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Neurociencia y ACT: Cómo alinear tus acciones diarias con tus objetivos de vida

  • David Aparicio
  • 17/07/2025

La vida nos presenta un conflicto constante: queremos construir una existencia significativa, pero nuestro cerebro está diseñado para buscar recompensas inmediatas. Esta tensión se manifiesta en decisiones cotidianas aparentemente simples: ¿trabajo o familia durante el fin de semana? ¿ahorrar dinero o socializar con amigos? ¿descansar o luchar por una causa importante?

Esta lucha no es solo una cuestión de fuerza de voluntad. Se trata de cómo funciona nuestro cerebro y cómo podemos trabajar con él, no en su contra, para tomar mejores decisiones.

En este artículo exploraré cómo la neurociencia de la toma de decisiones puede ayudarnos a actuar de manera más coherente con nuestros valores. El contenido está basado en los principios del artículo La ciencia explica por qué te desanimas (y cómo puedes evitarlo), al cual he añadido estrategias prácticas de implementación y conexiones con los principios de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).

La ciencia detrás de nuestras decisiones

Los neurocientíficos han identificado que nuestro cerebro procesa las decisiones a través de una red llamada sistema de valoración. Este sistema identifica opciones, calcula recompensas probables y nos impulsa a actuar. Sin embargo, tiene un sesgo fundamental: las recompensas cercanas y concretas activan fuertemente nuestro sistema de motivación, mientras que las recompensas distantes o abstractas —como influir en políticas gubernamentales o lograr cambios importantes en la vida— apenas registran en nuestros cálculos cerebrales.

Esta es la razón por la cual una rosquilla puede vencer fácilmente a nuestros objetivos de salud, y por qué es más tentador ver televisión que asistir a una reunión municipal, aunque conscientemente sepamos que estas últimas acciones están más alineadas con quien queremos ser.

Los escáneres cerebrales revelan algo fascinante: nuestro cerebro procesa de manera similar las recompensas futuras, las situaciones geográficamente distantes y los eventos que les ocurren a otras personas. Esencialmente, nuestro «yo» del futuro es tratado como un conocido lejano. Cuanto menos vívidamente imaginemos una recompensa, menos peso tendrá en nuestras decisiones.

Estrategias prácticas para mejorar la toma de decisiones

1. Aprovechar el poder de las recompensas sociales

Una de las herramientas más poderosas para alinear nuestras acciones con nuestros objetivos es trabajar con otros. Cuando nos sentimos conectados socialmente, nuestro sistema de recompensa se activa inmediatamente, cambiando nuestros cálculos de valor.

Intenta planificar hacer las tareas menos favoritas o más difíciles con amigos, compañeros o colegas. El compromiso de trabajar con otra persona facilita empezar esa tarea y la hace más divertida. También ayuda mucho ver a las personas que se beneficiarán del trabajo proporciona significado inmediato.

2. Implementar la planificación «Si/Entonces»

Esta técnica consiste en crear señales concretas que actúen como disparadores automáticos, facilitando decisiones inmediatas mientras perseguimos objetivos a largo plazo. La clave está en definir condiciones específicas que eliminen la ambigüedad y la procrastinación.

Por ejemplo, si quiero estar más en forma físicamente, podría decidir: «Si no llueve por la mañana, entonces iré en bicicleta al trabajo en lugar de en auto.» Para mejorar mi desarrollo profesional, podría establecer: «Si termino de almorzar antes de las 2:00 PM, entonces dedicaré 30 minutos a leer artículos de mi campo antes de continuar con otras tareas.»

Esta estrategia funciona porque transforma decisiones abstractas en acciones concretas vinculadas a circunstancias específicas. Al predefinir nuestras respuestas a situaciones comunes, creamos un puente claro entre donde estamos y donde queremos estar, eliminando la fatiga de decisión y la tentación de posponerlas para «más tarde».

3. Reencuadrar objetivos para encontrar gratificación inmediata

En lugar de centrarnos únicamente en los beneficios a largo plazo, podemos reformular nuestros objetivos para enfocarnos en aspectos inmediatamente gratificantes. Esta técnica aprovecha nuestra tendencia natural hacia las recompensas inmediatas, pero las canaliza hacia acciones que también sirven a nuestros objetivos más amplios.

Por ejemplo, al mantener una dieta saludable, podemos concentrarnos en el sabor vibrante de los alimentos nutritivos, la sensación de energía después de comer bien, o el ritual placentero de cocinar con ingredientes frescos, en lugar de solo en las consecuencias físicas futuras. De manera similar, si queremos desarrollar el hábito de leer más, podemos enfocarnos en la curiosidad satisfecha al descubrir nuevas ideas, el placer de desconectarnos del mundo digital, o la comodidad de un momento tranquilo para nosotros mismos, más que únicamente en el objetivo abstracto de «ser más cultos».

Esta estrategia es especialmente poderosa porque transforma actividades que percibimos como sacrificios en experiencias intrínsecamente gratificantes. Al identificar y amplificar los aspectos inmediatamente placenteros de nuestras acciones beneficiosas, creamos un círculo virtuoso donde el comportamiento deseado se vuelve naturalmente más atractivo.

4. Buscar «dobles victorias»

Las acciones más sostenibles son aquellas que son tanto gratificantes ahora como significativas después. Estas «dobles victorias» representan el punto óptimo donde nuestras necesidades inmediatas y nuestros objetivos a largo plazo se alinean perfectamente, creando un impulso natural hacia el comportamiento deseado.

Dedicar tiempo a identificar estas oportunidades puede transformar completamente nuestra experiencia de perseguir objetivos importantes. En lugar de sentir que constantemente estamos sacrificando el presente por el futuro, podemos encontrar maneras de enriquecer ambos simultáneamente.

Por ejemplo, si queremos mejorar nuestras relaciones familiares, podríamos cocinar juntos los fines de semana. Esta actividad proporciona gratificación inmediata (el placer de cocinar, compartir risas, disfrutar una comida deliciosa) mientras construye vínculos familiares más profundos a largo plazo. Si buscamos avanzar profesionalmente, podríamos ofrecer mentoría a colegas júnior, lo que nos da satisfacción inmediata al ayudar a otros y reconocimiento, mientras desarrolla nuestras habilidades de liderazgo y expande nuestra red profesional.

El arte de encontrar dobles victorias requiere creatividad y autoconocimiento. Necesitamos preguntarnos: ¿Qué aspectos de mis objetivos a largo plazo puedo disfrutar hoy? ¿Cómo puedo estructurar mis acciones para que se sientan como celebraciones en lugar de sacrificios? ¿Qué actividades me energizan naturalmente y cómo puedo conectarlas con mis metas más importantes?

El efecto multiplicador de nuestras decisiones

Las investigaciones demuestran consistentemente que cuando las personas que nos rodean se preocupan por algo, nuestro sistema de valoración también tiende a valorarlo más. La gente toma decisiones alimentarias más saludables, hace más ejercicio, dona más a obras benéficas y es más propensa a votar cuando ve que otros valoran esas decisiones.

Este principio funciona en ambas direcciones: así como otros nos influyen, nuestras decisiones influyen en ellos, creando un efecto multiplicador que puede extender el impacto de nuestras acciones mucho más allá de nosotros mismos.

Hacia una vida más alineada con tus valores

No necesitamos hacerlo todo, y no hay una única forma correcta de actuar. Esta comprensión refleja un principio fundamental de la terapia de aceptación y compromiso (ACT): la flexibilidad psicológica. Se trata de nuestra capacidad de adaptarnos a las circunstancias cambiantes mientras nos mantenemos fieles a lo que realmente importa.

Al tomar decisiones basadas en nuestros objetivos y valores más profundos, no solo influimos en nosotros mismos, sino también en quienes nos rodean. En ACT, los valores funcionan como una brújula interna que guía nuestras acciones hacia una vida más rica y significativa. A diferencia de las metas, que pueden alcanzarse o no, los valores son direcciones que podemos elegir seguir momento a momento.

La clave está en reconocer que conseguir cosas difíciles y experimentar alegría en el proceso pueden ir de la mano, especialmente cuando trabajamos juntos. Esto encarna el concepto de «acción comprometida» de ACT: comportamientos conscientes y deliberados que están alineados con nuestros valores, incluso cuando enfrentamos dificultades o malestar emocional.

Al comprender cómo funciona nuestro cerebro y utilizar estrategias que trabajen con él en lugar de en su contra, desarrollamos lo que ACT llama «defusión cognitiva». Esto significa observar nuestros pensamientos y impulsos sin estar completamente controlados por ellos, creando espacio para elegir respuestas que sirvan a nuestros valores más que a nuestros impulsos inmediatos.

La próxima vez que te enfrentes a una decisión difícil entre la gratificación inmediata y tus objetivos a largo plazo, practica la «aceptación mindful»: reconoce la tensión sin juzgarla, conecta con tus valores fundamentales y pregúntate: «¿Qué acción, en este momento, me acercaría más a la persona que quiero ser?» No se trata de elegir uno sobre el otro, sino de encontrar maneras de que ambos trabajen juntos en servicio de una vida más plena y auténtica.

Referencias:

Sobre el sistema de valoración cerebral:

  • Rangel, A., Camerer, C., & Montague, P. R. (2008). A framework for studying the neurobiology of value-based decision making. Nature Reviews Neuroscience, 9(7), 545-556. https://doi.org/10.1038/nrn2357
  • Ruff, C. C., & Fehr, E. (2014). The neurobiology of rewards and values in social decision making. Nature Reviews Neuroscience, 15(8), 549-562. https://doi.org/10.1038/nrn3776

Sobre descuento temporal:

  • Kable, J. W., & Glimcher, P. W. (2007). The neural correlates of subjective value during intertemporal choice. Nature Neuroscience, 10(12), 1625-1633. https://doi.org/10.1038/nn2007
  • McClure, S. M., Laibson, D. I., Loewenstein, G., & Cohen, J. D. (2004). Separate neural systems value immediate and delayed monetary rewards. Science, 306(5695), 503-507. https://doi.org/10.1126/science.1100907
  • Tanaka, S. C., Doya, K., Okada, G., Ueda, K., Okamoto, Y., & Yamawaki, S. (2004). Prediction of immediate and future rewards differentially recruits cortico-basal ganglia loops. Nature Neuroscience, 7(8), 887-893. https://doi.org/10.1038/nn1279

Sobre recompensas sociales y autocontrol:

  • Kelley, N. J., Glazer, J. E., Pornpattananangkul, N., & Nusslock, R. (2019). Reappraisal and suppression emotion-regulation tendencies differentially predict reward-responsivity and psychological well-being. Biological Psychology, 140, 35-47. https://doi.org/10.1016/j.biopsycho.2018.11.005
  • Rademacher, L., Krach, S., Kohls, G., Irmak, A., Gründer, G., & Spreckelmeyer, K. N. (2010). Dissociation of neural networks for anticipation and consumption of monetary and social rewards. NeuroImage, 49(4), 3276-3285. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2009.10.089

Sobre planificación y implementación de intenciones:

  • Gollwitzer, P. M. (1999). Implementation intentions: Strong effects of simple plans. American Psychologist, 54(7), 493-503. https://doi.org/10.1037/0003-066X.54.7.493
  • Gollwitzer, P. M., & Sheeran, P. (2006). Implementation intentions and goal achievement: A meta-analysis of effects and processes. Advances in Experimental Social Psychology, 38, 69-119. https://doi.org/10.1016/S0065-2601(06)38002-1

Sobre influencia social en la toma de decisiones:

  • Bault, N., Joffily, M., Rustichini, A., & Coricelli, G. (2011). Medial prefrontal cortex and striatum mediate the influence of social comparison on the decision process. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108(38), 16044-16049. https://doi.org/10.1073/pnas.1100892108
  • Christakis, N. A., & Fowler, J. H. (2007). The spread of obesity in a large social network over 32 years. New England Journal of Medicine, 357(4), 370-379. https://doi.org/10.1056/NEJMsa066082

ACT y valores:

  • Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2012). Acceptance and commitment therapy: The process and practice of mindful change (2nd ed.). Guilford Press.
  • Wilson, K. G., & DuFrene, T. (2009). Mindfulness for two: An acceptance and commitment therapy approach to mindfulness in psychotherapy. New Harbinger Publications.

