los niños que recurren a la principal herramienta que tienen: el recetario.  

Pero el riesgo es muy alto. La psiquiatra infantil Mary Margaret Gleason, explicó a Schwarz en una entrevista, que el cerebro de los niños menores de 2 años se desarrolla muy rápido y de maneras que todavía no entendemos, y los psicofármacos pueden afectar profundamente ese crecimiento.

La otra parte del problema es que los psiquiatras están diagnosticando a los niños desde muy pequeños. Datos de la CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades, de Estados Unidos) estiman que durante el 2014 se diagnosticó a 10.000 niños, que tenían entre 2 y 3 años, con el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Pero a esa edad las clasificaciones diagnósticas son difícilmente aplicables ya que la conducta de los niños no se pueden categorizar rígidamente.

Genesis Rios, la madre de Andrew, explicó que la psiquiatra le recetó Risperdal para aliviar las conductas agresivas: empujaba a sus hermanos y destrozaba los juguetes cuando recibía felbamato, su medicación para la epilepsia. Pero los síntomas empeoraron con el Risperdal: empezó a gritar cuando dormía y alucinaba. Cuatro meses después su madre eliminó el Risperdal.

The New York Times | Andrew Ríos, de 4 años, quien utiliza un casco debido a que padece de epilepsia, en su casa en Rancho Domínguez, California
The New York Times | Andrew Ríos, de 4 años, quien utiliza un casco debido a que padece de epilepsia, en su casa en Rancho Domínguez, California

Schwarz explica que el uso de Risperdal en niños ha sido muy cuestionado porque se ha encontrado faltas graves en la práctica ética de algunos psiquiatras que reportan efectos positivos en esta población, en favor de la industria farmacéutica que los patrocina.

Existen intervenciones conductuales para estos problemas sin los efectos secundarios de los fármacos, explica la doctora Thronick. Es necesario evaluar qué es lo que está generando estrés o frustración en el niño y en la familia. Pero estos planes requieren tiempo y dinero, y los médicos y padres están más dispuestos a buscar el medicamento que las intervenciones conductuales.

Todo lo presentado por Schwarz está respaldado por datos de instituciones de salud de Estados Unidos. No son inventos ni exageraciones. Su artículo nos abre los ojos a una realidad que está sucediendo en este momento con terribles consecuencias a nivel conductual y cerebral. Su artículo también nos ayuda a que nos preguntemos cómo están las cosas por nuestros países y qué debemos hacer para evitar que esto se vuelva una tendencia (si no lo es ya).  

Los psicólogos y psiquiatras deben estar dispuestos a participar en debates abiertos, honestos, que permitan ofrecer tratamientos basados en la evidencia que se adecuen a las necesidades específicas de la población infantil y adulta. Tenemos que unirnos en un solo movimiento que permita ofrecer ayuda idónea a la población, pero esto no lo podemos hacer si cada profesional elige el tratamiento que más le gusta o con el que se siente cómodo. No es cuestión de preferencias sino de evidencia. Y la evidencia está del lado de los planes e intervenciones conductuales. Los psicofármacos no deben ser la primera opción.

Nota: este es un artículo dirigido principalmente a psicólogos; si estás tomando medicación no la dejes ni la cambies sin consultar antes a tu psiquiatra. Preguntale qué puedes esperar de la medicación, los efectos secundarios y las mejores opciones alternativas disponibles para tu caso, pero ten en cuenta que la decisión de medicar o no se basa en el criterio clínico según la mejor evidencia disponible (idealmente, al menos), y tu caso en particular.

Fuente: The New York Times

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Curso online gratuito: Primeros auxilios psicológicos, por la Universidad Autónoma de Barcelona

  • David Aparicio
  • 20/01/2016
first aid kits on white background

La Universidad Autónoma de Barcelona y el Centro de Crisis de Barcelona han puesto a disposición del público general el valioso curso online de primeros auxilios psicológicos para aquellos que afrontan situaciones de accidentes, hospitalización, agresiones y experiencias traumáticas.

Los objetivos específicos del curso son:

1). Adquirir las competencias para aplicar los primeros auxilios psicológicos a personas, a familias y a comunidades tras un evento estresante cotidiano o comunitario.

2). Ser capaz de preparar diferentes escenarios para ser utilizados como lugar de recepción de afectados y familiares y para la aplicación de los primeros auxilios psicológicos.

3). Entrenarse en la aplicación de los protocolos de desactivación y recuperación de los intervinientes que han estado participando en la gestión de una emergencia.

