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Ciencia y Evidencia en Psicología

2850 Publicaciones

Investigación, neurociencia, modelos teóricos y psicopatología

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Epilepsia: síntomas, causas y tratamiento

  • 10/05/2021
  • Laura Ruiz

La epilepsia es un trastorno neurológico crónico que, según la OMS, afecta a 50 millones de personas en todo el mundo. Es, además, una de las enfermedades cerebrales que mayor número de muertes ocasiona. Después del ictus (accidente cerebrovascular) y las demencias, la epilepsia es la enfermedad cerebral más común.

Según la Fundación del Cerebro, su incidencia es superior en niños de entre 6 y 14 años, en adolescentes y en ancianos. Afecta tanto a hombres como a mujeres de todas las razas, orígenes étnicos y edades (aunque haya picos de prevalencia en determinadas edades).

Pero, ¿qué más sabemos de esta enfermedad? ¿Qué síntomas produce y cuál es su causa? ¿Cómo se trata?

Epilepsia: ¿en qué consiste?

La epilepsia es un trastorno neurológico, del sistema nervioso central. Implica un desequilibrio en el funcionamiento del encéfalo; esta alteración hace que se produzcan las llamadas crisis epilépticas. Bastan dos crisis epilépticas para ser diagnosticado de epilepsia.

Las crisis de las que hablamos son episodios donde grandes grupos neuronales empiezan a emitir descargas eléctricas de forma anómala y descontrolada. La persona pierde el control de sus actos, así como su conciencia (de forma parcial o total), y manifiesta también otros síntomas, como las convulsiones o la presencia de sensaciones inusuales.

Los episodios epilépticos aparecen de forma inesperada (aunque a veces la persona manifiesta algunos síntomas que pueden anticipar el episodio). Generalmente, estos tienen una duración de segundos a minutos.

En general, podemos decir que las crisis epilépticas tienen relación con dinámicas internas del funcionamiento nervioso, y no tanto con el ambiente.

Síntomas de la epilepsia

La epilepsia surge como consecuencia de una actividad anormal del cerebro, que origina las convulsiones. Estas pueden afectar a cualquier proceso cerebral, y conllevar una serie de síntomas y signos. Entre los más frecuentes encontramos:

  • Pérdida del control de la propia conducta.
  • Confusión o aturdimiento temporal.
  • Episodios de ausencias.
  • Pérdida de la conciencia (de forma parcial o total).
  • Síntomas psíquicos (miedo, ansiedad, dejà vú…).
  • Las convulsiones propiamente dichas (movimientos espasmódicos incontrolables de brazos y piernas).

Dependiendo del tipo de convulsión, los síntomas serán unos u otros. En la mayoría de los casos, las personas tienen el mismo tipo de convulsión en cada episodio, lo que hará que los síntomas sean bastante similares en cada crisis.

Las convusiones de la epilepsia

Las convulsiones son un trastorno del movimiento en el que varios músculos del cuerpo se contraen y se distensan a la vez y de forma recurrente, originando temblores. Este síntoma no es imprescindible para diagnosticar epilepsia, porque hay formas de epilepsia en las que no aparecen convulsiones; además, también hay personas que padecen convulsiones sin padecer epilepsia.

Las convulsiones propias de la epilepsia pueden ser de diferente tipo, y una persona con el trastorno puede presentar, a la vez, diferentes tipos de las mismas. Vamos a ver qué tipos de convulsiones existen en la epilepsia:

Tipos de convulsiones

  • Convulsiones generalizadas: Las convulsiones generalizadas propias de la epilepsia son aquellas que afectan a ambos lados del cerebro. Pueden ser de dos tipos: de ausencia o tónico-clónicas.
    • Convulsiones de ausencia: Las convulsiones de ausencia, también llamadas “de epilepsia menor” o “pequeño mal”, pueden causar un parpadeo rápido o la mirada fija a lo lejos, durante unos segundos. Así, la persona “se ausenta” durante estos segundos.
    • Convulsiones tónico-clónicas: Las convulsiones tónico-clónicas, “de epilepsia mayor” o “de gran mal”, producen los siguientes síntomas: pérdida del conocimiento, caídas, gritos, rigidez y/o espasmos musculares. Después del episodio, la persona suele sentirse cansada.
  • Convulsiones focales: En el caso de las convulsiones focales, estas se localizan en una sola área cerebral. También se las conoce como convulsiones parciales. Pueden ser de tres tipos: focales simples, focales complejas o generalizadas secundarias.
    • Convulsiones focales simples: Las convulsiones focales simples son las que afectan a una pequeña porción o zona del cerebro. Se traducen en pequeñas sacudidas o en cambios de sensaciones (por ejemplo, sentir un olor o un sabor extraño).
    • Convulsiones focales complejas: Las convulsiones focales complejas de la epilepsia pueden hacer que la persona se sienta confundida o aturdida. Durante unos minutos, las personas que las padecen no pueden responder a preguntas o seguir instrucciones.
    • Convulsiones generalizadas secundarias: Finalmente, las convulsiones generalizadas secundarias son las que se inician en una determinada área del cerebro, pero que se van extendiendo poco a poco a ambos lados del mismo. Es decir, implican inicialmente una convulsión focal, para convertirse en convulsiones generalizadas por todo el encéfalo.

Causas de la epilepsia

La epilepsia se origina porque grandes grupos de neuronas empiezan a disparar señales eléctricas a la vez y de forma anómala. Sin embargo, la causa de este hecho aún es desconocida.

Así, no se sabe tanto su causa original, sino qué ocurre cuando se padece una crisis epiléptica, y que es la actuación a la vez de estos grandes grupos neuronales. 

Factores de riesgo

Por otro lado, sí se conocen  los factores de riesgo asociados a la epilepsia, que son los siguientes:

  • Convulsiones en la infancia: las fiebres altas pueden relacionarse con estas convulsiones de inicio infantil. El riesgo de epilepsia aumenta en convulsiones prolongadas u otras enfermedades del sistema nervioso.
  • Malformaciones cerebrales (congénitas o genéticas).
  • Meningitis o encefalitis.
  • Tumores cerebrales.
  • Traumatismos craneoencefálicos que dejan secuelas.
  • Accidentes cerebrovasculares que dañan ciertas zonas cerebrales y otras enfermedades vasculares.
  • Demencia: la demencia aumenta el riesgo de sufrir epilepsia en adultos mayores.
  • Edad: la epilepsia es más frecuente en niños y adultos mayores (ancianos), aunque puede ocurrir a cualquier edad.
  • Antecedentes familiares: tener antecedentes familiares de epilepsia aumenta el riesgo de desarrollar el trastorno.

Además, en lo que se refiere a sus causas, sabemos que las diferencias individuales también juegan un papel importante. Además, la epilepsia puede adoptar diferentes formas o manifestaciones en cada cerebro.

Tratamiento

Para el tratamiento de la epilepsia se suelen emplear un tipo de psicofármacos llamados anticonvulsivantes (fármacos anticonvulsivantes o FACs). Estos son un grupo heterogéneo de agentes que pretenden modificar los procesos implicados en el desarrollo de las crisis epilépticas. Los más utilizados son: la carbamazepina, la oxcarbazepina y la lamotriginia.