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  • Psicología aplicada

Género y emociones: estudio revela diferencias en la regulación emocional

  • David Aparicio
  • 16/07/2025

La regulación emocional (RE) se refiere a los procesos, tanto conscientes como inconscientes, que las personas emplean para modular sus emociones y responder eficazmente a las demandas del entorno. Este es un aspecto crucial de la vida diaria, ya que constantemente intentamos modificar cómo nos sentimos. Una RE exitosa se correlaciona con el bienestar general y la salud psicológica, mientras que las deficiencias en la RE están implicadas en diversas psicopatologías, como los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad.

Modelos recientes en el estudio de la RE enfatizan la importancia de la flexibilidad en la implementación de estrategias, un concepto clave para el bienestar que se desglosa en tres componentes principales: la sensibilidad al contexto (la habilidad para evaluar las demandas situacionales y seleccionar la estrategia de RE más adaptativa), la disponibilidad de un repertorio diverso de estrategias (la variedad de estrategias que una persona puede utilizar), y la capacidad de modificar la estrategia si es necesario (respuesta a la retroalimentación). La investigación actual se distancia de la noción de estrategias de RE intrínsecamente «buenas» o «malas», sugiriendo que el éxito en la RE depende de la aplicación flexible de las estrategias según el contexto.

A pesar de la alta prevalencia de diferencias de género en psicopatologías que involucran déficits en la RE, las diferencias de género en la RE han sido históricamente poco investigadas o pasadas por alto en muchas investigaciones. No obstante, la literatura existente indica que existen efectos de género significativos en los procesos de RE, incluyendo la frecuencia de uso de estrategias específicas y la implicación de distintos sistemas neurales.

A continuación, el estudio:

El estudio

El estudio de Goubet y Chrysikou (2019)  tuvo como objetivo principal examinar las diferencias potenciales de género en dos componentes de la flexibilidad de la RE: la sensibilidad al contexto y el repertorio. 

Participaron 112 hablantes nativos de inglés (55% mujeres) de 18 a 31 años, reclutados en una gran universidad. Los participantes fueron excluidos si sus puntuaciones en el Inventario de Depresión de Beck (BDI-II) eran superiores a 10, asegurando que la muestra consistiera sólo en sujetos no deprimidos.

Los participantes leyeron tres escenarios hipotéticos de la vida real diseñados para provocar emociones negativas, que variaba en el área de la vida (académica, romántica, salud), su intensidad y su nivel de controlabilidad. Específicamente, el escenario académico se calificó como de mayor controlabilidad y menor intensidad; el romántico, de menor controlabilidad y mayor intensidad; y el de salud, de baja controlabilidad y baja intensidad. Cabe destacar que las mujeres percibieron los escenarios románticos y de salud como significativamente más intensos que los hombres.

Inmediatamente después de cada escenario, los participantes escribieron libremente durante 5 minutos sobre las acciones que tomarían. Sus respuestas fueron codificadas para el uso de estrategias de RE utilizando un esquema de codificación desarrollado para el estudio, que incluía dieciséis estrategias, etiquetas de emoción y una categoría miscelánea . Además del análisis de escritura libre, los participantes también clasificaron y calificaron el uso de 12 estrategias de RE a través de autoinformes.

Se crearon varias variables para medir la flexibilidad de la RE:

  • Esfuerzo regulatorio: El número total de veces que se intentó regular las emociones en un escenario, contando cada instancia de una estrategia.
  • Estrategias distintas totales: El número de estrategias diferentes utilizadas en un escenario, contando cada estrategia una sola vez.
  • Flexibilidad: El número de estrategias nuevas y únicas utilizadas en un escenario posterior que no se habían usado antes.
  • Repertorio: El número total de estrategias distintas utilizadas en los tres escenarios, representando las estrategias de RE a nivel de rasgo.
  • Estrategias totales: El número total de intentos de regulación en los tres escenarios.

Resultados

Los resultados revelaron diferencias significativas de género en la flexibilidad de la RE:

  • Flexibilidad general de la RE: Las mujeres consistentemente mostraron más estrategias totales y más estrategias distintas totales que los hombres en cada uno de los tres escenarios. Además, las mujeres tuvieron un repertorio significativamente más amplio y utilizaron una cantidad significativamente mayor de instancias totales de regulación en general que los hombres. Las mujeres también demostraron mayor flexibilidad para el escenario romántico.
  • Uso de estrategias específicas:
    • Las mujeres utilizaron significativamente más las siguientes estrategias: resolución de problemas, apoyo social y expresión emocional en el escenario académico; autoculpabilización, apoyo social y expresión emocional en el escenario romántico. En general, las mujeres usaron más resolución de problemas, autoculpabilización, apoyo social y expresión emocional que los hombres.
    • Los hombres solo usaron significativamente más la aceptación en el escenario de salud, y también en general a través de los escenarios. Esto ocurrió en el único escenario calificado como bajo en controlabilidad e intensidad.
  • Uso de estrategias específicas: Los autoinformes mostraron consistencia parcial con la escritura libre. Las mujeres reportaron más apoyo social en los escenarios académico y romántico, y en general. También reportaron más reevaluación en el escenario de salud. Los hombres reportaron significativamente más supresión, aceptación y negación en el escenario académico, y más supresión en el escenario romántico y en general. Estas diferencias podrían estar relacionadas con que los hombres percibieron el escenario romántico como menos intenso.

Conclusiones

Los hallazgos del estudio sugieren que las mujeres tienden a usar estrategias de RE con mayor frecuencia y de manera más flexible que los hombres. Tener un repertorio más grande sugiere que las mujeres tienen acceso a una mayor variedad de estrategias según el contexto. El mayor esfuerzo regulatorio por parte de las mujeres podría interpretarse como que dedican más esfuerzo a regular sus emociones, aunque no necesariamente implica una mayor efectividad.

La mayor propensión de las mujeres a la autoculpabilización podría deberse a una tendencia a ver sus emociones como resultado de factores internos, lo que también puede llevar a sentir que sus emociones están fuera de control. El uso más frecuente de apoyo social por parte de las mujeres es consistente con investigaciones previas.

En contraste, los hombres tendieron a usar aceptación en situaciones de baja controlabilidad e intensidad. Los autoinformes también indicaron que los hombres usaron más supresión y negación, especialmente en situaciones que percibieron como menos intensas emocionalmente.

Metodológicamente, este estudio representa un avance al examinar las variaciones contextuales en la implementación de estrategias de RE a través de la escritura libre, un área que ha sido subestimada. Sin embargo, el estudio tuvo limitaciones, como la incapacidad de evaluar la efectividad de las estrategias, la limitación a tres escenarios, el orden fijo de presentación de los escenarios y la homogeneidad de la muestra (estudiantes universitarios de EE. UU.).

***

Esta investigación aporta datos muy importantes a la hora de afinar y preparar las intervenciones de regulación emocional. Muchas veces se olvidan estas diferencias en el consultorio, lo que reduce la efectividad de las intervenciones.

Referencia:  Goubet, K. E. & Chrysikou, E. G. (2019). Emotion regulation flexibility: Gender differences in context sensitivity and repertoire. Frontiers in Psychology, 10, 935. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2019.00935

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  • Guías y recursos

La revolución sexual: ¿libertad sin consecuencias? Un análisis profundo del feminismo actual

  • David Aparicio
  • 16/07/2025

Hace unas semanas descubrí este episodio de DOAC (The Diary Of A CEO) que captó mi atención de inmediato. Había leído previamente sobre el trabajo de Louise Perry, una de las panelistas del debate, lo cual despertó aún más mi interés.

Se trata de un tema sumamente complejo que plantea múltiples interrogantes, hipótesis y perspectivas. Lo comparto porque considero que es una cuestión de gran relevancia contemporánea que merece nuestra reflexión y análisis conjunto.

***

El debate multifacético explora las intrincadas consecuencias de la revolución sexual y el feminismo en la sociedad moderna, particularmente en la vida de las mujeres. Se analizan diferentes perspectivas sobre la autonomía femenina, las relaciones, la maternidad y las normas de género, con algunas voces argumentando que los cambios han provocado mayores libertades y otras señalando efectos negativos como el aumento de la ansiedad y la depresión. La discusión también aborda el impacto de la tecnología y los cambios económicos en los roles de género, así como la importancia del apego en la crianza de los hijos y el papel de la comunidad. En esencia, el debate cuestiona cómo el feminismo ha moldeado la experiencia de las mujeres y los desafíos persistentes en la búsqueda de una sociedad equilibrada y próspera para todos.

El debate presenta una discusión entre tres voces destacadas sobre temas sociales femeninos: Louise Perry (periodista y autora), Erica Komisar (psicoanalista y autora) y Deborah Frances-White (presentadora de podcast y autora). Abordan diversas opiniones sobre las elecciones y consecuencias que enfrentan las mujeres en la sociedad moderna.

Puedes activar los subtítulos en español.

