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  • Psicología clínica

Psicosis postparto: Un trastorno que suele no ser diagnosticado y tratado

  • Alejandra Alonso
  • 13/09/2016
Psicosis postparto

La psicosis puerperal es un trastorno que puede darse en las primeras 4 semanas que le siguen al parto. Los datos sugieren que su aparición se vincula con el trastorno bipolar y que suele coincidir con enormes cambios hormonales después del parto. La paciente puede presentar psicosis, deterioro cognitivo y comportamiento gravemente desorganizado, que representa un cambio comparado a la actividad previa de la persona. Dichos síntomas, combinados con falta de conocimiento sobre ellos y sobre la enfermedad, pueden tener consecuencias graves en relación a la seguridad y bienestar de la madre y sus hijos (Sit, Rothschild & Wisner, 2006).

Científicos del Northwestern Medicine describieron la brecha gracias a una revisión de la literatura sobre este raro y muy poco investigado trastorno. La psicosis postparto casi siempre deriva del trastorno bipolar, pero muchas veces no es detectada por su rareza y por la falta de investigación sobre el tema, comentan los autores.

“Es un trastorno muy serio y a nadie le gusta tratar con medicación a mujeres embarazadas o amamantando, pero ciertamente el riesgo de no tratarlas es también muy alto, como el riesgo de suicidio”, añade la autora principal del estudio, Dra. Katherine Wisner.

Los médicos suelen ser reacios a prescribir litio a mujeres que están dando el pecho, debido a que temen un impacto negativo en el bebé. Sin embargo, este nuevo estudio encontró que, entre el pequeño número de madres (que estaba amamantando) tratadas con dicho medicamento, sus hijos no presentaron efectos adversos.

Puede tener consecuencias graves en relación a la seguridad y bienestar de la madre y sus hijos

El litio es la droga de acción rápida más efectiva para tratar la psicosis postparto y suele ser recomendada como la primera opción de tratamiento, según la revisión que aparece en The American Journal of Psychiatry.

Aunque la tragedia puede prevenirse con diagnóstico y tratamiento apropiados, son muy pocas las mujeres que lo padecen y todavía menos los estudios que se han realizado sobre el tema.

Wisner aclara que la depresión postparto no es lo mismo que la psicosis postparto. En la primera la madre puede mostrar fatiga, pensamientos obsesivos y miedo a poner a su bebé en peligro, pero no presentan alucinaciones, delirios u otros síntomas psicóticos.

Los autores también notaron que es importante distinguir entre el tratamiento para mujeres que solo tienen episodios postparto y aquellas que presentan episodios anímicos más crónicos.

Los autores creen que es importante que las mujeres con trastorno bipolar conozcan este riesgo de desarrollar psicosis postparto y sepan que hay tratamientos altamente efectivos para prevenirlo.

Fuente: PsychCentral

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  • Psicología aplicada

Estudio identifica neuronas involucradas en el aprendizaje observacional

  • Alejandra Alonso
  • 13/09/2016
Aprendizaje observacional
No es ningún secreto, podemos aprender observando a otros y de hecho es un método de aprendizaje que utilizamos desde muy temprana edad. A través del aprendizaje observacional podemos predecir resultados y tomar decisiones en el futuro. Ahora una investigación del UCLA-Caltech ha localizado las neuronas individuales involucradas en este tipo de aprendizaje. Los hallazgos podrían proveer una mejor comprensión de cómo el cerebro se desvía en condiciones como los trastornos del aprendizaje y los trastornos de ansiedad social. «El aprendizaje observacional es la piedra angular de nuestra habilidad para cambiar la conducta. La naturaleza humana hace que quieras aprender de los errores de otros antes de cometerIos vos mismo», asegura el autor principal, Dr. Itzhak Fried. Otro de los autores, Michael Hill, dice: «La habilidad para aprender rápidamente de otros puede darles a los humanos una ventaja crítica sobre otras especies. Esta habilidad también contribuye a que alguien se sienta que es miembro de una cultura (…).» Antes del estudio, Fried implantó electrodos profundos en el cerebro de personas con epilepsia que estaban siendo tratadas en UCLA (procedimiento médico estándar utilizado para identificar los orígenes de las convulsiones epilépticas antes de la cirugía). Los investigadores utilizaron los electrodos para grabar la actividad de neuronas individuales en el cerebro de 10 personas que jugaban a las cartas. Los jugadores fueron instruidos para tomar una carta de una de las dos barajas presentadas. Una de las barajas incluía el 70% de las cartas ganadoras, mientras que la otra tenía el 30% restante. Cada persona tomó turnos para elegir sus cartas y luego observaban a otros dos jugadores sacar cartas de la misma baraja. Al aprender de los resultados propios y los de las elecciones de otros jugadores, los participantes rápidamente acabaron la baraja que contenía las mejores cartas. El equipo de investigadores estaba sorprendido con el descubrimiento de que neuronas individuales en el lóbulo frontal reaccionaran en los momentos en que el individuo consideraba si él o los oponentes escogerían una carta ganadora. La región en cuestión es la corteza del cíngulo anterior, que juega un rol importante en funciones cognitivas como la toma de decisiones, anticipación de recompensas, interacciones sociales o emociones. Los hallazgos sugieren que células nerviosas individuales en el cerebro de la persona utilizan los datos aprendidos mediante la observación de los otros jugadores para calcular de qué mazo elegir la próxima tarjeta. Fried comenta que, aunque se sabe que la corteza del cíngulo anterior actúa como centro ejecutivo de la toma de decisiones humana, poco se sabe todavía sobre la maquinaria neuronal a este nivel. El estudio podrá ayudar a conocer un poco más sobre la organización neuronal de la ya nombrada corteza y cuáles son sus funciones. Fried y Hill creen que la estimulación activa de las neuronas en la corteza del cíngulo anterior puede influir la conducta humana y tener posibles beneficios para personas con dificultades del aprendizaje o en la lectura de señales sociales. Por último, también se descubrió que las neuronas de la misma región cerebral se encienden en respuesta al schadenfreude (o la alegría de ver a otro cometer un error o perder un juego). Específicamente, los científicos notaron que las células de ésta región cerebral se encendieron vigorosamente cada vez que el individuo ganaba o que otro jugador perdía (schadenfreude) y disminuía su actividad cuando el jugador perdía u otros ganaban. Fuente: Science Daily

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  • Psicología aplicada

El narcisismo patológico se relaciona con la reducción del grosor y volumen de la corteza frontal del cerebro