Si estos no resultan efectivos, hay personas que optan por recurrir a la cirugía, a fin de aislar o destruir aquella zona del encéfalo que esté originando las crisis epilépticas. En algunas ocasiones también se recurre al llamado Estimulador del Nervio Vago (ENV), que es un dispositivo que se implanta en el cerebro y que reduce la frecuencia de aparición de este tipo de crisis.

Es importante saber que en muchos casos, a pesar del tratamiento, las crisis de la epilepsia no desaparecerán del todo, sino más bien reducirán su frecuencia de aparición y su intensidad. Por otro lado, los síntomas psicológicos de la epilepsia también deberán abordarse, en caso de aparecer, a través de un tratamiento psicológico adecuado.

Conclusión

La epilepsia es un trastorno neurológico frecuente, que se manifiesta de diferentes maneras en cada persona. Hay personas que únicamente sufren dos crisis epilépticas en toda su vida, y otras que las manifiestan con mucha frecuencia, hecho que interfiere en su día a día y que requiere mucha prevención para evitar caídas o posibles daños.

Un buen diagnóstico será la mejor herramienta para tratar los síntomas de la epilepsia y prevenir posibles complicaciones derivadas del trastorno. Entre las complicaciones más frecuentes encontramos: caídas, ahogos, accidentes automovilísticos, complicaciones en el embarazo o problemas de tipo emocional. En este sentido, se sabe que las personas con epilepsia son más propensas a desarrollar problemas psicológicos como la depresión o la ansiedad.

Referencias bibliográficas:

  • Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. CDC: https://www.cdc.gov/epilepsy/spanish/basicos/convulsiones.html 
  • García-Ramos, R. et al. (s.f.). Informe Feen sobre la epilepsia en España. FEEN.
  • G.A Cruz-Campos, M. Barquero-Toledo. Epilepsia en el campo extrahospitalario. Estudio de 150 casos. Rev Neurol 2000; 30:1108-1112. 
  • Moncayo. A.E. (2006). Manual de epilepsia, para el pediatra y el médico general. México: Editorial Trillas.
  • Shorvorn S, Perucca E, Fish D, et al. The treatment of epilepsy. 2nd ed. Oxford: Blackwell. 
  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Las nuevas generaciones de adultos siguen prefiriendo que las esposas sean amas de casa y los esposos trabajen fuera del hogar

  • 07/05/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Aunque el apoyo a las mujeres en la fuerza laboral puede estar creciendo, los hallazgos de una investigación sugieren que la mayoría de los jóvenes adultos sigue prefiriendo que las mujeres sean amas de casa y los hombres trabajen fuera del hogar (Dernberger & Pepin, 2020). Este análisis encontró que si bien se registran cambios de actitudes en este grupo etario, expresado en mayor apoyo a las mujeres en la fuerza laboral, todavía prefieren la disposición tradicional de ideas sobre el género en la esfera pública (por ejemplo, el lugar de trabajo) así como en la esfera privada (por ejemplo, el hogar). Las creencias tradicionales, profundamente arraigadas, pueden ser un obstáculo en sí mismas en el camino hacia la igualdad de género.

Qué metodología usaron

Para evaluar las creencias de los adultos jóvenes sobre la igualdad de género, asegurándose de incluir medidas de apoyo a la igualdad de género tanto en el ámbito público como en el privado, los investigadores examinaron datos de una encuesta representativa a nivel nacional que se realizó anualmente en Estados Unidos entre 1976 y 2014. La encuesta se distribuyó entre estudiantes del último año de secundaria en 133 escuelas en todo el país. El foco estuvo puesto específicamente en las encuestas que incluían preguntas sobre el trabajo y los arreglos familiares. 

Se les dijo a los estudiantes que imaginaran que estaban casados ​​y tenían al menos un hijo en edad preescolar. Luego, les fueron presentados seis arreglos de trabajo diferentes y se les pidió que seleccionaran si cada opción era «nada aceptable», «algo aceptable», «aceptable» o «deseable».

Los seis arreglos fueron: 

  1. el esposo trabaja a tiempo completo fuera de casa mientras la esposa se queda en casa, 
  2. la esposa trabaja a tiempo completo fuera de casa mientras el esposo se queda en casa, 
  3. ambos miembros de la pareja trabajan a tiempo completo fuera de casa, 
  4. ambos miembros trabajan a tiempo parcial, 
  5. el esposo trabaja a tiempo completo mientras que la esposa trabaja a tiempo parcial, o 
  6. la esposa trabaja a tiempo completo mientras el marido trabaja a tiempo parcial.

Qué encontraron

Después del análisis de los datos, el equipo de investigación trazó las tendencias en las respuestas de los participantes en diferentes años. En cada encuesta, el arreglo que recibió la mayor cantidad de calificaciones de «deseable» consistió en que el hombre trabajara a tiempo completo y las mujeres permanecieran en casa. El arreglo que recibió la mayor cantidad de calificaciones de «aceptable» implicaba que el esposo trabajara a tiempo completo y la esposa trabajaba a tiempo parcial.

Los datos revelaron un aumento en la aceptabilidad del empleo de la madre por parte de los estudiantes a lo largo de los años. Los arreglos que involucraban a ambos sexos trabajando cantidades iguales y los arreglos en los que la esposa trabajaba más que el esposo se consideraban cada vez más aceptables; sin embargo, todavía no eran los preferidos. El arreglo de trabajo tradicional del hombre en el trabajo y la mujer en el hogar siguió siendo el más «deseado», aunque su conveniencia se redujo del 44% al 23% desde la primera encuesta de 1976 hasta la encuesta de 2014.

Adicionalmente y con el fin de identificar grupos de encuestados que mostraban patrones de respuestas similares, los investigadores llevaron a cabo un método estadístico llamado Análisis de clase latente.

Encontraron, por ejemplo, que el 12% de la muestra pertenecía al grupo de «doble fuente de ingresos», el grupo con más probabilidades de considerar deseable el arreglo en el que ambos miembros de la pareja trabajan a tiempo completo. Pero, curiosamente, casi todos los miembros del grupo calificaron el arreglo en el que la mujer trabaja a tiempo completo y el hombre es el amo de casa como inaceptable, lo que sugiere que en realidad no estaban adoptando un criterio de igualdad de género. En realidad, ninguno de los grupos mostró patrones de respuestas que fueran consistentes con el igualitarismo de género.

La tendencia a una mayor apertura a los múltiples arreglos (llamada “flexibilidad de género por los autores) no se equipara al deseo de que hombres y mujeres tengan el mismo tiempo en el trabajo y en el hogar, explican los investigadores. Esto suele inferirse de las medidas de aceptación del empleo de las madres pero investigaciones anteriores probablemente sobreestimaron el progreso hacia el igualitarismo de género, confundiendo una creciente aceptación de las mujeres en la fuerza laboral con un signo de igualdad de género, señalaron los autores.