Puntos clave de la discusión:

  • La revolución sexual y sus implicaciones:
    • Louise define la revolución sexual como un evento ideológico de los años 60 y 70 que desafió las ideas tradicionales y cristianas sobre las relaciones sexuales, junto con cambios materiales como la introducción de la píldora, el aborto seguro y la despenalización, y las tecnologías domésticas como la lavadora y la calefacción central.
    • Estos cambios materiales hicieron que llevar un hogar requiriera menos tiempo, facilitando la entrada masiva de mujeres a la fuerza laboral, lo que generó enormes cambios sociales.
    • La píldora, en particular, dio la ilusión de que el sexo no tenía consecuencias, aunque las consecuencias emocionales y físicas persisten.
    • Deborah enfatiza que la revolución sexual otorgó a las mujeres autonomía, agencia y libertad emocional. Sin embargo, Erica y Louise argumentan que la excesiva libertad sin estructura puede generar desapego y que la libertad debe tener un propósito. Louise utiliza el ejemplo de las leyes sobre BDSM para ilustrar cómo la «libertad para quién y para qué» es una cuestión compleja, ya que la libertad de algunos puede afectar a otros.
  • Feminismo y sus rercepciones:
    • Erica se identifica como una «feminista maternal», elevando el trabajo de las mujeres como madres y considerándolo muy importante. Ella cree que algunas partes del feminismo ayudaron a las mujeres, pero otras «hicieron mucho daño a los niños».
    • Deborah, como anfitriona del podcast «The Guilty Feminist», investiga el feminismo y cree que ha habido direcciones equivocadas, especialmente en la confrontación entre personas progresistas. Argumenta que el feminismo no unió a las mujeres, sino que las dividió.
    • Se debate si la segunda ola del feminismo ha aspirado a que las mujeres sean como los hombres, lo que ha llevado a cambios en los roles de género y a la percepción de que las mujeres «dominan a los hombres» en ciertos ámbitos, como la educación superior.
  • Cultura del «hookup» y sus efectos:
    • La aceptación social del sexo casual ha aumentado significativamente en el Reino Unido (del 10% en 1999 al 42% en 2012).
    • Erica sostiene que la cultura del «hookup» tiene grandes implicaciones para la salud mental de los jóvenes, causando depresión, ansiedad, vergüenza y problemas de autoestima en el 72% de los hombres jóvenes y el 82% de las mujeres jóvenes. Argumenta que trivializa algo «sagrado e íntimo».
    • Louise añade que la cultura del «hookup» favorece las preferencias sexuales masculinas promedio más que las femeninas, citando estudios que muestran que las mujeres, en general, no disfrutan de esta cultura y participan en ella por «obligación» en ciertos entornos como los campus universitarios.
    • Deborah disiente, señalando que las mujeres más jóvenes pueden experimentar arrepentimiento por no conocerse a sí mismas, pero las mujeres mayores pueden disfrutar de encuentros casuales si así lo desean. Considera que la opción de ser soltera y tener libertad sexual es una «espaciosidad y libertad y autonomía» valorada.
    • Erica y Louise coinciden en que la «libertad» se ha convertido en una presión social, haciendo que los jóvenes se sientan presionados a ser promiscuos y a experimentar, lo que no siempre resulta en felicidad.
  • Maternidad y crianza de los hijos:
    • Erica enfatiza la importancia de la madre como figura de apego principal en los primeros tres años de vida de un niño para el desarrollo de la seguridad emocional y la salud mental.
    • Critica la guardería para niños menores de tres años (daycare), calificándola de «orfanatos diurnos» y argumentando que causa un «terrible daño» a los niños al separarlos de sus madres en un período crítico para la regulación emocional y la amortiguación del estrés.
    • Erica afirma que la guardería fue una «agenda feminista» de la segunda ola, que desvalorizó el rol de la madre en el hogar, llegando a llamarlo «campo de concentración con comodidades».
    • Se discute la presión económica que obliga a muchas madres, incluso profesionales como las enfermeras, a trabajar a tiempo completo, a pesar de que el 66% de las mujeres en el Reino Unido (60% en EE. UU.) desearían quedarse más en casa con sus hijos.
    • Louise critica las políticas gubernamentales que penalizan a las familias con un solo ingreso y solo subsidian el cuidado en guarderías, limitando las opciones de las mujeres.
    • Deborah y Erica acuerdan que la sociedad no valora suficientemente el trabajo no remunerado de la crianza y que los padres (no solo las madres) deben ser apoyados para cuidar a sus hijos.
  • Roles de género, masculinidad y «manosphere»:
    • El debate aborda el cambio en los roles de género, con Erica sugiriendo que la sociedad pasó de hombres dominando a mujeres a una situación donde las mujeres dominan a los hombres (por ejemplo, el 60% de los estudiantes universitarios son mujeres).
    • Se menciona el informe «Lost Boys» de 2025 en el Reino Unido, que destaca que muchos jóvenes están sufriendo en la escuela, con problemas de salud mental, falta de modelos positivos y peores resultados académicos y laborales que las mujeres, lo que lleva a algunos a la «manosphere».
    • La «manosphere» se define como sitios web y grupos de discusión centrados en los derechos de los hombres, a menudo oponiéndose al feminismo. Se ve como una reacción a que el péndulo social «swinged too far».
    • Louise argumenta que el deterioro de la situación de los hombres no es culpa del feminismo, sino de cambios tecnológicos y económicos, como la disminución del valor del trabajo manual y el auge de sectores mejor adaptados a las habilidades femeninas. Ella sugiere que las mujeres aún buscan hombres que puedan ser proveedores fiables para la familia.
    • Deborah, por su parte, aboga por enseñar a los niños de ambos sexos a encontrar su humanidad y empatía, en lugar de exacerbar roles de género tradicionales o decir a las niñas que «retrocedan» para dar espacio a los niños.
    • Erica mantiene que niños y niñas son fundamentalmente diferentes a nivel neurológico y hormonal, requiriendo enfoques de crianza distintos. Sugiere que los niños son más frágiles neurológicamente y necesitan más expresión física, y que las escuelas deberían considerar separar a los niños y niñas pequeños para atender sus necesidades individuales. También propone cuotas del 50/50 en la universidad para equilibrar las oportunidades.
  • Pornografía:
    • La discusión sobre la pornografía la describe como un «superestímulo» (especialmente el video moderno) que es «increíblemente estimulante» y puede hacer que el sexo en la vida real parezca menos excitante.
    • Louise argumenta que la pornografía es «todo malo» y «terrible para las mujeres», citando problemas como la disfunción eréctil en hombres y las condiciones poco éticas y peligrosas para las mujeres en la industria. La considera una «industria hideosa» y cree que el feminismo ha «dejado caer la pelota» al no oponerse a ella, priorizando el liberalismo sexual sobre la protección de las mujeres.
    • Deborah sugiere que la regulación y la discusión son necesarias, pero le preocupa la idea de «borrar la sexualidad humana» si se prohibiera, comparándolo con prohibir el arte.
    • Erica señala que el uso excesivo de dispositivos móviles y la pornografía contribuyen a la disociación, la adicción y la desregulación emocional en la sociedad.
  • Unidad y futuro del feminismo:
    • Las panelistas coinciden en la necesidad de que las mujeres (y feministas) trabajen juntas ante el auge de movimientos conservadores y las amenazas a los derechos de las mujeres.
    • Louise enfatiza que si el feminismo no puede «reproducirse a sí mismo» (es decir, si las sociedades feministas tienen bajas tasas de natalidad y no respetan la maternidad), las sociedades conservadoras «ganarán», ya que son las únicas que pueden acomodar la crianza de los hijos. Aboga por un «feminismo fértil».
    • Deborah concluye que el feminismo ha otorgado a las mujeres agencia, autonomía y libertad emocionaly debe seguir luchando por estos derechos, especialmente contra el conservadurismo.

Este debate presenta un diálogo complejo y multifacético sobre los logros y las contradicciones del feminismo y la revolución sexual en la sociedad contemporánea, con diferentes perspectivas sobre cómo abordar los desafíos actuales que enfrentan hombres y mujeres, especialmente en relación con las familias y la salud mental.

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  • Recomendados

Lo que creemos sobre el envejecimiento y la inflamación podría ser erróneo

  • David Aparicio
  • 16/07/2025

Antes se pensaba que era una respuesta natural del envejecimiento, pero nuevos datos cuestionan esa idea. Mohana Ravindranath lo presenta en The New York Times:

La inflamación es una respuesta inmunitaria natural que protege al organismo de lesiones o infecciones. Los científicos han creído durante mucho tiempo que la inflamación de bajo grado a largo plazo, también conocida como inflammaging o envejecimiento inflamatorio, es una característica universal del envejecimiento. Pero estos nuevos datos plantean la cuestión de si la inflamación está directamente relacionada con el envejecimiento o si, por el contrario, está vinculada al estilo de vida o al entorno de la persona.

El estudio, publicado ayer, descubrió que las personas de dos zonas no industrializadas experimentaban un tipo de inflamación diferente a lo largo de su vida que las personas más urbanas, probablemente vinculada a infecciones por bacterias, virus y parásitos, más que a los precursores de las enfermedades crónicas. Su inflamación tampoco parecía aumentar con la edad.

Los científicos compararon los marcadores de inflamación en conjuntos de datos existentes de cuatro poblaciones distintas de Italia, Singapur, Bolivia y Malasia; como no recogieron directamente las muestras de sangre, no pudieron hacer comparaciones exactas de manzanas con manzanas. Pero si se validan en estudios más amplios, las conclusiones podrían sugerir que la dieta, el estilo de vida y el entorno influyen en la inflamación más que el propio envejecimiento, dijo Alan Cohen, autor del artículo y profesor asociado de ciencias de la salud medioambiental en la Universidad de Columbia.

La mayoría de las investigaciones sobre la inflamación y el envejecimiento se han desarrollado en países industrializados y las conclusiones de esos estudios no representan la alimentación ni los hábitos de las personas en otros países.

Artículo completo en The New York Times.

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  • Artículos de opinión (Op-ed)

No todo es psicología (38): activé los dos ganchitos de Whatsapp

  • David Aparicio
  • 13/07/2025

¡Hola! Soy David Aparicio, editor y cofundador de Psyciencia. Esta es mi columna personal, donde comparto reflexiones, recomendaciones de lectura, libros, videos, películas y frases que me inspiran o invitan a pensar. Puedes leer aquí los números anteriores de No todo es psicología.

Personal

Mejorando mis modales de comunicación online

Tengo un problema serio con WhatsApp: leo los mensajes, pero muchas veces olvido responder. A veces me abruma la cantidad de conversaciones abiertas o siento la presión de tener que contestar todo de inmediato. Extraño cuando, de adolescente, solo existía Messenger o las llamadas. Hoy todo es constante y sin pausa.

Sé que esto se convierte en un problema real. A veces no respondo mensajes importantes, y aunque mis pacientes saben que, si es urgente, deben llamarme y no escribir, familiares y amigos pueden sentirse ignorados.

Para mejorar, tomé una decisión sencilla: activé la confirmación de lectura en WhatsApp (los dos ganchitos azules). Ahora, cuando leo un mensaje, me obligo a responder pronto y evitar que termine en el limbo de conversaciones olvidadas. Es, en el fondo, una estrategia contra la procrastinación.

¿Y si no puedo responder de inmediato o necesito pensar bien lo que voy a decir? Simple: aviso que leí el mensaje y que responderé más tarde. Así la otra persona sabe que no está siendo ignorada, y yo no me quedo con la incomodidad de haberlo dejado colgado.

Llevo dos semanas usando este sistema. Suena trivial, pero me ha ayudado a mejorar mi forma de comunicarme y a ser más considerado con quienes me escriben.

Artículos de la web

  • ¿Por qué los síntomas del resfriado son peores de noche?: The New York Times habló con expertos y les preguntamos por qué tosemos y moqueamos más a la hora de ir a dormir. Y qué hacer para mejorar los síntomas.
  • Los mejores consejos sobre relaciones en lo que va del año: “Cultivar la conexión en un mundo que se siente cada vez más solitario no es fácil. Estas recomendaciones te pueden ayudar a reforzar tus vínculos”.
  • Esto es lo que debes saber sobre la detección temprana del cáncer: “Hay muchos tipos distintos de cáncer, pero el Grupo de Trabajo sobre Servicios Preventivos de Estados Unidos, un conjunto de expertos médicos independientes, solo recomienda la detección temprana periódica de cuatro tipos: de pulmón, de mama, colorrectal y de cuello uterino. Para este cuarteto, el grupo de expertos ha descubierto que el cribado periódico puede salvar vidas sin exponer a demasiadas personas a falsas alarmas, pruebas adicionales o tratamientos innecesarios”.
  • No estoy ignorado tu mensaje – me siento abrumado por la tirania de estar disponible (inglés) “En la cultura actual, la capacidad de respuesta se interpreta como una forma de cuidado. Pero estar en rotación constante, conectándome siempre a otra versión de mí mismo… estoy cansado”.
  • La TSA eliminará el odiado requisito de quitarse los zapatos en los aeropuertos: Este, para mi, es el protocolo más molesto de viajar en avión.
  • ‘Superman’, crítica: James Gunn convierte el cómic en película con muchísimo corazón y esperanza: No la he visto todavía, pero me da mucha curiosidad.