El curso está alojado en la conocida plataforma de educación online Cousera, tiene fecha de inicio del 7 de octubre pero puedes inscribirte cuando desees y tiene una duración de 5 semanas. Para inscribirte debes hacer click aquí. Una vez dentro de la página podrás observar con detalles el programa de estudio y conocerás el perfil de los profesores encargados. Hecho esto debes hacer click donde dice Regístrase y completar los datos.

El curso sin certificado es totalmente gratuito, pero te recomiendo pagar los 29 dólares y así obtendrás la certificación oficial de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Fuente: Estudia por Internet

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  • Recursos para Profesionales de la Psicología

(PDF) Intervención breve para promover la abstinencia de consumo de alcohol en mujeres gestantes. Una reflexión crítica

  • Equipo de Redacción
  • 19/01/2016

Por el carácter masivo de sus consecuencias, el consumo de alcohol se convirtió en un problema de salud pública a nivel global con foco prioritario en mujeres en edad reproductiva y gestantes, ya que la exposición prenatal al alcohol puede producir un amplio espectro de dificultades englobadas bajo el término Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal. La alta prevalencia de consumo de alcohol durante la gestación en Argentina pone de relieve la necesidad de contar con técnicas de prevención y que promuevan la abstinencia.

La Intervención Breve (IB) es una técnica de corta duración, fácil de instrumentar, con excelente relación costo-efectividad que utilizada en mujeres gestantes de otros contextos ha demostrado reducciones en la cantidad y frecuencia de alcohol consumido por las madres y mejores características de salud de los bebés. Por lo anterior, su inclusión en el marco de un plan de prevención nacional del consumo de alcohol durante la gestación podría resultar fundamental.

El objetivo de este trabajo es describir las características básicas y fundamentales las IBs, sustentando su valor en la investigación previa y en la gravedad del problema del consumo de alcohol durante la gestación en la Argentina, como aporte reflexivo al diseño de futuros programas intervención preventiva.

Autoras:  Aldana Lichtenberger, Mariana López, Mariana Cremonte

Descarga el PDF completo: Intervención breve para promover la abstinencia de consumo de alcohol en mujeres gestantes. Una reflexión crítica

Fuente: Psiencia

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  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Marihuana médica podría disminuir la frecuencia de las migrañas

  • David Aparicio
  • 19/01/2016
marijuana leaf on white surface

La migraña es una de las condiciones más desesperantes que existe. Sientes que tu cerebro va a explotar. La luz, el ruido, el movimiento son insoportables. No sabes qué hacer para que el dolor disminuya y sólo puedes esperar inmóvil a que el dolor pase.

Los tratamientos actuales no son muy eficaces y como mucho ofrecen una ayuda paleativa. Para disminuir la frecuencia de los ataques, un grupo de científicos evaluó el efecto del consumo de la marihuana sobre la migraña y encontró una importante disminución de la frecuencia de los ataques después de consumir marihuana médica. Sus resultados están en la revista Pharmacotherapy.

En total participaron 121 sujetos que estaban diagnósticados con migraña y que recibieron por 5 años tratamiento con marihuana. Terminado ese tiempo se compararon los datos y se halló que la frecuencia de los ataques disminuyó de 10.4 a 4.6 migrañas por mes, la cual se considera una disminución estadísticamente significativa. De todos los pacientes, 15 personas reportaron el mismo número de ataques de migraña por mes y sólo 3 reportaron incremento de las migrañas.

No todos consumían de igual manera la marihuana. La mayoría la fumaba para reducir la intensidad de los ataques y otros la consumían en brownies y otras formas comestibles para prevenir las migrañas, porque comestible toma más tiempo en hacer efecto.

Todavía no se sabe cuáles son mecanismos químicos por los cuales la marihuana reduce la frecuencia de las migrañas. Los científicos creen que los receptores cannabinoides – que están en los tejidos conectivos del cerebro y del sistema inmune – tienen propiedades antiflamatorias y reductoras del dolor. Así también se hipotetiza que la marihuana afecta a la serotonina, un neurotrasmisor que juega un rol importante en los ataques de migrañas.

La marihuana como cualquier otra droga tiene efectos potencialmente beneficiosos como nocivos. Por eso es importante que sólo sea administrada bajo una rigurosa administración médica y que los pacientes estén completamente informados de los nocivos efectos secundarios.

Los científicos terminan diciendo que hubo distintos controles metodológicos que no pudieron completar a causa de las limitaciones impuestas por las leyes antidrogas de Estados Unidos como: administración aleatoria de la marihuana, administración de la dosis, control del efecto placebo, etc. Quizás en un futuro se puedan desarrollar otros estudios más controlados en otros países con leyes más flexibles. La investigación en relación a la marihuana y la migraña recién empieza.

Fuente: Psypost

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