Referencia bibliográfica: Dernberger, B., & Pepin, J. (2020). Gender Flexibility, but not Equality: Young Adults’ Division of Labor Preferences. En Sociological Science (Vol. 7, pp. 36-56). https://doi.org/10.15195/v7.a2

Fuente: Psypost

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Un sistema inmunológico en el comportamiento

  • 06/05/2021
  • CETECIC

Solemos pensar en el sistema inmune como un dispositivo interno, biológico, el cual nos defiende de las enfermedades una vez que las mismas han penetrado en nuestro organismo. Esto es correcto, pero incompleto. Existe una barrera defensiva anterior y primaria respecto de la biológica: el sistema inmune conductual. Se trata de un sistema que actúa preventivamente, antes de que los patógenos ingresen, a través de reacciones cognitivas, fisiológicas, emocionales y conductuales concretas.

Las causas principales de muerte en el mundo son las enfermedades cardiovasculares y el cáncer; juntas explican casi la mitad de los fallecimientos. Por ejemplo, en el año 2017 murieron aproximadamente 60 millones de personas en todo el mundo. De esas muertes, 18 millones se produjeron por enfermedades cardiovasculares y unos 10 millones debido al cáncer. Por otro lado, en poco más de un año de pandemia por COVID-19, han muerto alrededor de tres millones de personas; si bien son muchas vidas humanas, la cifra parece empequeñecer cuando se la compara con las otras causas más comunes de decesos. Más aún, sorprende el grado de difusión, alerta y prevención que se ha producido en el planeta entero debido a la pandemia. Casi todos los diarios de noticias o programas médicos se han llenado de información acerca del nuevo virus, olvidando prácticamente a todas las otras enfermedades; incluso aquellas que, como las mencionadas (cardiovasculares y cánceres) matan a casi la mitad de la población, en contraposición con las derivadas por infección del COVID-19 que matan, como mucho, a un 3 o 4 % de los infectados. ¿Por qué? ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Por qué los seres humanos hemos tomado entre manos el problema del COVID-19 más a conciencia que el de otras enfermedades? ¿Por qué es más simple adoptar conductas de prevención individuales y colectivas para el COVID-19 que para, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares? ¿Se trata solo de un fenómeno mediático? Seguramente que no. El miedo a la infección por COVID-19 ha penetrado más fácilmente en la población debido a causas psicológicas y biológicas muy profundamente arraigadas en la misma esencia de nuestra especie y las presiones evolutivas que nos llevaron a ser quienes somos.

La reacción de asco

El asco es una reacción emocional aversiva que se dispara ante estímulos potencialmente contaminados o envenenados. En castellano, a veces se lo nombra como desagrado, repugnancia, repulsión, entre otros. Nosotros nos referimos acá al asco como proceso básico universal. Y es universal en varios aspectos.

Primero, los estímulos que gatillan el asco son los mismos en todas las culturas actuales y el registro histórico parece indicar que esto se mantiene así desde tiempos antiguos. Una lista casi exhaustiva incluye:

  • Desechos y contenidos corporales, como orina, heces, semen, mucosidad.
  • Personas poco higiénicas, enfermas o deformadas.
  • Algunos tipos de actos sexuales.
  • Ambientes sucios.
  • Ciertas comidas (especialmente en estado de putrefacción) o, si son desconocidas, especialmente la de sabor amargo.
  • Algunos animales.
  • Los olores propios de los estímulos antes mencionados.
  • Los objetos o personas que han tomado contacto con los elementos anteriores.

Segundo, el asco tiene un patrón de expresión universal en el rostro humano. El signo más claro y prominente lo constituye la nariz arrugada; pero no es el único. La expresión humana de asco se completa bajando las cejas, poniendo el labio superior en forma de “U invertida” y labio inferior levantado y saliente. Por supuesto, si la expresión es universal, su reconocimiento también; vale decir, cualquier persona del planeta decodifica un rostro con expresión de asco de modo automático e independientemente de su cultura de origen.

El plano hedónico del asco es aversivo; provoca un estado subjetivo desagradable que espontáneamente acarrea comportamientos orientados a poner fin a la reacción; lo cual se logra típicamente alejándose y/o evitando lo que dispara el asco. Más aún, hay un patrón fisiológico específico que involucra al sistema digestivo, generando náuseas y arcadas, incluso, vómitos.

Y, no menos importante, en el plano del aprendizaje la reacción de asco se condiciona más rápida y fácilmente con ciertos estímulos que con otros; vale decir, se trata de un tipo de aprendizaje biológicamente preparado. Así, por ejemplo, con tan solo comer una vez algo que nos produzca náuseas y/o vómitos, generamos una reacción aversiva al alimento y probablemente ya no podamos volver a ingerirlo. Este es un fenómeno conocido como aprendizaje aversivo gustativo. Por otra parte, incorporamos el asco a algunos elementos con sólo observar a otra persona reaccionar así; como resulta el caso típico de algunas comidas que no hemos probado, pero que nos producen repulsión pues en nuestra cultura otras personas muestra un rostro de desagrado cuando tan solo se las menciona. Pensemos por caso en los alimentos preparados con algunos insectos o con animales que en occidente se consideran ajenos a la cocina, como sopa de tortugas o la carne de mono asada, pero que en algunos lugares de oriente se comen a diario. A la mayoría de los occidentales les ocasiona como mínimo una reacción de extrañeza la idea de consumir un murciélago asado o un puñado de hormigas fritas; no obstante, casi nadie ha degustado estos manjares ni una sola vez.

Finalmente, el plano motor del asco también presenta un conjunto de reacciones universales cuyo eje denominador común radica en evitar y/o escapar de los potenciales contaminantes. Así, aparte del distanciamiento físico natural mediante respuestas musculo-esqueléticas como caminar, observamos la universalidad de los comportamientos como la retirada brusca e involuntaria de las partes del cuerpo que han entrado en contacto con los estímulos, soltar e incluso estremecerse y temblar. Si bien no corresponde al plano motor, las náuseas y vómitos constituyen también una forma universal de evitar los potenciales alimentos contaminados.

Los centros neurales en los que se produce la reacción de asco se han identificado. Se trata de una red neural que involucra a la corteza cingulada anterior, corteza temporal anterior, córtex prefrontal medial, córtex visual y los ganglios basales.

Como vemos, el asco consiste en un patrón complejo de reacciones finamente entrelazadas, operando paralela y secuencialmente. ¿Para qué? ¿Cuál es su fin?

La reacción de asco es el primer sistema defensivo contra potenciales patógenos que pueden ingresar a nuestro organismo. Notemos que todos los estímulos que universalmente disparan el asco se relacionan de modo más o menos directo con algún grado potencial de infección o intoxicación y, por ende, de transmisión de enfermedades. Observemos también que las reacciones subjetivas, fisiológicas y conductuales naturalmente facilitadas ante estos disparadores se orientan a protegernos de los eventuales agresores invisibles a los ojos.