Citas

Concéntrate en las semillas, no en los árboles. ¿Qué semillas estás plantando hoy?, James Clear

Película

Echo Valley (ver trailer) es una película que disfruté mucho. Protagonizada por Julianne Moore y Sydney Sweeney, cuenta la historia de una madre que, mientras atraviesa el duelo por la muerte de su pareja, se enfrenta también a los problemas de adicción de su hija. Todo se complica cuando la hija se ve envuelta en una situación grave, y la madre intenta protegerla a toda costa, sin imaginar que esa decisión desatará algo aún más complejo.

La trama es intensa y bien construida. Muestra con claridad cómo algunos padres, desde el amor y la culpa, intentan resolver o cargar con los errores de sus hijos, creyendo que pueden salvarlos de todo. Pero a veces ese impulso, lejos de ayudar, agrava aún más las cosas.

Eventos

Este martes continuamos con el segundo encuentro del Club de Lectura de Julio, donde estamos leyendo Entrevista con consultantes con conductas suicidas (ECCS).

Si te interesa aprender en comunidad, aún puedes unirte. No es necesario haber participado en el primer encuentro: te damos el contexto necesario para que puedas integrarte sin problema.

Te esperamos. 👉 Toda la información aquí. Para inscribirte debes ser miembro de Psyciencia Pro y yo te enviaré personalmente el enlace para que puedas unirte al encuentro

Serie

Stick (ver tráiler) sigue la historia de Pryce Cahill (Owen Wilson), un ex golfista profesional que ha tocado fondo: perdió su carrera, su rumbo y casi toda su motivación. Todo cambia cuando conoce a Santi (Peter Dager), un joven prodigio del golf que, a pesar de su talento, ha quedado desmotivado por malas experiencias en sus primeras competencias.

La serie es una comedia ágil, divertida y con buen ritmo. Más allá de las risas, ofrece una mirada honesta sobre la redención, la familia, el amor propio y el perdón. No se queda en la superficie: muestra cómo dos generaciones marcadas por el fracaso pueden ayudarse mutuamente a recuperar el sentido.

Meme

Técnicamente no es un meme. Es un reel cómico que muestra cómo son los terapeutas que son muy expresivos en la consulta y cómo su estilo terapéutico va en contra de las creencias y formaciones de antes que enseñaban que los terapeutas no pueden mostrar sus emociones en la sesión…

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  • David Aparicio
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  • Análisis

Vaciar la taza – Sentido común y psicología

  • Fabián Maero
  • 09/07/2025

En Psyciencia te compartimos “Vaciar la taza – Sentido común y psicología”, un artículo de Fabián Maero (publicado previamente en Grupo ACT) que muestra cómo el llamado “sentido común psicológico” puede entorpecer una comprensión verdaderamente científica de la conducta.

A diferencia de otras ciencias, en psicología solemos llegar con la taza llena: preconceptos que nacen del lenguaje cotidiano, creencias culturales e interpretaciones populares que damos por ciertas sin cuestionar. Maero explica cómo esta carga previa nos hace rechazar enfoques sólidos como el conductismo radical, solo porque resultan contraintuitivos o incómodos.

Es una lectura valiosa para quienes quieran pensar la psicología desde otro lugar: estudiantes, profesionales o lectores dispuestos a vaciar su taza y revisar lo que creen saber sobre el comportamiento humano.

Ojalá te invite a leer más críticamente y mirar la psicología con nuevos ojos.

David Aparicio

Editor general de Psyciencia

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Hay una parábola zen que va más o menos así:

Un día un erudito fue a ver a un monje para preguntarle sobre el zen. El monje le invitó una taza de té. Comenzó a servir el té, pero cuando la taza estuvo llena siguió vertiendo, hasta que el líquido comenzó a derramarse. El erudito exclamó “Maestro, es suficiente, ya está llena”, a lo que el monje respondió “Al igual que esta taza, estás lleno de tus propios pensamientos. Si no la vacías primero, ¿cómo puedo enseñarte el zen?

La historia ilustra bastante bien algo que sucede cuando alguien quiere aprender sobre psicología. Usualmente quien se acerca por primera vez a otras disciplinas académicas lo hace con su taza más o menos vacía, con una saludable ignorancia sobre sus conceptos y actividades; si bien un lego puede tener conocimientos rudimentarios de arquitectura o medicina, rara vez tiene la ocasión o la necesidad de aplicarlos.

La situación es muy distinta en el caso de la psicología. Desde muy temprana edad la vida social nos requiere dar cuenta de la propia conducta e interpretar la conducta ajena, y para esto cada comunidad acuña un repertorio de conceptos y prácticas. Esto es fácil de apreciar en los múltiples términos del lenguaje cotidiano que se refieren a la conducta o a algunos de sus aspectos: mente, emoción, conciencia, memoria, querer, amar, persuadir. No se trata sólo de un vocabulario sino que implica toda una forma de comprender la conducta, con supuestos implícitos, prejuicios y preconceptos. Este bagaje conceptual previo es lo que se suele llamar psicología vulgar (folk psychology) o psicología de sentido común.

Debido a esto, antes de aprender sobre psicología las personas ya tienen una perspectiva sobre la mente y su relación con las acciones, la motivación, las emociones, etc., por lo que llegan a estudiar psicología con nociones preexistentes sobre aquello que van a estudiar –la gente sabe de psicología antes de saber sobre psicología. Esto más que una ventaja es un obstáculo, porque ese sentido común psicológico da por zanjadas cuestiones de la psicología que distan mucho de estar resueltas.

Por ejemplo, cualquier persona en la calle sabe qué es una emoción, a diferencia quienes se dedican a investigar sobre el tema, que han sugerido incluso abandonar el término por considerarlo insalvablemente confuso ya que ha resultado imposible llegar a una definición consistente (Dixon, 2012). Algo similar sucede con otros conceptos psicológicos comunes tales como conciencia (Brigard, 2017), personalidad (Bergner, 2020), inteligencia (Flynn, 1997), entre otros, con los que a menudo nos encontramos en una situación similar a la de San Agustín con respecto al tiempo: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”.

Las comprensiones del sentido común sobre los asuntos psicológicos parecen simples, pero en realidad son simplificaciones. La realidad bajo la lupa siempre es más compleja que lo que pinta el sentido común, y la psicología no es la excepción. De esta forma, quien llega a estudiar psicología lo hace munido de un cúmulo de supuestos no examinados y simplificaciones que deben ser corregidos o abandonados para adoptar una mirada crítica y científica. Como dice mi amigo Eparquio Delgado, no llegamos a la psicología en cero sino en menos que cero, ya que primero tenemos que desaprender lo aprendido. Ante todo, es necesario vaciar nuestra taza.

Esto no es igual de importante en todos los casos. Muchos desarrollos psicológicos son relativamente consistentes con la mirada del sentido común, por ejemplo, asumiendo la existencia de una mente o dimensión mental o psíquica, y considerando a las acciones observables como fruto de la actividad de esa dimensión. No hay demasiado roce aquí con el sentido común psicológico, por lo que a menudo muchos de sus preconceptos permanecen sin necesidad de reevaluación crítica.

La situación es distinta en el caso de las doctrinas que cuestionan aspectos clave del sentido común, como es el caso del conductismo (en lo que sigue, me referiré al conductismo radical y desarrollos derivados como “conductismo”, a secas). En estos casos el sentido común no sólo no brinda una base aprovechable de conocimientos, sino que lisa y llanamente entorpece la comprensión de la teoría porque la misma no es consistente con lo que la persona ya “sabe”. El conductismo resulta contraintuitivo para la psicología vulgar, que se vuelve así el primer obstáculo a superar, como afirmó Baum:

La principal oposición al conductismo, la filosofía que subyace al análisis de la conducta, no es solo el dualismo, sino la psicología vulgar (…) Descartes, y todos los filósofos y psicólogos influenciados por sus ideas, fueron víctimas de la psicología vulgar implícita en las lenguas indoeuropeas como el francés y el inglés. La psicología vulgar es la perspectiva heredada; aprender inglés o francés es aprender psicología vulgar. Pocas personas la cuestionan, a pesar de su evidente incoherencia, y es extremadamente difícil escapar de ella” (Baum, 2016, p. 1).

Antes que la psicología académica hegemónica, antes que las perspectivas fisiocéntricas (aquellas cuyas explicaciones psicológicas se apoyan en algún proceso fisiológico, cerebral, hormonal o de otra naturaleza), humanistas, cognitivas o psicoanalíticas, el discurso psicológico que más antagoniza con el conductismo radical es el sentido común, para el que resulta una verdad incuestionable la existencia simple de la mente, el yo, las emociones, el libre albedrío, la autodeterminación, la causalidad internamente determinada, entre otras nociones frente a las cuales cualquier objeción levanta sospechas respecto a la cordura de quien la formula.

El conductismo resulta contraintuitivo para la psicología vulgar, que se vuelve así el primer obstáculo a superar

Esa es la batalla principal y es una batalla desigual, sin duda. Alguien señalaba que durante casi toda su longeva existencia, el difunto Internet Explorer fue el explorador de internet más usado en todo el mundo, a pesar de la existencia de alternativas ampliamente superiores en términos de funcionamiento y privacidad, y eso debido a un simple motivo: era el navegador que venía instalado por defecto en Windows, que es el sistema operativo más usado en el mundo. Era la opción por default y eso le brindaba una ventaja sobre el resto que no estaba fundada en sus características sino en su disponibilidad. Similarmente, la perspectiva psicológica del sentido común es “la perspectiva heredada”, la forma usual de comprender los fenómenos psicológicos, de manera que la enseñanza y difusión del conductismo radical se ve en una situación similar a la de David contra Goliat, salvo que en lugar de sólidos pedruscos, que suelen ser bastante autoexplicativos si se los asesta con suficiente fuerza, aquí el armamento son papers arcanos y libros fuera de catálogo.

Un problema es que los supuestos del sentido común, que son precientíficos y prerracionales (es decir, anteceden a cualquier investigación o argumento), rara vez son percibidos como supuestos, sino que tienden a naturalizarse, a invisibilizarse como si fueran el orden natural de las cosas. Se ha argumentado que en parte esto sucede porque esa perspectiva está construida en el lenguaje y las prácticas que empleamos para hablar y lidiar con la conducta propia y ajena (Chiesa, 1994, p.23 y ss). En otras palabras, las herramientas simbólicas con las que abordamos los fenómenos psicológicos encarnan una perspectiva que es relativamente incompatible con el conductismo. Aprender la perspectiva conductual es remar contra la corriente de lo que nos han enseñado a lo largo de toda la vida:

Llegamos a la ciencia de la conducta ya inducidos por nuestra comunidad verbal a describir la conducta en términos de lenguaje ordinario, cuya definición a menudo carece de la precisión característica de una explicación científica. La conducta verbal ordinaria es el sustrato de la conducta verbal científica, y los términos del lenguaje ordinario contienen clasificaciones conceptuales preexistentes que guían y dirigen la investigación científica sobre la conducta. Nuestro lenguaje cotidiano alberga suposiciones y clasificaciones precientíficas que pueden útiles o inútiles para realizar un análisis científico de la conducta (Chiesa, 1994, p. 23).