  • David Aparicio
  • 13/09/2016
Narcicismo
Estudios previos han encontrado que el narcisismo patológico se relaciona con otros trastornos mentales, en especial con la ansiedad, depresión, soledad, poca empatía y neuroticisimo. Y ahora una nueva investigación de la revista Neuroscience también encontró diferencias cerebrales específicas de las personas con esta condición. El narcisismo patológico se puede definir como las características de personalidad que incluyen conductas arrogantes, sentimientos de grandiosidad, falta de empatía y disposición para explotar a las demás personas en pro de su propio beneficio. Según las investigaciones el narcisismo patológico también se relaciona con las conductas de agresividad y dominancia. El estudio en cuestión fue desarrollado en China y dirigido por el investigador Yu Mao, quien se dedicó a explorar la relación entre el grosor y volumen cortical y el narcisismo en una muestra de 176 estudiantes universitarios, a través de las imágenes por Resonancia Magnética y luego comparó la asociación entre las estructuras cerebrales y los puntajes que obtuvieron los estudiantes en el Inventario de Narcicismo Patológico. Después de todo esto, Yu Mao y su equipo encontraron que el narcisismo patológico estaba asociado con la reducción del grosor y volumen de la corteza prefrontal dorsolateral, la cual juega un rol importante en el control ejecutivo del cerebro, y que se relaciona con la desregulación emocional que presentan estos individuos. Todavía estos hallazgos no tienen repercusiones directas en la práctica clínica. Sin embargo, los investigadores concluyen que: «en conjunto estos resultados sugieren que existe una estructura cerebral única en las personas con narcicismo patológico, distribuido en diferentes regiones de materia gris en la red social cerebral y en la red ejecutiva central.» Fuente: Psypost

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  • Psicología clínica

Lo sano y lo patológico en Terapia Cognitivo Conductual

  • CETECIC
  • 12/09/2016

¿Cómo sabemos si alguien padece de una patología?

¿Existe una forma clara de demarcar lo que es patológico de lo que no lo es en Psicología? ¿En qué casos nos enfrentamos a una patología, en sentido fuerte y pleno de la palabra? ¿Y en qué casos estamos simplemente ante una característica atípica y/o disfuncional pero no estrictamente patológica en el sentido de enfermedad? Por ejemplo, las personas que padecen fobias a las arañas domésticas, a los aviones o las alturas, ¿tienen un problema psicopatológico o se trata tan solo de hábitos poco prácticos en nuestro ambiente? Estas preguntas no presentan únicamente un interés teórico, sino que también conllevan importantes consecuencias prácticas. La manera en que clasificamos a las conductas en general y a los problemas psicológicos en particular, conduce a implicancias sociales directas para la persona y para las aplicaciones que abordarán tales patologías o problemas psicológicos, como quiera que se llamen. Históricamente, la definición de la conducta patológica ha sido objeto de debate y controversias en las ciencias sociales y de la salud. La etiquetación de ciertas conductas como anormales, enfermas, patológicas o atípicas, entre otros nombres; condujo en muchas ocasiones a la estigmatización y segregación social de algunas minorías; un claro ejemplo es el de la homosexualidad. El concepto de enfermedad no es únicamente una definición científica, sino que se trata de una construcción social en el cual se entrecruzan diversos factores. Nuestro objetivo en el presente artículo consiste en discutir algunos criterios utilizados para demarcar el campo de la psicopatología, pero con la vista puesta en las intervenciones que podemos y deberíamos hacer como agentes clínicos trabajando desde la Terapia Cognitivo Conductual.

Históricamente, la definición de la conducta patológica ha sido objeto de debate y controversias en las ciencias sociales y de la salud

En la actualidad, las directrices más aceptadas internacionalmente para el diagnóstico psicológico se encuentran en el DSM, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana, el cual va por su quinta edición. En él vamos a encontrar a los desórdenes mentales agrupados en capítulos de acuerdo con algún eje común, por ejemplo, trastornos de ansiedad, disfunciones sexuales o trastornos alimentarios. Luego, cada diagnóstico mental puntual se define sobra la base de un conjunto de criterios, si el paciente cumple tales criterios, se le asigna el diagnóstico en cuestión. Si bien el DSM se autoproclama a-teórico, siempre se ha notado la influencia de algún enfoque psicológico, al menos por el vocabulario utilizado. Hoy el mayor influjo proviene de las neurociencias. El DSM ha sido uno de los grandes avances en relación al establecimiento de diagnósticos psicológicos en muchos sentidos. En primer lugar, ha unificado criterios y vocabularios, esto condujo a una mejor comunicación profesional. Por otra parte, la definición más precisa de los desórdenes ha permitido la aplicación de tratamientos estandarizados a los mismos, con la consiguiente comparación en la efectividad de las intervenciones. Representa realmente todo un progreso que seguramente tenderá a profundizarse en el futuro. Ahora bien, todos los que trabajan en clínica saben perfectamente que muchos pacientes no “encajan” en los criterios plateados. Hay algunos que consultan por problemas que simplemente no se mencionan en el DSM, otros cumplen algunos criterios de un cuadro, pero no todos como para recibir el diagnóstico; otros presentan un conjunto heterogéneo de problemas que responden a diferente patologías pero no poseen todos los rasgos como para dar un diagnóstico formal de ninguna. ¿Cómo debemos actuar en esos casos? ¿Cuál es la postura que adoptamos desde la Terapia Cognitivo Conductual?

Psicopatología: ¿un fallo en la función del órgano?