Pues bien, ya sabemos que la reacción de asco constituye un complejo patrón de respuestas bien orquestadas. Nada tan complejo evoluciona en las especies si no representó una clara ventaja de supervivencia y eficacia reproductiva. Al igual que el miedo, el asco es un sistema de protección contra el peligro, un dispositivo que sirvió de resguardo a nuestros antepasados de amenazas frecuentemente presentes en el entorno ancestral; vale decir, patógenos que, al ser invisibles a los ojos, se tornaron observables a través de señales indirectas como el olor o el sabor. Pero justamente, como son los otros seres humanos los mejores y más efectivos transportadores de gérmenes, la reacción de asco también se extiende fácilmente a señales humanas que podrían estar relacionadas con la presencia de las infecciones. Así, las marcas en la piel, presentar un aspecto de salud endeble, la suciedad o, sencillamente, “ser de los otros y no de nosotros”; constituyeron los indicios de un vehículo de potenciales agentes patógenos agresivos y desconocidos por mi sistema inmune biológico. Por ende, a las personas con tales marcas era más seguro evitarlas. De ahí, sólo hay un paso al prejuicio y la discriminación injusta.

En efecto, gran parte de los prejuicios raciales se explican por estos rasgos universales y atávicos que tuvieron algún sentido de supervivencia en la prehistoria o, como mucho, cuando no existían los antibióticos. Claro está que ninguno de estos procesos, ni en la actualidad ni en el paleolítico, operan conscientemente, sino que sólo se experimentan como una potente reacción desagradable involuntaria. Una vez presente, tal vez podemos buscarle conscientemente algunas explicaciones más o menos racionales y, por supuesto, hoy habremos de combatirlas por ser una de las raíces de muchos prejuicios injustos.

Los dos sistemas inmunológicos

Así las cosas, nuestro organismo presenta una doble barrera defensiva. Al ya bien conocido sistema inmunológico biológico (reactivo al ingreso de patógenos), se le antepone otro: el sistema inmune conductual, el cual actúa preventivamente, antes de que los microorganismos peligrosos penetren. Arrancando con la reacción emocional universal del asco, se desencadenan una serie de conductas que obstaculizan la entrada de los agentes agresores. Ahora bien, las formas puntuales que adopte la operación del sistema van a depender de diferencias individuales moldeadas por la cultura, la personalidad y la historia personal de aprendizaje de cada individuo.

Si bien en lo que resta de este artículo nos referiremos al aprendizaje que opera en el plano del sistema inmune conductual, no está de más recordar que el sistema inmunológico biológico también aprende. En efecto, una vez que se produce una infección, genera una memoria del virus de suerte tal de accionar una respuesta más rápida y efectiva en caso de una segunda agresión del mismo patógeno. Así, los llamados anticuerpos son el resultado de una primera infección, los cuales nos protegen contra una eventual segunda infección similar. La ciencia moderna ha aprovechado justamente esta característica para fabricar las vacunas, uno de los mayores logros del conocimiento científico que muchas veces no alcanzamos a apreciar. Sólo para dimensionarlo, tengamos presente que antes de la introducción de vacunas y antibióticos más de la mitad de los niños morían por infecciones y otros tantos quedaban con secuelas para toda la vida.

El sistema inmune conductual presenta variaciones

Podríamos esquemáticamente identificar tres etapas en el procesamiento de la información del sistema inmune conductual: primero, la detección de potenciales estímulos contaminados a partir de señales preparadas biológicamente, segundo, el procesamiento y asignación de significado a tales señales como potencialmente peligrosas con la consecuente reacción subjetiva de asco y desagrado y, finalmente,  una tercera etapa de reacciones conductuales defensivas.

El aprendizaje que module al sistema puede ocurrir en cualquiera de las etapas del procesamiento. Y aunque tal calibración puede en principio suceder en cualquier sentido, el sistema se encuentra diseñado para fácilmente aumentar su sensibilidad y no para disminuirla. En esta característica, se asemeja a otros sistemas defensivos, como el de la emoción ansiedad o el proceso de estrés en general; los cuales cometen más el error del falso positivo y no el del falso negativo. Expliquemos esto con un poco más de detalle.

Enfrentados a estímulos comestibles de dudosa procedencia o con algún estado de descomposición, nuestros antepasados tuvieron que tomar la decisión acerca de si ingerirlos o no. ¿Qué error costaría más caro desde la supervivencia y la reproducción? El error del optimista, el falso negativo, consistiría en pensar que el alimento está en buen estado como para ser ingerido, creer equivocadamente que no hay peligro, pero que en realidad esté putrefacto y al consumirlo corramos el riesgo de morir intoxicados. Contrariamente, el error del pesimista, el falso positivo, implicaría pensar que el alimento está ya en estado de putrefacción, conlleva peligro, y equivocadamente no comerlo, en cuyo caso el peor resultado posible es pasar hambre, sin que, en general, la supervivencia se vea amenazada. De este modo, a lo largo de miles de años, el sistema de detección de potenciales infecciones se ha ido calibrando más hacia la sensibilidad. Esta característica también se refleja en el aprendizaje, pues resulta mucho más fácil adquirir asco frente a un estímulo que extinguirlo una vez que ya lo tenemos aprendido. El parecido con el miedo se revela evidente; la adquisición se produce muy sencillamente, frecuentemente con tan solo una experiencia aversiva; pero la extinción requiere muchos esfuerzos y varias prácticas.

Al hacer este tipo de razonamientos acerca de por qué el sistema inmune conductual evolucionó como lo hizo, siempre debemos tener presente que hubo otras fuertes fuerzas evolutivas operando en simultáneo. Nuestros parientes del paleolítico no contaban con heladeras ni freezers, ni tampoco con la inmensa cantidad y variedad de alimentos de la que disponemos los humanos modernos. Así, es probable que diferentes presiones de selección hayan operado en ambientes ancestrales alejados en el tiempo y espacio, dando así las bases para diferencias individuales y un sistema flexible capaz de adaptarse a entornos disímiles.

En efecto, un sistema que cumpla eficazmente con la función de protegernos debe ser sensible a ciertos cambios internos y externos. La evidencia sugiere que sí lo es, incluso en detalles poco esperados. Por ejemplo, se ha mostrado que en cuanto alguna condición médica disminuye la respuesta inmunitaria biológica, el sistema inmune conductual aumenta su reactividad. Asimismo, las personas que son tratadas con fármacos inmunosupresores tienden a experimentar más reacciones de desagrado con sus consecuencias emocionales, fisiológicas y conductuales. Remarquemos dos detalles: en primer lugar, los casos anteriores plantean la interesante y poco estudiada aún posibilidad de que los dos sistemas inmunes, el biológico y el conductual, actúen con algún grado de coordinación; en segundo lugar, observemos que el incremento de la reactividad del sistema inmune conductual ocurre incluso cuando la inmunosupresión se opera “artificialmente”, vale decir, como consecuencia de la administración de un medicamento y, por ende, el organismo se halla más vulnerable por causas no “naturales”. Pero también hay ejemplos de este último tipo. El más documentado es el estado de embarazo y posterior lactancia. Teniendo en cuenta que en tales periodos las mujeres se hayan en un estado de mayor vulnerabilidad ante potenciales infecciones, el sistema se torna más sensible. Se ha documentado que durante la gestación y lactancia aumenta tanto la intensidad de la reacción subjetiva de asco como la gama de estímulos ante los cuales se gatilla. Por supuesto, también se nota un incremento en las reacciones conductuales de evitación y escape, que entre otras consecuencias acarrea las características nauseas y vómitos, especialmente durante el primer trimestre de gestación.