A través del vocabulario y las prácticas del lenguaje cotidiano la perspectiva psicológica del sentido común tiende a penetrar en el discurso académico, por lo que a menudo las objeciones contra el conductismo no dependen tanto de la consideración de sus argumentos o evidencia, sino más bien de que entra en conflicto con la perspectiva heredada en el sentido común.

Podemos examinar tres vías principales por las cuales se deslizan supuestos no examinados del sentido común en la psicología académica. Por un lado, hay esquemas conceptuales implícitos en los términos psicológicos vulgares –como mente, memoria, o conciencia– que propician la adopción de una perspectiva mentalista. En segundo lugar hay algunos aspectos de la propia gramática y sintaxis de los idiomas indoeuropeos –como el inglés y castellano– que inducen a reificar los fenómenos psicológicos y a suponerlos bajo control de un agente. Finalmente, el criterio que emplea el conductismo para explicar las conductas es incongruente con el que emplea el sentido común.

En lo que sigue querría explorar más detenidamente cada uno de esos aspectos y señalar de qué manera difieren de la perspectiva conductual. Se viene un texto menos extenso que tedioso, así que pónganse cómodos que tenemos para rato.

Sistemas conceptuales implícitos

En su libro Tras la virtud el filósofo Alasdair MacIntyre sostiene que nuestras dificultades para discutir cuestiones morales surgen, al menos en parte, debido a que el vocabulario moral está descontextualizado, es decir, que está integrado mayormente por conceptos que han sido extirpados de su contexto histórico y filosófico original: “los diferentes conceptos que informan nuestro discurso moral originariamente estaban integrados en totalidades de teoría y práctica más amplias, donde tenían un papel y una función suministrados por contextos de los que ahora han sido privados. (…) consideramos a los filósofos morales del pasado como si hubieran contribuido a un debate único cuyo asunto fuera relativamente invariable: tratamos a Platón, Hume, y Mill como si fuesen contemporáneos nuestros y entre ellos. Esto nos lleva a abstraer a estos autores del medio cultural y social de cada uno, en el que vivieron y pensaron”(2013, pp. 24–25). MacIntyre señala esto para argumentar que retirar a los conceptos morales de su contexto conceptual sociohistórico ha dejado a la discusión moral en una Babel conceptual que hace muy difícil entenderse.

Cualquier concepto (moral o de otro tipo) deriva parte de su sentido o connotación de los otros conceptos con los que se relaciona, del esquema conceptual al que pertenece. El sentido de libertad, por ejemplo, puede entenderse como ausencia de sujeciones externas o como capacidad de autodeterminación, implicando distintas cosas en cada caso; pero la adopción de una u otra connotación dependerá del contexto conceptual en que se emplee. De manera que, cuando se remueve a un concepto de su contexto y se lo introduce en otro se corren dos riesgos: por un lado, pueden perderse aspectos clave de su sentido y connotaciones; por otro lado, algo del esquema conceptual original suele perdurar en el término, “contaminando” inadvertidamente la discusión.

Aprender la perspectiva conductual es remar contra la corriente de lo que nos han enseñado a lo largo de toda la vida

Creo que algo similar puede afirmarse de la psicología. El vocabulario técnico psicológico es un monstruo de Frankenstein integrado por conceptos de procedencia variada que han sido removidos de su contexto original y reformados para un nuevo uso. Entusiasmo era el término que los antiguos griegos usaban para designar un estado de arrebato religioso (literalmente significa “llevar un dios adentro”); optimismo fue acuñado por Voltaire en el siglo XVIII para ridiculizar a Leibniz y su idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles; emoción en el francés del siglo XVII designaba una agitación social; pensar es de origen latino y designaba la acción de pesar en una balanza (seguimos usando el término sopesar para referirnos a considerar opciones); lo mismo puede decirse respecto a términos de incorporación más reciente como trauma, depresión, resiliencia, estrés, entre otros.

Ese vocabulario implícitamente involucra un esquema conceptual que tiende a permear la investigación: “junto al lenguaje ordinario heredamos sistemas conceptuales que involucran formas de pensar acerca de las personas y su conducta que no están basados en un análisis científico y que alientan cierto tipos de preguntas e interpretaciones teóricas.” (Chiesa, 1994, p. 27).

El esquema conceptual de los términos psicológicos occidentales en líneas generales propende al dualismo y a la reificación. El dualismo, como su nombre sugiere, se refiere a considerar la realidad como separada en dos partes. El pensamiento en Occidente ha tendido siempre al dualismo, hablando por ejemplo de idea y materia, cuerpo y alma, o más modernamente, mente y organismo.

Existen diversas variedades de dualismo según cómo se entiendan los términos de esa fórmula y su relación, pero en cualquier caso se considera una realidad partida en dos, usualmente una que es inmediatamente accesible y otra intangible o conjetural. Por su parte, la reificación se refiere a la operación intelectual consistente en convertir abstracciones o conceptos en cosas. Por ejemplo, de una acción que es llevada a cabo con ciertas características y efectos decimos que es inteligente.

Esto inicialmente no es más que un juicio, una forma de describir una cualidad de ciertas acciones en ciertos contextos. Pero luego empezamos a hablar de esa abstracción como si fuera una entidad por derecho propio, la reificamos, y así empezamos a conceptualizar y medir la Inteligencia. Partimos de una abstracción y terminamos creando una entidad que suele ser luego tratada como si tuviera existencia propia.

El vocabulario técnico psicológico es un monstruo de Frankenstein integrado por conceptos de procedencia variada que han sido removidos de su contexto original y reformados para un nuevo uso

Podemos denominar mentalismo a ese esquema conceptual dualista y reificante. La mirada que configura puede apreciarse con claridad en la película Intensamente (llamada Del Revés en España). En caso de que no la hayan visto, se trata de película de animación en la cual se representa la vida interna de una niña, en la que se presentan a las emociones y los recuerdos como seres y objetos (reificación), interactuando en un espacio interno distinto del mundo físico o sensible (dualismo). La película es estupenda para socializar algunos conceptos, pero la perspectiva es marcadamente mentalista.

El mentalismo forma parte del contexto de surgimiento de la mayoría de nuestros términos y expresiones psicológicas usuales y en cierto modo subsiste en ellos, guiando inadvertidamente el razonamiento y haciendo que sea difícil “hablar de la conducta sin despertar los espectros de sistemas muertos”(Skinner, 1938, p. 5). Este esquema es particularmente apreciable en el vocabulario que empleamos para hablar de los diversos aspectos de la mente, el aprendizaje y el lenguaje. Por ejemplo, resulta casi imposible hablar del funcionamiento del cerebro sin emplear el lenguaje metafórico de procesamiento de información y manipulación de representaciones, abstracciones reificadas operando en un espacio hipotetizado.

De manera que el primer obstáculo que el conductismo debe sortear es la mirada mentalista implícita en el sentido común: “Las palabras conllevan sistemas conceptuales precientíficos que pueden bloquear o entorpecer el análisis guiando a los investigadores hacia propiedades internas e inaccesibles de los organismos, alejándolos de las propiedades más accesibles –las relaciones entre la conducta y el contexto en que ocurre” (Chiesa 1994, p.33).

La cuestión aquí es que el conductismo adopta una perspectiva muy diferente. En primer lugar, no es dualista sino monista, es decir, supone que siempre lidiamos con una realidad, aun cuando algunos aspectos de ella sean privados –es decir, observables por sólo una persona, como en el caso de los pensamientos y sentimientos. El monismo no es del todo infrecuente en Occidente, pero el dualismo es mucho más frecuente –particularmente en psicología. Crucialmente, el monismo en psicología suele conducir a un reduccionismo fisiológico, como podemos apreciar en las neurociencias, que tienden a reducir los eventos psicológicos a eventos fisiológicos. El conductismo no hace esto, –de hecho, es antirreduccionista, véase por ejemplo Flanagan (1980, p. 11)–, pero la distinción entre monismo reduccionista y no reduccionista es lo suficientemente sutil como para que sea tratado como si fueran lo mismo.

En segundo lugar, el conductismo rechaza lidiar con constructos hipotéticos reificados (como mente o lenguaje), analizándolos en cambio como conductas verbales emitidas con ciertos fines en ciertas situaciones(Skinner, 1984). No es que no le importen los fenómenos involucrados al hablar de la mente, sino que se niega a reificar el término. En lugar de tratarla como si fuera una entidad intangible ubicada en un espacio mental hipotético, se considera que la “mente” y todo el vocabulario asociado a ese término son formas metafóricas de hablar respecto a ciertos tipos de conducta, como cuando decimos “tengo un bloqueo mental” en lugar de “no sé qué decir”. Describiendo las conductas involucradas al emplear el vocabulario de la mente podemos realizar un análisis más fino y matizado que si se las atribuimos a un fantasma inaccesible.

Si nuestra disciplina se rehúsa a hablar de emociones y pensamientos con la sociedad, terminará siendo relegada por otras que sí lo hagan, sin que importe demasiado si lo que tienen para ofrecer vale la pena

Es por esto que a menudo en la enseñanza del conductismo se evitan o reformulan algunos términos cotidianos que pueden llevar a confusión. Es una forma de reducir equívocos, pero es sólo una solución parcial, ya que el problema no puede ser enteramente resuelto. Expurgar completamente el lenguaje cotidiano de términos y expresiones mentalistas, obligando a las personas a prescindir de ellas, solo sería posible en un mundo orwelliano. Es un poco más viable eliminarlos del lenguaje técnico de la psicología, pero si tenemos demasiado éxito en ello nos veremos incapacitados de comunicarnos con el público general; si nuestra disciplina se rehúsa a hablar de emociones y pensamientos con la sociedad, terminará siendo relegada por otras que sí lo hagan, sin que importe demasiado si lo que tienen para ofrecer vale la pena.

Quizá la vía más razonable sea la sugerida por Skinner: emplear los términos ordinarios en la discusión cotidiana (en clínica, educación, la conversación sobre modificación de conducta en general), pero no basar la investigación y reflexión en ellos. Hablemos de mente, emociones, deseos e intenciones, pero no tratándolos como entidades, sino más bien como prácticas verbales, observando “cómo se emplea la palabra y lo que las personas parecen estar diciendo cuando lo hacen”(Skinner, 1989, p. 17).

Nominalización y agencia

Otro aspecto que sesga nuestra forma de abordar los eventos psicológicos es la propia gramática y sintaxis del lenguaje. Cada lengua o familia de lenguas tiene su propia forma de organizar el mundo en el discurso, y de esa manera tiende a llevar al pensamiento por ciertos carriles. Esto es lo que sugiere el relativismo lingüístico, más conocido por la hipótesis de Sapir-Whorf:

“El sistema lingüístico de base (en otras palabras, la gramática) de cada lengua no es simplemente un instrumento reproductor para expresar ideas, sino que es en sí mismo un moldeador de ideas, una guía para la actividad mental del individuo, para su análisis de impresiones y para la síntesis de su bagaje intelectual. La formulación de ideas no es un proceso independiente, estrictamente racional en el sentido usual, sino que forma parte de una gramática particular y difiere más o menos entre diferentes gramáticas. Analizamos la naturaleza siguiendo líneas trazadas por nuestra lengua madre (…) Descomponemos la naturaleza, la organizamos en conceptos y le atribuimos significados en la forma en que lo hacemos, en gran medida porque formamos parte de un acuerdo para organizarla de esta manera, un acuerdo que se mantiene en toda nuestra comunidad lingüística y está codificado en los patrones de nuestro lenguaje” (Whorf, 1956, pp. 212,213).