Desde la biología y la medicina, la clasificación de enfermedad resulta relativamente más simple que en psicología. En términos sencillos, un órgano, sistema o tejido está enfermo cuando deja de cumplir la función para la cual está diseñado. Así, decimos que hay enfermedad si el pulmón deja de efectuar adecuadamente el intercambio gaseoso o el riñón deja de procesar líquidos y limpiar al organismo de toxinas. Conocemos la función del órgano, si la cumplimenta bien, está sano; si no lo hace está enfermo. Un tal criterio es mucho más difícil de aplicar en psicología.
todos los que trabajan en clínica saben perfectamente que muchos pacientes no “encajan” en los criterios plateados
¿Cuál es la función de nuestro cerebro? Si pudiéramos dar una respuesta acabada a esta pregunta tal vez tendríamos un principio para empezar a definir a la psicopatología con un criterio similar al de la medicina. Las funciones de nuestro cerebro son hablar, recordar información, leer, pero también amar y formar lazos sociales positivos y cariños como otros basados en el rencor por quien alguna vez nos lastimó. Nuestro cerebro tiene la función de sentir alegría frente a los éxitos, temor frente al peligro, entonces por ende, preocuparse e incluso obsesionarse…claro, también podríamos decir que el cerebro posee la función de caminar pues almacena tal información motriz. La lista se vuelve enorme, las funciones de nuestro cerebro son diversas y heterogéneas, se trata de un órgano maravilloso, el sistema más complejo hasta hoy conocido. Muchos resumen esta problemática diciendo que el “el cerebro procesa información”. Existen casos en los cuales casi nadie duda de que el cerebro deja de cumplir sus funciones más importantes y que por ende, deben ser clasificados como psicopatológicos. Son ejemplos la esquizofrenia o el trastorno bipolar. En el primero, la persona escucha voces que no existen, tiene dificultades para razonar lógicamente y controlar sus impulsos más básicos. Sin ayuda, sin tratamiento, la persona con esquizofrenia deteriora gravemente su calidad de vida e incluso muere. Sin llegar a extremos tan graves, encontramos patologías como el trastorno bipolar, debido al cual la persona padece de variaciones anímicas marcadas sin causas ambientales. Así, en los picos de manía el paciente efectúa conductas en exceso como infidelidades y gastos exagerados con la tarjeta de crédito o juegos de azar. Contrariamente, en los momentos de depresión, no sale de la cama, abandona su trabajo, no cuida de sus hijos; obviamente frecuentemente existe el riesgo de suicidio. El trastorno bipolar se presenta en grados, pero incluso las formas más benignas de la enfermedad acarrean consecuencias perjudiciales para la calidad de vida del paciente. Tanto la esquizofrenia como el trastorno bipolar constituyen ejemplos claros de patologías en sentido pleno dado que el cerebro no cumplimenta adecuadamente funciones básicas importantes relacionadas con el bienestar y la supervivencia del sujeto. Hoy existen criterios específicos para su diagnóstico, los cuales se encuentran descriptos en el DSM. Asimismo, contamos con protocolos de tratamiento para este tipo de cuadros, los cuales son plenamente utilizados en Terapia Cognitivo Conductual. Ahora bien, consideremos los siguientes ejemplos que se presentan en la consulta de un psicólogo que practica Terapia Cognitivo Conductual: ▪ Un hombre pide ayuda pues se encuentra en una relación paralela con una amante, la cual ha dejado de ser una aventura y comienza a cobrar una importancia tal que le hace dudar de la relación con su pareja, a la cual por otra parte, ama profundamente. ▪ Una mujer joven pide ayuda porque cuando está en su trabajo anhela regresar a casa, pero cuando está en casa se aburre y se siente sola. ▪ A un joven recibido recientemente le ofrecen un trabajo en su profesión pero en otro país. La oportunidad laboral es muy atractiva y probablemente no vuelva a presentarse pero cree que si se va, extrañará mucho su familia y sus amigos. Tal vez los ejemplos anteriores podrían ser clasificados como desórdenes adaptativos, en el sentido de que se trata de reacciones exageradas a situaciones estresantes de la vida cotidiana. Por supuesto, que el mote de “exageradas” resulta muy subjetivo y discutible. De todos modos, dudosamente podríamos afirmar que estas personas padecen una patología psicológica.

Psicopatología: la visión evolucionista

Pongamos ahora nuestra atención en otro ámbito. Ya conocemos que para entender nuestro cerebro y su funcionamiento, debemos tomar en cuenta las fuerzas evolutivas que actuaron durante millones de años en su formación. Así, el miedo o la ansiedad involucran todo un soporte somático de activación para escapar pues esto ha sido una ventaja adaptativa en tiempos prehistóricos donde la supervivencia dependía de correr rápidamente. Muchos de los miedos humanos actuales conllevan la impronta de nuestros tiempos en las cavernas; veamos algunos ejemplos: El miedo a los animales o los insectos constituye un “temor preparado”, en el sentido evolutivo del término. En tiempos prehistóricos, temer y escapar de animales o insectos facilitó la supervivencia. Lo mismo sucede respecto de las alturas, las aguas profundas o los espacios cerrados. Su valor adaptativo arcaico resulta fácil de ver. Pero hay otros ejemplos menos evidentes.

El miedo a los animales o los insectos constituye un “temor preparado”, en el sentido evolutivo del término

¿Por qué a casi todas las personas les importa fuertemente la opinión incluso de desconocidos? ¿Qué peligro representa hoy para nosotros, por ejemplo, que algunos vecinos nos critiquen? O, complementariamente, como la otra cara de una misma moneda, ¿por qué nos agrada sentir que personas con las cuales tenemos poca o ninguna relación piensan bien de nosotros, nos admiran o nos envidian? La respuesta radica en que nuestro cerebro evolucionó en grupos humanos pequeños, de tal vez 30 a 50 personas, donde la opinión negativa de unos pocos podría representar ser expulsado al ostracismo. Sin necesidad de remontarnos miles de años atrás, pensemos qué destino podía tener un ser humano tan sólo hace unos 500 años, cuando algunos miembros de la comunidad creían que hacía brujerías… Los ejemplos de miedos evolutivamente facilitados nos ponen en la senda de nuevo cuestionamiento a la definición de algunas patologías. Así, pensando en la fobia a las alturas, aguas profundas y animales, pero también a la crítica de los otros; ¿es razonable afirmar que alguien tiene una patología cuando simplemente el organismo está ejerciendo la función para la cual fue evolutivamente diseñado? Por ejemplo, ¿es lógico clasificar a alguien con un desorden mental porque teme viajar en avión? Definitivamente, nuestro cerebro (y todo nuestro cuerpo) no está adaptado para permanecer en espacios cerrados, de donde es difícil o imposible escapar, menos a 10 mil metro de altura. Claro está que el ambiente ha cambiado radicalmente y lo que fue adaptativo hace tan sólo 15 o 20 mil años atrás, hoy no lo es. Esta es la hipótesis psicopatológica conocida como del “mismatch”, que traducida al castellano significa “desencaje”. En esta línea, parte importante de la psicopatología nacería de la brecha que se establece entre los tiempos de la evolución biológica, muy lentos, respecto de los del cambio cultural, cada vez más vertiginoso. Por tal motivo, asistimos hoy a un aumento en la incidencia de desórdenes de ansiedad, depresión, estrés. Aunque suena atractiva y lógica, muchos han cuestionado no la idea básica acerca del “desencaje” debido al cambio ambiental, pues ella resulta casi una obviedad, sino el que los problemas psicológicos derivados sean una patología en sentido pleno, como lo es, por ejemplo, un desorden bipolar o un desorden por estrés postraumático. Así, si los seres humanos conquistamos el espacio en 500 años y establecemos colonias en Marte o algún otro planeta, ¿diríamos que tenemos una enfermedad porque por ejemplo, no podemos respirar la atmósfera de los nuevos mundos? Los interrogantes planteados no son fáciles de responder, el debate continúa y hoy no termina de haber un consenso acerca de cómo trazar la línea entre lo que es y lo que no es patología mental. Pues entonces, ¿qué hacemos concretamente en nuestras prácticas clínicas?