El sistema también es sensible a los cambios externos naturalmente. El estar en espacios sucios, contaminados, o tan solo desconocidos favorece un incremento de la reactividad. ¿Y qué hay de los fenómenos sociales y culturales? Por supuesto, no pueden obviarse, menos aún en el entorno de una pandemia. Así, el observar a otras personas enfermas, incluso verlas morir o saber de ello, escuchar frecuentemente noticias e historias sobre un virus que anda dando vueltas y que puede matarnos, definitivamente no hace más que incrementar la operación del sistema. Claro está, esto es un rasgo adaptativo, especialmente cuando uno recuerda el mundo superpoblado en el cual vivimos. Hoy los humanos “vivimos en el planeta entero”, no sólo porque  hay humanos en todo el planeta, por supuesto,  sino también porque tenemos la capacidad de influirnos unos a otros incluso cuando vivimos a miles de kilómetros de distancia. Y la pandemia actual no hace más que confirmarlo.

¿En qué circunstancias observamos que el sistema se descalibra y produce problemas?

Dicho lo anterior, se entenderá que es más probable que los problemas ocurran por reacciones exageradas que por reacciones tenues. En efecto, esto es la regla, aunque admite excepciones.

Una de las primeras formas en las que el sistema inmune conductual se descalibra hacia el polo de la hipersensibilidad se da ya desde la primera fase, la detección de los estímulos potencialmente contaminados. Así, desde los olores de putrefacción, la suciedad o las secreciones de otros individuos, el asco se generaliza hacia los objetos y las personas que pudieron haber entrado en contacto con ellos. Por ejemplo, alguien que asiste a una oficina pública a efectuar un trámite, puede pensar que otras personas fueron al baño, luego de lo cual salieron y tocaron picaportes, mesas y sillas; por ende, sentir el ambiente contaminado. La reacción de desagrado se amplía desde los sentidos inicialmente involucrados, como el olor y el sabor, hacia la visión; de modo tal que algunas personas no pueden ver heces, mucosidades o incluso pelos.

El lector informado en psicopatología empezará ya a notar las similitudes con un diagnóstico bien estudiado y aún poco comprendido:  el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). En efecto, en algunas formas de este trastorno el sistema inmune conductual se torna hiperreactivo, generando gran parte de la sintomatología que observamos. La reacción de asco puede aumentar en la instancia del procesamiento, vale decir, en la etapa de asignación del significado. Nuevamente, el TOC nos sirve de ejemplo pues se trata de un cuadro en el cual el pensamiento equivale a las acciones. Es relativamente frecuente encontrar casos de pacientes con TOC que evitan pensar en objetos contaminados, o que ante la aparición de un pensamiento intrusivo relacionado con objetos contaminados, llevan adelante neutralizaciones variadas. Desde la contaminación física biológica de los objetos, muchos individuos fluyen hacia la contaminación moral; dando como resultado imágenes y verbalizaciones prohibidas; en efecto, el asco resulta también una reacción emocional frecuente ante la idea de actos inmorales. En el terreno del TOC, los ejemplos característicos son los subtipos con ideación sexual, TOC de pedofilia y TOC homosexual.

Finalmente, la tercera etapa del sistema inmune conductual también suele padecer de excesos. Los hábitos de higiene y limpieza constituyen uno de los grandes avances de la cultura en el sentido que un esfuerzo colectivo orientado a la erradicación de patógenos es más eficaz que uno llevado individualmente. Los microorganismos agresores viven predominantemente dentro de los seres humanos, con lo cual la supervivencia radica no únicamente en un esfuerzo individual, sino también en que los otros que conviven conmigo se esmeren en erradicar a los gérmenes. De ahí es que las prácticas culturales de higiene y esterilización se transmitan de generación en generación, muchas veces sin un conocimiento claro acerca del por qué se efectúan de cierto modo. Esto también explica por qué las personas que no adhieren adecuadamente a estos hábitos suelen ser objeto de discriminación y hasta ostracismo por parte de sus pares. En casi todas las culturas, a las personas con aspecto de enfermedad y/o suciedad se las discrimina. Como ya mencionamos, el sistema inmune conductual posee una fuerte relación con la psicología del prejuicio, pero este no es el tema de nuestro trabajo.

De la sobrerreacción a la psicopatología

Como tantas veces hemos comprobado, los sistemas que evolucionaron para protegernos pueden volverse en nuestra contra y, en efecto, lo hacen. Mucha de (tal vez casi toda) la psicopatología que observamos en la vida moderna tiene que ver con algún rasgo evolutivamente adaptativo proveniente de tiempos inmemoriales, el cual se exacerba y desregula en un ambiente nuevo para el cual no fue diseñado. El sistema inmune conductual no es ninguna excepción.

A medida que avanzamos en el artículo, el TOC surgió como un ejemplo obligado de la desregulación del sistema. Los centros involucrados en la reacción de asco se solapan muchísimo con los que se ven comprometidos en el TOC; de hecho, son los mismos: corteza cingulada anterior, corteza temporal anterior, córtex prefrontal medial, córtex visual, ganglios basales.

El TOC es un cuadro complejo, con muchas aristas y subtipos; probablemente en algunos años la entidad que hoy nosotros llamamos TOC se convierta en un abanico diferente de cuadros relacionados. En este sentido, hay formas del TOC que evidencian mucho más notoriamente el funcionamiento de un sistema inmune conductual reactivo. Se trata de los subtipos de contaminación, lavado y en general todos aquellos que en alguna medida engloban reacciones de asco ante gérmenes reales o imaginarios. También algunos casos de TOC más puramente evitadores, pues si bien no se encuentran obsesionados con los gérmenes, son estos agentes los que supuestamente se evitan. Algunas veces, las conductas de evitación y escape se encuentran tan incorporadas que el paciente pierde de vista el sentido inicial por el cual comenzó a ejecutarlas. En estos casos, basta tan solo con propiciar un poco de exposición como para observar que se disparan temores relacionados con microorganismos, enfermedades y contaminación. Algo similar sucede a veces con algunas formas de chequeo y verificación. Frecuentemente, las compulsiones de esta clase se encuentran orientadas a asegurarse de que los objetos se hallan limpios, pulcros, sanitizados o que, simplemente, no hayan tenido contacto con lo que se considera contaminado.

Una de las características más llamativas del TOC también se revela como una exacerbación de uno de los mecanismos protectores del sistema inmune conductual. Como hemos dicho, se reacciona con asco ante lo que se considera contaminado pero también ante lo que ha tomado contacto con aquello que se considera contaminado. Hasta cierto punto, tiene una lógica preventiva de salud; así, por ejemplo, si mi reloj ha caído en el piso sobre una montaña de comida en estado putrefacto, resulta natural que yo reaccione con asco y tome medidas correspondientes de higiene.