En otras palabras, la hipótesis afirma que la estructura misma del lenguaje se relaciona con la forma en que pensamos y organizamos el mundo. La versión fuerte de la hipótesis, hoy generalmente rechazada, sostiene que el lenguaje determina las características del pensamiento, mientras que la versión débil, que sostiene que no determina sino que influye sobre el mismo, es la más generalmente aceptada. Lo que es relevante para nuestro argumento es que ciertas características de la gramática y sintaxis de las lenguas indoeuropeas favorecen una posición mentalista hacia los fenómenos psicológicos, particularmente a través de dos características lingüísticas clave: la nominalización y la agentividad.

Nominalización

Las lenguas de ascendencia indoeuropea –como el castellano y el inglés– tienden a la nominalización, es decir, a crear sustantivos a partir de verbos: la acción de protestar se transforma así en la protesta, analizar en análisis, mudarse en mudanza, y así. Este fenómeno proporciona un sustrato lingüístico para la operación conceptual de reificar conceptos, es decir, de tratar a las abstracciones o ideas como cosas, como ya describimos en la sección anterior. Si bien la nominalización sucede en todas las lenguas, las de ascendencia indoeuropea –como el castellano y el inglés– lo emplean con mayor frecuencia y de manera menos manifiesta, por lo que suele pasar inadvertida. Y si bien es un recurso útil y económico para teorizar en algunos ámbitos científicos (Bello, 2016), puede ser extremadamente problemático para la psicología.

Nominalizar una acción la congela y descontextualiza, y allana el camino para reificarla, creando fantasmas conceptuales

El dato primario de nuestra disciplina es la conducta o acción, lo que las personas hacen, sea caminar por la calle, recitar un poema, discutir, consumir alcohol o hacer un chiste. Todos nuestros conceptos, abstracciones y teorizaciones, todas las teorías psicológicas, no son sino formas de dar cuenta de ese dato primario. La acción de contar un chiste es abordada de manera diferente por Freud y Skinner, pero ambos están intentando interpretar el mismo evento. La cuestión es que la acción es por naturaleza dinámica y situada; siempre sucede en un determinado contexto y cada vez es diferente, como observó para siempre Heráclito. De manera que cuando se convierte en una entidad estática en lugar de un proceso, corremos el riesgo de perder una parte significativa de lo que intentamos comprender, como si intentáramos entender la trama de una película analizando un fotograma aislado. Nominalizar una acción la congela y descontextualiza, y allana el camino para reificarla, creando fantasmas conceptuales.

Por ejemplo, la acción de recordar involucra a una persona, sucede en un determinado momento y lugar, tiene una duración, un disparador, un efecto –es decir, sucede en un contexto que es diferente cada vez. Muy poco de eso sobrevive cuando la nominalizamos como recuerdo, que más bien se presenta como un objeto cuyo rasgo principal es su contenido, no su contexto. Lo mismo aplica a pensar, sentir, percibir, y demás términos psicológicos: “cuando se nominalizan, los procesos tienden a perder su naturaleza dinámica y se vuelven hechos, más bien estáticos y sólidos”(Bello, 2016, p. 8). Esto cambia cómo pensamos los eventos, como expresa muy elocuentemente Billig:

“Al convertir verbos en sustantivos, los hablantes pueden transmitir que las entidades denotadas por la nominalización tienen una existencia real y necesaria (…) Mediante la nominalización los hablantes convierten los procesos en entidades y suelen asumir la existencia de dichas entidades. (…) ‘los procesos y las cualidades asumen el estatus de cosas: impersonales, inanimados, capaces de ser acumulados y contabilizados como capital, exhibidos como posesiones’ (…), las presuposiciones que justifican la existencia de estas entidades son más difíciles de refutar porque “se puede argumentar con una cláusula, pero no con un grupo nominal” El discurso oficial a menudo utiliza nominalizaciones de esta manera, transmitiendo así que los acuerdos sociales actuales son objetivos e inmutables. Por ejemplo los autores de economía pueden utilizar la nominalización para implicar que procesos económicos, como las ‘fuerzas del mercado’, son cosas objetivas, en lugar de resultados contingentes de las acciones humanas” (Billig, 2008, p. 786)

La nominalización es inevitable (hablar de nominalización ya implica una nominalización), pero si estamos atentos a ella –especialmente en las conceptualizaciones – podemos prevenir o mitigar las reificaciones que induce. Identificar qué respuestas involucra y cuál es su contexto puede ayudarnos a identificar la acción que ha sido nominalizada. En este sentido, el análisis funcional de los términos psicológicos opera como una suerte de desnominalización (o desreificación), que reconvierte a los sustantivos en verbos restituyéndoles su contexto.

Agentividad

Otra característica de las lenguas indoeuropeas que favorece una concepción mentalista de los fenómenos psicológicos es el requerimiento sintáctico de asignar explícita o implícitamente un sujeto a cada verbo. Parece algo bastante inocuo, pero ese requerimiento lingüístico –argumenta Chiesa siguiendo a Hineline(1980)– nos induce a adoptar un supuesto filosófico relacionado: la agencia, es decir, la noción de que las acciones son distintas de los eventos naturales, de manera que, mientras los eventos naturales simplemente suceden, las acciones son siempre realizadas por alguien, por un agente.

El deslizamiento consiste entonces en que, acostumbrados a unir todo verbo a un sujeto, tendemos a suponer para todo proceso un agente. Que los verbos correspondan a un sujeto parece tan obvio como decir que el agua moja, hasta que nos percatamos de que hay verbos y expresiones sin sujeto evidente o en las que el sujeto no es necesariamente agente: llueve, amaneció, se dice, hace frío, lo cual nos permite entrever que el supuesto filosófico de que toda acción implica un agente tampoco es tan inevitable como parece.

No somos libres ni aun cuando creemos serlo, todas nuestras conductas están controladas por el ambiente actual y nuestra historia

Esta tendencia de asumir un agente detrás de todo proceso dificulta la comprensión de los procesos naturales. Por ejemplo, resulta bastante común hablar de la evolución como si fuera una fuerza actuando sobre las especies: “la evolución selecciona a los más aptos”. Se trata, por supuesto, de un error, ya que en realidad no hay un sujeto ni proceso central seleccionando nada, todo lo que sucede es que ciertos rasgos de los organismos en ciertos ambientes tienen efectos sobre la supervivencia y reproducción de las especies, pero no hay un agente o mano invisible moviendo los hilos.

La noción de agencia divide los eventos del universo en dos: por un lado tendríamos los eventos naturales, como la evolución, la lluvia, la formación de los volcanes, la rotación de los planetas, que no son llevados a cabo por un agente sino que suceden con arreglo a las leyes naturales; por otro lado estarían las acciones, que abarcan algunas conductas humanas, que en lugar de suceder son espontáneamente emitidas por un agente ejercitando su libre albedrío. En otras palabras, la noción de agencia postula que ciertas conductas están exentas del determinismo natural. Señalo que se trata de algunas conductas porque usualmente no se incluyen conductas como la respiración, el reflejo patelar o la contracción de las pupilas ante la luz.

El conductismo adopta aquí un supuesto que es antagónico con la noción de agencia, y que puede escribirse así: la conducta es un evento natural. Es decir, asume que todo lo que hace un ser humano, en tanto una especie más en este planeta, es también resultado de variables naturales –incluso cuando reclamamos estar ejercitando nuestro libre albedrío. No somos libres ni aun cuando creemos serlo, todas nuestras conductas están controladas por el ambiente actual y nuestra historia.

De hecho, si algo han probado las redes sociales digitales en los últimos años es que incluso las conductas más aparentemente libres, nuestros deseos, emociones, preferencias y rechazos, pueden ser exitosamente influenciadas alterando variables ambientales clave. Como afirma de manera un tanto alarmante un estudio: “Por medio de un experimento masivo en Facebook (N=689003), demostramos que los estados emocionales pueden transferirse por contagio emocional, llevando a las personas a experimentar las mismas emociones sin percatarse de ello” (Kramer et al., 2014).

Por supuesto, esto no quiere decir que la conducta humana esté controlada de manera mecánica ni simple, ni que en todos los casos puedan influenciarse en la dirección deseada. La conducta es un fenómeno hipercomplejo y difícil de predecir, pero de eso no se sigue que esté fuera de las leyes naturales. En física, por ejemplo, es posible predecir bastante bien las trayectorias de dos cuerpos celestes interactuando, como la Tierra y el Sol, pero nos resulta prácticamente imposible hacerlo cuando se trata de tres o más (lo que se ha llamado el problema de los tres cuerpos); sin embargo, a nadie se le ocurriría argumentar que a partir de ese número quedan exentos de las leyes naturales o que el sistema gana libre albedrío, sino más bien que se trata de un fenómeno físico cuya complejidad nos excede, al menos por ahora.

El conductismo asume que la conducta es un evento natural y que el organismo (humano u otro) no es agente sino lugar, el punto de confluencia de un cúmulo de variables dinámicas, actuales e históricas, externas e internas al organismo. Una conducta sucede en el organismo, más que por el organismo. Afirmar que el organismo produce la conducta es un error análogo al de afirmar que la especie produce la evolución. La evolución sucede, la conducta sucede (en este artículo desarrollé más extensamente la forma en la que el conductismo aborda la noción de agencia, y en este otro la noción del organismo como lugar).

El conductismo asume que la conducta es un evento natural y que el organismo (humano u otro) no es agente sino lugar, el punto de confluencia de un cúmulo de variables dinámicas, actuales e históricas, externas e internas al organismo

Resumiendo, con la nominalización y la agentividad, a grandes rasgos, lo que sucede es que una propiedad lingüística termina favoreciendo una operación teórica o conceptual. La nominalización nos predispone a pensar en términos reificados, la agentividad nos predispone a asumir agencia para las conductas. De esa manera, nociones que son parte del lenguaje y del sentido común se introducen en la discusión académica como peticiones de principio, como si fueran verdades autoevidentes en lugar de construcciones altamente elaboradas y sofisticadas afines a una determinada manera de ver el mundo. El conductismo cuestiona esas nociones, y paga el precio por ello.

Modalidades interpretativas

El último punto de conflicto entre sentido común y conductismo que podemos señalar es una idea que Chiesa toma de Hineline(1990), y que se refiere a lo que podemos llamar modalidades interpretativas.