El enfoque de la Terapia Cognitivo Conductual

Sin duda, los psicólogos cognitivo conductuales aceptamos y tomamos en cuenta el DSM, su valor como medio de diagnóstico y comunicación profesional es indiscutible. Pero definitivamente no se trata de lo único que incorporamos para nuestras evaluaciones, ni siquiera es lo más importante. En Terapia Cognitivo Conductual, evaluamos al caso por caso con una fuerte visión ideográfica, preguntándonos predominantemente cuáles son las conductas problema y cuáles son los factores que la mantienen; esto se denomina “análisis funcional”. Independientemente de la entidad psicopatológica de un problema, los psicólogos actuamos como agentes de salud que ayudamos a mejorar la calidad de vida de las personas, y no sólo a asegurar su supervivencia.

evaluamos al caso por caso con una fuerte visión ideográfica

Así, por ejemplo, si bien se trata de una fobia evolutivamente preparada, el miedo al encierro conduce a que la persona no viaje en avión, no suba a subtes o ascensores lo cual interfiere seriamente en los hábitos tan cotidianos como ir a trabajar. Por tal motivo, establecemos una evaluación del caso, basándonos en las hipótesis psicológicas científicamente validadas, e intervenimos con protocolos que se han mostrado efectivos para el tratamiento del problema en cuestión. Tal vez, esta misma persona le tema a los caballos o los sapos, pero si vive en una ciudad no le representa ningún problema práctico; dudosamente etiquetaremos esto como una patología, menos aún recomendaríamos tratamiento. Por otra parte, existen desórdenes que representan indiscutiblemente un claro ejemplo del fallo del cerebro en cumplir sus funciones más básicas, como ya hemos mencionado. Así, el trastorno bipolar, la depresión severa, la esquizofrenia constituyen casos en los cuales sin duda hay que intervenir. Entre los dos extremos, encontramos ejemplos dudosamente “patológicos”, pero que tampoco podríamos fácilmente calificar como sanos; allí están el trastorno de ansiedad generalizada o la fobia social. Así, tal vez un continuo desde los niveles más severos hacia los más leves puede resultar una buena conceptualización, un espectro psicopatológico gradual quizá sea preferible a la definición en compartimentos estanco. Finalmente, nos encontramos con casos en los cuales no hay patología pero sí merecen atención de un profesional de la salud mental, como las crisis vitales por una infidelidad o un duelo. En síntesis, si bien en Terapia Cognitivo Conductual nos ocupamos de diagnosticar psicopatológicamente a los pacientes, para nada nos quedamos sólo con eso; menos aún somos presa de etiquetas nosológicas de dudosa validez. Contrariamente, evaluamos el caso por caso, con un fuerte énfasis ideográfico y ambiental, tomando muy en cuenta lo que la persona pide y desea. Y esto es independiente del diagnóstico formal que reciba o de que no reciba ninguno. No nos olvidemos que lo que más y mejor define a la evaluación conductual es el estar orientada a un cambio, de ahí que su esencia radique no tanto en la etiqueta diagnóstica sino en el análisis funcional. Descarga este artículo en formato PDF. Escrito por: Por: Lic. José Dahab, Lic. Carmela Rivadeneira y Lic. Ariel Minici Artículo previamente publicado en la revista del Centro de Terapia Cognitivo Conductual y Ciencias y Ciencias de Comportamiento (CETECIC) y cedido para su publicación en Psyciencia. Si deseas obtener más artículos especializados sobre la Terapia Cognitivo Conductual y recibir entrenamiento presencial y a distancia, entonces te recomendamos que visites su página: CETECIC

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  • Psicología aplicada

Los 10 mandamientos para ayudar a los estudiantes de psicología a distinguir la ciencia de la pseudociencia

  • Mauro Colombo
  • 09/09/2016

“Profesor Scholockenmeister, sé que vamos a aprender sobre percepción visual en la cursada, ¿pero no vamos a aprender nada sobre percepción extrasensorial? Mi profesor de psicología de la secundaria nos dijo tenía realmente buena evidencia científica.”

“Dr. Glopelstein, nos enseñó mucho sobre inteligencia en su clase. ¿Pero cuándo vamos a hablar sobre las investigaciones que mostraron que los niños que escuchan Mozart aumentas sus puntuaciones de IQ?”

“Señor Fleikenzugle, nos sigue hablando sobre escuelas de psicoterapia, como el psicoanálisis, terapia de la conducta y terapia centrada en la persona. ¿Pero cómo es que nunca dijo una palabra sobre la terapia de integración sensorio- motora? Mi madre, que es terapeuta ocupacional, me dice que constituye una cura milagrosa para el trastorno por déficit atencional.”

Por medio de los ejemplos anteriores, Scott Lilienfeld, profesor de Psicología de la Universidad de Emory, comienza su argumentación del por qué es necesario tomarse el tiempo, como profesor, para analizar, cuestionar y contraponer posturas científicas a las pseudocientíficas. En palabras suyas, “mucho del conocimiento popular de psicología, que nuestros estudiantes traen a sus clases consiste en poco más que pseudociencia.” Así, ideas como que solo usamos el 10% de nuestro cerebro, que hay una hemisferio  lógico y otro creativo, que la grafología permite conocer en profundidad a una persona, que nuestra personalidad puede estar determinada por la posición de los astros al nacer o que las constelaciones familiares son un tipo de terapia eficaz; conviven a menudo con los conceptos que se estudian en la universidad, no habiendo una clara distinción entre los distintos niveles de evidencia (y falta de ella) que tienen estos tipos de conocimientos.

El artículo de Lilienfeld fue publicado originalmente en el año 2005. De hecho, lo leí por primera vez cuando era estudiante. Sin embargo, estos consejos para proporcionar las herramientas necesarias para desarrollar el pensamiento crítico y el escepticismo metodológico propio de la ciencia, mantienen plena vigencia.

Descarga el artículo en formato PDF.

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  • Psicología aplicada

Los cuentos populares y su función terapéutica en los niños

  • Clotilde Sarrió
  • 09/09/2016

¿Qué son los cuentos de populares?

Los cuentos populares son narraciones extraordinarias, por lo general breves, transmitidas por tradición oral, que relatan hechos imaginarios donde los personajes no son sólo humanos sino también, criaturas fantásticas (duendes, gigantes…) e incluso animales que hablan y razonan. Los cuentos suelen presentarse en múltiples versiones y aunque coincidan en su estructura, difieren en los detalles accesorios e incluso en el desenlace según sea el país o región donde se relaten. Al igual que sucede en el mundo de los sueños, las aventuras narradas en los cuentos infantiles trascienden del tiempo y del espacio. En muchas ocasiones los autores de estos relatos son desconocidos aunque suelen atribuirse a escritores que realizaron la tarea de recopilar estas historias breves, destinadas para ser contadas a los niños y que han sido transmitidas de generación en generación a lo largo de los siglos.