En el TOC esta pauta se lleva a límites extremos. Primariamente, muchos o todos los estímulos que el paciente considera contaminados no lo están objetivamente, vale decir, el paciente sobreexagera la probabilidad de transmisión de gérmenes. Pero esto es algo que ya sabemos. Lo que realmente a veces establece una patología sin límites es la exacerbación del mecanismo de contaminación por contacto, vale decir, la experiencia de que lo contaminado pasa de uno a otro objeto indefinidamente, en una cadena que no halla su final. Por supuesto, esto está en la mente de quien lo padece. Así, por ejemplo, se cree que la sal trae mala suerte, pero como la sal está sobre la mesa ya también la mesa trae mala suerte y de ahí todo lo que yacía sobre la mesa, por ende todo tiene que ser adecuadamente limpiado mediante compulsiones de lavado. En estos casos, aparte de la irracionalidad de las obsesiones, lo cual no es ninguna novedad en este cuadro, asistimos a la generalización de un mecanismo cuyo valor adaptativo y funcionalidad radica en el mundo físico, pero no en el plano del pensamiento. En otras palabras, los pensamientos no contagian, tampoco lo hacen las sensaciones.

El TOC de subtipo de religiosidad/moralidad constituye a veces otro ejemplo de desvirtuación del mecanismo. En estos casos, el sujeto experimenta la intrusión de un pensamiento blasfemo, ofensivo, moralmente punible; a partir del cual lo que está presente tanto en el ambiente físico, pero también mental, se considera contaminado y gatilla neutralizaciones. Podríamos continuar escribiendo muchas páginas sobre la relación del TOC con el sistema inmune conductual, pero nuestro objetivo se orienta únicamente a señalar el vínculo. Lo mismo afirmamos del grupo de patologías que mencionamos a continuación.

El ámbito de la ansiedad ante la salud es otro de los más relacionados con el tema en discusión. La expresión identifica a un conjunto de problemas cuyo denominador común radica en la interpretación catastrófica de señales corporales benignas; incluye desde diagnósticos formales como la Hipocondría hasta algunos objetos de estudio más novedosos como la Cibercondría. La mayoría de estos cuadros muestran algún grado de sobreactivación del sistema inmune conductual. Las reacciones no se manifiestan tan evidentes como en el TOC, pues en los desórdenes de la ansiedad ante la salud la respuesta predominante no es tanto el asco, sino el miedo o la ansiedad. Así, ante sensaciones corporales menores, las personas experimentan ideas como tener un infarto, estar desarrollando un cáncer o perder la vista. Frecuentemente, el miedo a las sensaciones se extiende hacia los posibles agentes imaginarios que pueden provocarlas; gérmenes y contaminantes de los cuales hay que defenderse para no enfermar. De este modo, la reacción de miedo se interpone como barrera defensiva primaria, generando conductas de evitación y escape de los elementos contaminados que, de ser confrontados, producirían asco y activarían el sistema inmune conductual.

Algunos individuos con ansiedad ante la salud se mantienen atentos a los signos de resfriado en los demás; no sienten asco, sienten miedo de ellos y, por lo tanto, los evitan. Otras personas presentan conductas de evitación de hospitales, sanatorios u otros entornos médicos, los cuales se valoran como potenciales transmisores de enfermedades. Sorprendentemente, muchas de las enfermedades que supuestamente se evitan no son de transmisión infectocontagiosa, como por ejemplo el cáncer. Esto por supuesto llama la atención respecto de potenciales relaciones con el TOC. Sin entrar en detalles, sí diremos que ambos grupos de entidades psicopatológicas mantienen fuerte relación; en gran medida por compartir tal vez un mecanismo subyacente, el sistema inmune conductual.

El actual COVID-19 es sin lugar a dudas una amenaza real e importante a la salud; como pandemia global requirió y requiere acciones colectivas para ser contenida hasta la implementación global y exitosa de las vacunas. No se puede negar la peligrosidad del virus: es nuevo y, por ende, nadie tiene anticuerpos, se transmite fácilmente, con un largo periodo de incubación que por varios días deja a su portador tanto asintomático como ignorante de que está esparciendo un agente infeccioso, y posee una alta tasa de letalidad: unas 10 veces más que la gripe común. Todo esto es más que claro, el COVID-19 es una amenaza muy seria. Ahora bien, ¿por qué los seres humanos no tomamos con la misma seriedad y, por ende, efectuamos las conductas de prevención para otras enfermedades que matan a más personas? ¿Por qué las tan necesarias medidas que se han llevado adelante para el COVID-19 no encuentran un reflejo en enfermedades cardiovasculares o el cáncer?

La respuesta ya se ha desarrollado claramente a lo largo de este trabajo. No hay preparación biológica para temer al cáncer o a las enfermedades cardiovasculares pues ellas no mataron a nuestros ancestros, quienes en su mayoría no eran lo suficientemente longevos como para desarrollarlas. Por otra parte, las conductas de prevención necesarias para las enfermedades modernas contrarían nuestros impulsos más básicos de alimentación.

El COVID-19 ha disparado el miedo y las consecuentes conductas de prevención; las razones de ello yacen en nuestras raíces biológicas y psicológicas atávicas que una vez más, en medio de un mundo tecnológico y globalizado, nos vuelen a proteger como hace millones de años; con una barrera defensiva, con un sistema inmune en el comportamiento.

Por: Carmela Rivadeneira, José Dahab y Ariel Minici. 

Artículo publicado en CETECIC y cedido para su republicación en Psyciencia.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El liderazgo político: algunas lecciones actuales desde la psicología social

  • 05/05/2021
  • Equipo de Redacción

Descripción del capitulo:

El programa ofrece una conversación entre dos expertos en liderazgo que han dedicado su atención a este importante campo de la psicología social en nuestro país, Francisco Morales y Fernando Molero, con la también psicóloga social Carmen Huici. Pasan revista a las principales contribuciones al estudio del liderazgo desde la perspectiva de la psicología social, aluden a algunas investigaciones derivadas de esas teorías y a las implicaciones de esas contribuciones al análisis del liderazgo político, es decir, a las lecciones prácticas que pueden derivar de esos planteamientos.

Fuente: UNED

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

¿Cómo sabe el cerebro cuándo prestar atención?

  • 05/05/2021
  • Maria Fernanda Alonso

Las reacciones rápidas a eventos futuros son cruciales. Cuando un semáforo en verde cambia al color amarillo y nuestro vehículo está muy próximo al cruce de calles, el cerebro necesita responder en fracciones de segundo para anticipar si podremos cruzar o no nos alcanzará el tiempo antes de que el semáforo encienda la luz roja. Estas respuestas rápidas se basan en estimaciones de si ocurrirán eventos y cuándo. 

Cada evento futuro conlleva dos tipos distintos de incertidumbre: si sucederá dentro de un período de tiempo determinado y, de ser así, cuándo es probable que ocurra. Pero, ¿cómo afectan estas fuentes de incertidumbre al comportamiento anticipatorio humano? En otras palabras, ¿cómo interactúa el cerebro humano con la estructura temporal de su entorno? Según un estudio reciente, tanto la posibilidad de que ocurra un evento futuro como cuándo ocurrirá, moldean de forma independiente el comportamiento anticipatorio; este efecto es muy dinámico a lo largo del tiempo y no es estable como se creía (Grabenhorst et al., 2021). 

Metodología

Para averiguarlo, los investigadores manipularon sistemáticamente las probabilidades de que ocurran eventos sensoriales y cuándo ocurrirían, y analizaron el comportamiento del tiempo de reacción humana. 