Esto es, en el repertorio de la psicología vulgar hay dos formas generales de interpretar una acción, que seguramente reconozcan. Algo usual consiste en atribuirla a un rasgo o característica de la persona que la realiza. Cuando quien nos precede en la fila de un comercio se toma mucho tiempo para realizar su compra solemos pensar que se debe a que es una persona distraída, lenta, o estúpida –según como vaya progresando nuestro humor. Se trata de una forma de interpretación cuya dirección va desde el organismo hacia la conducta, interpretando la acción como consecuencia de una disposición o configuración del organismo, por lo que se trata de una modalidad interpretativa disposicional. Pero en otros casos atribuimos la acción a factores externos o ambientales. Cuando, abrumados frente a la miríada de cosos y cositos de distinto tamaño en una ferretería nos demoramos largamente frente al mostrador, tendemos a atribuir nuestra vacilación a factores externos: desconocíamos la medida del coso o el tipo de cosito que se necesitaba. En este caso las particularidades de la acción se interpretan en función de características del ambiente o, lo que es lo mismo, de la historia particular con ese ambiente. Esta forma de interpretación sigue una dirección que va desde el ambiente a la conducta, de manera que se trata de una modalidad interpretativa ambiental.

Cada modalidad interpretativa es una suerte de pre-juicio, en sentido literal: no ofrece una respuesta, sino que más bien indica qué se aceptará cómo respuesta en cada caso y dónde hemos de buscarla, si en la persona o en el ambiente, de manera que no son complementarias, porque las respuestas que ofrecen a menudo son excluyentes entre sí. Esto, por supuesto, es lo que la psicología social ha recogido en las teorías de atribución (Bauman & Skitka, 2010; Jones & Davis, 1965; Malle, 2011; Ross, 1977), sólo que en lugar de considerarla como un sesgo personal (lo cual, irónicamente, equivale a explicar los sesgos de atribución en términos disposicionales) Hineline la aborda como repertorios sostenidos por una comunidad verbal. En otras palabras, son prácticas culturales fruto de un contexto sociohistórico particular que tiende a modelar y reforzar una u otra modalidad interpretativa según la situación. De esta manera, la elección respecto a qué modalidad emplear en cada situación es convencional. Podemos justificar la conveniencia de adoptar una u otra en cada caso, pero en la vida cotidiana esa elección es intuitiva más que racional. No elegimos la modalidad hermenéuticamente más conveniente, sino la que estamos acostumbrados a usar en cada situación.

Para complicar las cosas, la elección entre una u otra modalidad tiende a ser intensamente emocional. En la psicología vulgar las modalidades de interpretación están íntimamente enlazadas con nociones de agencia, culpa y responsabilidad, por lo que transgredir los criterios culturales de uso –por ejemplo, explicando una acción ambientalmente en una situación en la que se suele explicar disposicionalmente– suele encontrarse con un fuerte rechazo.

Esto es fácil de apreciar cuando se trata de una acción moralmente reprobable. La modalidad disposicional atribuye el crimen a las características del actor, mientras que la modalidad ambiental lo explica por el contexto actual e histórico de la acción, de manera que pueden desatarse violentos desacuerdos sobre la modalidad a elegir. Para quien ha sido víctima de un robo o violación, la explicación ambiental (por ejemplo, interpretándolo como una consecuencia de factores sociales, económicos, o culturales) puede sentirse como una exculpación del criminal. Se trata de una confusión, claro está, aunque una muy perdonable, entre culpa y responsabilidad. Señalar los factores externos que abonaron a un crimen no significa eximir al individuo de sus consecuencias, sino que de lo que se trata es identificar los cambios estructurales necesarios para prevenir su recurrencia (sobre este punto véase Freixa i Baqué, 2022, p.83 y ss.). Quien comete un robo debe recibir consecuencias adecuadas y proporcionales, pero especialmente deben priorizarse consecuencias que prevengan la reincidencia, y la mera prisión no suele ser muy efectiva para ello. El problema es que queremos sangre, no soluciones; queremos que los criminales sean castigados y que sufran lo más posible, aunque esté probado que ello no reduce la reincidencia sino que tiende a aumentarla (Chen & Shapiro, 2007; Gendreau et al., 1993). Paradójicamente, al mismo tiempo solemos repudiar los programas reeducativos carcelarios que está demostrado que sí la reducen (Davis et al., 2013). Para prevenir nuevos crímenes es mejor reeducar que castigar pero, como dijo George Carlin, no tenemos tiempo para soluciones racionales. Pero esto es una digresión, volvamos al tema.

El punto aquí a enfatizar es que la elección entre una y otra modalidad no es lógica sino que depende del contexto del contexto en que se realiza la interpretación y de la relación entre el interpretador y la acción. Las investigaciones sobre atribución han señalado algunos de los factores que inclinan la balanza en una u otra dirección. Por ejemplo, tendemos a formular interpretaciones ambientales cuanto más familiarizados estamos con el actor y sus circunstancias, e interpretaciones disposicionales cuando nos resultan ajenas. Por esto es que tendemos a emplear interpretaciones ambientales para dar cuenta de nuestras acciones y las de personas que conocemos, mientras que empleamos interpretaciones disposicionales cuando la misma acción es realizada por un desconocido: yo me exalté por las circunstancias, él es un violento. Esta característica ha llevado a argumentar que el mismo diseño de una investigación podría influir en la modalidad de interpretación adoptada: “las investigaciones típicas en psicología están basadas en observaciones breves de muchos sujetos –circunstancias que favorecen interpretaciones disposicionales (basadas en el organismo)” (Hineline, 1990, p.310). En contraste, el estilo de experimentación típicamente conductual, que se basa en observaciones extensas sobre pocos sujetos, favorecería más bien una modalidad interpretativa ambiental.

De particular interés es la observación de Hineline (1990, p. 311 y ss.), que sostiene que un criterio de interpretación fuertemente arraigado consiste en emplear la modalidad ambiental para acciones típicas o normales, es decir, situaciones en las cuales las personas suelen responder de la misma manera, y adoptar una modalidad disposicional para explicar conductas más idiosincráticas, en las que las respuestas varían de individuo en individuo. Explicamos lo común por el ambiente, lo singular por disposición. Como ilustración, consideren con detenimiento las siguientes líneas, y antes de seguir con la lectura consideren qué versión les resulta intuitivamente más (no busquen razones, intenten notar cuál les “suena” mejor):

Versión 1: He llevado a cabo numerosas observaciones conmigo mismo como sujeto y he descubierto que el whisky es más fuerte que la cerveza. De manera similar he descubierto que soy más alérgico a los tulipanes que las rosas.

Versión 2: He llevado a cabo numerosas observaciones conmigo mismo como sujeto y he descubierto que yo me emborracho más fácilmente con whisky que con cerveza. De manera similar he descubierto que los tulipanes causan más alergia que las rosas.

La primera versión sigue las prácticas usuales de atribución, por lo que tiende a sonarle más correcta a la mayoría de personas –pero no a todas, ya que como mencionamos, los criterios son más intuitivos y circunstanciales que racionales. El switch de modalidad entre la primera oración (“el whisky es más fuerte…”, una interpretación ambiental) y la segunda (“soy alérgico”, una interpretación disposicional), suele pasar desapercibido, precisamente por ajustarse a los criterios interpretativos usuales. Pero la segunda versión emplea una modalidad disposicional en la primera oración y una ambiental en la segunda, transgrediendo la costumbre y sonando así un tanto más extraña. La primera oración casi nos parece una obviedad, ya que todo el mundo se emborracha más fácilmente con whisky que con cerveza. La segunda oración, en cambio, parece una generalización injustificada, ya que sólo algunas personas son alérgicas a las tulipanes.

Podría argumentarse que el criterio de atribución cambiante de la primera versión es más razonable, adjudicándole al ambiente lo usual y al individuo lo inusual, pero, en primer lugar el switch suena bien pero no es necesario (se está hablando en ambos casos de los efectos de un estímulo), y la elección es intuitiva, la justificación viene después. El switch de modalidad interpretativa no es lógico sino convencional.

Necesitamos ir más allá del sentido común. Sea para aceptarlo o para rechazarlo, el primer paso es traer sus supuestos a la luz y dejar de tratarlos como algo natural

Ahora bien, el conductismo radical no respeta ese switch, sino que adopta en todos los casos la modalidad de interpretación ambiental, aun para interpretar respuestas idiosincráticas o atípicas, y nunca atribuye la conducta a una disposición interna (lo cual no quiere decir que ignore el papel de los eventos privados del organismo como emociones y pensamientos, sino que también los interpreta contextualmente, por lo que sus disparadores, configuración particular, y efectos se comprenden en última instancia en función de la historia de intercambios socioculturales de la persona). Pero al hacer esto el conductismo se opone una vez más al sentido común psicológico, y gana con ello un nuevo motivo de rechazo:

“Las explicaciones conductuales violan esta norma cultural refiriéndose a la conducta de los individuos usando la modalidad ordinariamente reservada para instancias en las cuales todo el mundo es tratado de la misma manera. Los experimentos del análisis de la conducta, como así también las intervenciones educativas y terapéuticas, se ocupan de individuos más que de grupos, pero las explicaciones interpretativas en la tradición skinneriana están formuladas en un lenguaje que sugiere que todos los individuos son iguales o igualmente afectados. Hineline sugiere que esta violación de la norma cultural puede resultar incómoda, amenazando la individualidad del oyente o lector” (Chiesa, 1994, p. 43).

Aquí hay algo interesante. A pesar de lo que suele creerse, el conductismo es altamente sensible a las particularidades individuales y tiende a oponerse a las generalizaciones. Basta con revisar la metodología de investigación, típicamente de caso único o de pocos sujetos; el rechazo de los promedios estadísticos; la adopción como herramienta central del análisis funcional, que opera bajo la presunción de el sentido de cualquier acción depende del contexto, que es único y diferente cada vez; el rechazo de sistemas clasificatorios como el DSM, etcétera. El conductismo supone que para entender cabalmente por qué una persona actúa de cierta manera en cierta situación es necesario conocer su historia y contexto particular. Pese a esto, suele acusárselo precisamente de lo contrario, de ignorar individualidades y generalizar.

Es posible que esta acusación se deba a que el conductismo explica incluso los aspectos más idiosincráticos y subjetivos de la conducta usando terminología que el sentido común usualmente emplea para las conductas más comunes. Dicho de otro modo, el conductismo emplea el lenguaje de lo general para hablar de lo particular, a contramano de la práctica cultural usual, y eso hace parecer que deshumaniza lo particular, cuando todo lo que hace es interpretarlo en otros términos. Esto se convierte en otro ámbito en el cual la mirada conductual presenta una heterodoxia respecto del sentido común.

Conclusión

El mentalismo tiñe nuestra comprensión de la psicología de manera imperceptible e insidiosa. Está en nuestro vocabulario psicológico, que implica un dualismo; en la sintaxis de nuestro lenguaje, que favorece la reificación y nos hace suponer agencia; y en nuestras prácticas culturales interpretativas, que favorecen explicaciones internalistas.

Ese repertorio no elegido y rara vez examinado es el equipaje con el que llegamos y a menudo difundimos y teorizamos en psicología, convirtiéndonos así en reproductores involuntarios de una perspectiva filosófica. Dado que este repertorio forma parte central del sentido común, las teorizaciones psicológicas que siguen esos postulados son más fácilmente aceptadas, ya que “tienen sentido” intuitivamente; en contraste, aquellas que se desvían de esos supuestos producen una suerte de disonancia filosófica, ya que resultan contrarias a lo que dicta nuestra intuición conformada por el sentido común.