Muchos de los cuentos clásicos provienen fundamentalmente de las siguientes obras:

  • Las “Historias y relatos de antaño”, más conocido como los “Cuentos de mamá ganso”, libro publicado en 1697 por el francés Charles Perrault, quien dio forma literaria a varios cuentos clásicos infantiles. Una de las características de los cuentos de Perrault es, que al final de cada relato, se incluye una moraleja o enseñanza que hace referencia y sirve de conclusión moral al contenido de la historia. La fuente de estos cuentos es la tradición popular.
  • Los “Cuentos de la infancia y del hogar” de los alemanes Hermanos Grimm (Jacob y Wilhelm Grimm) —publicados entre 1812 y 1822— tienen como característica fundamental ser la primera recopilación y transcripción de los cuentos de tradición oral más populares de Europa. Son más conocidos como: “Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm” y su gran mérito fue mantener el carácter original de los relatos, preservando la viveza y frescura popular al renunciar a la tentación de hacer con ellos una reelaboración literaria.
  • Los “Cuentos de hadas” del escritor danés Hans Christian Andersen, son una amplia colección de cuentos –168 cuentos– de hadas publicada entre 1835 y 1872. Incluye relatos propios del autor como El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, o El sastrecillo valiente. Muy a pesar de la creencia de que sean una transcripción de relatos populares anónimos, todos estos cuentos son obra de la imaginación de Andersen. Estos cuentos tienen como escenario lugares donde se funde la realidad con la fantasía y en los que surgen historias (por lo general dotadas de cierto sentido del humor) en las que los sentimientos tienen un valor preponderante. Los protagonistas son, por lo general, personajes cotidianos (Pulgarcito o El sastrecillo valiente), animales (El patito feo), o bien objetos animados (El soldadito de plomo).

La función terapéutica de los cuentos infantiles

Al referirnos a la función terapéutica de los cuentos infantiles lo hacemos en base a dos aspectos:
  • Los cuentos reflejan las experiencias, pensamientos y sentimientos de los niños.
  • Los cuentos ayudan al niño a superar sus ataduras emocionales a través de un lenguaje simbólico adecuado a las singularidades de su psique, e inciden en todas las etapas —periodos o fases— que tienen lugar a lo largo de la infancia.
Cuando el niño lee o escucha un cuento popular, pone en juego el poder de su fantasía y, en el mejor de los casos, logra una identificación al reconocerse a sí mismo en el personaje central, en sus peripecias y en la solución de las dificultades que se interponen en su camino. Los cuentos permiten al niño trabajar con sus conflictos internos y es por ello que, con mucha frecuencia, suelen pedir al adulto que les cuente una y otra vez el mismo cuento, ya que es a través de la reiteración como pueden darle sentido y elaborarlo hasta cerrar la historia al extraer sus propias conclusiones —o enseñanza— al tiempo que fomentan y ejercitan su imaginación y creatividad.

Bruno Bettelheim: “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”

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Bruno Bettelheim. “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”

Bruno Bettelheim ((1903-1990) ) fue un psicólogo y psicoanalista austriaco que dedicó gran parte de su vida a dirigir, en la Universidad de Chicago, una sección que hacía las funciones de hogar para niños emocionalmente perturbados. Escribió libros acerca de la psicología normal y anormal de los niños y se interesó especialmente en el autismo.
Termina de leer este artículo en Gestalt Valencia, el blog especializado de Clotilde Sarrió.
 

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  • Psicología aplicada

Si quieres organizarte mejor, vuelve a escribir a mano

  • David Aparicio
  • 08/09/2016
He intentado muchas maneras de mejorar mi organización. He probado con diferentes apps especializadas en organización la lista de actividades diarias, gestionar proyectos y calendarios, pero al final la mayoría de ellas queda llena de tareas que olvido actualizar o completar. Creo que es hora de reconsiderar el clásico lápiz y papel. Para los que están en una situación similar, pero todavía no les convence tener que escribir a mano, les comparto un artículo publicado en Verne por Jaime Rubio Hancock, que nos explica brevemente los beneficios que han encontrado algunos estudios sobre planificar nuestro día en papel y también nos habla de los beneficios del sistema Bullet Journal, una novedosa herramienta que mucha gente está utilizando para mejorar su organización. Aquí un fragmento del artículo:
Según un estudio de los psicólogos Pam Mueller y Daniel Oppenheimer, escribir a mano es un proceso más laborioso y no podemos notar todas las palabras. Por tanto, tenemos que procesar y reinterpretar toda la información para resumirla de modo adecuado. Es decir, prestamos más atención al contenido. En cambio, cuando tomamos notas a ordenador tendemos a transcribir de modo casi literal.
Hay quien sugiere que el hecho de poder escribir más rápido y de modo casi automático debería dejarnos más tiempo para pensar, pero los estudios apuntan que no es así. Suena paradójico, pero precisamente al ser un proceso más lento, la escritura a mano refuerza nuestro recuerdo tanto a corto como a largo plazo. Supone lo que estos psicólogos llaman una “dificultad deseable.
Lee el artículo completo en Verne.

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  • Psicología aplicada

¿Por qué enseñamos?