Resultados

El equipo encontró dos hallazgos novedosos: primero, la probabilidad de que ocurra un evento tiene un efecto altamente dinámico sobre la anticipación a lo largo del tiempo; segundo, las estimaciones del cerebro sobre si un evento ocurrirá y cuándo ocurrirá toman lugar de forma independiente.

Los investigadores ilustran esto con un ejemplo cotidiano: cuando conducimos un vehículo, al acercarnos a un cruce de ferrocarril, la probabilidad de que las barreras bajen determina nuestra disposición general para frenar. Esto es intuitivo y conocido. Sin embargo, los autores encontraron que esta disposición a responder aumenta drásticamente con el tiempo. Uno se vuelve mucho más alerta, aunque la probabilidad de que las barreras bajen objetivamente no cambia. Este efecto dinámico de si un evento ocurrirá es independiente de cuándo ocurrirá. El cerebro sabe cuándo prestar atención basándose en cálculos independientes de estas dos probabilidades.

Estos hallazgos indican que el cerebro humano ajusta dinámicamente su disposición para responder basándose en estimaciones de probabilidad separadas de si ocurren eventos y cuándo. Este estudio contribuye significativamente a la comprensión de cómo el cerebro humano predice eventos futuros para interactuar en consecuencia con el medio ambiente.

Referencia bibliográfica: Grabenhorst, M., Maloney, L. T., Poeppel, D., & Michalareas, G. (2021). Two sources of uncertainty independently modulate temporal expectancy. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 118(16). https://doi.org/10.1073/pnas.2019342118

Fuente: Science Daily

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Metaanálisis: Golpes, lesiones y salud mental en niños y niñas

  • 04/05/2021
  • Alejandra Alonso

Una nueva revisión sistemática sugiere que se evalúe la salud mental como parte del chequeo y manejo de golpes y lesiones en población pediátrica.

¿Cómo se llevó a cabo el estudio?

El metaanálisis utilizó los datos de 69 artículos publicados entre 1980 y 2020, que involucraron a 89,114 niñas y niños de entre 0 y 18 años, residentes en 9 países diferentes. Dicha muestra sufrió golpes y lesiones de distintos tipos: 

  • El 42.3% tuvo caídas.
  • El 29,5% presentó lesiones deportivas.
  • El 15.5% estuvo en accidentes de tránsito.

¿Qué resultados obtuvieron?

Del total de datos estudiados, se observó que el 36.7% experimentó niveles significativos de problemas internalizantes como retraimiento, ansiedad, depresión y estrés postraumático; el 20% mostró también problemas externalizantes como agresión, hiperactividad y problemas de atención, comparados con niñas y niños saludables o que tenían otra clase de lesiones (por ejemplo, fractura de brazo).

Los problemas de salud mental preexistentes fueron un predictor de las dificultades en salud mental luego del golpe: el 29% de las niñas y niños con un diagnóstico en salud mental previo al golpe o lesión reportaron un nuevo diagnóstico posterior al golpe. Por otro lado, un 26% de niños y niñas sin diagnóstico en salud mental previo al golpe, desarrollaron síntomas luego de este.

Los problemas mejoraron significativamente luego de 3 a 6 meses, pero un pequeño porcentaje de niños y niñas continuó experimentando síntomas por varios años.

De acuerdo con la investigación, un tercio de la población pediátrica experimenta golpes y lesiones en la cabeza antes de los 13 años, sin embargo la identificación de aquellos que tendrán más dificultades luego de dichas lesiones continúa siendo un desafío. Y, considerando que una persona puede verse bien por fuera pero el impacto emocional no necesariamente se percibe, es importante evaluar también la salud mental.

Esta revisión sugiere que los golpes y lesiones pueden exacerbar o precipitar dificultades relacionadas a la salud mental, influyendo en la recuperación y en los resultados psicosociales. Incorporar chequeos de salud mental luego de golpes y lesiones puede prevenir problemas innecesarios o tratar cuestiones existentes.

Referencia del estudio: Alice Gornall, Michael Takagi, Thilanka Morawakage, Xiaomin Liu, Vicki Anderson. Mental health after paediatric concussion: a systematic review and meta-analysis. British Journal of Sports Medicine, 2021; bjsports-2020-103548 DOI: 10.1136/bjsports-2020-103548

Fuente: Science Daily

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Una breve historia de los antidepresivos

  • 04/05/2021
  • Equipo de Redacción

Video ilustrativo. Le mejor evidencia disponible al momento demuestra que no hay evidencia convincente de que la depresión esté asociada, o causada, por niveles bajos de serotonina.

En la década de 1950, el descubrimiento de dos nuevos medicamentos provocó lo que se convertiría en un mercado multimillonario de antidepresivos. Ninguno de los fármacos tenía la intención de tratar la depresión en absoluto; muchos médicos y científicos creían que la psicoterapia era el único método de tratamiento. Neil R. Jeyasingam detalla el viaje de décadas que siguió y cómo revolucionó nuestra comprensión de la depresión.

Puedes activar los subtítulos en español desde el reproductor de Youtube.

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Programa basado en Harry Potter para prevenir el suicidio en adolescentes

  • 03/05/2021
  • Alejandra Alonso

Muchas de las muertes registradas por suicidio se dan en población adolescente, quienes representan el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países del mundo (OMS). De acuerdo con los autores y autoras de un nuevo estudio, la TCC ha mostrado reducir en un 6% las conductas de autolesión, aunque no hay muchos datos sobre su eficacia en la población adolescente.

Las escuelas son ideales para enseñar resiliencia, diferentes habilidades y hacer psicoeducación. Es por eso que en el estudio se utilizaron escuelas para evaluar la eficacia de intervenciones enfocadas en la prevención del suicidio utilizando literatura (Harry Potter y el prisionero de Azkaban en este caso). Durante el programa, los estudiantes aprenden cómo tanto el protagonista de la historia (Harry) como la autora de los libros (J.K. Rowling) aprenden a ser resilientes cuando enfrentan depresión y ansiedad.

¿Cómo se realizó el estudio?

Se trata de un estudio aleatorio controlado (RCT) con el objetivo de evaluar un programa basado en terapia cognitivo-conductual (TCC), insertado en el currículo de inglés estándar en un distrito escolar grande. Participaron 46 salones pertenecientes a 15 escuelas diferentes, que fueron divididos en grupos donde recibieron la intervención y grupos control. Los individuos tenían entre 11 y 14 años.

Docentes de inglés recibieron entrenamiento para la implementación de un programa que enseñaba habilidades de TCC a través de los libros de Harry Potter. La intervención se enfoca en habilidades de afrontamiento, flexibilidad cognitiva, resolución de problemas, resiliencia y se realiza psicoeducación TCC. Específicamente se enseñaban:

  1. Factores de riesgo que contribuyen al estrés y factores protectores que ayudan a ser resilientes.
  2. Manifestaciones de ansiedad y depresión.
  3. Diferencias entre pensamiento racional y distorsiones cognitivas.
  4. Intervenciones conductuales para mejorar el estado de ánimo.
  5. La promoción de conductas de búsqueda de ayuda si falla la regulación de emociones.