Necesitamos ir más allá del sentido común. Sea para aceptarlo o para rechazarlo, el primer paso es traer sus supuestos a la luz y dejar de tratarlos como algo natural. La existencia de un espacio interno mental y moral es una construcción de Occidente, en particular gracias a ideas clave de la modernidad y el romanticismo (Taylor, 1996). El conductismo radical encarna una perspectiva que cuestiona los pilares sobre los que descansa la psicología vulgar, y ello le ha ganado un rechazo visceral y cerril, a menudo por parte de quienes no lo han leído nunca. Los calificativos de absurdo, simplista, deshumanizante, son el precio a pagar por rechazar las vacas sagradas del sentido común.

Espero que esta pequeña exploración de algunos puntos de entrada de estas ideas sirva para llamar la atención sobre los materiales de nuestro pensamiento psicológico, y así vaciar nuestra taza cuando sea necesario.

Referencias

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  • Freixa i Baqué, E. (2022). ¿Cómo puede uno ser Conductista Radical hoy en día? Psara Ediciones.
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  • Taylor, C. (1996). Fuentes del yo: La construcción de la identidad moderna. Ediciones Paidós Ibérica.
  • Whorf, B. L. (1956). Language, thought, and Reality (J. B. Carroll (ed.)). MIT Press.

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Cómo la IA puede ampliar los servicios de salud mental

  • Eduardo Bunge
  • 05/07/2025

No, la IA no te reemplazará. He investigado sobre tecnología y salud mental durante muchos años; actualmente dedico la mayor parte de mi tiempo a desarrollar herramientas de Inteligencia Artificial (IA) para ayudar a más personas y mejorar los resultados de nuestros tratamientos. Por lo tanto, conozco bien las capacidades y limitaciones de la IA.

Sí, la IA te va a ayudar. Si bien muchos profesionales de la salud mental tienen miedo del impacto de la IA, puedo asegurarles que en poco tiempo todos estaremos usando la IA para mejorar nuestro trabajo, y de hecho, hay estudios prometedores que respaldan esto. Aquí les dejo dos analogías para tener en cuenta. ¿Recuerdan cuando creíamos que las computadoras nos iban a dejar sin trabajo? Hoy el psicólogo con computadoras tiene trabajo; el psicólogo que no usa las computadoras posiblemente tenga menos trabajo. ¿Recuerdan cuando muchos nos oponíamos a hacer terapia por videoconferencia? Hoy ya no discutimos los beneficios de la teleterapia, principalmente porque vimos los beneficios para nuestros pacientes con nuestros propios ojos, e incluso la evidencia también es bastante favorable. Un proceso similar ocurrirá con la IA.

Ah, pero cambiar es difícil. Si bien los psicólogos somos promotores del cambio en nuestros pacientes, nos cuesta cambiar a nosotros. Volviendo a la analogía de la teleterapia, pasaron unos 15 años desde que se inventó Skype y/o Zoom hasta que empezamos a usarlos. Y para ser honestos, lo que promovió el cambio fue la pandemia. Esperemos que con la IA no pase tanto tiempo. Nuestra resistencia a hacer terapia dejó a millones de personas sin tratamiento durante todos esos años.

¿Qué se necesita para cambiar? Para que los profesionales de la salud mental integren la IA en su práctica, hace falta que reconozcamos nuestras limitaciones primero y que le pierdan el miedo a la IA. Con respecto a las limitaciones, es bien sabido que la mayoría de las personas con trastornos mentales no acceden a tratamientos. Lo que es menos sabido es que los protocolos de tratamiento son igual de largos que hace 40 años y que en muchos casos (por ejemplo, niños con problemas de conducta) los resultados de los estudios son peores ahora que antes. En el caso de los trastornos de ansiedad en adultos, en los últimos 30 años no se vio que se logren mejores resultados. Es decir, sería muy bueno poder tener mejores resultados.

Con respecto a cómo perder los miedos, creo que vamos a tener que hacer un proceso similar al de nuestros pacientes con trastornos de ansiedad. Primero, debemos adquirir conocimiento sobre la IA para desafiar nuestros miedos. Segundo, debemos comprender cómo se puede integrar la IA en la terapia. Y tercero, debemos comenzar a utilizarla para verla con nuestros propios ojos. Como parte de mi trabajo en ParenteAI, tuve que aprender mucho sobre IA para valorar su potencial. Sin embargo, no fue hasta que vi el impacto que tenía en los padres que utilizaban nuestra plataforma cuando realmente me di cuenta de cuánto podemos ayudar a las familias si dejamos de lado nuestros temores.

En ParenteAI, creemos que la IA debe diseñarse para complementar, no reemplazar las intervenciones terapéuticas. Nuestra plataforma está construida para ampliar el trabajo de los terapeutas, haciendo que intervenciones basadas en la evidencia, como el Entrenamiento en Manejo Parental (PMT, por sus siglas en inglés), sean más escalables y accesibles.

Quiero compartir algunos de los aprendizajes que he adquirido en los últimos años con la esperanza de que esto anime a otros profesionales de la salud mental a explorar la integración de recursos de IA en su práctica.

Desafiemos nuestros miedos: la seguridad primero

Uno de los mayores temores sobre la IA en salud mental es la seguridad. Mientras desarrollábamos ParenteAI, mi mayor preocupación era: ¿Cómo podemos garantizar que ofrecemos una guía confiable, efectiva y ética?

Por eso, implementamos varias medidas para reducir estos riesgos:

  1. Supervisión de un profesional: La IA no opera de manera autónoma. Creamos una plataforma donde los padres pueden interactuar con ParenteAI, pero todas sus actividades en la plataforma son supervisadas por un terapeuta, garantizando que la IA no brinde orientación sin control.
  2. Protocolo de tratamiento específico: La IA no puede resolver todos los problemas, pero sí puede entregar un protocolo de tratamiento estructurado. Entrenamos la plataforma para administrar el Entrenamiento en Manejo Parental (PMT) sin desviarse a otros temas. Desde un punto de vista técnico, implementamos una arquitectura de agentes, lo que permite que la IA brinde un tratamiento consistente a lo largo de varias semanas.
  3. Barreras de seguridad: Implementamos mecanismos que impiden que ParenteAI aborde temas inapropiados, como el asesoramiento sobre medicación. Además, entrenamos la IA para detectar lenguaje preocupante y responder con un mensaje sugiriendo que el usuario consulte a un profesional de salud mental.
  4. Generación aumentada por recuperación (RAG): ParenteAI genera respuestas basadas en un conjunto de conocimientos fundamentado en investigaciones psicológicas, en lugar de información de internet sin verificación. Además, dado que todas las interacciones de los padres son supervisadas por un terapeuta, el feedback recibido nos permite mejorar continuamente la calidad de las respuestas de la IA.
  5. Confidencialidad: Aunque parezca difícil de creer, es posible desarrollar una IA y seguir cumpliendo con la normativa HIPAA —y eso es exactamente lo que hicimos. En las primeras etapas de desarrollo, pensé que esto no sería viable, pero me sorprendió descubrir que sí lo era. Por eso, todas las interacciones de los usuarios están encriptadas, anonimizadas cuando es posible y almacenadas de manera segura para proteger la confidencialidad de los datos.

¿Cómo puede integrarse la IA en la práctica clínica? El caso de ParenteAI

Una vez que los padres son invitados a la plataforma, pueden realizar dos actividades clave:

  • Seguir un programa estructurado de PMT, donde aprenden habilidades esenciales como el establecimiento de metas, comprensión del comportamiento infantil, tiempo especial, elogios efectivos, sistemas de recompensas, instrucciones claras, ignorar activamente y tiempo fuera.
  • Recibir apoyo en tiempo real, donde ParenteAI les guía en la aplicación de estas estrategias en su vida diaria.

A diferencia de otras herramientas digitales, las notificaciones de ParenteAI no son genéricas, sino altamente personalizadas, basadas en la actividad de cada padre en la plataforma.

Concebimos ParenteAI como un co-terapeuta, y los profesionales de la salud mental lo han utilizado de dos maneras principales:

  1. Terapia individual: Realizamos un estudio piloto con terapeutas en formación que no tenían experiencia previa en PMT. Los terapeutas brindaron solo cuatro sesiones a los cuidadores utilizando ParenteAI, mientras que los cuidadores continuaron usando la plataforma entre sesiones. Después de seis semanas, observamos mejoras significativas en los síntomas externalizantes e internalizantes de los niños. Además, los padres mostraron reducción en sus niveles de depresión, ansiedad y estrés, con efectos de gran magnitud. Los padres reportaron una fuerte alianza terapéutica con ParenteAI, destacando que se sentían acompañados y apoyados en su proceso.
  2. Grupos de crianza: Un psiquiatra infantil nos comentó que los grupos de crianza son una excelente estrategia para escalar la ayuda a los padres, pero que su contenido suele ser muy general, dejando a los padres con dudas sobre cómo aplicarlo a su caso particular. Al integrar ParenteAI en los grupos de crianza, los padres reciben orientación experta general en las sesiones grupales y apoyo personalizado de la IA entre sesiones. Esto permite brindar apoyo continuo y más específico a los 30 padres que participan en cada grupo.

Terapeutas + IA: Véalo con sus propios ojos

Como parte de nuestro trabajo en ParenteAI, entrevistamos a padres y profesionales de la salud mental. Aunque ambas estrategias están en sus primeras etapas, los resultados han sido alentadores.

Los padres compartieron testimonios como: «Sentí que tenía a alguien a mi lado justo cuando lo necesitaba.» «Siento que estoy trabajando junto con Parente para alcanzar mis objetivos.» «ParenteAI me elogió tanto que me di cuenta de lo bien que se siente, y empecé a elogiar a mi hijo. No puedo creer la diferencia que ha generado.»

Los profesionales de la salud mental también han visto beneficios significativos. Muchos expresaron alivio al tener una herramienta de IA que los ayuda a estructurar sus sesiones y mejorar el compromiso de los padres. Algunos comentaron que estaban cansados de repetir las mismas habilidades semana tras semana, y que ParenteAI les ha permitido enfocarse en resolver problemas específicos y avanzar más rápido en el tratamiento.

Sé que esto puede no ser suficiente para convencer a todos sobre el potencial de la IA en nuestra práctica, y sería justo reclamar más estudios rigurosos, pero espero que nos ayude a comprender mejor cómo funciona. Si esto anima a más profesionales a explorarlo y probarlo, tendremos más información para tomar decisiones mejor fundamentadas.

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Hablar de las emociones no basta: cuando la catarsis se convierte en una trampa

  • David Aparicio
  • 04/07/2025

Jennifer Delgado Suarez:

Hablar de las emociones es el primer paso. Pero quedarse ahí, eternamente, es otra manera de evitar la transformación. Una forma disfrazada de “trabajo interior” que en realidad es una resistencia al cambio personal.

Y es que las palabras pueden ser un bálsamo para el alma, pero también un refugio donde esconderse para no tomar decisiones incómodas, poner límites, asumir responsabilidades, no decepcionar a los demás, afrontar verdades incómodas o salir del rol de víctima

Hablar del trauma infantil no es lo mismo que dejar de culpar a tus padres. Contar que sufres ansiedad no es lo mismo que renunciar a la hiper exigencia con la que te estresas cada día.
Y repetir que tienes miedo al abandono no es lo mismo que aprender a vivir solo cuando alguien se va.

Hablar excesivamente de las emociones, del pasado y los traumas puede ser un arma de doble filo que prolonga la rumia y el cambio.

Lee el artículo completo aquí.

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