  • Geraldine Panelli
  • 07/09/2016
Educación
Las neurociencias han hecho grandes aportes a la educación en el último tiempo, con hallazgos y herramientas implicadas seriamente en el aprendizaje, el desarrollo cognitivo y la pedagogía. Han intentando formar un marco de trabajo interdisciplinario biopsicosocial y no regresar a una mirada biodeterminista. Esta ciencia ofrece herramientas para la detección temprana de niños con necesidades educativas especiales, la oportunidad de comparar distintas modalidades de enseñanza y brindar un mayor entendimiento de las diferencias individuales en los procesos de aprendizaje (Manes). Uno de los objetivos de esta disciplina es revelar los misterios del cerebro y su funcionamiento en el ámbito educativo, aportando a la pedagogía conocimientos fundamentales sobre el aprendizaje, la memoria y las emociones; dichas funciones son estimuladas y fortalecidas en el aula. La intención es disminuir la fisura y aumentar la efectividad de las técnicas de enseñanza y práctica pedagógica.
Mediante investigaciones neurológicas se han observado en el cerebro modificaciones estructurales como consecuencia de las vinculaciones sociales del proceso educativo
Detallando contribuciones específicas de este conjunto de conocimientos, una es el entendimiento del procesamiento fonológico que resulta importante en el tratamiento de niños con dislexia. También ha brindado información sobre la diferencia en la organización cerebral de los adultos alfabetizados y analfabetos demostrando la importancia de una experiencia cercana a la lectoescritura en la infancia. Otro hallazgo importante es la neuroplasticidad (la creación de nuevas redes neuronales), la cual ayuda a organizar estrategias de enseñanza específicas y la consolidación de la memoria mediante el sueño. Por otro lado, las neurociencias han destacado la importancia del ambiente educativo, es imposible lograr un aprendizaje efectivo en un medio altamente estresante. El estrés ocasional puede manifestarse como motivación o atención extra para una tarea; al contrario el estrés crónico dificulta el proceso educativo afectando el funcionamiento fisiológico y cognitivo. Un ambiente de bienestar físico y emocional está estrechamente vinculado a un aprendizaje eficaz (Manes). Mediante investigaciones neurológicas se han observado en el cerebro modificaciones estructurales como consecuencia de las vinculaciones sociales del proceso educativo. El cerebro humano ha evolucionado para comprender y enfrentar los desafíos del entorno. Podemos pensar en nuestras capacidades cognitivas como un rasgo adaptativo que fue modificándose por el ambiente aumentando la eficacia biológica, favoreciendo la supervivencia y la reproducción de los individuos. Debemos darle un lugar privilegiado a la adaptación de nuestra mente a los problemas sociales y esto dará como resultado habilidades cognitivas para la resolución de problemas, conocimiento de normas sociales y el tipo de inteligencia que llamamos “inteligencia emocional”. Mientras se enseña se transforma el cerebro, tanto de quien enseña como de quien aprende, ampliando sus capacidades y su funcionalidad. (Campos, 2010; Diéguez, 2003). Llamamos enseñar a la acción de resolver una brecha de conocimiento mediante un comportamiento intencional, lo cual implica ciertos requisitos cognitivos como (Sigman, 2015):
  1. Una metacognición, siendo un conjunto interiorizado de mecanismos los cuales permiten obtener, producir y evaluar información (Gonzales, 1996). Es reconocer el conocimiento que tenemos sobre algo.
  2. Una teoría de la mente bien consolidada para reconocer el conocimiento que la otra persona tiene sobre algo.
  3. Entender las diferencias y disparidad que hay entre estos dos conocimientos.
  4. Estar motivado para resolver esa brecha de conocimiento.
  5. Tener un aparato comunicacional desarrollado para resolverla.
Dentro de los aportes que ha hecho la neurociencia en la educación, en este artículo nos compete la diferencia entre la capacidad de aprender y la capacidad de enseñar. La primera es más generalizada, todos los animales aprenden; en cambio la segunda, tal como la definimos antes, es exclusiva del ser humano; es algo distintivo y particular. Gracias a la enseñanza de los diversos sistemas simbólicos nuestro cerebro incorpora experiencias y conocimientos, posibilitando la educación y la trasmisión de la cultura. La capacidad de enseñar es una manera de relacionarnos que nos define, nos construye. Es la semilla de toda cultura. (García; Pérez & Muñoz-Ruata; Sigman, 2015). Mariano Sigman en su libro “La vida secreta de la mente” presenta una hipótesis en la cual el compartir conocimiento, el enseñar, es un impulso innato. Expone que los seres humanos tienen un instinto docente; que nuestro cerebro está predispuesto para difundir y compartir conocimiento. Esta hipótesis la sostiene bajo las siguientes premisas:

Protomaestros:

Estamos al corriente que los chicos antes de hablar se comunican; pero ¿pueden comunicar información útil para otro? La respuesta es sí. Los chicos pueden intervenir de forma activa advirtiendo a otro que va a cometer un error, tienen la capacidad de prever las acciones del otro y responder de forma acorde incluso antes de comenzar a hablar.
Gracias a la enseñanza de los diversos sistemas simbólicos nuestro cerebro incorpora experiencias y conocimientos, posibilitando la educación y la trasmisión de la cultura
Podemos citar un estudio realizado por Ulf Liszkowski y Michael Tomasello quienes desarrollaron un juego ingenioso con un niño de un año y un actor. A la vista de un niño, el actor dejaba caer un objeto de una mesa de manera en que el niño veía donde caía pero el actor no. Cuando el actor se ponía a buscar el objeto sin éxito, el niño usaba su índice para señalar y así informar al actor la ubicación del mismo. Esto se repitió con diferentes niños y reveló un hallazgo importante: en los casos en que quedaba claro que el actor sabía dónde había caído el objeto, el niño ya no señalaba (Sigman, 2015).

Los chicos son naturalmente maestros efectivos

Si realmente existe el instinto docente, deberíamos enseñar natural y eficazmente desde chicos. En este punto para evaluar la efectividad es importante la prosodia, la clave ostensiva, la capacidad de gestualizar el discurso, una clave compartida por ambas personas en la conversación. Este canal ostensivo es efectivo desde el día en que nacemos. Cuando un mensaje se comunica mediante el canal ostensivo el receptor piensa que lo que se le enseño es completo. En conclusión para saber si los chicos son efectivos y buenos maestros tenemos que preguntarnos si son ostensivos para que el receptor piense si la información es completa y confiable. Los gestos ostensivos son muy naturales, el más básico que conocemos es el mirar a los ojos y dirigirse corporalmente a la otra persona. Otras claves ostensivas son cambiar el tono de voz, levantar las cejas y señalar objetos relevantes entre otros. Respondiendo a nuestra pregunta inicial entonces, ¿Por qué enseñamos? Porque enseñar es una manera de cuidarnos a nosotros mismos, compartir un conocimiento es un medio utilitario de quien comunica. En la antigüedad se enseñaba a protegerse de los animales predadores y así, enseñando a otro, la persona se protegía a sí misma. El compartir el conocimiento es un rasgo que hace que nos unamos en grupos. La enseñanza es el centro de la cultura y donde esta nace. Armar grupos, tribus o colectivos hace que cada individuo funcione mejor de lo que funcionaría solo. Enseñar no solo es una manera de conocer cosas y causas; también es conocer a los otros y a nosotros mismos. Enseñar ayuda a consolidar el conocimiento de quien enseña. “Enseñar es aprender dos veces” (Sigman,2015). Bibliografía
  1. Campos, A. L. (2010). Neuroeducación: uniendo las neurociencias y la educación en la búsqueda del desarrollo humano. La Educación. Revista Digital, 143.
  2. Diéguez, A. (2003). ¿Qué es la epistemología evolucionista. Revista de pensamiento y cultura, 1(3).
  3. García, E. G., Pérez, L. M., & Muñoz-Ruata, J. DESARROLLO HUMANO: CEREBRO, MENTE Y CULTURA. Cambios educativos y formativos para el desarrollo humano y sostenible, 1.
  4. González, F. (1996). Acerca de la metacognición. Paradigma, 14(1-2).
  5. Manes, F. ¿Qué puede aportar la investigación en neurociencias a la educación? Neurociencias y educación.
  6. Sigman, Mariano (2015). La vida secreta de la mente. 1ra edición. Buenos aires
  7. Tomasello, M., Carpenter, M., & Liszkowski, U. (2007). A new look at infant pointing. Child development, 78(3), 705-722.

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

Los días en que el amor salvó a Viktor Frankl

  • Rita Arosemena P.
  • 07/09/2016

¿Por qué sobrevivió el doctor Frankl? Sería negligente emprender un análisis de su vida y obra sin hacerse esta pregunta y mucho menos sin atender a los factores que se vinculan con el hecho de que su destino fuese distinto al de muchos otros prisioneros.