¿Qué se encontró?

Aquellos que recibieron la intervención experimentaron una disminución de ideación suicida en esta población, pero no en los intentos de suicidio. En la investigación se explica que el suicidio en adolescentes es muy complejo y se necesitan observaciones longitudinales en relación a intentos de suicidio y autolesiones, para entender mejor los efectos.

Adicionalmente se observó una reducción en el caos interpersonal, mejoras en la regulación emocional y menos confusión. 

Aunque los resultados son más pequeños de lo que los autores esperaban, la implementación de elementos de TCC es prometedora para promover el bienestar emocional y social en estudiantes.

Referencia del estudio: Klim-Conforti, P., Zaheer, R., Levitt, A. J., Cheung, A. H., Schachar, R., Schaffer, A., Goldstein, B., Fefergrad, M., Niederkrotenthaler, T., & Sinyor, M. (2021). The Impact of a Harry Potter-Based Cognitive-Behavioral Therapy Skills Curriculum on Suicidality and Well-being in Middle Schoolers: A Randomized Controlled Trial. Journal of Affective Disorders, 286, 134–141. https://doi.org/10.1016/j.jad.2021.02.028

Fuente:Mad in America

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

Un programa de entrenamiento cognitivo adaptativo puede ayudar en el tratamiento de niños con problemas de atención y memoria de trabajo

  • 03/05/2021
  • Maria Fernanda Alonso

La anemia de células falciformes (ACF) es una condición que aumenta el riesgo de dificultades neurocognitivas debido a complicaciones cerebrovasculares (como apoplejías manifiestas e infartos cerebrales silenciosos) y características de la enfermedad subyacente (como anemia crónica). Los efectos neurocognitivos de la ACF generalmente involucran problemas con la atención, la memoria de trabajo y otras funciones ejecutivas. Hasta el momento, la línea principal de tratamiento es de base farmacológica. Sin embargo, un enfoque diferente basado en la aplicación de un programa de entrenamiento cognitivo adaptativo ha mostrado resultados prometedores para tratar las dificultades de atención y memoria de trabajo en los niños con ACF (Hardy et al., 2021).

Por qué es importante

Entre el 20 y el 40% de las personas con ACF repiten un grado en la escuela y menos de la mitad de los adultos están empleados. Las intervenciones para prevenir y tratar las dificultades neurocognitivas causadas por la ACF tienen el potencial de mejorar significativamente los resultados académicos, el logro vocacional y la calidad de vida.

Qué metodología usaron

Para el estudio, los investigadores utilizaron un programa de entrenamiento cognitivo adaptativo (conocido como Entrenamiento de la memoria de trabajo Cogmed) que los pacientes completan en casa, en un iPad.

Se aplicó un diseño de ensayo controlado aleatorio, y se pidió a los niños que completaran sesiones de entrenamiento Cogmed durante aproximadamente 30 minutos, 3 a 5 veces por semana hasta completar 25 sesiones. 

El programa Cogmed contiene ejercicios de memoria de trabajo similares a los de un juego que se adaptan al rendimiento del usuario, volviéndose gradualmente más desafiantes con el tiempo a medida que mejora el rendimiento. 

Qué encontraron

Los autores encontraron que los pacientes con anemia de células falciformes (ACF) que completaron la intervención de entrenamiento cognitivo mostraron una mejora significativa en la memoria de trabajo visual en comparación con un grupo de lista de espera que usó Cogmed después del período de espera. 

Los efectos del tratamiento fueron especialmente notables para los pacientes que completaron una «dosis» de 10 sesiones de entrenamiento cognitivo. Estas personas mostraron una mejor memoria de trabajo visual, memoria verbal a corto plazo y fluidez matemática.

Con estos resultados, los investigadores defienden el entrenamiento de trabajo digital como un enfoque eficaz para el tratamiento de déficits neurocognitivos en jóvenes con anemia de células falciformes. 

Además, resaltan que los beneficios obtenidos por quienes completaron 10 sesiones de entrenamiento cognitivo podrían tener un impacto real en la vida diaria, facilitando recordar y seguir instrucciones en la escuela y en la casa, organizar tareas o resolver problemas matemáticos que requieren recordar información por períodos cortos de tiempo.

Estos hallazgos muestran que las habilidades de las personas con ACF son modificables y que existe un tratamiento no farmacológico.

Referencia bibliográfica: Hardy, S. J., Bills, S. E., Meier, E. R., Schatz, J. C., Keridan, K. J., Wise, S., & Hardy, K. K. (2021). A Randomized Controlled Trial of Working Memory Training in Pediatric Sickle Cell Disease. Journal of Pediatric Psychology. https://doi.org/10.1093/jpepsy/jsab030

Fuente: Science Daily

  • Ciencia y Evidencia en Psicología

El consumo de ansiolíticos en 2020 fue el más alto de la última década

  • 02/05/2021
  • David Aparicio

María Álvarez del Vayo, Ángela Bernardo, Carmen Torrecillas, Olalla Tuñas y Eva Belmonte, escribieron para El Confidencial, un completo análisis sobre la situación actual sobre el consumo de ansiolíticos en Europa:

Ansiedad, depresión o insomnio son situaciones a las que se enfrentan miles de personas a diario desde hace años. La pandemia del coronavirus no ha ayudado: tras una década de moderación en el consumo de medicamentos para tratar la ansiedad y el insomnio —los conocidos como ansiolíticos—, el 2020 ha dejado un nuevo récord en España. El último informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción apunta a que este crecimiento en el consumo «puede explicarse por la necesidad de los usuarios de combatir la ansiedad que sufren en respuesta a la pandemia y al confinamiento».

Junto con Portugal y Croacia, España ya se situaba en el pódium en datos en consumo de ansiolíticos, como el diazepam o el lorazepam (Valium y Orfidal en sus versiones comerciales más famosas), antes de 2020. Un ejemplo: el lorazepam —uno de los principios activos que pertenecen a este grupo— ya se encontraba en el séptimo puesto entre los medicamentos que más se habían vendido en España en el año 2017.

Los ansiolíticos suelen prescribirse para tratar el insomnio y la ansiedad, pero se aconseja que su uso sea limitado en el tiempo, ya que pueden crear adicción. Los datos demuestran que ese consejo no se suele seguir. Una investigación en Portugal señala que estos números tan altos se pueden deber a un «efecto acumulativo, revelando la existencia de pacientes que toman ansiolíticos por periodos más largos de los que se les había prescrito».

Las autoridades de salud saben que la prescripción de ansiolíticos no es el mejor tratamiento y saben muy bien los riesgos que acarrean, pero lo hacen porque han tenido muchas dificultades para ofrecer tratamiento psicológico a las personas que lo necesitan:

«Cuando comparamos antidepresivos con información y entrenamiento en el manejo de emociones, ganan la información y el entrenamiento psicológico», afirma Cano Vindel. Estas conclusiones son del estudio PSICAP, que demuestra que la incorporación de tratamiento psicológico en atención primaria es eficaz para la mejora de pacientes con ansiedad y depresión. Pero, pese a eso, hoy en día los tratamientos farmacológicos siguen siendo predominantes.

Lee el artículo completo en El Confidencial.

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