Es evidente que en Viktor Frankl, al igual que en los demás, se percibía un instinto básico de supervivencia que le impulsó a resistir con entereza la reclusión. No obstante, lo que más adelante llamaría “búsqueda de sentido” según los parámetros de su logoterapia, representa un elemento clave para entender por qué, mientras tantos otros perecieron dentro de los campos de concentración a pesar de la urgencia biológica de sobrevivir, él fue capaz de hacerlo guiado por una motivación de orden superior: su propósito de vida.

Antes de darnos a la tarea de analizar los factores que contribuyeron a la supervivencia de Viktor Frankl, conviene hacer un repaso de las etapas y estados de ánimo que tanto él como el resto de los cautivos experimentaron en los campos de concentración. Comenzaremos, pues, por mencionar los cambios a nivel cognitivo que el doctor Frankl vivenció durante el holocausto.

“Cuando nos hallamos en la problemática de no ser capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al enorme desafío de cambiarnos a nosotros mismos”

(Viktor Frankl)

Cosificación

Uno de los métodos de mayor impacto psicológico para los prisioneros llevados a cabo en los campos de concentración era la cosificación, a través de la cual el individuo era despojado de su identidad como sujeto, como SER, para pasar a convertirse en una COSA — en este caso, un número—.

Con el despoje de su condición humana, el prisionero perdía instantáneamente sus derechos como individuo e incluso la libertad emocional para identificarse a sí mismo como un organismo vivo, un ser pensante. Citando al doctor Frankl: “Uno se convertía literalmente en un número: que estuviera muerto o vivo no importaba, ya que la vida de un número era totalmente irrelevante”.

El fenómeno de cosificación no solo se dio en los prisioneros de los campos de concentración. En la película “Los juicios de Núremberg” (1961) de Stanley Kramer, se le pregunta al encargado de un campo de concentración cómo es posible que él y sus colegas hubieran matado a tantas personas, a lo que él responde: «Lo difícil no es matarlos, lo difícil es deshacerse de los cadáveres”, dando así un ejemplo de cómo la guardia y los grupos de poder nazi se desentendían de la condición humana de sus víctimas, a quienes percibían como “material desechable”.

Denigración

Ligada a la devaluación del individuo a través de la cosificación estaba la devaluación de sus potencialidades y cualidades humanas mediante la degradación, que se manifestaba en el insulto. Y no era sólo la mera ofensa verbal con lenguaje soez y cruel, sino también el trato deshumanizado que nivelaba a ratos al prisionero a la condición de un animal al que se le lanzaban piedras para llamar su atención.

En este aspecto, fallar en el intento — narra el doctor Frankl — era aún peor que atinar en el blanco, ya que muchos de los guardias nazi no se tomaban siquiera la molestia de lanzar una segunda piedra y se limitaban a mirar a los prisioneros con desprecio, como se mira a un ser inferior.

Apatía

Había un punto — escribe el doctor Frankl — a partir del cual el único estado emocional conveniente y lógico conforme a las circunstancias era, precisamente, la ausencia de emoción. “La apatía era un mecanismo necesario de auto-defensa” dentro del cual “la realidad se desdibujaba y todo esfuerzo y emoción se centraban en una tarea: la conservación de la propia vida y la de otros compañeros”.

Dicho de otra forma, ocurría una fragmentación de la realidad que variaba de un prisionero a otro, pues aunque todos compartían la agonía de la reclusión, existía una segregación en barracas, y de barracas a grupos dentro de los cuales lo que sucediera a lo externo carecía de importancia pues no guardaba íntima relación con la supervivencia propia o la de los camaradas más cercanos. Así explica Viktor Frankl el hecho de que, transcurrido cierto tiempo, los prisioneros se mostraran apáticos ante el sufrimiento de los demás al punto de no sentir la necesidad de apartar la vista cuando un compañero era golpeado o humillado por los guardias.

Desensibilización

Al igual que presenciar repetidamente el ensañamiento de los guardias de las SS para con sus compañeros guiaba al prisionero a un estado de apatía, la observación consecutiva de estímulos violentos hacía que perdiese de manera progresiva su capacidad de experimentar ansiedad, malestar físico, emocional o cognitivo. El sujeto pasaba a ser, en otras palabras, un ente no-sensitivo.

La desensibilización podía seguir acompañando al individuo incluso luego de haber sido liberado, como bien lo menciona Viktor Frankl al narrar su encuentro, más adelante, con un campo de flores que no despertó en él ninguna emoción. Fue necesario, posterior a la liberación, reaprender la dinámica de la experiencia sensitiva.

Despersonalización

Por último, la despersonalización consistía en una separación cognitiva entre lo mental y lo motriz, es decir, entre los procesos internos y los corporales, lo cual producía en el prisionero una sensación de irrealidad que lo desorientaba y le hacía dudar de la veracidad de los hechos.

La despersonalización guarda relación con los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico; cuando se presenta de manera crónica, se habla de “trastorno disociativo”.

La búsqueda de sentido: el amor como fuerza motriz

viktor frankl

“La conciencia del amor propio está tan profundamente arraigada en las cosas más elevadas y más espirituales que no puede arrancarse ni viviendo en un campo de concentración”.

(Viktor Frankl)

Luego de repasar los fenómenos psicológicos  que experimentó Viktor Frankl durante su adaptación a la vida en un campo de concentración, es válido volver a plantearnos la interrogante inicial: ¿por qué sobrevivió el doctor Frankl?

Y nótese que empleamos el por qué y no el cómo, pues el cómo encierra la metodología, el procedimiento que conduce a realizar una tarea; el por qué, en cambio, nos habla de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas para llevar a cabo dicha tarea. Parafraseando a Nietzsche, a su vez citado por Frankl, “puede haber un porqué sin un cómo, pero nunca un cómo sin un porqué”.

Aunque el propósito de este artículo no es precisamente profundizar en todas las herramientas que el doctor Frankl puso en práctica para sobrellevar la dura experiencia de ser un recluso, sí consideramos importante referirnos al distanciamiento estratégico y al humor.

Distanciamiento

El distanciamiento estratégico o distanciamiento psicológico es la habilidad de tomar distancia de una situación y del malestar percibido para observarla desde un enfoque general, una macro visión que permite al sujeto ver otras salidas, posiciones y elementos antes desapercibidos. Liberman y Trope, autores de la Teoría del Distanciamiento Psicológico (Construal-Level Theory of Psychological Distance), definen la dinámica del distanciamiento como un proceso egocéntrico, ya que el punto de referencia es el “Yo” en el Aquí y el Ahora, y es la forma en que un objeto es removido o alejado de ese punto de referencia, ya sea en términos de tiempo, espacio o vínculo social, lo que constituye otra realidad, una dimensión alternativa.

Sus conocimientos en psiquiatría permitieron a Viktor Frankl adoptar un rol de observador y no de víctima respecto a lo que estaba viviendo y regular con mayor destreza sus propios procesos internos y el modo en que respondía a las circunstancias.

Humor

No es ningún secreto que el sentido del humor y la risa son recursos altamente eficaces para combatir la depresión. De hecho, investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén pusieron a prueba la técnica ya usada por Viktor Frankl durante su reclusión en el campo, para ello, eligieron un geriátrico y un club de víctimas del Holocausto y solicitaron a los participantes que aportaran experiencias personales y dolorosas enfocándolas desde un ángulo menos trágico y más gracioso.

El resultado es que los problemas se transforman, se vuelven más pequeños y fáciles de manejar que al principio. Además, se ejercita el pensamiento divergente y las personas tienden con mayor facilidad a “usar los limones para hacer limonada”.

“Pero el amor… esa palabra…” — Julio Cortázar, escritor argentino

La línea central de este artículo sostiene que el amor (entendido como un sentimiento constante de afecto hacia otra persona) desempeñó un rol determinante en la supervivencia de Viktor Frankl.

Cuando el doctor Frankl rememoraba a su esposa e imaginaba la posibilidad de volver a verla en vida o en un escenario del “más allá”, el sufrimiento, la desgracia del campo de concentración era absorbida por la paz mental que esa imagen le generaba. “La salvación del hombre está en el amor y a través del amor” — escribiría luego Frankl en su obra “El hombre en busca de sentido” —. “Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad si contempla al ser querido”.

Un pensamiento me paralizó: por primera vez en mi vida vi la verdad tal y como se narra en las obras de los poetas, proclamada como la sabiduría definitiva por tantos pensadores. La verdad: que el amor es el fin último y la meta más alta a la que puede aspirar el hombre. Entonces comprendí el sentido, el mayor secreto que la poesía humana y el pensamiento humano y toda creencia deben impartir: que la salvación del hombre es a través del amor y en el amor.

(Viktor Frankl)

Fue el ejercicio mental del amor, su internalización, lo que mantuvo a Viktor Frankl en pie durante su cautiverio. Pero no sólo el alivio de imaginar la felicidad futura, sino también de memorar la ya vivida, pues “nada puede deshacerse y nada puede volverse a hacer”, escribe él mismo.

“Haber sido es la forma más segura de ser”,  así como haber amado era entonces la forma más segura de amar, y de rehuir a la muerte.

Referencias:

  • Frankl, Viktor (2013). El hombre en busca de sentido. Herder Editorial, Barcelona.
  • La risa y el humor como estrategias antidepresión. (2016).
  • Yaacov Trope, N. (2010). Construal-Level Theory of Psychological Distance.Psychological Review, 117(2), 440. 

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  • Psicología clínica

Burnout: Un desequilibro entre necesidades inconscientes y demandas laborales

  • Alejandra Alonso
  • 06/09/2016
burnout
El burnout se puede definir como “(…) un síndrome psicológico que emerge como una respuesta prolongada a estresores interpersonales crónicos en el trabajo. Las tres dimensiones clave de esta respuesta son cansancio abrumador, sentimientos de cinismo y desapego por el trabajo, y una sensación de ineficiencia y falta de logros” (Maslach & Leiter, 2016). Este síndrome ha sido investigado como factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares, trastornos inmunitarios, insomnio y depresión. Un nuevo estudio muestra que el burnout podría ser causado por una incongruencia entre las necesidades inconscientes de la persona y las oportunidades y demandas en el trabajo. Los hallazgos tienen implicaciones para la prevención del burnout. Los desequilibrios entre las demandas laborales y las necesidades de la persona ponen a los empleados en riesgo de sufrir burnout, sugiere la investigación publicada en Frontiers in Psychology, un journal de acceso abierto. En la investigación, científicos de las Universidades de Zurich y Leipzig muestran que las necesidades inconscientes (motivos implícitos) de los empleados juegan un rol importante en el desarrollo del burnout. El equipo se concentró en dos motivos importantes: el motivo de poder, es decir, la necesidad de tomar responsabilidad por otros, mantener la disciplina y comprometerse en argumentos o negociaciones, con el objeto de sentirse fuerte y autoeficaz; y el motivo de afiliación o la necesidad de relaciones personales positivas en miras a experimentar confianza, calidez y un sentido de pertenencia. Un desequilibro entre las características laborales y cualquier de esos motivos implícitos puede causar burnout, según muestran los resultados. Y el riesgo existe en ambas direcciones, es decir que aumenta tanto si no se consigue suficiente de estos motivos implícitos, como si se consigue demasiado. “Hemos encontrado que la frustración de las necesidades afectivas inconscientes, causada por la falta de oportunidades para la conducta impulsada por motivos, es perjudicial para el bienestar físico y psicológico. Lo mismo es cierto para el esfuerzo orientado a una meta que no coincide con un motivo implícito bien desarrollado de poder o afiliación, porque el esfuerzo excesivo es necesario para alcanzar esa meta. Ambas formas de desajuste actúan como estresores ocultos y pueden causar burnout”, dice la autora principal, Veronika Brandstätter, profesora de Psicología en la Universidad de Zurich, Suiza. Brandstätter y sus colegas reclutaron a 97 mujeres y hombres de entre 22 y 62 años a través del sitio web Swiss Burnout, un recurso de información con un foro para personas de Suiza que sufren burnout. Los participantes completaron cuestionarios sobre su bienestar físico, grado de burnout y características laborales, incluyendo las oportunidades y demandas en su lugar de trabajo. Para evaluar los motivos implícitos (cuya intensidad varía de persona a persona, pero no puede ser medida a través de auto-reportes, ya que son mayormente inconscientes), Brandstätter y su equipo utilizaron un método original: les pidieron a los participantes que escribieran historias imaginarias breves para describir 5 imágenes (un arquitecto, un trapecista, una mujer en un laboratorio, un boxeador y una escena en un club nocturno). Cada historia fue analizada por codificadores entrenados, quienes buscaron oraciones sobre relaciones personales positivas entre personas (expresando los motivos de afiliación) o sobre personas impactando o influyendo en otros (expresando el motivo de poder). Los participantes que utilizaron muchas oraciones de cada tipo recibieron puntajes altos para el motivo implícito correspondiente. Mientras mayor era el desequilibrio entre el motivo de afiliación de una persona y el alcance de sus relaciones personales en el trabajo, mayor riesgo de burnout había. Por otro lado, mientras más diferencia había entre el motivo de poder y el poder realmente obtenido en el trabajo, el individuo tendía a presentar mayores síntomas físicos adversos (dolores de cabeza, mareos, dolor de pecho y falta de aliento). Es importante resaltar que estos resultados sugieren que las intervenciones para prevenir o reparar dichos desequilibrios podrían incrementar el bienestar en el trabajo y reducir el riesgo de burnout. Fuente: Psypost

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